Cazarabet conversa con...   Silvia Isábal Mallén, autora de “Los que se iban en septiembre. La emigración procedente de Teruel en la Litera” (Instituto de Estudios Altoaragoneses)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La emigración procedente de Teruel en La Litera se ve reflejada en una exhaustiva investigación que ahora ve la luz gracias a un libro desde la pluma de Silvia Isábal Mallén.

La investigación viene acompañada de unas fotografías que enriquecen todo lo relatado e investigado por esta estudiosa

El Instituto de Estudios Altoaragoneses con la Diputación de Huesca han estado detrás de esta edición.

El libro forma parte de la colección “iter”, Investigación y territorio. Esta colección: “trata de cubrir las diferentes visiones locales que transitan entre lo académico y lo divulgativo, prestando especial atención a los análisis históricos, pero sin olvidar otras disciplinas”

El título es tan evocador como sublime…

La sinopsis del libro:

Una vez construido el canal de Aragón y Cataluña, la transformación en regadío de los campos de la Litera Baja no fue sencilla y muchos propietarios tuvieron que vender tierras o recurrir a colonos para adecuar sus fincas. Ello supuso la llegada a la comarca de numerosas familias atraídas por las altas rentabilidades que prometía la nueva realidad. Muchas provenían de la provincia de Teruel, en especial de la parte oriental, y huían de la decadencia del sistema masovero, que apenas garantizaba ya su subsistencia. Acostumbradas a vivir en el campo, en explotaciones autosuficientes, impulsaron en la Litera la aparición de hábitats dispersos y el nacimiento de una actividad ganadera y empresarial desconocida hasta entonces. Este fenómeno se prolongaría prácticamente durante todo el siglo XX como consecuencia del desarrollo de largas y complejas redes migratorias y conformaría un colectivo que ha resultado fundamental para definir el paisaje, la sociedad, la demografía y la economía de la zona. Este libro intenta evitar que su sacrificio y su espíritu emprendedor caigan en el olvido.

La investigadora y escritora Silvia Isábal se nos presenta ella misma:

Aunque profesionalmente me dedico al comercio, como afición tengo la investigación de la historia de Binéfar y, por extensión, la de la comarca de la Litera, lo que se ha traducido, hasta ahora, en la publicación de tres libros:

-La industrialización de Binéfar (2015, Asociación de Empresarios de La Litera)

-Manuel María Coll. Una historia de compromiso entre Binéfar y América (2019, IEA)

-Los que se iban en septiembre (2024, IEA)

Además de estas publicaciones, he colaborado con diversos Ayuntamientos en la realización de conferencias y exposiciones y he escrito numerosos artículos en diversos medios de comunicación o publicadas por el Centro de Estudios Literanos, asociación a cuya Junta pertenezco y en la cual tengo varias responsabilidades (publicaciones, redes…) .

 

 

 

Cazarabet conversa con Silvia Isábal:

-Silvia, ¿nos puedes comentar el porqué de esta investigación tuya hacia la emigración hacia la comarca oscense de la Litera… qué te llevó a ello?

-Realmente era un tema al que le tenía muchas ganas, y es que tanto mi marido como yo somos descendientes de esa migración, por lo que era un tema muy recurrente en mi entorno. Pero es que, además, me daba cuenta de que ni siquiera entre los descendientes de esa migración había un conocimiento muy exacto de ciertos aspectos, lo que en ocasiones originaba controversias, y es que al final todos creemos que las circunstancias que vivió nuestra propia familia son similares a las que vivió el resto, y no siempre es así. Había que hablar de ello y, al mismo tiempo, había analizar todas las características que definieron esta migración (origen, marco temporal, causas, distribución, perfil del emigrante…).

-Era un libro necesario porque es un libro que hace justicia a muchos que dejaron sus tierras natales para habitar y trabajar otras…

-En efecto, hay que pensar que el regadío, gracias al agua del canal de Aragón y Cataluña, supuso para la zona regable de la Litera (lo que hoy en día denominamos Litera Baja) la llegada de multitud de familias dispuestas a emprender una nueva vida. Muchas de ellas, especialmente las llegadas desde Teruel, se establecieron en pleno siglo XX en torres, que es el nombre que reciben en la Litera los hábitats dispersos, sin ningún tipo de servicio, ni electricidad, ni agua potable, ni servicios educativos, religiosos, comerciales…  Protagonizaron una colonización dispersa muy diferente a la que propició el INC con sus pueblos de colonización y de la que nunca se ha hablado, porque toda la historiografía del canal se centra en cómo la transformación al regadío afectó a los grandes propietarios y en las cifras demográficas o económicas de esa transformación, pero no en las personas que la protagonizaron, que ni siquiera aparecen en nuestros libros de historia.

-¿Por qué connotaciones solían irse de sus tierras las gentes que, poco a poco, fueron habitando la Litera?

-Nadie se va nunca de su tierra por capricho. En el caso de los migrantes llegados a la Litera desde Teruel, se fueron porque su forma de vida tradicional había entrado en crisis, y es que la mayoría eran masoveros procedentes de las serranías orientales de la provincia. Estos masoveros, por diversas causas, vieron reducida su forma de vida a la mera subsistencia, y muchos ya habían visto partir a sus hijos hacia ciudades en pleno desarrollo industrial o países lejanos como Argentina, por lo que realmente lo que buscaban era una cierta perspectiva de esperanza en el porvenir.

-¿Qué les ofrecía la Litera a estos emigrantes que venían, muchas veces con su familia y que se quedaron a formar parte del tejido social?

-La transformación al regadío implicó que muchos propietarios, faltos de liquidez, tuvieran que vender parte de sus tierras para poner en riego el resto, por lo que se generó la posibilidad de comprar tierras a unos precios interesantes. Ese fue el gran reclamo de la Litera, poder obtener una mayor rentabilidad en la actividad agrícola que la que obtenían en sus lugares de origen. Estas familias (porque siempre se desplazaban familias extensas) no renegaban de su forma de vida; lo que pretendían era precisamente continuarla pero en otro contexto que les permitiera vivir con una cierta dignidad.

-¿De dónde solían llegar a la Litera esos emigrantes? ¿Qué perfil social solían presentar? ¿Qué edades solían tener y qué perfil profesional… o sea, de qué profesión o profesiones solían venir a la Litera?

-Los primeros migrantes vinieron de una zona muy concreta que abarca la comarca del Maestrazgo y la localidad de Las Parras de Castellote, hoy en la comarca del Bajo Aragón. Eran en su mayoría masoveros y, en cualquier caso, labradores. En cuanto a la edad, y dado que se desplazaban grandes familias extensas, encontramos niños, abuelos, parejas jóvenes… En ocasiones se desplazaban incluso cuatro generaciones de la misma familia a la vez. Esas primeras familias ejercieron un efecto llamada sobre familiares y conocidos de pueblos vecinos, y así es como se extendió la zona de origen a otras comarcas, de la misma forma que se amplió el perfil profesional de los migrantes, que también abarcó a jornaleros y profesionales como herreros, carpinteros, albañiles, comerciantes…, aunque los labradores, fueran masoveros o no, siempre supusieron la mayoría.

-¿Por qué solían migrar desde Teruel provincia a la comarca de la Litera? ¿de todos los rincones de Teruel venían por sus propias circunstancias?

-La Litera era un destino relativamente cercano, con un coste de desplazamiento pequeño, y el hecho de que los posibles emigrantes contaran allí con numerosos familiares y conocidos les permitía manejar una información fiable y contar con apoyos desde el primer momento.  Ese desplazamiento acabó afectando prácticamente a toda la provincia de Teruel, pero analizando los pueblos de origen se observa que todos comparten esa cultura masovera, por lo que finalmente las circunstancias que empujaron a unos y a otros resultan muy similares. Sin embargo, también hubo familias que llegaron a la Litera empujados por otras circunstancias, como los que se desplazaron por la crudeza con la que se vivió el tema del maquis en la zona o los que lo hicieron expulsados por la construcción del embalse de Santolea, que no solamente afectó a esta población, sino también a otros núcleos como Dos Torres de Mercader o Ladruñán, así como a varias masadas del entorno. En ambos casos, el hecho de contar con conocidos en la Litera fue un aliciente a la hora de desplazarse.

-La Litera, que se ofrecía como “un oasis” para trabajar ¿en qué?

-Prácticamente en cualquier cosa, y es que el regadío cambió no solo la sociedad, sino también la economía de la Litera. Desde luego había trabajo en el campo, tanto en los grandes latifundios que necesitaban mano de obra intensiva como para los medianos y grandes propietarios, que buscaban jornaleros y aparceros para sus tierras. Pero, además, y sobre todo en Binéfar y Tamarite de Litera, aparecieron nuevas industrias encargadas de transformar los excedentes agrícolas, talleres de maquinaria, fundiciones que fabricaban los aperos que necesitaba la nueva agricultura y fábricas de materiales de construcción para atender a la expansión demográfica e industrial. Además de eso, aparecieron todo tipo de empresas comerciales y de servicios. Como ya he dicho, la mayoría de la gente llegada desde Teruel tuvo en la tierra su primera opción, pero también hubo jornaleros o profesionales que entraron a trabajar en estas industrias, opción importante cuando llegó la mecanización del campo y algunos pasaron a trabajar por cuenta ajena. Muchos de ellos, además, iniciaron con éxito importantes aventuras empresariales.

-¿Había como una red de redes de migrantes, cómo eran?

-Sí, al final de la investigación prácticamente he llegado a la conclusión de que finalmente todos eran parientes. En primer lugar porque ciertamente muchos lo eran en origen y, en segundo, porque, sobre todo al principio, se comportaron como un grupo muy endogámico, fruto del aislamiento en que vivían y porque compartían una forma de vida muy similar. Esa red fue muy importante para ellos porque implicaba la primera socialización en el lugar de destino y suponía la movilización de la comunidad ante los grandes problemas, el intercambio de recursos de todo tipo y la preferencia por contratar servicios que prestaban miembros de la comunidad.

-¿En qué años y bajo que “oleadas” fueron llegando más emigrantes? ¿cuántos fueron llegando… se tienen cifras aproximadas?

-Los primeros migrantes llegaron sobre 1917, y aunque hubo un goteo importante en la década de los 20, se aceleró en la siguiente como consecuencia de la llegada de las gentes expulsadas por la construcción del embalse de Santolea. Una de las características de esta migración es precisamente su duración en el tiempo, y es que en la década de los 70 todavía llegaban gentes de Teruel como consecuencia de las redes que tejieron los pioneros que se desplazaron desde el Maestrazgo. Sin embargo, es curioso observar cómo, dentro del mismo movimiento, se formaron diferentes cadenas migratorias independientes y, de esta forma, a la que se inició en el Maestrazgo a comienzos de  siglo, se sumó una procedente en el Matarraña que comenzó a mediados de los 40 y que abarcó a numerosas familias. En cuanto a la cantidad de migrantes, a través del estudio de los padrones he llegado a contabilizar unas 1500 personas, una cifra forzosamente inexacta porque en la Guerra Civil los archivos municipales de la comarca fueron destruidos, por lo que seguramente fueron más.

-Llegar a un lugar nuevo en donde trabajar o rehacer la vida desde el trabajo no es fácil, ¿cómo es o era esa fase de fases?

-Nunca es sencillo, efectivamente, y para ellos lo fue menos, porque, especialmente para los llegados en las primeras décadas, estaba todo por hacer. Lo de menos era adquirir las tierras, aunque hubieran invertido en ellas todos sus recursos y recurrido a algún préstamo, pero es que además todavía quedaban tierras por nivelar, acequias secundarias por construir, edificios que levantar, cosechas que sembrar… Esas tierras además pronto dieron problemas de salinidad, de encharcamientos y de focos de paludismo, por lo que tuvieron que recorrer un camino muy duro, sin ningún tipo de ayuda externa, del que únicamente salieron por ese carácter austero, trabajador y sacrificado que les caracterizaba y porque recurrieron al empleo intensivo de la mano de obra familiar.

-¿Cómo explicas en tu investigación, se prepararon para ir a la Litera, llegaron, se asentaron y se adaptaron e integraron; ¿cuánto costaba más o menos eso? -en cuanto a tiempo-

-Dependía de varios factores. Para los que terminaron establecidos en un pueblo, el proceso fue realmente mucho más sencillo, porque contaban con lugares de socialización comunes con los locales, y si ese pueblo era Binéfar, que se encontraba en un proceso de desarrollo que estaba atrayendo a gente de lugares diversos, la migración desde Teruel se diluyó en una corriente mucho más amplia. En cambio, para los que se establecieron en el campo (o sea la mayoría) fue un poco más complicado. Hay que pensar que los hábitats dispersos eran un fenómeno nuevo en la comarca, y a todas estas familias numerosísimas que se desplazaban en grandes carromatos, trasladando sus escasos pertrechos y los primeros animales para el recrío, se les atribuía una pobreza que hacía que a Teruel se la conociera como la «provincia del hambre» o «la provincia del septiembre», que es a lo que alude el título del libro, y es que era justamente en ese mes cuando los caminos de la Litera se veían cruzados por estos migrantes que llegaban dispuestos a comenzar un nuevo año agrícola. Por otro lado, la palabra con la que se les denominó, «teruelinos», iba también acompañada de un cierto tono despectivo. Curiosamente, pronto pasaron a ser considerados como una amenaza, cuando comprobaron la calidad de propietarios de sus propias tierras, y entonces comenzaron a acusarlos de quedarse con las mejores tierras. En cualquier caso, esas suspicacias pronto terminaron y en la década de los 30 aparecen ya algunos matrimonios entre locales y gentes de Teruel, y se constata la presencia de algunos de ellos en asociaciones políticas o agrarias.

-¿Lo más difícil era la adaptación y la integración? De estos “dos factores” dependía que, luego, la persona que fuese a trabajar se fuese trayendo a la familia y que se quedasen?

-No fue exactamente así. Piensa que lo que tú estás describiendo es el patrón clásico de las migraciones campo-ciudad, en las que primero se desplazaba una persona que luego acababa arrastrando a toda la familia. Sin embargo, en esta migración lo que se desplazaba desde el primer momento era la familia completa, porque todas las manos eran necesarias para levantar una nueva explotación agrícola y ganadera en unos regadíos que no estaban consolidados del todo. Más bien podríamos decir que lo que resultaba fundamental era la integración y adaptación de los que les precedieron, que iban animando a los parientes que habían quedado en el pueblo de origen a que también iniciaran el desplazamiento.

-Un eje vertebrador que atrajo a los emigrantes a la Litera fue el canal de Aragón y Cataluña, ¿no? ¿qué nos puedes comentar?

-Fue fundamental, porque sin tierras de regadío estos migrantes nunca se hubieran desplazado. El regadío implicaba un cambio sustancial en la forma de producir en la comarca, sustituyendo el tradicional cultivo de cereales por otros más rentables como la remolacha o los frutales, y debía provocar el nacimiento de una actividad ganadera hasta entonces prácticamente desconocida. Muchos inversores capitalistas adquirieron tierras para poder enriquecerse con estos nuevos regadíos, sin embargo la mayoría fracasaron después de invertir en ellas grandes sumas. Sin embargo estos masoveros de Teruel, acostumbrados al aislamiento, al empleo de la mano de obra familiar y a combinar agricultura y ganadería en sus mases, acabaron resultando ser las personas idóneas para liderar la transformación del campo e iniciar esa actividad ganadera. Ellos obtuvieron lo que deseaban, un futuro mejor para sus hijos, pero, sin duda, la comarca tiene una deuda de gratitud con ellos.

-Por cierto, los cambios en el paisaje de las zonas del canal, ¿cómo fueron?, ¿nos lo puedes describir?

-Con el agua, incluso las zonas consideradas hasta entonces menos productivas fueron puestas en cultivo y el tradicional cereal se vio, en algunas parcelas, sustituido por forrajeras o frutales. Además, nuevos caminos, acequias y desagües surcaron las tierras. Sin embargo, quizá la mayor novedad que aportó el regadío fue la posibilidad de incluir al hombre en el paisaje, por lo que las tierras de la Litera Baja se llenaron de construcciones hasta entonces casi inexistentes. Una de las mayores aportaciones de mi libro es quizá haber sacado a la luz esta realidad y haber comprobado su magnitud, y es que en 1960, antes de la crisis de la agricultura tradicional, el 18% de la población de la Litera Baja vivía en el campo, entre ellos, multitud de familias turolenses. Resulta paradójico que mientras se vaciaban los mases en sus zonas de origen, en la Litera proliferaban este tipo de hábitats, lo que constituye una prueba de que estos migrantes no renegaban de su estilo de vida tradicional, sino que lo que pretendían era mantenerlo en una zona que les permitiera vivir con una cierta holgura.

-¿Calificarías a la Litera como una comarca con “espíritu emprendedor”?

-Indudablemente, y todo este proceso de cambio social que trajo el regadío fue el detonante, ya que implicó el fin de la sociedad rural tradicional. La llegada de nuevas gentes supuso un cambio de estructuras, que se hicieron mucho más dinámicas a la hora de adaptarse a los cambios tecnológicos y económicos. La prueba de todo ello es el elevado porcentaje de trabajadores autónomos, muy superior a la media regional.

-Desde la Litera, ¿cómo recuerdan al Teruel que dejaron atrás?

-Depende un poco de las circunstancias que les empujaron a desplazarse. Se nota más nostalgia entre aquellos que emigraron por obligación, como los expulsados por la construcción del embalse de Santolea, que sienten la injusticia de la desaparición de su pueblo; sin embargo, para los que emprendieron el camino de forma voluntaria, el recuerdo es agridulce, por un lado nadie olvida los años de niñez, ni los sabores y olores del primer hogar, pero tampoco olvidan el frío, la escasez, la dureza de la vida en los mases… De todas formas, el intercambio entre una zona y otra sigue siendo bastante fluido, ya que muchos cuentan todavía con familiares en sus pueblos de origen, y algunos incluso algún tipo de propiedad.

-Creo que muchos de los que llegaron de Teruel y se quedaron tejieron un tejido social fuerte y enriquecedor, y no solo para ellos, también para el conjunto de la comarca de la Litera y sus principales núcleos, ¿qué lectura nos puedes hacer?, ¿eran como “más emprendedores”?

-Eran emprendedores, eran muy trabajadores y, además, sabían que no había vuelta atrás. Todos habían tenido que vender sus posesiones para comprar en la Litera y habían trasladado a toda su familia, por lo que el retorno no estaba contemplado como posibilidad. En eso también se diferencia esta migración de las que tuvieron lugar del campo a la ciudad, en las que se podían dejar las tierras o las casas arrendadas no solo para obtener una cierta rentabilidad, sino también para tener cubierto el retorno si este llegaba a producirse. Así que había que tirar para adelante sí o sí, y tanto los que levantaron una explotación agrícola como los que emprendieron un negocio, consiguieron el éxito en sus iniciativas.

-Amiga, ¿cómo fue el proceso de investigación y documentación para la “construcción” de este relato de historia y sociología que une y enlaza Teruel y la comarca oscense de la Litera?

-Fue complicado por la falta de documentación disponible. Sabía, sin embargo, que era fundamental disponer de cifras concretas que me informaran no solo de la cuantía de los migrantes, sino también de sus orígenes, del lugar en el que se establecieron y del momento en que lo hicieron. Recurrí para ello a los padrones municipales, de los que obtuve todos esos datos, pero aún así me faltaban otros aspectos referidos a la caracterización socioprofesional del emigrante, a la forma de hacer desplazamiento, a las causas que lo provocaron… para ello resultaron fundamentales las respuestas a un pequeño cuestionario que fui repartiendo y que se acompañó de numerosos testimonios orales.

-Seguramente que los testimonios, más o menos orales, han sido de lo más enriquecedor, ¿verdad? ¿cómo y de qué manera han influido en esta investigación tuya?

-Hablar con los protagonistas de esta historia o con sus descendientes ha sido lo mejor de todo el proceso, porque me ha permitido conocer de primera mano todas esas historias de trabajo duro, de comienzos difíciles, de incomprensión a veces por parte de los locales, de solidaridad entre familias… Sin ellas, el relato habría sido una simple exposición de datos y no era mi intención, ellos son los que me han proporcionado todos esos recuerdos que son los que añaden la dimensión humana al trabajo.  Por eso he querido también que sus experiencias fueran acompañadas de nombres propios, para que de alguna forma ellos y también sus descendientes vean que su esfuerzo ha sido valorado antes de que caiga en el olvido.

-La fotografía y el material gráfico, aquí, en este trabajo crea un equilibrio que hace del trabajo de investigación algo mucho más firme, más equilibrado… incluso más bello. ¿Qué nos puedes decir?

-Ahí tengo que dar el mérito al Instituto de Estudios Altoaragoneses, ya que el libro quedó incluido dentro de la colección Iter, cuya estructura ya estaba definida, y tengo que decir que gracias a la labor realizada por David Adiego en el diseño, Miguel Ortega en las fotografías de portadillas y Teresa Sas coordinándolo todo, el resultado ha sido espléndido. Mi único mérito al respecto ha sido ir localizando imágenes, tarea ardua porque las torres no contaban con muchas cámaras fotográficas en la época, e ir eligiendo las que yo consideraba más representativas de la vida cotidiana de estas familias.

-¿Qué metodología de trabajo empleaste?

-No suelo hacer planes muy meticulosos antes de realizar una investigación. Parto de unas premisas básicas, que en este caso eran conocer los datos de los padrones y recabar el mayor número posible de testimonios, y voy dejando que el trabajo evolucione solo. Por poner un ejemplo, el hecho de que la mayoría fueran masoveros me llevó a leer mucho sobre su forma de vida, y eso me aclaró muchos aspectos de su organización una vez que estuvieron en la Litera.  Sin embargo, lo más difícil ha sido prescindir de las ideas que yo misma tenía preconcebidas y es que, como he dicho más arriba, todos pensamos que nuestra experiencia es igual a la del resto. En mi caso, pensaba que todos los migrantes de Teruel eran masoveros que habían llegado desde el Maestrazgo a comienzos de siglo, pero la realidad se ha revelado mucho más variada en orígenes, causas y espacio temporal.

-Bueno, vemos y como tú misma te describes que te gusta, yo diría, que te apasiona la investigación… ¿nos puedes dar alguna pista sobre lo que andas investigando ahora?

-Os doy una pista, sí. Llevo en marcha dos temas, por un lado estoy investigando sobre un edificio histórico de Binéfar y, por otro, sobre el papel que tuvo la juventud binefarense en la Transición y, aunque muy diferentes, os aseguro que son dos temas apasionantes. 

 

Alimentando el ternero

(Archivo Familia Beltrán Altabás)

 

 

Bernardo Daudén cuidando sus ovejas

(Archivo Familia Daudén)

 

 

Dando de comer a las gallinas en la torre

(Archivo Familia Torres Angosto)

 

 

Familia Angosto junto a la torre que estaban construyendo

(Archivo Familia Torres Angosto)

 

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