Cazarabet conversa con...   Maximiliano Fuentes Codera y Pau Font Masdeu, coordinador y coautor del libro “La gripe de 1918. Una aproximación política y cultural tras la pandemia de COVID” (Prensas de la Universidad de Zaragoza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Un libro que es una aproximación política y cultural tras la pandemia de COVID.

Lo edita Prensas de la Universidad de Zaragoza.

Forma parte de la colección de Ciencias Sociales en Historia Contemporánea.

La sinopsis: En el marco de la crisis sanitaria y política global que estalló en marzo de 2020, este libro propone una nueva mirada a la mayor pandemia del siglo XX, la gripe de 1918-1919. Partiendo de su impacto político y cultural en España, ofrece una perspectiva comparada y transatlántica centrada en sus implicaciones políticas y culturales en Europa y América Latina. Esta obra colectiva se centra fundamentalmente en tres aspectos: la presencia y el impacto de la gripe, su olvido y sus huellas políticas y culturales en las décadas de entreguerras, y su reaparición ante la emergencia de la pandemia de COVID-19. 

El índice es muy, muy sugerente:

Presentación

Maximiliano Fuentes Codera

PRIMERA PARTE. ESPAÑA

España y el impacto de la gripe de 1918: De la Gran Guerra a la dictadura de Primo de Rivera

Maximiliano Fuentes Codera

La gripe de 1918 vista por la intelectualidad sanitaria en España

Joaquim M. Puigvert i Solà

La gripe de 1918 en Barcelona y Cataluña: Frontera, emergencia social y «fiebre regionalista»

Pau Font Masdeu

SEGUNDA PARTE. EUROPA DEL SUR Y AMÉRICA LATINA

La pandemia de 1918-1919 en Portugal: Memoria y olvido

José Manuel Sobral

La gripe «española»: El caso italiano 

Patrizia Dogliani

América Latina enferma. Intervenciones intelectuales sobre condenas y fracasos latinoamericanos, 1898-1930

Paula Bruno

TERCERA PARTE. AYER Y HOY: DE LA GRIPE DE 1918 A LA CRISIS DEL COVID 

La conciencia de la muerte: Retratos y memorias literarias de la gripe de 1918

Francesc Montero

El rol de los expertos en tiempos de pandemia. El caso de la pandemia de gripe de 1918 en Argentina

Laura Palermo

Fascismo, populismo y enfermedad. De las huellas de la gripe de 1918 al COVID-19

Federico Finchelstein

 

El autor, Maximiliano Fuentes Codera: Maximiliano Fuentes Codera es Profesor Agregado en la Universidad de Girona, España, donde dirige la Cátedra Walter Benjamin, Memoria y Exilio. Ha sido profesor visitante en varias universidades internacionales. Es especialista en historia política e intelectual de Europa y España en el siglo xx. Ha centrado una parte importante de sus trabajos en el impacto de la Primera Guerra Mundial y en las derechas y el fascismo en Europa y América. Sus últimos libros son España y Argentina en la Primera Guerra MundialNeutralidades transnacionales y Ellos, los fascistas. La banalización del fascismo y la crisis de la democracia (escrito, con Javier Rodrigo). 

 

 

 

 

Cazarabet conversa con Maximiliano Fuentes Codera y Pau Font Masdeu:

Amigos, ¿qué es lo que os llevó a investigar sobre la gripe de 1918 desde la perspectiva de cómo se gestionó políticamente y cómo la enfocamos, culturalmente, la pandemia de la COVID con todas sus consecuencias, que también van desde la política a la huella que ha dejado culturalmente hablando?

-Fue precisamente a raíz de la COVID que vimos, de forma muy clara, que había un vacío en los estudios de historia política y cultural del período de la gripe de 1918. Esta gran pandemia se ha estudiado ampliamente desde una perspectiva médica y demográfica, pero su impacto político y sus huellas culturales eran un terreno casi inexplorado. A la vista del gran impacto político que nos estaba dejando la pandemia de COVID, parecía claro que una pandemia de gripe de esa magnitud debía tener consecuencias claras en ese ámbito. Y a la vez, vimos que muchas de las preguntas que nos estábamos haciendo acerca de las consecuencias de la pandemia de COVID podían encontrar una respuesta histórica a partir de la gripe de 1918. 

¿Hay o hubo algún incentivo qué os ha hecho os ha hecho investigar sobre esto? ¿cómo ha sido coordinar este libro con tantas participaciones, teniendo en cuenta que cada una de ellas aporta una visión especializada sobre un tema especial?

-Sí. Evidentemente, el vacío historiográfico que acabamos de comentar nos dio motivos para empezar a estudiar la pandemia del 1918 en profundidad. La pertinencia de las preguntas que nos hacíamos y la potencialidad en sus respuestas era clara. Además, gracias a la obtención de financiación de la Fundación BBVA pudimos poner en marcha un ambicioso proyecto. Contar con especialistas de distintas especialidades y geografías nos ha permitido ofrecer una mirada transversal y multidisciplinar.

Coordinar este proyecto ha sido una tarea compleja, pero habiendo reunido un equipo de investigadores de primer orden en cada ámbito ha hecho las cosas mucho más fáciles. Su experiencia ha permitido establecer un diálogo muy positivo para conseguir el enfoque que buscábamos.

Verdaderamente, ¿qué impacto tuvo la Gripe de 1918—popularmente conocida como “gripe española”—en este país?, porque se origina en EEUU—Kansas—y en poco, teniendo en cuenta que entonces no había los medios de transporte ni la movilidad de ahora había dado la vuelta al mundo…

-La epidemia causó en España cerca de 250.000 víctimas, lo que supone cerca de un 1’2% de la población del momento. Estamos hablando de muchas muertes en un período muy breve de tiempo, cosa que pasa en todo el mundo. Pero la epidemia también tuvo un impacto político relevante en un momento de crisis económica, política y de conflictividad social.

Un elemento clave para entender la rápida expansión de la pandemia es la globalización que supuso la Primera Guerra Mundial. Desde finales de siglo XIX había habido una verdadera revolución en el transporte que había empequeñecido el mundo. Pero la Guerra acentuaría esa dinámica: el ingente tránsito de soldados, trabajadores y refugiados por todo el mundo actuó como un verdadero vector de transmisión que llevó la gripe a todos los rincones del planeta.

En España, ¿cómo se va desarrollando?

-La epidemia llegó a España, por primera vez, en el mes de mayo. Siendo Madrid el primer foco, la gripe se extendió por casi todo el país en pocas semanas. Sin embargo, esa primera ola fue de carácter eminentemente benigno y desapareció en los meses de verano. Sería durante el otoño cuando la segunda ola epidémica causaría más estragos en todas partes, con un gran número de infectados y unas tasas de mortalidad elevadísimas. Fue en ese momento en que la tensión política se elevó considerablemente. Esta situación duraría hasta final de año y, ya en 1919 habría una tercera ola más reducida con un impacto mucho menos severo.

Cómo se informa de ella y cómo se escribe… porque parte de lo que leemos de ella viene de lo que se dejó escrito, ¿no?

-La prensa resulta una fuente fundamental en ese sentido. Siendo España neutral en la Guerra, no había censura militar en los periódicos, y se informaba abiertamente de la situación. Eso nos permite ver el progreso diario de la epidemia y las medidas que se adoptaban. Pero también nos permite ver las disfunciones en la gestión de los brotes epidémicos, los temores de la opinión pública y la fiscalización a las autoridades. Junto con otros escritos hechos a posteriori, generalmente de la mano de médicos, la prensa es una fuente de primer orden que nos da muchas explicaciones más allá de las estadísticas.

En concreto, ¿cómo se fue desde aquí?

-La gripe desapareció de golpe y su rastro se fue con ella. Es un fenómeno que pasa prácticamente en todo el mundo y un interrogante difícil de responder. La falta de recuerdo de la gripe después de su desaparición se debe a múltiples factores. Sin duda, la relevancia de la Guerra y el complejo contexto político y social que dejó contribuyeron a olvidarla.

Había una guerra mundial seguramente que fue otro factor para que hubiese más mortalidad, ¿no?

-La Guerra había generado una situación precaria en muchos sitios. Más allá de actuar como un vector de transmisión, como hemos apuntado, el conflicto mundial comportó alzas de precios y encarecimientos de subsistencias. Tanto en países beligerantes como neutrales, la situación física de la gente era precaria (mala alimentación, deficiencias higiénicas, etc.) y contribuyó en hacer el impacto de la gripe mucho más acusado.

¿Qué diferencias hubo entre “el tratamiento de la gripe de 1918” en los países en guerra y en los que, como España, se declararon neutrales?

-Los países beligerantes tuvieron siempre otra prioridad en la agenda: ganar la guerra. La gestión de la epidemia estuvo, pues, siempre supeditada a las necesidades militares i bélicas. Pensemos, por ejemplo, que la mayoría de personal sanitario estaba movilizado en el frente, dejando la retaguardia mucho más expuesta. Contrariamente, aquellos países neutrales pudieron enfocar más los esfuerzos en intentar minimizar la expansión y severidad de la epidemia.

¿Qué supuso el no censurar España la información acerca de esta pandemia mundial?

-De cara al mundo, el hecho de que España fuera el primer país en informar sobre la epidemia supuso que se la colgara el sambenito, el nombre de “gripe española”. Cuando la gripe ya estaba campando por toda Europa, fue España el único país que informó abiertamente de su aparición y generó la sensación que la epidemia se había iniciado aquí. Por otro lado, el hecho que no se censuraran las noticias provocó mucha más alarma entre la población, ya que se conocía el progreso de la epidemia día a día. Y, derivado de esto, mucha más fiscalización ante su gestión.

Las zonas fronterizas sufrieron más las consecuencias de la pandemia de la gripe de 1918, justamente por eso…por ser frontera entre un país como Francia que pasó la guerra y que conoció la gripe antes que España y que alguna de sus fronteras, ¿verdad?

-En las zonas fronterizas se encontraban en “primera línea”. Se percibía la gripe como un mal que venía desde el exterior y, por tanto, se tenía que prevenir con mucho celo. Pero la realidad es que la transmisión interna era mucho más relevante, por ejemplo, en los reclutas que contraían la gripe en los cuarteles y volvían a sus casas infectando pueblos enteros. Las tasas de mortalidad más altas no son en zonas de frontera, sino en grandes ciudades (por el hacinamiento de población), en zonas rurales donde faltó asistencia y en lugares donde no se tomaron medidas de contención eficaces.

El paciente cero surge en un condado de Kansas, pero ¿fue Europa el continente más afectado…llegando aquí el virus, en parte, al venir los contingentes norteamericanos a luchar y llevando con ellos el virus?

-De hecho, el continente más afectado en términos de morbilidad y mortalidad es Asia. En algunos países como India se estima una mortalidad de hasta el 6% de la población. Es evidente que el contingente norteamericano trajo gripe a las trincheras de Europa (y por extensión, en todos los sitios), pero hay muchos estudios que plantean que la gripe ya era presente en Europa antes de la entrada de las tropas americanas.

¿Hubo países que tendieron a “esconder” los datos de mortalidad para que no cundiera el pánico o para que la población no mirase a quien se pensaba que los tenía que proteger?

-En los países beligerantes es evidente. El esfuerzo bélico “pedía” no desviar la atención a cualquier cosa que no fuera la victoria militar. Pero en países neutrales, como España, también vemos actitudes de ese tipo por parte de las autoridades. Las autoridades tendieron a evitar dar mensajes de alarma en los primeros momentos para dar la sensación de que la situación no era grave, incluso se negaba la existencia de la epidemia. Pero esa voluntad de minimizar su impacto cayó por su propio peso cuando la grave situación estaba a la vista de todos.

¿En qué hay convergencias de la gestión política de aquella pandemia de la Gripe de 1918 con la del COVID 19? ¿Y culturalmente se han notado divergencias y convergencias entre la Gripe de 1918 y la del COVID 19?

-Ambas epidemias se asemejan mucho en cuanto a su naturaleza, sus síntomas y el modo de combatirlas. Un elemento común en ambas epidemias, salvando todas las distancias, es la dificultad en encontrar medidas eficaces combatirlas. Pensemos, por ejemplo, en las desinfecciones de espacios: en ambas sanitarias se practicaron de forma masiva, incluso cuando se sabía que no era una medida eficaz.

Por otro lado, vemos que en ambas epidemias se exponen todas las disfunciones de la sociedad del momento. Las crisis sanitarias ponen en evidencia las deficiencias del sistema y, por extensión, se genera un rechazo hacia las autoridades que se traslada fácilmente a una enmienda a la totalidad de un sistema político. Y, tanto en 1918 como en 2020, se ha utilizado para atacar a los sistemas políticos parlamentarios.

¿Los países del sur de Europa presentan alguna particularidad diferente y diferencial con el resto?

-No especialmente. La principal diferencia está en países beligerantes y neutrales. Aunque sí es cierto que muchos países del norte de Europa habían iniciado, ya antes de la gripe, el despliegue de un sistema sanitario y asistencial más moderno.

Y en América Latina, ¿cómo se desarrolló esta pandemia?

-La epidemia en América Latina sigue el mismo patrón que vemos en Europa. Allí la gripe llegó por primera vez en los meses finales de 1918, pero afectó mucho más durante 1919, coincidiendo con el otoño-invierno austral. A pesar de este decalaje temporal, las dinámicas que hemos observado difieren, por ejemplo, del caso español.

En aquellos años, ¿cómo fue “esa conciencia” de la que habláis de “ver y sentir la muerte” cerca?

-Este es un punto complicado, por la dificultad que tenemos en encontrar testimonios. Abordarlo desde la literatura, como hemos hecho en este proyecto, nos ha dado resultados interesantes. De entrada, debemos pensar que la muerte era un elemento muy presente en la vida cotidiana: continuamente había brotes de otras enfermedades endémicas que producían una gran mortalidad; y, evidentemente, en ese momento había también el horror de la muerte vinculado a la Guerra. La muerte por gripe, lejos de ser heroica como en el campo de batalla, era una muerte silenciosa, relegada a la esfera privada y familiar. Eso dificulta la creación de una conciencia colectiva, de una memoria compartida socialmente, que recuerde las víctimas de la gripe de forma pública.

Esta pandemia que acabamos de pasar se asemeja con la de la gripe de 1918 con el populismo y las derivas sociopolíticas que ha dejado o la era, ahora, de la globalización ha “activado” las “fake news” y demás como las dudas porque se conoce lo que pasa en el otro lado del mundo…

-Sí, como hemos apuntado, una crisis pandémica se puede utilizar como un torpedo a la línea de flotación de los sistemas sociopolíticos. Tanto en 1918 como ahora, la extrema derecha ha utilizado la epidemia para menoscabar la legitimidad de las democracias parlamentarias. Lo vemos claramente en la gripe de 1918, cuando se apeló a una “dictadura sanitaria” de carácter técnico que eliminara las deficiencias de la política parlamentaria. Esta percepción derivó rápidamente en plantear que el resto de los problemas políticos y sociales se podían solucionar eficazmente de forma autoritaria, fuera de las diatribas de la política parlamentaria. En 2020 también hemos visto algo similar: las nuevas derechas radicales populistas han utilizado la epidemia para menoscabar la legitimidad de los regímenes parlamentarios. Y, como bien apuntas, actualmente tienen un arma mucho más eficaz: internet y las fake news.

¿Qué papel tenían los epidemiólogos de aquellos años, más o menos como el que tienen hoy? ¿o el hecho de que hoy haya más facilidad para comunicarse influye?

-En 1918, nos encontramos en una fase de transición. Se estaba abandonado progresivamente la teoría del siglo XIX y se estaba implementando la epidemiología moderna. En aquel momento, pues, aún había dificultades para identificar los agentes causantes de la enfermedad y el modo de combatirlos eficazmente. Aun así, el rol del “experto” ha sido fundamental en ambas epidemias, erigido como una figura de autoridad la opinión de la cual debe escucharse.

En 1918 ya había una circulación científica de carácter internacional, pero es evidente que los progresos de la ciencia moderna a lo largo del siglo XX han provocado una situación muy distinta con el COVID.

La investigación, la recopilación de documentación, el contrastar todo ello; el aproximarse a testimonios más o menos directos… es una tarea que requiere de tiempo, minuciosidad, pero también de mucha gratificación posterior, ¿qué nos puedes decir?

-Ha sido una verdadera faena. Hemos dedicado mucho esfuerzo en buscar fuentes, analizarlas y articular las respuestas a nuestros interrogantes. Pero creemos que el trabajo ha sido positivo, en vista de los resultados que hemos obtenido. Más allá de alumbrar en muchos temas que hasta la fecha no habían sido tratados, hemos constatado la potencialidad que tiene la temática de caras a futuras investigaciones.

¿Y qué metodología de trabajo se ha seguido, teniendo en cuanta que sois bastantes plumas a converger en este libro en el que participas, pero del que haces, también, de coordinador?

-Coordinar un equipo internacional de esa dimensión es, a veces, dificultoso. Pero la colaboración de todos los miembros ha hecho el trabajo más fácil. A partir de los ejes de investigación que planteamos al principio hemos podido ir trabajando, cada uno desde su ámbito. Y, a la vez, en reuniones de trabajo, compartir resultados y puntos de vista.

¿Habéis trabajado sobre un guion de cuestiones y preguntas sobre las que ir encontrando respuestas?

-Sí, como decíamos, al inicio de la investigación planteamos unos ejes temáticos, que incluían unas líneas a las que dar respuesta. Planteamos una doble separación. Primero, en tres ejes temáticos: primero, la gripe de 1918 en España; segundo, la gripe en el sur de Europa y América Latina y, tercero, los vínculos entre la gripe de 1918 y la crisis de la COVID. A partir de estos 3 ejes temáticos, planteamos seis líneas: la gripe en su contexto (Guerra y posguerra); medidas de control de la enfermedad y medidas de respuesta oficial; en relación con los dos anteriores, el control fronterizo y el discurso sobre el “otro”; los discursos tecnócratas y potencialmente antidemocráticos que aparecen durante la gripe; la memoria de la gripe de 1918 (desde justo después de la enfermedad hasta nuestros días) y, finalmente, las comparaciones entre la gripe de 1918 y la COVID.

Tener estos elementos claros desde un principio ha permitido crear estudios convergentes y dialogantes, a la vez que han dado unidad y coherencia al conjunto de la investigación.

 

 

_____________________________________________________________________

Cazarabet

Mas de las Matas (Teruel)

http://www.cazarabet.com

info@cazarabet.com