Cazarabet conversa con... Javier
Gómez Calvo, autor de “Esclavos de Orduña (1937-1941)” (Beta III Milenio)
Javier Gómez Calvo
investiga sobre uno de los campos de concentración en y tras la guerra
franquista que tenía como pilar al trabajo forzoso incluso más allá de la obra
pública, ya que muchos de los prisioneros que pasaron por Orduña fueron “mano
de obra” gratuita para fortalecer las principales, incipientes o no, empresas…
Un campo de
prisioneros en el corazón de Orduña y en el que fuese antiguo colegio de
jesuitas, destacando por ser un centro en el que muchos de los prisioneros eran
“preventivos”.
El campo
estuvo operativo unos 27 meses…
La sinopsis
del libro:
Tras la caída
de Bizkaia en junio de 1937, el incipiente régimen franquista eligió Orduña
como emplazamiento de un campo de concentración de prisioneros que pudiera dar
cabida tanto a las decenas de miles de soldados capturados en el Frente del
Norte como a aquellos penados por razones políticas que se encontraban
hacinados en la Prisión Provincial de Vitoria. La estancia media de cada uno de
ellos no fue excesivamente larga, pero su juventud fue aprovechada por las
instituciones públicas y por pequeños y medianos empresarios para lucrarse de
abundante mano de obra en condiciones equiparables a la esclavitud.
Terminada la guerra el campo mutó en Prisión Central, pero el trabajo forzado
perduró hasta el cierre de la misma, ya en 1941.
Después de una larga investigación en archivos civiles y militares, el autor se
adentra en esta obra en la realidad de un sistema esclavista desconocido hasta
la fecha y que se sostuvo durante cuatro años merced a una tupida red de
complicidades. El horror de lo acontecido en Orduña se muestra aquí desde el
rigor metodológico, incorporando abundante documentación e imágenes que
acreditan la magnitud de la tragedia.
El autor, Javier García Calvo: Es doctor en Historia
Contemporánea por la Universidad del País Vasco (UPV-EHU). Su tesis, centrada
en la violencia política durante la guerra civil, fue publicada con el título Matar,
purgar, sanar. La represión franquista en Álava (Tecnos, 2014). Es autor
también de numerosos artículos y ponencias sobre la persecución ideológica y el
sistema carcelario durante la dictadura franquista.
Ha sido investigador posdoctoral en el Instituto de Ciências
Sociais de la Universidad de Lisboa (ICS) y en el
Centro de Investigação e Estudos
de Sociologia (CIES-IUL).
En la actualidad es investigador posdoctoral en el Instituto de Historia Social
Valentín de Foronda y profesor en la Universidad Isabel I de Castilla.
Cazarabet conversa
con Javier Gómez Calvo:
-Javier, ¿por qué un trabajo de investigación sobre el campo de
concentración de Orduña? ¿qué te llamó la atención de este campo de
concentración?
-Este trabajo es el fruto de una investigación impulsada por el
Ayuntamiento de Orduña, y que se inscribe en el marco de una apuesta reiterada
de esta institución por recomponer la historia de lo sucedido durante la guerra
civil y después. En 2011 ya se había publicado un libro sobre el campo de
concentración, pero no se abordaba lo relacionado con el trabajo esclavo. En
este, sin embargo, se presta atención exclusivamente a ello.
-¿Cuál es el porqué de la existencia de este campo?, no se llevaba
ni un año de la contienda armada, pero ya hacía falta descongestionar prisiones
llenas de presos de guerra en el Frente Norte, ¿no?
-Como bien dices, hacía falta descongestionar la Prisión de
Vitoria, pero también internar provisionalmente a los prisioneros de guerra
capturados en Vizcaya. Por el amplio espacio físico, Orduña se convirtió en un
emplazamiento óptimo.
-Estaba, además, muy
bien situado porque Orduña se situaba cerca de las principales capitales vascas
y de Miranda de Ebro un lugar donde mucho prisioneros eran enviados e iban
llegando como centro de corta estancia, pero que era utilizado para distribución
para con el resto del Estado...¿cómo lo ves, crees que la relación que
estableció con, por ejemplo, Miranda de Ebro fue así?; porque
la relación con las prisiones Vascas como la de Vitoria/Gasteiz fue ,simplemente, de descongestionarla de
prisiones de guerra, ¿verdad?
-Así es. De hecho, a partir de 1938 el campo dejó de depender
administrativamente de la Prisión de Vitoria, asumiendo la autoridad militar
todas las competencias. En cuanto a la relación con el campo de concentración
de Miranda, la relación fue directa por la inmejorable comunicación por
ferrocarril, una de las razones estratégicas para la elección de Orduña como
espacio concentracionario.
-Pero las prisiones
de guerra eran: prisioneros de guerra de los que se iban haciendo conforme iba
avanzando la guerra, batalla tras batalla y, soldados mayoritariamente y gente
que no compartía las ideas del bando que se iba imponiendo era hecha prisionera
conforme el llamado bando nacional iba comiéndole el camino a los defensores de
la II República.
-El perfil de los internos era tan variado como indicas, sí.
Tanto es así que Miguel Penas Aguilera, el alcalde que más años ha desempeñado
este cargo en la historia contemporánea de Orduña, estuvo preso en el campo
antes de ser nombrado primer edil durante la dictadura de Franco. ¿Y qué hacía
allí? Siendo soldado, le habían imputado delitos menores relacionados con la
quema de un edificio militar, así que como la prisión de Vitoria ya estaba
saturada le mandaron allí, donde conoció a la hija del médico y con la que se
casó después.
-Este campo de concentración ocupaba un colegio jesuita en el
centro de Orduña, lo que, de entrada, ¿hace pensar en una colaboración muy
estrecha entre los jesuitas vascos y el régimen franquista? Un colegio… solo de
pensar en esto por grande que fuese y holgado las condiciones de hacinamiento y
salubridad debían ser “más que desastrosas”, ¿verdad? ¿cómo transformaron un
colegio en un campo de concentración de prisiones?
-El colegio de los jesuitas era un centro educativo de las
élites de la época. José Antonio Aguirre, lehendakari en 1936, estudió allí.
Sin embargo, tras la expulsión de los jesuitas de España el colegio se quedó
vacío hasta que en la guerra civil unos y otros les dieron uso: los gudaris
como cuartel y los golpistas como campo de concentración primero y prisión
después. Efectivamente, las condiciones eran absolutamente insalubres.
-¿Esas condiciones repercutían en la propia localidad vizcaína de
Orduña? ¿cómo y de qué manera?
-Sí. De hecho, pongo varios ejemplos de la solidaridad de muchos
vecinos con los internos. Incluso la hija de un general afecto a los sublevados
presentó una queja formal respecto a las condiciones del campo.
-¿Cómo era el perfil de los prisioneros que llegaban y eran
prisioneros de Orduña?-¿Cómo eran trasladados a Orduña?;¿en qué condiciones
llegaban?
-Llegaban en tren, siempre. Las condiciones no eran tan malas en
un primer momento, pero por el elevado volumen de traslados muy poco tiempo
después viajaban ya en las mismas condiciones que les
esperaban a su llegada.
-Una vez en Orduña, eran utilizados como mano de obra para hacer
trabajos, ¿para quién y en qué condiciones? ¿Qué empresas públicas los utilizan
y para qué trabajos? ¿Y qué empresas privadas de mediano y pequeño tamaño los
utilizaron y para qué? Por cierto, ¿qué perfil tenían esas empresas? Las
empresas privadas, ¿cómo responden ante el régimen franquista por “el favor”
que se les hace al proporcionarle esa mano de obra?
-Es difícil estimar cuántos trabajaron de forma forzada, pero sí
sabemos que la institución que principalmente les empleó fue el Ayuntamiento de
Orduña. En menor medida, la Diputación de Vizcaya (el presidente de la misma
era a su vez alcalde de Orduña) y el Estado. Respecto a la empresa privada,
Orduña era una localidad ruralizada y fueron los
pequeños negocios, normalmente familiares, los que más partido sacaron de la
situación.
-¿Cuáles fueron los principales beneficiados de los trabajos
forzosos?
-Fundamentalmente el Ayuntamiento de Orduña. Piensa que durante
los años de existencia del campo apenas necesitaron realizar contratación de
peones o trabajadores de mantenimiento; para qué, si lo hacían gratis los
presos.
-Hay muchas dudas
sobre el número de víctimas que pudo haber tan solo teniendo en cuenta que
enfermaban bastante de patologías que tienen a ver con el sistema respiratorio
y por las condiciones insalubres…
-En este trabajo he podido documentar cinco víctimas mortales
más, pero como bien dices no se sostiene que entre 1937 y 1939 perdieran la
vida menos de veinte prisioneros.
-¿Hubo intentos de fuga?
-Los hubo, y dos de ellas dejaron mucho rastro documental. Se
daba la siguiente paradoja: por un lado, era relativamente fácil huir, pero por
otro, ¿dónde? Vizcaya había caído, todo el norte fue tomado por los golpistas
muy rápido y huir a Francia desde Orduña era prácticamente imposible. Así las
cosas, fugarse entrañaba riesgo de represalias muy severas. De hecho, poco
después de la publicación del libro recibí un mail de una asociación memorialística navarra informándome que recién habían
localizado el paradero de uno de aquellos fugados, que acabó siendo asesinado
en esa provincia.
-Después de Orduña a la mayoría de prisioneros, ¿qué les
esperaba?
-La verdad es que a un parte, los
clasificados como “adictos al Movimiento”, combatir en la guerra con “los
suyos”. Esa era su triste recompensa: seguir jugándose la vida. Al resto,
prisiones, campos de trabajo, etc.
-La prisión estuvo
abierta desde que empezó a caer el Frente del Norte con todas sus
consecuencias, pero una vez finalizada la guerra esta improvisada prisión solo
funcionó dos años y poco más… ¿qué lectura nos puedes hacer sobre su tiempo
cronológico, sobre su día a día? -Por cierto, ¿cómo era un día a día en Orduña?
-Esto se relata mucho mejor en el libro del que te hablaba más
arriba, pero es cierto que los historiadores nos enfrentamos a un importante
hándicap como es la limitación de las fuentes documentales, muy escasas y
limitadas.
-Amigo, ¿ha habido
manera de saber cuánta gente llegó a estar prisionera en Orduña?
-La cifra estimada es de 50.000 personas.
-A ver, después de
la guerra el campo de concentración pasa de llamarse o denominarse “campo de
concentración” a “Prisión central” ---como decíamos hasta su cierre en 1941---,
pero las condiciones siguen siendo las mismas y las gentes que “se aprovechan”
de él los mismos, ¿no?
-Las condiciones no mejoraron. De hecho, empeoraron porque más
de doscientos presos (como mínimo) murieron en la fase que refieres.
-Amigo, ¿cómo ha
sido el proceso de documentación e investigación en torno a este libro? ¿Has
conseguido testimonios orales, directos e indirectos, que vivieron la pesadilla de Orduña?, porque estos
tienen un valor muy, muy firme, ¿es así?
-Me he apoyado en archivos civiles y militares, pero las únicas fuentes
orales que he utilizado son las que me facilitó Joseba Egiguren,
autor de Prisioneros en el campo de
concentración de Orduña (2011).
-Por cierto, ¿cómo
ha sido trabajar con Ediciones Beta III Milenio?
-Un placer. Toñi, directora de la editorial, ha sido siempre muy
amable y diligente.
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Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)