Cazarabet conversa con...   Ovidio Rodríguez, autor de “Días que no se contaron” (Mira)

 

 

 

 

 

 

 

 

Ovidio Rodríguez edita esta novela en Mira Editores.

Una novela que dice y cuenta mucho, desde lo personal, casi lo íntimo… desde esa observación pausada….

Se encuentra dentro de la colección Sueños de Tinta

Se podía calificar la obra de cierto intimismo… de un juego, epistolar, de ida y vuelta en la que se mezclan acontecimientos históricos importantísimos en el devenir socio, político de un país que viajaba, como suponemos sigue viajando, sumido en sus propios estratos sociales.

Estos años y acontecimientos de agitación se retratan desde las más altas esferas situadas en las grandes urbes---donde también está la miseria más miserable--- hasta los pueblos o ciudades medianas en los que la socialización es de otra manera…

Una novela de relato histórico; de sueños; de inconformistas; de personalidades que querían y dejaron huella y también es una novela que tiene mucho amor… es, en cierto modo, romántica, pero salpicada por todo lo anterior… en la que las costumbres de la época puede que hasta nos sorprendan…

Pero, también y sobre todo es una novela muy, muy de nuestra tierra… retrata muy bien a aquella zaragoza y al Aragón que se movía y removía.

La sinopsis de esta novela:

Desde que estaba utilizando el conducto de la criada para comunicarse con ella por carta, su relación empezó a tomar otro cariz. En la última anunciaba su regreso. Se había cuidado mucho de no demostrar que era solo por ella, algo que le hubiera encantado leer, aunque inmediatamente la hubiese hecho recelar. Él lo adivinaba. Sabía que de esa forma la podía asustar. Por eso sus cartas, no exentas de sutiles declaraciones amorosas, no pasaban de un galanteo, solo un par de veces ligeramente subido de tono. De este modo, trataba de evitar el rechazo. Inés también lo intuía y eso la excitaba. Quería creer que sería fiel a su compromiso formal. La pregunta era: ¿hasta dónde estaría dispuesta a llegar?

En septiembre de 1868 se inauguraba en Zaragoza la Exposición Aragonesa dedicada a la Agricultura, la Industria y el Arte. Un gran acontecimiento, de carácter nacional e internacional, prácticamente el primero de esta importancia que se intentaba en España, promovida por la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, inspirada en la Exposición Universal del año anterior celebrada en París. Tres días después, la sublevación producida en Cádiz, y que rápidamente se extendió por todo el país, provocaba la caída de la reina Isabel II, dando lugar a la revolución conocida como la Gloriosa.

Las vicisitudes por las que pasó esta Gran Exposición, hasta su conclusión definitiva, con la entrega de medallas por parte del rey Amadeo I, son el escenario en el que transcurre la trama principal de Días que no se contaron, un relato de corte histórico, ambientado en Zaragoza, Madrid y en algunas localidades de Aragón y Cataluña, en estos tumultuosos años.

Inés, una joven de la modesta burguesía zaragozana, es inteligente, inconformista y soñadora, y, a pesar de tener la edad de encontrar marido, piensa más en buscar su desarrollo personal que en alcanzar una cómoda posición social.  Conocerá a dos hombres muy diferentes que la arrastrarán de los inocentes devaneos a la pasión, poniendo en duda sus sentimientos. Si uno responde a las características tradicionales que se esperan de un joven de buena familia, el otro, de origen más humilde, ha logrado hacerse a sí mismo apostando claramente por los nuevos tiempos y los avances de la industrialización.

Los tres formarán un triángulo amoroso, experimentando una rápida evolución en sus caracteres, motivada en buena parte por los acontecimientos que esta revolución trae consigo. En el recorrido, Inés irá madurando hasta que, forzada por las circunstancias en las que se produce el enfrentamiento final entre sus dos pretendientes, toma la decisión más importante de su vida.

Como telón de fondo y, a la vez, catalizadores de este relato, se asoman quienes dominaban los ámbitos, políticos, culturales y sociales de la época, como Francisco Serrano, Juan Prim, Amadeo de Saboya, Emilio Castelar, Concepción Arenal o Pérez Galdós, y, especialmente, los de procedencia aragonesa, entre los que destacan unos jóvenes y aún desconocidos Joaquín Costa y Marceliano Isábal, el rector y político Gerónimo Borao, el enigmático Alberto Urriés, el artista Ponciano Ponzano, Eusebio Blasco, en su doble papel de dramaturgo y periodista, o el alcalde Antonio Candalija, a los que habría que añadir otros menos conocidos, como el diputado Juan Pablo Soler y los periodistas Agustín Funes y Modesta Periú.

La ambientación recrea con rigor la vida cotidiana del siglo XIX: los hábitos y la forma de pensar según el extracto social, desde la criada analfabeta que acude a la ciudad a servir, o la amante despechada que ha logrado un cierto ascenso social, a representantes de la burguesía, la política y el clero, así como el contraste entre la ciudad y el mundo rural.

En Días que no se contaron se dan la mano la novela histórica, la trama romántica y la recreación costumbrista. El autor busca crear una atmósfera que sumerja al lector en la vida cotidiana del siglo XIX. En conjunto, se retrata una época de gran trascendencia para nuestra historia, y en la que Zaragoza, como ciudad, con sus personajes notables y los acontecimientos ocurridos en ella, tiene su protagonismo como un personaje más de la novela.

Se descubre de esta forma una Zaragoza de edificios ya desaparecidos, como la Torre Nueva, el palacio de la Infanta, la iglesia de San Andrés o la torre Bruil, junto a las construcciones en ese momento en sus inicios, como la calle Alfonso I, la cúpula central del Pilar o el puente que enlazaría las estaciones de trenes del Arrabal y el Campo Sepulcro. Del mismo modo, un Aragón de base agrícola que busca vertebrar su territorio con los modernos medios de locomoción basados en el vapor, tanto terrestres como de navegación, y que ya ofrece una apreciable oferta de balnearios.

En este panorama, también asoma un Madrid en expansión, hervidero de intrigas y personajes singulares, reflejo de todo el país y escenario de los sucesos más trascendentes que marcarán el destino de la nación.

Complementan lo anterior la descripción de los acontecimientos y circunstancias que agitan a la sociedad zaragozana y que convierten a la ciudad en un magnífico campo donde experimentar la recién alumbrada democracia, como son la festividad del cinco de marzo y su significación política, la llegada de los restos de Agustina de Aragón después de un itinerario plagado de homenajes populares por toda España, las cruentas luchas urbanas, antecedentes de la guerra cantonal o la controversia por la implantación de otras religiones, así como las primeras manifestaciones y mítines exclusivamente femeninos exigiendo la abolición de las quintas, cuyo eco provocará que se repitan después en otras ciudades.

Una aventura romántica que retrata una época de gran trascendencia para nuestra historia, a la que tal vez no se le ha prestado hasta ahora la atención que merece.

El autor, Ovidio Rodríguez Marcos, nacido en León en 1960, creció en un tiempo de recuperación económica y social donde los precarios medios de comunicación fundamentados en la radio, ya de transistores, el cine y la televisión, aún en blanco y negro, despertaron su curiosidad por el lenguaje audiovisual. Las lecturas de aventuras de autores clásicos y el contacto por influencia familiar con las artes fueron alimentando su panorama cultural.

Tras pasar por la Escuela de Especialistas del Aire de su ciudad natal, el destino lo trajo a Zaragoza, donde el trabajo en la Base Aérea, el paso por su Universidad y la formación de una familia, lo fueron afincando definitivamente.

Los primeros trabajos en el mundo de la escritura los ha desarrollado en el campo del guion para documentales, experiencias publicitarias y colaboraciones en la investigación histórica. Vidas sin firma fue su primera incursión en la ficción y en la libertad creativa (Mira Editores, Sueños de tinta, 2020: A través de seis relatos entrelazados, aparecen una serie de personajes históricos en una Zaragoza en continua evolución. De 1908 a 1960, el pulso de la ciudad se narra a través de los ojos de Maite y de Manuel... Por las páginas de la novela, veremos desfilar a un Luis Buñuel adolescente; asistiremos, en marzo de 1923, a la conferencia de Albert Einstein en la Facultad de Medicina y Ciencias, y nos preguntaremos qué fue de aquella famosa pizarra que el rector Ricardo Royo Villanova le pidió firmar al premio Nobel...), a la que añade ahora su interés por seguir difundiendo la historia de Zaragoza con la novela Días que no se contaron.

 

 

 

 

Cazarabet conversa con Ovidio Rodríguez Marcos:

-Ovidio, amigo, ¿cómo definirías esta novela en la que parece que mezcles “lo histórico”, “lo social”, “lo romántico”, …?

-Las tres cosas enunciadas están efectivamente mezcladas. Yo la definiría como una novela romántica, de ambientación histórica y costumbrista o como una novela histórica de trama romántica.

-¿Qué género crees que pese más ..el histórico que nos hace ver las costumbres que encorsetan a todo?

-Depende del capítulo, pero es cierto que lo histórico lo envuelve todo, porque los personajes están sujetos al momento que están viviendo y que en buena parte son acontecimientos excepcionales.

-¿Qué pretendías con esta novela…enseñarnos qué y de qué manera?

-Como en cierto modo se puede adivinar por su título, narrar unos días, los de la Gloriosa, a la que creo que o no se le ha dado demasiada importancia o quizás no se comprenden bien. De manera más destacada la primera gran exposición que se intentó en Zaragoza y de la que no queda nada, ni un solo edificio y ni siquiera un recuerdo popular.

-Lo que está claro es que te habrás tenido que documentar mucho para sumergirte en esta trama, ¿verdad?

-Es fundamental documentarse. Empecé interesándome por la exposición, pero pronto me di cuenta que la época era más importante y eso sí que me ha exigido una mayor profundidad. Una vez embarcado en esta aventura me di cuenta que es imposible abarcarlo todo por lo que me he decantado por los primeros años de este sexenio revolucionario o democrático, que tanto dio de sí.

-Enlazando con la pregunta anterior: porque está el escenario socio político, agitado por aquellos años del siglo XIX; el retrato de lo social con sus diferenciaciones; el retrato de los escenarios como el Aragón rural y la Zaragoza que vivió también la Exposición Aragonesa dedicada a la Agricultura, la Industria y el Arte; y los acontecimientos que agitaban la vida política y, por tanto, social…

-En efecto, son muchas cosas en las que he tenido que profundizar para que la ambientación sea creíble y a la vez merezca la pena difundirla. Como he dicho anteriormente fue una época convulsa, pero muy rica en acontecimientos que influyeron de manera notable en los años siguientes. Incluso hoy día tenemos muchas cosas que nos parecen actuales y sin embargo ya se plantearon entonces, incluidos algunos errores que seguimos cometiendo. Para la labor de documentación no solo he tenido en cuenta los días en que se desarrolla el relato, también hay que prestar atención a lo anterior, porque las cosas no aparecen porque sí, hay una evolución.

-Una Zaragoza, en tanto que al escenario, ha cambiado sobre manera porque por supuesto no era la que es con sus cambios en cuanto a lo que es el “hecho” de ser ciudad desde lo urbano…

-En la Zaragoza de la época, como en Aragón y en buena parte de España, el peso mayor tanto en lo económico como en lo social estaba en la Agricultura. Sin embargo, la industria estaba avanzando, con la inestimable ayuda del desarrollo en los transportes, sobre todo el ferrocarril, que consumía parte de esa producción y permitía llegar a más mercados. Esto también incentivaba las iniciativas científicas que, aunque no contaban siempre con un buen apoyo académico, tenían al menos una aplicación práctica que la creciente sociedad burguesa demandaba. Ciudades como Zaragoza servían de catalizadores para conjugar el sostén básico del mundo rural con el desarrollo de nuevas actividades.

-¿Qué supone para ese escenario físico y para “lo social” la sublevación producida en Cádiz , y que se extendió parece ser que muy rápidamente  por todo el país, provocaba la caída de la reina Isabel II, dando lugar a la revolución conocida como la Gloriosa….hasta desembocar, después, de no pocos “juegos de trileros” en la I República?

-La exposición se cierra por primera vez en cuanto se conocen los acontecimientos. En ese momento, para la gente de Zaragoza y posiblemente para todo el país, aquello supuso confusión. Luego vino el aprovechamiento de quienes apoyaban o promovían de alguna forma la caída de Isabel II, pero no tenían claro como sustituir el régimen. O tal vez tenían demasiados proyectos dogmáticos, pero vacíos de soluciones concretas para los problemas reales. Enseguida se perdieron en discusiones sobre monarquía, con sus diferentes opciones o república, también con las suyas. Mientras, el país seguía con los mismos esquemas sociales básicos, aunque la situación propiciaba algunas salidas de tono de los más exaltados. Creo que los liberales, que a esas alturas de siglo ya eran mayoría, tenían los mismos objetivos y sin embargo se enredaron demasiado buscando sus diferencias, siempre desde las alturas, sin comprender verdaderamente el alcance de sus decisiones. 

-Por cierto, ¿qué poco se suele escribir sobre está época o se suelen ambientar novelas y narraciones con lo de juego que da la época, no?;.-¿De ahí el título, Días que no se contaron?

-Exacto, de ahí el título. Creo que es una pena que nos interese más la historia de otros lugares y dejemos de lado la nuestra. Por ejemplo, probablemente sepamos más de la conquista del oeste en Norteamérica o de su guerra civil, prácticamente contemporáneas a esta época, que de lo que pasaba aquí. Hablando con la gente, o al menos con las personas que conozco, por alguna extraña razón el siglo XIX goza de mala prensa. Sin embargo, en cuanto conoces algo te das cuenta que es un siglo fascinante y que nuestros personajes históricos tienen unas biografías más ricas y no digamos literarias, que la de otros que nos venden de fuera. Deseo, con mi modesta aportación, que consigamos aprender a mirar nuestra historia con más atención.

-Aunque tenemos a un Benito Pérez Galdós que ha puesto el listón muy alto… ¿te lo has ido leyendo a él porque es para leérselo…?

-Una base muy importante de la labor de documentación fue leer a Galdós, especialmente los episodios nacionales dedicados a esta época: “La de los tristes destinos”, “Prim”, “España sin rey”, “España trágica”, etc. Hay que tener en cuenta que de esta época Galdós fue testigo, puesto que se corresponde con sus años de juventud.

-El poner acontecimientos históricos y el tener que andar sobre y paralelamente a ellos, ¿qué te ha supuesto?

-Ser fiel con la historia, por lo que los personajes ficticios se tienen que adaptar a lo que acontece en la fecha que se pone al principio del capítulo. Pero por otra parte a estos personajes, los acontecimientos también les aportan motivos para su evolución personal y explican a su vez algunas causas de su comportamiento. 

-¿Y el tener que sumergirte en el costumbrismo de la época?

-A veces todo un descubrimiento, sobre todo por el contraste en las cosas cotidianas. Por ejemplo, ya había telégrafo, lo que hacía que las noticias se conocieran casi en tiempo real y sin embargo carecían de agua corriente en los hogares y lo que debería ser más importante, de un eficiente sistema de evacuación.

-También “pones” a personajes históricos que marcaron un tiempo y un compás… ¿cómo te lo has hecho para retratarlos tan bien?

-Creo que la primera premisa es tratarlos con respeto, intentando no poner en boca suya cosas de ninguna manera pudieron decir. Para esto es importante acudir a las fuentes en las que puedes encontrar sus discursos o sus reflexiones, ya que muchos eran a su vez periodistas o dueños de periódicos. Entre estos personajes históricos hay también algunos ocultos, en el sentido de que no se dice su nombre, pero a través de sus diálogos doy pistas suficientes para descubrir su identidad.

-Enlazo con las tres preguntas anteriores: ¿cómo es el escribir ficción en un escenario histórico y de costumbres de no ficción, además poniendo en la narrativa a personajes que han existido y que han hecho algunas cosas sí o sí…?, es que en lo que ha pasado no puedes tocar nada y en los personajes, tampoco puedes tocar nada, ¿no?; ¿cómo mantienes entonces el equilibrio con lo que sí pones de ficción?

-Cuando pongo un personaje de ficción en relación con uno real, mi creación no tiene que molestar ni ser determinante en ese momento para la acción, que evidentemente no se puede cambiar, pues es un hecho histórico. Tiene que actuar como un complemento. Ya tendrá ocasión de cobrar protagonismo en otras escenas en las que es todo inventado, sin más ataduras que ser fiel a la época y no crear anacronismos.

-¿Qué parte de tus trabajos narrativos anteriores te han servido a la hora de escribir esta novela….?

-En mi anterior novela, Vidas sin firma, ya utilizaba esta fórmula de enlazar personajes históricos con ficticios. Eso me ha ayudado a compaginarlos para esta obra, especialmente en los diálogos.

-Una novela que, yo diría—desde mi humilde parecer--, tiene algo de intimista por lo de cómo retratas y tratas a tus personajes, ¿qué nos puedes decir?

-Todos los personajes creados tienen algo de uno mismo, no tanto en cuanto a que relaten partes de mi vida, sino en que intentas darles una salida a cada situación poniéndote en su lugar. Esto creo que se nota más en algunos que en otros, puesto que, aunque tratas de comprenderlos a todos, unos tienen que hacer el papel un poco canalla y por tanto proyectas sobre ellos cosas que seguramente yo no hubiera hecho. El reto mayor para mí ha sido el de ponerme en la piel de los personajes femeninos. También ha sido lo más gratificante.

-¿Qué te parece que aporta ese triángulo amoroso porque muchos te dirán que es una apuesta valiente… hoy en día se suele esconder “lo romántico” como si nos avergonzásemos y hay muy, muy buena literatura que bebe y ha vivido de “cierto aire romántico” y más en esa época en la que la palabra, las emisivas y lo establecido y preestablecido te venían como predeterminados?.

-Creo que la trama romántica, además de aportarle un cierto suspense, dulcifica de alguna manera la visión que pudiéramos tener si nos atenemos solo a los hechos históricos. Además, el triángulo lo forman tres jóvenes que de alguna forma representan la esperanza ante una época que adivinan va a ser distinta a lo que vivieron sus antepasados. Por otra parte, no me parecía que los dos antagonistas se enfrentaran solo por cuestiones ideológicas. Los dos sienten por Inés sentimientos parecidos, pero a ambos les desconcierta su personalidad. Quizás porque esperan de ella eso que llamas lo prestablecido, lo que se supone que debe ser una dama y como habrás descubierto, Inés tiende a apartarse de la norma.

-Pero de fondo está toda la maraña de intrigas “casi palaciegas”, donde la política y “lo social” tiene mucha fuerza… es como el motor de la novela donde la música la ponen los personajes. ¿Qué nos puedes decir?

-Las intrigas las tejen estos personajes que están casi olvidados en nuestra historia y que como te decía antes sus biografías dan mucho de sí. En efecto son un motor muy importante para la narración del que he tratado de simplificar lo suficiente para que el lector que no esté familiarizado con esta época, o con la historia en general, no se pierda. La personalidad de Prim, por ejemplo, es bastante arrolladora y desconcertante. Su final y las consecuencias que trajo su muerte marcaron el destino de los años siguientes. Hoy sigue generando polémica su atentado, pero fue mucho más que eso.

-Y entre los personajes está Inés con esa fuerza inconformista, casi hasta de rebeldía que es como la frescura de una novela que también tiene mucha naturalidad, mucho realismo…

-En el fondo todo gira en torno a ella, aunque buscando su propio destino no es consciente de hasta qué punto moldea el de los demás, especialmente el de sus dos pretendientes. Verla evolucionar, de su actitud de niña a la de una mujer que es capaz de afrontar decisiones propias, asumiendo su responsabilidad, es para mí lo más bonito. También era un reto que se notara de forma sutil como los acontecimientos históricos también contribuyen a su desarrollo personal. La ventaja de Inés es que cuando ya la tienes de alguna forma definida en los primeros capítulos, coge fuerza y termina por ser ella la que marca el camino. Casi diría que al final me he limitado a escucharla y escribir lo que me contaba.

-Bueno, Ovidio, hasta Emilia Pardo -Bazán creo que sonreiría y, a la vez, animaría, sobremanera, a Inés y a sus inquietudes…

-Cronológicamente son de edad aproximada. Diría que de haber coincido podrían haber sido compañeras de viaje, aunque doña Emilia seguramente partiría con cierta ventaja respecto a Inés. En lo que también coincidirían es en su interés por el arte, participando en su creación, no como meras espectadoras.

-¿Qué te ha supuesto dibujar a esa Zaragoza de 1868 y a ese Aragón que parece, para su desgracia, la mira siempre como sintiéndose inferior?---aunque, personalmente, creo que no lo es para nada---

-Respecto a Zaragoza, al igual que hice en la novela anterior, ha supuesto un viaje a una ciudad que en cierto modo ya no existe en cuanto a los edificios o monumentos que han caído, a veces injustamente, pero que de alguna manera sigue estando presente en el carácter de su gente. Una prueba de esto último es el empeño en hacer Expos, a pesar de que casi nunca salen bien, como la siguiente que se hizo, la de 1885 que también se frustró.

Respecto al resto de Aragón creo que si ha habido un enfrentamiento lo ha sido en sus clases dirigentes más que en la gente corriente, que siempre han visto en la ciudad grande una oportunidad. Respecto a lo primero te voy a dar un dato. La Exposición Aragonesa se hizo con la participación de mucha gente de todo Aragón, empezando por comprar empréstitos para su financiación, pero institucionalmente fueron las diputaciones provinciales las que lo canalizaron. Pues bien, casi todo lo hizo la de Zaragoza. Huesca aportó el pabellón de la restauración. La de Teruel al parecer no aportó nada respecto a las infraestructuras. No conozco exactamente el motivo, pero estoy seguro que lo decidieron unos pocos. Eso no impidió que hubiera expositores de Teruel, y algunos fueron premiados.

-Ovidio, ¿qué te ha sido más fácil y qué te ha sido más difícil a la hora de escribir esta novela?

-Lo más difícil en la perspectiva histórica, entender la época, que es mucho más que una acumulación de datos. También el no caer en estereotipos muy evidentes, aunque fuese en personajes secundarios. En la trama romántica el camino que emprende Inés. Fácil no ha habido casi nada, aunque tal vez señalaría el mover al espectador por una Zaragoza de entramado urbano y edificios que ya no existen, debido a que siempre me ha interesado la historia de mi ciudad y en cierto modo cuando paseo por ella, no puede evitar imaginar cómo era en una determinada época y eso termina por facilitar la labor de describirla.

-¿Qué crees que le sorprenderá más a la lectora o lector?, porque quizás hasta tú lo compartas como escritor…

-Que Zaragoza ha tenido su importancia, aunque sea en una época en la que parece que todo se cocía en Madrid. Lo de la Exposición es una prueba. La mayoría de las personas con las que he hablado no tenían conocimiento de ella. Menos aún que tenía cierto carácter internacional, cuando en la época había muchas en otras ciudades, pero siempre, a excepción de los salones artísticos que las acompañaban, eran de carácter local. Incluso oficialmente hoy día, en las escasa guías o documentos informativos que la mencionan, hablan de ella como simplemente regional. Los estudios serios son otra cosa, pero ya se sabe que esos no los lee casi nadie.

-Por cierto, coméntanos ¿cómo fue una vez te fuiste documentando, has ido investigando y demás…cómo ha sido el poner orden a todo y el ponerte a escribir o ibas haciéndolo paralelamente…?

-Tenía una base inicial, especialmente en el hilo conductor del desarrollo accidentado de la Exposición. Por otra parte, la trama romántica estaba esbozada en su inicio pero no el final. Colocar las piezas se convirtió en un puzle, sobre todo al desarrollar los días descritos con las cosas que pasaban y a los que tenía que ser fiel. Eso me llevó a un desarrollo también paralelo, porque cuando más indagas más dudas te surgen y tienes que perfilar muchos detalles. Tenía tanto material que hubo un momento que decidí recortar y eso me llevó incluso a reelaborar el principio. Espero que el resultado final haya quedado equilibrado.

-¿Y cómo ha sido trabajar con Mira?

-Como ya nos conocíamos de la anterior novela quizás hubo una confianza mayor. Les estoy agradecido de que me hayan dado de nuevo una oportunidad. Es importante para los autores que tratamos de hacernos un hueco, aunque sea pequeño, para contar el fruto de nuestra imaginación y de paso contribuir a difundir la historia de Aragón.

 

 

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