Cazarabet conversa con... Sergio Gómez, autor de “Viejo”
(Pregunta)
Viejo.
Un libro de poemas extraordinario que habla de
todo lo que entra en “el quid” de ser viejo y de sentirse “viejo” … con todo lo
positivo y, quizás, también con esas pequeñas pinceladas que conlleva lo que
con todo lo positivo venga algo de negativo.
Lo edita, exquisitamente, Pregunta Editorial
desde la pluma de Sergio Gómez…un filósofo que se licenció en Valencia y que
ejerce labores de docente, en esta materia en Zaragoza.
Cuando “ser viejo” y “vivir la vejez” puede
ser la última etapa, pero la más… ustedes le ponen el final o escriban el
epílogo.
Del autor de otros poemarios como: Error de la
luz, 60 gramos,
Lo que nos dice la sinopsis del libro de poesía:
En Viejo, su cuarto libro, el poeta Sergio
Gómez reflexiona sobre el inexorable paso del tiempo y lo inevitable de la
decadencia física. Con una poesía sucinta y esencial, Viejo es la constatación
de que la muerte existe, de que todo lo vivido es irrepetible. Viejo contiene
voces que hablan del dolor, de las pérdidas, de los miedos y de las
reconstrucciones, afrontando el yo con la esperanza de que ese yo no exista más
que en sus representaciones y de que la vejez sólo sea una máscara más en la
que vivir. Uno de los poemas del libro, «Atracción de la tierra»: Tajo en la
luz, mis ojos hacia los ojos de la roca. Hay habitantes en las paredes del vacío,
caras que regresan a su aliento. Su casa es esta noche de mi sangre. Al fondo
del aire roto, la memoria: la tierra amontonada entre los huesos que me
esperan.
El poeta Sergio Gómez: Licenciado en Filosofía
por la Universidad de Valencia, ejerce como profesor de esta materia en
Zaragoza desde hace más de quince años. Junto a otros docentes y alumnos fundó
en 2Ol3 la Sociedad Aragonesa de Filosofía, en la que participa activamente.
El impulso a la escritura poética resurge para
él en talleres de escritura y gracias a la obtención en 2011 de una beca del
Ministerio de Cultura para el curso Fundamentals of Poetry, dentro del Programa Grundwitg
de carácter europeo. En solitario ha publicado 60 gramos (Aqua, 2011,
ganador del VII Premio delegación del Gobierno de Aragón), Un piano
silencioso (La Herradura Oxidada, 2016) y Error de la luz (Olifante,
2018). Ha participado en varias antologías y libros colectivos como Locus
Amoenus (Comuniter,2Ol4), Los Borbones en pelota (Olifante,2014), Parnaso
2.0 (Gobierno de Aragón, 2016), Amantes. 88 poetas aragoneses
(Olifante, 2017), Altercado poético (Estrellas fugaces, 2017), Relatos
en Crisis (Erial ediciones, 2018) y Las tentaciones de san Juan del río
Huecha (Olifante, 2020). Colabora habitualmente en revistas literarias y
filosóficas.
Cazarabet
conversa con Sergio Gómez:
Amigo
Sergio, tus poemas, tu concepción de la poesía, ¿desde dónde surgen? ¿Qué te
inspira a escribir poesía, tu poesía?
-Hola, amigos de Cazarabet. Es una pregunta
compleja para comenzar y a la vez fundamental por aparentemente sencilla. A veces me planteo si la poesía es una necesidad
o no, si es algo necesario en mi vida, si tengo una pulsión que me empuja a
escribir poesía. Mis poemarios nacen de obsesiones, hay temas o ideas que me
obsesionan y escribo para agotarlas de modo que no me agoten a mí. Una vez
escritas desaparecen o se transforman en otra cosa, porque quizá hay tan solo
una obsesión central de la que todas las demás nacen, la de la finitud, la de
saber que el tiempo se acaba. A veces creo que ante eso solo se puede escribir,
contarlo para contarse una y otra vez y parecer así infinito. Es una trampa
para hacerme trampa. Otras veces creo que podría vivir sin escribir poesía, y
que este juego agónico, a vida o muerte, se parece más a la muerte que a la
vida.
-¿Que
te lleva a la casi incesante necesidad de escribir poesía y no, por ejemplo,
narrativa…?
-Pienso en narrativa y veo una línea
horizontal, un mar o un horizonte, con olas que son pequeños ascensos o
descensos. Pienso en poesía y veo una línea vertical, yo la veo hacia el fondo,
como un abismo, y otros la verán hacia el aire, como en un vuelo. No sé qué hay
en ese fondo, que no es el fondo del cuerpo, ni del cerebro, no estoy hablando
de nombrar los sentimientos o no solo. Sé que es algo sin nombre, caer en ese
abismo se parece mucho a buscar un nombre impronunciable, la poesía se parece
mucho a balbucear.
Sin embargo, la comunicación solo es posible a
través de la poesía, porque todo lo que no sea nombrar, balbucear sobre esa
parte del hombre y de la realidad que no comprendemos, que se nos escapa, es
mentir. Las palabras que usamos todos los días no se parecen nada a la
realidad, nos alejan de ella. Están quietas, se agotan, son inmutables mientras
la realidad no para, es agotadora, es cambiante. La palabra poética, a través
de la metáfora o de la imagen, opera nuevas relaciones entre las cosas y, por
eso, es infinita, cambiante e imprevisible, como el mundo. Es el viejo problema
del que ya habló Gorgias, si el mundo se pudiera conocer no se podría
comunicar. La poesía es el intento de resolver ese problema, por eso me
interesa.
-¿Es
una buena manera de preguntarte sobre la vida, los conocimientos, lo humano, lo
tangible o lo que no lo es tanto…?, en fin es una manera de “pensar y escribir
desde y por la filosofía”?
-La poesía trata sobre lo intangible pero lo
intangible solo puede estar dentro de lo tangible. Solo hay materia, lo
inmaterial vive dentro de lo material. Y esa es la tragedia. Por eso es difícil
llegar a ello. Todo aquello que no conocemos de nosotros mismos, del
funcionamiento de nuestro cuerpo, sobre todo a nivel cerebral y neuronal, y
que, muy probablemente nunca lleguemos a conocer, es a lo que llamamos lo
intangible, a lo que llamamos alma. El alma es, por tanto, solo una sombra del
cuerpo. Pero esto no significa que no exista, que no esté ahí y que no queramos
conocerla. La poesía es la manera de llegar a ella, de arañar lo misterioso,
como se araña el silencio con la palabra, de llegar a lo intangible. Quizá la
filosofía nos diga qué hay ahí y la poesía sea la manera de alcanzarlo. Lo que
dijo San Juan de la Cruz acerca de la experiencia mística podría decirse acerca
de la poesía, un no saber sabiendo. Ojo,
pudiera esto sonar o demasiado ingenuo o demasiado pretencioso. No me atrevería
a decirlo si no supiera que es solo un intento, siempre condenado al fracaso y,
por tanto, siempre condenado a ser emprendido de nuevo. Ese es el juego de la
poesía, por eso la poesía es juego.
-¿Tu
poesía tiene, principalmente, como
fuentes de inspiración a la filosofía…a esa constante confabulación de hacerse
preguntas?
-Me suelen decir esto acerca de mi poesía y yo
no soy consciente normalmente de ello, aunque en este último libro sí que hay
alguna referencia explícita a la filosofía. Me parece muy bien, me alegra, me
coloca ante un espejo y me gusta verme reflejado así. Es curioso cómo el poema
sabe más que el poeta, incluso acerca del propio poeta. Por tanto, también los
lectores de un poema saben más que el poeta de sí mismo.
La pista que encuentro sobre eso es que soy
profesor de Filosofía en un instituto de Secundaria y Bachillerato y eso forma
parte de la circunstancia que construye mi mente. En estos años de enseñar, de
mostrar conocimientos, he aprendido fundamentalmente una sola cosa, a dudar de
todo conocimiento. Supongo que así estoy construido. Me gusta la poesía porque
es el lugar de la duda. Si alguien escribe un poema lleno de certezas, la
poesía se encargará de desmontárselas. El peor poeta es el que pone en el poema
su pequeño saco de saberes, el que se saca del bolsillo sus certidumbres de
andar por casa para contarlas como si con ello nos fuera a abrir los ojos. Huyo
del poeta que sentencia y del poema condescendiente.
-Tengo en mis
manos Viejo. Supongo, por lo que voy leyendo, que en cada uno de estos poemas
reflejas momentos temporales diferentes y diferenciales y que en cada uno de
ellos estás pensando y reflexionando en una cosa y que no siempre lo trasladas
al papel de la misma manera y con la misma intensidad… ¿Qué nos puedes decir?
-Que se acaba de cumplir lo que decía en la
pregunta anterior. Es el lector de poesía el que, cuando es buen lector, llega
a la verdad del poema más que el propio poeta, que solo propone, intenta,
balbucea. Y así ha ocurrido ahora. Conectas, de todas maneras, con algo que iba
pensando mientras el libro crecía. Lo que iba a ser una reflexión sobre la
vejez y la muerte se fue llenando de vida, de recuerdos y vivencias. Entendí
que podía ser una manera de hacer recuento y que eso es lo que sucederá cuando
nos enfrentemos a la muerte, si es que tenemos la posibilidad de pensar en ella
cuando estemos inmersos en esa experiencia de la no experiencia. Intento, de
todas maneras, que no se vea la anécdota, que nadie identifique nada de mi
vida, porque ésta no tiene ninguna importancia, a nadie le importa, y porque
haría que el poema no llegara a ningún sitio nuevo, no llegara ni mínimamente a
ese lugar intangible del que hablábamos antes.
-Escribir poesía,
pregunto, es como andar, a menudo, por una especie de fina línea roja. Es un
ejercicio de volcar en la escritura pensamientos frágiles, casi fugaces,
directos o no, sensibles o ásperos… pero, ante todo es un ejercicio de
sensibilidad muy plena, ¿no? ¿Qué nos puedes decir?
-¿Cuántas cosas pensamos que no sabemos
que pensamos? ¿Cuántas cosas pensamos que no existen, que son efímeras porque
se olvidan rápidamente o porque no se llegan a materializar? Se dice que la
poesía se construye gracias a la memoria, yo digo que la poesía es el lugar de
la memoria. Mis poemas son mi memoria. No recuerdo de lo pensado nada más que
aquello que escribo y, por eso, es un archivo de mí mismo, de mi mente. Un
intento de paralizar lo que es cambiante y fugaz en mi cerebro. A ver si así
comprendo algo.
-En Viejo, ¿hay
como un anhelo en vivir el pasado aprendiendo de la experiencia que dibuja esas
manos arrugadas que se presentan en la portada?
- Esta es una manera de cultivar el futuro, ¿verdad?
-Sostengo que mi libro, aunque esté lleno de
muerte, es un libro optimista. Como dices, mira al futuro. Sin muerte no hay
vida, sin la consciencia de que ésta existe y de que cuando ella esté nosotros
no estaremos, no hay intención de vivir, de agarrarse a la vida. Me encanta la
frase de Epicuro Si somos, la muerte no
es. Se trata de ser, de dar contenido a la vida, para que la muerte no se
asome mientras estemos viviendo. También se trata de aceptar que cuando dejemos
de vivir todo habrá acabado, con ello le damos valor a lo que vivimos. Ese es
la idea que sobrevuela en el libro. Con ella todo es presente porque el futuro
llegará, será presente y será vida. El futuro es el material con el que se ha
construido el poemario.
-¿Qué
arrastra Viejo; qué carencias muestras del ser? …
-Ante el dolor solo cabe, en un primer
momento, gritar y, más tarde, escribir para mirar el grito, aprender a ver el
dolor de lejos y hacerlo objeto. Se trata de saber que ese es un momento de mí,
no soy yo, porque yo no existo más allá de mis momentos. Y el dolor, el
sufrimiento, es uno más. En Viejo hay
dolor, carencias y sufrimiento. Se trataba de escribirlos. Como dijo Chantal
Maillard: Escribo/ para que el agua
envenenada/ pueda beberse.
-Escribes poesía
y lo haces testificando mucho sobre la vida; reivindicas un pulso a la misma,
¿no?
-Sí, en el sentido de tomar pulso para
comprobar qué sigue latiendo. Para mí la poesía no puede ser echar un pulso a
la vida, espero no hacer poesía a la contra de ésta. Sí puede ser en contra de
la mentira y todas sus consecuencias éticas y políticas, pero no a la contra de
la vida. Si sintiera que hay una lucha entre mi vida y mi escritura, si
escribir poesía fuera contrario a vivir, me quedaría con vivir, sin duda.
-¿Viejo es un
poemario que reivindica también la pasión por la naturaleza humana…?
-Das en el clavo con esta pregunta y me gusta
mucho que se vea eso. Tenía miedo a que pareciera lo contrario. Una de las
preocupaciones de las que nace Viejo
es la de envejecer y convertirme en algo que no me guste. A todos nos disgusta
la vejez y proyectamos ese disgusto hacia la gente mayor, que muchas veces nos
molesta o nos incomoda. Yo también en
muchas ocasiones, llevado seguramente por el culto a la juventud en el que
vivimos, he detestado a algún anciano encontrado en la vida cotidiana. No
quería acercarme así a la vejez, que será en poco tiempo mi vejez. He buscado
conocer, comprender y amar. No quiero escribir a través del odio, a la contra
de la vida. En alguna ocasión anterior lo he hecho y no lo volveré a hacer. Los
poemas que parten del odio aplastan al poeta y lo dejan plantado en el mismo
lugar en el que estaba antes. Quiero crecer y moverme con la poesía, y eso
supone mirar a la naturaleza humana con pasión.
-Viejo, es tu
última incursión en la poesía, ¿es tu cuaderno poético más intimista
artísticamente hablando?; ¿es tu obra más sosegada, la que tiene los pies más
en la tierra?
-Me sonroja hablar de mi obra en tono
laudatorio. Voy a soltar un sí pequeño para que la gente que lo lea lo pueda
poner en duda y juzgarlo por sí mismo. Lo que sí puedo decir es que es un
poemario del que estoy muy contento porque ha supuesto el reto de hacer cosas
que hasta ahora no había hecho. Hay poemas donde se cuela la narratividad, hay
primera persona, hay otro tipo de cuidado por el ritmo. Hay búsqueda y eso es
para mí la poesía, búsqueda constante.
-¿Cómo
lo vas trabajando lo de escribir poesía; qué metodología de trabajo utilizas?
-Voy a cometer la arrogancia de autocitarme en esta pregunta, usaré dos poemas de una plaquette que publiqué con La Herradura Oxidada, Un piano silencioso. Parafraseo para
decir que ante el poema soy como el soldado que atraviesa los muertos, grita la
orden, mira al frente y espera la bala. Los poemas llegan a través de muchos
estímulos y con multitud de imágenes, luego se trata de recortar, seleccionar,
pulir: eliminar el mármol/que esconde un
cuerpo/ en el poema. Lo extraordinario de este proceso, aquello por lo que
merece la pena escribir, es el momento en que el poema ya no te pertenece, se
te ha descontrolado y ha crecido hasta decir algo que no pensabas que ibas a
decir, que no pensabas ni siquiera que pensabas. Sobre ese momento ya solo
puedo callar, si acaso me atrevo a certificar que es un instante de gran
placer.
-Soy de las que
piensa que, a su manera, el poeta también se documenta: ¿qué crees?, ¿cómo lo
haces si es que procedes así?
-Como te decía al inicio de la entrevista,
escribo por obsesiones. Así que cuando escribo un poemario sobre algo acabo
leyendo mucho sobre eso, viendo películas, atendiendo a las noticias, poniendo
la oreja en las conversaciones, etc. … Como los temas que me preocupan son los
que han preocupado a todo el mundo siempre no encuentro problemas para
encontrar material. Por otro lado, esa misma razón hace que la pregunta que me
ha llevado a escribir no se agote nunca, solo se agota para mí y durante un
tiempo.
-Tienes más
poemas: … muy brevemente, ¿no puedes hablar de estos cuadernos anteriores a
Viejo?
-Me doy cuenta de que me cuesta releer mis
libros anteriores, aunque los miro con cariño y admiro, como si admirara a otra
persona o escritor, alguno de los poemas ahí escritos. A otros les veo los
defectos y los rescribiría o eliminaría. 60
gramos está lleno de imágenes, tiene mucha potencia, pero le faltaba cierto
control sobre esa potencia. No obstante, hay momentos intensos y hay mucha
verdad en él. Un piano silencioso es
una plaquette para poetas, habla sobre la poesía y la
escritura. Le tengo mucho cariño porque es como un hijo menor, tan pequeño y
frágil. Me gusta revisarlo para clarificar mi pensamiento sobre la poesía. Error de la luz es un libro arriesgado,
un libro de poesía social que huye de la poesía social. No hay en él grandes
certezas, solo dudas, cierta ironía y una mirada desenmascaradora
del discurso político. Intenta redefinir las palabras que se usan en política
para recuperar un significado más cercano a lo real. Ahí es nada.
-Sergio,
¿escribir poesía se ha convertido en una especie de necesidad, llena de
necesidades, para ti?
-Me gusta a veces ser grandilocuente y
aprovecho casi cualquier ocasión que tengo para decir cosas como sin muerte no hay poesía. Lo digo porque
lo pienso, sin la consciencia de la muerte no habría búsqueda del placer, y la
poesía es para mí un placer. Si es una necesidad lo es en tanto que el placer
resulta algo necesario. Es una idea de Gamoneda decir que la poesía intensifica
la vida a través del placer y yo lo pienso así también, la poesía es una manera
de intensificar la vida, ante la llegada irremediable de la muerte. Escribir
poesía sirve para vivir más, para sentir más. Un poema crea una realidad nueva,
no tanto refleja la realidad sino que la construye. Y
esa nueva realidad, que nace de la imaginación y se materializa en el poema
como si se materializara un milagro, es un lugar perfecto para quedarse a
vivir. Ojalá pudiera vivir siempre en el poema, sería una manera intensa de
hacerlo. Soy afortunado, tengo fortuna, tengo dos casas o incluso dos mundos.
-¿Cómo
ha sido viajar por estas diferentes editoriales, las vinculadas a la
poesía, todas ellas, más o menos,
arraigadas a Aragón?
-Es heroico publicar poesía, no sé si más o
menos en Aragón que en el resto de comunidades pero
estoy seguro de que aquí también lo es. Los distintos editores que han contado
conmigo son héroes para mí. Con ellos siempre lo he pasado bien, formando parte
de las experiencias nuevas que he vivido gracias o junto a ellos, y espero
seguir pasándolo bien.
-Perdona,
pregunto desde la ignorancia: ¿has participado en antologías?; ¿cómo ha sido la
experiencia?
-He sido afortunado de participar en algunas
antologías y libros colectivos, siempre dentro de Aragón. Lo mejor de estos
libros es poder leer a tus compañeros, en alguna ocasión con la curiosidad de
ver cómo han resuelto el mismo tema por el que a ti se te ha preguntado, y
vivir experiencias con ellos, presentaciones, recitales o conversaciones. Me
siento muy honrado de que cuenten conmigo, ojalá lo vuelvan a hacer miles de
veces.
-¿Nos
puedes explicar si estás trabajando en algo en la actualidad, nos puedes dar
alguna pista?
-Mi obsesión actual es el odio que veo a mi
alrededor y cómo escapar de él. No hace falta que dé ejemplos, por desgracia los tenemos todos en mente. Se trata de un poemario muy
distinto a lo que he hecho hasta ahora, sigo en búsqueda porque la búsqueda es
lo que me resulta placentero. Van aquí unos versos, el inicio de uno de los
poemas:
Porque el cielo tiene ojos donde nacen
pájaros quemados con nuestro rostro
y nos miran.
En bandadas obran la noche antigua,
piedras de ceniza en las tumbas del aire.
Nos miran
y traen el fuego anterior al hambre,
traen el fuego anterior al cielo incendiado.
Nos miran.
_____________________________________________________________________
Cazarabet
c/ Santa Lucía, 53
44564 - Mas de las
Matas (Teruel)
Tlfs. 978849970 - 686110069