Cazarabet conversa con...   José Antonio Piqueras, autor de “Negreros. Españoles en el tráfico y en los capitales esclavistas” (La Catarata)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un libro de editorial La Catarata que nos narra cómo y de qué manera fue el protagonismo de los españoles en el tráfico y en los capitales esclavistas…

¿Qué protagonismo tuvo España---y de qué manera--- en la toma de esclavos desde África, su traslado al “Nuevo Mundo”, vulnerando todos los derechos humanos y tratándolos como si fuesen ganado?

El libro le saca el polvo a la acción de España en el esclavismo…

Este libro de José Antonio Piqueras es magnífico revelador, desvelador y nos pondrá los pies en el suelo de lo que fue España en la política ante el esclavismo.

Dice la editorial del libro: “Contra el tópico extendido de la atenuada participación de españoles en la trata negrera, su intervención se constata durante cuatro siglos y fue decisiva en la formación de las élites económicas, políticas y aristocráticas de España.

El libro se encuentra en la colección Mayor de La Catarata y en la materia de procesos y movimientos sociales.

La sinopsis del libro: La historia de la esclavitud es una historia de violencia y beneficios, de supervivencia y desigualdad; es también la historia de la formación del capitalismo y de sus élites económicas, políticas y aristocráticas. Contra el tópico muy extendido que atenúa la participación de españoles en la trata negrera, su intervención decisiva puede constatarse en casi todas las épocas de sus cuatro siglos de existencia, con la connivencia de reyes y Estados, y con la sanción de la ley. ¿Quiénes fueron sus artífices, responsables de la deportación de más de dos millones de africanos, de los sufrimientos ocasionados a ellos y sus descendientes? Ocultos bajo voces menos infames que la de negrero, como la de comerciante, traficante, hacendado, etc., muchos de estos “prohombres” han escapado al señalamiento, como los financieros del negocio, claves en el tráfico y sostenimiento de la esclavitud entre la península y las colonias. Su legado e influencia es reconocible en la posición y la fortuna transmitida durante generaciones. Este libro enlaza este pasado oculto con nombres actuales de la alta sociedad, las finanzas, la política y la vida pública. Una historia, que solo había sido parcialmente contada, con la finalidad de dar visibilidad a un pasado español negado o minimizado, así como de ofrecer respuestas y de pensar preguntas sobre el origen de la sociedad presente.

El autor, José Antonio Piqueras:

Catedrático de Historia Contemporánea de la Universitat Jaume I, dirige el grupo de Historia Social Comparada (UA-CSIC). Especialista en historia de las relaciones sociales y de las actitudes políticas en España y América Latina, es autor de los libros Cuba, emporio y colonia (2003 y 2007), Sociedad civil y poder en Cuba (2006) y Bicentenarios de libertad (2010). Ha editado Azúcar y abolición al final del trabajo forzado (2002), Las Antillas en la era de las luces y la Revolución (2005) y Trabajo libre y coactivo en sociedades de plantación (2009). Codirige, desde 1988, la revista Historia Social.

 

 

 

Cazarabet conversa con José Antonio Piqueras:

- Amigo, ¿qué es lo que te llevó a investigar sobre la presencia activa de España en la esclavitud y en el negocio con el tráfico de seres humanos desde África?

-La esclavitud pertenece a nuestra historia contemporánea. Es un fenómeno social y económico de considerable incidencia en la vida política del país. El volumen de africanos esclavizados llevados en el siglo XIX a la América española y por españoles es extraordinariamente elevado, en torno a un millón desde 1789 en que se liberaliza el comercio de esclavos, hasta entonces concebido como un privilegio real. El desarrollo de la esclavitud a gran escala en Cuba y en Puerto Rico explican la continuidad colonial de estas islas y la conservación de la propiedad basada en la esclavitud explica la guerra librada entre 1868 y 1878 que, entre otros efectos, ocasionó la muerte de unos 100.000 españoles y contribuyó a llevarse por delante la primera experiencia liberal-democrática de la historia de España. Siendo el comercio de esclavos una actividad ilegal desde 1820, conforme a los acuerdos firmados por el gobierno español y su propio código penal, la continuidad de la trata fue una fuente de corrupción política y administrativa que atraviesa todo el sistema institucional, ya que el volumen del comercio ilícito, con más de 600.000 africanos deportados en esas condiciones exigió la complicidad de las autoridades superiores y subalternas, incluido el gobierno y la Corona.

La exportación de azúcar a los mercados internacionales, de azúcar producida por esclavos en grandes y medianas plantaciones, fue una de las tres fuentes, junto con el vino y los metales y minerales, del comercio exterior español. Durante buena parte del siglo, ese azúcar fue el pulmón de la balanza exterior de pagos. La trata transatlántica constituyó en sí misma una de las principales actividades mercantiles: exigió un elevado empleo de navíos, de marinería, de mercancías para el intercambio, movió importantes capitales. Los beneficios de la trata dieron lugar a capitales de consideración, concentrados unos en pocas manos, repartidos otros entre gente sencilla. La esclavitud ocasionó un inabarcable dolor en centenares de miles de personas que eran privadas de los derechos básicos, sometidas a violencia y explotadas.

La esclavitud de la que me ocupo en el libro Negreros sucedió en el siglo XIX, al mismo tiempo que en España se avanzaba en el reconocimiento de un sistema constitucional y los territorios donde la esclavitud alcanzaba cifras nunca vistas eran reconocidas como provincias españolas de ultramar. Mi interés se ha centrado en la relación entre la transformación del negocio del comercio transatlántico de esclavos, que pasa a estar controlado por españoles, y la formación de capitales que en buena medida se transfieren a España. Es una indagación sobre el significado de esa esclavitud tan reciente, se extiende hasta 1886, y su contribución al moderno capitalismo español.

- ¿Hay o hubo algún incentivo qué te ha hecho os ha hecho investigar sobre esto?

-¿Por qué un historiador elige un tema? A veces existe una corriente favorable en la sociedad que demanda conocimiento. En otras, hay una motivación personal o la inspiración de algún maestro. En este caso cuento con una línea de investigación desarrollada durante más de tres décadas. Primero, para explicarme algunos procesos que tienen lugar en España en el siglo XIX, el encumbramiento de un grupo de influencia económica y política vinculado a los negocios de ultramar; después, porque la gran producción y exportación de azúcar, trabajada por esclavos, es la clave de la conservación de las colonias españolas en el Caribe, hasta el punto de sostenerse largas y costosas guerras para conservarlas; por último, porque la esclavitud y el comercio que provee esclavos desde África se presenta como uno de los sectores más dinámicos y sólidos de la formación del capitalismo español y de las élites que han sobresalido en la sociedad contemporánea. Apellidos renombrados de las finanzas y de la industria, de la aristocracia remozada, de la cultura, incluso, que recorren los siglos XIX y XX, llegando a nuestros días, tienen su origen en este oscuro negocio.

-José Antonio, ¿qué hay que tener en cuenta antes de leer este libro?

-Para leer el libro hay que desprenderse de prejuicios y de una actitud defensiva. Indagar en nuestro pasado colectivo no es un ajuste de cuentas. Hay un debate reciente sobre la contaminación ideológica de la revisión del pasado español. De manera simplificada se ha reducidos a dos posiciones, los que defienden con orgullo ese pasado y quienes se avergüenzan de él. El problema está en este punto de partida que concibe a la Historia como un ejercicio de posicionamiento sobre el pasado concebido como una totalidad, que compras o rechazas. Es más importante comprender ese pasado, del que la esclavitud y la trata de esclavos son capítulos innegables que no puedes disimular, tapándolos, sin emitir por ello un juicio de valor con el pretexto de que la sociedad admitía estas formas de opresión. Las reglas de la sociedad las establecían los poderosos, una minoría, que eran quienes se beneficiaban de la esclavitud y de la trata. Hay una moral popular que mayoritariamente rechaza la esclavitud.

-¿Por qué se le ha mirado menos a España en esa complicidad y activismo en el esclavismo?

-España arrastra un conflicto con su pasado. No solo con el pasado esclavista. Carece de un consenso mínimo en el relato de su construcción como Estado, sobre su formación como nación, en su forma de abordar la “modernización” política en los siglos XIX y XX, en su relación con América durante cuatro siglos, que ha reducido a una labor civilizatoria de lengua, costumbres y religión, considerando los costes humanos de la población originaria y de los africanos que fueron deportados hasta allí como un coste indirecto, secundario. A los relatores de una historia amable, que contribuye a alimentar un determinado nacionalismo asociado a la Hispanidad, los aspectos negativos de la conquista y el imperio les parece una construcción injustificada de los “enemigos” de España, un fruto de la leyenda negra. La hispanofobia latinoamericana —que coexiste con una hispanofilia de una parte de sus élites— denunció desde fecha temprana la tremenda agresión que hubo contra los pueblos indígenas y su dramática caída demográfica. Formaba parte del discurso criollo favorable a las independencias y se ha mantenido como un signo de identidad de los nacionalismos locales. Los afro-latinoamericanos no tuvieron igual suerte. Fueron discriminados en las nuevas repúblicas. Los procesos de selección migratoria excluyeron en todos los nuevos países la llegada de africanos con el propósito de “mejora de la raza”.

En España no han tenido lugar los fenómenos conocidos en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Gran Bretaña y Francia conservaban colonias en el Caribe y en África y comenzaron a recibir migrantes negros, una presencia que recordaba el pasado esclavista de las metrópolis. Las descolonizaciones forzadas de 1825 y 1898 en Hispanoamérica nunca interrumpieron las relaciones humanas, pero más bien se dieron en sentido contrario, con migrantes españoles hacía América. Solo en las últimas décadas hemos conocido una migración latinoamericana hacia España, y de ella formaban parte afro-latinoamericanos, colombianos, ecuatorianos, cubanos… Entre ellos se cuentan algunos de los activistas que recuerdan a España su presencia en este dramático negocio.

-¿Durante cuánto tiempo España participó y cómo  y de qué manera?-¿Quiénes, desde España, estaban detrás del esclavismo, quiénes eran los negreros desde España?-¿Qué beneficios se estima que sacaron?

-Los españoles se involucran en la esclavización desde el momento de la llegada a América. Es una actitud compartida con la tradición bélica de la Península Ibérica —reinos formados en la conquista de tierras de infieles— que se convierte en una experiencia lucrativa. Muy pronto se llevan africanos esclavizados. La trata transatlántica pasa por diversas fases y en varias de ellas el Estado, la Corona, acude a contratas en régimen de monopolio con casa de comercio extranjeras, los llamados asientos de negros. Las fuentes de aprovisionamiento en la costa africana son factorías portuguesas, holandesas o inglesas. Hasta finales del siglo XVIII España no dispone de un espacio propio que sirviera de lugar de extracción y de depósito. Fue el origen de Guinea Ecuatorial. Todo esto ha conducido a considerar que España era beneficiaria de los esclavos llevados a América, pero no participaba en el tráfico de personas. Es algo totalmente falso. Hubo españoles en la trata en casi todas las épocas y en el siglo XIX asumen por sí mismos las riendas de un negocio que, por otro lado, siempre tuvo bastante de transnacional. A partir de 1820 la trata es también ilegal en España. Pero prosigue a gran escala. Esto solo es posible gracias a la complicidad y protección de las autoridades españolas. Esa protección la brinda desde el capitán general de Cuba, al gobierno en pleno, el Consejo de Estado, el parlamento y el trono. ¡Cómo no iba a hacerlo, si estaban convencidos de las ventajas económicas y geopolíticas que ofrecía! María Cristina de Borbón, madre de Isabel II, había formado una sociedad para dedicarse al tráfico ilegal de esclavos.

Los negreros más importantes tenían proximidad con el poder político. Fueron distinguidos con títulos nobiliarios. Fueron admitidos por la vieja aristocracia en sus familias, que se disputaban los enlaces matrimoniales entre sus hijos. Fundaron empresas, compañías ferroviarias, casas de banca. Ningún sector le fue ajeno. Edificaron barrios enteros de las principales ciudades y se hicieron construir en ellos sus palacios. Fueron mecenas de artistas y escritores.     

-Muchos de ellos ya tenían intereses en la América colonizada por la Corona Castellana, siglos antes, y conocían a dónde ir y venir desde el continente africano a América, ¿no?; ¿eso les facilitó las tareas, ¿no?

-Los castellanos participan desde el comienzo en la trata transatlántica. Hay también portugueses, en algunos años muy numerosos. Pero hasta 1595 encontramos a muchos andaluces, vascos y castellanos dedicados a la trata. No salen del negocio en el XVII y retornan con fuerza después de 1740. Desde 1790 están viendo cómo asumir las expediciones. Desde 1810, después de la prohibición de la trata en Gran Bretaña y los Estados Unidos en 1807 y 1808 toman el control y lo mantienen hasta 1866. En el último siglo orientan la provisión de esclavos a las plantaciones, fundamentalmente de azúcar y en Cuba. Es una esclavitud masiva que será empleada en usos intensivos, con una corta vida laboral y una reducida esperanza de vida. Los buscan que sean varones y jóvenes. La desproporción es tan grande con respecto a las mujeres que la posibilidad de reproducción natural es bajísima. Resulta más barato reponer la mano de obra llevándola de África. En la costa africana se mantiene una cadena de factorías, de depósitos de esclavos en manos de una extensa relación de comerciantes de diversos orígenes y nacionalidades, varios de ellos, entre los principales, españoles. Sus relaciones con los comerciantes establecidos en Cádiz y Barcelona, o con financieros de nueva York y Londres, son estrechas y fructíferas. La mayor parte acumula grandes fortunas.

-¿El esclavismo, los negreros, era otra vuelta de tuerca del colonialismo más bestial?

-Sin duda alguna. Se recurre a la esclavitud para hacer efectiva la vertiente que está detrás de la expansión: explotar un territorio, extraer de él la mayor riqueza posible. Pero como la naturaleza no ofrece riqueza por sí misma, hay que arrancarla de la tierra y de las minas. El colonialismo no es nunca un ejercicio de filantropía, como algunos, todavía hoy, se empeñan en presentarlo. Y la esclavitud en América se ofreció como una opción práctica de uso del trabajo ajeno. Eso fue así durante cuatro siglos.

La diferencia es que en el XIX el mundo occidental, del que España forma parte, se está industrializando. Capitales formados en la trata y en las plantaciones esclavistas acaban financiando modernas empresas en España. De manera simultánea, la producción azucarera se ha convertido en una materia de gran demanda por el mercado. Ha transformado la alimentación y los hábitos. La Cuba española se convierte en el mayor suministrador de azúcar de caña del mundo. De esa materia dependen las refinerías de azúcar más destacadas de los Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países avanzados. Es una producción sofisticada que se sirve de moderna maquinaria para su transformación en Cuba, y de mano de obra esclava para el cultivo de los campos y su acarreo a la fábrica. Es parte de la nueva economía capitalista-industrial, solo que utiliza trabajo forzado. 

-¿África y lo que no es África, pero África sobre todo sufren todavía las consecuencias del esclavismo? Y los lugares donde llegaba el esclavismo... los sitios donde desembarcaban, como si se tratase de ganado, a los ciudadanos africanos siguen con heridas abiertas...

-Los africanos fueron las grandes víctimas de esta tragedia. Padecieron durante siglos una sangría humana muy considerable. Se había iniciado con la trata promovida por los musulmanes y se mantuvo hasta las primeras décadas del siglo XX, cuando todavía se sacaban esclavos para el Océano Índico. En segundo lugar, la demanda europea de esclavos reorientó la vida de muchos de los Estados africanos. La visión occidental los reduce a tribus aisladas y primitivas. El grado de desarrollo de los africanos era desigual, como sucede en todos los continentes. En las regiones donde se extrajo esclavos había Estados perfectamente constituidos, reinos o alianzas de pueblos. Los comerciantes hicieron acuerdos comerciales con estas autoridades: los proveían de bienes diversos a cambio de personas esclavizadas por ellos a pueblos vecinos, la mayoría establecidos en el interior del continente. Se fomentó así una cultura de la guerra que resultaba muy rentable. A los aliados-clientes se les facilitaba armamento que aumentaba su potencial militar y la capacidad de hacer un número mayor de prisioneros o de secuestrar mujeres y niños de pueblos enemigos y lejanos. Esa cultura de la esclavitud sobrevivió a la trata transatlántica y al colonialismo. Y persistió también la conciencia de que la esclavitud y la trata condicionaron el futuro de sus pueblos. Porque cuando cesó la trata llegaron los europeos que primero la habían promovido y después la habían condenado, y se repartieron el continente. A un colonialismo mercantil siguió un colonialismo territorial. Existen razones fundadas por parte de los africanos para albergar dolor y resentimiento.  

-España perdió todas sus colonias de ultramar, las últimas en el siglo XIX—al margen de Marruecos, claro y el Sáhara y Guinea Ecuatorial-, pero allí dejaron sus huellas con el negocio con los negreros, ¿no?

-Los antiguos negreros convertidos en hombres de negocios borraron las huellas de su pasado de oprobio. Sucedió en España y sucedió en América. Allí era más difícil que desapareciera la memoria porque conservaban sus gigantescos centrales azucareros trabajados, en su mayoría, por personas negras, ahora libres. También estas llevaban el apellido de sus antiguos dueños. De manera que existe un recordatorio abrumador en países como Cuba.

En América Latina, hasta las últimas tres décadas, la afrodescendencia que tiene su raíz en la trata y la esclavitud era una cuestión bastante subestimada. El pretexto era la armonía racial y las oportunidades que los negros habían tenido. Formaba parte de la mitificación que impedía ver la segregación y la pobreza que muchos padecían. También allí, en varios países, se negaba un pasado esclavista. Era mucho más difícil de negar en Colombia, Panamá, Ecuador, Uruguay o en el Caribe insular. Aun así, la experiencia de un pasado esclavista y de gente esclavizada presenta dificultades para ser integrado en un relato nacional. 

-¿Por qué no sabemos, así como a “pie de calle”, quién estuvo detrás de “ser negreros” en España?-Porque el papel de los españoles, ¿era más que nada el de traficantes puros y duros, el de transportistas de seres humanos....?

-Negreros eran los capitanes de barco y sus tripulantes, gente corriente de pueblos de la costa catalana, andaluza, cántabra, vasca y gallega, en su mayoría. Negreros eran los comerciantes, los armadores, los financieros. Los establecidos con grandes penurias en la costa africana y los que disponían de palacios en La Habana, Cádiz o Barcelona. Había familias distinguidas cubanas que habían labrado su riqueza en el comercio continuado, legal o ilegal, como los O’Farrill, de la que una de ellas contrae matrimonio con un funcionario asturiano; Rodrigo Rato, quien fuera vicepresidente del gobierno y director del FMI, es descendiente directo de esta saga. Hubo españoles que hicieron dinero y siguieron sus negocios en España, como los después ennoblecidos duques de Santoña y el marqués de Comillas, la familia Güell, Samá, Goytisolo… En otros casos, la familia se dispersa, unos permanecen en América y otros se instalan en la Península, como los Zulueta. En diferentes momentos diversifican sus activos, los trasladan, ya desde fecha temprana, los años 1820 y 1830, en ocasiones los levantan para instalarse definitivamente en España. La trata, que era ilegal desde 1820, cesa hacia 1866. La esclavitud se abole en 1886 en Cuba, en la provincia española de Cuba.

 -¿Hoy y ahora el esclavismo podríamos decir que sigue vigente, teniendo en cuanta que sigue el tráfico  de personas y el negocio en torno a las migraciones…?.- ¿El esclavismo es hoy, como hace tres siglos, todavía un negocio más...?

-La esclavitud, en la manifestación histórica de la que me ocupo en Negreros, subsiste en determinadas regiones del mundo. Se considera que unos 12 millones de personas la padecen. En su mayoría son niños y mujeres. Se encuentra en retroceso, pero está ahí. Existe, sin embargo, lo que la Organización Internacional del Trabajo y la Comisión de Derechos Humanos de la ONU llaman “formas modernas de esclavitud”. En ellas se incluye la trata de mujeres, la explotación infantil y numerosas modalidades de privación de autonomía de las personas con la finalidad de obtener un provecho personal, laboral o económico. Su cifra es muy elevada, entre 25 y 40 millones de personas. Aunque comprende todos los continentes, los beneficios de las formas modernas de esclavitud se concentran en el mundo occidental más desarrollado.

Conviene hacer una precisión. El tráfico de migrantes, que nos ofrece la imagen de las pateras en el Mediterráneo y de las vallas en Ceuta, muy parecidas al acarreo de esclavos en el pasado, tiene que ver con las políticas restrictivas migratoria de los países de recepción o paso, con la voluntad de los migrantes de encontrar un futuro mejor en otro país, y con las organizaciones mafiosas que obtienen provecho de esta situación. Tienen en común la explotación de seres humanos. Pero obedecen a causas radicalmente distintas: los migrantes forzados del pasado eran sometidos y desprovistos de futuro; los migrantes voluntarios actuales arriesgan sus vidas porque tienen esperanza y creen que van a mejorar. La extorsión de los intermediarios es posible gracias a las restricciones migratorias europeas o de los Estados Unidos.

-¿Cómo ha sido el proceso y la tarea ardua de investigación que, además tiene mucho a ver con el proceso de documentación?. La investigación, la recopilación de documentación, el contrastar todo ello… el aproximarse a testimonios más o menos directos sobre vuestro trabajo, es una tarea que requiere dedicación, minuciosidad, pero que también encuentra, después, de mucha gratificación…. ¿qué nos puedes decir? ¿Y qué metodología de trabajo sueles seguir?   ¿Trabajas sobre un guion de cuestiones y/o preguntas sobre las que ir encontrando respuestas?

-El trabajo de investigación histórica es apasionante. Consume tiempo. Reclama numerosas lecturas, apreciar lo que conocemos y lo que aprendemos de otros autores. También adoptar una actitud crítica ante lo que leemos y ante las cuestiones de las que nos ocupamos. La visita a archivos me parece esencial, acceder a los documentos. Antes de escribir hemos de preguntarnos qué pretendemos explicar, cuál es la cuestión. No se trata de acumular información. En mi trabajo procuro equilibrar la pretensión analítica y la narración de casos. El objetivo es aproximar al lector a un tema, a un conjunto de aspectos con la finalidad de informarle, sí, pero también de hacerle algo más comprensible cómo se ha formado la sociedad y el mundo que hemos recibido. 

-José Antonio, ¿cómo ha sido trabajar con La Catarata y nos puedes explicar un poco en qué estás trabajando en la actualidad?

-Trabajar con La Catarata ha sido una experiencia excelente. Publiqué con ellos en 2012 el libro La esclavitud en las Españas. Un lazo transatlántico. Ha tenido tres ediciones aquí, una en Cuba y una traducción al francés en Canadá. La elaboración de Negreros ha contado con la complicidad y la paciencia de los editores. Me comprometí a entregar el libro en junio de 2018. Debía salir en otoño de ese año. Por motivos personales la obra fue retrasándose. Siempre conté con su comprensión.

En la actualidad trabajo en dos libros. Uno sitúa el comercio español de esclavos en una perspectiva de larga duración, desde 1492 a 1810. Sería la primera parte de Negreros, que se centra en la etapa que transcurre de 1790 a 1866. Es una obra que creo tener muy avanzada. Luego, a veces, esa sensación se disipa y el libro requiere de un trabajo mayor antes de darlo por concluido.

Mi segundo proyecto, también avanzado, se ocupa de la relación entre el derecho y la esclavitud hispánica.

Esta aparente dispersión, o preparación en paralelo, responde a mi forma de abordar los problemas. Preciso ir a la raíz de una cuestión, preparar materiales que me permitan comprender un fenómeno del que me ocupo en una fase avanzada de su desarrollo. Luego puedo volver sobre estos materiales, estos borradores, que quizá adquieren vida propia en un libro independiente.

En mi caso, estas tareas han de conciliarse con un proyecto que ahora comienza a hacerse realidad, la Cátedra UNESCO de Esclavitudes y Afrodescendencia, que nos ha sido concedida y de la que soy su director. Vamos a dirigir nuestra atención a promover una mejor comprensión de lo que fue el fenómeno del que hemos hablado aquí y su relación con la creación de estereotipos que han favorecido y favorecen el racismo.  

 

 

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