Cazarabet conversa con... Manuel Martínez-Forega, autor de “El viaje
exterior. Ensayos censores IV y V” (Pregunta)
Conversamos con Manuel Martínez-Foguera sobre literatura.
Y sobre sus libros/ensayos que edita Pregunta Editorial, El
viaje exterior IV y V.
En estos ensayos el crítico literario, el escritor, el
intelectual y sobre todo lector Manuel Martínez-Forega nos va ofreciendo una
visión apeándose en firmas muchas de ellas conocidas, otras desconocidas sobre
a las que se nos abre, como lectores, un horizonte de aventura y
descubrimiento….
Además, Martínez-Forega se caracteriza por ser un poeta y un
traductor.
Pregunta Editorial apuesta por una recopilación de
artículos, referencias, estancias y paradas de escritores, estilos, literatura
que son un homenaje a la literatura y a la cultura….
La sinopsis de estos ensayos:
Del cuanto volumen editado por Pregunta: Este libro de
libros constituyen otra nueva recopilación de artículos y ensayos de Manuel
Martínez-Forega, uno de los críticos literarios más certeros e interesantes de
la actualidad. En los textos incluidos en este volumen, siempre rigurosos y
afinados, Martínez-Forega ahonda en las obras poéticas o analiza títulos concretos
de los siguientes autores: Adolfo Burriel, Manu Cáncer, Miguel Carcasona,
Miguel de Cervantes, José Antonio Conde, José Luis Corral, Luis Alberto de
Cuenca, Ricardo Díez Pellejero, Nacho Escuín, Mariano
Esquillor, Ricardo Fernández Moyano, Jaime Gil de
Biedma, Octavio Gómez Milián, Miguel González Garcés, Ángel Guinda, Vladimír Holan, Clara Janés, Jesús Jiménez Domínguez, Mariano José
de Larra, M. Z. T., Elena Medel, Dolan Mor, Ana Muñoz, Pilar Peris, Agustín
Porras, Alfredo Saldaña, Fernando Sarría, Ángel Sobreviela, Rosendo Tello, David Ubico, V. E., Xulio L.
Valcárcel, Diana Varela y Manuel Vilas.
Del quinto volumen, editado por Pregunta:
Este libro supone el quinto volumen recopilatorio en la
trayectoria ensayística de Manuel Martínez-Forega, uno de los críticos
literarios más sugerentes, interesantes y certeros del panorama contemporáneo.
En los textos incluidos en este volumen, de un modo minucioso y esclarecedor,
se analizan las obras poéticas o títulos concretos de los siguientes autores:
Julio Antonio Gómez, Perico Fernández, Rosendo Tello, Mohsen
Emadi, Fernando Aínsa, Mariano Castro, Mariano Esquillor, Agustín Porras, Ángel Guinda, Fernando Sarría, Pablo Lorente, Miguel Ángel Yusta,
Manu Cáncer, Inés Ramón, José Verón Gormaz, Josian
Pastor, Íñigo Linaje, José Manuel Soriano, Jaime Miñana,
Marian Raméntol, Marta Domínguez Alonso, Luis
Tamarit, Calímaco de Cirene, Nano Kalata, José María
Milagro Artieda, Carlos Vitale, Henri Bergson, Remo Bodei, Alexandre Kojéve, Francis
Fukuyama, Émile Durkheim, las sagas islandesas y Edward Burnett Tylor.
El autor, Manuel Martínez-Forega: Poeta, ensayista y
traductor. Es autor de numerosos artículos de crítica literaria y de arte. Ha
prologado o epilogado la obra de A. Guinda, A. Céspedes,
M. González Garcés, M. Emadi, C. Vitale,
J. L. Corral, M. Castro o J. Verón Gormaz, y de un buen número de antologías
poéticas.
Fundó la colección «La Gruta de las Palabras» de Prensas
Universitarias de Zaragoza y cofundó, junto a J. Delgado y J. Hernández, el
programa «Poesía en el Campus» de la universidad zaragozana. Editor de la
revista Pasarela de Artes Plásticas.
Su obra está traducida al checo, búlgaro, rumano, ruso,
italiano, alemán e inglés. Posee el Premio Búho a la labor editorial, el Premio
Imán de la AAE a la trayectoria literaria, el Premio de Poesía del CSIC, el
«Miguel Labordeta» y el Premio Poesía de Miedo.
En Pregunta Ediciones aparecieron en 2018 sus traducciones
de Los poetas malditos de Paul Verlaine y Vidrieras, de Laurent Tailhade.
www.biblioforega.blogspot.com.es
www.facebook.com/manuel.martinezforega
https://revistaiman.es/manuel-martinez-forega/
La gruta de las palabras de prensas Universitarias:https://puz.unizar.es/214-la-gruta-de-las-palabras
Nos acercamos a “Poesía en el campus”: https://cultura.unizar.es/poes%C3%ADa-en-el-campus
Remontándonos hasta la Revista, y los recuerdos, Pasarela de
Artes Plásticas: http://lamiradaactual.blogspot.com/2020/08/eduardo-laborda-pintor-aragones-de-la.html
Cazarabet
conversa con Manuel Martínez- Forega:
-Amigo Manuel, ¿por qué
has realizado ese viaje interior como crítico literario desde la edición de
este libro de libros---ya vas al menos por el quinto libro—de El viaje
exterior? ¿qué se encuentra el lector en estos libros de un crítico que,
además es poeta?
-Leyendo
a los demás se aprende muchísimo; es realmente una fuente de aprendizaje y
supone rendirse sin prejuicios a las enseñanzas de los demás. Éstas son las
verdaderas razones de realizar “mi” Viaje.
En él sólo me ocupo de decir lo que sé cómo mejor sé decirlo. Es verdad que el
propio ejercicio crítico es ameno, así que también existe en el fondo ese
perdonable -creo yo- egoísmo de disfrutar con los demás. Se trata, de alguna
manera, de poner en práctica, con alguna variante, el consejo horaciano: prodesse et delectare (‘educar deleitando’).
Lo que
el lector encontrará (o eso espero) en ese libro es una sincera admiración por
la lectura y por las propuestas estéticas de los demás, por aquello que me
gusta de los demás. También se fijará en que, salvo algunas excepciones, todo
el trabajo exegético está relacionado con la poesía aragonesa, con la escritura
aragonesa, que tiene mucho que decir pese a que no goza del eco mediático que
merecería.
-Amigo, para ti ¿qué supone la crítica literaria?, ¿por eso le
sumas a los títulos de El Viaje exterior lo de “Ensayos Censores”?
-El
calificativo está aquí usado en su sentido aséptico, en el que tenía para la
administración romana: el de “evaluar”, nada más. Excluyo el significado que
tomó durante el reinado de Felipe II y del que le otorgó la dictadura
franquista. Por otro lado, la crítica literaria constituye un género en sí
mismo. No comparto la idea tan extendida de que el crítico literario es un
escritor fracasado. Como tarea, exige mucha lectura y se apoya en una
heterogeneidad de conocimientos que muchas veces ni el propio escritor reúne.
Por mi parte, yo sigo aprendiendo en la aplicación de esas herramientas y mi
propósito es hacerlo lo mejor posible.
-Y qué supone ese acercamiento constante a la poesía, directamente
como poeta y como lector, prologuista y crítico de no pocas obras y/o
antologías poéticas…
-Supone,
como digo más arriba, un aprendizaje más. Como poeta, me entusiasma leer a mis
colegas; como lector, me proporciona el placer mismo de la lectura; y como
prologuista y crítico, me detengo en aquello que quizá en algún momento me
llamó la atención y persigo revelar a partir de mis gustos y de mis
capacidades. Nunca abordé ni me hago cargo de aquellos textos que, desde el
punto de vista exegético, me superen, aunque es verdad que he cometido alguna
que otra temeridad.
-¿La poesía, en ti, se
nota en todo lo que haces, en tu mirada también a las artes plásticas?.- -Para
ti las artes plásticas son poesía tridimensional donde las formas, los colores,
los materiales….como una conjunción con la poesía visual y vanguardista?-¿Qué
importancia tiene para ti, en todo esto, el minimalismo?, porque, me da, que
estás cercano a presentarte o en ese estilo…
-Horacio
decía: Ut pictura
poesis (‘como la pintura, así es la poesía’). Me
interesan las artes plásticas; me interesaron mucho más desde hace unos años y
escribí sobre ellas bastantes reseñas que luego reuní en el libro monográfico Sobre arte escritos, sobre artistas. De
hecho, fui el editor de la revista Pasarela
de Artes Plásticas que dirigía con excelencia el pintor Eduardo Laborda. Y
es que la poesía es un género literalmente sensual; es decir, que se sirve de
los cinco sentidos. Como decía nuestro querido León Felipe (y otros, como
Fernando Aínsa), la poesía se sirve de todo, de lo más aparentemente
insignificante y de lo más aparentemente elevado. Las artes plásticas no pueden
ser, pues, menos. En cuanto a la estética y morfologías minimalistas, he de
decir que, a mi modo de ver, en poesía es mejor podar que abonar; o sea, decir
lo que uno quiere con las palabras justas. La poesía debe huir de la perífrasis
porque la poesía es una perífrasis en sí misma.
-Tu particular lucha por
reivindicar la poesía te ha llevado, amigo, a lo largo de tu trayectoria a
fundar la Colección La Gruta de las Palabras en Prensas Universitarias…es una
manera muy particular de hacernos llegar la poesía, casi –o sin el casi—de una manera minimalista con esa presentación tan
sencilla que nos adentra en un mundo tan particular como especial; tan personal
como, a la vez, universal…
-Fue
en 1985. La universidad de Zaragoza creó el Servicio de Publicaciones en
paralelo a su rama editorial “Prensas Universitarias e Zaragoza” (P.U.Z) cuya
finalidad fundamental era publicar los trabajos académicos del personal docente
e investigador. Mariano Hormigón fue su primer director y a él le sugerí que,
si la universidad se debía también a la sociedad que la sostenía, habría que
conceder a esa sociedad en general la oportunidad de participar en la actividad
universitaria. Una forma sería crear una colección de poesía en la que pudiera
publicar quien quisiera y reuniera los méritos suficientes. Esa colección se
llamó (y se llama) “La Gruta de las Palabras”, traducción literal de Jeskině slov, título
de Vladimír Holan, a quien yo estaba traduciendo en
esos momentos. El Consejo de redacción lo formaban por entonces José Luis
Rodríguez García, José Antonio Rey del Corral y una tercera persona que ahora
no recuerdo. Aprobaron la propuesta y me pidieron presentar una memoria de
publicación. Esa memoria fue mi libro Cuerpo
de la edad, que es el primer
número de la colección.
-Y ¿qué nos puedes decir del programa “Poesía en el Campus”
de la Universidad de Zaragoza?, proyecto del que también fuiste “alma mater”.
-En
efecto, fui uno de los tres miembros fundadores de aquel programa. Javier
Delgado Echeverría, Javier Hernández Ruiz y yo mismo propusimos al entonces
Decano de la Facultad (creo que, a la sazón, era Guillermo Redondo Veintemillas) formalizar un programa que se ajustara al
epígrafe mismo; esto es: reunirnos en el césped del “campus”, al aire libre, en
torno a un poeta vivo y a su obra. Se programaría durante las cuatro semanas
del mes de mayo y hasta finalizar el curso, fiados así al buen tiempo. Era el final
del curso 1983-1984 (Javier Hernández y yo nos licenciábamos ese año). Pero
Javier Hernández no pudo continuar porque comenzaba su tesis doctoral; Javier
Delgado y yo decidimos dejarlo para el curso siguiente. En fin, que ahí quedó
el proyecto y su epígrafe, que no cambió, aunque sí lo hizo el formato.
Seguramente alguien con sensibilidad (no sabemos exactamente quién) lo retomó
del cajón del Decano y lo materializó.
-¿Cómo te ha ido como
fundador y director de Lola Editorial?.- Es aquí y desde este sello editorial
donde desarrollas el primer número de El Viaje Exterior…
Lola
Editorial nació fundamentalmente con vocación “subterránea”, marginal, y con
intención de ocuparse solamente de la publicación de aquellos escritores
inéditos que no encontraran otro canal de edición; también para revelar textos
inéditos de poetas consagrados y acoger traducciones de textos inéditos en
castellano. Contó, además, con la inestimable ayuda de Alfredo Saldaña y de
Mariano Castro. Creo con absoluta modestia que Lola Editorial fue fiel a esos
objetivos. Desde luego no era un proyecto comercial; ni se le pasó esa idea por
la cabeza. Lola Editorial pervivió hasta que agotó su capacidad financiera.
-¿Cómo definirías a estas
“aventuras”, mejor dicho experiencias?
-Esas
aventuras han de estar siempre inspiradas en el amor por la literatura y
empujadas por la osadía; mejor: por la temeridad.
-Que tu obra poética esté traducida en esos países centroeuropeos
que tanto “peso tienen en la poesía” como Chequia, Rumanía, Bulgaria, Alemania,
Rusia —con una sensibilidad como especial, activa y activista con una sutilidad
que viaja camuflada--- …debe de reportarte como nuevas sensaciones que, a la
vez, te deben de incentivar como creador poético, ¿es así? —bueno también has
visto tu obra traducida al italiano, inglés—
-Esas
traducciones fueron producto del azar. También tuvieron su raíz en mis
estancias periódicas en Praga durante una década. Miloslav
Uličný fue quien primero incluyó varios de mis
poemas en su Stin ráje (‘Sombra del paraíso’); luego fue Javier
Barreiro quien preparó mi inclusión en las ediciones en ruso y en búlgaro y mi
amigo Traiant T. Coçovei
tuvo la amabilidad de traducirme al rumano. Edith Scott Saavedra tradujo mis
poemas al inglés; Fernando J. Palacios León, al alemán; Manuel Masini, al italiano; Carlos Castilho
Pais, al portugués; Sergi Javaloyès,
al occitano; y no tardará en aparecer una antología en árabe traducida por
Ahmad Yamani. Todo contribuye a hacer del ambiente
poético un lugar acogedor: las traducciones ajenas tienen ese poder benéfico de
ser amparado por otras lenguas, lo cual es sumamente reconfortante.
-¿Hasta qué punto te
identificaste o qué te supuso el acercamiento a Los poetas malditos de Verlaine
y a Vidrieras de Tailhade que, en su día, tradujiste?
-La
antología de Verlaine, al decir de los exegetas profesionales, señala el
comienzo de la modernidad estética en Europa en lo que a la poesía se refiere.
Yo estoy de acuerdo y no estoy de acuerdo. Es cierto que ya antes Baudelaire
apuntó algunos rasgos que la definirían desde el punto de vista formal y de sus
significados. Sin embargo, la influencia social de Francia y su sospechosa
virtud ‘creativa’ (Julio César diría todo lo contrario de los galos en su De bello gallico –‘La guerra de las Galias’-) tuvo mucho que ver en esa
calificación. A mí me gusta compartir esa idea con la coetánea modernidad de
Bécquer en España o con Rubén Darío en lengua española. Si se incluye a ambos
en esa denominación, estoy de acuerdo con ella. Pero sin ninguna duda se trata
de un aldabonazo en la puerta de las corrientes literarias del último tercio
del XIX y del que se nutrió el siglo XX posterior, de manera que contribuir a
su difusión con mi versión española fue un reto, además de una satisfacción que
debo a Pregunta Ediciones. Laurent Tailhade, por su
parte, es el reconocido padre del simbolismo. Los elogios del propio Verlaine y
de Théodore de Banville bastarían.
Pero es que Vidrieras representa la
deconstrucción, en cierta manera, de la imaginería mariana, de su liturgia
verbal y de su ritual escenográfico, y resulta verdaderamente extraño que sea
la mía la primera traducción de su obra poética en español. Próximamente,
mediante una beca que me ha concedido el CITL (Centre International de Traduction Littéraire) de Arlès, espero continuar con la traducción de sus inéditos Jardin des rêves y Poèmes élégiaques.
-Como traductor ¿qué responsabilidades asumes porque, así de
primeras, creo que traducir poesía es mucho más difícil que traducir cualquier
tipo de narrativa…?
-Toda
traducción, ya sea de poesía o prosa, constituye un reto lleno de dudas. Quizá la
poesía admite más deslices si nos atenemos a que su ‘discurso’ encierra siempre
cierta irracionalidad, extrañamientos polisémicos, unas amplias dosis de
elipsis… todo ello redunda en beneficio de la mayor ductilidad de la lengua
española, sinonímica por definición, y lista siempre a encontrar los semantemas
apropiados. La dificultad del español a este respecto es elegir el mejor (el
más bello, el más preciso, el menos dudoso…): problema, desde luego, no menudo,
en todo caso.
Mi
responsabilidad como traductor es plena. En mis traducciones de poesía exijo
siempre que las ediciones sean bilingües, de manera que el lector pueda
contrastar el resultado y pueda debatir sobre él. Por otra parte, prefiero que
mis trabajos en este campo se califiquen como versiones en vez de traducciones.
’Versión’ conserva un significado provisional (cada traductor tiene su versión
de un mismo texto), frente a ‘traducción’, que parece contener una propuesta
concluyente, determinante y que, en realidad, está lejos de ser verdaderamente
definitiva.
-¿En la traducción poética
uno se especializa más en unos poetas que en unos otros o en unos “estilos
poéticos” más que en otros…?
-Tal
vez exista la proclividad a traducir, según los gustos, una época más que otra
y, en consecuencia, a los poetas que pertenecen a esa época. Yo, al menos, me
guío por este criterio, aunque he de significar que a mí me gustan casi todas
las épocas, casi todas las corrientes y casi todas las propuestas estéticas. La
prueba es que he traducido poesía francesa del siglo XV y del siglo XIX, teatro
francés del siglo XVII, y poesía checa e italiana del siglo XX.
-Pero como crítico y/o divulgador literario también supone
asumir unas responsabilidades muy fuertes porque uno/a puede con una crítica o
un comentario ponerse a mal con cualquier escrito, escritor y/o escritora, ¿no?
a nadie gusta y menos a ese crítico al que, de primeras, todos temen…
-En lo
que a mí respecta, prefiero no escribir sobre lo que no me gusta; prefiero
antes el silencio que la aspereza de la palabra, que, siendo tantas veces acaso
objetiva, es, en cambio, innecesaria. Con el silencio basta. Las veces que he
advertido las que a mí me parecían deficiencias, errores, desmañamiento,
inoportunidad o impertinencia de alguna obra, lo he hecho siempre en privado y
porque esas obras se me han enviado para consulta. En estos casos, sí es
procedente emitir crudamente tu juico personal con la mayor honestidad posible;
soy enemigo del halago cortés porque no conduce a ningún sitio; sólo engañaría
a quien te entrega sus textos y deposita con lealtad -y acaso con pudor- la
confianza en tu juicio.
-Amigo, ¿qué buscas en un poemario?, te lo pregunto como
creador y poeta; te lo pregunto como traductor y te lo pregunto como crítico… tres facetas diferentes y diferenciales…
-Tal y
como está sufriendo actualmente la lengua española, sometida a la malísima
educación en la enseñanza primaria y secundaria, atacada en todos los frentes
por anglicismos innecesarios; abandonada a la suerte de una expresión,
comprensión y escritura altamente deficientes… casi que sería imperativo
afirmar que lo que busco en un poemario es, primero, que su sintaxis sea
correcta, que no contenga faltas de ortografía, que la semántica se ajuste a lo
que quiere expresar; en fin: que, sobre todas las cosas, el autor muestre el
dominio de la materia con que se fabrica un texto, de la misma manera que a un
arquitecto se le exige perfectos conocimientos de la elasticidad y resistencia
de los materiales para que el edificio no se le venga abajo. Sabido esto, lo
que busco en una obra poética es su capacidad para trascender de lo particular
a lo universal. Como ya está dicho todo (y así lo afirma tanto el Eclesiastés como Terencio) busco la
capacidad de renovar la combinatoria léxica, de modo que propugne un estilo
nuevo. Montale decía que la poesía es sólo forma. Estoy de acuerdo: sólo el
estilo nos singulariza. Yo trato de buscar en mi obra todo lo que acabo de
citar y, sobre todo, lo busco como lector crítico. Como traductor, la elección
previa de la obra me ofrece ya unas mínimas garantías que soslayan en ella la
falta de todas esas morfologías espurias o contenidos falsamente “originales”.
-Amigo si te parece nos paramos, ahora, con tu faceta de
traductor y también con la de crítico—que ocupa la razón de “tu serie de
libros” El Viaje Exterior---, ¿cómo es el papel de un traductor en obras
poéticas?
-Dice
Valentín García Yebra que la regla de oro para toda traducción es decir todo lo que dice el
original, no decir nada que el original no diga, y decirlo todo
con la corrección y naturalidad que permita la lengua a la que se traduce.
No estoy del todo de acuerdo con García Yebra, pero tampoco con la extrema
literalidad que propugna Agustín García Calvo, así que me inclino por una forma
híbrida que, tomando la última parte de la proposición de García Yebra,
incorpore la tesis de Gilles Deleuze: el acto de traducir implica un intento
por hacer algo que supere lo personal: liberar a la vida de aquello que la
aprisiona. De este modo, lo importante será “recrear” el original y hacerlo con
la naturalidad de nuestra lengua. Estoy también de acuerdo con la idea de que
el mejor traductor de un poeta es otro poeta. Hay muchos ejemplos, pero el de
Ángel Guinda con Señora de la noche de
Pascoaes; Jorge Guillén con el Cementerio
marino de Valéry y el de Ángel Crespo con la Divina comedia de Dante me parecen tres ejemplos mayúsculos de
morfologías y abordajes completamente distintos, pero inspirados por poetas.
-Normalmente, ¿veis
vuestro trabajo de traductores compensado…os sentís compensados por el
colectivo de lectores? Cuando una persona se dedica a la traducción y más con
la poética, ¿a qué se condena para bien y para mal?
-Hasta
no hace mucho y, salvo excepciones puntuales, las editoriales silenciaban el
nombre del traductor. En una segunda etapa, el nombre aparecía en la página de
créditos. Hoy, ya es posible leer en la cubierta, destacado, el nombre del
traductor. La importancia del traductor es básica; sin él, no hay edición en la
lengua receptora. La visibilidad del traductor es necesaria, es imperativa. La
compensación que otorguen los lectores es tan aleatoria como la que puedan
prestar a una obra en su propia lengua, pero en lo que a la traducción incumbe,
se ha de conocer el nombre del traductor.
El
traductor ha de tener la convicción de que, en el momento en que su versión se
hace pública, se expone a ser juzgado, y se expone doblemente: por su tarea
propiamente dicha y por el beneficio o perjuicio que haya proporcionado al autor
original. No se condena; no es para tanto. Pero sí se ‘retrata’.
-¿Tú te has llegado a
especializar en unos autores y no en otros o qué? ¿Cómo es el proceso de documentación en torno
a los traductores?; ¿cómo ha sido en esta ocasión?
-Si
hacemos caso a los postulados formalistas, que consideran que es el texto lo
que cuenta al margen de otras impregnaciones contextuales, al traductor le
daría lo mismo el contexto, el entorno social, histórico o de cualquier otro
orden. Sin embargo, no se nos oculta que hay períodos y corrientes literarias
que se prefieren sobre otras, con lo cual existe ya un primer elemento
condicionante que desmentiría la propuesta formalista. Prefiero, para el caso
de la traducción (no para otros), elegir y elegir el contexto, la época,
aquello que me resulta, por gusto, más atractivo. En la ocasión de Verlaine y
de Tailhade, me atrajo ese período de “decadentismo”
y modernismo histórico tan puntualmente importante en Europa.
-Háblanos de la relación con los editores porque son ellos
los que te contratan, ¿no?, me refiero en cuanto a tu faceta como traductor-Y
como crítico amigo Manuel, ¿cómo es el viaje emprendido con Viaje al
exterior con Editorial Pregunta?
-Mi
relación con los editores ha sido siempre buena: primero, porque son amigos y
la amistad se impone siempre a cualquier hipotética disconformidad, y segundo
porque coincidimos en los gustos: nos gustamos mutuamente, por así decir. Y de
este modo ha ocurrido en cada ocasión. En cuanto a El viaje exterior…, el empeño y la generosidad de Reyes y David han
hecho posible que los dos volúmenes siguientes (el IV y el V. Y habrá otro más,
espero) hayan visto la luz. Hay que tener en cuenta que los tres primeros
aparecieron en 2004 y se reeditaron en 2005, pero, desde entonces, no había
reunido esos trabajos dispersos porque tampoco encontraban un cauce editorial.
Pregunta me lo proporcionó y estoy sumamente agradecido.
-¿Cómo es el día a día en
el trabajo de un traductor? ¿Y en el de un crítico literario? -¿Qué manías se adquieren como traductor y como crítico
literario?-Explicadnos todos o todas sois en su mayoría filólogos, ¿no?; ¿cuál
es el perfil de las y los que se dedican a la traducción?; ¿y los que se
dedican a la crítica literaria?
-En
esto, como en todo, hay que ceñirse al axioma popular: “cada maestrillo tiene
su librillo”. Aunque ayuda mucho, no es imperativo ser filólogo para ser ni
traductor ni crítico literario. Sí, en cambio, es necesaria una buena dosis de
sensibilidad y de manejo de la materia lingüística. Tanto la dedicación a la
crítica literaria como a la traducción han de partir de un profundo gusto por
la lectura y poseer un carácter mínimamente analítico, de contraste,
interpretativo, por muy personal que éste sea.
-Amigo, ¿en qué consiste
el trabajo de traductor porque es mucho más que “traducir” tal como lo
entendemos…requiere mucho más de lo que aparentemente se ve, aunque quedéis en
un tercer plano…?Trabajos y tareas, los concernientes
a la traducción y a la crítica literaria que requiere, además, de una metodología
exigente, ¿verdad?
-Traducir
requiere sobre todo estar seguro de conocer muy bien la lengua de destino.
Conocer la lengua de partida es importante; cuanto más y mejor se conozca,
mejor; pero no es absolutamente imprescindible. José Ángel Valente y Clara
Janés son dos buenos ejemplos de excelentísimos traductores, políglotas,
además, pero que han traducido al castellano a autores cuya lengua no conocían
sino superficialmente. Para traducir es también aconsejable documentarse sobre
los movimientos estéticos, sociales, usos léxicos y expresivos que envuelven al
autor de una época determinada. Para la tarea crítico-literaria, me parece a mí
muy aconsejable tener conocimientos de otras disciplinas anejas a la
literatura, como por ejemplo filosofía, historia, derecho, antropología… En
fin, cuantas más disciplinas mejor.
-En cuanto a la crítica, ¿en qué medida es necesaria para que
se mantenga “cierto listón de calidad en la literatura” o no tiene nada a ver…?
-Vivimos
una época de gran deterioro de nuestra lengua. Lo digo más arriba: está
sufriendo agresiones impropias, muestra deficiencias inadmisibles y la estamos
reduciendo a un simple cauce expresivo, léxicamente reducido, acantonado en
tópicos mal redactados y reiterativos. Por lo tanto, la literatura en general
ha sufrido las consecuencias de esas causas. El nivel de calidad es, hoy, casi
la excepción, y no estoy usando ninguna hipérbole. Resulta desalentador leer,
uno tras otro, libros que se hunden en el fango de la mediocridad y del
absoluto desconocimiento de la ortografía, de la sintaxis, de la prosodia. Es
una pena, pero la lengua española está siendo agredida por sus propios
hablantes y por los vacuos e innecesarios barbarismos que la inundan
impunemente; ahora bien, sabemos quién tiene la culpa. En todo caso, hay que
seguir confiando en las excepciones; hay esperanza cuando te encuentras a
escritores jóvenes que desmienten todo cuanto digo. Pero corresponde también a
la crítica literaria denunciar la malversación de las virtudes de nuestra lengua
en aquellas obras que así la muestren.
-¿Qué daños y qué
incentivos en “pro de la literatura” hace el mundo de la autoedición o de estas
editoriales en que te editan lo que les traes, sin más…?
-Si se
dispone de un buen sentido autocrítico, de un grado narcisista razonable y un
egotismo aceptable, no creo que haya que demonizar la autoedición. Pero, a mi
juicio, esos caracteres son imprescindibles, y, además, hay que adornarlos con
mucha modestia. El problema es que, muy probablemente, esas editoriales dorarán
a toda costa la píldora del autor para hacer su negocio: la publicación y el
cobro pertinente por la edición. El beneficio, por lo tanto, es, en primer
lugar, para la editorial. El beneficio aleatorio será que la autoedición dé en
el clavo. El perjuicio que pueda ocasionar la autoedición estará sujeto a las,
acaso, excesivas expectativas que el autor haya depositado en “su” libro. Lo
importante no es publicar un libro; lo importante y fundamental es difundirlo.
¿Qué capacidad de distribución tienen esas editoriales?
-De Rilke a Antón Castro hay un viaje muy largo y exquisito;
un viaje interior, pero también exterior…
-El
viaje “interior” es un tópico bien identificado en la tradición de la
ritualidad oriental y en sus finalidades. Prosperó en la cultura occidental
para reconocer cierto estado espiritual, e incluso Michel Platón y Claudio
Naranjo titularon así uno de sus respectivos libros. La elección de ‘exterior’
como sustantivo calificador de mi Viaje,
persigue producir el efecto de ‘extrañamiento’ tan querido del formalismo ruso,
tan querido de Sklovski. No sé si lo he conseguido;
pero, por otro lado, quiere también significar el tránsito por la obra de
aquellos autores que, por un motivo u otro, me han llamado la atención y de los
que, de paso, he aprendido mucho y me han enseñado más.
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