La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Josep Antoni
Pozo, autor de "Del orden
revolucionario al orden antifascista. La lucha política en la retaguardia
catalana (Septiembre de 1936-Abril de 1937)" (Renacimiento)
Un estudio
y una investigación histórica y rigurosa de la editorial Renacimiento bajo la
colección Espuela de Plata y España en Armas.
El libro
narra y se adentra, entre septiembre del 1936 al abril del 37, cómo fue y se
desarrolló la lucha política en la retaguardia catalana..
La sinopsis del libro desde Editorial Renacimiento:
Del orden revolucionario al orden antifascista. La lucha
política en la retaguardia catalana (septiembre de 1936-abril de 1937) es un
pormenorizado estudio del proceso de recomposición institucional que siguió a
la disolución del Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña, y a la
creación en Barcelona, a finales de septiembre de 1936, de un gobierno
presidido por Josep Tarradellas. En el libro se
detallan minuciosamente los obstáculos políticos que hubieron en este proceso,
así como la resistencia de una parte significativa de la militancia obrera al
restablecimiento de la legalidad republicana, en contraposición a las
realizaciones revolucionarias, y la pugna que se desarrolló por el control del
orden público en Cataluña.
El estudio de la lucha política en la
retaguardia catalana, que en muchos aspectos puede extrapolarse a otras partes
de la zona republicana, resulta imprescindible para comprender las claves del
enfrentamiento que tendría lugar posteriormente en mayo de 1937. Este libro
ayuda a situar los principales elementos, que van más allá de lo que, en
ocasiones, se ha presentado como una simple lucha partidista.
El autor, Josep Antoni Pozo.
Josep Antoni Pozo González es doctor en Historia por la
Universidad Autónoma de Barcelona. Ha publicado diferentes trabajos y estudios
sobre el período 1936-1939, entre ellos Poder legal y poder real en la Cataluña
revolucionaria de 1936. El Gobierno de la Generalidad ante el Comité Central de
Milicias Antifascistas y los diversos poderes revolucionarios locales, que
apareció en esta misma colección en el año 2012.
Algunos enlaces que son importantes y que nos pueden ir muy bien para
documentarnos ante este dignísimo libro:
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5080
http://es.wikipedia.org/wiki/Patrullas_de_Control
Cazarabet conversa con Josep Antoni Pozo:
-¿Cómo fueron los
primeros días de guerra en Barcelona?
Durante
los días inmediatamente posteriores al 19 de julio, Barcelona vivió una
situación excepcional, mezcla de esperanza, incertidumbre y euforia. Los
acontecimientos proporcionaron argumentos que alimentaban
continuamente cada una de estas sensaciones. La militancia obrera que se echó a
la calle y que venció al Ejército estaba exultante, y no era para
menos. La idea de que todo era posible, se adueñó de ella y contagió a muchísima gente. En medio de
la sensación generalizada de que el Estado había desaparecido, la imagen de
grupos de milicianos armados controlando los accesos y puntos neurálgicos de la
ciudad, o la de los cuarteles militares ocupados por militantes obreros,
incluida la Capitanía General, contribuyó enormemente a ello. Naturalmente,
esta sensación coexistió con la inquietud con la que determinados sectores –y
no me refiero solo a aquellos sectores que apoyaron directamente el golpe-
vivieron el estallido de la revolución social que se produjo como respuesta a
la acción de los golpistas. También, con la incertidumbre que generaba el hecho
de que en algunas ciudades el golpe había triunfado, y por lo tanto, la
situación estaba todavía por definir.
Obviamente, a medida que pasaron los días sin que, por ejemplo, el
objetivo de liberar Zaragoza se hubiera cumplido, la guerra apareció como una
realidad tangible. Es decir, como algo que podía durar más tiempo de lo que la
euforia desatada de los primeros momentos había hecho creer.
-Institucionalmente, hablando….¿cómo se
fueron desarrollando los acontecimientos?
De manera muy
contradictoria. El gobierno de la Generalidad salió indemne de la sublevación
militar en Barcelona, pero no obstante quedó seriamente tocado. De hecho, tal y
como se ha descrito en infinidad de testimonios, las autoridades legales se
vieron superadas por los acontecimientos y sin poder ejercer las funciones que
tenían reservadas, especialmente, las que tenían que ver con el control del orden
público. De esta manera, asistieron, sin poder impedirlo, a la transformación
de una reacción defensiva –la respuesta popular al golpe militar- en un potente
movimiento ofensivo que derivó rápidamente en una revolución social. Tras el
fracaso de la sublevación militar, las organizaciones obreras adquirieron un
protagonismo indiscutible, e impusieron su presencia en la calle y en la vida
política de la ciudad. A partir de ese momento, quedó claro para muchos
dirigentes que ninguna tarea política podría emprenderse con garantías de éxito
sin contar con ellas, particularmente con la CNT. Partiendo de esta realidad, Companys recabó –y consiguió- el apoyo de las
organizaciones obreras para crear una especie de comité de enlace. Tal y como
él lo concebía, este comité debía convertirse en un organismo auxiliar del
gobierno de la Generalidad, en unos momentos delicadísimos en los que
necesitaba imperiosamente el concurso de todos los que se oponían al golpe.
Conocía la discusión en el interior de la CNT, y además, en las conversaciones
mantenidas con todos los dirigentes de las organizaciones, había constatado que
nadie cuestionaba su continuidad como Presidente de la Generalidad. Esto fue lo
que le animó a proponer una forma de colaboración con las organizaciones que no
estaban en el gobierno, pero que dominaban de hecho la situación. Sin embargo,
como es sabido, el desarrollo de los acontecimientos fue en otra dirección y el
Comité Central de Milicias no fue exactamente un organismo auxiliar del
gobierno, por más que muchos lo intentaron. La tesis de García Oliver y su
grupo –mantener el gobierno de la Generalidad, pero paralelamente, convertir el
Comité Central de Milicias en un poder revolucionario autónomo que garantizara
las conquistas revolucionarias- se acabó imponiendo no sin contradicciones. La
principal de ellas venía determinada por la paradoja tantas veces invocada,
representada por el hecho de que quienes podían gobernar no querían hacerlo, y
quienes querían hacerlo no podían. Naturalmente esta dualidad no podía
prolongarse en el tiempo, y se acabó resolviendo como es conocido también, con
la integración de todas las organizaciones obreras en el gobierno de la
Generalidad.
-¿Cómo llegó Josep Tarradellas
a hacerse con el poder….quizás por conocer mucho otras gentes, regiones y
escenarios….?
Al margen de las
cualidades personales de Tarradellas, es muy difícil
entender el papel y protagonismo que adquirió en aquellos momentos, sin tener
en cuenta obviamente las circunstancias que concurrieron. Entre las más
importantes, cabe destacar en particular todas aquellas que derivaron del
hundimiento del poder legal. Hundimiento que produjo un cortocircuito en el
funcionamiento normal de las instituciones, al que se añadió la defección de
muchos consejeros y altos cargos que dejaron literalmente solo a Companys. Todo ello nos remite a otra circunstancia que
conviene remarcar y que tiene que ver con la imposibilidad de seguir haciendo
política a la manera “tradicional”, es decir, como antes del 19 de julio. Fue
en este contexto, en el que la capacidad y la habilidad de Tarradellas
para moverse en el nuevo escenario, ganaron peso y se convirtieron en su mejor
carta de presentación. Por otro lado, desde su distanciamiento con Companys en 1933, había estado retirado de la política, un
hecho que en otras circunstancias tal vez le hubiera supuesto una dificultad,
pero que acabó convirtiéndose en una especie de aval político que le permitió
asumir más fácilmente su nuevo papel. De hecho, quienes podían reprocharle algo
por sus divergencias pasadas, habían abandonado prudentemente la escena
política durante los primeros momentos. Por otro lado, Tarradellas
–igual que Companys- entendieron perfectamente el
papel que les tocaba jugar a ellos y que tenía como premisa fundamental el
reconocimiento del papel hegemónico de las organizaciones obreras.
Naturalmente, tanto el uno como el otro, intentaron darle la vuelta a la
situación siempre que pudieron, pero por esta misma razón, aparecieron ante
determinados sectores, como los únicos con capacidad para hacerlo.
-Companys y Tarradellas; Tarradellas y Companys… ¿cómo su relación y sus interferencias influyeron
con el resto de situaciones….?
Es conocido que a
partir de un momento determinado, las diferencias entre ellos se manifestaron a
consecuencia de la crisis del gobierno de la Generalidad de abril de 1937, que
destapó a su vez las distintas apreciaciones que tenían en relación al
reordenamiento del bloque antifascista como eje de reconstrucción del Estado
republicano. Desde que se constituyera en septiembre de 1936 el primer gobierno
Tarradellas con la participación de todas las
organizaciones obreras, hasta la primera crisis producida en diciembre de ese
mismo año, y después de marzo-abril, tras el enésimo conflicto con los
consejeros cenetistas a propósito de la
reorganización de los servicios de orden público, Companys
llega a la conclusión de que la participación de la organización confederal en
el gobierno de la Generalidad ya no es imprescindible como hasta ese momento.
La política de unidad antifascista exige una disciplina que los dirigentes cenetistas no le garantizan, y por otro lado, a principios
de 1937, Companys parece estar muy seducido por el
cada vez más influyente PSUC, un partido que se opone decididamente al avance
de la revolución social porque en su opinión causaría un grave perjuicio a la
lucha contra el fascismo. Piensa que la CNT ha perdido predicamento entre las
masas obreras en favor del PSUC y que ha llegado el momento de imponer una
disciplina antifascista cueste lo que cueste. Por su parte, Tarradellas
consideraba que esta política era un suicidio y que no había que dejar de lado
a la organización confederal como pretendía Companys,
tal vez espoleado por el cónsul soviético en Barcelona.
Este fue el punto de
partida de las discrepancias entre uno y otro, que se agriaron con las
maniobras que, según Tarradellas, se emplearon contra
él para hacerlo fracasar en las negociaciones que tuvieron lugar para resolver
la crisis de abril de 1937.
-¿Por qué esa pugna por el poder en
Cataluña, fue más encarnizada que en otros lugares?
No
creo que fuera más encarnizada que en otros sitios. Desde luego, sí más visible
y “espectacular” porque en Cataluña la revolución social estuvo mucho más cerca
de triunfar plenamente y eso determinó muchas conductas. Si nos referimos a la
pugna que acabó en los Hechos de mayo,
el choque fue evidente. Pero a la luz de los acontecimientos ocurridos en
Barcelona y en otras poblaciones, creo que no es descabellado afirmar que respondieron
de alguna forma a los intentos del antifascismo oficial de cercenar cualquier
posibilidad de cristalización de una oposición revolucionaria, al mismo tiempo
que marcaron los límites de ésta.
-Así
con la lectura de este libro se entiende que los “hechos del 37” son otro episodio más, puede que el más conocido y el
más violento…..pero la cosa ya venía alimentándose….Coméntanos.
Efectivamente, los Hechos de Mayo son la expresión de la
crisis del antifascismo, perfectamente visible por otro lado en la lucha
política que sacudió toda la retaguardia catalana desde finales de 1936, y que
tuvo continuidad durante todo el primer trimestre de 1937. Representa –los
Hechos de Mayo- la constatación de que el restablecimiento de un orden
antifascista opuesto a la revolución social, no podía hacerse por métodos
pacíficos. Llegados a este punto, me parece necesario puntualizar que, aunque a
menudo se presenten los acontecimientos del mes de mayo como una pugna entre
partidos que luchaban por conseguir la hegemonía, creo que esta apreciación es
insuficiente para comprender el alcance y significado de lo que sucedió. Si
todo se reduce a esto, ¿cómo entender entonces que García Oliver y Federica Montseny corrieran hacia Barcelona para, igual que hicieron
otros dirigentes de otras organizaciones, pedir a sus compañeros que
desmontaran las barricadas y abandonaran la lucha? A mi modo de ver, la
ocupación de la Telefónica por la policía, y sobre todo, la declaración del
Gobierno de la Generalidad avalando esta acción, fue interpretada no como una
simple provocación o demostración de fuerza para recuperar un espacio vital
para cualquier gobierno, sino como el inicio de una operación destinada a
acabar con las conquistas revolucionarias e imponer definitivamente una disciplina
antifascista. De ahí la respuesta que tuvo en forma de levantamiento de
barricadas por toda la ciudad, pero también en forma de huelga en las fábricas.
Los continuos enfrentamientos durante los meses precedentes entre miembros de
los cuerpos policiales “oficiales” y elementos de las Patrullas de Control, o
las continuas denuncias que tenían como referencia la composición de los
ayuntamientos pero que en realidad escondían la lucha por la propiedad de la
tierra, anunciaban ya algo más que una simple lucha entre siglas. Los
acontecimientos ocurridos días antes de mayo en Bellver
de Cerdanya convencieron a muchos militantes que el
curso “contrarrevolucionario” iba en serio y amenazaba directamente con la
eliminación física a todo aquel que se pusiera por medio.
-¿Cómo fue la convivencia en la retaguardia
catalana después de este aciago mayo del 37?
Es difícil responder
a esta pregunta. Desde el punto de vista de las relaciones entre las
organizaciones, aparentemente no tuvieron una incidencia especial entre sus
dirigentes. A ello contribuyó enormemente el hecho de que, en ausencia de un
debate político –la disciplina antifascista ahogaba esta posibilidad-, más que
nunca la guerra y sus consecuencias acapararon todas las preocupaciones de la
gente. En paralelo, es posible encontrar elementos que denotan una cierta
desmoralización en sectores de la clase obrera que difícilmente pueden
disociarse de lo que sucedió en mayo del 37. También es cierto que la CNT y en
general el movimiento libertario, sufrieron una profunda transformación operada
al compás del proceso de recomposición del Estado, que llevaría –como señaló Peirats- a desfigurar las organizaciones y a hacerlas
irreconocibles. De hecho, a partir del verano de 1937, y hasta el final de la
guerra, el único vestigio que queda de los Hechos
de Mayo son los centenares de presos, la mayoría cenetistas,
a los que la dirección de la organización confederal intentó silenciar de mil
maneras. En estos sectores y, por descontado, en los que el POUM conservaba a
pesar de todo alguna influencia, hubo una crítica violentísima que contrastó
con la “unanimidad” antifascista. Hubo intentos de transformar la crítica en
una alternativa organizada –algo que ya se había vislumbrado en los meses
anteriores a mayo del 37- pero las duras condiciones a las que fueron sometidos
todos aquellos que disentían, y el final mismo de la guerra, dieron al traste
con esta posibilidad.
-Al fin y al cabo, podríamos reflexionar que
todo se resume, por decirlo de alguna manera, en una lucha por el poder o más
bien en la lucha del poder,
digamos, “el de siempre” contra otra manera de hacer las cosas, la revolución
que abrazaban más los poumistas y los libertarios…
Sí,
pero hay que añadir inmediatamente que la revolución –y la contrarrevolución-
normalmente se ha asociado a determinadas siglas, y creo que esta forma de
enfocar las cosas puede llevarnos a no apreciar correctamente algunos fenómenos
y, en determinadas ocasiones, a cometer directamente errores de bulto.
Naturalmente, no voy a desmentir o poner en duda que detrás de cada posición
hay normalmente unas siglas. Sin embargo, hay que precisar: bajo la bandera de
las mismas siglas, ¿defendían lo mismo García Oliver –por poner un ejemplo- que
cualquiera de los muchos sindicatos cenetistas que
criticaron abiertamente el rumbo liquidador de sus dirigentes, que a su juicio
no hacían nada para combatir la contrarrevolución que les amenazaba a todos? Es
evidente que no, luego ya tenemos un primer matiz importante. Por otro lado,
creo qua hay que abordar la revolución como un fenómeno transversal. Es un
error creer, como habitualmente se hace, que todos los revolucionarios estaban
en la CNT y en el POUM, y que en el resto de organizaciones solo había
contrarrevolucionarios. Algo que, desde luego, no tiene nada que ver con la
realidad.
-Josep Antoni, ¿cómo ha sido el proceso de
documentación de este libro?
Bueno,
he utilizado a fondo la documentación de la Consejería de Seguridad Interior de la Generalidad y de organismos que
dependían de ella, que ofrecen multitud de datos de lo que representó a escala
local el proceso de recomposición del Estado y la lucha política que
desencadenó. Esta documentación la he complementado con actas de todo tipo de
organismos, particularmente, las que corresponden a las reuniones del mismo
Gobierno de la Generalidad o del Secretariado de las Patrullas de Control, y
naturalmente, con la documentación municipal de aproximadamente unos doscientos
archivos locales de Cataluña.
-¿Y la metodología de
trabajo?
Me interesaba
analizar todos los aspectos que tuvieron un papel relevante en el proceso de
recomposición del Estado. Si en el libro Poder
legal y poder real, se analizaba el proceso de hundimiento del Estado, así
como el surgimiento de un poder revolucionario disperso y atomizado, en Del orden revolucionario al orden
antifascista, se analiza el proceso a la inversa. Hemos abordado esta
cuestión a partir del estudio del impacto que tuvieron las primeras medidas
adoptadas por el gobierno de unidad antifascista –los decretos de disolución de
los comités revolucionarios, los que reorganizaron los nuevos ayuntamientos en
substitución de aquellos, etc.- y las que se adoptarían más adelante, todas
ellas con el claro objetivo de restablecer la legalidad republicana en
detrimento de la legitimidad revolucionaria que impregnó todas las actuaciones
en los primeros meses. Y prestando especial atención al tránsito que se produjo
entre un orden público “revolucionario” y un orden público “antifascista” –que
da título al libro- y que va más allá de la simple substitución de las
Patrullas de Control por un nuevo cuerpo policial.
-¿En qué andas
trabajando ahora….?
En viejos proyectos
inacabados y en otros más recientes que me han absorbido bastante tiempo. Entre
los primeros, estoy particularmente interesado en el fenómeno de las milicias,
y en la dialéctica que se estableció, a partir de su existencia, entre las
necesidades de la guerra, y la compatibilidad o no de éstas con la revolución. Y entre los nuevos, y esto
es realmente “nuevo” para mi, he trabajado últimamente en diversos aspectos
relacionados con los primeros años de la postguerra. Lo que se conoce como primer franquismo. Bueno, en realidad,
para quienes hemos investigado el período de la revolución y la guerra civil de
1936-1939, no nos es totalmente extraño: sabemos que, a pesar de la insistente
propaganda oficial acerca de la “Paz de Franco”, el cese de las operaciones
militares en abril de 1939, no supuso el fin de la guerra. En realidad, ésta
prosiguió por otros medios, de manera implacable y por unos cuantos años más,
contra las organizaciones obreras y republicanas.
19390
Del orden
revolucionario al orden antifascista. La lucha política en la retaguardia catalana
(Septiembre de 1936-Abril de 1937). Josep Antoni Pozo González
352 páginas 15 x 21 cms.
20,00 euros
Renacimiento
Del orden revolucionario al
orden antifascista. La lucha política en la retaguardia catalana (septiembre de
1936-abril de 1937) es un pormenorizado estudio del proceso de recomposición
institucional que siguió a la disolución del Comité Central de Milicias
Antifascistas de Cataluña, y a la creación en Barcelona, a finales de
septiembre de 1936, de un gobierno presidido por Josep Tarradellas.
En el libro se detallan minuciosamente los obstáculos políticos que hubieron en
este proceso, así como la resistencia de una parte significativa de la
militancia obrera al restablecimiento de la legalidad republicana, en
contraposición a las realizaciones revolucionarias, y la pugna que se
desarrolló por el control del orden público en Cataluña.
El estudio de la lucha política en la retaguardia catalana, que en muchos
aspectos puede extrapolarse a otras partes de la zona republicana, resulta imprescindible
para comprender las claves del enfrentamiento que tendría lugar posteriormente
en mayo de 1937. Este libro ayuda a situar los principales elementos, que van
más allá de lo que, en ocasiones, se ha presentado como una simple lucha
partidista.
Josep Antoni Pozo González es doctor en Historia por la Universidad
Autónoma de Barcelona. Ha publicado diferentes trabajos y estudios sobre el
período 1936-1939, entre ellos Poder legal y poder real en la Cataluña
revolucionaria de 1936. El Gobierno de la Generalidad ante el Comité Central de
Milicias Antifascistas y los diversos poderes revolucionarios locales, que
apareció en esta misma colección en el año 2012.
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