Las torres fortificadas en el País de Cazarabet
El Maestrazgo es una tierra intrincada,
braseada en el calor del verano y agrietada entre las heladas, escarchas y
“boiras” del invierno al que el silencio le guarda las espaldas. Tierras
que en los corazones latientes tienden a
arroparse y a juntarse como para darse calor. Así son típicas, aunque por otras
muchas otras connotaciones (las defensivas), las poblaciones amuralladas como Cantavieja, Mirambel
u otro aspecto que llama mucho la atención como el de las torres o masías
fortificadas, estas últimas dan buena respuesta a esa tendencia humana a
dispersarse por un territorio caracterizado por la dureza, tanto a nivel
climatológica como a nivel geoestratégica, con ese hábitat disperso, de la
población. Las torres fortificadas estaban por algo, entre otras cosas, para
protegerse de injerencias externas. También pueden asimilarse a las “torres de
vigía” y de vigilancia que se dispersan, por ejemplo, por el litoral levantino.
Las torres son estilizadas y
esbeltas estructuras de piedra de
sillería o mampostería que, además son consideradas como “de enorme interés por
su belleza”; con unas características arquitectónicas muy propias y lo más
destacado es la localización estratégica de cada una de ellas; lo que constituye una especie de hecho diferencial
en esta emblemática, formando parte indispensable del paisaje del Maestrazgo.
Estas masías fortificadas son,
permitidme la comparación, como los
cruzados, estructuras a caballo entre la idiosincrasia de lo humano y lo
defensivo. Las torres fortificadas son cruzados en un terreno duro que da
cobijo a la defensa. Estas fortificaciones, de piedra fuerte e inquebrantable,
tienen una edad de unos 600 años, remontándose a tiempos en que esto se concebía
como algo indispensable para sobrevivir en estos lares intrincados y, a menudo,
carentes de sosiego. Surgieron para consolidar la reconquista frente a los
musulmanes, realizando, con posterioridad, las citadas tareas de vigilar los
caminos. Fueron, también cuando ya no se precisaba de esas vigilancias el lugar
de encuentro del modo de vida que tiene que ver con “lo masovero”, allí se
vivía de la tierra y del pastoreo con los animales. Aquello consagró un modo de
vida tan particular como rico, pero, a la vez, frágil y quebradizo y que el
paso del tiempo ha ido echando a un lado.
Son y constituyen, estas
torres fortificadas, por esa belleza tan
fuerte y casi descarada la punta de lanza del mundo y de la idiosincrasia de
los masoveros y masoveras y de su modo de vida. Algunas de ellas casi se han
encontrado tan escondidas como inaccesibles, aunque la mayoría se conservan de
pie, manteniendo sus rasgos más originales.
En el Maestrazgo turolense habrá unas 30 de las que la mitad
se encuentran en claro peligro de ruina.
Entre otras muchas causas lo
que también decretó el fin de las torres fortificadas como las que podemos
observar y visitar en estas tierras vieron su fin porque, simplemente, ya no
eran necesarias; además con los nuevos armamentos y la artillería moderna a
modo de proyectiles de hierro fundido éstas eran presas del fuego enemigo, así
que se dejaron atrás… dándose paso a otras construcciones.
Una de las torres de este
territorio que tenemos más cerca y que más nos llama la atención es la Torre
Piquer en el término de Berge, actualmente comarca
del Bajo Aragón. Se trata de uno de los torreones más interesantes y atractivos
de esta tierra.
Se encuentra ubicada a unos 4
km al este de la población y se llega muy bien por una pista. Claramente se
trata de una torre de defensa medieval ubicada en una zona desde la que se
domina todo un barranco, la zona del mismo se conoce como Valdecastillo.
Es una construcción muy
clásica en todo, pero que presenta unas peculiaridades lo que la convierten en
un modelo casi único. El edificio que está a su lado es una construcción
agrícola mucho más contemporánea; en principio no se han observado ningún resto
de la época de la Torre cerca de la misma por lo que se ve viaja sola y aislada
por el tiempo, carente de cualquier construcción anexa paralela a su tiempo. La
Torre es claramente de carácter militar en su idiosincrasia, construida
seguramente para proteger el camino que comunicaba las localidades de Alcorisa
y Berge o de Castellote con Seno.
Casi todas las masías
fortificadas y torres fortificadas se encuentran muy cerca de los llamados
caminos vecinales antiguos; por ejemplo si tomamos el pulso a la zona del
Maestrazgo en País de Cazarabet nos encontramos , visitando algunas torres o
masías fortificadas, los siguientes caminos: el de Tronchón-Villarluengo; el de
Villarluengo-Palomita-Cañada de Benatanduz; el de
Villarluengo-Pitarque; el que va de Cantavieja a La Cuba; el camino de Mirambel a La Cuba; el que comunica Villafranca del Cid con
Morella; el de Cantavieja a La Iglesuela del Cid; el
que comunica esta población, nos referimos a La Iglesuela
del Cid con La Cuba; el camino que comunica Aliaga con Villarroya de los
Pinares o el que comunica Fortanete con Pitarque.
Son caminos, muchas veces, empedrados con su desagüe de agua,
construidos con cantos rodados o con losas de piedra que , si hay desnivel, se
encaminan a formar como escalones, más o menos anchos, delimitados por muros o
paredes, construidos de piedra en seco en los márgenes del camino, en el norte
de Castellón estos auténticos pasadizos se conocen como “assegadors”
y son toda una obra de arquitectura urbanística y de comunicación entre los
diferentes municipios, aldeas por las que transitaban personas, mercancías,
animales de carga
En las vecinas tierras más
allá de la frontera administrativa con la provincia de Castellón, como acabamos
de ver con los caminos, también hay Masías y Torres de tipo fortificado,
especialmente llamativas son las de Torre Alfonso en Villafranca del Cid; la
Torre Grossa en Morella o la Torre de Pere Joan en Benassal.
La torre o torreón es de
planta cuadrada de cinco metros en sus lados exteriores y de considerable
altura, seguramente superior a los diez metros. Se supone que esta
fortificación debió de tener al menos cuatro plantas y probablemente en su
parte superior había una planta o , mejor dicho,
terraza almenara que es donde se
ubicaban para vigilar. Es una torre peculiar porque había poco espacio “para
habitar” y dado que no tenía edificios anexos es por lo que se diferencia de
otras Torres con masías fortificadas. El acceso de esta torre lo tenía por el exterior, mediante una
escalera en eso se parece mucho a la idiosincrasia de las Torres de Vigía que
jalonan el Mediterráneo. Se accedía a la primera planta y de allí al resto de
plantas y a la terraza. Esa conclusión viene dada porque es a esta altura donde
hay una única puerta fuerte, sólida, pero pequeña. La puerta está construida
con sillares bien encuadrados y rematado con un arco de doble punto con
dovelas. Desde la web de Historias del Bajo Aragón, recogemos, además esta
definición del resto de fortificación: “en la segunda
planta, se conserva un vano también de sillería con dos matacanes en el
exterior para apoyo de una plataforma desde la cual se podía asegurar la
defensa de la puerta arrojando desde arriba piedras o materiales ardientes
sobre los atacantes que intentasen acceder al edificio. A la planta baja solo
se podía acceder desde el interior del torreón, posiblemente a través de una
trampilla abierta en el suelo del primer piso. En las paredes de las restantes
plantas se abren algunas pequeñas aspilleras y solo existe una pequeña ventana
en el primer piso, frente a la puerta de acceso”.
En
la actualidad se encuentra en un estado precario y preciso, muy urgentemente, de una actuación para consolidar las paredes.
La última noticia que hemos
recibido al respecto habla de que el Gobierno de Aragón pretende actuar sobre
esta fortificación, adjuntamos la noticia. http://www.20minutos.es/noticia/3088405/0/gobierno-aragon-intervendra-torre-piquer-que-se-incorpora-al-parque-cultural-maestrazgo/
Recordemos que esta
fortificación fue declarada Bien de Interés Cultural en 2006.
Catálogo o mención de torres
fortificadas en el Maestrazgo.
Vamos a ir pueblo a pueblo: en
Bordón, Torre Figuera; en Cantavieja : Torre Castellote, Torre Perucho, Torre Julve , conocida
también como Torre Montañosa, Torre Comañes, Torre
Bono, Torre Marín, Torre Huerta, Torre Aliaga, Torre Altaba,
Mas de Oliver; en Castellote, La Torre de la Fuente del Salz,
que también se conoce como la Capellanía; en Fortanete,
Torre Mercadales; en Iglesuela
del Cid, Torre Nicosi;
en Mirambel: Torre de Abajo, Puente Vallés, Torre
Morera y Torre Santa Ana; en Tronchón; Torre San Lorenzo que, en realidad, se
conoce más como Casa Ayora; en Villarluengo: Torre Gorgue, Torre Soriano, Torre
Monte Santo, Torre Sancho, Torre Domingo Rayo o Casa Xisca
y Casa Pérez; y en Villarroya de los Pinares: la Torre Piquer.
De todas estas torres la que
se encuentra a más altitud es la Torre Piquer de Villarroya de los Pinares -a
1545 metros sobre el nivel del mar-, mientras que la que se encuentra a menos
altitud es la de Puente Vallés –a 851 metros sobre el nivel del mar- en el
término de Mirambel.
Después y punto y aparte
merece la mención de masías con la denominación de “torre”.
En Allepuz
se encuentra Torre de Don Pedro; en Bordon, Torre
Asensio; en Cantavieja se encuentran: Torre Trullén,
Torre María, Torre Altajar o “Del Tejar”, Torre del
Pilar, Torreta Sernas(Ermita de San Blas), Torre Villores,
La Torreta; en Castellote, Torre Miranda; en Cuevas de Cañart, Torre de las
Monjas; en Iglesuela del Cid, Torre Puebla de Ballestar o San Miguel (desde Vilafranca
del Maestrat o del Cid); en Mirambel,
Torre de Arriba, Torre Arribas, La Torreta; en Berge,
Torre Piquer; en Tronchón, Torre Tonda; en
Villarluengo: Torre Tajar, Torre del Medio, Torre Salillas, Torre Villores, La Torreta; y en Villarroya de los Pinares, Torre
Julve.
Diferencia entre torre
fortificada y masías torreadas.
Hay
unas diferencias entre las Masías Torreadas y las Torres Fortificadas; estas
segundas son masías formadas por una esbelta torre de gran altura, muchas veces
llegan o están alrededor de 15 metros de tipo fortificado y pudiendo tener
almenas en la parte superior, mientras que las masías torreadas son masías
donde uno de los edificios destaca sobre las construcciones del alrededor, lo
hacen gracias a una pequeña torre de mayor altura, la altura de esta torre
nunca suele ser de más de 10 metros, la parte superior de estos edificios
suelen tener unos “mojones”.
En estos tiempos en las propias torres o masías
fortificadas se ubicaban, también, no pocos palomares. Las palomas y palomos
siempre han sido fieles “servidoras” de las necesidades humanas, siendo como el
medio de comunicación de antaño; pero así como existían palomares y palomos y
palomas mensajeras, aparecen también los cetreros y la práctica de la cetrería.
Pero no precisamente y necesariamente por lo de los palomares, aunque es verdad
que estar estuvieron.
La Institució Alfons el Magnànim nos aporta
esta información exquisita para poder saber más sobre ello, sobre la práctica
de la cetrería. Les dejamos aquí el artículo que como es una Edición de la
Institución está escrito en valenciano, dado que, además, le realizamos una
entrevista a la traductora, Roser Melchor, para que nos hablase de cómo ha sido
y ha vivido su trabajo: “Pratica de la citreria”.
Nosotros, de alguna manera, vemos esta práctica
como una especie de arte, no lo es, pero cuando ves la comunión entre el halcón
y su cetrero, sientes algo especial. Por supuesto, bajo mi punto de vista lo
mejor para el halcón es su libertad, pocos animales la saben escenificar tan
bien, pero no hay que cerrar los ojos a la realidad y la cetrería fue una
práctica llevada muy a cabo en lugares como éste. Hagamos un esfuerzo y leamos
esta entrevista que nos concedió la traductora de este libro, histórico como
pocos y esto, no me lo negarán, en sí es algo más que historia y rebasa el
arte.
Cazarabet conversa con... Roser Melchor Fenollosa, autora de “Pratica de citreria. Un tractat de falconeria de Maties Mercader (1475)” (Institució
Alfons el Magnànim)
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/practicacetreria.htm