País de Cazarabet
Destapando la despoblación
desde la escritura
Nos
acercamos al fenómeno, ahora “de moda” (tristemente), de la despoblación desde
algunos libros que han penetrado, y
mucho, en este desgarrador agujero que lapida a una sociedad que, de momento,
parece escabullir todo lo que genera y se degenera de tal problema.
Desde
Pepitas de Calabaza, una editorial afincada en La Rioja, zona sumergida dentro
de la Celtiberia, nos traen dos títulos fundamentales para entender el fenómeno
de la despoblación, con “Los últimos. Voces de la Laponia española” que,
estamos seguros, marcará un antes y un después en el debate en torno a la
despoblación, el libro viene de la mano del periodista Paco Cerdà y con
Emilio Gancedo que, con “Palabras Mayores”, nos
explica la idiosincrasia del mundo rural con una calidad narrativa sin igual.
Con estos dos autores, además tuvimos el placer de poder conversar, ellos
tuvieron una generosidad que no tiene precio; pero mientras estamos con este
libro ha llegado otro libro que, de alguna manera, aunque diferente, trata la
misma temática: Quién te cerrará los ojos de Virginia Mendoza, editado por Los Libros
del KO.
Mencionamos,
luego, sin conversar, a otro libro que ha centrado parte del debate de la
despoblación con sus factores, reflexiones y derivas, desde la pluma de Sergio
del Molino, llegaba La España Vacía de Turner Ediciones.
Lo haremos
en diferentes partes, correspondientes a los dos libros con sendas entrevistas.
Cazarabet conversa con...
Paco Cerdá, autor de “Los últimos. Voces de la Laponia española” (Pepitas de
Calabaza)
Viaje a la Laponia Española es un
retrato, un relato de un paseo por la geografía de una zona que, aunque
atractiva en el contenido y en el continente, pierde , como un gota agota, población…se desangra por esa
herida punzante y que deja un sabor agrio en la boca.
Paco Cerdà, periodista del Levante EMV escribe y describe un paseo, una
senda por lo que él llama la Laponia española, lo ha editado, acaba de salir
con la Editorial Pepitas de Calabaza, editorial afincada en La Rioja…
Lo que dice Julio Llamazares, el
escritor de los lugares sin voz, también de los sin voz y de los silencios más
socorridos desde lugares indómitos, escondidos, agazapados y de viajes a sitios
donde las gentes, a veces, se confunden con sombras redimensionadas…quizás
maltratadas por el tiempo y los tiempos :”Hay libros que a uno le gustaría haber escrito y este es uno de
ellos. Los últimos es un viaje al corazón de las tinieblas, solo que a las
tinieblas del corazón de España».
La despoblación es un drama en un
triángulo peninsular que acecha como un fantasma….lo hace sigilosamente,
estrangulando el día y avanzando en la noche más frío y en las calimas de los
estíos, quizás un poco más poblados o visitados
Lo que nos ofrece la Editorial
pepitas de Calabaza a leer:
«Vine a Motos porque me dijeron que
acá vivía un solo habitante, un tal Matías López. Vine a buscar la zona cero de
la despoblación, el punto justo donde el tumor de la soledad se transmuta en
metástasis extrema de la desolación. Vine un domingo a mediodía buscando a un
pastor soltero llamado Matías. Pero no hallé más que silencio y soledad. No
encontré otra cosa que un no-lugar en un no-tiempo, una encrucijada geográfica
y mental alejada de toda coordenada conocida». Así comienza este viaje de 2.500
kilómetros por la España despoblada, la llamada Laponia del sur o Serranía
Celtibérica: un territorio montañoso y frío con 1.355 pueblos que se extiende
por las provincias de Guadalajara, Teruel, La Rioja, Burgos, Valencia, Cuenca,
Zaragoza, Soria, Segovia y Castelló. En su interior viven menos de ocho
habitantes por kilómetro cuadrado. No hay un lugar tan extremo y vacío en toda
Europa. Este periplo invernal por una Nada demográfica da voz a los últimos
pobladores de un mundo en extinción. Paco Cerdà ha escrito la crónica de los otros, los que se quedaron
descolgados de un país urbanizado a gran velocidad que ha olvidado su origen
rural.
[...] El silencio nos recibe. La
desolación nos rodea. La belleza de la despoblación se despliega con toda su
fuerza. Parece una contradicción, una paradoja. Pero es una innegable sensación
de placer estético y sentimental que, a un tiempo, inocula el sentido de culpa
en quien la experimenta. Nadie debería gozar de la catástrofe etnológica, de la
muerte de un pueblo y de su reducción a evocadoras ruinas. No debería uno
permitirse el lujo inhumano de sentir regocijo visual de un silencio que es
enmudecimiento forzoso, de una paz que es el resultado de una guerra perdida,
de una melancolía ajena que no fue más que bilis negra sin ápice de encanto ni
atractivo sensorial en quien la padeció en sus entrañas. Nunca la fascinación
romántica por el tempus fugit de un pueblo, jamás la decadencia con
rastro de muerte civilizatoria debería —por muchas teorías sobre lo bello y lo
sublime— conmover nuestro espíritu con fruición y deleite. Uno no debería. Y
sin embargo resulta imposible detraerse a la contemplación de esta cruda
belleza. [...]
Si te haces con este libro, también
puedes hacerte y creemos te gustará con: http://www.pepitas.net/libro/palabras-mayores
Nosotros tuvimos una conversación con
el autor, Emilio Gancedo:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/palabrasmayores.htm
La despoblación en España:
http://www.eldiario.es/politica/Castilla-Aragon-Castilla-La-Mancha-Valencia_0_522848591.html
htthttp://www.ceddar.org/p://despoblacion.blogia.com/
El autor Paco Cerdà:
Alma de periodista y puntos
suspensivos: http://www.levante-emv.com/autores/paco-cerda.html
Cazarabet conversa con Paco Cerdà:
-Amigo, ¿qué te inspira a escribir esta historia?.
¿Es más un reportaje o más una crónica de un largo y solitario viaje?
-Pisar la aldea valenciana de Arroyo Cerezo y descubrir una vida de extrema
solitud y mecida por el abandono sembró en mí el deseo de recorrer toda la
Laponia española para hablar con sus habitantes y poder trasladar el rostro
humano de la despoblación más aguda. El resultado, creo, anda a caballo del
reportaje y la crónica, dos géneros periodísticos que se entremezclan en una
relación simbiótica. Ni quería ser un viaje personal, ni una mirada aséptica.
-Paco, por favor, cuéntanos un poco el viaje: desde dónde partes, los
primeros lugares, el itinerario que te marcaste…
-Salí de Valencia, donde vivo, y las primeras zonas que visité fueron las
aldeas del Rincón de Ademuz, los pueblos de la Serranía
valenciana y la "zona cero" de la despoblación: los bellos Montes
Universales, con menos de un habitante por kilómetro cuadrado. El viaje fue
todo seguido, de un tirón, pasando noches en hostales y en alguna vivienda
particular. Seguí, más o menos, el sentido de las agujas del reloj: Valencia,
Guadalajara, Castelló, Teruel, Zaragoza, Soria, La Rioja, Burgos, Segovia y
Cuenca.
-Aunque la narración es en primera persona y te narras todo el rato en
solitario..no sé, yo te imaginaba haciendo el
viaje con alguien, aunque no me imagino cómo lo hubieses podido
escribir de hacerlo acompañado, aunque hubiese sido por una mascota. Lo
que quiero decir es que si quieres escribir sobre un lugar solitario, que se
desangra, que muere lentamente…mejor lo retratarás en solitario, sintiendo
cuando llegas y esperas, a veces desesperando, esa soledad, ¿no?
-Hay viajes para hacer acompañado, y otros que creo que es imprescindible
descubrir en solitario. Este es uno de ellos: te introduce mejor en el medio
que quieres relatar y describir. Te encharca más el "genius loci".
-Porque lo que haces, en tus narraciones, son retratos de situaciones: paso
a paso, punto a punto, lugar a lugar….
-Sí: nunca quise tener una visión holística, porque es imposible con los 1.355
municipios que conforman la Serranía Celtibérica o Laponia del sur. Mi objetivo
era seleccionar bien casos extremos de despoblación, de resistencia, de olvido,
de lucha o de firme oposición al capitalismo salvaje que está devorando las
posibilidades de este territorio bello en lo paisajístico y que es reserva de
muchos valores que se van perdiendo en nuestra sociedad: silencio, sencillez,
amor a la naturaleza, humanidad. Pocos lugares y trabajados a fondo, creo que
era mejor que muchos y a grandes rasgos.
-Y en cada escenario están las personas…escasas, pero los
principales protagonistas…personas con sus mascotas, rebaños…
-Las personas son las protagonistas de esta historia, porque es lo que más me
preocupa a mí: las desigualdades que sufren, el horizonte que se les plantea.
"Voces de la Laponia española", se subtitula. Porque recoger sus
voces era el objetivo prioritario de este trabajo periodístico. Y desde el
título se alude a ellos: "Los últimos". Es un grito de denuncia y
alerta por el proceso de extinción demográfica que está azotando a esta España
interior extremadamente despoblada (7 habitantes por km2), en la que no hay
apenas niños y por tanto están huérfanos de relevo generacional, y también
porque son los últimos en los que piensan las Administraciones, las empresas y
la sociedad, yo el primero, en general. Son los olvidados.
-Crees que si queda algo, o aunque no quede, de celtas en las almas y en los
polvos de estas tierras se resistirá al destierro forzado, al desarraigo, a la
despoblación…
-Son pocos, mayores y con demasiadas heridas en el cuerpo estos celtíberos del
siglo XXI. Sus antepasados desafiaron al Imperio romano en una lucha legendaria
que ha pasado a la Historia. Hoy, en cambio apenas podrían conformar un
Ejército de personas menores de 30 años para plantar batalla. Pero hay una cosa
importante: conservan, en su interior, una capacidad de resistencia, una
dignidad en no seguir los dictados de las corrientes mayoritarias que para sí
querrían tantos jóvenes de hoy que se ven casi forzados a marchar de su tierra
para ganarse la vida. "Mientras estemos, aquí estaremos", me dijo
Antonio en Bubierca (Zaragoza). Es la más bella
síntesis que jamás he oído de amor sincero a una tierra. Tenemos mucho que
aprender de todo ello.
-Me sorprendió un testimonio por encima de cualquier otro en eso del
problema de la despoblación y de la posible “solución”, uno de esos habitantes
fuertes, aún con edades que deberían doler en artrosis solo en pensarlo, que
decía que la gente volverá…Bueno, es una opinión como otra cualquiera, pero lo
dice sentenciando cada una de las palabras y sílabas que casi te entra, nos
entra cierto ánimo….
-Nadie sabe qué ocurrirá. Las tendencias demográficas parecen claras. Hace
ochenta años eran un millón de personas en este territorio. Ahora son 480.000
habitantes. No se ve relevo ni por descendencia ni por emigración: si no hay
trabajo, ¿quién va a ir? Pero no pensemos solos en el futuro: que los que
quedan tengan los servicios que, como democracia que atiende a sus minorías,
merecen.
-Si es un problema y lo es, hasta reconocido en Europa, ¿por qué me da
que no se ponen medidas y digo medidas, no parches…?
-Hay una persona que aparece en el libro que esboza una teoría: aquí no hay
votos, no hay consumidores, generan gasto. Y esto no es una sociedad, es un
mercado. Cuanto más juntos estemos productores y vendedores, mejor funcionará
el mercado y más fácilmente se podrá especular con los bienes naturales de esta
tierra. No soy experto en demografía ni en políticas públicas: no tengo recetas
y sé que es muy complejo y que puede caerse en el reduccionismo demagógico a la
hora de plantear soluciones. Solo soy periodista: pregunto, escucho, miro,
cuento. Nada más. Dejo todo lo demás para los expertos.
-Un viaje de 2.500Km por la zona de España más despoblada que abarca: zonas
escondidas de la provincia de Valencia, Castellón, Cuenca, Guadalajara, Soria,
Teruel…muchos kilómetros de conducir en solitario, muchos ratos a la espera de
un único habitante en una aldea, pedanía o pequeño pueblo, casi perdido… ¿se
contagia cierta claustrofobia, cierta sensación como de abotargamiento, cierta
ansiedad…no sé como de querer aliviar y aliviarse?
-Quien no está acostumbrado a tanta despoblación, como es mi caso, nota un
cambio muy intenso. A veces es una maravilla, como un regalo: el silencio, la
naturaleza tocándolo todo, el tiempo con una velocidad distinta. Pero cuando
pasan muchos días así, quizá por no estar acostumbrado, sí echas en falta algún ruido, algún niño, más movimiento.
-El tiempo, el transcurrir de las horas, minutos, segundos…deben ser más
largos, ¿no?
-Son larguísimos. Y con una medida más humana que la rapidez frenética de las
grandes urbes.
-¿Hay algún testimonio que te ha, no sé, como impresionado más….no
sé, particularmente, a mí lo del niño del pueblo que juega solo, sueña solo,
inventa amigos, seguramente que en solitario, sube al autobús, todas la
mañanas, solo, construye muñecos de nieve en solitario?
-Las personas que viven solas, como últimos habitantes de sus aldeas o
pedanías, me impactaron mucho. Pero la conversación sobre el silencio con
Moisés, el prior de Santo Domingo de Silos, no la cambio por nada. Fue muy
especial. Como la visita a Les Alberedes, ya despoblada desde hace un cuarto de siglo, junto con una antigua
habitante. Ver su mirada ante las ruinas era la viva estampa del patrimonio
etnológico y la memoria que estamos dejando escapar.
-Y si nos vamos al escenario: ¿qué lugares te han hecho sentir como
parte integrante de él mismo, seguro que algunas más que otros?
-Pasé una tarde-noche en Morella, puerta de entrada a la Laponia española por
el Este. Aunque no figure en el libro, Morella siempre me hace sentir en casa.
-Estoy con esta entrevista cuando esta zona, esta Serranía Celtibérica, está
más solitaria que nunca porque estamos en el ojo de la tormenta que es el
invierno, cuando todavía vivimos la resaca de la tormenta de nieve y hielo de
este Enero del 2017, cuando muchas masías, pedanías y aldeas están
incomunicadas….en estos días ¿qué has sentido?, porque, seguramente, has estado
pensando mucho en todo ello, ¿no?
-Sí. Ya no puedo mirar el mapa meteorológico como antes. Me acuerdo de todos
los hombres y las mujeres que conocí. Y sé que la nieve y el frío son allí especiales,
con un manto de silencio que lo abarca todo. Veo ese mapa y pienso en Matías,
Faustino, Antonio, Josefina, Moisés, Marcos, Mari Mar, Blas, Cristophe, Lennie, Lucía, Juanito, la escuela cerrada
de Moros, el campo de tierra del equipo de fútbol más pequeño de Cuenca, el
monasterio de Silos. Todo ha cambiado para mí al ver ese mapa meteorológico en
el que parece que entre Madrid, Valencia, Zaragoza y el País Vasco no haya
nada. Y sí que lo hay: un conflicto político soterrado, la despoblación extrema,
y un puñado de resistentes olvidados.
-Amigo Paco, por último, ¿nos puedes explicar si estás trabajando en algo en
la actualidad?
-Sí. Estoy trabajando en lo que más me gusta: el periodismo, en el diario
Levante-EMV de Valencia.
Muchas gracias por vuestra atención y por vuestro activismo cultural.
Cazarabet conversa con...
Emilio Gancedo, autor
de “Palabras mayores. Un viaje por la memoria rural” (Pepitas de Calabaza)
Un
libro inmenso desde Pepitas de Calabaza que se aferra a la tierra y al mundo
rural….
Sus
gentes, a la vez, son protagonistas….
Emilio Gancedo, con este libro, "Palabras mayores. Un viaje por la
memoria
rural" se pone dentro de las pieles de tantos personajes como
lugares que visita con su memoria, su mirada y sus sentimientos entre lo rural…
Es una
obra preciosa y conmovedora, un texto tejido a partir del caudal de recuerdos
de nuestros mayores, recabados por el autor en un largo camino pacientemente
recorrido, de Galicia a Málaga, de Cataluña a Extremadura...
Es una
narrativa que te enamora, lo consigue muy de veras de la literatura, de aquella
que te conmueve desde lo más hondo y que te remueve….te imaginas a los
protagonistas con la cara surcada por la experiencia…cada arruga son miles de
minutos allí expuestos ; cada sonrisa son el alma recogida y que se abre, como
de repente para darnos todo….Cada piedra en el camino es una astucia
intrínseca que termina, las más de las veces, por apartarla para que no
caiga…algunas vuelve a caer porque, generalmente, aún sabios, solemos ir
tropezando en nuestros propios errores.
Emilio
nos brinda una obra como “en bandeja de plata”, nosotros tan solo tenemos que
sumergirnos y saber que estamos ante un escritor que dará mucho de qué
hablar…todo, seguramente también, gracias a la exquisitez por el gusto, nunca
por las ganancias por una editorial que va sembrando buenas intenciones y
buenas razones, Pepitas de Calabaza.
Aquello
que nos “dice” Pepitas de Calabaza:
Durante
medio año Emilio Gancedo se echó a la carretera y
pacientemente hizo un recorrido por la diversidad y heterogeneidad de lo que
hoy llamamos España. En su camino se encontró y charló largo y tendido con
personas vinculadas al medio rural, todas ellas cultivadoras de recuerdos, ejemplos
comprometidos con la memoria viva. Fruto de ese trabajo es Palabras mayores, una
suma de historias, recuerdos, anhelos y enseñanzas de una generación, los
nacidos antes o inmediatamente después de la guerra civil, a quienes prácticamente
hemos dejado de escuchar; un libro que rescata muchas experiencias y enseñanzas
útiles para el presente de unas gentes extraordinarias que pasaron en pocas
décadas del Neolítico a Internet.
[...] —¿Cómo era aquella casa, Progreso?
—Era una casa mu grande, mu grande, mu grande; mira si era grande que mi hermano, mi padre y yo,
dormíamos juntos en la misma cama, y mi hermana en la otra.
—¿Teníais luz en aquella casa, Progreso?
—Sí, había luz… cuando era de día se veía estupendamente.
—¿Y había escuela, Progreso?
—Escuela sí había, pa los niños… pa los niños que iban a ella.
—¿Matábais algún marrano en casa, Progreso?
—… Nosotros es que no teníamos esa costumbre.
Manejar
un ingenio así tiene aún más mérito cuando las cosas a las que alude no tienen
maldita gracia. Quizá el tiempo, eterno bálsamo, le permite verlas hoy de esa
manera, pero es ironía que deja la sonrisa torcida, y en la mirada filos que
sugieren insondables cavilaciones. [...]
El
autor:
Emilio Gancedo (León, 1977) es periodista especializado en
temas culturales, patrimoniales y etnográficos, y trabaja en Diario
de León desde el año 2000. Además de haber firmado cientos de
artículos y reportajes, series periodísticas y una columna semanal (‘Marinero
de río’), es autor de dos libros de relatos (‘La hoja de roble’; y
‘Trece cuentos extraños'), una guía de viajes (‘León, parada
jacobea’) y dos obras de carácter etnográfico (‘La tradición oral’;
y ‘El habla de
León’). También ha colaborado en numerosos proyectos colectivos y
ha obtenido premios como el ‘Nuevos Lenguajes’ de la Fundación Coca
Cola, el Premio de Reportajes de la Casa de León en Madrid o el
‘Armonía de las Letras’ a la mejor aportación a la cultura
provincial. Además, ha cultivado el guión de documentales (‘Asina falamos’, ‘Ciudad de reyes’, ‘La
Montaña Oriental’...).
Para
saber más del autor, casi mejor nos acercamos a la web de este libro, a veces
unos datos bibliográficos dicen poco…sólo son, al fin y al cabo, datos,
palabras enlazadas y poco más…hay que saber bucear e ir más allá y esto lo
podemos conseguir utilizando enlaces como:
http://www.libropalabrasmayores.com/listing/jose-fernandez-canosa-3/
Aunque
para que os hagáis una idea:
https://ast.wikipedia.org/wiki/Emilio_Gancedo
Cazarabet
conversa con Emilio Gancedo:
-Estamos
ante un libro de personas, de territorios, de costumbres…de gentes y de vidas. El
propio título lo dice todo:”Palabras mayores”. Ahora en perspectiva del tiempo:
¿Cómo te sientes ante este trabajo que, además, te llevó bastante tiempo…?
-Me
siento satisfecho y como recién regresado de un viaje largo y productivo. Suelo
decir que este ‘Palabras mayores’ es un viaje hacia adelante en el espacio y
hacia atrás en el tiempo, en la memoria. Un doble viaje. Primero por toda la
geografía del país, por sus paisajes y culturas, pero al mismo tiempo por el
pasado de algunos de sus habitantes, por nuestra historia menuda desde los
comienzos del siglo XX. Además, el libro salió hace justo un año, por lo que es
buen momento para hacer balance de esta obra que ya va por su segunda
edición.
-¿Cómo
te planteaste la metodología de trabajo y la documentación de este libro que es
como un “largo viaje”?
-Bueno,
yo quería acceder a la vida, a las motivaciones y a los condicionantes de
personas que fueran completamente representativas de los diferentes territorios
del estado, y por eso primero tuve que localizarlas. Para ello he de agradecer
la inmensa ayuda prestada por etnógrafos, investigadores, directores de museo,
periodistas… que en cada comunidad autónoma me ayudaron para encontrar a gentes
cuyo perfil yo tenía muy claro. Personas vinculadas al medio rural, muy
‘auténticas’, con gran humanidad, humor y sencillez, auténticos filósofos
naturales que ante todo han sido testigos de épocas infinitamente más duras y
difíciles y a los que esa perspectiva del tiempo y de las muchas cosas vistas y
vividas han transformado en sabios. Una vez localizadas, cosa que no fue nada
fácil, sólo tenía que ir y hablar con ellas. Hablar y hablar. Sin prisa, esa
fue la clave.
-¿Quisiste,
pretendiste rescatar experiencias de gentes de diferentes lares de la península?
-Sí. El
libro de viajes clásico, que a mí me atrae mucho por supuesto, y estoy pensando
en títulos de Cela, Carnicer, Torbado o Llamazares por poner sólo unos ejemplos, suele proponer un
viaje en el que los personajes aparecen pintados casi como el paisaje, en
pinceladas, en trazos que surgen frente a la aparición o el encuentro súbito y
pasajero del caminante con esas personas, descripciones sin duda significativas
y evocadoras; pero el caso es que yo quería que mi viaje, precisamente,
fuera hacia el interior de las personas, no sólo encontrándome
con ellas. Entiendo que es otro tipo de relato. Antes de toparme con Pepitas de
Calabaza, que es una editorial magnífica para la que sólo tengo
agradecimientos, otras editoriales dudaban de la publicación de ‘Palabras
mayores’ diciéndome que este libro era difícil de encuadrar porque entendían
que no se ajustaba a los parámetros conocidos. ¿Libro de viajes, de relatos
literarios, de etnografía, crónica, entrevista? Quizá sea una mezcla de todo
ello.
-¿En las
palabras buscaste el denominador común de la experiencia, del tiempo vivido con
rotundidad y contundencia?
-Hay un
momento, en la entrevista con el matrimonio de vizcaínos allá en un caserío
perdido en las laderas del monte Oiz, en que el casero me empieza a entrevistar a mí. Me pregunta: “¿Y
la gente con palabra, se ha muerto toda? ¿Ni una, ni una quedará?”. Lo repetía
varias veces, consternado. Para él, la mayor desgracia del mundo moderno
consistía en la pérdida de peso de la palabra, en la ausencia de la tremenda,
capital importancia que tenía antes la palabra dada, el diálogo, ese tesoro
concedido al hombre. Y este vizcaíno sufría por ello. Escuchar, comprender,
reflexionar. Ver con perspectiva, con distancia. Saber de dónde venimos,
valorar las conquistas realizadas, son aspectos básicos de este proyecto. Y
todo ello, claro está, viaja a través de las palabras. En muchos casos de ‘sus’
palabras, pues he querido que sus voces, acentos y lenguas estén muy presentes
en el libro. Que nos demos cuenta también de la inmensa riqueza y variedad
cultural y lingüística que tenemos en España. Que nos sintamos orgullosos,
todos, del catalán, del gallego, del asturleonés, del aragonés, de esa joya
filológica que es el euskera… Verlo de una manera positiva y enriquecedora.
-¿Dar
voz, leer y casi sentir la voz de los mayores es uno de los propósitos que te
marcaste desde un primer momento?
-Como
digo, sí. Por un doble motivo: intentar aprovechar el caudal de valores,
herramientas y actitudes amasado durante tanto tiempo por esas sufridas
generaciones con vistas a afrontar la crisis y los problemas de nuestra
sociedad actual, pero por otro ofrecer un retrato fiel y también apasionado del
medio rural, de ese enorme espacio que tan ausente está de las agendas políticas
y mediáticas actuales. Son extensas regiones en las que el olvido es tan grande
que a uno lo ahoga, lo sofoca. Un olvido imperdonable, a mi modo de ver,
injustísimo. Y un retrato, además, que viaja a través de la palaba literaria
porque ese es el mejor vehículo para conducir la memoria y la oralidad.
Literatura y memoria, a mi modo de ver, se parecen mucho, es una de las cosas
que he aprendido en este viaje.
-Este
libro es un libro que tiene que ver mucho con “lo auténtico”, “lo que hace
pueblo” y lo “que viene de la tierra…. aquello que huele a tierra húmeda a
raíces…”¿Qué nos puedes reflexionar?
-Entiendo
lo auténtico como lo enraizado al terreno, como estas personas que parecen ‘brotar’
directamente de él, de esa cultura, de esos paisajes. Son los últimos. Todos
los demás, de ochenta años para abajo, estamos mediados por otras cosas, por
otros estímulos, la televisión sobre todo. Podemos y debemos aprender ese
bagaje, aprovecharlo, valorarlo, actuar con dignidad frente a él, pero esos
‘productos de la tierra’ que eran estos hombres irrepetibles se van
extinguiendo poco a poco.
-Pero
por eso mismo, enlazando con la pregunta anterior, es tan importante que se lea
desde lo rural que se va perdiendo o que está en peligro y desde “lo urbano”
porque solo si lo entendemos entre unos y otros podemos hacer mella en guardar
y conservar lo positivo, reflexionando en ello. ¿Qué nos puedes comentar?
-Mi
primer impulso a la hora de hacer este libro fue intentar rescatar del pasado
cosas útiles para el presente, y creo que entre ellas están asuntos como la
cooperación y la ayuda mutua, que fue lo que en última instancia propició la
supervivencia en nuestro medio rural durante muchos siglos (conceptos
necesarios y ‘resucitados’, por cierto, en el medio urbano a cuenta de esta
última crisis). La humanidad, el humor, el diálogo con nuestros semejantes, el
regreso a lo pequeño y lo sencillo, a lo realmente importante, la huida de la
competitividad y la avaricia… Son recetas humildes pero que podemos aplicar a
nuestro día a día para mejorarlo sin duda.
-Amigo,
por último, ¿en qué estás trabajando actualmente, nos puedes dar alguna pista?
-Ahora
estoy embarcado en algo diferente, luchando contra párrafos y diálogos en la
escritura de una novela de ficción.
Firmas de fotógrafos
Gancedo1: ISABEL RODRÍGUEZ
Gancedo2: XOSÉ ANTÓN AMBÁS
También Sergio del Molino ha escrito “La España Vacía. Viaje por un país
que nunca fue” publicado por Turner.
Os acercamos
un poco al mismo.
Sergio del
Molino una de las mejores plumas de la narrativa en los últimos años da aquí,
con este libro reflexivo, una vuelta de tuerca, otra, al universo que mezcla la
geografía humana, social…casi física, aunque , como en todo lo que mira Del
Molino, “lo humano” cobra un valor por encima de cualquier otra consideración….
Es un ensayo
que rompe moldes en este género….muy,muy
entretenido, lleno de “nuevas ideas”, originalidad y con ganas de “romper”.
Lo que nos
dice Turner de este libro:
«Hay dos
Españas: una urbana y europea, y una España interior y despoblada. La
comunicación entre ambas ha sido y es difícil. A menudo, parecen países
extranjeros el uno del otro. Y, sin embargo, la España urbana no se entiende
sin la vacía».
Esa España
interior del Quijote, la que divisamos desde la autovía, la de los pueblos que
para algunos son la feliz aldea de los veranos
infantiles y para otros el paisaje de la leyenda negra, es la España vacía de
este ensayo.
Buñuel,
Azorín o Almodóvar la convirtieron en escenario. Los políticos la visitan en
campaña electoral y la olvidan en cuanto llegan al gobierno. Los urbanitas
vuelven a ella soñando con una vida más fácil. Y los que la viven bajan a
Madrid a gritar que existen.
Un ensayo
originalísimo y emocionante, escrito por una voz joven, con mirada política y
sensibilidad literaria. Un libro imprescindible, que le hará pensar en su
familia, en sus raíces y en su forma de vivir.
El autor,
Sergio del Molino:
Sergio del
Molino (Madrid, 1979) es autor de La hora violeta, novela por la que
recibió el Premio Ojo Crítico de Narrativa 2013 y el Premio Tigre Juan 2013,
entre otros, y que ha sido traducida a varios idiomas. Desde su debut
literario, en 2009, ha publicado la colección de relatos Malas
influencias (2009), el ensayo literario Soldados en el jardín de la
paz (2009), una antología de sus textos periodísticos más
personales, El restaurante favorito de Nina Hagen (2011), la que fue
su primera novela No habrá más enemigo (2012) y Lo que a nadie
le importa (2014), que anticipa en clave narrativa algunos temas que
aparecen en La España vacía, su primer gran ensayo.
Te
aconsejamos acercarte a esta editorial, “una de los setenta”.
http://www.turnerlibros.com/servicios_editoriales.html
Cazarabet conversa con...
Virginia Mendoza, autora de “Quién te cerrará los ojos. Historias de arraigo y
soledad en la España rural” (Libros del K.O.)
Un libro que desgrana un atajo de historias de arraigo y
soledad en la España rural.
Un libro desde Libros del K.O. desde la pluma, sensible,
pero directa, de Virginia Mendoza.
Virginia realiza un periodismo antropológico porque se
acerca con una mirada diferente a “lo humano” y sus crónicas periodísticas,
como la presente, se transforman en una especie de estudio de investigación
antropológico sobre el viaje del hombre por el camino de la vida en confluencia
con el tiempo.
Lo que nos dice la editorial sobre el libro:
Este libro habla de la soledad, de las campanas que aún
tañen en iglesias decrépitas, de las navajas con mango de madera de boj, de los
candiles que iluminan por la noche, de palabras y mundos que desaparecen.
Virginia Mendoza retrata a los que se quedaron en el pueblo cuando todos sus
vecinos emigraron a las ciudades, pero también a los que abandonaron la ciudad
y se fueron a vivir al campo. Permanecer o partir se convierten en actos de
rebeldía e independencia. Los hombres y mujeres de estas páginas podrían ser
los protagonistas de las novelas de Miguel Delibes y Julio Llamazares. Con
ellos desaparecerá por completo una forma de vida basada en el arraigo a la
tierra, la supervivencia y el contacto con la naturaleza más pura.
«Cuando volví a mi pueblo,
se había instalado una fría novedad: un tanatorio. ¿Qué iba a ser de aquellos
descendientes de mi abuelo que contaban chistes junto a la puerta de los
difuntos de cuerpo presente? Años después, mi abuela Francisca —la que guarda
tres mortajas, por si acaso, para no molestar—, me pidió que le pinte los
labios cuando muera. Empecé a creer que la gente de su generación estaba
obsesionada con la muerte. Me equivocaba. Nada amaban tanto como la vida y ni
la soledad ni las ausencias ni los miedos minarían su instinto de permanencia.
No sé si podré pintar
los labios a mi abuela, pero he conocido a quienes le cerrarán los ojos a la
tierra».
La autora, Virginia Mendoza:
Es “perioantropodista”, le dijeron
que abandonara el periodismo y se dedicara a la literatura; pero también le
dijeron que la única diferencia entre el periodismo y la antropología es el
tiempo. Siempre se le dio mal elegir.. Empezó a
arrastrar el bolígrafo por los márgenes de los prospectos de su abuela y ahora
escribe en Yorokobu, Altaïr,Píkara y donde le dejan. Se siente nómada, por
eso escribe sobre los que se quedan. Ha vivido en Armenia y es autora de
Heridas del viento. Crónicas armenias con manchas de jugo de granada.
Enlaces que te pueden interesar: http://www.yorokobu.es/que-es-yorokobu/
https://www.altairmagazine.com/
http://www.pikaramagazine.com/
Cazarabet conversa con
Virginia Mendoza:
-Virginia,
¿cómo y de dónde te has inspirado para conjugar este libro?
-En cuanto al contenido, no hay lugar a la
inspiración, puesto que se trata de historias reales, contadas con las
herramientas de la literatura, pero sobre todo con las del periodismo y la
antropología. Si se refiere al origen, a lo que me llevó a buscar esas
historias, no lo tengo demasiado claro porque hay un trasfondo que me ha
acompañado siempre, entre otras cosas, porque crecí en una calle de pueblo que se
iba vaciando. Aunque mi pueblo no está vacío, siempre me han fascinado los
edificios en ruinas y las aldeas sin vecinos. Pasé mi infancia en la carretera,
de pueblo en pueblo, y siempre me preguntaba quién habría vivido en las casas
derruidas que iba viendo. Muchos años después, seguía un blog sobre pueblos
abandonados y no sólo volvía a mí aquella pregunta de infancia. También me
preguntaba si en sitios como aquellos no quedaría alguien viviendo. Una
persona, dos o tres. No más y, a poder ser, en la misma casa. Cuando salí a
buscarlos supe de La lluvia amarilla. Llevé conmigo la novela de Julio
Llamazares en el primer viaje y me decía: “Esto, exactamente, es lo que quiero
encontrar. Personas como Andrés, pero reales”. Algunos encontré, pero lo que
quería, en el fondo, era comprender a mi abuelo: un hombre que cavó su propia
tumba para asegurarse de que le iban a enterrar donde nació. Por eso, lo que me
interesaba era el arraigo, las historias de la gente que se negó a marchar
cuando todos se fueron y que se ha quedado ahí hasta el
final, sola.
-Libro que me da que
tiene mucho de crónica periodística, al fin y al cabo vienes de ese oficio…
-Sí, es crónica periodística con enfoque
antropológico.
-¿Por qué te dijeron
que te dedicaras a la escritura cuando ejercías de periodista; qué ácidos del
estómago te faltaban…?
-Me dijeron que me dedicara a la literatura y
no al periodismo porque era “demasiado lírica”. La profesora que me lo dijo no
estaba teniendo en cuenta en aquel momento las posibilidades del periodismo
narrativo; a lo que se refería era a que lo que yo hacía no tenía cabida en los
periódicos. Yo en aquel momento pensaba que el periodismo no era para mí,
porque tampoco estaba teniendo en cuenta las posibilidades del periodismo
narrativo, que en ese momento sólo funcionaba en América Latina. Así que,
aunque me dolió por razones obvias, pensé que mi profesora seguramente tendría
razón.
-Es verdad, el
presente es un libro que se acerca mucho a lo antropológico, a lo
humano. ¿es tu manera de escribir y abordar los
temas o es más bien la manera única que pensaste que debía ser escrita esta
historia de la soledad , esta crónica, que azota buena parte de nuestro
territorio?
-Siempre lo hago así. Me formé como
antropóloga cuando terminé periodismo. La primera vez que escribí un libro, no
sabía que estaba mezclando periodismo y antropología. Hacía, simplemente, lo
que me pedía el cuerpo, sin tener ni idea de escribir libros ni crónicas. Me di
cuenta después, porque me lo decían a menudo, que estaba haciendo todo de una
forma muy antropológica. A día de hoy no concibo lo uno sin lo otro.
-Virginia, ¿se ha puesto de moda esto de escribir sobre el
desangrado de nuestros pueblos como si se tratase, aún hoy y ahora, de un
estado de lenta agonía?
-Es una lenta agonía, sí, pero de una forma de
vida, que es la que empezó a desaparecer con nuestros abuelos. Ese entorno va a
seguir ahí y no sabemos lo que la gente va a hacer con él a la larga. No digo
que todos los pueblos vayan a revivir, pero sí tengo la esperanza de que la
gente vuelva a algunos lugares con proyectos interesantes. Ya ocurre, como un
goteo, pero ocurre. Al fin y al cabo, es lo que siempre hemos hecho: la
despoblación no es un problema nuevo. Casi podría decirse que es cíclico. A lo
largo de la historia hemos visto cómo los lugares se llenan, se vacían y se
vuelven a llenar. No creo que todo esté perdido.
-¿Conviene dejar
ciertas zonas antes habitadas, hoy deshabitadas; se trata de haber fomentado
esa muerte agónica para poder implantar en esos territorios,
nuestros territorios, vertederos, pantanos, líneas o redes de alta tensión,
minas o explotaciones de todo tipo en el territorio?
-Parece que sí hay a quienes les conviene.
Durante el franquismo no sólo se fomentaba, sino que se forzaba, y lo hemos
visto con los pantanos, los pinos, y las expropiaciones forzosas que
acarreaban. La ciudad demandaba mano de obra barata procedente del
campo. Hoy todavía hay a quienes les conviene que ciertos
territorios se queden vacíos. Por ejemplo, hay una estrecha relación entre
despoblación e incendios forestales. Por eso, fijar población
rural es tan importante.
-Lo casi cínico es que
estos pueblos, algunos, se pueblan un poco más, como a modo de limosna, los
veranos (sobre todo en los años de crisis, no nos engañemos antes preferían
cualquier destino de sol y playa o montaña antes que volver al pueblo a ver y
visitar a “los retrasadicos” que se habían
quedado allí porque no daban para más) ,algunos fines
de semana, los puentes…eso casi lo hace mucho más triste. No somos ni plato de
segunda mesa, somos las migajas de una sociedad montada en el neoliberalismo.
¿Qué nos puedes comentar?
-No estoy de acuerdo con esta afirmación
porque no podemos generalizar. No he conocido a nadie que antes se fuera a la
playa y ahora elija su pueblo, como dice, como un “segundo plato”. El que vive
en la ciudad porque se tuvo que ir del pueblo no necesariamente piensa eso de
que quedan “los retrasadicos” ni van para dar
una limosna ni son cínicos por ir en verano. La gente vuelve a su pueblo porque
es su pueblo, porque están sus raíces, porque les da tranquilidad, porque está
su casa o la de sus padres y porque tiene vacaciones o se jubila. En
definitiva: cuando puede. No es fácil ni es plato de buen gusto cerrar tu casa
e irte a un lugar desconocido a buscar trabajo porque ya has agotado todas tus
posibilidades en el pueblo. Empezar de cero, cuando tienes tu casa pagada y una
familia, como ocurre a menudo, en un sitio en el que no están tus principales
apoyos sociales.
-¿Qué lugar ocupa en todo esto el recuerdo, la memoria y esa
mirada de la gente mayor tan arraigada a la tierra, a su tierra?, aunque
también hay gentes de otras edades que o bien no quieren moverse o bien están
volviendo…
-La memoria está en todas las páginas, me
parece. Cuando empecé no sabía que la necesidad de entender a mi abuelo era tan
fuerte, pero a medida que avanzaba, me daba cuenta de que me había quedado con
las ganas de saber más de él y de su generación y que ya era tarde. Como ya no
podía preguntarle a él, había estado buscando esas respuestas en otra gente.
Muchos de ellos son ancianos porque cuando el
pueblo se fue vaciando ellos ya tenían una edad en la que, o bien creían que no
encontrarían trabajo en la ciudad o bien estaban a punto de jubilarse.
Entonces, para ellos no fue una necesidad marcharse: tenían una casa, un
huerto, y sus hijos eran mayores e independientes. Otros son más jóvenes, y
estos son los que se fueron y volvieron porque se sentían muy atados a la
tierra en la que crecieron o porque veían que iba a desaparecer y se sentían,
en cierto modo, responsables de mantenerla.
-Pero esto no es un
ensayo, es una especie de crónica compuesta de puzle de historias
humanas de gentes que habitan tierras sacudidas por la amenaza del olvido; un
puzle que lo puedes casi componer, desde la lectura, de diferentes maneras.
¿Qué nos puedes comentar?
-Son varias crónicas que, al final, hablan de
lo mismo: del arraigo y de la soledad rural. Siempre hablamos de la soledad
urbana, quizá porque hasta ahora no nos interesaba tanto hablar del pueblo. La
soledad urbana es la del que se siente solo, mientras que la soledad rural, en
casos de despoblación extrema, es la del que está solo porque no hay nadie más.
Lo que pasa es que en castellano usamos la misma palabra para ambas. Estaría
bien que pudiéramos distinguir el sentimiento del hecho solo con una palabra,
como los ingleses.
Luego hay una historia que se divide en dos
capítulos que envuelven las demás. Es la historia del fotógrafo Eugene Smith,
que retrató el abandono del mundo rural español en Deleitosa (Cáceres), justo
antes de que los pueblos empezaran a vaciarse. Al final, como respuesta a la
pregunta inicial, 'Qué queda de la España de Eugene Smith', aparece la última
protagonista viva de las fotos de Smith que publicó la revista Life.
-El título del libro viene de una canción de José Antonio
Labordeta; una estrofa que le canta a la tierra y que le dice:”Quien te cerrará
los ojos, tierra cuando estés callada”, porque, amiga, al paso que vamos,
¿quién lo hará?
-Pues no lo sé. La idea del libro es que
ellos, los protagonistas, serán los que cierren los ojos a su tierra. Pero al
final me he terminado con una sensación un poco más optimista, así que me
gustaría pensar que la pregunta sigue abierta y que todavía puede venir
alguien.
-Quien empezó y hace
bastantes años escribiendo, vistiéndose casi de visionario, sobre esta
antropología de tierras en conjunción con la actitud del hombre y la mujer que
la habitaba fue Julio Llamazares, me viene a la memoria
La lluvia amarilla .Parece mentira, pero, a veces, me da que, tristemente,
hasta se quedó un poco corto. Fue demasiado benevolente. ¿qué nos
puedes decir?
-Diría que Delibes ya vislumbró esa soledad
rural extrema. No sólo trató todos los problemas de la España rural en
reportajes y libros, sino que ya planteó la soledad en el mundo rural a raíz de
la despoblación extrema. El disputado voto del señor Cayo es, posiblemente, el
primer libro que aborda el tema. El señor Cayo vive con su mujer, muda, y con
un vecino con el que no tiene trato. Vamos, que no tiene con quién hablar.
Luego llegó La lluvia amarilla, donde el protagonista ya está absolutamente
solo. No se llevan ni una década de diferencia, así que este temor a que el
campo se quede vacío, aunque ahora salga en los periódicos, viene de largo o al
menos ya lo compartían Delibes y Llamazares. De hecho, lo que Sergio del Molino
ha llamado La España vacía, Julio Llamazares ya lo llamaba La España menguante.
No sé exactamente a qué se refiere cuando dice
que Llamazares se quedó corto, pero más allá de su famosa novela, conviene
aclarar que Llamazares, antes y después de escribir La lluvia amarilla se
pateaba las provincias más afectadas, como León y Soria, para escribir
reportajes y artículos sobre el tema. Además, Llamazares procede de una aldea
que fue expropiada para construir un pantano, por lo que su preocupación por el
mundo rural, la memoria y el vacío quedan reflejados en casi toda su obra de
alguna manera. Llamazares no sólo no se quedó corto: cuando da vida al
protagonista de La lluvia amarilla, está exponiendo exactamente las mismas
preocupaciones que tendría una persona que viviera en su situación. Me explico:
Andrés, su personaje, ha sido pastor y “vive” en un pueblo de Huesca en el que es
el último vecino. Hay un pueblo, muy cerca del suyo, en el que un hombre que
también fue pastor, hoy es el último vecino. Estuve con él y, tras transcribir
nuestra conversación, releí La lluvia amarilla con la idea de crear un diálogo
entre el personaje ficticio y el real. Aluciné con el logro de Llamazares: su
protagonista y el mío parecían estar conversando, porque sus preocupaciones,
hasta las más nimias, como nombrar a un animal o no, eran idénticas.
-Hace más de un año
surgió La España vacía de Sergio del Molino; a finales del año pasado
surge Los últimos. La Laponia del sur de Paco Cerdà y ahora casi todos los políticos al levantarse
lo primero que pronuncian no es un: “buenos días, cariño”, sino: “la
despoblación, a ver qué digo hoy para que cuele como si me preocupase por la
despoblación, quizás si hago un pabellón multiusos, además de enterrar hormigón
y millones, aunque no le haga falta al pueblo…”. Mucha hipocresía y oportunismo
de todo tipo, sobretodo político, ¿no te parece?
-Para nada. Hay algo, no sé exactamente qué
es, que nos llevó a varias personas a preocuparnos por el mismo tema casi a la
vez. Cuando salió La España vacía, yo llevaba más de una semana en la carretera
y algunos meses documentándome. Durante esos viajes, alguien me dijo que la
semana anterior había llegado un chico al pueblo, que estaba escribiendo un
libro sobre el mismo tema. Sospecho que era Paco Cerdà.
Supongo que a Cerdà le dio tiempo a pensar,
hacer el viaje y escribirlo tan bien en unos meses, después de La España vacía,
igual que a mí no me llevó justo un año, sino algo más. Así que me parece que
los tres estábamos metidos en el mismo tema casi a la vez sin saberlo y sin
conocernos. Y lo cierto es que me alegro, porque además los enfoques son
distintos. Me gusta pensar que un tema que entonces no parecía preocupar, de
pronto interesa a varias personas que no se conocen de nada. Luego Sergio
consiguió que se hablara del tema en todas partes. Mientras se mueva el tema,
no voy a pensar mal ni en lo que respecta a los políticos: se habla ahora y la
gente exige soluciones ahora. En todo caso, a los políticos sí les reprocharía
su desidia hasta ahora, porque el problema no es nuevo, pero sería absurdo que
les tachara de oportunistas por hablar ahora de un tema que me preocupa.
-¿Cómo
ha sido la colaboración con la ilustradora Buda Viedna?,
¿y la colaboración con esta editorial que edita, dicho sea de paso, con tanto
gusto?
-Aunque el pseudónimo pueda llevar a
confusión, Buba Viedma es un chico :). Los dos trabajamos para la misma
revista, Yorokobu, aunque no nos conocíamos.
Buba se había convertido en mi ilustrador favorito y se me metió en la cabeza
que lo ilustrara él. Ha sido un placer porque además nos hemos entendido muy
bien y compartimos gustos. Como mi editor me mima, él consiguió que Buba lo
ilustrara. Con la editorial también ha sido un placer. He aprendido más
trabajando con Emilio Sánchez Mediavilla que en cinco años de carrera. Además,
los chicos del K.O. son unos tipos majísimos y divertidos y con ellos todo sale
rodado.
-Amiga, dedicas el
libro “A los que se quedaron”, es indudable que a ellos se les debe mucho y
desde muchas perspectivas; pero se decía, se dice que hay que ser muy valiente
para irse a un lugar nuevo, con gente nueva y afrontar nuevos retos abriéndose
una nueva vida; es cierto, me parece que son unos y unas valientes; pero los
que se quedan son valientes porque, además luchan contra muchos truenos y
relámpagos y a la vez, son Quijotes. Reflexionemos sobre esto, amiga.
Lo cierto es que cuando hablo de los que se
quedaron, no lo dedico solamente a los que se han quedado en el pueblo. También
lo dedico a los que se han quedado en mi vida mientras otros se iban. No
pretendía ser críptica, pero tampoco contar mi vida en la dedicatoria.
Son Quijotes valientes, desde luego. Si algún
día sus pueblos revivieran, alguien tendría que dedicarles una calle por
haberse quedado cuando todos se fueron, cuidando lo que todos habían compartido
y manteniéndolo para cuando volvieran. Uno de estos pueblos, por ejemplo, se
llena un día al año con motivo de una romería. Es La Estrella, en Teruel. Si no
fuera por Sinforosa y Martín, que mantienen
la hospedería, la ermita y, en definitiva, el pueblo, ¿qué se encontrarían los
romeros?