Tras los pasos
Val de Zafán, una experiencia inolvidable.
Por Óscar Librado
https://exploradordeproximidad.blogspot.com.es/2016_06_01_archive.html
Amigos del País de Cazarabet y de la sección de
Tras los pasos para la presente edición hemos ido, hemos “tirado” de nuestro
amigo y compañero Óscar Librado que, como siempre, con su generosa amabilidad
nos ha prestado un artículo pletórico sobre su visita por la Val de Zafán.
Espero os guste y lo disfrutéis.
El
día amaneció precioso, unos bellísimos “Cúmulos”, nubes blancas y
algodonadas, lucían una vestimenta anaranjada al recibir los primeros
rayos del amanecer. Una de esas mañanas en las que merece la pena
madrugar solo para contemplar el horizonte, que cambia de formas, de colores,
de trazos… conforme avanza el reloj. Ni el más ducho en la pintura es capaz de
plasmar en lienzo espectáculo como ese.
Gracias a la amable invitación de la empresa Matarraña
Aventura, por fin íbamos a recorrer una parte de la Val de Zafan.
Salimos
de Alcorisa sobre las 7:35, no teníamos muy claro
cuánto nos iba a costar el trayecto a Cretas, pues apenas recordábamos la
última vez que estuvimos en ese preciosa villa matarrañense,
así que decidimos no pillarnos los dedos y asegurarnos de que íbamos a llegar a
la hora convenida.
Poco después de las 9 de la mañana ya estábamos allí,
así que decidimos visitar el casco urbano de la localidad hasta que llegase “la
media”, que era la hora a la que habíamos quedado. Mereció la pena madrugar.
Nuestra memoria no tenía constancia de la belleza urbana de la villa de Cretas.
No recordábamos que aquella población tuviese un casco urbano tan
espectacular.
A
las nueve y media ya estábamos frente a la puerta del espacioso local
de nuestros amigos de Matarraña Aventura. Todo estaba preparado. El
equipamiento, las bicicletas, las luces, los respectivos mapas, el seguro…
Debo, vecina de la villa de Alcorisa, nos dio las
convenientes instrucciones, explicándonos a la perfección el recorrido, los
puntos de recogida, y los lugares más emblemáticos. Nada más y nada menos que
36 túneles teníamos que atravesar en nuestra travesía.
Mientras esperábamos a Javier, que había
tenido que trasladar a unos clientes a Valderrobres, observamos con
detenimiento aquella sede espectacular. Decenas de bicicletas de marcas de
primera fila, sillas y carritos para los peques, todo tipo de complementos… Nos
llamo mucho la atención un curioso artilugio, una “media bicicleta” para
niños que iba amarrada al sillín de la bici del
adulto. “Esta para Pablo”, dijo mi acompañante.
Disfrutábamos
del buen rollo que se respiraba junto al rincón “Happy”
de aquel espacioso local cuando apareció el anfitrión. Vestía una amplia
sonrisa, derrochando simpatía por cada poro de su piel. Presentación, fotos,
amena conversación… Desde el primer momento, desde el instante que pisamos el
local, entendimos que el secreto del éxito de esa joven empresa es la pasión
con la que lleva a cabo su tarea, las ganas con las que hacen las cosas y la
fuerza con la que te explican la belleza de lo próximo.
Sin más dilación nos subimos a nuestra bicicleta y nos
pusimos en marcha. Los primeros metros discurren por la villa de Cretas,
tomando la carretera que va en dirección a Lledó. Precisamente en esa entrada,
como en muchos pueblos de Aragón, podemos disfrutar de dos bellos peirones.
Nada
más salir de la villa de Cretas tomamos un camino a la derecha, camino que nos
conducía a la vieja estación de tren de esta localidad. Es allí donde iniciamos
nuestro camino por la espectacular vía verde, un recorrido lleno de contrastes.
El
primer tramo diferenciado es el que discurre entre Cretas y Horta
de Sant Joan. Allí el terreno que circunda a la vía
es mucho más llano, adornado con trabajados campos de labor y con preciosas
vides de las que salen los famosos “caldos” de estas tierras. A la
derecha puedes contemplar la majestuosa silueta del macizo montañoso de “Los
puertos de Beceite” o “Els ports de Beseit”, nexo de unión
entre el Sistema Ibérico y la Cordillera Prelitoral
Catalana.
Els Ports, son
ejemplo claro de que la naturaleza no entiende de fronteras ni etiquetas. Esta
bella serranía ocupa tres provincias distintas, tres comunidades autónomas
diferentes, y la mires por el punto cardinal que la mires no ha escatimado ni
un ápice de belleza. Sin lugar a dudas es uno de los complejos montañosos con
más fuerza de la península ibérica, uno de los rincones más atractivos de
nuestro país.
Los
primeros kilómetros del recorrido me invadía un cierto desasosiego. Por diversas
circunstancias, mi estado de forma no era el más indicado, y pese a que los
amigos de Matarraña Aventura me habían dicho que la travesía era muy llevadera,
tenía pánico de no poder completar el recorrido. Nada más lejos de la realidad,
pese a ser 46 kilómetros, es un camino muy fácil, muy agradecido, apto para
cualquier edad y cualquier estado de forma. En todo momento el firme pica hacia
abajo, con algún tramo llano, el esfuerzo físico a realizar es insignificante.
De hecho nos prometimos volver con nuestras mujeres e hijos para pasar una
maravillosa jornada en familia.
Dejábamos atrás Horta de San
Joan. Bellísimo el cerro de Santa Bárbara, con el mágico convento de San
Salvador a sus pies y las increíbles estructuras que forma la caliza en
los peñascos que adornan su cumbre. Es lógico que los sabios caballeros del
Temple pensasen que aquel lugar desprendía una energía especial.
A
partir de allí comienza a envolvernos el bosque mediterráneo. Un manto de verde
intenso cubre todo el paisaje que alcanza nuestra vista, y comienzan a
sucederse túneles y viaductos por doquier. Es una sensación única. El viento
masajeando la cara, los olores del pino carrasco, del
enebro, del tomillo, del romero… invadiendo nuestras fosas nasales, el silencio
adueñándose de nuestro propio ser, el colorido y los contrastes del paisaje
sumiéndonos en un estado de bienestar increíble… Si en él alguna ocasión he
alcanzado la paz interior, ese momento fue uno de ellos.
Conforme
avanzábamos hacia Prat de Comte la vía verde comienza
a llenarse de más vida. Grupos de bicicletas, de viandantes, incluso un
jovenzuelo con un monopatín. En estos tramos ya hay que andar con más cuidado,
pues muchos de los excursionistas no llevan la señalización adecuada, y en los
túneles es difícil distinguirlos.
Un antiguo vagón de tren usado como restaurante nos da
la bienvenida a la estación de Prat de Comte. Es a partir de aquel lugar donde
la vía verde se encajona en monumentales barrancos de caliza. Donde bellísimos
roquedos de formas imposibles escoltan el sinuoso discurrir de las numerosas
bicicletas que pueblan ese tramo. Es quizá la zona más espectacular. Conforme
pedaleas boquiabierto, no dejas de preguntarte cómo demonios hicieron para
construir, entre tan pronunciados desfiladeros, aquella gran infraestructura.
Mientras
almorzábamos junto a un bello viaducto, intentaba imaginar los tiempos en
los que la naturaleza escuchaba el traqueteo de la vieja locomotora, los
tiempos en los que la fauna del lugar veía interrumpido su descanso por el “Chacacha” del antiguo tren que realizaba este trayecto cada
día. Pensaba en el padecimiento de aquellos antepasados que dejaron en este
lugar su sudor, sus lágrimas, su sangre e incluso su vida construyendo esta
tortuosa vía de tren.
La locomotora de la Val de Zafan dejo de
transitar por estos indómitos parajes en el año 1973. El hundimiento de uno de los
túneles, fue la excusa que necesitaban los responsables políticos para
adelantar su cierre. El proyecto inicial está fechado en 1863 y se pretendía
unir el ferrocarril de la Puebla de Hijar con San
Carlos de la Rapita. Según parece, la construcción de
esta vía respondía a motivos militares, pues se temía una invasión de la
península desde los pirineos, y este tren respondía a la necesidad de
abastecimiento de las tropas españolas que debían frenar el avance del
enemigo a orillas del río Ebro.
No
hubo invasión pirenaica, y en un primer momento solo se construyo el tramo
entre Alcañiz y la Puebla de Hijar, sin embargo la
Guerra Civil, y la importancia estratégica de esta vía en la batalla del Ebro,
precipito su construcción, finalizada en 1942. Cada túnel, cada metro cúbico de
tierra, cada viaducto… está impregnado del sudor, la sangre y el sufrimiento de
los presos republicanos que tuvieron que trabajar sin descanso durante cuatro
años en la finalización de esta monumental infraestructura, que tuvo una importancia
capital en la batalla más importante de la última guerra.
Por
suerte, la sierra de Pandols, pese estar empapada de
la sangre de aquellos “hermanos” que dieron su vida en una guerra inexplicable
e injusta, no nos guarda ningún rencor. Y se sigue mostrando majestuosa,
bellísima, deleitándonos con figuras imposibles, con barrancos sorprendentes,
con hermosos paisajes, con rincones maravillosos y escarpes espectaculares.
Precisamente
uno de esos bellos rincones, que se encuentra junto a la vía, es el Santuario
de la Fontcalda, uno de esos templos religiosos en
los que años después de la reconquista, se produjo el tan manido milagro del
pastor que encuentra una imagen, la traslada, y esta no conforme con dicho
traslado aparece de nuevo en el lugar que fue encontrada. Se levanto pues allí
el edificio en el que se veneraría a la virgen de la Fontcalda,
curiosamente junto a un manantial de aguas termales y medicinales de gran
importancia. La excusa perfecta para peregrinar hasta allí.
Tras
varios barrancos vertiginosos y viaductos de bella factura, dejando a la
derecha el túnel todavía derruido que origino el cierre del ferrocarril,
llegamos a la estación de Benifallet,
donde la vía se coloca paralela al río Ebro y la carretera C-12. A la izquierda
distinguimos bellos campos de naranjos, en contraste con las brillantes aguas
del río más caudaloso de la península
Nos
acercábamos ya a Xerta. El Ebro seguía acompañándonos
en el final de tan maravillosa excursión, y nuestras caras dibujaban una enorme
sonrisa de satisfacción. Una jornada fabulosa estaba llegando a su fin, eso sí,
no sería la última vez que dábamos pedales por aquella espectacular vía verde.
La inmensa azud que alimenta los canales que riegan el arroz del Delta llamo
nuestra atención, por un momento pensé que un porcentaje muy pequeño de
aquellas aguas embravecidas venia de nuestras tierras, de los ríos Guadalopillo y Guadalope; “Hoy hemos hecho casi el mismo
recorrido”, dije para mí.
Al llegar a Xerta dimos buena
cuenta de la comida que todavía nos quedaba en la mochila. A penas nos dio
tiempo a engullir los alimentos, pues puntual como un reloj suizo, Javier
apareció con su decorada furgoneta y el pequeño almacén de bicicletas que
llevaba a cuestas. Intercambiamos pareceres, cargamos nuestras “burras a
pedales” e iniciamos el camino de regreso a Cretas.
Fue
un trayecto ameno, donde compartimos experiencias, rutas, excursiones,
vivencias, futuros proyectos… Javier me contó que desde muy pequeño había
tenido claro a que quería dedicarse. Su pasión por estas maravillosas tierras del Matarraña,
por el deporte de aventura, por la belleza de la proximidad, su vocación de
guía, de instructor, de orientador… le habían llevado
desde muy niño a tomar la decisión de querer tener su propia empresa de
aventura. El camino había sido complicado, duro, y difícil, pero las cosas
empezaban a ir cada vez mejor y la Val de Zafan era un reclamo cada vez más
conocido.
En
un suspiro llegamos de nuevo a Cretas. Es increíble lo rápido que se pasa el
tiempo cuando estas a gusto. Jamás olvidare la amabilidad, la simpatía y la
profesionalidad de esta joven empresa llamada Matarraña Aventura, de hecho no
tardaremos mucho en visitarlos de nuevo. Nos despedimos de nuestros anfitriones
agradeciéndoles de nuevo el habernos considerado dignos de vivir una jornada
tan maravillosa y espectacular. Y yo, por lo bajini, sin que nadie se enterara,
me despedí también de la fantástica Orbea que me
había acompañado en tan excitante aventura.
http://www.matarrañaventura.com
Cuando subimos al coche para iniciar el regreso a casa, como acto reflejo, la misma palabra salio de los labios de mi acompañante y de los míos: IMPRESIONANTE MAÑANA. Volveremos.