Arte y patrimonio
Las masadas de
Monroyo
Un libro que edita la Asociación Cultural Sucarrats con la coordinación y los textos de José Antonio Carrégalo Sancho.
El índice de este libro que masía a masía;
masada a masada realiza una ficha personalizada…
En las primeras partes del libro se explican
conceptos antropológicos, topológicos, etnológicos geográficos y etnográficos
de una vida dispersa, pero que, en aquellos días, y a su manera estaba más que
integrada en todo y por todo…
Cazarabet
conversa con el coordinador del libro José Antonio Carrégalo
Sancho:
-Amigo,
¿de dónde salió la idea de realizar un libro sobre las Masadas de Monroyo?
-Como puede verse la editora del
libro fue la Asociación Cultural Sucarrats de
Monroyo; ya en el momento de su constitución, en marzo del 1993, se puso sobre
la mesa la necesidad de preservar la cultura masovera. En aquel momento, yo
tenía hecha una parte del trabajo que había de coordinar yo y que había de ir
impulsando y desarrollando desde diferentes tareas.
Monroyo como el Alto Matarranya y las comarcas
limítrofes son tierra de masías por excelencia, tierra de Masos.
Y lo son por una razón de peso: en el término de Monroyo, por ejemplo, con 79
km2 de extensión había a principios del siglo XX, noventa y ocho masías. Es
decir una masía por cada 0,8 Km2.
-¿Cómo
fue el trabajo de documentación, recopilación de todo tipo de datos,
entrevistas con masoveros y masoveras…?
-En aquella época 1993 yo tenía
redactado un trabajo que tildé: “Inventari de noms de masos del terme Mont-Roig” que presenté en
el IXX Coloquio General de la Societat d´ Onomàstica celebrado en Fraga en octubre de 1994.Este
intercambio lo hice a partir de los encuentros orales, visitas a las masías
realizadas entre los años 1985 y 1993 y del material fotográfico que había
recopilado. Y este trabajo, evidentemente esquemático, ya que se trataba de una
comunicación fue la columna vertebral a partir de la cual se desarrolló el trabajo
de las masías.
El trabajo de campo se desarrolló a partir de
las siguientes premisas: Entrevistas a los masoveros o en su defecto a sus
allegados o a personas conocedoras de la vida en la masía por razón de amistad
o vecindad, con un cuestionario de veinte preguntas. También se llevaron a cabo
visitas a las masías para determinar los
accesos, la situación, fotografiar los distintos elementos (edificaciones en
pie, en ruinas, árboles singulares, cultivos) y localizar cualquier detalle,
signo o grabado en las piedras ,paredes, maderos que pudiesen aportar algún
dato de interés, así como alguna característica particular; y finalmente el
trabajo de documentación a partir de la información catastral y el vaciado de
la documentación archivística, tanto de archivos públicos como de privados…así
como de bibliografía
-De
lo más edificante, me imagino, debieron ser las conversaciones con masoveros,
masoveras…
-Efectivamente. Con la realización
de los encuentros tuvimos ocasión de hablar largo y tendido con los masoveros,
disfrutando mucho de la conversación porque en la mayor parte de los casos eran
personas conocidas de toda la vida y se brindaron a facilitar la información
sin cortapisas de ningún tipo. En mi caso concreto, en muchos casos entrevisté
a masoveros, con los que he mantenido y mantengo relación de amistad desde la
más tierna infancia. Y ese alto grado de confianza fue vital. Sus comentarios
y, en algunos casos, sus confidencias fueron determinantes para comprender en
profundidad cómo se organizaba la vida en las masías, cómo se desarrollaba el
día adía y cómo se desarrollaban con sus
parientes de otras masías y del pueblo… etc. cosa interesantísima, teniendo en
cuenta el carácter antártico o próximo a la autarquía de las masías.
Los masoveros tenían fama de reservados y algo
desconfiados, pero en nuestro caso no fue así. La inmensa mayoría se mostró altamente receptiva y abierta.
-¿Cómo
se siente uno cuánto está investigando uno un mundo que está en extinción o sin
vida en muchos rincones donde hace un siglo estaba todavía latiendo?
-Mis sentimientos los puedo
calificar, en un aspecto, de deprimentes y desoladores. La despoblación en esta
tierra ha sido tremenda, pero las masías la han sufrido con mayor virulencia si
cabe. En 1925 del total de la población del municipio de Monroyo (1100
habitantes), el 46% (o sea, unas 505 personas) vivían en las masías. En aquella
época la vida en las masías hervía. Estaba en su apogeo, pero en la actualidad
en el municipio viven unas 370 personas y, sin embargo, no queda ninguna masía
habitada permanentemente, cuando hacíamos el trabajo de campo solo quedaba una.
Unas pocas han sido adecuadas como segunda residencias y mención aparte, merece
la casa del ermitaño de la Consolación que acoge un hotel. Y también es de destacar
el hecho de que algunos propietarios mantienen las viejas masías como edificios
auxiliares de modernas explotaciones agropecuarias…y hay unos pocos que las
mantienen en pie por afecto y por nostalgia, ya que les duele verlos en ruinas.
Antes de los años sesenta, antes de la
mecanización del campo, salías del campo y encontrabas gente faenando por los
campos o transitando los caminos. Te cruzabas con alguien continuamente y
entablabas conversación y te daban razón (se refiere a explicaciones) de todo.
Conocían todos los rincones y te daban los nombres de todos ellos. Hoy sólo te
encuentras con alguien que disfruta del campo a su manera (senderistas,
ciclistas…), pero muy pocas personas trabajando…y, en este caso, van montados
en tractores y es difícil entablar conversación.
-¿Cómo
fue la metodología de trabajo?
-Lo he explicado un poco
anteriormente. Tal como se iban recopilando datos, a partir de las entrevistas,
visitas, fotos o documentación….se incorporaban con prontitud al trabajo en lo
que vendría ser una ficha para cada masía. En la ficha se sitúa el lugar donde
se levanta la masía y se deja constancia de los accesos. A continuación, se
anotan los distintos aprovechamientos de las tierras y su extensión, las
personas empadronadas en las mismas, en 1955. Se explica el estado de las
edificaciones y los detalles relativos a
las mismas que se han considerado de interés. También se menciona, en su caso,
el año en que se quedó deshabitada. Y si disponía de horno de pan, prensa para
la uva, trujal y era (cuestiones destacables para diferenciar la masía del “maset”, ya que éste último no acostumbraba a disponer de
estos servicios). Se señala, también el punto o forma de obtención del agua de
boca y cómo evacuaban las residuales. Hacíamos, seguidamente, alusión a las
relaciones de parentesco y vecinales con otros masoveros. Y, a partir de datos
facilitados por Gabriel Molinos en diversos trabajos, anotamos las personas que
residían en la masía hacia los años 1920 y 1925, las bestias de tiro y el
ganado de que disponía.
Además, se incluye el plano de situación y una
o varias fotografías de la masía y, si procede, de los detalles que se han
considerado de interés.
Al pie de la ficha se deja constancia de las
notas referidas a la masía obtenidas del vaciado de documentación catastral,
archivística y bibliográfica.
Finalmente, con todo ello clasificado y
sistematizado fue cuestión de trabajar los datos conseguidos con el fin de
obtener y facilitar, en la primera parte de la obra, una visión de conjunto de
las masías que permitía comprender y valorar en su justa medida el rico
patrimonio cultural, heredado a través de ellas.
-El
trabajo de catalogación de masías y demás debió de ser de lo más apasionante:
ir por caminos, sendas, llegar a los sitios y encontrarse con la masía derruida
o no… ¿qué nos puedes comunicar?
-Evidentemente tuvimos alguna
sorpresa, pero en la mayor parte de los casos acudíamos a las masías conociendo
de antemano su estado. En cualquier caso, fuimos siempre con la mochila cargada
de ilusión y el objetivo de la máquina siempre dispuesto, siempre a punto,
gozando, en cada caso de la perpetua simbiosis de las masías en el paisaje que
las rodean y en las que se integran. Pero, sobre todo, tuvimos ocasión de
entablar relación con quienes las habitaron y trabajaron, disfrutando de la
conversación y de sus explicaciones. Porque las masías han sido y son la máxima
expresión de un tipo de organización económica y social muy concreta y muy
compleja.
Ahora bien, es cierto que con cada masía en
ruinas se nos caía el alma a los pies. Aquellos venerables edificios,
escenarios de tantas vivencias, testimonios mudos de siglos de noble y generoso
trabajo, de ilusiones y de lucha tenaz contra las adversidades…antes tan llenos
de vida y ahora tan solos….¡¡Una gran pena!!Habría que preservarlos del olvido
y eso hicimos o, como mínimo lo intentamos.
-Monroyo,
con su amplio término te debió emocionar mucho cuando investigaste el mundo de
las masías, los masoveros y las masoveras… ¿qué siente uno cuándo se acerca a
esta gente que vivía como tú dices en un hábitat disperso?
-Yo soy de Monroyo y me crié y me
educaron de Monroyo. Buena parte de mis amigos eran masoveros y desde siempre
me sorprendió su vivacidad (espabila, decimos en Monroyo). Los críos de las
masías eran muy vivarachos. Y para los del pueblo, aquello de subir y bajar
cada día de la masía al pueblo para acudir a la escuela era casi una
heroicidad, una aventura. Porque durante el trayecto los críos se tenían que
entretener con algo…cualquier cosa, cualquier ocurrencia era buen motivo para
amenizar la marcha. Y los del pueblo, a menudo, les acompañamos un buen trecho.
Al llegar al día siguiente, les esperábamos ansiosos para que nos explicaran
sus hazañas. Ellos, eran autosuficientes y se fabricaban sus propios juguetes
(la soledad y, sobretodo, la necesidad, agudizaban el ingenio) Y es que los
niños y las niñas de las masías aprovechaban para el juego todas y cada una de
las posibilidades que la naturaleza había puesto a su alcance. Esto era,
tremendamente atractivo para los del pueblo y esa atracción quedó grabada en mi
mente.
Seguramente que fue la nostalgia de ese mundo
la que me indujo a finales de los años ochenta a iniciar la labor investigadora
con el fin de rescatar las masías y su cultura del olvido y acercarme y hablar
con los masoveros fue como regresar a los orígenes, fue como revivir una parte
destacada de nuestra infancia y de nuestra adolescencia
-¿Qué particularidades diferentes presentaban las masadas y
masías de Monroyo en comparación con la de términos o comarcas , más o menos,
cercanas…
-Pues lo cierto, es que las
diferencias son escasas. Ya se apunta en la introducción del libro que las
masías son la tónica general en las
tierras de los cursos medio y alto del Matarranya y en las comarcas limítrofes
, con las que nos han unido desde siempre, y nos siguen uniendo lazos de todo
tipo. Por tanto, las conclusiones que pueden derivarse de nuestro trabajo
tienen muy pocas diferencias, sobre el hábitat disperso de dichas comarcas.
La técnica constructiva viene a ser la misma,
aprovechando los materiales que se encuentran en el territorio: piedra, cal,
arena, barro, cañas, madera. Como mucho podríamos destacar el reducido tamaño
de las explotaciones masoveras, ya que la superficie media de las masías de
Monroyo es de 49 hectáreas, distribuidas en 35,3 de bosque; 12,8 de cultivos de
secano y 0,9 de regadío. Pero hay que tener en cuenta que 31 de las 98 masías
del término no llegan ni a tener ni a gestionar 30 hectáreas…una especie de
minifundios, masías pobres…
Las masías ricas, no eran muchas y se
consideraban como tales, no solamente las que tenían mayor superficie sino las
que disponías de más animales de carga y de tiro, así como de más ganado. Solo
diez superaban las cien hectáreas y sólo
seis tenían cuatro caballerías. Hay que tener en cuenta que son un buen
indicador del nivel económico de la masía era el de las caballerías que poseía.
Cada par de caballerías podría labrar 21 hectáreas aproximadamente. Seguramente
que en el Maestrazgo y en el Bajo Aragón las masías disponían de una superficie
de tierras mayor que las del Matarranya.
-Amigo,
¿cómo fue la coordinación de este trabajo porque hay más gente implicada en
este libro?
-Pues sí, en la elaboración del
trabajo colaboramos más de cien personas. Es decir, que de una u otra forma,
colaboraron todas las familias del pueblo; pero la labor de coordinación no fue
complicada…la buena disposición y, en muchos casos, el entusiasmo de los
colaboradores fue determinante para conseguir el objetivo que nos proponíamos.
En todo caso, la aportación de distintos y muy variados puntos de vista
enriqueció mucho el trabajo.
-¿Cuál
recuerdas que fue la parte a la que más os costó acercaros para explicarnos lo
que fue el particular mundo de las masías y de sus gentes?
-No recuerdo que tuviésemos
complicaciones especiales en ningún caso. En ocasiones fueron los propios
masoveros, los que nos facilitaron el acceso. En otras los colaboradores
poníamos, por nuestra parte, el medio de transporte. Y en mi caso en
particular, la mayor parte del trabajo de campo que me correspondió lo hice a
pie. Claro que, también tuvimos que hacer a pie las visitas a las masías
abandonadas desde hacía años y en las que habías desaparecido los caminos por
la vegetación.
-Hablemos
de las masías….muchas, diría la mayoría se encuentran en ruinas o casi en
ruinas… ¿qué sensación tenéis como estudiosos de este tema cuando os encontráis
ante este panorama? ¿Qué se podría o debería plantear para reconvertir o darle
la vuelta a la moneda?; ¿Hemos hecho tarde para recuperar el patrimonio de las
masías?
-La sensación que a mí me queda es
la de desolación, seguida de la de impotencia. Pienso que la solución para que
las masías se mantengan en pie pasa por hacerlas productivas. Es decir que,
como ha ocurrido en algún caso y a parte de las que los masoveros mantienen en
pie como edificios auxiliares de sus explotaciones agropecuarias, la solución
podría pasar en esta época de crisis, por un lado por el neo ruralismo y, por
otro, por el turismo…tan en boga en el Matarranya, destinándolas a alojamiento
de turismo rural. Claro, que para esto hay que contar con el apoyo de las
administraciones públicas en este territorio tan afectado por el problema de la
despoblación. Y no se me ocurren otras soluciones. Como mucho el de destinarlas
a segunda residencia.
¿Me dices de recuperar el patrimonio masovero?;
si hablamos del patrimonio inmaterial yo creo
que sí se está a tiempo. Pero si nos referimos al material la cosa
cambia mucho. Es muy costoso y los propietarios optan por lo más práctico (como
es natural) y antes de invertir en la masía lo harán en la casa del pueblo que
es donde viven…claro que siempre están los que mantienen la masía en pie por
nostalgia y por afecto.
-¿Y
el de los masoveros y masoveras…ese patrimonio antropológico de convivencia tan
arraigado en ciertas tierras…qué podemos hacer para contar, difundir y dar a
conocer la importancia del hábitat rural y de sus habitantes entre las
generaciones presentes y futuras?
-Pues no queda más remedio que
trabajar ese importantísimo patrimonio. Y no tenemos, ya, mucho tiempo. Solo
queda con vida una generación de las que vivieron en las masías y que conocen a
fondo este tipo de hábitat. Es la generación de los que ahora tienen 60 años en
adelante y hay que aprovecharlo, esta cultura lo merece.