El pez de la despedida: poemas de Luz Rodríguez e ilustraciones de
María Maynar
Poemas
de Luz Rodríguez que destila todo un conjunto de sensaciones reunidas en un poemario
que va presentándose en diferentes partes que atrapan al lector amante del
verso y del poema.
El poemario reúne diferentes pálpitos desde
arrecifes al bestiario pasando por el pez de la despedida o el bullicio de
desamor.
Luz Rodríguez mira al lector como al papel en
blanco y desgarra con sus poemas, tratándolos como pensamientos delicados o
presentados con palabras que embellecen la poética. Se nota que siente pasión
por la literatura
El poemario está editado por Paco Rallo que le
realiza la presentación del mismo.
Las aguadas, inspiradísimas, son de María Maynar
“El pez de la despedida” cuenta además con dos
prologuistas que son todo un lujo: Antón Castro que dedica más la atención a
los poemas y Carlota Santabárbara que se centra un poco más en las aguadas de
María Maynar.
“El pez de la despedida” se encuentra dentro de
la colección el párpado sumergido.
Algunos de los poemas han obtenido premios literarios .
Enlaces: http://antoncastro.blogia.com/2014/052903-luz-rodriguez-palabras-para-ella.php
http://www.centrodellibrodearagon.es/asp/libro_detalle.asp?cod=8275
¿Qué es la técnica de aguadas?
https://es.wikipedia.org/wiki/Aguada
Cazarabet
conversa con Luz Rodríguez:
-Luz, ¿cómo concibes el género
de la poesía?
-No creo en los géneros literarios delimitados
como compartimentos estancos. Si lees algo tan bello y demoledor como “Mortal y
rosa”, por ejemplo, no pierdes el tiempo enzarzándote en una disquisición para
decidir si se trata de poesía, de prosa o de un híbrido. Es poesía, claro, y
también crítica y mucho más, pero rebasa la idea de la poesía concebida como
género.
-¿Qué
te aporta, qué significa para ti escribir poesía?
-A veces la poesía es un grito; otras, la voz
de una mirada que se posa donde nada es lo que aparenta: donde un tren no es un
tren, una rosa no es una rosa y el dolor acaso sea un perro con cataratas en
los ojos.
-Eres
una poeta muy libre, que escribe, mejor diría, compone, como sin tapujos, sin
reglas… ¿Es así?
-Quien escribe no puede ser pudibundo. La
timidez creativa, el apocamiento expresivo son lastres incompatibles con el
oficio de escribir, independientemente de que nos manejemos con una voz sorda y
contenida, críptica o más exaltada, más vehemente. Esto no significa que haya
que descarrilar el verbo y las emociones sin medida. Tiene que haber reglas,
pautas, constante vigilancia y revisión formal para alcanzar una voz libre que
revele lo que busca, lo que la inquieta. Lobo Antunes
dijo que un libro era un “delirio estructurado”; la poesía participa de esa
doble condición.
-En
este poemario El pez de la despedida: ¿a quién le escribes?
-A nadie y a todos. A algunos lectores que
supongo cómplices, a algunas mujeres que imagino atravesando encrucijadas
semejantes a las que recorre el sujeto poético del libro, que no soy yo en
sentido literal, sino un trasunto de mí misma. Desde ese yo experimental
también me escribo a mí misma; me interrogo, me respondo, trato de comprender
aquello que se me escapa, que se me resiste, que requiere ser recreado a través
de la escritura. Le escribo también a las dudas que me asaltan antes de
escribir, dudas que nunca quedan zanjadas. Supongo que por eso seguimos
escribiendo.
-Este
poemario está dentro de “una serie”, la de El Párpado sumergido, ¿no es así?
-Sí. Este libro estrena la colección que, bajo
ese título de El párpado sumergido, ha iniciado el editor y artista visual Paco
Rallo. Los poemas van precedidos de un bello prólogo de Antón Castro.
-¿Qué te supone, a ti, acercarte a los
lectores con este libro… que habla tanto del amor como del desamor?
-Todos los libros suponen un intento de
comunicación. También representan un riesgo. Con este libro intento levantar
ante el lector un escenario poético donde se representa sobre todo la historia
y el discurrir emocional de un desencuentro. Trata de la amenaza de la pérdida,
del deseo de la huída, del intento de sublimación a través de la belleza, de la
extrañeza de una misma y del otro, de la obcecación en resistir, de la aleación
de rebeldía e indefensión ante aquello que deseamos y se nos escurre, de si realmente
amamos lo que creemos amar… Hay un baile continuo de paradoja, de impresiones
encontradas.
-Lo
haces con unas palabras precisas, pero sin estridencias… pero contundentes.
-El celo estilístico siempre está ahí, aunque a
veces confieso que relajo el esmero, pero hay que perseguir las palabras
precisas. Las estridencias procuro evitarlas; no creo en las interjecciones,
prefiero que la fuerza provenga de la tesis concentrada que pueda encerrar un
verso, de una metáfora, de una imagen que sea casi palpable, de una palabra
contundente bien traída a tiempo.
-No
sé, es como si tus poemas nos llevasen de la mano todo el rato por un camino
que, aún tortuoso, pudiese ser sentido con placidez.
-Sí, es una buena apreciación. Lo tortuoso
tiene que ser de algún modo asimilado por una voz interior que te dicta
amortiguar la caída mediante un talante poético en buena parte más cadencioso,
más sosegado, más meditado. De otra manera, la ferocidad nos engulle. Es más,
si lo tortuoso y la pasión expresiva se llevan al extremo, precisamente debido
a ese exceso indiscriminado, acaban resultando banales. Nada que se pretenda
poesía, mediante el ruido la ahuyenta.
-En
estos momentos, querida amiga, ¿en qué estás trabajando?
-Estoy
escribiendo relatos. En realidad, escribo más narrativa que poesía, aunque la
poesía es una necesidad reincidente que nunca abandono durante demasiado
tiempo.
Compagino la escritura con los talleres de
escritura creativa que vengo impartiendo desde hace diez años y también doy
conferencias, recitales… Esta misma semana he dado una charla bajo el título:
“Trastorno y creación literaria”, un tema que estudio desde hace tiempo, que me
apasiona y que seguiré abordando.
-¿Cómo
ha sido trabajar con María Maynar?
-En realidad, no trabajamos en paralelo. Ella
leyó primero el libro y, a partir de ahí, como ella te contará, se despertó el
imaginario marino que recreó en las bellas aguadas que acompañan a algunos de
los poemas. La relación con María ha sido cómplice y alentadora y entre
nosotras se ha fraguado una amistad que empezó marinándose en la tinta común de
aguadas y versos.
-¿Y
con esta iniciativa editorial que crece tras el mimo y la mirada de Paco Rallo?
-Paco Rallo mostró gran interés por mis poemas
al poco de conocernos. Con los tiempos que corren de vientos desabridos para la
poesía, es muy de agradecer el
entusiasmo con que tomó la iniciativa de la publicación de mi libro. Como bien
dices, realizó un trabajo impecable mimando cada detalle de la edición hasta
conseguir un volumen muy bello y cuidado.
Cazarabet conversa con María Maynar:
-Amiga María, ¿Cómo es
ilustrar con tus aguadas un libro de poemas?
Paco Rallo, el editor, me
propuso acompañar los poemas de Luz (en blanco y negro); no era necesario
ilustrarlos propiamente.
Más, tras leer el poemario, su voz
transportaba un imaginario, un ritmo que caló al pulso. Pulso que movió la
tinta en trazos y aguadas.
-Para ello, claro, tienes que sentirte muy a gusto con este género
literario…
Sí. Pienso que una obra de arte es un
poema, que porta resonancias, ritmos, modulaciones, confluencias en lo abierto.
Algo late en y de común.
-Y, por ende, con la poesía que nos llega desde la pluma de Luz Rodríguez…
Si nos damos cuenta, en nuestro vivir,
las cosas que nos suceden, traen algo consigo que se queda, que nos transforma.
Y eso ocurrió con la lectura de El pez de la despedida. Quizás era
el momento, la situación, lo ya vivido lo que lo hizo posible. Pienso que Rallo
acertó al provocar el encuentro. Ha supuesto algo importante para mí.
-¿Cómo compagináis el trabajo…lees sus poemas y después te inspiras para
tus aguadas e ilustraciones?
Te cuento: Leí varias veces seguidas El pez de la despedida. Durante varios
días quise jugar con tinta negra sobre diversos tipos de papel. En ese periodo,
no releí los poemas. Más me asombró ver que los resultados se conjugaban. Las
tintas se vinculaban a los poemas.
Gocé mucho con ello.
Algunas fueron elaboradas digitalmente,
conjugando varios originales.
Dispuse de la concentración y afinidad
requeridas para que lo que dice el poema, que no dice diciendo, me habitara y
lo dibujaran las manos. Así lo viví.
La comunicación y amistad con Luz, a la
cual no conocía de antemano, nace de esto.
-¿Crees María que la ilustración con la poesía se pueden convertir como en
un subgénero con muchos, muchos adeptos…? (por mi parte, veo una comunión
exquisita entre estas dos disciplinas artísticas)
He de decirte que no soy experta en
ilustración, no me he dedicado a eso, por lo que no estoy en condiciones de
hablar de ello en general. Pinto, eso sí.
Volviendo a los poemas, en esta
comunión de la que hablamos, me vi acompañándolos de un modo peculiar. Situada a su lado, como quien pasea con
alguien querido, y hablando desde sí
ambas singularidades, transitan por un espacio sonoro y visual. Un diálogo, en
el que cada cual dice su presente descubrimiento. En ese instante, las
respuestas o preguntas, los sentimientos, surgen espontáneos. En la tensión de
la acción toman cuerpo visual, conjugando, hacer-pensar-sentir. Si surge,
surge, no es una pretensión, me vi libre para aceptar o no el encargo. Y me
dije: si te sale bien, si no también. Y salió.
Por lo que creo que ilustración y poema van genial de la mano. Y estupendo que sea para muchos. Así nos
iremos comprendiendo.
-Aunque lo que hacéis es
algo más que arte… es expresividad y la expresividad es, también, una especie
de herramienta que nos lleva a contribuir por aquellos valores, sentimientos,
anhelos que afloran desde nuestro interior…
A veces pienso que saber, saber, no sé
si se lo que hago. Lo voy sabiendo. Me parece ir sabiendo. Es algo que
transcurre en el tiempo y se produce sin tiempo. Hay revelaciones y velos,
comprensiones y absurdos que chisporrotean en el curso de este pasear.
Configurador de mundos inacabados, de interrogantes.
Lo que aflora llega acá y va allá. Que
lo reconozcamos es cuestión de escucha, y la escucha está ahí en su inquietud,
filtrando. Lo que vamos percibiendo, un día se hace dibujo nítido.
Misterios.
Una noche funde los límites.
Vivencias que incorporamos.
El orden da patrones y previsiones.
En el caos alcanzo el silencio atento,
estimulante de lo imprevisto.
Nos mueven los valores, están ahí los
afectos, las carencias, la injusticia, el dolor, la crueldad de nuestro mundo.
Nos hacen reaccionar.
Muchas son las voces, siempre
insuficientes, que se alzan en denuncia de lo que se está dando. Son
imprescindibles.
El poema ríe, llora, grita, suplica,
calma, goza. Da curso al cauce en el que nos bañamos, por dentro y por fuera.
Nos cala y traspasa.
Nos habita y habitamos.
Un rizoma complejo. Decimos el poema y
al llegarnos, nos dice.
Nos transporta por parajes difícilmente
ilustrables en todas sus dimensiones. Más sí podemos
generar líneas, manchas, formas, dibujos, rastros de cualidad semejante, que
resuenen a la par en confluencia, sucede. ¿No te parece?
-En resumidas cuentas,
que el arte puede y debe contribuir con y por la sociedad, ¿no?
El arte se da en nuestras sociedades,
se viene dando. Tenemos esta capacidad. Es un hecho social, y pertenece a
muchos campos. Tiene que ver con la comunicación, la historia, las técnicas, la
sociología, la educación, la percepción, la investigación, el activismo social,
la filosofía, la estética, la crítica, la meditación, etc.
Extirpar estas capacidades y conexiones
es una castración, una mutilación. Instrumentalizar a nuestra especie. No nos
interesa.
¿A quién interesa?.
El arte, las obras de arte, hacen
sociedad. Comprendo que nosotros concibamos este ámbito
en el obrar y recibir, es imprescindible. Con el arte reflexionamos, como
espejo social, retrato formal, anímico, ideológico, costumbrista, anticipador,
constructor de las sociedades y sus épocas. Es también promesa de
reconciliación, vislumbre de lo mejor de nosotros mismos. Denuncia de lo peor.
Constructor de caminos posibles. Se puede cualquier cosa porque se rompen
los determinismos naturales. Ética y Estética bailan en el mismo salón y
muchas veces se interpenetran. Configuran
nuestro mundo. ¿Y su ausencia genera los horrores que padecemos?
Lo personal es político. Todo puede ser de
otra manera.
-Amiga María. ¿En qué estás trabajando ahora?
Pintando. Si te parece te muestro unos
extractos que acabo de hacer, donde se ve algo del recorrido.
Durante unos ocho años, estuve como
ayudante en el taller de Jesús Vilallonga en
Barcelona, invitada por su mujer Katherine Slusher. El
había regresado de Canadá, donde vivió. Yo obré con su influencia; muestra de ella son las pinturas tituladas:
Latido, Vértigo, Abril, Ciudad, Paisaje VII, (actualmente en Suecia) y El
guardián de Ecco. Con él aprendí.
Durante un periodo, ante la superficie
en blanco, me propuse actuar con elementos muy mínimos y con solo pincel y
color, hacer que dicha superficie vibrara. Así fui tejiendo espacios de
transmisión vibrátil, una labor que conlleva cierto rigor y contención rítmica.
Un canto cromático. Este pulso inicial continúa latiendo.
Ahora el pincel se ha vuelto juguetón y
la contención ha estallado, traspasando los límites impuestos, dando lugar a
gestos y trazos que se quieren libres.
Ambos momentos coexisten en
alternancia. A veces se conjugan.
Aquí se ve el salto. Con El pez de la despedida, parece que me
despedí de mi misma, pues se desencadenó esto en lo que ahora tambien estoy, el trazo, el gesto, el rastro. Impregnada de
lo que habito aparecen vegetales, voladores, aguas, vientos, incertidumbres etc. Elementos diversos. Superficies de
resonancia, en las que el blanco toma un papel importante. Con la certeza de
que todo puede ser diferente. Estoy entusiasmada.
La muestra “Estamos en el recreo” de María Maynar en la Sala de Exposiciones Virtual del País de
Cazarabet:
http://www.cazarabet.com/exposiciones/maynar/index.htm
22989
El
pez de la despedida. Luz Rodríguez. Ilustraciones de
María Maynar
71
páginas 14 x 22 cms.
15,00 euros
Paco Rallo
Con este libro comienza la colección de poesía El párpado sumergido,
En palabras de Antón Castro, autor del prólogo, “El pez de la despedida es un
libro unitario, de un tema capital que desarrolla una espiral de diversos
asuntos o argumentos. Tiene algo de cuaderno de música que desarbola sus
melodías en torno al amor, o quizá a la sombra del desamor. En un espléndido
poema, donde se asocia la casa con el islote donde todo se desploma, se dice:
“Es una mujer despojada. / Una mujer que ya no se me parece”. En ese territorio
de la decepción y de la ruptura, o del desaire, la protagonista del libro
parece una extranjera de sí misma; la pasión quebrada la ha dejado exhausta,
yerma, irreconocible en todos los espejos, en el hilván de la memoria y en la
presencia del olvido, que empuja de manera inexorable. “Esta soledad ondea para
parir otra /camuflada”, escribe (…).
Es un libro con su atmósfera especial, con su tensión, con una estructura
sólida que arranca con una cita de Roberto Juarroz;
el poeta argentino comparte protagonismo con Goethe, con Rimbaud,
con Virginia Woolf y con Rainer Maria
Rilke; si buscamos otros asideros o referencias,
hemos de decir que Luz Rodríguez le dedica una espléndido poema a Gustav Klimt, uno de los mejores: ‘No lo llames paraíso’, donde el
universo de Klimt se opondría al de Poussin, y también evoca el universo de Turner.”