Arte

El pez de la despedida: poemas de Luz Rodríguez e ilustraciones de María Maynar

 



18072014105447.jpgPoemas de Luz Rodríguez que destila todo un conjunto de sensaciones reunidas en un poemario que va presentándose en diferentes partes que atrapan al lector amante del verso y del poema.

El poemario reúne diferentes pálpitos desde arrecifes al bestiario pasando por el pez de la despedida o el bullicio de desamor.

Luz Rodríguez mira al lector como al papel en blanco y desgarra con sus poemas, tratándolos como pensamientos delicados o presentados con palabras que embellecen la poética. Se nota que siente pasión por la literatura

El poemario está editado por Paco Rallo que le realiza la presentación del mismo.

Las aguadas, inspiradísimas, son de María Maynar

“El pez de la despedida” cuenta además con dos prologuistas que son todo un lujo: Antón Castro que dedica más la atención a los poemas y Carlota Santabárbara que se centra un poco más en las aguadas de María Maynar.

“El pez de la despedida” se encuentra dentro de la colección el párpado sumergido.

Algunos de los poemas han obtenido premios literarios .

Enlaces: http://antoncastro.blogia.com/2014/052903-luz-rodriguez-palabras-para-ella.php

http://www.centrodellibrodearagon.es/asp/libro_detalle.asp?cod=8275

¿Qué es la técnica de aguadas?

https://es.wikipedia.org/wiki/Aguada

 

 

Cazarabet conversa con Luz Rodríguez:

_luz01rgb_0791cf45.jpg-Luz, ¿cómo concibes el género de la poesía?

-No creo en los géneros literarios delimitados como compartimentos estancos. Si lees algo tan bello y demoledor como “Mortal y rosa”, por ejemplo, no pierdes el tiempo enzarzándote en una disquisición para decidir si se trata de poesía, de prosa o de un híbrido. Es poesía, claro, y también crítica y mucho más, pero rebasa la idea de la poesía concebida como género.

-¿Qué te aporta, qué significa para ti escribir poesía?

-A veces la poesía es un grito; otras, la voz de una mirada que se posa donde nada es lo que aparenta: donde un tren no es un tren, una rosa no es una rosa y el dolor acaso sea un perro con cataratas en los ojos.

-Eres una poeta muy libre, que escribe, mejor diría, compone, como sin tapujos, sin reglas… ¿Es así?

-Quien escribe no puede ser pudibundo. La timidez creativa, el apocamiento expresivo son lastres incompatibles con el oficio de escribir, independientemente de que nos manejemos con una voz sorda y contenida, críptica o más exaltada, más vehemente. Esto no significa que haya que descarrilar el verbo y las emociones sin medida. Tiene que haber reglas, pautas, constante vigilancia y revisión formal para alcanzar una voz libre que revele lo que busca, lo que la inquieta. Lobo Antunes dijo que un libro era un “delirio estructurado”; la poesía participa de esa doble condición.

-En este poemario El pez de la despedida: ¿a quién le escribes?

-A nadie y a todos. A algunos lectores que supongo cómplices, a algunas mujeres que imagino atravesando encrucijadas semejantes a las que recorre el sujeto poético del libro, que no soy yo en sentido literal, sino un trasunto de mí misma. Desde ese yo experimental también me escribo a mí misma; me interrogo, me respondo, trato de comprender aquello que se me escapa, que se me resiste, que requiere ser recreado a través de la escritura. Le escribo también a las dudas que me asaltan antes de escribir, dudas que nunca quedan zanjadas. Supongo que por eso seguimos escribiendo.

-Este poemario está dentro de “una serie”, la de El Párpado sumergido, ¿no es así?

-Sí. Este libro estrena la colección que, bajo ese título de El párpado sumergido, ha iniciado el editor y artista visual Paco Rallo. Los poemas van precedidos de un bello prólogo de Antón Castro.

 -¿Qué te supone, a ti, acercarte a los lectores con este libro… que habla tanto del amor como del desamor?

-Todos los libros suponen un intento de comunicación. También representan un riesgo. Con este libro intento levantar ante el lector un escenario poético donde se representa sobre todo la historia y el discurrir emocional de un desencuentro. Trata de la amenaza de la pérdida, del deseo de la huída, del intento de sublimación a través de la belleza, de la extrañeza de una misma y del otro, de la obcecación en resistir, de la aleación de rebeldía e indefensión ante aquello que deseamos y se nos escurre, de si realmente amamos lo que creemos amar… Hay un baile continuo de paradoja, de impresiones encontradas. 

luz-rodríguez.jpg-Lo haces con unas palabras precisas, pero sin estridencias… pero contundentes.

-El celo estilístico siempre está ahí, aunque a veces confieso que relajo el esmero, pero hay que perseguir las palabras precisas. Las estridencias procuro evitarlas; no creo en las interjecciones, prefiero que la fuerza provenga de la tesis concentrada que pueda encerrar un verso, de una metáfora, de una imagen que sea casi palpable, de una palabra contundente bien traída a tiempo. 

-No sé, es como si tus poemas nos llevasen de la mano todo el rato por un camino que, aún tortuoso, pudiese ser sentido con placidez.

-Sí, es una buena apreciación. Lo tortuoso tiene que ser de algún modo asimilado por una voz interior que te dicta amortiguar la caída mediante un talante poético en buena parte más cadencioso, más sosegado, más meditado. De otra manera, la ferocidad nos engulle. Es más, si lo tortuoso y la pasión expresiva se llevan al extremo, precisamente debido a ese exceso indiscriminado, acaban resultando banales. Nada que se pretenda poesía, mediante el ruido la ahuyenta. 

-En estos momentos, querida amiga, ¿en qué estás trabajando?

 -Estoy escribiendo relatos. En realidad, escribo más narrativa que poesía, aunque la poesía es una necesidad reincidente que nunca abandono durante demasiado tiempo.

Compagino la escritura con los talleres de escritura creativa que vengo impartiendo desde hace diez años y también doy conferencias, recitales… Esta misma semana he dado una charla bajo el título: “Trastorno y creación literaria”, un tema que estudio desde hace tiempo, que me apasiona y que seguiré abordando.

-¿Cómo ha sido trabajar con María Maynar?

-En realidad, no trabajamos en paralelo. Ella leyó primero el libro y, a partir de ahí, como ella te contará, se despertó el imaginario marino que recreó en las bellas aguadas que acompañan a algunos de los poemas. La relación con María ha sido cómplice y alentadora y entre nosotras se ha fraguado una amistad que empezó marinándose en la tinta común de aguadas y versos.

-¿Y con esta iniciativa editorial que crece tras el mimo y la mirada de Paco Rallo?

-Paco Rallo mostró gran interés por mis poemas al poco de conocernos. Con los tiempos que corren de vientos desabridos para la poesía, es muy de agradecer  el entusiasmo con que tomó la iniciativa de la publicación de mi libro. Como bien dices, realizó un trabajo impecable mimando cada detalle de la edición hasta conseguir un volumen muy bello y cuidado.

 

 

Cazarabet conversa con María Maynar:

1069218_10151559730549562_1965481298_n.jpg-Amiga María, ¿Cómo es ilustrar con tus aguadas un libro de poemas?

Paco Rallo, el editor, me propuso acompañar los poemas de Luz (en blanco y negro); no era necesario ilustrarlos propiamente. 

Más, tras leer el poemario, su voz transportaba un imaginario, un ritmo que caló al pulso. Pulso que movió la tinta en trazos y aguadas.

-Para ello, claro, tienes que sentirte muy a gusto con este género literario…

Sí. Pienso que una obra de arte es un poema, que porta resonancias, ritmos, modulaciones, confluencias en lo abierto. Algo late en y de común. 

-Y, por ende, con la poesía que nos llega desde la pluma de Luz Rodríguez…

Si nos damos cuenta, en nuestro vivir, las cosas que nos suceden, traen algo consigo que se queda, que nos transforma. Y eso ocurrió con la lectura de El pez de la despedida. Quizás era el momento, la situación, lo ya vivido lo que lo hizo posible. Pienso que Rallo acertó al provocar el encuentro. Ha supuesto algo importante para mí. 

-¿Cómo compagináis el trabajo…lees sus poemas y después te inspiras para tus aguadas e ilustraciones?

Te cuento: Leí varias veces seguidas El pez de la despedida. Durante varios días quise jugar con tinta negra sobre diversos tipos de papel. En ese periodo, no releí los poemas. Más me asombró ver que los resultados se conjugaban. Las tintas se vinculaban a los poemas. 

Gocé mucho con ello.

Algunas fueron elaboradas digitalmente, conjugando varios originales. 

Dispuse de la concentración y afinidad requeridas para que lo que dice el poema, que no dice diciendo, me habitara y lo dibujaran las manos. Así lo viví.

La comunicación y amistad con Luz, a la cual no conocía de antemano, nace de esto. 

-¿Crees María que la ilustración con la poesía se pueden convertir como en un subgénero con muchos, muchos adeptos…? (por mi parte, veo una comunión exquisita entre estas dos disciplinas artísticas)

He de decirte que no soy experta en ilustración, no me he dedicado a eso, por lo que no estoy en condiciones de hablar de ello en general. Pinto, eso sí.

Volviendo a los poemas, en esta comunión de la que hablamos, me vi acompañándolos de un modo peculiar.  Situada a su lado, como quien pasea con alguien querido, y  hablando desde sí ambas singularidades, transitan por un espacio sonoro y visual. Un diálogo, en el que cada cual dice su presente descubrimiento. En ese instante, las respuestas o preguntas, los sentimientos, surgen espontáneos. En la tensión de la acción toman cuerpo visual, conjugando, hacer-pensar-sentir. Si surge, surge, no es una pretensión, me vi libre para aceptar o no el encargo. Y me dije: si te sale bien, si no también. Y salió. 

Por lo que creo que ilustración y poema van genial de la mano. Y estupendo que sea para muchos. Así nos iremos comprendiendo. 

11781773_10153030552954562_7848534795617075069_n.jpg-Aunque lo que hacéis es algo más que arte… es expresividad y la expresividad es, también, una especie de herramienta que nos lleva a contribuir por aquellos valores, sentimientos, anhelos que afloran desde nuestro interior…

A veces pienso que saber, saber, no sé si se lo que hago. Lo voy sabiendo. Me parece ir sabiendo. Es algo que transcurre en el tiempo y se produce sin tiempo. Hay revelaciones y velos, comprensiones y absurdos que chisporrotean en el curso de este pasear. Configurador de mundos inacabados, de interrogantes. 

Lo que aflora llega acá y va allá. Que lo reconozcamos es cuestión de escucha, y la escucha está ahí en su inquietud, filtrando. Lo que vamos percibiendo, un día se hace dibujo nítido.

Misterios.

Una noche funde los límites.

Vivencias que incorporamos.

El orden da patrones y previsiones.

En el caos alcanzo el silencio atento, estimulante de lo imprevisto. 

Nos mueven los valores, están ahí los afectos, las carencias, la injusticia, el dolor, la crueldad de nuestro mundo. Nos hacen reaccionar.

Muchas son las voces, siempre insuficientes, que se alzan en denuncia de lo que se está dando. Son imprescindibles.

El poema ríe, llora, grita, suplica, calma, goza. Da curso al cauce en el que nos bañamos, por dentro y por fuera.

Nos cala y traspasa.

Nos habita y habitamos.

Un rizoma complejo. Decimos el poema y al llegarnos, nos dice.

Nos transporta por parajes difícilmente ilustrables en todas sus dimensiones. Más sí podemos generar líneas, manchas, formas, dibujos, rastros de cualidad semejante, que resuenen a la par en confluencia, sucede. ¿No te parece?

404759_10151414652704562_321405921_n.jpg-En resumidas cuentas, que el arte puede y debe contribuir con y por la sociedad, ¿no?

El arte se da en nuestras sociedades, se viene dando. Tenemos esta capacidad. Es un hecho social, y pertenece a muchos campos. Tiene que ver con la comunicación, la historia, las técnicas, la sociología, la educación, la percepción, la investigación, el activismo social, la filosofía, la estética, la crítica, la meditación, etc.

Extirpar estas capacidades y conexiones es una castración, una mutilación. Instrumentalizar a nuestra especie. No nos interesa.

¿A quién interesa?.

El arte, las obras de arte, hacen sociedad. Comprendo que nosotros concibamos este ámbito en el obrar y recibir, es imprescindible. Con el arte reflexionamos, como espejo social, retrato formal, anímico, ideológico, costumbrista, anticipador, constructor de las sociedades y sus épocas. Es también promesa de reconciliación, vislumbre de lo mejor de nosotros mismos. Denuncia de lo peor. Constructor de caminos posibles. Se puede cualquier cosa porque se rompen los determinismos naturales. Ética y Estética bailan en el mismo salón y muchas veces se interpenetran. Configuran nuestro mundo.  ¿Y su ausencia genera los horrores que padecemos? 

Lo personal es político. Todo puede ser de otra manera. 

-Amiga María. ¿En qué estás trabajando ahora?

Pintando. Si te parece te muestro unos extractos que acabo de hacer, donde se ve algo del recorrido.

 

 

Durante unos ocho años, estuve como ayudante en el taller de Jesús Vilallonga en Barcelona, invitada por su mujer Katherine Slusher. El había regresado de Canadá, donde vivió. Yo obré con su influencia;  muestra de ella son las pinturas tituladas: Latido, Vértigo, Abril, Ciudad, Paisaje VII, (actualmente en Suecia) y El guardián de Ecco. Con él aprendí.

 

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Durante un periodo, ante la superficie en blanco, me propuse actuar con elementos muy mínimos y con solo pincel y color, hacer que dicha superficie vibrara. Así fui tejiendo espacios de transmisión vibrátil, una labor que conlleva cierto rigor y contención rítmica. Un canto cromático. Este pulso inicial continúa latiendo.

 

 

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Ahora el pincel se ha vuelto juguetón y la contención ha estallado, traspasando los límites impuestos, dando lugar a gestos y trazos que se quieren libres. 

Ambos momentos coexisten en alternancia. A veces se conjugan.

 

 

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Aquí se ve el salto. Con El pez de la despedida, parece que me despedí de mi misma, pues se desencadenó esto en lo que ahora tambien estoy, el trazo, el gesto, el rastro. Impregnada de lo que habito aparecen vegetales, voladores, aguas, vientos, incertidumbres etc. Elementos diversos. Superficies de resonancia, en las que el blanco toma un papel importante. Con la certeza de que todo puede ser diferente. Estoy entusiasmada. 

 

La muestra “Estamos en el recreo” de María Maynar en la Sala de Exposiciones Virtual del País de Cazarabet:

http://www.cazarabet.com/exposiciones/maynar/index.htm

 

 

 

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El pez de la despedida. Luz Rodríguez. Ilustraciones de María Maynar
71 páginas         14 x 22 cms.
15,00 euros
Paco Rallo



Con este libro comienza la colección de poesía El párpado sumergido,

En palabras de Antón Castro, autor del prólogo, “El pez de la despedida es un libro unitario, de un tema capital que desarrolla una espiral de diversos asuntos o argumentos. Tiene algo de cuaderno de música que desarbola sus melodías en torno al amor, o quizá a la sombra del desamor. En un espléndido poema, donde se asocia la casa con el islote donde todo se desploma, se dice: “Es una mujer despojada. / Una mujer que ya no se me parece”. En ese territorio de la decepción y de la ruptura, o del desaire, la protagonista del libro parece una extranjera de sí misma; la pasión quebrada la ha dejado exhausta, yerma, irreconocible en todos los espejos, en el hilván de la memoria y en la presencia del olvido, que empuja de manera inexorable. “Esta soledad ondea para parir otra /camuflada”, escribe (…).

Es un libro con su atmósfera especial, con su tensión, con una estructura sólida que arranca con una cita de Roberto Juarroz; el poeta argentino comparte protagonismo con Goethe, con Rimbaud, con Virginia Woolf y con Rainer Maria Rilke; si buscamos otros asideros o referencias, hemos de decir que Luz Rodríguez le dedica una espléndido poema a Gustav Klimt, uno de los mejores: ‘No lo llames paraíso’, donde el universo de Klimt se opondría al de Poussin, y también evoca el universo de Turner.”

 

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