El Bergantes no fue el culpable

Aitor Clemente

 

(Publicado en Compromiso y Cultura nº 5. Abril)



11096686_421793977989257_6605337834527723643_n.jpgLas intensas lluvias caídas de manera incesante en la zona del sureste de Aragón y el norte de Castellón durante casi una semana provocaron que ríos como el Matarraña, el Bergantes o el Guadalope experimentaran significativas crecidas, tras las cuales cabe denunciar las enormes y graves deficiencias de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) en la gestión de estas avenidas, especialmente en toda la cuenca del Guadalope, y que podrían responder a dos motivos, o bien por la manifiesta ineptitud de sus responsables, o bien por un trasfondo de interés.

La estrategia de la Confederación de administrar las crecidas a través de los embalses, con la falsa sensación de seguridad que ello conlleva, se basa sobre todo en una adecuada previsión y preparación anterior a la llegada de la avenida, así como en una correcta gestión de la misma una vez ésta ocurre, para que puedan cumplir esa función de laminación. La tecnología de la CHE permite tener una predicción meteorológica anticipada y fiable para poder actuar con varios días de margen.

La riada comenzó a llegar al pantano de Calanda a mediodía del sábado 21 de marzo, momento en el cual el embalse calandino tenía el casi el 80% de su espacio ocupado, ya que no se había liberado caudal previamente ante la crecida prevista en ambas cuencas vertientes. En el Guadalope, la avenida llegó al embalse de Santolea con este pantano y la presa del Puente superando el 100% de su capacidad, ya que tampoco se realizó un desembalse preventivo para conseguir un volumen de resguardo.

Así pues, conociendo de antemano la previsión de fuertes precipitaciones y con esa alta ocupación en los pantanos, ¿por qué no se comenzó a desembalsar desde Calanda y Santolea dos días antes? ¿No es prioritaria la seguridad de las personas? Esperar la llegada de un fenómeno de gota fría con estos volúmenes almacenados resulta de una temeridad absolutamente intolerable, más si cabe dado que, como hemos podido saber, las condiciones de seguridad de ambas presas no son las idóneas.

11039207_420044348164220_4014207001575469771_n.jpgLa configuración de la cuenca indica que el embalse de Calanda debe laminar las crecidas del Bergantes, mientras que Santolea debe hacer lo propio con las del Guadalope. Sin embargo, éste último se mantuvo completamente lleno y, por tanto, sin poder retener, por lo que siguió aportando caudales de hasta 100 m3/s hacia la presa calandina durante todo el episodio.

Esta deficiente gestión llevada a cabo impidió que los embalses cumplieran con la función laminadora que tienen encomendada. A pesar de la versión difundida desde la Confederación, el embalse de Calanda no redujo las puntas de la avenida extraordinaria y sólo las dilató en el tiempo, ya que los caudales máximos de la riada en el Guadalope por Alcañiz y en el Bergantes por Zorita fueron prácticamente iguales, en torno a 500 m3/s en ambos casos.

Además, las maniobras de desembalse realizadas en plena crecida, con sucesivos saltos en los cantidades evacuadas, en lugar llevar a cabo una intervención anticipada y menos abrupta con objeto de minimizar afecciones, y las constantes contradicciones en las informaciones emitidas, son más propias de una improvisación continua que de un trabajo planificado. En el caso de Santolea, las gráficas incluso muestran movimientos inverosímiles que podrían hacer pensar que los datos hayan estado manipulados.

Ante algunas voces como la del Presidente de la CHE, Xavier de Pedro, que ha aprovechado para insistir en la construcción de la presa de Aguaviva, es importante dejar claro que, de haber estado en marcha esta infraestructura su influencia para laminar la avenida habría sido nula, ya que la capacidad prevista para sus desagües de fondo es de casi 500 m3/s, por lo que todo el caudal hubiese circulado por éstos. La gestión de la riada dependería, como en la situación actual, de la laminación que se hiciera a través del embalse de Calanda.

Debemos recordar también que las crecidas son inevitables, además de necesarias tanto para la propia vida y la dinámica fluvial del río y su entorno, como para garantizar los abastecimientos para las diferentes poblaciones de la cuenca, la industria y la agricultura, y que el cauce de los ríos no se limita únicamente al espacio que ocupan en condiciones normales, sino que también forman parte del mismo todas las zonas inundables que comprende el Dominio Público Hidráulico, y que deben ser siempre respetadas con una ordenación del territorio adecuada.

Por último, esperamos que se depuren todas las responsabilidades derivadas de esta nefasta e interesada gestión que llevó a la población aguas abajo del embalse de Calanda a una situación de alarma eludible y completamente innecesaria.