EL CRUCE DE LOS
PIRINEOS
Por Margarita M. Asencio López *
Soy de un país tropical. De una isla, por más señas. De la más pequeña de las Antillas Mayores o
la mayor de las Menores, como se prefiera.
Como dice una canción que se solía cantar en la escuela elemental: “son
de fáciles pendientes sus colinas” [1]/. La montaña más alta no alcanza los 4,400
pies [2]/. En mi pueblo en particular, la cumbre más
alta apenas llega a 1,000 pies: Sierra
Bermeja, según algunos geólogos, la formación más antigua del Caribe. Tal vez le dé el nombre al pueblo: Cabo
Rojo. En los años 30 del siglo pasado,
algunos compueblanos decidieron ir más allá del Cabo Rojo y subir montañas más
altas que la Sierra Bermeja.
España había dominado a Puerto Rico
desde fines del siglo XV hasta que las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos
ganaron la Guerra Hispano-americana, en 1898.
El resentimiento contra el régimen español fue una de las razones por
las que los puertorriqueños aceptaron el nuevo orden y comenzaron a rechazar ciertos
residuos del anterior. España era
equivalente a represión política, abusos de la Iglesia o analfabetismo, entre
otros problemas. Aunque algunos
españoles mantuvieron control sobre el comercio y las tierras de la isla, los
puertorriqueños acomodados comenzaron a aprender inglés y a leer la Biblia
protestante, fueron a estudiar a universidades en los EE.UU. y se convirtieron
en socios o representantes de las industrias del azúcar o de la aguja
(costura). Mis compueblanos no eran de
esos puertorriqueños. Habían aprendido
inglés en las escuelas públicas [3]/. En 1935, uno había completado el octavo
grado, mientras que su hermano comenzaba la carrera médica. Otro vivía en Nueva York, donde emigraron sus
padres a buscarse la vida, lejos de su pobre patria [4]/.
En los estruendosos años 20, Federico
Carbonell Pérez estableció la primera y estruendosa planta eléctrica del pueblo [5]/. A principios de la década siguiente, su
viuda, Elisa Cuevas, vivía con ocho de sus nueve hijos, una nieta y un sobrino;
aparentemente de rentas y ahorros [6]/. Cuando su hijo Jorge se graduó de la única
escuela superior del pueblo, a los 19 y en 1934, era Guardia Nacional [7]/. El
mayor, Pablo, estaba casado y tenía tres hijos. El alegre y bachatero Jorge se las ingenió de
algún modo para ingresar ese año en la Facultad de Medicina de la Universidad
de Madrid; lejos, muy lejos de casa, de la Sierra Bermeja y del brillante Mar
Caribe.
Estalló la llamada “Guerra Civil” y
Jorge se inscribió como miliciano [8]/. En la Navidad del 36, regresó a Puerto Rico, quizás
como una especie de reclutador para la causa republicana. Dicen que fue recibido en el pueblo como un
héroe [9]/. Ofreció entrevistas a la prensa nacional y consiguió
acompañantes para el regreso a España:
sus hermanos Pablo, de 24 años, y Víctor Antonio, de 19; y un amigo,
Manuel Cofresí Ramírez, de 40 y comerciante, luego líder sindical y comunista [10]/. El niuyorriqueño era
Jules Herman López Cintrón, de 21, del East
Harlem (calle 109, Núm. 18 Este) que se convertiría en Spanish Harlem, el Harlem Hispano [11]/. No sé si se conocían entre sí, pero no
importa ahora. Fueron MIS brigadistas: jóvenes, valientes y republicanos.
Víctor, al menos, entró a España por
los Pirineos, en julio de 1937; mientras Jorge llegaba a Filadelfia, de paso [12]/. Los hermanos
Carbonell se reencontraron en Aragón, para entrenar en el Batallón MacKenzie-Papineau (no me pregunten por qué, si no eran
canadienses ni lo parecían). Pelearon
juntos en la Batalla del Ebro, de Fuentes de Ebro a Teruel. Allí cayó herido Pablo y murió el 13 de enero
de 1938, probablemente en el hospital de Cuevas Labradas. Víctor fue herido el 26 de enero [13]/. Luego de estadías en Benicasim
y Barcelona -donde fue herido nuevamente, durante un ataque aéreo-, Víctor fue
enviado de regreso a Puerto Rico en septiembre.
Se quedó unos días en casa de su hermana Josefina (calle 143, Núm. 527
Oeste), en Washington Heights, Nueva York, donde fue
homenajeado y hasta recibió cuidados médicos de los Amigos de la Brigada
Abraham Lincoln [14]/. Prometió regresar a España y tuvo palabras de
elogio para Jorge, ignorante de su muerte.
Jorge era capitán de la compañía de ametralladoras de los “Mac-Paps” y estaba a punto de retirarse de la Sierra de Cavalls, cerca de Gandesa, cuando
el disparo de un francotirador lo alcanzó, el 6 de septiembre de 1938 [15]/. Si
se hubiese quedado en Cabo Rojo, nunca hubiera ascendido tan alto ni tendría
una tumba tan imponente.
En mi pueblo, nada recuerda a los hermanos
Carbonell Cuevas. Sólo un grupo
independentista, en los años 60, le llamó “Misión Hermanos Carbonell” a su
local en Cabo Rojo, en memoria de los muertos.
Y algunos aún conservamos recuerdos familiares o colectivos suyos. Pero, ¿por qué cruzaron los Pirineos o por
qué debemos hacerlo nosotros?
Mis brigadistas, nuestros brigadistas,
cruzaron los Pirineos para llegar a España y luchar por la democracia, por la
República, por la modernidad, por la justicia.
Cruzaron los Pirineos para ayudar a sus hermanos y hermanas a liberarse
de la pobreza, la ignorancia y la sumisión.
Cruzaron los Pirineos para “pasearse entre las sombras de la muerte y
entrar en la inmortalidad” [16]/. Creo que fue uno de los británicos quien dijo
que no podían mirar a otro lado. Se
reconocieron en los republicanos españoles.
¿Por qué -por qué yo, ni familiar ni
amiga de brigadistas- crucé los Pirineos un día lluvioso, con zapatos
incómodos, lentamente y pidiendo el aire por señas cada paso? ¿Por qué debemos cruzar los Pirineos? Porque debemos superar la frágil verja de
madera que pretende ser frontera entre el Rosellón ¿francés? y la Cataluña ¿española? y convencernos de
que no existe, como no existían fronteras para los brigadistas. Porque tenemos que alcanzar nuestros sueños,
como lo hicieron ellos; elevarnos a la altura de nuestros discursos, como lo
pretendieron ellos; aferrarnos a la Utopía, como lo intentaron ellos. No importa si padecemos de soroche, artritis
o algún tipo de síndrome capitalista. No
importa que la justicia y la libertad aparenten moverse más alto y más lejos a
cada instante, o parecer menos evidentes o más huidizas, mientras las
procuramos. Algún día las
alcanzaremos. Algún día se convertirán
en nuestra manera de vivir. Pero debemos
seguir cruzando los Pirineos. Ésos. Cualesquiera.
Todos los Pirineos.
***
* La autora participó en el Cruce
Simbólico de los Pirineos, organizado por el International Brigades
Memorial Trust (IBMT) en junio de
2012. También asistió a los actos
conmemorativos del 75 Aniversario de las Brigadas Internacionales en España, en
octubre de 2011; y del centenario del poeta Miguel Hernández, en Orihuela, en
noviembre de 2010. Nació en Cabo Rojo,
Puerto Rico, en 1949, y no tiene relación familiar alguna con los brigadistas
mencionados en el artículo, pero ha estado interesada en temas históricos desde
su juventud.
Este artículo fue su contribución al encuentro “A través de los
Pirineos”, de los Amigos y Familiares de la Brigada Abraham Lincoln (FFALB, por sus siglas en inglés), celebrado en la Biblioteca Tamiment de la Universidad de Nueva York, el 17 de
noviembre de 2012. En esa ocasión, se
omitieron las notas.
[1] /
Verso de “La tierruca”, poema de Virgilio
Dávila (1869-1943), musicalizado por Braulio Dueño Colón (1854-1934); ambos
puertorriqueños.
[2]/ Rafael Picó: Nueva
geografía de Puerto Rico ([San Juan] Editorial Universitaria, Universidad
de Puerto Rico, 1969), pp. 34, 37 y 47.
[3] /
Departamento de Comercio y Trabajo - Oficina del Censo. Decimocuarto Censo de los Estados Unidos,
1920 - Población. Puerto Rico. Municipio de Cabo Rojo; y Decimoquinto Censo
de los Estados Unidos, 1930.
[4] / López Cintrón nació en Cabo Rojo,
pero vivía en Nueva York (www.alba-valb.org/volunteers/jules-herman-lopez).
En ALBA (Abraham Lincoln Brigade Archives) aparece otro Carbonell, Fernando,
registrado como voluntario puertorriqueño, sin más datos. El Lcdo. José A. Ortiz Carrión, que ha
investigado la participación de puertorriqueños en la Guerra Civil Española
durante años, ha tratado de identificarlo, sin éxito hasta ahora.
[5] / Gustavo Casanova Laforet: Genealogía
de la familia Carbonell de Cabo Rojo, Puerto Rico, 1800-1979. Apuntes biográficos e históricos (s.f.,
s.l.), pp. 61-62. Casanova Laforet estaba
emparentado con los hermanos Carbonell Cuevas.
[6] / Censo de 1930.
[8] / José Alejandro Ortiz Carrión: “Jorge Carbonell Cuevas: Un miliciano puertorriqueño en la Guerra
Civil Española”. La Torre. Revista de la
Universidad de Puerto Rico. Tercera
época, año XIV, Núm. 51-52 ([San
Juan, La Editorial, Universidad de Puerto Rico] Enero-junio, 2009), p. 21.
Las primeras batallas de Jorge también se mencionan en
Luis A. Ferrao:
Puertorriqueños en la Guerra Civil
Española: Prensa y testimonios,
1936-1939 ([San Juan] La Editorial, Universidad de Puerto Rico [2009]), pp.
173-174. Ferrao
reproduce una entrevista del periódico El
Mundo (San Juan, Puerto Rico, el 17 de febrero de 1937).
[9] / El catedrático y político Severo
Colberg fue testigo del recibimiento, según indica Casanova Laforet: op. cit., p.
64. En la entrevista copiada por Ferrao, se alega que Jorge regresó por una petición
familiar (Op. cit., p. 173).
[10] / Cofresí Ramírez se convirtió en uno
de los líderes de la unión de los salineros de Cabo Rojo y del Partido
Comunista local. Lo conocí anciano, a
principios de los años 70.
[12] / Víctor fue entrevistado en Nueva
York el 14 de septiembre de 1938, según publicó El Mundo dos días después.
El nombre de Jorge aparece en el registro de ciudadanos de los EE.UU.
del vapor “Barbara”, el 22 de julio de 1937 (www.ancestry.com:
Registro de Pasajeros de Filadelfia, 1800-1945, rollo T840_170, línea
8).
[13] / Las fechas las ofreció Víctor en la
entrevista del 14 de septiembre de 1938, pero El Mundo ya había informado de la muerte de Pablo en la edición del
19 de marzo de 1938. En nuestra visita a
Cuevas Labradas, el 4 de septiembre de 2012, el investigador Allan Warren -de
Portal de la Historia- sugirió que Pablo pudo haber muerto allí, tras ser
herido en Teruel. Warren me mostró una
foto de Pablo en camilla, pero se le identifica erróneamente como un
combatiente español.
[14] / El
Mundo, 19 de septiembre y 3 de octubre de 1938. Su última entrevista, publicada el 4 de
octubre de 1938, aparece en Ferrao: op. cit., pp.
199-201.
[15] / Ortiz Carrión: op. cit., pp.
32-33.
[16] / Palabras del líder nacionalista
Pedro Albizu Campos, durante el entierro de dos de
sus seguidores, en 1935.