El Sueño Igualitario
TEXTOS DE SAM
LEVINGER
Las frases de amor
cambian según la latitud…
(Poema de Sam Levinger
escrito en Ohio, tras su graduación en el Instituto)
En el Madrid de las especias,
ella habría dejado caer una rosa ardiente, de un
rojo flamígero
y
susurrado con suavidad desde un balcón
Pero en Nueva York (barrio del este),
ella se reía desde una salida de incendios, y dejó
caer
la hoja tiesa de una alcachofa sobre mí.
En casa
Texto extraído de la
novela escrita por Elma, madre de Sam Levinger, en el que narra hechos acaecidos en Columbus
(Ohio), en noviembre de 1936.
Golpeé su puerta y, como no
respondía, entré. Sabía que no podía controlarlo tanto, a un joven de 19 años,
pero no podía evitarlo. Se suponía que aquel otoño estaba estudiando para sus
exámenes finales… Tenía el libro de Sociología abierto sobre su estómago, pero
al inclinarme para apartarle el pelo de los ojos me di cuenta de que la tira cómica
del periódico matutino estaba metida bajo la almohada.
Saqué
la hoja arrugada. “No me engañes, Samuel, solo te engañas a ti mismo”… Samuel
se levantó, sonriéndome. “No entiendo por qué te sigues preocupando por esos
exámenes. A mí no me preocupan”…
Fui
a ordenar la ropa metida en su armario. De repente mis manos, ocupadas con los
calcetines y la ropa interior y las corbatas, temblaron. Porque, al levantar la
vista, vi la foto que Samuel había arrancado del New York Times del último
domingo y había pegado en su espejo. Mostraba dos fotografías de la España en
guerra… De repente, si estudiaba o no era la menor de mis preocupaciones.
…Sam
había cerrado su libro y me estaba observando. “Podría estar bien ir a España”,
dijo con toda tranquilidad.
Intenté
disimular el pánico de mi voz. “No te necesitan. Tienen soldados de sobra”.
“Sabes
que no es así. Has leído en la prensa lo mismo que yo, que hay lugares donde
las mujeres cogen un palo o una horca y salen a encontrarse con Franco y los
moros”.
“Está
bien, quizá tengas razón, pero hay muchos voluntarios sin ti”.
“Suponte
que todos los demás dijeran lo mismo… Después de lo que he visto, las huelgas,
la gente en la calle desesperada, pobre, sin un sitio donde vivir, incluso sin
lo suficiente para comer, y todo lo demás, me considero un revolucionario. Y
hoy en día el lugar para un revolucionario de verdad está en España”.
Llegada a Madrid de
las Brigadas Internacionales
(Del poema de Pablo
Neruda, de su libro “Tercera residencia”)
Una mañana de un mes frío, de un mes agonizante
manchado por el lodo y por el humo,
un mes sin rodillas, un triste mes de sitio y
desventura,
cuando a través de los cristales mojados de mi casa
se oían los chacales africanos
aullar con los rifles y los dientes llenos de
sangre, entonces,
cuando no teníamos más esperanza que un sueño de
pólvora,
cuando ya creíamos que el mundo estaba lleno solo
de monstruos devoradores y de furias,
entonces, quebrando la escarcha del mes frío de
Madrid, en la niebla del alba,
he visto con estos ojos que tengo, con este corazón
que mira,
he visto llegar a los claros, a los dominadores
combatientes
de la delgada y dura y madura y ardiente brigada de
piedra.
…
Entonces os he visto,
y mis ojos están ahora llenos de orgullo
porque os vi a través de la mañana de niebla llegar
a la frente pura de Castilla,
silenciosos y firmes
como campanas antes del alba,
llenos de solemnidad y de ojos azules venir de
lejos y lejos,
venir de vuestros rincones, de vuestras patrias
perdidas, de vuestros sueños
llenos de dulzura quemada y de fusiles
a defender la ciudad española en que la libertad
acorralada
pudo caer y morir mordida por las bestias.
La guerra es larga
(Poema de Sam Levinger, escrito en un hospital de Madrid, tras ser herido
en la batalla de Brunete)
Camaradas, la batalla es cruenta, la guerra es
larga,
grises colinas adelante se escucha el grito de las
armas;
sobre nosotros planean aviones blancos preñados de
dolor,
mirad los tanques sombríos y salvajes, odian la
carne;
y
escuchad: los fusiles muestran a los hombres el camino del olvido.
Las ametralladoras retumbantes proclaman la muerte.
Camaradas, la batalla es cruenta, la guerra es
larga,
Aquí yace un camarada, con la cabeza envuelta en
sangre y vendajes,
aquí hay un camarada destrozado con la cara blanca
y crispada,
aquí yacen nuestros muertos, aguardan un poco de
tierra.
Estamos cansados de la guerra y hartos del peligro.
Soñamos
con muchachas que nos esperan muy lejos.
En nuestras manos hay sangre que no podemos
limpiar.
En nuestras almas sangre que no se quitará en largo
tiempo.
Camaradas, la batalla es cruenta, la guerra es
larga,
Dejadnos subir a las colinas grises y recargar las
armas,
embistiendo con las delgadas bayonetas hacia la
siguiente ladera.
Aquellos que aún están vivos pronto verán los
verdes campos,
un país libre y refulgente como una estrella;
y aquellos que recargaron las armas serán
recordados,
y de la roja sangre descollarán blancas nubes.
Sin título
(Escrito tras
regresar por su cuenta del hospital a su batallón, en un viaje de cuatro días
en el que solo comía pan y la fruta que encontraba)
No temo al vacío que los hombres llaman muerte,
no recurro a rezos para conjurar un destino apenas
adivinado,
no contemplo con malsana desesperación el
envoltorio
de
las negras tripas de la tumba.
Mi vida goza con la poesía púrpura y con las nubes,
con los barcos en que navegué, con la cerveza que
derramé;
me esperan la lucha y la esperanza, un mundo que
derribar,
un
nuevo mundo que construir.
Y cuando mis ojos comiencen a temblar y cerrarse
llegará la tristeza, ¿pero acaso se debilitará mi
coraje?
Si lo que aguarda es oscuridad, entonces dormiré,
si es luz despertaré.
La última carta
(Escrita cuando Sam
luchaba en el frente del Jarama, entre febrero y abril de 1937)
Solo en caso de muerte, por favor,
Envía la presente a Mrs. Lee J. Levinger
2257 Indianola Ave.
Columbus, Ohio, USA
No enviar en caso de resultar herido.
Gracias, camarada.
Samuel Levinger
Queridos Padre y
Madre:
Supongo
que cuando os llegue esta carta llevaré varias semanas muerto. La guerra es muy
confusa, desde luego, he visto bastantes cadáveres certificados dando vueltas
por aquí como para sentirme un poco escéptico. Pero si recibís esto y también
un anuncio oficial, consideradlo definitivo.
Este
es el último día de descanso. Mañana vamos hacia el frente a echar a los
fascistas. No tengo dudas de que conseguiremos que se larguen de aquí, aunque
será a un precio considerable; y dado lo bueno que es el Batallón Lincoln,
estaremos en mitad de todo ello.
Me
aferro todavía a mi convicción original, según la cual seguiré con vida mucho
después de que un montón de dictadores hayan muerto intoxicados por el plomo o
con las arterias colapsadas; aunque me he equivocado antes en otras materias.
Así que decidí escribir esta carta.
Ciertamente,
no me entusiasma la idea de morir. Me lo he pasado muy bien en mis primeros
veinte años a pesar de que, salvo los seis últimos meses, han sido bastante
inútiles. Supongo que habría disfrutado igual de los veinte siguientes. De
todas formas, quería escribir esta carta para dejar claro que no hay
absolutamente nada de lo que arrepentirme.
Si
volviera a vivir creo que me uniría de nuevo a esta lucha, en este lugar
crucial. Había una tarea extremadamente importante que hacer aquí y fui uno de
los hombres que decidieron llevarla a cabo. Es una lástima que al hacerlo una
buena cantidad de nosotros resultáramos muertos, y el hecho de que yo muriese
es todavía más lamentable desde nuestra perspectiva. Sin embargo, eso carece de
relevancia respecto a la necesidad de emprender esta tarea. La diferencia entre
el fascismo internacional y el socialismo internacional es demasiado grande
para permitir que nuestra seguridad sea un factor a considerar.
Lo
siguiente que quiero pediros es que no veáis esto fuera de contexto. Cambiar el
mundo es un asunto muy serio. Ha matado y seguirá matando a miles de muchachos
tan queridos para alguien como yo para vosotros. Los fascistas quieren guerra,
y les daremos guerra a muerte.
Sois
más afortunados que la mayoría de los padres, porque todavía tenéis dos niños
con futuros muy brillantes. Tenéis oficios realmente valiosos. No estoy tan
capacitado como para valorar el trabajo de Padre, aunque soy consciente de que
es de gran valía, pero en mi terreno, el de un autor, puedo decir que Madre se
convertirá en una de las mejores escritoras de su generación. Y todavía tenéis
que lograr la emancipación de América.
Creo
que mis ideas sobre la inmortalidad coinciden ampliamente con las vuestras.
Escribí una vez un pésimo poema: “Si lo que aguarda es oscuridad dormiré, si es
luz despertaré”. Así que, si volvemos a encontrarnos será genial; si no, hemos
disfrutado de muchas alegrías juntos mientras duraron.
En
cuanto a mis amigos, hacedles llegar mi cariño si os encontráis con ellos.
Contadles que os dije que sólo hay una cosa que merezca recordarse: que hay un
camarada menos para hacer el trabajo del soldado insatisfecho. Algo tendrán que
hacer todos ellos para compensar mi baja. A ver si eso hace que algunos de
ellos dejen de ser tan independientes y pasen a la acción.
Ha
sido una carta torpe. Solo quería decir que os quiero muchísimo a los dos, y
todo eso. Y también que esto no es tan grave.
Amor
y saludos revolucionarios.
Alegría
para el mundo.
Samuel Levinger
Homenaje en el cementerio de La Puebla de Híjar
(Teruel) al brigadista estadounidense Sam Levinger -
29 de septiembre de 2013
13189
Amor
y saludos revolucionarios: Un chico de Ohio en la guerra civil española. Laurie E. Levinger
176 páginas 15 x 21,5 cms.
10,00 euros
Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales
Amor
y saludos revolucionarios: un chico de Ohio en la guerra civil española es la
historia de Sam Levinger, un joven que fue a España
en 1937 para unirse a las Brigadas Internacionales. Es la historia de un
idealista que se comprometió a viajar a un país extranjero para luchar contra
el fascismo. El libro se fundamenta en las cartas, poemas y crónicas que Sam Levinger enviaba a casa desde España, junto con las cartas
y reflexiones de su madre, la escritora Elma Levinger. Narrado a partir de las palabras de un joven soldado
y de su madre, así como de otros miembros del Batallón Abraham Lincoln, el
libro ofrece un testimonio de primera mano sobre los conflictos y la política
de la época. Hombres y mujeres de todo el mundo fueron a España a combatir en
defensa de la democracia española. Dos mil ochocientos estadounidenses se
unieron a las Brigadas Internacionales. Sam Levinger
fue uno de ellos. Sam murió tras resultar herido en la batalla de Belchite, a
la edad de veinte años. La autora de este libro, sobrina de Sam Levinger, viajó a España en busca de su tumba sin nombre.
Amor y saludos revolucionarios narra la crónica emocional y política de la
participación de los norteamericanos en la guerra civil española, en el
lenguaje de quienes la vivieron. “La historia de los dos mil ochocientos
americanos que defendieron la República Española contra el fascismo en los años
treinta ha provocado numerosas y convincentes crónicas, pero pocas tan
conmovedoras como esta. Laurie Levinger ha sacado a
la luz un tesoro de testimonios poderosos y sensacionales, la mayor parte de
los cuales nunca se habían publicado. Ha elaborado con esmero un tapiz a varias
voces que nos lleva desde los años de la Gran Depresión en Columbus, Ohio,
hasta las trincheras de España”. Sebastiaan Faber, director de los Archivos de la Brigada Abraham
Lincoln. “Esta es la historia de un héroe americano en el mejor sentido, de un
chico que dio su vida para la que libertad resistiera en un momento en el cual
oportunistas, políticos, empresarios avariciosos y hasta mandatarios de la
Iglesia en Europa y América se esforzaban por acallarla y destruirla. Contra
este telón de fondo, la figura de un muchacho refulge brillante y heroica, como
un americano de americanos, en la mejor y más pura tradición de un país que ha
escrito en su Constitución que cree en la libertad, la decencia y la dignidad
del hombre. Él fue uno de los muchos jóvenes americanos que marcharon a España
en la creencia de que la libertad del hombre es lo más valioso en el mundo por
lo que merece la pena luchar”. Louis Bromfield,
escritor americano, ganador del premio Pulitzer.
LAURIE E. LEVINGER es también autora de otros dos libros: What
War? Testimonies of Maya Survivors,
y Just a Dropped Stitch.
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