De todas las historias que en esta comarca se cuentan sobre la guerra,
el episodio de lo ocurrido en la cueva de Cambriles –Ladruñán, Teruel– es sin
duda uno de los más sugestivos para recrear la imaginación. Cambriles es un
agujero en la roca, un escondite casi inaccesible que engendró la leyenda de
una sociedad secreta de hombres amenazados a los que el miedo a la muerte les
llevó a establecer juramentos de sangre.
Pero Cambriles también es paisaje, un enclave cautivador en el corazón
de una tierra que ya por sí sola es leyenda.
Este entorno de vértigo, los interrogantes que emanaban de la cueva y
los vínculos humanos con Mas de las Matas cristalizaron en curiosidad para el
Grupo de Estudios Masinos, curiosidad que fue acrecentándose conforme el tiempo
de silencio iba desvaneciéndose en pro de la memoria secuestrada.
Fue en el verano
de 1990 cuando varios miembros del Grupo de Estudios decidimos penetrar en
aquella morada rupestre cargada de misterio. La empresa, no exenta de riesgo,
sólo facilitó el acceso a la morada a través de la escalada experta. La
covacha, angosta e incómoda, desvelaba la presencia humana como cualquiera de
los abrigos prehistóricos de los alrededores pero con su iconografía
actualizada. En las paredes aparecía, pintado con tinte rojo, el nombre de las
estancias, en los espacios huecos unos
troncos cruzados semejaban literas, en el suelo aún perduraban unas zapatillas
mohosas y un fragmento de taza de café de porcelana decorada que indicaba el
abolengo de alguno de sus moradores.
Aquella primera estancia en Cambriles se convirtió en tema de
conversación en muchas ocasiones, y el interés por el mito fue aumentando
conforme iban apareciendo algunos testimonios; dicho interés halló su punto
culminante al conocer la existencia del Libro de Actas, a raíz de un traslado y
reordenación del archivo municipal de Mas de las Matas. Si entrar en la cueva
nos puso en contacto con el medio, abrir este libro que recoge las reuniones de
la sociedad secreta “
Giménez Corbatón ya había colaborado con nosotros en el texto de
presentación del volumen “La mirada detenida”, antología artística de imágenes
recogidas por Andrés Serrano y Miguel Perdiguer durante los últimos diez
lustros. De ese libro toma “Cambriles” el formato y la voluntad de evocar un
territorio muy especial en la memoria e identidad de esta zona del Guadalope.
Porque recuperar la memoria reciente es también una de las tareas que se
ha trazado el Grupo de Estudios Masinos en su periplo. Recuperarla sin ambages
aunque con la perspectiva que da el tiempo transcurrido y el cambio de
coordenadas operado entre el escenario de los actores de esta desmesurada y drámatica aventura que relata “Cambriles” y el de los
lectores del relato. Ese encuadre, uno de los posibles, es el que nos ha
aportado José Luis Ledesma en su introducción retrotrayéndonos a aquellos
momentos convulsos que les empujaron a crear su isla escondite.
Y aún queda otro complemento clave. La visualización de unos espacios
que pese a todo tienen mucho de atemporales. La retina puede imaginar a través
de la lente de Pedro Pérez Esteban como eran y siguen siendo aquellos parajes
que rodean Cambriles. Los pueblos, las masadas y los paisajes quebrados quedan
así perfectamente contorneados.
Un material espléndido del que nos han hecho depositarios con el envite
de asumir la edición coordinando su forma final. El resultado aquí está y
esperamos que lo disfrutéis igual que nosotros. Tener estos compañeros de viaje
nos anima a que en no mucho tiempo volvamos a zambullirnos en proyectos
similares.
Mas de las
Matas, 11 de enero de 2006
Grupo de
Estudios Masinos