Las últimas
maestras de la República
Hace 75 años que acabó la Guerra Civil y que Benita Gil y
Elvira Godàs tuvieron que huir del país, dejando
atrás su trabajo como maestras de la República. La educación fue la base de la
democracia que el gobierno republicano quiso instaurar, y los maestros, una
pieza fundamental.
Maite Gutiérrez
Magazine | 25/07/2014
Información relacionada:
- Respuestas de Benita Gil al cuestionario
remitido a Praga por Maite Gutiérrez (La Vanguardia)
Benita
Gil recuerda bien su primer día de clase. Y eso que ya han
pasado 80 años. Era noviembre de 1934 y se ponía al frente de
un grupo de niñas del barrio de Juslibol, en
Zaragoza. Ella fue la primera mujer con carrera universitaria de la familia.
Sus padres cultivaban la tierra cerca de Mas de las Matas, un pequeño pueblo de
Teruel a orillas del río Guadalope. “Mi padre quiso que mi hermana menor y yo
estudiásemos”, explica esta mujer de 101 años en conversación telefónica desde
Praga (República Checa), donde vive. Junto con su hermana Adelaida, asistió a
una escuela privada de la capital aragonesa. Ambas hermanas acabaron
estudiando Magisterio. Lo quiso su padre. “En esa época era la
carrera más simple para las mujeres”, dice. La más aceptada.
En
1931, España iniciaba una nueva etapa. El Gobierno republicano realizó
un gran esfuerzo educativo, que requirió la incorporación de cientos de
maestros y la construcción de miles de escuelas. Aquí se produjo el gran salto
femenino a la enseñanza. La profesión atrajo a chicas que deseaban una vida más
autónoma y que podían compaginar con el cuidado de los hijos –en aquella época
aún era la tarea principal–.
Muchas
maestras hicieron suyos los ideales republicanos y
representaron un nuevo modelo de mujer, a veces sin ser conscientes. Por
primera vez, una mujer enseñaba tanto a niñas como a niños, derribando los
muros que los separaban en la escuela; por primera vez, una mujer era jefa de
un hombre, como ocurrió con las maestras que dirigieron colegios. En una España
rural y con un alto índice de analfabetismo, el profesor era el “intelectual
del pueblo” y, a través de la docencia, la mujer empezó a erigirse como
autoridad cultural. Un primer paso hacia la igualdad. El segundo fue cuando la
mujer ganó el derecho al voto en 1933.
Benita Gil, de 101 años, en su casa de Praga, observa el
certificado de condecoración de Mas de las Matas, un homenaje que le hizo su
pueblo (Gloria
Calpe)
Benita Gil forma parte de esa
generación. Ingresó en la Escuela Normal de Maestras de Zaragoza en 1928.
Cuatro años más tarde, cuando acabó su formación, el primer gobierno de la
República ya había aprobado el Plan Profesional de Magisterio. Fue
un programa ideado por el ministro de Instrucción Pública Marcelino
Domingo, con la intención de mejorar la formación de los maestros y
dignificar su estatus.
Aún hoy, muchos historiadores de la
educación lo consideran el mejor plan formativo que ha tenido España. El
magisterio se elevó a la categoría de carrera universitaria, con tres años de
teoría y un cuarto de prácticas remuneradas, mientras que el sueldo de los
profesores aumentó a 4.000 pesetas anuales, como el de cualquier otro
funcionario –antes era menor que el de los obreros de las fábricas–. Se trataba
de un sistema que seguía la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza,
fundada por Francisco Giner de los Ríos en Madrid: la cultura como
vía hacia el progreso social y humano.
“Después de la Escuela Normal, cursé el
primer año del Plan Profesional de Magisterio, y en el verano de 1933
convocaron oposiciones; me presenté y aprobé con el número tres”, cuenta
Benita. Entonces la destinaron a Juslibol. En su
clase sólo había niñas. En otros puntos de España, en cambio, sí se instauró la
coeducación. “Nuestro principal objetivo era enseñar a los niños a ser capaces
de entender bien la lectura y las matemáticas, también
la solidaridad entre unos y otros; seguíamos los principios de
algunos pedagogos de la época como el belga Ovidio Decroly
o la italiana Maria Montessori”, explica. No contaban
con muchos medios económicos, pero sí con una apuesta clara por el poder
transformador de la educación.
El artículo 48 de la Constitución especificaba
que la escuela debía ser “laica, obligatoria y gratuita”. En esta apuesta por
el laicismo, se prohibió que las órdenes religiosas dirigieran
colegios, lo que causó una gran confrontación con la Iglesia. Benita Gil
recuerda la canción que se cantaba en la Escuela Normal de Maestras cuando se
declaró la República: “El alma de los niños, flor tan bella, la quieren
insensatos mancillar, y a Dios que por ellos dio su vida, le quieren insensatos
apartar. Juremos y juremos por siempre combatir la escuela anticristiana y a
Cristo Dios servir”. “La propaganda de la Iglesia era tan
grande que muchos teníamos dificultades para defender el éxito de la
República”, añade.
El Gobierno planificó la
creación de 27.000 escuelas, de las cuales se construyeron 16.000.
“Las mujeres cobrábamos lo mismo que los hombres y estábamos igual de bien
consideradas. En general, los maestros eran muy valorados en los pueblos,
excepto si alguno era una calamidad. Por mi parte puedo decir que me
apreciaban”, explica. En su primer año como maestra le regalaron un precioso
costurero de mimbre, “y siempre tuve que rechazar solomillos de cerdo de la
matanza o huevos en primavera”. Benita enseñaba a sus alumnas a leer y
escribir; insistía en el cálculo mental, la geografía, la historia, la música…
Religión, no. No tenían ni libros ni cuadernos gratuitos. “Cada clase contaba
con una pequeña asignación para el material más simple y adquirir algún libro
de lectura”, señala.
La llegada a las aulas de Elvira
Godàs siguió otro camino. Esta mujer de 97
años pertenece a una familia de educadores muy progresista. Su padre, Frederic Godàs, fue un reputado
pedagogo y junto a su madre, Victorina Vila, fundaron
el Liceo Escolar de Lleida. La escuela abrió sus puertas en 1906 y enseguida
incorporó los principios pedagógicos más innovadores. “Mis padres trabajaron de
igual a igual para levantarlo, escolarizaban tanto a niños como niñas y
practicaban una pedagogía activa; aparte de las materias
tradicionales, enseñaban música, arte, educación física, hacían excursiones...
Todo esto suena muy normal ahora, pero en aquella época resultó
revolucionario”, cuenta.
Elvira Godàs, en su casa de
Barcelona, donde atesora muchos recuerdos de la República como, a la derecha,
una pintura alegórica –la mujer, las balanzas y el león–
(Mané Espinosa)
Alumnos de todas partes llegaban al
Liceo Escolar para formarse. El padre de Elvira falleció en 1920 durante un
viaje de trabajo, y su madre, entonces con 33 años, se hizo cargo de la escuela
en solitario durante un tiempo y logró dar carrera a sus cinco hijos. Elvira,
la menor, estudió la carrera de Piano en el conservatorio.
En 1936 el plan
educativo gubernamental se vio truncado. La tensión política y social crecía.
Benita Gil lo describe así: “Eran momentos difíciles, la situación
política era insegura; mucha revuelta y mucho
pistolero, y los maestros teníamos dificultades para mantener a los niños
alejados de ese ambiente. Recuerdo que mis alumnas me preguntaban: ‘¿No pasará
nada malo, verdad maestra?’. A lo que yo siempre contestaba que no, que nada
malo pasaría. Pero pasó”. En julio se produjo la sublevación militar y
comenzó la Guerra Civil.
El Liceo Escolar de Lleida continuaba,
sin embargo, con sus clases, y Elvira Godàs decidió
empezar a ejercer como maestra. “Todos los hombres estaban en el frente, así
que la República solicitó más profesores; yo me presenté voluntaria”, recuerda.
Pasó un examen especial para demostrar que tenía el nivel necesario. Luego
viajó a Barcelona para superar una prueba adicional de catalán. La persona que
le examinó fue nada más y nada menos que Pompeu
Fabra, 'padre' del catalán moderno. Aprobó el examen y consiguió el título
de maestra, pero no pudo trabajar en la escuela de sus padres.
El 2 de noviembre de 1937, la Aviazione Legionaria Italiana bombardeó la capital del Segrià y, entre otros, destruyó la mitad del edificio del
Liceo Escolar, en la avenida Blondel. Murieron 42
niños. “Lo hicieron a propósito, sabían que era una escuela y la bombardearon;
porque la escuela era el alma de la sociedad que queríamos
construir, más justa y democrática; trataban de impedir que estas ideas
progresistas se expandieran”, afirma Elvira Godàs. El
fotógrafo Agustí Centelles inmortalizó el bombardeo, que se ha comparado con el
de Gernika pese a ser menos conocido.
La guerra hizo que tanto Elvira Godàs como Benita Gil se vieran obligadas a trasladarse
continuamente para evitar combates y bombardeos. Benita estaba en Mas de las Matas
el verano de 1936. “El 1 de agosto los revolucionarios nos llamaron a las
cuatro maestras que estábamos allí, y a todos los estudiantes de bachillerato,
para reabrir las escuelas inmediatamente. Pensaban que los niños estaban mejor
en la escuela que en la calle, viendo lo que veían”.
Al cabo de unos meses, dejó el pueblo y
se marchó a Alcañiz, donde empezó a trabajar en el colegio y entró en la Federación de Trabajadores de
la Enseñanza, que la nombró secretaria de organización. Los alumnos
seguían sus clases, el frente de combate quedaba lejos, pero el 3 de marzo de
1938, todo cambió. Como ocurrió en Lleida, los aviones italianos bombardearon
el municipio, cogiendo a sus habitantes totalmente desprevenidos. “Eran las dos
de la tarde, todo quedó oscuro”. En ese momento, Benita no estaba en la
escuela. “Fui hasta allí, me dijeron que una de las maestras estaba herida y
corrí a verla; era maestra de párvulos; ‘¿y los niños?’, preguntaba. Cuando
cayeron las bombas estaban en un bosquecillo al lado de la escuela, muchos de
ellos murieron”. Ese día perdió a otra compañera. Pero en Alcañiz también
ocurrió algo hermoso, agrega. En medio de esa guerra, Benita conoció a Felipe
Serrano, maestro como ella. Se enamoraron y decidieron compartir sus vidas.
Pese a todo el horror, Elvira Godàs guarda también buenos recuerdos de su etapa
como maestra. Junto a su marido, otro profesor, se trasladó de Lleida a
Barcelona y trabajó en la escuela Nova Infància. Cuando
sonaban las sirenas, paraba la clase y corría con sus alumnos al refugio
antiaéreo que había en los Encants. Ejerció además en
escuelas de Les Borges Blanques y
Figueres. “Eran tiempos difíciles e inestables, pero enseñábamos a gusto, en
libertad, y tratábamos de dar normalidad a los niños”, dice. La escuela se
convirtió en un oasis en medio de toda la barbarie, la conexión con una vida
normal.
Con el avance de las tropas de Franco
ambas mujeres acabaron en el norte de Catalunya; siempre ejerciendo de maestras.
Allá donde iban, encontraban una escuela con niños a los que enseñar. “La
delegación de maestros de Girona me asignó una plaza en la escuela de Llançà, era un colegio para refugiados.
Me adjudicaron una clase especial a la que asistían niños procedentes del norte
de España, asturianos principalmente, muy traumatizados por la guerra. Recuerdo
a uno que lo único que hacía era coger la tiza, ir a la pizarra y dibujar
aviones que lanzaban bombas encima de los pueblos y de las gentes”, rememora
Benita Gil. Felipe se hallaba en El Port de la Selva, destinado a la defensa de
costas con el ejército republicano.
Allí, en Llançà,
la maestra tomó una de las decisiones más duras de su vida: “Decidí abandonar
España, fue el día más triste”. Pensó que su suerte “debía ser la de la
República” y, junto a Felipe y otros maestros aragoneses, huyeron hacia la
frontera. Era enero de 1939, las tropas franquistas ya habían tomado Figueres,
y ellos llegaron a Perpiñán en el autobús que trasladó a los
niños de la zona. Allí se acabó la escuela.
Una familia francesa acogió a Benita
en Laroque d’Olmes.
Su pareja se vio inmersa en otra guerra: “Muy Quijote él, se fue voluntario a
luchar contra los alemanes en la Segunda Guerra Mundial y estuvo dos años y
medio en un batallón de infantería destinado en Siria”. No volvieron a verse
hasta 1942.
Felipe y Benita comenzaron una nueva
vida juntos, en Francia. Trabajaban los dos, ella como
zurcidora en una fábrica textil, y él, como obrero, albañil, picador de piedra
o leñador. Nunca más ejercieron como maestros, “pero salimos adelante”. En
Francia nacieron sus dos hijos, Felipe y Dely. Cuando
todo parecía ir bien, sufrieron un segundo exilio. El 1950 el gobierno francés
expulsó del país a 500 españoles vinculados al Partido Comunista dentro de la
operación Bolero-Paprika. Benita, Felipe y sus hijos fueron enviados a la
antigua Checoslovaquia, a la ciudad industrial de Ústí nad Labem, en el norte de Bohemia. Empezar
de nuevo fue duro, pero una vez más, la familia superó las adversidades. Poco a
poco progresaron, se trasladaron a Praga y ambos trabajaron
como traductores. Benita, en la Federación Sindical Mundial; Felipe, en el
Consejo Mundial de la Paz.
Cuando las tropas franquistas llegaron
a Figueres, Elvira tomó la misma decisión que Benita: huir a
Francia. Cruzó los Pirineos a pie con su marido, Josep Cervera, enfermo del
corazón, y su hijo de dos años y medio. “Gracias a unos familiares logramos
escondernos cerca de París”, recuerda. Allí permanecieron hasta conseguir plaza
en uno de los barcos que el gobierno de México puso para los
refugiados españoles. Elvira partió en el 'Sinaia', uno
de los símbolos del exilio republicano, en el que, con su familia y 1.600
españoles más, llegó a Veracruz. En México, Elvira y Josep
siguieron trabajando en la enseñanza. Él murió tres años después, pero ella
continuó en su profesión más de 40 años.
Mientras, en España se acabó el impulso
educativo. Después de jueces y fiscales, los maestros fueron
el colectivo más perseguido por la dictadura. Se estima que el 11% se exilió y
de los que se quedaron, el 30% fue represaliado, con asesinatos incluidos.
Con la llegada de la democracia, tanto Benita como Elvira
regresaron al país en 1980. Benita guarda un recuerdo especial de las
primeras elecciones españolas en las que participó, las de 1982. “Fui a votar
con una rosa roja en la mano”, dice emocionada. Elvira trabajó como maestra de
música en una escuela de Sant Adrià de Besòs antes de jubilarse.
Al cabo de unos años, Benita volvió a
Praga para estar con sus hijos. Allí se ha convertido en una persona muy
querida por la colonia española y sigue siendo una observadora crítica de la
actualidad. En enero, el embajador de España en la República Checa le entregó
la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica, concedida por el rey Juan
Carlos. “En mi vida han pasado cosas muy tristes, pero me quedo con lo bueno,
que también ha habido mucho; mis hijos y mis nietas han podido estudiar en la
universidad, y para mí es la mayor satisfacción”, concluye.
Elvira Godàs
también se muestra satisfecha con el balance de su vida. El recuerdo de
la República sigue vivo en ella. “Mi vida ha sido una aventura
–dice–, y me considero una persona muy feliz, porque todo lo que he deseado de
corazón lo he conseguido”.
Respuestas de Benita Gil al
cuestionario remitido a Praga por Maite Gutiérrez (La Vanguardia)
Querida Maite,
Teniendo en cuenta tu interés por los acontecimientos de
nuestra reciente historia, y en la medida de mi posibilidad limitada, te
relataré algunos de los asuntos que planteas en tu cuestionario:
¿Porqué estudió magisterio?
Estudié magisterio porque mi padre quiso que estudiáramos
magisterio, porque era la carrera más simple para las mujeres. Nací el 12 de
enero de 1913 en una masía, perteneciente al término municipal de La Ginebrosa,
pero en mucha mejor comunicación con el Mas de las Matas, por estar en la misma
margen del río Guadalope, de ahí que me consideré y nos consideramos
toda la familia, así como las masías vecinas, nos consideramos siempre masinos.
Mis padres eran agricultores, éramos tres hermanas y un hermano, y mi padre
pensó que yo y mi hermana menor, estudiásemos. Mis dos hermanos, mi hermana y
mi hermano mayor se quedaron en la propiedad, trabajando y ocupándose de
ganados que mi padre tenía dados a media. Mi padre arrendó una pequeña huerta
en los alrededores de Zaragoza y allí nos fuimos los cuatro, mis padres, mi
hermana Adelaida y yo. Y aunque desde la masía del Mas de las Matas hay una
distancia de cuatro kilómetros, a los once años, empezamos a asistir a una
escuela privada, pero mi padre que le gustaba mucho leer y aunque solamente
había ido a la escuela hasta los doce años, nos enseñó a los
cuatro hermanos lo básico de la enseñanza primaria. Tuve la suerte
de que la maestra se ocupó muy bien de mi formación intelectual y también de
mis trabajos manuales, costura y toda clase de puntillas, que todo me salió muy
bien porque mi memoria era virgen. En
1928, en Zaragoza, tuve seis meses a un profesor particular, y en septiembre de
ese año ingresé en la Escuela Normal de Maestras. Cursé mis cuatro
años con muy buenas calificaciones y terminé en mayo de 1932 y
en ese mismo verano continué estudiando y en septiembre me presenté al examen
para cursar el Plan Profesional de Magisterio, elaborado por el Primer Gobierno
de la República, por el cual después de estudiar tres años más,
en la misma Escuela Normal, se entraba ya en la enseñanza,
haciendo un año de prácticas y después de ellas, ya se tenía la plaza de “maestro
nacional”. (Cada provincia decidía el número de alumnos que admitían en cada
promoción. Y en esa promoción podían ser
20 chicos y 20 chicas. Solo aprobamos la
mitad). Cursé el primer año de ese Plan Profesional y en el verano del 33 convocaron
oposiciones normales a las que decidí presentarme, pues si aprobaba, empezaba a
trabajar dos años antes que con el Plan Profesional. Aprobé con el número
tres y tuve mi plaza de maestra desde noviembre de 1934, en un barrio de
Zaragoza -Juslibol- en el que enseñé los cursos de 34 y 35 y hasta
verano del 36 (dos cursos completos). Ahí te explico los motivos de estudiar y
cómo lo realicé y como conseguí un puesto en la enseñanza.
¿Fue usted la primera maestra
de la familia?
Nadie de la familia había estudiado pero mi padre (*1879)
era muy buen alumno y si hubiera podido estudiar, seguro que lo hubiera hecho.
Hay que decir que detrás de mí, han sido maestros mi hermana menor, dos
sobrinos y tres sobrinos nietos.
¿Dónde estudió magisterio?
Todo en Zaragoza (recuerdo muy bien a Doña Modesta
Olivito Matemáticas; Pilar Chacorrén, Historia;
Guadalupe de Llano de Mesa, Pedagogía; Doña Leonor
Latorre, Física; Don Luis Igualada, Literatura; no recuerdo el nombre del de
religión y el de dibujo de apellido Bobi; y Doña Aurora Miret,
Geografía y Rosario Miret (su hermana) , Música, y el
asistente de música Don Pepito Rodilla, a este le hicimos una canción: “Con
cuello y puño planchados viene a clase el profesor. Se le ven los
calzoncillos pues no llega el pantalón. Pone los ojos en blanco cuando nos echa
un sermón. Y si no le hacemos caso, nos deja y se marcha el buen señor.”
(Le cuento todo eso, porque me vienen al recuerdo todos esos
años de estudio, aunque para que el artículo no tenga ninguna
importancia).
¿Qué les enseñaban?
En la Normal las asignaturas de los profesores que he citado
y sobre todo nos hacían aprender los textos de cada una de las materias.
Algunos de los profesores explicaban algo y detalles. Y todos los días y en
todas las clases preguntaban a una cantidad de alumnos y alumnas y ponían una
nota según la respuesta. Hay que tener en cuenta que estábamos más de 150 en la
clase… Así que más de tres veces no te llamaban en todo el año. Más de
tres notas no tenías en todo el año. Y según ellas tenías la nota
final.
¿Tuvo usted que estudiar la
carera o solo necesitó el bachillerato para ejercer?
No, yo tuve que estudiar la carrera. Hasta el 31, la carrera
de maestro, la profesión de maestro, se obtenía con la carrera de cuatro años. Es en
el Plan Profesional donde se admitió ser bachiller para poder estudiar los tres
años del Plan Profesional como expliqué más arriba.
¿Cuándo empezó a ejercer y
dónde?
Empecé en Juslibol en el 34.
Cuando se proclama la
República, ¿cómo cambia la profesión de maestro?
En septiembre del 31 ya hubo el examen de la primera
promoción del Plan Profesional, con el que se pretendía que los maestros
salieran mejor preparados. Puesto que ya eran maestros cuando empezaron a
estudiar o bachilleres, los cuales tenían la posibilidad de seguir aprendiendo,
la experiencia de mi primer año no fue de mucho progreso. Únicamente
que empezaron a enseñarnos inglés y trigonometría pero el trabajo principal era,
que cada alumno tenía ya que presentar algún proyecto sobre un tema cualquiera.
Cada uno se lo elegía.
¿Cuál era el principal objetivo
de los maestros durante la República?
En mi opinión y para los jóvenes era enseñar a los
niños a ser capaces de entender bien la lectura y las
matemáticas y la solidaridad entre unos y otros y hacer que trabajaran a veces
en grupos sobre lecciones especiales de determinadas cosas. Según los
principios de algunos pedagogos famosos de aquel momento Ovidio Decroly de Bélgica o para los párvulos el de María Montesori, italiana.
¿A qué aprendizajes o materias
daban más importancia?
Yo, al cálculo mental y naturalmente a la geografía,
empezando por los ríos y las montañas más cercanas y naturalmente
al lenguaje.
¿Todos los maestros asumieron
los ideales republicanos?
Es una cuestión de difícil respuesta. Sobre todo la
propaganda de la Iglesia era tan grande que incluso los que pensábamos en que
la República tuviera éxito y en el progreso, era difícil llevarlo al cabo.
¡Incluso al declarar la república recuerdo la canción que
en la normal cantaban: “El alma de los
niños flor tan bella, la quieren insensatos mancillar y a Dios
que por ellos dio su vida, la quieren insensatos apartar. Juremos y juremos por
siempre combatir la escuela anticristiana y a Cristo Dios servir.”
Eran momentos difíciles, la situación política era
insegura,. Mucha revuelta y mucho pistolero, lo cual era difícil para los
maestros el mantener a los niños alejados de esta situación. Yo recuerdo que las chicas preguntaban: “No pasará nada malo, verdad,
maestra?” A lo que siempre les contestaba que no era posible, que pasar malo,
nada pasaría. Pero pasó.
¿Contaban con medios suficientes?
Relativamente sí, y hay que recordar el gran progreso
que se hizo en número de escuelas,
aunque naturalmente no había ni libros ni cuadernos gratuitos y únicamente cada
clase tenía una pequeña asignación para el material más simple y adquirir algún
libro de lectura para leerlo en las clases y así estimular el deseo a la
lectura.
¿Las mujeres maestras estaban
tan bien consideradas y eran tan respetadas como los hombres maestros?
Yo pienso que sí. No tengo ninguna experiencia y no conozco
a nadie. Claro, mi experiencia fue muy corta. El salario era el mismo. Excepto
que a las niñas se les enseñaba a coser un poco. Los chicos
no sé lo que debían hacer como trabajos manuales. No se llegó a poner la
coeducación en la República, pero en la carrera sí, mi último año ya fue
de coeducación, el 31/32 ya fue coeducado.
¿Qué opinión tenía la sociedad
en general de los maestros?
Pienso que en los pueblos los maestros eran bien
considerados, excepto si alguno fuera una calamidad. Por mi parte puedo decir
que sí. En mi primer año me regalaron un precioso costurero de mimbre y siempre tuve que rechazar
solomillos de cerdo a la matanza o huevos en primavera.
¿Porqué tantas mujeres
decidieron ser maestras?
Porque era la carrera más fácil y porque es cuanto más
plazas surgieron durante la República.
…escuela de Llança.
¿era una escuela para refugiados?
Al avanzar las fuerzas en Aragón y ocupar Alcañiz donde
yo ejercía en los años de la Guerra Civil, me fui a Cataluña y en la
Delegación de Gerona me dieron en Llança, una plaza
de maestra, donde estuve desde finales de abril del 38, hasta finales de enero
del 39. Era una escuela para refugiados; allí me adjudicaron una clase especial
a la que asistían niños procedentes del Norte de España
–asturianos principalmente, por cierto bastante traumatizados por la guerra y
recuerdo a uno, que lo único que le gustaba hacer, era coger la tiza, ir a la
pizarra, dibujar aviones que lanzaban bombas encima de los pueblos y de las
gentes. Las tres maestras catalanas que había eran muy abiertas en su
conversación y manera de ser, Dolores, Carmen y Victoria, las dos primeras
solteras y la tercera con un niño Marcel.
Durante la Guerra Civil
¿continuaban dando clases a los niños?
Al estallar la Guerra Civil, ignoro cómo
se pasaría en los territorio ocupados por los nacionales, como Zaragoza, pero
en Mas de las Matas, donde yo me encontré en ese momento, los revolucionarios,
el 1 de agosto, nos llamaron a las tres o cuatro maestras que estábamos allí, y
a todos los estudiantes de bachiller, para abrir las escuelas inmediatamente.
Pensaban que los niños mejor estaban en la escuela que en la calle por lo que
veían.
¿Por qué decidió exiliarse de España?
En 1937 dejé el Mas por diferencias con los revolucionarios
que no quisieron dar vacaciones en diciembre. Y yo en enero del 37 me fui a
Alcañiz donde estaba la FETE (Federación de Trabajadores de la
Enseñanza) y también la Inspección de la provincia de Teruel y la
oficina de pagos de donde se efectuaba la asignación de las nóminas a todos los
maestros de la provincia. Y como sindicalista me nombraron, en una reunión
Secretaria de Organización, y se envió un comunicado a todos los maestros,
instándoles a defender la República (y aunque yo no lo había redactado, ni
recuerdo lo que figuraba en él, seguro que a los nacionales los poníamos de
vuelta y media). Y siempre pensé que aparte de que mi opinión fuese que, toda
la razón la tenía la República, esa carta/comunicado seguramente que me hubiera
hecho mucho daño si me hubiese quedado. Así que decidí que mi suerte fuera
la de la República y lo tuve fácil porque Llança está
muy cerca de Francia. Allí había una colonia en el puerto, en un hotel del
puerto, en cuya colonia estaban varios maestros procedentes de la provincia de
Teruel y cuando las tropas nacionales llegaban a Figueras decidieron evacuarla
a Francia. Y me invitaron a que me fuera con ellos. Con el autobús de los niños
llegamos a Perpignan el 26 de enero del 39.
En el exilio, ¿pudo seguir
ejerciendo como maestra?
Ja-ja-ja. A Perpignan vinieron un grupo de
trabajadores de los del departamento de l´Ariége,
amigos de ayuda a la República española que habían decidido acoger
a un grupo de niños de los muchísimos que nos habíamos concentrado en Perpignan. Con ellos fuimos dos maestras más al pueblo de Laroque d´Olmes. Los niños fueron
distribuidos entre los habitantes y a mí me acogieron también: un matrimonio ya
mayores de edad, que querían adoptar a dos niños, y el alcalde del pueblo les
dijo que me acogieran a mí y a la niña más pequeña del
grupo que tenía cuatro años. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno
francés devolvió los niños, la mayoría iba a incorporarse con sus familias. La niña que
estaba conmigo era de Barcelona, tenía a un hermano mayor en Laroque y los llevó una andorrana que podía entrar y salir
de Francia. Y yo continué con los señores que me acogieron hasta
finales del año 41, y de ejercer como maestra, nada de nada. En cuanto
estalló la guerra, pude trabajar en una fábrica textil como zurcidora. Así que
de maestra pasé a ser una obrera pero, de todos modos, siempre me encontré a
gusto en mi trabajo y no me consideré nunca despreciada o mal considerada por
las gentes. Al contrario.
¿Qué fue de sus compañeros maestros?
Muchos pasaron a Francia, los compañeros de
Alcañiz, pero algunos regresaron y otros se quedaron para siempre
en Francia. Con algunos tuvimos contactos, pero encontrarnos fue muy difícil,
vivíamos lejos. Yo había conocido a mi esposo en Alcañiz, y él,
muy Quijote se fue voluntario a luchar contra los alemanes y estuvo dos años y
medio en un batallón de infantería, que fue destinado a Siria, y que regresó
solamente a finales del 41. En el 40 los habían desmovilizado cuando el
armisticio francés y fue difícil conseguir el regreso a Francia… pero la
familia donde me acogieron le consiguieron un certificado de trabajo y una
familia aragonesa alojamiento, así pudo regresar y comenzamos nuestra vida
juntos, trabajando los dos, Felipe (también maestro nacional *1905) como obrero, peón albañil,
picador de piedra o leñador, o peón en una propiedad agrícola con otro aragonés
pero salimos adelante.
¿Porqué fue de Francia a la
República Checa?
Los comunistas españoles
después de la liberación de Francia tuvieron mucha protección del Partido
Comunista Francés: podían publicar cuantos periódicos y volantes quisieran,
desde el año 46; enviar cuanta gente querían, aunque casi antes de
entrar en España ya los habían cogido y mi marido y otros comunistas de Laroque estaban siempre muy activos y naturalmente los
servicios de información tomaban nota de lo que los españoles
hacían. El 7 de septiembre de 1950 expulsaron de Francia a unas 500 personas,
en Internet encontrarás la causa “Bolero-Paprika” con los detalles. Los
llevaron a todos a Marsella y los enviaron fuera de Francia a Marruecos,
Argelia y Córcega, donde a todos los pusieron a trabajar en arreglos de
carreteras y puentes y estuvieron hasta el verano del 51. Felipe fue con otro
grupo numeroso a Checoslovaquia.
En Praga, ¿coincidió con Teresa
Pamies?
No la vi nunca porque ella estaba en Praga y Felipe fue
destinado a Ústí nad Labem, y yo con mis hijos, y otras esposas de exiliados
fuimos a reunirnos allí. Sé que existió.
¿Qué supuso para usted la
llegada de la democracia a España?
En el momento del fallecimiento de
Franco yo tenía una muy buena relación con Alfonso Sánchez, de RTVE, que me
llamaba con muchísima frecuencia, lo que me hacía estar muy al corriente de
todo lo que estaba pasando en España y muy pronto tuvimos noticia
del primer Decreto del Rey sobre la Amnistía General por la cual rehabilitaban
a todos los represaliados, entre ellos estaba Felipe, que lo habían suprimido
del escalafón y que por tanto tenía derecho a recibir una pensión a partir de
los 70 años. A mí como la revolución me cogió en el Mas de las Matas
y no pude presentarme en Juslibol el 1 de septiembre,
me aplicaron el artículo de “abandono de destino”. Cuando solicité reingreso,
creyendo que también estaría sancionada, la respuesta fue que yo había
abandonado el destino, y que en todos esos años yo no había solicitado
reingreso. Yo tenía ya 67 años me quedaban tres años de
poder ejercer y con los que había ejercido antes de la guerra, no hubiera
tenido derecho a pensión ninguna. Así que no volví a la enseñanza pero
con mi esposo regresamos al pueblo en marzo de 1980 y, desde luego, fue una
gran satisfacción el poder regresar, ver la situación cómo había cambiado España, y cómo
se hacía la transición de manera tan ejemplar.
¿Pudo votar en las primeras elecciones democráticas?
Voté en el 82, por primera vez, con una rosa en la mano fui
a votar.
¿Cómo ve la evolución de España desde los tiempos de la República hasta la
actualidad? ¿Le gusta la España actual?
¿A quién le gusta la actual?
En todos estos años después de la democracia la evolución fue muy positiva,
hasta la crisis del 2007.
¿Cuál es su principal deseo
para España?
Que vuelva la concordia que quería Suárez.