El Sueño Igualitario
Recuperar la memoria de quienes soñaron con un mundo mejor
2
febrero 2004
SUMARIO
- La declaración de intenciones
- Para los Centros de Estudios
- Desde Estados Unidos, en recuerdo a Ramón Segura
- Carta desde México de la familia Vilatela
- “Como implantamos el comunismo libertario en Mas de las Matas”
- La II República, un sueño de regeneración política truncado por la Guerra Civil. Luis Rajadel
- República en Mas de las Matas. Jesús Cirac
- Tiempo de utopías. Antonio Losantos
- Nota informativa del Consejo Comarcal del Bajo Aragón
- Carta de la resurrección. María Victoria Trigo
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Un buen republicano de 87 años, nos ha contado que se acuerda y le contaron que tal día como hoy, 11 de febrero, cuando era un niño, los republicanos de Mas de las Matas celebraban el aniversario de la proclamación de la primera República, otro 11 de febrero del año 1873. Y así lo hicieron hasta el año 31.
Los socios del Centro Republicano solicitaban cada año al gobernador civil permiso para poder colocar ese día la bandera tricolor en la fachada de su sede. Y cada año el gobernador lo concedía. Era el Centro más antiguo de la provincia de Teruel y nunca cerró sus puertas, ni siquiera durante la dictadura de Primo de Rivera.
Haced un esfuerzo y, tal como sucede en los efectos especiales de la película "Titanic", intentad que en vuestra mente se forme por un momento la imagen que debió tener el Centro en los años 10 y en los años 20. Os aparecerá la planta baja ocupada por todo un salón con grandes ventanas hacia la calle.
Veréis que el salón está presidido por dos cuadros con los retratos de Joaquín Costa y Francisco Ferrer y Guardia. En una esquina del salón, el tío Jacinto (Jacinto Moliner), uno de los fundadores del Centro, declama en voz alta los artículos de la prensa progresista de la época, "El Sol" y "La Libertad", ante una audiencia que toma café y atiende expectante. Otros socios leen en la biblioteca, algunos niños están en la clase que imparte el maestro racionalista y unos jóvenes preparan la representación de una obra de teatro tal vez de Alejandro Casona.
Pero tal día como hoy, 11 de febrero, podemos ver que ocurre algo especial en el salón. Los socios han organizado un baile y una merienda, y en la vieja pianola suenan los alegres acordes de "La Marsellesa" que suscitan la emoción entre los asistentes y alimentan su compartida esperanza en que algún día volverá una República igualitaria.
Hoy, 11 de febrero de 2004, queremos recuperar la memoria y recordar de esta manera a aquellos buenos republicanos masinos que soñaron con un mundo mejor.
El Sueño Igualitario
“El republicanismo en la historia de Teruel”
Mas de las Matas, sábado 13 de diciembre de 2003
- Recepción y entrega de documentación
- Apertura del Coloquio
- El republicanismo turolense decimonónico: sembrador de vanguardias políticas, José Ramón Villanueva
- Los centros republicanos: espacios de política y sociabilidad, Pedro Rújula
- Dinámica política y electoral en Teruel durante la II República, Silvia de la Merced
- La preocupación pedagógica republicana, Herminio Lafoz
- Visita al Centro Republicano y al Grupo Escolar de Mas de las Matas
- Protesta campesina en Teruel. De los motines por consumos a las insurrecciones anarquistas, Víctor Lucea
- La era de la memoria: testigos de la historia contemporánea, Ignacio Peiró
- Un anarquista masino: Macario Royo, Grupo de Estudios Masinos
- Clausura del Coloquio
Organizan:
Grupo de Estudios Masinos
Ayuntamiento
de Mas de las Matas
Colaboran:
Instituto
de Estudios Turolenses
Comarca
del Bajo Aragón
Universidad
de Zaragoza
Cuadernos
de Cazarabet
La celebración de este I Coloquio "El republicanismo en la historia de Teruel" levantó una gran expectativa no sólo entre los historiadores y los centros de estudios turolenses y aragoneses. Nos ha sorprendido el eco que ha obtenido sobre todo entre las asociaciones que trabajan en toda España por la recuperación de la memoria de cuanto significó la guerra civil y el doloroso exilio republicano.
Os queremos explicar las razones que nos han impulsado a su organización y de paso a poner en marcha un proyecto de investigación sobre el republicanismo como elemento de nuestro patrimonio e identidad histórica turolenses.
El Grupo de Estudios Masinos, que este año celebra su 25 aniversario, organizó en Mas de las Matas en 1997 el I Congreso de Historia Local Aragonesa de la mano de la Universidad de Zaragoza y en particular de los profesores Ignacio Peiró y Pedro Rújula. Este Coloquio es pues una parte del desarrollo del Congreso que ya ha tenido otras tres ediciones (Huesca, Barbastro, Daroca).
El Ayuntamiento de Mas de las Matas se ha propuesto la resolución de la situación jurídica en la que se encuentra el edificio del Centro Republicano que actualmente forma parte todavía del catálogo del Patrimonio Sindical Histórico. El objetivo es ubicar en él un espacio museístico que presente la historia de las ideas sociales y su entorno económico en Aragón a lo largo de los siglos XIX y XX. El Coloquio y las actividades que en adelante éste animará servirán para configurar los contenidos expositivos del proyecto.
Por otra parte este año 2003 representa la conmemoración de diversos aniversarios en la historia de Mas de las Matas.
Hace 90 años que se construyó el Centro Republicano. Fue impulsado por la Unión Republicana, entidad creada en 1909 y que tomó el nombre del partido fundado por Joaquín Costa y Nicolás Salmerón entre otros hace justamente cien años.
Además en estos días se cumplen siete décadas desde la fecha en que se produjo otro acontecimiento singular.
El 9 de diciembre de 1933 los anarquistas masinos liderados por el que fuera miembro del Comité Nacional de la CNT, Macario Royo, protagonizaron una increible insurrección que fue el preludio de la colectividad libertaria implantada desde agosto de 1936 hasta la caida del frente de Teruel en marzo de 1938.
Hemos pensado que tal vez muchas personas y entidades quieran expresar un mensaje de apoyo, una opinión, un testimonio o un sentimiento en torno a este I Coloquio "El republicanismo en la historia de Teruel".
Os animamos a hacerlo a través del correo electrónico cazarabet@masdelasmatas.com en la seguridad de que todos ellos se darán a conocer durante las sesiones del Coloquio.
Es inminente ya la celebración del Coloquio pero queremos explicaros algunas de las claves que subyacen en su organización y en su voluntad de continuidad.
A pesar de que las motivaciones que impulsaron al Ayuntamiento de Mas de las Matas y al Grupo de Estudios Masinos tienen un fuerte componente local, sin embargo desde el primer instante tuvimos claro que este evento y el proyecto que se quiere desarrollar a posteriori debe tener un ámbito de trabajo más amplio optando por entorno provincial en general y el territorio bajoaragonés en particular.
Sin embargo también hemos querido implicar a otras zonas próximas sabedores de que los aspectos históricos que se quieren investigar se enriquecerán con el conocimiento de la vinculación que las personas entonces y ahora mantienen más allá de los límites administrativos.
El Coloquio responde a un estímulo que surge del Congreso de Historia Local Aragonesa y al igual que él se quiere tenga continuidad no sólo en nuevas ediciones sino también en diversas actividades que lo complementen y alimenten la investigación (página web, boletín electrónico informativo, ayudas y becas, cursos de verano, exposiciones...). Los historiadores que intervendrán dentro del programa del próximo sábado también comparte este enfoque.
Hemos elegido para este primer Coloquio seis ejes temáticos que deben tener un desarrollo posterior y que son acordes con aspectos que presentan una clara manifestación en Mas de las Matas:
- el republicanismo decimonónico y una atención especial a la figura de Salmerón como elemento de referencia previo a la creación de la Unión Republicana de Mas de las Matas en 1909.
- los centros republicanos y espacios similares como expresión de la sociedad civil de la época con un claro referente en el Centro Republicano de Mas de las Matas.
- la dinámica electoral y política turolense en la II República atendiendo a la adscripción radicalsocialista del núcleo principal de los republicanos masinos.
- la pedagogía, al constituir el Grupo Escolar "Luis Bello" el principal legado qe Mas de las Matas ha heredado del esfuerzo republicano en favor de la educación y la cultura.
- las insurrecciones anarquistas evocando el aniversario de la producidad en Mas de las Matas en diciembre de 1933 pero también para situar la conflictividad social en las zonas rurales turolenses durante aquellos años.
- la era de la memoria dada la importancia metodológica del testimonio oral para las historias locales, con la recuperación en este caso de la figura singular de un anarquista masino Macario Royo.
Pero es evidente que aún hay muchos más: las acciones bélicas, el exilio... por citar ejemplos.
Nuestra voluntad es la de intentar animar al surgimiento de esta labor de recuperación de la memoria histórica en las distintas zonas turolenses, consolidando el trabajo de aquellas entidades que ya tienen un trecho recorrido.
Asimismo lo es invitar a todos estos centros a formar parte en un futuro próximo de un comité de coordinación e investigación dentro del proyecto.
El Coloquio tiene pues mucho de presentación pública de esta iniciativa y es por eso que sería del máximo interés contar con la presencia de vuestros representantes a fin de intercambiar opiniones con los investigadores presentes en el encuentro del sábado y trasladarlas a otros que no podrán estar presentes (Eloy Fernández, Julián Casanova, Luis Germán, Eliseo Moreno...) pero que han mostrado un apoyo entusiasta a su organización.
Desde Estados Unidos, en recuerdo a Ramón Segura
Estimados organizadores del Coloquio sobre el republicanismo en la provincia de Teruel:
Por conducto de un gran amigo de aquí de Estados Unidos me ha llegado el aviso y programa enviado desde el Ayuntamiento de Mas de las Matas a los posibles interesados por el coloquio.
Se trata de un colega de la Academia Norteamericana de la Lengua (el secretario de ella), Gerardo Piña Rosales, catedrático de la Universidad de Columbia, en Nueva York, y escritor con varios libros en su haber, que desde hace algún tiempo se ha interesado por el exilio republicano, especialmente en el plano literario, y tiene en preparación un libro sobre este tema. Como tal vez sepan ya, yo también soy numerario de la Norteamericana y correspondiente de la Española.
Lo importante y sumamente agradable, y a la vez triste por algunos recuerdos que trae, es que hayamos podido comunicarnos. Agradable, porque veo que todavía se guarda memoria en Mas de las Matas de mi padre y de don Gregorio Vilatela.
El sólo leer el nombre de Mas de las Matas ha suscitado en mí una serie de recuerdos muy gratos, de cuando yo era niño (tendría unos 11 años) y mi padre, Ramón Segura, primero diputado provincial y luego Presidente de la Diputación de Teruel, me llevó con él durante una gira electoral por la provincia, y siempre ha quedado grabada en mi memoria la gran hospitalidad con que nos recibieron los republicanos de Mas de las Matas.
Al producirse la rebelión de Franco, mi padre, de Izquierda Republicana, permaneció en su puesto, en Teruel, junto con otro gran republicano, el diputado a Cortes don Gregorio Vilatela. He podido averiguar que mi padre y don Gregorio fueron apresados por gente que vino adrede de Zaragoza, y poco después fusilados. Los dos fueron hombres buenos, idealistas y enemigos de la violencia que en ningún momento promovieron pero que acabaron sufriendo en su propia carne. Junto con Juan José Vilatela, uno de los hijos de don Gregorio (el otro hijo, mayor, murió con su padre y el mío), estuvimos en las afueras de Teruel cuando la toma de la ciudad por el ejército republicano, pero no se nos permitió la entrada, por nuestra corta edad y el hecho de ir de paisanos. Poco antes de terminar la contienda, salí de España a Francia, y de allí a los Estados Unidos, donde mi padre había vivido y trabajado durante más de veinte años, antes de volver a España y a Valderrobres, donde la familia estableció su residencia, aunque él, desde luego, venía a vernos casi todos los fines de semana en el período en que desempeño su cargo en Teruel. Valderrobres permaneció en manos de la República hasta poco antes de la ofensiva del Ebro. De allí salimos en camiones de abastos hasta llegar a Barcelona.
No me parece nada trivial la convocación del Coloquio; al contrario, considero un proyecto de suma importancia la recuperación de la memoria histórica del republicanismo anterior a la Guerra Civil, que ustedes han centrado en Mas de las Matas, pero que abarca a toda la provincia de Teruel. Es una iniciativa muy loable y, por supuesto, muy necesaria, aunque va a ser un poquito difícil reunir todos los datos pertinentes, ya que la memoria de los que quedamos--sobre todo la mía--se hace cada día más nebulosa. Además, y como bien sospecharán, la parte buena de esas memorias viene inevitablemente acompañada de una vertiente muy amarga, que induce a los que poco después presenciamos la Guerra Civil a no pensar mucho en todo aquello. No obstante, sí que he visto con beneplácito el cambio que ha experimentado España y que, en muchos aspectos, refleja las esperanzas de mi padre y de don Gregorio. Pero, asi y todo, esa parte amarga, que nunca he superado del todo, ha hecho que yo no haya intervenido para nada en cuestiones políticas, aunque guardo todo el idealismo de mi padre y, a pesar de haber nacido en este país y haber estado en él desde hace tantos años, conservo, acrecentado, mi amor por la lengua española, a la que defiendo contra los embates de los anglicismos y otras zarandajas trasnochadas que actualmente la atormentan. Amo también el inglés en sus mejores manifestaciones, pero no creo en mezclar los dos idiomas. Ya mi padre me enseñaba inglés en una pizarra que montó en la misma cocina de nuestra casa de Valderrobres, en tiempos en que a mí me importaba más salir a jugar con mis compañeros que aprender la conjugación de los verbos ingleses.
Soy, pues, poco menos que totalmente bilingüe y traductor profesional, circunstancia que aprovecho para asesorar a nuestra Academia y a la Española sobre estas materias. En la Norteamericana soy fundador y redactor jefe de "Glosas", publicación trimestral que lleva ya varios años de vida editorial, y para la Española formo parte muy activa de las Comisiones Interacadémicas (la Española y las de toda América) del Diccionario de la Real Academia Española, de la Gramática y del Diccionario panhispánico de dudas). He colaborado también con la Comisión de Vocabulario Técnico. Cumplidos los 81 años, sigo traduciendo para sobrevivir, no con riqueza, pero sí con un mínimo de comodidad, y ayudando en lo posible a los que se preocupan por el español.
Veo que también están en contacto con la familia Vilatela. Estoy seguro de que la noticia del Coloquio les habrá producido tanta sorpresa e ilusión como a mí.
Es de esperar que, este primer coloquio se repita en años venideros, dada la expectativa que ha suscitado. Desde luego, apoyo de todo corazón la singular iniciativa de Mas de las Matas, deseo que tenga un gran éxito en sus deliberaciones y espero poder leer sus actas.
Agradezco desde estas tierras lo bien que nos trataron en ese hermoso pueblo al que envío un saludo entrañable.
Un gran abrazo, a los asistentes al Coloquio que hago extensivo a todos los colaboradores en la magna labor de resucitar --al menos en la memoria-- un período tan esperanzador como el del republicanismo de preguerra.
Joaquín Segura
Carta desde México de la familia Vilatela
Muy estimados y queridos organizadores del Coloquio El Republicanismo en la Historia de Teruel:
Nos llena de emoción, orgullo y satisfacción que como parte de este evento se recuerde la memoria de un hombre noble, probo a carta cabal como fue nuestro querido abuelo Don Gregorio Vilatela Abad, a quien ninguno de sus nietos que nacimos en este gran país que es México conocimos.
Su historia la sabemos a través de lo que nuestra abuela Tomasa Maorad Martínez, sus hijos María, Elisa y Juan José y amigos de la familia nos han contado.
La herencia de nuestro abuelo desde el punto de vista ideológico perdura en todos nosotros en su sentido más estricto, es decir, hemos sido congruentes con los ideales republicanos por los cuales nuestro abuelo y nuestro tío Ricardo Vilatela Maorad dieron la vida luchando por una España libre, democrática y republicana.
Quisiéramos y si la memoria no nos traiciona hacer un pequeño bosquejo histórico de Gregorio Vilatela. Nació el 9 de Mayo de 1885 en Villel del Romeral, fue Licenciado en Filosofía y Letras y Licenciado en Derecho destacando en el área criminalista entre otras.
Vivió en Teruel en el primer piso de la Plaza Bretón número 6, donde tenía su despacho de abogado.
Su actividad política la llevó a cabo en el partido radical socialista del cual fue diputado de las Cortes Constituyentes. Posteriormente participó en el Partido de Izquierda Republicana y en el año de 1936 resultó elegido diputado por este partido. En el Congreso fue Vicepresidente de la Comisión Agraria cuyo Presidente fue Don Mariano Ruiz Funes.
Su ideología política la expresó dirigiendo el periódico República que se editaba en Teruel.
Sabemos también por un amigo refugiado español nacido en Mas de las Matas, Don Serafín Adell que nuestro abuelo era un gran orador y le llamaban el pico de oro.
Como consecuencia de la barbarie fascista este hombre que defendió los ideales republicanos fue fusilado el 10 de Agosto de 1936 en la ciudad de Zaragoza a los 51 años de edad, quizás en el momento más importante de su vida.
Quisiéramos hacer mención también que su hijo Ricardo Vilatela Maorad pasante de abogado de 24 años de edad se presentó en Teruel al ser llamada su quinta y al no saber nada de su padre y por que no tomaran represalias se entregó y fue detenido encarcelado y trasladado al cuartel de Carros de Combate de Zaragoza y asesinado el 10 de Diciembre de 1936 a garrote vil, una de las formas mas horrendas de morir para cualquier ser humano y que recuerdan la brutalidad ejercida por la Santa Inquisición.
Como consecuencia de las atrocidades de la Guerra Civil y al sentirse amenazada su supervivencia, la familia salió hacia Valencia y después de un largo peregrinaje se refugian en Orán y Casablanca, para finalmente llegar a tierras mexicanas por el puerto de Veracruz.
En este hermoso y noble país, a los 80 años de edad y después de llevar una vida digna y ejemplar murió su esposa. A los 74 años falleció su hijo Juan José quien procreó 4 hijos, Maribel, Juan José Gregorio, Luz del Carmen y Ricardo Vilatela Moreno quienes dieron vida a 8 hijos.
Le sobreviven su hija Elisa de 83 años de edad que vive con su hermana María de 87 años acogida en el seno familiar por sus 2 hijos, Ricardo y María Elisa Alonso Vilatela y 4 nietos.
En México también fallece su sobrino Enrique Vilatela que luchó durante la Guerra Civil como aviador piloto de caza. Tuvo 2 hijos Enrique y Luis Miguel y 5 nietos.
Nosotros que conformamos una gran familia hijos de aragoneses en el exilio, y que somos hijos, nietos y bisnietos de Don Gregorio Vilatela Abad agradecemos a ustedes profundamente el que hoy se recuerde a nuestro abuelo y pensamos por ello, que es necesario devolver a las palabras y de manera tan precisa como sea posible hacer justicia a este noble y querido aragonés.
Por esto en nuestra familia decimos siempre
VIVA ESPAÑA, VIVA LA REPUBLICA, VIVA MEXICO.
Con afecto y respeto desde México
Familia Vilatela Maorad
Familia Alonso Vilatela
Familia Vilatela Moreno
México, D.F. 12 de Diciembre 2003.
El republicanismo turolense decimonónico:
sembrador de vanguardias políticas.
José Ramón Villanueva Herrero
Quisiera iniciar mi intervención en este 1er Coloquio sobre El republicanismo en la historia de Teruel recordando unas efemérides que no debemos pasar por alto: ayer hizo 73 años de la sublevación republicana de Jaca, hoy hace 73 años del choque de Cillas que frenaba el avance hacia Huesca de los sublevados y, mañana, se cumplirán los 73 años del fusilamiento de los capitanes Galán y García Hernández.
Dicho esto, también quiero recordar que, coincidiendo con este Coloquio, es un buen momento para recordar al histórico edificio de lo que fue el Centro Republicano de Mas de las Matas. En este sentido, la importancia del mismo en la historia política de la provincia, queda patente en el reportaje que publicó el 2 de junio de 1931 el periódico turolense República que, bajo la dirección de Gregorio Vilatela, se publicaba por aquel entonces en la capital provincial. En el mismo, el corresponsal J. Valencia Royo, aludiendo al mitin republicano que se celebró en Mas de las Matas el 31 de mayo de 1931, y al que asistieron 2.000 personas, tanto del Mas como de otros pueblos comarcanos, para escuchar a Gregorio Vilatela y a Ramón Feced, principales dirigentes por aquel entonces del Partido Republicano Radical Socialista de la provincia. Además de aludir a diversos testimonios y quejas sobre las coacciones a las que estaban recurriendo los monárquicos durante la campaña a Cortes Constituyentes (una mujer se lamentaba de que los éstos le habían amenazado con cortarle la luz si no votaba a las candidaturas monárquicas), así como al desarrollo del multitudinario mitin republicano, se hace una mención expresa al Centro Republicano masino puesto que el corresponsal señala cómo "se visitó el Centro Republicano, bajo cuyo epígrafe se lee una cifra que, elocuentemente, nos dice se trata del Círculo Republicano más antiguo de la provincia". Esta última alusión, dejaba clara la importancia y solera del citado centro político, surgido por iniciativa de la Unión Republicana de Nicolás Salmerón y que, con carácter unitario, agrupaba a todos los republicanos masinos.
Dicho esto, paso a continuación a desarrollar mi intervención. Esta se divide en tres partes diferenciadas: en primer lugar, aludiré a el republicanismo federal turolense vinculado a la histórica figura de Víctor Pruneda; posteriormente, detallaré la fragmentación del movimiento republicano durante la Restauración alfonsina; finalmente, a partir de la crisis de 1898 y los primeros años del s. XX, apuntaré brevemente las vanguardias políticas que arrancan del viejo tronco del republicanismo federal prunedista, cual son: el incipiente regionalismo aragonés, el republicanismo de izquierdas y, también, los primeros brotes del movimiento libertario, todos ellos centrados de forma especial en la comarca del Bajo Aragón. Vayamos a ello.
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Durante el s. XIX, las tierras turolenses se caracterizaron por dos graves lastres que frenaron su progreso. De una parte, su endémico atraso económico y, de otra, la dramática sucesión de contiendas civiles fomentadas por el carlismo, que ensangrentaron y empobrecieron, más si cabe, a este olvidado territorio provincial.
Junto a estas evidencias, en el terreno político, una fuerte oligarquía monárquica y conservadora, enriquecida tras el proceso desamortizador, hegemonizaba el poder político.
En medio de tan negativo escenario, en el Teruel del s. XIX, resulta especialmente destacable la pujanza con que arraigó el movimiento político republicano. Ello, como luego veremos, supuso un auténtico soplo de aire fresco, un anhelo sincero de lucha por la conquista de la libertad, la democracia y, también, de la dignidad para las postradas tierras turolenses.
La importancia que tuvo el republicanismo en una provincia casi olvidada, y que en determinados momentos sitúa a Teruel en paridad con Madrid o Barcelona como vanguardia de la política española, tiene su explicación. Ello se debió al impulso democrático, al tesón y la constancia de un hombre excepcional, al que considero sin ninguna duda como el mejor político turolense de la época: Víctor Santos Pruneda Soriano (1809-1882). En consecuencia, desde la temprana fecha de 1840, Pruneda defendía ideas republicano-federales, un hecho que resulta de gran transcendencia puesto que situaba a Teruel a la vanguardia del republicanismo hispano.
Pruneda, convertido en alma, norte y guía del republicanismo federal turolense durante casi 50 años, hizo que, en una provincia tan conservadora como era Teruel, éste se caracterizase por dos ideas básicas:
1. su significación como vanguardia política de las ideas democráticas, republicanas y federalistas frente al doble freno conservador que significaban no sólo la masa popular fiel al carlismo sino, también, la oligarquía política monárquica (isabelina primero, liberal-conservadora durante la Restauración, después) que monopolizaba la representación parlamentaria.
2. su carácter de partido ideológico, entendiendo por tal a aquel que defiende convicciones, ideas y programas políticos concretos, a diferencia de los intereses y ambiciones personales que caracterizaban a los partidos oligárquicos en los que se sustentaron sucesivamente las monarquías de Isabel II, y más tarde, ya durante la Restauración borbónica , de Alfonso XII y de Alfonso XIII.
En su carácter de partido ideológico, el republicanismo coincidiría con el carlismo. No obstante, algo sustancial los diferenciaba: mientras el carlismo durante buena parte del XIX se caracterizó por formar combatientes armados en defensa de la monarquía católica y tradicional, el republicanismo prunedista pretendía formar ciudadanos libres, conscientes de sus derechos, en una sociedad plenamente democrática, esto es, republicana.
La apasionante trayectoria vital de Pruneda, pone bien a las claras la importancia histórica de este político republicano que, aunque nacido en El Ferrol, llegó por azar a las tierras turolenses, en donde desarrolló una intensa actividad política que lo convierten, sin ninguna duda, en el más importante político, en el más honesto y de trayectoria más atrayente, de todos cuantos hubo en la provincia de Teruel durante el siglo XIX.
Pruneda lo fue todo en la política turolense decimonómica, siempre en vanguardia de su compacto grupo de entusiastas seguidores: eran tiempos en que la libertad había que lograrla por medio de la insurrección, en las barricadas. De su apretada (y muy agitada biografía), reseñamos unos cuantos datos: combatió al carlismo, participó en todos los pronunciamientos políticos que tuvieron lugar en Teruel desde 1840 hasta el final del Sexenio Democrático, ocupó cargos en las diversas juntas revolucionarias que surgieron durante aquellos años, así como en el mando de la Milicia Nacional turolense, fundó el primer periódico republicano federal aragónes, El Centinela de Aragón en 1841, promovió la fundación del Partido Democrático en 1849 y, más tarde, el partido Republicano Democrático Federal de Teruel (noviembre 1868). Además, fue elegido en tres ocasiones alcalde de Teruel, (el primero que lograba la alcaldía por medio del sufragio universal de sus vecinos), diputado y senador por Zaragoza, Teruel y Cádiz durante el breve período de libertad que el Sexenio supuso en nuestro convulso s. XIX, además de ser el Gobernador Civil de Zaragoza durante la I República, defendió la ciudad de Teruel durante los ataques a que fue sometida por el carlismo el 3 de julio y el 4 de agosto de 1874 (las "cincomarzadas" turolenses), y reorganizó las maltrechas filas del republicanismo provincial durante los primeros años de la Restauración alfonsina, hasta su muerte en 1882.
Tanto esfuerzo, tanto tesón en su lucha por la libertad y la República le supusieron un duro precio a pagar: intentos de asesinato, varios años de cárcel, dos exilios en Francia y siete destierros y confinamientos (Canarias, Morella, La Cerollera, El Poyo del Cid, Vergara, Tolosa y Ciudad Real) a lo largo de su vida, los sobrellevó con dignidad y convicción nuestro republicano.
De tan dilatada trayectoria política, quisiera detenerme en algunos aspectos concretos que pretendo destacar especialmente.
1.- La aparición de El Centinela de Aragón (1841-1843). Su importancia, ya destacada por Fernández Clemente, se debe a que tan importante periódico prunedista, fue el primero que defendió en Aragón el ideal del republicanismo federal, siendo, además, el tercero en orden de aparición de esta tandencia política por lo que al conjunto nacional español se refiere. En efecto, Pruneda proclamaba con entusiasmo el ideario federal:
"deseamos con toda nuestra alma el establecimiento de la República federada, y como no somos demagogos, aspiramos a plantearla en España sin lágrimas, sin los horrores de la revolución francesa"
(El Centinela de Aragón, 7 diciembre 1841).
Igualmente, desde las páginas de El Centinela de Aragón, vemos aparecer gradualmente interesantes propuestas de reformas político-administrativas, entre otras, implantación de un rígido sistema de incompatibilidades para diputados y senadores, reforma de la Hacienda estatal, supresión del Ministerio de la Gobernación, "dejando a cargo de las Diputaciones provinciales los negocios de este ramo" (El Centinela de Aragón, 27 septiembre 1842), etc. Debemos destacar igualmente la aparición de nuevas inquietudes sociales, inusuales en los partidos políticos hegemónicos del momento (moderados y progresistas). En consecuencia, Pruneda reivindicaba desde su periódico una propuesta de enorme importancia social: la posibilidad de que el pequeño campesinado turolense pudiese acceder a las fincas desamortizadas repartiendo éstas "en pequeñas porciones a los labradores pobres, a los artesanos, a los jornaleros" (artículo "A las clases proletarias", El Centinela de Aragón, 7 diciembre 1841). En definitiva, El Centinela defendía un programa que podemos definir como políticamente radical y socialmente reformista.
2.- El Sexenio Democrático: el período de auge del federalismo . Tras el triunfo de La Gloriosa revolución de septiembre de 1868 y, al grito de "Soberanía nacional y expulsión de los borbones", el republicanismo pasa a ocupar un papel protagonista en el ámbito de la política turolense: Pruneda, presidente de la Junta Revolucionaria, es elegido primer alcalde democrático de la capital y, Mamés Benedicto, natural de La Pueba de Híjar, será el primer Gobernador Civil republicano de la provincia.
Durante este tiempo, el republicanismo se articula en el eje Teruel-Alcañiz, con los cual el Bajo Aragón, aunque mayoritariamente carlista, va a contar con núcleos prunedistas liderados por Ambrosio Gimeno. En cambio, otros federales bajoaragoneses, como Benigno Rebullida (de La Ginebrosa) o Juan Pablo Soler (de Torre de Arcas), desarrollaron su actividad política en Zaragoza y, posteriormente, en Madrid.
Entre otras medidas políticas (supresión de la policía, por ejemplo), religiosas o militares, los republicanos concedieron una gran importancia a la educación, considerando a ésta "base de la verdadera libertad", razón por la cual, la Junta revolucionaria presidida por Pruneda declaró obligatoria la primera enseñanza para todos los niños entre los 6 y los 10 años, llegando incluso a poder multar a aquellos padres que, en caso de no escolarizar a sus hijos, "se hagan acreedores por su indolencia" (Decreto de la Junta Revolucionaria de Teruel, 8 octubre 1868).
En el ámbito exclusivamente político digamos que, el 15 de noviembre de 1868, por iniciativa de Pruneda, se constituyó el Partido Republicano Democrático Federal de Teruel a partir del viejo Partido Democrático fundado en 1849. Unos meses después, el Comité Republicano de Teruel elevaría una amplia Exposición a las Cortes Constituyentes reclamando el inmediato establacimiento de la República Federal en España para que los diputados "no defrauden al pueblo en sus esperanzas". La citada Exposición concluía con frases llenas de entusiasmo republicano:
"representantes de la nacion, proclamad la República como único medio de arrancar toda esperanza a la reacción y de consolidar en España la libertad por la que hace más de cincuenta años que nos afanamos en vano..."
Pero la República, tras muchos avatares y una carambola parlamentaria, no llegó hasta el 11 de febrero de 1873. El cambio político era definido por el Ayuntamiento de Teruel, mayoritariamente federal, como "un gobierno del orden, de la moralidad y de la justicia" (Bando municipal, 12 febrero 1873). Fue un breve tiempo (11 meses) en el que se intentó sin éxito establecer en España una República, abierta y plural, de inspiración federalista. Pero sus enemigos, como le pasó también a la II República, fueron muchos y poderosos: una creciente insurrección carlista, la oposición y retraimiento de los partidos monárquicos constitucionales, los recelos del ejército (mayoritariamente alfonsino), la oposición de la Iglesia, el adverso contexto internacional y la guerra colonial en Cuba. A todo ello, habría que añadir las crecientes divisiones de la familia republicana entre : una derecha antifederal (castelaristas y unitarios de García Ruiz), un centro (pactistas de Pí) y una izquierda cantonal.
En el caso de Teruel, el republicanismo fue, siguiendo el liderazgo de Pruneda, mayoritariamente de signo federal. Su ideología, aunque nunca fue un todo homogéneo y tuvo sus contradicciones, se condensa en lo que se ha dado en llamar "utopía federal" que, en síntesis, se sustentaría sobre los siguientes postulados:
1. republicanismo: término sinónimo de igualdad política, descentralización territorial, sociedad secular, regeneración política y unidad ibérica.
2. federalismo: basado en la existencia de un poder central, que no centralista, sustentado en una nueva estructura territorial articulada en tres niveles:
- municipios: "autónomos e independientes en todo lo que convenga a su administración y gobierno". Se regírían por los Consejos Municipales, elegidos por sufragio universal directo, con soberanía plena, dependiendo únicamente de los poderes cantonales en cuestiones de interés común.
- cantones (sinónimo de comarcas o de provincias): formados por la federación libre de municipios. Fijan libremente sus demarcaciones, se rigen por los Consejos Cantonales y sólo se subordinan al poder central en temas de interés nacional.
- Poder Central: se regía por una Asamblea General con unas competencias superiores a los Consejos Cantonales, entre las que se contaban, además de la resolución de contiendas intercantonales, la política exterior común, la defensa nacional, los tribunales de Justicia y la gestión de la deuda pública.
El federalismo pimargalliano que, frente a lo que decían sus detractores, no cuestionaba la unidad nacional, con ideas como las anteriormente indicadas, tuvo una innegable influencia en el pensamiento libertario el cual, años más tarde, arraigó con tanta fuerza en las tierras bajoaragoneses. En este sentido, no resulta difícil observar unas evidentes similitudes entre los municipios y cantones federales y las futuras colectividades libertarias.
3.- derechos ciudadanos básicos. La sociedad civil libre y democrática defendida por los republicanos reconocía, como no podía ser de otro modo, aspectos que hoy nos parecen tan obvios como la mayoría de edad (entonces a los 21 años), el matrimonio civil, la abolición de la pena de muerte y de la esclavitud, la emancipación de la mujer, la libertad de cultos, la separación Iglesia/Estado, la abolición de las quintas y la existencia de un ejército voluntario, etc.
4.- tímido reformismo social: los federales creían en la armonía de clases y la conciliación capital trabajo, consecuencia de su extracción social de sus cuadros dirigentes, mayoritariamente de origen pequeño-burgués.
No obstante, el adverso contexto en que se desarrolló la I República hizo que la mayoría de las propuestas federales no pudieran ponerse en práctica. A ello hay que añadir que, tras el golpe de Pavía (3 enero 1874), desalojados ya del poder los republicanos, éstos, ante el auge de la insurrección carlista, evidenciaron un claro proceso de derechización: ello explicaría el predominio del posibilismo castelarista durante los años de la Restauración borbónica en el Teruel del último cuarto del siglo XIX.
LA RESTAURACIÓN:
UN TIEMPO DE MARGINACIÓN POLÍTICA Y DE DIVISIONES INTERNAS.
A partir de 1875, restablecida la monarquía en la figura de Alfonso XII, el republicanismo turolense, al igual que el del resto de España, se va a caracterizar por dos hechos fundamentales:
- la pérdida de buena parte del apoyo popular: el republicanismo deja de ser la vanguardia politica, deja de ser un partido de masas puesto que las clases medias se adaptan al sistema de la Restauración y, por su parte, las clases populares se unen a los nacientes movimientos libertarios y socialistas, abandonan la utopía federal para abrazar la utopía social.
- la fractura de la "familia republicana": las divisiones entre los grupos políticos herederos del federalismo fueron constantes y penosas, desgastándose en estériles enfrentamientos basados más en aversiones personales que en sustanciales diferencias ideológicas. De este modo, mientras un Pruneda, ya anciano mantuvo hasta su muerte en 1882 su militancia en un minoritario Partido Democrático Histórico Federal Puro, sus seguidores se dividieron en diversos grupos a los cuales nos referiremos seguidamente.
1.- EL POSIBILISMO CASTELARISTA.
Lo componen los seguidores del pensamiento de Emilio Castelar y Ripoll (1832-1899), el cual, por cierto, era de origen bajoaragonés, como lo manifestaba en una carta a su amigo y correligionario Domingo Gascón y Guimbao:
"soy oriundo de la provincia de Teruel, como descendiente directo de la familia de los Dolz de Castellar, de la casa solariega de Alcañiz. Uno de mis antepasados fue a Italia encargado de una misión diplomática. Allí residió muchos años y, por razón de la fonética, la palabra Castellar se convirtió en Castelar. Cuando sus hijos regresaron a España, usaron ya el apellido Castelar sin el Dolz".
El grupo político castelarista tuvo diversas denominaciones durante la Restauración: primeramente, Partido Democrático, a partir de 1877 ya puede llamarse Partido Republicano Democrático y, posteriormente se alude a él también con los nombres de Partido Republicano Conservador, Partido Republicano Gubernamental y, desde la apostasía de Castelar en 1889 al aceptar la monarquía, como Partido Republicano Histórico. No obstante, resulta habitual referirse al mismo símplemente como Partido Posibilista, dada su política de aceptación temporal del regímen monárquico, de su gradualismo a la hora de propugnar el cambio de instituciones que debía de conducir a la República, esto es, por su táctica posibilista.
El Posibilismo fue el grupo republicano de mayor implantación e influencia en Aragón y, también en Teruel, hasta los años finales del s. XIX. En el caso de nuestra provincia, los castelaristas tienen una fuerte presencia en la ciudad de Teruel, la cual continúó siendo un bastión republicano durante éstos años, así como en la Sierra de Albarracín y en Alcañiz. Sus principales dirigentes fueron Mariano Muñoz Nougués, Dioniso Zarzoso, Daniel Borrajo o el sobradamente conocido Domingo Gascón y Guimbao.
Ideológicamente, el Posibilismo representa el ala derecha del movimiento republicano, caracterizado por su acusado conservadurismo político y social, abjurando expresamente de cualquier idea federalista. Por ello, fueron el único grupo republicano aceptado inicialmente por el sistema político de la Restauración, en el cual participaron desde 1877. Se fueron aproximando gradualmente al fusionismo sagastino y, entre 1893 y 1894, sus principales dirigentes se fueron integrando en las filas del liberalismo monárquico, como fue el caso de Gascón (1894) o bien se trasvasaron a otros grupos republicanos. Con el cambio de siglo, puede darse por liquidada la existencia del posibilismo turolense.
2.- LOS PIMARGALLIANOS: EL PARTIDO REPUBLICANO DEMOCRÁTICO FEDERAL.
Durante la Restauración, los federales van a ser un grupo minoritario y de escasa implantación social que vive de la nostalgia del glorioso Sexenio, que pierde el presente y también el futuro en medio de una languidez evidente.
Tras unos años de ilegalización y de retraimiento político, reaparece en 1881 con el nombre de Partido Democrático Autonomista Aragonés y no es hasta 1886 en que participa por primera vez en una contienda electoral.
Su ideología pimargalliana se basa en la idea del pacto sinalagmático, esto es, el pacto de común acuerdo entre las partes. Esta idea se plasma en el famoso Proyecto de Pacto o constitución Federal del Estado Aragonés (1883):
"La región aragonesa es uno de los estados soberanos de la Federación española [...] la forma de gobierno es una república democrática federativa" (art. 1º)
"El Estado aragonés lo constituyen los municipios de las trea antiguas provincias de Zaragoza, Huesca y Teruel, que, voluntariamente asociados, pactan lo que en esta constitución se establece. Tiene por objeto el bienestar general, la conservación de la forma de gobierno consignada en el artículo 1º y la protección de todos los derechos individuales y sociales de sus habitantes en los casos de violación de sus municipios" (art. 13).
Como vemos, el municipio es el núcleo básico de la administración republicana en base a los dos principios esenciales del federalismo: la autonomía y la esencia pactista. Así, esta "soberanía municipal" (art. 52), se manifiesta en que éstos tienen plenitud de atribuciones en cuanto a la recaudación de impuestos, la construcción de obras públicas de interés local, la contratación de empréstitos, así como para "establecer pactos de mayor o menor duración con otros municipios para realizar obras que les interesen".
En el terreno político, el federalismo combate duramente la creciente colaboración del posibilismo castelarista con el sistema de la Restauración. Por lo que se refiere a su implantación, además de en la ciudad de Teruel, los federales tienen una relevante presencia en Andorra y, sobre todo en Alcañiz, en donde desde 1894 funciona un Comité de Concentración Republicana del Bajo Aragón impulsado por Santiago Contel Marqués y en donde, desde 1895 publican el periódico El Eco del Guadalope, bajo la dirección de Eusebio Mullerat.
En cuanto a sus dirigentes, además del mítico Pruneda, desde su muerte lideró a los federales turolenses Simeón Calvo, mientras que en el Bajo Aragón tuvo un papel destacado Santiago Contel, al que aludiremos en repetidas ocasiones y a quien algunos llamaron "el Joaquín Costa bajoaragonés".
Iniciado el siglo XX, el federalismo languideció ante el creciente empuje del Partido Republicano Radical de Lerroux. De todos modos, los pimargallianos se fusionaron en 1914 con la Unión Republicana de Salmerón para constituir el Partido Republicano Autónomo Aragonés (PRAA).
Por su parte, Antoni Jutglar alude con acierto a que la ideología federal se orientó a partir de entonces en una triple dirección: hacia el regionalismo, hacia el republicanismo de izquierdas y, también, hacia el obrerismo anarquista. De todo ello tendremos constancia más adelante en base a testimonios de lo sucedido en las tierras turolenses.
3.- LOS RUIZ-ZORRILLISTAS: EL PARTIDO REPUBLICANO PROGRESISTA.
Era el heredero del Partido Radical (monárquico) del Sexenio, más tarde convertido en Partido Reformista Democrático Progresista y, desde 1887, pasó a llamarse Partido Republicano Progresista.
El PRP, abiertamentente enfrentado a los posibilistas, mantuvo entre 1875-1886 una política de retraimiento, propiciando, además, diversas insurrecciones republicanas de carácter militar: este empleo de la táctica armada para combatir la Restauración borbónica le valió el adjetivo de "revolucionario" con el cual también era conocido el grupo ruiz-zorrillista. En 1886 se constituyó en Teruel un Comité Republicano Progresista al cual se adhirieron diversos exfederales contrarios a la política de Castelar, así como los escasos miembros del testimonial Partido Republicano Democrático Federal Orgánico de Estanislao Figueras.
La ideología del PRP se basaba en la defensa de la República unitaria puesto que rechazan lo que consideran "excesos del federalismo" y, desde sus órganos de prensa turolenses (La Antorcha, 1887-1889 y La Verdad, 1893-1895), fomentan una política unitaria de los grupos republicanos provinciales, de la cual quedaban excluídos los cuasi monárquicos posibilistas castelarinos.
A finales de siglo, al igual que les ocurrirá a los salmeronianos, pasarían a engrosar las filas del nuevo Partido Republicano Radical de Lerroux o bien, los menos, a integrarse en el Partido Reformista de Azcárate y Melquíades Álvarez.
4.- EL PARTIDO REPUBLICANO CENTRALISTA.
Integra a los seguidores de Nicolás Salmerón y su nombre, hace referencia a su significación política como partido republicano de centro, que no centralista, aunque bien es cierto que, al igual que los ruiz-zorrillistas, no son partidarios de la articulación federal de la República Española.
La figura de Nicolás Salmerón, que fue ministro de Gracia y Justicia durante el gobierno republicano de Figueras y, más tarde, Presidente de la Asamblea Nacional y de la República, tuvo una especial significación en Mas de las Matas. El político almeriense, que había fundado junto a Ruiz Zorrilla el PRP, rompió con éste en 1887 y, desde entonces, se esforzó por reagrupar a los partidos republicanos
El PRC tuvo muy escasa implantación en la provincia de Teruel, pues hasta 1893 no se constituyó en la capital una Junta Municipal Centralista. En ese mismo año, los salmeronianos turolenses impulsaron una amplia coalición, la Unión Republicana Nacional. Años más tarde, Salmerón fundó la Unión Republicana (1903), la cual propició la victoria electoral de Joaquín Costa en los comicios de 1903 y 1905. La cuestión de la actitud a tomar ante el catalanismo emergente no sólo originó la dimisión de Salmerón como presidente de la Unión Republicana, sino que, en 1908, el mismo año de su fallecimiento, la disidencia encabezada por Lerroux creó un nuevo partido: el Partido Republicano Radical, el cual se convertirá en el grupo político hegemónico en Aragón en cuanto a la oposición republicana se refiere durante la fase final de la monarquía de Alfonso XIII.
Volviendo al caso concreto de Teruel, la escasa información que del grupo salmeroniano tenemos, por lo que a finales del s. XIX se refiere, se debe en gran medida a que, a diferencia de otros grupos republicanos, el PRC careció de órganos de prensa propios. No obstante, la faceta más destacada del salmeronianismo decimonónico fue su labor como decidido impulsor de la reunificación republicana, difundiendo la idea de que, a partir de la unidad de acción política, era necesaria la unidad orgánica de los distintos grupos que llevaban el adjetivo de republicanos.
Una vez vista la compleja (y a veces confusa) fragmentación de lo que con cierta ironía ha dado en llamarse la "familia republicana", analicemos a continuación cómo ésta, tras la crisis política y de identidad nacional que el desestre de 1898 supuso, derivó hacia nuevas opciones políticas, cómo del viejo tronco del federalismo prunedista, surgieron nuevas vanguardias políticas. En este sentido, resultan plenamente válidas las ideas de Antoni Jutglar para el que, con el cambio de siglo, el federalismo evolucionó en una triple dirección: hacia el naciente regionalismo, hacia un nuevo republicanismo de izquierdas y, también, hacia un obrerismo de signo anarquista. Veamos pues lo que en este sentido ocurrió en las tierras turolenses y, especialmente, en el Bajo Aragón.
1.- EL REGIONALISMO.
Aparece casi de forma simultánea al pujante movimiento regeneracionista turolense cuya personalidad más destacada fue Domingo Gascón, autor de la Miscelánea Turolense (1891-1901), posibilista primero, monárquico sagastino después, publicación en la que planteaba todo un extenso programa de medidas regeneradoras para que la provincia saliese de su endémica postración.
Este regionalismo incipiente, o mejor sería llamarlo provincialismo reivindicativo, tuvo su exponente más claro en la figura del federal alcañizano Santiago Contel Marqués, quien, siguiendo el modelo de lo que estaba sucediendo por aquellos años en Cataluña, plantea un regionalismo prágmático, no separatista, que, aunque en la práctica tuvo escasos resultados, resulta de interés conocer. En realidad Contel defendía un bajoaragonesismo comarcalista que, partiendo de la adversa realidad presente, planteaba un elevado componente de esperanzas regeneradoras de signo económico (comunicaciones, regadíos, pantanos) que supusieran el resurgir de una comarca "agobiada y olvidada".
Contel, tras promover la frustrada Asamblea Regionalista de Montalbán (septiembre 1897), impulsó una nueva reunión, la que se conoce como Asamblea Regionalista del Bajo Aragón, que tuvo lugar en Alcañiz el 24 de octubre de 1897. Aunque de ella se esperaba surgiese una llamada Cámara de Defensa de los Intereses Regionales de la provincia de Teruel, lo cierto es que, pese a todo el entusiasmo desplegado por Contel y otros federales locales como Eusebio Mulletat, director del periódico republicano alcañizano El Eco del Guadalope, los resultados de dicha Asamblea fueron bien escasos: no sólo no se aprobó el proyecto elaborado por Mullerat sobre los Estatutos por los que debía regirse un denominado Consejo Regional de Aragón, sino que tampoco se llegaron a debatir los temas de hondo interés comarcal preparados por Contel cuales eran: la puesta en marcha de los ferrocarriles Val de Zafán-San Carlos, Calamocha-Montalbán o el Alcañiz-Caspe-Fraga-Lérida, así como la demanda de construcción de los pantanos de Santolea y Beceite.
Estos fracasos, así como la paralización que para los proyectos regionalistas supuso la crisis de 1898, no arredraron al republicano Contel, el cual, al año siguiente. volvió a la palestra. Coincidiendo con la campaña regeneradora impulsada desde las Cámaras de Comercio por el republicano Basilio Paraíso y por Joaquín Costa, también republicano, desde la Liga Nacional de Productores, Contel plantea la necesidad de crear un nuevo grupo político, al que denomina Partido Autonomista. Este, aunaba ideas procedentes del regeneracionismo con postulados autonomistas aragoneses puesto que, desde ambos, se planteaba la superación del anquilosado sistema político del turno, base de la Restauración canovista.
El Partido Autonomista de Contel pretendía ser un puente de diálogo entre el federalismo pimargalliano y el naciente catalanismo. Hay que tener presente que ambos grupos políticos tenían importantes puntos de coincidencia, y que Contel asume en 1899 para su Partido Autonomista, cuales eran: su rechazo a las guerras coloniales en Cuba y Filipinas, la recuperación de las señas de identidad regional (derecho civil propio, idioma, descentralización judicial), la autonomía financiera de estas mismas regiones, la supresión de las quintas y la creación de un ejército voluntario, el desarrollo de la autonomía municipal y regional, así como la necesidad de una moralización del sistema político lo cual, dentro de una línea de clara inspiración costista, suponía la supresión del cunerismo y, por supuesto del sistema oligárquico-caciquil imperante en la monarquía de la Restauración.
Resulta significativa las alusiones de Contel a la "nacionalidad aragonesa", en donde se perciben ecos de la antigua Corona de Aragón y, también del Pacto Federal de Tortosa de 1869. En este sentido, Contel propugnaba "la común inteligencia de aragoneses, catalanes, valencianos y baleares" (Carta publicada en El Diario de Teruel el 17 de diciembre de 1899).
Pese a todo lo dicho, el Partido Autonomista no tuvo ningún resultado político concreto: su intento de seguir de forma mimética el modelo regionalista catalán resultó prematuro.
2.- EL REPUBLICANISMO DE IZQUIERDAS.
Durante el primer cuarto del siglo XX, el Bajo Aragón se convirtió en un sólido bastión del caciquismo conservador de la mano de Rafael Andrade Navarrete, el cual dominó a su antojo los distritos de Alcañiz -Híjar utilizando para ello todos los resortes que el sistema oligárquico y los apaños electorales le permitían.
En oposición al brutal caciquismo andradista, los sectores más avanzados del liberalismo se agruparon en torno al Partido Liberal Demócrata, seguidor de Canalejas, el cual se empieza a articular en Alcañiz a principios de 1913. Este grupo, en el cual se encontraban destacados canalejistas como Manuel Asensi, Leopoldo Asensio o Manuel Gimeno, fundará un interesante periódico El Pueblo, el cual se convierte en el portavoz de todos los que se oponían en el Bajo Aragón a la dominación andradista, caracterizándose además por sus preocupaciones sociales y por tener conexiones con los sectores obreros locales como era eñ caso del Círculo Obrero Liberal, al cual, según algunos testimonios, estaban vinculados en torno a 700 alcañizanos.
A su vez, en el seno del Partido Liberal Demócrata y, a la sombra de El Pueblo, fue surgiendo un grupo de jóvenes que, pertenencientes al ala izquierda del partido, irán radicalizando sus posturas. Impulsados por su juvenil fervor revolucionario, provocan una escisión de la que surgirá en 1916 un tan interesante como casi desconocido Partido Republicano Socialista Autónomo de Alcañiz. En torno a este grupo, en junio de 1916 apareció en esa misma ciudad un semanario de gran transcendencia: Rebeldía, el cual se definía como "el portavoz de la conciencia regional, el paladín de las libertades del distrito Alcañiz-Híjar y el heraldo del progreso del Bajo Aragón" (prospecto anunciador de Rebeldía, 24 junio 1916).
La existencia de Rebeldía fue breve, apenas tres meses, pues el caciquismo andradista no cejó hasta conseguir suspender esta publicación anticaciquil, anticlerical, republicana y con atisbos socialistas y libertarios, y encarcelar a sus jóvenes redactores que, desde el primer momento, plantearon los ideales de "república " y "socialismo" como los puntales sobre los que una "revolución ideológica" debía de "derrocar el edificio social de la región bajoaragonesa". El lema de Rebeldía dejaba bien claras las ideas que inspiraban a sus jóvenes redactores:
"Todo por el bien, por la verdad, por la justicia.
NUESTROS IDEALES:
El Socialismo marxista.
El Ateísmo a lo Nakens.
La libertad de pensamiento.
La Revolución, la libertad de cultos, el bienestar del proletariado..."
Como decía José María Velilla, uno de los redactores de Rebeldía, éste semanario suponía "un avance lógico hacia las izquierdas" en un Bajo Aragón atenazado por el caciquismo andradista ya que, para combatir a la reacción conservadora, se requería de "remedios radicalísimos nacidos de partidos también radicales".
Dicho esto, constatamos que en Rebeldía, hallamos los gérmenes del pocos años más tarde potente republicanismo de izquierdas bajoaragonés y del no menos significativo arraigo que tuvo el movimiento libertario en la comarca. De este modo, mientras el primero se agruparía básicamente en torno al Partido Republicano Radical-Socialista de Marcelino Domingo, el segundo quedaría patente si tenemos en cuenta la hegemonía de la CNT entre el proletariado bajoaragonés.
El equipo redactor de Rebeldía, estaba encabezado por Augusto Lagunas Alemany, su director e ideólogo. De carácter impetuoso y radical, con ciertos aires mesiánicos, (Lagunas se autodefinía como "el regenerador del Bajo Aragón"), bajo la influencia de Ángel Samblancat, evolucionó desde el republicanismo de izquierdas hacia postulados libertarios. Entre sus colaboradores, encontramos otros republicanos de izquierdas como José María Velilla, José Monclús, miembro del Partido Republicano-Socialista de Tortosa y amigo de Marcelino Domingo, o el mismo Venancio Sarriá, más tarde importante dirigente de Izquierda Republicana. Junto a ellos, otros como los ya citados Agusto Lagunas o Samblancat, evolucionarían hacia el anarquismo.
3.- EL MOVIMIENTO OBRERO.
Tal y como ya hemos apuntado en líneas anteriores, el republicanismo del grupo Rebeldía, con sus profundas inquietudes sociales, hizo que una parte de sus componentes se integrase más tarde en el movimiento obrero organizado. Este, resultaba un lugar más idóneo para la consecución de sus ideales revolucionarios, demasiado avanzados para limitarse a los postulados de un republicanismo que, aunque de izquierdas, seguía siendo reformista y de extración social burguesa. A ello se refería, con su ardorosa retórica, José María Velilla en un artículo titulado "Camino del ideal" que publicó Rebeldía el su nº 5 correspondiente al 30 de julio de 1916:
"No me sorprende el fenómeno: hace ya bastante tiempo que quien tuviera algo de espíritu observador podía notar que la pujanza radical de ciertos jóvenes organismos de robusta complexión mental, en período además de pleno desarrollo y crecimiento, cabía mal dentro de la ceñida levita romanonista y de la acartonada chistera hechas a la medida de un cuerpo de hace tres o cuatro años... Estallaban ya las costuras de la burguesa prenda y por entre ellas asomaba la azul blusa del obrero; al paso que la hueca montera iba siendo poco a poco desalojada por otra y más viva y airosa toca, y sobre la alta y pensadora frente juvenil se iba adivinando la sangrienta amapola del gorro frigio..."
En Rebeldía se constata que la visión que del socialismo tenían sus redactores adolecía de un escaso conocimiento de los fundamentos teóricos del marxismo, razón por la cual, por ejemplo, criticaban la visión economicista que de la historia tenían Marx y Engels, estando por ello más cercanos a un peculiar socialismo utópico que a otro de orientación marxista.
Más claras resultan las alusiones al anarquismo, lo cual se confirma en la progresiva aproximación al pensamiento libertario por parte de algunos de los miembros de Rebeldía. Son por ello frecuentes los artículos que aluden al apolitismo de las masas, la negación del Estado, el anticlericalismo combativo y a la "lucha por matar el latifundio", reclamando la explotación directa de la tierra.
El hecho de que concluyamos este apresurado recorrido de la historia del republicanismo turolense con el semanario Rebeldía se debe a que éste representa el eslabón intermedio entre el radicalismo político republicano que arranca del siglo XIX, con las nuevas ideas y fuerzas sociales emergentes de carácter proletario. Serán éstas las que, en unión de la pequeña burguesía reformista y liberal, propicieron la caída de la monarquía de Alfonso XIII y, en consecuencia, se convertieron en las bases sociales de la II República. De este modo, el viejo republicanismo federal turolense, aquel que había impulsado Pruneda un siglo antes, se había convertido en un auténtico sembrador de vanguardias políticas, de proyectos de regeneración nacional y de transformación de las estructuras sociales, de una España que quiso renacer y cuyo camino se truncó de forma brusca y sangrienta por la insurrección franquista y su posterior dictadura.
Sirvan estas líneas de homenaje a todos aquellos que, desde cualquier vanguardia política, se esfuerzan por lograr una sociedad más libre, justa y solidaria. Esta es la lección del republicanismo turolense, esta es la lección de la ética republicana.
Entre el ocio y la política.
Los casinos políticos como espacios de sociabilidad (1917-1937)
Pedro Rújula López
En el Casino Liberal de la villa bajoaragonesa de Alcorisa un retrato del conde de Romanones, emplazado allí catorce años atrás, presidía aún desde lo alto del muro una amplia estancia donde, desde primeras horas de la tarde, algunos hombres jugaban al tresillo mientras otros leían, arrellanados en butacones de terciopelo grana, la prensa diaria y los semanarios gráficos. En esta sala de ambiente cargado un grupo representativo de la pequeña burguesía rural confeccionó las listas del partido republicano que ganaría las elecciones municipales aquel abril de 1931. El nuevo ayuntamiento, que iniciaría su gestión en el marco entusiasta de la II República, había sido diseñado en ese mismo local donde abundaban las discusiones, las noticias iban y venían, y donde cada Semana Santa se jugaban las partidas de cartas con las apuestas más fuertes que se tenía conocimiento en muchos kilómetros a la redonda. Del poder para la difusión de ideas en la sociedad bajoaragonesa del primer tercio del siglo XX que tuvieron estos espacios de sociabilidad que fueron los casinos, donde se unieron con armonía la política y el ocio trata el presente artículo[1].
Asociacionismo
El panorama asociativo del Bajo Aragón ofrecía —cuadros 1 y 2—, en torno a los años 20 y 30 de este siglo, una imagen muy diversificada que acusaba tanto la duración en el tiempo de viejas fórmulas societarias como las condiciones particulares en que se había producido la difusión de modelos más recientes en el medio rural. Entre las viejas instituciones que todavía eran declaradas como asociaciones destaca la presencia de los pósitos pues, pese a su importancia decreciente[2], había lugares —como Arens de Lledó, La Cerollera, Crivillén, Fortanete, Gargallo, Ladruñán, Lledó, La Mata de los Olmos, Monroyo, Montoro de Mezquita y Pitarque— donde continuaban siendo significativas por ser las únicas existentes. En la misma línea mantienen su presencia sindicatos de riegos, de montes y de ganaderos cuya función reguladora de los aprovechamientos apenas había sufrido transformaciones con el paso del tiempo. También continúan desarrollando su actividad en muchas localidades de tipo medio las sociedades de socorros mutuos constituídas en las últimas décadas del siglo XIX atravesando ya su fase crepuscular.
Junto a sociedades cuya finalidad era exclusivamente empresarial cabe señalar también la existencia de instituciones financieras orientadas mayoritariamente hacia el crédito rural y la notable expansión que alcanzan las cooperativas de consumo. Significativo es el casi completo abandono en que queda el ámbito de las agrupaciones que orientaron su actividad hacia la superación de los bajos niveles de instrucción dominantes, insignificante es el número de aquellas que se proclaman como «aragonesas»[3] y muy reducido el de sociedades deportivas, una tipología que comienza a desarrollarse precisamente a partir de estas fechas[4]. Bastante más numerosa es la cifra de entidades que poseen una vocación política expresa —muchas veces compartida con otro tipo de objetivos— y la cantidad de organizaciones obreras, que manifiestan además un alto nivel de concentración geográfica.
Aunque, sin lugar a dudas, el período sobre el que fijamos nuestra atención es, por excelencia, el del asociacionismo agrario. Un fenómeno que, surgido en el proceso de consolidación del capitalismo agrario, se articuló en torno a los intereses de la burguesía rural y, sin perder su autoridad en el del mundo campesino, mejoró su capacidad de negociación vertebrándose en estructuras organizativas mayores[5]. En este plano destacan las asociaciones de Labradores, así como la más que notable expansión del sindicalismo católico que tradujo en realidades asociativas los dictados de la doctrina social de la Iglesia[6].
Cuadro 1
Sociedades en
el Bajo Aragón 1924-1930
Población |
Fuente I |
Aguaviva |
Sindicato Agrícola Unión de Labradores |
Alacón |
Casino La Unión de Alacón Sindicato Agrícola Católico Caja de Ahorros y Préstamos Cooperativa de Consumo Sociedad de Labradores de Alacón |
Albalate del Arzobispo |
La Agrícola Casino Independiente De Cazadores Defensa Agrícola De Montes La Protectora Sindicato de Riegos Unión Patriótica Sociedad de Socorros Mutuos Sociedad de Incendios |
Alborge |
Juventud Alborgense Sindicato de Riegos |
Alcaine |
San Agustín (cooperativa) |
Alcañiz |
Sindicato Agrícola Alcañiz F.C. (deportiva) Casino Artístico y comercial Casino de Labradores Patronato Obrero Católico Centro Alcañizano Casino Principal(recreativas) |
Alcorisa |
Caja Rural de Crédito agrícola Casino Liberal Círculo Independiente Protectora Agrícola Sindicato Agrícola Aragonés Sindicato de Riegos La Bola de Oro (recreativa de baile) La Alegría Unión Jornalera |
Alforque |
Casino Independiente, recreativo Sindicato Agrícola La Unión, recreativa |
Aliaga |
Sociedad Cooperativa de Consumo Casino |
Alloza |
Centro Unión Patriótica Comunidad de Regantes Rio Escurisa Molino de Aceite Centro Agrícola (casino) |
Andorra |
Andorrana de Socorros Mutuos Casino de la Unión Centro Andorrano Círculo Andorrano (casino) Centro Obrero (") |
Arens [de Lledó] |
Pósito de Agricultores |
Ariño |
Casino Agrícola Círculo Obrero Nuevo Casino |
Azaila |
La Protectora Agrícola Sindicato Agrícola (casino) |
Beceite |
Sociedad de Baile «La Alegría» Centro Obrero Compañía Molinera Cooperativa del Centro Obrero (Mutua) La Protección Sociedad de Socorros Mutuos Cine Beceite Electra de Beceite Federación Patronal sindicato Libre de Trabajadores sindicato Agrícola |
Belmonte de Mezquín |
Sindicato Agrícola |
Berge |
La Golondrina Sindicato Agrícola Agrario |
Bordón |
Cooperativa Obrera Sindicato Agrícola |
Calaceite |
Círculo de La Unión (tiene baile) Sindicato Agrícola Casino Agrícola La unión el «Orfeón» (casino) Orfeón y Hermandad |
Calanda |
Caja Popular y Centro Obrero Caja Rural Casino Mercantil Guadalope Guadalopillo Centro Unión de las Derechas Sociedad de Baile y de Teatro la Dalia |
Cantavieja |
Sindicato Agrícola Católico Sindicato Católico Obrero |
Cañada de Benatanduz |
Pósito de Agricultores |
Caspe |
Unión y Caridad (benéfica) Club Deportivo (deportiva) Círculo Mercantil (casino) Sociedad Industrial y Agrícola Circulo de Caspe Círculo Católico de Obreros Sindicato Agrícola Católico La Unión (Recreativas) |
Castel de Cabra |
Sindicato Agrícola Católico |
Castelnou |
Pósito de Agricultores Sindicato de Riegos |
Castelserás |
Centro Cervantista Casino Conservador Arco Iris (recreativa) Comunidad de Montes Defensa Agrícola Montepío Agrícola Sindicato Agrícola |
Castellote |
Sindicato de Riegos Cooperativa de Consumo La Amistad Cultura y Recreo La Raquel (minera) Sindicato Agrícola Católico Unión Jornalera |
Cerollera, La |
Pósito de Agricultores |
Codoñera, La |
Sindicato Agrícola Sindicato de Montes Socorros Mutuos |
Cretas |
Cretense Sociedad de Labradores Pósito de Agricultores Del Remedio Sociedad de Socorros Mutuos |
Crivillén |
Pósito de Agricultores |
Cuevas de Cañart |
La Protectora (anónima de montes) |
Chiprana |
Sindicato Agrícola Católico Centro Industrial Agrícola |
Dos Torres de Mercader |
Sociedad Hornera |
Ejulve |
Asociación de Ganaderos La Aviceña La Alegría (recreativa) Pósito de Agricultores Sociedad Facultativa |
Escatrón |
Casino «La Unión» Sindicato de Riegos |
Fabara |
Sindicato Agrícola de San Isidro (Casino con teatro) |
Fayón |
Juventud Fayonense Sociedad de Labradores Pósito de Agricultores Sindicato Agrícola Sociedad de socorros mutuos |
Fortanete |
Pósito de Agricultores |
Foz Calanda |
Pósito de Agricultores Sindicato Agrícola Católico de San Agustín |
Fresneda, La |
Centro Obrero (casino y sociedad) Sindicato Agrícola Católico (casino y sociedad) |
Gargallo |
Pósitos de Agricultores |
Ginebrosa, La |
Sindicato Agrícola La Unión, cooperativa. |
Híjar |
Sindicato Agrícola Socorros Mutuos Híjar F.C. (deportiva) Casino de La Unión Defensa Agrícola Artístico Hijarense Circulo Liberal (casino) Círculo Conservador (casino) Casino Independiente |
Iglesuela [del Cid], La |
La Amistad |
Jatiel |
Mutua de Ganaderos Mutual de caballerías Sindicato Local Agrario |
Ladruñán |
Pósito de Agricultores |
Lécera |
Casino Independiente |
Lledó |
Pósito de Agricultores |
Maella |
Asociación de Ganaderos Casino La Unión Centro de Labradores La Sinceridad, socorros mutuos Sociedad de Labradores Unión Agrícola Maellana – Sindicatos agrícolas De la Caja Rural de Crédito Católico de Maella La Olearia Maellana Sindicato Agrícola |
Mas de las Matas |
Círculo Independiente Junta de Alfarda De Labradores Pósito de Agricultores La Rabaniza Sindicato Agrícola Socorros de Caballerías Unión Republicana |
Mata de los Olmos, La |
Pósito de Agricultores |
Mazaleón |
Sociedad de Obreros Pósito de Agricultores De Seguros de caballerías Sindicato Agrícola Sindicato de Labradores Sociedad de Labradores De Socorros mutuos Cooperativa de consumo |
Mequinenza |
Asociación de Labradores Círculo de la Unión (con casino) Juventud Mequinenzana De Montes Sindicato Agrícola y Caja Rural La Agrícola (con casino) |
Miravete |
Pósito de Agricultores Sindicato Agrícola Católico |
Molinos |
Sindicato Agrícola Católico |
Monroyo |
Pósito de Agricultores |
Montalbán |
La Alegría de baile Circulo de Recreo Sindicato del Riego de la Vega Sociedad de Montes Casino Círculo Obrero Cooperativa |
Montoro de Mezquita |
Pósito de Agricultores |
Muniesa |
Círculo Católico Sindicato Agrícola Sociedad de Labradores |
Nonaspe |
Centro Republicano (con casino) Sindicato Agrícola (con casino) Unión Patriótica Sociedad de Labradores Sociedad de Socorros Mutuos |
Oliete |
Sindicato Católico Agrario |
Olmos, Los |
Sociedad Forestal Olmense |
Parras de Castellote, Las |
Pósito de Agricultores Electra del Guadalope Centro Independiente |
Peñarroya de Tastavins |
Fraternidad Casino (a cargo de Manuel Martí) |
Pitarque |
Pósito de Agricultores |
Portellada, La |
Sindicato de Riegos |
Puebla de Híjar, La |
Agrupación Deportiva Celtiberia (Sociedad Atlética) Casino Independiente Casino Moderno Casino La Puebla Centro Instructivo y Recreativo Comunidad de Regantes Cooperativa Obreros Azucareros De Labradores Sindicato de Riegos |
Puertomingalvo |
Pósito de Agricultores Sindicato Agrícola |
Ráfales |
Sociedad Obrera Rafalense (Casino «La Humanitara Rafalense»?) |
Samper de Calanda |
Sindicato Agrícola (casino) Sindicato Agrícola Católico (sociedad) Sindicato Obrero Católico (casino) Centro Obrero Católico (sociedad) |
Santolea |
Sindicato Agrícola |
Sástago |
Sociedad de Labradores Sociedad Socorros Mutuos de Sástago Casino Liberal Casino Conservador |
Seno |
Fomento Industrial Pósito de Agricultores Sindicato Agrícola Católico |
Torre del Compte |
Caja Rural Comunidad de Regantes de la huerta principal y de Les Granches La Confianza (Socorros Mutuos, Recreativa y Cooperativa Agrícola de Consumo) Unión Patriótica Sociedad de Socorros Mutuos |
Torre de las Arcas |
Pósito de Agricultores Sindicato Agrícola |
Torrecilla de Alcañiz |
Casino Moderno Sindicato Agrícola Sindicato Católico Santa Bárbara (Mutua) |
Torrevelilla |
Sindicato Agrícola La Protectora Cooperativa de Consumo |
Urrea [de Gaén] |
Casino La Amistad Pósito de Agricultores Sindicato Agrícola (casino) |
Utrillas |
Centro Instructivo y Recreativo Cooperativa Minera y de Socorros Mutuos de Sta. Bárbara Mutualidad Escolar de Niños «La Pilarica» Pósito de Agricultores Sindicato Agrícola Sindicato Obrero Católico Socorros Mutuos de Santa Bárbara |
Valdealgorfa |
Pósito de Agricultores De Socorros Mutuos Sindicato Agrícola Católico (casino) |
Valderrobres |
Centro Unión Valderrobrense Pósito de Agricultores Sindicato Agrícola Sindicato Único de Trabajadores |
Valjunquera |
Sindicato Agrícola Católico de San Miguel (casino) |
Zaida, La |
Círculo Católico Sindicato Agrícola Católico Sindicato de Riegos |
Fuente: Román García Gárate, Guía general de Aragón, Navarra, Soria y Logroño, Huesca, 1924; Anuario General de España, 1930,Bailly - Baillière y Riera, Barcelona, 1930, tomo IV.
Cuadro 2
Sociedades en el Bajo Aragón 1924-1930
Sociedades n.° Sociedades n.°
Agrarias 73 Cooperativas 14
Casinos 64 Económicas 8
Pósitos 28 Ganaderos 7
Católicas 26 Montes 7
Políticas 21 Financieras 6
Socorros Mutuos 19 Juveniles 4
Recreativas 17 Deportivas 4
Regantes 15 Instrucción 3
Obreras 15 Industriales 3
De Labradores 14 Aragonesas 1
Fuente: Elaboración propia a partir de cuadro 1
Los Casinos
Ciertamente el fenómeno del sindicalismo agrario marca de manera muy profunda el contenido de las agrupaciones bajoaragonesas, pero cotas de desarrollo similares, tanto en número como en extensión geográfica, alcanzan otro tipo de asociaciones civiles de finalidad lúdica: los casinos. El nivel de difusión de los casinos es muy alto, incluso si los consideramos desagregados de otras asociaciones recreativas —bailes, cines,…— y de aquellas otras orientadas al esparcimiento de la juventud. Los casinos habían surgido en el siglo XIX a ejemplo y semejanza de los clubs ingleses. Con el tiempo fueron adquiriendo características propias para convertirse en lugares de reunión donde se practicaba actividades lúdicas diversas y se realizaban fiestas y bailes. Junto a ello se desarrollaban actividades culturales situadas en un amplio abanico que iba desde las representaciones teatrales y las veladas literarias hasta el mantenimiento de una biblioteca o la celebración de sesiones musicales.
Inicialmente se trató de un fenómeno urbano y así, en Aragón, los ejemplos más notables se encuentran en la capital[7]. Allí el conocido como Casino de Zaragoza se había instalado en el Palacio de los Condes de Sástago en 1848. Servía de «centro de reunión y entretenimiento» a un nutrido grupo de socios entre los que se contaban «muchas personas notables de la capital, ya por su riqueza, ya por su alcurnia, ya por su categoría oficial, en unión de los jóvenes de las principales familias». Las instalaciones, caracterizadas por estancias espaciosas y de un lujo palpable, contenían «el cuarto o gabinete de lectura en que se encuentran todos los más importantes periódicos de política, ciencias y literatura de España y del extranjero, con un escogido número de obras y libros», también una «excelente mesa de billar y otras salas destinadas para juegos de recreo»[8].
También existía el Casino Mercantil fundado en 1858 a partir de la Tertulia del comercio y que hacia 1912 se dotó de uno de los más notables edificios modernistas de la ciudad[9]. «Su principal objeto ha sido y es el discutir y tratar de toda clase de negocios de comercio, sin excluir por eso los juegos de recreo permitidos por la ley. Hay varios salones decorados con el mayor gusto, mesas de billar, café y cuanto se requiere en esta clase de sociedades de recreo»[10]. En la misma línea desarrollaba su actividad el Círculo de la Independencia con la particularidad de que disponía de «local para bailes, conciertos y reuniones de igual género, siempre que para ello se reúnan más de veinte socios y pidan el competente permiso»[11]. Por su parte hacendados y labradores se reunían en la Zaragoza de finales del Ochocientos en el Casino Agrícola y, aunque la sede estaba situada en un amplio local «sin ostentación de lujo, pero digna, decorosa y cómodamente dispuesto y adornado», no faltaban en sus salones «varios juegos de los permitidos por la ley, y un gabinete de lectura, con diferentes periódicos y libros»[12].
El casino no fue un lugar de reunión exclusivo de las clases acomodadas. Como pudo constatar Jacques Valdour en su visita a Zaragoza en 1913, también el casino era espacio de concurrencia para los trabajadores. Encuadernadores y tipógrafos frecuentaban el Casino republicano radical que ocupaba «una sala en el primer piso en la que, cualquier domingo por la tarde, puede verse una veintena de consumidores»[13]. La diferencia estaba, aparte de la diferente disponibilidad de momentos de ocio durante la semana, en que se producía una segmentación de la población asistente a los distintos ámbitos de esparcimiento, que era traducción de la estructura social existente[14]. A esta segmentación contribuía el establecimiento de cuotas que, más allá de servir para cubrir el mantenimiento de las instalaciones, operaba como un primer filtro de tipo económico entre los asistentes. Existían otros filtros en la pertenencia a los casinos, como la adscripción profesional de muchos de ellos que se perfilaban como Casino de labradores o Casino Mercantil, aunque mayor impronta estableció siempre la adscripción ideológica de muchos de ellos como liberal, conservador, tradicionalista, republicano, socialista, derechista o jaimista[15].
En el medio rural los casinos operaron como centros de sociabilidad principalmente entre las clases medias que se identificaban socialmente mediante la pertenencia al mismo centro. Tiempo después de su llegada a Borja, el secretario de ayuntamiento e historiador Rafael García Ormazábal aún recordaba como había sido su acogida en la población y el papel decisivo que había desempeñado el casino en el momento de incorporarse.
Empezaba a oscurecer —escribió en unas cuartillas—. El astro rey ocultaba sus destellos por detrás del monte Calvario, cuando llegamos a Borja en los coches de los señores Trancas y compañía, hospedándome en el parador de estos mismos señores cuyo edificio es capaz, cómodo e higiénico. Diéronme una cena suculenta y me marché al Casino principal donde encontré gente de temple y dispuestos para todo. Híceme amigo de ellos muy pronto, pues lo que más caracteriza a los habitantes de este pueblo es su carácter cordial, jovial y simpático. Pasamos toda la noche de francachela, cenando, tocando el piano y cantando[16].
Los casinos en ámbitos no urbanos, y el Bajo Aragón entre ellos, no podían ofrecer una amplia diversificación y especialización pues ni se trataba de comunidades suficientemente complejas ni tampoco el tamaño de los núcleos de población lo permitía. Bien es cierto que se aprecia una mayor diversificación asociativa en lugares como Alcañiz (Casino Artístico y Comercial, Casino de Labradores y Casino Principal), Caspe (Círculo Mercantil, Círculo de Caspe y Círculo Católico de Obreros) o Calanda (Centro Obrero, Casino Mercantil y Círculo Católico de Obreros) destacados por mayor un número de habitantes. Y que el desarrollo económico es un factor determinante para la aparición de los casinos. No en vano los lugares donde mayor presencia tienen es en las poblaciones localizadas en la Cuenca Minera —Andorra, Ariño y Montalbán— o en La Puebla de Híjar (Casino Independiente, Casino Moderno, Casino La Puebla y Centro Instructivo y Recreativo) donde, aparte de ser un punto muy importante en el trazado ferroviario de la Tierra Baja, se halla instalada la industria azucarera de mayor peso en toda la comarca.
Sin embargo, cuando no se da ninguna de estas circunstancias los niveles de especialización son bajos. El casino trata de asumir toda una serie de funciones diversas que la comunidad demanda. Desde algunas más características de los ámbitos informales de sociabilidad como los bares y los cafés, hasta la puesta a disposición de sus instalaciones como locales de diversión en momentos señalados del calendario festivo local, el casino no puede aspirar a altos niveles de especialización. No están muy desarrollados, como hemos visto, como centros de reunión marcados profesionalmente, pero tampoco abundan en otros ámbitos como el de la cultura. Es significativo que la empresa cultural más notable de la época el Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón, crisol de las preocupaciones regeneracionistas y culturales de las capas medias de la Tierra Baja, sólo fue suscrito por dos casinos, ambos en la provincia de Teruel, el Casino Turolense de la capital y el Casino de La Unión en La Puebla de Híjar[17].
El Casino político como espacio de sociabilidad
Esta tónica homogeneizadora que afecta al ámbito de sociabilidad que son los casinos tiene una más que notable excepción: los casinos políticos. Cuando la política aflora en este tipo de sociedades la diversidad aparece muy marcada, las denominaciones se esfuerzan en perfilar la diferencia y se alcanza una direccionalidad específica inusual. Es característico de esta situación el caso de Sástago donde con sus 3.150 habitantes cuenta con un Casino Liberal y un Casino Conservador. Y todavía es más claro lo que sucede en Híjar donde, junto a dos centros con casino, el Círculo Liberal y el Círculo Conservador, existía un tercer centro, que intentaba con dificultades eludir la caracterización política con la denominación de Casino Independiente.
En las poblaciones, donde ya de por sí se hacía una lectura enfrentada de las asociaciones que desarrollaban su actividad en un mismo ámbito, la introducción de la política contribuyó a marcar este componente competitivo. Así se aprecia en el caso de La Fresneda donde, tras la apertura en 1911 del Centro Republicano se inauguró el Centro Obrero, adherido inicialmente al Partido Socialista para continuar, más tarde, como sindicato independiente. «Por esta misma fecha —afirman Julve y Cuella— fue creado otro sindicato de signo político diferente: el Sindicato Católico Agrícola, que en algunos aspectos contrarrestó la fuerza política del Centro Obrero»[18]. También ha sido considerado el surgimiento de dos casinos diferentes en Nonaspe como la voluntad de presencia política frente al centro opositor[19]. Allí, el Casino del Centro Republicano Radical de Izquierdas se fundó en 1904 y estaba dedicado a Lerroux, circunstancia que ocasionó diversos incidentes. Entre ellos que se recuerda el de un socio que pretendía quitar el retrato del político cuando, en medio de la discusión, sonó un disparo que serenó los ánimos y permitió aguardar a la llegada del presidente que determinó que la imagen permaneciera en el lugar que venía ocupando desde la fundación. Frente a éste surgió, en 1916, el Casino del Sindicato Agrícola de Nonaspe impulsado por Matías Latogeta, farmacéutico de profesión y alcalde durante los años 1904-1906.
Los casinos políticos fueron lugares donde encontraron acogida así el ocio como la política, pero fue el primero el que hizo posible que en sus salones se deslizara esta última. Fueron asociaciones que dispusieron el marco propicio para que las ideas pudieran difundirse entre grupos sociales homogéneos y así prosperar y encarnarse en comportamientos políticos definidos. Sobre los efectos en el desenvolvimiento local de la vida política que estos centros tuvieron disponemos de un caso característico que nos permite ejemplarizar y comprobar su importancia, al tiempo que es posible seguir su evolución durante el período 1917-1937 y las actitudes que dominaron estos años. El caso al que hacemos referencia es el del Casino Liberal de Alcorisa.
El casino Liberal de Alcorisa
El Casino Liberal de Alcorisa fue constituido en enero de 1917[20] tras la campaña electoral del año anterior en la que se había recuperado el signo liberal del diputado electo en el distrito de Valderrobres al que pertenecía Alcorisa. La fundación se realizó a partir de una sociedad preexistente llamada Casino de la Concordia y sirvió para consolidar el apoyo electoral al candidato liberal Carlos Enrique Montañés en las siguientes elecciones en uno de los distritos menos estables de toda la provincia de Teruel, consiguiendo el objetivo hasta la dictadura de Primo de Rivera[21].
Desde el primer día quedó de manifiesto que su vocación política no era simplemente nominal. La designación de socios honoríficos cumplía la función de señalar la orientación del casino y educar políticamente a los socios. Así el primer día se acordó nombrar presidente a Alvaro Figueroa «Conde de Romanones», por entonces Jefe de gobierno y figura destacada en la cúspide del partido liberal. Pero esto no era suficiente, también había que señalar a los posibles candidatos del partido en la propia circunscripción de modo que también fueron designados socios honoríficos el diputado actual, que se presentaría también a las próximas elecciones, Carlos Emilio Montañés, y Antonio Royo Villanova, que ya lo había sido con anterioridad, entre 1912 y 1914. Se marca sí una diferencia con la sociedad anterior cuyos socios honoríficos eran personas notables de la localidad pero sin proyección política. También se tomaron determinaciones en la primeras sesiones acerca del nutriente ideológico privilegiado de la época, la prensa, y se realizó la suscripción al Diario Universal, el periódico que, no por casualidad, era propiedad del Conde de Romanones[22]. Además el casino operaba como centro local del partido y, como tal, eligió su representante para el Consejo del Partido Liberal con objeto de preparar las próximas elecciones.
Pero esta imagen para estar completa debe contemplarse junto a otras disposiciones de orden recreativo que también se tomaron en los primeros días. De un lado la organización de los bailes de Carnaval que debían celebrarse a poco de la inauguración y eran, sin lugar a dudas, la cumbre festiva de todo el año, y de otro la coordinación del juego de la Lotería Nacional cuyos números debían adquirirse en Zaragoza y era necesario designar un socio que hiciera las gestiones[23].
Un espacio para el ocio
La sociedad ocupó, cuanto menos dos locales, uno los cuatro primeros años, hasta 1921, y el segundo, el más conocido, en un primer piso con un gran balcón en la plaza Lorente n.° 1. En el exterior estaba fijada una tablilla de anuncios donde se hacían públicas las órdenes y los acuerdos, y servía también para citar a los socios para las juntas. En el interior el mobiliario que se fue adquiriendo perseguía hacer más cómodas las actividades de los socios. Un paragüero y un pupitre escritorio para el salón, un depósito para el agua de la evaporación de la estufa[24] y varios tableros de mesa para el juego de naipes[25]. Cuando alguna de las propiedades del casino quedaba obsoleta, o era inconveniente no se desechaba, salía a la venta, y así es posible conocer que se habían empleado en el servicio botellas para el agua de las mesas y juegos de café de loza, que en las estancias había instalados lámparas de bronce, un armario de dos cuerpos, la estufa de la marca «Tortuga», una gran mesa de mármol con tres pies de hierro fundido y, en el lavabo, un pie colgador para las toallas. Son las compras las que indican que se habían instalado abundantes perchas de pequeño tamaño para los sombreros y las gorras, algún cuadro colgado de las paredes y que botellas de cristal vinieron a sustituir su presencia en las mesas a las anteriores de loza. Con regularidad había que acometer el pintado de los locales, operación que consistía fundamentalmente en blanquear las estancias, particularmente el salón cuyo coste ya ascendió en 1928 a la cantidad de 200 pesetas[26].
La práctica del billar siempre ocasionó problemas de espacio que sólo se resolvieron con el arrendamiento de un salón contiguo a la sociedad donde instalaron la mesa[27]. A comienzos de los años 30, cuando el casino atravesaba el momento de mayor desarrollo se plantearon numerosas mejoras. Se nombró una comisión con objeto de «estudiar los medios para instalar en el salón […] un aparato de calefacción central, comprar sillas, poner en condiciones el retrete e instalar un aparato de radio»[28]. El encargado del mantenimiento del local y el propietario al que la sociedad lo tenía arrendado eran la misma persona, Pedro Nuez. Además se ocupaba de explotar el bar, ayudado de su mujer y de su hijo Rafael[29], pagando por ese derecho al casino 100 pesetas anuales.
Un espacio de clase
El perfil social de los asistentes puede deducirse de un análisis de los componentes de las juntas directivas —cuadro 3—. En ellas aparecen 5 comerciantes, 2 grandes propietarios, el juez y el fiscal, 5 miembros de profesiones liberales, si incluimos entre ellos a uno de los dos maestros de la localidad (el otro también es socio del casino), 2 artesanos y un constructor de obras. El perfil resultante es el de una agrupación de clase media rural, la burguesía de la villa, compuesta de profesionales liberales, comerciantes y algunos propietarios agrarios con una vertiente comercial ligada a su producción de aceite y vino. Como resumía Rafael Nuez: «El Casino lo frecuentaban los ricos y la clase media»[30].
Cuadro 3
Composición de las juntas directivas del Casino Liberal
comerciantes 5
comestibles 3
droguero 1
carnicero 1
funcionarios del juzgado 2
juez municipal 1
fiscal 1
profesiones liberales 5
médico 1
practicante 1
abogado 1
veterinario 1
maestro 1
artesanos 2
sastre 1
relojero 1
constructor de obras 1
grandes propietarios 2
Fuente: Libro de Actas del Casino Liberal; Román García Gárate, Guía general de Aragón, Navarra, Soria y Logroño, Huesca, 1924; Anuario General de España, 1930,Bailly - Baillière y Riera, Barcelona, 1930, tomo IV.
Esta caracterización social de los miembros del casino era consecuencia de la política de cuotas. Las cuotas cumplieron una doble función: junto a la atención de los gastos ordinarios de la sociedad, sirvieron para realizar una selección de sus miembros franqueando el acceso tan sólo a quienes alcanzaban un determinado nivel social ligado, evidentemente, a su capacidad económica. No era fácil, a la altura de 1917, detraer 5 pesetas del salario para pagar la cuota anual del casino, pero aún lo fue más difícil cuando en 1919 subió hasta 9 pesetas y una cuota de entrada de 5[31]. Y no se detuvo ahí pues, al año siguiente, volvió a incrementarse en 3 pesetas más, hasta las 12, argumentando que se hacía «en atención a la subida de precios de los efectos y utensilios necesarios en la Sociedad»[32]. Ya entonces algunos socios manifestaron su opinión contraria a este aumento, sin que la posibilidad de realizar el pago fragmentado por trimestres les pareciese una buena solución. En 1921 —gráfico ø— se estableció una cuota de entrada como socio fundador de 25 pesetas, y otra de 10 pesetas como socio agregado. Tampoco ahí se detuvieron, porque a comienzos de 1925 se produjo una subida espectacular de las cuotas. Decidieron «elevar al precio de 20 y 50 pesetas (antes 10 y 25) como cuota de socio de número y fundador respectivamente»[33]. Estas cuotas consiguieron frenar la afluencia de nuevos socios al Casino, no en vano entre los años 1925 y 1927 en que estuvieron en vigor se produjo un estancamiento en el número de asociados —gráfico ø—. Así, no es extraño que tuvieran que retornar a las posiciones anteriores y en enero de este último año acordaran que «desde el día de hoy los señores que deseen ingresar en la Sociedad pagarán como cuota de entrada de la cantidad de 25 pesetas como socio fundador y de 10 pesetas como socio de número[34].
Como en todas las sociedades se produjeron impagos y morosidades que la junta iba tratando de negociar notificando antes de dar a ningún socio de baja[35]. También se dictaron normas para que no fuera readmitido el socio que hubiera causado baja sin razón justificada[36]. La economía de la sociedad —gráfico ø— atravesó durante los años 20 una situación de continuo superávit y eso permitió, en 1922, realizar un importante donativo al ayuntamiento de 375 pesetas «para atender a las necesidades del Santo Hospital y las conferencias de San Vicente Paúl»[37].
Aparte de los gastos habituales la sociedad tenía que hacer frente a la fiscalidad de la época. El Casino Liberal pagaba una cuota que se mantuvo en 150 pesetas anuales[38] que muy bien podían recaudarse mediante el cobro de una cantidad en algunas actividades del centro, pues se habían encargado a Valencia, varios talonarios «para impuestos de recreo, de 0,40 pesetas y de 0,10 pesetas»[39]. A partir de 1933, a consecuencia de la expansión del Casino, los gastos superaron los ingresos, y debieron instrumentarse algunas fórmulas para captar recursos no puestas en práctica hasta ese momento. Así pusieron interés en cobrar las cuotas por trimestres adelantados[40], crearon una cuota para transeúntes[41], a los socios jóvenes se les cobró, no sólo la cuota de inscripción, sino también las mensualidades hasta fin de año[42] y los bailes de Carnaval, cuyos gastos siempre se habían asumido por la sociedad, corrieron de cuenta de los socios organizadores a excepción de 165 pesetas que aportaba el casino[43]. Merced a todas estas iniciativas en 1936 se había acabado con los números rojos y el balance mostraba nuevamente cifras positivas[44].
En los salones
De todas las actividades desarrolladas durante el año en el Casino Liberal la más sonada de todas siempre fue la celebración del Carnaval. El elemento central era el baile con disfraces[45] que tenía lugar en febrero o marzo durante tres noches consecutivas y el domingo siguiente llamado «domingo de Piñata»[46]. Eran cuatro bailes celebrados año tras año en el primer piso de la sede de la Sociedad y era, con mucho, la actividad que más interés despertaba entre los asociados. Carnaval era el paroxismo de la diversión. Las mujeres no frecuentaban el bar sino en estas fechas, el casino era un espacio estrictamente masculino el resto del año, lo que hacía más extraordinaria la doble sesión de baile en sesiones que comenzaban a las cuatro de la tarde y a las diez de la noche. Se habían desarrollado estratagemas para hacer que esta última sesión se alargase todo lo posible. «Para que durase hasta las tres o las cuatro de la mañana —explicaba R. Nuez—, como entonces era costumbre que las hijas fuesen con las mamás, les dábamos un refresco y un pastel para que aguantasen las madres»[47] y así el baile con las hijas se alargaba por lo menos mientras las progenitoras daban cuenta del agasajo.
A pesar de que el casino contaba con un piano propio, para los bailes de Carnaval se contrataban en Zaragoza cinco músicos entre los que se encontraban desocupados que tenían como punto de reunión un bar situado frente al Teatro Principal. En 1931 los músicos de la orquesta percibieron por las cuatro noches 225 pesetas[48]. Pese a la importancia que tuvieron estos bailes no se aceptó, sin embargo, la extensión de esta práctica en la sociedad durante el período de Pascua como solicitaron algunos socios por «quebrantar las costumbres»[49].
Pero pasado el trajín de los Carnavales, el Casino Liberal tornaba a la normalidad y mostraba en su rostro cotidiano los atributos de los cafés[50]. Esos establecimientos donde, pese a su denominación, el «café, que se enfría en las tazas sobre la mesilla rodeada de parroquianos, importa poco, es un pretexto; lo que importa de verdad, y es lo fundamental, es la conversación, la charla incesante, la palabrería, la intimidad, el intercambio verbal que no cesa, y que hace, no como el beso de Rostand, un ruido de abeja, sino un zumbido de colmenas locas»[51]. Allí, en sus mesas, como afirmaba el periodista y poeta mejicano Luis G. Urbina, dominaban las conversaciones sobre política que no era tanto pensar sobre ella como verbalizar la política en jornadas interminables, asunto que vino a completarse en los años de la fundación del Casino con el tema de la Gran Guerra en el que germanófilos y aliadófilos defendían con virulencia posiciones inamovibles. Las bebidas que sirvieron de fondo a las tertulias eran básicamente el café y el té. El café costaba 0,25 pts., se servía con un terrón de azúcar e incrementó el precio a 0,30 en 1933, una subida de 5 céntimos que también experimentó el té en la misma fecha.
En los locales de la sociedad se podía escribir y mantener correspondencia, a tal efecto existía un pupitre escritorio situado en el salón al servicio de los socios cuyo material de escritorio, incluido papel con membrete del Casino Liberal, era de cuenta del propio centro[52]. Otra de las actividades fijas que generaba gran expectación entre los miembros era el juego de la Lotería. Los números eran traídos por algún socio que viajaba fuera de Alcorisa en vísperas de Navidad, generalmente el contratista de obras Juan Calvo, aunque también se jugaba durante el resto del año. Los números que se jugaban en cada ocasión se hacían públicos en el tabloncillo de anuncios.
En 1933 se tomó un acuerdo de gran trascendencia: «Instalar en el salón de esta Sociedad un aparato de Radio y anteponerlo a la instalación del aparato de calefacción central, autorizando a la Directiva a adquirir el aparato que más convenga»[53]. Los nuevos tiempos imponían sus prioridades, aunque para ello hubiera que establecer un «impuesto transitorio de cinco céntimos» sobre el café y el té que permitiese superar el endeudamiento ocasionado por la compra del aparato, tasa que se mantendría durante cuatro meses, hasta junio, en que finalmente se adquirió. Desde este momento un esplendoroso aparato de radio Philips contemplaba a nuestros socios del Casino desde un lugar de privilegio en medio del salón. Había costado la astronómica cifra de 910 pesetas.
Otro de los elementos constitutivos e indisociables de la naturaleza del casino era, sin lugar a dudas, el juego. Se jugaba a las cartas, y mucho, a juzgar por las adquisiciones de naipes que se hacían. En 1924 se pagó un «recibo de 16 docenas de barajas […] cuyos precios son de veinte y veintidós pesetas docena (ocho de cada clase)»[54]. Se compraban fuera, como la gruesa «de barajas con ochos y nueves» adquiridas en Barcelona, en el establecimiento de la Viuda de A. Comas[55]. Nos consta que se jugaba el tresillo, porque se pedían por millares las tarjetas empleadas en este juego, y había partidas de dominó, aunque el abanico de juegos era mucho más amplio, como confirma R. Nuez en las siguientes palabras que reconstruyen el ambiente del Casino:
Había dos salones: uno para el servicio de cafetería. Y otro, de cien metros cuadrados, en el cual se jugaba al billar, a la ruleta, al golfo, que era una especie de póquer, a todos los juegos habidos y por haber entonces. […] Mi padre decía que sí [se jugaba a la ruleta]. Sólo he conocido una mesa de tres metros de largo por uno de ancha que era la de los dos croupieres, para esto del monte. A mi padre, por los tres días de Semana Santa, le daban 3.000 pesetas por el arriendo de la mesa del juego de monte, un juego de cartas con un montón de combinaciones. La mayor intensidad del juego se daba en los tres días de Semana Santa; en vez de ir a misa y a las procesiones, se iba a jugar hasta las tres o las cuatro de la mañana[56].
El ruido de entrechocar de bolas de billar pobló las salas del Casino liberal desde los primeros días. En 1924 trataron de cambiar la vieja mesa por otra que llamaban «de carambolas»[57]. La práctica del billar debía ocupar un lugar destacado dentro del casino pues el salón que se arrendó únicamente con destino a instalar la mesa de juego costaba 170 pesetas anuales.
La lectura de prensa y otras lecturas en los salones del Casino
Siendo la prensa un elemento indispensable en cualquier casino, lo era mucho más en un centro que se apellidara liberal, en una época en que la prensa política continuaba teniendo una importancia manifiesta entre las cabeceras más importantes. Desde casi sus comienzos el Casino recibió diariamente por suscripción el Diario Universal[58]. Este periódico había sido fundado a principios de siglo por el Conde de Romanones que, por entonces, comenzaba a despuntar como figura importante del partido liberal[59]. Se encontraba entre la prensa política del momento y su tendencia era liberal y, más concretamente, antimaurista. Desde la prensa católica se recomendaba abstenerse de su lectura y era señalado entre los periódicos «malos» que «están condenados por el derecho natural, divino, positivo y eclesiástico»[60]. Ante el golpe de Estado de Primo de Rivera se mostró ambiguo lo que le valió ser respetado por la dictadura sin necesidad de ocultar su adscripción al partido liberal[61].
Quizás por la pérdida de sus contenidos críticos el Casino abandonó la suscripción a este diario, y también la de Provincia, para suscribirse a la revista Nuevo Mundo que costaba anualmente 25 pesetas[62]. Una actitud comprensible, pues en tiempos de censura siempre resultó más aprovechable la prensa gráfica que los diarios amputados de sus contenidos críticos. Nuevo Mundo había salido a la luz en 1891 y vivió en primera línea, junto a Blanco y Negro, la etapa más brillante del periodismo gráfico español que se desarrolló entre los años anteriores y posteriores a la Primera Guerra Mundial. En los años 20, cuando se suscribe el Casino, ha envejecido considerablemente y tiene serios inconvenientes para adaptarse a la nueva tecnología, algo que se aprecia en su elevado coste. Pese a esto, Nuevo Mundo era apreciada en el Casino, sin duda por sus magníficas ilustraciones, y se encuadernaba para conservar los ejemplares que podían ser contemplados con placer aún cuando las noticias no fueran recientes.
Sólo en 1934 se suscribieron a una revista de los nuevos tiempos del huecograbado[63], Estampa subtitulada «Revista gráfica y literaria de actualidad española y mundial» cuyo primer número salía en 1928 de la misma empresa editorial de Nuevo Mundo. Era una publicación que poseía un «abrumador predominio de lo gráfico sobre lo literario», incorporaba una inaudita masa de publicidad en sus páginas, pero conseguía un precio reducido de 30 céntimos en un volumen ordinario de 48 páginas[64]. El mismo director, Luis Montiel, empujado por sus éxitos frente al otro semanario gráfico de la época, Crónica —que introducía desnudos femeninos—, fundó el diario Ahora, al que también se suscribieron en febrero de 1934. Trató de competir con ABC en la prensa matutina con un modelo de prensa muy visual, llenas sus páginas con huecograbado y reproduciendo siempre en portada una gran fotografía de actualidad, «revistió en lo político un tono burgués y moderado, de inequívoca fidelidad a la institución monárquica»[65]. Muy pronto se colocó entre los diarios madrileños de mayor difusión y en sus páginas concurrían firmas como Ramiro de Maeztu, Pío Baroja y Miguel de Unamuno.
Pero no era este diario el único que se leía en el Casino. Hasta 1933 se recibió el Heraldo de Madrid, vespertino que había sido, a comienzos de siglo, propiedad y órgano de Canalejas. Periódico de filiación liberal y tendencia burguesa se pronunció violentamente contra el golpe de Estado de Primo de Rivera ofreciendo en este momento, según opinión de Gómez Aparicio, ideas «de un republicanismo todavía inconsciente y amorfo…»[66]. Durante la Dictadura de Primo trató de burlar la censura y ejercer la crítica, manifestó su oposición ante el gobierno del general Berenguer y durante la II República se le identifica como «republicano avanzado»[67]. En 1929 se incorporó entre su nómina al escritor César González Ruano quién afirmaba que «dentro de un fabuloso desorden, todo marchaba bien, y el periódico, hecho con cuatro cuartos y una gentes dormidas y medio borrachas, se vendía como agua entre el gran público y también era leído por los intelectuales»[68].
En las preferencias de los miembros del Casino fue sustituído, aunque por un sólo año, por La Libertad[69], diario que mantuvo una «línea marcadamente republicana e izquierdista durante los cerca de veinte años que tuvo de existencia»[70]. En abril y mayo de 1935, Indalecio Prieto escribió en él una serie de artículos desde su exilio de París en favor de la formación de un Frente Popular.
En suma, la prensa leída en el Casino Liberal fue evolucionando en el mismo sentido que la actividad del centro, desde posiciones liberales en sus comienzos hasta el republicanismo de su segunda etapa, pero sin abandonar nunca su inequívoco tono burgués. Y ello sin dejar de lado aquellas inquietudes relacionadas con la base económica agraria que constituía la riqueza de la zona y que puede apreciarse en la Revista de Agricultura y Viticultura que comenzó a recibirse desde principios de 1928.
La función política del Casino Liberal
Ya hemos visto como el Casino Liberal había manifestado su vocación política desde el momento mismo de haberse constituído. Pero es con el discurrir del tiempo, con su presencia cotidiana y familiar en el entorno de los vecinos, como realizaba su principal función: ofrecer un espacio de sociabilidad donde las ideas políticas, pero también los comportamientos sociales y los patrones culturales (no olvidemos la liturgia alternativa que supone la práctica de juegos de azar durante la Semana Santa), pudieron fluir en un medio homogéneo y en condiciones favorables, para terminar afectando a la sociedad en la que había surgido y a sus formas de relación.
Después de las primeras disposiciones que habían perfilado políticamente el centro —nombramiento de socios honoríficos, envío de representantes al consejo del partido, suscripción de prensa política,…— su andadura comenzó a ser la de un centro recreativo cualquiera aunque, a los ojos de todos, opuesto al otro centro, pese a su nombre, conservador de la villa, el Círculo Independiente[71]. En los primeros años el número de inscripciones no dejó de aumentar produciéndose una pequeña avalancha de nuevos socios que hizo temer a la junta por la pérdida de su perfil político arrastrado por los atractivos lúdicos de la sociedad. Fue entonces cuando se introdujo la práctica de realizar la inscripción de cada nuevo socio sólo después de haberle informado «de que se trata de un Centro político y bien advertido de los artículos del Reglamento aplicables al caso»[72].
Durante la Dictadura de Primo de Rivera el casino continuó expandiéndose y asentado su presencia sin demasiados cambios. A pesar de la prohibición, se continuó jugando clandestinamente en el piso superior, pendientes eso sí de las rondas rutinarias de la Guardia Civil. Y recibían la visita del Somatén que, en buena parte, estaba compuesto por miembros del propio casino. Fueron años, por contra, de intensa actividad económica en la zona con la llegada de las obras del inconcluso ferrocarril Teruel-Alcañiz y la construcción del Pantano de Gallipuén. Los dos maestros de las escuelas públicas de Alcorisa, Miguel Tello Celma y Vicente Aparicio Liarte se hicieron socios en 1924 y afloraron tensiones por la política de elevadas cuotas mantenida por algunas juntas directivas. Hacia 1930 comenzó a apreciarse en la propia sociedad cierto ambiente crítico, un clima que preludiaba nuevos acontecimientos. La junta general ordinaria del 1 de enero de 1931 tuvo que ser autorizada por el gobernador militar de la Provincia y comunicada al alcalde de la villa que mantuvo un delegado presente durante toda la asamblea. Esto no fue obstáculo para que el casino estuviese atravesando un gran momento con una avalancha de nuevos socios que mereció el reconocimiento de la labor de la junta[73]. Momento que coincidió con un deslizamiento del perfil político del centro hacia el republicanismo tras los largos años de dictadura que fueron evidenciando el final del sistema de la Restauración.
Por eso no es de extrañar que la lista que triunfó de manera aplastante en Alcorisa en las elecciones municipales del 12 de de abril de 1931 (6 concejales republicanos por tan sólo 1 monárquico[74]) fuese confeccionada por miembros del Casino Liberal y en sus instalaciones y, en consecuencia, que el ayuntamiento que iba a gestionar los intereses del municipio desde entonces estuviera muy vinculado a esta sociedad. Faltó tiempo para que algunos socios, conscientes de que el nombre del centro se ajustaba poco al sentido de los tiempos y a la opinión de muchos de los habituales, propusieran cambiar la denominación por la de «Casino Republicano» y la junta directiva, impregnada del mismo sentimiento, inició los trámites reglamentarios «por ser muy justo»[75]. Así, el 26 de abril de 1931 se reunieron por última vez como tales los socios del Casino Liberal para modificar en junta general extraordinaria los estatutos. Tras algunas discusiones, fueron modificados los artículos que hicieran posible la nueva denominación Sociedad Alianza Republicana manteniendo la calificación de sociedad político-recreativa. Algunas de las modificaciones traducen el sentido de todos estos cambios, como las que afectan al objeto mismo de la sociedad:
Tercera: El artículo 2º que dice: «La sociedad tiene por objeto habilitar un local donde los socios puedan reunirse con toda libertad y confianza para fines permitidos por las leyes principalmente recreativos y los políticos que se deducen de su título», quedará redactado de la manera siguiente: «La Sociedad tiene por objeto habilitar un local donde los socios puedan reunirse con toda libertad y confianza para fines permitidos por las leyes principalmente recreativos y los políticos que se deducen de su título, o sea en sentido anti-monárquico»[76].
Bien fuera esta orientación antimonárquica expresa, o el nuevo rostro republicano de la sociedad, lo cierto que es que provocó algunas discrepancias entre los socios y en las semanas siguientes —gráfico ø— algunos de ellos causaron baja. Pero no fueron tantos que no quedaran compensados por la oleada de nuevas afiliaciones que determinaron la trayectoria creciente de la sociedad durante el período republicano —gráfico ø—[77].
En su condición de asociación política vinculada al mismo tiempo al régimen y al ayuntamiento su opinión fue reclamada para establecer criterios sobre algunas reformas que debían emprenderse en el futuro. El ayuntamiento pidió algunos representantes para participar en una reunión «con el fin de estudiar los aprovechamientos agrícolas que se desean establecer sobre los montes comunales de este Municipio»[78]. E incluso, discutido el tema en junta, se adoptó una posición acordando: «Proponer al Ayuntamiento, que la forma del reparto de la parcelación de los terrenos que resulten susceptibles de labores y siembra, sea la de Por Vecino; que los terrenos comunales que no sean susceptibles, que sean repoblados forestalmente; que de ser posible, la parcelación se verifique por peritos prácticos y Comisión que nombre el Ayuntamiento; que las parcelas que poseen en la actualidad los vecinos, sirvan de base para la nueva parcelación y que sigan poseyéndolas»[79]. Se iniciaba una época para la Alianza Republicana caracterizada por la expansión, tanto en número de socios como en la acometida de inversiones que mejorarán las instalaciones y elevarán la calidad de las actividades desarrolladas por los asistentes a los salones. Una época que se vio interrumpida por la sublevación de julio de 1936. Ese año, en que finalmente se había equilibrado el presupuesto de la sociedad, se exigió de ésta su más alta demostración de que se trataba de una asociación política.
El 18 de julio el ayuntamiento republicano fue destituído por algunos vecinos que secundaron el golpe militar y se hicieron con el control de Alcorisa. La situación no era la más favorable a una sociedad como la Alianza Republicana, sin embargo su actitud frente a los sublevados fue nítida y decidida manteniendo un punto de referencia política para toda la comunidad. Cuando la nueva autoridad pretendió ocupar los locales del casino con fuerza armada, y pretendió hacerlo con autorización de sus acomodados socios, la respuesta se produjo inmediatamente y en términos nada ambiguos:
fue llamada esta Junta Directiva el día de la fecha después de haberse declarado el Estado Fascista en esta Provincia por el alcalde de la misma denominación para que esta junta autorizase un retén de vigilancia en los locales de esta Sociedad y por estar en contraindicación el reglamento de la misma, puesto que se denomina Alianza Republicana, con el Estado Fascista, acordó no autorizar dicho retén[80].
No impidió esta actitud que la alcaldía ordenase la ocupación de los locales, pero quedó de manifiesto que, ante una situación de fuerza, había quién identificaba lo que estaba sucediendo como la proclamación del «Estado Fascista» y de fascistas calificaba a las autoridades locales que habían secundado la sublevación. Y no es de extrañar que esto sucediese en el mismo espacio creado veinte años antes con el objetivo de reunir entre sus paredes el ocio con la política, perfilando y asentando una actitud homogénea entre los asistentes al centro, y con una voluntad decidida de presentarse cara a la sociedad como partícipes de esta visión política de la realidad. Transcurrido el tiempo el Casino Liberal de Alcorisa, entonces ya la Alianza Republicana, demostró que había cumplido su función como espacio de sociabilidad pues, sirviendo de vehículo para las ideas, propició una percepción homogénea de los hechos y proporcionó al mismo tiempo la estructura organizativa necesaria para actuar en consecuencia.
La evolución de la guerra en el Aragón oriental determinará que Alcorisa quede inserta en una de las áreas donde con más intensidad se desarrolló la experiencia de las colectividades anarquistas[81]. Aunque la Alianza Republicana pronto agotará sus existencias como establecimiento de bar, en septiembre de 1937, tras la disolución del Consejo de Aragón, aún será reclamada su presencia, como organización republicana, para la formación de una Comisión Calificadora[82]. Pero la asociación no había pensado sus estatutos para funcionar en tiempo de guerra y los problemas no dejaron de sucederse. A la escasa presencia de socios a las juntas, se sumaron las vacantes en la junta directiva, la ausencia de deseos de asumir puestos de responsabilidad y un clima general de miedo. La reunión del 5 de septiembre fue tempestuosa. Nadie estaba dispuesto a desempeñar los cargos, ni aquellos que los habían aceptado. Hubo quienes decidieron darse de baja para eludir la responsabilidad, el clima era de disolución: «Desde ese momento se vio una gran desanimación entre los presentes, pues unos se marcharon y otros se dieron de baja como socios. Estos últimos fueron José Espallargas Esteban, Robustiano Pallarés Formento, Pablo Espallargas Bernad y Pablo Belenguer […] No se sabe si lo hizo alguno más, por la precipitación con que lo hicieron»[83]. Tampoco el día 15 fue posible el nombramiento de los puestos vacantes en la Junta directiva ni del representante en la Comisión Calificadora, a raíz de lo cual el presidente manifestó «que vistas las desavenencias que hay entre todos los socios, es preciso ir a la disolución de la Sociedad»[84]. Al día siguiente, 16 de septiembre de 1937, con la preceptiva asistencia de cuatro quintas partes de los socios fundadores, la Sociedad Alianza Republicana fue disuelta, concluyendo así un interesante recorrido de dos décadas.
Aunque con retraso respecto a su implantación en las ciudades, el casino cumplió un papel socializador eficaz también en el medio rural. Lo que era habitual en las ciudades del Ochocientos llegó en el cambio de siglo a las poblaciones del campo para cumplir un abanico muy amplio de funciones que, en el caso de los casinos políticos, recorrían el amplio espectro de actividades que estaban contenidas en el binomio ocio y política. Pero, el estallido de la guerra trajo consigo la desaparición del ocio. Y de la mano del ocio perdió el casino su propia esencia. El tiempo de guerra fue un tiempo sin ocio y la política desgarrada por la sublevación no fue capaz, por si sola, de mantener vivo el casino. Murió así el casino político, y desapareció para siempre ya que, si la paz volvió en 1939, fue esa la paz del franquismo, donde no había lugar para centros políticos pues la política era sólo una. Y en este Nuevo Estado de unanimidades si —como defendía en un artículo del diario falangista Lucha titulado «Ni la tasca, ni el casino»[85]— no había lugar para el casino, porque su existencia reflejaba y potenciaba la lucha de clases, cuanto menos lugar habría para el casino político, capaz, con sólo existir, de reflejar y potenciar la diferencia de ideas políticas.
La Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza
durante la II República
Herminio Lafoz Rabaza
En la Asamblea General que se celebró los días 14, 15 y 16 de junio de 1931 en la Casa del Pueblo de Madrid, se produjo la transformación de la Asociación General de Maestros en Federación Nacional de Trabajadores de la Enseñanza (FNTE)[86]. Contaba entonces ya con 1.500 asociados. Se estudió en las sesiones el reglamento de la Federación y se discutió el programa mínimo que casi no sufrió variaciones respecto al de la AGM. Al final, y con arreglo a los nuevos estatutos se establecieron los órganos siguientes: Comité Nacional, Comisión Ejecutiva y Asamblea general. Como presidente del Comité Nacional se nombró a Dionisio Correas Fernández, secretario a Manuel Alonso Zapata; Santiago Hernández Ruiz era uno de los vocales. Con arreglo a los Estatutos de la UGT, se le concedió a la nueva Federación un puesto en el Comité Nacional que fue ocupado por elección de los asociados Manuel Alonso Zapata. Sobre ellos descansaría la dirección del Sindicato hasta enero de 1934.
El nuevo sindicato se surtió de los profesionales que estaban afiliados a la AGM, o que llegaban de los sectores más progresistas de otras asociaciones del Magisterio. Tuvo mucho que ver en la toma de conciencia de muchos maestros primero la situación general del país y, segundo, los acontecimientos de diciembre de 1930 en Jaca y el advenimiento de la República en abril. Es muy esclarecedor lo que nos cuenta el maestro Simeón Omella[87], uno de los fundadores de la FETE en Huesca:
“Y precisamente por las circunstancias que rodeaban a mi persona (Maestro, casado con la hija de una casa bien, me gustaban la caza y la pesca, la vida familiar...) yo estaba destinado, quizás, a ser lo que se dice, una de las fuerzas vivas del lugar, defensor de los valores y de los poderes establecidos. Pero la situación política y económica de la población en general era bastante precaria, el caciquismo dominaba en las zonas rurales, se compraban los votos de la gente con engaños, había un gran analfabetismo y el país se encontraba muy atrasado en todos los niveles. Ante este panorama, yo no podía ponerme en el lado de los que deseaban perpetuarse en el poder a costa de negar los más elementales derechos a la gente trabajadora, pues mi compromiso social y mi sensibilidad hacia los desfavorecidos no me lo permitían. Por eso abracé la causa de los más débiles, aún a sabiendas de que era la elección más incómoda, la que me acarrearía más dolores de cabeza”
Su elección fue clara. Siguió un camino que otros muchos maestros emprendieron también:
“Al poco tiempo de estar en el pueblo organicé unas clases nocturnas, de diez a doce de la noche, para todas aquellas personas analfabetas que estuvieran dispuestas a dejar de serlo. Eran gentes que no habían tenido la oportunidad de ir a la Escuela o que asistieron durante muy poco tiempo”
España, según Omella, necesitaba en ese momento gentes que la impulsaran hacia delante y no hacia atrás, pero la resistencia al cambio era muy fuerte. Como se ha dicho, los acontecimientos de diciembre de 1930 causaron una honda impresión en mucha gente[88]. “Fue una carnicería innecesaria, tanto el ensañamiento durante el enfrentamiento armado como el fusilamiento sumarísimo. Quisieron dar una lección ejemplar, pero lo único que consiguieron fue aumentar el bando de los que deseábamos un cambio radical en la política española”.
Este cambio radical llegó con las elecciones del 12 de abril de 1931 y la proclamación de la República. Para Omella los primeros años republicanos fueron de trabajo ilusionado y de mejoras sustanciales en la enseñanza española:
“Los primeros gobiernos republicanos impulsaron grandemente la educación y la cultura destinando bastante presupuesto a la construcción de nuevas escuelas y a la dotación de material escolar, de bibliotecas, etc. Los maestros nos sentimos mayoritariamente comprometidos con la República, unos de forma más activa que otros, claro. Yo personalmente, me identifiqué totalmente con las mejoras que se llevaron a cabo y participé activamente, tanto desde la Escuela, como desde mi actividad como fundador de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza del sindicato socialista (FETE) en la provincia”.
Considerando que los primeros maestros que vislumbraron la posibilidad de ingresar en la Casa del Pueblo fueron turolenses, no debe de sorprender demasiado que la afiliación a la FETE fuera muy nutrida en estos primeros momentos de la Segunda República. En La Asociación, se publicó la lista de maestros que habían ingresado en la esta organización y se insertó, además, un boletín de inscripción para quienes deseasen ingresar en sus filas[89]:
Julio Sanz Gimeno, de Molinos
Benigno Serrano Arnal, de Alacón
Joaquín Vidal Boné, de Caminreal
Pedro Pueyo Artero, de Villastar
Félix Ayora Gómez, de Tortajada
Hilario Lorente, de la Graduada de Cella
Luis Bobed Ayora, sin escuela, de Teruel
Antonio Sevilla González, de Muniesa
Antonio Lorente, regente de Escuela Graduada de Teruel
Máximo Gutiérrez Bueno, de La Portellada
Miguel F. Ibáñez, de Odón
Roque Bellido y Dolz, de Jorcas
Fabián Marco Larraga, de Albentosa
Juan J. Monleón Sánchez, de Villanueva del Rebollar
Mariano Perales Daniel, de Segura de Baños
Juan Sapiña Camaró, profesor del Instituto de Teruel
Pedro Díez Pérez, profesor de Escuela Normal de Teruel
Manuel Millán, de la escuela de Beneficencia de Teruel
Antonio Ugedo, de la escuela Graduada de Teruel
Ambrosio Navarro, escuela Graduada de Teruel
Pedro Andrés Ferreruela, de Torrevelilla
Vicente Ferrer Ramos, de Valderrobres
Santiago Ruiz Aldea, de Martín del Río
José Gracia Ginés, de Andorra
Pascual García Navarro, de Torre del Compte
Octavio Vilar, de Cedrillas
Joaquín Sancho Simón, de Valdealgorfa
Blas S. Gil Navarro, de El Campillo
Benigno Cavero, de Rillo
Joaquín Villarroya, de Pitarque
Pedro Ferrer Aparicio, de Argente
Luis Vidal Cisneros, de Aldehuela
Florencio Pérez Vicente, de Cascante
Juan Pío Ibáñez, de Ababuj
Esteban Navarro Casas, de Formiche Bajo
Notito Catalán Garzarán, de La Puebla de Valverde
Santiago Rodrigo Gil, de Castelnou
Joaquín Aliaga Cortés, de Concud
Isaac Navarro, de Santa Eulalia
Rogelio Navarrete, de Cortes de Aragón
Manuel Muñoz, de Villarroya de los Pinares
Juan Sanz, de Monterde
Víctor Martínez, de Seno
Emilia Grávalos, de Molinos
Francisca Martínez Sanz, sin escuela, de Teruel
Fructuosa Martín Izquierdo (sin escuela) de Teruel
Joaquín Dolz Navarro, de Camarillas
Agustín Izquierdo, de Linares
Anacleto Moliner, de Mas de las Matas
Eutiquiano Giménez Cavero, de Alobras
Marcelino Maldonado, de Paracense
Víctor Ros Monzón, de Aguilar
Manuel Pérez García, Cuevas de Portalrubio
Vicente Alapont Carbonell, de Caudé
Mariano Báguena, de Pozuel del Campo
Agustín Vicente Castellote, Escuela Graduada de Calamocha
Salatiel Górriz Bastias, de Monreal
Eladio Buj Guillén, de Mazaleón
Daniel Navarrete Abril, de Alcaine
Eustasín Francisco Domingo, de Tramacastiel
Antonio Laviña Barrán, de Calanda
Feliciano Durbán Montolío, de La Estrella (Mosqueruela)
Además habían solicitado el ingreso:
Bernardo Guillén Allepúz, de Bordón;
Nicolás Martínez Fernández, de La Puebla de Hijar
Anastasio Aranda Gómez, sin escuela, de Teruel
Ildefonso Plá Pechovierto, sin escuela, de Teruel
Andrés Domingo Pérez, sin escuela, de Teruel
Daniel González Linacero
Rafael Balaguer Ferrer, profesor de la Escuela Normal de Teruel
José Soler Belenguer, profesor de la Escuela Normal de Teruel
José Pla Arnadis, de Ejulve.
Quizá una de las razones de esta abierta defensa de la afiliación política del magisterio turolense haya que buscarla en el hecho de que La Asociación no fuese propiedad de ningún particular, sino de todos los maestros de la provincia.
La Asociación publicó, en diciembre de 1931, en su primera página una semblanza muy laudatoria de Rodolfo Llopis[90] y anunciaba que quizá pronto tuvieran ocasión de tenerlo en Teruel "acaso con motivo de un acto mitad político, mitad cultural que se está preparando"[91]. Julio Sanz, maestro de Molinos, comentaba en un artículo que la Asociación General de Maestros había pasado en un trimestre de contar con una afiliación simbólica a contar con más de un millar de maestros que, a nivel nacional, habían ingresado en sus filas. A tal situación les había llevado a unos un ideal socialista compatible con los derechos de ciudadanía; a los más un sentimiento obrerista justo, confortador, ¡cristiano!". El magisterio buscaba el apoyo en organizaciones obreras porque había visto que cuerpos más beligerantes que el magisterio habían alcanzado mejoras que parecían, pocos años antes, utópicas. Sanz reconocía que la idea no era nueva, pero que merecía la pena volver a intentarlo: "La idea es vieja, pero jamás cuajó. ¿Cuajará ahora, y la Asociación General de Maestros, afiliada a la U.G.T., conseguirá reunir en su seno a la mayoría del Magisterio?”[92].
Félix Ayora Gómez, uno de los maestros más comprometidos con la causa de la Casa del Pueblo, inició una campaña con el propósito de animar al magisterio turolense a engrosar las filas de la Asociación General de Maestros que, como él mismo explicaba, se trataba de una Asociación profesional, filial de la Unión General de Trabajadores y sección española de Trabajadores de la Enseñanza, de la que formaban parte profesores de Universidad, inspectores y maestros. Ayora intentaba convencer al magisterio de que ellos también formaban parte de la masa de trabajadores: "¿Qué somos nosotros, sino unos trabajadores?. Por serlo, con los hijos del trabajo hemos de convivir. Sus mismos problemas son los nuestros. Ayudándoles a ellos, tendremos también su ayuda para nuestras reivindicaciones"[93].
Maese Blas, que venía haciendo comentarios plagados de ironía en La Asociación, decide en un momento descubrir sus cartas y escribe en su sección de “Cartas al aire”, bajo el título de “A la U.G. de T.”[94]:
“!Por fin! Sí, por fin se cumplieron mis predicciones. Van los Maestros a la Casa del Pueblo, van a las filas del obrerismo. Van por caminos de izquierda, pero derechos a un fin; el del mejoramiento moral y material, al de la elevación de la escuela (...).
(...) Suárez Somonte, Tormo y Rogerio Sánchez llevaron a las filas de la U. G. de T. a muchos maestros ¡Acaso fue esto, todo lo bueno que hicieron! Claro que lo hicieron sin querer, por lo que nada hay que agradecerles (...)
(...) La causa tuya que es la de todo el proletariado del mundo así lo exige”
Muchos de los maestros turolenses que se acercaron a la Federación Nacional de Trabajadores de la Enseñanza lo hicieron para constituir y vigorizar una Asociación que rectificase el sentimiento y procedimiento de las Asociaciones ya existentes. Según Joaquín Vidal, maestro de Caminreal, frente a la dinámica de funcionamiento de las viejas asociaciones del magisterio, en la FNTE los maestros encontrarían una organización "inserta en el campo de lucha de clases de nuestros hermanos obreros de toda profesión" (...) un honroso historial de franca y no interrumpida oposición a los gobiernos capitalistas y monárquicos, verdugos de las verdaderas necesidades de educación popular"[95].
La Casa del Pueblo tenía su sede en la calle Pomar de la capital turolense. Félix Ayora Gómez y Pedro Pueyo Artero, quien todavía ocupaba la presidencia de la Asociación Provincial, fueron quienes más activos se mostraron en la organización de esta naciente asociación en la provincia[96]. En las elecciones constituyentes de 1931 el maestro Pedro Pueyo, en unión de Pedro Díez Pérez, profesor de la Normal, se presentaron a las elecciones por la candidatura Republicano-socialista[97]: "Desde la oficina instalada en Teruel y en la que obreros y maestros rivalizaron en el trabajo empezaron a salir cartas, circulares, manifiestos y candidaturas a todos los pueblos de la provincia. La República suponía democracia y que al democratizarse la política "puede el hombre más modesto -¡¡hasta el maestro!!- aspirar a cargos representativos"[98]. Las mujeres no tenían voto todavía pero también se movilizaron en estas elecciones como lo demuestra el artículo “A las maestras”, que firmaba anónimamente Una maestra[99]:
“Nosotras no tenemos voto, es verdad. Pero tenemos el poder de mujer, la influencia que entre familias da nuestra obra. Podemos y debemos trabajar en las elecciones.
(...) Pensemos maestras que al trabajar así, trabajamos por nuestra causa. Pensemos que es un deber en estas horas, caminar hacia la redención nuestra y de nuestros hijos”.
Desde los primeros meses de la recién proclamada República varias asociaciones de los partidos turolenses contemplaban en el orden del día de sus reuniones ingresar en la Asociación General de Maestros, afiliada a la Unión General de Trabajadores, como es el caso, por ejemplo, de los asociados en el partido de Castellote que, en la reunión que iban a tener el 14 de junio de 1931, contemplaban en el punto 5 del orden del día la siguiente cuestión:
“¿Debe adherirse la de este Partido a la Asociación general de Maestros...?”[100]. Un tiempo más tarde, es la Asociación de Maestros del Partido de Montalbán la que en su reunión del 19 de marzo de 1932 en Vivel del Río se plantea ingresar en bloque en la "Federación Nacional de Trabajadores de la Enseñanza"[101].
En general, puede decirse que leyendo La Asociación se tiene la impresión, en algunas ocasiones, de que la revista está totalmente dirigida a simpatizantes de la U.G.T. Se afirmaba que "ninguna entidad social o política ha mostrado tanto interés por la escuela primaria como este sindicato"[102]. También se mostró esta revista más radical que sus colegas de Zaragoza. Así, contrariamente a la defensa de las órdenes religiosas que se hacía en la prensa profesional zaragozana, tanto desde El Magisterio de Aragón como desde las páginas de La Educación, en Teruel algunos maestros organizaron un mitin en pro de la sustitución de las órdenes religiosas que tuvo lugar el domingo 18 de junio de 1933. En este mitin tomaron parte Félix Ayora, Pedro Pueyo y el regente de la aneja a la Normal de maestros Francisco Ariza[103].
En Zaragoza, como ocurrió en el resto del Estado, el fermento de la FNTE fueron las asociaciones del Magisterio. En este sentido, podemos encontrar precedentes, por las personas que intervinieron, en el mitin que se celebró en el teatro Principal de la capital, organizado por la Asociación del Magisterio nacional primario de los Partidos de Zaragoza-Sos[104]. El acto estuvo presidido por el rector de la Universidad, doctor Gil y Gil, acompañado por los señores Mancho, director de la Escuela Normal, Agud, Aranda, Pilar Salvo, Bielsa, Uriarte y Saenz de Medrano (estos dos últimos, tenientes de alcalde del ayuntamiento). Es interesante transcribir la crónica que realiza Vida Nueva:
“Habló en primer término el presidente de la Asociación, don Pedro Aranda, que explicó la significación del acto, diciendo que hay que realizar una intensa labor a favor de la escuela, del niño y del maestro. Enumeró las aspiraciones del Magisterio y pidió que si se implanta la República federal, el Magisterio sea nacional y dependiente del Poder central.
Las frases del señor Aranda tuvieron excelente acogida en el auditorio.
Luego la señora Salvo dijo que tomaba parte en el mitin como síntoma de la colaboración de la mujer en los actos de cultura. Desarrolló el tema: “Deber de la mujer ante el momento actual”, como mujer casada, tímida y frívola. Llegó a la conclusión de que la mujer debe ir a la cabeza del movimiento actual para hacer una España grande y fuerte.
Don Joaquín Uriarte dijo que, como teniente de alcalde, se propone laborar a favor de la escuela. Dijo que la creación de las 27.000 escuelas es un hecho que él sólo justifica el advenimiento de la República.
Pidió la escuela laica y abogó por la reforma de la Segunda enseñanza y terminó diciendo que el sueldo de los maestros debe ser igual al de los demás funcionarios del estado.
El señor Sainz de Medrano atacó el presupuesto de la Monarquía, calificándolo de indignante, y estableció comparación entre Francia y España, deduciendo que la primera, con doble número de habitantes que la nuestra, cuenta, cuenta con 130.000 maestros, mientras que España tiene unos 30.000.
El señor Gil y Gil hizo el resumen de los discursos. Dio las gracias a cuantos asistieron y felicitó a la Directiva de la Asociación de Maestros de los partidos de Zaragoza-Sos”.
Arturo Agud, Pedro Aranda, Pilar Salvo y Félix Bielsa se afiliaron poco después a la FETE y, por cierto, los cuatro cayeron asesinados por los rebeldes en los primeros meses de 1936. La primera organización que parece haber en Zaragoza es un Comité, que tenía su dirección en el Centro de la UGT de Estébanes, 2, y que dirigía un manifiesto a los maestros de la provincia invitándoles a afiliarse[105].
La sección zaragozana de la FNTE, con el nombre de Asociación Provincial de Trabajadores de la Enseñanza se constituyó a finales del mes de febrero de 1932[106]. La primera Junta directiva estaba compuesta por los siguientes asociados:
Presidente: Pedro Tobeñas Rodríguez, director del Grupo Escolar “Fernández Vizarra”, de Monzalbarba.
Vicepresidente: Arturo Agud Piquer, maestro unitario del Grupo Escolar “Tomás Alvira”, de Zaragoza.
Secretario: Francisco del Olmo Barrios[107], psicotécnico de la Escuela Elemental del Trabajo, de Zaragoza.
Vicesecretario: Pedro Aranda Borobia, maestro del Arrabal de Zaragoza.
Tesorero: Amparo Gutierrez
Vocal primero: Mariano Estrada, maestro de La Almunia de Doña Godina.
Vocal segundo: Moisés Corredor, maestro de San Juan de Mozarrifar.
Vocal tercero: Pascual Montolio Canales, maestro de La Almolda.
Vocal cuarto: Jorge Pérez Membrado, maestro de Miralbueno.
La sección de Teruel se constituyó antes. El 14 de septiembre de 1931, a las diez de la noche, se reunieron los afiliados (fuentes de La Asociación[108] evalúan en un centenar el número de afiliados hasta ese momento) a la UGT para dar lectura al proyecto de Reglamento de la Federación Provincial de Trabajadores de la Enseñanza y constituirla en la provincia. En medio de “mucha concurrencia de asociados” fue leído y aprobado el proyecto de Reglamento que sería elevado a la superioridad que lo aprobaría definitivamente por Orden de 28 de enero (Gaceta de 11 de febrero de 1932). El domingo 20 de febrero se reunieron los afiliados para constituir y nombrar la Junta Directiva que estuvo formada por:
Presidente: Félix Ayora
Tesorero: Ambrosio Navarro
Secretario: Blas S. Gil
Vocal primero: Benigno Serrano
Vocal segundo: Hilario Lorente
Se decidió también invitar al Ministro y Director General al acto síndico-cultural que la Federación se proponía dar en el Teatro Marín de Teruel.
Las buenas relaciones que había entre la UGT y la FETE en este momento se pudieron comprobar, según De Luis Marín[109] con ocasión del XVII Congreso de la UGT, que se celebró entre el 14 y el 22 de octubre de 1932. El Comité Nacional encargó a dos militantes prestigiosos de la FETE (Angel Llorca y Ramón Lamoneda) la redacción de las ponencias sobre Educación General y Educación del militante. Hubo también una amplia representación del magisterio en dicho Congreso y la FETE presentó su programa y propuestas de enseñanza que fueron asumidas por la UGT. El 2 de octubre tenía lugar en la Casa del Pueblo de Teruel[110] una reunión para formular proposiciones al XVII Congreso de la UGT. Los acuerdos a los que se llegó fueron:
Que se ponga en vigor el artículo 48 de la Constitución y que se cumpla en todas sus partes.
Que se hagan concentraciones escolares en las que el alumno encuentre los medios modernos de cultura, cantinas y ropero.
Que se intensifiquen las becas para estudios superiores y para las Escuelas de Artes y Oficios.
Que se cumpla la ley sobre el trabajo de menores.
Que en el plazo más corto posible se instalen las escuelas que hoy se precisan para la población escolar, y que los edificios existentes se modifiquen con arreglo a la moderna pedagogía, higiene y comodidad.
Que a los efectos económicos, al Magisterio se le equipare a los demás funcionarios públicos de análoga preparación y función, y a la vez se le den facilidades para mejorar su condición profesional por cursillos de ampliación.
Que desaparezcan las castas en que hoy se tiene dividido al Magisterio con arreglo a normas preestablecidas con carácter general.
El Bienio Negro
En la FETE convivían maestros socialistas, comunistas, radicalsocialistas, republicanos o simplemente liberales, pero las tensiones que pronto se dejaron sentir en el interior de la organización obedecían a dos posturas: una reformista y otra radical o revolucionaria. El enfrentamiento entre ambas tendencias pronto estalló a propósito de la pertenencia a una u otra internacional de trabajadores de la enseñanza[111]. Las tensiones se reflejan pronto en las secciones provinciales: el maestro Joaquín Vidal se dirigía en La Asociación del 23 de abril de 1932 a los afiliados de la FETE censurando la actitud de Manuel Alonso Zapata, secretario del Comité Nacional de FETE por haber aceptado el nombramiento de director de Grupo Escolar "Montesinos" de Madrid y haber elegido, sin concurso, a los seis auxiliares. Estos procedimientos eran, para Vidal propios de la Monarquía, pero no del nuevo régimen. Por estas razones y otros errores que había cometido el Comité Nacional, pedía la adhesión de los afiliados para proponer al Comité Nacional la celebración de un Congreso en que no dejasen de figurar en el orden del día los siguientes puntos: revisar la gestión del Comité Nacional; valorar el comportamiento profesional de Manuel Alonso Zapata y nombramientos de Comité Nacional y Comisión Ejecutiva de la FNTE. En el siguiente número de La Asociación, correspondiente al 30 de abril de 1932, Félix Ayora criticaba a Vidal por haberse dirigido directamente a los afiliados sin haber expuesto su postura ante el Comité provincial. El 31 de diciembre de 1933 se iba a celebrar un Comité Nacional, pero por las circunstancias del momento se retrasó la reunión hasta el 28 y 29 de enero de 1934. Se hizo una propuesta de voto de censura para el Comité Nacional y votaron a favor Galicia, Asturias y León, Vascongadas y Navarra, Aragón y Cataluña y Castilla la Nueva; en contra, Valencia; se abstuvieron: Extremadura, Castilla la Vieja y los miembros de la C.N. Tras perder la votación, el Comité Nacional presentaba su dimisión, eligiéndose un nuevo Comité Nacional en el que quedaron desplazados Manuel Alonso Zapata y Dionisio Correas, dos de los fundadores de FETE y puntales de su dirección reformista.
Como consecuencia de estos cambios en la orientación de los dirigentes de la FETE se aprobó la reafiliación inmediata a la ITE.
A partir de este momento, bajo la consigna del antifascismo, se produce una creciente politización del sindicato, en consonancia con la radicalización de la UGT que, tras la dimisión de Besteiro y Saborit había pasado a ser controlada por los largocaballeristas. Muestra de esta radicalización es el artículo de Enrique Adroher en Trabajadores de la Enseñanza[112], en el que, después de señalar que la República había entrado en una vía muerta y que el proletariado y la gran burguesía se presentaban ahora frente a frente para reñir una batalla histórica, afirmaba:
“En la hora presente ante las masas españolas se abren dos únicos caminos: el fascismo, como en Italia o Alemania, y la revolución proletaria, como en Rusia. Este será el profundo significado de las batallas inmediatas. Serenamente, las organizaciones obreras deben decidirse. La FETE ha escogido sin vacilación. Sabe lo que el fascismo significa. Y sabe también que la revolución representa, en el campo profesional, la liquidación del analfabetismo, la democratización de la Universidad y de todos los Centros de cultura, la reforma total del sistema administrativo, que pasa íntegramente a manos de las Asociaciones de Maestros, la dignificación y el mejoramiento económico de la función de la enseñanza, la escuela proletaria (...) Rápidamente van a pronunciarse los demás Sindicatos. Es el tren de la revolución que avanza (...) Los temblorosos y los débiles deben quedar al margen o deben ser apartados (...) Descontada la alianza de los Partidos republicanos, debemos constituir el Frente Único de los trabajadores, garantía de la victoria y expresión de una nueva democracia: de la democracia proletaria, propugnada por Marx y Lenin. También los trabajadores de la enseñanza tenemos un importante papel en la contienda: orientar, alentar y dirigir. Hay que formar a la vanguardia. En el Sindicato y en la calle. ¡Vía libre!”
La URSS se convierte en el modelo a seguir.
El 5 y 6 de abril de 1934 se celebra un Congreso extraordinario de la FETE (50 delegados y 4.643 afiliados). Lombardía explicó el voto de censura al Comité Nacional en la reunión de enero; luego hablaron varios delegados en pro y en contra de cómo se había procedido en aquella reunión. Sometida a votación la censura a la C.N., 2.747 votaron a favor de ella, mientras que 1.611 lo hicieron en contra. Santander, con 82 votos, se abstuvo.
En la última sesión se eligió una nueva Comisión Ejecutiva. Signo de lo nuevos tiempos: ese mismo día, el 6 de abril, son detenidos el nuevo secretario general y otros 6 maestros, la mayoría afiliados a FETE, por manifestarse en el Ministerio de Instrucción Pública. Era la primera vez que los maestros usaban la manifestación como medio para exponer sus reivindicaciones.
El Frente Único
Apenas caída la Dictadura y ante la falta de cohesión que se observaba en el sector, comienzan a oírse algunas voces que se preguntan si ante el malestar del Magisterio no debería imponerse una nueva táctica societaria[113]. Los deseos de unidad del magisterio se concretaron a raíz de la Asamblea de la Confederación Nacional del Magisterio, celebrada los días 27, 28, 29 y 30 de diciembre de 1929: se quería llegar a una Asociación única, “fuerte, activa, organizada y que esa sea la Asociación Nacional del Magisterio”[114]. En el número de La Asociación de 29 de noviembre de 1930, con el título de “¿El Frente Único?”, se editorializaba:
“Empieza a sentirse la necesidad del frente único y disciplinado del magisterio, para la pronta conquista de nuestras aspiraciones (...)”
Pero la plataforma unitaria del Magisterio español no llegaría hasta comienzos de 1931, en medio de una creciente radicalización de los maestros, formada por la Asociación Nacional del Magisterio, la Confederación Nacional de Maestros y la Unión de Maestros Españoles, cuyos objetivos eran una suma de viejas reivindicaciones económicas (salario mínimo de 3.000 pesetas, supresión de la categoría de 3.500 y proporcionalidad entre las diferentes categorías) y administrativas (supresión de las oposiciones restringidas, revisión del estatuto del Magisterio y receptividad del Ministerio de Instrucción Pública hacia los maestros a la hora de implementar reformas de la enseñanza primaria). Esta primera experiencia unitaria duró poco tiempo: la proclamación de la República y la adopción de las primeras medidas la dejó vacía de contenidos, disolviéndose a continuación.
En febrero de 1934 las circunstancias habían cambiado. En Europa y en España, existía un movimiento de acercamiento entre los partidos de izquierdas de carácter defensivo. En este contexto, la FETE, según fuentes de la Asociación Nacional de Maestros, había enviado a ésta una propuesta para “realizar una acción conjunta para promover un movimiento de protesta, que llegase hasta la clausura de las clases de adultos”. La Asociación Nacional creyó que la cuestión de los adultos (pago de los salarios devengados) no era suficiente para justificar una acción de esa naturaleza, sin embargo pensaba que “era de urgente necesidad, vista la proximidad de los presupuestos y el atasco administrativo (...) concertar una acción de todos los maestros encaminada a obtener, de momento una mejora económica, y para lo sucesivo, una ordenación administrativa contra los daños que sufrimos actualmente por desorganización o falta de rendimiento de la máquina administrativa”. Los contactos dieron como fruto la constitución de un Frente Único en el que se integraron inicialmente la Asociación Nacional del Magisterio primario, la Confederación Nacional de Maestros y la FETE, uniéndose más tarde la Unión de Maestros Españoles. Sólo quedó fuera la Asociación de Maestros Católicos. Se puso en marcha, pues, con los objetivos de luchar a favor de la equiparación económica a los demás funcionarios y por la aprobación de una Ley de Instrucción que pusiera término a la “caótica legislación actual”. El 8 de febrero, en un acto celebrado en la Casa del Maestro de Madrid, la Comisión de gestión del Frente Único explicaba sus objetivos a los maestros. Unos días más tarde, el domingo 25 de febrero, tenía lugar un gran mítin en el cine Pardiñas del Frente Único, al que asistieron, según fuentes de Trabajadores de la Enseñanza más de 4.000 personas, y en el que intervino, entre otros, Marcelino Domingo, especialmente invitado.
El Frente no duró mucho; diferencias en el modo de plantear la distribución de unos fondos económicos (6.900.000 de pesetas) destinados por el Ministerio para la mejora del Escalafón, además de diferencias sustanciales de tipo político, dieron fin a la plataforma en el mes de mayo[115]. La FETE, en su boletín, explicaría su versión de los hechos:
“El Frente Único ha quedado roto cuando bien encauzado aún tenía delante de sí amplias perspectivas. Lamentamos sinceramente este hecho por los inconvenientes que puede significar para los maestros (...) La FETE ha hecho todo lo posible para evitar el rompimiento.
Sin embargo, es necesario hacer constar que el Frente Único, en su última época, había llegado a ser un peso muerto para nosotros. El temor ridículo a caer en posturas políticas paralizaba todas las actividades. Se desconfiaba de nosotros y se ponía obstáculos a nuestra labor (...) Nuestras proposiciones sobre actuación pública eran rechazadas o desvirtuadas. Se descuidaba sistemáticamente el aspecto de la propaganda en la calle, el más interesante (...) El Frente Único se había convertido en un organismo burocrático dedicado exclusivamente a cursar visitas al Congreso y a los Ministerios (...)
Posteriormente se ha tratado de presentar la posición de la FETE en este asunto como completamente intransigente e inflexible. Nada más lejos de la verdad. La intransigencia, de llegar a haberla, fue recíproca y más acentuada por quienes no aceptaron nuestra fórmula de arreglo. Lo que sí hubo fueron dos maneras radicalmente opuestas de concebir el problema económico del Magisterio. El criterio de la Nacional, criterio burgués, que atiende a los de arriba, desentendiéndose de los de abajo y el criterio proletario de los Trabajadores de la Enseñanza, que aspiran ante todo a mejorar la situación del sector más humilde del Magisterio”[116].
Hubo nuevos intentos por parte de la FETE de reconstituir el Frente Único en septiembre de 1934, obteniendo la negativa de la Asociación Nacional de Maestros. Posteriormente, también en diciembre de 1935 habría una nueva tentativa con ocasión de la firma de un acuerdo entre la FETE, la Confederación Nacional de Maestros, la Asociación Nacional de Maestros Consortes y la Federación Nacional del Grado Profesional del Magisterio. Sin embargo, la negativa de la Asociación Nacional a formar parte de la nueva plataforma, las nuevas condiciones propiciadas por las elecciones de febrero de 1936 y los nuevos derroteros del Ministerio de Instrucción Pública, se conjugaron para que el nuevo proyecto de Frente Único no cuajase.
Fracasada por el momento la estrategia del Frente Único, la FETE siguió su camino de creciente enfrentamiento con el gobierno, buscando la confluencia con las masas trabajadoras. En Aragón, la sección provincial de Teruel de Trabajadores de la Enseñanza se mostró muy activa en contra de las órdenes religiosas y así, a finales de junio de 1933, celebraba un mítin pro enseñanza nacional y laica en el Salón Parisiana de Teruel[117]. El acto empezó a las 11, bajo la presidencia de Félix Ayora. Luego habló Francisco Ariza[118], regente de la Graduada de Niños y después Pedro Pueyo.
Campañas de información, mítines, artículos de prensa, etc., intensificaron la línea de confrontación con el gobierno en los meses de verano y en el otoño de 1934. En opinión del sindicato la situación no podía ser más lamentable: se había paralizado la construcción de escuelas, las órdenes religiosas seguían ejerciendo la enseñanza, los edificios escolares eran modelo de incuria y de miseria, la remuneración de los maestros seguía siendo mezquina e insuficiente. Muestra de la actividad de propaganda que mueve a la organización y a los militantes de la FETE es el “grandioso acto de propaganda”, como se anunciaba en la prensa, que tuvo lugar en Teruel el 1 de julio de 1934, organizado por la Juventud Socialista en la Casa del Pueblo[119]. Tomaron la palabra dos docentes: Germán Araujo, por la Juventud Socialista, Francisco Ariza, por el Partido Comunista y Benito Madrigal, por la Agrupación Socialista.
Se ha dicho que la FETE tuvo una destacada actuación en el movimiento revolucionario de octubre, sobre todo su sección asturiana. Nada más lejos de la realidad, si tomamos las estadísticas. Por ejemplo, Asturias, según Alfonso Iniesta Corredor[120] contaba con unos 2.300 maestros nacionales en mayo de 1934. De éstos, según el mismo Iniesta, unos 800 estaban afiliados a la FETE. Ahora bien, si de los afiliados pasamos a los que realmente intervinieron en el movimiento de octubre, las cifras cambian bastante:
TRABAJADORES DE LA ENSEÑANZA |
NÚMERO |
Muertos en octubre |
4 (1) |
Encarcelados |
318 |
En la cárcel el 1 de enero de 1936 |
41 |
Emigrados |
5 |
(1) Angel Mato, maestro nacional de El Ferrol y socialista; Juan Carreño, maestro nacional de Granada y exdiputado socialista de las Constituyentes; Tomás Centeno, maestro nacional de Huevia, sin filiación política, y Enrique Nouvilas, maestro nacional y socialista.
Si una vez depuradas las responsabilidades, y no hay que olvidar que el gobierno era de derechas, el 1 de enero de 1936 sólo permanecían 41 trabajadores de la enseñanza en prisión, hay que concluir que aproximadamente un 2 % de los afiliados a la FETE de Asturias tuvieron alguna participación en el movimiento revolucionario. Pero desde la derecha el objetivo no era valorar la realidad sino crear un estado de opinión favorable para sus intereses políticos. El periódico El Debate editorializaba[121]: “Las escuelas, minadas por la acción revolucionaria”, afirmando que la existencia de la FETE en Asturias no tenía otra “finalidad que la de fomentar la revolución en la escuela”. Terminaba el editorial con las siguientes conclusiones: “Prohíbase la sindicación marxista del Magisterio, revísense las Inspecciones, investíguense las delincuencias con comisiones especiales, refórmese la legislación, en lo que a medidas disciplinarias concierne, en el Parlamento”. Gil Robles atizaba el fuego en la misma dirección en un discurso delante de las Juventudes de Acción Popular en Madrid el 9 de noviembre de 1935, recogido por El Sol [122]:
“La escuela en España ha ido durante muchos años preparando el espíritu revolucionario (...). Eso ha sido el fruto de muchas generaciones de maestros; ésa ha sido la consecuencia de un arma escolar puesta durante muchos lustros en manos de nuestros adversarios. Esa ha sido la obra de una Universidad descristianizada fundamentalmente día tras día, mes tras mes, año tras año. Este fue el resultado de una política de atracción de los elementos de enfrente, a los cuales se les daban las escuelas y cátedras universitarias y pensiones en el extranjero”
Fuera de Asturias algunos sectores muy reducidos participaron en las actividades revolucionarias de octubre. En Teruel, por ejemplo, algunos destacados miembros de la FETE como Ariza y Araujo fueron sancionados e incluso encarcelados[123]. En la provincia de Huesca, en los meses de agosto y septiembre de 1935 hubo reuniones de maestros pertenecientes a la FETE en la capital, durante las fiestas de San Lorenzo, y en la feria de Ayerbe. Eran estas reuniones “para tomar decisiones sobre la marcha a seguir frente a la situación social existente”[124]. Incluso se da la circunstancia, aunque el autor no nos aclara la fecha, de que algunos maestros de la FETE y de la CNT fueron detenidos y llevados a Jaca. Tras una amenaza de los militantes de la FETE de cerrar sus clases si no daban informaciones de las causas de las detenciones, fueron liberados. Este, pues era el ambiente que se vivía en los momentos próximos a las elecciones de febrero de 1936.
Acción y Pedagogía
Pero, además de la acción, los afiliados a la FETE en el período republicano también estuvieron en la vanguardia de la renovación pedagógica y en el activismo cultural. El caso más significativo es sin duda el de Simeón Omella, que nació el 26 de julio de 1895 en Losanglis (Huesca), llegando como maestro, después de otros destinos, a Plasencia del Monte donde se desarrolló su vida profesional más intensa. En los primeros días de 1932, Herminio Almendros[125], que entonces era inspector en Huesca, le dio a leer unas revistas escolares bajo la dirección de Freinet. Y su lectura le impresionó pues, según explicaba, se encontraba por primera vez con una técnica desconocida que transformaba por completo el quehacer escolar. Su amigo Almendros le habló de algunos maestros de la provincia de Lérida que habían puesto en práctica las técnicas de Freinet con notable éxito (José de Tapia y Patricio Redondo). Con la imprenta los alumnos escriben textos, historias, recopilar noticias y confeccionan revistas que intercambian con otras escuelas:
“Empezamos a imprimir cuartillas. La Escuela sufre una rápida transformación. La alegría se desborda; se habla, se discute, se preparan proyectos. Hemos empezado a dar nuestros primeros pasos en la nueva educación” (...) “Estamos convencidos de que seguimos el verdadero camino de la Escuela nueva, no con fórmulas empíricas y con tanta hojarasca de ensayos de escuelas vitalistas, que, o no se han realizado tales ensayos o, a lo sumo, representan la continuación del intelectualismo escolar disfrazado de carnaval”
El II Congreso de la Imprenta en la Escuela y Asamblea general de la Cooperativa Española de la Técnica Freinet, se celebró en Huesca por iniciativa de Omella, que ya era presidente provincial de la FETE, el 20 y 21 de julio de 1935 y fue todo un acontecimiento que sería seguido para la prensa por un cronista excepcional: Ramón Acín[126]. Omella colaboró en aquellos años con otros maestros de Huesca con los que mantuvo relación epistolar: Agustín Sin Pueyo, de Huesca capital, José Carrasquer Launed, maestro de Aguilar y José Samperiz Janín, maestro de Candasnos[127].
También se relacionó Omella con Ildefonso Beltrán Pueyo, que fue Inspector jefe de Huesca y militante del republicanismo y de la FETE. Su pensamiento sobre la escuela se resume en estos párrafos[128]
“No es la ciencia en sí lo que interesa en la Escuela. Es la creación de la ciencia y la disposición del muchacho en el plano inteligente a que ha llegado hoy la Humanidad después de tantos siglos de civilización. No es tampoco hacer del niño el hombre en pequeño de la Pedagogía clásica, no. Es valorizar el producto elaborado a través de las generaciones humanas que se encuentra inmanente en la historicidad del hombre actual y al que es factible exigir lo acumulado y lo por crear.
La Escuela, resumiendo lo expuesto, tiene para nosotros dos características fundamentales que la sustantivan y le dan contenido esencial. Son el carácter de complejidad o diversidad de los numerosos factores o elementos que en ella coadyuvan a la difícil tarea de formar hombres, y el carácter de su sentido profundamente educador. Sin ellos, la Escuela se convierte en guardería, o mejor dicho, en establo de niños, nada más. Al Maestro, al que en otro escrito habremos de referirnos, le compete interpretar debidamente estos caracteres si quiere hacer una obra humana, justa y honrada”.
En otro orden de cosas, el período republicano, sobre todo el primer bienio, fue hervidero de innovación escolar, que se manifestó a través de cursillos de perfeccionamiento del Magisterio (1932), cursillos de vulgarización pedagógica (1933) y jornadas pedagógicas. Los días 3, 4 y 5 de abril de 1933 se celebraban unas de estas Jornadas, dirigidas a los maestros de la provincia de Huesca, en las que se incluía un certamen pedagógico. Asistieron cerca de 600 maestros, y entre los accésit al certamen nos encontramos con Elvira García Baños, maestra de Calatorao (Zaragoza), Francisco Buzús, de Urdués (a ambos los veremos más tarde en listas como militantes de la FETE) y José Luis Laplana Bentué, de Lacort. Hay que añadir, al menos en Huesca, los llamados mítines “Pro Cultura”, que se celebraban los domingos y concentraban buen número de maestros y maestras de cada zona, presididos por las autoridades republicanas de la localidad donde se celebraban. Su objetivo: ilusionar a los maestros y defender la escuela única, laica. Y, finalmente, los “Círculos de Colaboración” (en Ayerbe, Hostal de Ipiés, Bolea, Sabiñánigo, Bisecas, Tardienta, Barbastro, etc.), donde se reunían maestros de 8 ó 10 pueblos próximos para compartir inquietudes, experiencias, logros y dificultades de la tarea cotidiana escolar. A través de estos círculos se fueron absorbiendo las novedades pedagógicas.
Finalmente no hay que olvidar, aunque sea tangencialmente, las Misiones Pedagógicas que llegaron a la Ribagorza (en septiembre de 1932), a La Fueva (junio de 1934) y a Manzanera, en la provincia de Teruel.
El Frente Popular
El 1 de enero de 1936 se reanudaba la publicación de Trabajadores de la Enseñanza que había sido suspendido en las jornadas revolucionarias de 1934, y lo hacía con un duro balance del Bienio Negro en materia de enseñanza. Por otra parte, la normalización de la vida del sindicato comenzó con la reunión, el 4 y 5 de enero, del Comité Nacional que aprobó la gestión de la Comisión Ejecutiva. También se prestó atención a los maestros parados, interinos, sustitutos y privados, en un intento de acercarlos al sindicato y, además, se decidió hacer propaganda a favor de la candidatura del Frente Popular, recomendando a las secciones provinciales que se dirigieran a la coalición ofreciéndoles oradores para los mítines.
Por este tiempo la FETE, consciente de que hasta ahora había sido fundamentalmente una organización de maestros y para los maestros, dedicó su atención a los problemas de la Segunda Enseñanza y de la Universidad. En el boletín, hablando de la Segunda Enseñanza se reconocía la necesidad de ampliar horizontes:
“Debe ser este periódico de los maestros y profesores que acepten la lucha de clases el valedor de todos los que a la función social de la enseñanza se dedican. Hasta ahora ha tenido un carácter unilateral no por culpa de los que en él se han puesto su entusiasmo (...) sino por negligencia del profesorado de Segunda enseñanza y universitario, que no parece sentir muy profundamente la necesidad de la vida societaria”.
Respecto a la Universidad, la FETE decía que los estudios de este nivel habían sido un privilegio de casta y era necesario acabar con esa realidad, para lo que proponía unas medidas que permitieran a los humildes llegar a los centros universitarios: amplio y generoso sistema de becas, desaparición de barreras económicas, socialización de la enseñanza superior, etc.
Comenzó también la FETE a pedir el cumplimiento del artículo 26 de la Constitución para hacer efectiva la sustitución de las órdenes religiosas en la enseñanza y colocar en sus escuelas y centros de enseñanza a los más de 15.000 maestros en paro que la FETE afirmaba había en España en ese momento. Al mismo tiempo que todas estas tareas, la FETE trabajó en la reconstrucción de su tejido social buscando nueva afiliación para recomponer la merma que había supuesto el movimiento de octubre de 1934.
Respecto a las elecciones de febrero de 1936, la FETE apoyó absolutamente la candidatura del Frente Popular, explicando su posición en el boletín[129]:
“La contienda electoral tiene una importancia decisiva para nuestro futuro (...) Es ésta la causa de que la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, organización sindical y no política, se lance a la lucha resueltamente. Nosotros, como sindicato profesional, estamos fuera de la disciplina de los partidos (...) Son las reivindicaciones de los maestros las que están en juego en las elecciones inmediatas (...) El 16 de febrero entrará en juego el porvenir del Magisterio, de la Escuela y de España (...)”.
En Huesca, los maestros participaron muy activamente en la campaña electoral, habida cuenta que un afiliado al Sindicato, el inspector de primera enseñanza Ildefonso Beltrán era candidato y saldría elegido diputado del Frente Popular por la provincia. Mariano Constante cuenta de su padre, maestro afiliado a la FETE[130] que, junto con los maestros de Agüero, de Villalangua, de Lierta, de Plasencia y de Ayerbe, no cesó de andar cada noche de pueblo en pueblo para llevar a la gente “las palabras de Cristo”, como decía el maestro de Lierta, Monreal, riéndose de su salida.
Como es bien sabido, la victoria fue para la izquierda. Marcelino Domingo fue nombrado ministro de Instrucción Pública, disposición que, en general fue bien acogida por el sector. Desde febrero a julio, la política que pudo hacer el Ministerio fue poco más que intentar rehacer todo aquello que el Bienio Negro se había llevado por delante; sin embargo, en julio, algunas de estas medidas como la creación de escuelas o la sustitución de las órdenes religiosas todavía no se habían llevado a cabo. Todo ello llenó de impaciencia a la FETE que acusó al Ministerio de pasividad en algunos asuntos.
Prácticamente, una de las últimas actividades del sindicato antes de la guerra fue la celebración, del 2 al 5 de abril de 1936, de un Congreso pedagógico-social en el Centro Obrero de Oviedo. Se presentaron las siguientes ponencias: “Problemas actuales de la psicología infantil”, de Augusto Vidal, tratadista de Pedagogía, licenciado en Filosofía y Letras y en ese momento pensionado en la Universidad de Munich, además de veterano militante fetista.
“El maestro ante la sociedad”, de José Salgado, Inspector de Primera enseñanza de Ciudad Real. “La escuela y el ambiente social”, de Vicente Valls, inspector de Madrid y miembro del Consejo Nacional de Cultura.
El Congreso acabó con un mitin en el teatro Principado, en el que intervinieron: Luis Leal, catedrático de la Escuela Normal de Oviedo y militante de FETE, que había sido el presidente del Congreso; Alfredo Coto, maestro amnistiado tras ser encarcelado por su participación en los sucesos de octubre del 34; José Uribes, maestro y diputado comunista por Valencia y Rodolfo Llopis. Lo más importante, destacar la coincidencia de ideas entre los oradores y lo que suponía, pues venía a demostrar que las cosas habían cambiado y que se había producido una confluencia entre las diversas tendencias de la FETE. Esta unidad se hizo más patente en el III Congreso ordinario y II extraordinario de la FETE que tuvo lugar del 21 al 25 junio de 1936, como venía siendo costumbre, en la Casa del Pueblo de Madrid. Suspendido el año anterior por la situación política, tenía como misión fundamental dotar a la FETE de un programa completo de sus aspiraciones legislativas, que iban en la dirección de elaborar unas bases para una ley de Instrucción Pública y de un Estatuto del Magisterio. El Proyecto de Bases fue aprobado casi en su totalidad. Algunas de las bases aprobadas en el apartado de orientación ideológica de la Enseñanza fueron las siguientes:
37. La escuela será laica.
38. La escuela proporcionará a los educandos una visión científica del mundo, poniéndolos en condiciones de interpretar objetivamente los hechos sociales.
39. Combatirá todo prejuicio y someterá a crítica las formas del pensar y obrar religiosos.
40. La escuela tenderá al desarrollo del sentimiento de comunidad en los educandos, facilitándoles la recta comprensión de la justicia y progresos sociales.
41. La coeducación se hará extensiva a todos los grados, tanto por lo que respecta a alumnos como a profesores.
42. La escuela hará del trabajo manual, en el sentido más amplio de la palabra, el eje de su actividad, de manera que el alumno pueda enlazar los conocimientos científicos con las actividades manuales.
43. La escuela prestará atención especial a las formas de producción del medio social en que radique.
44. La escuela se pondrá en relación con los padres de los educandos, procurando fomentar el desarrollo de las Asociaciones de padres y amigos de la escuela.
Por lo que se refiere a instituciones de orden social, el Congreso aprobó, entre otras, las siguientes bases:
54. Toda escuela tendrá Cantina y Ropero y organizará Colonias de vacaciones.
55. Estas instituciones atenderán, preferentemente, a los niños necesitados.
56. Para niños débiles y enfermos, estas instituciones se organizarán según normas especiales adaptadas a las condiciones de estos niños.
57. Se colocará a la Inspección médico-escolar en condiciones de realizar una acción eficiente. A su cargo estará la organización de clínicas escolares, además de las funciones que le son propias.
Finalmente, sobre formación del personal docente, se adoptaron las medidas siguientes:
63. En la formación del personal docente habían de distinguirse tres grandes grupos
Formación del magisterio primario.
Formación del profesorado para la enseñanza secundaria.
Formación del profesorado para la enseñanza superior.
64. El personal docente del Magisterio primario se formará en las Escuelas Normales. El plan de enseñanza será, en sus líneas generales, el vigente. Para que los jóvenes procedentes de las clases trabajadoras puedan ingresar en las Escuelas Normales el Estado se dotará de un amplio sistema de becas.
65. La revisión del personal docente es necesidad ineludible. Deberá sujetarse a normas especiales, según afecta a escuelas primarias, secundarias o superiores.
La ponencia que se discutió el día 23 sobre unificación del profesorado de Enseñanza secundaria resulta muy novedosa: no debería haber más que una clase de profesores en este nivel, con los mismos derechos y deberes y seleccionados del mismo modo. Se aclaraba que la FETE en último término aspiraba a la unificación de la totalidad de los profesores.
El resto de la sesión se dedicó a las ponencias sobre la Internacional Única de la Enseñanza y la de equiparación del magisterio a los demás funcionarios técnicos del Estado, vieja aspiración de los maestros españoles. El día 24 se discutieron las ponencias sobre el Frente Único del magisterio, y los problemas del maestro rural, así como la del estudio y aprobación de unas bases para un Estatuto del Magisterio. De ellas quizá las propuestas más notables sean la implantación de un sueldo único para todos los maestros y la consiguiente desaparición del sistema de escalafones.
El 25 finalizaron ambos Congresos, procediéndose al nombramiento de la nueva Comisión Ejecutiva, siendo elegido presidente a Rodolfo Llopis y secretario general César García Lombardía. Todo parecía estar preparado para un intenso futuro. Pero el futuro vino por otro lado. Un mes escaso después estallaba la sublevación fascista y caían asesinados los primeros maestros, tantos de ellos afiliados a la FETE.
Protesta campesina en Teruel:
de los motines por los consumos a las insurrecciones anarquistas
Víctor Lucea Ayala
Protesta campesina en Teruel: de los motines por los consumos a las insurrecciones anarquistas[131].
Los libros dedicados al tema del campesinado en las sociedades del pasado, sin llegar al número abrumador de otros campos en los que se han volcado los historiadores, pueden ya combar no pocos estantes en librerías y bibliotecas. La posición del campesinado como grupo social, su fuerza, comportamiento y las posibilidades estratégicas que para ellos imaginaron otros sectores con más poder, ha sido fuente constante de preocupación en la sociedad contemporánea, y teorías para predecir su movimiento y adivinar sus alianzas las ha habido para dar y vender. La protesta del campesinado fue observada con atención tanto por revolucionarios deseosos de dejarse llevar por el desbocado corcel de rebeldía que imaginaron, como por detentadores del poder prestos a aniquilar los movimientos procedentes del medio agrario. Puede decirse que durante la primera mitad del siglo XX la literatura histórica que se acercó al campesinado estaba alentada, salvo claro está algunas excepciones, por la búsqueda de una solución a la cuestión campesina, en términos lo más utilitaristas posibles. Lo cual llevó a la colocación de numerosas etiquetas y tópicos sobre la espalda del campesinado.
Es preciso por tanto realizar algunas notas previas antes de entrar de lleno en el tema que afana estas líneas. En primer lugar, la cuestión terminológica y teórica, si quiera brevemente. Porque no es baladí la diferencia de pensar en “campesinado” en términos estructurales, o hacerlo en “campesinos”. Ya solo este asunto ha ocupado numerosas páginas de los especialistas, pues detrás se esconde toda una importante cuestión teórica y metodológica. Los estudios de historia social y los enfoques “desde abajo” vinieron a salvar a los campesinos de la uniformidad que imponía pensar en el “campesinado” como ente social homogéneo e inamovible.
Porque estas dos características primaron durante años en los juicios emitidos por escritores y especialistas, la homogeneidad y el estancamiento innato de los campesinos. Y eso porque, hay que ser conscientes de ello, la escritura sobre el tema se ha realizado siempre desde ámbitos urbanos, y con categorías urbanas, como advirtió no hace mucho Joseph Fontana. El cambio en la manera de acercarse y comprender la sociedad campesina lo comenzaron a propiciar los marxistas británicos y los enfoques de la historia “desde abajo”, primando por el contrario, la multiformidad del fenómeno campesino y un dinamismo interno escondido a veces bajo un manto de indiferencia y apatía. Desde entonces la complejidad del fenómeno campesino preside el frontispicio de los estudios actuales sobre la sociedad rural, o al menos es sabido que debe presidirlo, y se tiene mucho cuidado en etiquetar los movimientos campesinos de alocados, primitivos o abocados al fracaso, como se hacía antaño. Una premisa clave es por tanto que la protesta campesina no era en absoluto espontánea o arcaica en el sentido más peyorativo de la palabra. Al contrario, como se verá, existía en casi todos los casos una lógica y preparación, un cálculo de riesgos y una cohesión comunitaria previos y necesarios para la acción conjunta de protesta[132].
En los siguientes parágrafos no intentaré elaborar un listado minucioso de protestas y revueltas, más o menos espectaculares y violentas. Quisiera articular algunas ideas y plantear los principales problemas que surgen en el acercamiento al mundo campesino, bajando al aso turolense de primer tercio del siglo XX. La panorámica amplia de esos treinta o cuarenta años ofrece una buena perspectiva desde la que contrastar una hipótesis de trabajo que parece sugerente: que a pesar de coexistir las formas tradicionales de protesta (manifestación y motín) y las formas más novedosas provenientes de la clase obrera (la huelga), hay un claro corte en la tipología de la acción colectiva en los años de la Segunda República. La insurrección abierta marca la diferencia.
Será útil por tanto estructurar el tema en dos partes. En la primera trataré de esbozar las características de la protesta popular que hay a finales del siglo XIX y principios del XX, los motivos, comportamientos, lenguaje simbólico utilizado, protagonistas. En una segunda parte me detendré en la protesta campesina que surge durante la República y en los cambios cualitativos que ello supone a la hora de enfrentarse con el poder local, las clases acomodadas o el propio Estado. No iremos más allá de la República porque la Guerra Civil supone un escenario distinto y singular que lo trastoca todo y precipita muchas cosas. Todo esto, con un telón de fondo, un tema trasversal fundamental desde la perspectiva del movimiento social, la identidad de los protagonistas. Iremos viendo cómo cambia y evoluciona, cómo se llaman a sí mismos los actores y cómo los llaman, cómo se pasa de un sentido comunitario y casi familiar a otro donde la clase parece ser lo preeminente. Eso sí, teniendo en cuenta que la identidad no es ideología, o al menos no sólo, pues abarca aspectos emocionales y relacionales que rebasan un discurso racionalmente explicitado. Parece pertinente hacerlo, pues la comparativa puede ofrecer pistas a seguir para comprender el cambio social y la complejidad del fenómeno campesino en la sociedad española contemporánea.
Por los años de la Restauración, Teruel es una región eminentemente agrícola, con el grueso de su población dedicada al sector primario, con una elevada proporción de pequeñas e “ínfimas” propiedades de jornaleros y labradores. Es la consecuencia fundamental de la reforma agraria liberal de mediados del siglo XIX, cuya sombra alargada puede hasta bien entrado el siglo XX. Como en buena parte del sector agrario español, el desarrollo del capitalismo en el campo turolense se desarrolla sobre la extensión de la pequeña propiedad y la progresiva “proletarización” a tiempo parcial de la mayor parte del campesinado, que subsiste combinando el trabajo en su propiedad con la venta eventual de su fuerza de trabajo en el mercado local. En el otro polo de la comunidad campesina están los mayores propietarios, multifundistas, que utilizan este trabajo de asalariados temporales o a tiempo parcial. Entre unos y otros se establecieron las redes clientelares y de dependencia mutua en el seno de la comunidad, trabajo a cambio de favor. Un tipo de comunidad de corte vertical, interclasista, en la que los propietarios trataban de integrar y liderar los intereses comunes bajo la legitimidad de hacerlo por el bien común. Con este panorama, la única identidad oficialmente permitida para el común de vecinos, como señala Carlos Forcadell, era la territorial, sin salirse mucho más allá de los límites que marcaba el folklore[133].
Este marco general es fundamental para comprender las causas y alcance de la protesta finisecular. La transformación de las relaciones sociales y laborales en el sentido marcado por el capitalismo agrario se agudiza en estos años, y si a eso sumamos las crecientes demandas estatales (dinero y hombres para la guerra), y los frecuentes años de malas cosechas, podemos imaginar un cuadro bastante irregular e inseguro de las economías familiares campesinas. Siendo este cuadro socio-económico importante para comprender el fenómeno de la protesta, debe tenerse mucho cuidado en no deslizar por la pendiente de las teorías psico-sociológicas, superadas hace ya bastante tiempo, aquellas que atribuyen directamente la revuelta a la carestía o al descontento permanente de los campesinos. Parece pertinente, por el contrario, rescatar el sentido de dignidad propia que portaba la acción de protesta. En efecto, el análisis de los motivos aducidos por los protagonistas ofrece guías útiles, en primer lugar, sobre la concepción que los protagonistas se formaron acerca de su propio estatus y el de los notables dentro de la comunidad, castigando abusos y reclamando justicias. El otro gran eje sobre el cual giró la protesta fue el de la lucha por los recursos naturales que las reformas liberales habían alejado de su disfrute. Los usos tradicionales del monte son reclamados una y otra vez por los vecinos, bien en forma de protesta colectiva contra arrendadores o compradores de montes, bien en tumultos con vecinos de pueblos colindantes por recursos cercanos, bien en forma de acción individual y furtiva (hurtos, ataques a la propiedad, incendios, y otras prácticas silenciosas y de menor riesgo que el enfrentamiento directo)[134].
Los motines, por tanto, no como respuesta a empujones gástricos, sino relacionado con este entramado económico-político y sus implicaciones en la vida cotidiana. Y esto se puede comprobar atendiendo tanto a los motivos aducidos por los protagonistas como a las formas de expresión del descontento del vecindario. Así, veremos cómo los amotinados mencionan derechos antiguos, calculan la oportunidad para la revuelta y controlan y dirigen la violencia hacia objetivos bien determinados y específicos. En otras palabras, y teniendo en cuenta la característica estrechez participativa del sistema de la Restauración, pese a implantarse el voto universal masculino en 1890, es necesario concebir el motín como una forma de participar en política de quienes no contaban con mejores medios para hacerlo. En el caso turolense, como ocurre en el resto de la sociedad agraria finisecular, dos son los motivos de la protesta que más preocupan a las autoridades, y que, por tanto, más agresivamente atacaban a la base del sistema sobre el que éstos asentaban su poder: la tierra y las contribuciones.
En efecto, comenzando por esto último, el motín antifiscal, (en la época se llamaba a los consumos, principal causa de motines y conflictos, la “cuestión batallona”), lo que encontramos en cualquier acercamiento a los sucesos no es una negativa cerrada al pago, sino que se alega una injusticia o un derecho ultrajado, una coyuntura especialmente difícil, o la excesiva dureza de la autoridad recaudatoria. Los motines de Calamocha de 1894 o el de Alcañiz de 1905 son dos buenos ejemplos de acciones que están lejos de ser desbocadas o irracionales.
En Calamocha surgió la tensión en el mes de julio, mes que solía concentrar las mayores dificultades ante el cobro si la cosecha no había sido buena. Según el capitán de la benemérita local, un grupo numeroso inició el motín contra el cobrador de arbitrios municipales, aunque siendo éste el detonante, la ira popular se dirigió inmediatamente contra una familia de potentados locales. El grupo fue disuelto por una pareja de la guardia civil del puesto. Pero se rehizo al poco siendo esta vez más numeroso que la anterior. Fueron a la casa del Alcalde y destrozaron puertas y cristales a pedradas y hachazos, siendo ya la pareja de guardias no sólo desbordada por el número de amotinados, sino además, según palabras del jefe del puesto, “atropellada, desobedecida, amenazada y atacada a pedradas”. Los grupos, más de 200 hombres y mujeres (de una población de unos 500 habitantes), se hicieron dueños de la plaza e impidieron el paso a los guardias. Con este enfrentamiento, la enemiga hacia los guardias tomó caracteres cada vez más graves, acudiendo en masa “a quemar el cuartel”, cosa que al final no realizaron, y que cabe interpretar más como una fuerte amenaza que otra cosa. Se dice que por espacio de dos horas los vecinos se hacen dueños de la población, que permanecía a oscuras por la rotura de un motor eléctrico. En ese tiempo recorrieron las calles, obligando a publicar en los sitios de costumbre al alguacil y pregoneros del Ayuntamiento, previo toque de tambor, 8 o 10 bandos mandando “de orden de los pobres, que nadie saliera a trabajar el día siguiente, que nadie pagase consumos ni gremios de vinos, bajo pena de ser pasados por las armas”. También tocaron las campanas a rebato derribando para ello una puerta de la torre y atropellando además la casa del hermano del Alcalde, que era representante de la compañía arrendataria de tabacos y dueño de uno de los estancos que había en la Calle Real. Cuando llegan los refuerzos de Burbáguena, Teruel y otros puntos (47 guardias en total), ya el tumulto ha finalizado. Sin embargo, la calma es tensa y la guardia se escuda en ella para no realizar detenciones inmediatas, pues perciben que con ese motivo la tranquilidad pudiera alterarse[135].
Alcañiz contempló algunos años más tarde un motín de similares proporciones por la cuestión de los consumos. El Alcalde comunica al Capitán general de Valencia que “el pueblo bajo” se apoderó de los tres fielatos, “entregándose –dice- al saqueo de los fondos existentes en los mismos y quemando toda la documentación”, maltratando al parecer a los empleados de consumos. Los agentes de guardia civil se vieron también sobrepasados por el tumulto, siendo preciso concentrar a los de toda la comarca y algunas parejas más de Zaragoza (unos 100 hombres en total), cosa que costó más de lo habitual por el corte de la línea telegráfica que hicieron los amotinados. En su comunicado apunta el alcalde que la causa del motín obedeció al aumento del recargo municipal sobre las tarifas de consumos, y querer a toda costa que desapareciesen los fielatos y se sustituyera la forma de recaudación por el reparto general vecinal. Evita su responsabilidad, comentando que no tenía conocimiento de que se fraguase la protesta, por lo que no pudo hacer nada (es de suponer que concentrando fuerza de los puestos cercanos). Y añade unas líneas en las que deja claro el miedo que inoculaba el motín entre los potentados, y la confianza que depositaban en la fuerza armada para conseguir su tranquilidad: “La ignorancia les hace concebir ideas de destrucción e imposición sobre las autoridades, que podrán llevar a efecto, si retirada la fuerza de la guardia civil, no quedase en esta ciudad la necesaria para el sostenimiento del orden”. Y un poco más adelante, apunta: “peligran vidas y haciendas mayores propietarios y es rumor público que atentarán contra concejales casa consistorial y otros edificios públicos”[136].
En fin, los casos de Teruel (1890), Calanda (1892), nuevamente Alcañiz en 1905, o el grave conflicto contra el recaudador en La Puebla de Híjar (1910) ejemplifican el despliegue de este repertorio de acción colectiva de protesta puesto en práctica por los vecinos turolenses. Y que es un despliegue con una lógica interna, de eficacia relativa y a corto plazo quizá, pero de vital importancia en las pequeñas economías familiares si se conseguía demorar o rectificar el modo del pago.
No es la primera vez que encontramos expresas alusiones a la propia identidad de los amotinados, el “nosotros” los pobres, frente a “ellos”, los ricos, una identidad básica y construida por oposición, y que se consolida muy a pesar de las clases más pudientes del campo. Se es vecino, pero también campesino, y pobre, y casi siempre, pueblo. La mayoría de encausados por este tipo de desórdenes son jornaleros, hay labradores (menos), y también gente de oficio. Pero todos tienen un nombre reconocido en la comunidad, familia, casa y trabajo, y casi ninguno cuenta con antecedentes penales. No son, como a veces se intenta acusar desde las páginas de la prensa o los informes oficiales, agitadores extraños a la comunidad (es frecuente el miedo a los merodeadores de “ideas disolventes”). Al contrario, se es conocido y se cuenta con status social, lo cual puede contarse como un recurso de estima puesto en juego durante la protesta[137].
Por otro lado, el recurso al fuego, el enfrentamiento medido con la guardia civil, los cristales rotos y las pedradas, las campanas o el aislamiento de la población cortando los caminos y comunicaciones, son elementos que se repiten una y otra vez en la insubordinación colectiva. No es casual. Obedecen a claves no solo tácticas, donde elementos como la propia fuerza del número o el aislamiento de la población tienen gran importancia, sino también simbólicas: la campana, el tambor, el cuerno en otros casos, son elementos de la cultura popular usados en ese contexto de protesta para dar legitimidad a la misma. El recurso al fuego, por ejemplo, puede fácilmente imaginarse como elemento portador de una justicia básica y agente igualador fundamental. Además, se atacan los edificios públicos como el Ayuntamiento, el cuartel, el fielato o el juzgado. ¿Por qué? Es evidente que como primera razón está acudir a la fuente del agravio o la injusticia para protestar o reclamar una solución al conflicto. Pero se puede hacer también una lectura en clave simbólica: ahí está el poder, y las piedras vuelan sistemáticamente hacia los edificios en los que hondea la bandera nacional.
Allí se amotinan los vecinos, irrumpen en los locales, ejercen amenazas y revocan acuerdos. Y desde esta reflexión de contestación simbólica al poder, surgen dos cuestiones de vital importancia, sobre las que se han escrito abundantes páginas de investigación histórica: la legitimidad de la administración entre el vecindario rural, y el carácter cerrado o no de la vida social campesina[138].
Sobre lo primero existe un intenso debate historiográfico sobre la capacidad de penetración del Estado liberal en el campo. El debate tiene ya años, pero todavía sigue vivo. La pregunta es si se puede hablar de un estado débil y con carencia de recursos para implantar con fuerza su idea de nación entre la población, o se debe hablar más bien de un estado capaz de llegar en sus demandas a todos los rincones del territorio, y cuya fuerza mostraría en esa tendencia a militarizar todo lo relacionado con el orden público. No nos detendremos aquí en detalle, valga únicamente la mención del debate y la tendencia más reciente a considerar que a finales del XIX sí puede hablarse de la existencia de un Estado moderno, con las demandas que ello implica, aunque fuertemente fragmentado.
En primer lugar, por la propia constitución del sistema político, colmado de clientelismos y localismos, y en segundo lugar su incapacidad para revertir las demandas a la ciudadanía en servicios ni redistribuir la riqueza, ni integrar políticamente ni, por tanto, homogeneizar culturalmente y aumentar su legitimidad como representante de la “nación”. De cualquier modo, la percepción popular no era favorable al Estado y sus demandas: se llegaba únicamente para recaudar, para enviar quintos a la guerra y para vigilar y castigar a través de la guardia civil. La cuestión educativa, en otros países elemento principal de nacionalización, tampoco ayudó mucho. Son frecuentes en estos últimos años del XIX los conflictos de los maestros con las administraciones locales por el pago de sus haberes, cerrándose temporalmente numerosas escuelas y produciéndose por esto protestas en algunos pueblos. El origen del conflicto estaba en que el Estado dejaba a los Ayuntamientos la responsabilidad del pago a los maestros, que muchas veces, dadas las dificultades, podían figurar en minúsculas partidas presupuestarias[139].
En cuanto al segundo problema, se ha escrito mucho acerca del carácter refractario del campesinado a la modernidad. Es cierto que el objetivo primero del campesinado como grupo es la reproducción social de la comunidad, no sólo material, también moral y cultural. Y que esto ha podido constatarse en algunos momentos en cierto conservadurismo político y social. Pero no es menos cierto que es también capaz de valorar, discutir, aceptar o rechazar planteamientos y exigencias externos en función de diversas variables, quedándose en ocasiones en la tradición, y aceptando de buen grado en otras la modernidad. El planteamiento es en términos de tensión dinámica, no en absolutos. De lo que no se puede hablar ya es de un rechazo sistemático y casi atávico a las novedades de los tiempos.
Como valoración final de este tipo de protesta cabe decir que si bien las autoridades de la Restauración no se vieron durante estos años empujadas por ningún movimiento revolucionario serio con posibilidades de subvertir el poder, no es menos cierto que la reiteración de estos motines, manifestaciones y protestas consiguieron resultados notables en el largo plazo. La protesta contra los impuestos estatales se dio a lo largo de la segunda mitad del XIX, y especialmente en las coyunturas revolucionarias de 1854 y 1868, pero fue en el último tercio cuando se produjo con una mayor profusión. A partir de los primeros años del XX el estado de opinión general era favorable a la supresión de los consumos o su sustitución por otro impuesto, y los políticos no pudieron ser ajenos a ello. En 1911 Canalejas legisló la posibilidad de su sustitución, si bien es cierto que se dejaba al arbitrio de las corporaciones locales, las cuales no tenían otras fuentes de ingresos y siguieron durante años practicando esta exacción. Por eso no es pertinente la valoración en términos de éxito o fracaso de estas protestas populares. Desde arriba, desde la perspectiva del poder, estos intentos de rebelión popular están llamados al fracaso, en ocasiones trágico, y las reformas llegan motivadas por una especial habilidad del líder político en cuestión; sin embargo, con el enfoque de la historia social y desde abajo, se valora de modo muy distinto la presión de las clases populares, las que con pasitos muy cortos, pero constantes, consiguieron en este apartado éxitos notables para una demanda secular[140].
En segundo lugar, como el otro gran bloque de protesta figura la tierra[141], si bien es cierto que en realidad se podría agrupar este tipo de descontento dentro de un apartado que incluyera los conflictos por los recursos naturales, donde entraban también el agua y los productos del bosque, el uso de canteras o el trazado de caminos. En aras a la claridad expositiva, haremos hincapié en tres aspectos:
En primer lugar hay conflictos que cuestionan la actuación del poder estatal en las subastas y deslindes de tierras, atacando a los agentes administradores o forzando las subastas en un sentido favorable a los intereses del vecindario. González de Molina, gran especialista en la materia, ha elaborado el concepto de “desarticulación del comunal” para hacer referencia a los métodos a través de los cuales el Estado se fue haciendo desde mediados del XIX con el control de los montes vecinales[142]. Pese a la abundante legislación liberal encaminada a la eliminación de las servidumbres en aras a liberar la vieja propiedad territorial feudal, la resistencia de los campesinos al abandono de sus actividades tradicionales fue de tal naturaleza que los campesinos obligaron a los diversos gobiernos liberales a emitir una profusa normativa prohibitiva, a ejercer constante vigilancia en los montes a cargo de la guardia civil y nuevos cuerpos creados al efecto (forestales, guardias particulares...), y a establecer una completa legislación sancionadora que incluía cárcel para algunos tipos de delito. Sin caer en esquemas simplificadores, puede decirse que en términos generales la enajenación de los comunes constituyó una tragedia para muchos habitantes del medio campesino al privarles de la fuente de ingresos que constituían actividades como la rebusca, el espigueo o los usos tradicionales del monte en leña y caza, también en Teruel. Esta resistencia al abandono de actividades consagradas por al costumbre orientó la protesta contra las formas concretas en las que la desarticulación se lleva a cabo. Dos ejemplos ilustran a la perfección este asunto:
En El Cuervo, en 1894, se expulsó a tiros al agente administrador de bienes nacionales, que llegó al pueblo para hacer la demarcación de un monte. Y ese mismo año, las mujeres de Cella lideraron el motín contra los rematantes de montes cuando fueron a tomar posesión de los predios comprados. Las mujeres armadas de palos, hoces y piedras, sitiaron a los comisionados en la posada, -dice la prensa que “dispuestas a hacer con ellos cualquier barbaridad”-. Los hombres estaban en el campo y no secundaron el motín, con lo cual, continúa la prensa, se evitó que el tumulto tomara mayores proporciones. Al final, las autoridades locales lograron sacar a los comisionados del pueblo bajo una lluvia de piedras[143].
Esta percepción de desposesión de la tierra tuvo además otras consecuencias en torno a la protesta de los campesinos, pues abundaron las disputas con las comunidades vecinas por los recursos, ya fuera la tierra, el agua, las canteras o los bosques. Esta conflictividad iba desde las acciones individuales y silenciosas (hurtos, talas, manipulación de tajaderas, etc), a acciones más tumultuosas, en las que abundan, siguiendo la línea marcada por la identidad intracomunitaria que se mencionaba arriba, los conflictos entre pueblos y comunidades vecinos.
Mas de las Matas trae al caso un buen ejemplo, cuando se enfrentó con Aguaviva en 1912, con motivo del riego de la huerta que ambos pueblos tenían en las orillas del Guadalope. Al llegar a Aguaviva el sargento de Castellote encontró un grupo de unos 200 hombres armados de palos y algunas escopetas. Ellos querían tirar el agua del río alegando que los de Mas de las Matas estaban haciendo lo propio. En el transcurso de las gestiones del sargento tomaron el agua por sí mismos, entonces el vecindario de Mas de las Matas quiso, dice el sargento, “salir a defender sus derechos”. Se evitó momentáneamente el choque de los grupos, pero a la madrugada se volvió a actuar. Ambos vecindarios querían llegar a Avenfigo, donde estaba la presa que acumulaba y repartía las aguas, y tomarla por la fuerza. Se desplegó fuerza concentrada de Alcorisa, Alcañiz, Calanda y Torrecilla. Ambos vecindarios, dice el parte oficial, se consideraban “con igual derecho” a hacerlo. No fue a más el asunto, que terminó con el acuerdo tomado por comisiones de ambos pueblos de repartirse el agua según el turno convenido. Pero ilustra bien a las claras la constante percepción de amenaza y competición que acerca de los recursos tenían los vecinos, lo cual nos llevaría a confirmar la escasez de los mismos y, en último término, a volver a la cuestión inicial con la que comenzábamos esta charla, la desigual distribución de la propiedad de la tierra en Teruel. En este punto merece destacarse el trabajo que pueden realizar estudios locales, desentrañando urdimbres de usos sociales, costumbres, pactos y prácticas establecidos por los campesinos sobre ciertos usos o pactados con los señores desde tiempo inmemorial[144].
Y por último habrá ataques directos, sobre todo en forma de delito individual, a las fincas de labradores y propietarios vecinos. No nos detenemos aquí por falta de tiempo, no de importancia. Este tipo de protesta, generalmente individual y silencioso, y que trata de eludir el enfrentamiento con la autoridad, constituye un apartado de la protesta al que se le presta cada vez mayor atención. Confundido por las autoridades con el delito, esconde sin embargo un fuerte contenido de protesta por el modo en que el capitalismo se instaló en el campo: talas, incendios, hurtos, daños, roturaciones ilegales, etc.[145]
Hasta aquí, pues, los dos principales bloques de conflictividad social durante las dos primeras décadas del siglo XX, tanto por la frecuencia de los acontecimientos como por el temor con que eran contempladas por los poderosos locales. No hay que olvidar tampoco los brotes de anticlericalismo, una semilla que germinará con fuerza durante la II República. Un primer ciclo de protesta anticlerical, que comienza a finales del siglo XIX y que llega hasta la Semana Trágica de Barcelona, contempla cambios significativos en el repertorio de acción colectiva. Puede decirse que durante el mismo, y aunque la línea es en ocasiones difusa, se pasa definitivamente de un anticlericalismo tradicional, que critica los abusos o dejaciones del cura, pero sin cuestionar los fundamentos religiosos, a otro de corte moderno que rechaza la ingerencia de la Iglesia en los asuntos públicos, que es elemento creador de identidad al estar vinculado al republicanismo político, y que es además agente movilizador eficaz. De tal modo que las manifestaciones en la calle de unos y otros son percibidas por el contrario como reto y provocación. Una pequeña nota para transitar por las sendas de lo local: el hecho de que entre el nomenclátor aprobado en 1931 en Mas de las Matas figurase una calle el conocido republicano, furibundo anticlerical y director de El Motín, José Nakens. Quizá la huella viva y profunda de una visita del personaje en los principios de siglo en forma de “misión pedagógica”, y por ello recordado con veneración por los hombres y mujeres del 31, que no hubieran querido dejar pasar la oportunidad de alumbrar el nuevo orden social sin dedicar un espacio a un pionero que vino de fuera con grandes palabras.
Los años 10 van marcando el giro, se generalizan las huelgas obreras, también en el campo. Va creciendo la afiliación sindical, y esto se nota en los duros años de la preguerra mundial y en la conflictividad del Trienio Bolchevique. Pero será sobre todo con la Segunda República cuando se dé con mayor claridad este cambio en el modo de plantear la rebeldía.
En efecto, el régimen republicano y sus posibilidades de participación abren nuevas posibilidades de protesta social. En términos de movimientos sociales, puede decirse que la estructura de oportunidad política cambia ostensiblemente, y el repertorio se ensancha por sus márgenes hacia nuevos territorios de contestación social: los caminos de la insurrección abierta[146]. Es claro que en este contexto los rasgos de la identidad del campesinado tienen que ver no sólo con los rasgos de la vida comunitaria sino también, y cada vez más, con la pertenencia a la clase, si bien es cierto que tal afirmación debe ir acompañada de cautelas notables. Porque los sujetos no tienen una única y perfecta identidad, sino existen vectores que se activan en función de contextos variables, sin que esto quiera decir que no existan vectores preeminentes. Los campos de identidad no permanecen unas aisladas de otras, no funcionan “puras” e incomunicadas. En la sociedad finisecular puede decirse que todavía las lealtades primordiales (parentesco, vecindad), sin excluir totalmente cierta solidaridad de clase, frenen con eficacia la penetración de ideologías que, como el anarquismo, predican la división de la comunidad y en último término ansían la fractura de la misma en estratos y su confrontación. La Segunda República ofrece un contexto favorable para el desarrollo y expansión de estas ideologías.
Las consecuencias sobre la protesta social de este nuevo escenario político y cultural son claras: junto a algunos motines y algaradas similares a los de los años anteriores (contra la autoridad local, impuestos, etc), abundan ahora las huelgas de obreros del campo y las roturaciones de montes municipales o estatales, dándose a su vez atentados colectivos contra las clases propietarias, ayuntamientos u otras instituciones, detenciones por tenencia de explosivos, enfrentamiento entre afiliados a partidos políticos o sindicatos opuestos, y toda una casuística de marcado cariz clasista. Sin que en absoluto deba identificarse republicanismo con anarquismo, y dado el protagonismo de la CNT en las insurrecciones de la época, hay que entrar en los por qués del arraigo del anarquismo en la Tierra Baja turolense:
Por un lado, se agudiza lo que se podría denominar el malestar agrario estructural, con crecientes cifras de paro y jornaleros sin tierra en dificultades de subsistencia. Existe impaciencia hacia la República por la cuestión de la tierra, pues todavía en 1933 no ha aprobado la Ley de Reforma Agraria, y será éste el telón de fondo de las insurrecciones campesinas en el Bajo Aragón. Por otro lado, el recurso de la autoridad a la represión como respuesta habitual a la protesta hará de elemento cohesionador: Castilblanco, Arnedo, Épila, se perciben como torpezas y abusos de fuerza del régimen republicano, que no duda en echar la fuerza a los manifestantes. Y además, en el orden táctico, la unidad adoptada en el anarquismo aragonés, frente a otras regiones debatidas en disputas internas (sobre todo Cataluña), facilitará la actuación revolucionaria de la CNT en el campo turolense. En efecto, mientras en otros lugares los “sindicalistas”, partidarios de la organización, disciplina y negociación con el régimen republicano, se enfrentaban a los “anarquistas”, partidarios de la confrontación, la “acción directa” y la “gimnasia revolucionaria”, la posición en Aragón fue básicamente unitaria, y en un sentido combativo y por momentos radical[147].
En cuanto a los medios del arraigo del anarquismo tuvieron mucho que ver con lo cultural. Centros libertarios, difusión de prensa ácrata, jornadas culturales, meriendas campestres y comidas de fraternidad, visitas a comunidades de pueblos próximos, mítines de líderes regionales, etc... Eran los medios utilizados para el desarrollo de una contra-cultura que repudiaba los valores tradicionales de una sociedad rural, todavía controlada en buena medida por un caciquismo provinciano y cuasi-feudal[148].
Mas de las Matas ofrece un buen ejemplo de estos medios de difusión y enganche, a medio camino entre la fiesta y la protesta, cuando en abril de 1933 un numeroso grupo, en el que dice la prensa que “figuraban mujeres y niños”, marcharon a merendar a las inmediaciones de Aguaviva. En un ambiente festivo, entraron luego en el pueblo y llegaron al Centro Republicano, donde querían, sigue la prensa, “hacer propaganda de sus ideas extremistas”. El pueblo formó una contramanifestación que exigió a los de Mas de las Matas que abandonasen la localidad, excitándose los ánimos y concentrándose la guardia civil, sin que en último término fuera necesaria su intervención[149].
La propia cronología de los hechos aclara los tiempos de fuerza y debilidad de la organización en el Bajo Aragón durante la República: fuerte hasta 1933, como demuestran las adhesiones de sindicatos y comités locales a las intentonas insurreccionalistas del período, y luego la “calma” impuesta por la represión y desarticulación de los centros libertarios. Luego la guerra impondrá una nueva dinámica. Las armas lo trastocan todo y el anarquismo surgirá como una forma de organización social ante el vacío de poder que deja tras de sí la sublevación militar[150].
Enero de 1932
El frío mes de enero de aquel año fue testigo de las intentonas de insurrección anarquista, principalmente en Castel de Cabra y Alcorisa. Por esas fechas la CNT cuenta con centros consolidados en Mas de las Matas, Valderrobres, Beceite, Monroyo, Calaceite, Torre del Compte, Aguaviva, Alcorisa, Castellote, Calanda, Alcañiz, Híjar, Albalate del Arzobispo, y en otros pueblos más pequeños, aun sin contar con centros abiertos, era conocida la presencia de grupos de anarcosindicalistas. La fecha, algo difícil de comprender en términos tácticos, fue prefijada y anunciada con antelación. Aunque sí que se entiende al analizar el discurso anarquista del período, cargado en muchas ocasiones de buenas dosis de ingenuidad y portador de una poderosa fe en la superación de las desigualdades sociales. En cuanto a la acción, los hechos parecen demostrar que junto a la organización de la insurrección por los centros y sindicatos locales, funciona todavía con eficacia el repertorio tradicional de la protesta del viejo motín, dirigido ahora hacia nuevos y más subversivos fines: la implantación del comunismo libertario como alternativa de organización social.
En Castel de Cabra se desarrolla el ritual que ya se había producido en otras localidades y que se repetirá en otras intentonas revolucionarias: se apedrea la casa del alcalde y del secretario, se corta la línea telegráfica, se quema la tricolor y toda la documentación municipal, y se proclama desde el balcón del ayuntamiento el comunismo libertario. Un concepto que a falta en esas fechas de una definición clara (se hará con posterioridad), los revolucionarios saben por de pronto que significa la destrucción del viejo orden, y por eso atacan en primer lugar los símbolos del obsoleto régimen burgués, y sobre todo lo que tenga que ver con la propiedad, los papeles del Catastro. El fuego hace de elemento purificador en una suerte de auto de fe colectivo en la plaza pública: condena lo viejo, simbolizado en la documentación existente, y bautiza el nuevo orden utópico que acaba de llegar[151].
Los resultados fueron efímeros y luego difíciles para los protagonistas: detenciones en cárceles insalubres, malos tratos a los detenidos, cierre de locales anarquistas. Haciendo un breve balance, la intentona revolucionaria fue una demostración de lo exasperados que estaban los ánimos y de la necesidad de acometer la política reformista republicana, pero en última instancia el cálculo de la situación por los dirigentes lanzando al campesinado a la revolución resultó fallido, en términos de eficacia del movimiento social. La organización anarquista rechazó desde entonces la vía sindical y negociadora, y fueron los dirigentes que optaban por la vía directa y la revolución violenta los que coparon todas las esferas de poder de la organización. De cualquier modo el golpe fue duro, y tras la intentona de enero del 32 la CNT en la zona se debilitó notablemente[152].
No obstante, el malestar persistía, y a nivel local siguió habiendo manifestaciones colectivas de descontento con tintes de gravedad. A la vez, la fuerza pública seguía respondiendo a la protesta social en clave represiva. En Cella la pertinaz sequía de aquel año provocó enfrentamientos entre los propietarios medios y bajos y los ricos por el precio del agua. Y al año siguiente el problema adquirió dimensiones mayores. El incidente comenzó con la llegada de “elementos extremistas” de Teruel –según la prensa-, para dar un mitin. La arenga de los oradores y la conflictividad que vivía el pueblo hizo que la situación se volviera preocupante para la Guardia Civil, que no se le ocurrió otra cosa que comenzar a hacer detenciones, acusándolos de causar desórdenes públicos, llegando a decirse que en el pueblo ondeó la bandera de la CNT. Los detenidos, locales y foráneos, fueron llevados a la Casa-Cuartel de la Benemérita, y frente a sus puertas se congregaron numerosos grupos pidiendo su libertad. La protesta debió llegar a los lindes del motín, porque la guardia civil dejó en libertad a todos los detenidos, no sin dar cuenta a Teruel para que enviaran refuerzos[153].
El giro electoral de las elecciones del 33 provocaría un nuevo empuje revolucionario. La reunión del comité nacional de la CNT en octubre había acordado que si triunfaba la derecha y una región cualquiera se lanzaba a la revolución, sería seguida de inmediato por las demás. Quizá, un pistoletazo de salida hacia ninguna parte. La abstención de los anarquistas y el temor despertado en buena parte del vecindario, que buscaría refugio en las opciones de derechas, harían el resto. Confirmado el resultado, la bola revolucionaria comienza a rodar sola y cada uno se apresta a cumplir con su papel. Algunos dirigentes explicarían más tarde que no golpear hubiera significado incumplir una promesa y, lo que es peor, minar la moral de los militantes. A éstos se les había imbuido en estos dos años de una fuerte ideologización, señalando las vías de la insurrección sobre las sendas de la violencia. En Teruel hubo levantamientos en Alcañiz, Beceite, Calanda, Alcorisa y, sobre todo, Valderrobres y Mas de las Matas. Detengámonos en los hechos de estos dos últimos lugares.
En Valderrobres el movimiento comenzó con el reparto de hojas proclamando la instauración del comunismo libertario, del ondear de la bandera rojinegra y la abolición de la moneda. Grupos armados salen a la calle y deciden tomar el Ayuntamiento, lo cual se produce sin incidentes, pues todos los cargos se habían adherido a la CNT. Después se dirigen a tomar el cuartel de la Guardia Civil, situado en las afueras, pero ante la resistencia de los guardias comienza un asedio que durará casi dos días. En la refriega muere un anarquista, siendo enterrado bajo un estremecedor ritual de militancia, “espectáculo impresionante” para el cronista de la prensa. Mientras unos siguen con el asedio, otros continúan con el ritual principal, el de la revolución: cambian la bandera en el Ayuntamiento, arrojan por el balcón los archivos notariales, judiciales y municipales, y los queman en la plaza en medio del delirio de la gente. Luego le toca el turno al Registro de la Propiedad, situado en las afueras del pueblo, que también prueba las llamas. Es el cenit d la Revolución, los símbolos del viejo orden se retuercen entre las llamas, y los vecinos parecen creer que en verdad haya llegado el fin del capitalismo y la liberación del mundo. Al día siguiente surgen algunas dudas sobre si en el resto del mundo también habrá triunfado la revolución, entre rumores y noticias confusas, y sobre todo tras la llegada de un coche con guardias de Calaceite. Se practican detenciones (elementos “reaccionarios”: el juez, el notario, el registrador y el maestro), y se intenta retomar la actividad laboral. Se afirma la revolución, pero hay impaciencia ante la resistencia del cuartel de la guardia civil. A la mañana siguiente finaliza la aventura revolucionaria. Las tropas de Tarragona llegan y se apoderan del pueblo sin oposición de los protagonistas[154].
También en Mas de las Matas los revolucionarios se hicieron con el poder local y proclamaron el comunismo libertario. Se da la fortuna de existir fuentes de primera mano sobre los sucesos: el conocido relato del que fuera el cabecilla (según él mismo relata, casi obligado por unos y otros) de los amotinados Macario Royo, y un libro de memorias del que entonces fuera joven secretario del sindicato Joaquín Zurita Castañer. Haré un rápido repaso de los hechos, pues pese a quizá hacer referencia a cosas sabidas, es este lugar de memoria insustituible en la historia de la rebeldía campesina contemporánea.
La revuelta comenzó el 9 de diciembre, con la orden dada por dos emisarios llegados de Calanda, y comunicada también a Aguaviva y Castellote. Los dirigentes y militantes se reunieron en el Centro Republicano y allí decidieron llevar adelante la revolución. Primero van a la central eléctrica y cortan la luz. Después sitian el cuartel de la guardia civil y más tarde hacen lo propio con la fonda donde se hospedaban el cabo y cinco números. Luego piensan en controlar a las autoridades y van a casa del alcalde, que no ofrece resistencia. Sí lo hace el segundo alcalde, que armado con una pistola hace un par de disparos por la ventana. En ese momento todo cambia y los acontecimientos se precipitan. Obligan al sacristán a tocar las campanas para que todo el pueblo salga, y los guardias de la fonda, tras las negociaciones, se rinden. Es de subrayar cómo Macario Royo, al frente de las conversaciones, salió a consultar al vecindario, ganando así valiosos puntos de legitimidad para la revuelta, y además salvando la vida de los guardias:
“Mientras el dueño de la fonda realizaba esta operación [abre el balcón], el cabo y los demás guardias me decían que ellos estaban dispuestos a trabajar en lo que cada uno supiera y pudiese, para vivir de su trabajo igual que hiciésemos nosotros. El cabo dijo que había sido barbero, un guardia carpintero y así sucesivamente, todos indicaron el oficio o especialidad que cada cual tenía, para que desde aquel momento se les considerara ya como productores. Abierto el balcón, salí e informé al pueblo de nuestro parlamento, siendo aprobadas mis palabras. Y para demostrar a los guardias los sentimientos humanitarios y la firmeza del pueblo para defenderlos, continué mi discurso diciendo:
-Puesto que no hemos tenido víctimas y los guardias están dispuestos a trabajar cada uno en lo que sepa y pueda, para vivir de su trabajo igual que hagamos nosotros ¿respondéis que serán respetadas sus vidas?
Un sí unánime fue la contestación del pueblo. Y los guardias, que estaban a mi espalda, ya no dudaron más”[155].
Después la multitud fue al Ayuntamiento a practicar el ritual revolucionario de la quema de toda la documentación municipal y judicial. Para los revolucionarios la hoguera “estaba purificando lo que hasta entonces había justificado la existencia de la sociedad capitalista”. Se ordena la entrega inmediata de cualquier arma de fuego, se levantan barricadas en las carreteras y se vigilan todas las entradas del pueblo.
Por la tarde, en tono festivo, se prepara una manifestación que recorre las calles, en medio de vítores a la revolución y al comunismo libertario, desembocando en la plaza, donde se transforma en asamblea soberana. Acuerdan la formación de comités que, junto con el comité revolucionario, tomarán las decisiones. Esa misma tarde se detiene a fuerzas vivas del anterior régimen (tres concejales, tres propietarios, el cura párroco, coadjutor, cinco guardias civiles y el secretario del ayuntamiento), que serán retenidos en el ayuntamiento hasta el día siguiente. Hasta el día del fin de la revolución. Desde la mañana hasta la tarde, las noticias son vagas y poco a poco, pese a los esfuerzos del comité por controlar la información, la preocupación se va adueñando de los ánimos. Ya por la tarde, con la llegada del correo de Alcañiz, queda claro que todo está perdido. Los tres dirigentes máximos del comité deciden no hacer frente a las fuerzas que llegan por la carretera, soltar a los detenidos del Ayuntamiento, apagar la luz del pueblo para permitir la huida a quien quisiera hacerlo, y por último, abandonar ellos mismos la localidad, para huir a Francia. La guardia civil se hace con la población sin efectuar un disparo, y comienzan a hacer detenciones. Hasta 106 se registran. Comienza la represión, y un estado de opinión contrario a los métodos subversivos y a la utilización de las masas como arma de choque contra la República, pese a la defensa que hiciera Macario Royo de los métodos no violentos utilizados en Mas de las Matas: “ni un desmán, ni un insulto dirigido a alguien. El pueblo, por su propia voluntad, se organizó en un nuevo sistema de vida, en una nueva convivencia social” (y parece que esto fue en principio así, antes de que la guerra abriera los portales de la violencia).
Era el preludio de lo que, en el contexto de la guerra, llegaría en forma de colectividades. Dejamos aquí el relato. No sabemos si en ausencia de guerra se hubieran dado las experiencias colectivistas o no, pero desde luego el contexto bélico y el vacío de poder provocado por la sublevación militar abren puertas de urgencia de organización social y política. Hasta aquí, un esbozo de historia de protesta campesina contemporánea en Teruel, en tensión con el sistema liberal primera y luego el republicano por la resolución de problemas seculares.
CONCLUSIÓN
En este primer tercio de siglo la protesta popular y campesina presenta claras líneas de continuidad, tanto en las formas como en los motivos del descontento. En las formas, utilizando símbolos y elementos de la cultura popular lo cual, en última instancia, indicaría bien a las claras que la protesta se aprende. Y esto, porque si como cultura se entiende el “comportamiento aprendido, el repertorio de conductas, rituales, símbolos, normas y hasta instrumentos materiales propio y peculiar de un determinado grupo humano”, es indudable que la protesta, al tomar los elementos de la cultura popular como los que se han visto, formaría parte de ese repertorio aprendido. Lo cual nos indica el carácter funcional de la protesta y, en última instancia, nos remite al carácter funcional de la cultura[156]. Y en cuanto a los motivos, es destacable la continuidad en todo lo relacionado con la cuestión de la tierra y la introducción del capitalismo en el campo, así como su situación de desventaja en las relaciones intra y extracomunitarias.
Y este reconocimiento cultural de la protesta está directamente emparentado con su segunda gran característica, su carácter político. Puede entenderse aquélla como una forma de negociación colectiva en la arena de lo local, frente a lo que se percibían como agravios o agresiones no tolerables. El motín, junto a la cada vez más frecuente práctica de la huelga, permanecerá activo durante el primer tercio del siglo XX. Los estudios clásicos del movimiento obrero quisieron ver, alentados por rígidas interpretaciones del cuerpo doctrinal marxista, que la historia de la protesta seguía una línea creciente y lineal hacia la huelga, hacia un modelo de organización y combatividad consciente. Los hechos demuestran que esto no fue así, que las formas tradicionales de protesta se aprendían y arraigaban en la cultura popular y que no se olvidaban con facilidad. Parece claro que algunas tácticas insurrecionalistas estaban emparentadas con símbolos y acciones de esa cultura popular, lo cual podría hacer ganar comprensión y legitimidad vecinal.
Sin embargo, es poderosa la ruptura que se da en los años treinta: la nueva estructura del Estado republicano permitió abrir el horizonte de las demandas y los más impacientes pudieron articular formas mucho más duras de negociación con el Estado y llegar a plantear la revolución. Es aquí donde se da el cambio, en las tácticas y objetivos subversivos protagonizados por los campesinos. El potencial revolucionario de la Tierra Baja fue activado por dos ocasiones durante la República, y es indudabe que adquirió un protagonismo de primer orden con motivo de la insurrección de diciembre de 1933. Pero desde luego que no fue suficiente la existencia de una situación explosiva o de problemas seculares irresueltos para que la protesta tuviera visos revolucionarios. La CNT puso el ingrediente organizativo y movilizador necesario, a través de sus centros locales, sindicatos, escuelas racionalistas y grupos libertarios, que habían hecho permear en la sociedad rural un mensaje igualitario y desprovisto de clases absolutamente poderoso.
Por este camino de la insurrección lanzaron los dirigentes al campesinado. La rentabilidad social y sindical de los levantamientos no fue tenida en cuenta o quizá fue sobredimensionada por los dirigentes anarquistas, pero lo cierto es que se acabó desvertebrando la sociedad y ahondando más las diferencias de clase, preludio de lo que ocurriría más tarde, cuando el golpe de estado de 1936 se transformó en guerra civil. El “sueño igualitario” que hizo de la protesta un mensaje de esperanza y de futuro, entraba en un tiempo nuevo, tiempo de luchas descarnadas y afanes quebrados[157].
La era de la memoria:
reflexiones sobre la historia, la opinion publica y los historiadores
Ignacio Peiró Martín
Durante dieciocho semanas los diarios de una mujer anónima han permanecido en la lista de libros más vendidos del semanario alemán Spiegel[158]. Podríamos decir que se trata de uno más entre los numerosos best-sellers que periódicamente inundan el mercado, un éxito editorial muy bien puesto en la escena de los medios, si al afirmar esto no corriéramos el riesgo de diluir en lo genérico algo que nos es referido en términos precisos como un testimonio de los bombardeos y el hambre, las brutalidades y las violaciones a las que fueron sometidas las berlinesas por parte del Ejército Rojo. Presentada como una obra enigmática, una vivencia del pasado, revestida con el aura de lo auténtico y la verdad, no ha tardado mucho la crítica historiográfica en utilizar las páginas de un periódico para hacer una exposición pública acerca de su nulo valor como documento de la memoria e impugnar la experiencia moral implícita en la narración. Para emitir este juicio tan negativo el historiador ha sabido transformar el proceso sobre el pasado rememorado en un proceso de la historia del relato, situándolo en el abrumador contexto de la asimilación del pasado nazi por la conciencia pública alemana[159].
Desde luego, la reedición encaja perfectamente en el clima de opinión creado por algunos reconocidos intelectuales de izquierdas alemanes (Günter Grass sería uno de los más famosos, Hans Magnus Enzensberger es el director de la colección donde ha aparecido el libro), para quienes una vez asumida la culpa, «tenemos derecho al luto por nuestras víctimas y a la descripción de su sufrimiento»[160]. Pero lo que quiero poner en primer plano con este ejemplo: es el enorme interrogante abierto por la reutilización de una memoria desplazada de su pasado. Las cuestiones que surgen ante la sustitución del tiempo histórico y su asimilación por un presente contemporáneo, saturado de memoria. Y las implicaciones politico-sociales que se derivan del uso público de unos recuerdos que, transcienden los límites de las identidades históricas nacionales, al igualar en su calidad de víctimas a todos los supervivientes surgidos de los vientos de destrucción del siglo XX[161].
Mi artículo pretende responder a alguna de estas preguntas apelando a una abundante bibliografía como punto de partida y punto de apoyo. Y aunque resulta imposible conocer lo publicado sobre estos temas, me he servido de la erudición para tratar de reconstruir las posiciones tomadas por la historiografía internacional ante la invasión de la memoria y su desbordamiento de lo público a lo científico. Por eso, he querido empezar rastreando los conceptos para explicar el tratamiento propiamente histórico de los problemas, subrayar las polémicas esenciales y derivarlas hacia el espacio público en el que se celebran las ceremonias de la consagración memorial. De igual modo, he intentado ordenar los grandes espacios/momentos creados por la práctica historiográfica de la memoria para concluir con un breve corolario donde afirmo mi posición como historiador. Y todo ello, no sólo desde el deseo de ofrecer una mirada panorámica a la historiografía surgida en la «era de los testimonios», sino también de presentar instrumentos para la reflexión y orientación respecto a las abundantes, muchas veces, confusas y, casi siempre, retóricas, informaciones que poseemos. Por último, he obviado de manera consciente las referencias a la literatura histórica de la memoria española contemporánea: no porque esté en contra de las principales corrientes mundiales y se encuentre al margen de la ola de la memoria y la moda de unos términos que parecen servir para casi todo, incluso -como diría el poeta-, para no pensar y para no decir; sino por razones más precisamente relacionadas con los senderos trillados por una historiografía marcada por el proceso de transición política y las fracturas internas de la profesión, cuya historia merece, por sí sola, una reflexión diferente[162].
Ceremonias de la confusión: los historiadores ante la memoria y los usos públicos de la historia.
En 1962 el filósofo social alemán Jürgen Habermas publicó un libro seminal destinado a servir de inspiración a la historiografía internacional[163]. El éxito de la obra, que había comenzado a circular en forma de versiones sucintas a mediados de los setenta y sólo en traducciones completas en la siguiente década[164], se debió en gran parte al concepto de «Öffentlichkeit» utilizado por los especialistas de la nueva historia social como «espacio público» o «esfera pública»[165]. Se trataba de una noción proteica admitida por proporcionar un valioso fundamento heurístico para los numerosos libros y ensayos que mezclaban la historia social, política y cultural, en sus análisis de los diversos aspectos del proceso de construcción de la cultura pública (desde los festivales a los movimientos de protesta, pasando por las disputas sobre el estilo arquitectónico de los edificios y el arte edilicio)[166].
En medio de esta apoteosis de la «public sphere», la opinión pública y la contestación en la vida civil, donde no faltaron las críticas escépticas y la puesta en cuestión de este modelo de discurso racional[167], el último gran representante de la Escuela de Francfort saltó a la palestra de la actualidad historiográfica al participar en la «querella de los historiadores» alemanes[168]. Y lo hizo desde la definición de «uso público de la historia», es decir, desde la comprensión de ser más una toma de posición moral y un debate ético-político, incluido en el régimen de la «esfera pública», que una disputa científica sobre el pasado alemán desplegada en el ámbito estricto de la historiografía. Al distinguir claramente los dos planos del discurso (el político y el científico), Habermas argumentaba la oposición existente entre ambos y la desconfianza que debían generar a los especialistas la utilización instrumental y las manipulaciones derivadas del «uso público de la historia»[169].
En su versión estricta de «usages politiques du passé», de suplantación de la crítica en los debates políticos abiertos a propósito de la historia más reciente, la cuestión de la opinión pública y los historiadores estaba servida[170]. Mucho más, cuando la continuación de la disputa venía a coincidir con los acontecimientos de 1989, el colapso del comunismo y el final del sistema bipolar, el renacimiento de los fundamentalismos religiosos y nacionalistas, las guerras en los territorios de la ex-Yugoslavia y la primera del Golfo[171]. Tal como explica Régine Robin, este paisaje político se vería completado en sus aspectos socioeconómicos, intelectuales e ideológicos con la representación del capitalismo como modo de producción «natural» de la sociedad contemporánea y el resurgir de la idea según la cual las estructuras del mercado y la democracia estaban naturalmente unidas, olvidando que la democracia había sido una conquista histórica[172].
De manera inmediata, todo ello resultó determinante para que la historiografía científica, inmersa desde principios de los ochenta en una especie de «patología sobre el sentido de la historia», se viera arrollada por impacientes reescrituras del pasado realizadas tanto a la luz de los conflictos políticos del presente como desde el supuesto «fin de las ideologías» que presumía la suspensión de la razón histórica[173]. No en vano, afirma Enzo Traverso, la decapitación del Jano, el monstruo totalitario (con una cara fascista y la otra comunista), y la instalación de Auschwitz en el corazón mismo de la memoria europea trajo, por un lado, la tesis (con sus diferentes versiones desde la más vulgar representada por Fukuyama a la más refinada y noble de Habermas con su defensa del «patriotismo constitucional») de que Occidente había dejado de ser el origen del totalitarismo para transformarse en su víctima y el liberalismo en su redentor[174]. Y por otro, la inquietante y peligrosa represión (en el sentido psicoanalítico) de las raíces occidentales del nacional-socialismo, desarrolladas a partir de las interpretaciones historiográficas (la consideración de «barbarie asiática» de Nolte, la de «paréntesis ineluctable de la democracia liberal» de Furet o la concepción del «nazismo como patología alemana» de Goldhagen) que «comparten precisamente la tendencia a expulsar los crímenes hitlerianos de la trayectoria del mundo occidental» [175]. Pero ni las ideologías estaban muertas, ni los discursos históricos agotados.
Precisamente en este marco de confrontación de las «memorias nacionales» e intensificación de los interrogantes generados por el «uso público de la historia», las llamadas a la responsabilidad, al «dévoir de mémoire» y la función social del historiador[176], favorecieron que un grupo de profesionales abriera nuevos campos de investigación y recuperara temáticas anteriormente descuidadas, muchos de cuyos contenidos habían sido anticipados por la «querella de los historiadores» alemanes, desarrollados durante su segunda fase, a raíz del asunto Goldhagen[177], y ampliados en las constantes recidivas de la misma[178]. En tiempos de mundialización cultural y «occidentalización» de la historiografía[179], si la controversia sobre el lugar del nacionalsocialismo y el holocausto en la memoria histórica alemana había tenido una amplia repercusión en Israel[180], Estados Unidos[181] y Europa[182], las argumentaciones de Habermas comenzaron a servir de base para fundamentar y conceptualizar estudios sobre el «uso público de la historia» en países como Francia o Italia[183].
En este sentido, no parece extraño que fuera el malogrado Nicola Gallerano, uno de los directores de la revista Passato e Presente, quien con más ahínco se interesara por desarrollar la definición del filósofo alemán, impulsado por el objetivo académico de explicar las justificaciones de las guerras contemporáneas[184], la evidente hipertrofia de referencias históricas e «invenciones de la tradición» que trufaban el discurso público durante la última década del siglo XX, y el impacto mediático conseguido por varios libros escritos por historiadores italianos[185]. El profesor de la Universidad de Siena, no se conformó sólo con aplicar el concepto sino que, desde el reconocimiento de su utilidad como noción central para la historiografía y los valores éticos de Habermas al introducirlo en la discusión con Nolte, lo pasó por el tamiz de la crítica[186].
Después de examinarlo con atención, Gallerano estableció un conjunto de preguntas que le llevaron a señalar el excesivo peso de la especificidad alemana en la argumentación, a cuestionar los criterios ofrecidos para individualizar la relación que enlaza los dos planos del discurso y considerar como demasiado reduccionista la identificación exclusiva del «uso público de la historia» con el «uso político del pasado». En el cuerpo de su trabajo propuso una definición más abierta y compleja de un concepto problemático y contradictorio. Rechazando, de entrada, los prejuicios y la simple demonización de su práctica, sugirió las enormes posibilidades de un término en cuya explicación, además de los dominios de la cultura política, los medios de comunicación (desde el periodismo escrito a la televisión, el cine, el teatro, la fotografía o la publicidad) y, en general, las manifestaciones más visibles y discutidas del «uso público de la historia», incluía las artes y la literatura, la enseñanza, los museos históricos, los espacios urbanos y, por supuesto, la historiografía[187].
De una u otra manera, al descubrir distintos ámbitos de contaminación y conflicto sobre el pasado en el siglo XX y escribir que «e ci sono infine usi del passato che coinvolgono direttamente memoria, identità individuali e collective e hanno a mio giudizio tutt´altro significato e potenzialità liberatorie»[188], sentaba las bases para concluir con una llamada a los historiadores acerca de la urgente necesidad de utilizar el «uso público de la historia» para que de manera consciente y crítica fueran capaces de poner en cuestión la opacidad y la eternidad del pasado para rescatarlo de la tiranía del presente[189]. Primero porque, desde Tucídides hasta el historicismo decimonónico, la escritura de la historia había asumido como patrimonio propio la idea del tiempo lineal y el desarrollo continuo característico, por lo demás, del pensamiento judeo-cristiano. Al no significar otra cosa que es el pasado quien nos ha hecho como somos (el nosotros del aquí y ahora), continuidad y desarrollo, se encontraban en la raíz de la importancia asignada por el poder político a la gestión de la memoria histórica como instrumento privilegiado para el control del presente[190]. Y en segundo lugar porque, frente a la función política del historiador y su participación en el proceso de deformación del pasado[191], Gallerano trataba fundamentalmente de recordar que las pretensiones de cientificidad de la historia (la reivindicación de la libertad y la independencia crítica en la investigación), también habían sido enunciadas por los primeros historiadores griegos y eran perfectamente rastreables en las páginas de las grandes obras de la historiografía moderna y contemporánea[192].
Más allá de las brechas epistemológicas abiertas en las murallas del conocimiento histórico, Habermas y Gallerano se incorporaron a la larga lista de filósofos, científicos sociales e historiadores empeñados en recordarnos que en la historia de la historia no hay un desarrollo evolutivo de las argumentaciones historiográficas, sino que es más bien el fruto de una tensión continua, de una sucesión de debates acerca de problemas recurrentes, acerca de conceptos esencialmente en conflicto[193]. De hecho, cuando los dos autores publicaron sus trabajos el interés por la «memoria», especialmente por las experiencias traumáticas producidas por las guerras, se había infiltrado en el pensamiento histórico contemporáneo.
Para entonces, mientras la noción de «devoir de mémoire» se incorporaba con fuerza al discurso intelectual, político y de los medios de comunicación[194], en el campo de la historiografía se estaba creando un amplio frente de batalla en el que se dirimía la sustitución de la propia historia[195]. Y es que, escribía el filósofo preocupado por la «política de la justa memoria», Paul Ricoeur, «En determinadas circunstancias, en particular cuando el historiador es confrontado con lo horrible, figura límite de la historia de las víctimas, la relación de deuda se transforma en deber de no olvidar»[196]. Cita que, dejando de lado sus irreprochables valores de ética social, nos traslada al corazón del discurso memorial, pues, ya lo había dicho Halbwachs, «sauver de l´oubli» y reconstruir «les souvenirs des événements et des expériences» comunes, concretas y perennes de los grupos, se situaban en el primer plano de intereses de la «memoria colectiva»[197]. De ahí a transformar la tarea del historiador en la de un nostálgico «desenterrador de muertos», un minucioso «elaborador de inventarios de testigos» o un exhaustivo «rescatador de recuerdos» al servicio de las modas dominantes en el seno de la opinión pública, sólo hay un paso[198].
Y precisamente porque sólo hay medio, para que las nociones de olvido y recuerdo (con su cortejo de asociados como pueden ser la negación, la nostalgia, la melancolía o el duelo) que, por sí mismas, pertenecen al campo de las emociones y los sentimientos y alcanzan su pleno desarrollo social en el espacio moral y cívico, penetren por ósmosis la fina membrana del conocimiento histórico, confundiéndose con las verdaderas categorías historiográficas y confundiendo a los historiadores que las utilizan[199]. Relegados, pues, a los cajones más ocultos de la erudición el modelo de la historia magistrae vitae [200], las remotas desconfianzas de los historiadores ante la memoria (desde el propio Tucídides) y los preceptos de aquellos autores que, como Fustel de Coulanges, preconizaban que el verdadero trabajo de historiador debía comenzar por «l´oublier»; los nuevos tiempos han instalado la «memoria» en el mismo corazón de la historia como una «categoría metahistórica, teológica perfecta», un sistema de convenciones que permitía reivindicar la centralidad del presente en las reconstrucciones del pasado[201].
Sea como fuere, lo cierto es que inmersos en plena ceremonia de la confusión conceptual, a nadie pueden sorprender las profesiones de fe científicas y las públicas devociones que suscitó(a) la «memoria», un término cuya pérdida de significado preciso se encontraba «en proporción directa al aumento creciente de su poder retórico»[202]. Tampoco resulta sorprendente el que, una vez destapada la caja de los recuerdos, las «guerras de la memoria» (con sus silencios, olvidos y secretos, pero también con la visibilidad y la aceptación en el espacio público de los testimonios de las víctimas portadoras de «verdad»)[203], marcaran el desarrollo de una historiografía cuya función parecía estar abocada, más que nunca, a practicar una «lecture judiciaire de l´histoire» que obligaba a los historiadores a abandonar su puesto de observadores del pasado para convertirse en uno de los actores principales del debate público[204]. Sobre todo, cuando se escribía que los «recientes procesos por crímenes contra la humanidad, así como las revelaciones sobre el pasado de algunos hombres de Estado, incitan a pronunciar cada vez más llamamientos a la “vigilancia” y al “deber de guardar memoria”; se nos dice que ésta “tiene derechos imprescriptibles” y que debemos constituirnos en “militantes de la memoria”»[205]. También, cuando debían enfrentarse a ciertos usos y prácticas de la memoria marcadamente politizadas, derivadas de los recuerdos críticos de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría[206] o de los procesos de transición democrática que han tenido lugar en la historia del mundo actual[207]. Y en última instancia, ante la reaparición del presente perpetuo en el que «el pasado parece estar reemplazando al futuro como lugar privilegiado de referencia en el debate político»[208].
Sobre este punto, quizás sea interesente recordar las palabras del filósofo Manuel Cruz acerca de que, «constituye un grueso error, tanto teórico como práctico, manejar una imagen rígida del pasado, como si fuera un territorio por descubrir (o una propiedad por guardar). Cuando en realidad se ha convertido en el escenario en el que ha empezado a librarse una nueva batalla»: la batalla por la política como tal y lo político como espacio de conflicto y pluralismo[209]. Traducida a claves historiográficas, podemos presumir que, de ningún modo, se trata de un combate en el que se dirime la primacía conceptual o metodológica entre la memoria y la historia. Antes bien, dentro de la complejidad que conlleva la explicación del lugar central alcanzado por la memoria en el espacio público contemporáneo, se puede apuntar con François Hartog que, como resultado de la crisis del «régimen de historicidad» desatada a lo largo del siglo XX, la memoria ha superado a la historia por sublimación al convertirse en un instrumento privilegiado para la interrogación permanente y unívoca del presente[210]. Y debemos sospechar, desde luego, que lo que está en juego es la posibilidad de una historia abierta a la multiplicidad de los futuros posibles y la imprevisibilidad del presente[211]. Una historia sin renuncias, dirigida a suscitar la atención de la opinión pública y rescatar de la tutela de la clase política, tanto las «representaciones» selectivas de la memoria del liberalismo como los proyectos más conservadores de las democracias amnésicas, «no antifascistas»[212].
La consagración pública de la memoria: políticas del recuerdo y representaciones del pasado.
Desde la esfera ética de la profesión, la cuestión de la opinión pública y los historiadores se ponía de nuevo sobre el tapete de la actualidad de una historiografía que, difícilmente, podía considerarse a sí misma como inocente. Menos aún, cuando el sueño de la objetividad imaginado por los maestros de la profesionalización[213] se desvanecía bajo el peso de las incertidumbres que rasgaban los velos de la comunidad científica[214] y, en mayor medida, por los desequilibrios crecientes establecidos entre la búsqueda de la verdad histórica y la conversión del pasado en un problema político de primer orden. Esto se debía, no tanto a las simplificaciones y burdas manipulaciones de la historia como instrumento de la batalla política diaria, ni tampoco a la polarización y fragmentación ideológica de la República de las Letras históricas, sino al hecho de que, desde el espacio político, la «demanda social» de la «expertise sur le passé» estaba alcanzando proporciones desconocidas hasta entonces[215].
En efecto, la creación de un mercado oficioso de la historia paralelo al mercado universitario[216], ha establecido una zona fronteriza caracterizada, de una parte, por la explosión sin precedentes de la denominada «invención del historiador experto» y la autocomplaciente promoción pública de los «historiadores cortesanos» de todo tipo que aceptan la gestión de las distintas políticas de la memoria en calidad de especialistas del pasado[217]. Y de otra, por el enfrentamiento, muchas veces ideológico, con los historiadores profesionales que en nombre de la «ciencia» y la «objetividad», denuncian este «uso público de la historia», rechazando los objetivos políticos perseguidos para imponer una determinada «cultura del recuerdo»[218]. Desde luego, esta proliferación de péritos y técnicos-memorialistas ha impulsado el desarrollo de ciertos aspectos del oficio del historiador, directamente implicados con el mundo de la sociedad civil e inseparables de la denominada «estética de la distracción», como pueden ser la creación de espacios culturales y el mostrar versiones de la historia destinadas al puro entretenimiento y la evasión[219]. Pero, sobre todo, ha servido para convertir la noción de «patrimonio» en la clave que sustenta el escenario sobre el que se despliega el espectáculo de la «memoria» y la «conmemoración»[220]. Una representación que, impulsada por la pasión modernizadora de la políticas urbanas (incluidas sus efusiones conservadoras y restauracionistas), el florecimiento del gusto por el revival, el auge renovado por los «lieux de mémoire» y la musealización del pasado[221], encuentra en el turismo «un potente instrumento para el dominio del presente»[222] y transforma al turista, ese viajero consumidor de «pasados extraños», en su público estelar [223].
Sin embargo, no todo es tan ingenuo como aparenta. En unos momentos de regresión ideológica y amordazamiento del pensamiento crítico, resulta innegable que las mejores representaciones de esta realidad se encuentran en el fortalecimiento de la «identidad», un término relativamente nuevo convertido en un concepto «croos-cultural»[224], cuyas conexiones le han llevado a ocupar un espacio dominante tanto en los discursos sobre el pasado realizados por la «memoria oficial»[225] como en los modernos procesos de sacralización de ciertas memorias convertidas en fetiches y auténticas religiones civiles[226]. Un verdadero paradigma que se adapta igualmente a la historia y la memoria: de ahí la enorme utilidad que demuestra en el terreno del control de las políticas del recuerdo, de la continuidad de los símbolos identitarios y la gestión de los repertorios de imágenes estereotipadas sobre los que se elabora el concepto de tradición y la memoria cultural de las sociedades[227]. Sin olvidar, por supuesto, su importancia en la elaboración de ese «espejo de alteridad» que son los «otros»[228], incluidas las construcciones más simplistas y depravadas acerca de los «enemigos tradicionales»[229]. Distintas manifestaciones de un mismo fenómeno en el que el funcionamiento de la historia-memoria confluye con la identidad política a la que sirve[230].
Por otro lado, tampoco puede negarse que la dificultad para establecer criterios historiográficos fiables, justificados por la misión pedagógica encomendada a los expertos y los valores de la divulgación (entiéndase vulgarización) alegados por los periodistas y aficionados en general[231], ha generado un contexto favorable para la cómoda instalación de un «relativismo que convalida cualquier relato como relato posible»[232]. Con una fortuna editorial que casi nunca suele ir acompañada de la fortuna historiográfica, el fenómeno se prolonga al otorgar carta blanca a todo tipo de «revisionismos» y «purificadores de la Historia» que, empeñados en trivializar cuando no en negar la realidad del pasado, sus «descubrimientos» son saludados por los medios de comunicación con cortesía como adquisición de una verdad contrapuesta a los «engaños habituales» de los otros historiadores[233].
Enmarcado en el proceso de «reconfiguración de las relaciones entre la memoria colectiva y la identidad nacional», escribe Daniel Levy, la principal característica que distingue al revisionismo histórico, aparte de su capacidad para evaluar o reinterpretar nuevas o viejas temáticas, es su habilidad para formular cuestiones metodológicas (la comparación histórica mencionada más arriba es una de los más controvertidas) presentándolas bajo la forma de problemas de interés público[234]. Desde el campo privilegiado de la historia del presente contemporáneo, el revisionismo se sirve de los resquicios de la «memoria colectiva», la «memoria viviente de lo vivido como decía Halbwachs», que «no es ni cronológica ni distante» y «yuxtapone la agudeza del detalle en la cotidianidad y el vacío de la memoria sobre el acontecimiento preciso»[235], para entrar en competencia con las propuestas más profesionales. De esta manera, al transformar los parámetros del discurso histórico y legitimar una determinada imagen del pasado alumbrada a la luz de términos políticos del presente, el problema se acentúa cuando los «juicios de valor» revisionistas traspasan los confines académicos y adquieren resonancia en amplios sectores del público, determinando su comprensión de los fenómenos históricos y confundiendo su opinión sobre los mismos. Sobre esta cuestión, Eric Hobsbawm, después de haber señalado las limitaciones de la función de historiador como destructor de mitos históricos, no dudó en concluir su artículo exponiendo, con toda la crudeza que conlleva su memoria del siglo XX, que: «la historia mala no es historia inofensiva. Es peligrosa. Las frases que se escriben en teclados aparentemente inocuos pueden ser sentencias de muerte»[236].
En último término, una de las consecuencias más evidentes de este cambio de coyuntura intelectual, donde según la lógica de la confusión aplicada las interferencias entre la historia y la memoria son continuas, ha sido la consagración universal de la memoria, su globalización ideológica y circulación en el espacio público a través de la prensa, la literatura, las imágenes y las representaciones artísticas y cinematográficas[237]. Y como un eco revelador de los equilibrios contemporáneos entre la mundialización de la cultura historiográfica y el particularismo en el modo de elaborar la historia de cada nación se han multiplicado las «querellas de los historiadores» nacionales y sus polémicas sobre «el deber y el cómo transmitir la historia».
Mantener el pasado en el pasado: la memoria y la práctica historiográfica.
De todas maneras, la afirmación del conocimiento histórico en la esfera pública durante las últimas décadas del siglo XX, había traído consigo el aprendizaje de la «propia experiencia de los tiempos que corren» de unos historiadores profesionales cuyas miradas interiores comenzaron a aproximarse mediante la incorporación de temáticas y «conceptos de paradigmas concurrentes»[238]. En el tema que nos ocupa, una rápida visión panorámica del desarrollo de la historiografía durante este período permite apreciar tres grandes espacios/momentos de convergencia y enfrentamiento de la memoria con la práctica historiográfica[239]. Por supuesto, esto deberemos entenderlo en su sentido descriptivo, pues, del mismo modo que en la historia y las demás ciencias sociales los giros paradigmáticos, además de continuos y constantes, no son irreversibles; nunca hay que creer que sus diferentes fases están separadas unas de otras, sino que se interpolan mediante un proceso permanente de interrelación, subordinación y dominio conceptual. A partir de aquí, podemos hablar de un primer momento desarrollado desde principios de los años setenta en la medida en que la cuestión de la memoria, unida hasta entonces a los nombres de afamados psiquiatras, escritores, filósofos, historiadores del arte o sociólogos[240], comenzó a atraer la atención de los historiadores preocupados por promover la «historia desde abajo». En este sentido, muchos de los nuevos campos de investigación surgidos de la historia social (fecundados también con conceptos procedentes de la antropología, la etnografía o la teoría literaria), se involucraron con el tema de la «memoria individual y colectiva» desde el horizonte de la historia oral y la consideración de la memoria como fuente de la historia.
En el marco de esta nueva correspondencia entre la «memoria social» (generacional y comunicativa) y la historia, se publicaron libros innovadores sobre las historias de vida y las autobiografías de quienes nunca tuvieron voz en el pasado, acerca de las memorias étnicas como instrumento para la construcción de identidades o dedicados al estudio de la cultura de las clases populares y su vida cotidiana[241]. Pronto, cimentado sobre el valor otorgado a los testimonios orales y/o testigos oculares de los acontecimientos y la reivindicación en el análisis histórico de un nuevo concepto de subjetividad[242], las posibilidades de este gran espacio se vieron ampliadas por la emergencia de una corriente caracterizada, primero, por elevar la memoria a objeto de la investigación histórica. Y, en segundo lugar, por el desafío que suponía para el presente de las sociedades la recuperación de la memoria más dramática y el conocimiento de las experiencias de los vencidos por la historia más reciente.
En efecto, con el transfondo de los agitados climas de opinión creados por la tardía celebración de procesos judiciales por crímenes guerra y contra la humanidad en Francia, Alemania, Israel o Italia, y la consolidación institucional de la «historia del tiempo presente» como disciplina[243], esta política de la rememoración contemporánea ha precipitado sobre el mercado un alud de publicaciones dedicadas a historiar la memoria de la «era de las catástrofes»[244]. Se trata de un número cada vez mayor de obras históricas escritas con el objetivo público de remover la conciencia de los ciudadanos ante la concepción de la historia cerrada, sin utopías, instalada en la perennidad de un único paradigma socio-económico y anclada en el orden que supone la relación con un pasado controlado, saturado de memoria y mitologías nacionales. Una historia pensada desde la libertad y la crítica que pretende restituir la complejidad del pasado y defenderlo como un valor en sí mismo[245]. Y un horizonte emancipador, en suma, hacia el que irremediablemente se ve empujado el Ángel de la Historia[246], mientras su mirada sigue capturada por los horrores del siglo XX (representados por los iconos de Auschwitz y el Gulag)[247], los montones de ruinas sobre los que se reconstruye la memoria judía del Holocausto (por lo demás, una de las empresas de investigación historiográfica sobre la memoria más tradicional, próspera e influyente)[248], las obsesiones francesas por los pasados que no pasan[249], la memoria pública italiana sobre el fascismo y el antifascismo[250], las culpabilidades colectivas y amnesias alemanas o los acontecimientos que rompen la imagen ideal del american dream[251].
Hay además otra cuestión que no se puede dejar de lado, y es que estos historiadores han adoptado una actitud precisa al justificar la utilidad colectiva de la historia profesional desde la voluntad, consciente o no, de enjuiciar el pasado del nazismo, la Segunda Guerra Mundial y, después de la caída del Muro de Berlín, del comunismo[252]. Desde una perspectiva militante (bien diferente a la historiografía de partido y al revisionismo partisano), intentan presentar la imagen ética del historiador en su doble condición de protagonista social cargado de memoria y responsabilidad profesional, más allá de sus posiciones ideológicas[253]. Ideas que, además de remitirnos a la mejor tradición de las ciencias sociales representada, por ejemplo, por el sociólogo Norbert Elias, cuando vinculaba las variaciones individuales de los intelectuales con los patrones sociales de compromiso y distanciamiento[254], permiten poner sobre la mesa de la crítica historiográfica las diversas tomas de posición de los historiadores ante los acontecimientos límite que les ha tocado vivir en el siglo de la guerra total y la negación del Estado de derecho[255].
En todo caso, si observamos el curso de la historiografía en el último tercio del siglo pasado, encontramos otros territorios en los que la unión entre la memoria y la historia se articularon alrededor de los numerosos comentarios suscitados por el libro inacabado de Maurice Halbwachs, La mémoire collective[256] , y la noción de «historia de la memoria», entendida como «una historia de los usos del pasado en los sucesivos presentes»[257]. No podemos detenernos aquí en el análisis de las numerosas corrientes de la «memoria normal» (no traumática) surgidas en el período[258], tampoco en desvelar sus conexiones con la multiplicidad de propuestas vinculadas al retorno de «la identidad» y «lo nacional»[259], ni adentrarnos en el resurgir de ese fenómeno intermedio y no siempre claro que son las narraciones autobiográficas[260]. Sin embargo, si quiero recordar cómo, siguiendo también la estela trazada por el sociólogo francés desaparecido en Buchenwald y retomando algunos planteamientos historiográficos que se remontaban a los años veinte[261], un segundo gran espacio/momento empezó a cristalizar mediante la agrupación de diferentes líneas de investigacion. Y lo hizo, cuando una serie de autores de procedencia y recorridos tan dispares como Agulhon, Hobsbawm o Nora, plantearon los primeros esbozos de lo que más tarde sería conocido como «política de la memoria», es decir, la imposición desde arriba de un pasado (nacional) y su «construcción como signo distintivo de un grupo particular»[262]. Al hacer hincapié en la invención del «imaginario oficial» o las «invenciones del recuerdo» utilizadas por determinados grupos para su propia memoria colectiva, estos historiadores y los epígonos que les han seguido hasta la actualidad han tratado de profundizar en el problema de la transmisión y la reinterpretación de los recuerdos históricos como construcciones culturales, estudiando los medios, las metáforas, los lugares y las representaciones simbólicas utilizadas en la socialización del pasado rememorado[263]. En síntesis, se trata de trabajos historiográficos (sin duda, uno de los más poderosos y criticados ha sido el dirigido por Pierre Nora)[264] dedicados a subrayar el hecho de que, frente a las intenciones de enlazar tradición con continuidad explícitas en los programas de pedagogía política, son los sentimientos de ruptura del presente, «devenu la catégorie de notre compréhension de nous-mêmes», los que caracterizan la idea global de la conmemoración[265]. En este sentido, podemos afirmar con Juan José Carreras en su comentario crítico al concepto de tradición en Gadamer que, para la mirada del historiador, «el problema no es el de la persistencia de los elementos, sino el de la relevancia histórica de tales elementos: tiene muy distinto valor la persistencia de los rituales de saludo o el empleo del tiempo de ocio que las relaciones de poder o de la propiedad»[266].
No debe sorprender la mención del filósofo de Marburgo, si se piensa en la calurosa acogida de la que había sido objeto su obra por parte de los cultivadores de la nueva historia cultural, desde mediados de los setenta, y en cómo sus planteamientos se han fundido en el crisol teórico de la memoria. En efecto, como resultado de la convergencia de la visualización de las políticas de la memoria con la hermenéutica de Gadamer, los estudios sobre el lenguaje (redes semánticas, vocabulario o discursos políticos) y el análisis de las relaciones entre el tiempo, la memoria y la historia realizados por Reinhart Koselleck (conceptualmente articulado en las categorías complementarias de «espacio de la experiencia» y «horizonte de expectativas»)[267], surgieron varias líneas que se pueden recorrer en distintos sentidos pero que pueden unirse en el círculo donde la memoria se propone a la vez como modelo de análisis del pasado y objeto de reflexión historiográfica. Mediante una selección de textos entroncados con alguna de estas escuelas y maestros, nuestra propuesta pasa por incluir en este espacio la corriente dedicada a la investigación de la «memoria cultural» y dos obras recientes que, guiadas por la brújula metodológica del escepticismo, se muestran atentas a percibir los detalles más paradójicos del presente historiográfico de la memoria.
Precisamente el punto de partida escogido por Jan Assmann, el profesor de Egiptología de la Universidad de Heildeberg y principal representante de la «mnemohistoria» que «investiga la historia de la memoria cultural»[268], es Gadamer. Así, en el prólogo a Religion und kulturelles Gedächtnis, explica cómo, frente a la hermenéutica concentrada en la comprensión de los discursos y textos, la «teoría de la memoria cultural se pregunta por las condiciones de constitución y trasmisión del texto», estudia la textualidad del pasado y define al hombre, no sólo como un «ser que comprende sino como un ser que recuerda»[269]. En cualquier caso, la «mnemohistoria» también se diferencia de «la Historia propiamente dicha», porque no se ocupa del pasado como tal, sino tan solo del pasado tal y cómo es recordado» por el presente, estudiando «las líneas históricas de la tradición, las marañas de la intertextualidad, las continuidades y discontinuidades diacrónicas del pasado»[270]. Aunque de ninguna manera se opone a la historia, porque Assmann se cuida mucho en recalcar que se trata de una rama o subdisciplina, una «teoría de la recepción aplicada a la historia», muy ligada a las investigaciones literarias sobre el discurso y los estudios de la teoría cultural interesados por la «memoria colectiva»[271]. Un enfoque propio, caracterizado por ser altamente selectivo en sus objetos de interés y en el tratamiento de los acontecimientos, que le ha permitido abrir una vía de interpretación en la «historia de la memoria», al concentrarse «exclusivamente en aquellos aspectos de significación y relevancia que son producto de la memoria –es decir, de un recurso al pasado- y que únicamente aparecen a la luz de lecturas posteriores»[272].
En este orden de cosas, desde la convicción de que toda cultura constituye una especie de «estructura conectiva» (ligando en una misma la dimensión social y temporal) que, además de vincular al hombre con sus congéneres, une el ayer y el hoy (en un marco común de experiencias y expectativas), el egiptólogo alemán ha escrito que son las «sociedades quienes imaginan imágenes de sí mismas y dan continuidad a la lo largo de generaciones a una identidad, en cuanto dan forma a una “cultura de la memoria”, basada en gran parte, aunque de ningún modo exclusivamente, en formas de referencia al pasado»[273]. Como historiador, el propósito final de Assmann es estudiar ese sistema referencias (tradiciones y recuerdos) como fenómenos de la memoria colectiva que perviven y mantienen su relevancia, no por proceder de su pasado histórico, «sino de un presente eternamente cambiante en el que estos acontecimientos son recordados como hechos importantes». Y todo ello porque, según dice, es necesario entender que el «pasado no es “recibido” sencillamente por el presente. El presente es “visitado” por el pasado, y este es modelado, inventado, reinventado y reconstruido por el presente» [274].
La obsesión actual por el presente, acelerada por los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 y caracterizada por la exaltación de la memoria y del patrimonio, es el tema de Régimes d´historicité. Présentisme et expériences du temps, último libro publicado por el especialista en historiografía antigua y moderna, François Hartog. Pronto a reconocer su deuda con Koselleck[275], el director de estudios de la EHESS utiliza la noción de «régime d´historicité», «la modalité de conscience de soi d´une communauté humaine»[276], como un medio para centrar el debate sobre la historia y la memoria. Un instrumento conceptual para la investigación histórica de la percepción social de «tous les temps ou le tout du temps» y, principalmente, de los momentos de crisis del tiempo por ser cuando pierden su evidencia las articulaciones del pasado con el presente y el futuro[277]. Se trata de una mirada historiográfica que le permite recorrer los diferentes regímenes de historicidad a lo largo de historia de las sociedades humanas, es decir, sus formas de traducir y ordenar las experiencias del tiempo[278]. En su parte final, después de señalar las rupturas con la antigua temporalidad occidental y la aparición del moderno orden del tiempo a finales del siglo XVIII (ante la emergencia en Alemania del moderno concepto de historia y las transformaciones provocadas por la Revolución Francesa), consagra las mejores páginas del libro a intentar resolver sus dudas acerca de la crisis temporal contemporánea, simbolizada en la fecha de 1989 y caracterizada por la instalación del «présentisme», esa interrogación permanente sobre el tiempo presente y su tendencia a historiarse él mismo. Ante la evidente centralidad alcanzadas por la memoria y el patrimonio y su relación con las nuevas visiones de la historia nacional, Hartog apela a la historiografía para poner en entredicho el intento de convertir, a la primera, «menos como contenido que como forma, en un modo de cuestionamiento y de escritura de la historia»[279]. Y pasar, en el siguiente capítulo, a describir la nueva configuración del patrimonio (ligado al territorio y la memoria, auténticos vectores de la identidad) e incluirlo en el movimiento de aceleración temporal que nos dirige hacia el futuro. Si bien, en su opinión, se trata de un futuro oscuro y confuso más parecido a una línea de sombras, elaborada por el presente y la acumulación de pasados que no pasan, que a un horizonte de expectativas luminosas[280], pues, la memoria, viene a concluir el autor, no permite superar el presente.
Fascinada por los problemas de la escritura de la historia, la memoria y la identidad, no es un azar que la historiadora, lingüista, socióloga y novelista, Régine Robin, haya escrito La mémoire saturée, la obra más completa sobre el tema que nos ocupa. Se trata del punto de llegada de una amplia investigación, cuyos primeros frutos vieron la luz en los años ochenta[281], donde la autora plantea la cuestión de la actualidad de la memoria como el producto de la saturación del pasado más cercano. Una saturación provocada, entre otras cosas, por la inversión de las relaciones entre lo real y lo imaginario, la igualación de los demonios contemporáneos (nazismo-comunismo) y la valoración igualitaria de los acontecimientos (Franco y los republicanos), la desaparición de la memoria crítica o el apasionado sentimiento de patrimonialización de todo el pasado que ha invadido a la sociedad contemporánea[282]. A partir de aquí, la profesora de la Universidad de Quebec adopta una posición militante para negar la posibililidad de la «justa memoria» promulgada por Ricoeur y, al margen de las «categorías patológicas» de «devoir de mémoire» y «travail de mémoire»[283], considerar los otros caminos que puede seguir el historiador, «inmunizado contra las simplificaciones», para rastrear los trayectos, transformaciones y deformaciones de la memoria, sus silencios y olvidos. Son quinientas páginas largas en las que Régine Robin, a través de múltiples problemas y numerosos ejemplos, examina nuestras relaciones actuales con el pasado, los excesos de la memoria, su programación oficial y los peligros potenciales de la descontextualización del relato histórico ante el empuje de las nuevas tecnologías e Internet. Una situación que, según la autora, impone la conclusión final de la experiencia del silencio como un primer paso que sirviera, cuando menos, para «alertar del incendio»[284].
El «encaprichamiento» por la memoria y un corolario final.
Como quiera que sea, estos dos espacios/momentos estarían caracterizadas por aglutinar una suma de orientaciones historiográficas que comparten una actitud común de distancia ante la memoria, al defender la perspectiva histórica y mantener el pasado en el pasado. En todas ellas, el tiempo del historiador, la reconstrucción del entonces y no del ahora, se opone en el espacio público a la memoria que no tiene ningún sentido del paso del tiempo (sacralizado y litúrgico) e insiste en la metafísica de la presencia, en la continuidad de la tradición en el presente a través de los ritos ideológicos y las mitologías políticas que la encierran[285]. Por añadidura, su propia práctica implica enfrentarse, en el espacio interior de la academia, al célebre «encaprichamiento»[286] por la memoria en el que se han precipitado los autores que, al concebir la historia como un género lingüístico/ literario, no han dudado en «valorizar la memoria como discurso historiográfico alternativo»[287].
Actualmente esto ha dado lugar a un intenso debate, entroncado con las corrientes surgidas del pensamiento postmoderno, la teoría literaria y los estudios culturales, en el que la oralidad de la memoria se concibe en consonancia con la narrativa como criterios principales de representación de la realidad. Dejando al margen los retos y problemas cruciales que, en el orden teórico y práctico, supone para la historiografía contemporánea la crítica postmoderna[288], me limitaré a señalar la aparición de un tercer espacio-momento inmerso en el «carnaval de las culturas» y la cultura postfilosófica, la fragmentación de las imágenes y la disparidad del «inconsciente colectivo». Cancelada la distinción entre ficción y realidad, negados por opresivos los valores de la razón y considerados agotados los grandes relatos históricos –incluidos los emancipatorios-, las nuevas puertas de la historia se han abierto a la creatividad de la memoria que opera de «un modo similar a como antes lo hacía su despliegue de deconstrucción y teoría»[289]. Desde esta evanescencia de lo real, estos autores han replanteado la imposibilidad de la historicidad de los acontecimientos y convertido el pasado en algo que no acaba, reencarnado en el presente absoluto mediante la profunda identificación entre testimonio e historia.
Esta referencia final (mucho más compleja de lo que aquí se ha podido mostrar), me sirve para concluir recordando cómo el campo de la historiografía es un cruce de caminos, con tantas interrogaciones problemáticas, tipos de recorridos intelectuales, pluralismos institucionales e implicaciones sociales que, algunas veces, podríamos adoptar el célebre eslogan político, «che la storia è cosa troppo importante per lasciarla agli storici»[290]. Pero esta misma frase demuestra la propia responsabilidad de la historiografía y también su fuerza crítica ante una realidad que podía terminar devorada por el exceso de memoria y su representación espectacular en el presente simultáneo de la «esfera pública»[291]. De este modo, puede que la originalidad de la profesión histórica sólo resida en el esfuerzo personal de los historiadores por «tratar de liberar la tradición del conformismo que amenaza con destruirla»[292]. Al fin y al cabo, al pensar con la historia no hacemos otra cosa que explicar el pasado que pasó y por eso lo expresamos desde la distancia y la responsabilidad que proporciona la adhesión a la conceptualización teórica, la complejidad de la interpretación y el sentido crítico de nuestra función social. Una tarea siempre delicada y siempre arriesgada por la propia condición histórica de los historiadores y por sus implicaciones con el mundo vertiginoso del presente donde, al margen de la retórica del lenguaje, de las palabras que sirven para todo uso, la memoria y el olvido aparecen como dos puntos de referencia irrenunciables para el conocimiento de la historia contemporánea.
“Como implantamos el comunismo libertario en Mas de las Matas”
Con motivo del Coloquio de Mas de las Matas se ha reeditado el folleto clásico de Macario Royo publicado por la barcelones revista Iniciales en 1934, a los pocos meses de haberse producido la insurrección de diciembre de 1933.
Por un lado la Fundación Bernardo Aladrén con la colaboración del Grupo de Estudios Masinos, ha trasncrito el texto del folleto “Como implantamos el comunismo libertario en Mas de las Matas” en un volumen que constituye el número 1 de los Breviarios de la Colección Manuel Albar Catalán. Viene acompañado por una presentación que aprovecha una parte del trabajo titulado “El anarquismo en Mas de las Matas. 1933-1939” realizado por Javier Rodrigo Sánchez y Antonio Serrano Sanz (publicado con anterioridad en 2000 por el Grupo de Estudios Masinos en su boletín “Mas de las Matas 19”).
Asimismo el Grupo de Estudios Masinos realizó una edición limitada, para su distribución entre los asistentes, con el facsímil del propio folleto de Macario Royo.
“El anarquismo en Mas de las Matas. 1933-1939”
Para quienes estén interesados el trabajo anteriormente citado puede conseguirse en formato PDF a través de la web de los alumnos de Geografía e Historia de la Unviersidad de Las Palmas de Gran Canaria:
http://www.aquacanary.com/historia/Actual.htm
http://www.aquacanary.com/historia/Textos/El%20anarquismo%20en%20Mas%20de%20las%20Matas.pdf
Asimismo puede conseguirse en la misma web el texto de la entrevista que en 1988 un miembro del Grupo de Estudios Masinos, Andrés Añón, realizó al veterano anarquista Macario Royo en Barcelona.
http://www.aquacanary.com/historia/Textos/Macario%20Royo.pdf
Así instauraron el comunismo libertario: Mas de las Matas 1933
Javier Rodrigo Sánchez y Antonio Serrano Sanz
Fuente: Javier Rodrigo y Antonio Serrano (dentro de “El anarquismo en Mas de las Matas”, publicado aquí sin notas)
El mejor de todos los mundos posibles. ¿Para quién? E mejor
de todos los mundos posibles para mí no será el mejor para
usted. El mundo en el que, de todos aquellos que yo puedo ima-
ginar, yo preferiria vivir, no sería precisamente, el que usted esco-
geria. La utopía, sin embargo, debe ser, en algún sentido restrin-
gido, la mejor para todos nosotros; el mejor mundo imaginable,
para cada uno de nosotros. ¿En qué sentido puede ser esto?
ROBERT NOZIK, Anarquía, Estado y Utopía.
A la hora de estudiar el levantamiento armado anarquista que se produjo en Mas de las Matas en diciembre de 1933, es de vital importancia encuadrar este movimiento en la vida política y social de España, y concretamente en la situación interna del movimiento anarquista español, el cual se encontraba en esos momentos fuertemente impregnado de las ideas de acción directa propugnadas por la FAI. Hay que tener muy en cuenta a la hora de ver el discurrir de los hechos que el levantamiento se produjo no a causa de las tensiones internas del pueblo, sino como respuesta a un dictado que provenía de fuera. Si bien es cierto que existían ciertas tensiones estructurales, en este episodio que ahora vamos a tratar, no fueron éstas las causantes del levantamiento, sino que fue una actuación que hay que encuadrar en el ámbito estatal, como respuesta a la política del Estado, y no sólo a los problemas inherentes al pueblo de Mas de las Matas.
España en 1933.
En 1933 nos encontramos una victoria electoral de la CEDA, que ocasiona que en Aragón se realizasen una serie de insurrecciones de cariz libertario ante el triunfo del centro-derecha. Si observamos el desarrollo de los hechos y cuáles eran las intenciones de los individuos que llevaron a cabo estas acciones, no puede por menos que asombrar el idealismo de unas personas que no dudaban de estar llevando a cabo una revolución a nivel nacional, y estaban convencidas de que iba a llegar a buen puerto. El recuerdo de este levantamiento inspiró al anarcosindicalismo en gran medida, y fue y es utilizado como medio de propaganda de la CNT.
“Ha llegado a nuestras manos el folleto “Cómo implantamos el Comunismo Libertario en Mas de las Matas”, escrito por Macario Royo en Francia. Es un relato bien hecho, pero incompleto, porque las últimas doce horas no estuvo presente, y además está todo tan reciente que algunas cosas sería imprudente decir. Ahora, en plena Democracia, ha aparecido un folleto con el mismo título y nombre del verdadero autor, pero incompleto y con muchos errores de bulto (…). Este folleto es tan apócrifo como la segunda parte del “Quijote”, escrito por Fray Aliaga.”
La proclamación de la República había levantado multitud de expectativas entre los militantes de izquierdas de la época, ya que consideraban que se producirían cambios de importancia en la nación española. La CNT concedió a la recién inaugurada República un “periodo de gracia” que transcurrió desde de 14 de abril de 1931 hasta la segunda quincena de enero del siguiente año. Pero la falta de medidas de agrado de los grupos más izquierdistas y la existencia de un contexto de crisis económica y desempleo generalizado, tuvo como consecuencia que grandes sectores de la sociedad se sintieron defraudados por el poco cambio que se produjo, y se efectuaron multitud de huelgas y movimientos de carácter social por toda España. Es en estos años cuando la FAI se hizo con el control de la organización libertaria, y buscó la vía insurreccional como el mejor camino para transformar la sociedad. El 19 de enero del 32 se produjo la insurrección del Alto Llobregat en la cual los militantes cenetistas plantearon por primera vez una alternativa de organización social basándose en la teoría del comunismo libertario. Por supuesto esta insurrección fue sofocada y reprimida por las fuerzas del Estado. En esta coyuntura se produjo la ya mencionada victoria de la CEDA en las elecciones, victoria que ocasionó que el Comité Nacional de la CNT y el Comité insurreccional revolucionario, que se encontraban en Zaragoza, celebraran un pleno de regionales en el cual se acordó que se produjese un levantamiento a nivel nacional. Este levantamiento armado tenía una fuerte inspiración faísta.
El levantamiento en Mas de las Matas.
La orden de levantamiento llegó el día siete de diciembre a Mas de las Matas a través de dos hombres (El Bosque y el Velán), que se acercaron hasta el pueblo caminando desde Calanda. Desde Mas de las Matas las órdenes siguieron ruta hasta Castellote y Aguaviva. Del primero de los pueblos acudió al pueblo un solo hombre (el Chocolatero), de Aguaviva bajaron once, armados desigualmente.Tras asegurarse que la gente de derechas del pueblo no tenía ninguna sospecha de lo que iba a acontecer, los anarquistas intentaron tomar la noche del siete al ocho el cuartel de la Guardia civil en el cual se hallaban tres guardias y la Fonda del Chapa, en la cual se alojaban los restantes y que en ese momento eran cuatro guardias y el cabo.
La acción comenzó a la una de la mañana. Lo primero que se hizo fue cortar el suministro eléctrico en el pueblo, tras lo cual se enviaron dos grupos numerosos al cuartel de la Guardia Civil y a la fonda, al mismo tiempo que fueron grupos más reducidos (de dos o tres personas) a las casas de aquellos hombres de derechas de los cuales se sospechaba que pudiesen tener armas y presentar resistencia al levantamiento. Fue en casa de uno de estos hombres (concretamente en casa de Félix el Seguidillas), donde comenzaron los disparos, que según Joaquín Zurita efectúo el Seguidillas desde dentro de la casa, si bien fueron tiros al aire con la intención de amedrentar a los sitiadores. Una vez que se oyó el disparo, los guardias de la fonda intentaron salir de la misma, pero fueron obligados a retirarse por causa de las descargas de escopeta a que fueron sometidos. Al mismo tiempo fue tiroteado el Cuartel.
“El combate duraría unos diez minutos. Aquella noche rodearon el cuartel con bidones de gasolina. Y todas las luces apagadas, y en la fonda del Chapa, había dos jóvenes guardias, y estos salieron por un callejón, por la puerta de atrás. Se puso cada guardia a un lado de la calle, y abajo estaba el grueso de los anarquistas. Duró unos diez minutos el tiroteo. Ya paró el fuego y bajaba un guardia herido. Ya se entregaron, y se entregó el cuartel y todo.”
Como resultado de estos disparos, uno de los guardias que se hallaban en la fonda fue herido en una mano, y otro de los que se encontraban allí recibió un impacto de perdigones en el rostro al intentar salir. Seguramente fueron dos los guardias heridos en los enfrentamientos. Frente a esta opinión, encontramos algún testimonio que habla de un solo herido, e incluso existen referencias que hablan de la automutilación de uno de los guardias civiles. Estas teorías seguramente son falsas, ya que individuos implicados en el asalto de los reductos de los guardias civiles admitieron la existencia de dos heridos por causa de las armas de los anarquistas, y no existen motivos para ampliar el número de heridos. Sin embargo, no es difícil imaginar los motivos de la reducción del número de heridos, puesto que de esta manera, se podría intentar una condena más leve para los autores del asalto.
Una vez roto el factor de sorpresa con el que contaban los insurgentes y al encontrar resistencia decidieron sitiar ambos edificios y esperar ya que su armamento no permitía el plantearse asaltar por la fuerza los lugares en los que se habían fortificado los guardias. Ya por la mañana, y tras toda una noche de tensa espera, se hizo sonar las campanas, y el alcalde (Juan Manuel Ejarque, el Planas), al ver que el pueblo se encontraba en manos de los anarquistas locales, presentó su dimisión a Macario Royo. Éste, según su propio testimonio, no había querido tomar parte activa en el movimiento (seguramente por no estar de acuerdo con las ideas de “acción directa” propugnadas por la FAI, que era la instigadora del movimiento), y cuenta que fue llamado una vez que ya estaban los guardias civiles sitiados. El recién dimitido alcalde se traslado en un primer momento a la fonda (a instancias de Macario Royo), para ver la situación que existía entre los guardias, y a través de este individuo el cabo de la Guardia Civil pidió hablar con Macario Royo, diciendo que era el único interlocutor que aceptaría. Con el fin de evitar el derramamiento de sangre, los guardias aceptaron entregar las armas a condición que se les asegurase su integridad personal, ésta les fue asegurada por su interlocutor, el cual comunicó a los hombres armados que esperaban fuera de la fonda cuáles eran las condiciones de la rendición, que fueron consideradas razonables y se produjo la rendición de los miembros de la benemérita.
Los guardias entregaron a través del balcón de la fonda del Chapa los fusiles, pero no todos. Según el testimonio de una trabajadora de la fonda, Dª Pura Ejarque, ella misma escondió entre el estiércol del gallinero que existía en la ultima planta del edificio, un fusil con correajes, cartucheras y munición. El motivo del ocultamiento de la dotación de armamento de uno de los guardias, fue para evitar los guardias las sanciones disciplinarias que les hubiesen sido impuestas en el caso de entregar al enemigo la totalidad del armamento del que disponían. Posteriormente se dirigieron al cuartel, donde el cabo instó a los guardias que allí se habían hecho fuertes, que entregasen las armas, acto que realizaron sin poner reparos.
Tras la rendición los guardias civiles, los curas y otros tres individuos de derechas (Felix, el Seguidillas, Luis Trullenque y el primer secretario) fueron encarcelados en el Ayuntamiento, lugar al que fue llamado el médico (D. Salvador Zaera) para atender las heridas que los guardias habían recibido a lo largo del enfrentamiento.
De esta manera el pueblo fue tomado por los anarquistas locales. Pese a la existencia de algún testimonio de la época en el cual se habla de que los anarquistas masinos marcharon en dirección a Castellote, la mayoría de los testimonios nos narran como la actitud que se adoptó por parte de los dirigentes del levantamiento armado en el pueblo fue la de esperar a recibir noticias acerca del éxito o el fracaso de la movilización a un nivel más amplio que el propio Mas de las Matas.
A lo largo del periodo en el cual el pueblo estuvo tomado por parte de los anarquistas, se produjeron pequeños destrozos en la localidad. La mayor parte de los daños ocasionados, fueron selectivos, centrándose en la destrucción de toda la documentación existente. Según el testimonio de Emilio Bernud, que fue el más joven participante en el levantamiento del 33, la filosofía de esta destrucción se puede reunir en la siguiente frase: “La quema de los archivos...Aquí no paga la contribución nadie ya”. La destrucción de documentos, iba directamente encaminada a la desaparición de la documentación escrita que atestiguaba la propiedad privada de la tierra (uno de los pilares de la sociedad contra la que luchaba la ideología libertaria). Si atendemos a los efectos que desaparecieron tanto en el Juzgado municipal, como en la Junta de Alfarda, vemos que la mayoría de los bienes desaparecidos era documentación de todo tipo (libros de actas, recibos, legajos, expedientes...), siendo anecdótica la destrucción o sustracción de otros efectos que los papeles (sellos del Juzgado, lamparas...). En el Ayuntamiento, se realizo la quema de las actas, y de toda aquella documentación que fue encontrada, al mismo tiempo que se destrozaron las urnas, la bandera, y las copias de pesas y medidas oficiales que se encontraban en el pueblo. La Iglesia también fue objeto de ataques, que se vieron culminados con la destrucción de los documentos, y la quema de unas sotanas.
Es interesante ver el papel simbólico de los destrozos efectuados. Un repaso a los elementos que fueron atacados por los anarquistas masinos nos indica que las destrucciones se centraron en documentación ( como elemento constatador de la propiedad y de la desigualdad), y en elementos de alto valor simbólico que representaban los principales enemigos de la ideología libertaria (la bandera nos hablan del Estado, que controla los intercambios económicos a través de la imposición de unas pesas y medidas, las sotanas evocan directamente a la Iglesia y las urnas son la expresión de una participación democrática que los anarquistas veían como insuficiente y preñada de elementos negativos y que no era representativa de la voluntad popular).
Los líderes del levantamiento armado habían tomado las escasas radios existentes en el pueblo, para tener el control de las noticias del exterior. Las noticias que los anarquistas de Mas de las Matas recibían a través de ellas no eran muy concluyentes a la hora de asegurar el triunfo o el fracaso del levantamiento a nivel general por todo el Estado. Pese a que las noticias que llegaban por medio de los cauces oficiales hacían ver una absoluta tranquilidad por todo el territorio español, los insurgentes, opinaban que se podía tratar de un intento de ocultar la información, con el fin de lograr la desmoralización de los hombres que se habían levantado. Pero esta situación de duda acerca de los resultados del levantamiento fue pronto aclarada. Al mediodía del día ocho llegó, como era habitual, el autobús correo de Alcañiz a Castellote, y a través del conductor recibieron las noticias que hablaban de la absoluta normalidad a lo largo de todo el país, y el casi nulo seguimiento que había tenido el llamamiento a la revuelta por parte de los dirigentes cenetistas.
Mas de las Matas había sido uno de los pocos pueblos en los que se había seguido el dictado de hacer la revolución. Merece la pena destacar algunos pueblos aragoneses como núcleos en los que se intento ensayar el comunismo libertario. En Huesca, Alcalá de Gurrea, Alcampel, Albalate de Cinca y Villanueva de Sigena, y en Teruel, junto a Mas de las Matas, Valderrobres y Beceite. A la hora de comprender el por qué del mal resultado del llamamiento, es necesario destacar el fracaso de la coordinación, junto a la quietud de la mayoría del campesinado. No se había conseguido dotarlo de una organización que permitiese considerar a los campesinos como una fuerza revolucionaria, y el seguimiento del llamamiento del Comité Nacional de la CNT fue ignorado en la mayoría de las poblaciones, sabedores los propios anarquistas de la dificultad de alcanzar un éxito en ese intento. Sólo se produjeron unos pocos levantamientos, lo cual ocasionó que el sofocamiento por la fuerza de estos escasos focos rebeldes fuese especialmente sencillo.
“Lo del 33 fracasó porque no hubo apoyos. Zaragoza no respondió, un pueblo no éramos nada, ni dos ni tres... El Bajo Aragón casi todo se puso, pero no somos nada. Enviaron aquí dos o tres compañías de guardias de asalto. Ni hubo lucha porque era inútil. Los más significados miraron de irse... A los demás nos cogieron...”.
No fue difícil observar la inutilidad que sería intentar presentar resistencia ante la previsiblemente inminente llegada de las fuerzas de seguridad del Estado. Los tres individuos más involucrados en el levantamiento, por el miedo a la segura represión, optaron por huir amparados por la noche sin siquiera avisar a sus propias familias. Junto con el líder Macario Royo, huyó del pueblo Mariano Sánchez Añón, el Mazorras, y el individuo que había bajado de Castellote y era conocido como el Chocolatero, y fueron a ocultarse en Barcelona, ciudad en la cual Macario tenía conocidos de su ideología que les podían ayudar, y de allí marcharon a Francia.
Para calcular un porcentaje indicativo del número de gente que se considere que pudo haber participado en el levantamiento, puede sernos útil conocer el número de detenidos en la posterior represión. Se detuvieron alrededor de ciento treinta hombres en un pueblo de alrededor de dos mil habitantes. Si consideramos que de la totalidad de dos mil habitantes sólo mil eran hombres, y de éstos podemos eliminar a un veinte por ciento, como niños demasiado jóvenes o ancianos, se puede afirmar que de alrededor de un total de ochocientos hombres susceptibles de haber tomado parte en la insurrección, fueron detenidos ciento treinta, lo cual nos indica un porcentaje de alrededor de un dieciseis por ciento de presuntos participantes en el levantamiento. Pese a que la exactitud del porcentaje no sea una cifra calculada a partir del número exacto de implicados, sino a partir de la represión posterior, nos puede clarificar cual era el índice de gente suficientemente politizada, como para tomar las armas con el fin de acabar con el régimen político-social que se encontraba vigente en aquellos años.
La represión
El día 10 de diciembre por la tarde comenzaron a oírse descargas de fusiles desde la zona de Alcorisa. Estos disparos eran realizados por los guardias civiles de asalto que se dirigían a la toma del pueblo. Desde la colina de Santa Bárbara realizaban disparos con la intención de amedrentar a los amotinados, y así intentar debilitar la resistencia de los rebeldes. Las precauciones de los guardias eran inútiles. Nadie en el pueblo se planteó la posibilidad de enfrentarse a los guardias civiles. Era muy distinto tomar un cuartel y una fonda por la noche a enfrentarse a un cuerpo armado superior en número, armas y entrenamiento. La motivación para defender el pueblo de los anarquistas masinos era nula (ya que el resultado de un hipotético enfrentamiento era con seguridad la derrota, mientras que el acto revolucionario que habían efectuado los días anteriores tenia para ellos ciertas posibilidades de éxito), y su pensamiento se centraba en esos momentos en la preocupación por la más que previsible represión. Además hay que dar importancia a la desmotivación adicional que supondría la huida en el más absoluto de los secretos de Macario Royo, Mariano Sánchez y el Chocolatero, lo cual dejó a los insurgentes masinos sin sus líderes, y percibiendo todos ellos que el intento de implantar el comunismo libertario en Mas de las Matas y en todo el país, había llegado a su fin, sin conseguir el objetivo propuesto, y que en esos momentos se debían preocupar de escapar de la represión, dejando los sueños anárquicos para otra ocasión.
La represión fue fuerte tal y como se esperaba. En un primer momento, y según testimonios de la época en un primer momento se detuvieron a inocentes, e incluso a gente de derechas. Como ya se ha mencionado antes, el número de detenciones que se produjo fue de alrededor de ciento treinta individuos, de los cuales muchos fueron recuidos por las cárceles de los alrededores (Castellote, Híjar...).
La mayoría de los implicados (106 individuos) en el levantamiento masino fueron acusados en un pleito por lo civil, que se tramitó desde Teruel, y éstos pronto vieron la posibilidad de beneficiarse de una amnistía. Con el fin de presionar a las autoridades, los presos sociales de España, entre los cuales se encontraban los presos masinos procesados por el intento revolucionario, decidieron declarar una huelga de hambre en el mes de marzo. La medida de presión surgió efecto, y el Gobierno español declaró la amnistía para los presos procesados por lo civil en el mes de abril de 1934. Sin embargo, los catorce presos masinos que habían sido incluidos en el juicio militar (por las ya mencionadas heridas ocasionadas a los guardias civiles), no fueron incluidos en esta amnistía, y no fueron puestos en libertad hasta la victoria electoral del Frente Popular en el año 1936. Los juicios realizados por lo militar se realizaron en Zaragoza. La causa fue vista el 14 de junio de 1935, se dieron condenas de seis años para diez de los acusados, y de veinte para cuatro más.
“En el 36, después de las elecciones, vinieron ya todos, los pocos que quedaban. Estaban unos en Calamocha y otros en Albarracín”.
Como puede imaginarse, el local del sindicato anarquista, y el edificio de la Unión Republicana, fueron cerrados, ya que se consideró que eran los centros de los amotinados, y se optó por acabar con su centro de reunión, como medio de intentar extinguir en el pueblo las ideas libertarias y contrarias al régimen existente que habían desembocado en el intento revolucionario acaecido poco antes.
Pero un edificio que fue remodelado como consecuencia de los acontecimientos que tuvieron lugar en diciembre de 33 fue el cuartel de la Guardia Civil. El puesto de este cuerpo de defensa del Estado fue mejorado a comienzos de siguiente año (el 26 de enero de 1934 se acordó en el pleno del Ayuntamiento), aumentando el número de guardias allí destinados, al mismo tiempo que se aumentaron las defensas del edificio.
La II República,
un sueño de regeneración política truncado por la Guerra Civil
Luis Rajadel
Fuente: Heraldo de Aragón (Luis Rajadel)
Historiadores y centros de estudios analizan en Mas de Las Matas el fenómeno republicano en la provincia en un coloquio que tendrá periodicidad anual
“El republicanismo aglutinó las esperanzas de cambio y progreso de la sociedad turolense en las primeras décadas del siglo XX”, afirma el historiador Pedro Rújula, uno de los participantes en el I Coloquio “El republicanismo en la historia de Teruel”, que se celebra mañana en Mas de Las Matas, organizado por el Grupo de Estudios Masinos (GEMA). El objetivo de esta jornada es iniciar una serie de reuniones anuales para analizar el fenómeno republicano en la provincia, donde se consolidó como el principal referente político hasta la Guerra Civil.
El coordinador del Coloquio, Javier Díaz, explica que la elección del republicanismo como objeto de estudio se debe a dos conmemoraciones locales: los 90 años de construcción del Centro Republicano de Mas de Las Matas y el 70 aniversario de la revuelta anarquista que en 1933 tomó el poder en la localidad, al igual que ocurrió en otros puntos del Bajo Aragón. Aquel insólito episodio sería, en gran medida, preludio de la Guerra Civil y de las colectivizaciones agrarias.
Una de las vertientes del movimiento republicano con mayor incidencia en la provincia fue la creación de centros recreativos afines a la república, una fórmula de socialización que prácticamente cuajó en todos los pueblos de Teruel. Pedro Rújula, que ha analizado en profundidad este proceso, explica que en todos los municipios “existía un casino de tendencia conservadora y otro progresista o republicano”. En muchos casos la pertenencia a alguno de estos dos ‘polos’ recreativos condicionó la represión de la Guerra Civil y la posguerra.
Pedro Rújula explica que el republicanismo fue acogido con entusiasmo por las capas sociales deseosas de cambios. “Fue un periodo -recuerda el historiador- de renovación y regeneración política. La república se convirtió en una palabra que todo lo podía resolver”.
En este contexto surgió el Centro Republicano de Mas de las Matas, que tomó el nombre de Unión Republicana por mimetismo con la formación impulsada por Joaquín Costa y Nicolás Salmerón.
Otros asuntos que se abordarán en el coloquio serán los orígenes del republicanismo turolense, la dinámica electoral de la II República, los avances educativos, la agitación campesina y el caso del líder libertario masino Macario Royo, dirigente de la colectividad local y de la revolución de 1933.
“El objetivo es -como indica Javier Díaz- abordar los principales ejes del republicanismo en la provincia”. El GEMA pretende, además, dar continuidad a esta iniciativa con coloquios anuales en los que los historiadores y grupos de estudios locales y comarcales profundicen en este periodo “más allá de sus aspectos más evidentes”. La organización del I Coloquio toma, por otro lado, el relevo del I Congreso de Historia Local, celebrado en 1997 en Mas de Las Matas.
Javier Díaz explica que también se ha elegido el republicanismo como tema de estudio por la “vinculación” del pueblo con los estudios sobre las colectividades libertarias gracias a un personaje clave del anarquismo bajoaragonés como el masino Macario Royo, que publicó un folleto con sus memorias y que ha sido la fuente oral para distintos trabajos de investigación histórica sobre el periodo.
Además de las ponencias, se presentarán en el coloquio publicaciones sobre el periodo republicano, la Guerra Civil y el exilio y se recibirán comunicaciones de testigos privilegiados, como el hijo del que fuera presidente de la Diputación Provincial de Teruel con la República, Ramón Segura, o la nieta del también parlamentario republicano Gregorio Vilatela, ambos fusilados por su fidelidad a la II República en los primeros días de la contienda.
El Ayuntamiento de Mas de Las Matas ha iniciado contactos para rehabilitar el antiguo Centro Republicano de la localidad, un voluminoso edificio de tres plantas de 450 metros cuadrados cada una promovido en 1913 por sectores obreros. El inmueble, que todavía pertenece al Gobierno central como patrimonio sindical histórico, se encuentra en mal estado de conservación y podría acabar en ruinas. El Consistorio planea destinar este caserón a un museo de las ideas políticas y sociales durante los siglos XIX y XX con una atención especial a los movimientos republicanos y anarquistas. La CNT reivindica la propiedad del inmueble, del que también es heredero ‘moral’ el partido Izquierda Republicana -integrado en IU-. El Ayuntamiento ha iniciado contactos con las dos organizaciones para intentar llegar a un acuerdo que debería involucrar también al Gobierno central, para que la titularidad pase a manos municipales y el edificio pueda convertirse en un museo sobre las ideologías. El I Coloquio sobre el Republicanismo en Teruel será el primer paso para estudiar los contenidos museísticos.
República en Mas de las Matas
Jesús Cirac
Fuente: La Comarca (Jesús Cirac)
El trece de Diciembre, en Mas de las Matas, un sol enorme lucía sobre el sorprendente edificio de la Casa de Cultura. En su moderno interior se celebraba el Primer coloquio sobre republicanismo en la Provincia de Teruel en el contexto del 25 aniversario del Grupo de Estudios Masinos. A lo largo de todo el día se sucedieron las charlas y las conferencias a cargo de historiadores y escritores; se visitó el Centro Republicano fundado por suscripción popular a principios del siglo XX, en el que se aspira a construir el primer museo sobre las ideas sociales del siglo XIX y el XX; se recordó a Gregorio Vilatela y Ramón Segura, destacados republicanos de la provincia fusilados durante la Guerra Civil, con testimonios enviados por sus descendientes desde Mejico y Estados Unidos y se conmemoró el levantamiento libertario producido en la localidad en Diciembre de 1933. La voz del masino Macario Royo relatando su iniciación natural en las ideas anarquistas y su liderazgo en la modesta insurrección local provocó sonrisas entre los asistentes a la vez que conseguía evocar el aire de un tiempo rico en ideas y gestos que el propio Royo recogió en su obra “Como implantamos el comunismo libertario en Mas de las Matas”.
Al margen del nunca ocultado sesgo ideológico de la jornada, sorprende el nivel de organización del evento, la valentía de los convocantes y la tolerancia con la que el Municipio del Mas, representado por su joven alcalde, ha albergado dicha iniciativa. No es corriente que en nuestros pueblos se dediquen esfuerzos a recordar cierto pasado. Se habla de turismo cultural y de recuperación del Patrimonio pero se deja premeditadamente de lado el destacado papel político, social y sentimental que el Bajo Aragón desempeñó en los grandes conflictos de los siglos XIX y XX. Aunque pocos territorios peninsulares son capaces de exhibir una riqueza similar, avalada por una inusual profusión de vestigios históricos, estudios científicos y testimonios literarios, nuestras instituciones siguen prefiriendo mirar al pasado inmemorial en busca de señas de identidad neutras; se afanan en rehabilitar cualquier rastro de un pintoresquismo inocuo con el que identificarse sin asumir riesgos. Como caspolino, no puedo sino sentir envidia hacia un pueblo como el Mas de las Matas que, con la quinta parte de población que Caspe y sin haber alcanzado su protagonismo durante la ultima contienda, ha dedicado un minimo esfuerzo a poner en orden sus recuerdos. No puedo sino sentir un hondo respeto por el Grupo de Estudios Masinos y su increíble labor, bien diferente de la realizada por instituciones similares.
El 13 de Diciembre en Mas de las Matas no olía a naftalina. Lucía un sol enorme sobre el pueblo y una suave brisa bajaba de la sierra cargada de dignidad y respeto; de planteamientos serios y ambición; de profesionalidad y modernidad bien entendida. Lo pasamos bien y aprendimos cosas que no sabíamos sobre nuestros padres y abuelos; sobre nosotros mismos. No estaría mal que en otros lugares se fijaran en el ejemplo del Mas de las Matas.
Antonio Losantos
Fuente: Diario de Teruel (Antonio Losantos)
Mas de las Matas recupera el alegato libertario de Macario Royo, un militante anarquista de los años treinta.
La celebración, el pasado día 13, de un coloquio sobre «El republicanismo en la historia de Teruel» en Mas de las Matas, organizado por el propio Ayuntamiento y el Grupo de Estudios Masinos nos ha hecho comprobar de nuevo la envidiable inquietud cultural de esa localidad bajoaragonesa, y también nos ha dado a conocer algunas facetas de un pasado reciente de las que pueden extraerse algunas lecciones.
En ese coloquio –en rigor, una intensa jornada de conferencias–, presidido por una bandera republicana y abierto con los emotivos mensajes de los descendientes de los republicanos turolenses Ramón Segura y Gregorio Vilatela –víctimas de los alzados en 1936–, se nos obsequió a los asistentes una reproducción facsímil de la obra, mitad crónica, mitad panfleto, Cómo implantamos el comunismo libertario en Mas de las Matas, del anarquista masino Macario Royo, hombre activo, constante y más prudente de lo que su filiación podría dar a entender. También escuchamos una grabación en la que, vuelto del exilio, hablaba con un indesmayable sentido del humor. Quizá a finales de los ochenta, Royo no pensaba ya como en los treinta: «el anhelo del pueblo español es netamente libertario»; pero es verdad que hay algo ejemplar, del todo irrecuperable, que nos dejaron aquellos años de utopías, casinos culturales y progreso educativo.
Los ponentes evocaron los logros de un régimen al que apenas se le concedió oxígeno; un régimen en el que se alimentaron y crecieron todos los extremos ideológicos. Uno de tales extremos se personalizó en un activista singular: Macario Royo.
José Ramón Villanueva rastreó a primera hora el incalculable legado prunedista en la política del XX: un legado dilapidado en desencuentros y personalismos difíciles de digerir. Silvia de la Merced remachó nuestra desencantada percepción con los movimientos ideológicos y los resultados electorales turolenses durante la República: demasiadas metamorfosis y dolorosas escisiones para una idea –el republicanismo– que ya tenía suficientes enemigos fuera. En esta tierra nadie está a salvo del cainismo.
Nota informativa del Consejo Comarcal del Bajo Aragón
Nota informativa
Familiares de Gregorio Vilatela y Ramón Segura envían mensajes desde América al I Coloquio sobre Republicanismo
Los dos líderes republicanos fueron recordados, junto a Macario Royo, en la jornada del Mas de las Matas, organizada por el Grupo de Estudios Masinos (GEMA)
Alcañiz, 15 de diciembre.- La constancia y el entusiasmo de los responsables del Grupo de Estudios Masinos (GEMA) del Mas de las Matas dieron su fruto en la organización del I Coloquio sobre Republicanismo en la Historia de Teruel. Numeroso público asistió a las seis conferencias pronunciadas por otros tantos especialistas en la materia. El Coloquio quiso rendir homenaje de recuerdo a los líderes republicanos de la provincia de Teruel, Gregorio Vilatela y Ramón Segura. Junto a ellos, se rememoró a la figura del anarquista masino, Macario Royo. Los organizadores del seminario repartieron entre los asistentes una reedición en facsimil del fascículo escrito por Macariop Royo en París en 1933, el mismo año de la insurrección anarquista, bajo el título de ‘Cómo implantamos el Comunismo libertario en Mas de las Matas (Bajo Aragón)’. Dos descendientes directos de Vilatela y Segura enviaron mensajes al coloquio desde México y Estados Unidos y que fueron leídos por una joven del GEMA. La bandera republicana española, colocada en un lateral del escenario del salón de actos de la Casa de Cultura de Mas de las Matas, presidió el desarrollo de los actos a lo largo de toda la jornada.
Javier Díaz, del Grupo de Estudios Masinos, hizo de mantenedor y organizador infatigable de una jornada, clausurada por el presidente de GEMA, Joaquín Mir, y el alcalde de Mas de las Matas, Juan Carlos Mampel.
Los conocidos historiadores José Ramón Villanueva, Pedro Rújula, Herminio Lafoz e Ignacio Peiró expusieron distintos aspector del republicanismo turolense. Villanueva se detuvo en el republicanismo decimonónico, embrión de las posiciones políticas republicanas del siglo XX. Rújula habló de la actividad política desplegada desde los centros republicanos, también lúdicos y de ocio, existentes en las poblaciones turolenses, como el del Mas del Matas, edificado en 1913, y que fue visitado por los asistentes al coloquio del pasado sábado. La conferencia de Heminio Lafoz fue un homenaje póstumo a los maestros de escuela en los pueblos de la provincia, que actuaron como auténticos impulsores de la conciencia democrática republicana. Por fin, Ignacio Peiró cerró el apartado de conferencias con una exposición sobre los peligros existentes en la actualidad en torno a lo que se ha dado en llamar ‘la memoria histórica’. El profesor Peiró criticó con dureza los intentos de “echar tierra sobre ciertos acontecimientos y de demonizar por igual a los vencidos y a los vencedores” de la guerra civil.
Junto a estos investigadores más veteranos, intervinieron dos historiadores aragoneses de nueva generación, como Silvia de la Merced y Víctor Lucea. La primera explicó los acontecimientos políticos de la Segunda República desde la profundización en los procesos electorales registrados desde 1931 a 1936. Lucea hizo una documentada e interesante exposición de la protesta peculiar del campesinado del primer tercio del siglo XX en contraposición o comparación con las movilizaciones obreras urbanas.
Tras las conferencias, el coloquio concluyó con la proyección audiovisual de unas declaraciones de Macario Royo, cuando a sus 92 años, fue entrevistado, en 1988, por Andrés Añón, del Grupo de Estudios Masinos, en Barcelona.
María Victoria Trigo
Este texto mereció el Primer Premio en el X Concurso de Literatura Epistolar Amorosa organizado por la Sociedad Cultural y Deportiva José Lapayese, de Calamocha (Teruel), en Abril de 2003. La autora quiso aportarlo además al I Coloquio “El republicanismo en la historia de Teruel”, porque “en cierto modo, aun tratándose de una creación literaria, creo que resume bien el sufrimiento de las víctimas de la sinrazón sucedida en la guerra civil”.
Querido padre:
Ha terminado la noche del silencio preñado de miedo, la noche de los perdedores, la noche de los velos desgarrados; el llanto ya lo enjugamos, lo peor ya lo vivimos. Pero aunque la vida se haya impuesto sobre la muerte, aquel panorama de almas rotas no podía quedar embalsamado en el olvido. El silbido de la bala que marcó la frontera inexpugnable, ha seguido sonando en casa a lo largo de estas décadas en que nos amputaron la voz. Por fin, ha callado el mortal zumbido que nos fusiló a todos y ahora, querido padre, ahora que usted ha resucitado para la memoria colectiva, puedo hablarle mirándose mis ojos en el reflejo que se funde en los suyos, sobre el cristal de la lápida que muestra su nombre al mundo.
No ha sido fácil alumbrar dignidad sobre el atropello que muchos, en aras a una mediocre paz de heridas mal cerradas, quisieron degradar a hechos irremediables que debían seguir durmiendo donde la crueldad dictó, hasta que las sucesivas generaciones los diluyeran en la nada. Ha sido un amargo peregrinar por ventanillas, despachos, instituciones, entidades que nos remitían a otras... Y la anhelada actuación demorándose en cartas que siempre faltaban por escribir o por recibir, documentos pendientes de la firma decisiva, trámites farragosos, encogimiento de hombros al otro lado de los mostradores, siglas políticas diversas empachadas de común indiferencia... ¡Y cuántas veces la ausencia de respuesta, padre, cuántas veces ha habido que volver a empezar hasta lograr el reconocimiento de la identidad negada, hasta conseguir la rúbrica del ADN que certificara que allí, en el Barranco de la Regata, en una mortaja de huesos y espíritus uniformados por el látigo de la intolerancia, se pudrían colectivamente las víctimas de lo que nunca debió haber sucedido!.
Me acuerdo de madre con el embarazo aún discreto de Juanita saliéndosele por la boca en aquellas mañanas de escarcha primaveral, mientras yo peinaba a Matilde y los gemelos dormían en el dúo lechal de su sueño inmaculado, ajenos al aura letal que ya apuntaba hacia nuestra familia. Yo había oído a usted decir a madre que no se preocupara, que en el pueblo sabían que usted era un hombre sin nada que ocultar. Y madre siempre le contestaba que eso serviría de poco porque allí muchos ya no distinguían el bien del mal. Y es que ella, que interpretaba certeramente el significado de los rostros que le esquivaban en el lavadero y los corrillos que callaban a su paso, ya presentía que aquel ácido desasosiego se materializaría pronto en un mazazo irreversible.
Pasaron los meses y llegó aquel verano maldito de paisajes salpicados de tantísimo ensañamiento. Ellos vinieron al anochecer, cuando madre acomodaba su vientre rotundo en la silla baja de pelar patatas y yo cosía a Matilde una muñeca de trapo. Abrió usted, padre, con un gemelo en brazos y con el otro correteando por el patio en pos suyo. “Tú te vienes con nosotros”, le dijeron aquellos hombres con cara de guadaña. Y a madre, al incorporarse como si le hubiesen quemado la médula, se le cayeron al suelo el cuenco de las patatas, el alma y la vida. Matilde y yo, asustadas, metimos la cabeza en su abultado regazo, mirando sólo de reojo. Los críos, arrancado uno de usted para dárselo a madre como si fuera un fardo, y casi pisoteado el otro, que quiso sujetar a uno de ellos por el pantalón, también se pusieron a llorar. Madre preguntó a dónde le llevaban a usted. “¡Cállese señora, que nosotros sabemos qué hacer con esta carnaza!”, tronó el que mandaba en aquella cuadrilla de descerebrados que nos desterraron del paraíso de seguir juntos.
Y usted, como bestia que va al matadero, hizo un gesto que lo decía todo. Dio a madre un beso de amor y lágrimas, le acarició la tripa y, después de abrazar a Matilde y a los gemelos apresuradamente, me apretó muy fuerte contra su olor a tabaco pidiéndome que fuera muy buena con madre y cuidara mucho a mis hermanos. “¡Vale ya de mimos!”, interrumpió aquella fiera. Y desde la puerta, con madre derrotada y temblando como nunca más he visto temblar a nadie, vimos que a usted le empujaron para que subiera a un camión. La calle estaba desierta y el pueblo parecía abandonado, pero el vecindario atrincherado en los ventanos y con las luces apagadas, fue testigo de aquel negro episodio.
Desde ese día y hasta el último de nuestra vida en aquel lugar, yo salía todas las tardes a la carretera y a veces me acompañaban mis hermanos, a quienes contaba que cuando se aclarara todo, usted volvería. Y cada veintidós de Agosto, sin que madre lo supiera, iba a poner amapolas bajo el cartel de la entrada al pueblo, para no renunciar a la quimera de aquel regreso tan deseado. Aún me acuerdo cuando tres años después de aquello, paró allí un coche en el que iban el alcalde, el médico, el juez y otro al que no había visto antes y preguntaron qué hacía con las flores. Yo les mentí contestándoles que eran para la virgen. Entonces el desconocido bajó y me dio una bofetada, diciéndome que tuviera cuidado porque allí no había lugar para los embusteros y los de mala sangre que jamás pisaban la iglesia. Era el novio de la señorita Elena, la hija de doña Isabel, viuda de Almagro, la del reclinatorio de terciopelo rojo que siempre andaba envuelta en medallas y el día de la fiesta, sentada en una mesa en medio de la plaza mayor, daba una monedita a cada niño necesitado aunque madre nunca nos dejó ir a recoger la nuestra. “¡Pobres criaturas, hijos de la desgracia, que más que cristianos parecen moritos herejes!”, suspiraba la rancia dama benefactora ante los famélicos críos, entre las complacidas miradas del cura y el capitán o lo que fuera aquel tipo lleno de galones. Así las cosas, sólo nos quedaba marchar de allí, lo cual hicimos con ayuda del tío Julio que colocó a madre de cocinera en un restaurante que abrió en la capital. De mis hermanos me ocupé yo. De mi misma, casi me olvidé, pero todo lo doy por bien empleado porque jamás sucumbimos a la mezquindad de vender al prójimo y otras bajezas morales. Vivimos en una humildad que madre sublimó con la entereza de no permitir que nos rebajáramos a la humillación de arrodillarnos ante los caciques y los meapilas.
Padre, lo que nos ocurrió se debió, sencillamente, a que en aquel pueblo de cobardes y rastreros no se admitía nuestra felicidad, ni se concebía que un vulgar jornalero se hubiera quedado con la moza más guapa del entorno conocido, la real hembra que quería haber disfrutado como capricho el señorito de los Luisones en cuya finca ella servía en la cabecera de comarca. Aquella huida de la criada para casarse de madrugada con un pobretón sin más hacienda que el corralucho que entre los dos convertirían en nido de amor en ese arrabal de miseria, estaba escrito en el cielo de los infortunados que no se la iban a perdonar. Y la hora de pagar por la culpa de ningún delito, vendría en la noche en que fueron sentenciados los que dijo don Claudio según se le antojó: Pascual el del horno, que tenía propaganda comprometida, Antonio el hijo de la Eusebia, que era retrasado y siempre se estaba tocando sus partes, Rogelio el de la estación, que sabía demasiado de ciertos trapicheos de los más influyentes... Y en aquella lista envenenada, también figuraba usted padre, por el pecado de valiente honradez tatuado en su frente insumisa y por el limpio desafío de sus manos hechas puños blandiendo libertad.
¡Madre me insistió tanto en que teníamos que sacarle a usted de esa tumba para alimañas que tantos se empeñaban en ignorar!. Por eso en sus últimas luces diluyó sus retinas en esa foto grisácea en la que usted posaba en un estudio de fotógrafo con una americana prestada y en una esquina, con pluma insegura, había escrito a su novia de piel de lavanda el “siempre tuyo” refrendado por el garabato de la entrega enamorada que nunca palideció.
Y en el día de hoy, padre, en el día de ver su nombre enlazado al de madre, ya sin separación posible, he venido a esta burbuja de privacidad que no deseo compartir ni tan siquiera con mis hermanos para evocar y prolongar aquel abrazo del hombre desgajado de la vida que me transmitió su voluntad de permanecer entre nosotros más allá de lo que la envidia y la prepotencia permitieron. Padre, usted siempre estuvo en casa acudiendo cada noche de aquel túnel a sumar en nuestras mejillas infantiles su beso junto al de madre, aquella mujer animosa y resuelta que antes de la tragedia trenzaba espigas en su talle domando los vientos con su paso garboso, y que después se tornó una sombra sin pupilas, una estrella agostada sin firmamento en el que latir.
Pero casi no había tiempo para el dolor: nos quitaron hasta la cabrica “Pastora”, madre se mató el corazón de trabajar y desde bien pequeños supimos apreciar el milagro de llenar el puchero. Luego, tras aquel continuado apañar la pobreza con la austeridad, fuimos bajando el puerto de las estrecheces y cuando terminó la dictadura -en ese año del cambio murió madre, que ya no llegó a enterarse de que venían otros tiempos-, nos fue medianamente bien aunque la democracia siempre se nos quedó escasa para reconocer tantísima penalidad sufrida. Y de esa penalidad que nos robó la juventud, saben también los dulces eslabones que nos dan suave relevo en otro ciclo vital. Soy abuela de un chico de doce años, los mismos que tenía yo aquella noche de luna emponzoñada y mi nieto, heredero del sello de rebeldía de los que no se doblegan a la sinrazón, comprende cómo sucumbe la barbarie cuando con ella se pretende anular el amor.
Yo no rezo como reza la gente, ni creo en ceras ni latines, pero entre las flores, trasunto de las amapolas que aquella adolescente cortaba secretamente para usted, le dejo esta carta que es una oración libertaria para decirle, como nunca pude hacerlo, lo mucho que siempre le he querido.
Descanse en paz, padre mío. Descanse resucitado para la verdad. Con todo cariño su hija,
[1] Sobre el tema de los espacios de sociabilidad es básica la consulta de Jacques Maurice, «La sociabilité dans l'Espagne contemporaine: considérations préliminaires», en Jean Louis Guereña y Alejandro Tiana (eds.), Clases populares, cultura, educación. Siglos XIX-XX, Casa de Velazquez-UNED, Madrid, 1989, pp. 379-391; Jordi Canal i Morell, «La sociabilidad en los estudios sobre la España contemporánea», Historia Contemporánea, n.° 7, 1992, pp. 183-205 y Enric Ucelay-Da Cal «Els espais de la sociabilitat: la parròquia, els “parroquians” i la qüestió de les clienteles», en L‘Avenç, n.° 71, juny, 1993, pp. 18-27.
[2] Vicente Pinilla afirma que «A pesar de que los datos oficiales muestran un incremento del número de pósitos desde comienzos del siglo XX, de hecho es escasísima su relevancia en el conjunto del crédito agrícola», «Viejas instituciones en una nueva economía: el pósito de Alcañiz en los siglos XIX y XX», en Pedro Rújula (coord.), Aceite, carlismo y conservadurismo político, Taller de Arqueología de Alcañiz, Al-Qannis, n.° 5, 1995, pp. 70-71.
[3] Antonio Peiró señala la existencia del Centro Regionalista de Montalbán del cual no queda constancia posterior a 1918. Orígenes del Nacionalismo Aragonés (1908-1923), Rolde de Estudios Aragoneses, Zaragoza, 1996, pp. 102-103.
[4] Sobre los orígenes de este tipo de clubs véase el capítulo titulado «Los orígenes del futbol en Soria» del reciente trabajo de Carmelo Romero y Luis M. Mínguez, Una Copa para la Historia. La hazaña del Numancia, Caja Salamanca y Soria, pp. 13-19.
[5] Vid. Jordi Planas, «Els propietaris i l‘associacionisme agrari a Catalunya», en L‘Avecç, n.° 71, juny, 1993, pp. 18-27.
[6] Sobre el fenómeno del sindicalismo agrario en Aragón véase Antonio Peiró, «Estado actual de los estudios sobre la historia del sindicalismo agrario en Aragón», en JEAESA, III, ICE, Zaragoza, 1981, vol. II, pp. 1119-1127 y, para Zaragoza, Gloria Sanz Lafuente, Las organizaciones de propietarios agrarios en la provincia de Zaragoza. Redes de poder, estructura comercial y control social. 1890-1923. Memoria de licenciatura, Universidad de Zaragoza, 1996. Referencia al Sindicato Agrícola de Calaceite en Santiago Vidiella, Recitaciones de la historia política y eclesiástica de Calaceite, Ayuntamiento de Calaceite, Instituto de Estudios Turolenses, Centro de Estudios Bajoaragoneses, y Familia Jassa, Calaceite, 1996, p. 316. Los principales estudios del catolicismo social en España en C. van Gestel, La doctrina social de la Iglesia, Herder, Barcelona, 1959, pp. 111-112.
[7] Sobre los casinos de Zaragoza y Huesca durante los años 20 véase Eloy Fernández Clemente, Gente de orden, Ibercaja, Zaragoza, 1997, vol. I, pp. 112-115 y vol. II, pp. 161-163.
[8] Guía de Zaragoza, o sea breve noticia de las antigüedades, establecimientos públicos, oficinas y edificios que contiene…, Zaragoza, Imp. y lib. de Vicente Andrés, 1860, pp. 161-166. Sobre el Casino de Zaragoza véanse dos obras de José Blasco Ijazo, «El casino de Zaragoza tiene una brillante historia», en ¡Aquí… Zaragoza!, n.° 5, Ayuntamiento de Zaragoza, Zaragoza, 1954 e Historia del Casino de Zaragoza (1843-1972), Publicaciones de «La Cadiera», n.° 245, Zaragoza, 1972, el reglamento, Casino de Zaragoza. Reglamento, Impr. y Pap. P. Pérez, Zaragoza, 1925 y a cerca de su biblioteca J. García Mercadal, Catálogo de la biblioteca del Casino de Zaragoza: seguido de una reseña histórico descriptiva de las pinturas que la sociedad posee, Ediciones aragonesas, Zaragoza, 1916 y M. Remedios Moralejo Alvarez y María Dolores Pedraza Prades, La biblioteca del Casino de Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», Zaragoza, 1982.
[9] Manuel García Guatas, «Modernismo y modernismos artísticos en Zaragoza», en Gonzalo M. Borrás Gualis, Manuel García Guatas y José García Lasaosa, Zaragoza a principios del siglo XX: el modernismo, Librería General, Zaragoza, 1977, pp. 52-56.
[10] Guía de Zaragoza…, op. cit., p. 165.
[11] Ibídem, pp. 165-166.
[12] Ibídem, pp. 165-166.
[13] El obrero español: Aragón, introducción y notas de Eloy Fernández Clemente, Diputación General de Aragón, Zaragoza, 1988, pp. 58-59.
[14] Josep Sànchez i Ferré, señala como los socios «pertanyen normalment a un grup social determinat (agrícola, militar, liberal, republicà)», «Associacionisme: Arquitectura d’il.lusions», en Pere Anguera, Luis Calvo et al., Associacions. Cultura i Societat Civil a Catalunya, Generalitat de Catalunya, Tarragona, 1991, p. 199.
[15] Vid., por ejemplo, el caso de Zaragoza en Román García Garate, Guía general de Aragón, Navarra, Soria y Logroño, Huesca, 1924, p. 135.
[16] Citado por Pedro Rújula y Herminio Lafoz en Historia de Borja, La formación histórica de una ciudad, Ayuntamiento de Borja, Zaragoza, 1995, p. 5.
[17] Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón, n.° 6, noviembre-diciembre, 1907, p. 301.
[18] Enrique Julve y Ovidio Cuella, La villa de La Fresneda. Historia, monumentos, instituciones, Ayuntamiento de La Fresneda, Zaragoza, 1986, p. 60.
[19] Gabriel Albiac Sebastián, Nonaspe “La vileta regalada”, Grupo Cultural Caspolino, Zaragoza, 1991, p. 95.
[20] Libro de Actas del Casino Liberal de Alcorisa, (desde ahora LACLA), acta de constitución, 28 de enero de 1917. En la primera sesión se reunieron, bajo la presidencia provisional de Carlos Pascual Pérez. El secretario José Espallargas, leyó el reglamento así como la nota del gobernador civil de la provincia de Teruel, presentando y aprobando el estatuto. Tenía fecha de 24 de enero. Los 11 asistentes acordaron por unanimidad la constitución de la sociedad «Casino Liberal» y nombraron los cargos por aclamación correspondiendo la presidencia a Carlos Pascual, la vicepresidencia a Joaquín García, Tesorero Bienvenido Carreras, Vocales, Tomás Carbó y Enrique Villarroya, y el secretario sería José Espallargas. Del acta de esta sesión constitutiva se envió una copia al gobernador civil.
[21] La evolución electoral del distrito en Luis Germán, Elecciones y partidos políticos en Aragón durante la II República. Estructura económica y comportamiento político, Tesis Doctoral, Universidad de Zaragoza, 1982, s.p.
[22] LACLA, junta general, 1 de enero de 1918.
[23] LACLA, 29 de diciembre de 1918.
[24] LACLA, 23 de enero de 1924.
[25] LACLA, 4 de mayo de 1924.
[26] LACLA, 29 de febrero de 1928.
[27] LACLA, 19 de julio de 1932.
[28] LACLA, 1 de enero de 1933.
[29] Rafael Nuez, que nació el mismo año en que se fundaba el Casino Liberal, contestó amablemente a las preguntas que pudimos fomularle el 14 de febrero de 1997. Antón Castro publicó una completa y compleja entrevista en El Periódico de Aragón, «Los raros /23. Rafael Nuez Esteban», domingo 2 de marzo de 1997, pp. 8-9.
[30] Antón Castro, «Los raros / 23. Rafael Nuez Esteban», art. cit., p. 8.
[31] LACLA, junta general, 1 de enero de 1919.
[32] LACLA, 31 de enero de 1920.
[33] LACLA, junta general del 1 de enero de 1925.
[34] LACLA, junta general, 1 de enero de 1927.
[35] LACLA, 15 de agosto de 1921 y 23 de diciembre de 1923.
[36] LACLA, junta general, 1 de enero de 1925.
[37] LACLA, 17 de diciembre de 1922.
[38] Esta es la cantidad fijada en la Contribución industrial del año 1926 y la que continua en vigor en la de 1934. Archivo Histórico Provincial de Teruel. Administración de Rentas Públicas. Matriculas industriales, c. 21.
[39] LACLA, junta general extraordinaria, 5 de febrero de 1933.
[40] Ibídem.
[41] LACLA, 1 de enero de 1935.
[42] Ibídem.
[43] LACLA, 20 de febrero de 1935.
[44] LACLA, junta general extraordinaria, 1 de enero de 1936.
[45] LACLA, 6 de febrero de 1931.
[46] LACLA, 25 de febrero de 1919, fol. 7. Por ejemplo, en 1930 se desarrolló los días 2, 3, 4 y 9 del mes de marzo.
[47] Antón Castro, «Los raros / 23. Rafael Nuez Esteban», art. cit., p. 8.
[48] LACLA, 6 de febrero de 1931.
[49] En la junta de 10 de abril de 1919 se acordó «Denegar la solicitud del socio D. Santos Bella y otros, respecto a la celebración de bailes de Sociedad en las próximas Pascuas, dado el estado precario y quebrantar las costumbres», LACLA, fol. 7.
[50] Recientemente Herminio Lafoz ha dedicado un necesario estudio a un centenario café zaragozano, La vida o el café de Levante, Café de Levante, Zaragoza, 1996.
[51] Luis G. Urbina, Estampas de Viaje, citado en La España del siglo XX vista por extranjeros, prólogo y selección F. Flores Arroyuelo, EDICUSA, Madrid, 1972, pp. 312-313.
[52] «Al Casino no se iba sólo de tertulia o a tomar café. Todo aquel que tenía correspondencia, acudía a escribir sus cartas en papel timbrado del Casino Liberal», Antón Castro, «Los raros / 23. Rafael Nuez Esteban», art. cit., p. 8.
[53] LACLA, junta general extraordinaria del 5 de febrero de 1935. En el casino del Circulo Mercantil de Caspe esta iniciativa había sido tomada con bastante anterioridad, desde noviembre de 1925 sonaba un aparato Packen, «recreando los espíritus con las composiciones melodiosas, que esparcidas por el espacio las notas musicales, las ha reconcentrado y convertido a su primitiva modalidad», El Guadalope, 22 de noviembre de 1925, citado por Alberto Maestro Sanjuan «La Radio desde sus inicios hasta la Guerra Civil», en Historia del periodismo en Aragón, Diputaciones de Zaragoza, Huesca y Teruel-Asociación de la Prensa de Zaragoza, Zaragoza, p. 100.
[54] LACLA, 23 de enero de 1924.
[55] LACLA, 6 de febrero de 1931.
[56] Antón Castro, «Los raros / 23. Rafael Nuez Esteban», art. cit., p. 8.
[57] LACLA, 23 de febrero y 4 de mayo de 1924.
[58] LACLA, junta general, 1 de enero de 1918.
[59] Pedro Gómez Aparicio, Historia del periodismo español. III. De las guerras coloniales a la dictadura, Editora Nacional, Madrid, 1974, p. 105.
[60] Ibídem, vol. III, p. 159.
[61] Ibídem, vol. IV, pp. 32 y 38.
[62] LACLA,23 de enero de 1924.
[63] LACLA, «Cambiar la suscripción del periódico diario La Libertad por el diario gráfico Ahora y el semanario gráfico Estampa, 7 de febrero de 1934.
[64] P. Gómez Aparicio, op. cit., vol. IV, pp. 157-158.
[65] Ibídem, vol. IV, p. 159.
[66] Ibídem, p. 38.
[67] Ibídem, p. 152-153.
[68] Memorias. Mi medio siglo se confiesa, Tebas, Madrid, 1979.
[69] «Libro de Actas del Casino Liberal de Alcorisa», 5 de febrero de 1933, Junta general extraordinaria, fol. 57.
[70] P. Gómez Aparicio, op. cit., vol. IV, p. 270.
[71] Ni R. Nuez, Antón Castro, «Los raros / 23. Rafael Nuez Esteban», art. cit., p. 8, ni José Altaba, Alcorisa y Foz-Calanda, edición del autor, Zaragoza, 1991, p. 320, tienen ninguna duda en la filiación conservadora del Independiente
[72] LACLA, 10 de abril de 1919 y 31 de enero de 1920.
[73] 15 de diciembre de 1930 y junta general ordinaria, 1 de enero de 1931.
[74] Luis Germán Zubero, Aragón en la II República. Estructura económica y comportamiento político, Institución «Fernando el Católico», Zaragoza, 1984, p. 232.
[75] LACLA, 19 de abril de 1931.
[76] LACLA, Junta general extraordinaria, 26 de abril de 1931.
[77] LACLA, 10 de mayo de 1931.
[78] Junta general extraordinaria, 26 de abril de 1931, fols. 49-50.
[79] Junta General Extraordinaria, 22 de noviembre de 1931, fol 52.
[80] LACLA, 21 de julio de 1936.
[81] Para el caso concreto de Alcorisa véase Agustín Souchy Bauer, Entre los campesinos de Aragón. El comunismo libertario en las comarcas liberadas, Tusquets, Barcelona, 1977, pp. 32-35 y Gastón Leval, Colectividades libertarias en España, Aguilera, Madrid, 1977, 161-172. Sobre el comportamiento de esta zona durante la guerra civil véase Julián Casanova Ruiz, Caspe. 1936-1938. Conflictos políticos y transformaciones sociales durante la guerra civil, Grupo Cultural Caspolino, Zaragoza, 1984, Anarquismo y revolución en la sociedad rural aragonesa, 1936-1938, Madrid, Siglo XXI, 1985 y, más recientemente, De la calle al frente. El anarcosindicalismo en España (1931-1939), Crítica, Barcelona, 1997.
[82] LACLA, 1 de septiembre de 1937.
[83] LACLA, 5 de septiembre de 1937. Joaquín Garcia Espallargas «expone que después de haberlo pensado mejor, no acepta el nombramiento que se le dio en la sesión del día 1 del corriente mes, de representar a esta sociedad en la comisión Calificadora y que se da de baja como socio».
[84] LACLA, 15 de septiembre de 1937.
[85] Lucha, 18 de julio de 1945.
[86] Poco después, a finales de 1932, se transformaba Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza (FETE)
[87] Recientemente se ha publicado un libro dedicado a este maestro y su obra: GERTRÚDIX ROMERO DE ÁVILA, Sebastián. Simeón Omella: el maestro de Plasencia del Monte. Zaragoza, 2002.
[88] El maestro Manuel Ventura Palacios fue detenido con otros vecinos de Ayerbe y conducido a Jaca en los sucesos de 12 de diciembre de 1930.
[89] La Asociación, 17 de octubre de 1931.
[90] "Hombre de estudios y de lucha, peregrino incansable del planeta, ha ido a cuantos sitios lo llamaba su fin inquiridor (...) Hombre de inquietudes no pudo permanecer al margen de la política y sus convicciones, sus ideales, lo llevaron al campo socialista donde pronto ocupó el lugar que en justicia le correspondía.
(...) Acontecimiento que pasará a la historia de esta revolución fue el congreso pedagógico que organizó la A.G.M., hoy Federación Nacional de Trabajadores de la Enseñanza, en la Casa del Pueblo de Madrid, días antes de la proclamación de la República y del que fue alma Rodolfo Llopis.
(...) Rodolfo Llopis ha ganado la batalla a todo el cavernicolismo, que haciendo de los cursillos una bandera arremete con fuerza contra el Director general de primera enseñanza", La Asociación, 12 de diciembre de 1931.
[91] "Rodolfo Llopis", La Asociación, 12 de diciembre de 1931. No tenemos constancia de que finalmente Rodolfo Llopis acudiera a Teruel.
[92] Sanz, J.: "¿Hacia la Asociación General de Maestros?", La Asociación, 21 de febrero de 1931.
[93] Ayora Gómez, Félix: "¿Qué es la Asociación General del Maestros?", La Asociación., 7 de marzo de 1931.
[94] La Asociación, 30 de mayo de 1931, páginas 2 y 3.
[95] Vidal, Joaquín: "A los afiliados a la F.N.T.E", La Asociación, 23 de abril de 1932.
[96] En el boletín Trabajadores de la Enseñanza de 15 de noviembre de 1931 se dice que tienen a su cargo la organización de la sección de Teruel de la FETE Pedro Pueyo y Félix Ayora.
[97] "Ante las Constituyentes", La Asociación, 18 de junio de 1931. Integraban la candidatura Luis Doporto, republicano, Director de la Normal de Madrid; Pedro Díez Pérez, socialista, profesor de la Normal de maestros de Teruel; Francisco Azorín, socialista, arquitecto de la ciudad de Córdoba y Pedro Pueyo Artero, maestro nacional.
[98] "Después de las elecciones. Triunfo moral de nuestra candidatura", La Asociación, 11 de julio de 1931. En elecciones del 28 de julio Pedro Díez obtuvo 10.124 votos en Teruel capital, y ocupó en tercer lugar de entre 17 candidatos. Pedro Pueyo obtuvo 6.603 y ocupó el sexto lugar. "Por la escuela y para la escuela han sido nuestros esfuerzos. Si otra cosa no se ha conseguido, ha quedado una siembra de ideales que necesariamente levantarán ansias de renovación en los pueblos.
¡Campaña magnífica ésta, que ha permitido llegue a las gentes la voz de dos maestros, diciendo lo que la escuela es y lo que debiera ser, lo que será en un tiempo más o menos próximo".
El artículo termina expresando el triunfo moral de la candidatura. La derrota había demostrado que cuando los maestros de la provincia quisieran podían sacar un maestro diputado.
[99] La Asociación, 18 de junio de 1931, página 3.
[100] La Asociación, 30 de mayo de 1931, página 7. En este mismo número, en la sección de Noticias se dice que: “Tenemos noticia de que un gran número de los maestros de la provincia han dado su adhesión a la Asociación General de Maestros, afiliada a la Unión General de Trabajadores”.
[101] "Asociación de maestros nacionales del partido de Montalbán", La Asociación, 5 de marzo de 1932.
[102] "La escuela y la U.G.T.", La Asociación, 17 de diciembre de 1933.
[103] La Asociación, 23 de junio de 1933. El director de La Asociación era, en este momento, Antonio Ugedo. Formaban el consejo de redacción Luis Sanz, de Cella; Víctor Ros, de Aguilar de Alfambra y Ambrosio Navarro, de Teruel.
[104] La Voz de Aragón, 16 de junio de 1931. También en Vida Nueva, 20 de junio de 1931.
[105] Trabajadores de la Enseñanza, 31 de enero de 1932.
[106] Vida Nueva, 12 de marzo de 1932. Trabajadores de la Enseñanza, 15 de mayo de 1932.
[107] Dio una conferencia titulada “Preorientación profesional” en las Jornadas Pedagógicas que, promovidas por la Asociación de Maestros Nacionales de los Partidos Zaragoza-Sos, se celebraron en Zaragoza entre el 18 y el 23 de diciembre de 1932.
[108] 5 de septiembre de 1931. También el 19 de septiembre.
[109] DE LUIS MARTÍN, Francisco. Historia de la FETE ..., op. cit., página 145.
[110] En Trabajadores de la Enseñanza de 15 de octubre de 1932, página 4. En La Asociación de 24 de septiembre de 1932 se anuncia la convocatoria para el día 2; representará a la Federación Pedro Pueyo Artero.
[111] La Asociación General de Maestros formó parte de la Internacional de Trabajadores de la Enseñanza (ITE), a la que se había adherido en 1920.
Se acordó respetar el derecho de las secciones a continuar adheridos a la Internacional Sindical Roja (ISR) o a la Federación Sindical Internacional (FSI).
La AGM, como sindicato de la UGT pertenecía a la FSI, ligada a la Internacional Socialista (se había acordado así en el Congreso de 1922).
El Secretariado Profesional Internacional de la Enseñanza (SPIE), se constituyó en 1926. El I Congreso se celebró en Viena en 1928.
En 1933, y tras un referendum, la AGM abandonó la ITE y se adhirió a la SPIE.
[112] “!Vía libre!”, Trabajadores de la Enseñanza, número 60, 15 de febrero de 1934, página 4.
[113] C. Martín Page, presidente de la Confederación Nacional del Magisterio (La Asociación, 6 de enero de 1930, páginas 2-4).
[114] La Asociación, 18 de enero de 1930.
[115] Ver sobre esta cuestión PÉREZ GALÁN, Mariano. La enseñanza en la Segunda República Española. Madrid, Edicusa, 1977, páginas 207 a 217.
[116] “El Frente Único, roto”, Trabajadores de la Enseñanza, número 66, 15 de mayo de 1934, pagina 1. También “La ruptura del Frente Único”, El Socialista, núm. 7.885, 13 de mayo de 1934, página 4.
[117] Adelante. Órgano de la UGT y del Partido Socialista de Teruel y su provincia. Número 163, 24 de junio de 1933.
[118] Francisco Ariza murió en acción de guerra a finales de 1936 o comienzos de 1937, siendo comandante del Batallón Félix Bárzana, del 5º Regimiento, que se había formado en Madrid con muchos afiliados a la FETE. Era en el momento de su muerte secretario de la sección de Toledo del sindicato, miembro de su Comité Nacional y militante del Partido Comunista desde que contaba 20 años (El Magisterio Español, 20 de enero de 1937; ver otras reseñas en FETE de 25 de enero de 1937, número 16 y en Milicia Popular. Diario del 5º Regimiento de Milicias Populares. Madrid, 20 de enero de 1937, número 164, página 4)
[119] Adelante. Número 218, 30 de junio de 1934.
[120] Garra marxista en la infancia. Burgos, 1939, página 26. A su vez toma las cifras del boletín Tabajadores de la Enseñanza. Todo ello en PÉREZ GALÁN, Mariano. La enseñanza en la Segunda República..., op. cit., página 235.
[121] El Debate, 8 de noviembre de 1934.
[122] El Sol, 12 de noviembre de 1935
[123] Ariza fue destituido como director de la graduada aneja a la Normal de Teruel y Araujo estuvo preso primero en el Fuerte de San Cristóbal y posteriormente en el reformatorio de Alicante. Se le abrió un expediente gubernativo, del que se habla en el Claustro de Profesores del Instituto de Segunda Enseñanza de Teruel de 14 de diciembre de 1934. El director, Joaquín de Andrés, hace presente que ha prestado declaración ante el abogado del Estado y expone al resto de los claustrales cuáles han sido sus palabras, siendo aprobadas unánimemente (IES Ibáñez Martín, Teruel. Libro de Actas de 1924 a 1941)
[124] Mariano Constante. Crónicas de un maestro oscense..., op. cit., páginas 347 y 371.
[125] Nació en Almansa en 1898. Durante el período de su formación tomó contacto con la Institución Libre de Enseñanza. Se convirtió en valedor ante los maestros de su zona de inspección de la imprenta en la escuela, de las técnicas de Freinet. Estuvo como inspector en Huesca en 1931-32. Publicó “La imprenta en la Escuela”. Revista de Pedagogía, 1932.
[126] “Un Congreso y unos congresistas”. Diario de Huesca, 21 de julio de 1935.
[127] Valeriano C. Labara Ballestar. José Samperiz Janín (1910-1941): Un intelectual de Candasnos asesinado por los nazis. Huesca, 1998.
[128] “Concepto de la Escuela Primaria”. aBoletín de Educación de Huesca, número, 3, noviembre de 1934.
[129] “Importancia de las próximas elecciones. El Bloque Popular y el Magisterio”, Trabajadores de la Enseñanza, número 73, 1 de febrero de 1936, página 8.
[130] Mariano Constante. Crónicas de un maestro oscense de antes de la guerra. Huesca, IEA, 2001, páginas 483 y 485.
[131] Agradezco al Grupo de Estudios Masinos su confianza al encargarme la realización de esta charla, a Ignacio Peiró su estimulante invitación, y a Eliseo Moreno su amabilidad al prestarme manuscritos y datos de su cosecha.
[132] Josep Fontana, “Los campesinos en la historia: reflexiones sobre un concepto y unos prejuicios”, Historia Social, 28 (1997), pp. 3-11. Como introducción a los trabajos de los marxistas británicos, véase Harvey Kaye, Los historiadores marxistas británicos, PUZ, 1989, y Julián Casanova, La historia social y los historiadores, Crítica, Barcelona, 1991.
[133] Carlos Forcadell, “Los propietarios del orden. La Restauración desde el Bajo Aragón”, Pedro Rújula e Ignacio Peiró (coords.), La Historia local en la España Contemporánea, L’Avenç, Barcelona, 1999, pp. 44-50.
[134] Estas ideas provienen principalmente de E.P. Thompson, uno de los primeros en determinar que lo importante no era el hambre sino la interiorización de la injusticia que ello suponía. También trabajó la protesta como forma de negociación con los notables y de rectificación de sus desviaciones respecto del pacto, generalmente tácito, que regulaba las relaciones entre unos y otros. Véase Tradición, revuelta y conciencia de clase, Crítica, Barcelona, 1986, y el posterior Costumbres en común, Crítica, Barcelona, 1995.
[135] Archivo Histórico Militar, leg. 169.
[136] Archivo Histórico Militar, leg. 168.
[137] Para una introducción en las teorías de movilización de recursos y las construidas alrededor de las identidades colectivas, el hito de referencia principal es Manuel Pérez Ledesma, “Cuando lleguen los días de la cólera” (Movimientos sociales, teoría e historia)”, Problemas actuales de la historia. Terceras Jornadas de Estudios Históricos, Universidad de Salamanca, 1993. Sobre la identidad bipolar en la sociedad del XIX, el artículo del mismo autor, “Ricos y pobres; pueblo y oligarquía; explotadores y explotados. Las imágenes dicotómicas en el siglo XIX español”, Revista del Centro de Estudios Constitucionales, 10 (1991), pp. 59-88.
[138] Carlos Gil Andrés, Echarse a la calle. Amotinados, huelguistas y revolucionarios (La Rioja, 1890-1936), PUZ, 2001, capítulo “Entre la cultura y la política”.
[139] José Álvarez Junco, Mater Dolorosa. La idea de España en el siglo XIX, Taurus, Madrid, 2001, pp. 533 y ss.
[140] Demetrio Castro Alfín ha escrito acerca de estas cuestiones en “Protesta popular y orden público: los motines de consumos, en J.L. García Delgado (ed.), España entre dos siglos (1875-1931). Continuidad y cambio, Siglo XXI, Madrid, 1991, pp. 109-123.
[141] Como apunta Carmen Frías, “en la España del primer tercio del siglo XX es la tierra, principal fuente generadora de recursos materiales, el marco en torno al cual se articulan, necesariamente, todas las esferas de la vida pública y privada de la comunidad”, en “Elecciones y conservadurismo político en el distrito de Alcañiz-Híjar entre 1900 y 1923. Del turno a la estabilidad”, Pedro Rújula (coord.), Entre el orden de los propietarios y los sueños de rebeldía. El Bajo Aragón y el Maestrazgo en el siglo XX, Grupo de Estudios Masinos, 1997, p. 24.
[142] Manuel González de Molina, y Antonio Ortega Santos, “Bienes y conflictos por los recursos en las sociedades rurales, siglos XIX y XX”, Historia Social, 38 (2000), pp. 95-116.
[143] Lo de El Cuervo en Archivo Histórico Militar, leg. 169, y lo de Cella en Diario de Avisos de Zaragoza, 17-7-1894. El caso de Cella apunta un asunto, el del liderazgo de las mujeres en la protesta popular, que hemos estudiado en “Amotinadas: las mujeres en la protesta popular de la provincia de Zaragoza a finales del siglo XIX”, Ayer, 47 (2002), pp. 185-207.
[144] Archivo Histórico Militar, leg. 168.
[145] Véase Manuel González de Molina, Salvador Cruz Artacho y Francisco Cobo Romero, “Privatización del monte y protesta campesina en Andalucía Oriental, (1836 – 1920), Agricultura y Sociedad, 65 (1992), pp. 253 – 302. También hemos trabajado el tema para la provincia de Zaragoza en “Entre el motín y el <delito>. La protesta no institucionalizada en la provincia de Zaragoza. 1890-1905”, Historia Contemporánea, nº 23 (2001), pp. 729-758.
[146] Quizá Sydney Tarrow sea quien mejor ha analizado la estructura de oportunidad política y sus consecuencias en los movimientos sociales, El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política, Alianza, Madrid, 1997.
[147] El análisis de los diferentes sectores del anarcosindicalismo, en Julián Casanova, De la calle al frente. El anarcosindicalismo en España (1931-1939), Crítica, Barcelona, 1997. Eliseo Moreno Burriel, ha trabajado el caso turolense en “Desorden en el campo: análisis de la sociedad rural turolense desde la sublevación anarquista de 1932 hasta la insurrección de 1933”, Pedro Rújula e Ignacio Peiró (eds.), ob. cit., pp. 399-416.
[148] Para G. Kelsey, estos grupos y actividades proyectarían una dimensión cultural en el anarcosindicalismo aragonés, Anarcosindicalismo y Estado en Aragón. 1930-1938, IFC, Zaragoza, 1994, pp. 187-200.
[149] HA, 9-4-1932. Nótese cómo todavía a la altura de los años treinta se subraya que a la manifestación iban “mujeres y niños”. Desde principios de siglo, su indicación en la prensa e informes tenía una connotación de legitimidad, pero también de impredecibilidad.
[150] Julián Casanova, Anarquismo y revolución en la sociedad rural aragonesa. 1936-1938, Siglo XXI, Madrid, 1993.
[151] HA, 27 y 28-1-1932. En estas crónicas se da cuenta además del intento de quema del cura en una hoguera preparada en la plaza del pueblo, que al final no realizaron por llegar las noticias del fracaso de la revolución.
[152] El balance en Pedro Rújula López, Alcorisa. El mundo contemporáneo en el Aragón rural, Ayuntamiento de Alcorisa, 1998, p. 240.
[153] HA, 29-6-1933. Por no citar los numerosos casos de conflictividad asociada a la introducción del capitalismo en el medio rural, como roturaciones ilegales, agresiones, talas, incendios... que Eliseo Moreno ha recogido en trabajos como “Desorden en el campo. Análisis de la conflictividad en la sociedad rural aragonesa durante el Bienio negro”, Carmen Frías y Miguel Ángel Ruiz Carnicer (coords.), Nuevas tendencias historiográficas e historia local en España, Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 2001, pp. 107-124.
[154] Fue detenido todo el Ayuntamiento por estar afiliado a la CNT. HA, 12-12-1933. Algunos días después, el 15 de diciembre, el Heraldo relataba con mayor detalle los sucesos. Se da cuenta de cómo “El Pulsa”, tratando de lanzar al cuartel de los guardias una bomba casera fue abatido de un disparo en el cuello y de cómo al morir éste se temía por la suerte de los detenidos, aunque lo cierto es que parece que fueron trato de consideraciones y humanitario trato, ordenado por “El Valenciano”, uno de los dirigentes del movimiento, “forastero”.
[155] De la edición facsímil del cuaderno de Macario Royo, Cómo implantamos el comunismo libertario en Mas de las Matas, p. 11.
[156] La definición de cultura en Demetrio Castro Alfín, “Cultura, política y cultura política en la violencia anticlerical”, Rafael Cruz y Manuel Pérez Ledesma (eds.), Cultura y movilización en la España contemporánea, Alianza, Madrid, 1997, p. 70.
[157] Recientemente han aparecido libros sobre el período republicano de interés por su contenido y metodología, en la línea de la recuperación de la memoria de los sucesos revolucionarios desde amplias y rigurosas perspectivas, como el de Hanneke Willemse, Pasado compartido. Memorias de anarcosindicalistas de Albalate de Cinca, 1928-1938, PUZ, 2002, o el de Carlos Gil Andrés, La República en la plaza. Los sucesos de Arnedo de 1932, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 2002.
[158] Anonyma, Eine
Frau in Berlin. Tagebuchanfzeichnungen vom 20. April bis 22. Juni 1945, Mit
einem Nachwort von Kurt W. Marek, Frankfurt am Main,, Eichborn Verlag, 2003.
[159] Vid. la reseña que le dedicó el historiador de la arquitectura Jens Bisky, «Wenn Jungen Weltgeschichte spielen, haben Mädchen stumme Rollen», Süddeutsche Zeitung, 220 (24 september 2003), p. 16. A grandes rasgos, después de criticar la existencia real de estos diarios y a la supuesta autora (Marta Hillers amiga del editor y con un pasado nazi), denuncia la utilización propagandista de una obra publicada por primera vez en 1954, por el editor Kurt W. Marek, más conocido por el seudónimo C.W. Ceram que, emigrado a Estados Unidos, había alcanzado un gran éxito con su libro Dioses, tumbas y sabios (1949). En un intento de consolidar su posición en el mercado americano, aprovecha la coyuntura del inicio de la Guerra Fría, para una lanzar esta obra de propaganda en la que se recalcan las maldades de los soviéticos. Editada originalmente en inglés, tuvo una rápida difusión en los países del bloque occidental (incluida España), publicándose en alemán en 1959.
[160] Entrevista de Ciro Krauthausen, «Günter Grass, la lección de la historia», El País, Babelia (sábado 22 de febrero de 2003), p. 3 (la respuesta continua: «El tabú, en la práctica, significa que este asunto se deja a la extrema derecha. Éste fue otro motivo para escribir A paso de cangrejo: la derecha se había apropiado del tema, incluso en Internet, lo cual me movió a incorporar también este apecto en mi libro»). No parece casualidad, que sobre el tabú como secreto y el silencio autoimpuesto de la literatura alemana de postguerra verse el libro póstumo de W.G. Sebald, The Natural History of Destruction, New York, Random House, 2003.
[161] Tzvetan Todorov advirtió sobre las aspiraciones de los individuos y más aún de los distintos grupos que se consideran desfavorecidos por el pasado para alcanzar el «estatuto de víctima», lo cual les «abre en el presente una línea de crédito inagotable» (Los abusos de la memoria, Barcelona, Paidós, 2000, pp. 53-55). Un apunte sobre la trayectoria intelectual de este teórico de la literatura, historiador del pensamiento y analista de la cultura, en Mauricio Jalón y Fernando Colina, Los tiempos del presente. Diálogos, Valladolid, Cuatro. Ediciones, 2000, pp. 171-187. Una amplia reflexión sobre la «era del testimonio», el debate abierto acerca del valor de los testigos, supervivientes de los campos de la muerte, la memoria de sustitución y el papel de los meta-testimonios de los escritores (desde Primo Levi a Jorge Semprún), en Règine Robin, La mémoire saturée, Paris, Éditions Stock, 2003, pp. 244-277.
[162] Basten como ejemplos de la abundante bibliografía que ya existe entre nosotros, los artículos aparecidos en el monográfico dirgido por Josefina Cuesta Bustillo, «Historia y memoria», Ayer, 32 (1998); el de Jacques Maurice, «Reavivar las memorias, fortalecer la historia», en Marie-Claude Chaput y Thomas Gomez (dirs.), Histoire et mémoire de la seconde république espagnole. Hommage à Jacques Maurice. Actes du Colloque International des 29, 30 et 31 mars 2001, Paris, Université Paris X-Nanterre, 2002, pp. 475-488; Santos Juliá, «Echar al olvido. Memoria y amnistía en la transición», Claves de razón práctica, 129 (enero-febrero 2003), pp. 14-24; y Gonzalo Pasamar Alzuria, «Los historiadores y el “uso público de la historia”: viejo problema y desafío reciente», Ayer, 49 (2003), pp. 221-248.
[163] Jürgen Habermas,
Strukturwandel der Öffentlichkeit. Untersuchungen zu einer Kategorie der bürgerlichen
Gesellschaft, Frankfurt am Main, Suhrkamp Verlag, 1962.
[164] Circulando en versión reducida en inglés desde 1974, la traducción completa como The Structural Transformation of the Public Sphere, an Inquiry into a Category of Bourgeois Society se realizó en 1989; en francés apareció como L´Espace public: archéologie de la publicité comme dimensión constitutive de la société bourgeose (Paris, Payot, 1978); la versión española como Historia y crítica de la opinión pública: la transformación estructural de la vida pública (Barcelona, Gustavo Gili, 1981); y en italiano como Storia e critica dell´opinione pubblica (Bari, Laterza, 1988).
[165] Las vicisitudes del
concepto en Estados Unidos, desde que Thomas Bender planteara su utilidad en
«Wholes and Parts: The Need for Synthesis in American History» (Journal of
American History, 73 (1986), pp. 120-136), hasta las realizaciones más
recientes, las sintetiza Michael Kammen, en «Clio and Her Colleagues in the
United States During the Twentieth Century. A Story of Serial Marriages,
Divorces, and Dalliances among the Disciplines», ponencia leída en el marco del
congreso internacional dedicado a La historia y las ciencias humanas y
sociales: estrategias interdisciplinares en el siglo XX, celebrado en la
Universidad de Navarra los días 11, 12 y 13 de abril de 2002, pp. 16-18,
del original mecanuscrito distribuido por el autor (de próxima aparición en el
volumen de actas editado por Ignacio Olábarri y Francisco Javier Caspistegui, The
Strength of History at the Doors of the New Millenium. History and the
rest of the Social and Human Sciences along XXth Century (1899-2002),
Rochester, Rochester University Press, 2004.).
[166] John L. Brooke, «Reason and Passion in the Public Sphere: Habermas and the Cultural Historians», Journal of Interdisciplinary History, 29 (1998), pp. 43-67. Sobre el significado de «opinión pública», así como el carácter fundamental del espacio de la opinión públñica en el modelo de Estado de derecho y de política deliberativa propuesto por el autor alemán, vid. Margarita Voladeras Cucurella, «La opinión pública en Habermas», Anàlisi, 26 (2001), pp. 51-70.
[167] Diversas contribuciones dedicadas a discutir los beneficios filosóficos e historiográficos y señalar los problemas para adaptar la noción de «esfera pública» se recogen en el volumen editado por Craig Calhoun, Habermas and the Public Sphere, Cambridge (Mass.), Harvard University Press, 1992. Entre ellas, destacaba el trabajo del científico social, Michael Schudson, «Was There Ever a Public Sphere?. If So, When?. Reflections on the American Case», en el que cuestionaba la aplicabilidad de la noción a la historia norteamericana (pp. 142-163).
[168] Vid., la excelente exposición que realiza Francesc Vilanova i Vila-Abadal, «La larga sombra de la culpabilidad alemana: ecos y derivaciones de la Historikerstreit», Ayer, 40 (2000), pp. 137-167. Para el tema del Sonderwerg como concepto cardinal alrededor del cual se generó el debate sobre el excepcionalismo alemán y la «polémica Fischer» que lo inició a principios de los años sesenta, vid. Juan José Carreras, «Introducción» al número monografico editado por Juan José Carreras, «El estado alemán (1870-1992)», Ayer, 5 (1992), pp. 11-25.
[169] Habermas, respondió a Nolte y otros historiadores «neorevisionistas» como Andreas Hillgruber, Klaus Hildebrand y Michael Stürmer, con su artículo «Eine Art Schadenabwicklung», publicado en Die Zeit (11 de julio de 1986, recogido en el libro que con el mismo título publicó la editorial Shurkamp en 1987, pp. 115-158), vid. Hans Mommsen, «L´héritage du IIIe Reich, le “nouveau” nationalisme et les historiens en R.F.A.», Le Débat, 45 (mai-septembre 1987), pp. 132-147. Más adelante, ante la concesión del premio «Democracia» al profesor de Harvard Daniel Jonah Goldhagen y las reacciones críticas provocadas por su libro Los verdugos voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes y el Holocausto, Madrid, Taurus, 1997 (ed. en inglés de 1996), Habermas volvería a insistir sobre el tema en la controvertida conferencia «Sobre el uso público de la historia», en La constelación posnacional. Ensayos políticos, Barcelona, Paidós, 2000, pp. 43-55. Para el debate Goldhagen, vid. infra nota 21.
[170] Vid., las distintas colaboraciones que componen el libro colectivo dirigido por François Hartog y Jacques Revel, Les usages politiques du passé, Paris, Éditions de l´École des Hautes Études en Sciences Sociales, 2001. Y el excelente estudio histórico realizado por Juan José Carreras y Carlos Forcadell en la «Introducción. Historia y política: los usos», al libro coordinado por ellos mismos, Usos públicos de la historia, Madrid, Marcial Pons, 2003, volumen que reúne las ponencias presentadas en al VI Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Usos públicos de la historia, Zaragoza, 19-21 septiembre de 2002.
[171] La influencia de
estos acontecimientos en la historiografía fueron tempranamente señalados,
entre otros, por Giovanni Levi, «Sobre a relación entre crise política e
historiografía», ponencia leída en el Simposio internacional Balance de fin
de seculo. A Histoia ante o seculo XXI (1993), según el extracto realizado
por Lourenzo Fernández Prieto, «A Historia no século XXI. Crónica e resultados
dun debate sobre a Historia no futuro», Historia y crítica, IV (1994),
pp. 391-392; Eric J. Hobsbawm, «La Historia de nuevo, amenazada», El Viejo
Topo, 72 (febrero de 1994), pp. 4-7; o François Dosse, «La historia al
tombant... del segle», en Ángel San Martín (ed.), Fi de Segle. Incerteses
davant un nou mil.lenni. X Universitat d´estiu a Gandia - 1993,
Valencia, Ajuntament de Gandia - Servei de Publicacions de la Universitat de
València, 1994, pp. 79-85. Para el tema que nos ocupa la importancia de 1989 en
la confrontación de las memorias judía, polaca o comunista creadas alrededor de
Auschwitz y su museo, así como en el comienzo de una auténtica reflexión
intelectual, la apuntaba Annette Wieviorka en «La mémoire communiste
d´Auschwitz», en Stéphane Courtois, Marc Lazar y Shmuel Trigano (dirs.),
Rigueur et passion. Mélanges offerts en hommage à Annie Kriegel, Paris, Les
Éditions du Cerf, 1994, p. 232.
[172] Régine Robin, La mémoire saturée, o.c., p. 46.
[173] La afirmación de que «La prétendue fin des idéologies n´est rien d´autre qu´une suspension de la raison historique, qui ouvre la voie à l´irrationalisme, au néo-liberalisme, au nationalisme, au fondamentalisme religieux», la realiza Giovanni Levi en la conclusión de su artículo «Le passé lointain. Sur l´usage politique de l´histoire», en François Hartog y Jacques Revel (dirs.), Les usages politiques du passé, o.c., p. 37.
[174] Enzo Traverso,
«La memoria de Auschwitz y del comunismo. El “uso público” de la historia», Memoria.
Revista mensual de política y cultura, 166 (diciembre de 2002), p. 1; en
web: w.w.w.memoria.com.mx/166/traverso.htm). Este artículo resume las ideas
expuestas por el autor en La Historia desgarrada: ensayo sobre Auschwitz y
los intelectuales, Barcelona, Herder, 2001, El totalitarisme: història
d´un debat, Valencia, Universitat de Valencia, 2002, y en las páginas de la
introducción a La violencia nazi. Una genealogía europea, México, FCE,
2002, pp. 15-24. Para la consideración de Auschwitz como una de las
«invenciones del recuerdo» utilizada por diferentes grupos para la elaboración
de su propia memoria colectiva, una metáfora del siglo de la barbarie que ha
transcendido su primigenio espacio físico y su identificación como lugar del
recuerdo alemán construido y mantenido a través de una doble e inquietante
pregunta ¿por qué no se pudo evitar a Hitler? y ¿por qué el crimen violento
tuvo que suceder precisamente en Alemania?, vid. Peter Reichel,
«Auschwitz», en Etienne François y Hagen Schulze (eds.), Deutsche
Erinnerungsorte, o.c., pp. 600-621.
[175] Enzo Traverso, «La memoria de Auschwitz y del comunismo…», o.c., La violencia nazi, o.c., pp. 15 y 20-24, y «De l´anticommunisme, l´histoire du XXe siècle relue par Nolte, Furet et Courtois», en L´Homme et la Société. Revue internationale de recherches et de synthèses en sciences sociales, 140-141 (avril-septembre 2001), pp. 169-194. Una semblanza historiográfica de «François Furet» que liga la obra del historiador a los grandes debates contemporáneos, la realiza Mona Ozouf en la obra coordinada por Véronique Sales, Les historiens, Paris, Armand Colin, 2003, pp. 284-300 (sus reflexiones sobre el totalitarismo, así como las críticas como nuevo paradigma anticomunista, en pp. 293-297); y en su breve presentación « François Furet», en las Actas reunidas y presentadas por Benoît Pellistrandi, La historiografía francesa del siglo XX y su acogida en España,. Coloquio internacional (noviembre de 1999), Madrid, Casa de Velázquez, 2002, pp. 53-62. La historio La discusión metodológica de la comparación histórica y los diferentes registros del debate en la década de los noventa los apunta Henry Rousso en «La légitimité d´une comparaison empirique», en Henry Rousso (ed.), Stalinisme et Nazisme. Histoire et mémoire comparées, Bruxelles, Complexe /IHTP, 1999, pp. 11-36; y Daniel Levy, «Memoria storica e identità collettiva in Israele e nella Repubblica federale tedesca», Passato e presente, XVII, 47 (1999), pp. 31-42, especialmente pp. 32-34). En última instancia, por tratarse de una reciente traducción que aspira a ser un paso más en la trayectoria del antitotalitarismo liberal, mencionaré el libro de A. James Gregor, Los rostros de Jano. Marxismo y Fascismo en el siglo XX, Madrid, Biblioteca Nueva-Universitat de València, 2002.
[176] La actualidad del debate planteada por François Hartog y Jacques Revel cuando proponían como uno de los grandes temas para el XIX Congreso Internacional de Oslo que debía celebrarse en agosto de 2000, los «Usages et abus de l´Historie et responsabilité présente et passée de l´historien» («Note de conjoncture historiographique», en François Hartog y Jacques Revel (dirs.), Les usages politiques du passé, o.c., p. 24), ha sido desarrollada por Olivier Dumoulin en un excelente libro en el que, a partir de la sentencia dictada sobre el asunto Maurice Papon en 1998, reflexiona sobre la naturaleza de la tarea de los historiadores y el papel social que la sociedad contemporánea atribuye a su actividad (Le rôle social de l´historien. De la chaire au prétoire, Paris, Albin Michel, 2003).
[177] Junto a lo señalado en la nota 13, los textos de la polémica están recogidos en La Controversia Goldhagen. Los alemanes corrientes y el Holocausto, Valencia, Edicions Alfons el Magnànim, 1997, y ha sido analizada por Javier Moreno Luzón, «El debate Goldhagen: los historiadores, el Holocausto y la identidad nacional alemana», Historia y Política, 1 (abril 1999), pp. 135-159; y Johannes Heil y Rainer Erb (eds.), Geschichtswissenchaft und Öffentlichkeit. Der Streit um Daniel J. Goldhagen, Frankfurt am Main, Fischer Taschenbuch Verlag, 1998 (Ciencia histórica y esfera pública. La controversia entorno a Daniel J. Goldhagen).
[178] Como una
recidiva escandalosa de la Historikerstreit, su trivialización posterior
y una manifestación de la «demagógica política de la historia» tendente a
«renacionalizar» Alemania, recordaremos la concesión el 4 de junio de 2000 del
Premio «Konrad Adenauer» de la «Deutschlandstiftung» a Ernst Nolte que había
iniciado su enfrentamiento con Habermas y otros historiadores a raíz de la
aparición de su artículo «Vergangenheit, die nicht vergehen will» en el Frankfurter
Allgemeine Zeitung (6 de junio de 1986) y la publicación de su libro Der
europäische BürgerKrieg (La guerra civil europea, 1917-1945:
nacionalismo y bolchevismo, México, FCE, 1994), en los que cuestionaba la
singularidad histórica del genocidio judío y avanzaba la hipótesis de una
relación causal entre los crímenes del estalinismo y del nacionalsocialismo,
señalando a la revolución rusa como la fuente originaria de los crímenes
totalitarios del siglo XX. De esta manera, el ala derecha del CDU que
controlaba dicha fundación, con el apoyo del director del Institut für Zeitgeschichte
de Munich, no dudaba en premiar al historiador berlinés, considerado el
perdedor de la disputa y cada vez más encerrado en su nacionalismo radical y su
antiliberalismo (vid. Hans-Ulrich Wehler, Historisches Denken am Ende des
20. Jahrhunderts (1945-2000), Göttingen, Wallstein Verlag, 2001, p. 83).
[179] Desde una
perspectiva comparada, una visión panorámica sobre la cuestión de la
«occidentalización» de la historiografía mundial la encontramos en los
diferentes artículos del libro editado por Jörn Rüssen, Western Historical
Thinking. An Intercultural Debate, New York, Berghahn Books, 2001 (especialmente
los de Peter Burke, «Western Historical Thinking in a Global Perspective – 10
Theses» y Hayden White, «The Westernization of World History», pp. 15-30 y
111-118, respectivamente).
[180] Sobre el desarrollo de una corriente historiográfica de «nouveaux historiens» israelís, que critican las construcciones basadas en la memoria del holocausto e intentan corregir históricamente los mitos nacionales, vid. Ilan Greisalmer, La nouvelle histoire d´Israël, Paris, Gallimard, 1998.
[181] Sólo a título de
ejemplo, para la recepción de la polémica en el mundo norteamericano
recordaremos el número especial de la revista, editada por el filósofo crítico
del postmodernismo, Andreas Huyssen, New German Critique, 44
(primavera-verano 1988) y el artículo de Wulf Kansteiner, «Between Politics and
Memory: The Historikerstreit and West German Historical Culture of the 1980s»,
en Richard J. Golsan (ed.), Fascism´s Return. Scandal, Revision,
and Ideology since 1980, Lincoln, University of Nebraska Press, 1998,
[182] Centrándome en el texto en los debates generados en las principales historiografías de la Europa occidental, mencionaré cómo la recepción de las ideas de Nolte y la «sobrepolitización» de las interpretaciones históricas en los países poscomunistas de la Europa del Este y la ex Unión Soviética, con las consiguientes relecturas del pasado que transforma el comunismo en un paréntesis y las polémicas públicas suscitadas por la rehabilitación de Horthy, Antonescu o del zar Nicolás II, las señala Régine Robin (o.c., pp. 108-144), siguiendo algunas de las colaboraciones aparecidas en el volumen colectivo editado por Henry Rousso, Stalinisme et Nazisme…, o.c.
[183] Además de lo señalado por Francesc Vilanova (o.c., pp. 150-151), resulta indicativo de la rápida recepción de la disputa en Italia y Francia el hecho de que las aportaciones de Habermas y de los distintos historiadores alemanes que participaron en el debate, fueran rápidamente presentadas a los lectores, primero, en revistas como L´Histoire, Documents o Le Débat. Y, en segundo lugar, en libros como el editado por Gian Enrico Rusconi, Germania: un passato che non passa. I crimini nazisti e l´identità tedesca, Torino, Einaudi, 1987 (la definición de Habermas de L´uso pubblico della storia, en pp. 98-109), o Devant l´histoire. Les documents de la controverse sur la singularité de l´extermination des Juifs par le régimen nazi, Paris, Cerf, 1988. La recepción italiana del debate sobre el uso público de la historia en Giuseppe Ricuperati, «Universalismo e uso pubblico della storia», Rivista Storica Italiana, CXI, III (1999), pp. 680-705; y el impulso que la querella ha significado en la historiografía francesa en Christian Delacroix, François Dosse y Patrick Garcia, Les courants historiques en France, 19e-20e siècles, Paris, Armand Colin, 2002, pp. 270-271.
[184] Nicola Gallerano (1940-1996) que fue presidente del Istituto romano per la storia d´Italia dal fascismo alla Resistenza, miembro directivo del Istituto nazionale per la storia del movimiento di liberazione y del comité de dirección de las revistas Movimento operaio e socialista, Passato e presente y Il viaggi di Erodoto, se interesó por el uso público de la historia y la justificación de las guerras en artículos como «La guerra vera. Da Sarajevo a Bagdad passando per Danzica», en G. De Luna (a cura di), Insegnare gli ultimi 50 anni, Firenze, 1992 o «Menti come spari, con parole di sangue», aparecido en su libro póstumo La verità della storia. Scritti sull`uso pubblico del passato, Rome, Edizioni Manifestolibri, 1999 (trabajo original de 1991). El Istituto Gramsci Toscano dedicó a este tema el coloquio, «El uso público de la historia durante las guerras del siglo XX» (celebrado en noviembre de 2000, las actas fueron publicadas en el monográfico «Le guerre del novecento e l´uso pubblico della storia», Passato e presente, XIX (2001)).
[185] Los dos libros que menciona Gallerano son los de Renzo De Felice, Mussolini, Torino, Einaudi, 1965-1990, 4 vols. (en 6 tomos) y el de Claudio Pavone, Una guerra civile. Saggio storico sulla moralità della Resistenza, Torino, Bollati Boringhieri, 1991. Un ejemplo de su interés por este campo de investigaciones sería su artículo «La memoria pubblica del fascismo e dell´antifascismo», en el libro escrito en colaboración con G. Calchi Novati, L. Canfora, E. Colloti, M. Flores y L. Passerini, Politiche della memoria (Roma, Edizioni Manifestolibri, 1993, pp. 7-20).
[186] Después del avance presentado en «Histoire et usage public de l´histoire», Diogène, 168 (1994), pp. 87-106, su reflexión sobre la aplicación del concepto habermasiano a la historiografía contemporánea la expuso en la «Introduzione» y el capítulo «Storia e uso pubblico della storia», del libro colectivo editado por él mismo, L´uso pubblico della storia, Milano, FrancoAngeli, 1995, pp. 7-32. Estos trabajos serían recogidos en La verità della storia, o.c..
[187] Nicola Gallerano, «Storia e uso pubblico della storia», o.c., pp. 17-18.
[188] Ibídem, p. 19.
[189] Ibídem, p. 32.
[190] Ibídem, p. 22. Resulta inevitable recordar las críticas al tiempo lineal, la causalidad histórica y la idea de progreso planteadas por el filósofo de la «rememoración», Walter Benjamin, en sus Tesis sobre la filosofía de la historia (Discursos interrumpidos I, Madrid, Taurus, 1973, pp. 177-191). Una descripción de las mismas en Stéphane Mosès, El Ángel de la Historia. Rosenzweig, Benjamin, Scholem, Valencia, Frónesis-Cátedra-Universitat de València, 1997, pp. 135-147) y, un intento de comprender la coherencia y transcendencia de uno de los textos más significativos del pensamiento crítico marxista, en Michael Löwy, Walter Benjamin: Avertissement d´incendie. Une lecture des thèses «Sur le concept d´histoire», Paris, PUF, 2001. Desde otra perspectiva, la idea de que «Progreso e historismo, aparentemente contradictorios, nos ofrecen un rostro de Jano, el rostro del siglo XIX», en Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós, 1993, p. 89; y del mismo autor «Continuidad y cambio en toda la historia del tiempo presente. Observaciones histórico-conceptuales», Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia, Barcelona, Paidós, 2001, pp. 115-133.
[191] Como recalca Gallerano, se trata de un fenómeno, bien visible desde los mismos orígenes de la propia historia de la historia hasta los años en los que escribía («Storia e uso pubblico della storia», o.c., pp. 17-18). Abundantes ejemplos sobre su implicación directa con el poder y las deformaciones del pasado realizadas por los historiadores los proporcionan las diferentes colaboraciones del volumen dirigido por François Hartog y Jacques Revel, Les usages politiques du passé, o.c., y en la introducción de Juan José Carreras y Carlos Forcadell a Usos públicos de la historia, o.c.
[192] Nicola Gallerano, «Storia e uso pubblico della storia», o.c., pp. 22-23
[193] En unos momentos de continua reactualización del pasado y retornos de «lo nacional» y «la identidad», puede ser ilustrativo de lo que pensaban un grupo de historiadores británicos a finales de los años sesenta, las optimistas afirmaciones del especialista en el siglo XVII inglés John Harold Plumb, acerca del desarrollo de la historiografía crítica en Europa y su contribución «a debilitar la fuerza del pasado», esa «ideología forjada con un fin preciso para dominar a otros hombres, para orientar la evolución de una sociedad o para inspirar a una clase» (La muerte del pasado, Barral, Barcelona, 1974, p. 14). En una dirección similar la confianza en la profesión de historiador de Paul M. Kennedy le permitía considerar a la historiografía nacionalista como algo del pasado («The Decline of Nationalistic History in the West, 1900-1970», en Walter Laqueur and George L. Mosse (eds.), Historians in Politics, London, Sage Publications Ltd., pp. 329-352). Ambos trabajos los cita Miquel Marín Gelabert, «La investigación histórica en la Universidad de Zaragoza, 1955-1970», en Ignacio Peiró y Pedro Rújula (coords.), En construcción. Historia local contemporánea, Zaragoza, Centro de Estudios Darocenses-Institución Fernando el Católico, 2003, pp. 461-462.
[194] La explicación de las expresiones «deber de memoria» y «trabajo de memoria» en la gran obra de Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, Madrid, Editorial Trotta, 2003, pp. 118-124 (1ª. ed. francesa, Paris, Éditions du Seuil, 2000), y en su contestación incluida en el «Debate» del libro dirigido por Françoise Barret-Ducroq, ¿Por qué recordar?. Foro internacional Memoria e Historia, Unesco, 25, marzo, 1998, La Sorbonne, 26, marzo, 1998, Barcelona, Granica, 2002, pp. 64-65. Un estudio crítico sobre el origen del concepto, su definición por parte de diversos autores y su posible utilidad en el trabajo histórico lo realiza el filósofo canadiense Emmanuel Kattan, Penser le devoir de mémoire, Paris, Presses Universitaires de France, 2002.
[195] Así plantea el problema Gabrielle M. Spiegel, «Memoria e historia: tiempo litúrgico y tiempo histórico», en Miguel Ángel Cabrera y Marie McMahon, La situación de la Historia. Ensayos de historiografía, La Laguna, Servicio de Publicaciones de la Universidad de La Laguna, 2002, pp. 55-69. Un apunte sobre la trayectoria historiográfica de la profesora de historia medieval de la Universidad Johns Hopkins en José Enrique Ruiz-Domènec, «Gabrielle M. Spiegel: una americana en París», Rostros de la historia. Veintiún historiadores para el siglo XXI, Barcelona, Península, 2000, pp. 254-267. Desde otra perspectiva, resulta muy esclarecedor el artículo de Reinhart Koselleck, «Las esclusas del recuerdo y los estratos de la experiencia. El influjo de las dos guerras mundiales sobre la conciencia social», en Los estratos del tiempo…, o.c.,pp. 135-154.
[196] Paul Ricoeur, Sí mismo como otro, Madrid, Siglo XXI, 1996, p. 167. La preocupación por «une politique de la juste mémoire» en La historia, la memoria, el olvido, donde señalará que «no tenemos nada mejor que la memoria para garantizar que algo ocurrió antes de que nos formásemos el recuerdo de ello» (o.c., p. 23).
[197] En la medida en que, para Maurice Halbwachs, la sociología de la memoria fue también una batalla científica al mismo tiempo que política, vid. el «Postface» escrito por Gérard Namer en la edición crítica de La mémoire collective (Paris, Albin Michel, 1997; 1ª. ed. 1950), pp. 237-295, en el que hace referencia al debate sostenido, en 1925, por el sociólogo con Marc Bloch, para quién las ideas del primero suponían una condena de la historia en nombre de la sociología (pp. 282-287). Si bien la importancia de los recuerdos y las relaciones entre la memoria y la historia, las había establecido en La mémoire collective (pp. 62 ss. y 97-142), Halbwachs respondió al historiador annalista en La Topographie légendaire des Évangiles (1941) donde escribió que la «memoria colectiva» es «une reconstruction du passé […] elle adopte l´image des faits anciens aux croyances et aux besoins spirituels du présent», frente a la historia y su apropiación abstracta, universalista y objetiva del pasado (p. 7., cit. por Gérard Noiriel, Qu´estc-ce que l´histoire contemporaine?, Paris, Hachette, 1998, p. 198-199).
[198] Tempranamente, en su pionera y brillante investigación sobre el pensamiento histórico judío que serviría de obertura a los debates sobre la historia y la memoria, Yosef Hayim Yerushalmi, señaló los peligros de la búsqueda faústica de todo el pasado y denunció cómo el delirio de exhaustividad de la memoria se revela contraria al mismo proyecto de hacer historia (Zakhor. Histoire juive et mémoire juive, Paris, La Découverte, 1984 pp. 118-119; 1ª. ed. en inglés 1982; cit. por Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, o.c., p. 524; analiza la obra en pp. 520-525).
[199] La idea de la confusión conceptual la lanzó Juan José Carreras en «¿Por qué decimos memoria cuando queremos decir historia», Conferencia de clausura del IV Congreso de Historia Local de Aragón, celebrado en Barbastro, 3-5 de julio de 2003. Una idea que, por lo demás, planea en los debates internacionales y sirve como hipótesis de partida a muchos trabajos sobre la memoria. Baste, como ejemplo, el artículo de Anna Rossi-Doria, «Una storia di memorie divise e di impossibili lutti» (Passato e presente, XVIII, 49, (2000), pp. 133-140), donde señala que, «Il recente dibattito italiano su identità nazionale e memoria appare denso di confusioni» (p. 133); y el capítulo que dedica a «Mémoire et histoire: la confusion», Henry Rousso en La Hantise du passé, o.c., pp. 11-47.
[200] La longevidad del modelo en Reinhart Koselleck, Futuro y pasado, o.c., pp. 41-66, y Juan José Carreras, «Teoría y narración en la historia», Ayer, 12 (1993), pp. 15-27.
[201] François Hartog en Régimes d´historicité. Presentisme et experiences du temps, Paris, Éditions du Seuil, 2003, señala que la «Mémoire est, en tout cas, devenu le terme le plus englobant: une catégorie métahistorique, théologique parfois» (p. 17), la referencia a Tucídides y Fustel de Coulanges en pp. 134 y 148, respectivamente del capítulo 4, «Mémoire, histoire, présent» (pp. 113-162). Hartog analizó las propuestas sobre el «olvido del presente» del antiguo profesor de historia de la Edad Media de La Sorbona en Le XIXe siècle et l´historie. Le cas Fustel de Coulanges, Paris, Presses Universitaires de France, 1988, pp. 136-137.
[202] Así se expresaba
John R. Gillis, oponiendo esta pérdida a la innumerable variedad de
significados que estaba adquiriendo un término nuevo como es el de «identidad»
(«Introduction. Memory and Identity: The History of a Relationship», en el libro
colectivo por él mismo coordinado, Commemorations. The Politics of National
Identity, Princeton (New Jersey), Princeton University Press, 1994, la cita
p. 3; cit. por Anna Rossi-Doria, o.c., p. 133).
[203] Junto a lo señalado en la nota 5, el «deber de testimoniar» de los supervivientes, así como el reconocimiento de los límites de la representación de su memoria, en Enzo Traverso, La Historia desgarrada: ensayo sobre Auschwitz y los intelectuales, o.c., pp. 188 y 192.
[204] El término y las ideas sobre la ética del historiador las desarrolla Henry Rousso en su conversación con Philippe Petit, La Hantise du passé, Paris, Textuel, 1998, pp. 86-93, y en «¿Juzgar el pasado?. Justicia e historia en Francia», Pasajes. Revista de pensamiento contemporáneo, 11 (primavera, 2003), pp. 77-91 (traducción del artículo del mismo título recogido en Vichy, l´evénement, la memoire, l´histoire, Paris, Gallimard, 2001). La imbricación de la justicia y las actuaciones de los historiadores, las polémicas internas suscitadas acerca del fenómeno del historiador «experto» y la necesidad de los trabajos históricos como base de los debates cívicos, en la primera parte del libro de Olivier Dumoulin, o.c., pp. 27-146. Por lo demás, y recordando los lamentos de March Bloch por la manía de juzgar de ciertos historiadores (Apologie pour l´histoire ou métier d´historien, Paris, Armand Colin, 1993, pp. 156-159; 1ª. ed., 1949); si Carlo Ginzburg había advertido sobre los efectos perniciosos de una historiografía escrita según el modelo de la argumentación judicial (El juez y el historiador. Consideraciones al margen del proceso Sofri, Madrid, Anaya & Mario Muchnik, 1993, pp. 19-21), la profesora Règine Robin ha señalado como los procesos judiciales han puesto en duda los testimonios y desacreditado la credibilidad de la misma historia (o.c., pp. 260-271 y 278-286). Después de todo, afirma Andreas Huyssen, «la memoria no puede ser un sustituto de la justicia; es la justicia misma la que se ve atrapada de manera inevitable por la imposibilidad de confiar en la memoria» (En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización, México, FCE, 2002, pp. 39).
[205] Tzvetan Todorov, o.c, p. 50. La importante crisis de la «mémoire nationale» francesa, provocada por la «cuestión judía» y, en particular, por el caso del alto funcionario y político Papon, la anunciaba Paul Thibaud en «Un temps de mémoire?», Le Débat, 96 (septembre-octobre 1997), pp. 166-183
[206] Diversas aproximaciones a las conexiones directas entre la memoria de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría y su utilización en las políticas policiales y domésticas desarrolladas por los gobernantes europeos, en el volumen editado por Jan-Werner Müller, Memory and Power in Post-War Europe: Studies in the Presence of the Past, New York, Cambridge University Press, 2002.
[207] Vid. las distintas colaboraciones incluidas en el libro colectivo editado por Alexandra Barahona de Brito, Paloma Aguilar Fernández y Carmen González Enríquez, Las políticas hacia el pasado. Juicios, depuraciones, perdón y olvido en las nuevas democracias, Madrid, Istmo, 2002. De cualquier modo, respecto a los efectos beneficios o nefastos que tiene la memoria de una historia «dolorosa», según el papel que desempeñe en el seno de una sociedad, Emmanuel Kattan explica como: «Certains usages de la mémoire visent à attiser les haines ancestrales et à justifier les violences d´aujourd´hui à partir d´une interprétation –souvent mythique- du passé national. D´autres utilisations de la mémoire peuvent lui faire jouer un rôle déterminant dans le processus de transition d´une société ver la démocratie. La mémoire des conflits passés vise alors à renforcer le processus de réconciliation et à édifier un nouvel ordre social sur des bases démocratiques solides» (Penser le devoir de mémoire, o.c., p. 104).
[208] Fina Birulés, «La crítica de lo que hay: entre memoria y olvido», en Manuel Cruz (comp.), Hacia dónde va el pasado. El porvenir de la memoria en el mundo contemporáneo, Barcelona, Paidós, 2002, pp. 141 y 148. Ante la explosión sin precedentes de la memoria, Andreas Huyssen escribe que: «Da la sensación de que en la actualidad el pasado es evocado para proveer aquello que no logró brindar el futuro en los imaginarios previos del siglo XX» (En busca del futuro perdido, o.c., p. 7). La instrumentalización de la nostalgia del pasado, el recurso a la no-contemporaneidad y el presentismo en Règine Robin, o.c., pp. 48-51 y 415-420; Jérôme Baschet, «L´histoire face au présent perpétuel. Quelques remarques sur la relation passé/futur», en François Hartog y Jacques Revel (dirs.), Les usages politiques du passé, o.c., pp. 55-74 (la noción de presente perpetuo en p. 65); y François Hartog, Régimes d´historicité, o.c., p. 18.
[209] A partir de la distinción, señalada por Todorov, «que hay entre la recuperación del pasado y su utilización subsiguiente» (Los abusos de la memoria, o.c., p. 17) y de advertir acerca de las «consecuencias en las que desemboca un mal uso de la memoria», Manuel Cruz, señala que «no es tanto una batalla por la victoria de la buena política frente a la mala, como por la posibilidad de que la política misma siga existiendo, esto es, porque el presente recupere algo de la condición plástica, maleable, que jamás debió perder» («El pasado en la época de su reproductibilidad técnica», en Manuel Cruz (comp.), Hacia dónde va el pasado…, o.c., pp. 17-19 y 29. Como complemento y ejemplo de la actualidad teórica del presente, el libro de Ignacio Izuzquiza, Filosofía del presente. Una teoría de nuestro tiempo, Madrid, Alianza Editorial, 2003.
[210] François Hartog, escribe que: «Un régimen d´historicité n´a d´ailleurs jamais été une entité métaphysique, descendue du ciel et de portée universelle. Il n´est que l´expression d´un ordre dominant du temps» (Régimes d´historicité, o.c., p. 118).
[211] Michael Löwy, Walter Benjamin…, o.c., pp. 125-137. Y el capítulo que dedica a la crisis del futuro, el historiador del tiempo Krysztof Pomian en Sur l´histoire, Paris, Gallimard, 1999, pp. 233-262 (artículo publicado originalmente en Le Débat, 7 (1980), pp. 5-17). Pedro Ruiz Torres ha dedicado a éste autor y su obra un importante comentario historiográfico en «Imaginación, memoria e historia», Pasajes. Revista de pensamiento, 12 (Otoño 2003), pp. 109-116
[212] Como recuerda Enzo Traverso, «Una democracia “no antifascista” –como la defendida por François Furet en Le passé d´une illusion y los historiadores conservadores de Italia y Alemania- sería una democracia amnésica, frágil, un lujo que no pueden permitirse Europa que conoció a Hitler, Mussolini y Franco y América Latina que conoció a Pinochet y Videla» («La memoria de Auschwitz y del comunismo…», o.c., p. 3).
[213] Como recuerda Gérard Noiriel, a lo largo del proceso de profesionalización de la disciplina forjado desde finales del siglo XIX, los historiadores universitarios adoptaron una serie de medidas (el ideal de la objetividad, sería una de ellas) dirigidas, primero, a preservar su autonomía de «los grupos que utilizan la historia para defender sus intereses partidistas»; y, en segundo lugar, como norma que les ha permitido argumentar el carácter científico de la historia y «criticar las insuficiencias y las contradicciones de su disciplina» («Historia: por una reflexión pragmatista», en M. Cruz Romeo e Ismael Saz (eds.), El siglo XX. Historiografía e historia, València, Universitat de València, 2002, p. 27). En cierto sentido, Noiriel contesta a la crítica de Peter Novick desarrollada, en su ya clásico libro, Ese Noble Sueño. La objetividad y la historia profesional norteamericana, México, Instituto Mora, 1997 (1ª. ed. en inglés 1988).
[214] Desde perspectivas bien distintas, junto a la ponencia mencionada de Gérard Noiriel, autor de la conocida Sur la «crise» de l´histoire (Paris, Belin, 1996), un buen estado de la cuestión sobre las incertidumbres que atravesaron la historiografía en la década de los noventa lo podemos encontrar en las ponencias de Martin Sabrow, «¿Un estado, dos culturas?. La unificación alemana diez años después»; Pedro Ruiz Torres, «La renovación de la historiografía española: antecedentes, desarrollos y límites»; y Juan José Carreras, «Certidumbre y certidumbres. Un siglo de historia» recogidas en la primera parte el libro editado por M. Cruz Romeo e Ismael Saz (o.c., pp. 11-83).
[215] Vid., Gérard Noiriel, Qu´est-ce que l´histoire contemporaine?, o.c., pp. 183 y 206-210. Junto a lo señalado por Olivier Dumoulin (o.c., pp. 27-146), un apunte general sobre la importancia de la denominada «demanda social» en la historiografía contemporánea, en Ismael Saz, «Franquismo, el pasado que aún no puede pasar», Pasajes. Revista de pensamiento, 11 (primavera, 2003), pp. 56-57.
[216] Utilizo la expresión de «mercado oficioso» –por no decir directamente oficial-, pues, esencialmente ha sido impulsado y patrocinado por los organismos estatales, instituciones de la administración local y ayuntamientos, si bien también aquí se incluyen las sociedades privadas (desde la Iglesia hasta las obras culturales de los bancos y cajas de ahorros) y las fundaciones históricas de sindicatos, partidos políticos o asociaciones de todo tipo. Para el caso francés una enumeración de este nuevo mercado y sus lazos con instituciones oficiales como el Institut d´Histoire du Temps Présent (IHTP), en Gérard Noiriel, Qu´est-ce que l´histoire contemporaine?, o.c., pp. 207-208. Peter Novick, señala que «mucho de lo que entraba en la denominación de “historia oficial” era de hecho “historia privada”, trabajo histórico al servicio de dependencias gubernamentales, empresas u otras organizaciones con idearios muy particularistas, incompatibles con los principios universalistas de la objetividad desinteresada» (Ese Noble Sueño…, o.c., pp. 612-613; en general a la historia no académica estadounidense dedica las pp. 611-622).
[217] Olivier Dumoulin titula «Invention de l´histoiren expert» el primer el capítulo de su libro Le rôle social de l´historien (o.c., pp. 27-62), indicando los desplazamientos que ha producido en el terreno de la ciencia y las confusiones que se produce con los auténticos «especialistas» (pp. 33 ss).
[218] El concepto ha sido definido por el egiptólogo alemán Jan Assmann en Das kulturelle Gedächtnis. Schrift, Erinnerung und politische Identität in frühen Hochkulturen, Munich, Verlag C.H. Beck, 1997 (1ª. ed. 1992) y en Religion und kulturelles Gedächtnis. Zehn Studien, München, Verlag C.H. Beck, 2000. Como recordaba Nicola Gallerano, «L´objettivo perseguito non è più un popolo da educare ma un áudience da raggiungere, per mezzo della storia ma non solo, con lo spettacolo della politica» («Storia e uso pubblico della storia», o.c., p. 32).
[219] Así lo reconocen Nicola Gallerano, «Storia e uso pubblico della storia», o.c., p. 19
; y Gérard Noiriel en Qu´est-ce que l´histoire contemporaine?, o.c., pp. 174-179.
[220] Vid. François Hartog, Régimes d´historicité, o.c., p. 132. En páginas posteriores, además de rastrear la historia de la noción de patrimonio, entiende su florecimiento como «une manière de vivre les césures, de les reconaître et de les réduire» (p. 205). Sobre el frenesí conmemorativo desatado en las últimas décadas del siglo XX, vid. Pierre Nora, «L´ere de la commémoration», en Pierre Nora (dir.), Les Lieux de mémoire, III, Les France, vol. 3., De l´archive à l`emblème, Paris, Gallimard, 1992, p. 997.
[221] La invasión de la memoria en la escena pública, la musealización, la trivialización del pasado y la aparición del revisionismo en el arte las denuncia Andreas Huyssen En busca del futuro perdido, o.c., (en especial los capítulos, «Pretéritos presentes: medios, política, amnesia» y «Anselm Kiefer: el terror de la historia y la tentación del mito», pp. 13-39 y 79-121, respectivamente).
[222] François Hartog, Régimes d´historicité, o.c., 126.
[223] Según la conocida expresión de David Lowenthal, El pasado es un país extraño (Madrid, Akal, 1998; 1ª. ed. en inglés 1985). Las ideas expuestas en este libro sirven a Antonio Gómez Ramos, para reflexionar sobre dos tipos de grandes consumidores de pasado actuales: el turista y el nacionalista. El primero, tranquilo devorador de pasados soñados y acabados, visitante de restos «huellas de algo terminado y despedido, pero hábilmente conservado, incluso reconstruido por especialistas gracias a la técnica presente». Y el segundo, rememorador obsesivo de agravios pasados, para quienes «es el recuerdo reiterado de que hubo un pasado ahora perdido lo que termina por otorgar la identidad misma» («Por qué importó el pasado (el espejo deformante de nuestros iguales)», en Manuel Cruz (coord.), Hacia dónde va el pasado…, o.c., pp. 77-79). Por su parte, mientras Régine Robin, señala algunos casos del «tourisme de la mémoire» (La mémoire saturée, o.c., pp. 342-344), el tema del turista y la trivialización del pasado se pueden rastrear en las distintas colaboraciones del libro editado por Michel Frank, Tourismes, touristes, sociétés, Paris, Éditions l´Harmattan, 1998.
[224] Así define el concepto Richard Handler en su artículo, «Is “Identity” a Useful Cross-Cultural Concept?», en John R. Gillis (ed.), Commemorations. The Politics of National Identity, o.c., pp. 27-40. A la vez que, John R. Gillis, señalaba la novedad del término en el articulo introductorio, donde estudiaba el desarrollo de la «memoria pública» en relación con la historia de la nación-estado (o.c., pp. 3-26); Eric Hobsbawm, reflexionaba sobre los problemas de la identidad en la historia («La historia de la identidad no es suficiente», artículo de 1994, recogido en Sobre la historia, Barcelona, Crítica, 1998, pp. 266-276; volviendo a hacer hincapié sobre sus peligros en Años interesantes. Una vida en el siglo XX, Barcelona, Crítica, 2003, pp. 376-378). Finalmente François Hartog ha subrayado como la memoria, el patrimonio y la conmemoración confluyen en el concepto de identidad (o.c., p. 132).
[225] El empleo del término «mémoire officielle» en Marie-Claude Lavabre, «Du poids et du choix du passé. Lecture critique du “Syndrome de Vichy”», Cahiers de l´IHTP, 18 (juin 1991), pp. 182-184. Sobre la utilización de la memoria oficial en el plano de las relaciones internacionales y la geopolítica, vid. Valèrie-Barbara Rosoux, Les usages de la mémoire dans les relations internationales: le recours au passé dans la politique étrangére de la France à l´égard de l´Allemagne et de l´Algérie, de 1962 à nos jours, Bruxelles, Bruylant, 2001
[226] Después del libro de Henry Rousso, Vichy, un passé qui ne passe pas (Paris, Gallimard, 1996, escrito en colaboración con el periodista Éric Conan), en que tomaba distancias contra el «memorialismo» de una parte de la historiografía francesa y criticaba la sacralización de la memoria de Vichy; el norteamericano Peter Novick denunció, en su polémico libro, The Holocaust in American Life (Houghton Mifflin Co, 1999; versión francesa, L´Holocauste dans la vie américaine, Paris, Gallimard, 2001), la sacralización del Holocausto en Estados Unidos que se ha convertido en una religión civil cuyo profeta incontestable es Elie Wiesel, una memoria fetichizada que tiende a despojar progresivamente al judeocidio de su carácter histórico para conferirle una dimensión mítica. Por lo demás, se da la paradoja de que, con la creación en Washington de un Museo Federal del Holocausto, se ha nacionalizado la memoria de un hecho ocurrido en Europa, mientras que ningún museo recuerda dos aspectos esenciales de la historia norteamericana como el genocidio de los indios y la esclavización de los negros (cit. por Enzo Traverso, «La memoria de Auschwitz y del comunismo…», o.c., p. 2).
[227] Sobre el control consciente del concepto de tradición y algunas polémicas generadas sobre el mismo (desde Freud a Derrida, Yerushalmi, Richard J. Berstein o Gadamer), vid. Jan Assmann, Religion und kulturelles Gedächtnis. o.c., pp. 39-41; y Juan José Carreras en su crítica al concepto de tradición en Gadamar (vid. infra nota 111). Por su parte, mientras David Lowenthal, rastrea las conexiones de la identidad con la tradición y la historia («Identity, Heritage, and History», en John R. Gillis (ed.), Commemorations…, o.c., pp. 41-60); Daniel Levy señala el particular interés desde el punto de vista conceptual del tema de la continuidad y la discontinuidad, en tanto en cuanto la memoria se convierte en un requisito de la identidad, la cual se basa en el desarrollo de la identidad en el curso del tiempo (, «Memoria storica e identità collettiva in Israele e nella Repubblica federale tedesca», o.c., p. 32). Un buen ejemplo de la historia de las políticas simbólicas centrado en el análisis de tres momentos de la memoria nacional francesa en el libro de Pascal Ory, en Une natión pour mémoire 1889, 1939, 1989 trois jubilés révolutionnaires, o.c.
[228] Para el enmarañado «laberinto de las diferencias» y la importancia de los otros, el «espejo de la alteridad» (Oriente, Islam, o Judaismo), en la construcción de la propia identidad (yo / nosotros), vid. el libro coordinado por Pedro Gómez García, Las ilusiones de la identidad, València, Frónesis-Cátedra-Universitat de Valencia, 2001; y, por las abundantes referencias bibliográficas que aporta, las páginas que le dedica Ignacio Olábarri en su artículo, «La resurrección de Mnemósine: historia, memoria e identidad», en Ignacio Olábarri y Francisco Javier Caspistegui (dirs.), La «nueva» historia cultural: la influencia del postestructuralismo y el auge de la interdisciplinariedad, Madrid, Editorial Complutense, 1996, pp. 163-169.
[229] Cinco ensayos acerca de este tipo de construcciones las encontramos en las colaboraciones dedicadas a Versalles, los turcos, el judío, Tannenberg y el bolchevique, que forman el capítulo «Erbfeind», en el libro editado por Etienne François y Hagen Schulze, Deutsche Erinnerungsorte, München, Verlag C.H. Beck, 2003 (1ª. ed. 2001), pp. 391-468. De cualquier modo, un apunte acerca de que «las culturas no solo generan alteridad al construir una identidad, sino que también producen técnicas de traducción», es decir, pretenden «hacer más trasparentes los límites que hemos marcado mediante distinciones culturales», en el intento de análisis histórico del antisemitismo que es el libro de Jan Assmann, Moisés el Egipcio, Madrid, Oberon, 2003, pp. 14-15.
[230] Las polémicas desarrolladas a raíz de aquel gran momento estelar que fue la celebración del Bicentenario de la Revolución Francesa y la detallada descripción de los lazos que, una serie de historiadores franceses, establecieron con las más altas instancias del Estado y con los medios de comunicación, las apunta Pascal Ory en Une natión pour mémoire 1889, 1939, 1989 trois jubilés révolutionnaires, Paris, Presses de la Fondation Nationale des Sciences Politiques, 1992, pp. 219-230 y están desarrolladas en las obras del norteamericano Steven Kaplan, Adieu 89 (Paris, Fayard, 1993), Patrick García, Le Bicentenaire de la Révolution française. Pratiques sociales d´une commémoration (Paris, Éditions du CNRS, 2000) y, de manera resumida, en Gérard Noiriel, Qu´est-ce que l´histoire contemporaine?, o.c., p. 207. Sobre el momento conmemorativo y la politización creciente de la historia en España, vid. Pedro Ruiz Torres, «Les usages politiques de l´histoire en Espagne. Formes, limites et contradictions, en François Hartog y Jacques Revel (dirs.), Les usages politiques du passé, o.c., pp. 129-156.
[231] Los peligros del «pédagogisme», así como las relaciones problemáticas entre las nociones de «devoir de mémoire» y «devoir de transmission», los anuncia Régine Robin en La mémoire saturée, o.c., pp. 337-341; centrado en el caso francés, vid. las páginas que les dedica Christian Delacroix en el libro que escribe en colaboración con François Dosse y Patrick Garcia, Les courants historiques en France, 19e-20e siècles, o.c., pp. 267-262; y tomando como punto central el genocidio judío, el capítulo 4 de Emmanuel Kattan, Penser le devoir de mémoire, o.c., pp. 67-88.
[232] Aunque extraída de su contexto valga la cita entrecomillada del maestro Juan José Carreras, y su continuación cuando escribe, «confundiendo, como dijo en cierta ocasión el sociólogo francés Pierre Bourdieu, la realidad de la representación con la representación de la realidad» («Certidumbre y certidumbres. Un siglo de historia», o.c., p. 81). En este mismo sentido, Peter Novick, reproduce una cita de Richard Rorty, en la que señalaba: «El “relativismo” es la opinión de que cualquier creencia sobre algún tema, o quizás sobre cualquier tema, es tan buena como cualquier otra. Nadie sostiene esto. A excepción de los advenedizos ansiosos por cooperar, no se puede encontrar a nadie que diga que dos opiniones incompatibles sobre temas importantes son igualmente buenas» (Ese Noble Sueño…, o.c., p. 644).
[233] Para el análisis crítico y militante del revisionismo, junto a los ya clásicos trabajos de Pierre Vidal-Naquet, Les Assasins de la mémoire. «Un Eichmann de papier» et autres essais sur le révisionisme (Paris, La Découverte, 1991) y de la especialista en «Jewish Studies» Deborah Lipstadt, Denying the Holocaust: The Growing Assault on Truth and Memory (New York, The Free Press, 1993), en los que denuncian los delirios ideológicos de los «negacionistas», la lectura perversa de los textos y cómo, desde los setenta, se han introducido en departamentos de historia de Gran Bretaña y, sobre todo, de Estados Unidos; presenta una amplia panorámica (desde Japón a España, pasando por Rusia, Estados Unidos, Israel, Francia o Italia) Régine Robin en el capítulo 5, «Le nouvel air du temps», así como la definición del «negacionismo» y los ejemplos que analiza en la segunda parte de su libro (o.c., pp. 169-215; 219-270).
[234] Daniel Levy, «Memoria storica e identità collettiva…», o.c., p. 33.
[235] Los entrecomillados pertenecen al intento de definición de «memoria colectiva», por parte de Régine Robin, «Literatura y biografía», Historia y Fuente Oral, 1 (1989), pp. 69-85, los entrecomillados en pp. 71).
[236] Eric Hobsbawm, «La historia de la identidad no es suficiente», o.c., p. 276. Ideas similares acerca de la importancia actual de la historia y la necesidad del historiador las ha expuesto en su autobiografía, Años interesantes…, o.c., pp. 273.
[237] Patrick H. Hutton escribió que: «El reciente interés de la memoria por los historiadores está ligado al énfasis actual en las imágenes y formas de la representación» (History as an Art of Memory, Hanover, University Press of New England, 1993, p. 22; cit. por Ignacio Olábarri en la nota 87 de «La resurrección de Mnemósine…», o.c., p. 170); y Régine Robin ha descrito sus versiones más actualizadas (desde la fotografía a los nuevos espacios de la escritura (internet y el ciberespacio) en la tercera parte, «Du mémoriel au virtuel», de La mémoire saturée, o.c., pp. 379-478. Por su parte, la relación de los nuevos museos con las tendencias de la nueva cultura memorial y la importancia que otorga a las imágenes y representaciones, las recuerda Michael Werner, «Deux nouvelles mises en scène de la nation allemande. Les expériences du Deutsches Historisches Museum (Berlin) et du Haus der Geschichte der Bundesrepublik Deutschland (Bonn)», en François Hartog y Jacques Revel (dirs.), Les usages politiques du passé, o.c., pp. 77-97; y Sören Brinkmann, «La fascinación del terror. El nuevo Centro de Documentación en Nuremberg», Aula. Historia Social, 10 (otoño 2002), pp. 81-89.
[238] Juan José Carreras, «Certidumbre y certidumbres. Un siglo de historia», o.c., p. 83.
[239] Ofrece una buena síntesis general del proceso, Gérard Noiriel, Qu´est-ce que l´histoire contemporaine?,o.c., pp. 198-206.
[240] Dejando de lado los inumerables estudios dedicados a Freud, Proust o Bergson, sólo mencionaré, por coincidir con los trabajos del sociólogo Halbwachs y, como veremos, porque sus ideas sobre la memoria y el recuerdo cultural influirán en autores contemporáneos, al gran historiador del arte Aby Warburg que, en los años veinte, tituló uno de sus proyectos Mnemosyne. Desde la hipótesis de que la presencia de lo antiguo en lo nuevo no era producto de la mera presencia material, sino el producto de transmisiones y adquisiones intelectuales, concluía que en la cultura se objetivizan experiencias humanas que después de milenios pueden volver a actuar como impulsos (vid. Jan Assman, Religion und kulturelles Gedächtnis, o.c., p. 201). Sobre su concepción de la memoria y la importancia que otorga al lenguaje, como almacen de imágenes que aparecen como una memoria supraindividual cuyas expresiones salen a la luz por la acción de los artistas, vid. las páginas de Michael Podro, Los historiadores del arte críticos, Madrid, La balsa de la Medusa, 2001, pp. 218-219; y, especialmente, el excelente libro de E.H. Gombrich, Aby Warburg: una biografía intelectual, Madrid, Alianza Editorial, 1992.
[241] Entre otros muchos, los artículos de Michel Trebitsch, «Du mythe à l´historiographie», incluido en el monográfico dirigido por Danièle Voldman, La bouche de la Vérité?. La recherche historique et les sources orales, de Cahiers de l´IHTP, 21 (nov. 1992), pp. 13-32, y el amplísimo aparato erudito que presenta Ignacio Olávarri en «La resurrección de Mnemósine…», o.c., pp. 160-171, me eximen de repetir el impresionante desarrollo experimentado por la historia oral desde 1948 hasta principios de los años noventa. Con todo, en el texto pensamos, por ejemplo, en el fenómeno de la public history norteamericana, desarrollada alrededor de The Public Historian (revista fundada en 1978), y sus esfuerzos por reflejar los procesos de activación y construcción de la memoria estadounidense (vid. Michael Kammen, «Public History and National Identity in the United States», Amerikastudien / American Studies, 44 (1999), pp. 459-475 y las páginas que le dedica en «Clio and Her Colleagues in the United States During the Twentieth Century,…», o.c., pp. 14-16), o en las conocidas tendencias que abarcan desde los History workshops británicos y la Alltagsgeschihte alemana a la historia de la vida cotidiana italiana.
[242] Sobre la reivindicación de la «subjetividad» (constituida por la idiosincracia y la intersubjetividad) y sus relaciones con alguno de los argumentos de Derrida, Foucault o Althusser, vid. David Simpson, «La crítica literaria y el retorno a la “historia”», en Antonio Penedo y Gonzalo Pontón (comps.), Nuevo Historicismo, Madrid, Arco/Libros, 1998, pp. 299-300; también, en el artículo de Robert Frank, «La mémoire et l´histoire», en Danièle (dir.), La bouche de la Vérité?, o.c., pp. 65-72, y el ensayo de Luisa Passerini, Storia e soggettività. Le fonti orali, la memoria (Firenze, La Nouva Italia, 1988). Por lo demás, este último libro se trata de un excelente tratado metodológico sobre los testimonios orales que puede servir como ejemplo de la abundante producción de manuales aparecidos desde finales de los ochenta y nos da pie para citar la reciente traducción al castellano del trabajo de James Fentress y Chris Wickham, Memoria social, València, Frónesis-Cátedra-Universitat de València, 2003 (1ª. ed. inglesa 1992).
[243] Vid. Écrire l´histoire du temps présent. En hommage à François Bédarida, Paris, Éditions du CNRS, 1993; y Henry Rousso, La Hantise du passé, o.c., pp. 49-84. Un apunte sobre la revisión acerca de la relación entre la historia y la memoria, introducida por la historia del tiempo presente, en François Dosse, L´histoire, Paris, Armand Colin, 2000, pp. 113-114.
[244] De la inmensa bibliografía generada, mencionaré, dos obras que se implican directamente con la historia de la memoria de la catástrofe inicial del siglo XX: Les Fusillés de la Grande Guerre et la mémoire collective (1914-1999) de Nicolas Offenstadt (Paris, Éditions Odile Jacob, 2002), que, dedicado a estudiar la «mémoire des fusillés dans l´espace public, telle qu´elle est “fabriquée” par les différents acteurs» (p. 12), su publicación se enmarca las polémicas provocadas por el intento de rehabilitar a los «poilus» fusilados en la primavera de 1917. Y por situarse en esta misma línea, además de recordar el debate generado en Gran Bretaña en 1998 por los 307 fusilados en la Primera Guerra Mundial, citaré el polémico libro de Niall Ferguson (The Pity of War, London, Allen Lane, The Penguin Press, 1998) en el que niega las tentativas contemporáneas de justificar el conflicto y las considera como algo fútil, una ofensa a la memoria de los muertos (cit. por Emmanuel Kattan, o.c., pp. 62-66).
[245] Henry Rousso, La Hantise du passé, o.c., pp. 137: «On n´écrit pas l´histoire avec pour objetif de défendre telle ou telle valeur, c´est l´écriture libre et critique, restituant toute l´épaiseur et toute la complexité du passé, qui est une valeur en soi et qui, elle, mérite d´être défendue».
[246] La imagen del Angelus Novus de Walter Benjamin en la IX Tesis sobre la filosofía de la historia (o.c., p. 183), la explicación de la noción de rememoración y la alegoría de este ángel marxista/judío, en Stéphane Mosès, El Ángel de la Historia…o.c., pp. 125-132 y145-147; y, Michael Löwy, Walter Benjamin: Avertissement d´incendie, o.c., pp. 71-79.
[247] Una muy personal reflexión historiográfica sobre el atroz siglo XX, no inclinada «precisamente al optimismo», la realiza Juan José Carreras en la lección sexta, «El ángel de la historia», de sus Seis lecciones sobre historia, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2003, pp. 85-97.
[248] La extraordinaria influencia y desarrollo de los estudios sobre la memoria del Holocausto, la apunta Gabrielle M. Spiegel en «Memoria e historia…», o.c.. El ex-profesor de la Paul University de Chicago Norman G. Finkelstein, denunció sus aspectos comerciales en La industria del Holocausto (Madrid, Siglo XXI, 2002), libro que despertó grandes críticas por sus conexiones con los «negacionistas» (vid. el artículo del periodista y director-adjunto de Le Monde, Thomas Ferenczi, «La Shoah et la levée de l´interdit», Le Monde, 13/14 août, 2000). Mucho más compleja es la revisión histórica de las actitudes americanas hacia el Holocausto, desde la Segunda Guerra Mundial hasta el presente realizada por Peter Novick en The Holocaust in American Life (o.c.). Partiendo de la hipótesis de que sólo se convirtió en una preocupación central de los judíos y otros americanos a finales de los años setenta, la obra discute su uso público y revela cómo su sentido contemporáneo se ha desarrollado en el marco de unas determinadas condiciones políticas. Entre otras cosas, el profesor de la Universidad de Chicago, además de establecer un importante paralelo entre el ascenso del sionismo y la ayuda hacia Israel (considerado, en sus orígenes, como un acto de expiación moral), con el repliegue del activismo social de los intelectuales judíos, el desarrollo de una «política de la identidad» y el ascenso del «sentido del Holocausto», no duda en señalar el contraste que supone el acercamiento histórico al tema con el «enamoramiento» actual entre memoria y narrativa.
[249] Con trabajos pioneros como el del director del IHTP, Henry Rousso, Le Syndrome de Vichy de 1944 à nos jours (Paris, Éditions du Seuil, 1987), que marca una etapa decisiva en la consolidación de la «historia de la memoria» en la historiografía francesa. A grandes rasgos, podemos señalar que las grandes obsesiones francesas contemporáneas por sus «passés qui ne passent pass» y las polémicas generadas entre la historia y la memoria serían: Vichy, el olvido de la guerra de Argelia, las grandes figuras de la Resistencia, el tema de la memoria comunista, y, más recientemente, junto al mencionado intento de rehabilitar a los «poilus» fusilados en la Gran Guerra, la cuestión de la integración de las otras memorias en el multiculturalismo francés (vid. Christian Delacroix, François Dosse y Patrick Garcia, Les courants historiques en France, 19e-20e siècles, o.c., pp. 267-272, y Régine Robin, o.c., pp. 184-185 y 268; y Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, o.c., p. 122).
[250] De manera similar a lo que está ocurriendo en Francia, durante los últimos años el debate sobre la Resistencia en Italia –desde la aparición del libro de Pavone-, ha hecho que la historiografía de izquierdas, integre su interpretación bajo el concepto de «guerra civil», abandonando la visión tradicional de la Resistencia como movimiento nacional contra el «nazifascismo» (Enzo Traverso, «Nazisme et mémoire», entrevista con Olivier Morel, p. 5, en web: www.republique-des-lettres.com/t1/traverso.shtml)
[251] El alcance de los diversos acontecimientos históricos nacionales (desde los Estados Unidos y Alemania hasta el Japón), su relación con el revisionismo y los intentos por reconstruir la historia desde «el olvido», en Régine Robin, La mémoire saturée, o.c. pp. 169-195. En general, para aquellas investigaciones dedicadas a la otra cara de la moneda: el silencio y el olvido como enemigo y a la vez complemento de la memoria, vid. las reflexiones de Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, o.c., pp. 539-591, que podemos completar con su breve colaboración y las de los historiadores René Remond y Henry Rousso o el sociólogo Dominique Schnapper incluidas en la segunda parte dedicada a «Memoria y olvido», del libro dirigido por Françoise Barret-Ducroq, ¿Por qué recordar,o.c., pp. 69-90; y las ponencias del coloquio organizado por Le Monde y publicadas en el volumen colectivo dirigido por Thomas Ferenczi, Devoir de mémoire, droit à l´oubli?, Bruxelles, Complexe, 2002.
[252] Henry Rousso, La Hantise du passé, o.c., pp. 86-88; y Enzo Traverso, «La memoria de Auschwitz y del comunismo….», o.c., pp. 1-4.
[253] El aspecto militante con que el historiador debe ponerse al servicio de la «verdad», considerada uno de los valores propios de su trabajo, los recuerda Pauline Schmitt Pantel al estudiar el itinerario intelectual de un autor que ha sabido compaginar su especialidad de historiador de la Grecia antigua con la mirada crítica de los acontecimientos de la Francia contemporánea, reconociendo la tensión existente entre «la vérité et mémoire; que la recherche de la vérité n´est pas la même chose que la transmissión de la mémoire» («Pierre Vidal-Naquet», en Véronique Sales (coord.), Les historiens, o.c., pp. 317-333, la cita p. 331); y Annette Wieviorka, «Pierre Vidal-Naquet face aux “assasins de la mémoire”, en François Hartog, Pauline Schmitt et Alain Schnapp (dirs.), Pierre Vidal-Naquet, un historien dans la cité, Paris, Éditions La Découverte, 1998, pp. 191-198 Por su parte, Emmanuel Kattan considera la noción de «integridad» y el principio de la «responsabilidad» como fundamentales en el trabajo de los historiadores sobre la memoria (Penser le devoir de mémoire, o.c., pp. 128-129 y 134-136). En el mismo sentido se manifiesta François Hartog: «Pour que ele générations futures aient encore una vie humanine et qu´elles se souviennent aussi de l´inhumanité de l´homme» (Régimes d´historicité, o.c., p. 216)
[254] Tradición vinculada a Weber, Simmel y Mannheim, Gramsci o Lukács y que en el caso del apátrida autor de El proceso de la civilización (1939), las explicaría en Compromiso y distanciamiento. Ensayos de sociología del conocimiento (Barcelona, Península, 2002, en particular pp. 38-47), y volvería a hacer hincapié en Mi trayectoria intelectual, Barcelona, Península, 1995, pp. 165-183. Para una aproximación al pensamiento histórico de Norbert Elias (1897-1990), vid. Jürgen Kocka, «Norbert Elias desde el punto de vista de un historiador», Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 65 (1994), pp. 93-101; Carlos A. Aguirre, «Norbert Elias: historiador y crítico de la modernidad», Er. Revista de Filosofía, 23 (1998), pp. 107-130; y Philippe Salvadori, «Norbert Elias», en Véronnique Sales (coord.), Les historiens…, o.c., pp. 119-136.
[255] Para el tema del genocidio vid. la tipología que establece el profesor de la Universidad de Picardia-Jules Verne (Amiens), Enzo Traverso en La Historia desgarrada, o.c.. Por otra parte, mientras Phillippe Burrin no ha dudado en dedicar un capítulo a la «acomodación oportunista» de los intelectuales franceses, incluido un historiador tan intocable como Lucien Febvre (La France à l´heure allemande, 1940-1944, Paris, Éditions du Seuil, 1995, especialmente pp. 322-328); tampoco lo ha hecho el maduro representante del grupo de los Sozialhistoriker de Bielefeld, Hans-Ulrich Wehler, al denunciar la abstinencia política de la «nueva historia cultural» alemana que no se ha pronunciado en ninguna de las recientes polémicas de los historiadores, ni se ha sentido interpelada en las controversias públicas (Historisches Denken am Ende des 20. Jahrhunderts (1945-2000, o.c., pp. 81-84).
[256] Maurice Halbwachs, La mémoire collective, o.c., la obra fue esbozada a lo largo de veinte años entre 1925 y 1944. Sobre la actualidad de Halbwachs, además de las obras de Jan Assmann citadas y los trabajos del sociólogo y filósofo Gérard Namer, autor de las más recientes ediciones críticas de La mémoire collective y Les Cadres sociaux de la mémoire (Paris, Albin Michel, 1994) y dos trabajos clásicos, Batailles pour la memoire. La conmémoratión en France de 1945 à nos jours (Paris, Papyrus, 1983) y Mémoire et société (Paris, Méridiens Klincksieck, 1989); mencionaré, las páginas que le dedica Paul Ricoeur en La memoria, la historia, el olvido, o.c., pp. 157-162 y 515-520; los artículos de la especialista en la historia de la memoria del PCF, Marie-Claude Lavabre, «Maurice Halbwachs et la sociologie de la mémoire», Raison présente, 128 (1998), pp. 47-56; de Carlo Ginzburg, «Shared Memories, Private Recollections», History & Memory, 9, 1 (spring-summer, 1997), pp. 353-363; los recogidos en el dossier dedicado a «La memoria collettiva» por la revista Rassegna Italiana di Sociologia, 3 (2002), pp. 365-441; y el del psicólogo social Amalio Blanco, «Los afluentes del recuerdo: la memoria colectiva», en José María Ruiz-Vargas (comp.), Claves de la memoria, Madrid, Trotta, 1997, pp. 83-105.
[257] Christian Delacroix, François Dosse y Patrick Garcia, Les courants historiques en France, 19e-20e siècles, o.c., p. 263.
[258] Por su intento de precisar las relaciones entre historia y memoria, mencionaré tres obras que, junto a alguna de las señaladas en el texto, considero importantes: En primer lugar, el fundamental y pionero libro de la famosa investigadora del instituto Warburg de la Universidad de Londres, Frances A. Yates, The Art of Memory, Chicago, University of Chicago Press, 2001 (1ª. ed. 1966). También, las reflexiones historiográficas de Jacques Le Goff, iniciadas con Histoire et mémoire, Paris, Galimard, 1977, por su insistencia en que son dos formas de conocimiento distintas, aunque presentan interdependencias evidentes. Y, finalmente, el estudio del profesor de la Universidad de Vermont, Patrick H. Hutton, History as an Art of Memory (o.c.), en el que rastreando las ideas de diversos pensadores sobre las relaciones de la historia y la memoria (desde Vico a Foucault, pasando por Freud, Halbwachs o Philippe Ariés), intenta construir una historia intelectual del concepto de memoria en Europa, analizando la función de la historiografía como portadora de la memoria colectiva desde el siglo XVIII y ofreciendo una panorámica final sobre las relaciones de la historiografía postmoderna con la memoria.
[259] Vid. Christian Delacroix, François Dosse y Patrick Garcia, Les courants historiques en France, 19e-20e siècles, o.c., pp. 261-262; y la bibliografía que aparece en el artículo de Ignacio Olávarri, «La resurrección de Mnemósine…», o.c.,
[260] Una aproximación al fenómeno autobiográfico (situado en el espacio de las experiencias y el tiempo de la memoria), característico de la producción historiográfica contemporánea, en Ignacio Peiró, «En busca de la memoria. La “vocación autobiográfica” de los historiadores», en Miguel Ángel Cabrera y Marie McMahon, La situación de la Historia…,o.c., pp. 159-189.
[261] Además de lo señalado para el historiador del arte Aby Warburg (vid. supra nota 84), Gérard Noiriel indica cómo la obra de Marc Bloch, Les Rois thaumaturges de 1924, presentada como uno de las investigaciones pioneras de historia de las mentalidades, puede ser considerado también como un estudio de historia de la memoria, al rastrear la continuidad de la creencia en los poderes curativos del Rey a través de los siglos y su adaptación a las exigencias de los distintos presentes (Qu´est-ce que l´histoire contemporaine?, o.c., pp. 199-200). En una línea similar, podemos situar la obra acerca del «imaginario» y la representación del poder del historiador alemán Kantorowicz, primero, con su tesis sobre Federico II (1927) y, especialmente, con Los dos cuerpos del rey, un estudio de teología política medieval (1957). Un análisis de la trayectoria intelectual, sus obras y vigencia de este autor la realiza Francisco Javier Caspistegui, «Fasciste, renovateur de l´histoire ou post-moderne: lectures de Ernst H. Kantorowicz (1895-1963)», en Jaume Aurell y Francisco Crosas (eds.), Actas del Congreso Internacional Grandes Medievalistas del siglo XX, Pamplona, mayo 2003, Tournhout, Brepols, 2004 (en prensa, consultado original mecanuscrito consultado gracias a la amabilidad del autor).
[262] Stéphane Michonneau, Barcelona: memòria i identitat. Monuments, commemoracións i mites, Vic, Eumo Editorial, 2001, p. 425.
[263] Por la vigorosa progenitura generada, en este espacio podemos englobar, junto a la serie que inicia Maurice Agulhon con Marianne au Combat: l´Imagerie et la Symbolique Républicaines de 1789 à 1880, Paris, Flammarion, 1979, continuada con Marianne au pouvoir. L´imagerie et la symbolique républicaines de 1880 à 1914, Paris, Flammarion, 1989, y Les métamorphoses de Marianne. L´imagerie et la symbolique républicaines de 1914 à nos jours, Paris, Flammarion, 2001; el libro editado de Eric Hobsbawm y Terenci Ranger, La invención de la tradición, Barcelona, Crítica, 2002 (1ª. ed. en inglés 1983); la obra dirigida por Pierre Nora, Les Lieux de mémoire. La République., La Nation., Les France, Paris, Gallimard, 3 vols., 1984-1992; y los tres recientes volúmenes, originados en el coloquio celebrado en Berlín en 1996 dedicado a los lugares de la memoria alemana, editados por Etienne François y Hagen Schulze, Deutsche Erinnerungsorte, o.c..
[264] Al lado de numerosos comentarios laudatorios, como ejemplo de las abundantes críticas generadas por el proyecto, mencionaré a Steven Englund por sus denuncias acerca del carácter teleológico de la obra y de caer en la mística de la nación («The Ghost of Nation Past», Journal of Modern History, 64 (1992), pp. 299-320; cit. por Santiago Leoné Puncel, «Memoria e identidad histórica: historia o metahistoria», Alberto González Troyano (coord.), Marieta Cantos Casenave, Alberto Romero Ferrer (eds.), «Historia, memoria y ficción», IX Encuentro de la Ilustración al Romanticismo, 1750-1850, Cádiz, Universidad de Cádiz, 1999, p. 190).
[265] La cita pertenece a la introducción de Pierre Nora, «Comment écrire l´histoire de France?», a Les France, recogida en la edición en cuarto en el vol. 3., p. 2.232 (Paris, Gallimard, 1997). Las contradicciones temporales de la obra, así como su participación en la transformación de la memoria en un instrumento del presente, las ha puesto de manifiesto François Hartog (Régimes d´historicité, o.c., pp. 133-162. Por lo que se refiere al tema de las rupturas o discontinuidades historiográficas, en esa misma introducción Nora señalaba que: «L´histoire como science et comme conscience a toujours consisté, dans ses avancées successives et ses renouvellements décisifs, à établir un partage net, une discontinuité contrôlée, entre ce que les contemporains croyaient vivre et avoir vécu et l´évaluation scientifique aussi précise que possible de ce stock de croyances; chacune de ces avancées étant liée au choc d´un grand bouleversemente qui amenait un déolacement général des sources, des méthodes et des centres d´intérêt» (o.c., p. 2.230).
[266] Juan José Carreras Ares, «Bosques llenos de intérpretes ansiosos y H.G. Gadamer», Conferencia impartida en el ciclo organizado por Elena Hernández Sandoica en el otoño de 2002 (p. 18 del original mecanuscrito consultado gracias a la amabilidad del autor). En párrafos anteriores, Carreras escribe: «Es obvio decir que tal concepto de la tradición como paradigma de la sociedad carece de realidad alguna fuera de las fantasías de los románticos alemanes, y es conveniente recordar que por los mismos años de la publicación de Verdad y Método un historiador marxista inglés [E.P. Thompson] desarrolló su propia hermenéutica, rompiendo con la visión holística de la tradición para poder comprender las luchas en «la palestra de las costumbres», y reconocer la existencia de tradiciones alternativas a la dominante y movidas por su propia racionalidad» (o.c., pp. 17-18).
[267] Reinhart Koselleck, «“Espacio de experiencia” y “horizonte de expectativa”. Dos categorías históricas», en Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós, 1993, pp. 333-357. Para el padre de la historia de los conceptos, recordaremos que la «experiencia», como pasado presente, supondría la elaboración racional de la memoria; mientras que la «expectativa», como futuro presente, representaría la proyección de las experanzas y los temores, aspiraciones y voluntades, proyectos e inquietudes, pero también el análisis racional de la experiencia y la realidad en la que se desenvuelve. Una nota sobre la obra del historiador alemán en José Enrique Ruiz-Domènec, «Reinhart Koselleck: el reto del federalismo», Rostros de la historia, o.c., pp. 208-223. Por lo demás, una breve panorámica de los presupuestos metodológicos de la historia conceptual alemana, la historia de los discursos dominante en el mundo anglófono, además de la hermeneútica gadameriana y de la lexicografía francesa, en la «Introducción» de Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes, al Diccionario político y social del siglo XIX español, dirigido por ambos autores, Madrid, Alianza Editorial, 2002, pp. 24-30.
[268] Jan Assmann, Moisés el Egipcio, o.c., p. 28. La definición del concepto, sus propósitos y sistema de referencias en pp. 21-31.
[269] Jan Assmann, Religion und kulturelles Gedächtnis. o.c., pp. 9-10. De la enorme bibliografía generada por la obra de Gadamer y, en particular, por su gran libro Verdad y método (1960), vid. las distintas colaboraciones reunidas en «El ser que puede ser comprendido es lenguaje». Homenaje a Hans-Georg Gadamer, Madrid, Editorial Síntesis, 2003; y la lectura para historiadores que ha realizado Juan José Carreras, «Bosques llenos de intérpretes ansiosos y H.G. Gadamer», o.c.
[270] Jan Assmann, Moisés el Egipcio, o.c, p. 21.
[271] Baste recordar la colección de ensayos editados por su mujer Aleida Assmann y Dietrich Harth, Mnemoysyne: Formen und Funktionen der kulturellen Erinnerung, Frankfurt am Main, Fischer, 1991. Las vinculaciones con la literatura y la teoría de la cultura, así como el desarrollo de las ideas de Frances Yates, las señala el filósofo alemán John Michael Krois, «Ars Memoriae, Philosophy and Culture: Frances Yates and After», en Glenn Alexander Magee (ed.), Philosophy and Culture. Essays in Honor of Donald Phillip Verene, Chaslottesville (Viriginia), Philosophy Documentation Center, 2002, pp. 149-150. El amplio sistema de referencias desde Freud a Foucault, pasando por Warburg o Halbwachs, son continuas en las obras citadas de Assmann.
[272] Ibídem,
p. 22.
[273] Jan Assmann, Das kulturelle Gedächtnis. Schrift…, o.c., pp. 18 y 31.También, Johannes Sträter en «El recuerdo histórico y la construcción de significados políticos. El monumento al emperador Guillermo en la montaña de Kyffhäuser», Historia y Política, 1 (abril 1999), pp. 88-90. Para este autor, «En tanto que producto colectivo de los grupos sociales, los recuerdos históricos forman, en conjunto, el inventario de una “memoria cultural” y, con ello, el marco de referencia en el que una sociedad reconstruye su(s) historia(s)» (p.89).
[274] Jan Assmann, Moisés el Egipcio, o.c, p. 22-23.
[275] François Hartog, Régimes d´historicité, o.c., pp. 19 y 28-29. Con todo, esto no le lleva a olvidar el entronque de sus ideas con otros autores como el antropólogo Marshall Sahlins, la «notion de régime d´historicité pouvait ainsi bénéficier d´une mise en dialogue (fût-ce par mon truchement) de Sahlins avec Koselleck: de l´anthropologie avec l´histoire», dice en la misma página, después de haber señalado, también, sus deudas con otros compañeros franceses como Claude Lévi-Strauss, Krzysztof Pomian, Michel de Certeau o Paul Ricoeur (o.c., pp. 12-26).
[276] Ibídem, p. 118.
[277] Ibídem, p. 27.
[278] Dedica los dos primeros capítulos a contrastar el régimen heroico polinesio y el del mundo de Ulises con la temporalidad cristiana –abordada a través de San Agustín- y concluir señalando la prolongada pervivencia de un orden temporal, característico de la cultura occidental que, basado en la convivencia del tiempo cristiano con el modelo de la historia magistrae vitae, obtendrá su fuerza de su capacidad para movilizar el pasado y proyectarlo en el futuro (o.c., pp. 33-107).
[279] Ibídem, p. 158.
[280] Ibídem, p. 206.
[281] Recordaremos su importante reflexión sobre los problemas de la memoria colectiva, Le roman mémoriel, Montreal, Le Préambule, 1989 (un extracto de sus ideas las podemos encontrar en su artículo «Literatura y biografía», o.c.).
[282] Régine Robin, La mémoire saturée, o.c., pp. 19-20.
[283] Ibídem, pp. 34-37.
[284] Ibídem, p. 479.
[285] Vid. Peter Novick, The Holocaust in American Life, o.c., p. 4; y, en general, el excelente artículo de Gabrielle M. Spiegel, «Memoria e historia…», o.c.,
[286] El fenómeno de la «infatuation» lo recuerdan Peter Novick (The Holocaust in American Life, o.c.,) y Kirwin Klein, «On the emergence of memory in historical discourse», Representations, 69 (2000), pp. 127-150 (cit. por Gabrielle M. Spiegel, «Memoria e historia…», o.c., pp. 55-56).
[287] Gabrielle M. Spiegel, «Memoria e historia…», o.c., p. 56.
[288] Como complemento a lo escrito por Régine Robin, La mémoire saturée, o.c., pp. 286-300; vid. los trabajos de Miguel Ángel Cabrera, Historia, lenguaje y teoría de la sociedad, Valencia, Frónesis-Cátedra-Universitat de València, 2001; y «La situación actual de la historia: un paisaje cambiante», en Miguel Ángel Cabrera y Marie McMahon, La situación de la Historia…., o.c., pp. 13-52.
[289] Gabrielle M. Spiegel, «Memoria e historia…», o.c., pp. 55 y 65-67. La autora cita, entre otros autores partidarios de esta concepción de la memoria a los especialistas en el tema del Holocausto, Lawrence Langer, Cathy Caruth o Shoshana Felman. La crítica por «relativistas» a esta corriente «qui ne peut être sérieusement défendue jausqu´au bout, sauf à considérer, par exemple, que les travaux historiques concernant le nazisme et les chambres à gaz relèvent eux aussi de la “fiction”» y su posible relación/ utilización por los historiadores «revisionistas», en Gérard Noiriel, Qu´est-ce que l´histoire contemporaine?, o.c., p. 124.
[290] Nicola Gallerano, «Storia e uso pubblico della storia», o.c., p. 23.
[291] La suplantación de la dimensión crítica por la manipulación que convierte la cultura en mero producto de consumo, la denunció Habermas en Historia y crítica de la opinión pública, o.c., p. 213. Un peligro del que no se salvan, ni los restos arqueológicos, ni siquiera los lugares de la destrucción y el horror, convertidos en espacios de alienación turística (vid. Gabrielle M. Spiegel, «Memoria e historia…», o.c., p. 69; y Neil Asher Silberman, «Structurer le passé. Les Israéliens, les Palestiniens et l´autorité symbolique des monuments archéologiques», en François Hartog y Jacques Revel (dirs.), Les usages politiques du passé, o.c., pp. 99-115).
[292] La cita de Walter Benjamin la reproduce Enzo Traverso, «La memoria de Auschwitz y del comunismo, o.c., p. 4. La idea del historiador como actor de la historia, preocupado por su responsabilidad respecto al pasado y al futuro que están a su cargo en Stéphane Mosès, El Ängel de la Historia…o.c., p.147.