Cazarabet conversa con... Alberto
Monterroso, autor de “La subasta de Roma” (Almuzara)
Almuzara edita un
nuevo libro del historiador y divulgador Alberto Monterroso sobre los hechos,
trepidantes y convulsos, que sucedieron a la muerte de Cómodo que hizo que el
Imperio Romano se tambalease vendiéndose al mejor postor.
Se trata de la
nueva novela de Alberto Monterroso después de El amo de Roma. Anteriormente,
también en Almuzara había publicado “Séneca. La sabiduría del imperio”.
La sinopsis del
libro: El asesinato del emperador Cómodo hizo que el Imperio fuera vendido
al mejor postor. La nueva novela de Alberto Monterroso tras "El amo de
Roma".
El episodio
histórico de la subasta del Imperio romano es un acontecimiento muy relevante
en la historia de la humanidad y, al mismo tiempo, sumamente desconocido.
¿Hasta qué extremo de decadencia y degradación se hubo de llegar para que los
pretorianos subastaran el trono de Roma? ¿Qué ocurrió para que se atrevieran a
vender el Imperio al mejor postor? ¿A partir de qué instante comenzó la
imparable decadencia?
Tras el asesinato del sórdido emperador Lucio Aurelio Cómodo (180–192 d.C.), se
produce la llegada al poder de uno de sus generales de confianza, antiguo comandante
de Marco Aurelio, que intenta reconducir la situación siguiendo el camino
trazado por el emperador filósofo, pero a quien le resultó imposible enderezar
el rumbo. Se trata de Helvio Pértinax,
que sufrirá tres conspiraciones en los tres meses que dura su reinado. Después
de él vendrá la “Subasta del Imperio”, la puja ganada por el riquísimo senador
Didio Juliano, que gobernó por la fuerza de su dinero, pero a quien los
pretorianos también traicionaron cuando Severo se levantó en armas. En esta novela
se narran, con extremo rigor histórico no exento de pulso literario, los
reinados de estos dos emperadores, Pértinax y
Juliano, que ocuparon el trono 87 y 66 días respectivamente, personajes clave
de la historia de Roma porque están en el origen de la lenta e inexorable
decadencia del Imperio. Esta apasionante obra de Alberto Monterroso, como su
anterior éxito "El amo de Roma", logra el pleno disfrute de la
literatura sin que vea traicionada la verdad histórica, permitiendo entender
qué pasó y por qué. Esa es la razón de su gran acogida por los lectores: un
estilo ameno que habla de las pasiones y de la condición humana mediante una
acción ágil y diálogos vibrantes.
El autor.- Alberto Monterroso es Doctor en Filología Latina.
Actualmente ejerce como profesor de latín y griego en el IES «Blas Infante» de
Córdoba. Conferenciante e investigador, ha colaborado en programas de
televisión sobre Patrimonio y ha publicado entre otros títulos "El
emperador impasible", "La Córdoba de Claudio Marcelo" y
"Diez mujeres en la vida de Séneca". También es autor de
"Relatos Romanos" y de un ensayo titulado "Lo que de verdad
importa de la Córdoba romana". Ha sido Comisario de la exposición «Rostros
de la Córdoba romana» del Museo Arqueológico de Córdoba (2012/2013) y Comisario
de la exposición «Marco Aurelio: un filósofo en el poder» en el contexto de la
celebración del I Congreso Internacional «Marco Aurelio y la Roma Imperial: las
raíces béticas de Europa», del que fue codirector técnico (2016). En 2018
publicó en Almuzara "Séneca, la sabiduría del Imperio", espléndida
biografía del filósofo cordobés, ya en su segunda edición, y en 2021 "El
amo de Roma", novela histórica que desgrana el convulso y sangriento
mandato del emperador Cómodo.
Cazarabet
conversa con Alberto Monterroso:
-Alberto, ¿este libro es y está
gracias a El amo de Roma?;perdona no
he leído ése, pero entiendo que el presente es como “una continuación”, ¿no?
No es exactamente
una continuación, pero sí es cierto que La
subasta de Roma existe gracias a El
amo de Roma. Primero me propuse escribir en El amo de Roma la historia de Cómodo, que es la historia de
cualquier tirano de cualquier época, pero con el atractivo de la Roma de
entonces, del hundimiento de aquella civilización, de la psicología del déspota
y el retrato del inicio de la caída del Imperio. La labor de documentación fue
muy extensa y rigurosa, tan abundante que me quedaba por contar lo que venía
después de la muerte de Cómodo, es decir, el intento fallido de regeneración,
la corrupción a su más alto nivel, la soberbia de los poderosos a la hora de
intrigar hasta el extremo de llegar a pujar por el Imperio, a creer que todo se
puede comprar con dinero, que el precio del poder nunca es caro. Esa es la
virtud de La subasta de Roma, que
cuenta los hechos posteriores a la muerte de Cómodo. En ese sentido las dos
pueden considerarse una duología, pero los personajes
ficticios, que son los que mueven la acción y el suspense, son diferentes en
ambas novelas. Por eso se puede leer primero una y luego otra, o bien a la
inversa. Ambas están relacionadas, pero son independientes, como si fueran una
secuela o precuela de una serie televisiva.
-
¿Por qué te llama la atención esta época del Imperio Romano pos
Marco Aurelio?; ¿qué tiene “de especial” para haberle dedicado dos libros: El amo de Roma y el
presente, La subasta de Roma?
-Estoy convencido
de que este es un momento histórico trascendental, un punto de inflexión. La
mayoría de los historiadores, antiguos y modernos, creen que tras la muerte de
Marco Aurelio comienza el inexorable declive del Imperio romano. Por otro lado,
la figura de un emperador modélico como Marco, cumbre del estoicismo y el buen
gobierno, en contraste con la de su hijo Cómodo, un tirano a la altura de
Nerón, permite un juego dramático continuo y un retrato muy novelesco (y a la
vez histórico) de aquella época tan interesante como desconocida.
-¿Estaba Cómodo demasiado influido por su
hermana Lucila?
-Creo que no.
Cómodo es un personaje torpe, que se deja llevar por las malas compañías. En
lugar de prestar oídos a los excelentes asesores que le dejó su padre o a sus
cuñados y hermanas, se dejó llevar por vividores y farsantes, por viciosos y
soberbios. Eso es lo que apunta el historiador Dion Casio, que vivió aquellos
tiempos, y creo que, en parte, es así. La figura de Lucila es controvertida. No
sabemos si se rebeló contra su hermano por defender los valores de Marco o por
ambición personal. Las fuentes históricas la acusan de incluso haber envenenado
a su marido, pero puede ser perfectamente una campaña de desprestigio de la
época, que siempre tendía a culpar a la mujer de los males del Imperio. En mis
novelas siempre añado un pequeño apéndice histórico al final para que se sepa
qué hay de verdad histórica en el libro y qué hay de ficción. Así no
renunciamos a una obra atractiva y amena, que emocione al lector. A la vez,
también mostramos la época histórica y aprendemos a entender aquellos tiempos,
tan próximos a los nuestros en muchos sentidos.
-La
novela tuya empieza con la muerte de Cómodo. El asesinato tras una
conspiración. Fue el último de los “antoninos”; Cómodo fue heredero de una de
las sagas de mejores gobernantes que comenzó con Nerva y terminó con Marco
Aurelio con Trajano –el primer emperador de origen hispano—y Adriano de por
medio…
-Ese siglo II es
increíble. Reunió a los cinco emperadores sabios, Nerva, Trajano, Adriano,
Antonino Pío y Marco Aurelio, que gobernaron con gran inteligencia y capacidad;
y todo ese caudal de inteligencia y ética termina acabando en manos de Cómodo,
terrible tirano, la oveja negra de la familia. Eso de por sí, da para una saga,
pero además son emperadores hispanos o relacionados con Hispania. He querido
mostrar todo esto con rigor histórico, sin que la historia solape la novela,
primando la acción, los personajes, la profundidad psicológica. Y la historia
queda como un fondo que siempre se respeta. Creo que es importante ser honestos
con la verdad histórica, más aún tratándose de
personajes de la talla de los hispanos Trajano o Adriano, o incluso de Marco
Aurelio, que era oriundo de Hispania. Leo últimamente novelas que son muy
escrupulosas en fechas y nombres, pero no muestran la mentalidad de la época,
presentan escenas facilonas y anacrónicas que dan una imagen falsa del
personaje, algo que transmite una impresión equivocada de la historia. Creo que
los lectores son más exigentes, quieren disfrutar y, a la vez, que le mostremos
la realidad histórica. Eso es lo que pretendo conseguir en mis novelas.
-¿Por qué siendo doce años de mandato
supremo no trascienden tanto como otros, aunque creo que sí que son
importantes?;¿en qué crees que son importantes?
-En los doce años
del reinado de Cómodo está el origen de todos los problemas que vendrán a
continuación, de la anarquía militar del siglo III, de los grandes cambios que
surgen en Roma y que lo transformarán todo, del inicio de la decadencia. Hay
otras épocas o personajes que otros escritores han tratado más, especialmente
la figura de César, el fin de la República y la primera dinastía, con sus
emperadores estrella Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio o Nerón. Está bien,
pero no son los únicos. Hay otros personajes y épocas tan atractivas o más.
Creo que es el momento de poner de moda a la dinastía hispana antonina, especialmente
a los últimos Marco Aurelio y Cómodo.
-En
la novela tomas el pulso a la idiosincrasia de cómo funcionaban las cosas en
torno al poder en Roma se puede ver que emperadores crueles, déspotas,
depravados y sanguinarios se hacían con el poder y continuaban amparados y que
lo hacían porque otros a su alrededor lo eran más, como los consejeros,
senadores y la siempre eterna, poderosa y omnipresente Guardia Pretoriana, que
ya les venía bien esconderse o camuflarse detrás de esto, ¿no?; ¿qué nos puedes
decir?
-Me interesa
efectivamente la ambientación, que el lector la perciba casi sin darse cuenta,
que esté pendiente de los personajes y la acción, que disfrute de la psicología
y la intriga, pero que vea, a través de todo esto, cómo funcionaban las cosas,
el entramado oculto del poder y la ambición, el surgimiento de la decadencia y
la corrupción. Me gusta mostrar la caída de Roma no desde la historia, para eso
está el ensayo, sino desde los propios personajes, desde los hechos, porque es
así como se producen los cambios sociales, primero de forma casi imperceptible,
como ocurre con el poder que va adquiriendo la Guardia Pretoriana, poco a poco
los dejan que se hagan fuertes por la desidia y la pereza de las élites, hasta
que llega a convertirse en un monstruo imposible de saciar.
-Pertinax,
a priori, parece un emperador honrado y al llegar detrás de uno de los más
controvertidos, corruptos y crueles como fue Cómodo, todavía lo parece más,
pero era una época en la que se debía tener más apoyos de los que él tenía y
quizás más habilidades para mantenerse en el poder sin que uno lo maten, ¿no?
-En la novela, Pértinax es un personaje que ha llegado a resultarme
entrañable por su ingenuidad. No a la hora de desempeñar cargos militares o
administrativos, en los que destacó como excelente gestor, sino en el momento
en que se hace cargo del Imperio. Es un hombre que ha vivido los tiempos
dorados de Marco Aurelio y sufrido los doce años del reinado de Cómodo. Ha
visto cómo se viene abajo todo el edificio de ética y buen gobierno que había
levantado el padre y, ahora que se le presenta la oportunidad, decide poner
todo su empeño en corregir el rumbo. Es ya muy mayor y le faltan fuerzas, pero
siempre ha sido un luchador. Con más buenas intenciones que habilidad o fuerza,
decide intentarlo, corregir el rumbo. Pero los doce años de “desgobierno” de
Cómodo han hecho una honda mella en la sociedad romana, que afronta una de sus
peores crisis sociales, económicas y morales. Pértinax
luchará hasta el límite de sus fuerzas, pero no lo logrará. Es como un
personaje de una tragedia griega.
-¿Qué puntos flacos detectas en Pertinax?-¿Qué
te llama la atención de Pertinax como ser humano y como personaje histórico al
que a veces se le ha calificado de “demasiado duro”?
-Eso
precisamente, ser demasiado duro; pretender ir demasiado deprisa; pensar que se
puede resucitar el pasado sin más, que bastará gritar el nombre de Marco
Aurelio para recuperar ese mundo de valores que ya ha desaparecido para
siempre. Pértinax sigue haciendo lo que ha hecho toda
su vida, actuar con honradez, hacer economías, imponer la disciplina. Y lo hace
de buena fe, sin darse cuenta de que la corrupción y el engaño han anidado en
el corazón del Imperio, que los senadores son un grupo de envidiosos y egoístas
que solo defienden sus intereses privados, sin percibir que el ejército va por
su cuenta, que los pretorianos han decidido poner y quitar emperadores a su
antojo, e incluso vender, como ocurrió, el Imperio al mejor postor. Pértinax vivía en un pasado que ya no existía.
-Por lo que he leído desde tu novela y
más allá de ella a Pertinax, además de ese deseo de “querer cambiar las cosas”,
le jugó en contra en “ser muy, muy mirado con el dinero”, ¿es así? En parte,
eso lo lleva a perder la vida en manos de su soldadesca siendo emperador,
¿verdad?
-Esa soldadesca
se había convertido ya en un monstruo insaciable. No hay dinero en el Imperio
para pagar sus vicios y ambiciones. Cuando has cedido una vez a sus chantajes,
ya no hay vuelta atrás. Cada vez quieren más y son más desleales. Ese cuerpo de
élite que eran los pretorianos se había convertido en un puñado de mercenarios.
Los prefectos del pretorio son conscientes de su poder. Se dan cuenta de que
poseen la fuerza militar, la única que hay en Roma, capaz de poner y quitar
emperadores. Es un proceso de degeneración que ha crecido en tiempos de Cómodo
y que ahora ya no tiene vuelta atrás. Pértinax
intenta sobornarlos con dinero, pero no será suficiente. Es verdad que tenía
fama de tacaño, pero a Juliano, el hombre que llenará los bolsillos de los
pretorianos hasta hacerlos ricos a todos, le aguarda el mismo fin que a Pértinax. No se trata ya de gastar más o menos: la
degeneración moral, política, militar y social es tan honda que ni siquiera se
puede tapar con dinero.
-¿Estás de acuerdo con que el mundo de la novela
histórica nos puede ayudar a aproximarnos muy seriamente a la historia de la
humanidad y de las civilizaciones?; por ejemplo, yo soy de las que conforme voy
leyendo las novelas me voy documentando y adentrarme en aquellos hechos,
personalidades y acontecimientos que me llaman la atención…Lo que quiero decir
que la novela histórica puede ser otra manera de acercarse a la historia
-Sin duda. La
novela histórica es mi forma preferida de acercarme a la historia. Pero la que
sea de verdad histórica, la que está documentada, la que es fiel a los hechos y
no anacrónica, la que trata personajes históricos como en realidad fueron, sin
inventar situaciones inverosímiles ni falsear la realidad. Y, sinceramente, con
ese nivel de exigencia veo hoy pocas novelas históricas. Creo que no hay
contradicción entre literatura e historia. Se puede escribir una obra que
literariamente sea atractiva, que tenga tensión, suspense, acción, diálogos
vibrantes, buena ambientación y todos los requisitos de un buen libro y,
además, puede ser fiel a la historia: reflejar los hechos reales, ser crítico
en el uso de las fuentes y no poner el primer “chisme” o “leyenda negra” que
aparezca en cualquier sitio para mostrar una imagen falseada de aquella época.
Para escribir una buena novela histórica, hace falta mucha documentación,
conocer bien la época, pensar bien la estructura y tener muchísimo cuidado con
los personajes históricos que aparezcan. Por ponerte un ejemplo: a mí nunca se
me ocurriría escribir una novela sobre Gandhi para reflejarlo como si hubiera
sido un activista violento. Simplemente porque no es verdad. Es como si hiciera
una novela de zombis en la antigua Roma. Pues, salvando la exageración, cosas
parecidas se están haciendo hoy en lo que algunos escriben como “novela
histórica”.
-Pertinax
es uno de los emperadores que dura menos no llega ni a 90 días en el trono de
Roma, al margen de lo que hemos comentado o ahondando en ello a qué lo
atribuyes es que no lo pudieron ni manipular, ni embribar…
-El pobre Pértinax los tenía a todos en contra, excepto algunos
fieles que lo defienden hasta el final haciendo gala de una lealtad que ya es
cada vez más difícil de encontrar en Roma. Tiene en contra a los pretorianos,
que quieren más dinero y menos trabajo. También lo odian los libertos, porque
les quiere quitar sus privilegios, los vicios y la buena vida de la que gozaron
en tiempos de Cómodo. Tiene en contra a los senadores, ambiciosos, envidiosos,
engreídos, que lo miran por encima del hombro porque no es un aristócrata como
ellos. Pértinax quiere enderezar una sociedad caníbal
donde cada estamento busca su propio provecho sin importarle el hundimiento
común. El mundo de la política está crispado entre dos bandos, los senadores
intrigan, ofenden y atacan con verdadera saña a la facción contraria, mientras
el pueblo pasa hambre, las élites se enriquecen y los soldados quieren más.
Exactamente, Pértinax duró menos de tres meses, pero
Juliano durará menos.
-En su carrera pública este hijo de
liberto, ¿en qué destacó para irse afianzando, además como hombre de confianza
de uno d ellos emperadores que ha dejado mejor memoria, Marco Aurelio?; ¿pesó
mucho el ser “hijo de liberto”?
-Pértinax es un hombre que se ha hecho a sí mismo. Ha
desempeñado cargos militares en los destinos más difíciles, en las fronteras
más peligrosas, y en todas ha cumplido bien. Es uno de los dos hombres en
quienes se apoyó Marco Aurelio tras la muerte de su hermano. Y Pértinax nunca le falló. Continuó desempeñando labores
militares y administrativas bajo Cómodo. Y a pesar de todas las diferencias, le
fue fiel. Cumplió todas las órdenes de aquel tirano por obediencia a su padre y
al emperador reinante. Era un hombre leal. Siempre respetó al Senado, como era
norma de Marco Aurelio, pero los patricios lo miraban como a un inferior. No le
perdonaban que fuera hijo de un liberto. En la alta sociedad romana, muy
elitista y clasista, censuraban a Pértinax por haber
llegado tan alto. No respetaban su valía y ese sentimiento de superioridad que
tenían los senadores los perjudicará a ellos tanto como a Pértinax.
-Britania
fue uno de los campos de batalla más duros, inclusive para “hacerse entender”
con sus tropas, sobrevivió a un motín cuando lo daban por muerto, pero aún así se vio obligado a dimitir porque las tropas lo
odiaban al ser muy disciplinado, ¿qué nos puedes contar?
-Britania era uno
de los frentes más difíciles. Había continuas revueltas de los bárbaros, pero
también se amotinaban los ejércitos romanos desplazados allí. Cuando Cómodo lo
manda a sofocar un motín, la situación es desesperada. Ya son muchos años de
anarquía militar en el desastroso gobierno de Cómodo y el estado en que se
encuentra aquello está a punto de desbordarlo todo. Pértinax
se hace cargo. Consigue, contra todo pronóstico, resolver la situación. Es
cierto que los legionarios atacaron a traición a los trescientos hombres que se
encontraban con él y los mataron a todos. Estaba inconsciente y sangrando. No
lo reconocieron y lo dieron por muerto. Los amotinados creyeron que Pértinax estaba entre los cadáveres, pero se salvó
milagrosamente. Acudió al campamento, reunió a sus fieles y volvió a tomar el
mando. No tuvo piedad con los rebeldes. A los que no condenó a muerte los envió
a fronteras lejanas. Pudo recomponer aquello, pero con una total pérdida de
prestigio entre sus tropas. Había resuelto aquella difícil situación, pero a
costa de haberse comportado con una dureza inusual. Sabía que los soldados lo
aborrecían. Por eso pidió a Cómodo que lo cambiara de destino.
-La
Guardia Pretoriana, ¿por qué tenía tanto poder a la hora de elegir y derrocar a
los sucesivos emperadores?; ¿eran la élite de la élite del ejército romano y
los más consentidos, bien pagados y privilegiados? - ¿Descuidó ese flanco
Pertinax, aunque nunca, creo, se fio de Leto, el prefecto del pretorio…?
-La Guardia
pretoriana era el cuerpo militar mejor entrenado, destinado a proteger la vida
del césar. No había más tropas en Roma; el resto estaba en las fronteras. Por
eso el césar siempre quiso asegurarse su lealtad a cambio de pagas y
privilegios. Pértinax era un hombre con gran
experiencia, pero pecó de ingenuidad al creer que Leto le sería fiel y que
podía volver a los tiempos de Marco Aurelio. Creo que al final entendió que los
pretorianos solo querían mantener el tren de vida que habían disfrutado en
tiempos de Cómodo. Si quería cambiar la situación debía cesar a todos los
cargos que trabajaron bajo Cómodo y eso incluía a los libertos imperiales y al
propio Leto, prefecto del pretorio. Parece que tenía previstos los cambios para
el día del aniversario de la fundación de Roma, pero no le dio tiempo. Leto
entendió que, si había matado a un emperador y seguía impune, ¿qué le impedía
matar a otro emperador y convertirse en un hombre rico y poderoso?
-Trata de inspirarse, para llevar sus
políticas a cabo, en Marco Aurelio—un emperador moderado y bastante equilibrado
en todo--, pero parece imposible porque todo y todos se habían habituado tanto
a la degeneración con Cómodo que es una de las losas que lo sepulta…
-Esa degeneración
en caída libre comienza efectivamente con Cómodo. No hubo ni insolencia ni atisbo
de rebelión por parte de la Guardia Pretoriana en tiempos de Trajano, Adriano,
Antonino Pío. Elio Vero o Marco Aurelio. Estos emperadores mantuvieron a la
guardia en su sitio. También porque contaron con el Senado y supieron gobernar
con justicia e inteligencia. Fueron buenos gobernantes que defendieron a todos
los estamentos y por eso, su reinado coincide con el llamado siglo de Oro del
Imperio. Todo empieza a cambiar con Cómodo. Ya en tiempos de Marco Aurelio
había habido atisbos de rebelión, crisis económica y militar, la llegada de la
peste, etc. Pero el emperador filósofo supo en todo momento resolver las
crisis, frenar en seco las ambiciones de los soldados y trabajar en común con
el Senado. Todos lo adoraban y respetaban. A partir de Cómodo todo comienza a
venirse abajo. La degeneración crece por días. Ya nadie controla al ejército.
El propio emperador no es ejemplo de nada. Es el primero que incumple sus
obligaciones y se dedica a vivir una vida de lujo. Ejerce el poder con
autoritarismo y piensa que con favores y dinero puede conseguir mantenerse el
poder. Con Cómodo se pierde la legitimidad imperial y ya cada estamento actúa
por su cuenta. Pértinax se dio cuenta y quiso cambiar
la situación, pero, efectivamente, la losa es tan pesada que lo sepulta, a él y
a Juliano, hasta desembocar en una terrible guerra civil.
-¿Qué medidas quería tomar Pertinax para ir
cobrándose más enemigos sumados a los pretorianos…?-Pero hubo otras causas,
¿no?;¿qué nos puedes decir? -Los Pretorianos nunca tenían bastante ni tampoco
perdonaban que se les debiese nada por eso es que se cobran la vida de
Pertinax, ¿no? -¿Y es que Roma no tenía suficiente
para pagar las ambiciones heredadas de Cómodo?
-Pértinax quiere poner orden, pero va demasiado deprisa. Hay
que pensar que es un hombre mayor, hay mucho trabajo por hacer y no tiene los
años ni el vigor de aquellos tiempos en que combatía hombro con hombro junto a
Marco Aurelio en las fronteras del Danubio. Lo cierto es que va demasiado
deprisa. En poco tiempo quiere atajar la bancarrota del Estado, que Cómodo
había provocado con sus gastos caprichosos y su mala gestión. Quiere poner
orden en palacio, frenar la soberbia y la corrupción de los libertos imperiales,
de todo el sistema administrativo. Se empeña en imponer la disciplina en el
estamento militar, en las fronteras, en la guardia pretoriana. Y para ello no
cuenta con el Senado, con el estamento social más poderoso, que no lo apoya,
sino que lo critica a sus espaldas y le pone las cosas muy difíciles. Pértinax quiere arreglarlo todo en poco tiempo y no cuenta
con el apoyo de nadie, porque todos quieren su vida de vicio y derroche
heredada de tiempos de Cómodo. Y no hay dinero en el mundo para pagar los
vicios y caprichos de tanta gente. Ni siquiera Juliano, el hombre más rico del
Imperio, tendrá tanto dinero.
-Y
Leto el jefe del pretorio instigador, junto a Marcia—concubina de Cómodo—y el
chambelán Eclecto, es el manipular más ágil porque se
posiciona del lado de la Guardia Pretoriana cuando Pertinax le había pedido que
les calmase y hablase con ellos…
-Todos traicionan
a Pértinax menos Eclecto,
que muere con él. Por eso el anciano general parece un personaje de tragedia:
tierno en su ingenuidad, sereno en su lealtad y duro con los militares. Un
personaje con buenas intenciones que pertenece a otro mundo, pasado ya, y que
está abocado al fracaso. La traición de Leto es la más dolorosa. Confiaba en
él. Lo envía como jefe suyo que es a que calme a los pretorianos rebeldes. Y
solo al final se da cuenta de que Leto es el cabecilla de la rebelión.
-Lo que sí hace es rechazar que sus
títulos como emperador pasasen a su mujer e hijo para que no sufriesen las
consecuencias Creo que, de alguna manera, se lo veía venir, tonto no era…
-Eso salvó la
vida de su esposa e hijo. Pértinax efectivamente
conocía los peligros a que se enfrentaba. Decidió dedicar su vida a intentarlo,
por convicción, por heroísmo moral. Tampoco quería que lo vieran como un hombre
ambicioso que pretendía imponer una dinastía. Solo deseaba el bien de Roma. Por
eso pecó de idealista en un mundo en que ya no había ideales. Habían pasado
doce años desde la muerte de Marco Aurelio, pero es como si hubiera pasado un
siglo.
-Pertinax
muere y Roma es vendida al mejor postor que es Didio Juliano o Juliano I. Todo
lleva un camino acelerado que sume a Roma en una Guerra Civil ---Roma tiene
cinco emperadores en un año, empezando con Pertinax, una locura--. Esta guerra,
finalmente la gana –o la pierde menos---el que podríamos decir fue más hábil,
teniendo en cuenta la estrategia militar y la política, y este fue Septimio
Severo que al regresar a Roma sí que se acuerda de Pertinax y de “rendirle
honores”, ¿se sentía heredero del viejo militar?;¿por qué?
-Ninguno de los
emperadores que vinieron después se sentían herederos de Pértinax
o de los Antoninos, pero todos se hicieron llamar con el nombre de Antonino
como antes los césares tomaron como sinónimo de emperador el nombre de César.
Es puro oportunismo político. Aquel nombre era sinónimo de prestigio. Pero
ninguno tuvo intención de continuar con la política de Marco Aurelio. Severo
era autoritario, como podía serlo Cómodo, pero no era un estúpido. Por eso
defendió la memoria de Pértinax como también hizo lo mismo
con Cómodo. Pues fue él quien arrojó a los leones a Narciso por haber sido
quien acabó con la vida de Cómodo. Severo solo pretendía afianzarse en el poder
y, para ese objetivo, le venía bien asimilarse a la memoria y la herencia de
los antoninos.
-Amigo,
¿cómo ha sido el proceso de documentación, estudio e investigación de esta
novela histórica?
-Muy largo y
detallado. Es una época que he llegado a conocer muy bien, así como el
pensamiento de Marco Aurelio y el siglo de Oro de los emperadores hispanos
antoninos. También escribo ensayo histórico y aprovecho todo ese caudal de
documentación para mis novelas. Pero, a la hora de escribir, los datos
históricos ocupan un lugar secundario: son el fondo sobre el que se desarrolla
la escena, pero no puede opacar a los personajes, la acción y la emoción que
busco suscitar en el lector. Hay muchos detalles que no benefician al
desarrollo de la novela y, por tanto, quedarán ocultos, pero todos ellos ayudan
a darle solidez y verosimilitud al relato. Hay frases, momentos, anécdotas
históricas que luego utilizo en la novela y coloco en los lugares oportunos.
Eso hace que el resultado sea ameno y rigurosamente histórico a la vez.
-¿Y qué metodología de trabajo sueles seguir,
esperas a tener todo el material de investigación y demás para luego perfilar
la historia que, más o menos, ¿llevas hilvanada en mente o conforme vas
recopilando documentación ya vas creando y escribiendo?
-Diría que es un
método mixto. Me gusta tener en la cabeza el desarrollo de la novela, el punto
de vista, la estructura. Cuando investigo hay escenas que me sugieren
capítulos, personajes, anécdotas, acciones que tuvieron lugar en la historia y
que me parecen de gran fuerza emotiva para lugares clave de la novela. Todo eso
lo voy plasmando en el papel y colocando en su sitio hasta tener toda la
documentación, hasta conocer la época y los personajes al detalle. Incluso en
la apariencia física, intento describirlos como fueron en la realidad. Cuando
todo está preparado comienzo a escribir. Pero sobre la marcha hay cosas que
cambian. Escenas que se añaden o quitan sobre el borrador previo de la
estructura. Hay personajes que cobran vida propia, en el sentido de que no
tenían importancia en la planificación de la novela y que se van acrecentando
conforme avanzan las páginas. Me doy cuenta de que la estructura prevista no es
fija, va cambiando en función del desarrollo de la acción y los personajes. Por
ejemplo, en La subasta de Roma,
Herodiano era un personaje que tenía previsto para las primeras páginas,
destinado a un par de escenas sin importancia. Pero acaba adueñándose de la
novela y se convierte en uno de los ejes estructurales de la misma.
-Escribir una novela histórica con
hechos, personajes y acontecimientos reales ¿supone una presión extra porque
debes de ceñirte a acontecimientos que pasaron sí o sí; a gentes que estuvieron
sí a o sí formando parte de la historia?; aunque también tienes tiempo para
darle rienda suelta a la imaginación, ¿verdad?
-Sí. La
imaginación es lo primero en la novela histórica. Los personajes tienen que
emocionar, tienen que estar vivos. La acción debe enganchar, hay que atraer y
entretener. Ese es el objetivo principal. Pero todo eso se puede hacer
respetando la historia, los hechos y los personajes, el modo de pensar en la
época, los usos y costumbres de aquel tiempo. Eso no me supone ninguna presión
extra. De ser así escribiría otro tipo de novela, no histórica. Hay que
documentarse muy bien, sumergirse en aquellos tiempos, aprender a pensar como
lo hacían entonces. Supone echar muchas horas, pero a mí me resulta
gratificante saber que aquella escena que presento al lector es lo más fiel
posible al pensamiento de aquella época, a los hechos históricos, a la realidad
de los personajes. El reto es mostrar la historia deleitando, entreteniendo,
que el lector disfrute de los personajes y de la acción y que, al final de la
novela, se dé cuenta de que ha aprendido mucho más de lo que pensaba de aquel
periodo histórico y de que entienda cómo y por qué sucedió todo aquello.
-Amigo,
¿siguen, en la actualidad, tus nuevas y futuras novelas y demás vinculadas a
Roma?
-Por ahora sí. Es
un terreno que conozco muy bien y por el que me muevo como pez en el agua. La
historia de Roma está llena de rincones apasionantes de emperadores y épocas
deslumbrantes, de un modo de ser y de sentir del que somos herederos. Nos
reconocemos en Roma porque somos un reflejo de aquella cultura y civilización.
Mi idea es seguir con novela histórica romana, aunque estoy abierto a otras
experiencias. Suelo combinar la novela y el ensayo. En ambos géneros me
encuentro muy a gusto, aunque son muy diferentes en estilo y objetivos. Sí.
Creo que tenemos Roma para rato.
-¿Y cómo ha sido trabajar con Almuzara?, me da
que muy bien porque con éste ya llevas tres colaboraciones con esta editorial…
Trabajar con
Almuzara es un lujo. Comencé a escribir con una editorial donde publiqué una
novela sobre Marco Aurelio, precisamente. La anterior a La Subasta de Roma fue un ensayo publicado en Esfera del que estoy
muy contento Emperadores de Hispania.
Y estoy muy satisfecho y orgulloso del trato recibido, pero en Almuzara no solo
tengo una editorial prestigiosa que publica y distribuye muy bien. Tengo
también a un editor de lujo llamado Javier Ortega, que me aconseja y ayuda. Me
da ideas y sugerencias que me hacen crecer como escritor. Si te fijas en el
apartado de agradecimientos de La Subasta
de Roma, verás que no me he resistido, después de tres libros con él, a
citarlo. Te transcribo el párrafo para que puedan apreciarlo tus lectores:
“Cuando en 2018
mi editor Javier Ortega apostó por Séneca,
la sabiduría del Imperio, me dijo que el libro tendría largo recorrido y no
se equivocó. Apostó también por mi novela El
amo de Roma, y ahora por esta, La
Subasta de Roma, que pueden considerarse una duología,
aunque se lean aparte o en orden inverso. Quiero expresar, pues, este triple y
sincero agradecimiento a Javier Ortega, un titán de la escritura y la edición,
por su fe e inapelable instinto”.
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Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)