Cazarabet conversa con...   Francisco Gragera, autor de “Los del Llano” (Raíces) 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nos encontramos ante la tercera entrega de la trilogía formada e integrada por Los quintos del Pelargón y Rumbo a Rusia, dos  ensayos de investigación todos en torno a la Guerra Civil Española.

Esta trilogía viene de la mano de Francisco Gragera, autor que ha estado ya con nosotros con estos dos otros libros:

La novela, La Maraña de Muñoz Moya Editores, http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/lamarana.htm

El libro de divulgación sobre su pasión ornitológica, Pájaros y pajareros. Retrato de una época de Tundra Ediciones, http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/pajarosypajareros.htm

“Los del Llano” lo edita Raíces, https://www.editorialraices.es/

 

 

La sinopsis de Los Quintos del Pelargón, un libro editado por el sello Oberón   de Editorial Anaya en el 2004:

La aparición de un puñado de cartas escritas por el padre del autor durante su participación en la Guerra Civil española supone el comienzo de una labor de investigación que le conducirá hasta Los quintos del pelargón.

Gracias a los relatos ofrecidos por algunos mozos del reemplazo de 1941, que tuvieron la desgracia de ser arrastrados como la grava a los campos de batalla, podremos conocer, con todo lujo de detalles, cómo vivían en aquel desolado paisaje sembrado de zanjas, alambras y campos de minas. La Guerra Civil marcará a estos niños, convertidos en hombres a marchas forzadas, al igual que a otras generaciones de españoles nacidos antes, durante o después de aquella lucha fratricida. A los mozos supervivientes les esperaba, en el mejor de los casos, hacer la mili y padecer hambre, mucha hambre. Luego, una vez licenciados, serían movilizados de nuevo al estallar la Segunda Guerra Mundial y algunos, los más <<echaos p’adelante>>, se alistaron a la División Azul para combatir en el frente ruso.

La sinopsis de Rumbo a Rusia, editado por Ediciones Raíces en el 2007:

Verano de 1941. La invencible Wehrmacht invade por sorpresa la URSS extendiendo la Segunda Guerra Mundial al Este de Europa. A muchos miles de kilómetros de aquel escenario bélico, más de un millón de extremeños trataban de sobrevivir a duras penas en una región desolada por la reciente Guerra Civil. Extremadura era el lugar idóneo para realizar una importante leva y varios miles de hombres, la mitad obreros del campo, se enrolaron en la División Azul para escapar del hambre y de la miseria. Aclamados por el gentío que acudió a despedirlos en los andenes de las estaciones pusieron rumbo a Rusia, un remoto lugar que pocos sabían ubicar en un mapa. Los voluntarios extremeños fueron condecorados por su heroísmo durante la travesía del lago Ilmen o por su valor en la sangrienta batalla de Krasny Bor. Más de dos centenares perdieron la vida y diecinueve –que en su día fueron declarados oficialmente muertos- regresaron a España en 1954 procedentes de los siniestros campos de concentración soviéticos. Tras seis décadas de olvido ha llegado la hora de hacer justicia a los soldados anónimos que formaron parte de la mítica División Azul.

Este libro analiza con todo detalle diversos aspectos de aquella sobrehumana aventura, desde el alistamiento de los voluntarios extremeños, sus circunstancias personales y sus distintas procedencias, las razones por las que algunos fueron rechazados o incluso desertaron, su interminable viaje al frente, sus sufrimientos al enfrentarse al horro de aquella durísima contienda… Después describe el final de la lucha, la vuelta de los que no perecieron y el terrible internamiento en campos de prisioneros de los que fueron capturados.

Como colofón, un listado general (con casi 2.500 nombres) enumera a todos los extremeños que se alistaron en la División Azul, y otro relaciona los datos de los fallecidos y desaparecidos en Rusia. Un documento histórico de primer orden para conocer este dramático episodio de la historia reciente de Extremadura.

Como de estos dos libros no hemos podido disfrutar de la lectura, pues aportamos, gracias al trabajo de Francisco Gragera y a su generosidad de la introducción:

 

Los Quintos del Pelargón:

Introducción.

A lo largo de nuestras vidas, no sólo encontramos aquellas cosas que buscamos con más ahínco; también hay otras que se cruzan en nuestro camino y tarde o temprano terminamos tropezando con ellas. En mi caso, todo comenzó con el fallecimiento de mi abuela paterna, ocurrido en febrero de 1976, cuando me encontré, por casualidad, entre los familiares <<invitados>> a desvelar el contenido de una caja fuerte, algo que la difunta había mantenido en secreto durante muchos años. Aunque todos suponíamos que no íbamos a descubrir ningún tesoro, lo cierto es que los objetos encontrados podrían haberse adquirido en uno de los puestos callejeros que todos los domingos se instalan en el famoso Rastro madrileño. En concreto, y si la memoria no me falla, había un par de ejemplares de los diarios Hoy y El Defensor de los Barros, una colección de novelas de El Coyote, dos volúmenes encuadernados de la revista taurina Sol y Sombra, un viejo álbum de cromos de Chocolates Nestlé, la dentadura postiza de mi abuelo, unas vendas apolilladas de las que utilizaban los soldados para protegerse las piernas y varias cartas escritas por mi padre en el transcurso de la Guerra Civil española.

Un cuarto de siglo después de aquel sorprendente hallazgo, en las Navidades del año 2001, la lectura de la novela Soldados de Salamina, obra del escritor extremeño Javier Cercas, me trajo a la memoria la existencia de aquellas cartas. Busqué y rebusqué temiendo que tan valiosos documentos se hubieran extraviado en el transcurso de alguna mudanza pero, por suerte, la angustiosa búsqueda terminó con éxito y, después de leerlas, caí en la tentación de investigar desde la perspectiva de los soldados más bisoños del general Franco que, de forma voluntaria o forzosa, motivados por unos ideales políticos o simplemente por un accidente geográfico, al encontrarse dentro de la zona sublevada, participaron en la Guerra Civil.

La tarea no era fácil por dos motivos. El primero, porque en el momento de iniciar la investigación, transcurridos más de sesenta años desde la finalización del conflicto armado, la mayoría de los excombatientes habían fallecido, y el segundo, la manifiesta reticencia que demostraron en vida a la hora de hablar sobre los años que permanecieron en el frente. De todos modos, gracias a las pesquisas realizadas, conseguí entrevistar a un buen número de soldados de las filas franquistas residente en diversos pueblos de la provincia de Badajoz, donde la memoria colectiva sobre la Guerra Civil aún permanece viva, latente, como las ascuas de un brasero. Y como dicen que para sentenciar un pleito hay que oír a los dos bandos, resultó imprescindible conocer la versión ofrecida por algunos excombatientes republicanos, porque, en definitiva, todos se jugaron la vida en aquella lucha fratricida.

Esta es la historia de los mozos del reemplazo de 1941, la famosa Quinta del pelargón, en referencia a una conocida marcha de leche maternal en polvo utilizada en los hogares españoles durante generaciones –el autor fue criado con ella a finales de la década de 1950-. Los quintos más afortunados regresaron a casa después de un largo e imprevisible periplo a través de las trincheras; los restantes, demasiados por desgracia, quedaron esparcidos, insepultos, olvidados en los campos de batalla.

Terminada la Guerra Civil, muchos de ellos tuvieron que realizar el servicio militar en un periodo de hambruna y de miseria generalizada, para luego, ya licenciados, ser movilizados de nuevo ante una hipotética invasión de las tropas nazis instaladas en la vertiente francesa de los Pirineos. Por si fuera poco, algunos de los quintos del pelargón, los más <<echaos p’adelante>>, los que se apuntaban a un bombardeo, lucharon en las gélidas llanuras rusas con la División Azul durante la Segunda Guerra Mundial.

Nadie sospecharía que estos hombres, hoy achacosos y, en algunos casos, forzosos taciturnos tras ser recluidos en una residencia geriátrica, fueron antaño aguerridos soldados. Como supervivientes natos, supieron salir adelante en los penosos años de la posguerra, aunque muchos, acuciados por el hambre, tuvieron que emigrar a tierras lejanas. Todos, sin excepción, maldijeron aquella guerra y más de uno lloró, amargamente, al entonar viejas canciones de trincheras o recordar la muerte prematura de familiares y de amigos en el frente. En sus ojos, perdidos por momentos, pude ver los rostros de los muertos que poco después saldrían del anonimato, recuperando nombre y apellidos.

Para finalizar esta introducción, excesivamente larga para una persona acostumbrada a escribir de forma clara y concisa, quiero manifestar que soy consciente que desde la perspectiva actual –tanto histórica como política o literaria- me he equivocado de bando a la hora de escribir sobre la Guerra Civil española, aunque nunca he pretendido hacer un alegato a favor de los militares sublevados en julio de 1936. El libro, simplemente, se ciñe, sin añadir nada de mi bolsillo –como dijo uno de los excombatientes entrevistados-, a los datos extraídos de la bibliografía, las hemerotecas y los archivos, todo ello sazonado con los relatos de los últimos supervivientes de una guerra que asoló España durante tres malditos años.

Epílogo.

La posguerra no terminó en 1944, año elegido por el autor porque coincide con la fecha de la licencia militar de su padre. El recuerdo de la Guerra Civil seguirá estando presente en los hogares españoles, tanto de los vencedores como de los vencidos, durante muchos años más, el tiempo necesario para que desaparecieran de nuestra vista los últimos herederos de aquel conflicto: las viudas, los huérfanos, los mutilados y los presos.

En 1949, una década después de haber terminado <<oficialmente>> la guerra, una pareja de ancianos de Torremegía –él, con la gorrilla en la mano, en señal de respeto, y ella, vestida de riguroso luto, con la cabeza y los hombros cubiertos por un pañuelo y una toquilla de lana-, se presentaron en casa preguntando por mi padre. Querían saber qué clase de muerte había tenido su hijo, y mi padre les mintió diciéndole que cayó fulminado por un certero disparo. Contarles la verdad hubiera sido un acto cruel, porque aquel desdichado murió desangrado con un trozo de metralla incrustado en el vientre.

Al despuntar el mes de marzo de 1978, a los 57 años de edad, mi padre fallecía víctima de un cáncer de vejiga, consecuencia directa de su obsesiva afición por el tabaco. Después de haber <<servido a la Patria>> un total de siete años, siete meses y cinco días, se llevó consigo a la tumba tres úlceras de estómago y un quiste hidatídico calcificado como recuerdo de su estancia en los campos de batalla.

 

 

Rumbo a Rusia:

Introducción.

Ya comenté en Los quintos del pelargón que tenía la sospecha de que a lo largo de nuestras vidas encontrábamos tanto las cosas que buscamos como aquellas otras que sin saber cómo terminan cruzándose en nuestro camino. Y es cierto. En la portada del citado libro, en cuya elección no intervine de modo alguno, aparece un grupo de soldados jóvenes y sonrientes que con satisfacción enseñan a la cámara unas cuartillas de papel. La fotografía, procedente de los archivos de la prestigiosa Agencia EFE, fue tomada en las calles de Madrid a comienzos de la década de 1940. Hasta aquí todo normal pero la instantánea adquirió un giro inesperado cuando mi paisana Conchita García-Moreno me felicitó por haber elegido una foto en la que aparece su primo hermano. Incrédulo ante tanta casualidad hice las indagaciones necesarias hasta comprobar que el soldado que aparece luciendo el típico bigotillo de la posguerra se llamada Ildefonso García-Moreno Mejías, un quinto de 1941 que luchó primero en el bando franquista y luego en la División Española de Voluntarios. Por increíble que parezca, Ildefonso ya figuraba en otra fotografía del interior del libro formando parte de la orla dedicada a los voluntarios de la División Azul de Almendralejo. De nuevo el azar o el destino ponían a mi alcance un hallazgo sorprendente para proseguir investigando sobre aquella unidad militar española destacada en el frente ruso durante la Segunda Guerra Mundial.

Providencia fue también conocer a Daniel Infantes, un joven investigador de Badajoz que llevaba varios años husmeando aquí y allá en busca del rastro que dejaron los extremeños enrolados en la mítica División Española de Voluntarios. El trabajo en equipo de dos autodidactas –tanto monta/monta tanto- resultó imprescindible para culminar con éxito un proyecto tan ambicioso.

De Extremadura partieron dos millares largos de hombres procedentes en su mayoría de los banderines de enganche repartidos por las principales poblaciones, además de un grupo más reducido de militares profesionales y soldados de reemplazo de los acuartelamientos ubicados en la región, sin olvidar a los extremeños que se enrolaron tanto en la Milicia como en diferentes unidades militares del resto de España. Evocando las hazañas de sus ancestros –los conquistadores del Nuevo Mundo, mitad hombres y mitad dioses- recorrieron miles de kilómetros a través del continente europeo en un trayecto interminable que no acobardó a unos hombres en muchos casos analfabetos y curtidos por el exceso de trabajo y la escasez de pan. A su regreso no fueron aclamados por las masas que los despidieron en las estaciones de ferrocarril y sólo unos pocos afortunados obtendrían un puesto como trabajadores del Estado por su condición de excombatientes. La mayoría retomaron sus antiguos oficios y años después algunos se vieron obligados a coger la maleta para cruzar los Pirineos en busca de trabajo. ¿Quién les iba a decir que volverían a Alemania sin los vistosos uniformes de la Wehrmacht?

El nuevo orden mundial establecido por los victoriosos Aliados aconsejaba borrar con urgencia cualquier rastro de las antiguas relaciones del gobierno del general Franco con las potencias del Eje ítalo-alemán y los divisionarios no tuvieron más remedio que aceptar con resignación el anonimato impuesto por el gobierno español. Me asombro al recordar los muchos excombatientes de la División Azul que conocí en Almendralejo durante mi niñez. Domingo Álvarez, propietario de una tienda de electrodomésticos; Marcelo Amador, panadero de la calle Diego Téllez de Meneses, a escasos metros de mi casa; Juan Carrasco, vendedor ambulante de golosinas y helados; Juan Fernández, guardia municipal; José González <<El Ruso>>, cautivo en los campos de concentración soviéticos; Ángel Hidalgo-Barquero, inolvidable profesor de francés que todas las mañanas entraba en el aula exclamando: ¡Bonjour, mes amís! ¡Asseyez-vous!... Y tantos otros.

La indiferencia que recibieron del régimen franquista –el mismo que los había incitado para ir a luchar contra el bolchevismo- provocó que muchos se sintiesen defraudados o resentidos. Una minoría afirma que se portaron tan guarramente con ellos que no quieren recordar nada de Alemania, añadiendo que Franco pagó con carne humana la deuda que tenía con el gobierno nazi. Otros pocos, que en un principio no tuvieron inconveniente alguno en hablar con nosotros, fueron silenciados –otra vez- por sus respectivas familias que no desean airear que papá el abuelo formaron parte del Ejército del Tercer Reich. A pesar de todo, los supervivientes que entrevistamos nos recibieron de forma cordial y colaboraron gustosos rescatando del baúl de los recuerdos las fotografías, los diplomas y las medallas concedidas por su acreditado valor en el combate. Lo mismo ocurrió con los familiares de aquellos que por desgracia no pudimos conocer porque habían muerto. Según nos contaron, <<la jambre>> y los piojos obligaron a más de uno a marchar a Rusia, aunque en las filas falangistas el principal motivo para enrolarse fue <<devolverles la visita>> a los comunistas que engrosaron las filas de las Brigadas Internaciones durante la Guerra Civil. Idealistas, aventureros, mercenarios, excombatientes franquistas y republicanos, presos políticos, muertos de hambre… todos tuvieron cabida en aquel gigantesco enjambre que fue la División Española de Voluntarios.

En los últimos años se ha incrementado el número de historiadores, investigadores, médico-forenses, políticos y voluntarios que participan en la tarea de recuperar lo que se ha dado en llamar <<la Memoria Histórica>>, que consiste, básicamente, en rescatar del olvido los nombres y los apellidos de los millares de personas del bando republicano que fueron fusiladas o desaparecieron sin dejar rastro en el transcurso de la Guerra Civil y comienzos de la posguerra. Que sepamos, estas asociaciones han empleado buena parte de sus recursos humanos y económicos en localizar y exhumar algunas de las fosas comunes que salpican toda la geografía española. Es indudable que este penoso trabajo cuenta con un amplio respaldo social, sobre todo de las familias de los difuntos, que llevaban décadas esperando encontrar a sus seres queridos para darles un enterramiento digno. En idéntica circunstancia se encuentran los familiares de miles de expedicionarios de la División Española de Voluntarios muertos o desaparecidos en las lejanas tierras de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Sabemos que nunca se podrán repatriar la totalidad de los restos óseos que reposan en el subsuelo de los bosques y de los pantanos de la taiga rusa, pero sí podemos sacar a la luz la identidad de muchos de aquellos hombres anónimos. Nos guste o no, los guripas de la División Azul también formar parte de esa <<Memoria Histórica>> que se pretende recuperar.

 

La sinopsis de Los del Llano:

Una de las secuelas que dejó la Guerra Civil española (1936-1939) fue la aparición de los huidos a la sierra, un colectivo compuesto por personas evadidas de las cárceles y de los calabozos municipales a las que se sumaron otras muchas que optaron por buscar refugio en el monte para evitar las represalias de los vencedores.

Las originarias partidas de huidos que actuaron en la Campiña Sur, una comarca situada en el extremo sureste de Badajoz colindante con las provincias de Córdoba y de Sevilla, fueron sustituidas con el paso del tiempo por la Agrupación Guerrillera dirigida por el Partido Comunista de España (PCE) en el exilio. Con los colaboradores ocurrió algo parecido. La afinidad que existió en un primer momento con los vecinos de ambos sexos que por parentesco o a cambio de generosas gratificaciones en metálico estuvieron dispuestos a facilitarles los recursos necesarios para sobrevivir ocultos en la sierra terminó desapareciendo con la creación de la denominada <<Guerrilla del Llano>>, un grupo organizado con la finalidad de apoyar a los prófugos, captar adeptos a su causa y difundir propaganda contraria a la dictadura del general Franco.

El vecindario de los pueblos, de los cortijos y de los chozos, los habitantes del llano, se vio inmerso de manera voluntaria o forzosa en la lucha sin cuartel que mantuvieron las partidas de huidos y de guerrilleros con la Guardia Civil durante toda la década de 1940. Esta es la historia menuda de las víctimas que ocasionó aquel fuego cruzado entre los dos bandos enfrentados en la Campiña Sur de Badajoz.

El autor, Francisco Gragera. Nació en Almendralejo (Badajoz) el año 1958. Naturalista, investigador y escritor. Autor autodidacta y polifacético capaz de escribir sobre temas tan diversos como la fauna y la naturaleza: Las aves de presa en la provincia de Badajoz (1994), El lobo ibérico en la Baja Extremadura (1996), De San Pedro a Sierra Morena (1999), El legado del lobo (2001 y 2017) y Pájaros y Pajareros (2020); la Guerra Civil española: Los quintos del pelargón (2004, 2005 y 2006); y la Segunda Guerra Mundial: Rumbo a Rusia. Los voluntarios extremeños de la División Azul (2007). Como narrador fue premiado con el Accésit en el Certamen Literario Joaquín Lobato de relatos cortos (2014) y publicó una novela basada en hechos reales: La Maraña (2015). Además, ha colaborado en diversos libros colectivos como La Sierra de San Pedro, huellas y vivencias (2009), Encuentros con lobos (2016), Veletas de la Axarquía. Un ensayo antropológico (2017) y De la palabra a la imagen. El entorno natural en la poesía de Luis Chamizo. Otra mirada (2019).

En su faceta de articulista ha escrito casi dos centenares de columnas en cuarenta periódicos y revistas de ámbito local, regional y nacional, destacando una vez más su temario heterogéneo y la predilección que demuestra el autor a la hora de acudir a las fuentes orales, en especial personas de avanzada edad, con la intención de rescatar del olvido a los protagonistas de la Historia.

Desde otra perspectiva….

Naturalista de vocación y escritor autodidacta. Su primer libro estuvo dedicado a los pájaros, su gran afición: Las aves de presa en la provincia de Badajoz (Ayuntamiento de Zafra, 1994). Ese mismo año comenzaría a colaborar en la revista de Naturaleza con más solera a nivel nacional, Quercus, donde ha publicado más de una veintena de artículos hasta la fecha; sin olvidar su contribución en otras revistas como Trofeo, Vida Silvestre, Caza Extremadura, Veredas, Nuevo Guadiana, Luparia, El Corzo, Foresta, Aegypius, etcétera. Toda la riqueza natural que atesora su provincia natal, Badajoz, quedó plasmada en un lujoso libro titulado De San Pedro a Sierra Morena (Diputación Provincial de Badajoz, 1999). Su curiosidad innata le llevó a centrarse en el estudio del lobo, publicando El lobo ibérico en la Baja Extremadura (Universitas Editorial,1996) y la clásica obra El legado del lobo (Editora Regional de Extremadura, 2001 y Editorial Canchales, 2017). Sobre el cánido salvaje también escribió sendos capítulos en los libros colectivos La Sierra de San Pedro, huellas y vivencias (Junta de Extremadura, 2009) y Encuentros con lobos (Tundra Ediciones, 2016). Igualmente ha participado en condición de experto en la materia en documentales, jornadas, exposiciones y programas de radio y televisión. Como fotógrafo ha colaborado en los libros Veletas de la Axarquía. Un ensayo antropológico (Editorial La Brújula de la Sierra, 2017) y De la palabra a la imagen. El entorno natural en la poesía de Luís Chamizo. Otra mirada (Editorial La Brújula de la Sierra, 2019).

 

 

 

Cazarabet conversa con Francisco Gragera:

-Amigo Francisco, ¿qué te llevó a escribir Los del Llano, teniendo en cuenta los precedentes de Los Quintos del Pelargón y Rumbo a Rusia…?

-Cuando leí los dos tomos de la obra titulada La Guerra Civil en la provincia de Badajoz, escritos por el historiador y buen amigo José Luis Gutiérrez Casalá, me llamó mucho la atención la cantidad de personas que fueron detenidas y a menudo sometidas a consejos de guerra por su presunta colaboración con los huidos a la sierra. Ese fue el comienzo de la investigación.

-¿Qué finalidad hay detrás de la escritura de Los del Llano?

-Descubrir los motivos que tuvieron los paisanos para ayudar a los prófugos, si fue por vinculación familiar, vecinal o simplemente económicos porque no podemos olvidar que todo aquello ocurrió en la posguerra, durante los denominados Años del Hambre, en pleno apogeo del estraperlo. Y averiguar las consecuencias que les acarreó prestar esa ayuda.

-Me comentabas que este libro cierra una trilogía… Pero se pueden leer aleatoriamente, ¿no?, lo que quiero decir es que no es preciso leerlos por orden de publicación…

-Exacto. Cada uno de los tres está centrado en un tema concreto, aunque siempre relacionado con Extremadura. El primero de ellos fue Los quintos del pelargón, que trata sobre las vivencias de los soldados más bisoños que participaron en la Guerra Civil. El segundo, Rumbo a Rusia, sobre mis paisanos que se enrolaron en las filas de la División Azul. Y este último, Los del Llano, dedicado a los habitantes de la comarca pacense de la Campiña Sur que estuvieron en contacto con los huidos a la sierra. Por tanto los tres se pueden leer como se quiera, aunque guardan un orden cronológico que abarca las décadas de 1930 y 1940. 

-Libros en los que la investigación local, comarcal es fundamental y no por delimitarse en un entorno más reducido se investiga con muchas más facilidades…a veces te encuentras con tantas o más limitaciones en cuanto a que la gente te conoce y le da como más “corte”—por decirlo de alguna manera—de hablarte contarte y demás…

-La información oral aportada por los protagonistas de las historias resultó fundamental para redactar los dos primeros títulos. En el caso de Almendralejo y de Zafra, lugares donde he residido la mayor parte de mi vida, la tarea fue sencilla puesto que los conocía de sobra y no tuvieron reparos a la hora de concederme una entrevista. En cambio, en otros municipios resultó imprescindible la intervención de un vecino de la localidad, por ejemplo, Isidoro Barragán Cachero –un excelente amigo, colaborador en las tres obras y propietario de la fotografía de la portada de Los del Llano-, encargado de contactar con los supervivientes de la Guerra Civil y de la División Azul y acompañante obligatorio para evitar el lógico recelo que tenían para hablar de aquellas experiencias con un extraño.

-En un libro nos hablas de chavales , los Quintos, que van a la guerra, con todo lo que conlleva esto para unos jóvenes que no sabían de guerras, pero que alimentaron las trincheras ; en el otro nos hablas  de los que fueron a Rusia a luchar en la División Azul y nos develas que no todos eran fascistas o franquistas y de la sorpresa que os llevasteis y en este último nos hablas e investigas sobre los fugados en el monte, tras la guerra…¿por qué eliges estas tres miradas y/o perspectivas para investigar y después trasladar las investigaciones al formato libro?

-En el prólogo de alguno de los libros he comentado que estoy convencido de que hay documentos y fotografías que no los encuentras por azar, sino que estaban ahí esperándote para que los descubrieras tarde o temprano. En Los quintos del pelargón fueron unas cartas manuscritas por mi padre, un chaval de 16 años, durante su estancia en la Guerra Civil. Aquellas misivas, conservadas en sus respectivos sobres amarillentos, permanecieron ocultas durante cuatro décadas en una caja fuerte de mi abuela paterna y fue a su fallecimiento cuando salieron a la luz. Entonces no les hizo mucho caso, pero años después, tras leer la novela Soldados de Salamina, obra de Javier Cercas, recordé su existencia y me puse a investigar sobre aquellos niños soldados. En Los quintos del pelargón hay un capítulo dedicado a la División Azul, que entre otros valiosos testimonios reproduce las memorias inéditas redactadas por un teniente originario de Zafra que murió en el frente ruso. Ese capítulo supuso el inicio de una investigación posterior más detallada en colaboración con Daniel Infantes, que se plasmó en Rumbo a Rusia, donde se mencionan los testimonios aportados por 28 supervivientes de la División Azul y más de medio centenar de familiares que además de contarnos sus vivencias contribuyeron aportando fotografías, condecoraciones, etcétera. Uno de los hallazgos más sorprendentes, al menos para nosotros, fue descubrir en los documentos que conserva el Archivo General Militar de Ávila que la mayoría de los voluntarios que se inscribieron en los banderines de enganche repartidos por las principales poblaciones extremeñas eran braceros agrícolas, es decir, obreros eventuales que trabajan a cambio de un mísero jornal, una de las profesiones más humildes de aquella época. También había albañiles, chóferes, carpinteros, escribientes, herreros, mecánicos, panaderos, zapateros, etcétera. Un hallazgo que desmontaba, al menos en Extremadura, lo que la propaganda franquista repitió hasta la saciedad: que todos los voluntarios procedían de las filas falangistas. Algo parecido ha ocurrido con los huidos al monte y los guerrilleros. La intención ha sido averiguar una parte de la verdad, porque la verdad absoluta no existe, nunca es la que cuentan los de un bando o los contrarios. Saber qué motivos tuvieron los habitantes de los pueblos, de los cortijos y de los chozos para ayudar a los prófugos, que como ya he comentado anteriormente no fue siempre desinteresada y en ocasiones forzosa por temor a perder la vida.

-En todas las investigaciones versus libros las fuentes orales son fundamentales, ¿verdad?; ¿cómo y de qué manera?, háblanos un poco de ellos, por favor…

-Las fuentes orales en Los quintos del pelargón y Rumbo a Rusia fueron vitales para su redacción porque los testigos directos de los acontecimientos aportaron datos, matices, anécdotas que no encuentras en los archivos. A ellos les puedes preguntar qué se siente antes de entrar en combate –unos dijeron que se orinaban en los pantalones, otros que los nervios se quitaban nada más saltar de la trinchera y empezar a correr…-. Más impresionante fue el testimonio de los supervivientes del Gulag soviético, donde algunos españoles permanecieron más de una década presos en condiciones infrahumanas. Su retorno, en la primavera de 1954, un año después de la muerte del líder comunista Josef Stalin, supuso un acontecimiento a nivel nacional porque todos ellos habían sido declarados muertos o desaparecidos y hasta se habían oficiado misas por su descanso eterno.  

-Háblanos de aquello que más te llamó la atención o que, aún con la perspectiva de los años, te viene a la mente cuando piensas y te encuentras con Los Quintos del Pelargón y Rumbo a Rusia…

-Durante las numerosas conversaciones que mantuve con aquellos hombres octogenarios hubo determinadas confesiones que me calaron muy hondo. En una de ellas al entrevistado se le perdió la vista en un lugar indeterminado del salón y nos dimos cuenta que estaba viendo, en aquel preciso momento, los rostros de sus antiguos compañeros muertos en la contienda, a los que estaba resucitando con nombres y apellidos. En otra entrevista el protagonista me dio una lección de cómo una persona que ha estado luchando tres años es capaz de recuperar toda la dignidad del ser humano: el día que acabó la guerra civil –dijo- me acogieron en una vivienda y <<me ofrecieron un sofá-cama y no pude pegar ojo en toda la noche porque aún no me podía creer que estuviera vivo, después de haber visto tantos muertos por todos lados. También me daba mucha vergüenza acostarme, llenito de piojos como estaba, en aquellas sábanas limpias>>.

-¿Quiénes eran “esos huidos” a la Sierra…haznos un retrato y qué acciones llevaron a cabo….?,  ¿por qué huyen?

-La España de finales de los años treinta y comienzo de los cuarenta era un país en ruinas después de haber padecido una cruenta guerra civil. El número de excombatientes y civiles que abarrotaban los campos de prisioneros, las cárceles y hasta los calabozos municipales era descomunal. A las precarias condiciones en cuestión de higiene y de alimentación había que sumarle que muchos detenidos estaban a la espera de un consejo de guerra que los podía mandar directamente al paredón. Ante ese futuro es lógico que muchos escapasen a la primera ocasión y que en lugar de volver a sus pueblos de origen optasen por refugiarse en lo más espeso del monte, en áreas serranas, como ocurre en la vertiente extremeña de Sierra Morena colindante con varias provincias andaluzas. Transcurrido el tiempo las partidas de huidos se organizaron y para sobrevivir se dedicaron a cometer atracos, secuestros, robos, chantajes y otros actos delictivos que fueron reprimidos con la presencia cada vez mayor de efectivos de la Guardia Civil.

-¿Cuándo y cómo se constituyen como una Agrupación Guerrillera?

-A mediados de la década de 1940 se produce la victoria de los ejércitos Aliados sobre la Alemania nazi que había invadido casi toda Europa. Los dirigentes españoles en el exilio pensaron que los Aliados no se detendrían y que el siguiente paso sería invadir España para derrocar a la dictadura del general Franco. Con ese fin el Partido Comunista de España apostó por crear las Agrupaciones Guerrilleras distribuidas por la geografía peninsular con la intención de combatir con las armas al Régimen.

-¿Y cuándo pasan a llamarse o a conocerse y reconocerse como “Guerrilla del Llano”?

-Esa Guerrilla del Llano o Agrupación del Llano fue contemporánea a la actividad guerrillera en la sierra. Su creación resultó imprescindible para la supervivencia de los que permanecían ocultos en el monte.

-Esta “agrupación” tenía unos propósitos muy específicos, ¿no?, unos propósitos o fines por encima de otros, explícanos…

-Los hombres y las mujeres residentes en los pueblos, los cortijos y los chozos, integrantes de la organización del Llano, eran quienes les facilitaban a los guerrilleros la información, los alimentos, las prendas de vestir, el albergue en sus propios hogares y hasta el suministro de armas con el riesgo que ello entrañaba si eran descubiertos. También se encargaban de difundir la propaganda contraria al Régimen de Franco o fichar a nuevos miembros afines a su causa.

-¿Cómo se diluye la Guerrilla del Llano?

-Los colaboradores del Llano desaparecieron a la vez que la Agrupación Guerrillera. Las numerosas redadas efectuadas por la Guardia Civil en los núcleos de población, donde se sospechaba que vivían los colaboradores de los guerrilleros, consiguieron que el apoyo fuese menguando y con ello aumentasen las dificultades de supervivencia de los que se mantenían en la sierra. En aquellas redadas detuvieron tanto a los colaboradores como a otros muchos inocentes que no estaban involucrados en las actividades de la Agrupación Guerrillera. Estos últimos fueron puestos en libertad, aunque nadie los libró de pasar una temporada más o menos larga en la cárcel.

-Francisco, ¿qué se recuerda, hoy por hoy, desde el presente de la Quinta del Pelargón, de aquellos muchachos que yo diría se vieron atrapados en una guerra, casi sin querer…después están los que marcharon a Rusia con la División Azul con Rumbo a Rusia con todo un trasfondo de prejuicios que desmontas desde el principio…?, lo que quiero preguntar es si hoy se les recuerda con lo que verdaderamente vivieron, fueron o les llevó a tomar ciertas decisiones….

-La mayoría de los libros que se han escrito sobre la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, donde tuvo lugar la participación de la División Azul, se centran en los grandes acontecimientos en lugar de mirar con lupa la historia menuda de las personas que sufrieron las consecuencias de aquellas dos contiendas, unos conflictos armados en los que la mayoría no tuvieron ni voz ni voto pero que se vieron arrastrados por culpa de unos ideales, intereses o ambiciones personales de los líderes de sus respectivas naciones. En general las vivencias de la gente corriente, del pueblo llano, ha pasado de puntillas y hoy permanece en el anonimato.

-Y a los que nos ocupan hoy, “Los del Llano”, ¿cómo se les recuerda?

-En la mísera etapa de la posguerra civil el protagonismo lo acapararon los huidos, primero, y los guerrilleros, después, quedando en un segundo plano sus colaboradores, aunque en los últimos años se han realizado bastantes investigaciones que ponen en relieve el papel que desempeñaron.

-Amigo, ¿qué hay detrás de este libro de investigación, recogida de testimonios orales, kilómetros, búsquedas…además de las horas de trabajo…?

-El origen del nuevo libro Los del Llano se remonta a una década atrás. Todo comenzó con la investigación sobre un puñado de vecinos de la localidad pacense de Bienvenida, una historia increíble que se desarrolla en el transcurso de la Guerra Civil, el posterior exilio de los vencidos en Francia, la invasión alemana de la nación vecina y la deportación de españoles a los campos de concentración nazis. Un entramado tan complejo que dio título a la novela basada en aquellos sucesos reales: La Maraña. En uno de los capítulos de la obra mencioné la presencia de los huidos a la sierra que se desplazaron desde Azuaga a Bienvenida para cometer un secuestro. Ese dato y la lectura como ya he comentado de los dos tomos de La Guerra Civil en la provincia de Badajoz fueron los <<culpables>> de continuar con la investigación.

-¿Qué metodología de trabajo sueles utilizar?

-Soy muy minucioso a la hora de investigar en los archivos, en las bibliotecas y en las hemerotecas. Unas fuentes tradicionales de información a las que se ha sumado la información extraída de las redes sociales, donde son muchos los investigadores, sobre todo locales, que suben los datos obtenidos. En mi opinión esas investigaciones a escala local son mucho más interesantes que las globales porque describen con mucho más detalle los acontecimientos ocurridos y sus protagonistas.

-¿Cómo ves el resultado, ahora,  en perspectiva de esta trilogía, pero, más que nada de este último libro, Los del Llano?

-De los dos primeros títulos estoy muy satisfecho. Creo que conseguimos sacar del anonimato a muchas personas que merecían por méritos propios aparecer en los libros de Historia. Sobre el resultado final de Los del Llano, fruto de un trabajo de investigación desarrollado a lo largo de siete años, opino lo mismo, aunque serán los lectores quienes valoren lo conseguido. Fue una tarea muy ardua porque tuve que escudriñar muchos cientos de folios copiados a lápiz por mi amigo Federico Suárez Caballero en el Archivo General del Ministerio de Defensa, además de leer el Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz desde el año 1936 hasta 1948, consultar en los Archivos Municipales, la bibliografía e Internet. Era tal el volumen de los datos conseguidos –por ejemplo, en el índice onomástico que figura al final del libro aparecen citadas más de 300 vecinos residentes en su mayoría en localidades de la Campiña Sur de Badajoz aunque también hay casos de personas oriundas de pueblos de las provincias de Córdoba, Sevilla, Huelva, Cádiz, Toledo, etcétera-, que ponerlos en orden me costó muchísimo, sobre todo al principio, cuando era, nunca mejor dicho, una auténtica maraña de información, teniendo en cuenta que determinadas personas aparecen citadas en más de un capítulo.

-Amigo, en tu libro y en los otros que he leído tuyos y hasta en los que no he leído presiento una importancia de lo humano por encima de todo y de todos, ¿es así, lo ves y lo vives así?

-Para escribir los dos primeros libros, donde los testimonios orales ocupan un lugar principal, no quedó más remedio que visitar a los excombatientes, por entonces ancianos que, en algunos casos, los más afortunados, residían en sus hogares, y en otros, por desgracia, estaban internados en residencias geriátricas donde apuraban los últimos días de vida. Al despedirme de ellos siempre me acompañó la tristeza por aquellos hombres que llevaban a sus espaldas una o dos guerras, habían conocido el hambre y la miseria y más de uno se vio obligado a emigrar a países extraños en busca de trabajo. Morir en la soledad no era, sin duda, el epitafio que merecían.

 

 

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