Cazarabet conversa con...   Enrique Galindo Bonilla, autor de “La mesa de la vida. Manual contra el sufrimiento y la desesperanza” (Desclée de Brouwer)

 

 

 

 

 

 



 

Enrique Galindo Bonilla nos acerca un “manual contra el sufrimiento y la desesperanza” desde el compromiso de la editorial Desclée de Brouwer.

La sinopsis del libro:

Todas las personas padecemos situaciones dolorosas, lo que puede generar sufrimiento, que no es igual para todos, y llegar a abocarnos a la desesperanza. La sociedad en la que vivimos nos pone trampas que no cuestionamos y que, sin embargo, nos mantienen en el sufrimiento, como la esperanza, la felicidad, el amor o las expectativas. En este libro nos hemos propuesto conjurar el sufrimiento y evitar una escalada a la desesperanza. Para ello, partimos de la metáfora de una mesa sostenida por cuatro patas: Tomar decisiones responsables. Resolver problemas. Modificar pensamientos y creencias erróneos. Diseñar un plan de vida personal, un futuro alternativo. Sobre nuestra mesa pondremos ideas que cuestionarán nuestro sufrimiento, como que fracasar no siempre es un fracaso, que podemos aprender un método para encontrar alguna solución a los problemas, que para talar un bosque hay que proceder de árbol en árbol, o que somos capaces de modificar la forma en la que interpretamos lo que nos pasa. Al final, podremos ser capaces de encontrar un sentido a la vida, el nuestro, no el que nos dicen otras personas, y diseñar un nuevo futuro siguiendo las pautas de un plan de vida.

El autor:

Enrique Galindo Bonilla nació en Villarrobledo (Albacete). Es psicólogo y escritor. Trabaja en el Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (Sescam). Es coautor de varios Planes de Salud Mental y de Estrategias de prevención del suicidio. Forma parte del Grupo Regional de Prevención del Suicidio y ha colaborado más de 10 años con el Teléfono de la Esperanza. Ha publicado las novelas Decir tu nombre y La conferencia de La Muerte, el libro de relatos Barrer la carretera y el poemario Ángeles al doblar la esquina. Entre los premios obtenidos figuran el Gabriel Miró y el UNICAJA.

 

 

 

Cazarabet conversa con Enrique Galindo Bonilla:

 

-Enrique, ¿qué es La mesa de la vida porque a mí no me parece un libro de autoayuda---la verdad es que es un género que “he tocado” poco, me parece que va un poco más allá como que te enseña o acompaña desde argumentos que ya han sido probados, contrastados…como “expuestos al método científico”, ¿no? 

-Cierto. Me alegro de que os deis cuenta y lo pongáis sobre la mesa. Lo de “autoayuda” es una etiqueta que ha hecho creer a mucha gente que con leer un libro ya se supera un problema interior o relacional, Y por donde se han colado a veces formas de pensar más cercanas al populismo psicológico. De este libro, en algún lugar de las librerías hay que clasificarlo. Pero se trata de algo más, es un libro de divulgación psicológica que trata de explicar de forma asequible la psicología probada, las buenas prácticas de autores profesionales. También es un libro de crecimiento personal, a través del cual reflexionar sobre la propia vida. Este libro tiene entre sus objetivos enseñar qué es la psicología y cómo trabajan sus profesionales. No es un libro de ideas simples que se le ha ocurrido a alguien y las suelta como si fueran humo.

 

-Pero sí que puede ser leído por casi o el total del común de los mortales, ¿verdad? 

-Ese es el objetivo que he tratado de conseguir. Valga como ejemplo dos anécdotas, Un lector que había leído el libro, me pidió firmar otro ejemplar para su hija de diecisiete años, ya que ella quería su propio ejemplar para subrayarlo. Otra lectora mi preguntó si su madre lo entendería. Le pregunté la edad. 80 años. Le contesté que lo estaba entendiendo mi madre, con 93 años.

 

-Te hago la pregunta anterior porque no tod@s, a veces, estamos preparados para sentarnos a “esa mesa”, antes hay que tener una serie de cosas claras: que quizás debas reconocer cosas que no te gustaría, que seguramente tendrás que iniciar cambios y transformaciones, que tenemos ciertos problemas a resolver sí o sí… 

-Nadie puede cambiar a otra persona, especialmente si esta no quiere. La forma de solucionar un problema ha de ser realizando algo por nuestra parte. No sirve planteamientos del tipo “Quiero que mi hijo/hija, madre, suegro, jefa.... haga o deje de hacer determinada acción”. A veces llegan al psicólogo o psicóloga demandando que cambie a determinada persona. Pero no somos magos; no podemos obligar a cambiar a quien no quiere, sino a ayudar y guiar a quien sí quiere. Lo curioso es que cuando nosotros/as cambiamos, en las demás personas también se producen cambios. Ahora, la sociedad nos enseña a actuar desde la comodidad, a esperar a que ocurra algo, por eso calan tan fácilmente los libros que difunden la idea de que con solo pensar en lo que deseamos, se cumple. Pero estamos hablando de psicología, no de magia.

 

-Porque la tabla que es la vida se sostiene sobre cuatro patas y a una la llamas “toma de decisiones”; la otra,” resolver problemas”; la tercera, “modificar pensamientos y creencias erróneos y la cuarta, “diseñar un plan de vida personal, un futuro alternativo... ¿más o menos lo podemos entender así para emprender la lectura?  

-Más que la tabla es la Vida sobre la cual transcurre la vida. Sobre una mesa comemos, negociamos, conversamos, creamos, investigamos; incluso se hacen operaciones y disecciones. He elegido cuatro pilares que sostienen una mesa sana, con decisiones libres y sin condicionamientos ni trampas sociales, sin las creencias irracionales que nos condicionan a cumplir las expectativas de las demás personas. Además de buscar nuestro sentido a la vida para marcarnos las metas que deseamos, lo que nos gustaría conseguir.

 

-En la vida de un solo día nos encontramos con momentos de sufrimiento y momentos buenos que no conllevan sufrimiento, ¿quizás deberíamos de centrarnos un poco más en trabajar desde la bondad de los buenos momentos de la vida para que podamos asumir mejor y afrontar mejor los “malos momentos” que sí que conllevan sufrimiento…? 

-Los malos momentos, los problemas, son inherentes a la existencia humana. No es cierto que haya personas felices que no tienen ningún problema. Todos y todas, sin excepción tenemos problemas y sentimos dolor. Las dificultades son como manchas en una hoja en blanco. Podemos enfocarnos solo en ellas y sufrir, o darnos cuenta que el resto del papel está en blanco, son los buenos momentos y las oportunidades para crear. Lo negativo está ahí, no se olvida. Pero si nos centramos en nuestras capacidades, en lo positivo, esto cada vez nos ocupará más espacio y las manchas se verán más pequeñas. La nueva generación de terapias psicológicas no se basa tanto en actuar sobre el problema, al que se le deja estar, sino en potenciar las posibilidades y las capacidades de la persona.

 

-Otra cosa, diría que un paso más allá es la desesperación. Cuando ves que una persona está desesperada notas algo diferente, como un grado más de un sufrimiento…y claro habrá que actuar de otra manera, explícanos por favor…. 

-Hay una especie de continuo que va del dolor que ocasiona un conflicto, al sufrimiento, y si el sufrimiento sube en intensidad o se prolonga en el tiempo puede aparecer la desesperanza. Ahí está la puerta el infierno (que diría Dante). Es una señal de que hay que pedir ayuda. O prestarla en caso de ser otra persona quien lo detecte. Casi nadie quiere morir, lo que quiere es dejar de sufrir. Este es un mantra que repetimos los profesionales hablando de suicidio. De hecho, va a aparecer muy pronto otro libro mío, con Francisco Celada como coautor, que se titula Dejar de sufrir o dejar de vivir. La dualidad del suicidio. Sobre este tema existen una serie de mitos que hay de desterrar, como que quien lo dice no lo hace o que es para llamar la atención. La realidad de quien lo dice, que puede ser de forma verbal o no verbal, es que está pidiendo ayuda. La mayoría de los problemas o circunstancias que están detrás de los muchos suicidios anuales (4003 en el año 2021) son tratables o solucionables: problemas de salud mental, ayudas sociales, problemas de vivienda, falta de valores, habilidades sociales, carencia de métodos para resolver problemas...

 

-La vida es un camino eso creo que lo tenemos, tod@s bastante claro y en ese camino a cada momento, casi sin darnos cuenta, hay que tomar decisiones. Unas serán acertadas, otras menos, otras para nada acertadas y unas pocos del todo desacertadas, ¿no?; ¿nos exigimos demasiado y no aceptamos---valga la redundancia—que hay todo este abanico y que es inevitable acertar más o menos…? 

-Nos acostumbra la sociedad a que no decidamos por nuestra parte, a preguntarnos qué hago, qué hago, ante cualquier problema; incluso quienes nos rodean nos dicen casi siempre “tú lo que tienes que hacer es...” Incluso se visitan los gabinetes de psicología para que nos digan” qué tenemos que hacer”. Pero ello implica eludir nuestra propia responsabilidad. Si se le dice a alguien lo que debe hacer, en lugar de ayudarle a encontrar una respuesta, esteremos negando que la persona en sí tiene capacidad para resolver problemas. Por otra parte, la palabra Responsabilidad tiene en común la raíz RESP, de Respuesta. Y quien tiene que dar RESPuestas a su vida es cada cual. Si le damos la respuesta, si decidimos por ell@s no aprenderán a ser Responsables.

 

-También, todos los días tenemos que resolver problemas y de todos los niveles como los “Problemas Rubio” de matemáticas que nos ponían en clase… ¿por qué hay días que “nos atrancamos” con los más sencillos y en cambio no sé por qué sabemos resolver los aparentemente más difíciles? 

- Es difícil de saber. No siempre estamos al cien por cien, ni es bueno que lo estemos. Son muchos los factores cognitivos que influyen en cada momento: capacidad de atención, concentración, retención, estrés, fatiga, etc. Pero también influyen los mensajes recibidos de nuestros padres, el autoconcepto que tenemos de cada cual, la tenacidad, la autoestima, etc. No se puede generalizar. Además, la inteligencia no es un factor único, sino una serie de componentes (memoria, capacidad numérica, memoria, factor espacial, razonamiento lógico...) que nos sirve para resolver problemas; y no tenemos los mismos de la misma forma.

 

-Siempre, asumiendo---quizás esté aquí el quid de la cuestión que hay problemas que son, del todo o casi del todo—en un momento imposibles de resolver, ¿no? 

-Cierto. Otra de las creencias erróneas habituales es que debe haber una solución para cada problema y que seremos infelices si no la encontramos (cito al psicólogo Ellis). Sin embargo, la realidad es que hay problemas que no tienen solución y, aun así, podemos cambiar nuestra forma de verlos y sentirlos. También es cierto que no existe una única forma de abordar o solucionar cada problema, sino diversas formas y que el truco está en generar posibles soluciones y en evaluar su resultado. Así como aceptar la incertidumbre del resultado. Luego existen formas de afrontar situaciones, desde la huida o la evitación, hasta el humor o actitudes espirituales y religiosas.

 

-Por qué hay imposibles, ¿no? 

-No tenemos poderes divinos ni el don de la adivinación. Hay problemas irresolubles, como la muerte. O el pasado, que tampoco tiene solución y no podrá volver. Pero, aun así, podemos reestructurar (empleando jerga psicológica), cambiar nuestra forma de sentir, pensar o actuar sobre ello. Aun así, hay personas que viven a diaria rumiando su pasado y recordando lo doloroso que fue, sin pretender cambiar de actitud, como si por mucho pensar se pudiese cambiar lo sucedido.

 

-Estamos hablando todo el rato, aunque sea por “lo bajini”, de saber afrontar, de aceptar, de asumir…verbos que parecen muy fáciles de conjugar, pero que suele ser el primer escollo a resolver, ¿verdad? 

-Porque nos enseñan a no hacerlo. A la juventud se la educa para que no sufra, para que lo obtenga todo sin esfuerzo. Pero la frustración, tener que afrontar responsabilidades, es una vacuna que no se pone. Y tarde o temprano se tendrán que enfrentar a una situación indeseada: problemas de pareja, desengaño amoroso, discusiones familiares, despido, accidente, tragedia mortal... Podríamos seguir negando esto y creer que estamos hechos para ser felices y no tener que esforzarnos por nada, vivir en un mundo de fantasía, de pensamiento mágico infantil, pero esto no va da populismo psicológico, sino de psicología realista, de la vida. Hay que afrontar o aceptar los problemas.

 

-Pero hasta para eso hay estrategias, atajos en el camino y trampas que debemos saber ponernos para resolverlos, ¿es así? 

- En el libro cito la técnica de Resolución de Problemas, tal como la definen los psicólogos D´Zurilla y Golfried, en 5 pasos:

1.      Saber que tengo un problema. Ya que, aunque parezca lo contrario, hay personas que no se dan cuenta de que tienen un problema. Ocurre, por ejemplo, con personas paranoicas, narcisistas...

2.      Definir el problema. Ponerle palabras concretas que expliquen el problema. No sirve, por ejemplo: me siento mal o no soy feliz.

3.      Creación de alternativas. Generar cuantas más acciones posibles a realizar, (a través de la técnica Tormenta de ideas. Posibles soluciones en las que se tienen cabida las absurdas.

4.      Elegir la que creamos más adecuada. Aplicarla y mantenerla en el tiempo. Han de ser acciones para realizar por nuestra parte, no sirve esperar que otra persona deba hacer algo.

5.      Comprobar los resultados obtenidos. En caso de que no hayan sido satisfactorios, volver atrás y ver si está bien definido el problema o elegir otra acción.

 

-Antes hablábamos de que nos exigimos demasiado, también nos ponemos metas demasiado altas… y así solo alimentamos los fantasmas de la frustración de frustraciones, ¿es así? Y detrás de estas “grandes expectativas” y de la frustración solo hay sufrimiento y, a veces, hasta desesperación… 

-Uno de los factores de sufrimiento es la exigencia, ya sea por parte de los progenitores, de los profesores, jefes, de la sociedad..., pero también de la autoexigencia. Quienes nos rodean ponen una serie de expectativas en nuestra persona (aunque no nos lo digan) y nos vemos obligados a “cumplir” con esas expectativas. A su vez, creemos que las demás personas “deben” actuar o ser según las expectativas que tenemos sobre ellas. Y sufrimos porque quienes nos rodean actúan o son de forma diferente a como nos gustaría, o por lo contrario, porque no cumplimos con lo que ellas desean que seamos nosotros y nosotras.

Otras de las trampas que nos ponemos son metas o deseos demasiado altos, inalcanzables. O demasiado bajos, lo que conlleva que no nos permite superarnos. Lo adecuado es un término medio y que los objetivos propuestos sean posibles de alcanzar con un esfuerzo adecuado a cada persona.

 

-¿Cuánta de esa desesperación arrancada del sufrimiento acaba en intentos de suicidio…acaben o no en suicidio?.- Aquí me paro porque hay que diferenciar, creo, entre los intentos de suicidio que se realizan como gritos para pedir ayuda y los intentos de suicidio que tienen la clara intención de quitarse la vida , de terminar con todo… 

-Casi nadie quiere morir, lo que quiere es dejar de sufrir. La puerta del suicidio es la desesperanza. No hay una causa única en los suicidios. La creencia extendida por los medios de comunicación y los comentarios de la gente cuando se produce un suicidio es que fue por... (desahucio, separación de pareja, despido, depresión, etc.). Pero no es cierto que haya una causa única. Son múltiples los factores que influyen ya que este tema es, como decimos profesionales: multicausal y multifactorial, y no es posible simplificar. Lo primero para abordar este tema es eliminar los mitos en la sociedad. No es cierto que “quien lo dice, no tiene intención de hacerlo”, o que “quien de verdad quiere matarse no lo dice”. Los datos nos indican que el 90 % de los suicidas lo han dicho de una forma u otra, de palabra o con su comportamiento. Es cierto que quien lo dice no está llamando la atención, sino pidiendo ayuda. Otro de los mitos a minimizar es que todos los suicidas padecen un trastorno mental. Eso se cumple en un 80 % de los casos, pero el 20 % restante no padecen enfermedad conocida o son por otras causas. Para conocer los mitos solo hay que buscar información en internet. La fuente inicial es la propia Organización Mundial de la salud (OMS).

 

-Esos intentos de suicidio, creo todos, sí que son fruto de la desesperación y antes de diferentes fases de sufrimiento, ¿lo ves así? 

-Son múltiples las causas y los factores. Y no se producen de repente, sino que pasan de pensarlo (ideación), madurarlo, planificarlo, etc.; por varias fases a lo largo de meses o años. Se trata de una ambigüedad en la que se van habituando y en la que pueden ir dejando señales. En suicidio no es posible simplificar. En líneas generales, se tratan dos tipos de factores: de Protección y de Riesgo, como si fueran dos platillos de una balanza. Los factores de riesgo no predicen el suicidio, pero nos indican que, en caso de darse, aumentan la probabilidad. Tampoco los factores de Protección garantizan que no haya muertes, pero al darse disminuyen la probabilidad. En los cursos que impartimos, enseñamos a identificar estos factores y a reconocer las señales de alerta y alarma para actuar de inmediato. También la forma de dar las noticias los medios de comunicación hacen que sirvan de agentes de protección (el llamado “efecto Papageno”), frente al sensacionalismo o riesgo por imitación (conocido como “efecto Werther”).

 

-Las dos últimas patas de esa mesa: la de modificar pensamientos y creencias erróneas y la de diseñar un plan de vida personal, un futuro alternativo ¿son las más difíciles porque: siempre nos cuesta cambiar, modificar y desandar lo andado, ¿eso por una parte…? 

-Estamos acostumbrados al mínimo esfuerzo. Cambiar cuesta, además de que conlleva críticas por parte de quienes nos rodean, que les incomoda nuestro cambio. Casi todas las personas ponen las expectativas en que sean las demás quienes deben cambiar. Incluso cuando llegan a consulta, en muchas ocasiones van a que “cambie” la pareja, el jefe, la suegra, el jefe, etc. Como si ejerciéramos la magia. Los propósitos duran poco, aunque se acojan con ilusión. Pronto nos damos cuenta de que para cambiar hay que trabajar y preferimos seguir con nuestro malestar (total, en realidad no me duele tanto), o nos enfrentamos al rechazo de nuestros seres queridos. Por otra parte, somos seres de hábitos y no nos han enseñado a que la forma en la que interpretamos lo que sucede podría ser erróneo. De esta manera creemos que tenemos el don de la adivinación y sabemos lo que va a ocurrir, o lo que la otra persona está pensando. También tendemos a generalizar ante un hecho como si siempre fuera así y lo catastrofizamos (Un amigo me deja y pensamos que “todos los amigos me dejan y nadie me va a querer nunca”). Valoramos casi todo en dos polos: todo o nada, blanco o negro (mi partido es el mejor del mundo y el otro una mierda), Y lo más común; Suponemos. Damos por supuesto infinidad de cosas sin comprobarlas; o sea; sacamos conclusiones sin pruebas, sin siquiera preguntar para comprobar: mi pareja no me ha llamado hoy: le ha pasado algo, o ya no me quiere, etc.

 

-Por otra parte: ¿por qué es tan difícil “diseñar un plan de vida personal, un futuro alternativo”? 

-Si nuestra vida fuera una película, ¿cuál sería el final? ¿Nos dejamos llevar por lo que nos sucede o hacemos algo para elegir nuestro futuro? Dice una máxima “Hay gente a la que le pasan cosas y gente que hace que pasen cosas”. Es más cómodo dejarnos estar. Diseñar un nuevo futuro, decidir cuál es el sentido que queremos dar a nuestra vida, y actuar para cambiar nuestros objetivos, amenaza a las demás personas, cuya expectativa sobre nuestra vida es que sigamos igual que estamos. Por otra parte, creemos que lo que nos pasa es porque estamos destinados o no tenemos capacidad de modificar nuestro futuro, lo cual no es cierto. Si nuestra vida nos gusta no tenemos por qué cambiar nada, pero si no, podemos hacer algo para cambiar. Tampoco nos enseñan ningún método de cambio. En el libro La mesa de la vida expongo un método sencillo, que se aplica en múltiples disciplinas como es la planificación, contestando a preguntas simples y elaborando un cronograma. Las preguntas son: ¿Qué? (quiero conseguir, meta o propósito), ¿Por qué?, ¿Para qué?, ¿Cómo?, ¿Cuándo?, ¿Dónde?, ¿Con quién?, ¿Con qué? Esto se puede aplicar a cualquier propósito, desde abrir un negocio a encontrar pareja.

 

-¿Siempre hay que tener como un comodín…siempre hay que ir por la vida, siempre que se pueda, como cuando se “juega a las damas” ?, lo digo para que el plan de vida esté como más asegurado… 

-Siempre hay que trabajar para encontrar nuestro Sentido de la vida. La razón para vivir y disfrutar. Y realizarnos al prolongar nuestras metas en el futuro.

 

-En tus largos años de experiencia, Enrique, habrás visto y tratado con mucho sufrimiento, mucha desesperación…pero ¿por qué ahora ese sufrimiento y desesperación se ve, se nota, aflora más…porque hay más; porque lo sabemos gestionar peor; porque le pedimos al camino de la vida imposibles…? 

- Por un lado, se ve más ahora las tragedias. Los medios de comunicación le dan visibilidad. La inmediatez que produce que un asesinato o un accidente lo sepamos apenas unos minutos después de producirse, el llevar registros, la proliferación de redes sociales que hacen que todas las personas pueden publicar cualquier cosa. Por otra parte, cada generación cree que la suya es la mejor y la nueva es peor. Todo es una cuestión de perspectiva y sobre todo de comparación (esa de la que se dice que todas son odiosas). Si lo comparamos con quienes pasaron la guerra civil o la posguerra, o la guerra mundial, la cosa cambia; ese sí era sufrir. O si nos comparamos con algunos países de África. Luego está la corriente que entra principalmente de Estados Unidos, que nos dice que la felicidad es un objetivo a conseguir y que es algo muy fácil; y al hacerlo nos genera una fuente de comparación que nos lleva a creer que estamos peor de lo que estamos, ya que nos reflejamos en los modelos de felicidad de las redes sociales.

 

-Hay salida, claro que hay salidas y más de una, siempre por sufrimiento y desesperanza, pero siempre está el momento en que se apagan todas las luces… ¿es momento de parar motores…? Descansar, reponer fuerzas, recobrar aliento… para al cabo de poco o del tiempo que sea retomar el camino y retomar el problema para intentar, sin prisas, encontrarle la solución y aplicarse. 

- Dentro de las creencias erróneas está también el que hay emociones negativas, como son el Miedo, la Rabia y la Tristeza. Pero en realidad no son negativas, sino necesarias para la supervivencia. El miedo nos permite huir en caso de peligro y la rabia enfrentarnos a ese peligro. Otra cosa es que el peligro sea real o lo interpretamos negativamente cuando tal vez no sea tan peligroso. Estas emociones lo que son es desagradables, especialmente si pretendemos permanecer en un estado de comodidad y de felicidad. Pero... ¿y la tristeza? Esta nos permite retirarnos por un tiempo, hacer una pausa en nuestras vidas ajetreadas y reflexionar dónde estamos y dónde nos gustaría estar. La vida nos para para reconstruirnos. Además, como viene en el último capítulo del libro, la tristeza ha sido el motor de un sinfín de creaciones culturales; poemas, novelas, películas, pinturas, esculturas, etc. Sin ella la civilización no sería lo que es.

¡Muchas gracias por esta charla tan agradable!

 

 

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