Cazarabet conversa con... José
Cabañas González, autor de “Cuando se rompió el mundo. El asalto a la República
en la provincia de León. Segunda parte: la guerra” (Lobo Sapiens)
Llega la segunda
parte de “Cuando se rompió el mundo”.
José Cabañas González
cuenta la guerra civil en León, calificándola como “el asalto a la República en
la provincia de León”.
Cabañas es un
especialista en la investigación de la república, la Guerra Civil y la
posguerra versus represión en León, su tierra.
Pueblo a pueblo,
aldea a aldea…ciudad a ciudad. León queda bien retratado desde esta perspectiva
…
Como nos recuerda
el autor:” Se trata, en suma, de un libro que es mucho más que el relato más
completo, actual y detallado del golpe militar de julio de 1936 en los pueblos,
villas y ciudades de la provincia de León”.
El autor nos
relata una presentación del libro: de esta manera nuestras preguntas derivarán
hacia “otra manera de presentarlo”:
El libro es continuación
de dos anteriores, ambos con el mismo título genérico, La Bañeza,
1936. La vorágine de julio, publicado el primero en el año 2010 con el
subtítulo Algunas consideraciones previas contextualizando lo sucedido
en la guerra y la posguerra en la comarca bañezana, y el segundo aparecido en
julio de 2013, subtitulado Los prolegómenos de la tragedia,
dedicado a indagar sobre los antecedentes (desde 1808 al 17 de julio de 1936)
que en la provincia de León pudieran explicar el golpe militar y las
represalias tanto tiempo mantenidas contra los derrotados.
Prosecución
del segundo,
relata pormenorizadamente el transcurrir de las tres semanas de julio de 1936
en las que en León cuaja la conjura y la tragedia y solidifica el golpe de
Estado que desencadena la guerra civil y cuarenta años de fascismo y de
dictadura. Hemos trabajado en la obra desde febrero de 2014, sin abandonarla en
la confección de Convulsiones. Diario del soldado republicano Jaume Cusidó Llobet (Agosto 1938-Mayo
1939). Prisioneros catalanes en el “gulag” de León, libro publicado en
julio de 2019 y del que surgió en diciembre de 2020 una variación ampliada y
traducida al catalán.
Narra esta con
detalle cómo se inició en aquellos 21 días en nuestra provincia la hecatombe.
Muestra minuciosamente cómo se perpetró el crimen de rebelión armada contra el
régimen legítimo en tantas de sus localidades (León, La Bañeza, Jiménez de Jamuz, Castrocalbón, Astorga, Nistal de la Vega, Villafranca del Bierzo, Bembibre, Torre
del Bierzo, Toral de los Vados, Noceda del Bierzo, Fabero,
Villablino, Boñar, Cistierna, Ponferrada, Cacabelos,
Valencia de Don Juan, Grajal de Campos, Sahagún, Valdevimbre,
Mansilla de las Mulas, Palanquinos, Destriana, Santa María del Páramo, Alija, Mansilla del
Páramo, Quintana del Marco, Urdiales del Páramo, Veguellina
de Órbigo, San Pedro Bercianos, Valderas, Hospital de Órbigo, Sabero, Lario, Riaño, Santas
Martas, Villamañán, La Magdalena, Toreno del Sil, La Vecilla, Puente Castro, Armunia,
San Andrés del Rabanedo,…) por quienes conspiraban hacía tiempo para ello,
los mismos que tras su triunfo aplicarían su «justicia al revés» a cuantos
aquellos días de vorágine defendieron la República desde los casi siempre
débiles conatos de oposición a los facciosos. E incluye además en ocasiones
retazos de la gestación del Nuevo Estado impuesto y de su inicial
funcionamiento, avanzando en otras a épocas posteriores para espigar algunas de
las represiones y violencias que tantos vecinos y vecinas de nuestras
poblaciones injustamente padecieron.
Relatamos,
explicamos y contextualizamos en este libro lo sucedido en la segunda
mitad de julio de 1936 en nuestra tierra (todavía sin contar en muchos casos,
y en otros descrito desperdigada y parcialmente), relacionándolo con lo que a
la par iba aconteciendo en otros muchos lugares. Numerosas y variadas han sido
las fuentes utilizadas, entre ellas unas 500 causas de la justicia
militar de los alzados y su “rebelión invertida”, y abundantes entrevistas a
testigos de aquellos aciagos tiempos. Estas, y otras muchas, nos permiten
recomponer y descifrar el complejo mosaico de lo entonces ocurrido y acercarnos
a la verdad histórica y objetiva de los hechos.
Dada su
extensión, hemos dividido la obra en dos partes (publicada esta segunda
unos meses después de la primera), subtituladas una El Golpe, y
la otra La Guerra. Equilibrando la amplitud de una y otra, hemos
finalizado la primera en la fecha del 20 de julio y acotamos la segunda entre
los días 21 y el que pone fin al mes. Cronológicamente se estructura el
contenido de ambas partes, y con tal criterio, si bien sin rigidez, se va
presentando lo acontecido en cada uno de los días sucesivos en los lugares estudiados,
de modo que viene a ser su conjunto hasta la fecha bastante más que el
relato más completo, actual y detallado del transcurso del golpe militar de
julio de 1936 en la provincia de León.
En el
acercamiento a los hechos de aquellos determinantes días constatamos algunas realidades
hasta hoy ocultas o veladas, que sucintamente adelantamos: La importancia
del levantamiento del Aeródromo de León para el resultado de la
sublevación en la capital. La trascendencia de la actuación de la Guardia
Civil en la capital y en la provincia, y de su retardado alineamiento con
los rebeldes para su triunfo, en la provincia y en el noroeste, y en el
desarrollo de la guerra. El diferente comportamiento en León y en otros lugares
provinciales frente al peligro de la insurrección militar de los republicanos
y socialistas-comunistas y los anarquistas leoneses, más decididos y
activos ante la amenaza. El transcurrir del golpe en la capital de modo más
violento y destructivo de lo que contaron después los vencedores, que lo
justificaron con un relato tergiversado y falso desde los primeros días.
Fue el golpe en León mucho menos aceptado de lo que se dijo, y una vez
materializado tuvo en bastantes lugares más contestación, oposición
e incluso respuesta armada y ofensiva de lo que la Historia oficial
ha mantenido. Resulta llamativa la abundancia de “topos” en muchas de las
localidades estudiadas, desde los primeros tiempos del golpe militar.
Desvelamos
además en esta obra
(entre otras muchas novedades) las apenas conocidas peripecias de la columna
de mineros de paso por León (engañados aquí y en Ponferrada) desde Asturias
hacia Valladolid, Madrid y Sevilla, en la ciudad y en los demás lugares del que
fue su recorrido hasta regresar a su tierra por Leitariegos
y Somiedo. Descubrimos la existencia de una fosa común desde los
primeros tiempos de la guerra en el que fue Cuartel-Prisión-Campo de
Concentración de Santocildes. Traemos nueva luz en torno al mito de
las enfermeras mártires astorganas tantos años mantenido, y deconstruimos
otros, como los de la muerte en Astorga del niño Gerardo Gavela
el día de la sublevación y los fallecimientos en la fecha siguiente (también
“por fuego amigo”, y no asesinados por los rojos) de dos insurrectos
falangistas, uno en Astorga y el otro en La Bañeza. Asimismo,
indagando en nuestro incómodo pasado, revelamos la existencia de los que fueron
en nuestra tierra campos de concentración de prisioneros de guerra casi desconocidos:
el astorgano de La Pajera de Carro (o de Santa Ana), y el de los Talleres Casa
Ponga (o la Harinera) en Valencia de Don Juan.
En este libro, Segunda
Parte de la obra: La Guerra (que sigue a la Primera: El Golpe, publicada en
julio de 2022), de 874 páginas en formato 17x24 cms,
sendos censos onomástico y toponímico de la provincia de León (con más
de 3.700 y cerca de 500 respectivas referencias) presentan al lector
las personas y lugares involucrados en los hechos. Más de 160 imágenes de
época y casi 1.000 notas a pie de página reseñan, contextualizan,
ilustran y matizan lo que en ella se narra.
Al igual que la
Primera Parte, incluye esta Segunda unos ANEXOS:
3.- Actas de reuniones de las Juventudes Socialistas Unificadas de
Valderas en 1936.
5.- I. Lo que se va sabiendo. León y su provincia bajo el terror
fascista (según Avance. Diario socialista
de Asturias. Gijón. 9 de junio de 1937).
II. El fascismo en la provincia de León (según “Prometeo”
en la revista Timón, agosto de 1938).
III. Referencias a la represión en León en las memorias de Julián
Gutiérrez Rouco, jornalero de San Miguel del Camino
(1979).
IV. Los paseados de Benamariel en el
otoño de 1936.
6.- I. El Campo de Concentración de Prisioneros de Casa Ponga en
Valencia de Don Juan.
II.- Carta de la familia Merino-del
Castillo al exprisionero Isidro Nadal Grau.
En cuanto al título
elegido, repasando las entrevistas efectuadas a lo largo de varios años a
personas de edad de La Bañeza y pueblos de su contorna que vivieron los
acontecimientos de aquel para tantos y tantas trágico y nada plácido periodo,
volví a encontrarme con la realizada a Nieves Carbajo, de Destriana,
en junio de 2009 en Santa Marta de Tera (Zamora), cuando la ARMH exhumaba allí
los restos de su padre y otros tres jornaleros de aquella villa asesinados el
22 de agosto de 1936, quien para referirse a los días iniciales del golpe y de
la guerra civil en su pueblo y en nuestra tierra me decía: –Cuando se
rompió el mundo…, una contundentemente descriptiva y muy gráfica
expresión que se ajusta a lo que aquí se trata, y que igual o parecida,
encontré después en boca de muchos y muchas para quienes desde entonces todo
giró en torno a aquel punto de inflexión, brecha y ruptura en sus biografías,
con el que, arrastrado por el vendaval de la sedición desaparece de cuajo y
hundido para siempre el mundo que todos conocían, y que inauguraba para tantos
un dilatado tiempo de atrocidades y desdichas no tan ajeno ni lejano.
Para el
conocimiento de la historia de nuestra provincia en la guerra civil y la
posguerra pueden dirigirse a algunas otras obras (pocas para algunas
localidades; ninguna para la mayoría), “pero están en esta”, y han sido
parte de sus fuentes. Y sobre nuestra guerra y el tiempo posterior pueden
posiblemente conocer variados mitos y opiniones. Ahora, a través de este
libro y de esta obra, tienen ocasión de contrastarlos con lo que es
información y ciencia, y de sustituirlos por conocimiento histórico,
veraz, riguroso, honesto, contrastado y objetivo.
Afirmaba en junio
de 1987 (en la Revista Tierras de León, a propósito del entonces
reciente 50º aniversario de la guerra civil) quien era presidente de la
Diputación Provincial leonesa, Alberto Pérez Ruiz: “No es el olvido lo que
hace progresar a los pueblos, sino el conocimiento, el análisis y la reflexión
sobre su pasado histórico”. Si el libro que hoy les ofrezco pudiera
contribuir en algo a ello me daría por más que satisfecho.
La sinopsis del
libro:
Contiene esta obra en dos partes la
crónica de los días del 17 al 31 de julio de 1936, en los que se produce la
sublevación contra la Segunda República y el inicio de la imposición del Nuevo
Estado en muchos lugares, entre ellos León, La Bañeza, Jiménez de Jamuz, Castrocalbón, Astorga, Nistal de la Vega, Villafranca del Bierzo, Bembibre, Torre
del Bierzo, Toral de los Vados, Noceda del Bierzo, Fabero,
Villablino, Boñar, Cistierna, Ponferrada, Cacabelos,
Valencia de Don Juan, Grajal de Campos, Sahagún, Valdevimbre,
Mansilla de las Mulas, Palanquinos, Destriana, Santa María del Páramo, Puente Castro, Alija,
Mansilla del Páramo, Quintana del Marco, Urdiales del Páramo, San Andrés del
Rabanedo, Veguellina de Órbigo, San Pedro
Bercianos, Valderas…, y otros como Hospital de Órbigo, Sabero, Lario, Riaño, Santas Martas, Villamañán,
La Magdalena, Toreno del Sil, Armunia, La Vecilla…
Permite el
recorrido de sus páginas el acercamiento pormenorizado a lo sucedido en
aquellas jornadas en las localidades referidas, aún sin contar en la mayoría de
los casos, y en otros (los menos) contado desperdigada y parcialmente, y a las
vidas –y las muertes– de tantos y tantas como protagonizaron tan determinantes
acontecimientos.
Muestran ellas
cómo se inició en nuestras tierras la tragedia; el modo en que se perpetró el
crimen de rebelión armada contra la democracia republicana (el fundacional
delito de lesa patria del franquismo) por quienes, triunfantes, aplicarían su
"justicia al revés" y amplios, duros y prolongados castigos a los
afectos a aquel régimen legítimo y legal y a cuantos participaron en las
agitadas y decisivas jornadas de la vorágine de julio en su defensa y en los
mayormente breves y débiles conatos de oposición a los facciosos.
Sendos censos
onomástico y toponímico de la provincia de León (con más de 3.700 y de 500 respectivas referencias) presentan al
lector a las personas y lugares involucrados en los hechos. Más de 160 imágenes
de época y cerca de un millar de notas reseñan, contextualizan e ilustran lo
que en esta Segunda Parte se narra.
Si
queremos profundizar más:
“El libro que el lector o lectora tiene
en sus manos viene a ser continuación de dos anteriores, ambos con el mismo
título genérico, La Bañeza, 1936. La
vorágine de julio, publicado el primero en el año 2010 con el subtítulo Algunas consideraciones previas y la
pretensión de contextualizar lo sucedido en los años de la guerra y la
posguerra en la comarca bañezana en el más amplio marco de lo que entonces
ocurrió en otros más o menos cercanos territorios que, como aquí, también los
triunfantes golpistas de julio de 1936 dominaron desde los primeros días de la
sublevación, a partir de los cuales, sin guerra, no se dio en los mismos más
que una feroz, larga y contumaz represión sobre los vencidos, y el segundo
aparecido en julio de 2013, subtitulado Los
prolegómenos de la tragedia, y dedicado a una temporalmente extensa (desde
1808 al 17 de julio de 1936) y minuciosa indagación sobre los antecedentes que
en la provincia de León pudieran explicar los sucesos que en la misma se
desatan con el golpe de Estado que aquí comienza a materializarse el día 20 de
aquel mes, y las represalias contra los derrotados durante tanto tiempo
mantenidas.
Prosecución del
segundo, como es, se inicia este en la fecha en que aquel finaliza, y se
consagra a relatar pormenorizadamente el transcurrir de las tres semanas de
julio de 1936 en las que en León cuaja la conjura y la tragedia y solidifica el
golpe militar que, exitoso en la mayor parte de la geografía provincial pero no
en una buena porción de la nacional, trata de imponerse por las armas y
desencadena la guerra civil de los casi mil días y los cuarenta años primero de
fascismo y después de férrea dictadura que fueron su colofón. En la elaboración
de la obra hemos trabajado desde febrero de 2014, casi a diario y sin que ni
siquiera la abandonásemos del todo a lo largo de los más de dos años empleados
en confeccionar la que, desgajándose de esta, se convirtió en Convulsiones. Diario del soldado republicano
Jaume Cusidó Llobet (Agosto
1938-Mayo 1939). Prisioneros catalanes en el “gulag” de León, salida de
imprenta en julio de 2019 y de la que en diciembre de 2020 se publicó una
variación ampliada y traducida al catalán.
A componer la
narración detallada de cómo se inició
en aquellos 21 días en nuestra provincia la hecatombe; a mostrar la
crónica cercana y minuciosa de la
perpetración en tantas de sus localidades (los numerosos pueblos, villas y
ciudades que el Índice enumera) por quienes llevaban mucho tiempo conspirando
para ello del crimen de rebelión armada contra el régimen legal y el poder
legítimamente constituido, los mismos que tras su triunfo aplicarían los
crueles y prolongados castigos de su "justicia al revés" a los
afectos a aquel régimen y a cuantos participaron en los agitados y decisivos
días de la vorágine de julio en su defensa y en los casi siempre débiles
conatos de oposición a los facciosos, destinamos las páginas que siguen, a las
que traemos además en algunas ocasiones retazos de la gestación del naciente e
impuesto Nuevo Estado y de su inicial funcionamiento, incursionando en otras en
tiempos posteriores, de los que espigamos también algunas de las coerciones y
violencias que tan propios les fueron, recopilando, siquiera sea a vuela pluma,
aquellas y las represalias que tantos vecinos y vecinas de nuestras poblaciones
injustamente padecieron.
Si historiar consiste, en parte, en relatar y explicar hechos y
contextualizarlos en el lugar y el tiempo en que suceden, así lo hacemos con
los acaecidos en la segunda mitad de julio de 1936 en nuestra tierra que en
estas líneas recogemos (todavía sin contar en muchos casos, y en otros
descritos desperdigada y parcialmente), relacionándolos con lo que a la par iba
aconteciendo en otros muchos lugares más o menos alejados. Según consta en el
correspondiente apartado, numerosas y variadas han sido las fuentes que para
ello y para el resto de lo que se expone hemos utilizado (cotejando o triangulando en ocasiones las diversas
referidas al mismo acontecimiento o personaje), entre ellas no pocas causas
militares y abundantes entrevistas a personas testigos directos o cercanos
conocedores de los aciagos tiempos que tratamos. Con las pertinentes cautelas
hemos considerado las segundas, fuentes orales que a veces se revelan como
excelente complemento que alumbra los inevitables huecos de las restantes con
las que se construye el continuo tejer y destejer del conocimiento histórico.
Los procedimientos de la justicia militar de los alzados, interpretando
adecuadamente su lenguaje, que es el de los represores y su “rebelión
invertida”, vienen a ser ventanas abiertas al pasado y teselas que junto con
otras muchas nos van permitiendo recomponer y descifrar el complejo mosaico de
lo entonces ocurrido y acercarnos progresivamente a la verdad objetiva de los
hechos.
Dada su
extensión, hemos dividido la obra en dos partes (publicada la segunda unos
meses después de la primera), subtituladas una El golpe, y la otra La guerra.
Mucho de convenido entre estudiosos de la época tiene fraccionar el continuum del tiempo que en España
transcurre entre el 17 de julio de 1936 y el 1 de abril de 1939 en una y otra
etapa, y subdividir la segunda en un primer periodo de “guerra de columnas” y
otro posterior de “guerra de posiciones o trincheras” (asegura alguno que desde
el punto de vista militar no cabe hablar de guerra hasta bien entrado el mes de
agosto, y afirma otro que, continuado y dirigido a la conquista de Madrid, bajo
la forma de guerra de columnas se demora el golpe hasta noviembre, seguido
entonces de una guerra –que desde los primeros meses de 1937 es total y de
exterminio– en la que participan las potencias del Eje). Equilibrando la
amplitud de una y otra parte, sin perder de vista, no obstante, que en León tan
solo existió frente de guerra –durante unos catorce meses— en la franja norte
que linda con Asturias, y sin forzar demasiado el referido acuerdo, hemos
optado por finalizar la primera en la fecha del 20 de julio (aunque hay en ella
lugares de la provincia leonesa en los que el golpe militar aún no se ha
decantado a favor de los rebeldes), y acotar la segunda entre los días 21 y el
que pone fin al mes, pues, coincidiendo con la citada situación, partían ya el
21 de julio de León y de algunas otras localidades provinciales, con diversos
resultados, columnas militares para forzar el triunfo de la sublevación en
varias poblaciones. Cronológicamente se estructura el contenido de ambas
partes, y con tal criterio, si bien sin excesiva rigidez, se va presentando lo
acontecido en cada uno de los días sucesivos en las ciudades, villas y pueblos
estudiados, atendiendo unas veces a la fecha en la que en ellos se inicia el
golpe de Estado, y otras a aquella en la que son sometidos o tomados por las
fuerzas golpistas, con la pretensión (espero que cumplida) de que sea hasta la
fecha su conjunto bastante más que el relato más completo y detallado del
transcurso del golpe militar de julio de 1936 en la provincia de León.
En el acercamiento a los hechos de aquellos
determinantes días constatamos algunas realidades hasta hoy ocultas o veladas.
A modo de anticipo y conclusiones adelantamos al lector sucintamente varias de
ellas: La importancia del levantamiento del Aeródromo de León para el resultado
de la sublevación en la capital. La trascendencia de las actividades de la
Guardia Civil (un Instituto armado en el que primaba la disciplina y la
obediencia al mando) en la capital y en la provincia en los días anteriores (18
y 19 de julio) al de la sedición en la capital el día 20 (actuaciones que
después se tratarían de encubrir), así como de su retardado alineamiento hacia
el lado luego ganador en el resultado del alzamiento en la ciudad de León, y
por ende en la provincia y en el noroeste español, tan importante después en
los derroteros de la guerra. El muy diferente comportamiento en León y en otros
lugares provinciales frente al peligro de la insurrección militar, en los días
previos y hasta que se produce y mientras dura, de los republicanos y
socialistas-comunistas y los anarquistas leoneses (estos más decididos y
activos frente a la amenaza). El desarrollo del golpe en la ciudad de León de
modo más agresivo, violento y destructivo de lo que durante muchos años se
contó, narrando los vencedores su acontecer y tratando de justificarlo de
manera tergiversada y falsa desde los primeros días posteriores al mismo. Fue
el golpe de Estado en León mucho menos aceptado de lo que después se dijo, y
tuvo en muchos lugares de la provincia, y también en la capital, una vez
desatado más contestación, más oposición e incluso más respuesta armada y
ofensiva de lo que más tarde se contaría.
De igual modo, desvelamos además (entre otras muchas novedades) las hasta
ahora apenas conocidas trayectoria y peripecias de la columna de mineros de
paso por León desde Asturias hacia Valladolid, Madrid y Sevilla, en la ciudad y
en los demás lugares del que fue su recorrido hasta regresar a su tierra por Leitariegos y Somiedo: Asturias-León (Palencia-Valladolid)
-Astorga-La Bañeza-Benavente-La Bañeza-Astorga-Ponferrada-Villablino.
Descubrimos también la existencia de una fosa común en el interior del que entonces
en Astorga fue Cuartel-Prisión de Santocildes desde los primeros tiempos de la
guerra que desencadena la rebelión militar. Hacemos nueva luz en torno a un
mito durante tantos años mantenido como es el de las enfermeras mártires de
Astorga, confrontándolo con lo que hoy sabemos de aquel episodio bélico de
finales de octubre de 1936 en el copo del Puerto de Somiedo, y deconstruimos otros, como son los de la
muerte en Astorga del niño Gerardo Gavela el día de
la sublevación y los fallecimientos en la fecha siguiente (igualmente “por
fuego amigo”, y no asesinados por los rojos, como sostendrían los rebeldes) de
dos insurrectos falangistas, uno también en Astorga y el otro en La Bañeza.
Asimismo, producto de las indagaciones en esa parte de nuestro incómodo pasado, revelamos la existencia
de los que fueron dos campos de concentración de prisioneros de guerra
establecidos en nuestra tierra y hasta hoy casi del todo desconocidos: el
astorgano instalado en La Pajera de Carro (o de Santa Ana), y el que en Valencia
de Don Juan ocupó los talleres Casa Ponga (o la Harinera).
En cuanto al
título elegido para este libro, repasando con detalle para su confección las
aludidas entrevistas
efectuadas a lo largo de varios años a personas de edad de La Bañeza y pueblos
de su contorna que vivieron los acontecimientos de aquel para tantos y tantas
trágico periodo, volví a encontrarme con la realizada a Nieves Carbajo, de Destriana,
en junio de 2009 en Santa Marta de Tera (Zamora), cuando la ARMH exhumaba allí
los restos de su padre Baltasar Carbajo Vidales (uno de los cuatro jornaleros de
aquella villa asesinados el 22 de agosto de 1936, parte de las doce víctimas
mortales que la represión de los alzados causó en ella), quien para referirse a
los días iniciales del golpe y de la guerra civil en su pueblo y en nuestra
tierra me decía: –Cuando se rompió el mundo…, una contundentemente descriptiva y
muy gráfica expresión que se ajusta a lo que aquí se trata, y que igual o
parecida, encontré después en boca de muchos y muchas para quienes desde
entonces todo giró en torno a aquel referente temporal, punto de inflexión,
brecha y ruptura en sus biografías, y el acontecimiento central de la historia
contemporánea de España, con el que, arrastrado por el vendaval de la sedición
que tantas historias arrollaba, desaparece en aquel eterno “es cosa de unos
días” de cuajo y hundido para siempre el mundo que todos conocían, sustituido
por lo impredecible y por una radical e impuesta vida nueva que suprimía la
anterior, pues “ya no nos iban a dejar vivir de otra manera”. Un terremoto, el
del verano de 1936, que dejó en lo político, en lo social y en tantas otras
realidades múltiples, profundas, variadas y persistentes grietas, y en las
gentes una quiebra de sus vidas, literal algunas veces (por el asesinato, la
enfermedad, el suicidio o una bala en los frentes de batalla), y otras de sus
formas de vivir e incluso de sus sueños de otras existencias; un antes,
mientras, y después para muchas generaciones de españoles; una brutal cesura
tras la que nada fue ya igual y que inauguraba un dilatado tiempo de
atrocidades y desdichas no tan ajeno ni lejano.
Afirmaba en junio
de 1987 (en el número 67 de la Revista Tierras
de León, con ocasión del entonces reciente 50º aniversario de la última Guerra
Civil española) quien era presidente de la Diputación Provincial leonesa,
Alberto Pérez Ruiz: “No es el olvido lo que hace progresar a los pueblos, sino
el análisis y la reflexión sobre su pasado histórico”. Si con este trabajo
pudiéramos contribuir en algo a ello nos daríamos por más que satisfechos.
El autor, José
Cabañas González:
Nace en León, en
1955. Su vida transcurre en Jiménez de Jamuz hasta
que se traslada en 1972 a Barcelona, donde se diploma en Ingeniería Técnica
Industrial.
Desde 1985 trabaja como Empleado Público. Reside en Ourense desde
1988.
Nieto y sobrino de dos de los numerosos asesinados y desaparecidos
por el franquismo en su pueblo de origen, miembro de la ARMH (Asociación para
la Recuperación de la Memoria Histórica) desde el año 2002 y desde 2009 de
AERLE (Asociación para el Estudio de la Represión en León), viene participando
activamente desde 1998 en variadas iniciativas de recuperación y difusión de la
memoria histórica en diversos ámbitos.
Ha publicado en esta misma editorial sus cuatro anteriores libros:
La Bañeza 1936. La
vorágine de julio. Golpe y represión en la comarca bañezana, en el año 2010
el Volumen 1 (Algunas consideraciones previas), y el Volumen 2 (Los
prolegómenos de la tragedia), en dos tomos (Tomo I: 1808-1931, y
Tomo II: 1931-1936) y un DVD con más de 4.000 archivos, en el año 2013,
además de Convulsiones. Diario del
soldado republicano Jaume Cusidó Llobet. Prisioneros
catalanes en el ‘gulag’ de León, en el 2019 (del que se publicó una versión en catalán en
2020 por Editorial Base, Barcelona), y la Primera Parte de esta obra en julio
de 2022.
Desde el año 2005 difunde los resultados de sus investigaciones en
torno al periodo republicano, la guerra civil, y la represión franquista (y sus
antecedentes desde 1808) en la comarca bañezana y en otros territorios leoneses
en la web Otoño de 1936. La represión
franquista en Jiménez de Jamuz .www.jiminiegos36.com
El autor ya ha
estado con nosotros: http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/convulsiones.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/convulsions.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/labaneza.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/cuandoserompio.htm
Cazarabet conversa con José Cabañas González:
-José llegamos, ya, con este libro a
la guerra en España con el telón de fondo de León provincia. ¿Cómo era la
sociedad leonesa en el momento del alzamiento?
-Pues
era una sociedad, tanto en la capital provincial como en las restantes villas,
pueblos y ciudades de la provincia, en la que la vida continuaba transcurriendo
dentro de la relativa normalidad del momento histórico, de manera parecida a
como transcurría entonces en el resto del país.
Contra
lo que se pueda pensar, en base a lo que interesadamente desde ciertos ámbitos
se ha transmitido, y a pesar de los rumores que sobre un posible golpe de
Estado circulaban, parece que no era esa la preocupación mayor de la ciudadanía
en los tiempos inmediatamente anteriores a la sublevación. El temor al mismo
había sido más fuerte después de las elecciones de febrero, en los meses de
marzo y abril, y se consideraba que no habiéndose producido entonces, el riesgo
de una asonada militar había ya disminuido.
De
manera quizá parecida a lo que actualmente sucede, los enconos y los
enfrentamientos que se vivían en el Parlamento y que dividían a la clase política
llegaban con escaso eco a las “gentes del común”, y por otra parte los
implicados en las enésimas conspiraciones contra la República no dejaban de ser
grupos reducidos de personas. Más allá de estas, incluso las vidas de militares
(preocupados sobre todo por lo escaso de sus retribuciones) y de políticos,
tanto de derechas como de izquierdas, estaban entonces más volcadas en los
asuntos de la normal cotidianeidad y de la estación veraniega que en las
cuestiones políticas y los avatares de las mismas, y así, mientras los
conjurados continuaban moviéndose en la clandestinidad para alcanzar los fines
perseguidos, militares asistían a competiciones deportivas en el extranjero, y
políticos enviaban a sus familias de vacaciones a lugares más o menos alejados
o asistían a congresos fuera del país (como hacía Largo Caballero), al tiempo
que se organizaba para las fechas en las que el golpe se produjo la Olimpiada
Popular en Barcelona.
De
todo esto recogemos y mostramos abundantes muestras en el inicio de la Primera
Parte (El Golpe) y a lo largo de la Segunda Parte
(La Guerra) de la obra Cuando se rompió el mundo. El asalto
a la República en la provincia de León, objeto ahora de esta
entrevista.
-Supongo que había mucha diferenciación entre
“ese León más rural” y el de las “urbes”, fuesen de mayor o menor tamaño, ¿no?;
¿qué nos puedes comentar?
-Vaya
por delante la afirmación de que ya en la amplia y minuciosa investigación para
mi obra de 2013subtitulada Los prolegómenos de la tragedia, en la
que dediqué un extenso tomo al transcurrir del periodo republicano en la
provincia de León, constaté y documenté la escasa conflictividad sociopolítica
y laboral que la atravesó a lo largo de aquellos años, lo que hace más notable
y llamativo lo desmesurado de la represión que una vez producido el golpe
militar y triunfantes los alzados estos aplicaron en las villas, pueblos y
ciudades provinciales.
En
el momento del golpe de Estado, tanto en el León urbano como en el rural, este
se da en medio de la sorpresa de la mayoría de las gentes. Más desde luego en
el segundo, y así encontramos que son muchos los pueblos y villas en los que el
eco de lo que ya se ha iniciado en Melilla en la tarde del viernes 17 de julio,
y su gravedad, no llega hasta la mañana del lunes día 20, celebrándose con
normalidad el sábado y el domingo –también el mismo lunes en algunos— misas,
bailes y actos deportivos (también en Astorga y en barrios de León).
A
propósito de localidades leonesas, en algunas villas (Valencia de Don Juan,
Bembibre, La Bañeza,…) ya se había roto desde mediados de mayo la coalición del
Frente Popular que las gobernaba, del que se había desgajado abandonando las
Gestoras Municipales el partido Izquierda Republicana, lo que confirmaría que
no yerra mucho el historiador Stanley G. Payne cuando afirma en 2006 que “al
igual que el Frente Popular francés comenzó a desmoronarse al año de haber
alcanzado el poder, lo mismo habría de ocurrir en España de no haberse
producido [el golpe y] la guerra civil”, lo que abundaría no solo en que el uno
y la otra (su consecuencia) no eran ineludibles, y hubieran sido además
innecesarios para los fines de las derechas conjuradas de hacerse con el Gobierno
del país.
-¿Qué pasa en unos lugares y otros el
día del alzamiento, porque en las ciudades se recibe, hay que pensar, de
diferente manera que en las aldeas y los pequeños pueblos?
-En
la provincia de León el proceso del golpe militar transcurre desde los días
iniciales del 17/18 de julio, de la manera leve o mitigada que ya hemos
señalado, hasta el día 24 de julio, en que por la tarde es tomada por fuerzas
golpistas la villa de Valderas, al sur de la provincia, y el 27, en que se
controla Torre del Bierzo y Bembibre. En la franja noroccidental limítrofe con
Asturias hay localidades que resisten republicanas hasta casi finalizar agosto,
y otras de la montaña central y nororiental que no son conquistadas hasta las
fechas en torno al 21 de octubre de 1937 en que sucumbe la resistencia a los
insurrectos y la República en todo el frente norte.
Esas
fechas están en la provincia leonesa atravesadas desde el día 19, domingo, por
las intrincadas peripecias que viven los mineros de la expedición asturiana
partida de Oviedo en la noche del sábado 18 camino de Madrid en defensa de la
República amenazada (peripecias y avatares nunca narradas con la extensión, la
cercanía y el detalle conseguidos en este trabajo), tanto en la capital como en
los lugares por los que transitan en la venida y el retorno desde Benavente a
su tierra, Astorga, La Bañeza, Bembibre, Ponferrada, y en otros, como Valderas,
en los que esperan su ayuda, inútilmente, los leales opuestos y resistentes al
golpe.
La
irradiación de la asonada, una vez que triunfa el 20 de julio en la capital y
en Astorga (y en Valencia de Don Juan y Sahagún), se va produciendo desde unas
y otras poblaciones hacia las demás villas cabeceras de los Partidos
Judiciales, y desde estas a los pueblos del territorio de su influencia o
jurisdicción.
-¿Qué porcentaje de éxito tiene en León
el alzamiento? ¿a qué lo atribuyes?
-Entre
el 20 y el 27 de julio de 1936, del modo indicado, van siendo tomados por
fuerzas sublevadas, tropas y efectivos de Orden Público y milicianos de
derechas, lugares como La Bañeza (en la tarde del día 21), Santa María del
Páramo y Veguellina de Órbigo (en la mañana y la
tarde del 22), haciendo lo mismo con La Robla, Cistierna o La Vecilla en las últimas fechas de julio y las iniciales de
agosto.
Al
éxito de los alzados contribuyeron en León, entre otros factores, el proceder
del gobernador civil y de la mayoría de los alcaldes, más propenso aquel y
estos, bajo sus órdenes, y también buena parte de los dirigentes políticos y
sindicales, a confiar en las falsas promesas de lealtad de los conjurados que a
atender a las peticiones de las gentes comprometidas y leales de la izquierda
de actuar preventivamente contra los afines al golpe ya efectivo en otras
latitudes y a las alarmas y al peligro de rebelión que aquellos les señalaban,
“actuando con excesivo legalismo” (clamarán después los derrotados) y
desacatando las disposiciones del Gobierno de armar al pueblo en defensa del
régimen legal, más temerosos del populacho armado que de los militares, “gentes
de orden” al fin y al cabo.
Al
triunfo del golpe militar en León coadyuvaron decisivamente los engaños: los
que desplegaron los conspiradores y muchos directivos republicanos y de
izquierda se creyeron, y otros en los que algunos de estos a su vez
participaron, engañados que, por pavor a los desmanes que la plebe armada
pudiera causar (y no causó), engañaron o permitieron que se engañara a sus
propios compañeros, propiciando así la mayor de las barbaries y el crimen
fundacional del franquismo, origen de la guerra desatada y de los casi cuarenta
años de dictadura que siguieron.
-Novelas como La Grama de Agustín
Salgado, aunque dibujan el escenario tomando el pálpito de un pueblo de la
provincia de Valladolid o El Tormento de Castilla de Carlos de Dueñas
Díez y de Aurelio Quintanilla, un ensayo breve, conciso pero muy revelador
--que acaba de editar La Uña Rota-- escenifican, creo muy bien, lo que pasó;
¿cómo lo ves?; ¿lo podemos extrapolar a León?
-Creo
que, a grandes rasgos y en sus líneas esenciales, fue significativamente
parecido el modo en que se desarrolló el golpe militar, su triunfo, y los
tiempos y los sucesos posteriores, en los territorios y lugares en los que
dicho triunfo, fue, como en la mayor parte de León, inmediato, en los que la
sublevación se impuso en breves días, tras los que no hubo guerra alguna (no
hubo ocasión de que se diera) más allá de algún conato de oposición al golpe
y/o leve resistencia (más bien preservación del orden público, en la mayoría de
los casos), dándose después, y durante muchos años, tan solo la
desproporcionada, múltiple, variada e inmisericorde represión de los golpistas
vencedores sobre los leales vencidos.
Esto
fue así porque había unas instrucciones previas para la sedición (mitad exitosa
y mitad fracasada) dictadas por el Director de
la conjura, y porque una vez producida la cuartelada las disposiciones eran
unificadas y comunes y emanaban de la misma cúpula militar que desde su inicio
regía toda la zona rebelde.
-¿Qué importancia geopolítica tenía
León? ¿y estratégicamente hablando en lo que atañe a lo meramente militar?
-Ya
en la guerra de la Independencia se había patentizado la importancia
estratégica de la provincia de León para todo el noroeste peninsular,
conectando Castilla con Galicia y con Asturias, importancia que se manifestó de
nuevo cuando la revuelta asturiana en octubre de 1934, al igual que lo haría en
julio de 1936.
Esta
importancia estuvo muy a punto de ponerse a prueba el día 20 de julio en la
ciudad de León, en la que el triunfo de los militares rebeldes dependió, casi in
extremis, de que en el Aeródromo leonés se decantaran sus fuerzas muy a
última hora del lado de los sublevados, y de que en la capital sucediera lo
mismo con los efectivos de la Guardia Civil (tan determinante su
posicionamiento en la mayoría de los lugares para la victoria de rebeldes o
leales), que llegaron a disparar al inicio del golpe en unión de milicianos de
izquierda contra tropas sediciosas del cuartel de infantería echadas a las
calles, para sumarse minutos más tarde a estas (una vez anulado a ultimísima
hora su mando provincial y sustituido por un subalterno conjurado) y con ellas
atacar a los defensores de la legalidad constitucional republicana.
De
tales dos detalles dependería el triunfo de los alzados en León capital, y de
no darse así, y haberse mantenido leales al Gobierno y al régimen guardias
civiles y aviadores, sin duda el desenlace de la confrontación habría sido
otro, el opuesto, y otro muy diferente hubiera sido el desarrollo y el
resultado del golpe y de la guerra en León, en Asturias y en Galicia, y por
ende tal vez en toda España.
-¿Por qué la resistencia fue tan mínima?
-En
este punto niego la mayor: no fue tan mínima en León. Eso es lo que el
franquismo impuso en su relato. Investigándolo con detalle se descubre que no
fue así, sobre todo en la capital. En la mayoría de las poblaciones si fue nula
o mínima la resistencia de los leales apenas armados frente al armamento de
guerra de los golpistas, a excepción de unos pocos lugares en la montaña,
Cistierna, La Robla, en los que se hace frente, incluso varias veces, a las
incursiones de las columnas rebeldes desde la capital para tomarlas.
En
la ciudad de León se producen tras la victoria rebelde el día 20 de julio dos
intentos de los izquierdistas entonces dispersados y reagrupados en el
extrarradio para tratar de hacerse con el control de la urbe, uno en la noche
de 22 al 23, y otro en la madrugada del 24. En el último consiguieron
internarse hasta casi el centro de la ciudad, poniendo en serio aprieto la
defensa de los sublevados, a los que hasta allí hicieron retroceder de sus
posiciones y fortines en la entrada de la misma, debiendo abandonar el que era
exitoso ataque al acabársele las municiones.
Por
otra parte, a la altura del 26 de julio aún se producción en la capital
disparos de francotiradores (“pacos”, algunos entonces apresados) contra
efectivos rebeldes –herían a algún guardia civil– desde algunos tejados y
balcones.
-¿Se convirtió León en una “ratonera”?
-Así
fue. Como en tantos otros lugares, muchas gentes pensaron que aquello iba a
durar pocos días, como mucho otros tantos como cuando la revuelta de octubre,
tras lo que la nueva situación remitiría, siguiendo una represión parecida a la
(no poca) de entonces, por lo que consideraron que no les era necesario ponerse
a salvo. Otros fiaron en que como no habían cometido legalidad alguna ni hecho
daño a nadie, nada les sucedería. A todos los sorprendió la nueva realidad.
Nadie tenía precedentes y nadie esperaba que la represión bien pronto desatada
por los golpistas iba a alcanzar las cotas y los extremos nunca antes vistos
que en breve alcanzaría, facilitada a los represores en la mayoría de las
localidades por el legalismo de los leales, que habían anotado estrictamente y
al detalle todo lo relacionado con la requisa de armas y lo demás preciso para
la defensa del orden público y el régimen legítimo, anotaciones que, como toda
la documentación oficial referida a registros de asociaciones y organismos políticos
y sindicales y sus integrantes, sirvió en manos de los golpistas para,
analizada con extremada minuciosidad, aplicar sus desmedidas, crueles e
injustas represalias sin que apenas nadie que a su entender las mereciera
quedara al margen de ellas.
-¿El principal lugar al que se dirigían
los que pretendían escapar era Asturias?; ¿cómo lo hacían para “pasarse” allí y
qué suerte les esperaba?
-A
pesar de lo antes apuntado, descubierto el alcance de la represión que los alzados
aplicaban, desde bien pronto se organizaron en León redes y grupos, en el
ámbito anarquista sobre todo, para poner a salvo a
personas que se temían víctimas más pronto que tarde de aquellas desmesuradas
represalias. Fueron así muchos y muchas quienes desde la capital y la provincia
leonesa pudieron alcanzar territorios seguros, los de la franja norte
provincial que siguió siendo republicana, o la leal Asturias, además de
Portugal, menos seguro de lo que muchos esperaban.
Abundan
en nuestra obra los casos de quienes así trataron de salvarse, con dispares
resultados, muchos devueltos desde Portugal y entregados por los fascistas de
allí a los de aquí y a su “justicia”, consiguiendo algunos embarcar para
América desde allí. A las zonas leales leonesa y asturiana “se pasaban” a veces
(desde El Bierzo y Los Ancares) pueblos casi enteros y en expediciones
numerosas; lo hacían otros grupos bien nutridos, en ocasiones guiados por
quienes hacían el camino varias veces. Los hubo que se fueron y regresaron
tiempo después para llevarse a sus familias, en unos recorridos peligrosos y
difíciles en los que a veces eran capturados por las vigilancias de los
rebeldes, lo que les suponía cárcel y consejo de guerra con altas
probabilidades de acabar fusilados, la misma suerte que correrían después de
hundirse el frente norte quienes no pudiendo exiliarse en Francia fueron
apresados por los golpistas, algunos después de haberse enterrado en vida un
mayor o menor tiempo como “topos”.
-¿La represión se estableció pronto
entre los leoneses?
-Bien
pronto, por lo que sabemos. De inmediato, pues ya “el 21 de julio, temprano, en
las orillas del río Bernesga era encontrado muerto el que sería oficialmente
primer “paseado” leonés de la que pronto devendría larga lista de asesinados,
un joven dependiente apellidado Cebada, ajusticiado por las armas de exaltados
de Falange, del Requeté y otros al amparo de las refriegas de la pasada noche”.
En
La Bañeza los falangistas que llegados de Valladolid y Zamora por Benavente con
fuerzas del ejército toman la ciudad en la tarde del día 21 “matan a uno de los
principales cabecillas” (rojos) aquel mismo día o el siguiente. El 27 de julio
es “paseado” (asesinado y desaparecido) en un monte cercano Tomás Martínez
Prieto. En esta misma fecha es muerto también José Barrientos Martínez, el
primer “paseado” del que tenemos noticia en Valencia de Don Juan.
Manuel
Méndez Esnal, secretario del Ayuntamiento de Santa
Colomba de Somoza, era asesinado el 7 de agosto, uno de los primeros “paseados”
de la zona astorgana.
En
cuanto a leales fusilados, en León se pasa por las armas el 28 de julio en el
Campo de Tiro militar de Puente Castro a José Silva Val, sindicalista, y el 30
de madrugada a Alejandro García Menéndez, leal teniente de Asalto, Arturo Pérez
Pita, sindicalista, y Juan García Arias, alcalde de Ponferrada. En Astorga
fusilan el 16 de julio contra las tapias del cementerio al Médico Ildefonso
Cortés Rivas y al alcalde Miguel Carro Verdejo…
-¿Cómo y de qué manera se llevó a cabo?
-La
victoria de los golpistas se inicia en los lugares en los que en defensa del
régimen legal y por orden del gobernador civil se habían producido detenciones
de derechistas (falangistas, requetés, “japistas”,…)
y requisa de armas a los mismos, liberándolos del lugar de encierro (que pronto
comenzaban a llenar los leales, ahora detenidos) y armándolos con el armamento
retirado a los de izquierdas, con el que son encargados del nuevo orden y
puestos al frente de las poblaciones, bajo el mando de los militares y de la
Guardia Civil, a los que auxilian en acciones de patrulla, control y
vigilancia, además de en las labores represivas.
También
la represión se irradia y se controla desde las Comandancias militares
establecidas en las cabeceras de Partido Judicial o en otras localidades, a las
que llegan delaciones y denuncias de “personas de orden” sobre los tenidos por
rojos, y desde las que parten a los pueblos de la contorna expediciones “de
limpieza” a la captura de aquellos, a los que se encarcela en la
correspondiente Prisión de Partido cuando son hallados (si no son asesinados
sobre la marcha sin más trámite; si por estar escapados o escondidos no los
hallan, apresan a veces a alguno de sus familiares, mujeres sobre todo, “en
rehenes” para forzar su entrega), continuando un camino que los podrá llevar a
ser sacados del encierro para asesinarlos en una cuneta, o a comparecer ante un
consejo de guerra que los sentencia a ser fusilados o a padecer largos años de
prisión, además de a ser desposeídos de sus bienes.
-¿La derecha política en León estaba
perfectamente preparada y engrasada para recibir el Golpe de Estado y llevar a
cabo un plan de “depuración” y adoctrinamiento que, supongo, tuvo a ver mucho
con el escarmiento?
-En
las campañas electorales del periodo republicano, y a lo largo del mismo, la
derecha leonesa había sido extremadamente virulenta en sus diatribas contra las
izquierdas y los republicanos, especialmente desde la prensa provincial y local
regida o controlada por el clero, que les achacaba los mayores males y los
hacía responsables de todos los desastres, sembrando ya la animadversión y el
odio contra aquellos que más tarde, triunfantes los rebeldes, continuarían
predicando, y amplificando incluso desde el púlpito, a la vez que, lejos de la
caridad cristiana, practicaban con ánimo de escarmiento muchos de los
integrantes de aquel clero la revancha, haciendo pagar en tantas ocasiones a
tantos, con sus poderosos informes ante las nuevas autoridades, un precio de
sangre o de encierro y apartamiento de los suyos, por sus “errores del pasado”
(que podían ser “haber simpatizado con el Frente Popular”, o “no frecuentar los
sacramentos”).
Por
otra parte, en León, en la primavera de 1936 y en el inicio del verano, la
derecha civil conjurada para el golpe de Estado iba tejiendo sus redes y
avanzando en sus fines, en una labor callada, subterránea y clandestina que no
trascendía a la superficie de la sociedad despreocupada, pero que sería de no
poca utilidad a los militares insurrectos en los preámbulos de la rebelión, en
sus últimos preparativos, y una vez que se imponga.
Lo
fueron sin duda las actividades que falangistas de Ponferrada emprendían en
mayo para adquirir armas, y algo más tarde otros para hacerse con fusiles en
León; las relaciones y las tramas que algún prócer leonés (ya destacado en la
dictadura primoriverista) anuda con
falangistas de León y con algunas primeras figuras nacionales del organigrama
de Falange; las colmadas Escuadras de la Revolución Nacional que en aquel
periodo organiza un médico leonés y que se ponen a disposición de los
conspiradores del Cuartel del Cid que guarnece León en los días previos a que
estos se subleven, cuando otro falangista recibe el encargo de uno de los
militares del complot de reunir a los civiles afectos al golpe; y las discretas
reuniones que en las fechas anteriores y en la misma en que se alzan celebran
falangistas de León “para atender a las posibles eventualidades del movimiento
militar y de la intervención del ejército en la ciudad”.
-¿Cómo se puede llegar a asumir una
derrota tan rápida y traumática por parte de los que eran republicanos,
sindicalistas, de izquierdas, librepensadores….?
-Yo
creo que la clave fue el terror. “Los jefes de la rebelión militar habían
entendido y decidido que el terror sería el medio de acabar con la resistencia
de las masas, y que invertir en terror suponía establecer los cimientos de un
régimen duradero, y generaba unos beneficios de los que viviría el dictador
hasta su muerte” (sostiene el hispanista Paul Preston en 2012 en el libro En
el combate por la historia. La República, la guerra civil, el franquismo),
un terror cuya desmesura y dimensiones sorprendió a todos y todas sus
destinatarios, carentes de toda parecida referencia en la historia española de
los decenios anteriores, y ya previsto por los conjurados, y por su Director,
en las Instrucciones reservadas que este había elaborado, que contemplaban una
acción fulgurante basada en la formación de columnas militares para someter el
territorio y marchar rápidamente sobre Madrid, acompañada por una represión
desmedida y muy violenta que paralizara por el terror a la totalidad de la
población para asegurar la retaguardia.
En
lo que respecta a la provincia de León, de la crudeza de las represalias de los
golpistas vencedores y de su alcance y proporciones, y del consecuente terror
que ellas generaban, anotaba en su Diario a finales de septiembre de
1936 Carlota García del Real, mujer independiente, liberal y acomodada, que “siendo
nacional desde el primer momento, no habían dejado viva a una sola persona que
tuviera que ver con el gobierno de la República, ni a un solo socialista”.
Mucho
y muy cruelmente se mataba aquel primer otoño de la guerra, tanto que, quienes
mercadeaban entonces con carro y mula diversos géneros por los pueblos de la
leonesa comarca bañezana, o los que desde ellos viajaban a la capital en los coches
de línea, recordarían muchos años más tarde como, cuando era día de mercado
en Santa María del Páramo, Astorga, o Benavente, transitaban por caminos y
carreteras cuyas cunetas aparecían plagadas de cadáveres, y ya antes, en
agosto, reconocía el deán de la catedral de León al interlocutor que lo contaba
que “Es verdad que se mata mucho. Pero convendrá usted conmigo en que esto
nos asegura cincuenta años de tranquilidad”.
-¿Los paseados encontraban en las
cunetas la mayoría de sus tumbas o eran también las tapias de los diferentes
cementerios lugares donde terminar con la vida?
-La
verdad es que en la provincia de León abundaron los lugares de “paseo”,
aquellos en los que los asesinos falangistas (no solo estos, también guardias
civiles, requetés, guardias de Asalto, carabineros, japistas
de las Juventudes de Acción Popular, jóvenes de Renovación Española, y miembros
de guardias cívicas y somatenes) abandonaban, asesinándolos y desapareciéndolos
para los suyos, los cadáveres de tantos desdichados mártires laicos.
Fueron
parajes especialmente señalados por la abundancia de asesinatos en ellos
perpetrados, o por la frecuencia de los mismos, los de Fresno y Valverde de la
Virgen, Villadangos del Páramo o Estébanez de la Calzada, el Monte de San
Isidro, La Cenia, Montearenas, La Mata del Moral, el
Alto del Portillo, los montes de la Cota de Casasola de Rueda y Las Muelfas, o la Valleja de los
Muertos,… descampados y montes a veces, cunetas de carreteras y caminos otras,
tapias de cementerios o sus cercanías en ocasiones, también alguna bodega
derruida,…
…
E incluso el muro de Villarroquel
(en Cimanes del Tejar), un paredón de cemento a la
orilla del río Luna frente al que se ajusticiaba a los leales arrojando desde
allí sus cadáveres al agua, sobrecogidos los lugareños del pequeño pueblo por
las descargas nocturnas y obligados a convivir durante los primeros meses de la
guerra con los ecos de la muerte, dispensada en ocasiones por los matarifes con
aberrantes cotas de ensañamiento mediante el macabro ritual de maniatar juntos
a dos apresados y disparar solo contra uno, de modo que el peso del ultimado
arrastraba a su compañero, que se ahogaba bajo la briosa y gélida corriente.
-Una vez el alzamiento fue exitoso, ¿cómo vive
León el resto de la guerra hasta el 1 de abril del 1939…vivían como en
posguerra dentro de la guerra?
-En
los lugares en los que el golpe se impuso de inmediato, más que guerra, lo que
desde el principio se vivió (y se murió) fue una especia de posguerra
anticipada.
La vida en León
sería en la nueva Era Azul impuesta por las armas parecida a como transcurría
en Astorga, y de este tenor: desde octubre de 1936 establecía el Obispado que
se celebren diariamente rogativas y se entreguen dádivas en favor de la Patria,
“con el fin de alcanzar cuanto antes el ansiado triunfo de la nobilísima causa
que defiende la España católica”; se celebraba en la Catedral un funeral por el
alma de Calvo Sotelo, y en el teatro a beneficio de los combatientes por España
una velada patriótica “con motivo de izarse la bendita enseña nacional”. Se
reponía el crucifijo en las escuelas; se expurgaban las bibliotecas
secuestrando o destruyendo los libros pornográficos y “rusos”; se cambiaba el
nombre de las calles; afiliaciones a Falange, de muchos “por conveniencia y por
si acaso”, y desfiles de sus milicias, masculina y femenina, y las de Acción
Popular, Renovación Española y el Requeté. Asistencia a misa, pues no hacerlo
era peligroso. Requisas de todo tipo de vehículos, aparatos de radio, municiones
y armamento. Suscripciones y colectas de toda clase, y listados en la prensa
local de quiénes y con cuánto contribuían “para la heroica lucha de España
contra la antiEspaña”. Talleres de costura y
confección de ropa para las tropas. Consejos de guerra sumarísimos, ejecuciones
y paseos, multitudes de presos, desposesiones y multas a los desafectos,
los insumisos y los tibios. Novenas, misas de campaña y bendiciones a fuerzas
militares y milicias que aniquilan a las hordas marxistas, judías y masónicas. Noticias
de ejecuciones de sentencia, y de bravos jóvenes caídos por la Patria en los
frentes nacionales. Himnos patrióticos y días del Plato Único.
Actos de
exaltación del Ejército y de Falange, veladas patrióticas y homenajes a las
huestes italianas y a Italia, “la gran nación amiga”. Jornadas de solidaridad
hispano-italiana. Soldados moros heridos en el frente recibidos como héroes y
visitas de moros notables. Aviadores de la Legión Cóndor que hacen visitas
turísticas en sus asuetos entre bombardeo y bombardeo. Prohibiciones numerosas,
de los partidos políticos y sindicatos o la celebración del carnaval, e
imposiciones abundantes, tal que “el saludo a la romana como acatamiento a
toda jerarquía” o las de la moralidad y la modestia con campañas machaconas, y
consignas de “obedecer, obedecer y obedecer”. Todo entre el silencio y el miedo
(mucho miedo) de tantos como sentían sus vidas y las de los suyos en peligro, y
las incitaciones de los vencedores a delatarse unos a otros, salpicados de vez
en cuando por actos de ayuda y solidaridad de algunos con los derrotados…
Una vida que en
el verano de 1936 incluía en la capital leonesa algunos sobresaltos por
diversos bombardeos realizados por la Aviación republicana, y más adelante, al
inicio de 1938, el de haber descubierto y trascendido el complot que presos en
el moridero de San Marcos tramaban para liberar a los varios miles que allí
penaban y apoderarse todos ellos de la ciudad.
-Sé que León fue de los primeros lugares que
formalizaron la guerrilla, ¿crees que en parte fue debido a que también fue de
los lugares que cayó más pronto bajo el régimen de los alzados?
-A
primeros de agosto de 1936, cuando los golpistas ordenan la movilización
forzosa de varios reemplazos en el territorio que dominan, jóvenes de aquellas quintas
de diversos pueblos de León (sobre todo en El Bierzo, La Maragatería, La
Cepeda, La Montaña) se echan a los montes para eludir y evitar que los recluten
para la guerra recién iniciada. Son los entonces conocidos como escapados,
huidos, fugados. Algunos de estos son apresados más o menos pronto, otros
terminan escondidos como “topos” en diversos escondrijos durante un tiempo más
o menos largo, resistiendo parte de ellos como huidos todo el tiempo de la
guerra y después de finalizada esta. A los escapados que aún lo son se les
suman en los montes leoneses muchos de los derrotados en Asturias en octubre de
1937, todavía con poca o ninguna organización y con la principal pretensión de
seguir sobreviviendo.
Pasados
unos años, tras diversos avatares, entre ellos varios intentos –fallidos
algunos– de internarse en Portugal y dirigirse desde allí a otros destinos,
progresivamente organizados y con objetivos políticos ya definidos de oponerse
al fascismo hispano con las armas, va cuajando la guerrilla antifranquista, que
a la altura de 1941/1942 se estructura como Federación de Guerrillas de
León-Galicia, y que pasando por variadas coyunturas al menos hasta 1952 se
mantendrá activa.
-Coméntanos ¿en qué andas, por favor
trabajando ahora?
-Después
de haber dedicado en el año 2010 el libro La Bañeza 1936. La vorágine de Julio.
Golpe y represión en la comarca bañezana a las Consideraciones previas en
cuanto al golpe militar y a la represión posterior al mismo en dicha comarca;
de ocuparme en el año 2013 de Los prolegómenos de la tragedia, los del golpe y
la guerra subsiguiente en la provincia de León desde 1808 hasta el 17 de julio
de 1936, en una publicación en dos tomos, dedicado el segundo al periodo
republicano en la provincia leonesa; de publicar en el año 2019 Convulsiones.
Diario del soldado republicano Jaume Cusido Llobet (agosto 1938–mayo 1939).
Prisioneros catalanes en el ‘gulag’ de León (del que en el 2020 se publicó una
edición ampliada en catalán); y de publicar en los años 2022 y 2023 en sus dos
respectivas partes (El Golpe y La Guerra) la obra Cuando se rompió el mundo. El
asalto a la República en la provincia de León, lo que me queda, y en lo que ya
trabajo, es contar, de la manera más extensa y detallada posible, el modo en que
se materializó en los años de la guerra y la interminable posguerra en los
pueblos de las tierras de La Bañeza la polifacética, desmedida, cruel,
inmerecida, omnipresente, y amplísima represión que los alzados perpetraron
allí contra los inocentes y leales republicanos y republicanas de la zona, y lo
haré en una obra que se titulará Expiación y escarmiento. La represión
franquista en la comarca bañezana.
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Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)