Cazarabet conversa con... José
Luis Díaz Caballero, autor de “Cien cruces arrastradas” (Velasco)
“Cien cruces
arrastradas” de José Luis Díaz Caballero es una novela narrativa contemporánea
distópica que destapa muchas de las vergüenzas que esta sociedad contemporánea
esconde debajo de sus espesas alfombras.
Un libro que, de
alguna manera, pone en jaque la hipocresía del poder y quizás la dejadez de
otros muchos...
La sinopsis del
libro:
Ante dos hechos
inusuales: el fétido olor que durante meses afecta a todo el país y la
podredumbre de cien cadáveres ocultos en el mar, se convoca un Consejo
Extraordinario de Gobierno. Este es el punto de partida de la novela Cien
cruces arrastradas, que se inicia en la apariencia de una distopía social cuya
evolución queda a la interpretación de cada persona. Es la metáfora de una
sociedad descompuesta y podrida, con el poder mirando hacia otro lado, reflejo
de la ambición y de la visión distorsionada y partidista de una oligarquía que
atesora el control absoluto. Una obra crítica que nos muestra una humanidad
desencajada y en declive, pero que es al mismo tiempo un clamor que busca
despertar la conciencia colectiva. ¿Podrá ese clamor de los que sufren alterar
lo que nos parece inmutable? ¿Y eso podría bastar para que todo cambie?
El autor, José
Luis Díaz Caballero:
José Luis Díaz
Caballero (Madrid, 1979) es escritor y abogado. Desde hace más de veinte años,
compagina con pasión ambas vocaciones. En 1997 fue galardonado con el premio
Los nuevos de Alfaguara, por su relato La agonía lánguida del Santo Patrón.
En 2010 se alzó con el primer premio de artículos monográficos, convocado por
el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. Tras cursar diversos estudios de
literatura y escritura creativa, debutó en la novela con El rugido de las
sombras, finalista en 2015 del Premio Onuba y del Premio Caligrama en 2017. Con
su segunda novela, Sudor y lluvia tras el fin del mundo (Maclein y Parker,
2018), obtiene el segundo premio Fray Luis de León de narrativa (2018). También
ha participado en diversas antologías, como 40 colores, incluido el negro (AEN,
2016), y colabora periódicamente con la revista Y Latina. En 2022 publica la
presente Cien cruces arrastradas (Velasco), posiblemente su obra más ambiciosa.
A pesar de los años, persiste en él una gran obsesión: traducir el mundo en uno
de sus muchos cuadernos.
Cazarabet conversa con José Luis Díaz Caballero:
-José
Luis, ¿cómo es que te dio por escribir esta novela narrativa con ese “aire
plenamente distópico”?
-La verdad es que
llegué a la historia por accidente. Durante el período de confinamiento me
asaltó una pregunta: ¿qué sucedería si el presidente de un país tuviera que
enfrentarse, de repente y por razones que él desconoce, a una sociedad
perfecta, a ciudadanos que saben más que él? Aquella idea, que parecía no tener
sentido, se convirtió en el germen de la novela. El ambiente distópico era
necesario para contar una historia con estas características. ¿Una sociedad
perfecta? ¿Es eso posible? Reflexionar sobre esa posibilidad se me hizo
obsesivo. Y así, en esas condiciones tan atípicas, escribí Cien cruces
arrastradas.
-¿Quieres
dibujar o mejor dicho retratar a una sociedad como hipócrita, deshilachada con
poca práctica de la empatización?
-Ese era el
planteamiento de inicio. Es más, todas las decisiones del protagonista parten
de esa idea social. El problema surge cuando el presidente se queda anclado en
ese escenario y la sociedad ––su sociedad–– evoluciona de forma súbita y sin
razón aparente. Me gusta decir que la novela, siendo distópica, termina
convirtiéndose en una utopía o en una fábula.
-¿Es
una novela de narrativa social en la que queda bien retratado lo deshilachada
que está todo...?
-En el
punto de partida, sí. Creo que el ejercicio del poder parte de esa premisa:
falta de empatía por los conflictos sociales, desunión, desinterés por el
conocimiento, falta de capacidad crítica. Es ese un escenario muy realista y
creo ––que los lectores me corrijan, por favor–– que está muy bien retratado.
¿Pero es posible cambiarlo? Y si lo hace, ¿cómo reaccionaría el poder? Y yendo
más allá, ¿qué decisiones adoptaría un presidente que se ve, de repente, en la
más estricta soledad, ante ciudadanos que le superan en absolutamente todo?
-¿O
más bien pones la mirada, muy incisiva y con un poco—o un mucho, según se
mire--- de cinismo sobre la jerarquía del poder desde una sociedad que más bien
se parece a una estructura, socialmente hablando, piramidal?
-Sí, la jerarquía
del poder ––como cualquier otra–– es cínica e interesada, incluso cuando las decisiones
o los proyectos políticos que las apuntalan son bienintencionadas. En este
caso, el protagonista, que es el presidente del país, tiene una idea de
progreso muy clara, pero le es muy difícil desvincularla de su persona y de sus
aspiraciones sentimentales. Creo que este retrato es extensible a otras muchas
situaciones de poder, no solo político.
-¿Te
inspira, quizás, ver a una sociedad que ,a menudo, se va desintegrando a ella
misma y que se activa ,de manera aislada, por pequeños grupos de personas
idealistas que casi son vistos como piedras en el zapato por los otros?
-Esa es la
fotografía de hoy. Los cambios que desembocan en movimientos revolucionarios
son, al principio, individuales. Pero yo quería dar un paso más, y que lo
individual se transformase en colectivo, y que en él se diese un sentimiento
espontáneo de unidad. Imaginemos lo siguiente: ¿qué sucedería si todos, sin
excepción, quisiéramos saber la verdad de algo? ¿Cómo reaccionaría el poderoso
––el presidente, en este caso–– si todos terminaran sabiéndola por sus propios
medios?
-Una sociedad en los que también
quedan retratados los que viven tan al día que se conforman con sobrevivir y
que van sobre una ola engañosa, la de una sociedad montada en el tener por
tener y en el neo capitalismo en el que la propiedad está por encima de la
querencia humana, de “lo humano” ...
-Como decía, ese
es el punto de partida, nuestro punto de partida hoy en día. Debemos
preguntarnos por qué una historia que analiza el concepto de perfección desde
el conocimiento y la crítica tiene un componente distópico. La respuesta guarda
relación con un sistema que busca la acumulación por encima de la observación y
el sentimiento. Lo humano, como dices, tiene todo el valor y ninguno al mismo
tiempo.
-Una sociedad que no tiene memoria,
que no se acuerda que toda sociedad es una sociedad que ha migrado—ostras que
venimos de ser todas y todos nómadas--, la gran mayoría de las veces por
necesidad...huyendo del hambre, de las guerras, abusos, dictaduras...
-Así es. El
comienzo de Cien cruces arrastradas se sitúa en el mar, dentro de una
barcaza con cien inmigrantes que mueren de forma violenta. Es una tragedia
real, muy real, que subsiste desgraciadamente en un segundo plano. Nuestra
historia personal es fruto del nomadismo, y también de la injusticia. Me gusta
mucho una frase (disculpadme, no recuerdo dónde la leí) que dice: «Jamás
sabremos qué pasado nos espera».
-Aquí, desde la sinopsis, con tu
historia ya se pueden reconocer ciertos escenarios... no sé, casi nos
podemos reconocer como personajes dentro de una trama globalizada que nos mira
a todos...
-La trama nos
mira, nos señala y nos observa. La novela habla no solo del poder, sino del
amor, de la ambición y de la mentira. Aunque estemos ante una fábula ––lo
prefiero al concepto de distopía––, los personajes son muy reconocibles. Su
drama es el nuestro y, por tanto, global.
-Es como si nos señalases... a mí, me
gusta, pero tengo que reconocer que me impone un poco porque suelo leer novela
justamente, como aperitivo, antes de irme a la cama y la novela da mucho que
pensar y te replanteas muchas cosas....
-Te entiendo,
pero esta novela tiene un elemento añadido: el lenguaje. Sé que la historia es
reflexiva, y busco que el lector me acompañe en ese proceso. Pero también
persigo la belleza. Te confesaré algo: durante el confinamiento, solo pude leer
poesía. Necesitaba “escuchar belleza”, y hacerlo en todo momento. Creo que,
incluso en ese momento de necesaria desconexión, disfrutarás con esta historia.
-Pero
tú, como escritor y como persona, ¿lo que querías era agitar el árbol?;¿el
árbol humano y social?
-Sí, creo en el
compromiso del escritor. Respeto a quienes ven nuestra función de forma
distinta, pero yo no sé afrontar el proceso creativo si no es desde esa
perspectiva. No sé si lo habré conseguido, pero era mi intención, y creo que
seguirá siéndolo en futuras obras.
-Y ese árbol, ¿es un árbol social en
donde l@s ciudadan@s son activos que pasan como seres pasivos hasta que no se
ven involucrados y/o sienten necesidades imperativas?
-Los ciudadan@s
comienzan siendo seres pasivos, hasta que se convierten en muy activos. Y lo
hacen de forma natural, accidental, incluso. Creo que es uno de los puntos
fuertes de la novela. La transición del sujeto pasivo al ciudadan@ que necesita
saber y termina sabiendo.
-¿Escribes sobre lo que ves y le
metes “otra vuelta de tuerca más” a los escenarios, tramas, comportamientos de
las personas...?
-Así es. Yo
siempre he visto lo que mis personajes ven. La realidad ––lo que veo, lo que
percibo, lo que huelo–– es mi fuente de conocimiento. Pero luego me dejo llevar
por la imaginación. Es entonces cuando surgen las mil y una hipótesis del
escritor. ¿Qué pasaría sí…? Y reconozco que es bellísimo.
-¿Para qué y para quienes
escribes Cien cruces arrastradas; qué pretendes con esta novela?
-Me encantaría
decir ––y lo hago–– que busco escribir para todo el mundo. Es esta una historia
global. ¿Qué me gustaría? Como decía antes, agitar conciencias ––sé que es muy
pretencioso–– y contar una historia ayudándome de la belleza del lenguaje.
Quiero pensar, y así se lo transmito al lector, que en Cien cruces arrastradas
encontrará belleza.
-¿Esta novela es una especie de gran
comparación literaria—desde que utilizas mucho como la metáfora--qué
importancia cobra aquí la comparación porque la utilizas ,o me lo parece a mí,
como herramienta global dentro de la misma?
-Así es. La
novela está cargada de simbolismo. Y podemos considerarla como una gran
metáfora del mundo de hoy. Me gusta mucho jugar con el lenguaje y la
comparación, porque creo que eso ayuda a que la historia ––esta o cualquier
otra–– aspire a ser universal.
-Te molesta o te agrada o te da igual
la calificación de “novela distópica”? ---quizás lo de “te molesta” no está
bien preguntado, sería más bien si estás de acuerdo con la esa calificación---
Siempre he
pensado que la novela distópica tiene un componente peyorativo. Asociamos lo
distópico con o apocalíptico, y no es el caso. Me gusta referirme a la novela
como fábula. Una compañera, la poeta Patricia Crespo, llegó a compararla como
una tragedia griega, cosa que me entusiasma.
-Al mismo tiempo es una novela sobre
cómo se mueve el poder en situaciones límite, ¿no? y en cómo el poder exprime,
desde todas las perspectivas, pues todo su poder, ¿verdad?, coméntanos.
-Cómo se mueve el
poder, y cómo afecta a quienes lo ejercen. Y qué sucede cuando el poder se
independiza de poderoso, transformándose en un monstruo sin control, con sus
propios inercias y voluntades. Me gustaba mucho la idea de un presidente venido
a menor, solo entre muchos poderosos que no aspiran a serlo, cohibido por los
ciudadanos normales que se preguntan, investigan y concluyen.
-Está
lejos, muy lejos, pero me ha recordado mucho a la “época más dura de la
pandemia” ... —en cierto modo y con matices--. ¿A ti qué te parece?
-Me parece que
tienes muchísima razón. No puedo desvelarlo, pero la novela tiene un componente
pandémico. En esa época tan dura, tan radical, nos hicimos muchas preguntas, la
mayoría interiores. Muchas de las hipótesis de esta historia nacen de esa
necesidad reflexiva. En lo más duro, en lo más extraordinario que hemos vivido
en muchísimo tiempo, necesitamos reflexionar y lo conseguimos. Todos, salvo el
presidente…
-Si me permites me paro en aquellos
días como me podría parar en el panorama que nos impones como lectura. Yo
llegué a creer otra vez, por un instante, en “el factor humano” en que el
humano haría salir lo mejor de cada uno, pero mira cómo estamos ahora,
sinceramente, creo que peor....
-Lo estamos. Y me
llego a preguntar si la realidad es más distópica que Cien cruces
arrastradas. No me gusta decirlo en estos términos, pero necesitamos una
llamada de atención. Quizá sea uno de los fines de la novela. Detengámonos y
observemos. Observemos desde la calma y la necesidad de saber. Ejerzamos con
tranquilidad la crítica, pero hagámoslo. Conversemos sobre los puntos en común
y lo diferente. Lleguemos a la verdad de las cosas sin dramatismo, pero sin
pausa.
-No sé, con tu lectura, me recuerdas
que la sociedad viaja sobre el :”aprovecha que queda poco y tanto hará lo que
hagas...rapiña con todo...haz lo que te plazca que ya queda poco...porque el
reloj del planeta y de la civilización va con un tic-tac insaciable y hacia
atrás”; todo en plan egoísta y eso no me gusta...por eso el planeta agoniza y
por eso, aun así, queremos ,o quieren, desangrarlo más y más...y ya
prefiero no hablar de los “regentes del poder” porque me pongo enferma, ¿qué
nos puedes decir?
-Solo te puedo
decir que ese es el camino por el que nos dirigimos y no trae nada positivo.
Muy al contrario, ese es el camino de la destrucción. Todo es cortoplacista,
incluso el valor que le damos a la belleza y al conocimiento. No, a mí tampoco
me gusta.
-¿Cómo es el proceso de
documentación, investigación y lectura de libros para una novela como esta?,
porque , aunque sea distópica y le puedas imprimir “como mucha imaginación”, la
investigación y documentación debe de estar sí o sí bien presente, ¿no?
-Te confesaré
que, durante el proceso de escritura, leí mucha poesía y muchísima tragedia
clásica. Esas fueron mis principales fuentes de inspiración. A partir de ahí,
dejé volar la imaginación y me entregué a la labor creativa del sueño.
-Ya llevas varias novelas publicadas
y compaginas la escritura con tu trabajo como abogado, ¿cómo es, pues, tu
metodología de trabajo?
-Aunque parezcan
dos disciplinas diferentes, en ambas me dedico a crear un relato y transmitirlo
de una forma “bella” y sugerente. Me gusta decir que me muevo en un mismo
espacio. Si me preguntas cómo hago para ponerme la toga y escribir novelas te
diré lo siguiente: robándole horas a la madrugada y pidiendo perdón a las
muchas personas que me rodean.
-¿Cómo ha sido trabajar con Ediciones
Velasco y con el Gabinete de Comunicación de Bibiana Ripol? ; ¿nos puedes dar
alguna pista de aquello en que estás trabajando ahora?
-Cristian
Velasco, mi editor, es una de las personas que más sabe de literatura de todas
cuantas he conocido. Es un editor a la antigua usanza, y eso, para un escritor,
es un lujo. Que nuestros caminos se hayan cruzado es un bendito accidente. Y lo
mismo puedo decir del Gabinete de Comunicación de Bibiana Ripol. Son un ejemplo
de profesionalidad, cercanía y compromiso. He sentido su cariño desde el primer
día y me siento tremendamente afortunado.
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Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)