La
Librería de El Sueño Igualitario
Yendo de
excursión un día, apagado de invierno… de esos en que el calor de la actividad
te va calando , casi, casi entre los huesos…me quité el polar noté que la
camiseta de algodón que llevaba debajo empezaba a estar sudada y el sudor me
molestaba que se quedase como pegado en el cuerpo. Subíamos y bajábamos… la
senda se estrechaba y, a ratitos, se ponía un poco más interesante y podías ver
panorámicas verdaderamente vistosas desde rocas que casi parecían preparadas
para ello. En una de aquellas rocas que, a la vez, hacía como un recodo y
teniendo una fuente como compás nos sentamos a comer….yo me tiré el polar a la
espalda porque me había quitado la mochila. .fue entonces cuando se acercó
Merche y me dijo: ¿sabes que te has venido con nosotros con el mejor poeta de
todos los tiempos? Yo estaba refrescándome y asentí….porque ya casi no me
acordaba ni de mi indumentaria: llevaba una camiseta con la cara de Miguel
Hernández, su rostro expresivo…casi descarado y queriendo gritar todos los
referentes que, como un aluvión, me sacudieron……Le dije que sí, que Hernández
era de mis preferidos... entonces se puso a recitar uno de los poemas que más
me gustan de Hernández:”Elegía a Ramón Sijé”. Yo solo
podía sostener la cantimplora y una ligera sonrisa……nuestro compañero tenías
los ojos inundados de lágrimas y acabamos el día recitando trocicos
de aquí y de allá delo propio Hernández, Lorca , Machado, Salinas….Terminó la
jornada en un refugio enclavado y semiaislado y,
entre los libros…sí, sí allí estaba un libro sobre la Generación del 27 y
pasamos la noche mirando las llamas de un fuego y un calor que sí que hacía
falta porque fuera el ambiente era gélido y expiando las palabras del
alicantino como él hizo con la cebolla a la que fue quitando capas….Ay,
compañero Hernández, cuánta falta nos hace tu aliento hoy, tu puño en alto y tu
ánimo sin tregua….
Yo no pude dejar de repetirme durante la noche algunas de las estrofas
del presente: http://usuaris.tinet.cat/elebro/poe/mher/elegia.html
Lo que nos “dice” editorial Micomicona de este libro de Jesucristo Riquelme:
Miguel Hernández es un poeta para espíritus jóvenes y combatientes: un poeta para
apasionados del amor, para emprendedores del trabajo, de la justicia y de la
solidaridad, para idealistas que luchan por hacer, de las utopías de ayer, los
derechos de hoy. Un poeta que alumbra y mueve conciencias con el don y el
látigo de su palabra. A la obra de arte perfecta exigía el maestro Azorín valor
estético y alcance social. Miguel Hernández añade a esta simbiosis de lo ético
y lo estético, otros méritos que
peculiarizan su obra con un sello muy personal.
Hernández, paradigma de la humanización del arte, escribió siempre desde las
entrañas del pueblo de su “misma leche”: “la lengua en corazón tengo bañada”,
“porque yo empuño el alma cuando canto… cuanto a penas, cuanto a pobres, cuanto
a tierra se refiere”. En los poemas de Hernández el lector experimenta una
sensación fascinante: se siente protagonista de lo que lee y se emociona; ante
una poesía de la luz y del asombro, el lector se siente usurpado en su imaginación
o en sus sentimientos: se trata de la mayor de las identificaciones entre autor,
sujeto lírico, situación poetizada y lector. Sus poemas –«agricultura viva» en
su ambiente y en sus imágenes–, mezclan lo lírico y lo épico: es la manera de limar
con mayor delicadeza el desgaste del tiempo, de lo contingente, de lo
insustancialmente anecdótico. Miguel Hernández encarna la dignidad del
escritor: es un poeta-orfebre desde sus inicios, un prestidigitador de la
palabra poética como sublimación de la realidad, un evocador de emociones del
más hondo calado humano y un virtuoso en el manejo del lenguaje como acción y
estilete para la convivencia social.
El literato que mejor representa el significado cultural de la II República es,
sin duda, Miguel Hernández. Frente a una situación de precariedad económica, de
salarios mínimos, de incultura generalizada, de marginación y decadencia del imperio
español, de confesionalidad religiosa del Estado, surge con la República de 1931
una esperanza de progreso y de reformas. Se plantean las reformas agraria y
autonómica, en una conflictiva España invertebrada; reformas que se complementan
al querer implantar la aconfesionalidad del Estado y
la alfabetización. Miguel Hernández, ciudadano de humilde extracción, enarbola
el ilustrado lema que proclamó la Institución Libre de Enseñanza, la ILE: «Sólo
con Educación y Cultura se logrará el progreso de los pueblos». Poeta del amor
y la libertad, aliento joven de España, Hernández es un poeta necesario:
rebelde contra una sociedad inicua, revolucionario contra una sociedad represora.
Por ello, aunque «los grandes poetas no tienen biografía, sino destino», al decir
de Pedro Salinas, a nadie hoy, con un mínimo de humanidad, puede dejar
insensible la historia de una vida como la del poeta Miguel Hernández (1910-1942),
aquel muchachón de Orihuela que terminó dedicando su poesía «a la inmensa
mayoría». Paradigma del escritor que hizo poesía de su vida y vida de su
poesía, representa Miguel Hernández el compromiso que trazó el escritor alemán Bertolt Brecht (1898-1956): «El arte no es un espejo para
reflejar la realidad [–Adiós, papá Stendhal–], sino
un martillo para darle forma». Ésta es lahistoria de
una superación… «¡La vida me ha hecho poeta!».
Un poeta a prueba de ley...
Todo lo que no debes ignorar del Miguel Hernández de la generación del 36:
estás ante un joven poeta que emociona, ante un incomprendido como lo puedes
haber sido tú, ante un escritor de talla que quiso humanizar y dignificar la
palabra literaria y
el comportamiento humano. En tus manos tienes la oportunidad de conocer lo elemental
y lo trascendente de una poesía que toca la fibra sensible más de lo que quizás
supongas. Miguel Hernández nos invita, en su viaje vital, a realizar un viaje
iniciático por la poesía. ¡Cuántos empezamos a degustar la poesía con «el
muchachón de Orihuela que se vino a vivir a Madrid»!
En este librito, plagado de ilustraciones y de poemas comentados en su
contexto, podrás adentrarte, a partir de los textos, en una vida plena de amor
y de libertad: un drama, como tantas de nuestras vidas, pero no una tragedia.
¿Por qué? Porque con
personas y artistas del talante de Miguel Hernández se ha progresado hacia la
sociedad del bienestar, porque Hernández es un poeta para espíritus jóvenes y
combatientes: un poeta para apasionados del amor, para emprendedores del
trabajo, de la justicia y de la solidaridad, para idealistas que luchan por hacer,
de las utopías de ayer, los derechos de hoy. Un poeta que alumbra y mueve conciencias
con el don y el látigo de su palabra.«Sé apasionado, hasta la inteligencia»,
sentenció José Bergamín, en El cohete y la estrella. Éste es un libro
que habla de la vida –aunque no te lo creas–, de tu vida. ¿Tienes un par de
días para leerlo? Son 75 poemas de Miguel Hernández: léelos para que no tirite
su corazón helado en este tomo...
Con la llamada crisis de comienzos del siglo XXI, se hace más vigente un poeta
del pueblo, un poeta de la revolución. 2017: paso del Ecuador del
sesquicentenario de la muerte del poeta
LXXV aniversario. 75 poemas.
Haz un poco de boca: http://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_Hern%C3%A1ndez
Cazarabet conversa con Jesucristo
Riquelme:
–Amigo, la verdad es que este libro pretende
ser el todo sobre Miguel Hernández escritor...y Miguel Hernández persona. Así y
todo, queremos presentar y profundizar un poco más en esta novedosa
y muy clara «bioantología»..., porque tu exposición
viene a ser una especie de biografía de este imprescindible poeta de la
generación del 27, contada por un especialista en él...
–Dámaso Alonso bautizó, con mucho ingenio y mucho acierto, al joven
–siempre joven– Miguel Hernández como epígono del 27. En estricto sentido,
Hernández pertenece a la generación denominada del 36, la generación de la
guerra. Hernández sólo pudo tener un período creativo de unos diez años.
Primero se nutrió de los escritores clásicos (en español) y de algunos de los
vanguardistas (en español e incluso de los franceses del Parnaso como Mallarmé, Valèry, Rimbaud...) y se impregnó de la impronta de algunos de los
escritores de la generación del 27 (de Federico García Lorca, de Vicente
Aleixandre. de Jorge Guillén, de Rafael Alberti, de Gerardo Diego...) hasta
que, pronto, se siente imbuido por otros artistas como los plásticos de la
primera Escuela de Vallecas, la de los años treinta del siglo pasado (Benjamín
Palencia, Alberto Sánchez, Maruja Mallo) y por otros
poetas de renombre y fama como –trascendentes para él– el chileno Pablo Neruda
y, sobre todo, el argentino Raúl González Tuñón.
El grupo de escritores que conforman la generación del 36 es muy extensa
y recoge nombres de la máxima relevancia en la historia literaria española:
entre los poetas, los entonces jóvenes Germán Bleiberg
y Leopoldo [Urrutia] de Luis –que tuvo que esconder su primer apellido por
sufrir persecución de justicia y censura– con intensa obra de profundo calado
humano como los exitosos en décadas posteriores Luis Felipe Vivanco, los Panero
(Leopoldo y Juan)...; entre los prosistas y narradores, los ensayistas y
filósofos María Zambrano, Antonio Ferrater Mora,
Antonio Rodríguez Moñino y los novelistas incipientes
como Carmen Laforet, Camilo José Cela, Miguel Delibes, Gonzalo Torrente
Ballester, que florecieron en los primeros lustros de la dictadura del general
Franco, como ocurrió de manera sintomática con el dramaturgo Antonio Buero
Vallejo, autor del más famoso retrato del rostro de Miguel Hernández en
presidio, en una cárcel compartida en
Los grandes poetas no tienen biografía, sino destino: así vino a
sentenciarlo el poeta León Felipe. En el caso de Miguel Hernández, no obstante,
nos parece irrenunciable conocer su trayectoria vital –tanto como su destino–
para comprender mejor la profundidad de su obra literaria: su poesía y su
teatro. Lamentablemente, Hernández tuvo una muy corta vida: lo murieron a los
31 años; a los 28 ya había sido encarcelado dos veces (la segunda, definitiva),
a los 25 se había enrolado en el bando republicano al comenzar la guerra civil
española. Su trayectoria fue un vaivén de ansias y frustraciones, de deseos,
conatos de felicidad y euforia, por un lado, y de insatisfacciones, fracasos,
dramas y... tragedias. Una vida de personaje de novela, de cine: una vida
intensa, de imprevistos desenlaces...
–Este
libro es tanto un libro para cualquier persona que estime y ame la obra de
Hernández como para docentes de literatura y alumnado… ¿No es un poco esa la
intención que salía de tu pluma? Yo lo veo como un libro, una herramienta de
trabajo, casi de documentación… Un libro del que se puede aprender mucho para
los que trabajan en torno a la literatura y, más en concreto, en torno a la
poesía y al compromiso.
–Cuando presento a un artista, me gusta manejarme entre el propósito de
divulgación –con lo de didáctico que la buena difusión exige– y la finalidad
última del rigor expositivo –con lo de exégesis que permite estar avezado en
los entresijos del creador retratado y de la materia artística comentada.
Miguel Hernández es un escritor que nos parece (siempre) próximo, casi
familiar, pero no son muchos los que conocen su vida y su obra. No es una
paradoja: el común del pueblo no conoce fehacientemente y con detalle la vida
del «muchachón de Orihuela», como lo llamó afectuosamente el premio Nobel Pablo
Neruda. He pretendido ofrecer un estudio que se pudiera leer con comodidad y
con complicidad: un ensayo que aunara una suficiente aproximación biográfica y
la presentación de una obra que fue enriqueciéndose y personalizándose poco a
poco.
Miguel
Hernández: un poeta del amor, la libertad y la juventud es un
libro sobre un poeta en el que la poesía se erige en protagonista: poesía épica
y poesía lírica.
–¿Qué ha significado,
para ti, acercarte a la obra de Miguel Hernández?
–La obra poética de Miguel Hernández, desde sus inicios, nos permite dar
un repaso a la historia de
–¿Y a la persona? ¿Porque, al parecer, no iba
tan separado? Leer a Miguel Hernández es y era y será como ir conociéndolo a
él, ¿no?
–Así es. Probablemente Miguel Hernández sea el mejor poeta que, con
éxito popular y con reconocimiento académico, haya fundido vida y poesía: el
oriolano hizo poesía de su vida, de su ajetreada vida, y vida de su poesía, de
su elaborada poesía.
Conocer los avatares de su vida (el paisaje y el paisanaje de su pueblo
natal, sus amistades, sus aficiones, sus amores, su compromiso con los
marginados socialmente, su lucha por la democracia, su dignidad en la
precariedad vital de sus cárceles –de futurismo carcelario, como escribió él
por conocer España en sus prisiones y
penales: 13 cárceles para cerrar una vida–...)
y como conjuró el peligro de las adversidades con la literatura –la
palabra– como única arma en liza, resulta edificante para la posteridad.
Hablamos de hace unos cien años: un siglo después la persona de Miguel
Hernández representa la dignidad de la palabra, el discurso ético de la poesía
en un mundo revuelto y convulso.
Personalmente, Miguel Hernández, en sus treinta y un años, nos presenta
el proceso de madurez de la persona: el enraizamiento, el arraigo, a su tierra
(naturaleza, lo próximo, cotidiano, incluso trivial), el apego a la cultura del
trabajo (el ganado, el agro) y las creencias populares (entonces y en la
levítica Orihuelica del Señor, la religiosidad católica),
los lazos de la amistad y, pronto, el amor, el amor a Josefina, la novia del
pueblo; después vinieron los flirteos, otras historias de sensualidad y
sexualidad, y el retorno al amor del pueblo, que será su amor definitivo, su
musa... y la madre de sus hijos; la responsabilidad del precoz adulto al chocar
con la inmensidad de
–Acércanos
un poco al Hernández de sus comienzos: a sus desasosiegos que le llevan a leer
mientras pastoreaba, a escribir sus primeros poemas, a iniciar sus primeras
conversaciones sobre literatura, poemas y el sentido de todo esto…
–Lo más importante para comprender la genialidad de Miguel Hernández, desde niño, es su afán por ser
escritor, sus deseos de triunfar en la república de las letras. Hernández quiso
transmitir a sus paisanos la ilusión de conseguir el oficio de escritor, para
redimir su situación social y personal de postergado, de muy diversas maneras,
todas muy originales: bien escribiendo poemas donde explícitamente lo confesaba
(como en «Carta completamente abierta a los oriolanos»), bien con
explicaciones, apoyado en aucas y con objetos estrafalarios –como una jaula con
un limón en su interior–, bien con obras como su primerizo Perito en lunas, donde explota su exhibicionismo con una poesía
hermética y visualmente deslumbrante en sus sugerencias. Cuando, a finales de
1932, con apenas 22 años, ha concluido Perito
en lunas, Hernández se sabe un docto manejador de la lengua, como un
Góngora moderno; pero, deliberadamente, añade a lo clásico gongorino lo
vanguardista, lo más moderno: la estética del futurismo, del cubismo, del
surrealismo... Quiere mostrar que está a la última (de ahí ese "aire falso
de Góngora" que exhala Perito en
lunas, según carta de Hernández a García Lorca). Perito en lunas es un libro sorprendente, el de un gran poeta que
osa enfrentarse a los poetas ya consolidados del Madrid de los primeros años
republicanos: 1932, 1933. [Puede consultarse nuestra conferencia al alimón con
el pintor-caricaturista Alfonso Ortuño: Bodegon-gorismo y poiesis: Perito en lunas, Orihuela, editorial Librería Codex-FCMH, 2014].
–Siempre
se ha dicho que Miguel Hernández una vez viajó a Madrid, se acercó a otros
poetas de la época… Algunos de éstos, incluido Lorca, lo miraban un poco por
encima del hombro, como a un pastor; pero Hernández hasta de esa situación supo
sacar «petróleo», y solo siendo lo que era: un tipo muy normal y corriente,
amante de la libertad... ¿Es cierto esto? Así y todo, creo recordar, su primer
viaje le dejó un sabor cercano a cierto desengaño...
–En efecto. ¡Qué decir... o qué tener que decir de la vanidad del
artista! El poeta, en términos generales –sin necesidad, por ahora, de
identificar a nadie– es vanidoso, y, a veces, incluso envidioso! Miguel
Hernández despertaba envidias, y quienes lo conocieron y trataron se agruparon
en escritores y artistas que sentían filias o fobias por Hernández: pocos
permanecieron impasibles.
Miguel Hernández, en sus orígenes modestos y tímidos, terminó imponiendo
su carácter afable, jovial, solícito y «puntual» (como lo describió su amigo
Vicente Aleixandre): bueno en el buen sentido de la palabra, como escribió
también Antonio Machado. Por el contrario, Federico García Lorca sentía
«alergia» (según el testimonio de María Zambrano) por la presencia o por la
sola mención del nombre de Miguel Hernández. Tal vez sintiera el granadino la
suspicacia de que el pastor-poeta le quisiera usurpar el trono de su poderío
literario. Hernández regaló un ejemplar de Perito
en lunas a Lorca; éste sólo desbarbó hasta la página 16, de las 52 del
librito; esto nos indica que Lorca sólo leyó hasta la octava octava, ocho de las 42 octavas del poemario, que quedó
prácticamente intonso en la biblioteca del autor de Poeta en Nueva York. Otro miembro de la generación del 27, Gerardo
diego, tardó sólo 23 años en hacer una reseña de Perito en lunas: 23 años para atreverse al decir, finalmente, que
no había comprendido mucho y que cada poema de Perito en lunas, los ocho versos
de una octava real (poemas breves), era un «acertijo poético», una adivinanza,
de casi imposible solución (porque entonces aún desconocíamos los títulos de
cada poemilla)...
Miguel Hernández se dio cuenta de que el personaje que había creado –el
de pastor-poeta– también podía abrirle puertas: Neruda, primero, Aleixandre,
después, y otros artistas –incluso el exquisito Juan Ramón Jiménez– se
rindieron a la fuerza de su verbo. Acabamos de nombrar a tres premios Nobeles
de Literatura. Desde 1935, cuando fija su residencia en Madrid, Hernández deja
el anonimato y, en apenas tres años, se convierte en el nombre de la poesía
republicana, en el símbolo cultural de
La intrahistoria del escritor de poesía nos muestra unas vicisitudes muy
adversas. La primera estancia en Madrid de Miguel Hernández, casi huyendo de su
Orihuela natal y de su padre, fue, en efecto, desoladora personalmente: seis
meses de bastante sufrimiento, sin dinero y casi sin apoyos notables.
Hernández, perseverante y tenaz, pensaba que Madrid era donde tenía que estar:
era el foro donde se fraguaba, en España, el arte nuevo y palpitante que lo
podía catapultar. Hernández sublimaba la literatura porque creía que era la
única posibilidad para él de desclasarse, esto es, de abandonar superando la
miserable clase social a la que, por cuna, pertenecía.
–¿Levantó
Miguel Hernández ciertas envidias tanto desde el plano humano como por el lado
de ser un grandioso poeta?
–Conocemos el testimonio de V. Aleixandre sobre la actitud soberbia de
Lorca cuando, en los albores del verano de 1936, no quiso acudir a la cita de
despedida del “curso” en la casa del sevillano en la calle Velintonia, 3 (en
Madrid), porque Aleixandre le había anunciado la más que probable presencia del
oriolano. A José Saramago, cuando relató el suceso en el II Congreso
Internacional sobre Miguel Hernández, en 2003, no le pareció esto una actitud
digna, sino una postura soberbia y recriminable... Y
es que más que ante una anécdota estamos ante la categoría: la supremacía de lo
escrito respecto al escritor; no obstante, Saramago preconizó siempre que el
escritor debía tan ejemplar y modélico en su vida como ejemplar y modélica
debía ser su obra. El peligro de hablar de otros estriba en caer en la
hagiografía, pero Hernández –con desplantes soberbios también, como ha
destacado valientemente Luis García Montero– aúna ejemplaridad en su vida y en
su obra.
–Conocemos el partido que escogió Hernández en
–Para Miguel Hernández España era sinónimo de República. Y República, la
segunda, en España, era sinónimo de reformas que nos llevarían al cambio hacia
el progreso: el progreso, la gran
palabra heredada de
Para Miguel Hernández, la juventud era también una esperanza, como
esperanza era el hijo: el hijo se
convirtió en un gran tema poético, como vemos, por ejemplo, en la «Canción del
esposo soldado», donde llega a decir: «Para el hijo será la paz que estoy
forjando», y que postula en «Llamo a la juventud»: «La juventud siempre empuja,
/ la juventud siempre vence, / y la salvación de España / de su juventud
depende».
Hernández se enroló, como voluntario, en el V Regimiento, el regimiento
de la filiación política del Partido Comunista –como figura en su ficha de
reclutamiento: “P. C.”–. Hace de la lucha por la democracia –que entonces es
Hernández vivió la guerra con actitud siempre solidaria: no sólo para
abrir los ojos y ayudar a acrecentar el nivel de conciencia social y personal
de sus conciudadanos –con su literatura–, sino también mostrándose uno más
junto a los soldados: si los soldados no tenían ni para botas o tomaban riesgos
en primera línea, Hernández hacía lo
mismo. En 1983 descubrimos la presencia de Miguel Hernández, en primera línea
de vanguardia, de la toma de Nuestra Señora de
–No fue de
los poetas que montaban fiestas en Madrid, en los palacetes incautados, ni de
los que presumía de codearse con intelectuales y periodistas de fuera... Lo que
le sobrevino le llegó por el devenir propio y el transcurrir del día a día…
Aunque las comparaciones sean odiosas, ¿todos los escritores resaltados
tuvieron la misma actitud?
–Sí, las comparaciones son odiosas ¡para quienes salen perdiendo!
Durante la guerra civil se difundían
muchos bulos y muchos rumores... Sin embargo, algunas declaraciones son
fehacientes: hubo intelectuales y artistas que –como en todos los tiempos y en
tantos ámbitos– se colocaban el mono planchado, sin arrugas, se dirigían a la
primera, o segunda, línea de guerra y se
hacían la foto. Hernández no fue de ésos. Más bien, se quejó de aquellos
figurones, y también se molestaba si se celebraban fiestas en tiempos de balas
y barro... Al parecer, quizás como algo más que un rumor, M.ª Teresa León, la
mujer de Rafael Alberti, de fuerte carácter, propinó una bofetada a Hernández
cuando éste recriminó el ambiente festero en el palacio madrileño de
Miguel simboliza la dignidad de la palabra en tiempos de guerra, la
dignidad de la acción como hombre digno en su compromiso.
–¿Crees
que Miguel Hernández, con los años (si hubiese vivido, claro) se hubiese
convertido en una persona “sumisa” y que hubiese claudicado incluso con
–Sin arrogarnos lo que no nos corresponde y sin tener a mano ninguna
“bola de cristal” que vaticine el porvenir o que invente lo que nunca ocurrió
porque se abortó la posibilidad..., y a sabiendas de que carece de rigor extrapolar
situaciones y pensamientos en tiempos muy distantes..., y teniendo en cuenta
que hoy la interpretación y la valoración de
–¿Crees que a Miguel Hernández se le ha hecho
justicia como persona y como poeta?
–A Miguel Hernández se le ha utilizado como bandera de opciones
políticas. Cuando un escritor es absorbido por un partido político concreto en
exclusiva termina siendo contraproducente para la proyección del autor. La
politización del arte –en el sentido de la absorción y la exhibición de un
partido político– produjo que Hernández se llenara de valores, pero que fuera
un literato proscrito, marginado, prohibido, ninguneado por otras esferas de
poder y de representación popular. Hernández brilló como poeta del pueblo, como
poeta comprometido, en los ámbitos de pensamiento y acción llamados
progresistas. Pero su prestigio era excluyente. A más de cien años de su
nacimiento, a más de setenta de su muerte, el contexto ha cambiado: ha cambiado
precisamente por hombres y obras como las de Miguel Hernández. A Hernández se
le empieza a hacer justicia ahora: cuando se le desliga de una opción política
concreta y queda como el poeta universal que, estéticamente, propugnaba valores
y compromisos por la humanidad, preñados sí de lo que denominamos progresismo,
solidaridad, libertad... Sin permitir que se pierdan esos valores –el espíritu hernandiano
que hizo suyo el lema de
Ahora bien, para erigirse en poeta universal Miguel Hernández necesita
una mayor difusión de su obra: especialmente Hernández carece aún de
traducciones, de buenas traducciones a los idiomas más hablados del mundo
(inglés, chino, ruso, árabe...) y a los europeos (francés, italiano, alemán).
Hemos tenido la experiencia: cuando a Hernández se le escucha traducido al
francés, al inglés, al tagalo, al ruso... los hablantes de estos idiomas descubren a un poeta que les llega a las
entrañas: que les entusiasma. Sobre todo, en los ámbitos de reivindicaciones
por la libertad y por el amor. Y, si es oído en castellano, en lugares alejados
de España, como Chile, Argentina, Filipinas, Guinea Ecuatorial..., el regocijo
es unánime: es probablemente el poeta que mejor llega al público.
Otra caja de resonancia para la difusión hoy de un poeta es constituirse
en autor de la letra de canciones modernas. Hernández cuenta con bastantes
versiones musicadas de sus poemas, pero no son
conocidas por el gran público.
Como persona, Miguel Hernández fue condenado a muerte por tribunales
franquistas en 1940. Aunque no se ejecutó la sentencia, lo dejaron morir en una
celda de Alicante al no atenderlo de sus enfermedades. Tenía sólo 31 años. La
familia del poeta consideró que el juicio condenatorio fue humillante, sin los
mínimos derechos legales de defensa jurídica, de facto sin abogado defensor y, por tanto, susceptible de ser
declarado nulo y sin efecto; sin embargo, el Tribunal Constitucional español,
el 26 de septiembre de 2012, no admitió el trámite del recurso de amparo sobre
la inconstitucionalidad de la resolución al "manifestar la inexistencia de
violación de un derecho fundamental tutelable de
amparo". Aunque las acciones forenses han continuado en instancias
internacionales, no ha habido novedad. La imagen de un hombre condenado por un
tribunal de un régimen dictatorial no se debe sentir dañada en la actualidad...
La muerte del poeta, su condena, su turismo carcelario..., su bonhomía, forman
parte del mito, que no de la leyenda, de un hombre-poeta íntegro en su
dignidad.
–¿Cuál es
la etapa de Hernández, si podemos hablar de etapas, en su obra que más te ha
conmovido?
–La mejor etapa de Miguel Hernández, la de la poesía más lograda, tal
vez sea la última, la carcelaria. Se depura el poema, y, aunque no puede leer
más, sí trabaja su lenguaje poético y lo personaliza. Es la etapa y el ciclo de
Cancionero y romancero de ausencias
(1938-1941). Ahora bien, muchos de los poemas de Viento del pueblo (y durante el período bélico) también son
relevantes por su fuerza épica («Vientos del pueblo», «Aceituneros»...) y
épico-lírico («El niño yuntero», «Canción del esposo soldado»...).
De toda su obra se desprende que Miguel Hernández es un poeta para
espíritus jóvenes y combatientes –espíritus libres y valientes a los cambios–:
un poeta para apasionados del amor, para emprendedores del trabajo, de la
justicia y de la solidaridad, para idealistas que luchan por hacer, de las
utopías de ayer, los derechos de hoy. Un poeta que alumbra y mueve conciencias
con el don y el látigo de su palabra. En verdad, en verdad, un poeta necesario.
–Jesucristo
¿En qué estás trabajando ahora?
–Mi labor de ensayista y analista literario es muy variada, que no
dispersa. No me he hiperespecializado más que en dos
asuntos: por un lado, la época, figura y obra de Miguel Hernández, al que
dediqué mi tesis doctoral hace treinta años; se trataba de un estudio
exhaustivo de una de las parcelas menos conocidas del escritor oriolano, el
teatro, una propuesta de análisis del discurso teatral a partir de las
representaciones o puestas en escena: «Aproximación semiótica del teatro
alegórico y social de Miguel Hernández». El director inicial fue Fernando
Lázaro Carreter (Universidad Autónoma de Madrid); la
primitiva tesina fue dirigida por Joan Oleza y la
tesis por Toni Tordera (Universitat
de València). Por otro lado, me especialicé en el
método de aprendizaje participativo y activo del comentario de textos para
Estoy a punto de publicar, corregidas ya las galeradas, un estudio muy
didáctico sobre Gustave Flaubert
titulado Madame Bovary,
la novela subversiva (Madrid, Entrelíneas) y una edición comentada y
anotada de una obra inédita en edición moderna del famoso fabulista
dieciochesco Tomás de Iriarte, el de las Fábulas
literarias: la comedia –una sátira cómica de costumbres, educativa– se
titula Hacer que hacemos, y pretendo
reivindicar el importante papel de Iriarte como antecedente, al menos, del
teatro de Leandro Fernández de Moratín. Para final de octubre saldrá una
hermosa coedición de Espasa Calpe y el IEG (Instituto de Estudios Giennenses,
de Jaén) sobre un vasto epistolario absolutamente inédito (309 cartas) del
premio Nobel Vicente Aleixandre.
Ahora mismo ocupa mis madrugadas y mis días la redacción de libros de
textos con un enfoque y con actividades novedosas, que aportan un punto de
vista o una didáctica distinta a la tradicional y convencional: un intento de
hacer algo mejor las cosas de
–¿Cómo ha
sido la colaboración con Micomicona?
–Ediciones Micomicona es una editorial y, a la
vez, una productora cultural, con sede en Valencia, que se dedica al ámbito
escolar de la enseñanza secundaria especialmente. Entre sus propuestas, por ejemplo,
destaca una en la que une la lectura de un libro –una obra de teatro titulada El desván de Shakespeare– y, ¡por el
mismo precio!, una entrada para la representación de la obra, previa
organización del acto. En el libro, además, existe una guía de una puesta en
escena y un acercamiento al teatro de Shakespeare; el día de la actuación, al
final, los estudiantes pueden visitar el teatro entre bambalinas e intercambiar
inquietudes con el director y los actores... Es una actividad muy completa para
ganar lectores y personas libres con conocimiento y juicio crítico.
La relación de autor y editor no siempre es fácil o satisfactoria. Es
cierto. Mi relación con ediciones Micomicona, como
autor, ha sido excelente porque, una vez aceptado el proyecto, me han permitido
toda la libertad deseable para un autor. Es una editorial que cumple las
máximas exigencias de rigor: me refiero no sólo a publicar lo necesario –no
cualquier cosa– sino, sobre todo, a cumplir con una correctísima presentación y
a velar, con correcciones y correcciones, por un texto limpio de confusiones,
errores y erratas. Libro, pues, interesantes –que interesan– y bien escritos.
Para Micomicona, o para otros editores, tengo
en el cajón, para cuando "acabe con Wert",
en un año o dos, dos estudios muy avanzados dedicados a dos ilustres literatos
vivos: al hispano-peruano Mario Vargas Llosa (un estudio amplio de su primera
novela, La ciudad y los perros,
escrita en 1963, hace cincuenta años) y al nicaragüense Ernesto Cardenal (una Ant[e]ología de la liberación).
Sí, son muchos trabajos: he superado la cincuentena de libros publicados, con
ISBN –como dicen ahora los de la meritocracia–.
Intento escribir para el lector, poniéndome yo como lector o usuario ideal: qué
me gustaría a mí dijeran sobre esto o aquello..., aspectos que no conociera de
antemano, o perspectivas originales. Disculpa, cuando hablo de esto, suelo
llamar tontículum
al currículum... ¿Por qué será?
Ahora es el momento de empezar a leer a Miguel Hernández: para conocerlo
y comprenderlo mejor tenemos esta obrita: Miguel
Hernández, un poeta del amor, la libertad y la juventud. La edición de Micomicona está ilustrada con numerosas imágenes que
complementan el texto escrito. Espero que les guste. Atte. Xto.
17476
Un poeta del amor, la
libertad y la juventud. Miguel Hernández. Jesucristo Riquelme
236 páginas 15 x
22,5 cms.
10,50 euros
Micomicona
Miguel Hernández es un poeta
para espíritus jóvenes y
combatientes: un poeta para apasionados del amor, para
emprendedores del trabajo, de la justicia y de la solidaridad,
para idealistas que luchan por hacer, de las utopías de
ayer, los derechos de hoy. Un poeta que alumbra y mueve
conciencias con el don y el látigo de su palabra.
A la obra de arte perfecta exigía el maestro Azorín valor
estético y alcance social. Miguel Hernández añade a
esta simbiosis de lo ético y lo estético, otros méritos que
peculiarizan su obra con un sello muy personal.
Hernández,
paradigma de la humanización del arte, escribió siempre
desde las entrañas del pueblo de su “misma leche”: “la
lengua en corazón tengo bañada”, “porque yo empuño el
alma cuando canto… cuanto a penas, cuanto a pobres,
cuanto a tierra se refiere”. En los poemas de Hernández
el lector experimenta una sensación fascinante: se siente
protagonista de lo que lee y se emociona; ante una poesía
de la luz y del asombro, el lector se siente usurpado en su
imaginación o en sus sentimientos: se trata de la mayor
de las identificaciones entre autor, sujeto lírico, situación
poetizada y lector.
Sus poemas –«agricultura viva» en su ambiente y en sus
imágenes–, mezclan lo lírico y lo épico: es la manera de
limar con mayor delicadeza el desgaste del tiempo, de lo
contingente, de lo insustancialmente anecdótico.
Miguel Hernández encarna la dignidad del escritor: es
un poeta-orfebre desde sus inicios, un prestidigitador de
la palabra poética como sublimación de la realidad, un
evocador de emociones del más hondo calado humano y un
virtuoso en el manejo del lenguaje como acción y estilete
para la convivencia social.
El literato que mejor representa el significado cultural de la
II República es, sin duda, Miguel Hernández. Frente a una
situación de precariedad económica, de salarios mínimos,
de incultura generalizada, de marginación y decadencia del
imperio español, de confesionalidad religiosa del Estado,
surge con la República de 1931 una esperanza de progreso y
de reformas. Se plantean las reformas agraria y autonómica,
en una conflictiva España invertebrada; reformas que se
complementan al querer implantar la aconfesionalidad
del
Estado y la alfabetización. Miguel Hernández, ciudadano de
humilde extracción, enarbola el ilustrado lema que proclamó
la Institución Libre de Enseñanza, la ILE: «Sólo con Educación
y Cultura se logrará el progreso de los pueblos».
Poeta del amor y la libertad, aliento joven de España,
Hernández es un poeta necesario: rebelde contra una
sociedad inicua, revolucionario contra una sociedad
represora. Por ello, aunque «los grandes poetas no tienen
biografía, sino destino», al decir de Pedro Salinas, a nadie
hoy, con un mínimo de humanidad, puede dejar insensible
la historia de una vida como la del poeta Miguel Hernández
(1910-1942), aquel muchachón de Orihuela que terminó
dedicando su poesía «a la inmensa mayoría».
Paradigma del escritor que hizo poesía de su vida y vida de
su poesía, representa Miguel Hernández el compromiso que
trazó el escritor alemán Bertolt Brecht (1898-1956):
«El
arte no es un espejo para reflejar la realidad [–Adiós, papá
Stendhal–], sino un martillo para darle forma». Ésta
es la
historia de una superación… «¡La vida me ha hecho poeta!».
Amigo amiga amig@
Muxas grax x tenr ste lbro
ntre tus mans. Vs a tenr la oxtunidad d
conocr a uno d ls grands poetas + populars en
lengua spanyola. Y vs a
disfrutr sintiendo y aprndiendo
sbre la vida y sbre el
amor..., y
pasmat, sbre ti y tus sentimentos. Ests ante un
usurpador d lo q
sients, pro q usa palabrs convertids n poesia, sin cursileria. Bss. Pásalo
Un poeta a prueba de ley...
Todo lo que no debes ignorar del Miguel Hernández de la generación del 36:
estás
ante un joven poeta que emociona, ante un incomprendido como lo puedes haber
sido tú, ante un escritor de talla que quiso humanizar y dignificar la palabra
literaria y
el comportamiento humano.
En tus manos tienes la oportunidad de conocer lo elemental y lo trascendente de
una
poesía que toca la fibra sensible más de lo que quizás supongas. Miguel
Hernández
nos invita, en su viaje vital, a realizar un viaje iniciático por la poesía.
¡Cuántos
empezamos a degustar la poesía con «el muchachón de Orihuela que se vino
a vivir a
Madrid»!
En este librito, plagado de ilustraciones y de poemas comentados en su
contexto,
podrás adentrarte, a partir de los textos, en una vida plena de amor y de
libertad: un
drama, como tantas de nuestras vidas, pero no una tragedia. ¿Por qué? Porque
con
personas y artistas del talante de Miguel Hernández se ha progresado hacia la
sociedad
del bienestar, porque Hernández es un poeta para espíritus jóvenes y
combatientes:
un poeta para apasionados del amor, para emprendedores del trabajo, de la
justicia
y de la solidaridad, para idealistas que luchan por hacer, de las utopías de
ayer, los
derechos de hoy. Un poeta que alumbra y mueve conciencias con el don y el
látigo
de su palabra.
«Sé apasionado, hasta la inteligencia», sentenció José Bergamín, en El
cohete y la
estrella. Éste es un libro que habla de la vida –aunque no te lo creas–, de
tu vida.
¿Tienes un par de días para leerlo? Son 75 poemas de Miguel Hernández: léelos
para
que no tirite su corazón helado en este tomo...
Con la llamada crisis de comienzos del siglo XXI, se hace más
vigente un poeta del pueblo, un poeta de la revolución.
2017: paso del Ecuador del sesquicentenario de la muerte del poeta
LXXV aniversario. 75 poemas
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