Cazarabet conversa con... Montserrat
Huguet, autora de “Washington. La ciudad del barro y los esclavos” (Comares)
Montserrat Huguet nos enseña las bambalinas de
la capital del país más influyente del mundo, Estados Unidos… y lo hace bajo el
subtítulo, muy elocuente:”La ciudad del Barro y los Esclavos”.
Lo que nos explica el libro que edita Comares
en su colección Comares Historia:
La ciudad de Washington fue fundada en 1790
sobre tierras de labranza con el fin de dar a la república de los Estados
Unidos una capital digna del proyecto de país diseñado por los llamados “Padres
Fundadores”. Durante los cincuenta primeros años de andadura, Washington City
vivió atenazada por los imponderables de una naturaleza rebelde y las penurias
en que se desenvolvían las arcas federales. El diseño original de la ciudad,
obra del arquitecto francés L´Enfant y de los
presidentes Washington y Jefferson sobre todo, fue dando paso progresivamente a
las tradiciones locales y al pragmatismo de las administraciones. Las miradas espurias
y cortoplacistas de políticos e inversores añadían al arduo proceso unos
condicionantes sin que no puede entenderse la aventura urbana de la que
terminaría conociéndose como Washington D.C.
El gran valor de aquel proyecto de capital federal fue su capacidad para
sobreponerse a los múltiples avatares que sistemáticamente se encargaban de
desmoronar el trabajo hecho. Esta tenacidad para salir airosa de los
contratiempos en la “Ciudad del Barro” –siempre en obras y mal asfaltada- elevó
el interés por conocer los entresijos de este peculiar espacio urbano conocido
como Washington City. En las páginas de este libro se analiza y describe la
trastienda del proceso fundador, la evolución de la sociedad capitalina y sobre
todo la paradoja de que la capital federal de una democracia moderna estuviera
aún recorrida por cuerdas de esclavos. También se presta atención a la mirada
extranjera sobre la capital, y finalmente al ejercicio de auto análisis de la
memoria nacional para plasmar en el Washington de mediados del siglo XIX los
símbolos que buscaban identificarse con los valores de la joven república.
La autora, Montserrat Huguet: Profesora,
catedrática acreditada, de Historia Contemporánea en la Universidad Carlos III
de Madrid, en la actualidad es directora del Instituto de Estudios
Internacionales y Europeos Francisco de Vitoria de la misma universidad. Autora
de numerosos textos académicos y de alta divulgación a propósito de la historia
y la sociedad contemporánea, entre sus últimos libros publicados destacan los
siguientes: La España del Seiscientos. Memoria generacional de los sesenta
(2019), Miradas encontradas. Sociedades y ciudadanías de España y Estados
Unidos (2019), Iconos del futuro. A propósito de lo moderno en el mundo
contemporáneo (2017), Londres, el año de la amapola (2017), Historia de la
guerra de independencia de los EEUU (2017), Estados Unidos en secesión. De la
comunidad de americanos a la sociedad estadounidense (2016), Historia de la
guerra civil de los EE UU (2015) o Historias rebeldes de mujeres burguesas
(1790-1948) (2010).
Cazarabet conversa con Montserrat Huguet:
-Montserrat, amiga ¿qué es lo que te ha hecho
escribir esta investigación en torno a los cimientos, además casi
literalmente, de la capital de uno de los países más importantes del
mundo---si no el que más?
-Washington D.C
es una ciudad muy peculiar. Solo con visitarla se aprecia que no es como el
resto de las ciudades estadounidenses. Y además es una ciudad que trasmite un
punto de serenidad que no tienen otras grandes ciudades del país. Pero lo más
asombro a mi juicio es que se percibe enseguida que ha sido siempre un proyecto
con una dimensión irrealizable y una resolución de problemas urbanísticos muy
variopintos. Como no soy ni urbanista ni arquitecto, narrar el desarrollo vital
de esta ciudad me interesó porque me permitía dar un enfoque diferente al
relato fundacional del país. ¿Podía funcionar este objeto de estudio como el
catalizador de muchas de las preguntas que los historiadores se hacen a
propósito de cómo funcionan internamente las sociedades? No se trataba de hacer
un libro para el amante de la arquitectura, del arte, de la historia, de la
literatura de viajes, de la historia nacional e internacional. Sobre cada uno de
estos asuntos se han publicado en los Estados Unidos montones de libros. Excuso
decir que aunque hay en España autores muy versados en la historia de los
Estados Unidos, no existen hasta la fecha obras relevantes que ofrezcan una
mirada compleja y menos sobre la historia de la primera mitad del siglo
XIX.
-Lo que pretendes analizar es lo que hay detrás de este
proceso de fundación?; ¿y qué hay?
-Efectivamente.
Detrás del proceso de fundación de cualquier ciudad en la historia hay
intereses comerciales, defensivos, políticos… En este caso la ciudad pretende
erigirse como icono de un logro singular: una república “virtuosa”, ajena a los
males de la tiranía que destila el viejo continente. En la medida en que la
ciudad sea un éxito –entienden los líderes de la época en las dos primeras
décadas del siglo XIX- el mundo entenderá que la victoria contra el Imperio
británico y la unión de los estados han sido también reales. Su viabilidad
política y económica representó la viabilidad de la República.
-Los valores y prejuicios sobre los que miramos a la capital
de los USA, ¿cuáles suelen ser?
-Es cierto que
miramos a los Estados Unidos y a su capital desde un prisma distorsionador.
Usamos una mirada cargada de prejuicios que deriva de aplicar a los Estados
Unidos los esquemas ideológicos de la España del último tercio del siglo XX.
Pero la Historia de los Estados Unidos hay que entenderla desde los procesos de
cambio histórico pre Independencia, que se estaban dando a la par en Gran
Bretaña y las Colonias. Cuanto más se conoce la historia de este país más obvio
es que el discurso común sobre los Estados Unidos en España está cargado de
tópicos y falsedades que ocultan el conocimiento de la naturaleza del
liberalismo americano, de la complejidad de la frontera como argumento cívico,
la diversidad de puntos de vista de los estadounidenses sobre sí mismos, del
americanismo estadounidense fundamentado en la autocrítica constante y la
revisión de los argumentos fundacionales… etc.
-Pero luego cuando escarbas, sin querer y como con todo, todo
se vuelve con muchos matices, ¿verdad?, mucho más relativo…
-El modo en que
en Europa “narramos” lo estadounidense oculta como digo una realidad plena de
matices y contradicciones: de actitudes tan execrables en algún momento de la
historia del país como de logros de calado universal que la gente suele
desconocer. Los jóvenes españoles viajan mucho más que lo hacíamos nosotros, y
visitan, incluso estudian, en países de Norteamérica. Sin embargo la mirada de
la generación más joven sigue anclada en muchos tópicos que vienen agudizados
por la ausencia de educación con respecto a la historia mundial y americana en
las escuelas y la universidad española.
-¿Por qué “se elige” a Washington como capital de los Estados
Unidos….?
-Al lograrse la
independencia los Fundadores entendieron que el República necesitaba una sede
administrativa. El proyecto estuvo cargado durante varios años, hasta 1789, de
polémicas en cuanto a la ubicación y financiación. También en lo referente al
estilo a seguir e incluso a quién encargar el proyecto. El resultado debía
satisfacer a todos los estados y servir de timón para el crecimiento económico
de la nación. Y no era fácil. Sin entrar en los detalles sobre los factores que
influyeron en la decisión y que se refieren en el libro, se consideró adecuado
compensar el desgaste territorial de los estados septentrionales durante la
guerra implicando más a los meridionales en los gastos de la capital. Y puesto
que el norte la economía era más fluida, podía dársele al sur el ejercicio de
la política federal. Virginia y Maryland parecían buenas opciones y el
emplazamiento en el Potomac convenía al criterio estratégico del Presidente
Washington. Pronto se vería que dicho criterio era insuficiente pues el terreno
elegido tenía como cualidad física su inestabilidad.
-Los Padres Fundadores, ¿habían mirado más a
otros lares o tenían a otras ciudades como más “mimadas” como Filadelfia o qué
nos puedes decir?
-Filadelfia y
Nueva York habían cumplido las funciones de capital durante la guerra y con
posterioridad, pero ninguna de las dos tenía los requisitos demandados por los
políticos. Filadelfia perdió la capitalidad tras unas graves epidemias: entró
en decadencia y Nueva York, que tuvo la capitalidad de facto durante la
Presidencia de Washington prefería decantarse por la actividad portuaria y
comercial antes que por la actividad política. Además había sido una ciudad
fundamentalmente lealista a la Corona Británica. La República exigía una
capital nueva donde experimentar con la arquitectura y el urbanismo,
desprendida de viejas actitudes consistoriales y corruptelas, atractiva para
los inversores, un lugar dónde los representantes de los estados se sintieran
como casa.
-¿Por qué se da el diseño de la ciudad a un
francés, en concreto a L´ Énfant…?, bueno es sabido la “buena sintonía” entre Francia y los
Estados Unidos, pero ¿qué más nos puedes contar que sea interesante? …
-L´Enfant era un arquitecto francés de treinta y seis años
muy creativo que había servido en el Ejército Continental y había sido herido
en una pierna. Recibió el encargo de George Washington sin demasiada conciencia
del volumen de trabajo que iba a suponer el proyecto. Para ponerlo en marcha
hubieran hecho falta diez como él, pero la inexperiencia de los políticos y la
estupenda disposición de ánimo de L´Enfant expresaban
una ceguera fruto de la bisoñez de todos. Solo a comienzos del siglo XX
pudieron volver los gestores de la ciudad a revisar los planos originales con
intención de desarrollar alguna de las obras concebidas pero nunca comenzadas.
La premura con que debía poner en marcha edificios y avenidas impedía la puesta
a punto de todos los planos que le exigían presentar los miembros de la
Comisión encargada de impulsar la ciudad, y aunque L´Enfant
era infatigable en menos de un año desde el inicio de la ciudad, en 1791 el
gobierno retiró el encargo al francés y se lo dio a Andrew Ellicott.
La vida de L´Enfant fue dando tumbos desde entonces:
se sentía maltratado y mal reconocido en la deuda que a su juicio tenía con él
la Presidencia del país. Murió solo y en las absoluta pobreza en 1825.
-Pero los dos primeros presidentes Washington y Jefferson
quieren que la ciudad sea muy, muy práctica para ellos y las tareas que
desarrollan, así la convierten en una ciudad “de
decisiones”, “de política”, “de funcionarios”, quizás de
los primeros “lobbies”
-La idea
primigenia era la creación de un marco democrático y accesible para todos los
ciudadanos, donde los habitantes y visitantes pudieran sin barreras de ningún
tipo acceder a los lugares públicos: palacios en realidad que albergaban al
poder ejecutivo, al legislativo y el judicial. Debía ser Washington City una
ciudad sin estamentos y acogedora para el recién llegado desde cualquier estado
y el extranjero. Pronto se convirtió en un lugar lleno de contradicciones:
representantes de los estados que buscan beneficios para sus territorios pero
también para sí mismos, terrenos abundantes pero sometidos a la especulación
del suelo, accesibilidad pero distancias entre edificios inaccesibles a pie… La
ciudad era muy incómoda y muy cara para vivir.
En la primera
mitad del siglo XIX no había aún una percepción de que la ciudad estaba en
manos de los “funcionarios” porque esta figura estaba desarrollándose aún, pero
sí en manos de políticos poco escrupulosos, arribistas de toda condición y
pelaje, junto a mucha gente muy pobre acuciada por la falta de techo y comida.
Y obras, obras y remiendos por todas partes. La sensación de ciudad inacabada
nunca dejaba de darse.
-¿Era una “poli” alejada, aunque quizás
hipócritamente, de la realidad más cruel aquella que
siempre se da en las ciudades de cualquier país que asume muchos movimientos
migratorios, de tránsito… etc.?
-La política
federal daba la espalda a los grupos de migrantes que acometían las obras
materiales, gente en tránsito que terminaba quedándose en la ciudad por carecer
de recursos para moverse. Más que en cualquier otra ciudad de la Costa Este la
municipalidad de Washington City invertía montones de dinero en mantener a los
pobres de los distritos urbanos. Estos pobres lo eran en mayor medida que la
mayoría de los negros, libres o esclavos, que trabajaban allí. Y en muchos
casos ni hablaban el idioma.
-¿En la construcción de esta capital, “se pecó” de querer ir
demasiado de prisa y en qué deficiencias esto se vio sobre el papel?
-El
planeamiento de la ciudad pecó de un voluntarismo naíf muy apegado a la
formación ilustrada de los políticos y a la falta de conocimiento sobre en qué
materias indispensables los arquitectos y constructores eran totalmente legos.
La ingeniería avanzaba en Gran Bretaña y los Estados Unidos seguía la estela,
pero no así la geología, el conocimiento en profundidad de cómo se comportaba
el terreno que se desbrozaba. En general era una época de tránsito entre dos
mentalidades tecno científicas en la que el éxito o el fracaso se asentaban en
la práctica de la prueba y el error.
-Una ciudad edificada y que crece entre y sobre
el barro, ¿no? pero no nos engañemos también sobre el esclavismo…---digo que no
nos engañemos porque, desde fuera, podemos tener la percepción que el
esclavismo se daba más que nada en el Sur de los Estados Unidos, pero de eso,
nada---
-Washington
City fue hasta la Guerra Civil un centro crucial de la compra venta de esclavos
y paso obligado para muchas cuerdas de ellos que viajaban hacia las
plantaciones del sur. Se les veía en Capitol Hill,
junto al Congreso, y en el Mall. Era tan normal la
mezcolanza de esta industria de la esclavitud y el trasiego de políticos que
cuando este fenómeno quedaba referido en los libros de viajes o memorias de
visitantes de otros países, a los washingtonianos les llamaba profundamente la
atención. Junto a la esclavitud reconocida y apoyada por la mayoría de los
ciudadanos estaba también el abolicionismo, presente en los debates de la
prensa y en las tribunas de oradores. O el activismo para liberar esclavos,
conocido como El Tren Subterráneo, del que tanto se habla en la literatura de
la época. Y no olvidemos que una parte de la población negra de la ciudad no
era esclava sino libre, y que desempeñaba trabajos de tipo artesanal o
doméstico.
-Los primeros años la orografía sobre la que se iba
edificando la capital de los Estados Unidos y el endeudamiento de la hacienda
pública no dejaban llevar a cabo con la solvencia querida el proyecto de la
capital soñada, así lo cuentas…¿a tantas dificultades se enfrentaban?; ¿en
tantos “números rojos” estaban las arcas públicas”?….
-La ciudad era
como un saco sin fondo: demandaba dinero constantemente y los Estados,
responsables principales a través del Congreso de alimentar los fondos del
Distrito de Columbia y la ciudad no
estaban casi nunca dispuestos a ello. Tengamos en cuenta que la primera etapa
de la capital el país es aún pobre. Pobre en términos de capacidad monetaria y
financiera. Es un país que necesita consumir en infraestructuras pero aún no ha
adquirido solvencia económica para sufragar los gastos. La ciudad era en
realidad un archipiélago de vecindarios desconectados entre sí que además
albergaba importantes instalaciones de la marina, responsabilidad en este caso
de la Administración. La identificación administrativa de la ciudad de
Washington era muy compleja y fue variando a lo largo de las primeras décadas,
lo que en la práctica se traducía en una flagrante dejadez de responsabilidades
por parte de algunas administraciones y un constante tira y afloja entre los
políticos de los distintos órganos.
-¿Cómo eran los primeros ciudadanos y ciudadanas de la
capital de los Estados Unidos?;¿por qué quisieron o se
vinieron a habitar Washington y no cualquier otra ciudad emergente de aquel
jovencísimo país?
-La primera
ciudadanía washingtoniana estaba compuesta por dos tipos de personas claramente
separadas: los obreros y trabajadores, y los políticos y personal de la
administración, además de la comunidad de diplomáticos. Los primeros procedían
en su mayor parte de la mano de obra negra, libre y esclava, de la zona, pero
sobre todo de los inmigrantes europeos que desembarcaban en los puertos
cercanos, irlandeses en su mayoría. La ausencia originaria de mujeres se fue
corrigiendo poco a poco, pero Washington no era, en las primeras décadas un
lugar especialmente atractivo para las señoras de la buena sociedad. Era
destartalado, sucio y embarrado, y muy desligado de las corrientes de la moda
social. El clima extremo tampoco favorecía la llegada de mujeres deseosas de
establecerse. Los políticos solían dejar a sus familias en los estados de
origen y hacían una doble vida, siendo la de la capital una vida mucho más
mundana que la doméstica. La prostitución fue uno de los grandes negocios de
Washington City.
-¿Cómo y de qué manera ha ido evolucionando la sociedad
estadounidense que ha habitado sobre el barro de Washington que, como explicas,
fue fundado gracias al sudor de los esclavos?-Cuando hablamos de esclavos
pensamos, y hacemos bien, en pensar en los ciudadanos negros y negras que eran
arrancados de sus pueblos, trasladados de cualquier manera y llevados a cualquier
parte para los más duros trabajos”, preferiblemente este es el perfil de los
que echó mano para construirse la capital USA?;¿qué hay de los nativos que
habitaron Norteamérica?
-Los nativos
norteamericanos visitaban la ciudad de Washington con cierta frecuencia para
atender reuniones con el Presidente o asistir a alguna sesión del Congreso. La
población de la ciudad estaba habituada a verlos y los viajeros se referían a
ellos en sus cartas o libros de memorias. Una magnífica colección de retratos de
algunos de los jefes de las tribus indias que acudían a las instituciones
washingtonianas se guarda y exhibe en la National Portrait Gallery de Washington
D.C. El trato de las autoridades hacia ellos era paternalista, muy al gusto de
la cultura ilustrada a la que respondía la mentalidad de Jefferson o Madison.
Con respecto a los esclavos, solían serlo por nacimiento o compra venta dentro
del marco del comercio triangular. Enseguida dejó de importarse mano de obra
esclava (era ilegal) pero no se abolió la esclavitud y por ello mismo lo
natural era que los nuevos esclavos nacieran de otros esclavos.
-Pero creo que esto se da más en los Estados del Norte de los
Estados Unidos... había mucha mano de obra barata venida de muchos lugares de
Europa…que vivían, también, en condiciones que romperían los esquemas de la
Declaración de los Derechos Humanos, ¿qué nos puedes explicar?
-La noción de
Derechos Humanos tal como hoy la conocemos era inexistente en aquellos días.
Pensemos que la mayoría de las personas de entonces, también en los Estados
Unidos, concebían la cualidad humana de sus congéneres dentro de una escala en
la que varones blancos estaban en la cúspide y mujeres, niños y negros en la
base. Ni siquiera las mujeres tenían las condiciones que necesita un ciudadano
para ser tenido por tal. La pobreza era una condición estimada “natural” que no
levantaba conciencias como pensamos hoy debiera hacer. Las colonias de América
se habían fundado por gente que huía de persecuciones y de la pobreza en
Europa. Nada bueno podía esperarse de Europa, pues. Todavía los países
atlánticos carecían de proyectos para abordar los males del desamparo y la
pobreza de sus sociedades. Sin embargo, siguiendo el modelo británico, los
estadounidenses sí establecieron mecanismos cívicos y caritativos para aminorar
los males de la pobreza: centros de atención a los pobres y sobre todo leyes
que obligaban al municipio a costear la comida de quienes no podían pagársela.
-¿Se fue convirtiendo Washington en la
ciudad que recoge todas las miradas que convergen en la memoria nacional de un
país tan joven?; ¿a qué ritmo y a costa de qué y de quiénes?.
-Sobre todo en
las tres primeras décadas los visitantes notables que llegaban desde Europa a
los Estados Unidos tenían la especial curiosidad de visitar la Casa del
Presidente, conocerle y asistir a alguna sesión del Congreso. Al proceder de
estados regidos por monarquías los extranjeros tenían una gran curiosidad que
satisfacer a propósito de qué era una república. De manera que Washington se
convertía en un escaparate principal del país, algo que sabía perfectamente el
gobierno federal. Los invitados eran agasajados y los washingtonianos se
mostraban empalagosos con ellos. Fuese o no el carácter sureño lo que les
llevaba a una campechanía amistosa excesiva para muchos europeos, ninguno
dejaba de reflejar dicha particularidad en sus notas de viaje. Al ir pasando
los años, Washington tenía ya una tradición y una cultura material que mostrar,
pero nunca suficiente en comparación con las ciudades europeas. Por eso la
capital, aunque no lo lograra, se esforzaba tanto en reflejar la solvencia del
país. Desde los años veinte además se observa como la ciudad se vuelca en
mirarse a sí misma, hacer balance de sus logros y derrotas para trabajar en el
discurso identitario que quiere dar a la nación que
no ha vivido los hechos revolucionarios, además de a los extranjeros que la
visitan.
-¿Ha llegado a aunar todos los principios básicos sobre los
que se rige esta república presidencialista?;¿sus principios sobre los que se irgió la capital y sus ideales se respetó nació, ya, con
serias discrepancias..?
-Yo creo que la
respuesta a esta compleja pregunta debe partir de un claro “no” aunque con
matices. La ciudad no pudo ser la capital virtuosa de la república virtuosa que
pretendieron los Fundadores, porque ese modelo, en buena medida ilustrado y
liberal, quedó arrinconado por la fuerza de los hechos. Los cambios de la
historia eran más rápidos que la capacidad de la sociedad para adecuarse a los
principios fundacionales y los fueron dejando atrás. El crecimiento de la
nación federal, la frontera, el desarrollo tecno científico… no permitían cuadrar los resultados del
proceso con la ética originaria.
-¿La Constitución de los Estados Unidos, que toma lugar
geográficamente hablando en Washington, se hizo pensando en las necesidades de
un país muy, muy extenso y de las muchas necesidades…venidas de muchos lugares
diferentes?
-En los planes
originarios de George Washington, Adams y Jefferson, los primeros presidentes,
Washington City debía materializar la Constitución de los Estados Unidos. Pero
ninguno de ellos previó que la esencia de aquel país era precisamente su
apertura, primero hacia el Pacífico luego extra continental, algo que sí vio
Jefferson al promover los viajes de descubrimiento sobre el territorio español
de la Luisiana: tierra ignota en la primera década de aquel siglo. Tampoco
previeron los Fundadores que la encarnación del proyecto federal en una capital
tendría serias dificultades de consolidación en la medida en que cuanto más
alejados de ella los nuevos Estados menos vinculación emotiva iban a tener con el modelo de capitalidad diseñado. La dimensión,
la diversidad de las necesidades, de los pobladores, de los credos religiosos,
de los hábitos culturales pasaba por la aceptación de aquel sitio tan peculiar
como centro rector de buena parte de sus intereses.
-Las diferencias deberían, siempre, enriquecer un proyecto de
Estado de Estados, pero eso no parece muy compartido por gran parte de la
conciudadana ni ahora que se plantan muros ni cuando se “cazaba” al nativo de
las llanuras, ni cuando el KKK iba o campaba por sus anchas… ¿Se deja ver eso,
también, en su capital Washington?
-Se deja ver
perfectamente. En el desarrollo de la ciudad/capital se fue creando un núcleo
duro que agrupaba los intereses de la élite: políticos y funcionarios, pero
también plantadores y comerciantes. Esta élite fue perdiendo progresivamente
sus vínculos con los modos éticos de la etapa jeffersoniana
y, como toda sociedad un tanto provinciana, exhibiendo indecorosamente la
acumulación de riqueza. Para este grupo, el abolicionismo, los movimientos
religiosos que defendían la liberación de los esclavos y la participación de
las mujeres en la vida pública, eran desviaciones inadecuadas a la norma que
fortalecía su condición de liderazgo en el sistema social de la ciudad.
Washington City fue una ciudad en consecuencia bastante violenta, en la que las
trifulcas reflejaban las tensiones sociales y también la hostilidad entre los
más desfavorecidos para salir de esta condición y alzarse hasta la clase con
más recursos.
-Ahora es una ciudad “de administrativos y funcionarios” de
un país federal y federalizado, ¿verdad?... ¿qué queda de aquel “primer
Washington en lo físico y en “lo ideal”? ¿y qué
podemos decir del “tejido social”?
-En términos
generales apenas queda nada del tejido urbano que comenzó a desplegarse a
finales del siglo XVIII a las orillas del Potomac, por ejemplo del sistema
canales que se articuló para hacer la ciudad navegable y atraer con ello el
comercio. Quedan desde luego los lugares icónicos de la ciudad: el Mall, los edificios que lo flanquean y coronan: la Casa
presidencial, Capitol Hill, el Monumento a
Washington… La literatura al uso ve en ellos los símbolos democráticos de la
república, y con razón. Queda la amplitud de las calzadas y avenidas, la
magnitud de las distancias… Y mucha población afroamericana, fundamental en la
edificación de una ciudad de la que los afroamericanos han solicitado el cambio
de nombre, para denominarla La Ciudad Negra, en memoria de sus constructores.
Sigue siendo una ciudad “diferente” dentro del tejido urbano de los Estados
Unidos, seguramente por su función administrativa, y polo de atracción de
manifestantes en la tradición del activismo estadounidense del siglo pasado.
Para muchos estadounidenses tiene fama de lugar al que uno preferiría no le
destinasen, quizá por esa ausencia de identidad “típicamente americana” que la
convierte en un sitio más reposado que Nueva York. Pero la mala fama de esta
ciudad dentro del país hace tiempo que es un mito. La ciudad se ha convertido
por muchas razones en centro de atracción de europeos que estudian, trabajan,
investigan en sus múltiples centros, públicos en su mayoría. Hay ahora una
comunidad al estilo “bruselense” que se siente muy bien acogida en esta ciudad.
Pero en lo referente a la población local es, como tantas otras ciudades del
país, un espacio notablemente segregado por la riqueza y el acceso al poder
que, en Washington D.C. es desde luego casi omnímodo.
-Montserrat, ¿nos puedes decir en qué andas investigando,
estudiando en la actualidad; nos puedes dar alguna pista?
-Aunque sigo
investigando temáticas relacionadas con la historia y la cultura
estadounidenses, y tengo algún artículo en proceso de edición, el proyecto
central que ahora me ocupa es, formalmente y temáticamente hablando, diferente
al del libro sobre la ciudad de Washington. A partir de una documentación
privada (cartas, fotografías, etc.) estoy intentando reconstruir la historia de
unas personas anónimas que vivieron en España entre el último tercio del siglo
XIX y el primero del XX. Trato de crear una historia que dé cuenta de sus
intereses y experiencias y al mismo tiempo nos permita entender el tránsito de
la sociedad del rango a la sociedad del mérito. Los protagonistas de esta
historia son reales pero la narración las convierte en personajes de ficción
para hacer posible un relato más veraz. A través de ellos pretendo mostrar un
fondo histórico y temporal que muchos libros de historia ya han descrito
magníficamente. Pero no me veo constreñida por los métodos del historiador y en
este sentido me temo que lo que estoy escribiendo tiene más la forma de un
relato novelado que de una monografía histórica. Veremos en qué queda y qué
título recibe.
-¿Cómo ha sido trabajar con Comares?
-Trabajar con
Comares ha sido una maravilla desde el principio. No en vano se trata de una
editorial que tiene merecida fama de exigente en la elección de los proyectos y
el proceso de edición. En cuanto envié mi manuscrito el Director de la
Colección de Historia, Miguel Ángel del Arco, aceptó publicarlo. Todas las
editoriales mantienen tiempos de evaluación y selección que pueden dilatarse en
el tiempo varios meses, pero en Comares me dieron una respuesta ágil y además
sin poner cortapisas al índice o la extensión. El proceso de edición ha sido
largo y muy intenso porque esta editorial trabaja con unos estándares de
calidad altos. Desde el primer borrador hasta el último y definitivo, han sido
tres los ferros que se han corregido y he podido conversar con la responsable
técnica de la edición, procurando ofrecer la mejor calidad a las ilustraciones,
las referencias y citas… Igualmente, la editorial está presente en el proceso
de difusión de la obra.
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