Cazarabet conversa con... David Jorge, autor de “War in Spain:
Appeasement, Collective Insecurity and the Failure of European Democracies against Fascism” (Routledge)
Hablamos y conversamos con David Jorge
sobre la Guerra de España.
El presente trabajo recorre la dimensión
internacional de la Guerra de España a través de los canales representados por
los dos organismos que marcaron la actuación multilateral hacia el conflicto:
la Sociedad de Naciones y el Comité de No Intervención. El primero, foro por
antonomasia para las relaciones internacionales de la época; el segundo,
constituido con una base legal débil en extremo, con el objetivo de desviar el
cauce decisional del anterior, y en contradicción
abierta con éste. El gobierno español, así como otros gobiernos extraeuropeos -caso notable de los países latinoamericanos,
con México a la cabeza-, proyectaron su política exterior a través de la
diplomacia pública multilateral que ofrecía Ginebra, toda vez que fueron
excluidos -incluso como observadores- de las deliberaciones privadas
interestatales de Londres. La República Española se vio forzada a establecer en
la Sociedad de Naciones una línea de actuación paralela respecto a Londres. No
obstante, la efectividad de esa vía se vio completamente limitada a partir del
momento en que Francia y el Reino Unido desviaron de Ginebra tanto las
deliberaciones como los procesos y mecanismos decisionales.
De hecho, como señalaría con tino Manuel Azaña, “la única no intervención
efectiva aplicada a España fue la no intervención de la Sociedad de Naciones”.
A través
de ambos organismos se canalizó el abandono de las democracias europeas a la
española y, con ella, al Derecho Internacional de la época y al orden
estipulado en Versalles tras la Gran Guerra de 1914-1918. De
forma reiterada quedó plasmada la imposibilidad de articular los objetivos del appeasement,
leitmotiv de la política exterior británica, sin que ello implicase el
envalentonamiento de los países revisionistas de Versalles. Dentro de tal línea,
la no intervención fue una variable específica aplicada al caso español. Pese a
su nombre, en la práctica consistió en una intervención contra la República, al
impedir al gobierno español proveerse de armamento para su propia defensa, en
tanto que los gobiernos fascistas suministraron apoyo masivo y regular a los
sublevados a lo largo de toda la contienda. Las consecuencias de tal
adulteración de las reglas de juego internacionales resultaron fatales, no sólo
para España, sino a escala global.
El Pacto de la Sociedad de Naciones, eje del Derecho Internacional de la
época y sostén de sistema de seguridad colectiva que debía regir las relaciones
internacionales en función del orden de Versalles, quedó dañado en su autoridad
a través de su violación por Japón en Manchuria y por Italia en Abisinia. Una
vez iniciada la guerra en España, la política de no intervención -que en la
práctica sólo operó contra la República- fue articulada lejos de los focos
públicos a través del comité del mismo nombre, y cuyo objetivo fundamental
consistió en confinar el conflicto a las fronteras nacionales españolas. Para
ello, la denominación de la contienda como una mera guerra civil -batalla
nominal nada anecdótica en Londres y en Ginebra- resultó esencial. El Comité de No Intervención fue establecido -nada
casualmente- en las mismas dependencias del Foreign Office y en impugnación implícita de las premisas del Pacto -y,
con ello, de las garantías y deberes que atañían a los Estados miembros-. La
no intervención constituyó otro paso clave tanto en el desdén hacia Ginebra
como en la consolidación de la apuesta británica por una política de
apaciguamiento y contemporización -no exenta de dosis de comprensión- hacia los
Estados agresores.
En un marco general, la
actuación hacia España fue otro paso, esta vez sin retorno, en la deriva hacia
una nueva contienda a escala europea y mundial. Constatada la imposibilidad de
separar a Mussolini de Hitler, se materializó a finales de 1938 la otra
alternativa apaciguadora de la segunda mitad de los años treinta: un acuerdo a
cuatro bandas (Reino Unido, Francia, Italia y Alemania) que cristalizaría en
los Acuerdos de Múnich, en pleno expansionismo alemán. Múnich representó el
canto del cisne del appeasement.
En pocos meses, la República Española caía derrotada y, con ello, terminaba
asimismo la existencia de la Sociedad de Naciones. El fracaso del sistema de
seguridad colectiva que el organismo ginebrino debía velar, auspiciado por la
imposibilidad de conciliar la política de apaciguamiento encabezada por el
Reino Unido con un antifascismo activo, condujo a un clima de inseguridad
colectiva en medio del cual terminó constatándose una segunda guerra mundial.
Precisamente el objetivo fundamental a evitar en el orden establecido en 1919
tras la primera gran catástrofe colectiva a escala mundial.
David Jorge ya ha estado con
nosotros:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/inseguridadcolectiva.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/tanlejostancerca.htm
Estos enlaces te pueden interesar:
https://www.youtube.com/watch?v=jlK8ZzDJsMU&ab_channel=HistoriaEntreguerras
https://www.youtube.com/watch?v=rc5C5WlL4no&ab_channel=HistoriaEntreguerras
Una entrevista desde la pluma de una Premio
Cervantes, Elena Poniatowska:
https://www.jornada.com.mx/2020/11/22/cultura/a04a1cul
Sobre el autor, el
historiador David Jorge:
Es
profesor-investigador del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de
México. Doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, ha sido
profesor en diferentes universidades de Estados Unidos, México y España.
Es autor de
los libros "Inseguridad colectiva: La Sociedad de Naciones, la Guerra de
España y el fin de la paz mundial" (Tirant lo Blanch, 2016) y “War in Spain: Appeasement,
collective insecurity and the failure of European democracies against fascism” (Routledge, 2020). Ha coordinado los libros "Tan lejos,
tan cerca: Miradas contemporáneas entre España y América Latina" (Tirant
lo Blanch, 2018), “Las derechas iberoamericanas: Desde el final de la Primera
Guerra hasta la Gran Depresión” -junto a E. Bohoslavsky
y C. Lida- (El Colegio de México, 2019) y “¿Cien años de Relaciones
Internacionales? Disciplinariedad y revisionismo”
-junto a A. Lozano, D. Sarquís
y R. Villanueva- (Siglo XXI, 2019).
Cazarabet conversa con David Jorge:
-Amigo
David, ¿cómo llegas a México, después de tu formación en la Complutense por
Madrid, tu paso por esa Universidad de Connecticut?... con muchas cosas como de
carga, pero positivas y negativas… qué
nos puedes contar?
-Después
de pasar varias etapas en París, Londres, Ginebra y Barcelona, para la
investigación de archivo para mi tesis doctoral, me fui a los Estados Unidos en
el verano de 2013. Fue un año muy importante para mí, después del cual regresé
a Madrid para defender mi tesis doctoral en la Complutense. Estaba lista desde
tiempo atrás, pero para la defensa hubo que esperar a que volviese a España,
terminado el año académico en Wesleyan. Poco después
obtuve un contrato postdoctoral en la UNAM, la Universidad Nacional Autónoma de
México, que es la más grande de toda la América Latina.
Llegué
aquí a México en marzo de 2015. Vine para realizar un postdoctorado en el
Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. Exactamente un año antes
había pisado por primera vez el país, pues bajé desde Nueva York en un período
vacacional. Y me quedé fascinado: por la vitalidad en las calles, por las
formas de vivir y de afrontar la propia vida, por las diversas expresiones
culturales… Es un país que inevitablemente desborda de estímulos a quien llega
de afuera.
Siempre
me adapté muy bien a los lugares en los que iba residiendo; la diferencia es
que en México no me tuve que adaptar en sí, sino que me sentí en casa desde el
primer momento. La vitalidad y el dinamismo que se experimenta en México son fascinantes. Y
el cómo esa energía se plasma a través de expresiones culturales y artísticas.
Estuve
dos años en la UNAM, como investigador postdoctoral en el Instituto de
Investigaciones Históricas y como profesor en la Facultad de Filosofía y
Letras. Ahí impartí un curso sobre “Historia contemporánea de España a través
de su evolución sociocultural”, que venía siendo un tipo de enfoque docente
similar al de los cursos que impartí en Wesleyan.
Después
pasé alrededor de un año y medio en la Universidad del Mar, en Huatulco, con
estudiantes procedentes en su gran mayoría del Estado de Oaxaca, y de forma
predominante de la región de la Costa de Oaxaca. Es decir, de un ámbito rural y
tan diferente a las lógicas urbanas de la Ciudad de México. La Universidad del
Mar está marcadamente enfocada en la docencia. En mi caso enseñaba a
estudiantes de Relaciones Internacionales y, en menor medida, de Economía; es
decir, campos que no eran exactamente el de la Historia. Fue uno de los
múltiples procesos de adaptación en Huatulco. Uno de los principales, sin duda,
fue el clima. Si entre 2013 y 2014 llegué a vivir a bajo 30 grados en
Connecticut, bajo la nieve, incluyendo alguna odisea arriesgada desde Nueva
York a Connecticut en medio de una tormenta de nieve, entre 2017 y 2018 lo hice
bajo el clima de extremo calor y extrema humedad de Huatulco. Y también
experimenté alguna que otra odisea peligrosa, perdido esta vez no entre una
tormenta de nieve sino entre la selva. Creo que después de contrastes así me
inmunicé un poco contra los virajes climáticos. Aunque, con todo, sigo
prefiriendo el frío.
Después
de unos meses de vuelta en España, en Santander, en un segundo postdoctorado, y
de una estancia por el Cono Sur (Chile, Argentina, Uruguay y Brasil), todo esto
en la segunda mitad de 2018, a finales de aquel año concursé y gané la plaza de
Historia de Europa en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México,
y a principios de 2019 me incorporé.
Durante
todos esos años tuve como alumnos a estudiantes de procedencia socioeconómica,
cultural y de formación pre-universitaria diversa en extremo, lo que para mí
fue muy enriquecedor.
-Pero lo que te esperaba en México qué te
supuso, además de un cambio… ¿Era como entrar en un crisol de culturas?, todo
aderezado con muchas mentes diferentes y diferenciadas, ¿verdad?;
¿cómo y de qué manera?
-México
es un país de una complejidad extraordinaria, con muchas capas superpuestas que
el visitante difícilmente intuye en unas primeras aproximaciones. Con dinámicas
y problemas estructurales muy complicados. Pero fascinante. Sería imposible
verbalizar todo eso aquí en poco tiempo.
-Explícanos de qué das clases…
cómo es un día a día tuyo ahí…
-En
El Colegio de México la docencia en mi centro, el Centro de Estudios
Históricos, es a nivel de doctorado. Ello implica unos estudiantes en etapas
vitales e intelectuales diferentes a aquellas correspondientes a los años de
una licenciatura. Y evidentemente la dinámica y el lenguaje que se maneja con
alumnos de este perfil son diferentes. El curso que enseño es sobre el período
de entreguerras, aunque extendido contextualmente desde las consecuencias de la
Primera Guerra Mundial hasta el establecimiento del escenario geopolítico que
caracterizó la Guerra Fría.
Aquí
he encontrado unas posibilidades de desarrollo de líneas de investigación y una
libertad tanto de enfoque de las mismas como en cuanto al diseño docente que no
había disfrutado en ningún otro lugar. Es una institución ágil, dinámica y de
primer nivel internacional en cuanto a calidad y compromiso de los estudiantes,
infraestructura (con una biblioteca sin comparación en el mundo de habla
hispana), profesionalismo del personal administrativo, riqueza de diálogo entre
colegas… Hay una orientación al mundo y a los problemas de México, con un
marcado esfuerzo de comprensión en sí mismos, en sus especificidades, pero
también insertados dentro de la sociedad internacional, a la que naturalmente
no puede ser ajeno.
-México siempre se ha
caracterizado---salvo a algunas excepciones recientes, diría yo…- por ser,
sobre todo, un país de acogida, un país refugio, ¿lo ves así o cómo nos lo
reflexionarías?
-Sí,
desde hace casi un siglo ha sido, y sigue siendo para muchos, un país refugio
en un sentido muy amplio. Claro está que para unos perfiles más que para otros.
-Pero en contraposición México no
tiene acogida para con sus ciudadanos y ciudadanas o para los que pasando por
México quieren ir a pasar la frontera con USA para intentar hacer suerte allí o
en Canadá… ¿crees que cambiarán un poco las cosas?
-¿Se
imagina uno lo que es compartir más de 3.000 kilómetros de frontera con un
vecino como los Estados Unidos? ¿Se hace uno idea del tipo de presiones y del
tipo de equilibrios a realizar para neutralizar riesgos, a la par que se
salvaguarda la soberanía nacional y se lidia con los problemas internos del
país? Y a ello hay que sumar la droga que sube y las armas que bajan a través
de la frontera mexicano-estadounidense.
Los
países europeos no tienen que convivir con semejante losa permanente encima de
ellos. Digo encima literalmente. Los gravísimos problemas de los países
centroamericanos están ahí, irresueltos, como están los gravísimos problemas de
los países africanos. En ambos casos es deplorable el inhumano trato a esos
migrantes, y desde luego la xenofobia latente, con esa proyección de los
traumas propios en un ‘otro’ construido, que es el aspecto más peligroso
subyacente a todo nacionalismo. Y que en estos casos además es un ‘otro’
vulnerable, lo que hace más mezquino y cobarde el trato. Refleja los instintos
más bajos del ser humano, pero es un mal universal y que siempre ha tenido un
particular énfasis en el vecino inmediato en peores condiciones. Basta con
fijarse en la insana rivalidad en la que conviven entre sí casi todos los
vecinos de frontera latinoamericanos.
Pero
México no sólo tiene menor capacidad de recursos que los países europeos,
integrados además en una unión comunitaria, sino que tiene como vecino en la
frontera norte a la principal potencia del último siglo. Y ese vecino presiona
y asfixia en cuanto es menester. Europa no tiene que convivir con eso y la
solución respecto a los refugiados que llegan desde el sur es tanto o más deficiente.
Bajo
mi punto de vista, los mexicanos han desarrollado una habilidad especial que es
fruto de la necesidad de supervivencia, individual y colectiva. Por la vía
de la fuerza estaría todo perdido; la clave para México está en esa habilidad
tan particular que menciono, y que explica que el país, con todo, haya salido
adelante.
-Recientemente leímos una
entrevista que te hizo Elena Poniatowska, Premio
Cervantes 2013 y sin duda la principal escritora viva de México.
-Sí.
Nos conocemos desde hace ya un tiempo. Tenemos amistad, intercambiamos correos
y llamadas continuamente y con mucha frecuencia comemos juntos o pasamos tardes
charlando. Es genuinamente modesta y empática, y llena de curiosidad: le gusta
mucho más preguntar que hablar. En la conversación
casi siempre predomina la periodista a la escritora.
-En tu nuevo libro
en inglés analizas el papel de la Liga de las Naciones y de las democracias
europeas para con y desde que el golpe de los generales del julio del 36
fallase y todo desencadenase en una guerra que le usurpó la palabra en forma de
voto que quiso una República democrática… ¿Por qué mayoritariamente se le da la
espalda a España?. Aquí había, y no poco, juego geopolítico, ¿qué nos puedes
explicar? ¿Por qué convenía mantener o mejor diría consentir un conflicto de
manera tan hipócrita y/o artificial? ¿Cómo afectaba el conflicto de España
internacionalmente hablando?; ¿las guerras todavía convenían, como convienen,
pero para qué?
-La Guerra de España fue un paso sin retorno en la progresiva crisis que
llevó a una nueva guerra mundial. El orden de Versalles ya había sido quebrado
con el caso de Manchuria Después murió con Etiopía, que fue una suerte de
prólogo a la nueva guerra mundial. En los casos de Manchuria y Abisinia, se
aplicó la vieja dialéctica civilización vs barbarie. Las democracias europeas
resolvieron que no convenían grandes riesgos internacionales por defender a
Estados como China o Etiopía, acusados de incapacidad de gobernarse a sí
mismos.
En el caso de España, la aplicación de tal caracterización
resultaba más complicada, por razones evidentes. Por ello se circunscribe el conflicto
a una falsa naturaleza de mera guerra civil entre españoles. El cinismo de las
democracias europeas hacia la democracia española, y del multilateralismo que
debía salvaguardar la Sociedad de Naciones mediante el cumplimiento del
articulado de su Pacto constituyente, llegó a límites escandalosos. Esto se vio
claramente a través del absurdo en que se convirtió un Comité de No
Intervención que iba en contradicción con el Derecho Internacional de la época,
y lo hacía a partir de una base legal tan débil como lo es una mera suma de
adhesiones estatales a una declaración por parte de un gobierno (en este caso
el francés, siempre a instancias británicas). Italia, Alemania y Portugal
continuaron con sus respectivas intervenciones en España, y las democracias
europeas actuaban como si esos tres gobiernos estuviesen actuando en
consonancia con las disposiciones allí discutidas y aprobadas. Aquello jugó un
papel importante en la decisión soviética de intervenir en España, si bien
había otros factores.
La no intervención fue una farsa y el gobierno republicano
español se equivocó al aceptarla como posible mal menor. La aceptación se dio
en los momentos iniciales de la guerra, con un cuerpo diplomático en masiva
deserción del campo republicano, con un gobierno que se enfocaba en ponerse en
orden de cara a la esfera interna, aglutinando y disciplinando partidos y
sindicatos en difícil equilibrio, formando un ejército de nuevo cuño, creando
un cuerpo diplomático de urgencia... Pero pese a todo ello, y por mucho que se
impusiese como hecho consumado desde el exterior, la aceptación de la no
intervención implicaba ir a remolque y jugar con los dados falseados el resto
de la contienda.
-Se aplicó aquello de:
“si no intervienes es que consientes”?
-Bueno, aquí hay que matizar. Por ello es importante
discernir si la guerra en España era una guerra civil o una guerra
internacional. Porque una cosa es la condena moral de la acción o inacción de
un gobierno, y otra es la condena legal. Y aquí debo señalar que casi todos los
historiadores se equivocan al criticar la actitud de las democracias al
abandonar a la República Española, mientras al mismo tiempo repiten la
interpretación del conflicto en clave de guerra civil. Están centrando la
crítica en consideraciones meramente morales, y eso es un argumento débil al
hablar de equilibrios y balanzas de poder internacionales. ¿Por qué? Porque la
no implicación en los asuntos internos de otro país era algo a lo que estaban
legalmente amparados tales gobiernos. Desde el punto de vista de la guerra
civil, la puesta en pie de la no intervención no sería condenable. Otra cosa
diferente, claro está, es la continua violación que se hizo de la propia no
intervención. Hay que ser más rigurosos en el análisis de la naturaleza de los
conflictos.
¿Por qué resultó fatal la política de apaciguamiento
británica? No porque Londres renunciase a actuar como policía mundial en
conflictos surgidos en un país u otro. Sino porque renunció a la defensa del
orden internacional al que se había comprometido, y arrastró en su postura a
todas las demás democracias. Las europeas a través de la no intervención, pero
también influyó de forma determinante en la neutralidad estadounidense. Si ni
tan siquiera las democracias europeas, presentes en la Sociedad de Naciones,
actuaban, difícilmente podrían hacerlo unos Estados Unidos condicionados por un
fuerte sentimiento aislacionista entre la opinión pública del país. El cual era
particularmente agudo con relación a Europa. El recuerdo de la Gran Guerra
estaba muy presente. Por lo tanto, en virtud de tales posiciones de política
exterior, dejó de haber orden internacional, normas a las cuales atenerse, y
comenzó a reinar la impunidad. Mussolini primero, y Hitler después, lo
interpretaron perfectamente y comenzaron a actuar en consecuencia.
Si el conflicto en España se trataba de una mera guerra
civil, no entraban en consideración la aplicabilidad de las normativas
incluidas en el Pacto de la Sociedad de Naciones. Si, por el contrario, el
conflicto contaba con una dimensión de guerra internacional, al margen del
evidente componente de guerra civil (como, en mayor o menor medida, lo tuvo
casi toda guerra internacional contemporánea), entraban en juego conceptos como
el de ‘agresión’, de importantes implicaciones jurídicas en la época. La
soberanía nacional era lo que en teoría garantizaba, por encima de todo, el
orden de Versalles y el sistema multilateral a través de la Sociedad de
Naciones. Lo que se salvaguardaba no era un tipo de régimen u otro, sino algo
muy diferente como era el respeto a la soberanía nacional, a la integridad
territorial y a la independencia política de los Estados miembros de la
Sociedad de Naciones. Esto es importante, pues es donde enlazan los conflictos
sucesivos de Manchuria, Abisinia y España. La defensa de la democracia es algo
que puede resultar condenable, en términos de cinismo e hipocresía, a nivel
moral. Pero a nivel jurídico, lo que se violaba era la soberanía nacional. Un
acto de agresión internacional implicaba la aplicación del Artículo 16 del Covenant, del Pacto de la Sociedad de Naciones: era
menester imponer sanciones al país agresor. Todos los Estados miembros estaban
comprometidos a asistir en defensa del Estado agredido. La no intervención, por
lo tanto, constituyó en la práctica una intervención que actuó solamente en
contra del gobierno republicano español, pues lo ataba de pies y manos de cara
a su propia defensa ante un acto combinado de rebelión interna y agresión
internacional.
Julio Álvarez del Vayo, como ministro
de Estado desde septiembre de 1936, y después Juan Negrín,
como presidente del Gobierno desde mayo de 1937, así como embajadores como
Pablo de Azcárate, basaron su estrategia en tal
concepción internacional de la guerra. También lo hizo así un gobierno como el
de México, presidido por el general Lázaro Cárdenas, y dignamente representado
en Ginebra por, entre otros, Narciso Bassols e Isidro
Fabela.
-Se aplica la
No-Intervención, pero al mismo tiempo se consiente que Alemania e Italia
utilicen la Guerra de España como campo de experimentación de armamentos y
estrategias, ¿verdad? ¿Por qué se
consiente si cada día estaban más claras las amenazas y pretensiones de una
Alemania nazi que, además, se andaba rearmando…?
-Por un lado, porque se anteponen los intereses
gubernamentales, de miras cortoplacistas por naturaleza, a los intereses
estatales y supraestatales. Y por otro lado, porque dichos intereses, siempre
catalogados de realismo político, precisamente nublan e incluso ciegan una
interpretación realista de la deriva de la sociedad internacional. Una deriva
que terminará afectando en el medio o largo plazo a esos mismos intereses, cuyo
enemigo no era sólo el revisionismo de los agresores, sino las políticas
implementadas para su defensa.
-Fue
en España “el tonto útil” de esta ecuación geopolítica?
-No. La cuestión es más compleja. En España estalló una
tensión irresuelta entre las visiones de tradición y modernidad, y los pasos
dados hacia la permanencia o restauración de lo primero y los progresos hacia
lo segundo. Una tensión entre posiciones antagónicas en cuanto a unos intereses
difícilmente conciliables entre distintos sectores de
la sociedad.
Y ese conflicto tan grave y complejo se insertó, por si
fuera poco, en un mundo en crisis, marcado por un triángulo ideológico que
requería de la unión, cuanto menos coyuntural, de dos de sus vértices para
eliminar a un tercero y resolver así unas tensiones en torno a un equilibrio
imposible, y que solo podía llevar a otra guerra mundial. No se interpretaron
correctamente la dinámica internacional ni se priorizaron los enemigos
prioritarios y las alianzas, renuncias o postergaciones que dicha priorización
imponía.
-Ni aún vencido el
fascismo italiano, el nazismo alemán y otros aliados…ni aún así se vuelve la
mirada a España… ¿por qué?, ¿iba bien un trasatlántico en Europa—con la
posición geoestratégica tan buena que tiene la península---con mano de obra
hambrienta, ignorante, atemorizada…para hacer y deshacer o /y utilizarla a su
antojo y beneficio?
-Una vez desaparecidos Hitler y Mussolini, una España
aislada y devastada por la guerra y sus consecuencias no representaba ni
amenaza ni prioridad a la altura de la segunda posguerra mundial. Eliminado el
nazi-fascismo, el enfrentamiento pasaba a ser no triangular, como en los años
veinte y treinta, sino bipolar. Y para esa nueva etapa geopolítica, una
liberación de la España de Franco implicaba más riesgos, bajo la visión de las
democracias occidentales, que su permanencia y ulterior utilización en cuanto
el aislamiento provocase necesidades incompatibles con poder de negociación. Y
dada la esencia anticomunista del franquismo, las necesidades internacionales
del régimen sólo podrían canalizarse hacia el bloque occidental.
-El exilio, ¿cómo
crees, según tu experiencia y demás, que se vivía y se veía a lo acontecido en
España desde fuera en el exilio, quizás en el exilio mexicano…?
-Hubo un punto crucial en el exilio, que fueron los años
transcurridos entre 1944 y 1946, cuando se hace evidente, para sorpresa de
todos, que el franquismo no va a ser intervenido por los Aliados. Una minoría
asume que España no va a ser liberada y que el regreso al país no se va a
producir en el corto plazo, ni probablemente tampoco en el medio plazo, y
redefinen sus vidas con una mayor o menor presencia de España o lo español,
según cada caso. Y una mayoría continúa instalada en el autoengaño y viviendo
estáticamente en un país que ya no existe más que en su propio recuerdo,
reconstrucción e imaginación. Cuando se quieren dar cuenta, se les ha ido la
vida… y el franquismo sigue en el poder. El regreso a la democracia tiene un
sabor bastante descafeinado para muchos, porque la capacidad de acción de los
que aún sobreviven se ve limitada por los naturales cambios generacionales, y
la España que habían dejado y reinventado en sus imaginarios en el exilio,
individuales y colectivos, poco o nada tiene que ver con la nueva España
democrática.
-¿Crees que “el
ego” del Derecho Internacional, de veras, se vio “como tocado”?
-El Derecho Internacional no tiene ego. No puede tenerlo. Lo
que tiene es una necesidad vital de que los gobiernos de los Estados que lo
sostienen supediten sus intereses particulares inmediatos a los supraestatales
y a largo plazo. Como no se hace, el Derecho Internacional queda sepultado bajo
normativas y patrones de acción nacional. Y de ahí la debilidad del Derecho
Internacional y del multilateralismo, entonces y ahora. No solamente con
relación a conflictos, desde luego. Baste con ver la cuestión del cambio climático.
-¿Qué consecuencias
acarreó todo esto?
-Las consecuencias propias de toda visión cortoplacista. Y a
menudo esas consecuencias son catastróficas.
-¿La Sociedad de
Naciones se ve desbordada ante las crisis de entreguerras como la guerra
Española o sin margen de maniobra?
-Desbordada y sin margen de maniobra, porque se lo anuló la
posición internacional de los gobiernos con mayor poder en la época. Se
antepuso el apaciguamiento a la seguridad colectiva, como también se antepuso
el apaciguamiento al antifascismo. Las consecuencias fueron evidentes.
-En realidad, ¿de
qué tenían miedo?, ¿de que las revoluciones se tomasen como ejemplo?
-Tenían miedo, fundamentalmente, de cualquier alteración en
un statu quo favorable a los imperios democráticos, valga la contradicción de
la expresión. El poder ve siempre con recelo cualquier cambio. Es natural. El
problema llega cuando las decisiones para el mantenimiento de ese orden
favorable terminan enterrando ese mismo orden.
-De todos modos, entre 1936 y 1939 los miedos eran de diferente
naturaleza en Londres y en París. No es lo mismo el miedo a la posible
afectación de unos intereses económicos o geoestratégicos que el miedo ante la
posibilidad de una agresión directa inminente. La geografía importa y mucho.
-En entreguerras,
¿la paz no tiene nada a ver con la democracia?, ¿por qué?
La paz es una cosa. La democracia es otra. No conviene
mezclar conceptos. El orden de Versalles velaba por salvaguardar, entre otras
cosas, la paz, dado que el objetivo número uno de la primera posguerra mundial
fue poner en pie un orden internacional que evitase la repetición de un
conflicto de la magnitud de la que fue la Primera Guerra Mundial.
-¿Cuánto de lo que
pasó se hubiese podido impedir y no me refiero solamente a la Guerra de España?
-Sin caer en interpretaciones contrafactuales
y en el terreno de la historia-ficción, que el camino hacia una nueva guerra
mundial fue siendo cada vez más evidente a medida que avanzaba la década de los
años treinta es algo de lo que alertaron de forma contemporánea, bajo análisis
e interpretaciones serias y rigurosas, no pocos actores, tanto españoles como
internacionales. Que se hiciese oídos sordos a tales alertas es otra cuestión.
Unos acertaron, otros se equivocaron, y otros simplemente actuaron de forma
irresponsable sin tener en cuenta, o cuanto menos minusvalorando, las posibles
consecuencias.
-¿Hubo margen de
maniobra para parar, y desde qué minuto, a Hitler, Mussolini?, ¿cómo y de qué
manera?
-El momento clave fue en 1935. La impunidad de la agresión
italiana a Etiopía, la violación de toda norma de convivencia internacional, y
la complicidad con la que el gobierno británico permitió primero que el
conflicto se consolidase en el tiempo, y abogó después por aceptar el hecho
consumado de la conquista fascista, marcó un punto de muy difícil retorno. En
España se dio la última oportunidad de resurrección de un orden que se había
enterrado en Etiopía. Etiopía fue el prólogo de la nueva guerra y España la
primera batalla.
-¿Lo que falló, en
esencia, sigue fallando?, ¿por qué?
-Me temo que buena parte de lo que falló sigue fallando. No
obstante, uno quiere pensar que, pese a todo, hay avances y la experiencia de
algo sirve; aunque a menudo no sea suficiente.
-A este paso,
amigo, a un lado y otro del charco… ¿qué nos espera?
-Los historiadores nos encargamos de reconstruir, analizar e
interpretar el pasado, lo que sirve para comprender mejor el presente, pero no
para adivinar el futuro. Ni siquiera para predecirlo con una razonable base
científica. Así que no sabemos lo que nos espera. Pero habrá que lidiar con
ello.
-No separan a
Hitler de Mussolini, pero si a este dúo de Franco… ¿qué nos puedes decir?
-Entre 1936 y 1939 es para enfatizar el carácter de guerra
civil y justificar la no intervención. En 1945 la diferenciación es para
separar la Guerra de España de la guerra mundial, y justificar la no liberación.
-¿Cómo crees que URSS intervino o
quiso intervenir en la Guerra de España?
-La
Unión Soviética interviene en España debido a factores diversos. La decisión de
Stalin se consolida en el mes de septiembre de 1936, una vez que la política de
no intervención se ha evidenciado como una ficción, burlada continuamente por
los aliados de los sublevados en España (Italia, Alemania y Portugal). El
representante soviético en el Comité de No Intervención, establecido en
Londres, advierte de que, en caso de continuar tales violaciones, Moscú no se
verá ligado al acuerdo de no intervención en mayor medida que ningún otro de
sus miembros. Es una advertencia definitiva.
No
está demostrado documentalmente que la decisión de Stalin estuviese en conexión
directa con el envío de tres cuartas partes del oro del Banco de España a la
Unión Soviética, si bien tampoco cabe descartar algún impulso en tal sentido.
Lo
que sí es demostrable es el aprovechamiento de un país en la convulsa situación
que atravesaba España de cara a trasladar allí las obsesiones personales de
Stalin y las luchas internas del movimiento comunista internacional. La
persecución a la heterodoxia dentro del campo comunista en la España
republicana, siempre calificada bajo el genérico denominador común del
‘trotskismo’, tendrá consecuencias negativas para la causa republicana. Si el
antifascismo era el leitmotiv exterior del momento para los comunistas, el antitrotskismo era la obsesión interior.
A
su vez, el envío a España de diplomáticos y de asesores de diversa naturaleza,
desde militares a aparentes traductores con misiones reales de una naturaleza
muy diferente, a delegados de la Komintern o a enviados bajo el paraguas
humanitario del Socorro Rojo Internacional, va a causar progresivas
suspicacias, que terminarán en grietas dentro del campo republicano. Pero esto
sucedía dentro de una República que, sin la intervención soviética de su lado,
no podía continuar la guerra contra Franco, Mussolini, Hitler y las fatales
consecuencias derivadas de la no intervención en términos de adquisición de
suministros para legítima defensa. Ésa, y no otra, fue la realidad a la que
tuvo que circunscribirse la República en guerra. No se trataba de ser pro o
anticomunista, sino de abogar por una resistencia funcional susceptible de
salvar a la República en una contienda general, en la cual quedaría del lado de
las democracias, o bien decantarse por la rendición sin condiciones a la que
condenaba. Soluciones intermedias como la puesta en pie por el coronel Casado y
diversos dirigentes políticos, como el anarcosindicalista Cipriano Mera o los
socialistas Julián Besteiro o Wenceslao Carrillo,
aparte de una evidente traición -con lo que de ello se deriva en tiempos de
guerra-, no constituían más que una quimera, una ilusión en torno a algo que
los sublevados ya habían negado previamente a las intentonas mediadoras hacia
un alto el fuego por parte de Azaña, Prieto, Negrín y
otros.
En
términos geopolíticos, Stalin tiene un doble objetivo: continuar con la
política de mano tendida hacia las democracias occidentales, en apuesta por
fortalecer el sistema de seguridad colectiva y una activa unidad antifascista;
y, por otro lado, mostrar una posición de fuerza ante Hitler, advirtiéndole de
que no podrá ejercer su agresividad exterior impunemente, y así evitar posibles
tentaciones expansionistas hacia la propia Unión Soviética.
Entre
finales de 1938 y principios de 1939, tras los acuerdos de los gobiernos
británico y francés con Hitler y Mussolini firmados en Múnich, y la derrota de
la República Española, Stalin refuerza su concepción de las democracias
europeas como débiles y traidoras. Y pasa a buscar otro tipo de alianza que
cuanto menos postergue una posible acción contra la Unión Soviética. Empieza
ahí el camino que en agosto de 1939 se materializa en el Pacto Ribbentrop-Molotov. En esa tregua antifascista de dos años,
Stalin termina de liquidar a su obsesión interior, liquidando al mismo Trotsky, y precisamente lo hace a través de redes
constituidas durante los años anteriores en España.
Cuando,
a partir de 1941, primero la Unión Soviética y después los Estados Unidos
entran en guerra contra el Eje, se da un antifascismo de nuevo cuño, con
diferencias sustanciales respecto al antifascismo de los años treinta. Aquel
había naufragado ante la decisión de las democracias de priorizar el
apaciguamiento por encima de un antifascismo activo. El precio fue la
constatación de una Segunda Guerra Mundial.
-El gobierno
español acaba de tomar la decisión de evitar que los restos del ministro
republicano Julio Álvarez del Vayo pasasen de su
sepultura en Ginebra a una fosa común. Álvarez del Vayo
tiene un papel protagonista en algunos de tus trabajos… y hemos sabido que
fuiste actor en la sombra de esa salvación de último minuto… que desde el
gobierno te hicieron caso, y que Pablo Iglesias asumió el asunto de forma
personal.
-El
plazo para la renovación expiraba en este mes de diciembre. Una asociación
francesa dio la voz de alarma y se dispuso a la recaudación de fondos para
renovar la escritura por cinco años más. Aun lográndolo, el riesgo de que
dentro de un lustro su recuerdo se perdiese todavía más era evidente. Acudí
directamente al gobierno español, para que cuanto menos se tuviese una
conciencia clara del caso. El vicepresidente tomó personalmente el asunto y en
unas horas se comunicó que el Estado español se hacía cargo de los restos de
Álvarez del Vayo, de su compañera y de uno de sus
hijos.
Era
una medida urgente y enfocada hacia un digno reconocimiento a alguien hoy
olvidado, pero quien en su momento dado acaparó la atención no sólo de media
España, sino de medio mundo. Álvarez del Vayo fue el
principal rostro internacional de la República durante toda la guerra, como
ministro de Estado y máximo representante ante la Sociedad de Naciones, y
también uno de los principales rostros del antifascismo a nivel internacional.
-La Sociedad de
Naciones, muere como lo hace la República Española…
-La Sociedad de Naciones desaparece de la mano de la
República Española, a principios de 1939. Pero llevaba muerta desde el caso de
Etiopía.
-A la Sociedad de
Naciones, como que la resucitan con el nombre de la ONU…
-Sí, la ONU es heredera directa de la Sociedad de Naciones.
Aunque con algunas facultades diferenciadas, empezando por el contenido y
formulación de la misma Carta de las Naciones Unidas en relación al Pacto de la
Sociedad de Naciones, desde luego con cuestiones determinantes como el poder de
veto, con una naturaleza marcada por una sede en los Estados Unidos y no en
Europa…
-Si no hay
certidumbre de que estamos cubiertos por el Derecho Internacional…sobre todo en
lo concerniente a los DDHH, ¿hacia dónde vamos? Y ¿cómo vamos como seres
humanos?
-El mundo actual presenta desafíos que sólo pueden
resolverse a escala supraestatal, de forma multilateral. Gustará más o menos,
causará mayor o menor escepticismo, pero no parece que haya otra solución
posible. Véase el freno al cambio climático, o el control de las pandemias…
Pero también hay otro tipo de interrelaciones que deben coordinarse, desde la
coordinación de recursos energéticos a transferencias tecnológicas, al
conocimiento científico compartido, pasando por muchos otros campos.
-¿Qué te hizo escribir este libro
y por qué en inglés?
-Fue
un encargo de la editorial, Routledge. Para el
público hispanohablante ya había publicado “Inseguridad colectiva” y diversos
trabajos en los que se recoge la esencia de este nuevo libro. Pero acepté la
propuesta pensando en dos aspectos: la necesidad de insertar claramente la
cuestión de España dentro de la crisis internacional de entreguerras,
contribuyendo a enriquecer la comprensión general de dicho período, repito, más
allá de España; y la necesidad de actualizar los avances en la interpretación
historiográfica de cara a lectores que no manejan el español, pues muchos de
los mitos que siguen contaminando la comprensión del tema se propagan desde el
exterior, particularmente desde las versiones en clave ahistórica
de Guerra Fría por parte de autores que no han dejado de ser verdaderos cold warriors sin
el menor respeto por el rigor histórico y la reconstrucción científica del
pasado. En las universidades anglosajonas no se puede exigir como lectura
obligatoria un texto en español, por razones evidentes. Los estudiantes de
Historia no tienen por qué manejar, en un nivel universitario, todas las
lenguas requeridas para una aproximación a un tema. En tal sentido, el hecho de
que se vaya a publicar y distribuir tanto desde el Reino Unido como desde los
Estados Unidos creo que es importante para tales fines.
-Siempre te pregunto por el
proceso de documentación y demás…
-Este
libro tiene un público objetivo diferente, y presenta un relato más ágil. Para
referencias más pormenorizadas relativas al caso español, hay que acudir a
“Inseguridad colectiva”. Aquí se han obviado partes significativas para la
comprensión de las dinámicas dentro del campo republicano español, e
importantes para un lector español, pero que al lector extranjero no le dicen
nada y no busca en un libro de esta naturaleza tales detalles, sino una
interpretación más clara en términos generales.
En
este caso la documentación fue esencialmente parte de la recopilada para
“Inseguridad colectiva”, a la que se sumó nueva documentación aparecida en un
baúl en el sótano de la vivienda de Juan Negrín en
París. Su nieta, Carmen Negrín, me brindó la ocasión
de desempolvarlos. Literalmente, desempolvarlos. Y entre esa masa de
documentación, entre otras cosas, estaban las discusiones de las reuniones
dentro del Comité de No Intervención. Reuniones que, a diferencia de los
encuentros públicos de la Sociedad de Naciones, tenían una naturaleza privada.
Desconozco cuándo y cómo llegaron a manos de Negrín,
pero sería importante poder discernir si se le fueron filtrando durante la
guerra misma o bien después de ella.
-¿En qué estás trabajando en la
actualidad, nos puedes dar alguna pista?
-Sobre
un tema dentro de la cronología y en relación con la temática de mis anteriores
trabajos, pero bajo una naturaleza totalmente diferente. De la alta política y
diplomacia pública he bajado a las complejidades de las actuaciones
clandestinas y los servicios de inteligencia, no menos importantes para
comprender muchos porqués de la Guerra de España y del período de entreguerras.
En realidad es algo en lo que llevo ya muchos años metido, pero ahora lo he
podido abordar, al fin, con dedicación exclusiva.
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