La
Librería de El Sueño Igualitario
Villafranca bajo el terror
golpista 1936-1939.
Víctor Moreno, nos acerca, bajo la
edición de Pamiela a otro tomo que define la historia de una ciudad y población
Navarra , Villafranca, bajo el yugo del franquismo. En
los tres años de la Guerra Civil.
Lo que nos cuenta la editorial Pamiela
sobre el libro:
http://www.pamiela.com/es/novedades/villafranca-bajo-el-terror-golpista-1936-1939-detail
En Navarra, cuna del llamado
Alzamiento Militar, no hubo guerra civil sino guerra de exterminio. Tras el
macabro bando militar de Mola, falangistas y carlistas se dedicaron a asesinar
impunemente a quienes durante la II República se habían mostrado fieles al
Gobierno de Azaña o en febrero de 1936 habían formado parte del Frente Popular.
Villafranca no fue una excepción. Dirigentes
políticos de la Agrupación Socialista, sindicalistas de la UGT y de la CNT,
serían ejecutados ilegalmente. El terror golpista, frío, calculado y metódico,
se aplicaría desde julio hasta diciembre de 1936, asesinando impunemente a 40
personas y encarcelando al resto de los caracterizados como militantes de
izquierdas. Luego, otros dos vecinos más serían asesinados, uno en 1937 y otro
en 1939.
Durante y tras esta guerra de
exterminio, las familias de los fusilados sufrirían de forma sistemática el
odio, la venganza y la persecución de los fascistas de Villafranca, falangistas
y carlistas y que pronto se convertirían en franquistas. La Falange y el
Requeté hicieron de Villafranca un campo de prisioneros donde perpetraron con
premeditación y alevosía toda clase de robos y de humillaciones físicas,
psicológicas, éticas y laborales en los descendientes de los asesinados.
Villafranca con los franquistas vivió
en el horror. Un tiempo de malquerer que nadie olvidaría. Ni siquiera los
asesinos.
Nosotros hemos conversado, ya, con
Víctor Moreno:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/santa.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/villafrancanavarra.htm
Cazarabet conversa con Víctor
Moreno Bayona:
-¿Por
qué sostienes, afirmando que más que una Guerra Civil, en Navarra y por tanto
en Villafranca, hubo más…una guerra de exterminio?
-En Villafranca, como en
toda Navarra, no hubo guerra civil. Solo existió un ejército armado, el
golpista, que se dedicó, desde el pronunciamiento del bando de Mola en
Pamplona, a asesinar impunemente a quienes durante la II República se habían
caracterizado por defender al gobierno republicano. Los golpistas exterminaron,
a quienes consideraban malas hierbas, como la cizaña, es decir, a rojos,
republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas…
-¿Hacia quiénes fueron destinadas
las represalias; tenía como premeditada una lista de nombres?; ¿y esos nombres
no lo sospechaban que estaban como “fichados” por las represión del lado de los
alzados?; ¿no tuvieron “reflejos” para escapar?
-Contra quienes de un modo
u otro se habían pronunciado a favor del orden constitucional de la II
República, estuvieran o no afiliados a sindicatos o a partidos políticos. En un
pueblo de 3457 habitantes, no hacía falta hacer listas y fichas. Se conocían
entre sí desde la infancia. Sabían muy bien quiénes habían militado en la Agrupación Socialista, en la UGT y en las Juventudes socialistas. Y, desde luego, dada su buena fe o
ingenuidad, no esperaban que los golpistas, carlistas y falangistas, se
ensañaran de la manera como lo hicieron. Desgraciadamente, se equivocaron.
Nunca llegaron a sospechar que convivían con asesinos potenciales y que, al
menor descuido, se transformasen en asesinos.
-Volvamos a Villafranca, antes del
Golpe de Estado. ¿Había síntomas de que algún tipo de alzamiento tendría
lugar?; ¿por qué?.Háblanos un poco de ello.
-En toda Navarra se sabía
que desde el mes de abril de 1936, los carlistas hacían preparativos para
alzarse contra la República. En Villafranca, los socialistas denunciaron que
los carlistas de la localidad hacían prácticas de tiro en los sotos. Lo
comunicaron al gobernador. No les hizo caso. El alcalde de Estella,
Fortunato Aguirre, hablaría por teléfono con el presidente del gobierno,
Santiago Casares Quiroga, denunciado que Mola estaba conspirando en Navarra
contra la República y que podía apresarlo sin más dilación si era esa la
decisión del gobierno central. Este recibió la noticia como si viera llover,
ordenando al alcalde que no hiciese nada. Fortunato, también, sería asesinado.
-El 18 de julio del 36. ¿Cómo se
vive en Villafranca?; ¿Y los días posteriores al mismo?
-Villafranca se convirtió
en un espacio vital de angustia y de terror. Solo desfilaban por la calle
hombres y mujeres disfrazados de carlistas y falangistas y armados hasta las
cejas. Recorrían las calles en pelotón y si encontraban a un ugetista le daban
una paliza obligándolo a ponerse de rodillas y gritar una y otra vez “¡Muera
Julia Álvarez, la puta del Congreso!”. Los casos más sonados de estas palizas
fueron los de Esteban Lafraya y Juan Resano, tío de
la diputada socialista Julia Álvarez. Tanto Esteban como Juan serían
asesinados. En el mes de julio, solo se asesinó a Miguel Cristóbal, después de
que hubiera huido del pueblo escondiéndose en los sotos. Muerto de hambre, al
regresar por la noche al pueblo, lo pillaron los falangistas y en una bodega lo
degollaron como a un cerdo y tiraron su cadáver a un basurero. Miguel Cristóbal
era concejal del último ayuntamiento republicano. De la noche a la mañana, las milicias armadas
de carlistas y falangistas convirtieron Villafranca en un campo de
concentración. Y esta situación duraría hasta bien entrado el franquismo.
-¿Podemos afirmar que hubo
una escalada de violencia directa y personalizada que culminó, en su punto
álgido, en Agosto del 36?
-Desde julio a finales de
diciembre de 1936, se cometieron 40 asesinatos. Dos, mujeres. Una de ellas,
Carmen Lafraya, sería violada antes de recibir el
tiro de gracia. Los matones intentaron que su padre violase a su hija sin
conseguirlo. El cuerpo de Lafraya aparecería, junto
al de su hija, acribillado por todas las partes de su cuerpo. En el recinto del
pueblo no se asesinó a nadie. Las sacas, formadas por matones de Villafranca y
de pueblos de alrededor, se encargaban de hacerlo en las poblaciones
colindantes. Todos los meses fueron atroces.
En 1937, se asesinaría en Pamplona al albañil José Calvo Verde, de la
CNT, y, en septiembre de 1939, terminada ya la guerra,
al maestro José María Jiménez, de Izquierda Republicana, en Barcelona, y ello
tras juicio sumarísimo. Lo acusaron de rebelarse contra el Glorioso Alzamiento
Nacional, lo que, más que cinismo, era una infamia, porque los únicos rebeldes
eran los golpistas. La violencia criminal de los fascistas adquirió dos
modalidades de terror: la represión directa, es decir, el asesinato, la
aniquilación física del individuo, por el método más expedito: tiro en la nuca
o destrozo del cráneo, como sucedió en algún caso.
La segunda modalidad
comenzó a ponerse en marcha al mismo tiempo que se iba aplicando la “maquinaria
legal” de los golpistas: requisas e incautaciones de todo tipo de material y
bienes de interés tangible, trilladoras, tiendas, casas, tierras… Junto con
ello, se multó con cantidades desorbitadas cualquier nimiedad o protesta. Los
controles e informes de conductas fueron permanentes. Fue una sociedad
estrechamente vigilada. Un panóptico en miniatura. Lo golpistas decidieron que los hijos de los
asesinados debían pagan las deudas que sus padres habían contraído con el
Glorioso Movimiento Nacional sencillamente por haber sido republicanos. Se
proscribió cualquier conato de libertad expresión multándose a quien tuviera el
desliz de criticar la autoridad, fuera la del alcalde o la de cualquier
capitoste. La delación estuvo a la orden del día. Las multas contra la
blasfemia se quintuplicaron, sufriéndolas los descendientes de republicanos.
Las blasfemias de los carlistas parecían afectas a Dios. La imposición
religiosa fue tan absoluta como absorbente. Se obligó a bautizar a niños que
durante la República no lo habían sido; a casarse por lo canónico a parejas que
lo estaban por lo civil… Si no lo hacían quedaban privadas ipso facto del
disfrute de la parcela de tierra que les correspondía por ser vecino y de
cualquier trabajo. Los niños huérfanos que asistían a Auxilio Social a comer
tenían que glorificar el nombre de Franco; si no lo hacían, se quedaban sin
comida. El impuesto de guerra, establecido por los golpistas, lo sufrieron las
familias de los republicanos de un modo sangrante e indigno.
-Muchos sindicalistas, gente que se la jugaba
con sus ideas y lo sabía, ¿es así?; ¿nos puedes hacer un perfil de los mismos?
-Si exceptuamos a sus
líderes, Nicolás Jiménez, Julia Álvarez Resano, Sixto Alonso, los tres maestros
y abogada en el caso de Julia, el resto de los ugetistas y de algún cenetista,
caso de Bonifacio Malo, era gente cuya cultura se limitaba a saber leer y
escribir, con algunas excepciones. Suplían esta deficiencia con una sensibilidad
social enorme y, sobre todo, con un concepto de la justicia y de la libertad
muy desarrollado. En ningún momento, se salieron de lo
preceptuado por la legislación republicana. Y nunca sospecharon que por sus
ideas serían asesinados. Semejante barbarie no entraba en los cálculos de su
ética y de su dignidad. Muchos de
ellos, durante el bienio negro de la República (1933-1935), habían sufrido
cárcel, pero jamás imaginaron que, por ser republicanos y socialistas, sus
vecinos les fueran a pegarles un tiro en la nuca.
-El libro tiene el título de
VILLAFRANCA. BAJO EL TERROR GOLPISTA 1936-1939…….pero el terror, desde el
escarmiento y la observación de lo que pasaba o les pasó a otros…debió de
continuar más allá de este año en que se proclamó el final de la guerra,
concretamente el 1 de Abril del 39. El miedo que limita algo más que el
ejercicio de las libertades y la convivencia. ¿Qué nos puedes reflexionar?
-Villafranca quedó sumida
en el túnel del tiempo del miedo, de la represión y del terror desde que se
inició la guerra hasta bien pasado el franquismo. Y nunca se rehízo
anímicamente. Solo a partir de 1978, momento en el que varias personas
iniciaron la recuperación de los cuerpos de los asesinados esparcidos por las
cunetas de la Ribera de Navarra, la gente del pueblo comenzaría a hablar de lo
que pasó con cierta libertad y sin miedo. Pero con muchas intermitencias. Esta es una historia atenazada por el peor de
los silencios, el que nace del miedo. La verdad acaba sabiéndose, pero a costa
de mucho dolor.
-El subtítulo es muy
elocuente:”Tiempos de malquerer”, ¡y tanto!. Un
“malquerer” que llevaba al odio, a la violencia y demás…
-Un odio y una violencia
perfectamente diseñados y orquestados teológica y políticamente por la Iglesia
y los Militares golpistas, aupados por el carlismo y el falangismo. Nunca
aceptaron que estuvieran haciendo el mal, sino el Bien, ya que mataban y
asesinaban por España y Dios. Un Dios y una España a la medida de sus
intenciones, claro. Solo hubo culpables e inocentes. Culpables lo fueron los
carlistas y falangistas y quienes sin serlo, aplaudieron esta barbarie. E
inocentes fueron los 42 asesinados. Sin paliativos.
-Es como si primero
hubiese o existiese una primera fase de violencia para allanar el camino a la
exaltación del fascismo o a la utilización, por parte de Franco y los suyos,
del mismo…Franco sacó e ideó una estrategia para sacar beneficio del fascismo,
¿fue también así en Villafranca y Navarra?. ¿Nos puedes hablar de la estrategia
que se hizo seguir o se utilizó?----si a Navarra se la calificó de la “cuna del
Golpe”, también se la puede calificar de “tubo de ensayo del franquismo y de
sus estrategias y/o represiones”, ¿no?
-No lo sé. Es una
perspectiva analítica en la que no he entrado a la hora de escribir el libro.
Solo puedo constatar que en Navarra no hubo frente de guerra y que quienes
llevaron adelante la masacre, 3400 asesinados, eran mayormente civiles,
disfrazados de carlistas y falangistas. No tenían formación militar, pero se
comportaron peor que los militaristas.
-Seguramente los seguidores del
fascismo se retroalimentaron del “nacionalcatolicismo” y del “Franquismo”; ¿
tienen o mantienen algunas diferencias?. El fascismo
español bastante “copiado” o mirando al espejo al Italiano, no comulgaba tanto
con la Iglesia. En cambio, Franco y el franquismo con el
nacionalismo, sí lo hizo…tiró mucho de la Iglesia. Los vasos comunicantes eran
permanentes, ¿lo es así?
-Es complicado establecer
principios de causalidad entre este tipo de hechos y conceptos. Y, ciertamente,
no ha sido ese el objetivo de mi investigación. El franquismo se diferencia del
fascismo en que Franco se quitó de encima a los partidos políticos y, por
tanto, dejó sin habla a la soberanía popular y cualquier vía democrática y
parlamentaria, instaurando una dictadura personal. Solo creyó en el Ejército y
en la Guardia Civil. Ellos fueron los creadores del Derecho a base de órdenes y
decretos que, en principio, salieron de la denominada Junta de Defensa
Nacional. España con Franco jamás dejó ser un Estado de Excepción; no en vano
el clima moral de la guerra lo trasladó a la vida cotidiana durante más de
cuarenta años. Y, desde luego, el franquismo sin el nacionalcatolicismo hubiera
fracasado estrepitosamente.
-El elemento diferencial, aquí, era
la Iglesia y con la eliminación de José Antonio Primo de Rivera, líder del
fascismo….todos los planes del franquismo se allanaron, ¿es así o fue así
también en Villafranca y en Navarra?
-La Iglesia jugó un papel
clave y decisivo desde el principio. El obispo de Pamplona, Marcelino Olaechea,
en 1936, afirmaba que la que guerra “no era una guerra, sino una cruzada”. Sin
el apoyo de la Iglesia, quién sabe si el número de beatos y de santos hubiese
aumentado en progresión geométrica. El
cardenal I. Gomá, representante del Vaticano ante
Franco, fue un purpurado que siempre receló de este militarista africanista y
mucho más de José Antonio, pero tardaría en caerse del guindo. Cuando lo hizo,
ya era demasiado tarde. De hecho, fue Gomá, a
instancias de Franco, quien escribió la Carta
Colectiva de los Obispos justificando teológicamente el golpe de Estado y
la Guerra Civil. En Navarra, la Iglesia
fue tan culpable o más que los carlistas y falangistas de los crímenes de lesa
humanidad que se perpetraron. Pues el hisopo bendiciendo a carlistas y
falangistas no dejaría de utilizarse durante este período. El hisopo y misas
todos los días por los mártires de la Cruzada. En el caso de Villafranca, el
párroco Vicente Azcona fue un furibundo fascista quien, desde el púlpito, no
solo arengó a los carlistas y falangistas a limpiar al pueblo de cizaña, sino
que justificaría estos asesinatos con citas del evangelio. Nunca llamó al cese
de las hostilidades. En ningún momento.
-¿Se trataba de que “el Caudillo”,
al fin y al cabo se afianzarse cada vez más en el poder?
-Eso es lo que
demostrarían los hechos posteriores.
-¿Qué efectos secundarios
tuvo esto entre la población de Villafranca de Navarra?
-Villafranca dejó de
existir. Es elocuente el dato demográfico: en 1931 contaba con 3500 habitantes
y en 1940 la cifra descendería a 3090. Solo vivían y respiraban los golpistas
en un clima de euforia terrible. Los familiares de asesinados -viudas, ancianos
y huérfanos- no sabían donde caerse muertos. Las nuevas leyes fascistas que se
iban implantando no hicieron sino aumentar más los rigores disciplinarios de un
orden que los condenaba a vivir sin un céntimo, sin una parcela y sin un puesto
de trabajo. La hambruna fue total. Los humillaron hasta reducirlos a menos que
cero, como dijera Primo Levi.
-La idiosincrasia de parte de esta
población propensa al fascismo, al nacionalcatolicismo, ¿facilitó la
represión?; ¿hasta la complicidad?
-Así fue. Fue esa parte de
la población la que protagonizó la represión haciéndose cómplice y autora protagonista
de los desmanes que se perpetraron. Una parte de la población que nunca se
arrepintió de lo hecho, sino que, incluso en su vejez, llegaría a pavonearse de
“haber librado a España de gente indeseable”. En las puertas de sus casas
tendrían que haber colocado un cartel que dijera: “Aquí vive un matón.
Contribuyó como pocos al triunfo del Glorioso Movimiento Nacional”. Ahora no
tendríamos ninguna duda acerca de quiénes llevaron adelante tales asesinatos.
Si, entonces, se pavonearon de ello, ¿por qué no dejaron para la posteridad el
recuerdo de sus heroicidades?
-La apología del franquismo, del
nacionalcatolicismo, del fascismo, todo metido en una especie de “coctelera” va
más allá de la represión directa. Ocupa espacios públicos, la represión encabeza
callejeros, nombres de edificios y entra, también en los cementerios….
-La represión que se llevó a cabo en
el pueblo fue absoluta y afectó a todas y cada una de las actividades públicas
y privadas de las personas. El clima fue tan agobiante que muchas personas,
incluso descendientes de republicanos, se sacaron el carnet de la Falange para
poder disponer de salvoconducto y despejar así cualquier duda de adhesión a la
nueva España. Cualquier vestigio que recordara a la II República y a sus
dirigentes sería expulsado de la vía pública. Tanto es así que algunos
republicanos que guardaban en sus casas documentos de su militancia como de las
organizaciones sindicales a las que pertenecieron, les dieron fuego. No sucedió
lo mismo con las camisas azules y boinas coloradas que, incluso, hoy día,
algunos guardan escondidas en sus casas. La presencia del Crucifijo se hizo
omnímoda, lo mismo que las procesiones, misas y actos religiosos. El
nacionalcatolicismo comenzaba a imponerse de un modo acrítico y absoluto en la
sociedad. Navarra comenzaría a ser una sacristía y el resto de España le iría a
la par tras la paz de los cementerios en abril de 1939. Y en los cementerios
solo figurarían quienes murieron por la santa Cruzada… erigiéndoles un
monolito, donde sus nombres figurarán como héroes de la Patria.
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