La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Marc Badal,
autor de “Vidas a la intemperie. Nostalgias y
prejuicios sobre el mundo campesino” (Pepitas de Calabaza)
Un libro de Pepitas de Calabaza que invita,
una vez más al pensamiento libre y a la reflexión.
El libro, tan reflexivo como a la vez
incisivo, es un homenaje a la libertad más aguda.
Nos viene este libro desde la pluma de Marc
Badal.
Lo que nos dice PEPITAS DE CALABAZA sobre este
libro:
[…] A los campesinos les era imposible
concebir un espacio «natural» segregado de lo humano. El conjunto del
territorio formaba parte del hogar. Ellos no se sentían
parte de la naturaleza. Vivían en un mundo sin
naturaleza, […] tan íntimo y familiar como la cocina o el desván. […]
Vidas a la intemperie nos habla de la pérdida de un mundo,
el campesino, compuesto por muchos pequeños mundos que, como Marc Badal
advierte, se han ido alejando de nuestras latitudes en silencio, víctimas de un
«etnocidio con rostro amable». El texto defiende la necesidad de recuperar las
«ruinas que explican nuestro tiempo», cuestionando la mirada sobre el mundo
rural que se produce desde los grupos normativos, aquellos que pueden generar
normas y representaciones colectivas con mayor eficacia. Se propone ampliar la
perspectiva «urbana desde la que se ha escrito la historia» y que ha definido
«lo relevante y lo memorable». En este sentido, nos invita a un viaje al pasado
que nos permite comprender un presente en el que nos hemos quedado huérfanas.
Mediante una recopilación de citas e historias, el autor va tejiendo
cuidadosamente multitud de voces que nos ayudan a entender los diversos mundos
campesinos, haciéndonos transitar durante la lectura entre los «prejuicios y
las buenas intenciones», entre barros y edenes. [...]
(Del prólogo de Irene García Roces)
[...] Somos los descendientes del campesinado.
En sentido figurado y literal. Provenimos de un mundo que no hemos conocido y
serán otros quienes nos cuenten cómo era. Los campesinos no pueden hacerlo. Han
desaparecido y nunca escribieron su historia. Vivimos en el mundo que crearon.
No podemos dar un solo paso sin pisar el resultado de su trabajo. Tampoco abrir
los ojos sin ver el trazo de su huella. Una obra que es todo lo que nos rodea.
Todo aquello que pensamos que es tan nuestro por el hecho de estar ahí. De toda la vida. [...]
[…] La observación
atenta y minuciosa de todo cuanto les rodeaba era la herramienta más valiosa con la que contaban los campesinos. A su
alrededor no había más
que señales. Rastros y presagios. El movimiento
de las nubes, el color de la hierba, el vuelo de los pájaros,
la rama quebrada del cerezo. Su ojo no descansaba. Su memoria tampoco. Un
caudal de información que debía
ser procesado lo antes posible. Era necesario anticiparse. Avanzar o detenerse.
Replantear la estrategia o mantenerla hasta las últimas
consecuencias. En ello les iba mucho. […]
El autor, la pluma que nos invita a esta
reflexión, Marc Badal:
Desde hace más de quince años, Marc Badal
Pijoan (Barcelona, 1976) compagina la investigación
y la dinamización en el ámbito de la agroecología y el desarrollo rural con las
tareas cotidianas en varios proyectos de recuperación de núcleos de montaña
abandonados.
En sus textos aborda distintos aspectos vinculados
a la cultura rural, la industrialización de las actividades agrarias y las
experiencias agroecológicas.
Ha publicado Cuadernos
de viaje. Fragmentos y pasajes históricos sobre semillas (Fundación
Cristina Enea, 2016); Mundo clausurado.
Monocultivo y artificialización (autoeditado, 2016); Vidas
a la intemperie. Notas preliminares sobre el campesinado (Campo
Adentro, 2014); Fe de erratas. La agitación
rural frente a sus límites (autoeditado,
2011) y Los pies en la tierra. Reflexiones
y experiencias hacia un movimiento agroecológico [coord.] (Virus,
2006); además de artículos en las revistasResquicios, Raíces, Cul de Sac, Ekintza Zuzena y Archipiélago.
Actualmente vive en un caserío escondido en la
vertiente norte del Pirineo navarro, donde ha puesto en marcha kanpoko bulegoa (“oficina exterior”), un obrador
artesanal de pensamiento aplicado en torno a la cultura rural y el territorio.
Cazarabet conversa con Marc Badal:
-Amigo Marc, el título de este libro Vidas
a la intemperie; así de pronto nos puede llevar a una especie de premonición
dual: porque por una parte indica –o es
mi parecer— cierta fragilidad; pero por el otro lado, indica fortaleza porque
desde “esa intemperie”, de la que hablas, es desde donde se pueden construir
los mejores o más fuertes proyectos vitales. ¿Qué nos puedes reflexionar?
-La
intemperie del título se refiere, en efecto, a la vulnerabilidad en que
vivieron los pueblos campesinos europeos (y en la que siguen viviendo los de
aquellas zonas donde permanece el campesinado –América Latina, África, Asia-).
Una
intemperie frente a lo ecológico-climatológico pero también, o sobre todo, una
intemperie social y política fruto de la injusticia y la desigualdad.
Ante
tales condiciones, los pueblos campesinos supieron desarrollar un vasto acervo
de conocimientos que les permitían desarrollar su actividad sin socavar las
bases ecológicas que la sustentaban, así como un rico entramado institucional
que amortiguaba los efectos que la dominación provocaba sobre las comunidades
campesinas.
Aunque,
a priori, alguien pudiera pensar que el libro vendría a ser un alegato o un
canto nostálgico del mundo campesino desaparecido, lo cierto es que el
campesinado ha sido una forma de vida que no es reivindicable. Nadie merecería
vivir como lo hicieron los campesinos y las campesinas; lo cual no significa
que muchos de los elementos de aquél mundo no sean interesantes y necesarios
para replantear o reorientar la deriva civilizatoria actual.
-Por cierto, amigo Marc, ¿de dónde sale o qué te
inspira a escribir Vidas a la
intemperie….?
-Desde
hace aproximadamente 20 años he vivido en distintos núcleos de montaña que
habían quedado abandonados. Durante este tiempo, he compaginado las tareas
cotidianas en estas fincas con el hábito de la lectura.
El
libro, simplemente, recoge una serie de notas y referencias que había ido
acumulando para compartirlas con todas aquellas personas que, a su manera, se
preocupan por la situación del medio rural y del sector agrario.
El libro
se escribió en el viejo caserío de montaña donde vivo desde hace cinco años y
en sus páginas me limito a compartir las dudas que me asaltan cotidianamente
desde hace años.
-Perder el pulso o el paso del entorno
sea rural o no, pero en este caso nos centramos en lo rural, es siempre casi
sinónimo de tener que encontrarte como con más dificultades…porque nos vemos
“obligados” a adoptar conductas, decisiones que nos vienen como impuestas a
paso acelerado…
-En esta
edición, se ha incluido un breve texto a modo de epílogo: Mundo clausurado,
monocultivo y artificialización. Este texto se
inicia con una reflexión sobre el “presente continuo” en el que vivimos. Esta
idea puede entenderse como la consecuencia del fenómeno que se describe al
final de Vidas a la intemperie; es decir: la desaparición del mundo
campesino en nuestros territorios ha supuesto un corte histórico que nos ha
dejado huérfanos de nuestro pasado. Nuestro propio ángel de la historia Benjaminiano ya no puede contemplar las ruinas que explican
nuestro tiempo. La nuestra, es una sociedad que padece una miopía amnésica
propia de quien avanza apresuradamente hacia ninguna parte.
-Es muy
importante saber elegir y seguramente que en las elecciones nos equivocamos,
pero si al menos tenemos libertad plena para hacerlo, pero ¿y cuándo hay como
una libertad social trucada que te lleva tomar decisiones forzadas y a dejar tu
entorno social y rural o a transformarlo a imagen y semejanza de cualquier cosa
“de moda”….?
A pesar
de que la historia del éxodo rural que ha vaciado la Península ibérica podría
contarse a través de relatos dispares e, incluso, antagónicos, es innegable que
la política (primero franquista y luego “democrática”) ha jugado un papel
determinante. En cuanto a política rural y agraria, Spain
sí fue different. Es evidente que muchas
personas dejaron su pueblo por elección propia, pero no es menos evidente que
la gran mayoría de personas que emigraron a las ciudades lo hicieron porque
aquella era la única opción que les dejaron.
Una vez
consumado el derrumbe rural y agrario, el campo aparece rodeado de nuevas
connotaciones amables que lo convierten en un espacio idealizado por gran parte
de la ciudadanía. Esperan encontrar, en sus escapadas de fin de semana, todo
aquello que la ciudad les niega. Proyectan en el campo gran parte de sus
anhelos esperando encontrar una realidad que solamente existe en su
imaginación.
-Pero no acaba de haber libertad ni de elección ni de acción….y
más cuando “lo rural” figura más como elemento de “marketing” que como una
forma de vida para tomar nota y aprender, ¿no?
-El
campo se ha convertido en una postal, en un parque temático de paisaje y
naturaleza. Todo lo que conformó nuestros territorios diversos (y las culturas
que los habitaron) si no ha desaparecido, sí ha sufrido una grave
desarticulación. El turista rural no es capaz de ver más allá de la superficie
paisajística que se le ofrece. El problema es que, a medida que pasan los años,
bajo esa superficie son menos las cosas que se mantienen ocultas a la mirada
del turista.
Las
transformaciones impuestas por la industrialización de las actividades agrarias
y por el sistema alimentario hegemónico dejan tras de sí una geografía
laminada, bien sea por la gangrena del despoblamiento o por el aliento mórbido
de la artificialización extrema. En ambos casos, nos
hallamos ante complejos escenarios que no admiten ninguna aproximación
entusiasta ni cándida a los problemas que enfrentamos en nuestros territorios
rurales.
-O cuando lo incluyen como elemento para jugar en las
diferentes citas electorales, un poco deplorable…
-“Lo
rural” nunca debe de ser objeto como de moneda de cambio, ¿verdad?, pero
incluso me atrevería a decir que puede ser o, mejor dicho, estar como en el
punto de mira de no pocos “entes” oportunistas. ¿Qué nos puedes decir?
-Y ¿de qué piensas que está hecha la gente que nos
sentimos muy pegados a la tierra, a lo rural con todos sus componentes…?
-La
verdad es que no podría mencionar un denominador común. El libro, precisamente,
pretende desmontar o poner en evidencia una serie de tópicos que se han vertido
sobre la gente de campo: “los campesinos eran así...”. Solo una mirada ajena
encumbrada sobre una relación de poder desigual puede emitir generalizaciones
de este tipo. Cuando hablas de lo más cercano, o de los más cercanos, cualquier
intento de generalización se revela arbitrario y tendencioso.
Es
evidente que el marco en el que se desarrolla nuestra vida condiciona nuestros
recorridos pero, francamente, me costaría mucho encontrar elementos comunes que
permitieran reflejar esto de “lo que está hecha la gente de campo”.
-Estos ciudadanos y ciudadanas tienen una misión, como
la de hacer que la gente, hasta los urbanos y urbanas, no se deshagan del
cordón umbilical que debería mantener en permanente vínculo,
retroalimentándose, de los saberes de Gaia…
La
expansión de la cultura urbana al conjunto del territorio es una tendencia
evidente que puede identificarse claramente, a través de distintos elementos,
en las sociedades rurales contemporáneas: estilo de vida, relación con el
mundo, terciarización de las economías rurales
asociada a la desagrarización, etc.
A
menudo, tengo la sensación de que mucha gente en los pueblos vive también al
margen de los ciclos ecológicos y agrarios que han conformado nuestros
territorios.
La
memoria campesina se ha roto, o ha quedado francamente maltrecha. Por supuesto,
todavía son muchos los puentes con nuestro cercano pasado campesino -saberes,
formas de hacer, valores,...- pero los procesos de desarraigo biocultural
avanzan de manera implacable, también en muchas zonas rurales.
En la
ciudad, es evidente, todo el proceso de alienación ecológica y de anomia social
está avanzando a marchas forzadas, pero, en cierto modo, lo interpreto como
otra expresión de un mismo proceso general.
-Pero, a la vez, que hay que saber
aproximar a la gente al mundo rural y a su idiosincrasia e incluso “recuperar”
parte de la vida en “lo rural”…hay que estar muy capaz de no poner al mundo
rural “en jaque” de no pocos “buitres especuladores” que igual pueden ver en
“lo rural” su próxima burbuja… ¿Cómo lo ves?
-Hablar
de “medio rural” en singular es siempre arriesgado y conviene no olvidar la
extrema heterogeneidad de los distintos mundos rurales contemporáneos.
Las
zonas más cercanas a grandes polos urbanos sufren desde hace años la presión
salvaje de la especulación inmobiliaria (precios de la tierra,
recalificaciones, expropiaciones por infraestructuras, etc.). Existen zonas “tocadas”
por la varita mágica del turismo rural, del turismo invernal, veraniego o “de
naturaleza”, que también han vivido sus propias burbujas inmobiliarias.
Existen, por supuesto, muchos lugares olvidados que, hasta la fecha, no han
despertado ningún interés de este tipo,...
El
acceso a la vivienda o a los medios de producción agraria es un problema
sangrante en muchas zonas rurales. Un lastre para la llegada de gente nueva
(joven en muchos casos) que se incrementa cuando estas personas pretenden vivir de la agricultura o la ganadería.
Teniendo
en cuenta la situación en buena parte de nuestros medios rurales, la falta de
viviendas de alquiler o los precios (hinchados por el fenómeno de la segunda
residencia), representan un obstáculo importante para la revitalización de las
zonas rurales más marginales.
-Solo de los verdaderos “hijos de la tierras”, que son
los que la trabajan, y la aman sin sobreexplotarla —porque aquí también de todo
hay--solamente de ellos podemos esperar que nos enseñen a estar con cierta
armonía y de seguir aprendiendo cuando visitemos el entorno natural, casi a la
intemperie porque lo hacemos así, a la intemperie. Coméntanos, por favor.
-Como
comentaba antes, es absurdo idealizar el mundo campesino tradicional. Sin
embargo, desde la praxis de la agroecología se reivindican y se utilizan muchos
de los conocimientos y de los elementos de los sistemas productivos campesinos,
así como se actualizan muchas de las prácticas y de los valores asociados a
dicho mundo: la importancia de desarrollar una actividad productiva que no
socave las bases ecológicas que la sustentan, la diversificación y el
aprovechamiento múltiple del territorio como estrategia económica, la reducción
de los insumos importados desde otros territorios, el vínculo entre la esfera
comunitaria y el entorno más cercano, las relaciones de proximidad y vecindad
(con todos los problemas que acarrean), el gusto por un trabajo bien hecho, el
rechazo casi instintivo de cualquier veleidad de ostentación, una humildad que
proviene de la convivencia con la incertidumbre y con unas limitaciones
materiales innegociables, etc.
El mundo
campesino no regresará y, quizás, debamos alegrarnos por ello, pero de aquel
mundo y de sus gentes podemos extraer aprendizajes muy útiles para reorientar
la senda de unos acontecimientos que nos arrastran por el callejón sin salida
de la industrialización agraria y la urbanización de nuestra vida.
26536
Vidas a la
intemperie. Nostalgias y prejuicios sobre el mundo campesino. Marc Badal. Prólogo de Irene García
Roces
224 páginas 14,5 x 17 cms.
17.00 euros
Pepitas de Calabaza
[…] A los
campesinos les era imposible concebir un espacio «natural» segregado de lo
humano. El conjunto del territorio formaba parte del hogar. Ellos no se sentían parte de la naturaleza. Vivían
en un mundo sin naturaleza, […] tan íntimo y familiar como la cocina o el
desván. […]
Vidas a la intemperie nos habla de la pérdida de un mundo, el campesino,
compuesto por muchos pequeños mundos que, como Marc Badal advierte, se han ido
alejando de nuestras latitudes en silencio, víctimas de un «etnocidio con
rostro amable». El texto defiende la necesidad de recuperar las «ruinas que
explican nuestro tiempo», cuestionando la mirada sobre el mundo rural que se
produce desde los grupos normativos, aquellos que pueden generar normas y
representaciones colectivas con mayor eficacia. Se propone ampliar la
perspectiva «urbana desde la que se ha escrito la historia» y que ha definido
«lo relevante y lo memorable». En este sentido, nos invita a un viaje al pasado
que nos permite comprender un presente en el que nos hemos quedado huérfanas.
Mediante una recopilación de citas e historias, el autor va tejiendo
cuidadosamente multitud de voces que nos ayudan a entender los diversos mundos
campesinos, haciéndonos transitar durante la lectura entre los «prejuicios y
las buenas intenciones», entre barros y edenes. [...]
(Del prólogo de Irene García Roces)
[...] Somos los descendientes del campesinado. En sentido figurado y literal.
Provenimos de un mundo que no hemos conocido y serán otros quienes nos cuenten
cómo era. Los campesinos no pueden hacerlo. Han desaparecido y nunca
escribieron su historia. Vivimos en el mundo que crearon. No podemos dar un
solo paso sin pisar el resultado de su trabajo. Tampoco abrir los ojos sin ver
el trazo de su huella. Una obra que es todo lo que nos rodea. Todo aquello que
pensamos que es tan nuestro por el hecho de estar ahí.
De toda la vida. [...]
[…] La observación atenta y minuciosa de todo
cuanto les rodeaba era la herramienta más
valiosa con la que contaban los campesinos. A su alrededor no había más que señales. Rastros y presagios. El movimiento de las
nubes, el color de la hierba, el vuelo de los pájaros,
la rama quebrada del cerezo. Su ojo no descansaba. Su memoria tampoco. Un
caudal de información que debía
ser procesado lo antes posible. Era necesario anticiparse. Avanzar o detenerse.
Replantear la estrategia o mantenerla hasta las últimas
consecuencias. En ello les iba mucho. […]
Marc
Badal
Desde hace
más de quince años, Marc Badal Pijoan (Barcelona, 1976) compagina la investigación y la dinamización en el ámbito de la
agroecología y el desarrollo rural con las tareas cotidianas en varios
proyectos de recuperación de núcleos de montaña abandonados.
En sus textos
aborda distintos aspectos vinculados a la cultura rural, la industrialización
de las actividades agrarias y las experiencias agroecológicas.
Ha
publicado Cuadernos de viaje. Fragmentos y pasajes históricos sobre
semillas Fundación Cristina Enea, 2016); Mundo clausurado.
Monocultivo y artificialización (autoeditado, 2016); Vidas a la intemperie. Notas
preliminares sobre el campesinado (Campo Adentro, 2014); Fe de
erratas. La agitación rural frente a sus límites(autoeditado,
2011) y Los pies en la tierra. Reflexiones y experiencias hacia un
movimiento agroecológico [coord.] (Virus, 2006); además de artículos
en las revistas Resquicios, Raíces, Cul de Sac, Ekintza Zuzena y Archipiélago.
Actualmente
vive en un caserío escondido en la vertiente norte del Pirineo navarro, donde
ha puesto en marcha kanpoko bulegoa (“oficina exterior”), un obrador artesanal
de pensamiento aplicado en torno a la cultura rural y el territorio.
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