La
Librería de El Sueño Igualitario
Editorial Pamiela nos ofrece un libro
que viaja entre el ensayo y la recopilación testimonial entre los crímenes y la
represión del franquismo contra este sindicato vasco.
Aquello que nos cuenta Pamiela:
A pesar de que han transcurrido más de cien años
desde su fundación en 1911, la historia del sindicato mayoritario de Hego Euskal Herria,
ELA, sigue siendo, en gran parte, una gran desconocida. La guerra y sus
consecuencias marcaron la existencia de toda una generación que luchó
contra la sublevación fascista, sufrió́ la represión, la ilegalización de
su organización y la prohibición de actividades, el exilio y la clandestinidad.
Este libro pretende recuperar para la historia
y reconocer con nombres y apellidos a esta generación de personas que desde el
sindicalismo luchó por la libertad y la democracia contra el fascismo y
la dictadura. A pesar de los muchos vacíos, tanto documentales como de testigos
y testimonios de la época, esperamos que sea el inicio de la recuperación de la
memoria histórica de ELA, y una invitación para seguir investigando sobre el
pasado reciente.
El autor, Joxeangel Ulazia Beristain:
Este guipuzcoano licenciado en Historia
Moderna y Contemporánea por la Universidad Autónoma de Bellaterra,
Barcelona; ejerció como docente en la
ikastola Itziarko Ama de Deba, de la que también fue
director y donde se inició en el sindicalismo.
Su vinculación y andadura dentro del sindicato
ELA comienza en 1989.Poco a poco va asumiendo responsabilidades. En la
actualidad es secretario de la Fundación Manu Robles-Arangiz
Institutua, donde colabora impartiendo formación
sindical, en el centro de documentación y en el archivo histórico del
mencionado sindicato.
Cazarabet conversa con Joxeangel Ulazia:
-¿Cómo recuerdas tus primeros años en el sindicato
ELA? ¿Qué hace que te inicies en el sindicalismo? Debe haber un punto de
inflexión que hace que te aproximes a ELA? ¿Por qué ELA para mostrar tu
desasosiego?
-En 1980 comienzo mi carrera profesional como profesor
en una ikastola (escuela en euskera). Mis inquietudes, vinculadas a una
educación familiar en la que siempre se debía de hacer justicia al más débil,
me habían llevado al terreno de la lucha de clases y el movimiento obrero,
motivo por el que, con una beca, hice la licenciatura en Historia Moderna y
Contemporánea en la Universidad Autónoma de Bellaterra.
Fuí elegido representante, delegado, por mis compañeros,
y en mis primeros años me decanté por un sindicato corporativo de la enseñanza
STEE-EILAS (Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de Euskadi) hasta que en
una asamblea, una persona nos recordó que antes que profesores éramos
trabajadores, era el responsable de enseñanza de ELA (Eusko
Langileen Alkartasuna-Solidaridad
de Trabajadores Vascos). Para mí fue decisivo. Al día siguiente, en 1984, me
afilié en ELA. Cuando este responsable me visitó para conocer qué problema
tenía y le indiqué que ninguno (yo era el director del centro) me sumó a su
equipo. Negociábamos el convenio colectivo, nos reuníamos con los delegados y
delegadas, intentábamos arreglar problemas menores...Era una labor pequeña,
pero importante.
Cinco años más tarde, 1989, di el paso de trabajar en
exclusiva para el sindicato, en el que he continuado en distintas
responsabilidades hasta el día de hoy.
-Te vinculas a finales de los ochenta, ¿cómo recuerdas
que estaba la calle en aquellos momentos? ¿En qué luchas te ves sumergido? Me
imagino que la vida, la convivencia y el ambiente en Euskadi debe ser cortante,
casi hasta cansino… ¿Qué nos puedes reflexionar?
-Mi primer recuerdo es que la situación del
profesorado y la de la clase trabajadora en general nada tenían que ver. El
nuestro, el de los profesores, era otro mundo. Obviamente, la situación
política afectaba a todo el mundo (desafortunadamente, ETA tenía una gran presencia
en lo cotidiano) pero también se convertía en la gran coartada para obviar la
situación socio-económica. Entre 1990 y 1994 se vivió una gran crisis: cierres
de empresas, despidos, inmigrantes que vuelven a sus lugares de origen...Os
contaré una anécdota: A finales de 1990, dejando mis responsabilidades en la
Enseñanza me hacen responsable de una comarca de Gipuzkoa,
el Bajo Deba cuya capital es Eibar, hoy conocida por
su proyección deportiva pero que en un tiempo albergaba muchas industrias del
sector de la máquina-herramienta, bicicleta, armas, máquinas de coser… Nada más
ocupar el cargo tuve que gestionar el cierre de una empresa de 17 trabajadores.
El compañero que había ocupado mi responsabilidad me dijo: “Tranquilo. Esto
pasa una vez cada diez años” Para mí fue el bautismo de fuego. En el año 1994
el índice de paro de esta comarca para los jóvenes era del 50%.
Se puede pensar que ETA condicionaba cualquier tipo de
actividad, pero, en mi opinión, salvo los consiguientes traumas que provocaban
las acciones violentas, la vorágine del día a día consumía la mayor parte de
nuestra actividad.
-¿Por qué, amigo Joxeangel,
te animas a escribir la historia de este sindicato de Euskalherria?
-En primer lugar, este libro no es, ni pretende serlo,
la historia de ELA. Afortunadamente, en los últimos años, distintos estudiosos
y protagonistas han dado luz sobre la historia del mismo ( Joxemi Unanue, Martin Aurrekoetxea, Dario Ansel, German Kortabarria,
Joxe Elorrieta, Ivan Gimenez, Francisco Letamendia…)
Lo cierto es que estaba recopilando documentación para
hacer algún tipo de trabajo en los años de mi jubilación, pero en 2013 el
sindicato se sumó a la Plataforma Vasca contra los crímenes del franquismo y, a
petición de miembros de la misma, se aceleró la realización del libro.
-¿Qué te ha sorprendido más de su historia?
-Sorpresas, muchas. ELA fue, a partir de 1935, la
organización sindical más importante de Euskal Herria. Su implantación en todos los territorios era muy
importante (más de 50.000 afiliados, locales, cooperativas…).
En otro sentido, la importancia que tenía la religión
en la vida de sus componentes. No entendían que la gente que iba a misa con
ellos, había comulgado con ellos, les llevase al paredón. No entendían que los
sublevados se ensañasen más con ellos que con los “rojos” cuando en muchas
ocasiones se habían jugado la vida para salvarlos
Respecto a la vinculación con el PNV: no se pueden
negar los lazos ideológicos, pero su disconformidad con la línea del partido se
manifiesta en múltiples ocasiones haciendo alarde de su independencia a la hora
de tomar decisiones. Ni todos los trabajadores del PNV eran de ELA, ni todos
los afiliados a ELA eran del PNV.
La solidaridad entre sus miembros. Aún en las más
duras condiciones, el sindicato era para ellos refugio y protección. Por ello
sus dirigentes se cuidaron muy mucho de mantener este espíritu solidario
incluso en el exilio creando organizaciones allá donde hubiese miembros del sindicato.
-¿Cómo fue el proceso de documentación, la metodología
de trabajo…?
-Ya he mencionado antes mi formación académica. A
partir de ahí, nunca he dejado de lado la oportunidad de buscar bibliografía,
documentación, etc. He ido recopilando datos durante muchos años, pero lo más
relevante se produce en 2011 cuando celebramos el centenario del sindicato y
nos proponemos realizar una exposición itinerante, para lo que necesitamos
buscar y encontrar material suficiente. Indagamos en archivos municipales, provinciales,
hacemos un llamamiento a la afiliación...Además, para entonces estamos inmersos
en un proceso de actualización del archivo histórico que había estado
diseminado y sin catalogar. Es precisamente esta actualización del archivo la
que ha servido, de manera fundamental, para la búsqueda de datos que hasta
ahora eran desconocidos. La apuesta de los responsables del sindicato Xabi Anza, Fernando Iraeta, Dani Gómez, en este sentido, ha sido decisiva.
-Sufrió la represión franquista como otros colectivos, pero háblanos un
poco de cómo se le fue cercando a esta formación sindical… ¿Hubo diferencias
con respecto a otros colectivos?¿Hasta qué punto la
guerra, la dictadura y el fascismo agazaparon a ELA?
-Distinguiría dos épocas. La primera es la época de la
resistencia, lo que nosotros llamamos la segunda generación. Es después de la
de los fundadores, la de los perdedores de la guerra, los que han sufrido la
represión (fusilamientos, cárcel, exilio…) y que en los años cuarenta y
cincuenta protagoniza la resistencia a la dictadura con mucho mérito, pero
pocos resultados. Hay muchos intentos de reorganizar ELA desde el exilio pero
las condenas judiciales hablan de su fracaso.
Es a partir de los años sesenta cuando una nueva
generación, que no ha conocido la guerra, la tercera generación, empieza una
refundación del sindicato, buscando ligarse a la ELA histórica, pero bebiendo
los nuevos aires que emergen en el mundo: marxismo, lucha de clases, liberación
nacional...son las nuevas ideas que se añaden a la justicia social, la
solidaridad que proponían los fundadores.
Los rigores de la clandestinidad se puede decir que
fueron similares a los de cualquier otra organización que se oponía al régimen
franquista. Resulta curioso que muchas de las personas pertenecientes a ELA y
detenidas por la policía, lo fueron en la creencia de que pertenecían a ETA.
Las estrictas normas de la clandestinidad convertían
automáticamente en sospechosos a los miembros de ELA, que en los
interrogatorios no salían de su asombro ante las preguntas de la policía que
pretendía vincularlos a ETA, de la que obviamente no sabían nada, y sin
embargo, no mostraban ningún interés por su actividad sindical.
-¿Impusieron tanto el escarmiento que se apoderó entre
la población, entre la sociedad ese miedo que es la mejor de las armas?
-Uno de los testimonios que he podido recoger resume
de manera muy concreta esta pregunta. En los tiempos de la Resistencia, a los
que me he referido antes, un ex-dirigente se manifestaba de esta manera: “lo
primero que teníamos que hacer era quitar el miedo a volver a organizarse y
actuar”
-De todas formas, ya en democracia, ELA fue todo un revulsivo para las
reivindicaciones y conquista de derechos laborales…¿Cómo
es en la actualidad el pulso, como están las constantes de ELA?
-ELA hizo bien los deberes. En primer lugar desarrollo
un modelo sindical independiente de cualquier partido político, cosa que ahora
puede parecer normal, pero en los años setenta no lo era (CCOO-PCE, UGT-PSOE…)
y además labró su autonomía financiera para poder hacer realidad la primera
premisa. Para conseguirlo la cuota de ELA era cuatro veces superior a la del
resto de los sindicatos. Hoy en día son nuestras señas de identidad: autonomía
política y autonomía financiera, que posibilitan un discurso y un quehacer
diario sin trabas, ni chantajes.
En segundo lugar, la necesidad de legitimación
democrática de la patronal, que había convivido cómodamente con la dictadura,
propició un desarrollo espectacular de las relaciones laborales.
Por último, la búsqueda de la hegemonía a nivel del
estado entre CCOO y UGT, hizo que no se nos tuviera en cuenta y pudiésemos
desarrollar nuestro modelo sin una oposición cerril. Algo similar ocurrió con
las posibles interferencias políticas. Había otras prioridades.
Hoy en día somos el primer sindicato con diferencia en
la CAPV y en Euskal Herria.
Tenemos una afiliación de casi 100.000 personas y la sensación de que la gente
que no se conforma con su situación y se enfrenta a las injusticias sabe que
puede confiar en nosotros. Cualquier trabajador y trabajadora de este país sabe
que si hay que pelear por algo, ELA es el sindicato de referencia
-Por cierto, ¿por qué crees que la historia de ELA es
bastante desconocida?
-Hay un primer motivo. Parece que para la
intelectualidad universitaria el sindicalismo, al menos el sindicalismo vasco,
carece de interés. El sindicalismo siempre es segundo plato. Los partidos
políticos, incluso los movimientos sociales, en general, tienen más “gancho”.
Por otro lado, ELA ha estado mucho tiempo “haciendo
sindicato”, dando preferencia a tareas organizativas antes que promocionarse,
darse trascendencia pública.
Sin embargo, es curioso que ELA provoca
interés más allá del estado español. Estudiosos franceses, quebecois,
italianos y hasta chinos han hecho trabajos sobre ELA.
-De los malos momentos, siempre se aprende y lo que se
aprende se puede utilizar después y seguro se emplea, ¿qué nos puedes decir,
que nos puedes explicar de esas enseñanzas que debieron ponerse en el tablero
tanto en tiempos de dictadura como en la transición como en democracia?
-Me vienen dos cosas a la cabeza. Las personas son muy
importantes. Un sindicalista, o es honesto (consigo mismo, con sus compañeros,
con su organización…) o no es sindicalista. Aunque sea duro, ser fiel a tus
principios y a tus ideas es lo que te va a marcar el camino a seguir y lo que
vas a dejar a los que vienen detrás. Si fuera fácil todo el mundo sería
sindicalista.
Todas las fotos proceden del Archivo Municipal de
Bergara
23967
No pudieron romper el cerco. Crímenes
y represión franquista contra ELA. Joxeangel Ulazia
208 páginas
16.00 euros
Pamiela
A pesar de que han transcurrido más de cien años
desde su fundación en 1911, la historia del
sindicato mayoritario de Hego Euskal
Herria, ELA, sigue siendo, en gran parte, una gran
desconocida. La guerra y sus consecuencias marcaron la existencia de toda una generación que luchó contra la sublevación fascista, sufrió
la represión, la ilegalización
de su organización y la prohibición
de actividades, el exilio y la clandestinidad.
Este libro pretende recuperar para la historia y reconocer con nombres y
apellidos a esta generación de personas que
desde el sindicalismo luchó por la libertad y la democracia contra el
fascismo y la dictadura. A pesar de los muchos vacíos,
tanto documentales como de testigos y testimonios de la época,
esperamos que sea el inicio de la recuperación
de la memoria histórica de ELA, y una invitación para seguir investigando sobre el pasado
reciente.
Joxeangel Ulazia Beristain (Mutriku, 1957)
Licenciado en Historia Moderna y Contemporánea
por la Universidad Autónoma de Bellaterra, Barcelona. Ejerció
como docente en la ikastola itziarko Ama de Deba, de
la que también fue director y donde se
inició en el sindicalismo.
A partir de 1989 comienza su andadura dentro del sindicato ELA desempeñando distintas responsabilidades. En la
actualidad es secretario de la Fundación Manu
Robles-Arangiz institutua,
donde colabora impartiendo formación sindical,
en el centro de documentación y en el archivo histórico del mencionado sindicato.
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