La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Patxi Zubizarreta, autor de "Tres cartas desde Pamplona (1935-1940)" (Pamiela)
Patxi Zubizarreta narra haciendo uso
del arte de describir con epístolas, y una pluma exquisita y contundente, la
vida del Batallón Disciplinado de Trabajadores nº 127
Una historia
de presos políticos, deportados, hacinados y maltratados que pagaron caro por
su manera de pensar
Lo que nos dice la editorial del libro:
El 25 de julio de 1939, primero en los vagones de mercancías
del tren del Irati hasta Lumbier y posteriormente en
camiones, cientos de presos fueron conducidos desde Pamplona hasta el pueblo de
Roncal, en el valle del mismo nombre. Los lugareños se preguntaban qué clase de
ganado transportarían, hacinado como cerdos; o si se trataría de segadores,
saltimbanquis o gitanos. Dijeron que aquel Batallón Disciplinario de
Trabajadores n.º 127 venía a realizar las labores de acondicionamiento de la
frontera pirenaica, y que trabajarían en la carretera que debía unir los valles
de Salazar y Roncal, e igualmente otros tantos obreros deberían hacerlo en las
que conectarían Lesaca con Oyarzun, o Eugui con Irurita. Son palabras
del NO-DO: «Con el Trabajo, el Pan y la Justicia de la Patria, poco a poco los
prisioneros van reconstruyendo lo que ellos mismos antes deshicieron con dinamita».
Harapientos, arrastrando los pies cansados, como
autómatas, los presos se movían de sol a sol al ritmo marcado por las cornetas:
para formar, para los recuentos interminables y, sobre todo, para, a golpe de
pala, cesto y carretilla, ensanchar la caja de la carretera hasta caer
rendidos.
El autor, Patxi Zubizarreta…
Este
escritor vasco estudió Filología Vasca en Vitoria-Gasteiz, ciudad en la que
reside. Como escritor tiene obra tanto para adultos (Partir, Camas deshechas) y
otros para niños y jóvenes( Usoa, El chico que fue
hambre o El maravilloso viaje de Xia Tenzin). También ha traducido obras al euskera como El
Principito, El callejón de los milagros de Naguib Mahfuz… además, más allá de la escritura destaca
proponiendo, junto con otros artistas (desde músicos a ilustradores) ,
propuestas que tienen a ver con el arte….
Cazarabet conversa con Patxi Zubizarreta:
-Patxi,
¿por qué te dio por adentrarte en la historia particular del Batallón
Disciplinario de Trabajadores nº127?
-Recuerdo muy bien un anochecer en un bar de carretera
de Bizkaia. En la tele daban un documental en el que
reconocí paisajes queridos por mí. Era el Pirineo navarro. Pero narraba una
historia totalmente desconocida. Una pequeña carretera que habían construido a
golpe de pico y pala, sin comida y con mucho frío, los esclavos del franquismo.
-Muchos de nosotros tuvimos
a algún abuelo, tío….en algún Batallón Disciplinario… ¿Cuáles debían ser las
condiciones de trabajo, en los mismos, para que estos no quisieran, se
atrevieran o pudieran hablar de ello….?
-Esa es la verdadera razón que me provocó la
escritura. Dos tíos fueron obligados a esos ‘trabajos’, pero nunca he sabido
dónde. Jorge Semprún pasó 16 años sin poder hablar de
su experiencia en los campos de concentración, hasta que una noche no pudo más
y contó su dolor con todo detalle, «la muerte en todos sus recovecos». Es
posible que por miedo o por no remover más una memoria tan dolorida prefirieran
callarse. Ahora que presentamos un documental sobre la guerra en Ordizia (Gipuzkoa, mi pueblo
natal), se ha descubierto que a uno de mis tíos lo llevaron hasta Cádiz. De
forma que las imágenes encendieron mis recuerdos, y me puse a leer, investigar
y, al final, a escribir. Quizá porque, como también decía Semprún,
hay que darles la palabra a los náufragos.
-Como con la gran mayoría
de las cosas que fueron aconteciendo en la dura posguerra, desde los efectos
más directos a los más indirectos, ¿por qué se conocen tan poco o por qué han
tardado tanto en ser conocidos y poder hablar de ellos…?
-Aquí, en el País Vasco, se habla del relato de lo que
la sido el conflicto y la historia de estas últimas
décadas, pero tengo la impresión de que es ahora cuando se está realizando un
relato fehaciente de la guerra civil. Solo citaré dos obras: Los girasoles ciegos de Alberto Méndez y
El arte de volar de Antonio Altarriba. No sé si es solo cuestión de distancia temporal.
De cualquier forma, la sombra del franquismo es bien alargada…
-Las cartas, aunque vigiladas,
debieron constituir como una válvula de escape, ¿no?
-Creo que siempre lo han constituido. Qué pena que las
hayamos olvidado. El género epistolar me interesa especialmente y creo que su
obra cumbre, en cuanto a conflictos no sentimentales sino sociales, es la
narración inigualable Paradero
desconocido de Kressmann Taylor. ¡Vaya capacidad
de síntesis, de sugestión y sugerencia!
-Tu libro
es duro, pero al envolverlo de la transmisión de lo acontecido por carta y
comunicación escrita, pues como que parece que todo es como “más soportable”
¿qué nos puedes comentar?
-Mi narración surge de una necesidad íntima que
pretende ser compartida; pero no es vivida, quizá por eso necesita un argumento
que intenta arrastrarte, de un artificio del que también hablaba Semprún, incluso desde su experiencia, en La escritura o la vida. También es una
constatación de la ambigüedad humana. ¡Cuántos hermanos se encontraron, a veces
sin siquiera saberlo, disparando desde trincheras enfrentadas! Existe un
reportaje excepcional sobre los hermanos vitorianos Hidalgo de Cisneros, uno
piloto republicano y el otro franquista convencido (creo que se titula Buscando el paraíso). Pero la literatura
también subraya la ambigüedad y ambivalencia propias, en nuestro propio
devenir, recoge los cadáveres que vamos dejando en nuestras diferentes etapas
existenciales.
-Pero ¿fue esa parte de
escritor que tanto pesa en ti lo que hizo que quisieras transmitir, todo
lo que pasó, en cartas y con las relaciones epistolares?
-Siempre me gusta dejar muy claras las pistas y los
motivos literarios que subyacen bajo mis narraciones, y ahí están todos esos
modelos que he citado anteriormente. Creo que son pistas y, además,
recomendaciones sinceras. Al final, el mismo libro, como objeto, es una forma
de dirigirse a alguien, un sucedáneo epistolar.
-Dignificar
a aquellos que padecieron la represión en cárceles, campos de trabajo,
batallones de trabajo, ¿es para un escritor como tú o para aquellos que
reivindicamos la Memoria Histórica… algo más que un deber?
-Yo nunca había pensado en escribir este libro. Nunca
había entrado en mis planes. Pero, por lo visto, aquel atardecer estaba en el
momento adecuado. Kundera, hablando de su matemática existencial,
decía que cuanto más rápido vivimos, más olvidamos. Por eso creo que es un
deber, un quehacer imprescindible y delicado que trasciende la dicotomía entre
buenos y malos.
-Patxi,
¿en qué estás trabajando en la actualidad….?
-Acabo de publicar una novela, 50, que es un libro-disco situado en el balneario de Panticosa. Allí acuden un pintor, un músico y un escritor a
ofrecer un recital, y allí llevan sus recelos, sus miedos, sus actuales
situaciones patéticas —parece que la cultura se ha convertido en un objeto de
lujo, y no algo necesario—, y todo revienta —y se diluye— en una noche de
Diluvio Universal. En enero cumplí 50 y desde la atalaya que me ofrece esta
edad intermedia hago una especie de repaso a mi vida y, por cierto, también
marcado por la sangrante realidad vasca de estos últimos años.
18125
Tres cartas desde
Pamplona (1935-1940).
Patxi Zubizarreta
144 páginas
9.90 euros
Pamiela
El 25 de julio de 1939, primero
en los vagones de mercancías del tren del Irati hasta Lumbier
y posteriormente en camiones, cientos de presos fueron conducidos desde
Pamplona hasta el pueblo de Roncal, en el valle del mismo nombre. Los lugareños
se preguntaban qué clase de ganado transportarían, hacinado como cerdos; o si
se trataría de segadores, saltimbanquis o gitanos. Dijeron que aquel Batallón
Disciplinario de Trabajadores n.º 127 venía a realizar las labores de
acondicionamiento de la frontera pirenaica, y que trabajarían en la carretera
que debía unir los valles de Salazar y Roncal, e igualmente otros tantos
obreros deberían hacerlo en las que conectarían Lesaca
con Oyarzun, o Eugui con Irurita.
Son palabras del NO-DO: «Con el Trabajo, el Pan y la Justicia de la Patria,
poco a poco los prisioneros van reconstruyendo lo que ellos mismos antes deshicieron
con dinamita».
Harapientos, arrastrando los pies cansados, como autómatas, los presos se
movían de sol a sol al ritmo marcado por las cornetas: para formar, para los
recuentos interminables y, sobre todo, para, a golpe de pala, cesto y
carretilla, ensanchar la caja de la carretera hasta caer rendidos.
Sobre el autor: http://www.pamiela.com/es/tienda/manufacturers/zubizarreta-patxi?tmpl=component
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