El-telar-de-Penelope-cubierta-reducida.jpgCazarabet conversa con...   José María Herrera, autor de “El telar de Penélope” (Tréveris)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

José María Herrera  nos presenta una lectura sosegada, pero que nos activará desde la reflexión y el pensamiento; el libro, viene publicado desde editorial Tréveris.

El libro nos reconcilia con la cultura clásica…no es baladí que esté escrito por un filósofo…

Es un libro, casi como se adivina desde su título, de filosofía y, casi como no podría ser de otra forma, escritor por un filósofo que, además sabe divulgar….en este caso, mediante la escritura….

La sinopsis de este libro editado por Tréveris: El filósofo José María Herrera ha escrito el libro El telar de Penélope, editado en 2020 por Editorial Tréveris. Esta obra, de 96 páginas, reúne un conjunto de aforismos que invitan a la reflexión sobre diferentes aspectos del devenir humano, el arte, la cultura, la historia del pensamiento, la actualidad, las tendencias sociales. El autor es crítico de arte del diario ABC. Con El telar de Penélope, José María Herrera engrosa su participación en el catálogo de Editorial Tréveris, tras publicar en 2017 Un paseo por Ronda. El escritor abre El telar de Penélope con los siguientes párrafos: “Venimos de otros, hablamos su lenguaje, empleamos sus medidas, profesamos sus ideas, adoramos o rechazamos sus dioses. No podemos comenzar por el principio, partir de cero, hacer tabla rasa con la historia y la tradición. Avanzamos desde un punto que es nuestro porque otros llegaron antes a él y, desde ahí, obramos y recapitulamos, apremiados siempre por la necesidad de encontrar un sentido y por la vaga conciencia de que la recapitulación es la única forma que existe de darse fuerzas sin perder el hilo del devenir. Tejer y destejer, igual que Penélope, esposa de Ulises, debelador de Troya. A su manera, doméstica y sencilla, Penélope es un arquetipo. El telar y la rueca simbolizan el compromiso con las apariencias, la necesidad de afirmarse en lo que hay, incluso perdida toda esperanza. Este libro es un homenaje a ella y a quien, emulándola, asume su destino: preservar el sentido de la totalidad, sostenerse en su búsqueda, pelear cada noche con la noche a fin de impedir que vuelque en sus ojos el narcótico del sueño, hermano del olvido”.

 

 

 

 

Cazarabet conversa con  José María Herrera:

telar.jpeg-Amigo, ¿estamos con El telar de Penélope ante un libro de filosofía?;¿cómo lo definirías?

-Si llamas "filosofía" al deseo de saber y, por lo tanto, al reconocimiento de que no se sabe, que es lo que significaba originalmente la palabra, entonces sí, es un libro de filosofía.

-¿Qué hay detrás de El telar de Penélope?, me refiero a la intención de intenciones detrás de la pluma…

-Yo me considero un espectador. No me veo capaz de indicar ningún camino, ni de ejercer ningún magisterio. Los aforismos y pensamientos que he reunido suelen ser una reacción casual a la impostura y la charlatanería. Si no fuera por lo pretencioso que suena, diría que, al igual que el viejo Sócrates, siento a veces la presencia de un "daimon" que me hace revolverme contra todo lo que me parece hueco o falso. Claro que para mí el daimon no es nada extraordinario. Prefiero considerarlo, como hacía Hemingway,  y espero que puedas disculpar la maloliente dureza de la expresión, una especie de "detector de mierda".

Cosa bien distinta son los motivos de la publicación. Hace muchos años que escribo aforismos. En 2001 publiqué un pequeño volumen titulado Dardos Fallidos. La razón por la que me he decidido este año a publicar otra selección es circunstancial: quería dedicar un libro a tres amigos muy queridos que fallecieron en los últimos meses.

-¿En qué público lector pensabas a la hora de escribir este libro...qué lector o lectora crees que puede haber detrás de esta lectura? ; ¿por qué?

-El único lector con el que cuento mientras escribo soy yo mismo. Sé que esto parecerá mal, pero no puedo ponerme en el pellejo de otro. Aclaro que soy un lector duro, poco complaciente, especialmente conmigo. Ese detector del que hablaba antes no funciona sólo con lo que veo y oigo a mi alrededor, también con lo que pienso y escribo. A ratos, claro, se me pasa por la cabeza pensar en lo que diría algún posible lector, pero siempre es alguien con nombre y apellidos, amigos con los que comparto la pasión por la vida y la literatura y cuya opinión concreta me interesa conocer. El lector, como entidad abstracta, me parece tan irreal como "la mujer" o "el proletariado".

-Me da que la paciencia y la tranquilidad es un denominador común muy presente en El telar de Penélope...en parte lo digo por lo del Complejo de Penélope”...en lo que la espera puede pasar a ser algo demasiado cotidiano…

-Es la paciencia y la tranquilidad de quien ha comprendido que sólo hay una forma de salir del laberinto: habitarlo.

-¿Hay que saber dónde empieza y dónde termina, según circunstancias, la paciencia?

-Claro, no se puede quemar el bosque sólo porque uno necesita calentarse las manos.

unnamed2.jpg-También me parece que es un libro de propuestas para que reflexionemos en favor de la igualdad... ¿qué nos puedes decir?

-Yo no siento aprecio por este concepto. Para mí la igualdad no es ningún ideal deseable. Iguales ya lo somos por naturaleza. No hay más que pensar en el nacimiento y la muerte. Pero lo que hay entre el nacimiento y la muerte es la vida y esta es variación, diversidad, heterogeneidad, desigualdad. La riqueza de la vida no es una anomalía que deba ser subsanada, al contrario. Otra cosa es la injusticia, el privilegio, el atropello, la opresión, el abuso, cosas que una sociedad debe luchar por corregir y erradicar, pero no en nombre de la igualdad, sino de la dignidad, que es una cosa muy distinta.

-Pero en este libro hay mucho, también,  de silencio y de reflexión... ¿lo ves así?

-Sí, claro. No olvides que el aforismo surge cuando se rompe el silencio y se interrumpe la reflexión.

-Penélope es un personaje de la Odisea de Homero... pero tú aquí engrandeces su sombra desde la invitación de la reflexión de reflexiones porque abres a que pensemos y reflexionemos desde muchas perspectivas, ¿lo ves así?

-Yo comparo a Penélope, su paciente labor en el telar, con el esfuerzo del pensador que, pese a sentir la necesidad imperiosa de comprender la realidad, no tiene urgencia de creer. A Penélope la acosan los pretendientes, todos quieren casarse con ella y hacerse con los bienes de Ulises. Ella encuentra un pretexto para no tener que comprometerse y aplazar continuamente su respuesta. Durante el día teje la mortaja del esposo ausente y luego de noche la desteje. Así conserva la libertad. Es un trabajo duro y estéril, pero ella sabe que confeccionar la mortaja sería como dar por muerto a Odiseo. Mantenerse ahí, en el estéril y duro tejer y destejer, sin saltar del deseo de saber a la comodidad de un saber que no lo es verdaderamente, es lo que acerca la labor del pensador a la de la fiel Penélope.

-El telar de Penélope era el instrumento que era testigo físico e inerte de la acción de tejer por el día y destejer por la noche...algo que no deja de tener cierta relación incluso más allá de la paciencia... pienso ahora en los mandalas que cuidadosamente y con toda la paciencia del mundo se hacen y que en un instante, casi volátil, desaparecen…

-También el lenguaje es un telar y las palabras el hilo con el que tejemos y destejemos el tapiz de nuestra vida, ¿no te parece?

-¿Hay que encontrar belleza y reflexión en lo efímero?;¿puede que porque, simple y llanamente la vida es de lo más efímero que hay....aunque nuestra vanidad no nos lo parezca?

-Aristóteles definió la belleza como el brillo que acompaña a aquello que ha alcanzado su perfección o plenitud. Estrictamente hablando, esto sólo puede ocurrirle a los seres vivos, pues sólo ellos, en el curso de su existencia, pueden lograrse o malograrse. Lo que ningún ser vivo puede hacer es mantenerse ahí todo el tiempo. Tarde o temprano la belleza se marchita y acontece la degradación y la muerte. Se trata, pues, de algo efímero, necesariamente efímero. El artista que trata de fijar ese brillo en la obra de arte no crea exactamente belleza, sino un reflejo de ella. Los griegos tenían esto claro, pero su visión del asunto se olvidó y cuando fueron descubiertas sus obras, especialmente las maravillas de la escultura, se identificó la belleza con el arte y el arte con el poder de poner la perfección de las cosas fuera del tiempo que las destruye. Probablemente ese sea el motivo por el que nos cuesta admitir que la belleza es en esencia algo de la vida y, por consiguiente, algo efímero.

-Quien espera dicen que desespera, ¿hay que educar en la espera?

-Sí, porque, como decía Heráclito de Éfeso: "quien no espera lo inesperado nunca llegará a encontrarlo".

65x100jmh_big.jpg-Educar...uno de los verbos que más me agrada de conjugar, más aún cuando la educación ha visto que le amputaban algunas disciplinas como la propia filosofía, ¿qué nos puedes decir?, ¿cómo te sientes como filósofo?

-Hubo un momento, durante la transición -yo lo viví como alumno-, en que parecía que nuestro sistema educativo iba a liberarse del tradicional estilo eclesiástico (la educación encaminada fundamentalmente a la instrucción moral) para adoptar un estilo ilustrado, basado en la confianza en el poder formador de la ciencia, fuera el latín o la física. Hoy podemos decir con total y decepcionada seguridad que no ha sido así. Continuamos con el estilo eclesiástico, sólo que ahora el clero no lo forman curas y monjas con sotana, sino pedagogos y aprendices de pedagogo, o sea, curas y monjas laicos que subordinan las ciencias a los valores hegemónicos, el conocimiento a la moral. Esta subordinación es la causa de que oigamos de pronto que es preciso sacar del temario de filosofía a Nietzsche porque era machista o que algún iluminado analfabeto decapite la estatua de Cervantes porque ha oído decir que se vanagloriaba de haber pelado en Lepanto contra los infieles. No obstante, y aunque se hable mucho de fracaso, el sistema ha triunfado por completo. Los jóvenes quizá no sepan mucho (siempre fue así), pero ahora son más mansos que nunca y están tan perdidos en la realidad que ni por asomo se les pasaría por la cabeza la posibilidad de cambiarla, sólo piensan en escapar de ella. Tenemos una educación que no proporciona ciencia, ni prepara para la vida laboral, ni ayuda a vivir con mayor lucidez, pero que, sin embargo, produce ciudadanos extremadamente dóciles. Por suerte para el mundo, la enseñanza en un proceso que ocurre entre personas -la administración educativa lleva años intentando burocratizar al máximo esa relación a fin de evitar precisamente lo personal, o sea, lo realmente educativo- y mientras haya profesores resueltos a enseñar y alumnos decididos a aprender siempre sucederán cosas inesperadas. Esto puede ocurrir y de hecho ocurre en cualquier disciplina, inglés, tecnología o matemáticas, aunque es más fácil que ocurra en filosofía porque en ella, cuando se hace bien, se trata directamente de lo no sabido, de lo imprevisto, de lo inesperado. Nada de particular tiene, por eso, que cada vez que se plantea una reforma educativa (da igual el partido que la encabece porque las reformas han consistido siempre en un cepillado chapucero que nunca toca lo esencial), la filosofía sea puesta en cuestión, unas veces con la intención de suprimirla parcialmente, otras volviéndola inofensiva, es decir, obligándola a servir a los valores consagrados. Claro que no debemos pensar que esto es algo nuevo: siempre ha sido más o menos así. El filósofo, decía Aristóteles, es un extranjero en su patria.

-Pero hay que intentar aplicar aquello de la imaginación al poder” y así poder divulgar la filosofía y el deber y derecho a ejercitar la reflexión y la invitación al pensamiento desde artículos de prensa, libros como el presente, charlas, tertulias abiertas a esto a reflexionar que no a mitigar... ¿qué nos puedes reflexionar?

-Sí, claro, pero no hay que engañarse: pensar, lo que se dice pensar, sólo se hace cuando uno no sabe y necesita saber, pero la mayoría de la gente rara vez siente esta necesidad, se identifica con las creencias socialmente establecidas, cree, pues, que ya sabe, y por lo tanto no tiene que pensar, simplemente avanzar con paso firme por la senda trillada.

-Amigo, ¿nos puedes decir cómo fue ese viaje en la escritura de El telar de Penélope?; ¿cómo ha sido trabajar con Tréveris?; ¿estás trabajando, ahora, en algo más...nos puedes dar alguna pista?

-Los aforismos son ideas que uno caza al vuelo y simplemente anota. Después hay que desechar las que no valen nada y adecentar el resto un poco. No es una tarea dura, ni meritoria.

Tampoco es difícil trabajar con Tréveris. Yo es la segunda vez que lo hago. Para mí es muy cómodo porque Fernando Sígler, su director, es un ninja de la edición. Sólo se sabe que estuvo cuando, de pronto, uno descubre que todo está hecho.

Y, sí, claro que sigo trabajando. Estoy terminando un libro que he titulado Arqueología fantástica (varios capítulos los he publicado sueltos en la revista Frontera D) y estoy preparando una recopilación de ensayos literarios que quizá titule La musa se  llama política.

 

 

 

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