La
Librería de El Sueño Igualitario
Eduard Rodríguez Farré y
Salvador López Arnal, tras el prólogo de Miguel Muñiz escriben una crítica,
como si se tratase de una crónica de lo que fue Chernóbil y en lo que, en
realidad, se está convirtiendo Fukushima, lenta, pero inexorablemente.
Los dos autores han publicado, de
manera conjunta, en esta misma editorial: Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la
energía nuclear en la salud y el medio ambiente y Ciencia en el ágora y Vacunas
¿sí o no?
Un ensayo necesario y preciso si es
que de verdad quieres saber lo que hay, detrás y delante de la energía nuclear..
Lo que nos cuenta la sinopsis del
libro:
Los autores de este libro, el
destacado científico Eduard Rodríguez Farré y el conocido ensayista y autor de esta casa Salvador
López Arnal, hacen una crítica de la energía nuclear y se proponen
desenmascarar las mentiras con que se pretende justificar el mantenimiento de
la industria nuclear. Y lo hacen de forma irrebatible: contando la verdad.
Este enlace te irá muy bien: http://www.elviejotopo.com/topoexpress/siete-anos-despues-fukushima-la-sin-razon-nuclear/
Los autores:
Eduard Rodríguez Farré: es
doctor en medicina, farmacólogo y radiólogo. Es profesor en el Instituto de Investigaciones
Biomédicas de Barcelona (CSIC) y miembro del Centro de Investigación Biomédica
en Red de Epidemiología y Salud Pública. Autor de numerosas publicaciones
internacionales es también miembro del Comité científico de la Unión Europea
sobre nuevos riesgos para la salud. Fue uno de los fundadores del Comité
Antinuclear de Cataluña (CANC).
Salvador López Arnal: es
profesor-tutor de Matemáticas en la UNED de Santa Coloma de Gramanet.
Su último libro publicado es Siete historias lógicas y un cuento breve
(Ediciones Bellaterra de Barcelona). Junto a Jordi
Mir García ha sido editor de Para la tercera cultura; Sobre Manuel Sacristán;
1917, y Marx a contracorriente de Francisco Fernández Buey.
Salvador López Arnal es colaborador de rebelión, El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales
y del cambio global. Junto con Eduard
Rodríguez Farré es coautor de Casi todo lo que usted deseaba saber algún
día sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente, Vacunas, ¿sí o no?, Ciencia en el ágora y Contra la (sin) razón nuclear. Fukushima,
un Chernóbil a cámara lenta (todos ellos publicados por El Viejo Topo).
Nos centramos, en esta conversación, en el último libro de los citados.
Los dos autores han publicado, de
manera conjunta, en esta misma editorial: Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la
energía nuclear en la salud y el medio ambiente y Ciencia en el ágora y Vacunas
¿sí o no?
Enlaces que te pueden ir bien:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/abismo.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/txernobil.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/berrojo.htm
Cazarabet conversa con Salvador López Arnal:
¿Qué os ha llevado a escribir este libro?
¿Cuál ha sido el interruptor que os ha llevado a ello?
-La importancia del tema, la decisiva
importancia del tema, ahora y en el futuro, para la salud, la seguridad y el
bienestar de millones de ciudadanos/as en muchos lugares del mundo. También
para nosotros dos en concreto. No es la primera vez que lo hacemos. Hace años
publicamos otro libro sobre el tema, en la misma editorial: Casi todo lo que
usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el
medio ambiente. Entre ese libro y éste del que hablamos se ha producido un
accidente atómico de incalculables consecuencia, el de Fukushima, un
accidente-hecatombe que Eduard y yo consideramos uno
de los momentos más graves de la industria nuclear, por no decir el más grave.
Durante estos últimos siete años, desde marzo de 2011, el día de esa catástrofe
atómica, hemos ido escribiendo sobre lo sucedido (un Chernóbil a cámara lenta
como apuntó Eduard poco días después de aquella fecha
fatídica). Esos textos los hemos incluido en el libro. Para los lectores
interesados, si me permites, doy el índice del libro, para que se hagan una
idea fiel: Prólogo, de Miguel Muñiz, “El activismo precisa de conocimiento
riguroso y ético”. Presentación: “La marca atómica como línea de demarcación
del antropoceno”. 1. Coordenadas nucleares. 2. Una
breve consideración sobre una tecnología ineficaz. 3. La hecatombe de
Fukushima. 4. Cinco maestros reflexionan sobre las
apuestas fáustico-nucleares de una civilización irresponsable. 5.
Contra las falacias atómico-nucleares. 6. Henning Nankell, los residuos radiactivos y el oscuro legado de la
humanidad. 7. Observaciones sobre ciencia,
poder político-militar y cuentas insaciables de resultados. A modo de
conclusión: “La esperanza (con él compartida) de Kenzaburo
Oé”. Un anexo sobre “una iniciativa legislativa
popular española en torno al cierre de las centrales nucleares” cierra el
libro. Nos ha movido también, otro interruptor de
esos a los que hacías referencia en tu pregunta, esta espléndida y sabia
consideración de 1977 de Nicholas Georgescu-Roegen,
un maestro para nosotros. Abrimos con ella el libro: Otra
alternativa abierta a la humanidad es la energía nuclear. Aunque el stock de
esta energía, si se utiliza en los reactores ordinarios, no suma una cantidad
mucho mayor que los combustibles fósiles; si se usa en el reactor-reproductor,
algunos opinan que podría proporcionar abundante energía para una población de
veinte mil millones de personas durante, quizás, un millón de años. Pero este plan a gran escala está lleno de
problemas por las consecuencias no previstas para la especie humana, y tal vez
para toda la vida terrestre, recordaba el economista y matemático rumano.
Representa, de hecho, un auténtico pacto fáustico. Los defensores de este pacto
no nos dicen cómo almacenar de manera segura los residuos nucleares. Ni tampoco
sugieren qué hacer con las montañas de residuos mineros resultado de la
extracción del uranio, del granito de New Hampshire o de la pizarra bituminosa
de Chattanooga. Es una preocupación aún más grave el que sólo sean necesarias
unas ocho libras de plutonio 239 para fabricar una simple bomba atómica. Y no
existe forma de asegurar que el plutonio 239 no vaya a parar a manos que no
están controladas por mentes sensatas. Sólo en Estados Unidos, cientos de
libras de material nuclear se encuentran ya sin contabilizar.
-Amigos, me ha
gustado mucho la reflexión que realiza en el prólogo Miguel Muñiz en la que
afirma poco más o menos, para que nos entiendan quienes todavía no han leído el
libro, que no vale con ser crítico por ser crítico, que cada vez hay que
“armarse” de más argumentos y para eso tan solo hace falta hablar hasta lo que
se sepa, sin más, sin estridencias, no querer ser más papista que el Papa y
saber qué se critica y porqué y hasta qué punto que para eso están los
científicos, estudiosos y críticos…¿Qué nos podéis reflexionar porque si bien
todos los activistas debemos saber sobre qué “protestamos” no todos tiene que
ser “muy diestros”….? Y es que hay cuestiones que se despiertan desde el
sentido común, lo que no debe quitar que nos informemos, estudiemos y leamos..
-Poco puedo añadir a los que señalas.
Estamos de acuerdo. Para cualquier activismo, se necesita pasión por la
justicia, por la equidad, por la fraternidad, por la libertad, disposición para
“pelear” (en circunstancias no siempre fáciles) contras las numerosas barbaries
políticas en las que estamos inmersos (pienso por ejemplo, en el momento que
dialogamos, en la criminal política del estado de Israel o en el pensamiento etnicista-supremacista y las posibles acciones del actual
presidente de la Generalitat de Cataluña), lucha contra la barbarie, decía, y
conocimiento (cuando más mejor) del tema. A la manera kantiana: el teoricismo, sin práctica, es poco útil o inútil; la
práctica sin teoría conduce, o puede conducir, a desvaríos, a callejones sin
salida y, en última instancia, al desencanto. Las pasiones, nuestras pasiones
políticas, deben ser pasiones razonadas, revisables y matizables. Y por supuesto, cuando hablo de conocimiento
hablo también del conocimiento más práctico, más empírico, más concreto, el que
otorga la experiencia en la lucha, la participación en el combate antinuclear
en nuestro caso. Los activistas tienen mucho que decir y enseñar sobre todo
esto. Ssu saberes nos enriquecen a todos. Añado,
además, que comparto, que compartimos, tanto Eduard
como yo, el elogio que has hecho del texto, del generoso texto de presentación
que nos regalado -y ha regalado a los lectores- Miguel Muñiz. Para nosotros,
Miguel es un activista ejemplar, honesto donde los haya, que escribe textos
imprescindibles todos los meses en la revista electrónica de mientras tanto.
En términos machadiano-brechtianos, un hombre bueno.
-Pero es que
muchas veces el activismo ha sido un poco calificado, ¿cómo os diría?, de
“sensacionalista” o “populista”, pero es que cuando se acercaban a expertos en
la matera estos, simplemente, no se mojaban. En mi entorno lo he vivido, lo he
visto…(con otras causas, pero…)
-También de acuerdo. Esas
descalificaciones, en muchos casos, son interesadas y mal intencionadas,
no son fruto de “ninguna calentura momentánea”, luego rectificada. No estoy
diciendo, no quiero decir, que ningún activista del mundo-mundial no haya
cometido alguna vez algún error o haya dicho alguna tontería (¡quien esté libre
de pecados y torpezas gnoseológicos que tire la primera piedra!). Claro que sí,
no hay duda, pero ese no es el punto, desde luego que no. Los errores, por
millares y muy peligrosos, están, sobre todo, en el bando pro-atómico. ¿Es
necesario justificar algo tan básico, tan conocido?.
Ser experto en algo, ser buen conocedor de alguna materia, no implica
compromiso transformador alguno. Del es al debe suele haber un salto que exige
compromiso, mucha humanidad, estar concernido, alma, pasión, espíritu,
sentimiento, rabia, indignación, y no pensar todos los segundos del día, mes y
año en la cuenta corriente o en la cuenta de resultados. La industria nuclear,
como en la industria del amianto por ejemplo, está llena a rebosar de buenos
conocedores de la temática en los que no asoma ninguna inquietud poliética y en los que rige, en la mayoría de los casos, un
pueril fanatismo tecnológico. ¡La tecnología superará cualquier dificultad!,
¡somos la especie omnipotente gracias a nuestra omnisciencia in crecendo! Tonterías mil veces discutidas y refutadas. No
hay buen pensamiento en todas esas consideraciones. Ni siquiera un pensamiento
de suficiente muy ajustado. Los expertos suelen ser parte (hay excepciones muy
importantes y a tener muy cuenta) de los grupos dominantes que ejercen siempre
su interesado poder dominante. Las remuneraciones que obtienen por esa
subordinación político-cultural -incluso vital, existencial- suelen tener
muchas cifras. Roma, los imperios y las grandes corporaciones pagan muy bien a
sus sirvientes. No quiero decir en todo caso, sería un falso decir, insisto de
nuevo, que todos los técnicos de la industria nuclear sean indiferentes a los
problemas que presenta la industria, personas cuyo único interés se centra en
el generoso salario de fin de mes y en las pagas complementarias. Afirmar una
cosa así sería simplificar mucho la cuestión, deformarla en última instancia,
pintar muy mal el escenario real. No es eso, hay más aristas en este poliedro.
-La “época” del auge de la energía nuclear,
¿marcó un antes y un después?, ¿cómo y de qué manera?
-Por el incremento de la radiactividad
en nuestra planeta. De hecho, como se sabe, la marca atómica ha sido la
escogida para delimitar una nueva era geológica, el Antropoceno.
Hablamos de ello en el primer capítulo del libro. Simplificando mucho, tomo pie
en reflexiones de Eduard: en
1942 irrumpe un fenómeno generado por la humanidad, por grupos muy específicos
de la humanidad, cuyo análisis detallado nos llevaría a discutir sobre la
epistemología de la ciencia en tiempos de guerra y enfrentamientos de Estados.
Entra en funcionamiento en Chicago, en diciembre de ese año, el primer reactor
nuclear ideado por Enrico Fermi, el gran físico italiano exiliado. Se le llamó
la pila atómica. Es el primer reactor que se fabricó para generar una reacción
nuclear en cadena controlada y obtener plutonio con el fin de poder construir
la bomba atómica. A partir de entonces, con la intervención humana, y en contra
de lo que hasta entonces había ocurrido, ha ido aumentado la radiactividad en
nuestro planeta. Recordemos que existe un fondo de radiactividad natural que se
distribuye según la geografía y que depende, en proporciones diversas, de
varios factores. De la radiación cósmica en un 40%; de la radiactividad terrestre
de rocas, suelo y aire en otro 40%, y, finalmente, el 20% restante, de la
radiactividad natural incorporada al organismo. Así pues, el 80% de la
radiación natural que el ser humano recibe es externa a nuestro organismo.
Alrededor de 0,00125 Sv al año por persona, entre 0,001 y 0,0015 según el
territorio. La radiactividad natural existente en el medio ambiente
proviene de los radionúclidos contenidos en la corteza terrestre desde su
origen y de los radionúclidos, con períodos de desintegración mucho más cortos,
formados continuamente en las series radiactivas naturales del uranio, del
torio y del actinio -existe una cuarta serie artificial, la del neptunio-, o
por la interacción de los rayos cósmicos con la atmósfera y la superficie del
globo. Los diversos radionúclidos naturales contribuyen muy desigualmente a la
radiactividad global de la biosfera, debida fundamentalmente a una veintena de
ellos. Dada su abundancia en la corteza terrestre y su ritmo de desintegración,
tres de ellos, el torio 232, el uranio 238 y el potasio 40, originan alrededor
del 90% de la radiactividad natural. De los catorce radionúclidos generados por
los rayos cósmicos, los más frecuentes son el carbono-14 (el más abundante), el
tritio (el hidrógeno-3) y el berilio-10, que representan una ínfima proporción
de la radiactividad del medio. Al atravesar la atmósfera, los rayos cósmicos,
fundamentalmente, protones, partículas alfa y, en menor proporción, electrones
y otras partículas, interaccionan sobre todo con el hidrógeno y el nitrógeno
produciendo, respectivamente, tritio y carbono-14. El nivel de radiación
cósmica aumenta per se con la altura sobre el nivel del mar y con la latitud;
en el ecuador, por tanto, es mínima. Conviene tener presente que la cantidad de
estos radionúclidos se encuentra en equilibrio entre una formación constante y
una desintegración continua con vidas medias cortas. Como cualquier otro contaminante, los
radionúclidos introducidos en la biosfera no permanecen fijos sino que existen
diversos factores meteorológicos, geoquímicos, acuáticos y biológicos que
determinan su dispersión y circulación por el medio, recorriendo grandes
distancias a partir del foco emisor. Estos factores, junto con las
características singulares del radionúclido, provocan que la diseminación del
contaminante no sea en ningún caso homogénea. Esta radiactividad, digamos
natural, fue disminuyendo pero, en cambio, ha ido aumentando desde 1942. A
través de los procesos tecnológicos, de los reactores nucleares, introducimos
en la biosfera elementos radiactivos, algunos de los cuales son elementos muy
similares a los que fisiológicamente, de forma natural, utilizan los
organismos. El estroncio 90, por ejemplo, que es uno de los elementos más
importantes de la contaminación de Chernóbil, o el cesio 137, son radionúclidos
que se incorporan al organismo. El primero actúa como el calcio y se incorpora
a los huesos; el cesio 137 se incorpora a los músculos, como el potasio; el
iodo radiactivo se incorpora al tiroides. Todos estos elementos consiguen incorporarse
al cuerpo humano porque son equivalentes o iguales, como en el caso del iodo, a
elementos no radiactivos que existen en la naturaleza y que son necesarios para
la vida. El ininterrumpido aumento del uso industrial, militar, científico y
médico de la energía atómica, de los radionúclidos y las ondas
electromagnéticas de alta frecuencia, rayos X y gamma, está incrementando
fuertemente, y de forma continua, el nivel de exposición que sufre la especie
humana a las radiaciones ionizantes. La presencia a escala mundial de numerosas instalaciones y
aplicaciones de la energía nuclear, conteniendo inmensas cantidades de
radionúclidos tóxicos, altamente activos y de larga vida, constituye una
gigantesca fuente potencial de contaminación radiactiva del medio y un riesgo
de exposición a la radiación de creciente importancia para la salud pública. La
entrada de estos radionúclidos en la biosfera ya se ha producido de forma
significativa. Conocemos más de 400 elementos radiactivos artificiales, algunos
de ellos detectados en cantidades importantes en la atmósfera, la hidrosfera y
la litosfera.
Me he extendido más de lo
conveniente. Lo podemos dejar aquí. Nos hacemos idea de lo que comentamos. En todo caso remarco: el argumento, usado desde atalayas
defensoras de la energía nuclear, que señalan que también existe radiactividad
natural y que, por consiguiente, no deberíamos preocuparnos, es netamente
falaz, no se puede considerar seriamente. Por un lado, por lo que antes
decíamos: la vida, nuestra especie en concreto, ha aparecido en un fondo
radiactivo determinado que ha ido disminuyendo desde el origen del planeta,
pero nosotros, con nuestras actividades, con nuestra tecnología, estamos
incrementado esa radiactividad. Esto es un hecho radiobiológico comprobado. Cuanto más antigua es una especie o un philum
más resistente es. Pero, además, por otro lado, la afirmación de que la
radiactividad natural no tenga efectos negativos es una tesis muy discutible
porque también hay estudios publicados que muestran que hay diferencias de
efectos -cánceres, diversos tipos de mortalidad- cuando la radiactividad
natural es más alta en una región que en otra. Por cierto, antes de
que me olvide y aunque no vega al caso. La Organización Mundial de la Salud
(OMS) firmó en 1959 un convenio o acuerdo con la Agencia Internacional de la
Energía Atómica (AIEA) de Viena por el que todas las cuestiones relacionadas
con la utilización de la energía atómica o con la radiactividad necesitaban el
acuerdo de la AIEA. De este modo, todos los estudios que publica la OMS sobre
estos temas han pasado anteriormente por el filtro de la Agencia. Desde
entonces, desde la firma del acuerdo, tampoco ha habido programas de
investigación de la OMS. La misma Agencia europea tenía y tiene un comité de radioprotección o radiovigilancia
pero no son temas que hayan pasado nunca por estudios de salud. Hay muy pocas
investigaciones independientes epidemiológicas, radiobiológicas. La mayor parte
de los departamentos de radiobiología dependían o tenían relación con instituciones
militares. En Francia, el Comisariado de Energía Atómica; la Agencia de Energía
Atómica en Estados Unidos. En Inglaterra, el Medical Research Council tenía unidades que estaban íntimamente
ligadas con los departamentos de energía y de asuntos militares.
-Sí, una central
nuclear tiene sus riesgos, personalmente, como ciudadana que se ha realizado
constantes preguntas y dudas…he visto ese peligro, he leído y he tratado de
informarme y le he temido porque siempre he visto que hay otras muchas maneras
de obtener energía de forma más limpia y con menos riesgos y eso me basta, al
menos a mí…¿Cómo lo veis?
-El tema de la autosuficiencia
energética es más complejo por supuesto. Pero sí, por supuesto, hay otras
formas de obtener energía que no tienen nada que ver con la contaminación ni
con la arriesgada apuesta atómica. El ámbito de las energías renovables es el
territorio al que estás apuntando. No parece ninguna barbaridad apuntar que
España tiene en el sol y en la energía asociada una fuente más que generosa
para sus necesidades energéticas temperadas. Toda transición energética
racional, además de cambiar sustancialmente nuestras formas despilfarradoras de
vida (asunto muy importante), exige una apuesta decisiva por las energías
renovables, que no incluyen, se diga lo que diga, la energía nuclear.
-Vamos a recordar
algunas consideraciones para que la gente se ponga en el argumento: ¿qué fue lo
que hizo que todos los países del mundo o casi todos se quisieran alimentar de
la energía nuclear? ¿es la energía nuclear y la
industria nuclear un negocio?
-Sobre la primera: las fantasías
tecnológicas que suelen acompañarnos y, sobre todo, el negocio enorme que se
abría ante los ojos de grandes corporaciones. En todo caso, no fueron todos los
países del mundo, ni muchos menos. En los primeros años, Estados Unidos, la
URSS, Japón por supuesto y algunos países europeos, especialmente Francia.
Italia, Portugal, Grecia y Austria no han tenido nunca centrales nucleares. No
hay centrales en África, Oceanía y muy pocas en América Latina. En el primer
capítulo del libro, “Coordenadas nucleares”, hablamos de ello. Que la industria
nuclear es un negocio es tema conocido. Basta mirar la cuenta de resultados
durante décadas de TEPCO, la corporación nipona propietaria de Fukushima, o los
beneficios obtenidos por las empresas eléctricas españolas. Una parte
sustantiva de su negocio son las centrales atómicas. Y no hay que olvidar, en
ningún caso, las profundas relaciones entre la industria nuclear y la industria
militar en su vertiente atómica. Lo de átomos para la paz fue un camelo.
-¿Qué hace que
aún hoy algunos gobiernos mantengan esa política de “retener” la energía
nuclear?
-Hay excepciones, pocas. Cito el caso
de Alemania. Un gobierno alemán, liberal-conservador, decidió abandonar la
energía atómica, poco después de la hecatombe de Fukushima. Las razones de los que siguen en sus trece,
incluso incrementado la apuesta y ampliando el plazo de duración de las centrales
construidas, son estrategias gastadas. A pesar de lo vivido en Japón en esta
misma década, la industria atómica, dicen, es segura, barata, eficaz. No tiene
alternativas. Etc. Música muy oída. Sus cuentos conocidos esconden cuentas
abultadas de las grandes corporaciones. Esta reflexión de Paul M. Sweezy de 1975 sigue
siendo muy actual y conviene tenerla muy en cuenta: Mientras las fuerzas motrices de la producción sean el
beneficio y la expansión de las empresas que buscan los beneficios y mientras
la renta de los trabajadores se mantengan a la baja precisamente para permitir
un aumento en los beneficios y una expansión más rápida de las empresas,
aumentará el crecimiento del poder de la sociedad para intentar dejar atrás su
capacidad de consumo. Y si esta contradicción es más profunda y penetrante hoy
día que en tiempos de Marx, proseguía el gran economista marxista
norteamericano La razón es que, en el periodo
transcurrido, el proceso de concentración y centralización del capital -que él
reconoció como rasgos inevitables del desarrollo del capitalismo- ha ido tan
lejos que los monopolios dominantes tienen hoy día el poder no sólo de explotar
a sus propios trabajadores, sino también al de los restantes estratos de la
sociedad, ensanchando de este modo la brecha entre la riqueza en un extremo y
la pobreza en otro, al mismo tiempo que hay, o pronto podrá haber, un amplio
poder productivo para suministrar a todo el mundo sin excepción los medios para
vivir humana y decentemente. En estas circunstancias, los economistas han
cargado sobre sus hombros la tarea de esconder los hechos, de hacer aparecer lo
incontrolable como si estuviera controlado, de racionalizar un sistema que
condena a cientos de millones de seres humanos a vivir en la desesperación y el
hambre y que, a través de su libertinaje y violencia desmedidos, amenaza la
misma continuación de la vida en la tierra. No es una tarea que les envidie.
Últimamente han añadido un
nuevo argumento, defendido incluso por parte de algunos ecologistas, más bien
ex ecologistas. No nos queda otra: parar el cambio climático, lo más urgente y
necesario, exige no abandonar la apuesta atómica (aunque se reconocen riesgos y
no se idealiza la decisión como en otras aproximaciones). Jorge Riechmann dio buena cuenta de este argumento falaz. Puede
verse en un prólogo que escribió para el libro, que he citado antes, que Eduard y yo escribimos hace años sobre industria nuclear y
salud humana. Hay una reflexión de Riechmann,
anterior al accidente de Fukushima, que me gustaría recordar aquí (lo hacemos
también en el libro):
Quienes hablan, hoy, de seguir construyendo reactores nucleares
no han comprendido nada de la tragedia de Chernóbil. Y Chernóbil era, quizá, la
última advertencia de la que podíamos aprender, si es que ha de existir en el
futuro una humanidad libre sobre una Tierra habitable. Mi convicción personal
es que la única energía nuclear limpia y segura, que hemos de reivindicar sin
tregua, es la de las reacciones de fusión que tienen lugar en el interior del
sol y nos llegan luego en forma de bendita luz solar que caldea la atmósfera,
mueve los vientos y nutre la vida.
-¿Qué o cuáles
son los peligros o fallos más frecuentes que puedan tener, así genéricamente,
las centrales nucleares?, porque, además, para rizar el rizo hay como
diferentes tipos…por ejemplo leía un libro en la que se explicaba, hasta lo que
mi entendimiento alcanza, que la de Cofrentes es muy
parecida a la de Fukushima y Chernóbil…
-Sí, desde luego, que hay centrales de
diferentes. No hace falta entrar en estos detalles técnicos. La de Cofrentes fue diseñada como Garoña.
La central, ubicada a apenas dos km de Cofrentes,
logró la autorización para su puesta en marcha en julio de 1984 (su permiso de
funcionamiento termina en marzo de 2021). Es la planta que cuenta con mayor
potencia eléctrica instalada en España: 1.092 megavatios. En 2016 produjo el
17% de la energía eléctrica de origen nuclear que se genera en España. Los
grupos ecologistas han alertado de los serios riesgos de la central. Recuerdan
que contabiliza 25 paradas no programadas y más de cien “incidentes” de
seguridad. Además, a finales de 2016, Iberdrola, la empresa propietaria, inició
los trámites para implantar un almacén de residuos radiactivos en la misma
central. Este almacén, a juicio de “Tanquem Cofrents”, es el primer paso del plan que persigue la
empresa, la ampliación del periodo de funcionamiento, más allá de su periodo de
vida útil.
Los peligros son evidentes cuando
piensa en Chernóbil y en Fukushima y no se olvida otras situaciones anteriores.
Ha habido muchos accidentes nucleares, de diferente gravedad, aparte de los más
conocidos. Hablamos de ellos en nuestros libros.
-De las demás que
hay instaladas y en funcionamiento en el Estado Español, ¿siguen patrones
diferentes que las hacen “más seguras” ¿, si se puede hablar de seguridad en
las centrales nucleares…. precisamente me acuerdo ahora de un incidente en Vandelllós ---creo recordar en el sistema de refrigeración
del agua--- que tuvo lugar muy recientemente….(http://www.lavanguardia.com/local/tarragona/20180302/441192499540/vandellos-ii-registra-una-parada-no-programada-del-reactor-por-un-goteo-de-agua.html
; https://www.diaridetarragona.com/costa/Un-goteo-en-la-refrigeracion-del-reactor-de-Vandells-II-obliga-a-parar-la-nuclear-20180302-0054.html
)
-No, no, no siguen patrones diferentes
que las hacen más seguras. En absoluto. Por lo demás, hablando de seguridad, el
CSN es un organismo que, hasta el momento, ha estado en manos de representantes
políticos pro-atómicos. Con alguna excepción Cristina Narbona, quien, por
cierto, fue sustituida no hace mucho, desde que ocupa la presidencia del PSOE,
por Jorge Fabra.
Conviene recordar unas declaraciones suyas, muy interesantes, cuando era
presidente de Red Eléctrica de España. La primera preguntó se centró en la
rentabilidad del negocio nuclear en España: El negocio nuclear en España, si
seguimos la lógica de la regulación del sector, debe generar beneficios muy
elevados. Soporta unas cargas que no son mayores que otros segmentos
eléctricos. Pero no las soporta el sector nuclear sino los consumidores. Porque
el impuesto general sobre la producción que afecta a las centrales que marcan
el precio -las de gas- acaba elevando los precios del mercado y, por lo tanto,
subiendo la presión fiscal a la que está sometido el sector nuclear como otras
tecnologías. Se habló a continuación del
recibo de la luz. ¿Subiría un 25% si se cerraran las nucleares como se ha
afirmado en reiteradas ocasiones? No, esto no es cierto. Los consumidores no estamos
pagando por las centrales el coste al que producen. Estamos pagando por la
electricidad que producen las nucleares al mismo precio que las de ciclo
combinado, que son las que marcan el precio de la electricidad en España. Sería
lo mismo que tuviéramos un parque solo por centrales de ciclo combinado;
tendríamos el mismo coste los consumidores. Nos cuesta lo mismo la
hidroelectricidad, las nucleares, las de carbón y los ciclos combinados. Por el
contrario, si la vida útil de las centrales no fuera prolongada sería
sustituida con ventaja por las renovables. La fotovoltaica y la eólica han
puesto de manifiesto una curva de aprendizaje, de reducción de costes, que hoy
las hacen ya competitivas contra las alternativas térmicas.
-¿Y los
residuos generados, asunto muy importante? ¿Se tenían en cuenta en el debate
nuclear desde una perspectiva económica? ¿Cuál era su opinión?
-En la comunidad de expertos sí se
tiene en cuenta. Los residuos son algo que está enterrado, que es pasivo, que
tiene una cierta invisibilidad frente a la opinión pública. Pero, en su opinión
señaló, el asunto no ha estado ni está en el debate público, “y debería estar
presente”. Se le preguntó también si tenía sentido ampliar la vida útil de las
nucleares más allá de los 40 años. Hablando desde una perspectiva esencialmente
económica -no se ubicó Fabra en una perspectiva más
global, donde otras aristas estuvieran también presentes, lo que sumaría más
argumentos críticos a esta posibilidad- carecía completamente de sentido desde
su punto de vista. Ampliar la vida útil de las centrales 20 o 30 años más
implica aumentar de una manera tremenda, más del 50%, los residuos que ya
tenemos y con los que estamos teniendo dificultades de gestión. Existen
alternativas competitivas, incluso teniendo en cuenta el menor coste de
inversión que implicaría la ampliación de la vida útil respecto a la
construcción de una nueva. Está habiendo subastas de eólica y fotovoltaica en
todo el mundo que se están resolviendo por debajo de los 40 y los 30 euros por
megavatio hora. Más aún: el hueco que
podrían dejar las centrales nucleares para la introducción de renovables a una
mayor escala “es fundamental para la transición energética y para ir hacia un
modelo descarbonizado”. Además, permitiría introducir
elementos de cambio de modelo productivo en la economía española: tejido
industrial no contaminante, tejido empresarial, empleo de calidad. Su apuesta:
las nucleares podrían ser sustituidas con gran ventaja por renovables desde el
punto de vista de la calidad de nuestro modelo productivo. Estamos de acuerdo.
¿Quién puede no estarlo?
-Y todavía
nuestra salud, la de todo el planeta, está bajo estos efectos, la de estos
accidentes ¿verdad? ; parece como si no pasase el tiempo…¿Hay
riesgo sin la necesidad de que haya o se produzca un accidente?
-Haya o no haya accidentes, las
centrales nucleares tienen aristas que pueden ser muy peligrosas, que son de
hecho peligrosas. Recuerde, además, el tema de los residuos que hay que
transportar y hay que almacenar y cuidar. ¿Esa es la herencia que queremos
dejar a nuestros descendientes? ¿Dónde vamos a ubicarlos? Con palabras, con
hermosas palabras, de Henning Mankell: Para manipular los
residuos nucleares hemos construido un palacio para el olvido. Lo que quedará
después de nuestra civilización será, pues, olvido y silencio. Y un veneno
escondido en las profundidades de una catedral excavada donde nunca podrá
entrar la luz.
-Cuando se
produce un accidente como el de Chernóbil, ¿cuánto tiempo dura “la fuga” o el
accidente porque lo que más dura es el “post accidente” y sus efectos? ¿Y en el
caso de Fukushima?
-Son casos distintos el de Chernóbil y
el de Fukushima. El primero fue una gran explosión; el segundo, por decirlo de
algún, la expresión es de Eduard, es un Chernóbil a
cámara lenta. En ambos casos, los efectos son duraderos (se tarda mucho en
conocer sus dimensiones reales) aunque se organicen “visitas turísticas” a la
central bielorusa. No hay superación inmediata de los
desastres atómicos.
-Creía que los
japoneses eran más metódicos, concienzudos y estoy segura que nadie quiso que
pasase lo que pasó….pero, de alguna manera, ¿se hubiese podido evitar? ¿Hasta
qué punto?...porque si los “efectos de Chernóbil” siguen, también seguirán
estos, ¿verdad? Y de qué manera contaminando el planeta a través de las
corrientes oceánicas.
-La contaminación radiactiva, según
numerosos testimonios, ha llegado hasta la costa del Pacífico de Estados
Unidos. A través de la alimentación, por ejemplo, puede llegara a muchos otros
lugares. Lo que se puede afirmar, sobre lo primero que apuntas, es que la
dirección de la central tenía informes de que las medidas de seguridad sólo
eran seguras ante determinados tipos de tsunamis. No hicieron nada para pensar
en situaciones más graves. Era muy costoso emprender las reformas. El dinero es
el dinero y la rentabilidad es la rentabilidad. En el caso de Fukushima estuvo
por encima de todo, incluso después de la hecatombe de 2011.
-Sin ser
alarmistas, ¿qué culpa tienen estos accidentes nucleares del actual estado de
salud del planeta?---incluyo ahí a todos los seres humanos.
-Tienen la parte que les corresponde.
Hemos hablado antes de ello. La salud del planeta, por supuesto, no depende tan
solo de los desmanes nucleares. Hay más barbaries en la gran barbarie. La contaminación
urbana, por ejemplo, es asunto distinto y genera muchas muertes prematuras.
También, por supuesto, las enfermedades laborales (pensemos en los muertos por
amianto, que no son solo laborales) y nuestro ritmo antihumanista
de vida.
-¿Quiere añadir
algo más?
-Me gustaría finalizar con esta
reflexión. La recogemos en el libro. Así se expresaba el Premio Nobel de
Literatura japonés Kenzaburo Oé
a finales de septiembre de 2011, dos semanas después de la hecatombe atómica de
Fukushima. Hace no mucho, leí una obra de ciencia-ficción en la que la
humanidad decide enterrar cantidades ingentes de residuos radiactivos en las
profundidades subterráneas. No saben de qué modo deben advertírselo a la generación
futura, a la que se le dejará el cometido de deshacerse de los residuos, ni
quién debe firmar la advertencia. Desgraciadamente, la situación ya no es un
tema de ficción. Estamos endosando unilateralmente nuestras cargas a las
generaciones futuras. ¿Cuándo abandonó la humanidad los principios morales que
nos impedían hacer algo así? ¿Hemos superado un punto de inflexión fundamental
en la historia? Después del 11 de marzo, se quedaba levantado todas las noches,
hasta bien tarde, viendo la televisión, una costumbre, según sus propias
palabras, recién adquirida tras el desastre. Hubo un periodista de televisión
que fue a mirar en una casa con las luces encendidas en una zona que, por lo
demás, estaba a oscuras debido a las órdenes de evacuación. Resultó que una
yegua estaba de parto y el propietario era incapaz de irse de su lado. Al cabo
de unos días, el periodista volvió a visitar la granja y vio a la yegua y a su
potrillo en el interior a oscuras. La expresión del propietario era sombría. No
habían permitido que el potro saliese a correr en libertad porque sobre la
hierba había caído lluvia contaminada por el material radiactivo. Lo mejor y lo
más rápido es abolir la energía nuclear y suprimir la radiactividad de raíz. La
crisis, proseguía, se había llevado vidas que muchas personas seguían
intentando recuperar. ¿Qué mensajes
podemos transmitirles a esas personas y de qué modo? Yo también necesito oír
esas palabras y la persona a la que he recurrido en busca de orientación es el
físico Shuntaro Hida, que
ha estado hablando sobre los peligros de la exposición del país a la radiación
desde el bombardeo atómico de Hiroshima.
En una entrevista publicada en la edición de septiembre de la revista
nipona Sekai, Hida recomendaba: Si ya
han estado expuestos, deben estar preparados. Resígnense. Díganse a ustedes
mismos que pueden tener mala suerte y sufrir unas consecuencias horribles al
cabo de varias décadas. Luego, traten de reforzar su sistema, háganlo inmune
todo lo que puedan para combatir los peligros de la radiación. ¿Pero será
suficiente para protegerse el hacer el esfuerzo de evitar comprar verduras que
puedan estar contaminadas? Es mejor tomar precauciones que no tomarlas. Los
materiales radiactivos siguen escapando de Fukushima, incluso ahora. Los alimentos
contaminados se han infiltrado en el mercado, así que, desgraciadamente, no hay
ningún método garantizado para protegerse de la exposición. Abolir la energía
nuclear y suprimir la radiactividad de raíz es un modo mucho más rápido de
abordar el problema. Recorriendo el mismo sendero que transitó Mankell, Kenzaburo Oé quiso transmitir estas palabras a los hombres -”los
políticos, los burócratas, los empresarios”- que intentan imponer a las futuras
generaciones la difícil tarea de deshacerse de los residuos radiactivos que se
han generado y siguen generándose “por culpa de una política energética que
pone la capacidad de producción y la fortaleza económica por delante de todo lo
demás”. De hecho, señalaba, “quiero transmitir estas palabras a las mujeres -las
jóvenes madres- que rápidamente se han dado cuenta de los peligros que se les
plantean a sus hijos y tratan de encarar el problema de frente”. Después de que
los ciudadanos italianos rechazaran la reanudación de las operaciones en sus
centrales nucleares en 1987, fue el primer país europeo tras Suecia (Nueva
Zelanda no utiliza reactores nucleares para la generación de energía desde
1984), “un funcionario de alto rango del Partido Democrático Liberal de Japón
atribuía el resultado del referéndum a la "histeria colectiva", dando
a entender que el poder de las mujeres estaba detrás de los resultados”, añadía
el escritor nipón. Una mujer italiana de
la industria del cine, recordó Oé, respondió a la
inhumana descalificación del político neoliberal: Es probable que los hombres japoneses
se vean empujados a la acción por una histeria colectiva que pone la productividad y el
poderío económico por delante de todo lo demás. Hablo solamente de hombres
porque, se esté donde se esté, las mujeres nunca ponen nada por delante de la
vida. Si Japón no solo perdiese su condición de superpotencia económica
sino que además cayese en una pobreza prolongada, ¡todos sabemos por las
películas japonesas que las mujeres superarían esas dificultades! Los
bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, de los que tanto y tan profundamente nos ha
hablado el escritor japonés en muchas de sus obras, la derrota de Japón en la
II Guerra Mundial y la subsiguiente ocupación del país por las fuerzas aliadas
tuvieron lugar durante su niñez. Todos éramos pobres. Pero cuando se dio a
conocer la nueva Constitución, me impresionó la repetición de la palabra
"determinación" en su preámbulo. Me llenaba de orgullo saber que los
mayores tenían tanta resolución. Hoy,
concluía el premio Nobel nipón, a través de los ojos de un hombre mayor, “veo
Fukushima y las difíciles circunstancias a las que este país se enfrenta”.
Añadía: “Y sigo teniendo esperanza en una nueva firmeza del pueblo japonés”.
También nosotros mantenemos la misma esperanza. La esperanza en la firmeza,
sabiduría, prudencia y tenacidad del pueblo japonés y en las de todos los
ciudadanos informados, comprometidos y organizados del mundo. De nuevo,
conviene insistir hasta el agotamiento, “¿Nuclear? No, gracias”. No en nuestro
nombre. Contra la sinrazón atómica, contra el ecosuicidio
nuclear. ¡Mejor activos hoy que mañana radiactivos! Gracias por vuestro
interés.
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