Lomo_Sin-mas-amigos_alta.jpgCazarabet conversa con...   Juan-Francisco Silvente, traductor del libroSin más amigos que las montañas” (Rayo Verde) de Behrouz Boochani

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un libro que es un puro canto a la libertad desde la firma de  Behrouz Boochani con la traducción de Juan Francisco Silvente y que edita Rayo Verde.El libro ha sido traducido por esta editorial al castellano y al catalán.

Es un libro muy redondo, que tiene “su guinda” en el pastel en la edición en castellano de Rayo Verde con la ilustración de Agustín Comotto

La sinopsis del libro: l 2013 Behrouz Boochani fue ilegalmente detenido en la isla de Manus, un centro de detención de inmigrantes cerca de la costa de Australia. En la cárcel, donde ha pasado seis años, sin herramientas ni espacio para la creación, Boochani escribió heroicamente a través de WhatsApp este libro. Un libro sobre la violencia y las injusticias que se cometen en nuestro nombre con la excusa de la ley.

La obra se publicó en Australia y ganó los premios más importantes del país convirtiéndose en una denuncia y visibilizando una vergüenza internacional. Uno de los libros más vendidos en 2019 es el grito de resistencia y el extraordinario testimonio de un refugiado. Una voz que representa las vivencias de tantos refugiados y migrantes apátridas encarcelados en todo el mundo.

El autor: Behrouz Boochani es periodista y un reconocido defensor de los derechos humanos, ganador de un Media Award de Amnistía Internacional de Australia, se le han otorgado también los premios del Diaspora Symposium Social Justice Award, del Liberty Victoria 2018 Empty Chair Award, del Anna Politkovskaya de periodismo y del Premio Veu Lliure PEN Català 202o.

Behrouz Boochani, el autor de ‘Sin más amigos que las montañas’, será galardonado con el XI Premio Veu Lliure que atorga el PEN Català.

Es una de las mejores y más directas obras  de este escritor y activista kurdo... una obra escrita, desde la cárcel, a mando y a través de un whatsapp.

El premio Veu Lliure-PEN Català, sigue reconociendo hoy en día a los escritores perseguidos a causa de sus escritos. Boochani se suma así a voces como la de Ramón Esono, Alí Lmrabet, Tienchi Martin-Liao o Dessale Berekhet,

Sepamos un poco más del ilustrador:

Nació en la parte de abajo del globo, en Argentina, pero, por alguna razón que se desconoce, ha pasado media vida subiendo y bajando de una parte del planeta a la otra. Le gusta el norte, el norte de los vikingos y las auroras boreales.

Escribe para dibujar y dibuja para escribir. Ha dibujado o escrito libros para EEUU, Francia, México, Argentina y España.

Autor o ilustrador de diversos libros, ha ganado el premio A la Orilla del Viento del Fondo de Cultura Económica (México) con el libro Siete millones de escarabajos —obra que es mención de la lista White Raven del 2002 de la Biblioteca de Munich (Alemania)—, y la Mención mejor álbum ilustrado de ALIJA (IBBY-Argentina 2006) con El Comelibros.

Nos acercamos al traductor Juan Francisco Silvente:

Juan-Francisco Silvente (Versalles, 1961). Se graduó en Traducción e Interpretación y cursó el Máster Universitario en Traducción, Interpretación y Estudios Interculturales, ambos en la Universitat Autònoma de Barcelona. Actualmente es doctorando del Grup d’Estudis de la Traducció Catalana Contemporània (GETCC) de la UAB con la tesis La traductologia catalana contemporània.

Ha traducido novela y ensayo del francés y del inglés, además de haber sido editor literario de la traducción al catalán del Decameró, de Maria Aurèlia Capmany. Cuando no traduce, toca la guitarra o juega al ajedrez.

 

 

 

 

Cazarabet conversa con Juan-Francisco Silvente:

 

J.F.-Silvente.jpg-Amigo, ¿cómo es el papel de un traductor en una obra como esta que es tan testimonial y en primera persona como llena de compromiso, sobre todo con la libertad y los derechos humanos?

-Ante todo, quiero daros las gracias por vuestro interés en este libro y por esta propuesta de reflexión sobre la traducción.

Respondiendo a la pregunta, digamos que ese «papel del traductor», como lo etiquetáis, es ante todo subjetivo, pues cada traductor se enfrenta de un modo muy personal e íntimo a todas y cada una de sus traducciones. Por mucho que se pregone en algunos ambientes que el traductor debería no dejarse ver a través de sus traducciones, eso es prácticamente imposible, dado que todos somos seres humanos forjados con el transcurso de los años, lo cual desemboca en una personalidad única e irrepetible, y eso no se puede ocultar ni siquiera mediante el acto traductor. Otra cosa es que resulte conveniente minimizar esa presencia para que destaque la del autor traducido. Hay por ahí algún estudio académico que respalda mis palabras.

Creo que no exagero si digo que traduje Sin más amigos que las montañas tanto cerebral como sentimentalmente. La forma en que Omid Tofighian, el traductor al inglés de Behrouz Boochani, explica las cosas es tremendamente impactante. La experiencia de Boochani es muy intensa, plagada de miles de detalles que te hacen visualizar, más que leer, cada situación específica vivida por él y sus compañeros encarcelados; pues, como muy bien explica y describe Behrouz, aquello es lo más parecido a un campo de concentración nazi.

Así que mi papel como traductor en este caso fue el de un narrador de cuentos sentado con otras personas alrededor de un fuego de campamento al anochecer. Como narrador de ese cuento, he procurado elegir cuidadosamente cada palabra, cada entonación, cada silencio, para transmitir esa desdichada vivencia que nos relata el periodista kurdo con la mayor fidelidad y el mayor respeto de los que he sido capaz. Confieso que es un relato que me impactó y me obligó a rescatar de mis estanterías El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl.

 

-Normalmente, ¿veis vuestro trabajo compensado… os sentís compensados por el colectivo de lectores?

-En primer lugar habría que definir el término «compensado», porque la pregunta que surge es: compensado ¿en qué sentido? Si nos referimos al feedback de los lectores, es conveniente precisar que los lectores que te hacen llegar sus opiniones o comentarios sobre alguna de tus traducciones son mínimos. Es evidente que a los traductores nos encantaría recibir críticas constructivas; entre otras cosas, nos serviría para sentir «el pulso» del colectivo de lectores en vivo y en directo, y eso solo podría ser positivo. Si nos referimos a las ventas, diría que esa «compensación» no tiene mucho sentido, puesto que todos sabemos cuál es la dinámica del mercado del libro en el territorio español, y nos ajustamos a ella, aunque es evidente que si el porcentaje de lectores habituales aumentara en este país, todos saldríamos beneficiados en muchos sentidos, no solo en términos económicos... Finalmente, se me ocurre que una tercera interpretación de «compensado» puede ser la de «tenido en cuenta como traductor», y eso es pura quimera hoy por hoy en España. El traductor no es una figura destacada como lo es el autor. Parece ser que en Japón sí existen librerías que tienen una sección dedicada a algún traductor o traductora, al lado de las secciones clásicas de temáticas o autores. La vergüenza que seguimos arrastrando en nuestro país es que cuando se presenta algún libro en según qué espacios informativos, noticiarios incluidos, no se mencione al traductor o traductora ni siquiera cuando su nombre aparece en pantalla al enfocar la portada del libro. No sé qué hace falta a estas alturas —paciencia, supongo— para que todo el mundo se percate de una vez de que ninguno de los autores ni autoras extranjeros escribieron nunca en español, sino en su propia lengua. Entiendo que se trata de una labor que nos corresponde a los traductores. No olvidemos que ya desde la escuela te dicen que tal o cual gran escritor extranjero escribió unos textos maravillosos o de gran calidad, textos que analizas y sobre los que trabajas durante años, ¡y lo haces en lengua española! A quien se está analizando en tales circunstancias es ante todo a la traductora o al traductor de turno.

 

-Cuando una persona se dedica a la traducción, ¿a qué se condena para bien y para mal?

Esta pregunta me fascina: ¡“condenarse para bien y para mal”! Pues sí, te condenas, pero entiendo que ni más ni menos que en cualquier otro oficio. Te condenas para mal cuando tienes que traducir urgentemente durante las fiestas navideñas o en cualquier momento del año destacado en tu ambiente familiar o entorno directo; no siempre puedes participar de la celebración porque tienes que traducir. ¿Por todo lo demás? Mi respuesta es que te condenas para bien: te condenas a alimentar tu sed infinita de conocimiento; te condenas a descubrir nuevos mundos, a sumergirte en parcelas de la vida que en algunos casos ni siquiera intuyes; te condenas a ver un mundo infinito tras lo que para ti no había sido más que una pequeña mancha; te condenas a cuestionar y recuestionar continuamente tus valores, tus creencias, tus convicciones, tu mirada sobre el mundo y sobre ti mismo; te condenas a participar del descubrimiento y el enriquecimiento sin límites; te condenas a ser consciente de que cuanto más aprendes, más se evidencia lo poco que sabes. Vamos, que te condenas a una felicidad tan intensa como difícilmente descriptible para quien no comparta esas inquietudes.

 

1549056603-105433265p06zlx2.jpg-¿Un traductor se especializa en temas y en determinadas plumas?, ¿cómo ha sido en el caso de traducir Sin más amigos que las montañas de Behrouz Boochani?

-Con el paso de los años es normal y quizá inevitable que te especialices en uno varios autores. La traducción literaria funciona en dos sentidos, básicamente. Por un lado están tus intereses particulares, sobre los cuales puedes presentar propuestas de traducción a las editoriales, y por otro lado están las propuestas que recibes de las editoriales. Todo ello condiciona en cierta manera que puedas llegar a especializarte en algún autor o autora, pero, insisto, con el paso de los años es fácil que pase por tus manos repetidamente un autor determinado con quien sientas y muestres una afinidad en particular. Cuanto más lo conozcas, más ajustadas serán tus traducciones de ese autor o autora, pero lo decisivo aquí no es solo tu interés, sino el interés que seas capaz de inculcar a las editoriales y a los lectores.

Por lo que a Boochani respecta, me sentí identificado con sus valores y sus reflexiones varias veces durante la traducción. Fueron unos cuantos los pasajes que me condujeron hasta una reflexión íntima muy potente, reflexiones sobre el sentido de la vida, el hecho de afrontar una muerte casi inminente, vivir con todos los elementos en contra y, sin embargo, salir triunfante —aquí y ahora no hablamos del precio que uno paga por el camino—. Repito que Sin más amigos que las montañas me devolvió en repetidas ocasiones a El hombre en busca de sentido, y confieso que ese debate a tres ha sido para mí una de las épocas más enriquecedoras y estimulantes de estos últimos años.

 

-¿Qué idea te haces o te has podido hacer del Behrouz Boochani como contador de historias, en este caso: narrador de una propia odisea..., porque lo que vive sigue el hilo argumental de una Odisea, ¿verdad?

-Absolutamente. Boochani es un Odiseo moderno. Los seres mitológicos de la antigua Grecia causantes de las múltiples tribulaciones del héroe heleno están representados en esta obra por los componentes del agresivo sistema político-penitenciario australiano, que no difiere del occidental. Podríamos hacer un paralelismo entre el panteón de aquellas deidades, acompañadas por los seres mitológicos de segundo y tercer orden, y el Gobierno australiano de aquellos años secundado por los miembros del sistema penitenciario: desde los altos mandos hasta los guardias y las enfermeras de «la Prisión».

Behrouz Boochani es un narrador muy potente e incisivo. Es capaz de transportar al lector en el tiempo y el espacio hasta situarlo en el epicentro de su narración, de modo que más que limitarse a leer el texto, el lector llega a experimentar de alguna forma las desventuras y los peligros que el autor kurdo recuerda. Es lo más parecido a una performance. Esa mezcla de estilos narrativo, poético, periodístico y de representación de lo ocurrido al estilo tradicional kurdo es un cóctel muy efectivo que apela directamente a la sensibilidad del lector.

 

-¿Y cómo lo presientes o lo percibes como persona?

-Pues me parece una persona con una personalidad de hierro y una inteligencia superior, sumadas a una capacidad de autocontrol ejemplar. Durante la traducción, me recordó en más de una ocasión a Sixto Díaz Rodríguez, ese cantautor estadounidense de origen mexicano que en su día despreció el dinero que de pronto le cayó desde Sudáfrica, por unas grabaciones que le habían hecho famoso en aquel país, y siguió con su vida sencilla y humilde de simple trabajador, sin por ello dejar de inculcar a sus hijas la importancia de la cultura en general y de las bibliotecas en particular. Son personas que han llegado a un grado de bienestar y de coherencia con ellas mismas y con la vida que les ha tocado vivir absolutamente envidiables y modélicas.

 

-¿Cómo es traducir una narración que le pone roja a una democracia frente a los derechos fundamentales de un hombre?

-Diría que es hacerse eco de la denuncia sobre esa injusticia que cabalga a marchas forzadas para expandirse. Por desgracia, sabemos que la auténtica democracia no existe, no forma parte de la naturaleza humana por la sencilla razón de que quienes creen de verdad en ella no se dedican a la política de máximo nivel. Son demasiados los intereses creados a estas alturas, sobre todo por parte del neoliberalismo en este último siglo. No perdamos de vista que el negacionismo es un hecho. Políticos populistas como Trump, Bolsonaro, Orbán y algunos otros no tienen ningún problema en negar la evidencia más patente ni, por ende, en menospreciar la vida de aquellas personas que no formen parte de «su mundo». Desde la Segunda Guerra Mundial a esta parte, ni siquiera la izquierda más progresista de los cinco continentes ha podido evitar mostrar que también cuenta con una cara oculta; cuanto más las políticas conservadoras, partidarias y sustentadoras de las empresas y los lobbies que representan la macroeconomía internacional. La vida del individuo, del ser humano, queda tan radicalmente en sus antípodas que no tiene ni el más mínimo valor.

 

Sin-título-2.jpg-¿Cómo es el proceso de documentación de los traductores?; ¿cómo fue en esta ocasión?

-Por suerte, hoy en día contamos con internet, y esa inmediatez que proporciona no tiene precio. Para cualquier traducción, siempre trabajo con una gran cantidad de pestañas abiertas: diccionarios monolingües, bilingües —aparte de los de papel—, bases de datos relacionadas con el tema que estoy traduciendo, bases terminológicas (legales, financieras, etc.), páginas especializadas y un largo etcétera. En fin, toda una pléyade de páginas web con las que te documentas, en las que no paras de navegar y a través de las cuales a veces te pierdes, impelido por la curiosidad y la pasión por saber más, por conocer más, se trate de lo que se trate.

En esta ocasión no fue diferente. Como ejemplo de lo que suele ocurrir con muchas traducciones, citaré este caso con el que me encontré. Es lo que llamo «un hueso» o «una piedra», y son aquellas partes de la traducción que me ocupan muchos minutos, si no horas, antes de poder pasar a otro punto del texto. Resulta que en uno de los prólogos en inglés se habla de securitisation, que forma parte de la terminología financiera, pero en este caso se empleaba desde una perspectiva sociológica. Pues bien, me llevó horas de búsqueda, de lecturas y de investigación pura y dura sobre cómo traducir correctamente ese término financiero pasado al terreno de la sociología. Al final, la solución me llegó a partir de un intercambio de mensajes de WhatsApp con un amigo que trabaja en el mundo de las finanzas. Sus comentarios me permitieron comenzar a descartar puntos de vista y me allanaron el camino hasta llegar a la traducción correcta de securitisation en español. Lo bueno de estas cosas es que cuando el lector pasa la vista por esos «huesos», estos pasan totalmente desapercibidos si están bien resueltos. Nadie diría que aquella palabra o aquella frase te ha costado horas de trabajo. Si es señal de que he hecho bien mi trabajo, pues me doy por satisfecho, sonrío y pienso «¡quién lo diría!».

 

-Háblanos de la relación con los editores, porque son ellos los que te contratan, ¿no?

-En este caso sí. Fue la editorial la que me propuso traducir el libro de Boochani. ¡Esa maravilla de libro! La relación con el personal de Rayo Verde y con Laura Huerga no puede ser más fácil y cordial. Solo puedo decir cosas positivas de esta editorial y del equipo que la representa. Se trata de una editorial muy seria, activa y activista, a la par que coherente con su compromiso literario. Es un honor cooperar con quien antepone la calidad a todo lo demás y al mismo tiempo muestra un gran respeto por sus colaboradores. En resumen, es una editorial idílica.

 

-¿Cómo es el día a día en el trabajo de un traductor?

-Hay diferentes épocas, dependiendo de la urgencia que arrastre la traducción de turno, pero es evidente que es uno de esos oficios que requieren mucha autodisciplina. Ahora bien, diría que ni más ni menos que cualquier otro teletrabajo. Hay quien prefiere iniciar su jornada a las cinco de la mañana y hay quien prefiere quedarse trabajando hasta la una o las dos de la mañana. No existe una fórmula universal. ¡Depende DE los biorritmos de cada cual! La mayoría de los traductores compaginan la traducción con otras actividades, como puede ser la colaboración en revistas u otras publicaciones relacionadas con la traducción; sin embargo, una de las más expandidas es la docencia. Lo resumiré con la simpática observación de un compañero de universidad de hace pocos años: «Me gustaría encontrar la manera de hacerles comprender a las editoriales que cada año después de San Jordi ¡sigue habiendo vida!».

 

-Explícanos, todos los traductores sois, en su mayoría, filólogos, ¿no?; ¿cuál es el perfil de las y los que se dedican a la traducción?

-Desde un punto de vista académico puedes cursar el grado de traducción directamente, con el cual obtienes el título de traductor. Sin embargo, conviene precisar que cuando hablamos de traducción en esta entrevista inferimos la traducción literaria, pero es importante señalar que existen otros tipos de traducción, y una de ellas es la que permiten múltiples plataformas que ponen en contacto a traductores y empresas que requieren alguna traducción. Este es otro mundo totalmente ajeno al de las traducciones profesionales, que también se dan, pero en muchos casos no se exige ningún tipo de titulación, porque lo único que importa es que se traduzcan textos más o menos técnicos al precio más bajo posible. Hoy se están pagando muchos de esos trabajos a un céntimo por palabra, lo cual no es vergonzoso, sino mucho peor, no solo desde un punto de vista humano, pues se trata de un paso más en dirección a la moderna esclavitud encubierta, sino también por la calidad de esas traducciones, máxime cuando se trata del ámbito de la salud. Hay ciertas actividades que deberían estar penadas por ley.

Por todo ello, es difícil describir un perfil general de la figura del traductor. También están los traductores que trabajan en empresas o en instituciones estatales o supraestatales, como la Unión Europea, por poner un ejemplo. Por suerte, se trata de un oficio que cada día tiene mayor implicación en el funcionamiento del mundo, del intercambio tecnológico, social, político, financiero, sanitario y todos los ámbitos que afectan a las interrelaciones humanas, no solo el cultural.

 

Sin-título-1.jpg-¿Qué manías tienes como traductor?

-Mi manía principal es la de pretender trasladar a la traducción tantas expresiones y matices del original como sea posible, pero a veces no es lo más conveniente porque cada lengua tienes sus propios dejes, sus propias muletillas, sus propias introducciones discursivas, y es una lucha que tengo conmigo mismo. Es cierto que «lo que ya está dicho» de forma clara y concisa en el texto original no tiene por qué cambiarse sustancialmente, pero incluso entonces suele ser conveniente matizar para que el texto de llegada no «suene a traducción».

 

-Amigo, ¿en qué consiste el trabajo de traductor?, porque es mucho más que “traducir” tal como lo entendemos…, requiere mucho más de lo que aparentemente se ve, aunque quedéis en un tercer plano…

-No diré nada nuevo afirmando que traducir es mucho más que repetir unas palabras o unas frases. Si repasamos tantas definiciones que se han aportado a lo largo de la Historia sobre la traducción veremos que la mayoría de los términos son poco precisos, más bien ambiguos, vagos, expresiones como «el genio de la lengua» o «el espíritu de la lengua». Se habla de «intención», de «querer decir», se busca traducir aquello que se esconde tras las palabras, aquello que provoca el discurso. Si aceptamos que el lenguaje tienes sus limitaciones y que el idiolecto marca la diferencia entre dos autores que sean contemporáneos, a lo cual hay que sumar el idiolecto de la traductora o traductor, ya disponemos de tres consideraciones que nos plantean la dificultad de traducir. No es lo mismo traducir del inglés al español que al francés, ni es lo mismo traducir a Rimbaud que a Verlaine, por mucho que coincidiesen en el tiempo y en el espacio.

Hay personas distanciadas del mundo de la traducción que me han llegado a comentar que no entendían la dificultad que esta comporta, puesto que una misma cosa (material) ya tiene un nombre en una lengua u otra. Esto ya te lo da el diccionario, no tiene mayor mérito. De lo que se trata es de intentar conseguir traducir lo inmaterial, lo intangible: las opiniones, los valores, las sensaciones o los sentimientos, pongamos por caso.

 

-Trabajo que requiere, además de una metodología exigente, ¿verdad?

-Por supuesto, además de lo ya comentado, la metodología de trabajo se compone básicamente de rigurosidad y de respeto tanto hacia el texto como hacia el autor y el lector a quien va dirigida la traducción. Se trata de un ejercicio fascinante porque, aunque términos «rigurosidad» o «respeto» son fácilmente interpretables, la traducción está imbuida de subjetividad, puesto que tanto el autor como el traductor y el lector son seres subjetivos, y cada cual arrastra su propio acervo cultural y su propia visión del mundo. En este sentido, podríamos decir que la traducción literaria es un punto de encuentro en la intersección de estos tres actores. Por ello, siempre existirán tantas copias de una misma obra como intenciones e interpretaciones representadas por estos tres actores. Es algo que resulta muy evidente cuando se comparten impresiones sobre

una película, las similitudes y las diferencias entre el pretendido mensaje del autor y la reacción de cada espectador afloran por defecto, y no digamos ya cuando entra en el debate el final de 2001, una odisea del espacio

 

-Como traductor, ¿sientes que tu trabajo se valora lo suficiente, con lo importante que es...?; sin él, yo misma, nunca hubiese podido leer a Boochani y sus vivencias, sensaciones y sensibilidades...

-En estos tiempos de COVID queda demostrado qué oficios son realmente importantes, oficios de los que dependen nuestra higiene, nuestra salud y hasta nuestra vida. Cuando hablamos de salud, nos referimos tanto a la física como a la mental, y ahí es donde entra la traducción. Es evidente que la traducción en general y la literaria en particular son elementales para poder compartir las visiones y los valores de otras culturas a través de sus lenguas. No olvidemos el adagio de Juvenal mens sana in corpore sano, es tan importante nuestro equilibrio físico como mental, y aquí la traducción, portadora de cultura en el tiempo y el espacio, es una de nuestras mejores bazas.

Considero que la traducción es uno de esos oficios que no se valoran en su justa medida, pero no es el único. Me gustaría conocer la respuesta que pudieran dar a esta pregunta colectivos como el de los sanitarios o los docentes, por no mencionar aquellos que se dedican a la recogida y tratamiento de los desechos que produce la sociedad. Ya comenté antes que nuestra escala de valores y nuestras prioridades están muy condicionadas por las «voces autorizadas», ya sean políticos, economistas y todo tipo de personajes que tienen acceso fácil a los medios de comunicación, sin olvidar que estos también fabrican su propio discurso interesado.

La traducción tiene el mismo valor y la misma importancia que un puente que une dos orillas, y pido perdón por el poco original y arquetípico ejemplo, pero no por ello menos válido. ¿Es importante saber cosas? ¿Es útil conocer el mundo más allá de nuestro entorno directo? ¿Sirve de algo conocer la historia del mundo, su presente y su posible futuro? Saber y conocer es indispensable para que el individuo no deje de hacerse preguntas y no tenga reparos en dudar de todo, es indispensable para que pienses por ti mismo y no lo hagan otros por ti, es indispensable para disponer de argumentos en tantas circunstancias como sea posible; no tanto en conversaciones con los demás, sino contigo mismo.

Precisamente por su carácter internacional y su peso cultural, la traducción aporta todo tipo de herramientas intelectuales, conformándola como uno de los pilares culturales, ajustándose perfectamente al tipo de mundo global en el que vivimos en la actualidad. Lo que ocurre es que en este último siglo se nos ha querido enseñar que los trabajos importantes eran aquellos en los que se ganaba mucho dinero o que estaban directamente relacionados con las finanzas y el éxito social, pero parece que, por suerte, poco a poco nos vamos despertando de esa pesadilla.

 

 

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