La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Pablo Batalla
Cueto, autor de “Si cantara el gallo
rojo. Biografía social de Jesús Montes Estrada, Churruca” (Trea)
Editorial Trea se
acerca a la “biografía social de Jesús Montes Estrada, Churruca”.
El libro forma parte de la colección Trea Varia que mira, ente caso a la Historia de Asturias.
Pablo Batalla Cueto se acerca a la figura de
este sindicalista y político comunista asturiano.
La sinopsis de este libro, de esta biografía:
El presente libro es la biografía del sindicalista y
político comunista asturiano Jesús Montes Estrada, Churruca, pero una biografía
social escrita sobre la base del principio enunciado en aquella misiva: contar
la historia de cuantos más hombres (y mujeres) sea posible.
Churruca es tomado, en esta biografía de biografías, como mero hilo
conductor; como el pisapapeles de una serie de círculos concéntricos dispuestos
en torno a él y que son fundamentalmente cuatro. En primer lugar unas ideas,
las comunistas. En segundo lugar, la organización que las encauzó y vertebró el
combate por su puesta en práctica en España a partir de 1921: el Partido
Comunista de España (y también su sindicato hermano a partir de los años sesenta,
Comisiones Obreras). En tercer lugar, una generación concreta de militantes de
ese partido: la que se impuso a sí misma la misión histórica de tumbar la
estaca franquista, y en parte lo consiguió. Y en cuarto y último lugar, uno de
los escenarios del desenvolvimiento de la lucha de esa generación heroica: la
región española de Asturias, y en particular la ciudad de Gijón. De todo ello
se aspira a contar la historia sin menoscabo de referir los hechos biográficos
de Churruca: su nacimiento e infancia en la cuenca minera asturiana; la
participación de su familia en las huelgas de los sesenta; su traslado a Gijón
en los setenta; su implicación en la lucha clandestina hasta la muerte de
Franco, que le cuesta tortura y cárcel; su experiencia de la agridulce Transición;
la de la reconversión industrial de los ochenta, que lo convierte en líder
destacado de las protestas del sector naval, y finalmente sus dos decenios como
concejal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Gijón.
Escrito con los instrumentos de la ciencia histórica pero entendiendo,
como lo entendía el historiador africano Joseph Ki-Zerbo,
que «la historia es una materia viva [y que] no podemos inclinarnos sobre ella
como sobre el insecto que vemos en el museo, ni como el químico sobre sus
redomas», Si cantara el gallo rojo toma su título de una famosa canción de
Chicho Sánchez Ferlosio, huye de la neutralidad que
condenaba Gabriel Celaya y hace bandera del mundo nuevo que bullía en los
corazones de sus protagonistas, los Horacio Fernández Inguanzo,
Juanín Muñiz Zapico o Anita Sirgo, entre otros
muchos: héroes sencillos puestos por la historia al servicio de una causa más
grande que ellos y que entendieron, como Benedetti, que «claudicar no trae
sosiego»..
El autor, Pablo Batalla Cueto; (Gijón, 1987)
es licenciado en historia por la Universidad de Salamanca y acaba de iniciar en
la de Oviedo el doctorado con una tesis que versará sobre Izquierda Unida.
Ejerce como periodista, trabajo que ha ido desempeñando como colaborador de los
medios Asturias24, La Voz de Asturias, El Cuaderno, Atlántica XXII, Neville y La Soga. Dirige A Quemarropa, periódico oficial
del festival literario y cultural Semana Negra de Gijón.
El profesor
de Historia Contemporánea Francisco Erice de la Universidad de Oviedo,
dice sobre este libro con un elocuente título, El irrenunciable viaje hacia
Ítaca: http://www.trea.es/system/books/enlace1s/000/005/353/original/El_irrenunciable_viaje_hacia_%C3%8Dtaca.pdf?1509003353
Desde la pluma del propio Churruca: http://www.trea.es/system/books/enlace2s/000/005/353/original/Esto_no_son_unas_memorias.pdf?1509003907
El
historiador Luis Miguel Piñera, nos deja este
escrito,”La consigna es crear dos, tres muchos gallos rojos”: http://www.trea.es/system/books/enlace3s/000/005/353/original/La_consigna_es_crear_dos__tres__muchos_gallos_rojos.pdf?1509003907
Cazarabet
conversa con Paco Batalla Cueto:
-Pablo, amigo, cuéntanos el por qué de este libro; de aquello que
te hizo escribir la biografía humana, pero de compromiso sindicalista y
político, de Jesús Montes Estrada, Churruca.
-El origen concreto del libro es
una larguísima entrevista que yo le hice a Churruca para el diario digital —hoy
desaparecido— en el que yo trabajaba entonces: Asturias24. Una de las señas de
identidad del periódico era precisamente ésa: aprovechar la ausencia de límites
propia del formato digital para publicar entrevistas largas, profundas y con
oportunidad de explayarse a personajes relevantes de la vida local y regional.
En un momento dado se me encargó entrevistar a Churruca, y le hice una
entrevista de treinta páginas que acabó remedando una especie de pequeñas
memorias dialogadas. La entrevista, después, tuvo un éxito sorprendente en
cuanto a visitas pese a ser Churruca un personaje conocido sobre todo a nivel
local de Gijón, y no tanto en el resto de Asturias. Y eso hizo a amigos de
Churruca y gente de su entorno animarle a, sobre la base de esa entrevista,
escribir unas memorias. Churruca, en un momento dado, me llamó para
transmitirme esa idea de hacer algo más largo, pero dejándome claro que no
quería que fueran unas memorias al uso, escritas a mayor gloria suya, sino algo
en lo que, por más que él fuera el hilo conductor, los protagonistas fueran
otros, y concretamente su familia y algunas personas a las que él conoció y con
las que compartió «azares y luchas», como cantaba Silvio Rodríguez. A mí me
encantó la idea y nos pusimos manos a la obra.
-Háblanos
un poco del título, que nos parece muy atractivo: Si cantara el gallo rojo.
-Al título le di muchas vueltas, y
el libro fue teniendo varios provisionales, pero me acabé decidiendo por ése
que tomé de una famosa canción de Chicho Sánchez Ferlosio,
Los dos gallos: «Cuando canta el gallo negro/ es que ya se acaba el día;/ si cantara el gallo rojo/ otro gallo cantaría». Me
parecía que condensaba bien las dos dimensiones del libro: la de pura biografía
y la de manifiesto en defensa de unas ideas. La de manifiesto porque yo creo, y
evidentemente también lo cree Churruca, que, efectivamente, si cantara el gallo
rojo otro gallo cantaría; que hay un mundo justo, igualitario, fraterno y con
las mismas oportunidades para todos los seres humanos que está por construir. Y
también la dimensión biográfica porque el modo subjuntivo del verbo cantara
refleja bien lo que ha sido, para bien y para mal, la vida de todos estos viejos
militantes comunistas: un sueño hermoso siempre luchado pero nunca realizado.
-Háblanos, nos interesa mucho, de Jesús Montes Estrada, el ser
humano…
-Churruca es un hombre afable,
risueño y muy representativo del gracejo y el carácter vitalista de la cuenca
minera asturiana. Es una persona muy activa, también: a sus sesenta y siete
años, y retirado ya de la vida política, sigue participando en toda clase de
actividades y causas. Baste de muestra un botón: hace dos o tres años participó
en una protesta contra la actuación de una banda israelí en el Teatro
Jovellanos de Gijón y acabó con una aparatosa herida en la cabeza de un
toletazo de la Policía.
-…y
de cómo y por qué se adentró en el mundo sindical y político.
-Fue un proceso absolutamente
natural. Churruca nace en un lugar en el que la militancia política es casi
inevitable: la cuenca minera del Nalón, y concretamente un pequeño pueblo del
concejo de San Martín del Rey Aurelio, La Güeria
Carrocera, al que en los años cuarenta se conocía como Pequeña Rusia, igual que
a otros, porque era uno de los santuarios de la guerrilla antifranquista. El
abuelo paterno de Churruca, Chus Pesetes, era
militante del PSOE y había sido fusilado en 1940 en Gijón por su participación
en la guerra civil, en la que había alcanzado el grado de comandante del
Ejército republicano. Su otro abuelo, así como su abuela materna Malia, también eran militantes del PSOE: al abuelo,
Nicasio, yo me lo encontré recaudando fondos para ayudar a los camaradas
austriacos en 1934 buceando en la hemeroteca de Avance, el diario socialista de
los años treinta. Y después de la guerra no fue represaliado al mismo nivel que
el otro abuelo, pero también sufrió la represión franquista y acabó engrosando
otra lista desoladora: la de accidentados y muertos en la mina. A la abuela
paterna de Churruca, Chucha, los falangistas, que cuando se emborrachaban se
dedicaban a dar palizas a rojos por toda la comarca, la apaleaban prácticamente
todas las semanas, y acabó muriendo relativamente joven, seguramente debido
entre otras cosas a esas palizas. El padre de Churruca, Chus, militó en el PCE
desde los años cuarenta, fue enlace de la guerrilla y uno de los líderes de las
huelgas mineras de los sesenta y también sufrió todos los palos del franquismo:
en una ocasión, la Guardia Civil se lo llevó caminando desde La Güeria hasta El Entrego (5 kilómetros) atado a la cola de
un burro. Churruca también es familia lejana de Gaspar García Laviana, un sacerdote de la cuenca minera asturiana que
acabó luchando con la guerrilla sandinista en Nicaragua y muriendo en combate.
Y podría seguir enumerando. Lo que quiero decir es que el entorno en el que
Churruca nace y crece es un entorno enormemente politizado. Se militaba casi
sin querer, y si no se quería se acababa queriendo cuando uno se topaba con las
durísimas condiciones de vida y de trabajo que eran la norma entonces.
Churruca, cuando entró a trabajar en uno de los astilleros gijoneses, se
encontró, por ejemplo, con que se les daban unos guantes que se les indicaba
que debían durar seis meses. Seis meses de guantes para un trabajo como el de
los astilleros es una barbaridad: por más que los trabajadores ingeniaran
triquiñuelas como dar la vuelta a los guantes o remendarlos, a los dos meses
los guantes ya estaban inservibles. Tampoco había calzado de seguridad, sino
que cada cual llevaba los zapatos que quería. Y todo así. Aquél era un mundo
duro y la militancia era casi una obligación.
-Asturias:
tierra de revoluciones, de contestación ciudadana, de manifestaciones, de enfado
a pie de calle… ¿Qué le ha otorgado eso? Y, dinos, ¿se ha sabido manipular bien
para que el conjunto de la ciudadanía obtenga sus demandas?
-Fundamentalmente, le ha otorgado
una memoria de orgullo con una pervivencia a veces sorprendente. Hace poco me contaba
el historiador Rubén Vega que está estudiando precisamente eso: lo que queda de
la lucha obrera en forma de elementos identitarios
cuando la lucha obrera desaparece. Me ponía de ejemplo una enorme pancarta que
se sacó, no recuerdo si en El Molinón o el Carlos Tartiere, con motivo del último ascenso del equipo
correspondiente: unos mineros emergiendo de un pozo sujetando sus candiles y el
mensaje «Salimos del pozo». Es decir, hay toda una «Asturias dinamitera» identitaria que sigue ahí, que bebe del 34, del 62, de los
astilleros en los ochenta, etcétera, y que es un timbre de orgullo para una
parte importante de la sociedad asturiana. Ahora bien, si me preguntas por
logros concretos y materiales de esa historia de movilización, creo que no cabe
ser muy optimistas: los asturianos perdimos el 34, perdimos el 36, obtuvimos
como mucho una victoria agridulce en el 62 y perdimos la reconversión
industrial de los ochenta y noventa, que convirtió a algunas zonas de Asturias
en poco menos que un páramo postapocalíptico, una
situación que después agravó el hecho de que los responsables de invertir los
dineros que llegaban de Europa no los utilizaron para crear un nuevo tejido
industrial adaptado al siglo XXI, nuevas tecnologías y así, sino que los
dilapidaron en gran medida. Asturias sigue inmersa en una crisis profunda. A mí
me llama mucho la atención salir por Gijón durante las vacaciones de Navidad:
de repente, las calles, las cafeterías, los pubs, etcétera, están llenos de
gente joven, que el resto del año brilla por su ausencia en esos mismos sitios:
son los jóvenes talentosos y preparados que se fueron de la región, si es que
no de España, porque aquí no hay oportunidades para nadie.
-Amigo, ¿cómo ha ido y ha
sido el ejercicio o necesario trabajo de rebuscar en su vida, en su historia…
entre documentaciones, testimonios, entrevistas?
-Fue por momentos muy arduo, pero
también muy enriquecedor para mí, porque me permitió descubrir cosas y
realidades que existieron y sucedieron en mi propia región e incluso en mi
propia ciudad pero en el mejor de los casos conocía sólo de pasada. En ese
sentido, me resultó muy interesante, por ejemplo, bucear en la hemeroteca de El
Comercio, el diario local de Gijón, cosa que hice sobre todo para documentar el
papel de los cuatro concejales comunistas en la primera legislatura democrática
de la ciudad (1979-1983). Me encontré una ciudad absolutamente distinta de la
que yo conozco. Yo no sabía, por ejemplo, que el cerro de Santa Catalina, un
amplio parque situado en el promontorio que domina la ciudad y hoy es
seguramente el lugar más querido por los gijoneses, fue propiedad militar y
estuvo vallado hasta 1982. Y sí que sabía, pero no hasta qué punto, de lo
insalubres que eran las condiciones de vida en muchos barrios en los que hoy la
gente se pega por vivir: calles sin asfaltar y embarradas, falta de alumbrado
público y de agua corriente, chabolismo… Había barrios como Tremañes
en los que la gente fallecía de enfermedades comunes por lo lamentables que
eran las condiciones: había empresas que hacían sus vertidos allí. También me
resultó interesante descubrir y conocer el papel de algunos sacerdotes
comprometidos en la lucha antifranquista y en la transformación de la ciudad;
curas que se trasladaban a esos mismos barrios insalubres a compartir con sus
habitantes sus penurias y padecimientos, pero también a luchar por ellos. Yo
soy un ateo redomado y siempre he tenido una vena muy anticlerical, pero esta
investigación me hizo reconciliarme en cierta medida con la religión, que a veces
es causa y justificación de las mayores barbaridades pero a veces mueve a la
gente a hacer cosas extraordinarias. Normalmente toda esta gente tiene un punto
firme en común: una infancia dura, unos ojos que lo captan todo (quizás hasta
demasiadas cosas, según la edad). Coméntanos. Churruca recuerda su infancia de
una forma muy curiosa. Por un lado, sí, recuerda cosas verdaderamente duras:
las palizas y represalias a sus seres queridos, que a veces presenciaba
directamente; una escuela tridentina en la que la letra con sangre entraba; la
muerte en la mina de padres de amigos… Pero también tiene recuerdos felices. En
algunos sentidos, aquélla era una época más libre y despreocupada: los niños
jugaban al fútbol en cualquier parte e incluso en medio de la carretera,
pasaban el día por ahí lejos de la vista de sus padres, iban a bañarse o a
pescar al río… Ya digo, fue una infancia dura, pero tuvo también esa parte
feliz y entrañable que es la que yo creo que hace que Churruca no sea una
persona carcomida por el rencor.
-¿Cómo
era, cómo fue, su paso por la clandestinidad?
-Fue una clandestinidad
relativamente breve pero intensa, y comportó torturas en la comisaría de Oviedo
(llegaron a colgarle boca abajo de una ventana y a amenazarle con hacerle
correr la misma suerte que Enrique Ruano, aquel estudiante al que la Policía
mató en Madrid arrojándolo por el hueco de una escalera) y un paso de tres
meses por la cárcel gijonesa de El Coto. Por lo demás, lo típico:
manifestaciones, saltos, huelgas, esconderse en casa de camaradas para no ser
trincado por la Policía en la propia… Otra parte interesante de la
clandestinidad de Churruca es la temporada que pasó en París y Luxemburgo.
Viajó a París con la idea de, desde allí, trasladarse a Bucarest para pasar una
temporada en la Escuela de Formación que el PCE tenía allí, pero una vez en la
capital francesa el Partido cambió de idea (la Escuela de Formación estaba
pensada sobre todo para formar en tareas de infiltración a militantes
desconocidos para la dictadura, y Churruca ya estaba demasiado fichado) y
Churruca se quedó allá, conociendo eso sí, y recibiendo clases informales de
ellos, a militantes históricos como Ignacio Gallego. Después pasó un mes en
Luxemburgo, y allí se enteró del asesinato de Salvador Puig Antich
y participó en una protesta en la embajada española en Luxemburgo con otros
camaradas: derribaron a unos seguratas y se
encerraron en una dependencia, teniendo que ir la Policía luxemburguesa a
sacarlos de allá a culatazos. Ya digo: un paso breve pero intenso.
-En
el período de transición debió ver rasgos positivos ante el presente y el
futuro, pero también estancamientos. La transición, aunque sea muy cómodo verlo
en perspectiva, verdaderamente debió hacerse de mejor manera, ¿verdad?
-Sin duda que debió hacerse mejor,
y no sólo en lo que respecta al debate Monarquía/República, que, aunque
importante, no deja de ser relativamente menor. Hay cuestiones que los críticos
con la Transición recordamos menos cuando abordamos el tema y que son mucho más
sangrantes: por ejemplo, el reciclaje de los torturadores del franquismo, que
en muchos casos, teniendo un historial sangriento a sus espaldas, acabaron
cargados de medallas por su contribución a la lucha antiterrorista (en la que
también habría que entrar: yo, sin tener demasiadas simpatías por el mundo
abertzale, les creo cuando denuncian que en las comisarías se torturaba). O la
no exigencia de reparaciones a ciertas empresas que, como Duro Felguera u OHL,
se lucraron con el trabajo esclavo tras la guerra civil. De todas maneras,
quienes vivieron la Transición no mienten, ni se mienten a sí mismos, cuando
dicen que se hizo lo que se pudo. El país era el que era, el franquismo
sociológico estaba lo extendido que estaba y no ya la revolución, sino una
democratización profunda, sólo la quería una minoría muy minoritaria. Es
triste, pero es así. Churruca suele hablar de los mansos y los mirones: los
que, sentados en la grada, te miran bailar y te dicen que lo haces fatal pero
Dios los libre de bailar ellos mismos. Con la Transición pasa mucho eso:
señalamos las claudicaciones de aquella generación desde nuestra espléndida
comodidad y no nos damos cuenta de que nosotros no lo hubiéramos hecho mejor y
podríamos incluso haberlo hecho peor. Yo, desde luego, no me imagino a mí mismo
corriendo los riesgos que aquella generación heroica estaba dispuesta a correr
y de hecho corría. En la Transición, que es algo que también se olvida con
frecuencia, hubo decenas de muertos, y no sólo los puestos sobre la mesa por
ETA o el GRAPO, sino también asesinados por la ultraderecha con la connivencia
de las fuerzas de seguridad y en algún caso directamente por las propias
fuerzas de seguridad: Vitoria, Montejurra, Atocha… Si
por un lado había una sociedad que no quería aventuras, sino una democratización
limitada y tranquila, y por otro la movilización más allá de esos límites
comportaba semejantes riesgos, lo raro es que la Transición llegara tan lejos
como por otra parte llegó. Yo no soy muy entusiasta, tampoco, de ciertos
llamados que se hacen a un proceso constituyente. La Constitución del 78 tiene
las carencias evidentes que tiene, y es evidente que le hace falta una reforma
profunda, pero también recoge, por ejemplo, uno de los derechos de huelga más
generosos de Europa, que incluso permite hacer huelgas sociopolíticas, cosa que
no sucede en otros países supuestamente más avanzados. Y eso lo conquistó
aquella izquierda movilizada a la que hoy despreciamos. ¿Tiene la izquierda
actual la fuerza suficiente para hacer ese tipo de imposiciones democráticas?
¿La tiene para proclamar la República? Mejor no responderse esas preguntas, no
vaya a ser que nos sumamos en la melancolía.
-Los ochenta significan otra vez barricadas en la calle
defendiendo la industria, pero a veces la industria, cierto tipo de industria,
se hace incompatible con los tiempos, el medio ambiente, la salud…
-Qué me vas a contar a mí. Vivo en
Gijón, que es una de las ciudades más contaminadas de Europa. La térmica de Aboño, que está a un par de kilómetros de mi casa, es la industria
concreta más contaminante de España, casi empatada pero un poco por encima de
la térmica de As Neves, en Galicia. Y entre las diez
primeras hay otras dos asturianas: Arcelor y la térmica de Soto de Ribera. De
los diez municipios españoles con más índice de cáncer de pulmón, siete son
asturianos. Todas estas estadísticas las tengo frescas porque escribí hace poco
un reportaje sobre ello. No sé si está bien reflejado en el libro, quizás no,
pero para mí no es que la reconversión industrial no fuera necesaria, sino que
el problema fue cómo se hizo: de golpe y porrazo, sin pensar ni invertir en la
necesaria alternativa e invirtiendo los dineros estatales no en el necesario
remozamiento de las empresas existentes o en levantar otras nuevas más modernas
y preparadas para el siglo XXI, sino en subsidiar las deudas de empresarios
corruptos y negreros. La principal beneficiaria de la reconversión industrial
española fue la banca. Y eso lo hizo un gobierno que se autoproclamaba
socialista.
-Amigo,
¿y cómo se pasa de, cómo pasó nuestro protagonista, al escaño institucional?
-Pues sin especiales traumas, como
una línea más en su currículum militante que trató de cumplir con dignidad y
honradez. Creo que en aquel entonces (1991) no existía esa desconfianza medio anarquista
hacia los políticos, la política en general y las instituciones que sí existe
hoy, y que llevada a su extremo es la antesala del fascismo: frente a los
políticos corruptos, un cirujano de hierro. Hoy el político es una persona
automáticamente sospechosa; parece que todo contrapoder, toda vigilancia, todo
límite es poco para su actividad y son de uso corriente frases hechas del tipo
de la de que «todos los políticos son iguales». En aquel entonces no era así:
todavía se entendía la política como un empleo que, si no era digno per se, sí
que se podía ejercer con dignidad y sí que podía ser un frente de lucha más; el
frente más importante, de hecho, porque es aquél en el que al final se
sustancian las conquistas por las que uno lucha en la calle. La calle es
importantísima, pero tiene sus limitaciones y acaba por no valer para nada
cuando no se traduce en una expresión política. Y aquella generación era
consciente de ello y actuó en consecuencia. Decía antes que la izquierda
transformadora fue derrotada en cada momento clave de la historia reciente de
España: el 34, el 36, la Transición, la reconversión… Pero sí que hubo un
cierto margen de victoria que es el que permite no sumirse en la melancolía,
que es el municipalismo; la labor importantísima que los comunistas
desempeñaron, a veces directamente y a veces pactando con el PSOE, en muchos
ayuntamientos de España. Uno de ellos fue Gijón, donde gobernó el PSOE desde
1979 hasta 2011 pero donde muchas veces el papel de los concejales del PCE e
Izquierda Unida fue muy relevante en tanto el PSOE los necesitaba para
conformar mayorías. Gijón vivió una transformación radical: de aquella ciudad
sucia y a medio hacer que yo mencionaba antes se pasó a una de las españolas
con mayor calidad de vida —salvando la contaminación—. Y eso se lo debe a los
socialistas, por supuesto, pero también a los comunistas, que exigían
determinadas cosas en larguísimas negociaciones presupuestarias y de
investidura a cara de perro: piscinas y centros culturales para los barrios, museos,
un fantástico Jardín Botánico inspirado en los de Córdoba y La Habana, memoria
histórica… Churruca fue concejal durante veinte años, y fue una etapa que tuvo
sus contradicciones y sinsabores, pero la recuerda con orgullo, y lo cierto es
que no tiene por qué no recordarla así.
26481
Si cantara el gallo
rojo. Biografía social de Jesús Montes Estrada, Churruca. Pablo Batalla
Cueto
448 páginas 17 x 24 cms.
25.00 euros
Trea
El presente libro es la biografía del sindicalista y político
comunista asturiano Jesús Montes Estrada, Churruca, pero una biografía social
escrita sobre la base del principio enunciado en aquella misiva: contar la
historia de cuantos más hombres (y mujeres) sea posible.
Churruca es tomado,
en esta biografía de biografías, como mero hilo conductor; como el pisapapeles
de una serie de círculos concéntricos dispuestos en torno a él y que son
fundamentalmente cuatro. En primer lugar unas ideas, las comunistas. En segundo
lugar, la organización que las encauzó y vertebró el combate por su puesta en
práctica en España a partir de 1921: el Partido Comunista de España (y también
su sindicato hermano a partir de los años sesenta, Comisiones Obreras). En
tercer lugar, una generación concreta de militantes de ese partido: la que se impuso
a sí misma la misión histórica de tumbar la estaca franquista, y en parte lo
consiguió. Y en cuarto y último lugar, uno de los escenarios del
desenvolvimiento de la lucha de esa generación heroica: la región española de
Asturias, y en particular la ciudad de Gijón. De todo ello se aspira a contar
la historia sin menoscabo de referir los hechos biográficos de Churruca: su
nacimiento e infancia en la cuenca minera asturiana; la participación de su
familia en las huelgas de los sesenta; su traslado a Gijón en los setenta; su
implicación en la lucha clandestina hasta la muerte de Franco, que le cuesta
tortura y cárcel; su experiencia de la agridulce Transición; la de la
reconversión industrial de los ochenta, que lo convierte en líder destacado de
las protestas del sector naval, y finalmente sus dos decenios como concejal de
Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Gijón.
Escrito con los
instrumentos de la ciencia histórica pero entendiendo, como lo entendía el
historiador africano Joseph Ki-Zerbo, que «la historia
es una materia viva [y que] no podemos inclinarnos sobre ella como sobre el
insecto que vemos en el museo, ni como el químico sobre sus redomas», Si
cantara el gallo rojo toma su título de una famosa canción de Chicho Sánchez Ferlosio, huye de la neutralidad que condenaba Gabriel
Celaya y hace bandera del mundo nuevo que bullía en los corazones de sus
protagonistas, los Horacio Fernández Inguanzo, Juanín Muñiz Zapico o Anita Sirgo, entre otros muchos:
héroes sencillos puestos por la historia al servicio de una causa más grande
que ellos y que entendieron, como Benedetti, que «claudicar no trae sosiego».
Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987)
es licenciado en historia por la Universidad de Salamanca y acaba de iniciar en
la de Oviedo el doctorado con una tesis que versará sobre Izquierda Unida.
Ejerce como periodista, trabajo que ha ido desempeñando como colaborador de los
medios Asturias24, La Voz de Asturias, El Cuaderno, Atlántica XXII, Neville y La Soga. Dirige A Quemarropa, periódico oficial
del festival literario y cultural Semana Negra de Gijón.
_____________________________________________________________________
Cazarabet
c/ Santa Lucía, 53
44564 - Mas de las Matas (Teruel)
Tlfs. 978849970 - 686110069