Cazarabet conversa con... Ramón
Herrera Torres, autor de “Secuencias antifranquistas. De Las Trece Rosas a la muerte del
dictador (1939-1975)” (Pamiela)
Editorial Pamiela edita este libro de ensayo,
pero también de testimonio desde la pluma de Ramón Herrera Torres.
La investigación y los testimonios abarcan
desde los acontecimientos que rodearon el asesinato de las conocidas como “Las
trece rosas” a la muerte, en la cama, del dictador Francisco Franco.
Pamiela es una de las editoriales que más
apuesta por esta mezcla en la que el testimonio tiene tanta presencia…algo que
es muy de valorar porque, por ley de vida y naturaleza, los testimonios se nos
van muriendo….
Escribe el libro una persona que sabe lo que
es tratar y trabajar con el testimonio, con la palabra oral, el periodista,
historiador y divulgador cinematográfico pamplonés, Ramón Herrera.
La sinopsis del libro: Burgos, 1970. Mario
Onaindia, uno de los juzgados en el Consejo de guerra que tiene lugar en la
ciudad, acusa al tribunal militar franquista de la represión que sufre el
pueblo vasco. Al poco, y puño en alto, empieza a entonar el Eusko Gudariak, seguido por el resto de los acusados.
Algunos de los militares desenvainan sus espadas y desenfundan sus pistolas y,
en algún caso, apuntan y se abalanzan hacia los procesados. Aquel momento,
rememorado a través del tiempo, permaneció como un episodio de la lucha contra
la dictadura, retenido por el imaginario antifranquista y por una grabación
sonora realizada clandestinamente por uno de los abogados defensores.
Obviamente, no hubo imágenes, pero sería reconstruido por primera vez en el
cine en Luna caliente (Vicente Aranda,
2009), una de las pocas películas con referencias al proceso, realizada, claro,
tras la muerte de Franco.
Esta significativa anécdota puede dar una
cierta idea del sentido de esta publicación. Se trata de un libro de relatos,
configurado a modo de secuencias, de mayor o menor sentido y duración, pero de
especial significado con el hecho antifranquista como hilo conductor del
periodo reflejado entre 1939 y 1975, que se inicia con el ajusticiamiento de
las Trece Rosas y se detiene justo en la muerte del dictador.
Y entre tanto, el recuerdo de la dictadura
franquista, teñido de sangre en su modus operandi.
También, la presencia de la resistencia, violenta o pacífica: el maquis, la
huelga general política, la lucha armada y la cuestión nacional… con episodios
especialmente llamativos, entre los muchísimos detallados, como los de Julián
Grimau, Enrique Ruano, Granados y Delgado, la huelga minera en Asturias, el
Consejo de guerra de Burgos, el atentado contra Carrero Blanco, el Proceso
1001, las ejecuciones a garrote vil de Puig Antich y Heinz Chez,
y los fusilamientos de cinco antifascistas de ETA y FRAP en setiembre de 1975.
Quien lo lea encontrará una Historia del
antifranquismo; también, un libro de cine, en su detallada filmografía, de
ficción o documental, de aplicación en al ámbito de la educación y
memorialista. Igualmente, se destruyen muchos mitos, por boca de sus
protagonistas más directos, como el que perpetúa la idea de que el atentado
contra Carrero Blanco, el 20 de diciembre de 1973, elevaría los años de cárcel
a los dirigentes de CCOO juzgados aquel mismo día, o que impidió conmutar la
pena capital a Puig Antich, ajusticiado un trágico 2 de marzo de 1974.
El autor, Ramón Herrera: Periodista, historiador y divulgador cinematográfico
pamplonés. Es autor de una veintena de libros de cine, entre ellos diccionarios
temáticos medioambientales como Eco-Cine
(2009) y otros como Hiztegi ezentzuna
(2006) que junto a De Uztegi a Kandahar (2005) conforman una mirada al mundo
de la mujer en la pantalla a lo largo del tiempo.
Su introspección cinematográfica
en Navarra se ha centrado también en distintos trabajos de investigación sobre
los Sanfermines en el cine (Carnaval de
ladrones, Fiesta, Momentazos de los gigantes de
Pamplona…) así como en la representación de La Monarquía navarra a través del cine y la televisión (INAAC,
2010). Fue durante 15 años comentarista de cine de Radio Popular de Pamplona
(1984-1998), además de colaborador habitual en un buen número de publicaciones
especializadas. A lo largo de estos años ha impartido, asimismo, charlas,
seminarios y cursos de cine organizados en Navarra, así como otros actos en
distintas entidades universitarias españolas.
En 2017 publicó en Pamiela el Diccionario audiovisual de la Memoria
Histórica en Navarra. En 2021, Filmoteca Navarra le editaba una monografía
sobre María Luisa Elío. En la actualidad está trabajando en una continuación de
estas Secuencias antifranquistas,
centradas en esta ocasión en la Transición española, un estudio sobre el ámbito
audiovisual que abarcará desde la muerte de Franco hasta el 23-F de 1981.
Cazarabet conversa con Ramón
Herrera Torres:
-Amigo Ramón, ¿qué es lo que te llevó
a investigar, indagar, recopilar y adentrarte en el mundo de la represión
franquista sobre el pueblo que se atrevía a plantar cara a sus ideas,
tomando como hilo conductor lo que se nos ha enseñado a través de las
secuencias cinematográficas…? ¿Hay o hubo algún incentivo que te ha hecho
investigar sobre esto?
-Tendría que remitirme al respecto
a mi época de estudiante (de bachillerato y luego universitario) y a mi
compromiso antifranquista en aquellos años de la primera mitad de la década de
los 70, que se plasmó en una militancia clandestina en organismos como los
Comités de Estudiantes de Navarra (CEN) y en el SDEU, el sindicato democrático
de estudiantes universitarios, así como en un partido de ideología izquierdista
de orientación maoísta que se llamaba el Partido del Trabajo (PTE). A la par de
aquel compromiso y a la vez que cursaba periodismo empecé a interesarme por el
hecho cultural y cinematográfico que en aquellos años adquirían un valor
diferencial en su defensa de la libertad, siquiera de expresión, ante la
dictadura. Estos dos aspectos, de militancia antifranquista y de ejercicio de
cinefilia, están en el origen de esta publicación que cronológicamente parte
del episodio de las Trece Rosas, en 1939 y acaba con la muerte física del
dictador en noviembre de 1975. Es un periodo histórico narrado aquí a partir de
referencias cinematográficas y de otros audiovisuales de ficción y documentales
con los que se estructura la narración cronológica del periodo y se repasan
algunos de los episodios-clave la dictadura franquista vista desde una óptica
antifranquista.
-Es un buen hilo
conductor, pero ¿qué han captado mejor sobre la represión franquista esas
secuencias antifranquistas?
-A través de ese hilo narrativo
cronológico de esos casi cuarenta años de dictadura surge ineludiblemente un
término tan categórico como el que señalas, el de la represión, la esencia y
razón de ser del franquismo. Esa represión está presente en todos y en cada uno
de las 125 secuencias, explícita o implícitamente, con su aplicación siempre
brutal pro parte del régimen, tanto en plena posguerra como en la despedida
formal de Franco que, no olvidemos, dos meses antes de morir en su cama, se va
estampando su firma para compulsar en septiembre de 1975 las penas de muerte
dictadas contra cinco antifascistas. La aplicación de los malos tratos y de la
tortura contra los opositores a la dictadura no fue un hecho episódico,
aislado, circunstancial a lo largo de esos cuarenta años, como se nos está
queriendo hacer ver en la actualidad, perpetrado por siniestros y psicóticos
personajes adscritos a la Brigada Político Social, como el archiconocido Billy
el Niño, sino que la tortura, ese método execrable en el que sustentaba la
dictadura respondía a una práctica planificada, sistemática y constante de la
dictadura, que fue aplicada desde 1939 a 1975, como se puede comprobar a lo
largo de las secuencias, una práctica que en su denuncia encuentra su dramático
paroxismo en el último de los capítulos dedicado al tema en el libro.
-Lo cierto, es
que es meterse en una oscuridad, en un periodo al que yo siempre imaginaba en
blanco y negro y sigo haciéndolo…, en el que imperaba el miedo, el escarmiento,
el silencio… ¿qué ha significado para ti sumergirte en metros y metros de
metraje?
-Desde luego que es mucho más placentero
sumergirte en la oscuridad de la sala de cine o del video doméstico que
rememorar aquellos tiempos de penumbra de la clandestinidad antifranquista.
Efectivamente, es una época que, si la plasmamos en un par de colores con los
que asociarlo serían en blanco y negro, con su atmósfera asfixiante y la
represión policial como exponente de la propia corrupción institucional del
sistema dictatorial en todos sus estamentos. Vamos, si se me permite la
expresión, sería “puro cine negro”, con el que ese periodo no está tan separado
como aparentemente parece. El problema es que, después de realizar el libro,
descubres que apenas si hay películas de ficción que se hayan molestado en
recrear ese periodo histórico. No lo sé si es por los problemas que conlleva
una obligada recreación y ambientación histórica, siempre tan compleja como
gravosa económicamente, o por el propio desconocimiento del periodo y la
dificultad de adentrarse en él sobre todo por parte de las generaciones más
jóvenes cuya única referencia, edulcorada y adocenada, puede que sea la del Cuéntame televisivo. O sea, a la postre,
ya además de un silencio interesad sobre aquel periodo, puede que esa falta de
películas al respecto responda también a una incapacidad para plasmar desde un
punto de vista cinematográfico ese universo en su auténtica dimensión de miedo,
silencio, y represión, como señalas. Subrayo esta dificultad sobre todo entre
las nuevas generaciones de cineastas que puede que les cueste enfrentarse a
este tipo de películas. Ocurre lo contrario con los audiovisuales documentales
sobre la dictadura, cuya realización resulta siempre más factible en su
gestación y controlable temáticamente. Y sí, efectivamente, como apuntas, esa
atmósfera “negra” debería presidir una “genuina” película antifranquista, un
“género” en el que el cine español apenas si se ha fijado en su producción. Por
eso yo siempre mantengo que la película por excelencia sobre la militancia
antifranquista es La guerre
est finie (Alain
Resnais, 1966) , un film realizado lógicamente en
Francia, sobre el abandono del PCE de destacados militantes como Semprún y Claudín, con guión del primero de
ellos y partícipe de una atmósfera opresiva, mortecina, casi fantasmagórica,
con una inexcusable fotografía en blanco y negro que resalta el sentido de la
historia, basada en hechos reales, como decía…
-De todas
maneras, ¿no te parece que, de esa oscuridad, en parte, no hemos salido…
todavía y que hay generaciones criadas bajo el miedo, bajo la cruz, el mando,
el patriarcado, la bandera con el aguilucho… que al seguir vivas siguen
prisioneras de ese miedo, de lo que les impusieron y muchas han sido meras
correas de transmisión…
- Ni dudarlo. Somos esclavos aún de ese
periodo de la dictadura, que encima nos empeñamos socialmente en ningunear. La
muerte física de Franco no supuso en ningún caso el final del franquismo. La
Transición lo “amnistió”, nunca se llegó a cuestionar la dictadura y lo más
preocupante, se sirvió de la plataforma política autoritaria para adecuarla a
un sistema pretendidamente democrático. Y las consecuencias se siguen pagando.
No sólo se pagaron en la denominada Transición. El franquismo sociológico sigue
campando a sus anchas en nuestra sociedad, cada vez con mayor fuerza, política,
social y manifiestamente electoral ahora también, como se puede apreciar en
esta tercera década del tercer milenio. En estos momentos de irrupción y de
consolidación de la amenaza autoritaria que se refleja en la vida política
parece que el franquismo nunca existiera. Desde luego que el cine, si nos
atenemos a las propias conclusiones del libro, ha llegado a ignorar la propia
dictadura y no digamos ya que también la oposición al franquismo. Es decir que
no sólo la Transición política se esforzó en olvidar formalmente y cuando antes
la dictadura, sino que también lo hizo la propia producción audiovisual más
comercial, a la que el tema que nunca le pareció interesante, ni incluso en
periodos a priori más proclives, como lo han sido los de los gobiernos
socialistas. Es evidente que esos estigmas de represión social a los que te
refieres siguen estando ahí presentes y arraigados en nuestro entorno.
-¿Cómo
ha sido, Ramón, el proceso y la tarea ardua de investigación que, además
tiene mucho a ver con el proceso de documentación?
-Me precio de contar con un excelente archivo
cinematográfico que he ido trabajando y actualizando durante casi cincuenta
años, desde un mundo antes de que se inventase Internet. Son ya muchos años
vinculado tanto a la investigación como a la edición cinematográfica,
concretada en más de veinte libros, siempre relacionados con el cine y en los
últimos tiempos también sobre todo con la Memoria Histórica, de los que son una
prueba tanto el Diccionario audiovisual
de la MH en Navarra (Pamiela, 2017) así como un monográfico dedicado a la
actriz pamplonesa exiliada en México y a la que García Márquez dedicara sus Cien años de soledad, llamada María Luisa Elío (Filmoteca de Navarra,
2021) y ahora también estas Secuencias
antifranquistas (Pamiela, 2022), preludio de un estudio de similares
características centrado ahora en la Transición española.
-La investigación,
la recopilación de documentación, el contrastar todo ello…el aproximarse a
testimonios más o menos directos en las secuencias que “narran” en lenguaje
cinematográfico la represión franquista…es un trabajo que requiere de mucha
dedicación y tiempo, minuciosidad, pero también de mucha gratificación cuando
ves el trabajo… ¿qué nos puedes decir?
- En efecto. Ha sido un trabajo
muy dilatado en el tiempo, en el que he tenido que emplear muchas horas, sobre
todo en las obligadas transcripciones de las declaraciones de un gran número de
protagonistas de esa la lucha antifranquista y de los que aquí, en el papel del
libro, quedan constancia de sus testimonios y compromiso en los audiovisuales
de referencia. Pero sus palabras, que adquieren una evidente dimensión especial
en las imágenes, siguen manteniendo esa fuerza, en algún caso también
aumentadas, as ser transcritas también en la letra del libro hasta dar sentido
pleno, sin añadidos especiales por mi parte, a algunos de los capítulos. Le he
dejado hablar a ellos en algunas de estas secuencias, porque yo “sobraba”. Es
un decir. Por lo que respecta a las películas de ficción sobre la lucha
antifranquista, las menos, posiblemente una cuarta parta de la filmografía
global estudiada aquí, son por su tratamiento específico, “otra” historia. Ni
mejor ni peor, es un decir, sólo distintas. Películas como La voz dormida o la específica de Las Trece Rosas (muy conocidas por el gran público dado su enorme
repercusión comercial, por poner dos ejemplos más recientes) se contemplan casi
desde la perspectiva de la crítica cinematográfica “tradicional”, es un decir,
pero buscando y a veces encontrando algún punto de posible debate al respecto.
Pero como antes decía, la fuerza de los testimonios de los protagonistas en los
documentales es impagable y especialmente gratificante cuando a lo largo de la
investigación descubres información desconocida o escasamente difundida incluso
de modo contradictorio, sobre, por ejemplo, el Proceso de Burgos, el atentado a
Carrero Blanco, la ejecución de Puig Antich o de Heinz Chez,
o el propio Proceso 1001 contra las Comisiones Obreras de la época,
informaciones desconocidas o tergiversadas con las que se rompen tópicos y
lugares comunes de la oposición antifranquista sobre ese periodo, que lógicamente
invito al lector de esta entrevista a descubrirlos en el libro.
-Sabemos cómo era el cine en tiempos
de la dictadura, sabemos cómo fue despertándose y cómo quiso, como diría Freud,
matar al Padre… con un lenguaje cinematográfico que si se quería se leía
entrelíneas… Explícanos qué films empezaron a tu parecer a estirar los hilos,
aunque fuese de manera sutil….
-Efectivamente, el cine realizado durante la
dictadura, con los tentáculos de la censura cinematográfica franquista
aprisionándolo represivamente todo, permitía sin embargo y paradójicamente, la
realización de una serie de títulos de sugerente y críptico mensaje
antifranquista que el espectador tenía que desvelar entre líneas en la
pantalla, por ejemplo en algunas de las mejores películas de Bardem, Berlanga,
Buñuel, Saura, Erice, Martín- Patino, Gutiérrez Aragón o Aranda, entre un largo
y diferenciado etcétera, que no pretende aquí exclusivo. No es cuestión de
volver a hablar por enésima vez de la importancia y sentido de El verdugo, por ejemplo, o de El espíritu de la colmena. Es un decir.
También es un hecho manifiesto que la inmensa mayoría de los realizadores
cinematográficos de esa época de la dictadura no simpatizaban precisamente con
el régimen, pero es obvio también que no se podían embarcarse en aventuras de
desarrollo y mensaje explícitamente antifranquistas, impensables para el visto
bueno de la censura. No las he tratado en estas Secuencias…, porque ese tipo de investigación ya está realizado en
buen número de libros que hablan de esas películas realizadas durante el
franquismo. Pero existen también otro tipo de realizadores desconocidos del
gran público como Paulino Viota que se permitió rodar
en 1970 una película como Contactos,
que sugería una historia de militancia política clandestina ¡en pleno
franquismo!; o títulos de la filmografía de Pere Portabella
que se permitió rodar un film como El sopar,
en 1974, en el que reunió a una serie de militantes antifranquistas de diverso
signo político que habían sido condenados con anterioridad a diversas penas de
prisión. Mi línea de investigación se ha centrado en
la reseña de un periplo histórico, el del franquismo, o mejor, del
antifranquismo, contado cronológicamente, a través de la presencia de la
resistencia, violenta o pacífica, según los dictados de la praxis
revolucionaria del momento: el maquis a la fuerza, la praxis libertaria, la
huelga general política, la lucha armada y la cuestión nacional… con
episodios tan llamativos, entre otros muchísimos aquí detallados, como
los de Julián Grimau, Enrique Ruano, Granados y Delgado, la huelga
minera en Asturias, el citado Consejo de guerra de Burgos, el atentado contra
Carrero Blanco, el Proceso 1001, las ejecuciones a garrote vil de Puig
Antich y Heinz Chez y los fusilamientos, en setiembre
de 1975, de cinco antifascistas de ETA y FRAP.
-¿Cómo
fue, amigo, la Transición en el sector del cine… una revolución que tuvo muchas
ramificaciones?
-Bueno, eso ya será motivo de
una nueva publicación sobre el tema en fase de elaboración en estos momentos.
Pero podemos adelantar que tras morir Franco en 1975 se da la paradoja de que
el fenómeno del franquismo apenas si se trata desde un punto cinematográfico, a
excepción quizá de la propia guerra civil que ya se había asomado a la pantalla
en los últimos años de la dictadura. Durante la Transición se tocaron algunos
temas prohibidos durante el franquismo, sobre todo el tabú del sexo, aunque
hubo otros que sufrieron los ataques furibundos de los denominados poderes
fácticos del franquismo y de la reforma, como el Ejército, la Guardia Civil, la
Iglesia, etc, obras que sufrieron los rigores
censores (de una Censura oficialmente ya derogada) y también judiciales. Todo
el mundo recuerda títulos al respecto como los de El crimen de Cuenca, La Torna de Els
Joglars, Rocío o Después de… , una mirada nada complaciente sobre la propia
Transición, por no hablar de los problemas que tuvo un documental como El Proceso de Burgos, del que a raíz del
premio otorgado en el festival de San Sebastián en TVE se permitió silenciar
(censurar) el título de la película galardonada presentándola como una obra de
Imanol Uribe, un director que todo sea dicho, no conocía nadie en aquel
momento…
-Enlazo con la
pregunta anterior, porque no todas ni todos se atrevieron a contar lo que
verdaderamente había pasado… no todos tuvieron la valentía de escribir y filmar
El crimen de Cuenca…. -Ni todos
tienen esa filmografía tan diferente, pero tan intencionada como convergente a
la hora de abordar ese período de la historia y sus consecuencias como Montxo Armendáriz—es solo por estirar unos ejemplos.
- Lo cierto es que cuando se
esperaba una eclosión de películas que revisaran el periodo franquista durante
la Transición, este hecho paradójicamente apenas si se trató. Es más, este es un
exponente más del manto de silencio que se ha producido en su conjunto con la
dictadura, un periodo histórico que apenas si se revisó en la pantalla. Pocas
excepciones al respecto en aquellos años de referencia y posteriores. Entonces,
en la segunda mitad de los setenta, algún título relacionado con el maquis como
Los días del pasado de Camus y salvo
las incursiones en el magnicidio de Carrero Blanco, en Comando Txikia y Operación Ogro con mediocres resultados
cinematográficos y no menos amenazas por parte de la extrema derecha, lo cierto
es que apenas si hubo títulos que se centraran en algunos de los episodios
históricos vividos durante la dictadura. Citemos siquiera, sobre todo por lo
contrapuesto de los mismos en sentido y forma, un par de títulos como el de Sonámbulos de Gutiérrez Aragón, una sugestiva mirada sobre la crisis
de militancia política y Viva la clase
media, una muy divertida comedia por momentos, de González-Sinde sobre la
detención en Madrid de 15 militantes del PCE a mediados de los sesenta… Luego,
muchos años más tarde y como comentas, llegaron contribuciones tan interesantes
a la historia del maquis y en especial de la mujer en Silencio roto, de Monto Armendáriz, por ejemplo, entre otros
autores que se adentraron en este periodo de la dictadura…
-Aunque lo del
cine documental merece como otra vuelta de tuerca, ¿verdad?.
Porque ahí sí que se han tratado los temas de otra manera como es lógico al no
haber dramatización…
-El cine documental (que siempre ha estado
unido a la propia historia del Cine ya desde sus inicios) se ha convertido en
los últimos años (sobre todo a partir de la crisis de la propia industria
cinematográfica) en el mejor aliado de este proceso de recuperación de ciertos
pasajes de Memoria Histórica del periodo. Sus costes de producción, asumibles,
sus canales de distribución, factibles antes de la irrupción de la pandemia y
ahora en las plataformas televisivas que no solo exhiben, sino que producen
series y películas (véase al respecto la irrupción de títulos sobre ETA y sus
orígenes, que hemos tenido en los últimos años… un tema en el que cada
plataforma emulaba lo que hacía la rival). Estaremos, expectantes, para ver por
qué caminos se dirige esta producción y distribución audiovisual una vez que
alcancemos una relativa normalidad sanitaria y social…
-En tu
investigación ¿has visto que todavía al cine o al cine documental le falta por
ahondar en alguna faceta… ¿Echas de menos algo?
-La Memoria Histórica, y la
dictadura franquista en concreto, es un terreno absolutamente virgen en su
tratamiento cinematográfico y más desde la óptica antifranquista, como se puede
deducir a través de los comentarios anteriores. Por desgracia sabemos también
que el silencio interesado sobre ese periodo histórico ha presidido la política
española desde entonces. Los temas a tratar son tan amplios e interesantes como
los que el antifranquismo protagonizó durante aquellos 40 años de dictadura.
Cualquier otra cinematografía, con un bagaje así, se hubiese centrado
temáticamente más en ese periodo.
-¿Y
qué metodología de trabajo sueles seguir? ¿Trabajas sobre un guión de cuestiones y/o preguntas sobre las que ir
encontrando respuestas?
-Considero que tanto mi
trayectoria antifranquista de la época de estudiante como mi iniciación al
cine, como antes apuntaba, han hecho posible una obra como ésta. La metodología
aquí en concreto aplicada es la de un periodista- historiador especialmente
interesado en un periodo histórico, el de la lucha contra la dictadura, en la
que, modestamente, hay que señalar que también fui partícipe, a pesar de mi
juventud. Yo creo que esta doble vertiente de conocimiento, político y cultural
sobre el tema, así como la certeza de la línea narrativa por la que apostar en
el libro, me han ayudado a enfrentarme a una obra de las características de
estas Secuencias…
- La realización
de este libro me imagino que habrá sido también un ejercicio de memoria para
ti…
- Inexcusable, un ejercicio de memoria
personal y colectiva en todos los sentidos posibles. Porque como alguien dijo
en alguna ocasión. Si nos quitan la memoria, ¿qué nos queda? Ni que decir tiene
que en ese aspecto me considero un auténtico privilegiado por haber podido
realizar un trabajo de estas características sobre la Memoria Histórica y el
Cine donde esa memoria, a través de la investigación, el recuerdo y la
ensoñación a través de la escritura han aflorado personalmente también en más
de un episodio vivido o conocido por mí.
- Por último,
¿cómo ha sido trabajar con Pamiela?
-Una auténtica gozada desde el
punto de vista profesional y editorial. A pesar de que estas Secuencias antifranquistas es un libro
especialmente complejo por su propia
extensión, casi 600 páginas, y por la inclusión en su compaginación y diseño
también de abundante material gráfico de la época y cinematográfico, que ralentizan necesariamente el proceso de
edición, lo cierto es que Pamiela se ha volcado de lleno en este libro, a pesar
de los efectos de la pandemia sufridos con especial virulencia en el ámbito
editorial y de las inundaciones padecidas en sus locales que obligaron a un
obligado y afortunadamente corto impasse editorial del que felizmente se ha
recuperado, incluso con más fuerza, según cabía esperar. Y ahora, sumergidos de
lleno, en la realización de estas futuras Secuencias
de la Transición por las que tanto el autor como la editorial han apostado.
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