La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Roldán Jimeno,
sobre el libro “Sartaguda 1936. El
pueblo de las viudas” (Pamiela)
Si hay
que investigar, estudiar la represión franquista, desde el minuto cero del alzamiento,
hay que hacerse con este libro que edita Pamiela,
“Sartaguda” de José María Jimeno Jurío y del que
comentamos con su hijo Roldán Jimeno.
Lo que
nos explica sobre el libro, el coautor, Fernando Mikelarena
Los
estudios en torno a la Guerra Civil de José María Jimeno Jurío, comenzados
hacia 1977, basados en la recuperación de la memoria histórica de las víctimas
del franquismo y ejecutados con enorme exhaustividad y rigor, sitúan a este
autor como un auténtico pionero en el ámbito de todo el Estado.
Mediante
artículos publicados en la revista Punto y
Hora de Euskal Herria,
y basándose en un prolijo trabajo de campo desplegado en fondos parroquiales,
libros de juzgados locales, libros de cárceles y cementerios, periódicos y
publicaciones de la etapa republicana, así como en testimonios orales a través
de cientos de entrevistas, Jimeno Jurío desgranó las grandes tragedias que se
dieron en la retaguardia navarra desde el verano de 1936.
Este
estudioso artajonés tuvo que superar grandes trabas
político-administrativas para llevar a cabo su trabajo, que al mismo tiempo fue
de la mano de las primeras exhumaciones de fusilados a cargo de sus familiares
que se llevaron a cabo en pueblos navarros en la segunda mitad de los setenta,
al servicio de quienes ponía Jimeno Jurío todos los frutos de su labor de
investigación.
El
ingente trabajo de investigación llevado a cabo por Jimeno Jurío,
entrevistándose con familiares de asesinados y desaparecidos de numerosos
pueblos, le llevó a elaborar más de dos mil cuatrocientas fichas de asesinados,
y la recopilación de numerosa documentación, fotografías, cartas, etc.
Actividad que incentivó el proceso de búsqueda de los familiares desaparecidos,
la exhumación de sus restos y el reconocimiento popular. Todo ello hizo de Navarra
un espacio pionero en la recuperación de la memoria histórica.
Sin
embargo, tras ser volada en esos años de la llamada Transición por la Triple A
la redacción de la publicación Punto y Hora
de Euskal Herria,
en aquel contexto, y en alusión a sus investigaciones en torno a la Guerra
Civil, Jimeno Jurío recibió una amenaza de muerte de la citada organización
terrorista, motivo por el que se vio obligado a interrumpir la investigación
para, finalmente, entregar los materiales a Altaffaylla
Kultur Taldea, que
prosiguió la tarea por él empezada.
Curiosamente,
Jimeno Jurío se reservó un material documental sobre el drama vivido en una
localidad navarra hacia la cual profesaba un sentimiento especial, Sartaguda,
“el pueblo de las viudas”. Su intención era llevar a cabo una monografía sobre
la Guerra Civil en Sartaguda, realizando un intenso trabajo de documentación y
trabajo de campo basado en numerosas entrevistas personales en esta localidad
de la Ribera estellesa.
Lamentablemente,
las amenazadas de la ultraderecha y sus numerosos quehaceres investigadores
interrumpieron este trabajo cuando apenas contaba con un par de capítulos
redactados.
Al
iniciarse la edición de las Obras Completas de José María Jimeno Jurío por
parte de la editorial Pamiela, Udalbide
y Euskara Kultur Elkargoa,
el coordinador de las mismas e hijo suyo, Roldán Jimeno, recuperó estos
materiales y los puso a disposición de un destacado especialista en la historia
contemporánea de Navarra, Fernando Mikelarena, que ha sido la persona encargada
de dar cuerpo al tomo 16 de estas Obras Completas.
A la
crónica de los años de la guerra y la represión en Sartaguda y un capítulo con
notas biográficas de los asesinados en este pueblo realizados por Jimeno Jurío,
se le suma un minucioso análisis de la tragedia vivida realizado por Fernando
Mikelarena, que analiza el trabajo en torno a la memoria histórica en Navarra y
lleva a cabo un exhaustivo y riguroso estudio de la realidad de Sartaguda,
iniciando sus investigaciones en la segunda década del siglo XX, profundizando
en la época de la Segunda República, en el desarrollo de la Guerra Civil en
Sartaguda y recogiendo también la crónica de los primeros años del franquismo
en esta localidad.
Sartaguda
constituye un caso singular en Navarra, en estos años todas las tierras de su
término municipal pertenecían al duque del Infantado y estaban al cargo de un
administrador que era dueño y señor del lugar.
Los
colonos tenían que pagar un canon anual por los solares de las viviendas, por
el uso del molino..., en un régimen casi medieval en pleno siglo XX. Así mismo,
las tierras eran cultivadas mediante contratos de arrendamiento y pago de
rentas anuales.
Las
reivindicaciones de tierras por parte de los colonos fueron constantes a lo
largo de su historia, incrementadas desde 1918, la dictadura de Primo de Ribera
y especialmente durante la Segunda República (1931-1936), intercediendo ante el
duque el diputado estellés Manuel de Irujo. Sólo tras
una cruenta guerra civil la Diputación Foral de Navarra inició gestiones para
la adquisición de señorío, que se materializaron en 1942 con la compra y
reparto de las tierras entre los vecinos de Sartaguda.
Toda esta
problemática en torno a la tierra se plasmó en una de las represiones más
sangrientas vividas en Navarra en los años de la guerra civil española. Los
1.200 habitantes con que contaba Sartaguda en los años 30 dieron la alcaldía a
partidos republicanos, socialistas y, en 1936, al Frente Popular de izquierdas.
Producido
el Alzamiento nacional, las derechas se cobraron la vida de 86 hombres de este
municipio, entre ellos el alcalde Eustaquio Mangado Urbiola
y cinco concejales democráticamente elegidos.
Tras los
primeros fusilamientos indiscriminados, un centenar de simpatizantes de
izquierdas fueron obligados a acudir como “voluntarios” a la Bandera del
General Sanjurjo de la Legión, unidad que tuvo un
final trágico, debido a que la mayoría de movilizados fueron fusilados
sistemáticamente, entre ellos 45 hombres de Sartaguda, asesinados entre el 2 y
el 4 de octubre de 1936.
Esta
sangrienta represión provocó que en lo sucesivo el pueblo fuera denominado
"el Pueblo de las Viudas", unas viudas que –tras el escarnio público
de ser muchas de ellas rapadas y paseadas por el pueblo– sufrieron el
desvalijamiento de sus casas y sufrieron multas; les embargaron tierras, maíz,
remolacha, sacas de harina, aceite..., viviendo un auténtico drama humano.
En mayo
de este año tendrá lugar la inauguración en Sartaguda del Parque de la Memoria
en homenaje a las víctimas de la guerra civil en Navarra, en este contexto será
presentado este trabajo titulado Sartaguda 1936. El pueblo de las viudas, que
además de la aportación de estos dos historiadores cuenta con un prólogo
realizado por miembros de la «Asociación Pueblo de las Viudas», familiares de
las personas asesinadas en Sartaguda que este libro trata de rescatar del
olvido, constituyendo todo un homenaje a su recuerdo.
El índice, lo puedes consultar y “degustar” en (De los 62 tomos que las componen, ya se han
publicado 50):
Índice.16.Sartaguda 1936. El pueblo de las
viudas.pdf (108,02 KB)
Sobre las obras del autor, José María Jimeno Jurio:
http://www.pamiela.com/es/obras-completas-de-jimeno-jurio
Investigador
del pasado en archivos y a través del trato con las gentes, es autor de
numerosas publicaciones sobre historia, etnografía, arte y toponimia, entre
ellas: Documentos medievales artajoneses (1968); los seis volúmenes que
en el «Onomasticon Vasconiae»
plasman la toponimia de Pamplona y su Cuenca (1986-1994);Historia de
Pamplona y de sus lenguas (1995), Navarra. Historia del euskera (1997), Al airico de la tierra(1998)
–fruto de sus conversaciones con las personas mayores de muchos pueblos de
Navarra–, y Navarra, Gipuzkoa
y el euskera (siglo XVIII) (1999).
Colaboró
en diferentes revistas, principalmente Príncipe
de Viana, Cuadernos de Etnología y
Etnografía de Navarra y Fontes Linguae Vasconum,
donde fue dando a la luz el fruto de sus investigaciones sobre la «lingua navarrorum», la historia y
la etnografía de su tierra.
Dirigió
el equipo de técnicos encargado por el Gobierno de Navarra para recuperar y
normalizar los topónimos del territorio foral, de cuya labor surgió la obra Toponimia y Cartografía de Navarra/Nafarroako Toponimia eta Mapagintza,
recogida finalmente en 59 volúmenes.
Fue
nombrado Académico de Honor de la Real Academia de la Lengua Vasca en 1991, y
en 1998 recibió el «Premio Manuel Lekuona» de Eusko Ikaskuntza y el premio a la
«Trayectoria de toda una vida» de la Fundación Sabino Arana.
En
octubre de 2002, en su Artajona natal, cientos de personas le despedían,
emocionadas y agradecidas, por el ejemplo humano y el legado intelectual que
nos ha dejado. A partir de entonces se multiplicaron los homenajes y las
distinciones por parte de instituciones y organizaciones populares de toda Vasconia.
Conoce el
pueblo, desde la wikipedia:
https://es.wikipedia.org/wiki/Sartaguda
El valor
del testimonio oral:
https://www.youtube.com/watch?v=XGY8nAwOm5w
El Parque
de la Memoria de Sartaguda:
https://es.wikipedia.org/wiki/Parque_de_la_Memoria_de_Sartaguda
Interesantes
enlaces:
http://www.euskonews.com/0446zbk/gaia44604es.html
Cazarabet conversa con Roldán Jimeno:
-Roldán, amigo, preséntanos, acércanos a tu padre
el artífice de la recuperación de muchos episodios que se encajan dentro de la
recién fenómeno de la Memoria Histórica, sobretodo en torno a la Comunidad
Foral de Navarra…
-Mi
padre, un historiador navarro prolífico, desarrolló en los últimos años del
franquismo unos trabajos cargados de compromiso político. Eran años en los que
bebía de la Filosofía dialéctica del marxismo. Navarra fue pionera en la
recuperación de la Memoria Histórica. En 1974 un grupo de sacerdotes de
izquierda quisieron romper el silencio de la Iglesia oficial restituyendo la
memoria de los asesinados del bando republicano, y encargaron a mi padre la
confección de las listas de fusilados. Se puso a ello de inmediato, de manera
clandestina, y fruto de ello fue un intenso trabajo de campo y archivo, hasta
donde se dejaba consultar entonces, claro, que logró identificar a la mayor
parte de los fusilados navarros. A ello se unió, tras la muerte del dictador,
los dificultosos comienzos de la recuperación por parte de los familiares de
los restos de sus mayores. Mi padre colaboró con ellos aportando todos sus
datos, y completando sus investigaciones.
-¿Es más difícil hacer o realizar el ejercicio
permanente y regular de Memoria Histórica en una comunidad como la Navarra que
fue “tomada” a las primeras de cambio por los alzados y en la que pesaba, y
mucho, la mochila del carlismo…?
-Sí,
pero, precisamente, creo que eso hizo que mi padre fuese la persona más idónea
para desarrollar ese trabajo. La Navarra del 36 era profundamente rural, y mayoritariamente
tradicionalista carlista. De hecho, mi padre provenía de una familia de estas
características. Su padre, es decir, mi abuelo, fue uno de los Cuarenta de Artajona
que entraron a “liberar” San Sebastián. Pero a partir de los años sesenta, y
con la paulatina industrialización de Navarra, fueron surgiendo numerosos
movimientos de izquierda, que cambiaron radicalmente el panorama político y
social de la provincia. Mi padre conocía perfectamente el medio en el que se
movía, y lo sabía hacer muy hábilmente.
-¿Con qué obstáculos, creo, se ha
encontrado el historiador, investigador y estudiosos a la hora de
hacer historia mirando a la guerra civil española y a la dictadura?
-Más que
con obstáculos, mi padre se encontró con muros que parecían infranqueables, y
que logró derribar, con enormes dosis de ingenio y valentía. En las Notas a la
edición del libro de Sartaguda cuento la anécdota de que con la cierta apertura
que supuso el naciente gobierno de Suárez, en 1976 mi padre fue con Salvador de
Miguel, de Sartaguda, y Esteban Marín, de Marcilla, a entrevistarse con el
general Arazuri en el piso que este tenía en
Zaragoza. Era un militar jubilado que en el 36 era teniente del Tercio de Sanjurjo, donde fusilaron a tantos sartagudeses.
Mi padre, con enorme sangre fría, se postró en un sillón del cuarto de estar y
escuchaba callado la explicación del general sobre aquellos hechos atroces. Lo
que no sabía el relator es que mi padre estaba grabando la conversación con una
grabadora que aparentaba ser un misal.
-En una comunidad en que el carlismo y el
conservacionismo rancio (con olor a naftalina) pesaba tanto, ¿cómo se recibió a
un alzamiento que tenía más a ver con las formas” fascistoides”
que incluso bebían de cierta fascinación por las camisas negras de la Italia de
Mussolini o por las formas del nazismo de la mano de Goebbels…
(aunque eso fuese por conseguir ayuda en armas,
estrategias y demás)?
-Así es, y
eso explica que Navarra fuera considerada por el conjunto de España como un
auténtico símbolo de lealtad inquebrantable al Régimen franquista, hasta el
punto de constituir todo un lugar común la creencia de que la provincia se sumó
como un solo hombre al “alzamiento”, cosa que en modo alguno fue cierta, a la
vista de la enorme represión que hubo en el bando republicano, en una provincia
que no tuvo frente de guerra, además de las personas que tuvieron que tomar el
camino del exilio o los falsos voluntarios que tuvieron que acudir, como los de
Sartaguda, a tercios carlistas. El ambiente de Navarra era tremendo, pues los
requetés navarros llevaran preparándose para la guerra desde abril de 1931, y
que la conspiración que persiguió derrocar la República comenzó a gestarse aquí
en marzo de 1934, cuando conocidas personalidades navarras visitaron en Roma a
Mussolini, de quien lograron armamento y financiación. Emilio Mola Vidal,
gobernador militar de Navarra desde el 14 de marzo de 1936, encontró en su
nuevo destino el apoyo entusiasta de los carlistas para la rebelión.
-¿Era el pueblo de Sartaguda, en
ese sentido, diferente al resto de la idiosincrasia?
-Sartaguda
no difería demasiado de lo que eran las realidades socio-políticas a uno y otro
lado del Ebro, tanto en las localidades navarras como en las riojanas, donde se
dio una represión muy similar. Eran pueblos de jornaleros. La singularidad de
Sartaguda era que seguía anclado en un sistema feudal, pues sus vecinos
trabajaban para el dueño de buena parte de las tierras, el Duque del Infantado,
que administraba la localidad a través del cacique Ramiro Torrijos. En la
Segunda República salió elegido un ayuntamiento republicano-socialista,
liderado por el alcalde Hilario Ruiz. Enseguida surgieron las reivindicaciones
y las tensiones con el administrador, y las manifestaciones populares fueron
duramente reprimidas por la Guardia Civil. A pesar de las dificultades, los
vecinos obtuvieron 600 robadas de tierra.
-Acércanos a este pueblo al que se le conoce, por
desgracia, como por el “pueblo de las viudas”…
-Su
singularidad radica en el número de fusilamientos, 86, en una población de un
millar. Prácticamente no quedó varón de izquierdas entre 16 y 54 años sin que
fuera aniquilado. Pero el drama continuó a lo largo de los años de la guerra y
en la posguerra, pues se quitaron las tierras y las viudas quedaron en una
situación económicamente ruinosa, a las que sumar las constantes humillaciones
que sufrían. La situación se suavizó en 1945, cuando la Diputación Foral de Navarra
adquirió las tierras y las repartió de manera relativamente equitativa entre
los vecinos. El estigma de mujer o hijo de represaliado se extendió durante
todo el franquismo, y no fue hasta 1978 cuando los sartagudeses
pudieron desenterrar a sus muertos y volverles a dar sepultura digna.
-¿Qué pasó en Sartaguda? Se podía definir como
“crimen contra la humanidad”, ¿no?
-Yo
considero que sí. Son los defectos de la Justicia transicional española, absolutamente
incompleta y muy alejada de lo que han sido los mecanismos articulados en otras
realidades que han pasado de regímenes democráticos a dictatoriales y luego,
nuevamente, a democracias. Se trata, precisamente, de lo que estoy investigando
en estos momentos como profesor de Historia del Derecho en el Irish Centre for Human Rights de la Universidad
Nacional de Irlanda. En España la expresión “crimen contra la humanidad” sigue
siendo un tabú. Esperemos que algún día acabe el pasteleo hagiográfico en torno
a la transición y se empiecen a llamar las cosas por su nombre. El ejemplo de
Sartaguda es de lo más elocuente para ello.
-Y todo pasó bendecido por el clero y con el tiempo y los
años nadie ha pedido perdón…ni los asesinos directos, ni los cómplices, ni los
que callaron, ni los que lo respaldaron, bendiciéndolo, de alguna de las
maneras…
-En
efecto, la Diputación Foral se adhirió al
golpe de Mola el 21 de julio, proclamando
que “en estos últimos años de ininterrumpidos oprobios, Navarra ha sentido
vivamente su conciencia ultrajada, sus creencias escarnecidas, su personalidad
aherrojada”, por lo que la provincia se unía a la lucha “por la fe religiosa,
por el respeto a la libertad de nuestra conciencia, por la enseñanza y efigie
de Cristo que anhelamos ver pronto presidiendo nuestras escuelas”, por la paz y
las libertades forales, y por la restauración moral y material. La
Iglesia navarra tuvo también un especial protagonismo desde los primeros
momentos: el 6 de agosto de 1936 los
obispos de Pamplona, Marcelino Olaechea, y de Vitoria, Mateo Múgica, publicaban
su conocida carta pastoral en la que condenaban la “colaboración
vasco-comunista” y exhortaban a luchar contra el comunismo, “enemigo común”,
“monstruo moderno”, “hidra de siete cabezas, síntesis de toda herejía”. Navarra
pasaba a convertirse en un auténtico baluarte del catolicismo tradicionalista
frente a las izquierdas, y del patriotismo nacional frente al nacionalismo
vasco. Y a raíz de la Transición, quienes durante más tiempo han ostentado el
poder en Navarra han sido los herederos de aquellas gentes, lo que explica su
postura ante aquellos hechos, pero también toda una forma de gestionar Navarra,
de manera caciquil, que tan bien ha quedado reflejada en la obra de Iván
Giménez, El corralito foral.
-En toda Navarra la represión fue brutal, ¿pero
hubo zonas en que esta violencia se cebó más o con más virulencia?
-La represión se cebó de manera especial en la Ribera de Navarra, donde se concentraban los problemas agrarios, con
abundancia de campesinos jornaleros y colonos.
-El propósito de este libro cuando tu padre lo
escribía: cuál era y qué piensas que era lo que “paseaba” por los sentimientos
de tu padre?
-Mi padre
quería hacer una monografía sobre Sartaguda, por ser uno de los lugares más dramáticos
y elocuentes sobre la represión del 36 en Navarra. Por aquellas fechas de
1976-1977 publicaba sus artículos sobre los asesinados en la revista Punto y Hora. Pero la Triple A colocó
una bomba en la sede de esta revista, y a los pocos días mi padre recibió en
nuestra casa una amenaza de muerte de esta organización terrorista de
ultraderecha. Por prudencia, dejó de publicar, pero no de investigar, y, en
concreto, este libro quedó en un cajón, hasta que lo pudimos rescatar en el
proyecto de sus Obras completas, que
edita Pamiela. La obra necesitaba ser actualizada,
pues hoy podemos acceder a numerosa información archivística a la que mi padre
no pudo consultar. Esa labor corrió a cargo de Fernando Mikelarena, profesor de
la Universidad de Zaragoza.
1436
Sartaguda 1936. El pueblo de las
viudas. José María Jimeno Jurío,
Fernando Mikelarena
560 páginas
29,00 euros
Pamiela
La
historia no puede ser tapiz ocultador del tremendo drama vivido por un sector.
Drama inenarrable para las víctimas e imposible de comprender para el verdugo.
Drama de quienes alimentaron la esperanza en la libertad, la paz, el respeto a
la dignidad humana y a la democracia, lucharon para construir una sociedad
donde todo esto fuera realidad, y vieron truncados su ideal y sus vidas. Drama
de viudas y huérfanos desposeídos, aterrorizados, escarnecidos, humillados,
forzados a sufrir la «paz» del vencedor.
JOSÉ MARÍA JIMENO JURÍO (Texto recogido en
el Parque de la Memoria de Sartaguda)
En
homenaje a los asesinados, a sus familias y a quienes sufrieron la represión
franquista.
Y para
vergüenza de sus verdugos, de los cómplices y de quienes han manteniendo hasta
hoy la voluntad cobarde de los vencedores, impidiendo la reparación de los
crímenes cometidos. Decenas de asesinados en Navarra siguen hoy bajo el
silencio de las cunetas, mientras personajes y símbolos golpistas siguen
impuestos en la vida pública por quienes nunca han pedido perdón.
Que el
Parque de la Memoria de Sartaguda sirva para recordar a las víctimas y reclamar
la justicia que se les debe.
Los
estudios de José María Jimeno Jurío sobre la guerra del 36, comenzados hacia
1977, para recuperación de la memoria de las víctimas del franquismo y
ejecutados con enorme exhaustividad y rigor, sitúan a este autor como un auténtico
pionero en el ámbito de todo el Estado.
Mediante
artículos publicados en la revista Punto y Hora de Euskal
Herria, y basándose en un prolijo trabajo de
campo desplegado en fondos parroquiales, libros de juzgados locales, libros de cárceles
y cementerios, periódicos y publicaciones de la etapa republicana, así como en
testimonios orales a través de cientos de entrevistas, Jimeno Jurío desgranó
las grandes tragedias que se dieron en la retaguardia navarra desde el verano
de 1936.
Este
estudioso artajonés tuvo que superar grandes trabas
político-administrativas para llevar a cabo su trabajo, que al mismo tiempo fue
de la mano de las primeras exhumaciones de fusilados a cargo de sus familiares
que se llevaron a cabo en pueblos navarros en la segunda mitad de los setenta,
al servicio de quienes ponía Jimeno Jurío todos los frutos de su labor de
investigación.
El
ingente trabajo de investigación llevado a cabo por Jimeno Jurío,
entrevistándose con familiares de asesinados y desaparecidos de numerosos
pueblos, le llevó a elaborar más de dos mil cuatrocientas fichas de asesinados,
y la recopilación de numerosa documentación, fotografías, cartas, etc.
Actividad que incentivó el proceso de búsqueda de los familiares desaparecidos,
la exhumación de sus restos y el reconocimiento popular. Todo ello hizo de
Navarra un espacio pionero en la recuperación de la memoria histórica.
Sin
embargo, tras ser volada en esos años de la llamada Transición por la Triple A
la redacción de la publicación Punto y Hora de Euskal
Herria, en aquel contexto, y en alusión a sus
investigaciones en torno a la Guerra Civil, Jimeno Jurío recibió una amenaza de
muerte de la citada organización terrorista, motivo por el que se vio obligado
a interrumpir la investigación para, finalmente, entregar los materiales a Altaffaylla Kultur Taldea, que prosiguió la tarea por él empezada.
Curiosamente,
Jimeno Jurío se reservó un material documental sobre el drama vivido en una
localidad navarra hacia la que profesaba un sentimiento especial, Sartaguda,
«el pueblo de las viudas». Su intención era llevar a cabo una monografía sobre
la Guerra Civil en Sartaguda, realizando un
intenso trabajo de documentación y trabajo de campo
basado en numerosas entrevistas personales en esta localidad de la Ribera estellesa. Lamentablemente, las amenazadas de la
ultraderecha y sus numerosos quehaceres investigadores interrumpieron este
trabajo.
Al
iniciarse la edición de las Obras Completas de José María Jimeno Jurío por
parte de la editorial Pamiela, Udalbide
y Euskara Kultur Elkargoa,
Roldán Jimeno, coordinador de las mismas, recuperó estos materiales y los puso
a disposición de un destacado especialista en la historia contemporánea de
Navarra, Fernando Mikelarena, que ha sido quien a
dado cuerpo al tomo 16 de estas Obras Completas.
A la
crónica de los años de la guerra y la represión en Sartaguda y un capítulo con
notas biográficas de los asesinados en este pueblo realizados por Jimeno Jurío,
Fernando Mikelarena aporta un minucioso análisis de la tragedia vivida, que
analiza el trabajo en torno a la memoria histórica en Navarra y lleva a cabo un
exhaustivo y riguroso estudio de la realidad de Sartaguda, iniciando sus
investigaciones en la segunda década del siglo XX, profundizando en la época de
la Segunda República, en el desarrollo de la Guerra Civil en Sartaguda y
recogiendo también la crónica de los primeros años del franquismo en esta
localidad.
Sartaguda
constituye un caso singular en Navarra; en estos años todas las tierras de su
término municipal pertenecían al duque del Infantado y estaban al cargo de un
administrador que era dueño y señor del lugar. Los colonos tenían que pagar un
canon anual por los solares de las viviendas, por el uso del molino..., en un
régimen casi medieval en pleno siglo XX. Así mismo, las tierras eran cultivadas
mediante contratos de arrendamiento y pago de rentas anuales.
Las
reivindicaciones de tierras por parte de los colonos fueron constantes a lo
largo de su historia, incrementadas desde 1918, la dictadura de Primo de Ribera
y especialmente durante la Segunda República (1931-1936), intercediendo ante el
duque el diputado estellés Manuel de Irujo. Sólo tras
una cruenta guerra civil la Diputación Foral de Navarra inició gestiones para
la adquisición de señorío, que se materializaron en 1942 con la compra y
reparto de las tierras entre los vecinos de Sartaguda.
Toda
esta problemática en torno a la tierra se plasmó en una de las represiones más
sangrientas vividas en Navarra en los años de la sublevación de 1936. Los 1.200
habitantes con que contaba Sartaguda en los años 30 dieron la alcaldía a
partidos republicanos, socialistas y, en 1936, al Frente Popular de izquierdas.
Tras el golpe militar, las derechas se cobraron la vida de 86 hombres de este
municipio, entre ellos el alcalde Eustaquio Mangado Urbiola
y cinco concejales democráticamente elegidos.
Tras
los primeros fusilamientos indiscriminados, un centenar de simpatizantes de
izquierdas fueron obligados a acudir como «voluntarios» a la Bandera del
General Sanjurjo de la Legión, unidad que tuvo un
final trágico, debido a que la mayoría de movilizados fueron fusilados, entre
ellos 45 hombres de Sartaguda, asesinados entre el 2 y el 4 de octubre de 1936.
Esta
sangrienta represión provocó que en lo sucesivo el pueblo fuera denominado «el
Pueblo de las Viudas», viudas que, tras el escarnio público de ser muchas
de ellas rapadas y paseadas por el pueblo, sufrieron el desvalijamiento de sus
casas y sufrieron multas; les embargaron tierras, maíz, remolacha, sacas de
harina, aceite..., viviendo un auténtico drama humano.
Este
10 de mayo tendrá lugar la inauguración en Sartaguda del Parque de la Memoria
en homenaje a las víctimas de la represión en Navarra; en este contexto se
presenta este libro, Sartaguda 1936. El pueblo de las viudas, que además
de la aportación de estos dos historiadores cuenta con un prólogo realizado por
miembros de la «Asociación Pueblo de las Viudas», familiares de las personas
asesinadas en Sartaguda que este libro trata de rescatar del olvido, para que
su recuerdo sea un acicate para exigir la justicia que se les debe.
A
finales de los años setenta Jimeno Jurío, pionero de las investigaciones sobre
la represión en Navarra, recopiló diversas informaciones sobre Sartaguda con la
intención de elaborar un libro sobre la localidad entre 1931 y 1945. Aquel
proyecto fue interrumpido por las amenazas que recibió de la Triple A. Hay que
recordar que Sartaguda fue el pueblo de Navarra más castigado en 1936.
En
septiembre de 2005 Roldán Jimeno, hijo de José María, ofreció a Fernando
Mikelarena una caja con la documentación recopilada casi treinta años atrás por
su padre, proponiéndole la posibilidad de realizar un libro a partir de ese
material. El libro se publicaría como volumen dentro de las obras completas de
su progenitor. En aquella caja había numerosas informaciones. Entre las
informaciones elaboradas (que se publican en este libro bajo la autoría de
Jimeno Jurío) estaba un apartado sobre la guerra y la represión en Sartaguda,
unas notas biográficas de los asesinados, tres entrevistas y la transcripción
del diario de un ugetista que salvó la vida y que
permaneció en el pueblo durante la guerra. Además, había muchos más documentos
en espera de elaboración: acuerdos de los libros de actas municipales,
informaciones tomadas de la prensa, documentos sobre el proceso de venta del
pueblo a la Diputación, etc.
Fernando
Mikelarena ha añadido otros capítulos de su autoría. Entre éstos últimos hay
algunos de naturaleza introductoria sobre la memoria histórica en Navarra; el
papel de los historiadores en relación con la memoria histórica acerca de la
represión franquista y la intensidad de la limpieza política registrada en la
Ribera. Otros capítulos que también son responsabilidad de Mikelarena analizan
diversos aspectos de Sartaguda: su estructura socioeconómica, los
acontecimientos de los años veinte y del periodo republicano, los pormenores de
la represión registrada en 1936, y la gestión del ayuntamiento franquista y la
compra del pueblo por parte de la Diputación y el posterior reparto en los años
cuarenta. Para todo ello, el citado historiador ha añadido a las informaciones
recopiladas por José Mari, otros muchos documentos que he localizado en
diversos archivos.
El
libro también cuenta con un prólogo preparado por Carlos Martínez en
representación de la Asociación Pueblo de las Viudas y con unas notas
preliminares de Roldán Jimeno.
En el
libro se intenta ir más allá de las víctimas, profundizando en la magnitud de
lo que ocurrió, en sus causas y en sus responsables. Esa intención coincide con
el interés de los familiares de las víctimas por cuanto éstos, además de por la
salvaguardia de la memoria de sus padres y parientes, mostraban gran interés
por conocer los motivos de lo acaecido.
Se han
intentado vincular los fenómenos y los procesos experimentados en la comunidad
con las registradas en el plano global de la región o del estado. El análisis microhistórico ha permitido la aproximación a las
realidades personales y grupales del pueblo, posibilitando la comprensión de la
relación mutua entre las estructuras globales y la praxis de los sujetos, así
como las relaciones de dominación y las redes de todo tipo existentes en la
localidad. También se ha llevado el estudio lo más atrás en el tiempo, pensando
que sería la estrategia más acertada de cara a conocer las claves de la
barbaridad que sucedió en Sartaguda. No hay que olvidar que el periodo
1919-1923 fue un periodo de gran agitación social en el pueblo, provocada por
renteros medianos esencialmente.
Quizás
los aspectos del libro más interesantes para el público en general sean los
relativos a la magnitud de la limpieza política vivida en Sartaguda.
Sartaguda,
pueblo del que la práctica totalidad del término era propiedad del Duque del
Infantado, siendo las tierras cultivadas por renteros con explotaciones de muy
diferentes dimensiones, es el pueblo mártir por excelencia, con una tasa de
67,6 asesinados por cada mil habitantes, una tasa que dobla la de los otros
pueblos que también sobrepasaron los 30 asesinados (Cárcar,
Lodosa y Mendavia). Desde otro punto de vista, en
Sartaguda habría sido aniquilado el 40 por ciento de los votantes masculinos al
Frente Popular, una cifra muy alta, si bien algo más baja que la estimada para
otros pueblos como Allo, Marcilla, Corella o Funes.
Entrando
en más detalles, la limpieza política se abatió esencialmente sobre unos
segmentos de edades concretos: el 41 por ciento de los hombres de entre 25 y 29
años fueron exterminados, llegando esa proporción al 49 por ciento entre los
hombres de entre 30 y 34 años. Por lo tanto, fueron los hombres cuya actitud
reivindicativa se desarrolló durante la Segunda República los más afectados.
Llama la atención el hecho de que de entre las personas que protagonizaron las
movilizaciones entre 1919 y 1923 no haya prácticamente asesinados.
Fueron
los jornaleros en general, pero sobre todo, los jornaleros de las generaciones
entre 20 y 39 años, los que sufrieron en sus carnes la mayor parte de la
matanza. La proporción de jornaleros asesinados sobre el total de personas
asesinadas por tramos de edades ascendió a cuatro de cada cinco en el tramo de
25 a 29, a tres de cada cuatro en los tramos de 20 a 24 y de 35 a 39 y a tres
cada cinco en el tramo de 30 a 34. Además, los jornaleros asesinados
representaban una porción cuantiosa de los jornaleros totales. En los tramos de
edad de 25 a 29 y de 30 a 34 fueron eliminados uno de cada dos braceros.
La
mayoría de los asesinados a partir de los 25 años eran cabezas de familia con
mujeres y/o hijos a su cargo. Por consiguiente, queda claro que la limpieza
política tuvo como objetivo esencial a los jornaleros que tenían, a causa de
sus circunstancias vitales, necesidad de cultivar más tierra de aquélla a la
que podían optar. Ligado con esto, no hay que olvidar que el ayuntamiento de
izquierdas de la etapa republicana, y las organizaciones que lo sostenían, se
posicionaron en más de una ocasión a favor de la cesión de tierra por parte de
la administración de la casa ducal para los más necesitados, esto es, los
renteros con explotaciones de menor tamaño y los jornaleros, llegando a obtener
logros sustantivos.
Por
otra parte, la limpieza política golpeó duramente a los militantes de los
partidos republicanos y de los sindicatos de izquierda. La mayor parte de los
componentes de las juntas directivas de la Sociedad de Trabajadores de la
Tierra, adscrita a la UGT, sería asesinada. De los 143 afiliados de la UGT
serían asesinados 45, perdiendo la vida en el frente 4. También fueron
aniquilados casi todos los cenetistas.
La
limpieza política registrada en Sartaguda fue más abyecta si cabe si
consideramos el hecho de que algunos clanes familiares padecieron la violencia
asesina en una magnitud ciertamente espectacular. En la familia del alcalde,
por ejemplo, hemos contabilizado once parientes asesinados.
También
hay que hablar de lo apropiado de la denominación Pueblo de las Viudas para
la localidad. Si en 1935 se contabilizaba solo una viuda por debajo de los 40
años, en 1940 se computaban 40. Además de la aproximación cuantitativa, hemos
localizado diversos testimonios acerca de la penosa situación material en que
quedaron las viudas. Además, muchas mujeres añadieron al dolor por la pérdida
de los seres queridos el agravio de ser rapadas en público y de ser humilladas
ante los vecinos.
El
libro está dedicado a toda una constelación de personas, firmemente imbricadas
entre ellas: los asesinados y los que padecieron la represión directamente en
Sartaguda y en toda Navarra; sus familiares y los miembros de la Asociación
Pueblo de las Viudas, faro de la memoria en nuestra tierra; y José María Jimeno
Jurío, persona que rescató del olvido el recuerdo y el dolor de las anteriores.
CAPÍTULO PRIMERO
Precisamente,
el primer capítulo, centrado en la memoria histórica en Navarra, obra de
Mikelarena, analiza el papel de José Mari Jimeno Juría,
auténtico pionero en el ámbito estatal en lo relativo a la recuperación de la
memoria histórica de las víctimas del franquismo.
Asimismo,
se habla del reconocimiento institucional de las víctimas con la Declaración
del Parlamento de Navarra de 2003, y se reseñan los problemas de la
recuperación de la memoria histórica en nuestro suelo en lo que respecta, sobre
todo, a las causas de lo sucedido, al perfil de los verdugos y a la maraña de
prevenciones que de esos aspectos se derivan de cara al ejercicio introspectivo
y retrospectivo de la sociedad navarra.
CAPÍTULO SEGUNDO
El
segundo capítulo, titulado «Sartaguda 1936-1939», obra de José Mari Jimeno
Jurío, reconstruye de forma vívida los acontecimientos de 1936 en Sartaguda,
antes y después del estallido del golpe faccioso: huídas; batidas; detenciones;
quemas de libros; encarcelamientos; ejecuciones; cortes de pelo y humillaciones
a mujeres; matrimonios y bautismos por la Iglesia de carácter forzoso de
parejas que habían apostado por los rituales laicos: alistamiento en el Tercio
de Sanjurjo (previo asesinato de una decena de
vecinos para dar ejemplo y animar a aquél); asesinato masivo de varios
centenares de legionarios izquierdistas en Zaragoza, entre ellos una cuarentena
de sartagudeses alistados en esa unidad, las
ejecuciones de septiembre y noviembre.
CAPÍTULO TERCERO
El
tercer capítulo, titulado «Los historiadores, la memoria histórica y la
represión franquista», cuyo autor, al igual que en el caso de los cuatro
siguientes, es de Fernando Mikelarena, gira en torno a la evolución de la
memoria histórica en los años ochenta y noventa y en los ultimísimos años, así
como sobre la relación entre la historia y la memoria.
CAPÍTULO CUARTO
El
cuarto capítulo explora la intensidad de la limpieza política durante la guerra
civil tanto en el conjunto de Navarra como en las diferentes comarcas y, sobre
todo, en los municipios del sur de Navarra.
CAPÍTULO QUINTO
El
capítulo quinto, «Sartaguda: geografía, historia, población y estructura
socioeconómica» profundiza en los condicionamientos geográficos, en la
evolución demográfica, en la evolución del suelo agrícola y en la estructura
agraria y las relaciones de explotación de la localidad.
Prácticamente
todo el término municipal era del Duque del Infantado. El administrador del
duque cedía la tierra a los vecinos a renta según criterios de discrecionalidad
y parámetros no igualitarios. Una cada cuatro personas encatastradas,
carecía de tierra cedida a renta y el 16,9 por ciento, cultivaban menos de 2,6
hectáreas, concentrando sólo el 8,7 por ciento de la tierra cedida por el
duque.
CAPÍTULO SEXTO
El
capítulo sexto, «Sartaguda en el periodo 1918-1931», se sumerge en la
conflictividad registrada en el pueblo a finales de los años diez y principios
de los años veinte.
En un
contexto de aceleración de la conflictividad social agraria en España y en
Navarra, el caso de Sartaguda destaca porque las reivindicaciones se realizaron
desde un doble frente: por un lado, desde un combativo sindicato que, surgido
en 1919, puso en cuestión cuestiones relacionadas con la renta a pagar por los
colonos de la localidad al Duque del Infantado; por otro, desde un no menos
luchador ayuntamiento que, a partir de 1920, impulsó, de forma muy inteligente además,
iniciativas de desgaste de las posiciones del aristócrata, a la vez que trataba
de proyectar en la esfera de lo político y de lo administrativo las peticiones
sindicales.
CAPÍTULO SÉPTIMO
El
séptimo capítulo analiza el periodo republicano. Tras una introducción en la
que se repasan las características generales de la República en el Estado y en
Navarra, así como los problemas agrarios existentes en Navarra, se describen
los partidos y sindicatos existentes en Sartaguda, las elecciones municipales
de 1931, la gestión del ayuntamiento de izquierdas entre junio de 1931 y
noviembre de 1934, la gestión del ayuntamiento de derechas entre noviembre de
1934 y enero de 1936 por suspensión gubernativa del anterior, las tensiones y
enfrentamientos entre enero y julio de 1936, etc.
CAPÍTULO OCTAVO
En el
capítulo octavo, obra de José Mari Jimeno Jurío, se presentan las notas
biográficas de los fusilados en 1936 y de los muertos en el frente,
facilitándose sus datos y circunstancias personales más relevantes.
CAPÍTULO NOVENO
El
capítulo noveno, «Sobre la represión en Sartaguda. Aspectos complementarios»,
obra de Fernando Mikelarena, aporta datos adicionales sobre la magnitud de lo
acaecido y los perfiles de las víctimas, las redes de parentesco entre los
asesinados, los efectos demográficos de la represión, el rapado de las mujeres,
los responsables de la limpieza política en Sartaguda y las menciones en los
actos de 1979.
Sartaguda
es el pueblo mártir por excelencia, con una tasa de 67,6 asesinados por cada
mil habitantes, una tasa que dobla la de los otros pueblos que también
sobrepasaron los 30 asesinados (Cárcar, Lodosa y Mendavia). Desde otro punto de vista, en Sartaguda habría
sido aniquilado el 40 por ciento de los votantes masculinos de la candidatura
izquierdista, una cifra muy alta, si bien algo más baja que la estimada para
otros pueblos como Allo, Marcilla, Corella o Funes.
La
mayoría de los asesinados a partir de los 25 años eran cabezas de familia con
mujeres y/o hijos a su cargo. Por otra parte, la limpieza política golpeó
duramente a los militantes de los partidos republicanos y de los sindicatos de
izquierda. De los seis miembros de la junta directiva del Círculo Republicano
Federal de 1931 serían asesinados tres. De los 49 asociados con que contaba dicha
entidad, además de los seis miembros de la junta, perderían la vida en manos de
los golpistas nada menos que 20.
También
hay que hablar de lo apropiado de la denominación Pueblo de las Viudas para
la localidad. Si en 1935 se contabilizaban 12 viudas por debajo de los 55 años,
en 1940 se computaban 59. Si en la primera fecha había solamente una viuda de
menos de 40 años, en la segunda se relacionaban 40. Además de la aproximación
cuantitativa, hemos localizado diversos testimonios acerca de la situación material
en que quedaron las viudas de los asesinados.
Además,
muchas mujeres añadieron al dolor por la pérdida de los seres queridos el
agravio de ser rapadas en público y de ser humilladas ante los vecinos.
Respecto
a los responsables, en un plano general hay que distinguir tres tipos de
agentes intervinientes en la limpieza política en la zona rebelde En primer
lugar, las autoridades militares y los dirigentes más destacados de las
organizaciones civiles aliadas del ejército rebelde. En segundo lugar, las
bandas de paramilitares, cuya acción fue permitida por los anteriores. En
tercer y último lugar, la parte de la población en general que colaboró con la
represión mediante denuncias anónimas y la participación y asistencia en
actuaciones represoras. Sobre las sinergias de unos y otros, se ha comentando
que las autoridades locales y militares facilitaron las acciones de las
cuadrillas volantes de falangistas y requetés ya que éstas nunca tuvieron “que
asaltar una cárcel ni romper las puertas de un depósito municipal”. Tampoco
tenían que investigar quiénes eran los enemigos a los que había que capturar y
eliminar porque recibían “las listas con los nombres de las personas” a
las que había que llevarse, unas listas confeccionadas por los propios
convecinos. Asimismo, se ha insistido en que es difícil creer en la existencia
de grupos incontrolados. Al contrario, los encargados de la represión fueron
grupos dirigidos desde el poder provincial y local, cuyas acciones eran ordenadas
y conocidas desde ese mismo poder, y protagonizadas por falangistas, carlistas,
guardias civiles, con la venia del ejército.
CAPÍTULO DÉCIMO
El
capítulo décimo, «La gestión del Ayuntamiento franquista. Compra y reparto del
pueblo», aparte de reconstruir la gestión del ayuntamiento surgido de la
legalidad facciosa de julio de 1936, y que se mantuvo hasta 1945, expresada
mediante acuerdos y bandos, ahonda en las irregularidades que cometió y que
fueron objeto de inspección administrativa por parte de técnicos enviados por
la Diputación.
El
restrictivo condicionado del proceso de reparto de las tierras de regadío
compradas por Diputación benefició a los pequeños y medianos renteros y fueron
en perjuicio de quienes arrendaban más tierra. Por lo tanto, de todo ello cabe
colegir que las reivindicaciones planteadas desde hacía 25 años atrás dieron
sus frutos, beneficiando a pequeños y medianos renteros que en 1945 se
convertían en propietarios. Las viudas de los asesinados no quedaron excluidas
de este proceso, pero sin que obtuvieran ninguna recompensa especial,
entendiendo como tal el hacerse con más tierra que la media, que les
satisficiera del dolor y del sufrimiento experimentado.
ANEXOS DEL LIBRO
El
libro finaliza con una serie de anexos: el Diario de Andrés Moreno, testigo
directo de los acontecimientos, transcrito por Jimeno Jurío, y varias
entrevistas hechas a finales de los setenta también por él.
El
libro finaliza con un reportaje sobre el Parque de la Memoria.
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