La
Librería de Cazarabet Indignado
Un libro,
pequeño, pero que da no en una, más bien en muchas dianas y que habla, además,
muy claro de la realidad y en la
actualidad.
Lo que
nos dice Calumnia sobre el libro:
Periódicamente las dicotomías entre "anarquismos"
se suceden. A finales del siglo XIX era entre colectivistas y comunistas,
organizadores y anti organizadores, individualistas y sindicalistas,
sindicalistas puros y anarcosindicalistas, etc. Actualmente esta reyerta
teórica, que parece desarrollarse de forma cíclica, se ha establecido entre insurreccionalismo y anarquismo social...
Un testimonio directo:
Cazarabet conversa con Ruymán Rodríguez:
-Ruymán,
desde tu punto de vista aquí, hoy y ahora, en qué punto se encuentra el ideal y
la idea en torno al anarquismo
-Con un potencial infinito, que reside en la necesidad
instintiva de la gente de usar nuestras herramientas, en el vigor de nuestras
ideas-fuerza y en la proliferación de espacios, pensadores y editoriales; pero
con una implantación real muy pobre, provocada sobre todo por la escasez de
activistas interesados en implicarse en luchas reales que transciendan de los
intereses netamente teóricos de los “iniciados”. Somos como una cabeza enorme,
con un cerebro privilegiado, pero con un cuerpo raquítico incapaz de llevar a
cabo sus grandes ideas.
-Es más un
anarquismo social o un anarquismo a pie de calle que se ha retroalimentado del
15M y del movimiento indignado..
-Creo que aún no estamos en esa etapa. Y que la etiqueta de
“anarquismo social” es equívoca. El 15M, con sus mil defectos, manipulaciones y
teledirigismos, fue un impacto enorme para unos
movimientos sociales, incluido el anarquista, que creían que el descontento, el
cabreo, o incluso la rebeldía, era cosas de
especialistas, de “profesionales”. Ver a la gente de a pie levantándose fue un shock
para quienes piensan que todos están equivocados salvo ellos, que el pueblo es
demasiado imbécil para protestar. El 15M cogió a la mayoría del movimiento
libertario con los pantalones bajados, y en pocas partes se supo asimilar ver a
gente no anarquista funcionando de forma anarquista. Los libertarios debieron
actuar antes de que lo hicieran los partidos, pero a muchos sus pruritos se lo
impidieron, y los institucionales tomaron la iniciativa en la mayoría de
plazas, corrompiendo y enfangándolo todo. Las nuevas caras de IU y partidos
recién nacidos como Podemos, totalmente imbricados con la vieja política de
gabinete que todos conocemos, usaron esa experiencia como cantera y vivero, y
ahora como lema electoral.
Salvo en unas pocas plazas, lo que había de anarquista en el
15M no lo aportaron los anarquistas sino la gente sin ideología definida.
-Por cierto, ¿cómo ves este
movimiento, me refiero al 15M?
-Creo que ciertamente pueden tener razón los que ven en él un
artefacto de ingeniería social, una válvula de escape para evitar males
mayores, disidencia controlada al fin. Pero sinceramente, aunque fuera eso, y
sin apoyar en absoluto la mayoría de las cosas que a nivel de reivindicaciones
concretas surgieron en el 15M, me da igual su origen. Poca gente sabe que una
organización como la I Internacional surgió en gran parte por el interés de
Napoleón III en propiciar un encuentro internacional entre los obreros
franceses (proudhonianos en su mayoría) y los tradeunionistas ingleses, para transmitir una imagen
obrerista y social de su dictadura. Evidentemente la AIT hoy queda en el
imaginario colectivo como algo muy distinto. El 15M pudo ser el intento del
poder de evitar una revolución violenta en años futuros, pero con eso y todo es
evidente que se les escapó de las manos en la mayoría de sitios. Hoy, y aunque
sus esfuerzos hayan sido capitalizados por los institucionalistas, hay que
reconocer que allí nos conocimos muchos, que por primera vez en años se empezó
a desobedecer la ley en masa, que muchos aprendieron otra forma de relacionarse
y que movimientos como el de la vivienda deberían reconocer que fue allí donde
se nutrió con sangre nueva.
Como con casi todo, ni lo idealizo (mucho papanatismo,
estrategias anti represivas victimistas y
contraproducentes, la lacra de la “nueva política” y varios nuevos popes
político-mediáticos surgieron de ahí), ni lo condeno a un cuarto oscuro. Creo
que la labor de los anarquistas está en trabajar con la gente, radicalizar sus
aspiraciones, crear formas nuevas de interrelacionarse, tensionar sus miedos y
prejuicios y ejercer de oposición contra el control político y gubernamental. Y
eso, sea en clave crítica o constructiva, pasa por implicarse y mancharse para
poder hablar. Con las manos limpias nuestras opiniones no valen un carajo.
-Pero como bien dices más adelante
para poder llevar a cabo la idea y el ideal de la anarquía cada uno de sus
componentes humanos tiene que tejerse bajo el individualismo que guarde la
independencia de cada uno y el criterio de cada uno..Como
retener, desde las bases y el individuo, un código ético…
-Creo que al contrario del discurso imperante en los
movimientos sociales, el individualismo es una herramienta imprescindible.
Cuanto más me implico en la lucha social más convencido estoy de ello.
Ciertamente hay que saber definirlo. Para mí el individualismo es la antítesis
del aristocraticismo, que en realidad es sólo una
forma de exaltar una personalidad estrechamente dependiente de las
personalidades ajenas, de las personalidades a las que subyuga. El aristócrata,
con sus siervos y aduladores, es la menos individual de las personas; tan poco
al menos como los más gregarios. Después hay un individualismo de sótano o
buhardilla oscura, de resentimiento, de sufrimiento constante y auto martirio
que tampoco me interesa. Mi individualismo es el que todos necesitamos para
gritar no en una asamblea aún sabiendo que vamos a estar en minoría, mientras
tenemos la convicción de defender lo justo. Es el que nos permite que cuando
una turba corre tras un individuo para lincharlo tengamos el valor suficiente
para ponernos de parte del sujeto y no de la masa. Es el que te consuela si
estás detenido en un calabozo y te sientes con fuerzas aún cuando no tienes una
red de apoyo fuera.
En los proyectos comunitarios y la lucha social es necesario
incentivar en la gente una gran dosis de individualismo. Para que piensen por
sí mismos, para que disciernan entre lo bueno o lo malo no por lo que les diga
la moral oficial o la ética al uso, sino por lo que les dicten sus propios
sentimientos. Estamos educados para aceptar como moral muchas cosas
repugnantes, desde las guerras, al hambre o los presidios. Es la sensibilidad,
que es netamente individual, la que hace que nuestro estómago se revuelva ante
una injusticia, por mucho que sea moralmente aceptable.
-Todo esto para no ser arrastrados por “impulsos
gregarios y apetitos mayoritarios” que acaben por corromper el ideal, siendo
primeros corrompidos nosotros mismos….
-En el anarquismo clásico, una idea muy querida por Godwin era la de que el sistema político y económico
corrompía a la sociedad y esta a su vez al individuo. En mi experiencia, creo
que cualquier forma de autoridad es corruptora, incluso las más sutiles. Hoy el
principal pivote de la jerarquía es la cuestión económica, la propiedad, el dinero.
Estuve convencido mucho tiempo de que mejorando las condiciones económicas de
los individuos éstos mejorarían a niveles personales. Los años de lucha me han
demostrado que muchas de las personas cuya situación económica mejoró gracias
al trabajo de la FAGC no sólo no mejoraron, sino que empeoraron. Sí, la
corrupción es un proceso sistémico y social pero también personal. Hoy estoy
convencido de que aún en la sociedad más justa e igualitaria habrá individuos,
más o menos numerosos, que sin ninguna necesidad material de ejercer poder,
tendrán la necesidad psicológica. Por eso pongo el acento en reforzar la
individualidad: es la única garantía de detectar esas actitudes y
contrarrestarlas. Al poder desnudo de un individuo, en igualdad de condiciones,
sólo se le puede responder con la desobediencia de otro.
-Pero para luchar contra la
corrupción que arrasa desde las personas o los colectivos, primero habrá que
establecer medidas preventivas y un programa de transparencia social a todos ya
todas por igual…
-Desgraciadamente no hay fórmulas maestras ni varitas
mágicas. Evidentemente hemos de cambiar las formas de relacionarnos, deconstruir las estructuras que nos condicionan; pero esto
pasa por simultanear la lucha social con la personal. Es otro lugar común en el
anarquismo clásico la discusión de si primero hay que cambiar a la sociedad
para que después cambien los individuos (idea mantenida por Bakunin
y la corriente materialista revolucionaria) o si primero hay que cambiar a los
individuos para que después cambie la sociedad (idea mantenida por los
pedagogos libertarios y los individualistas). Mi idea es que debe ser
simultáneo. No hay cuerpo sano con células enfermas ni viceversa. Hemos de
cambiar aquellas cosas que no nos gustan de nuestro entorno al mismo tiempo que
forzamos nuestro propio desarrollo. Admitir que las propias certezas, aquellas
que guiaban tu vida, eran papel mojado, y seguir buscando alternativas para
construir una realidad distinta a la que nos imponen.
-Me da como que, dado el punto en el
que se encuentra esta sociedad, hay que empezar de cero con eso de la lucha a
pie de calle…primero imprimiéndonos muchas exigencias a nosotros mismos como
individuos…
-No sé si deben ser muchas o pocas esas exigencias… Sé que
deben de ser las mismas, ni más ni menos, que les reclamamos a otros.
Por ejemplo, es fácil condenar las manifestaciones más
básicas del machismo, las que se detectan en bares, entornos laborales y
domicilios; lo difícil es tener el valor de detectarlos en ambientes
libertarios. Gente que se asquea ante la bravuconada machista de tasca, que
tiene a sus espaldas mil lecturas y talleres sobre feminismo y superación de
los roles de género, después puede usar el pretexto del poliamor,
de romper con los clichés burgueses, para acabar agrediendo a compañeras y usar
ese entorno para explotar confianzas y vulnerabilidades. Con el tiempo he
descubierto a racistas confesos, gente sin más ideario que el que le impone la
tele, partiendo el pan con migrantes, siendo sensibles y tolerantes, y también
a anti racistas profesionales quejándose de que los árabes y senegaleses están
“invandiéndonos” y copando todas las casas ocupadas
de la zona. He visto tanto clasismo en quienes creen que su dios nos creó ricos
y pobres, como entre aquellos que supuestamente quieren abolir la propiedad
privada. Al final las categorías ideológicas no sirven de nada. He aprendido a
ser comprensivo y a ver los sentimientos que se ocultan tras las palabras, y a
no exigirle a los demás nada que no me haya exigido a
mí mismo antes.
-Pero todo esto sin perder un
punto en la lucha y en la reivindicación social…y más cuando en los últimos
años se ha producido tanto retroceso…no hay que alzar el pie del
acelerador…
-La lucha social, aunque sea a niveles pragmáticos, debe contemplarse
como la mejor manera de trazar un puente con la gente de a pie, que son los
únicos que tienen algún motivo para rebelarse. Si dejamos de luchar en las
calles estas se vacían a la misma velocidad que se llenan las urnas.
-Háblanos un poco de ese potencial
que tiene la reivindicación social a pie de calle y que parece que va y viene,
me refiero a que no es nada regular, hubo un tiempo en que las plazas se
llenaron, el Parlamento se cercó, había marchas, manifestaciones,
encierros.. la presión se sentía y que, luego, no sé
esto ha quedado como muy desactivado…
-Lo que hubo fue una eclosión, pero no se construyó casi
nada. Después de 40 años de silencio había una necesidad de hablar, de
recuperar la calle como espacio común y también de protestar, de denunciar. La
ocasión para ir más allá y construir estructuras desde las que atacar no se
aprovechó. La potencia desarrollada en la calle, esa inercia que hacía que en
un piquete anti desahucios o laboral pudieran haber 500 personas o en una
manifestación 15.000 (me refiero a Gran Canaria) no supo canalizarse hacía
otras vías más conflictivas y a la vez constructivas. Fue una explosión de la
que no se supo sacar su onda expansiva. Los movimientos reformistas lo
asfixiaron todo con burocracia y protocolos inútiles. Las plataformas ciudadanistas más atractivas se llevaron la rabia y la
ahogaron en sus interminables asambleas o en sus brillantes titulares
televisivos. Los partidos se dedicaron a cazar talentos. El falso pacifismo a
señalar a los díscolos mientras aplaudía a la policía armada. Cuando la gente
se dio cuenta de que levantando las manos no se conseguía nada, que había que
crear y defenderse, ya los ánimos colectivos se habían apagado. Los anarquistas
debemos asumir nuestra responsabilidad al respecto.
Aunque hay que reconocer que, más allá de los errores
cometidos, en líneas generales esta dinámica es algo tristemente muy común:
flujos y reflujos, pleamares y bajamares, entusiasmo y depresión. Si no se
introducen elementos nuevos que galvanicen e irradien hacia el exterior, la
sangre se para y la energía se pierde.
Sin embargo, de esa lucha aún queda un poso. No todos se
involucraron para hallar un trampolín que les permitiera meterse en la política
profesional. Mucha gente ha visto que las plazas pueden ser suyas, que las
asambleas pueden ser resolutivas y un grupo de gente reunida puede poner muy
nervioso al Estado. De esa lucha quedamos nosotros, y a nosotros nos
corresponde no dejar de intentarlo.
-Te parece que es porque muchas de aquellas gentes han
pasado a engrosar las filas de movimientos que empezaron a dar un paso hacia el
institucionalismo desde Ayuntamientos a portavoces de movimientos ciudadanos
constituidos como siempre y a partidos políticos con representación en
instituciones desde Comarcas, al Parlamento o al Senado pasando por
Diputaciones o Parlamentos Autonómicos…
-Desde luego, ese ha sido gran parte del problema. Tenemos
gente que tomaba a nuestro lado el turno de palabra en la plaza que ha acabado
con alguna concejalía o secretaría general. Tenemos gente que ocupaba y paraba
desahucios que ahora los consiente desde el ayuntamiento. Gente que era
denunciada por la policía y que ahora ordena a la policía local que denuncie a
sus antiguos compañeros. Todo esto crea desconcierto, y para muchos no es fácil
cargar contra sus conocidos aunque cada vez tengan más cara de represor. Parte
del movimiento ha absorbido esto promoviendo la paciencia hacia los poderes
públicos, pidiéndonos que les dejemos trabajar, minimizando los efectos del voto
o incluso invitándonos directamente a votar.
No es más que otro tour de force
del Sistema, que no debería de cogernos tan desarmados. Esto no ha sido más que
una forma (hábil, en su primera etapa) de desmovilizar, de vaciar las calles,
de reconducir la rabia y convertirla en pasividad, de amordazar a los críticos.
La vía institucional y parlamentaria teñida de roja se ha encargado de matar la
protesta; al menos lo está intentado. Aunque la canalización le ha salido bien,
sus resultados están evidenciado su torpeza. No se
puede engañar a todo el mundo todo el tiempo, ni se puede gobernar
inocentemente, y la realidad cruda, esa que nos muestra que el colega de barra
se transforma en tirano con sólo sentarse en un ayuntamiento, nos salpica toda
su bilis a la cara.
Han vaciado la calle, pero al precio de retratarse. Hoy
podemos decirle a los posibilitas que se ahorren sus estupideces y que la
próxima vez que quieran suicidar su rebeldía se busquen su propia cuerda. Hoy
aún queda una oportunidad para la acción anti parlamentaria y anti delegacionista.
-Pero la reivindicación a pie de
calle debe tener sus límites y líneas rojas… los límites de la lucha social,
¿dónde se encuentran?
-En nuestra propia condición falible. Hemos de asumir que
ningún proyecto que iniciemos, ninguno, volverá perfecta a la gente. Somos
perfectibles, mejorables, pero nada más. Creer que existe algún modelo social
que puede hacer que el león y el cordero duerman juntos, que llueva maná del
cielo, que todos los días haga buen tiempo y brille el sol, es religión pero no
política. Aún en las mejores condiciones objetivas hay espacio para el abuso y
la agresión. No es un determinismo, algo inevitable a lo que estamos
condenados; es una posibilidad con la que debemos empezar a contar en nuestros
cálculos y estrategias. Dar comida y techo a la gente, proporcionarles
herramientas para una educación libre, son cosas imprescindibles que sin
embargo no tienen por qué volverles necesariamente mejores personas. El cambio
se produce en pocos, en los que ya tenían un interés previo; a otros
tristemente les mueve la inercia; pero también hay quien teniéndolo todo de su
parte, opta por oprimir a sus semejantes. Barrett
decía que la maldad era cosa de enfermos, y se equivocaba. No es cuestión de
buenos o malos sino, como decía Wilde, de aquello en lo que nuestros actos nos
convierten. El modelo social imperante nos constriñe a hacer muchas cosas que
no queremos, por eso hay que combatirlo; pero quitar ese condicionante no
garantiza la armonía. Es un duro trabajo de fondo, el proyecto inconcluso de
toda una vida. El límite está en darse cuenta de nuestros propios mitos, de los
errores de nuestros teóricos, de la inutilidad de nuestros manuales. La teoría
tiene que ser arrastrada por el barro, y sólo así, manchada de realidad, podrá
sernos útil.
Otro límite es no caer en el trabajo de ONG. Cubrir carencias
es necesario, pero para demostrar que hay otra forma de hacer las cosas y que
podemos funcionar sin Estado. Cuando se hace de forma acrítica, rehuyendo el conflicto,
solucionamos los problemas y déficits del Sistema y lo reforzamos en vez de
debilitarlo. En la FAGC nos dimos cuenta de esta incongruencia cuando
asistentes sociales y ayuntamientos empezaron a enviarnos gente para que la realojáramos.
La lucha social no puede permanecer insensible a las necesidades de la gente,
pero tampoco puede ser el tapón de las fugas del Sistema ni la oportunidad de
reenganche de los excluidos al modelo capitalista.
-Las estrategias de lucha social,
esto de “a pie de calle”, que a mí me gusta tanto como suena…debe ser sólida y
estar bien diseñada sin estar reñido, para nada, con el individualismo y
nuestro propio código… ¿cómo podemos llevarlo pues a término ejerciendo la
mayor de las presiones y que esa sea, respetuoso “con lo individual” para sacar
de sus casillas al poder que ahoga a los ciudadanos y ciudadanas?
-Es primordial incidir en el la
voluntad y en el propio discernimiento, pero esto no es óbice para trazar un
plan colectivo y llevarlo a la práctica. Todo lo contrario: los criterios
libres de todos los individuos participantes no son más que filtros que
perfeccionan la práctica común. Creo que es necesario quitar el foco de la
militancia puramente teórica y propagandística y ponerlo en las necesidades
básicas. Creo que viendo lo fácilmente criminalizable
que es cualquier ofensiva al Sistema, la mejor forma de hacerle daño es
comiéndole terreno desde abajo para que se rompa por arriba, arrebatándole
recursos y bienes, medios de producción, colectivizando y socializando lo que
Estado y Capital se han apropiado. Esto debe de hacerse de forma directa y sin
prerrogativas legales.
Hay barrios con un 30% ó 40% de casas abandonadas, la mayoría
en manos de entidades financieras o estatales. Donde las ocupaciones se hacen
en silencio y tratando de rehuir el conflicto. Lo que propongo no es nada
distinto de lo que se hacía en los años 20 y 30 del pasado siglo con las
fábricas en Italia o España, o lo que ya se hizo en vivienda desde la Comuna de
París hasta Kronstadt. Esas ocupaciones deben
organizarse, hacerse de forma sistemática y gestionarse por parte del común de
los vecinos a través de asambleas y oficinas o comisiones de expropiación. La
gente debe sentir esas casas como suyas, parte de su patrimonio común, decidir
qué hacer con ellas, encargar a dicha oficina que haga un censo actualizado y
pasar a administrarlas y distribuirlas en función del número de personas sin
techo y del tamaño y las condiciones de los inmuebles. Esto ya estaba en La
Conquista del Pan de Kropotkin y en los inicios
de las revoluciones de consejos o soviets. No digo nada nuevo.
Esto plantea una situación de guerra abierta contra el
Capital y el Estado mayor que cualquier veleidad de lucha armada. Es la gente
de a pie tomando bienes de consumo en sus manos y gestionándolos, al margen de
las leyes, sin intermediarios. Me parece una estrategia que, de aplicarse bien,
arrojará grandes resultados.
No es la panacea, no es ni será una solución definitiva, pero
es una buena vía para ir abriendo brecha.
-Ruymán, permíteme, por
favor que te pregunte porque “eres actualidad”, siendo el responsable del
mayor movimiento de ocupación del estado español(Comunidad
de la Esperanza en la localidad de Guía, municipio al norte de la Isla de la
Gran Canaria ), cosa que te ha acarreado represalias y de las serias,
Cuéntanos, por favor, primero que nada de ese movimiento…
-Son 4
bloques de viviendas embargados a una constructora por Bankia
y después por la SAREB que ocupamos, negociando con la propia constructora, a
comienzos del 2013. Según habilitamos las instalaciones, empezamos a meter
familias. A mediados de ese año eran 20, a finales del 2015 ya eran 76. Nuestra
idea era primero paliar la urgente necesidad de techo que hay en la isla, y
después pensamos en ensayar otras formas de convivencia. Este febrero se
cumplen tres años desde que entró la primera familia a vivir allí.
-El proyecto pretende que familias con muchas
necesidades básicas las afronten juntos, se unan, conviviendo y tratando de
saldar los problemas, recurriendo para ello con la asamblea. Cuéntanos…
-Como te
comentaba, nuestro propósito también fue mirar la viabilidad de una microsociedad libertaria, a escala. El asamblearismo para
nosotros dejó de ser sólo una forma de decisión de colectivos o de grupos
reducidos y se convirtió en el órgano de gestión de una población de 300
personas. El apoyo mutuo, la idea de aportar según las posibilidades y recibir
según las necesidades, fueron conceptos que abandonaron el campo de las
consignas y se convirtieron en herramientas de supervivencia. La acción
directa, actuar sin intermediarios, era la forma de resolver todos los
problemas técnicos y también, siempre que fuera posible, los de convivencia. Al
final conseguimos vivir en una versión particular de anarquía que para los
vecinos fue especialmente funcional y para nosotros un bagaje inagotable de
conocimientos empíricos.
-Amigo ¿y a quién puede molestar que la gente
busque solventar sus problemas?, ilumíname porque no logro verlo..
-A los
poderes económicos y políticos. Demostrarle a la gente que podemos funcionar y
gestionarnos sin Estado ni capitalismo es un atentado a su hegemonía ideológica
y a su monopolio industrialista. Esto es como el síndrome de Münchhausen por poder. La persona afectada convence a otra
de que está enferma y débil y de que depende de ella para su desarrollo, pero
en realidad es esa persona que finge cuidarnos la que nos está enfermando. El
Sistema padece la misma enfermedad y nosotros sufrimos sus consecuencias.
Nosotros, que lo mantenemos con nuestro trabajo, renuncias y humillaciones,
estamos firmemente convencidos de que dependemos del Sistema para sobrevivir,
de que moriríamos sin él, cuando en realidad sería el Sistema el que moriría si
nosotros dijéramos basta y nos organizáramos de otra forma. El ejemplo del
hombre encadenado de Malatesta nos habla sobre lo
mismo.
Eso es lo
que molesta a esta gente: si nos organizamos de forma autónoma y les quitamos
sus recursos, ellos pierden sus privilegios.
-¿Cómo te empezaron, por ello, a llegar las
represalias y problemas?
-Ha sido
una constante. Identificaciones arbitrarias, fotografías hacia mi domicilio,
intentos de intimidación. Lo más grave fue el secuestro que sufrí a finales de
abril del año pasado y las torturas posteriores. A consecuencia de ello la
Guardia Civil se vio ante el problema de tener que justificar mi detención y mi
estancia en calabozos, así que uno de los agentes, el principal responsable de
las torturas, alega que el agredido fue él. Con lo cual, además del secuestro,
las amenazas y las lesiones, ahora me encuentro en un proceso judicial por
atentado a la autoridad.
-¿Has padecido lo que podríamos mencionar o
calificar de “odio ideológico”?
-Sí.
Ellos son policías y yo anarquista, no espero otra cosa de ellos. Soportan a
los anarquistas cuando se limitan a escribir, a proyectar películas y debatir,
pero cuando tratan de llevar sus ideas a la práctica entonces son una amenaza.
Ellos defienden la ley y los privilegios que son incompatibles con nuestras
vidas. Su odio es proporcional a nuestra incidencia social y capacidad de
trabajo, pero no siempre: también lo es a los cálculos e intereses políticos de
quienes los dirigen.
-¿Qué papel ha jugado la policía y la Guardia Civil
en todo esto?
-Han sido
el brazo ejecutor de una serie de acosos que principalmente pretendían
desestabilizar el proyecto de la Comunidad “La Esperanza” y posteriormente
destruir a la FAGC. Cuando me secuestraron su único interés era amenazarme,
hostigarme, tratar de meterme miedo para que abandonara el municipio y la
lucha. Al ver que no surtía efecto fue cuando recurrieron a la violencia
física. Sin embargo, espero que a estas alturas se hayan dado cuenta de que eso
tampoco nos afecta: hemos seguido realojando, asesorando desahucios e incluso
amenazamos con una huelga de alquileres que impidió el desalojo de más de una
decena de familias. Estamos trabajando más que nunca, levantando la Oficina de
Expropiación Popular e implicándonos en proyectos habitacionales de envergadura.
-¿Has observado solidaridad y fraternidad entre el
resto de la población o más bien , las más de las
veces , has visto y/o sufrido de aquello de:”ándese yo caliente….y mientras
tenga el lomo caliente…”?
-Ambas
cosas. Cuando la FAGC era menos conocida sufríamos la represión con muy poca
cobertura. Incluso los colectivos y sindicatos más cercanos geográficamente
miraban hacia otro lado. Actualmente nuestro trabajo ha tenido mayor
repercusión y son muchas y muchos los compañeros que ante la represión se han
puesto a nuestro lado, hombro con hombro, gritando por nuestra libertad. Hemos
recibido mucho apoyo y calor sobre todo del resto del Estado español, pero
también en países como Alemania, Grecia o Venezuela.
La
campaña iniciada por los compañeros en la península ibérica antes del juicio
del 16 de febrero, con más de un millón de mensajes en las redes sociales, es
algo que nunca podremos agradecerles. Hoy por hoy sí nos sentimos arropados, y
mucho.
-¿En qué momento te encuentras ahora, respecto a la
justicia, me refiero…?
-A espera
de sentencia. Se mantiene la petición por parte de la acusación particular (el
abogado de la Asociación Española de la Guardia Civil) de que se me impute un
delito de atentado a la autoridad y las consiguientes penas de cárcel. Lo único
positivo es que se ha denunciado de oficio al guardia civil que me estranguló
por las agresiones. Todo está en el aire. Por mi parte, y a pesar de tener ahí
esa espada de Damocles sobre el cogote, voy a seguir luchando, ajeno a sus
operetas judiciales.
22672
Anarquía a pie de calle. Ruymán Rodríguez
51 páginas 12 x 18 cms.
5.00 euros
Calumnia, La Malatesta
Periódicamente las dicotomías entre
"anarquismos" se suceden. A finales del siglo XIX era entre
colectivistas y comunistas, organizadores y anti organizadores, individualistas
y sindicalistas, sindicalistas puros y anarcosindicalistas, etc. Actualmente
esta reyerta teórica, que parece desarrollarse de forma cíclica, se ha
establecido entre insurreccionalismo y anarquismo
social...
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