La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Javier
Rodrigo, editor del libro "Políticas
de la violencia. Europa, siglo XX" (Prensas de la Universidad de Zaragoza)
Un libro
que narra “la conjunción” entre las maneras y formas que adoptó la violencia en
torno a la política en el siglo XX.
Prensas de la Universidad de Zaragoza acaba de editar un libro imprescindible
si se quiere entender el fenómeno de la
política de la violencia en el siglo XX. Y es que el siglo pasado fue un siglo
particularmente violento, desde la política. Fue un siglo que pronto ya se despachó con una
guerra que se tornó, enseguida, mundial; con una revolución, la que acabó con
los Zares y encumbró el comunismo y a la URSS…hecho éste que ha dado mucho en
la historia…después la Guerra Civil española con todo que de ella puede
desgranarse en el apartado de “Políticas de la violencia”.
Lo
edita Prensas Universitarias dentro de
la colección de Ciencias Sociales , encargándose de la edición de este libro
que analiza, cómo eran las políticas de la violencia, un experto en la
violencia, en las políticas de la violencia, de las guerra y las violencias en
las guerras
La del Viejo Continente en el siglo XX fue una historia de limpiezas,
expulsiones y eliminaciones políticas, sociales e identitarias. Una historia de
violencia: la que jalonó la ascensión al poder del fascismo y el antifascismo,
que fue el principal vehículo de actuación política bajo el manto de las guerras
civiles e internacionales y que, desde las masacres de civiles en la Primera
Guerra Mundial hasta el intento de exterminio racial durante la Segunda, hizo
del siglo XX el tiempo histórico más brutal, sangriento y, en consecuencia,
fundacional del anterior milenio. Este libro supone el más ambicioso y completo
análisis publicado en castellano sobre esas poliédricas políticas de
violencia.
El autor:
Javier Rodrigo es investigador “Ramón y Cajal” adscrito al Grup d'Estudis República i
Democràcia de la Universitat Autònoma de Barcelona, donde enseña historia
contemporánea. Doctor por el Instituto Universitario Europeo de Florencia, sus
líneas de investigación abarcan la historia de la guerra y la violencia, las
guerras civiles, los sistemas concentracionarios y el fascismo, todo ello en
perspectiva comparada. Ha publicado cinco libros como autor único (el más
reciente Cruzada, Paz, Memoria. La Guerra Civil en sus relatos, 2013) y cuatro
como editor o coeditor, entre los cuales el precedente inmediato de este libro:
Culturas y políticas de la violencia. España siglo XX (2005).
https://uab.academia.edu/JavierRodrigo
Cazarabet
conversa con Javier Rodrigo.
-Javier, cuando hablamos de las políticas ligadas a la violencia en el
siglo XX…la mente enseguida se nos va a las guerras, sobre todo las civiles
(Revolución Rusa, Guerra Civil Española) o a las ideas totalitarias y que se
esparcían con mucha sangre como el fascismo italiano, el fascismo de Franco, el
nazismo de Hitler o el comunismo de Stalin… ¿qué nos puedes comentar? Cuando
alguien nos habla de asesinato de masas o de genocidio lo primero que nos viene
a la cabeza son los campos de exterminio nazis, los gulags…pero en otra
dimensión las ideas políticas terminaban esparciendo la violencia y el
asesinato en lo que podríamos denominar “asesinatos en masa” en otros lugares y
ante muchos colectivos…sin ir más lejos, el otro día, veía horrorizada la
matanza de los armenios a manos de los turcos, coincidiendo con la I Guerra
Mundial ¿Hay otros movimientos o ideas políticas que en esta Europa del XX han
hecho de la violencia su primera herramienta…? Coméntanos…
-Suele analizarse la aniquilación de la etnia
herero a manos del ejército alemán en la actual Namibia, a principios del siglo
XX, como el primero de los genocidios contemporáneos. De hecho, las potencias
coloniales que se repartieron África en el siglo XIX lo hicieron con un fuerte
despliegue de violencia. En el siglo XX, entre la extrema violencia de la Gran
Guerra y con la emergencia de sus dos principales hijos, fascismo y comunismo,
en el contexto de dos guerras mundiales y multitud de guerras intestinas a su
amparo, los asesinatos de masa, los desplazamientos forzosos, el internamiento
y la explotación laboral se convirtieron en los mecanismos perfectos para la
construcción nacional, la purga y limpieza del enemigo, la protección de la
clase, el pueblo, la raza o la nación. Las violencias colectivas tienen
contextos económicos, políticos, culturales e identitarios, y responden a
ellos. El primer genocidio en suelo europeo, del que se cumplirá pronto el
primer centenario sin que muchos países como los Estados Unidos lo hayan
reconocido, es efectivamente el de los armenios: desarmados, separados, conducidos
en marchas de la muerte por el desierto, asaltados, internados en campos,
dejados morir de hambre, sed y enfermedades. Pero ni mucho menos es el primer
asesinato de masas. Sin embargo, en ausencia de guerra esos procesos son muy
diferentes. Tras una violentísima posguerra mundial, desde que el huracán
bélico tocase suelo europeo por última vez en la Grecia de 1949 hasta las
guerras civiles en la ex-Yugoslavia desde 1991, esas dinámicas se reducen
drásticamente.
-La Italia fascista, ¿presenta particularidades en torno a la violencia
que nos pasan como desapercibidas? ¿Qué diferenciaba la manera de utilizar la
violencia por sus ideas políticas, en Italia, de la de regímenes muy paralelos
como el franquista o el de la Alemania nazi de Hitler?
-La Italia de Mussolini fue extremadamente violenta
en sus prácticas coloniales, limitada en cuanto a asesinatos políticos en
tiempo de paz (como, por otra parte, la mayoría de los regímenes violentos en
tiempo de no estado de guerra: España, desde 1949) y salvaje en el contexto de
la guerra civil a cuatro bandas (partisanos, fascistas de Saló, ocupantes nazis
y aliados) entre 1943 y 1945. Sin embargo, en Italia ha sido siempre muy
popular el mito del “bravo italiano”, según el cual los combatientes
transalpinos no habrían incurrido en crímenes de guerra, deportaciones o
prácticas de violencia colectiva. Nada más lejos de la realidad, evidentemente:
el porcentaje de judíos deportados desde la Italia de la Repubblica Sociale a
los campos de exterminio fue similar al de las deportaciones desde Francia
entre 1942 y 1945.
-¿Qué pasa en según qué rincones geográficos o en según qué sociedades
para que las discusiones políticas, los enfrentamientos en torno a la “nación”
y “nacionalismo” suelan terminar con matanzas, violaciones de todo tipo,
miedos, escarmientos, violencia….sin ir más lejos en los Balcanes la cosa no
para de repetirse y en este país, me refiero al Estado Español, en el siglo
pasado vivimos una cruenta guerra civil, pero es que veníamos de las Guerras
Carlistas…?
-Más que los nacionalismos en sí, lo que ha
generado altos índices de violencia en algunas regiones de Europa ha sido la
gestión de las minorías nacionales. Territorios como el balcánico pueden
presentar, así, cierta predisposición a convertirse en territorios de
conflicto, religiosos y políticos. Sin embargo, esa confluencia por sí misma no
tiene por qué ser causa de conflicto armado o de violencia colectiva. En los
territorios plurinacionales y multiétnicos, las violencias se han desarrollado
allí donde se han implementado políticas de homogeneización social, que las más
de las veces tienen detrás intereses de orden político, económico o de
gobernanza de un territorio concreto. Es el caso evidente de los armenios y de
otras minorías étnico-lingüísticas en el imperio otomano. La guerra en España
fue crudelísima, pero eso no convierte su historia en excepcional: entre 1919 y
1949 hubo guerras internas, abiertas o larvadas, en casi todos los países
europeos: Rusia, Finlandia, Hungría, España, Francia, Italia, el Reino de
Yugoslavia, Polonia, Grecia... Tras la caída de los grandes paradigmas
socioeconómicos, la historiografía ha vuelto la vista a las guerras europeas en
busca de claves identitarias y culturales. Hay muchas respuestas a la pregunta
de por qué hubo matanzas étnicas en Bosnia en el 95 y no en Eslovenia del 91,
pero algunas de ellas pasan, evidentemente, por la evidencia de que Eslovenia
no contaba con una minoría serbia como la de Croacia (lo que explicaría el
rechazo a su independencia y, por tanto, la caída en un conflicto armado) o,
sobre todo, como la de Bosnia-Herzegovina.
-A veces pensamos que la violencia nazi vino casi únicamente a través de
los campos de internamiento, concentración y exterminio…de las matanzas
conforme iban invadiendo el Este de Europa hacia el corazón de URSS, pero no es
así….ya hacía años que Alemania practicaba una verdadera política de la
violencia que se podía definir, simplificando, en que :”se extermina con todo
aquel que piensa diferente a las ideas nazis...”. Tú que entiendes mucho más y
puedes hablar en propiedad:¿qué nos puedes comentar?
-Piensa que Europa está bajo la bota de Alemania
muchos meses antes de iniciarse la operación Barbarroja. La historia de la
violencia nazi es la de una serie de puntos de no retorno. A partir de la
legislación especial de 1933 que, arrasando toda la tradición revolucionaria
liberal, consigna la primacía de la protección y defensa de la comunidad
nacional por encima del derecho individual (el derecho del pueblo frente al
subjetivo), y hasta la legislación antijudía tras la Kristallnacht del 9 de
noviembre de 1938, la historia de la Alemania nazi es la de la integración y
protección a través de la exclusión y la violencia. Las Leyes Raciales de 1935,
imitadas después por Mussolini en 1938, están entre los más importantes puntos
sin vuelta atrás. Como dice Ferran Gallego, es un proceso de objetivación de la
violencia: desde el internamiento en los primeros campos de 1933 por lo que se
es (comunista, socialista, opositor) hasta el internamiento por lo que se
representa, por motivos sopraindividuales (judío, asocial). Ese es el modelo
que se exporta con la ocupación de buena parte de Europa entre 1938 y 1940.
Pero en tiempo de guerra, las posibilidades son siempre mayores, ya lo decía el
mismo Hitler. Y en la Segunda Guerra Mundial, Alemania ocupó países con unas
minorías judías importantísimas. De la experimentación, prueba y fallo en la
gestión del problema de las minorías nacionales y étnico-religiosas nacen tanto
los asesinatos en caliente de 1941 como las deportaciones a los seis campos de
exterminio desde 1942.
-Hay un libro de Jonathan Littell me ha impresionado mucho, desde hace
años y años, y que nunca he podido leer de un tirón porque me ha afectado
siempre y mucho, se trata de Las Benévolas con todo lo de la violencia de los
Alemanes mientras iban barriendo hacia URSS… De aquel episodio largo,
siniestro, nefasto y de locura…¿qué nos puedes decir?
-Las Benévolas es un libro impresionante, ciertamente, y también perturbador, porque
se adentra en las habitaciones interiores de un asesino. Yo prefiero, sin
embargo, del mismo autor, Lo seco y lo húmedo, una brutal y muy
discutible reflexión sobre el ethos identitario del fascista, a partir de la
historia del belga León Degrelle. Y precisamente en ambos encontramos un
elemento común que contradice algo que tú señalas en tu pregunta: que no hay
locura. No hay perturbación del estado mental, sino reconocimiento en una
identidad y en las metáforas que la articulan. El miembro de los grupos de
asalto, los Einsatzgruppen que barren de judíos y partisanos el frente oriental
en 1941 no eran un hatajo de locos.
-Hablar de políticas de la violencia en la Europa del XX….termina,
siempre, transfiriéndonos al exterminio de los judíos…y a aquello que se conoce
como “La Solución Final”. Hemos leído, hemos visto documentales y hemos
escuchado muchos testimonios, pero siempre que te pones con una lectura, un
film o a escuchar a un testimonio hay algo, como nuevo, que te sorprende… ¿Qué
nos puedes comentar al respecto?
-Pues que es una sorpresa perfectamente lógica.
Piensa que estamos empezando a conocer los resultados del gigantesco avance en
la investigación sobre la Solución Final llevado a cabo desde la década de los
Noventa y, sobre todo, en el presente siglo. Hasta que no entraron con el
deshielo post-89, la apertura de archivos en lugares como Ucrania, Bielorrusia
o los países bálticos y los cambios en los paradigmas memoriales, el campo de
exterminio y el proceso que desemboca en él era terreno de filósofos,
antropólogos, lingüistas, pero no de historiadores. Con un puñado de increíbles
excepciones como las de Raul Hilberg o Saul Friedlander, hasta los Noventa la
investigación sobre las deportaciones, trabajos forzados y exterminios de
minorías nacionales, étnicas, religiosas en la Europa de Hitler se movía en un
terreno de hipótesis y conjeturas. Un trabajo como el que incluyo en entre
libro, el de Christian Gerlach con la conferencia de Wannsee como hilo conductor
para explicar la Solución Final habría sido, posiblemente, imposible de
escribir en los Ochenta. En general, la historiografía sobre la violencia, las
guerras civiles y mundiales, los mecanismos de terror político o los genocidios
ha crecido tanto empíricamente y se ha sofisticado tanto teóricamente, ha
cambiado tanto el paradigma interpretativo y el punto de vista, que en la
mayoría de los casos los investigadores actuales, conociéndola bien, ya
prácticamente no utilizamos la literatura historiográfica de los Ochenta, ni la
anterior. Con excepciones, por supuesto.
-La zona de los Balcanes es como muy sensible a ser cruce de tener como
insertada la violencia desde la política ¿Por qué hay zonas geográficas como
más sensibles?
-Los Balcanes, como decía, son un territorio de
confluencia entre identidades, naciones, lenguas, religiones, culturas,
economías. Según el relato asentado, solo Tito logró mantenerlo todo unido.
Tras su muerte la presidencia de Yugoslavia se hizo rotatoria: de facto,
desapareció. Tras once años, la negativa de los serbios a aceptar la
independencia de Croacia, más que la de Eslovenia, devolvió a Europa el huracán
de las guerras civiles. Pues bien: en esas guerras, muchos de los mitos
movilizadores hablaban de “terminar nuestra guerra”: de hecho, la guerra
multidimensional de la Yugoslavia de la Segunda Guerra Mundial, que enfrentó a
los fascistas croatas con sus minorías serbias y musulmanas, a los fascistas
serbios contra la resistencia comunista, a las partidas de guerrilleros entre
sí, todo bajo la ocupación del Eje. No es solo que los Balcanes sean un terreno
de confluencia salvaje: la gestión de esa complejidad por parte del imperio
otomano, del imperio nazi y del nacionalismo serbio, croata o bosnio han hecho
más que mitos y leyendas sobre la violencia.
-Hay que hablar, también, de cómo muchos grupos terroristas empezaron a
querer imponer sus ideas políticas en las sociedades de la Europa del
XX…algunos incidían en Estados en los que la reivindicación hacía falta, pero
¿no era pasarse con la utilización de la violencia….o había que valorar caso a
caso…?
-Depende de lo que entiendas con “pasarse”, con el
exceso. Por supuesto que hay que valorar caso a caso. La explicación nunca debe
confundirse con la exculpación, del mismo modo que la condena no puede ser la
única clave de lectura, pues entonces despreciamos, como en otros casos de uso
de la violencia, las aspiraciones racionales, en positivo, que muchos persiguen
con ella. El terrorismo siempre es violento, eso es una perogrullada, y a mi
juicio repugnante. Pero los límites son siempre relativos. Habrá quien piense
que estrategias como ARCA (desarrollada por ETA) están justificadas, que la
liberación de Irlanda del Norte, de Euskadi o de la clase obrera necesitan de
la bomba, el tiro en la nuca o la ráfaga de ametralladora desde un coche a toda
velocidad. La obligación del historiador es no despreciar a los sujetos del
pasado, sus identidades y sus aspiraciones, por mucho que las encontremos
aberrantes.
-Una cosa es la violencia en el
conflicto, aunque venga desde la “raíz política” y otra es la violencia,
después del conflicto(una vez el conflicto está, más o menos, “resuelto”): la
de la depuración, la represión a todos los niveles, la del escarmiento,
la de los ajustes de cuentas…¿qué puntos en común tienen y qué
principales puntos de divergencias…? (me refiero a que una vez terminado el
conflicto: ¿cómo entonces y, desde entonces, deriva la violencia?) ¿Son
necesarias las violencias para terminar con otros procesos de violencia?
-Necesarias no, pero sí habituales. Ahora bien:
siempre hay un momento de finalización. La violencia inmediata de la represión
política en Finlandia, de las depuraciones en Francia, de la Liberazione en
Italia, de la victoria anticomunista en Grecia concluye cuando los objetivos
que se persiguen se dan por satisfechos. La reconstrucción es siempre un
proceso también de exclusión. Sin embargo, hay factores de contención de esas
políticas de violencia y contextos propiciatorios que las multiplican. La Europa
post-45 era un continente, según las adjetivaciones de algunos de los mejores
historiadores actuales, salvaje, sangriento, oscuro. No homogéneo, por
supuesto, pero sí generalizadamente inseguro, peligroso, arrasado. La
reconstrucción tuvo que hacerse desde bases que superaban largamente la
destrucción precedente, incluida la de la Gran Guerra.
-Una pregunta que creo es difícil: ¿la política de la integración (el
hecho de luchar para conseguirla), justifica la política de la violencia?(a
toro pasado es muy fácil hablar, pero tú que has analizado las políticas de la
violencia, ¿qué nos puedes comentar?)
-Si entiendo bien a lo que te refieres, creo que
las políticas de violencia han generado, efectivamente, integración y
bienestar: por ejemplo, el bienestar de los turcos otomanos con la eliminación
de la minoría armenia, el de los alemanes étnicos con la rapiña y eliminación
de los judíos, la de los habitantes del Este europeo con la expulsión de los
alemanes desde 1945. Ahora bien: las políticas de integración y bienestar que
no se han basado en la explotación colectiva de un enemigo común no se han
acompañado de violencia, y han podido ser más o menos fallidas o exitosas, pero
su desarrollo en marcos pacíficos no las ha convertido, al menos, en los contextos
de muertes de masas. El Holodomor, la gran hambruna ucraniana de 1933 fue el
resultado de políticas económicas como los planes quinquenales de la URSS. La
hambruna asesina en China, de la política maoísta del Gran Salto Adelante. Las
hambrunas en Etiopía en los Ochenta, de las colectivizaciones de Mengistu. El
gran éxito del estado de bienestar, como decía el malogrado Tony Judt, residía
precisamente en que sin ser perfecto, garantizaba los mínimos indispensables
para una vida que no se centrase en la mera subsistencia. Los europeos nacidos
a finales del XIX y en la primera mitad del siglo XX carecieron de las
seguridades actuales: lo más normal es que combatiesen en guerras civiles o
mundiales, que sus casas fueran bombardeadas, que fueran huérfanos prematuros,
que hubieran de trabajar desde la infancia. Un ejemplo: entre la década de los
Diez y la de los Noventa, España prácticamente triplicó su índice de desarrollo
humano, el cálculo de la ONU que combina esperanza de vida al nacer, PIB per
cápita y nivel educativo. Las imágenes de la Europa de 1945 son el mejor
ejemplo, por ver de dónde se partía, de la transformación radical del
Continente. La ausencia de guerra en suelo europeo ha sido una de las claves de
ese cambio.
A veces pienso que no terminamos de ser conscientes de lo que supone, ni
de los retos del futuro. Mientras Europa disfrutaba de décadas sin conflicto ni
políticas de violencia, el fenómeno de las guerras civiles vivía su edad de oro
entre los Setenta y los Noventa. Mientras se materializaba la descolonización,
se gestaban los retos del presente. Creo que, en ese sentido, la gobernanza
europea ha perdido la iniciativa que la caracterizó hasta mediados de los
Noventa, y puede que nada lo materialice mejor que el fracaso de los soldados europeos
(holandeses, para más señas) en prever, prevenir o contener matanzas como la de
Srebrenica en 1995. La población mundial se ha duplicado desde 1960 pero Europa
cada vez es más anciana y más dependiente energéticamente. Sin embargo, la
respuesta política generalizada en el contexto de crisis sistémica actual es el
desmontaje del estado social. Ante el paro, el populismo: en Italia, Francia, el Reino Unido, España y
por supuesto, Cataluña. Ante los ciclos migratorios, la valla, la devolución en
caliente, el cementerio mediterráneo. Como reza el título del libro de Judt: Algo
va mal.
-La Guerra Civil Española, por fin, con todo lo que hubo en los tres
años, y la represión a todos los niveles….con cuarenta años de dictadura y con
una transición que dio mucho carpetazo….con todo ello ahora a los
investigadores y estudiosos se os abre un mundo de posibilidades por investigar
al que , muy posiblemente, hay que ir a mirar y ayudar para y con hacer
justicia…¿hasta cuando la investigación de unos historiadores en torno a las
políticas de la violencia, en este caso de la Guerra Civil Española, pueden
ayudar a hacer justicia…? ¿Estás de acuerdo con esa mirada actual de algunos
historiadores?
-Lo desconozco. Me preguntaste algo parecido hace
unos meses cuando hablábamos de mi anterior libro, Cruzada, Paz, Memoria,
y no ha cambiado mucho mi opinión. Sigo pensando que el de la justicia y el de
la investigación histórica son ámbitos que se necesitan, pero que son
impermeables. Si hay un delito, se persigue y se juzga. Si ha prescrito, se
busca un marco legal donde no lo haya hecho. Si se necesita el testimonio del
historiador como perito, se le convoca. Ahora bien: no quiere eso decir que la
historia sustituya a la justicia. Ni en lo práctico, ni en lo simbólico. Hay
una generación de historiadores que, seguramente para tapar el no haberlo hecho
en su tiempo, quiere ahora construir un relato histórico basado en su
importancia para la reparación, sanación, curación de las víctimas. La
consideran una narración que “hace” justicia. Pero lo que hace es simplificar
en extremo el pasado, y hacerlo desde una ortodoxia incluso amenazante. A raíz
de nuestra última entrevista, uno de ellos leyó mal un dato y lo consignó en su
último libro. Yo me refería a los porcentajes de víctimas en España en tantos
por mil pero él, poco acostumbrado a esas sutilezas, vio tantos por cien. Eso
multiplicaba por diez los porcentajes de víctimas por asesinatos en la España
revolucionaria, no te digo más. Cuando se lo señalé, y tras un desagradable
intercambio de correos, me acabó amenazando con llevarme a los tribunales si
escribía sobre su libro. Esa es la actitud de los guardianes actuales de la
memoria: beatitud por un lado, matonismo por otro. De mí han llegado a decir
que defiendo el golpe de Estado de 1936 y que nado en aguas ajenas cuando hablo
de violencia. Y reconozco que me hace gracia, porque provienen de historiadores
a los que doy por supuesto que no les van a gustar, ni van a entender, mis
trabajos. Si algo he defendido en los ocho libros que he escrito o editado en
los poco más de diez años que llevo en esto es que no puede aceptarse la
imposición sin más un modo de interpretar el pasado. La ausencia de dudas, las
explicaciones cerradas, los libros con clave implícita o explícita de lectura,
el subrayado para que el lector sepa dónde y qué interpretar, para que piense,
sí, pero no libremente sino de una determinada manera... todo eso me repele, me
aburre. No es el tipo de libro que quiero leer ni el que quiero escribir. Seguramente
por ese motivo Políticas de la violencia es tan heterogéneo, tan
complejo. Tan difícil de parir y, para mí, tan satisfactorio.
18668
Políticas de la
violencia. Europa, siglo XX. Javier Rodrigo (ed.)
546 páginas 15 x 22 cms.
30,00 euros
Prensas de la Universidad de Zaragoza
La del Viejo Continente en el
siglo XX fue una historia de limpiezas, expulsiones y eliminaciones políticas,
sociales e identitarias. Una historia de violencia: la que jalonó la ascensión
al poder del fascismo y el antifascismo, que fue el principal vehículo de
actuación política bajo el manto de las guerras civiles e internacionales y
que, desde las masacres de civiles en la Primera Guerra Mundial
hasta el intento de exterminio racial durante la Segunda, hizo del siglo XX el
tiempo histórico más brutal, sangriento y, en consecuencia, fundacional del
anterior milenio. Este libro supone el más ambicioso y completo análisis
publicado en castellano sobre esas poliédricas políticas de violencia.
Javier Rodrigo es investigador “Ramón y Cajal” adscrito al Grup
d'Estudis República i Democràcia de la Universitat Autònoma de Barcelona, donde
enseña historia contemporánea. Doctor por el Instituto Universitario Europeo de
Florencia, sus líneas de investigación abarcan la historia de la guerra y la
violencia, las guerras civiles, los sistemas concentracionarios y el fascismo,
todo ello en perspectiva comparada. Ha publicado cinco libros como autor único
(el más reciente Cruzada, Paz, Memoria. La Guerra Civil en sus relatos, 2013) y
cuatro como editor o coeditor, entre los cuales el precedente inmediato de este
libro: Culturas y políticas de la violencia. España siglo XX (2005).
https://uab.academia.edu/JavierRodrigo
Introducción. Heterofobia: las políticas de violencia en la Europa
del Novecientos
Javier Rodrigo
.......................................................................... 9
1. Asesinatos en masa y genocidio de 1914 a 1945: un intento de
análisis comparativo
Alan Kramer
............................................................................ 33
2. El genocidio de los armenios
Raymond H. Kévorkian
............................................................ 63
3. La violencia en la Italia fascista: un instrumento de transformación
política (1919-45)
Camilla Poesio
......................................................................... 81
4. La política de exclusión: la represión en la Alemania nazi
(1933-39)
Nikolaus Wachsman .................................................................
117
5. Guerra al civil. La España de 1936 y las guerras civiles europeas
(1917-49)
Javier Rodrigo
.......................................................................... 145
6. El Estado Independiente de Croacia (NDH): encrucijada de
imperios, violencias, comunidades nacionales y proyectos revolucionarios
(1941-42)
David Alegre Lorenz
................................................................ 191
7. El frente del Este (1941-45): ¿un lugar de memoria transnacional?
Xosé M. Núñez Seixas
.............................................................. 241
8. La Conferencia de Wannsee, el destino de los judíos alemanes
y la decisión preceptiva de exterminar a todos los judíos
europeos
Christian Gerlach ....................................................................
283
9. Violencias para salir de una guerra: la «depuración» en la Francia
de finales de la Segunda Guerra Mundial
José Luis Ledesma
..................................................................... 357
10. Terror y sueño. Europa del Este tras 1945
José M. Faraldo
........................................................................ 401
11. Guerras imperiales: un intento de integración (España, Ifni-
Sáhara y el «viento de la Historia»)
Andreas Stucki
......................................................................... 423
12. Los terrorismos europeos
Eduardo González Calleja
........................................................ 447
Bibliografía ....................................................................................
475
_____________________________________________________________________
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c/ Santa Lucía, 53
44564 - Mas de las Matas (Teruel)
Tlfs. 978849970 - 686110069