La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... César Rina Simón, autor de “Los imaginarios franquistas y la religiosidad popular (1936-1949)”
(Diputación de Badajoz)
Un libro,
un ensayo de investigación de César Rina Simón que le
ha valido el premio Arturo Barea que
otorga la Diputación De Badajoz.
http://www.dip-badajoz.es/agenda/index.php?id=3&agenda=7881&3=0&4=0&5=--&6=--&7=2ç
En el
libro se “mira muy de cerca” y se analiza la religiosidad y el franquismo o, si
lo prefieren: el franquismo y la religiosidad.
Lo que
nos cuenta la entidad editora, Diputación de Badajoz:
Este ensayo historiográfico pretende reconocer los mecanismos
de legitimación de la dictadura franquista a partir del análisis de las
tensiones y los consensos de sus diferenciadas culturas políticas en el marco
festivo de la religiosidad popular. El análisis se centra en tres procesos: la recatolización del espacio público con cruces de los
caídos, misas de campaña y procesiones; la militarización y fascistización
de celebraciones de raigrambre popular y la
purificación por parte de las instituciones católicas de prácticas heterodoxas,
sensuales o báquicas. De esta forma, el franquismo se valió de un conjunto de
rituales y creencias de fuerte arraigo en las comunidades locales para
consolidar imaginarios que vincularon al nuevo Estado con la providencia y la
tradición católica de la nación.
El primer franquismo:
https://es.wikipedia.org/wiki/Primer_franquismo
Arturo Barea:
https://es.wikipedia.org/wiki/Arturo_Barea
Manuel Chaves Nogales:
https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Chaves_Nogales
Un ensayo historiográfico. Así que definimos el término:
Historiografía:
https://es.wikipedia.org/wiki/Historiograf%C3%ADa
Estos otros conversas puede que te ayuden:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/virgen.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/esfera.htm
Cazarabet conversa con César Rina Simón:
-César, amigo, ¿qué ha significado para ti recibir el Premio Arturo Barea?.¿Qué
ha significado para ti el trabajo, incansable y la trayectoria de este contador
de historias, de este cronista?
-Ha supuesto un gran apoyo para mi
trayectoria como historiador. Sin duda, por el reconocimiento profesional que
ofrece el Premio, pero también por la dotación económica que me ha permitido
continuar con mis investigaciones. Los científicos sociales llevamos años de
emergencia provocados por la política de recortes en ciencia y en educación y
por el perverso principio del utilitarismo que, aplicado al conocimiento
histórico, ha acelerado los usos públicos de la historia y la pérdida de
perspectiva entre el presente-pasado-futuro. Esto ya lo vaticinó Bauman en las sociedades líquidas. Dedicarse hoy en día a
la historia es prácticamente imposible, pero no se trata de un problema
macroeconómico. Países en situaciones financieras más difíciles, como Portugal,
han mantenido partidas presupuestarias para intentar salvar su estructura
científica. Se trata de voluntad política.
Y, claro, Arturo Barea es uno de los
principales cronistas del siglo XX, olvidado por las narrativas franquistas y
en buena medida por las transicionales. Destacó en la escritura de lo cotidiano
como reverso de los grandes temas y alentó un género periodístico dotado aún de
romanticismo y ansiedad por acercarse a los acontecimientos.
-Desgarradoras
algunas de sus historias, tan realistas, lúgubres y tristes que casi se pueden
palpar…¿cómo ha influido este cronista en este ensayo o en tu estudio..?
-La obra que más me ha influido ha
sido la reeditada La forja de un rebelde,
y en especial, para el tema del libro, el último tomo, La llama, el referente a la Guerra Civil. Barea supo como nadie
retratar la sociedad madrileña de los primeros compases de la guerra y la
complejidad ideológica de las múltiples culturas políticas que se estaban
enfrentando. Su particular visión de lo popular en Lavapiés y la relación entre
Iglesia, los partidos de izquierda y la religiosidad santera me ayudó bastante
a comprender el fenómeno y el gran esfuerzo de las autoridades franquistas por resignificarlo.
-Retrataba,
dibujaba con trazos que eran palabras esa España triste, de luto y en blanco y negro…un
país áspero, hambriento e ignorante que se acercó a la Iglesia por necesidad y
por ignorancia…¿Qué nos puedes comentar?
-No cabe duda de la existencia en el
imaginario artístico de esta España negra, de luto, como bien representaran Regoyos y Verhaeren en 1888. Una
imagen heredada por los regeneracionistas del 98 y del 14 y por los falangistas
fascistas, que interpretaron esta ignorancia como sintomática de los fracasos
nacionales. Había, qué duda cabe, una visión moralizadora, intelectualizada y principalmente
urbanita de menosprecio a todos los referentes populares, enfrentados en clave
dicotómica a los principios de la razón. Estas interpretaciones se quebraron
con la irrupción de Machado, Juan Ramón y posteriormente de Lorca, Alberti,
Hernández y, cómo no, Barea, Núñez de Herrera y Chaves Nogales, a los que
dedico el libro. Lo popular dejó de ser una nebulosa grisácea y se convirtió en
una fuente de cultura y tradición a la que había que anclarse en el proceso de
construcción de la nueva España: la II República. Este giro es clave y marca la
línea argumental de mi libro. Lejos de lo que podemos pensar por décadas de
narrativas franquistas, incluso asumidas por la intelectualidad de izquierdas,
lo popular constituyó la piedra fundacional cultural de la modernidad española.
La obra del artista Pedro G. Romero
en Sevilla incide en esta idea y ejemplifica el secuestro conservador de los
significados sociales que podemos tildar de espontáneos. Hasta finales de mayo propone en la exposición
Sacer un sugerente recorrido por las voces heterodoxas que han abordado el
fenómeno de la religiosidad popular, voces apagadas por la complacencia de
narrativas que vinculan la patria, lo sobrenatural o lo tradicional a
horizontes conservadores y reaccionarios.
Otro ejemplo destacable lo encontramos en la reedición de Almuzara de los
artículos de Núñez de Herrera o en la Semana Santa Insólita de José María
Rondón y Eva Díaz Pérez. Sin embargo, estos intentos, como el caso del libro que nos
trata, tienen escaso recorrido por el potencial apisonador de los medios de
comunicación y sus mecanismos incontestables de construcción de imaginarios
sociales y memorias.
-Dos de las “plagas”, las
necesidades sociales y la ignorancia, que tanto quisieron combatir
la República y paulatinamente empezó a alejar a muchas gentes de esta
institución, me refiero a la Iglesia…
-Los estudios sobre la Iglesia en
España tienen un valor añadido. A diferencia de otros países europeos, en los
que desde hace siglos se produjo una escisión clara entre la religión y el
estado, -incluso una apropiación del estado del fenómeno religioso-, en una de
las interpretaciones de la historia de España, y sin duda la más generalizada
–Menéndez Pelayo y los neocatólicos-, el elemento aglutinante, la fuente misma
de la nacionalidad, era el catolicismo. Por lo tanto, sin catolicismo no habría
España, era condición sine qua non. El
avance del laicismo colocó a la Iglesia desde el siglo XIX en una posición
defensiva ante cualquier atisbo de secularización o de escisión de roles, con
excepciones que confirman la regla. De ahí la revitalización de la figura del
Papa con el dogma de la infalibilidad y el reforzamiento de los dogmas marianos
como mecanismo socializador y vaticino apocalíptico del fin de los tiempos.
Pese a las dificultades, en 1875 las narrativas católicas salieron triunfantes.
Hasta el punto que medidas del siglo XIX como las desamortizaciones hoy serían
impensables. Sin embargo, en el ADN de la Iglesia pervive ese estado de alerta
ante la acción política, como si su universo de creencias dependiese de un
conjunto de leyes coyunturales. Sin duda, en el fondo hay intereses mucho más
mundanos.
Otra cuestión es la influencia social
real de la Iglesia en la sociedad española, que desde mi punto de vista viene
siendo magnificada desde hace décadas. Cuando Azaña desde las Cortes dijo que
España había dejado ser católica no exageraba. Según los testimonios,
entrevistas e informes que enviaban los sacerdotes a sus obispos, la asistencia
a misa era mínima en todos los arrabales de España y las estadísticas sólo
aumentaban en los ensanches burgueses. En los años cuarenta y cincuenta, el
proceso de recatolización del país se tradujo en la
construcción de grandes seminarios, como el de Huelva, que antes incluso de la
muerte del dictador adolecían … No hay un problema
real en la sociedad entre Iglesia y Estado. Se trata sólo de una pugna
dialéctica por mantener vivo un conflicto que dota de carácter electivo y
equipara a dos instituciones que no son comparables.
-Vemos en
la dedicatoria que también te acuerdas de otro cronista de la época que, presumiblemente , habrá dejado mucha huella en ti Chaves
Nogales ¿Qué nos puedes comentar?
-La figura de Chaves Nogales es
apasionante, tanto por su vida, viajes y obras como por su reciente
recuperación editorial, magistralmente llevada a cabo, y también por su
deificación por una parte de la política española que lo quiere incluir en la
tercera España, cuando esto es más que matizable. En este sentido, la obra Lucha de Historias del historiador
Francisco Espinosa nos puede aportar bastantes claves. Vayamos por partes. En
primer lugar, hay que destacarle como el gran periodista del siglo XX español,
cronista, viajero y mejor narrador. Una figura que debería trabajarse con
profusión en las facultades de periodismo. Pero además, contaba con un afinado
ojo interpretativo y una capacidad de análisis y de anticipación ejemplar. Sus
artículos sobre la Semana Santa son verdaderos manuales de las significaciones
del rito además de obras de arte.
Respecto a su uso contemporáneo como
medio de ataque a la República, poco tengo que decir. Chaves Nogales se mantuvo
fiel a la República, a Izquierda Republicana y a Azaña hasta el final. Denunció
las matanzas de ambos bandos en A sangre
y fuego pero eso no significa que justificase el alzamiento militar. Los
combates por la memoria han dejado un reguero de afirmaciones maniqueas… Sin
duda en la guerra se cometieron actos horribles que deben ser investigados y
recordados, pero esto no implica legitimar el alzamiento. La figura de Chaves
Nogales tiene hoy una difícil lectura, porque nos han contado la historia de
una guerra entre Franco y el comunismo. Sin embargo, Franco, los sublevados,
combatían contra la democracia, las libertades, los derechos, etc.
-El mundo de la historiografía española de los últimos años está dando muy
buenos ensayos, estudios, trabajos, pero tú que particularmente estás en ello
¿Cómo lo ves?
-Creo que la historiografía sobre la
Guerra Civil y el primer franquismo se encuentra en un gran momento y la
trayectoria viene de décadas. Se ha avanzado mucho en historia política,
económica y social y en los últimos años se ha centrado la atención en la
construcción de las memorias y los imaginarios, es decir, en los estudios
culturales. En este sentido, la legitimación del franquismo no fue sólo producto
del miedo y la represión. Hubo una construcción cultural, una legitimación
simbólica que como demuestro en el libro se apoyó en las manifestaciones y en
las creencias populares. Año cero de Zira Box puede ser un buen acercamiento a la construcción
de la dictadura estudiada desde horizontes simbólicos.
También la internacionalización de la
historiografía nos va a permitir establecer marcos comparativos superiores.
Cuando cambiamos la lente, los procesos pueden adquirir explicaciones
diferenciadas. La historia que surgió en el XIX y de la que somos herederos
primó erróneamente la perspectiva nacional. El diálogo entre los estudios
trasnacionales y los locales pueden abrirnos nuevas puertas de comprensión de
los procesos.
En el libro me he adentrado por un camino
metodológico arriesgado pero muy fructífero, espero que dé frutos en futuras
publicaciones. Cuando investigaba, descubrí la atonía interpretativa entre
antropólogos e historiadores. De procesos similares estábamos sacando
conclusiones opuestas. Los trabajos de Isidoro Moreno y de Salvador Rodríguez
Becerra me acercaron a campos interpretativos de lo popular en relación con la
identidad. De la antropología aprendí que la religiosidad popular no es un
fenómeno estrictamente controlado por la Iglesia, aunque ésta lo intenté, y que
sus pautas celebrativas tienen dinámicas internas que escapan a cualquier
explicación dogmática.
-Este
libro se fundamenta, tiene lugar en el primer franquismo, ¿por qué te centras
en este período? ¿Por qué te paras en 1949?
-Me centro en el primer franquismo
porque es el período fundacional del régimen y el que explica la larga duración
de la dictadura. En esa larga década se asentaron las narrativas legitimistas
del régimen, se depuró la oposición y se concretó la construcción política de
un entramado histórico-cultural que identificaba al mismo Caudillo con España y
a la Guerra Civil con la Pasión, muerte y Resurrección de la Patria, propia de
las narrativas palingenésicas de los fascismos europeos. Así mismo, durante
este período, se perfiló la figura del régimen a partir del combate entre las
diferentes culturas políticas y tradiciones ideológicas que lo conformaron:
falangistas fascistas, neofalangistas, católicos,
tradicionalistas, conservadores, oligarcas, militares o aristócratas. En 1949,
una vez superados los peligros de una intervención internacional que reestableciese las libertades, las narrativas y los
imaginarios franquistas estaban totalmente consolidados.
-Es cuando
el país se autoabastecía a sí mismo, vivió un período autárquico, ¿cómo crees
que esto influyó, me refiero a esta característica, en la religiosidad popular
y en el “zarpazo” que le dio Franco a la religiosidad?
-No hay que olvidar que el período de autarquía
enriqueció a determinados grupos frente a una mayoría que sufrió la carestía.
Esto quizá es relativamente fácil de comprender por nuestras circunstancias
actuales. La crisis económica ha significado una gran concentración de
capitales en pocas manos. Las narrativas sobre la religiosidad popular, hasta
hace poco tiempo, explicaban el fenómeno a partir de la carestía. Sin embargo,
fue un período especialmente significativo en la formación de nuevas
hermandades y contratación de grandes proyectos artísticos. También se
construyó la basílica en Sevilla de la Macarena. Por lo tanto, había dinero y
lo tenían ciertas personas. Y, más importante, el dinero se gastó con fines
simbólicos en obras de arte, imágenes, bordados y orfebrería, pues había una
necesidad real de legitimación de la dictadura a partir de su vinculación
emocional con las creencias populares de cada localidad.
-¿Y en la creación y mantenimiento de ese” imaginario franquista” cómo
influyó, crees, la autarquía?
-Sin ánimo de restar importancia al
estado físico e incluso psíquico que puede generar en la población las
políticas autárquicas, me decanto por darle más peso en los imaginarios
franquistas a las narrativas antiliberales que conectaban el régimen con el
imperio; a la legitimación y bendición de las instituciones eclesiásticas de
las autoridades golpistas; a la asimilación entre el Caudillo, España y Cristo;
a la apropiación de iconos religiosos resignificados
como estudio en el caso de las patronas de Cáceres, Málaga o Granada; a la
representación pública del orden del nuevo estado en celebraciones
colectivas... Podría seguir con un largo etcétera que redundaría en la noción
de la construcción de una memoria franquista como mecanismo primero y
fundamental en su perpetuación política.
-Porque,
tú cuando nos hablas de imaginario franquista lo haces mirando a la recreación
de cierta parte de la población del “mito” en torno a Franco y a su régimen,
¿no?. Explícanos por favor.
-Por imaginarios franquistas –es
importante el plural- entiendo el conjunto de narrativas, símbolos, discursos y
prácticas historicistas y teleológicas que desplegó la dictadura en aras de su
legitimación política y de la socialización de la población en torno a los
principios constituyentes del Nuevo Estado. Es decir, el conjunto de imágenes,
historias y conmemoraciones que dotaron de significado y legitimaron la
irrupción en la historia de la Dictadura. Es el mecanismo mental por el cual un
individuo o una comunidad pasó a aceptar y a convivir
con el bando victorioso de la Guerra Civil. Hasta hace poco se pensaba que era
la represión el principal mecanismo. Hoy sabemos que no sólo fue eso. Más que
miedo, la dictadura buscó convencer, totalizar. Está claro que en el proceso de
construcción de un imaginario también hay un fenómeno, aún por desarrollar, que
es la recepción, aceptación, adaptación o rechazo de estas memorias públicas
por parte de la sociedad.
Franco ocupó la centralidad de los
imaginarios. Fue presentado como un enviado de Dios, de la providencia, como el
resultado de una trayectoria histórica. No puede entenderse la dictadura sin el
absoluto personalismo de su figura.
-Los mitos
se construyen, también, gracias a los símbolos y Franco dio un buen empuje a la
construcción de Cruces de los Caídos, lápidas que recordaban a “los caídos por
Dios y por España”…Con eso él y solo él y los suyos se construían y
reconstruían parte de la historia…la que se acerca a los que no se hacen más
preguntas…¿Qué nos puedes comentar?
-Uno de los mecanismos más visibles del proceso de articulación
de memorias fue la construcción de Cruces de los Caídos: icono de la simbiosis
entre prácticas militares, fascistas y religiosas. También en el cambio del
nomenclátor urbano, activando una férrea legislación sobre el olvido o
demonización de la etapa republicana. Este conjunto de jalones, al que habría
que sumar, por ejemplo, la articulación del calendario, el significado de los
días festivos, las banderas o el control y resignificación
de los rituales, contribuyeron a asentar la memoria oficial –qué fue el pasado
y qué es el presente- y legitimar las autoridades franquistas. Pero el proceso
no es exclusivo de las dictaduras. Previamente, la II República había llevado a
cabo un intenso proyecto de socialización a partir de la construcción de un imaginario
público; y el sistema político que surgió de la transición lo hizo a partir de
la construcción de metarrelatos justificativos, con
un innegable tono autocomplaciente y de alteridad respecto a lo anterior. Los
trabajos de Juan Sisinio Pérez Garzón son bastante
ilustrativos al respecto. Este modelo lo apuntó Rousseau en el Contrato Social. Para la aceptación
colectiva de un tipo de estado contractual, y en cierta medida todos lo son,
comprendió la necesidad de reforzar estos vínculos a partir de nociones
religiosas laicas. Por lo tanto, el mismo estado debería tomar de la Iglesia
sus modelos simbólicos de legitimación para construir una sólida religión
civil. El concepto evolucionó en la contemporaneidad hasta su máxima
radicalidad con los totalitarismos y la formulación de las religiones
políticas, conceptualizadas, entre otros, por Emilio Gentile.
Los sistemas políticos actuales no pueden entenderse sin el reforzamiento de
mecanismos simbólicos que hacen a la población partícipe de su modelo. Y ahí
entra la construcción de imaginarios y memorias y los usos públicos de la
historia.
-Se
trataba de hacer que muchos que habían como dejado de lado el catolicismo
volviesen sí o sí a la senda del mismo…él les daba rebaño la Iglesia,
anclaba al país al catolicismo y a cambio la Iglesia lo alzó casi a la
categoría de “príncipe”, recordemos que iba bajo palio…
-Sin duda alguna, la Iglesia Católica salió a corto
plazo ampliamente reforzada de la Guerra Civil. Contraria a las políticas
laicistas de la II República y amenazada ante los ataques iconoclastas
–conviene no confundir estos dos elementos-, la inmensa mayoría de sus prelados
no tardó en sumarse al nuevo estado y dotarlo de una legitimidad sagrada. La
más ilustrativa es la carta pastoral de Pla y Deniel sobre
las dos ciudades, pero este alegato de lucha legítima de la Iglesia por la
preservación de sus derechos naturales en España puede leerse desde mediados
del siglo XIX. Las instituciones católicas salieron reforzadas política y
económicamente, participaron activamente en la articulación política del
régimen y bendijeron la represión y la legitimidad del franquismo. Otro debate
sería si a la larga el posicionamiento incondicional de la Iglesia le ha
restado fuerza ética una vez superada la dictadura. Pero es otro debate.
Las instituciones católicas también pugnaron con
Falange por espacios de poder y representatividad. Lejos de lo que podemos
percibir a simple vista, las élites políticas del franquismo mantuvieron una
pugna ideológica interna durante toda la dictadura y finalmente la Iglesia se
impuso como nacionalcatolicismo a la religión política laica de Falange. Si
bien, el estado quedó impregnado de prácticas fascitizadas.
-La
religión popular, ¿cómo asumió, de entrada, y cómo fue asumiendo paulatinamente
que procesiones, misas a los patrones y patronas, subidas a ermitas,
celebraciones diversas… estuviesen tan impregnadas de aire que tenía que ver
con el régimen, los militares, la fascistización…?
-Ésta es una cuestión clave que en el
libro trato de abordar pero por su inaprensibilidad
resulta metodológicamente complicado. Por religiosidad popular entendemos más
bien un conjunto de prácticas que de creencias, con una fuerte carga espiritual
pero principalmente identitaria, propiciatoria,
representativa e incluso báquica. Sus dinámicas históricas dejan poco rastro
pues se autorregulan con un sinfín de memorias y
prácticas concebidas como tradicionales. Es por esto que poco podemos saber de
la opinión de los cofrades. Conocemos la apropiación, militarización, fascistización y purificación de las autoridades –los
cuatro puntos que planteo en mi trabajo- pero no la aceptación social. La
dictadura pasó como un rodillo sobre el carácter popular de estas celebraciones
durante el primer franquismo. Después el casticismo localista fue ganando
territorio a los desfiles militares.
Puedo ofrecer dos ejemplos que lo
constatan. En Sevilla, en 1928, el cardenal Ilundain
intentó imponer un Hermano Mayor en la popular cofradía de la Macarena para
evitar lo que consideraba una acuciante “falta de religiosidad.” El barrio se
movilizó y fracasó en su tentativa. Apenas diez años después, el Cardenal
Segura imponía al General Bohórquez como Hermano Mayor, que no contaba ni
siquiera con antigüedad en la Hermandad, sin negativa conocida. Esos diez años
explican la pérdida de popularidad de las celebraciones y la creciente
purificación. El otro caso que quería comentarte es el de Cáceres. El alcalde
durante la República, Antonio Canales, del PSOE, había participado activamente
en el culto a la patrona, la Virgen de la Montaña, incluso nombrándola patrona simbólica de la UGT. Iniciada la
guerra, y a pocos metros de la iglesia donde la Virgen bendecía al bando
sublevado, el alcalde fue asesinado al grito de Viva la Virgen de la Montaña.
Son unos años claves. La Guerra Civil fue el acontecimiento fundacional del
régimen, donde se encuentran todas sus raíces.
El Archivo Histórico Hispalense
dedica este marzo su documento del mes al imaginero represaliado Antonio Perea, cuya historia ejemplifica estos acontecimientos.
-¿Crees
que todos los sectores vinculados a la Iglesia entendieron esta injerencia tan
aberrante de Franco?; Por qué si alguien invadió fue Franco a la Iglesia a
cambio de dejar hacer, pero para tener más control y a gran parte de la
sociedad “controlada” y en un ambiente coartado en donde solo se hablaba de lo
mismo y en el que el abanico de posibilidades era más bien escaso, corto y muy,
muy manipulado…
-Hubo un antes y un después de la Guerra. Hasta las celebraciones
de la Victoria, durante la batalla, la Iglesia se mantuvo totalmente alineada a
los sublevados incluso escenificó con Falange una comunión de intereses que
sólo algunos prelados como el Cardenal Segura tendieron a cuestionar. Sin
embargo, una vez acabada la guerra y restablecido el orden del estado católico,
se inició un nuevo conflicto entre los proyectos conservadores de raíz
neocatólica y las respuestas fascistas a la modernidad basadas en la
construcción de un nuevo orden laico en la que la religión sería política: la
patria en todas sus dimensiones. Los conflictos se dieron con profusión a
partir de 1939 y en el caso de la religiosidad popular se concretaron en los
debates sobre si a los pasos de las cofradías se debía o no saludarlos a la romana.
De fondo, pugnaban dos modelos diferenciados por la apropiación de lo popular:
uno para purificarlo y otro para fascistizarlo. En
cualquier caso, ambos para resignificarlo y limarlo
de espontaneidad. La batalla, como decía anteriormente, la ganó la Iglesia, que
tuvo que aceptar a cambio ciertas prácticas y significados fascistizados.
-De esta forma Franco se
vale de la religión católica y de su fuerza, arraigo y dominio para “como
anteponerse” él y sus necesidades, prioridades y proclamas y por lo visto, yo
al menos eso creo, triunfa…al menos hasta bien pasado el tiempo de autarquía,
de primer franquismo… ¿Qué piensas?
Concuerdo contigo. No se puede entender la figura de
Franco sin la bendición de la Iglesia, que situó su figura por encima de
cualquier santo, equiparándolo al mismísimo Cristo como un segundo enviado por
Dios para restablecer el orden cristiano en España, la tierra y el pueblo
escogido por la providencia. El 20 de mayo de 1939, Franco celebró una misa de
acción de gracias en la basílica madrileña de Santa Bárbara para las que mandó
traer el Arca Santa de la catedral de Oviedo con las reliquias de Pelayo, las
cadenas de Las Navas de Tolosa, elementos conmemorativos de la batalla de
Lepanto, el estandarte del Cid, de Fernando II El Santo y de los Reyes
Católicos y la Cruz Victoriosa de Alfonso III. En el confluía la historia
patria y la gracia de Dios.
-¿Cuándo empiezan a haber
algunas grietas en este plan tan bien concebido del dictador que utilizó a la
Iglesia…?
Las grietas entre las diferentes familias políticas
del régimen se hicieron visibles tras la Victoria. Sin embargo, como
apuntábamos, la Iglesia salió reforzada y las voces críticas se cuentan con los
dedos de una mano. El cambio va a llegar, según mi punto de vista, con la convocatoria
del Concilio Vaticano II. En ese momento se va a producir una fuerte escisión
entre una iglesia joven y cosmopolita y una iglesia nacional que había vencido
en la Guerra Civil y cuyos principios se adaptaban a las necesidades del nuevo
estado.
-Pero la Iglesia también
sacó partido. ¿Cómo lo ves? (Creo que en todo esto también tuvieron mucha
fuerza---salvo en el tema que miraban a la Monarquía con añoranza--- los
Carlistas y Mola….aunque Mola estuviese ya “desaparecido en combate” y de la
escena pública por su muerte en el accidente aéreo y el Carlismo, luego entró
en cierto “impase” del que creo no logró salir, ya que creo Franco los detuvo
en cierto laberinto y “trampa “… ¿Qué lectura puedes hacernos?
En este tema no puedo aportarte mucho más de lo publicado
por solventes especialistas. Son cuestiones que continúan siendo investigadas y
desarrolladas y en las que probablemente se unieron las dotes de liderazgo con
el Caudillo con ciertas circunstancias azarosas. La historiografía
en las últimas décadas ha cuestionado de manera contundente la escasa
inteligencia del Caudillo. A diferencia del resto de dictadores europeos, se
mantuvo en el poder omnímodo adaptándose a cambiantes contextos mundiales de
forma camaleónica.
-Amigo, ¿cómo fue el
proceso de documentación para la realización de este trabajo?; ¿y cómo lo
trabajaste, cómo fue tu metodología de trabajo?
El
proceso de documentación se demoró durante casi un lustro pero fue muy
gratificante. Para un historiador es el trabajo más preciado, en el que te
encuentras con las fuentes y la bibliografía y tratas de vislumbrar un sentido
explicativo a los acontecimientos. Tuve la suerte de contar con excepcionales
maestros y compañeros del oficio que me facilitaron el trabajo. También me
aproveché de la paulatina digitalización de periódicos de la época. Lo mejor
del proceso fue la investigación fotográfica. En los archivos municipales de
Cáceres, Sevilla y Málaga encontré imágenes cuya fuerza explicativa supera con
creces los argumentos que yo pueda esgrimir. También quiero destacar el trabajo
de Antonieta Benítez, del servicio de publicaciones de la Diputación de
Badajoz. Ella vislumbró la portada de un cartel de las fiestas de primavera de
Juan Miguel Sánchez de 1929 que resume de forma excepcional las conclusiones
del libro: los imaginarios franquistas se apropiaron y resignificaron
unas celebraciones coloristas. Como apuntara Núñez de Herrera en su magistral Teoría y realidad de la Semana Santa: “No
se trataba de Largo Caballero. Pero, ¡cuidado!, tampoco del Sumo Pontífice. Se
trata de la Semana Santa.”
Fotos:
1.-
Coronación canónica de la Virgen de la Victoria, en febrero de 1943 (Archivo
Municipal de Málaga, Área de Cultura)
2.-
Misa de campaña con la Virgen de la Montaña en
abril de 1937 (Archivo Histórico Municipal. Ayuntamiento de Cáceres)
3.-
Procesión por la Victoria del Gran Poder el 3 de mayo de 1939 (Fototeca del
Instituto de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla. Fondo Serrano)
22476
Los imaginarios franquistas
y la religiosidad popular (1936-1949). César Rina Simón
248 páginas 23 x 16 cms.
14,50 euros
Diputación de Badajoz
Este ensayo historiográfico pretende reconocer los mecanismos de
legitimación de la dictadura franquista a partir del análisis de las
tensiones y los consensos de sus diferenciadas culturas políticas en
el marco festivo de la religiosidad popular. El análisis se centra en
tres procesos: la recatolización del espacio público
con cruces de
los caídos, misas de campaña y procesiones; la militarización y
fascistización de celebraciones de raigambre popular
y la
purificación por parte de las instituciones católicas de prácticas
heterodoxas, sensuales o báquicas. De esta forma, el franquismo
se valió de un conjunto de rituales y creencias de fuerte arraigo en
las comunidades locales para consolidar imaginarios que vincularon
al nuevo Estado con la providencia y la tradición católica de la
nación.
Un estudio sobre el
franquismo y la religiosidad gana el Premio 'Arturo Barea' de la Diputación de
Badajoz
Europa Press
Un estudio sobre el franquismo y la religiosidad popular desarrollado por el
cacereño César Rina ha ganado el Premio Arturo Barea
de la Diputación de Badajoz, que incluye la publicación de este trabajo que
abarca desde 1936 a 1949.
El presidente de la Diputación de Badajoz, Valentín Cortés, ha hecho entrega
este jueves de un cheque de 8.000 euros a César Rina
Simón como ganador de este premio que auspicia la institución provincial desde
que naciera en 2002 para sacar a la luz hechos históricos de la región
referidos a la primera mitad del siglo XX en aras de dar a conocer periodos
"ocultos" durante la dictadura franquista.
El jurado del 'Arturo Barea' 2014, integrado por Emilio La Parra, Enrique Moradiellos, Miguel Ángel Melón, Francisco Muñoz, Javier
Bodas y José María Lama decidió por unanimidad tras una breve deliberación
otorgar el galardón a dicho texto que propone, según su autor, reconocer los
"mecanismos de control" y las "tensiones" entre los
imaginarios diferenciados en el franquismo, así como explicar los métodos de
resistencia de los promotores y participantes en la religiosidad popular".
DEDICADO AL PROPIO ARTURO BAREA
En su intervención en este acto, Rina Simón ha
explicado que este trabajo está dedicado a tres figuras, a Arturo Barea, a
Antonio Núñez de Herrera y a Manuel Chavez Nogales,
quienes tenían "vidas similares" y una "percepción de la II
República, de la religiosidad popular similares" y que han sido
"fundamentales" para el desarrollo de este estudio denominado 'Los
imaginarios franquistas y la religiosidad popular (1936-1949)'
Sobre el mismo, José María Lama ha ahondado en que, a partir del reconocimiento
de las manifestaciones religiosas populares como "hechos totalizadores de
gran carga simbólica", el autor "detalla los procedimientos del
franquismo y del nacionalcatolicismo para apropiarse, durante la guerra y la
posguerra, de esas manifestaciones".
RECATOLIZACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO
En opinión de Lama, este trabajo se centra en tres fenómenos que "a su vez
son ejes vertebradores del texto, recatolización del
espacio público, militarización y fascistización de
las celebraciones y purificación de los elementos heterodoxos y festivos",
a la vez que centra el análisis en Extremadura, particularmente en Cáceres, y
en Andalucía, sobre todo en Sevilla, Málaga y Granada, "aunque las
características del estudio permite extrapolar sus conclusiones a toda la
España de entonces".
Igualmente, ha agradecido en nombre del jurado la reivindicación que se hace en
este texto de un extremeño, "casi completamente olvidado", Antonio
Núñez de Herrera, periodista natural de Campanario y autor de una de las obras
clásicas sobre la religiosidad popular 'Teoría y realidad de la Semana Santa'
publicada en Sevilla en 1934, ante lo cual ha puesto en valor que 80 años
después otro extremeño se convierte en continuador de su obra.
AMPLIACIÓN DE LOS LÍMITES TEMPORALES
Por su parte, Valentín Cortés ha incidido en que, aunque este galardón haya
ampliado sus límites temporales al siglo XIX y XX español, no ha perdido su
"coherencia" y "sigue siendo un instrumento útil para fomentar
la investigación extremeña".
Al respecto ha lamentado que la investigación ha experimentado "terribles
recortes" y también la cultura, pero que la Diputación pacense mantiene su
"compromiso, humilde" pero "firme" en los mismos a través
de iniciativas como este galardón o el aumento de las partidas culturales en
los presupuestos del próximo año de la institución.
BIOGRAFÍA DEL GANADOR
Nacido en Cáceres en 1986, César Rina Simón es
licenciado en Historia con grado por la Universidad de Extremadura, donde
obtuvo el premio extraordinario fin de carrera y ha sido profesor de la
Universidad de Navarra. Actualmente es becario en Lisboa de la Fundación Gulbenkian.
Ha escrito el estudio histórico 'La construcción de la memoria franquista en
Cáceres. Héroes, espacio y tiempo para un nuevo estado, 1936-1941' y de su
labor como historiador hay también muestra en revistas especializadas, donde ha
escrito acerca de los imaginarios franquistas en Cáceres, la simbología en el
espacio urbano, la transición o el iberismo.
Rina, además, es poeta y autor de los libros de
poemas y relatos 'Capital de Mongolia: Ulán Bator' y de 'Mediterráneas. Ensayo
de poesía popular' y ha participado en el volumen colectivo de poesía 'La niña
bonita'.
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