Cazarabet conversa con... Enrique Vicién Mañé, autor de “La
república que madrugó” (Doce
Robles)
Enrique Vicién Mañé en la colección La Historia de Aragón en Novela, todo
un acierto y un éxito—que a veces no van de la mano, pero ahora sí, la
Editorial Doce Robles se acerca, con sigilo, pero con un acierto minucioso
especial a la Sublevación de Jaca de 1930.
Un acontecimiento hasta no hace mucho poco
reconocido y del que, poco a poco, hemos aprendido a hablar, conocer e
interesarnos…
Con este libro, harto entretenido, seguramente
por su género de novela nos entretendremos y hará que esa historia se nos haga
más entretenida…
La sinopsis del libro: Otoño de 1930.
Cualquier jacetano observador sabe que en los cuarteles de la ciudad se está
preparando algo extraordinario. Al capitán Fermín Galán y a sus compañeros les
llaman “los comuneros”, porque se alejan de los círculos militares y prefieren
la compañía de ciudadanos que anhelan, como ellos, un cambio drástico y rápido
a la democracia. En la madrugada del 12 de diciembre, los sueños republicanos
se hacen realidad. Al menos durante unas dramáticas, tensas y apasionantes
horas.
La república que madrugó, del escritor y editor jacetano
Enrique Vicién, recrea con sorprendente minuciosidad
y rigor esas horas en que el país entero se detuvo para comprobar si la
aventura republicana de Fermín Galán, Ángel García Hernández, Salvador Sediles,
Miguel Gallo, Julián Borderas y Antonio Beltrán, el Esquinazau, entre otros, tenía éxito. Ocurrió hace noventa
años. En la novela, el autor convierte a Jaca y a sus vecinos en los grandes
protagonistas de una acción que pasó a la Historia.
El autor ya tiene otras dos aportaciones
literarias: La II República en Jaca, una época diferente y Una trayectoria con
futuro; una trajectòria amb
futur.
El autor, Enrique Vicién
Mañé:
Enrique Vicién Mañé (Jaca, 1971) es licenciado en Periodismo por la
Universidad del País Vasco. Autor de La II República en laca (1998),
trabaja en Barcelona desde hace más de veinte años, en diversas
responsabilidades dentro del mundo editorial.
Ha publicado relatos en obras colectivas como Historias
de maquis en el Pirineo aragonés (1999) y Mosen.
Historias de curas en el Pirineo aragonés (2000), ambas editadas por Pirineum.
Colaborador de la Asociación para las Naciones
Unidas en España, ha publicado dentro de su colección «Conflictos olvidados»
sendos monográficos: Kurdistán, un país mental (2008) y Zimbabwe, el estado fracasado (2010).
La república que madrugó, sobre la sublevación de Jaca en 1930
-un acontecimiento que conoce a la perfección-, desde su primera novela.
Cazarabet conversa con Enrique Vicién Mañé:
-Amigo Enrique, ¿qué te ha llevado a
escribir esta obra de narrativa histórica, adentrándote en el alzamiento
militar en Jaca en 1930 que intentaba levantar el sueño republicano… a la que
le das, esta vez, forma de novela desde esta colección de Doce Robles, La
Historia de Aragón en Novela?
Esta novela nace de un encargo que me hace
Javier Lafuente, responsable de Doce Robles. Yo había investigado sobre este
hecho cuando estudiaba Periodismo, precisamente para conocer cómo se había
reflejado la sublevación en la prensa de la época. Por aquel entonces, Esteban Gómez
estaba trabajando en la investigación canónica que hay sobre este tema y me
invitó a colaborar con él, haciéndome cargo de la segunda parte de una trilogía
que había concebido para estudiar lo que él denomina “la década maldita” de
Jaca, dada la represión que sufrió una buena parte de la población como
consecuencia de haber apoyado primero la sublevación y luego la II República.
Desde entonces, hace treinta años, ya no he dejado de leer, investigar y
escribir sobre esta época.
-La de la novela es otra manera de contar
pasajes de la historia que al público lector se le hace más fácil leer ciertos
pasajes históricos, ¿verdad?
-Sí, es otro modo de acercarse a unos hechos
que, con criterios estrictamente académicos y una prosa más formal, quizá
resultaran menos atractivos al público menos acostumbrado a la profusión de
cifras, fechas y demasiada contextualización. No obstante, la excesiva “ficcionalización” puede provocar equívocos y lecturas en
las que se confunda lo ocurrido con lo deseado o lo inventado.
-Pero exige mucho esfuerzo a los que os habéis
acercado a la historia de manera más académica, ¿no?... Porque poner ficción en
unos hechos que son o no son os hace escribir de otra forma, incorporar
personajes, crear alguna trama paralela y narrar de otra manera, ¿qué nos
puedes comentar?
-Tal cual. A mí se me hizo bastante complicado
encontrar el motivo para poner en marcha la historia. Tenía muy claro que lo
ocurrido ya se había contado muy bien por parte de Esteban Gómez y que era
difícil literaturizar unos hechos que tenían incluso un componente literario
notable: el propósito un tanto quijotesco de hacer frente a la Corona desde un
pueblo alejado del Pirineo, el sigilo poco logrado con el que se llevan a cabo
los preparativos, la resolución trágica…
Al final conseguí introducir una trama
paralela (basada, eso sí, en un personaje real) y me puse a recrear situaciones
que me permitieron “viajar” al pasado y pasear por las calles de Jaca que
transitaron mis abuelos. Ellos vivieron este episodio, pero, por razones que
luego he entendido, fueron muy discretos y apenas hablaron de ello, ni de lo
que pasó en la guerra. Por eso les he rendido un pequeño homenaje y aparecen en
la novela, como secundarios en momentos puntuales pero decisivos.
Lo mejor ha sido recrear diálogos, tomar
prestadas expresiones que he escuchado desde crío y colocar a personas muy
queridas en unos escenarios por los que a veces tengo la sensación de haber
transitado y en los que me gustaría quedarme a vivir una temporada.
-¿Cómo ves tú, amigo Enrique Vicién, la salud de
la novela histórica?
-Siempre ha gozado de muy buena salud, porque
creo que necesitamos historias para vivir, y a veces resulta grato rellenar con
ficción las lagunas que provoca la ausencia de información o “mentirnos” para
recrear una historia más adecuada a nuestros deseos.
Yo siempre he leído novela histórica, muchas
veces sin darme cuenta de que lo era, por el mero gusto de enfrascarme en una
historia “basada en hechos reales”. Y ahora se habla mucho de este subgénero,
la propia editorial Doce Robles está especializada en ello, pero a veces
resulta una etiqueta, porque parece necesario encasillar las obras y
“empaquetarlas”, para evitar las dudas y favorecer su venta.
Creo que si hay tantas novelas históricas y
tantos autores especializados es porque en realidad necesitamos entender el
mundo que nos precedió y qué mejor manera de hacerlo que mediante unas
historias que nos proporcionan la sensación de aprender disfrutando, o al
revés, que también es muy placentero lo de disfrutar mientras aprendes.
-A ti la sublevación de Jaca ya te ocupó una
investigación, desde tu libro La II República en Jaca, ¿cómo fue?,
supongo que te habrá ayudado mucho en esta “aventura de novela la no-ficción” …
-Cuando me puse a investigar la II República
en Jaca coincidió con el final de la carrera de Periodismo, que había estudiado
en Bilbao. Durante unos meses, antes de irme a vivir a Barcelona, fui haciendo
acopio de información y durante más de un año aprovechaba los viajes a Jaca en
vacaciones para meterme en el archivo municipal, para entrevistar a personas
que habían vivido aquellos años, para leer los ejemplares de “El Pirineo
Aragonés” y “La Unión” (los semanarios que se editaban entonces en Jaca) y para
documentarme en todo tipo de archivos. En este sentido, vivir en Barcelona me facilitó
el acceso a hemerotecas muy interesantes o a los documentos que hay en el
Pabellón de la República.
Acumulé abundante información que en su
momento no utilicé, pero guardé celosamente y que ha sobrevivido a varias
mudanzas. Me ha sorprendido tantos años después, cuando me he puesto a novelar,
la variedad y el valor de aquellos documentos y me ha sido de gran utilidad
leer sobre detalles aparentemente menores, como la fecha de una cena de gala
con los mandos de la plaza militar de Jaca, saber cuánto costaba un par de
guantes en las rebajas o conocer qué piezas de escuchaban en un concierto de la
Banda municipal en el Teatro Unión Jaquesa. Cuestiones anecdóticas que me
ayudan a darle “sabor” a lo que podría haber sido una prosa más académica pero
menos cercana.
-En tus creaciones ¿qué papel quieres darles a
los personajes? Porque es indiscutible, aquí, el papel preponderante de Fermín
Galán y de García Hernández… ¿Es prioritario frente a la trama y al escenario?
-No sé hasta qué punto es preponderante el
papel de Galán en la trama. Obviamente, fue protagonista destacado de los
hechos, pero aquí quise que el protagonismo fuera más coral y que el día a día
en el pueblo envolviera esa acción soterrada que tenía que desembocar en la
sublevación. Es como una corriente silenciosa de la que participan los
militares comprometidos y un número no desdeñable de civiles, pero todo
envuelto en el acontecer diario de una ciudad de provincias que parece que se
prepara para el crudo invierno.
Galán y sus compañeros militares van
desplegando sus contactos, multiplicando las reuniones pero en mi novela quise
mostrarlos en sus quehaceres diarios también: Galán pasea por los alrededores
de la ciudad, sus compañeros de armas hacen vida social y pasan por el casino o
asisten a conciertos, hay personajes destacados en la trama civil como El Esquinazau que tiene que darle explicaciones a su mujer
sobre unas telas que le lleva para hacerse unas escarapelas, hay muchos críos
corriendo por las calles y, en definitiva (así lo planteé) hay como una cámara
de cine en un largo travelling que deambula por Jaca y capta sonidos,
conversaciones y momentos irrepetibles de un montón de gente ilusionada con
algo que producía tanta incertidumbre como esperanza.
-Porque parece que el papel de la trama
siempre es el eje sobre el que gira todo lo demás---hasta la paciencia,
satisfacciones e insatisfacciones del escritor o escritora--, pero a veces la
ósmosis entre personajes y trama es tan fuerte que interaccionan de una manera
que le dan una fuerza especial a los relatos…
-Cuando eso se logra es una maravilla, porque
es muy complicado. En una trama potente es habitual ver personajes desleídos,
que da la sensación que se ven arrastrados. Del mismo modo, hay muchas novelas
en las que personajes de mucha entidad opacan el relato, lo minimizan.
En esta novela he intentado que los
personajes, con sus propias palabras (porque hay mucho diálogo), proporcionaran
la calidez que hace más cercana al lector una trama que es sobradamente
conocida. Los preparativos, el propio desarrollo de la sublevación y el
subsiguiente fracaso, el castigo severo que sufren sus protagonistas… todo eso
es bien sabido. Para evitar la prosa del cronista periodístico, intenté que los
personajes ofrecieran matices al relato aséptico.
Ahí puede radicar la originalidad de mi
propuesta.
-De todas formas, tú porque eres de
Jaca y lo tienes muy dominado, sabido y contrastado, pero los que somos de
fuera y de fuera de Aragón—súmale que no todos tenemos estudios de letras,
historia--- te enteras de la Sublevación o alzamiento de Jaca si te metes mucho
en según qué lecturas, en según qué círculos de lecturas, pensamiento o hasta
ideología, ¿por qué pasa como olvidado, semi escondido este alzamiento
militar…?
-En los últimos años, desde finales de los
noventa, se han publicado varias obras destacadas sobre el tema, que han
permitido documentar incluso gráficamente todo lo ocurrido. Además del libro
mencionado de Esteban Gómez hay otro titulado “Los años convulsos”, publicado
por Pirineum y que muestra una cantidad abrumadora de
imágenes y documentos. Es reciente también el DVD, acompañado de un libro, de
Miguel Lobera, titulado “Los capitanes del frío” y hay una novela de Clara Usón titulada “Valor” en la que la sublevación tiene una
presencia fundamental.
Antes se había publicado una investigación
pionera a cargo de Elboj y Aspíroz,
había una novela de Alfonso Zapater y también otra en catalán de Joan Baptista Xuriguera, titulada “Desembre” así como abundantes
testimonios de los protagonistas, que publicaron libros de memorias como “Voy a
decir la verdad”, del capitán Salvador Sediles, o “Relato de un rebelde”, de
Graco Marsá. Y hasta Pío Baroja ambientó una de sus
novelas (“El cabo de las tormentas”) en la sublevación de Jaca, que conocía de
primera mano porque acudió como periodista a los juicios que se celebraron en
el mes de marzo.
Pero es cierto que durante décadas no se habló
apenas del tema, creo que por diversas razones. En Jaca y sus alrededores
porque hubo una represión cruenta que alimentó un miedo atroz. Eso lo viví en
casa, donde cuando yo preguntaba sobre este hecho (porque me llamaba la
atención que apareciera el nombre de Jaca en mis libros de la EGB) mis abuelos
me decían que de eso no se hablaba. Fue un tabú también porque los temas
republicanos se trataron con sordina por culpa primero de la dictadura y luego
de ese manto de silencio con el que se ha intentado proteger a la monarquía
restaurada.
Y aunque fue un episodio en apariencia menor
dentro del devenir republicano, generó mucha confusión desde el principio,
porque hasta algunos comprometidos hicieron ver que Galán había sido un
exaltado que se había precipitado y había caído en un personalismo que hizo
fracasar el plan. Los que fabricaron esta idea pudieron así protegerse de su
falta de implicación en el momento de la verdad.
Y para los que estaban radicalmente en contra
del cambio de régimen fue relativamente sencillo calificarlo de “militarada
decimonónica” para intentar desprestigiar ese deseo de cambio.
Si hasta ahora ha tenido poco eco se puede
achacar a esta concatenación de circunstancias, pero ahora hay un interés
renovado, en el que puede enmarcarse la apuesta de Doce Robles por mi novela.
La verdad es que no es muy común encontrar a
militares de carrera con ese ideario. ¿Qué te llamó la atención a ti de Galán y
de García Hernández como personas y como militares?
-Galán es un militar muy interesante, por esa
voluntad que tenía de cambiar el mundo, desde el principio de su carrera
militar. En la guerra de África estaba indignado con las corruptelas que había
entre los mandos y, como también hiciera Ramón J. Sender con “Imán”, escribe
una novela sobre su paso por la campaña africana que se titula “La barbarie
organizada”. Galán lee mucho, escribe y vuelve a participar en un levantamiento
contra la dictadura de Primo de Rivera, que también acaba mal y le lleva a la
prisión de Montjuïc.
Si llega a Jaca es precisamente porque está
considerada una plaza “de castigo”, a la que enviar a los elementos díscolos,
para alejarlos de los centros de poder y de los núcleos donde se podían
organizar para generar oposición. En Jaca Galán se junta enseguida con los
elementos civiles “de ideas avanzadas” (como se decía en la época) y con otros
compañeros de armas que también eran críticos con la dictadura y con sus
mandos, mucho más mayores y plenamente acomodados, muchos de ellos
apoltronados.
García Hernández tenía un perfil más
reservado, con menos proyección pública, aunque también estaba convencido de
que era necesario un cambio. Él estaba casado, tenía una hija pequeña, era
católico practicante. Pero eso no le impidió secundar enseguida esa reacción
que se estaba gestando y, para su desgracia, tuvo un papel demasiado
protagonista en la jornada del 12 de diciembre y acabó ante el pelotón de
fusilamiento del que sí escaparon otros capitanes que habían participado con
más ahínco tanto en los preparativos como en la propia ejecución de la
insurrección.
-Alzarse para un militar tiene siempre sus
consecuencias, porque si sale bien es una cosa, pero si sale mal tienes muchos
números para terminar en el mejor de los casos—y en aquellos años—delante de un
pelotón de fusilamiento… Ellos, me da, que si se lanzaron a dar ese paso es
porque llegaron a pensar que tendrían éxito en el alzamiento, ¿verdad?, ¿por
qué o desde dónde les venía esa seguridad?
-Había comprometidos militares de alto rango,
se había hablado mucho desde el verano anterior del Pacto de San Sebastián (en
el que representantes de todos los sectores del republicanismo se habían pronunciado
por abolir la monarquía), funcionaba un Comité Revolucionario del que Galán era
delegado que el mes de diciembre había hecho público un manifiesto que abogaba
por “meter la monarquía en los archivos de la Historia” y ahí firmaban desde
Alcalá Zamora a Lerroux, con Azaña, Casares Quiroga y otros políticos que
tuvieron un papel protagonista en la II República.
Había un ambiente de cierta euforia que en el ámbito
local de Jaca se veía reforzado por ese apoyo popular que los militares
comprometidos podían apreciar en sus reuniones, unas más clandestinas y otras fruto de la vida social que cultivaban en la ciudad.
-¿Qué falló en la Sublevación de Jaca
para que esta fracasase?
-Hubo un cúmulo de circunstancias que
desembocaron en una especie de tormenta perfecta. Por causas ajenas a los
comprometidos en Jaca se produjo un nuevo aplazamiento (no era el primero) que
no fue debidamente comunicado a los sublevados. Para colmo, la persona que
debía comunicar in situ ese retraso llegó a Jaca de madrugada por culpa de una
avería en el coche que lo trasladaba desde Madrid. Una vez en la ciudad
prefirió buscarse alojamiento en lugar de localizar al capitán Galán para
notificarle el cambio de planes.
En Jaca hacía un frío invernal y se aproximaba
un temporal, como se puede apreciar en las fotografías que se tomaron en los
días siguientes, cuando los periodistas acudieron en tropel para seguir los
acontecimientos. Todos temían que las nevadas hicieran imposible el
desplazamiento de tropas. Esas bajas temperaturas no ayudaron en el despliegue
de personas y vehículos para marchar sobre Huesca y seguir luego incorporando
capitales en lo que se pretendía fuera una marcha triunfal. La mañana del 12 de
diciembre algunos de los preparativos transcurrieron con una lentitud
exasperante que frustró cualquier efecto sorpresa. Y los dos convoyes que
deberían haber salido al punto de la mañana no lo hicieron hasta bien pasado el
mediodía.
Los sublevados creyeron que habían cortado las
comunicaciones con el exterior y que el gobierno no tenía noticia de lo que
estaba pasando, pero lo cierto es que una telefonista de Ayerbe informaba
puntualmente de los movimientos extraños que se producían en Jaca. Eso permitió
movilizar con relativa rapidez a elementos leales al gobierno que hicieron
frente a los sublevados.
Y, además, hubo algunos complotados de
diversos rangos que se desdijeron de sus compromisos, con lo que la sublevación
nació herida de muerte.
-¿Cuál es el papel que le otorgas al
escenario por el que se pasean los personajes y donde se desarrolla la trama,
tu ciudad, Jaca?
-Jaca es fundamental en mi novela, más que el
mero escenario es también protagonista. Y por eso he querido destacar los
nombres de los comercios, las calles con sus números correspondientes, algunos
de los edificios emblemáticos de manera que se conviertan en los escuetos
títulos que encabezan las diferentes secuencias en las que se organiza mi
historia.
Ha habido algunos lectores que han valorado
muy positivamente ese protagonismo que tiene la ciudad, más allá de ser la
ubicación de los hechos. Y eso lo tenía muy claro desde el momento en que
decidí organizar la trama en lo que podríamos considerar un homenaje a “La vida
instrucciones de uso”, una novela muy peculiar de George Perec
que se desarrolla en los diferentes pisos y apartamentos de un edificio de
París. Yo cambié ese inmueble por toda una ciudad y dejé que los personajes
deambularan por sus calles, se enfrentaran a ese aire helador que traía el
invierno y participaran de la actividad febril que conllevaron tanto los
preparativos como la puesta en marcha de la insurrección.
-Amigo Enrique, pero tú, ¿qué
pretendías al sumergirnos en este ejercicio narrativo de novela histórica…?
-Una vez aceptado el encargo que me hizo el
editor, me propuse plantear un juego del que tenían que participar los
lectores. Yo podía aportar pocas novedades en lo referido a los hechos. Ya los
había estudiado Esteban Gómez con una minuciosidad digna de elogio. Me tocaba
enfocar la historia desde otro punto de vista, o enmarcarla en una trama
paralela a la que sirviera de contexto.
Y opté por darle el protagonismo a los
ciudadanos anónimos y a la propia ciudad, como si fuera una película que se
rodara en Jaca, una especie de “diablo Cojuelo” que tiene la capacidad de
asomarse a los interiores de las casas, meterse en las tabernas o pasearse por
los cuarteles. En paralelo, quise recuperar a un personaje que existió y del
que no puedo proporcionar más pistas sin estropear el final, que es el que
posibilita que la mirada del narrador salga en momentos puntuales más allá de
Jaca.
-Amigo, ¿nos puedes hablar del proceso de
documentación, búsqueda de fuentes, lectura de libros y todo lo que hay detrás
de este libro? Período apasionante, pero muy afanoso y trabajoso que, a veces,
incluso nos puede sumergir en cierta ansiedad al escritor, ¿cómo ha sido, todo
esto, experimentado en ti?
-La sublevación de Jaca es un tema que me ha
interesado desde niño, cuando veía que aparecía el nombre de mi pueblo en los
libros de texto que usábamos en el colegio. Luego, en la carrera de Periodismo
hice un par de estudios más focalizados en la prensa de la época y coincidió
con los años en los que Esteban Gómez estaba investigando y había descubierto
documentos desconocidos.
Hace más de 30 años desde que me puse a
investigar lo ocurrido y creo que nunca he dejado de leer sobre ello. Ha habido
épocas en las que lo he hecho con más intensidad, porque creía estar sobre la
pista correcta de la película “Fermín Galán” (todavía desaparecida) o porque me
encargaban un texto para una revista. Y siempre estaba atento a las novedades
que pudiera haber.
Cuando Javier Lafuente me encargó esta novela
recuperé una buena parte de los materiales que tenía archivados y, como no
tenía prisa por entregar, iba buscando de manera deslavazada. Los archivos de
prensa que hay ahora digitalizados son una maravilla, que me permitieron
acceder de manera inmediata a los relatos de los juicios de marzo del 31 o me
posibilitaron ver fotos para ambientar el relato. Volví a leer la versión del
capitán Sediles, con la que estoy en deuda por la gran cantidad de diálogos
inspiradores. Releí también los periódicos de Jaca que tenía fotocopiados y
navegué muchas veces sin rumbo por internet, buscando detalles que en principio
me parecían fundamentales y que luego ni utilicé.
Y en esas estábamos cuando se produjo el
confinamiento del mes de marzo de 2020. Tenía la novela a medias y en medio de
esa sensación angustiosa me sirvió de válvula de escape. Y en unas semanas fui
atando cabos, revisando, cortando y acabando de ajustar las escenas de la
novela.
-¿Cómo ha sido el día a día de trabajo,
tu metodología de trabajo para construir esta novela histórica?
-Lo bueno (y lo malo) del encargo que me
hicieron es que no había un plazo de entrega por mi parte. Al final, la
celebración en diciembre de 1930 del 90º aniversario de la insurrección me
“obligó” a terminar para llegar a tiempo de la conmemoración. La pena fue que
había un nuevo cierre de los límites provinciales y me pude escapar de
Barcelona con un salvoconducto para hacer la presentación en Jaca coincidiendo
con el 12 de diciembre. Fue la única que hemos podido hacer.
Hago toda esta introducción para explicar que,
sin tener una fecha de entrega, pude leer y releer en busca de documentación
sin ninguna prisa. Y concebí la historia como una especie de rompecabezas en el
que los lectores pueden ir rellenando los huecos que transcurren entre los
preliminares y la fecha de la insurrección, o entre las detenciones de decenas
de personas y su paso por la cárcel antes de ser juzgados.
Durante todo el tiempo de gestación he ido
elaborando, rehaciendo, limando estas piezas del mosaico, sin un orden
establecido, aunque sí tenía el esquema bastante definido. Luego, el propio
proceso de escritura iba deparando sorpresas y haciendo crecer a unos
protagonistas en detrimento de otros, que pasaban a un segundo plano, como si
tuvieran vida propia y fueran ellos mismos eligiendo qué rol adoptar.
Fue, porque lo recuerdo ya muy lejano, un
proceso muy interesante el de escribir esta historia. Aunque no sé lo volvería
a plantear de la misma manera.
-Este trabajo, ¿te ha abierto la mente y la
curiosidad a indagar más sobre algunos de los aspectos tratados en el mismo?
¿Nos puedes hablar de trabajos en los que estás sumergido ahora; nos puedes dar
alguna pista?
-Volvió a despertar el deseo de seguir
buscando la famosa película desaparecida, rodada poco después de la
proclamación de la II República. Y más cuando hace poco apareció el libro de
Ana Asión y Antonio Tausiet,
explicando sus pesquisas infructuosas para localizarla.
Me lo he pasado muy bien repasando las
hemerotecas digitales y también he soñado con recuperar más números de un
periódico que aparece en mi novela y en el que participaban muchos de los
civiles comprometidos. Se llamaba JACA 12 de diciembre y he
podido ver cinco o seis números en todos estos años y seguro que en algún sitio
hay muchos más, pero no ha habido suerte.
Y me gustaría “vivir” durante unos días en esa
época, que tuvo que ser fascinante y poder reencontrarme con “viejos
conocidos”, porque lo son la mayoría de los personajes de mi novela y con
algunos incluso hablé cuando empecé a interesarme por el tema. Ellos ya no lo
podrán ver, pero su aparición en este libro es un pequeño homenaje muy
merecido, y más con lo que sufrieron en una posguerra atroz.
Después de tanto tiempo transitando por esa
época he acabado un poco saturado y ahora mismo no tengo planes para seguir
investigando. Pero como soy incorregible, siempre tengo a mano algún libro
relacionado con la República o con la guerra y vuelvo a las andadas. Hace poco
envié a una revista que se hace en Echo un texto sobre dos parejas de hermanos
que vivieron toda esta época. Uno de ellos marchó con Galán hacia Huesca y
luego fue juzgado, absuelto, luchó en la guerra con los republicanos, pasó a
Francia y peleó contra los nazis, ayudó a militares aliados a cruzar el Pirineo
y terminó exiliado en Francia.
Lo que viene a demostrar que, a poco que
busco, siempre encuentro historias que contar y casi siempre está la
sublevación en el trasfondo de todo.
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