Cazarabet conversa con... Paloma Aguilar Fernández y Roldán
Jimeno Aranguren, prologuista y responsable de edición respectivamente, del
libro “La represión en Navarra (1936-1939)” (Pamiela) de José María Jimeno
Jurío
Pamiela edita en dos tomos el trabajo,
tan minucioso como inmenso, de campo y
archivo desde la pluma de José Mª Jimeno
Jurío.
Jimeno Jurío podríamos afirmar es el precursor
el hombre cuyo trabajo y cercanía empática con las personas empezó un verdadero
trabajo por y para la dignificación de la memoria histórica..
La sinopsis del libro o de los libros,
porque son dos tomos:
Del primer tomo---que viaja de la
población de Ablitas a Marcilla-- del que nos habla la prologuista, Paloma
Aguilar Fernández: «Me corresponde presentar las fichas sobre la represión
franquista en Navarra que Jimeno Jurío fue elaborando en solitario, de forma
altruista y con enorme tesón desde 1975 hasta 1980. José́ María acometió́
una labor hercúlea. Él estuvo en todas partes, recogiendo datos, grabando
testimonios en cintas magnetofónicas, escribiendo los primeros artículos sobre
el tema, poniendo la información a disposición de los familiares para
facilitarles todo tipo de trámites y ayudando de diversas maneras a que el
recuerdo de los navarros asesinados por el franquismo no cayera en el olvido.»
Y al que añade estas palabras la
persona que guarda cuidado de la edición del trabajo para Pamiela, Roldán
Jimeno Aranguren: «José́ María Jimeno Jurío comenzó́ su investigación
sobre la represión de 1936 en Navarra haciendo un vaciado de diversos archivos
municipales y parroquiales, para realizar un rastreo sistemático de victimas, a
lo que siguió́ una intensa labor de trabajo de campo. […] En aquellos años
era especialmente dificultoso –cuando no políticamente arriesgado– acceder a
los archivos de los juzgados municipales y de las parroquias en busca de esos
datos, como tampoco resultaba sencillo lograr recabar los testimonios de las víctimas
de la represión y sus familiares, en un momento en el que el miedo seguía
marcando el día a día de aquellas personas.»
El segundo tomo que desde la misma
metodología de trabajo y presentación va de Mélida a Ziordia
El autor de esta conjunción de
fichas—que constituyen dos tomos sobre el tema de la represión franquista en
Navarra--, José María Jimeno Jurío: Investigador del pasado en archivos y a
través del trato con las gentes, es autor de numerosas publicaciones sobre
historia, etnografía, arte y toponimia, entre ellas: Documentos medievales artajoneses (1968); los seis volúmenes que en el «Onomasticon Vasconiae» plasman la
toponimia de Pamplona y su Cuenca (1986-1994); Historia de Pamplona y de sus
lenguas (1995), Navarra. Historia del euskera (1997), Al airico
de la tierra (1998) –fruto de sus conversaciones con las personas mayores de
muchos pueblos de Navarra–, y Navarra, Gipuzkoa y el
euskera (siglo XVIII) (1999).Colaboró en diferentes revistas, principalmente
Príncipe de Viana, Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra y Fontes Linguae Vasconum, donde
fue dando a la luz el fruto de sus investigaciones sobre la «lingua navarrorum», la historia y
la etnografía de su tierra. Dirigió el equipo de técnicos encargado por el
Gobierno de Navarra para recuperar y normalizar los topónimos del territorio
foral, de cuya labor surgió la obra Toponimia y Cartografía de Navarra/Nafarroako Toponimia eta Mapagintza,
recogida finalmente en 59 volúmenes. Fue nombrado Académico de Honor de la Real
Academia de la Lengua Vasca en 1991, y en 1998 recibió el «Premio Manuel Lekuona» de Eusko Ikaskuntza y el premio a la «Trayectoria de toda una vida»
de la Fundación Sabino Arana. En octubre de 2002, en su Artajona natal, cientos
de personas le despedían, emocionadas y agradecidas, por el ejemplo humano y el
legado intelectual que nos ha dejado. A partir de entonces se multiplicaron los
homenajes y las distinciones por parte de instituciones y organizaciones populares
de toda Vasconia.
Sobre Paloma Aguilar Fernández,
prologuista del libro: https://es.wikipedia.org/wiki/Paloma_Aguilar_Fern%C3%A1ndez
http://portal.uned.es/portal/page?_pageid=93,746392&_dad=portal&_schema=PORTAL
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1233681
Sobre Roldán Jimeno Aranguren,
responsable de la edición: https://www.unavarra.es/pdi?uid=3256
http://aunamendi.eusko-ikaskuntza.eus/eu/jimeno-aranguren-roldan/ar-149584/
Cazarabet conversa con Paloma Aguilar
Fernández y Roldán Jimeno Aranguren:
-Amigo
Roldán, ¿nos puedes explicar del porqué como conocedor directo de la figura de
Jimeno Jurío, de esta ardua y minuciosa investigación que toma forma de dos
tomos que constituyen un libro que “pone el ojo” sobre la represión en Navarra
entre 1936 y 1939?; ¿Qué motivó a Jimeno Jurío a esa tarea?
R.J.: El trabajo de mi padre tiene,
por un lado, una cierta apuesta militante. Por aquel entonces mi padre tenía un
destacado activismo antifranquista, desde una convicción política que bebía de
la filosofía dialéctica del marxismo y en aquellos ambientes tenía una relación
estrecha con la gente, en buena parte curas rojos, que por entonces comenzaba a
reflexionar en la Navarra de la primera mitad de los años setenta sobre la
necesidad de dignificar a las víctimas. Se unió a ello que precedió a esta
investigación un intenso trabajo de campo que desarrolló en la primera mitad de
los años setenta relativo al calendario festivo de navarra, donde ya le
comenzaron a aflorar numerosos datos sobre la represión del 36, por lo que ya
tenía una somera idea de los hechos y de los posibles informantes.
-Paloma, para ti ¿qué ha supuesto realizar el
prólogo de este minucioso estudio indagatorio e investigación sobre la
represión franquista en Navarra?
P.A.: Para mí ha sido un honor y un
placer. Por desgracia, no conocí a José María Jimeno Jurío, pero, como digo en
el prólogo, siento como si lo hubiera conocido. Tengo la fortuna de gozar de la
amistad de su familia y, a lo largo de estos años de investigación en Navarra, he
leído muchos textos suyos, incluidas las fichas que
Roldán Jimeno Aranguren, su hijo, ha editado con tanto rigor en estos
volúmenes. Roldán también me permitió acceder a algunas carpetas con
información recopilada por su padre, con multitud de hojas manuscritas o
mecanografiadas por él o su mujer. E incluso he podido ver una intervención
pública suya en Sartaguda grabada en vídeo en un homenaje multitudinario a las
víctimas del franquismo que tuvo lugar en 1986. Todo ello me ha permitido
realizar este prólogo con un cierto conocimiento de su trayectoria y de sus
contribuciones.
-Desde sus
trabajos y desde este inmenso trabajo en concreto, ¿cómo percibes a José María
Jimeno Jurío?
P.A.: José María fue un hombre muy
comprometido con la historia de Navarra y con la conservación y reivindicación
de la memoria de las víctimas del franquismo de este territorio. También fue
sumamente valiente, pues recorrió por su cuenta, con medios muy modestos,
muchísimos pueblos navarros buscando documentación sobre lo que ocurrió durante
la guerra civil y entrevistando a multitud de familiares de víctimas. En muchos
casos, les acompañó a localizar las fosas donde estaban enterrados sus deudos;
en otros, ayudó a las viudas a tramitar las pensiones a las que ahora sí tenían
derecho. Independientemente de que compartieran o no sus postulados
ideológicos, ya que muchos de ellos seguían siendo fieles a las siglas por las
que habían muerto sus deudos (fundamentalmente las de la UGT), todos lo
recuerdan con respeto, con cariño y con enorme agradecimiento. En un territorio
tan complejo y plural como el navarro, este grado de consenso no es nada fácil
de alcanzar, lo que dice mucho de la personalidad y el talante de este
infatigable historiador autodidacta.
-Roldán, tú sí que conociste a José María
Jimeno Jurío… al fin y al cabo era tu padre, ¿cómo era tu padre como persona?
¿qué te contaba, sobre lo que pretendía, cuando iba , poco a poco y muy
minuciosamente, recopilando estos valiosos datos que suman a dignificar la memoria
de los represaliados y represaliadas de la represión franquista en Navarra?
R.J.: Cuando mi padre desarrolló este
trabajo en la segunda mitad de los años setenta yo era muy pequeño, tenía entre
dos y ocho años de edad, por lo que no tenía conciencia de la magnitud ni de la
trascendencia de aquello. A pesar de todo, algunos de mis primeros recuerdos,
quizás por lo impactante de aquellos acontecimientos, es el de acudir, junto
con mis padres, a diversas exhumaciones de finales de los años setenta,
presenciando cómo los propios familiares excavaban las fosas y desenterraban a
los suyos en medio de un enorme dolor pero con una gran dignidad e ilusión, no
exenta de mucho miedo por circunstancias que yo entonces no era capaz de
entender.
-Roldán si viese este inmenso trabajo reunido,
¿qué crees que pensaría?; ¿qué ha significado para ti guardar cuidado de esta
edición de Pamiela?
R.J.: En sus últimos años de vida mi
padre diseñó ilusionado, junto con la editorial Pamiela, lo que sería la
colección de sus obras dispersas, es decir, una serie de libros que recogerían
sus artículos publicados en diferentes revistas especializadas y capítulos de
libros. Aquel proyecto no prosperó porque una entidad bancaria que iba a
colaborar finalmente se echó para atrás. Mi padre falleció sin ver aquello,
pero desde Pamiela lograron finalmente desencallar el proyecto e, incluso,
hacerlo más ambicioso, convirtiéndolo en sus “Obras Completas”, colección que
comenzó en 2004 y que esperamos acabar de editar en 2021. Serán en total 64 volúmenes.
Los últimos que estamos sacando, inéditos, se corresponden con su material de
trabajo de campo y archivo absolutamente pionero en España sobre la represión
de la guerra civil. Creo que mi padre estaría orgulloso de esta labor, pues su
obsesión en esta materia era, precisamente, que su trabajo estuviese a
disposición de las víctimas y de cualquier interesado en recuperar la memoria
histórica. En mi caso, la edición de estos materiales supone, por un lado,
hacer justicia con esta dimensión historiográfica de mi padre y, por otro,
culminar esa tarea divulgativa en la que él siempre se afanó.
-Pueblo a pueblo; aldea a aldea…lugar
a lugar…cuneta a cuneta; fosa a fosa…Jimeno Jurío fue desenterrando el
olvido, ¿cómo lo hacía?, ¿cómo lo hizo?
R.J.: Tuvo una primera fase solitaria
desde 1974, en que comenzó, y hasta 1976-1977, más o menos, donde fue
compaginando la investigación archivística, sacando datos fundamentalmente de
archivos parroquiales y municipales, con la historia oral, entrevistando a
familiares por toda Navarra, y muy especialmente por la Ribera y la zona media,
pues fue ahí donde mayormente se cebó la represión. Cuando los familiares de
los fusilados comenzaron a organizarse para localizar, exhumar, trasladar los
restos de los suyos y darles sepultura digna, mi padre tenía su trabajo
bastante adelantado, por lo que les pudo proporcionar numerosa información y, a
su vez, pudo recabar nuevos datos. El valor que demostró mi padre en su
investigación no deja de sorprenderme. Hay una anécdota sumamente elocuente que
ya os conté en CAZARABET en la entrevista que me hicisteis con motivo de la
publicación del libro de mi padre sobre la represión de Sartaguda. En 1976
acudió con Salvador de Miguel, de Sartaguda, y con Esteban Marín, de Marcilla,
a entrevistarse con el general Arazuri en el piso que
este tenía en Zaragoza. Se trataba este de un militar jubilado que en el 36
había sido teniente del Tercio de Sanjurjo, donde fusilaron a tantos sartagudeses. Mi padre, hombre muy menudo pero con gran
arrojo y sangre fría, se sentó en un sillón del cuarto de estar y mientras
escuchaba callado la explicación del general sobre los fusilamientos, grabó en
secreto la conversación con una grabadora que aparentaba ser un misal.
-Enlazando, amigos Paloma y Roldán con la
pregunta anterior: Háblanos, por favor, del proceso de investigación… de esa
tarea tan ardua, de búsqueda, mucha lectura, poner orden…
R.J.: En efecto, el trabajo que
realizó fue ingente, no solo en lo que tiene de un intenso trabajo de campo y
archivo recabando los datos, sino de transcripción de cintas y de plasmación de
la información recabada en miles folios y fichas mecanografiados. Todo esto lo
pudo hacer gracias a una metodología impecable y una forma de trabajar
sistemática y muy ordenada, en la que no cejó durante todo un lustro.
-¿Trabajó
teniendo en cuenta como un guión de cuestiones a ir contestando, a ir dando
respuesta…?
R.J.: Hay que tener en cuenta que mi
padre careció de todo tipo de precedente historiográfico en su labor, por lo
que él mismo creó su propio cuestionario de trabajo de campo. Partía de unas
relaciones de fusilados, incompletas, que fue consiguiendo gracias a los
contactos que tenía, como la importantísima “Relación París” que le proporcionó
Manuel de Irujo, entonces en su exilio de París, destacado dirigente
nacionalista vasco que había sido Ministro de Justicia en la Segunda República.
Mi padre tenía una experiencia de tres décadas como historiador acostumbrado a
investigar en archivos, por lo que no le costó realizar esa labor, pero también
como investigador centrado en la recopilación de testimonios orales a través de
un exhaustivo trabajo de campo. Contribuyó al éxito de sus propósitos su forma
de ser afable y empática, algo imprescindible para lograr una información entonces
tabú.
-Una vez recopilado todo, ¿cómo era
metodología de trabajo que utilizó… trabajó pretendiendo “hacer una especie de
diccionario de la represión en Navarra”?
R.J.: La metodología consistió en
realizar un trabajo de recogida de información lo más exhaustiva posible con la
que elaborar una monografía, que, de haber culminado, hubiera sido el primer
libro sobre la represión del 36 en España. Su propósito quedó truncado, pero
esos materiales, como ya he dicho, tuvieron una vida fecunda al servicio de los
familiares y, años después, sirvieron de fecunda cantera de datos para la obra Navarra 1936. De la esperanza al terror.
-¿Cómo ha sido trabajar y editar con Pamiela?
R.J.: Trabajar con Pamiela es todo un
lujo, no solo por el mimo y profesionalidad que ponen en todos sus libros, sino
por compromiso y el conocimiento profundo que tiene su equipo editor en torno a
la memoria histórica, no en vano es una de las editoriales que más títulos ha
publicado sobre esta materia.
Si os parece, amigos, pasamos a preguntas
un poco más “generalistas” sobre la represión, aunque están dentro del libro.
-Aunque estoy segura, amigos, que la represión
en Navarra, como en cualquier otra parte del Estado español, duró muchos más
años…la represión para ser eficaz no tenía que terminar en el 39…
P.A.: Por supuesto. Yo no soy experta
en represión franquista, si no en la evolución de su memoria, sobre todo una
vez acabada la dictadura. Pero, como es bien sabido, en todo el país la
represión se prolongó durante toda la duración del régimen, con especial dureza
hasta 1945. De hecho, durante los primeros años de la posguerra siguió habiendo
ejecuciones extrajudiciales toleradas por el régimen, además de los muchos
miles de ejecuciones dictadas por tribunales militares sin las más mínimas
garantías para los reos. Por otro lado, la supervivencia de las familias de las
víctimas del franquismo fue realmente difícil, como también atestiguan las
fichas recopiladas por Jimeno Jurío. Estas se hacen eco de la marginación
sistemática, la pérdida de oportunidades vitales y el trato sistemáticamente
vejatorio y humillante de que fueron objeto. Todo ello constituye una parte
fundamental de la historia de este país que, por no figurar en documentación
oficial alguna, se habría perdido para siempre si personas como José María no
hubieran dedicado un esfuerzo personal tan grande a recopilar estos testimonios
orales.
-Y para ser
efectiva se debía sembrar algo más que el miedo atroz, brutal, salvaje y el
escarmiento…había que dejar el olvido, había que borrar el paso de los y de las
que pensaban diferente a las ideas del franquismo y eso se hacía sepultando en
lugares anónimos y recónditos a los asesinados…cunetas, fosas…qué pocos y pocas
encontraron descanso en lugares donde sus familias podían ir a llorarles o a
casi conversas con ellos, aunque fuese desde el silencio…¿Qué nos podéis
reflexionar?
P.A.: Todo esto ha sido minuciosamente
investigado por los especialistas en represión franquista. En el caso navarro,
ha quedado reflejado, con todo detalle, precisamente en las fichas que
prologamos. Esta labor de indagación en la mecánica de la represión y en sus
durísimas consecuencias para las familias, que ni siquiera pudieron velar a sus
muertos, ni enterrarles con dignidad, ni rendirles tributo más que de forma
clandestina, ha quedado también reflejado en otras obras posteriores que beben,
precisamente, de esta misma fuente. En las entrevistas que he realizado muchas
personas relatan cómo el día de Todos los Santos, en vez de acudir al
cementerio de la localidad, se acercaban a poner flores en los emplazamientos
de las fosas clandestinas, cuando conocían su paradero, lo que no siempre era
el caso.
-¿Qué semillas había en el 36 para que Navarra
se convirtiese en una “casi perfecta ratonera”? -¿Qué peso juega aquí el
carlismo?, quizás para los navarros y vascos esta pregunta os sea “como muy
fácil”, pero para los que os vemos “de fuera” el tema del arraigo del carlismo
y del tradicionalismo en vuestras tierras parece que tenga que tener una
importancia crucial en su investigación (la o las de Jimeno Jurío)…
R.J.: El carlismo jugó un papel
fundamental, pues era la ideología mayoritaria en Navarra. No solo fue un
puntal imprescindible para perpetrar el golpe de Estado, sino que sus
dirigentes rigieron la provincia foral durante todos los años de la guerra y la
mayor parte del franquismo. A su vez, el regionalismo navarro estuvo
fuertemente marcado por el tradicionalismo. Está, por otra parte, el papel de
los requetés navarros en la guerra civil. De esto también sabía mucho mi padre,
no en vano era hijo de uno de los “Cuarenta de Artajona” que entró a “liberar”
San Sebastián.
-La represión en Navarra ¿qué características
diferentes y diferenciales presenta, por ejemplo, respecto a otras zonas del
Estado que sí que cayeron del lado de los golpistas…?
P.A.: La singularidad de Navarra
radica, precisamente, en lo que ha indicado Roldán en la pregunta anterior: el
carlismo y todos los miles de voluntarios procedentes sobre todo de Navarra y
Álava que se sumaron al “alzamiento nacional”.
-En algunos pueblos se segó y se desenraizó a
cualquier pensamiento e idea que empuñaban mujeres y hombres contrarias al
ideario de los alzados, ¿no?; ¿nos podéis poner algún ejemplo que estiméis
necesario?
P.A.: Desde luego, la represión franquista
hizo lo imposible por eliminar cualquier atisbo de ideología izquierdista. Por
eso se empleó con particular dureza en la Ribera navarra, donde el sindicalismo
ugetista había calado más profundamente que en cualquier otra parte del
territorio. A pesar de que se intentaron arrancar de raíz esas lealtades
ideológicas, algunas familias se las apañaron para, de forma clandestina y con
todas las cautelas posibles, transmitírselas a sus descendientes. Eso explica
que hubiera una cierta continuidad del voto entre las elecciones de 1936 y las
primeras elecciones de la democracia actual. Otras familias, sin embargo, al
haber quedado paralizadas por el terror, que es precisamente lo que el
franquismo perseguía, se sumieron en el silencio y, no sólo se cuidaron mucho
de transmitir sus ideas a sus hijos y nietos, sino que, en muchos casos, ni
siquiera les contaron lo que había ocurrido con sus padres y abuelos. Muchos
nietos descubrieron el triste destino de sus abuelos cuando ya habían
transcurrido muchos años de andadura democrática. Y todavía hay familias que se
niegan a hablar de lo ocurrido en la guerra civil.
-Los navarros cercanos al alzamiento y que lo
abrazaron, incluso animándolo, ¿esperaban más a un Sanjurjo o a un Mola que no
a un Generalísimo Franco”?
R.J.: Así es. Sanjurjo y Mola eran “de
casa”. Sanjurjo, por ser pamplonés y por tener una larga trayectoria
conspiradora con el principal dirigente carlista navarro, el Conde de Rodezno,
con quien preparó, junto con otros carlistas y oficiales militares, la rebelión
de Sevilla del 10 de agosto de 1932. Y con Mola, obviamente, porque en el 36
era el gobernador militar de Navarra y fue aquí donde preparó y dio el golpe
militar con el apoyo del carlismo.
-¿Creéis que Jimeno Jurío estaría
satisfecho o no –o cómo de contrariado–, con el devenir de las políticas en
torno a la memoria histórica?, ¿por qué?
R.J.: Mi padre murió en el 2002, en los comienzos del resurgir de la memoria histórica que comenzó año y medio atrás. Ese último período de su vida no gozó de mucha salud, por lo que tengo la sensación que no fue consciente de lo que estaba ocurriendo y, sobre todo, iba a ocurrir. Me resulta difícil imaginar cuál hubiera sido su postura ante las políticas en torno a la memoria histórica. Supongo que tras haber desarrollado su trabajo en condiciones muy difíciles, cuando no clandestinas, sentiría una enorme satisfacción de ver que existe un marco legal sobre la memoria histórica, que se desarrollan exhumaciones con un cuidadoso método científico, que se han eliminado la mayor parte de los símbolos franquistas y que las víctimas están recibiendo numerosos homenajes. Pero conociéndole, me lo imagino crítico con muchos aspectos, por ejemplo, con la política conservacionista del monumento a los Caídos de Pamplona donde estuvieron enterrados, precisamente, Mola y Sanjurjo.
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