La
Librería de Cazarabet Indignado
La
editorial navarra Pamiela
analiza, desde la pluma de Pedro Oliver y Jesús-Carlos Urda, a lo movimientos sociales
ante la represión policial y las leyes mordaza.
Lo que
explica Pamiela de este libro:
Este libro informa y reflexiona sobre el significado de la
reforma del arsenal represivo del Estado respecto a la protesta social y los
movimientos sociales. Y no hay duda de que ya estaba bien pertrechado desde
mucho antes de la llegada de Rajoy al poder en 2011, pues antes de la Ley
Mordaza de 2015 el PP reprimió a mansalva la protesta social echando mano de la
Ley Corcuera del PSOE. Con normativas penales e infrapenales,
y siempre merced a la actuación en primera instancia de las fuerzas policiales,
el Estado hizo frente a la protesta social y, en particular, a la que de manera
más radical y trasgresora protagonizaban los movimientos sociales alternativos.
Con más perspectiva y lejanía será más difícil
encajar un hecho vergonzoso e hiriente: que desde los medios y los negociados
se hayan lanzado tantas respuestas desabridas, insultantes y criminalizadoras; que se haya llamado filoetarras
y cómplices del terrorismo o violentos antisistema y
hasta perroflautas a lo mejor de este país, a quienes nunca quisieron
asumir que la democracia sea pura institucionalización y mera
representatividad. La buena noticia histórica es que las pulsiones autoritarias
y criminalizadoras no siempre fueron comprendidas ni
secundadas por la mayoría social, porque los movimientos sociales fueron
conscientes del ámbito humano en el que estaban operando: una sociedad
democrática en la que, con limitaciones y cortapisas, se movían y hacían mover.
Los autores:
Pedro Oliver; doctor en historia por la Universidad del País
Vasco y profesor titular de Historia Contemporánea en la UCLM. Actualmente
imparte docencia de Grado en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de
Ciudad Real y de Posgrado en la Facultad de Letras de esa misma capital. En sus
libros y artículos ha abordado dos líneas de investigación distintas: la
republica, la guerra civil y el franquismo en las provincias manchegas; y la
historia social de las instituciones punitivas en la sociedad vasco-navarra. Su
tesis doctoral centra la mirada en la Navarra de la crisis del Antiguo Régimen
y de la construcción del Estado liberal, para analizar la larga duración de las
cárceles y su relación con los procesos de criminalización y de control social
del delito. En ese marco de investigación se debe situar también el estudio de
la pena de muerte, una tarea que ha continuado con otro trabajo centrado en el
impacto socio-histórico de la pena de muerte en el País Vasco y Navarra durante
todo el siglo XX, y un libro dedicado a esa misma temática en la historia
contemporánea de España. Además, ha colaborado en trabajos colectivos
relacionados con el análisis del militarismo, los nacionalismos, el
antimilitarismo, la objeción de conciencia, la insumisión al servicio militar
obligatorio, y los nuevos movimientos sociales.
Junto a la participación en proyectos de
investigación ha impulsado la creación de seminarios y grupos de investigación,
como el Grupo de Estudios sobre la Historia de la Prisión y las Instituciones
Punitivas, constituido en 2007, en el que se coordinan especialistas de la
UCLM, UCM, UB, UPV y UPNA.
Jesús-Carlos Urda; se licenció en Historia por la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM)
en 2010 y obtuvo el Premio Extraordinario Fin de Carrera. El mismo año se le
concedió una beca para asistir a la Escuela «Blas Cabrera» de Introducción a la
Investigación, la Docencia y la Innovación (UIMP, Santander). Después de esta
experiencia, decidió cursar un máster para acceso al doctorado que le facultó,
además, como becario de iniciación a la investigación en la UCLM.
El
resultado más logrado de este último período de formación ha sido su trabajo
fin de máster titulado El bandolerismo en los Montes de Toledo durante el siglo
XIX. Constituye su primera aportación a la comunidad académica y se incluye en
los parámetros de la historia social y la historia de la criminalidad. Se trata
de un estudio histórico tripartito acerca de un delito social en una comarca
del centro peninsular sobre la que repercutieron la implantación del
capitalismo y las continuas guerras del siglo XIX. El texto coteja el
bandolerismo que se produjo en aquella zona con otros bandolerismos españoles a
través de bibliografía y lo recupera gracias a fondos de archivos regionales.
Queda por
mencionar que la trayectoria académica de Jesús Carlos Urda le ha valido
merecer una beca FPU 2010 del Ministerio de Educación. Su proyecto de tesis
doctoral está planteado como un ambicioso estudio sobre el control del delito
en la España del siglo XIX que participará de las tres grandes tendencias en la
investigación histórica de la criminalidad europea: a) la medición del delito
como exponente del cambio entre el Antiguo Régimen y la sociedad liberal; b) la
represión; y c) los delitos sociales (bandolerismo, por ejemplo). Existen
garantías de éxito porque el doctorando hace tiempo que se inició en el manejo
de la fuente judicial y porque cuenta con el director de tesis idóneo: el Dr.
Pedro Oliver Olmo, especialista en historia social de las instituciones
punitivas.
Cazarabet conversa con Pedro Oliver Olmo:
-En un
país que hasta el 15M podríamos entender que estaba como “adormilado y
narcotizado” fue “salir a la calle” pacíficamente (en la gran mayoría de los
casos, siempre hay alguna excepción, en forma de altercado, provocado por
enfrentamientos con otros grupos o por la “aparición” en escena de las fuerzas
del orden) y tocar con los dedos un sentimiento de participación y de lo que
debería entenderse como democracia y empezar a generar miedos y demás…y ya se
sabe, el político que se cree en su propia atalaya y que crea sus propias redes
,en forma de leyes como la presente “Ley de ciudadanía o Ley mordaza”…¿qué
opinas, la mejor defensa es el ataque?
-Sí, hay mucho de eso, la reacción del PP al arrivar al poder en 2011, con el 15M enfrente, es algo que
opera en el campo simbólico, porque, objetivamente hablando, la regresión
penal-punitiva no es de un calado excesivamente exagerado respecto de lo ya
existente, es decir, del “Código Penal de la democracia” (obra del PSOE e IU) y
la Ley Corcuera. En cierto sentido, la Ley Mordaza es una reacción defensiva
del PP que por un lado quiere generar miedo en la sociedad y por otro, pensando
en sus propias clientelas electorales, sensación de estar dando respuesta al
desorden.
-¿Crees que los movimientos
sociales y cívicos: las diferentes mareas, colectivos y demás…al ir más allá de
los sindicatos y de su “disciplina” , al no estar sujetos a “las calladas” y a
“cierto juego de estirar y aflojar con otras partes”, son más difíciles de
manejar, acallar, dominar…?
-Claro que sí, ingobernables e incorregibles, pura
entropía socialmente necesaria.
-¿Por qué nuestros
representantes, esto que podríamos conocer como “la democracia” ,se ponen tan
“en guardia” frente a la protesta en lugar de ocupar un lugar en el
proceso de escuchar a todas las partes?
-A todo “régimen democrático” le molesta la protesta
democrática, se trata de una aporía insuperable. Legalidad represora e
ilegalidad represora van de la mano o a continuación una de la otra en ese
campo de fuerzas que formalmente llamamos régimen democrático. Si lo vemos en
la práctica, es decir, en nuestra experiencia histórica, la cosa se explica de
manera más emocional y sin echar mano de teorías políticas, mirando al ethos colectivo que se ha ido conformando tras el
franquismo: quien se lanza a protestar en España interioriza de antemano que la
policía es su enemiga. En este país hay muchos disensos, pero también
“consensos emocionales” que aquilató el franquismo hasta el punto de hacerlos
difícilmente disolubles, como el de la desconfianza hacia las fuerzas
policiales. No es menos cierto que en la práctica, cuando se han sucedido
manifestaciones o concentraciones desobedientes, también ha habido actitudes
policiales negociadoras o pactistas, con responsables policiales y gubernativos
que han dialogado con los activistas antes de entrar a saco con porrazos o con
detenciones. Sin embargo, nunca se ha generado una cultura de confianza hacia
la policía. Llevamos en la médula la desconfianza hacia la Guardia Civil y la
policía y, por más que los discursos y las normativas digan lo contrario, esas
mismas fuerzas se encargan recurrentemente de recordar sus funciones represoras
avivando nuestros recelos cuando responden violentamente o con “represión
sucia” y listas negras (y eso sin que tengamos que añadir la realidad de la
tortura, que no es moco de pavo en este país). Aquello de la “la policía es tu
amiga” que ya intentó Barrionuevo en los ochenta pegando carteles en las mismas
comisarías en las que nos inflaban a hostias, siempre resultó increíble. Puede
que estén cambiando su imagen más bruta, pero en el actual ciclo de protestas,
cuando se han propuesto multar a mansalva a la gente que ejerce sus derechos,
los policías son percibidos aún más claramente como falsos e hipócritas.
-¿No
deberían ser más sensibles a los que protestan en lugar de estar siempre
sentados al lado del ciudadano que podríamos denominar como:”el conforme”?
-Deberían, claro que sí, lo dice la Constitución y,
acto seguido, lo desmiente la realidad misma, porque para sortear el deber de
protección del derecho a la protesta, los responsables políticos y policiales
enseguida añaden una imagen espuria: la del “enemigo” que supuestamente se
camufla entre los que protestan, es decir, el antisistema,
el anarquista, el violento…
-Y frente a la represión,
¿cómo responden los grupos y movimientos sociales…?
-En general se ha respondido de forma noviolenta y democrática (en su sentido democratizador,
como acción directa de derechos que no se solicitan, se ejercen), lo que no
quiere decir que no se hayan cometido errores ni que todas la personas y
colectivos implicados estén de acuerdo en la misma idea de protesta democrática
y noviolenta. Hablo en general y de movimientos
sociales que han creado cultura política y provocado consecuencias
trascendentes desde los años de la Transición, como el de insumisión, el
ecologista, el antiglobalización… hasta el que se genera con el 15-M, además de
un sinfín de experiencias locales, sectoriales, etcétera.
-¿Cansa un poco que a los
movimientos sociales anti protesta se les “apode”, siempre, como “radicales,
violentos….”?
-La verdad es que siempre ha sido así y, sin embargo,
cuando los movimientos sociales han entendido que su labor no era estar
enfrente del régimen democrático sino al lado de la sociedad democrática, han
conseguido evitar la criminalización. Ése es el balance histórico que cabe
hacer. Hoy por hoy, la insumisión, el ecologismo, el feminismo, la PAH, el 15M…
tienen mucho más prestigio social e histórico que Aznar o Zapatero. Por eso
insisten en su función estigmatizadora los más aviesos y entontecidos de las
filas del sector criminalizador, como Marhuenda o Esperanza Aguirre: cuando el tonto va por la
linde y se acabe la linde, sigue el tonto.
-¿Cómo ha sido el proceso
de documentación, estudio, recopilación de datos para la realización de este
libro?; Por cierto, ¿de dónde sale la idea de dedicar un estudio a la protesta
democrática y a la democracia anti protesta? ¿Cómo te planteaste la
metodología de este trabajo…?
-En mi caso llevo años observando, viviendo y
analizando estas cosas como expresión de los movimientos sociales y desde una
perspectiva de historia social de las funciones del control y el castigo. El
estudio de la protesta requiere necesariamente que se contemple el factor
represivo, lo que en el libro se llama “la cuestión represiva” . Simplemente
hemos seguido el hilo desde el devenir de los aparatos de control disciplinario
hasta la actualidad de los sistemas de control-sanción, acopiando noticias y
aplicando herramientas analíticas de los dos enfoques citados, los movimientos
sociales y las prácticas punitivas.
20566
Protesta democrática
y democracia antiprotesta. Los movimientos sociales
ante la represión policial y las leyes mordaza. Pedro Oliver Olmo, Jesús-Carlos
Urda
160 páginas
14.00 euros
Pamiela
Este libro informa y reflexiona
sobre el significado de la reforma del arsenal represivo del Estado respecto a
la protesta social y los movimientos sociales. Y no hay duda de que ya estaba
bien pertrechado desde mucho antes de la llegada de Rajoy al poder en 2011,
pues antes de la Ley Mordaza de 2015 el PP reprimió a mansalva la protesta
social echando mano de la Ley Corcuera del PSOE. Con normativas penales e infrapenales, y siempre merced a la actuación en primera
instancia de las fuerzas policiales, el Estado hizo frente a la protesta social
y, en particular, a la que de manera más radical y trasgresora protagonizaban
los movimientos sociales alternativos.
Con más perspectiva y lejanía será más difícil encajar un hecho vergonzoso e
hiriente: que desde los medios y los negociados se hayan lanzado tantas
respuestas desabridas, insultantes y criminalizadoras;
que se haya llamado filoetarras y cómplices del
terrorismo o violentos antisistema y hasta perroflautas a lo mejor de este país, a quienes nunca
quisieron asumir que la democracia sea pura institucionalización y mera
representatividad. La buena noticia histórica es que las pulsiones autoritarias
y criminalizadoras no siempre fueron comprendidas ni
secundadas por la mayoría social, porque los movimientos sociales fueron
conscientes del ámbito humano en el que estaban operando: una sociedad
democrática en la que, con limitaciones y cortapisas, se movían y hacían mover.
Pedro Oliver Olmo. Doctor en historia por la Universidad del País Vasco
y profesor titular de Historia Contemporánea en la UCLM. Actualmente imparte
docencia de Grado en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Ciudad Real
y de Posgrado en la Facultad de Letras de esa misma capital. En sus libros y
artículos ha abordado dos líneas de investigación distintas: la republica, la
guerra civil y el franquismo en las provincias manchegas; y la historia social
de las instituciones punitivas en la sociedad vasco-navarra. Su tesis doctoral
centra la mirada en la Navarra de la crisis del Antiguo Régimen y de la
construcción del Estado liberal, para analizar la larga duración de las
cárceles y su relación con los procesos de criminalización y de control social
del delito. En ese marco de investigación se debe situar también el estudio de
la pena de muerte, una tarea que ha continuado con otro trabajo centrado en el
impacto socio-histórico de la pena de muerte en el País Vasco y Navarra durante
todo el siglo XX, y un libro dedicado a esa misma temática en la historia
contemporánea de España. Además, ha colaborado en trabajos colectivos
relacionados con el análisis del militarismo, los nacionalismos, el
antimilitarismo, la objeción de conciencia, la insumisión al servicio militar
obligatorio, y los nuevos movimientos sociales.
Junto a la participación en proyectos de investigación ha impulsado la creación
de seminarios y grupos de investigación, como el Grupo de Estudios sobre la
Historia de la Prisión y las Instituciones Punitivas, constituido en 2007, en
el que se coordinan especialistas de la UCLM, UCM, UB, UPV y UPNA.
Jesús-Carlos Urda. Se licenció en Historia por la Universidad de
Castilla-La Mancha (UCLM) en 2010 y obtuvo el Premio Extraordinario Fin de
Carrera. El mismo año se le concedió una beca para asistir a la Escuela «Blas
Cabrera» de Introducción a la Investigación, la Docencia y la Innovación (UIMP,
Santander). Después de esta experiencia, decidió cursar un máster para acceso
al doctorado que le facultó, además, como becario de iniciación a la
investigación en la UCLM.
Una historia de la difícil relación entre la protesta y la democracia.
elcrisoldeciudadreal.es (24-6-2015)
La deriva hacia una vía muerta de la democracia: Una mirada al interior
del “túnel” de la represión de la protesta.
Luis Mario Sobrino Simal. miciudadreal.es (25-6-2015)
Pedro Oliver denuncia la 'criminalización' de la protesta.
D. A. Farto. latribunadeciudadreal.es (25-6-2015)
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