La
Librería de El Sueño Igualitario
Conversamos con Rosa María Aragüés Estragüés.
Autora de una tesis que versa sobre la
represión franquista sobre las mujeres, las presas políticas, en la cárcel de Predicadores en Zaragoza.
Además tiene otros artículos y estudios que se
posicionan como notables aportaciones dentro y por la Memoria Histórica.
Enlaces de interés:
http://uned.academia.edu/RosaMar%C3%ADaArag%C3%BC%C3%A9sEstragu%C3%A9s
Presentación del libro "Las rojas y sus hijos, víctimas
de la legislación franquista. El caso de la cárcel de Predicadores
(1939-1945)" de Rosa María Aragüés Estraqués
(Licenciada en Historia).
Intervenciones de Ángeles Egido
(Catedrática de Historia Contemporánea UNED), de Matilde Eiroa
(Profesora titular UCM), y de Jorge Montes (Profesor titular de Historia del
Derecho y las Instituciones UNED).
https://www.youtube.com/watch?v=lyv3c0iAQEc
Cazarabet
conversa con Rosa María Aragüés Estragués:
-Rosa María, amiga, ¿qué fue lo que te hizo centrar tu tesis sobre la
represión política sobre las mujeres en Predicadores?
-Podría decirse que fue casi una
casualidad. Cuando acabé la carrera hice un posgrado en archivos. Las prácticas
fueron en el Archivo Municipal y por casualidad cayeron en mis manos los
padrones de la cárcel de Predicadores.
Me sorprendió mucho. A pesar de
saber que en dicha calle había un edificio en el que decían había habido una
cárcel de mujeres, mi ignorancia sobre las cárceles franquistas era total. Como
les pasó y creo que aún les pasa a algunos españoles, las gentes de mi
generación no tenían demasiada idea de los crímenes y el alcance de la
represión que habían sufrido nuestros padres y abuelos. Y eso que en mi casa se
hablaba de la Guerra. Mi padre como buen republicano y mi madre como
nacionalista catalana, siempre nos contaron lo que había pasado y lo que habían
sufrido. Pero aun así creo que había mucho proteccionismo por parte de nuestros
mayores y preferían callar todo el horror que se había vivido.
Empecé a investigar sobre aquellos
padrones, sobre todo me sorprendió mucho la cantidad de niños que aparecían. Y
empecé a preguntar… y a leer. Al año siguiente decidí seguir con mi doctorado.
Y entre en un proyecto sobre Franquismo. Debido a mi trabajo y a mis cargas
familiares debía escoger un tema que me permitiera investigar desde Zaragoza.
Elegí la represión de género y en consecuencia me asignaron como tutora a
Ángeles Egido, catedrática de Historia Contemporánea
de la UNED e investigadora en el campo de la represión de género y de las
cárceles de mujeres durante el franquismo. Cuando le conté mi descubrimiento me
animó a seguir con el tema, pues a pesar de que la cárcel de Predicadores era
nombrada por muchas mujeres que habían estado en las cárceles franquistas como
una de las más duras, no había ningún trabajo específico sobre dicha cárcel.
En ocasiones fue muy duro, tanto
dolor, tanta miseria y sobre todo tanta crueldad se hacía insoportable. Por dos
veces pensé que no iba a poder seguir, pero siempre volvía a la investigación.
Mi deseo de saber y sobre todo de darles nombre a esas mujeres y a esos niños,
que se conociera su historia y todo el sufrimiento que sin motivo alguno habían
pasado, era superior a mi angustia.
-Porque
la represión sobre las mujeres ¿sobre qué pilares se fundamentó?
-Las mujeres han sido siempre una
figura de gran importancia en las guerras. No tanto por el papel que llevaban a
cabo como combatientes, sino más bien por lo que representaban.
La mujer es la madre, la esposa,
la hija, la novia y se convierte inmediatamente en pieza fundamental para el
control y represión del enemigo. En la Guerra Civil española, las mujeres que
sufrieron persecución, represión y en muchos casos muerte, en su mayoría no
eran combatientes ni tenían cargos políticos, eran simplemente, madres,
esposas, novias o hijas de republicanos que o bien se habían pasado al bando de
la República o habían huido de sus casas antes de ser detenidos. Por este
motivo las que más sufrieron fueron las mujeres normales, las amas de casa, las
campesinas, que cuando llegaban a detener a sus hombres y no los encontraban se
las llevaban a ellas, para obligar a estos a entregarse. Todas las muertes,
humillaciones y vejaciones que sufrieron estaban dedicadas a los hombres a que
estos sintieran como eran escarnecidos en lo más sagrado para ellos: sus
mujeres. Además, según la tradición patriarcal, es la mujer la que educa a los
hijos. No se podía permitir que los niños se educaran en la tradición
republicana, había que impedirlo y la única manera, era por la eliminación de
las más reacias y por la implantación del miedo sobre el resto. Y en caso
necesario quitándoles a sus hijos y educándoles como miembros sumisos del nuevo
estado. Y en este aspecto creo que lo supieron hacer muy bien y con gran éxito.
Sirva como muestra el presente.
-Ventas, Predicadores, fueron cárceles donde se apiñaron mujeres
“enemigas” de la dictadura franquista ¿fue muy diferente sufrir cárcel y
represión en una respecto a otra?; ¿qué otras cárceles franquistas eran
expresamente para practicar la represión política en España?
-Las cárceles de mujeres eran muy
similares, cada una con su propia identidad, pero muy similares. Hay que tener
en cuenta que en aquella época sólo había tres cárceles específicamente de
mujeres. Ventas, inaugurada por Victoria Kent pocos años antes; Les Corts, en Barcelona y Alcalá de Henares, la más antigua,
que se había creado como cárcel central de mujeres en 1883. El resto de las
cárceles eran específicamente para hombres, aunque la mayor parte de ellas
tenían un recinto muy reducido para mujeres. Con el golpe de estado y la
posterior guerra civil, todas las cárceles se llenaron, y los departamentos
para mujeres quedaron saturados. Fue necesario acondicionar todo lo acondicionable para poder acoger a tanta población reclusa.
Pero finalizada la guerra el problema se acrecentó, pues el número de reclusas
creció sobre manera. Sólo indicar que según Ricard Vinyes, en 1940 había 50.400 mujeres en las cárceles
franquistas. Hubo que habilitar antiguas cárceles ya en desuso, como Predicadores,
y sobre todo conventos. Las órdenes religiosas femeninas ofrecieron sus
conventos y ellas mismas ejercieron de carceleras. Como es de imaginar esos
edificios no cumplían las más mínimas normas de habitabilidad y las reclusas
estaban en pésimas condiciones. Sobresaturación de personal, nulas condiciones
higiénicas, mala alimentación…todas tenían las mismas carencias. Piénsese que
una cárcel como Predicadores con capacidad para 140 reclusas, llegó a tener más
de 600. Y eso sucedía en todas las cárceles.
Ventas, Les Corts, Predicadores, Saturrarán
(un antiguo balneario en Guipúzcoa), Amorebieta,
Palma de Mallorca, Ntra. Sra. Del Puig, Santa Clara, Barbastro, las Oblatas de
Tarragona, Gerona, Málaga, Bande (Galicia), la
Prisión Central de Segovia y un largo etc. Todas ellas fueron igual de
terribles y todas ellas estaban controladas por religiosas de diferentes
órdenes. En Zaragoza las Hermanas de La Caridad de Santa Ana.
-¿Qué perfil
tenían las mujeres reprimidas en las cárceles y centros penitenciarios o de
represión situadas por el territorio del estado español?
-El perfil fue muy variado, pues
se mezclaron mujeres de todas las clases sociales, edades y condición. Amas de
casa, sirvientas, comerciantes, modistas, maestras. Solteras, casadas, viudas.
Niñas, jóvenes, mayores, ancianas. Especialmente en la primera época, durante
la guerra.
De hecho, los historiadores
hablamos de anteriores y posteriores, es decir, de las que fueron encarceladas
durante la guerra y las que lo fueron después. Las primeras, las anteriores,
eran en su mayor parte, mujeres sencillas, como ya he dicho había muy pocas
combatientes. No tenían límites de edad, eran madres, esposas, novias o hijas
que, según sus propias palabras, no se fueron de sus casas porque no podían imaginarse
que a las mujeres les hicieran nada. Pero no fue así y muchas de ellas pagaron
con su vida su inocencia o con largos años de cárcel. Las más jóvenes casi
siempre eran detenidas al mismo tiempo que sus padres y acusadas de ser
milicianas. Pero lo cierto es que hubo muy pocas y aunque la propaganda
franquista tildaba a todas las chicas jóvenes que detenían de milicianas, sólo
era propaganda para vejar a las rojas. Tacharlas de indecentes, de llevar ropa
de hombre, de portar armas, de vivir con sus compañeros sin estar casadas. Todo
ello era para dar una imagen de maldad de las mujeres republicanas, de
diferenciarlas de las mujeres de orden, ejemplo de bondad, castidad y pureza.
Después de la guerra el papel de
la mujer fue diferente. Las primeras habían desaparecido o ya estaban
controladas. Pero surgió otro tipo de reclusas, eran mujeres más bien jóvenes,
políticamente comprometidas, que durante toda la dictadura lucharían contra el
fascismo y en muchas ocasiones pasarían largos años en la cárcel. Algunas de
ellas hasta bien entrados los años sesenta. A este grupo se unió y en ocasiones
se mezcló otro tipo de mujer, las mujeres de la guerrilla. Éstas solían ser
familia de los guerrilleros y les servían de enlace, para conseguir suministro
y avisarles cuando había algún problema. Muchas de ellas murieron, otras fueron
salvajemente torturadas y todas quedaron en el anonimato.
Pero junto a estos dos grupos hubo
otro que compartió presidio con los dos anteriores, las comunes. Durante la
guerra prácticamente habían desaparecido, no se las nombra, aunque también
están ahí, de hecho, cuando las mujeres son trasladadas a Predicadores el 11%
son comunes. Pero en la posguerra el número de comunes se incrementará en gran
medida. La guerra había traído la miseria al país. Malas cosechas, falta de
brazos para trabajar la tierra, fábricas destruidas, un número importante de la
población había muerto, estaba en prisión o se había exiliado, y una mala
política internacional que, todavía más, propició la situación de desabastecimiento
del país. Todos estos factores fueron la causa de que la población sufriera
hambre y todo tipo de necesidades y enfermedades. Muchas mujeres debieron
dedicarse al estraperlo para sacar a sus familias adelante y otras muchas
terminaron ejerciendo la prostitución como único medio de subsistencia. Lo que
las llevaba a la cárcel periódicamente.
De todas maneras, hay que aclarar
que la política represiva sobre las mujeres estableció que no se las catalogara
como políticas, todas eran oficialmente comunes. Se las quiso clasificar a
todas de delincuentes, otra manera más de denigrarlas y de demostrar que las
mujeres rojas eran todas unas perdidas;
para Dios y para la sociedad. Hasta el derecho a considerarse políticas se les
intentó quitar. La convivencia entra políticas y comunes fue muy difícil,
intentando las primeras vivir lo más separadas posibles y marcar claramente las
diferencias con las comunes. Además, estas últimas eran en muchas ocasiones
utilizadas por las religiosas y la dirección del centro para controlar a las
políticas.
-¿Qué fina línea roja
había entre la represión, y mucha, vivida en un pueblo donde las mujeres fueron
rapadas, obligadas a beber aceite de ricino, ser paseadas con carteles en los
que se escribían desde insultos hasta su filiación política, donde les
señalaban y eran continuo objeto de burla por estar sus maridos, novios,
hermanos o padres recluidos, condenados o muertos por la represión o el pasar,
ya a engrosar la reclusión en cárceles como la de Predicadores?
-Bueno lo que sucedió en los
pueblos fue terrible. Hay que contar con que son sociedades muy cerradas, donde
todo el mundo se conoce, e inevitablemente, las rencillas tienen un buen caldo
de cultivo en un conflicto de este tipo. Viejos odios, amores no
correspondidos, venganzas por la muerte de algún familiar o, en más ocasiones
de las que parece, el deseo de congraciarse con las nuevas autoridades llevó a
más de uno, o una, a actuar de manera miserable. Publiqué en Hispania Nova el
relato de una niña, Primitiva Francés, de cómo huyó de su pueblo, Tosos, con sus padres el 19 de julio, todo el periplo que
pasaron durante los tres años de la guerra y su retorno al pueblo. Volvió con
la madre y sus tres hermanos pequeños, una de pecho. Ella tenía once años y
explica cómo les pegaban y daban pisotones para que cantaran el Cara al Sol,
los mismos que habían sido sus vecinos. Sin ningún tipo de piedad. Al final
tuvieron que abandonar el pueblo.
Pero a pesar de todas esas
barbaridades, entrar en la cárcel no era mejor. Las condiciones eran terribles,
pues a la masificación se unía el hambre y las enfermedades. Todas eran
conscientes de que sin ayuda del exterior era muy difícil sobrevivir en
cualquier cárcel. Y la situación también era terrible, había mucha hambre y
llevarles algo de comida significaba quitárselo de comer a los que estaban en
casa. Además, la mayor parte de las
mujeres que entraban en prisión, sobre todo durante la guerra, o tenían al
marido en la cárcel o había muerto y ellas se encontraban con el problema de
los hijos. Si eran niños pequeños, menores de cuatro años los llevaban con
ellas, si eran más mayores quedaban abandonados a su suerte y, sobre todo, en
los pueblos eso era terribles pues nadie se atrevía a ayudarles por miedo a las
represiones. Además, ellas sabían que cuando los pequeños cumplían cuatro años
se los quitaban, ingresaban en orfelinatos y en muchos casos eran entregados en
adopción sin consentimiento paterno. Eran conscientes que, de un modo u otro, a
menos que algún familiar se hiciese cargo de los niños, podían perderlos para
siempre. En todo caso lo que si que es cierto es que
eran reeducados para ser ciudadanos fieles a los nuevos postulados del Estado,
instándoles a renegar de sus familias, de sus padres.
Imagínate el sufrimiento, el miedo
de aquellas mujeres, sin poder proteger a sus hijos. Viéndolos muchas veces
morir en la cárcel, impotentes, sin poder hacer nada, pues el régimen al que
eran sometidas aquellas criaturas era el mismo que el de sus madres. No había concesiones
y muchos no podían soportarlo y morían; de hambre, de sed, de enfermedad.
Y después cuando salían la
adaptación a la nueva vida era muy difícil. Muchas de ellas habían entrado
siendo niñas y salían como mujeres adultas. Volvían a una sociedad desconocida
para ellas y en la que no encontraban nada más que rechazo. Etiquetadas de
rojas nadie les daba trabajo. Incluso se dio el caso de ser repudiadas por sus
propias familias, sus maridos, sus hijos. Eso fue lo más duro.
-
Cuántas mujeres pasaban por Predicadores?; ¿en qué horquilla de edades se
encontraban?
-Predicadores no fue de las
cárceles que más mujeres tuvo. Cuando en abril de 1939 trasladaron a las presas
de Torrero a Predicadores, eran 512 mujeres y 53 niños. Ese sería el año en el
que más mujeres ingresaron en Predicadores, 656. En los años sucesivos el
número fue descendiendo, 365 en 1940, en 1941, 237 y así paulatinamente hasta
llegar a las 81 mujeres que quedaban en el momento de su cierre.
Lo que tiene de especial
Predicadores, es que a pesar de que el número de internas fue más bajo que el
de otras cárceles, Ventas o Les Corts, la cantidad de
mujeres que pasaron por ella si fue importante. Según mis investigaciones desde
el 6 de abril de 1939 al 1 de julio de 1955, ingresaron en Predicadores
alrededor de 5.637 mujeres. Te preguntarás cómo es posible, ya que siguiendo la
relación anteriormente expuesta las cifras no coinciden.
El misterio no es otro que
Predicadores era una cárcel de paso. Estaba situada a medio camino entre Madrid
y las cárceles del norte y del este; de Cataluña y Baleares. Esto conllevó un
enorme trasiego de presas, lo que vino en llamarse irónicamente, “Turismo
carcelario”; es decir, una vez llevados a cabo los consejos de guerra se
ubicaba a las reclusas en su destino definitivo, según la sentencia. Por ello
las mujeres que eran trasladadas utilizando esta ruta solían pernoctar una o
varias noches en Predicadores, y, como es natural eran registradas en los
libros de entradas y salidas.
Por lo que respecta a las edades,
también está condicionado por la guerra. En un principio las había de todas
clases. Desde niñas de dieciséis años, hasta ancianas de ochenta. No se tenía
ningún miramiento en ese sentido. Pero poco a poco fue cambiando el espectro de
la edad. A partir de 1939, las menores eran entregadas a la Tutelar de Menores
e ingresadas en conventos preparados para recibir a jóvenes descarriadas, en
especial las Oblatas y cuando cumplían la mayoría de edad eran devueltas a
Predicadores. El grupo más numeroso era
el comprendido entre los veinte años y los cuarenta, aunque la diferencia con
el resto no es demasiado grande y se encuentra un número considerable de
mayores de setenta, siendo la más anciana de ochenta y dos años. Como ya he
dicho eran las madres, hijas y esposas. De ahí las edades y que el número de
casadas fuera muy elevado.
En la posguerra las cosas fueron
cambiando paulatinamente. Primero desaparecieron las menores y en 1945 ya no
había ninguna mayor de setenta años.
-
¿Qué penas temporales de prisión, más o menos cumplían?; también las hubo que
fueron condenadas a la pena de muerte, ¿cómo fue en Predicadores?
-Las condenas solían ser
desproporcionadas y ridículamente severas. Realmente al ver los procesos a la
conclusión que llegas es que lo único que se pretendía era aniquilar a todo el
que no pensara como ellos, bien con la muerte o con penas que los destrozaran
física y moralmente para siempre. Lo primero que hay que recordar es que se les
acusaba de delitos que en el momento de ser realizados eran completamente
legales. Dar vivas a la República, haber votado a cualquier partido
republicano, cantar canciones antifascistas, haberse casado por lo civil o
haberse divorciado, no ir a la iglesia. O de cosas tan absurdas como vestir
mono, o escaparse del pueblo por miedo al entrar las tropas franquistas.
Por eso las penas eran muy
arbitrarias, se dan casos de mujeres detenidas intentando pasar a zona
republicana y que fueron fusiladas; de una chica de 17 años acusada de
acompañar al hermano que se pasaba, ella no, pero condenarla a ocho años; de
otra menor detenida con los padres y que a pesar de los buenos informes se
consideró que debía pensar como éstos y fue condenada a seis años; pena de muerte
por delatar a personas de derechas que se demostraba que estaban vivas, pero
daba igual, treinta años por insultar a los aviones que les iban a bombardear,
etc. etc. etc. Todo absurdo, inhumano, pura venganza.
En Predicadores no constan datos
de mujeres fusiladas. Esto se podría justificar por el hecho de que si hubo
sacas las presas serían sacadas de esta cárcel y llevadas a Torrero donde
entrarían en capilla para ser fusiladas en las tapias del cementerio. Las
mismas presas dicen que si las hubo, no se enteraron; pues daban la orden de
traslado y se las llevaban y ya no las volvían a ver. Las únicas mujeres que
tenemos constancia que fueron fusiladas estando en Predicadores, son dos;
Rosario Calvé y Eulalia Muñoz Sánchez, ambas habían sido trasladadas a Valencia
con anterioridad, pero después fueron devueltas a Predicadores y fusiladas en
1943, parece ser que procedían del pueblo de Libros (Teruel)
y eran las viudas del alcalde y el secretario del ayuntamiento de dicho
pueblo. Según Julián Casanova en esa
fecha fueron fusiladas tres mujeres más; Narcisa Zubeldía, María de Diego y
Antonia Visús, pero estas no constan en los registros de
Predicadores. Condenas a muerte hubo muchas, ejecuciones menos. Afortunadamente
muchas condenas fueron conmutadas a treinta años a raíz de los indultos que por
motivos especiales empezó a otorgar el régimen franquista a partir de 1945.
- ¿Qué pasaba en
Predicadores? ¿cómo era un día a día?
Como ya te he dicho, Predicadores era un antiguo palacio, un
enorme y tétrico caserón, que no recogía las mínimas condiciones de
habitabilidad e higiene para que aquellas mujeres pudieran llevar una vida
digna. A esto había que unirle la falta de espacio, pues la cárcel compartía
edificio con los juzgados y esta sólo ocupaba el ala que daba al río. Como
estaba situada a las orillas del Ebro, sus paredes rezumaban humedad y las
nieblas la mayor parte de los días de invierno duraban hasta bien entrada la
mañana. Pasaban mucho frío en invierno, no había ningún medio de calefacción, y
un calor asfixiante en verano, ya que como sabes en Zaragoza los veranos suelen
ser muy calurosos.
El espacio destinado a las reclusas estaba formado por dos salas
comunes y dieciséis celdas de castigo, además de un patio. Su vida discurría
entre esas dos enormes salas donde dormían todas juntas y ese oscuro, y
profundo, patio en el que pasaban la mayor parte del día. Por la distribución
del edificio, parece ser que no disponían de comedor, tenían que comer en el
patio. Como el centro estaba concebido para un número de reclusas no mayor a
140, en los momentos de mayor ocupación como por ejemplo diciembre de 1939,
estas tenían que dormir en cualquier parte. Las escaleras, los pasillos, etc.
La falta de espacio hacía que no tuviera camas. Durmiendo todas en el suelo
sobre petates o colchones que les traían las familias y aunque como no llegaban
para todas tenían que compartirlos. Dormían amontonadas y, de hecho, según su
propia explicación cuando tenían que darse la vuelta debían hacerlo todas al
mismo tiempo. El hacinamiento era total. Por la mañana debían amontonar sus
pertenencias en el centro de las salas, bien tapado, sin preocuparse del
contagio de infecciones que pudiese conllevar semejante hacinamiento.
Formaban a las siete de la mañana. Bajaban al patio y allí
permanecían todo el día; lloviera o nevara, hiciese frio o calor; no volvían a
subir hasta la noche, aunque estuvieran enfermas. No les permitían bajar
ninguna manta u otra prenda de abrigo. Para lavarse tanto ellas como la ropa y
los platos, disponían de una espacie de abrevadero. Sólo había cuatro letrinas
y no tenían puertas. Dado el número de mujeres, las colas que se formaban para
cualquier cosa eran interminables. Las deficiencias higiénicas propiciaban la
propagación de piojos y otros parásitos, lo que conllevaba el constante rapado
de cabello y la necesidad de espulgarse todos los días entre ellas, y revisar
los pliegues de la ropa antes de acostarse.
Para el desayuno no tomaban nada caliente, sólo les daban una
barrita de las de racionamiento para cuatro. En ese trocito de pan hacían con
una cucharilla un agujero y le ponían mermelada, con cuidado de que no se les
cayese. El rancho era muy escaso, consistía en un caldo grasiento que en
algunas ocasiones llevaba arroz, patatas, nabos, lentejas y habas. Ellas mismas
se preparaban un primer plato lo hacían con las vainas de las habas y si había
suerte con algún trozo de patata. Con los granos de las habas se hacían el
segundo, aliñado con un poco de aceite que las más privilegiadas recibían de sus
casas. La carne y el pescado eran inexistentes. Para cenar les daban sopa y
poco más. En 1952, se cerraron las cocinas de Predicadores y el rancho lo llevaban en bicicleta desde Torrero; ya no volvieron a comer
nada caliente.
Al ingresar no se les daba uniforme ni ropa de cama, por lo que
muchas sólo poseían lo que llevaban al entrar en prisión y debían ser
socorridas por sus compañeras que recibían ayuda de sus casas. La disciplina
era muy férrea y las normas se seguían regularmente, en especial las formaciones
diarias, cantos de himnos y los actos religiosos. A diferencia de otras
cárceles no había ninguna actividad, ni formativa ni laboral y debieron ser las
mismas reclusas quienes se ocuparan de organizar actividades que les permitirán
seguir sobreviviendo sin caer en la desesperación. Talleres de lectura, de
escritura, etc.
- ¿Hasta cuándo funcionó Predicadores como una cárcel de represión
franquista para mujeres?
Predicadores se cerró en 1955. Fue una de las últimas cárceles
habilitadas en cerrarse. Con el final de la guerra mundial el régimen quiso dar
una imagen más amable de cara al exterior. Franco
tenía que conseguir que las potencias aliadas, que habían ganado la guerra,
olvidaran su origen fascista y el consiguiente apoyo a las potencias del Eje.
Uno de los pasos a dar era demostrar que la España reinaba la paz y que la
población republicana se había integrado en la nueva sociedad, en consecuencia,
ya no quedaban presos relacionados con la guerra en las cárceles. Las cárceles
de mujeres se empezaron a desmantelar, las comunes permanecieron en los
departamentos de mujeres que había en las cárceles de hombres y las políticas
se trasladaron a las llamadas cárceles centrales; Ventas, Les Corts y Segovia.
Predicadores, seguramente por su condición de cárcel de paso, fue
de las últimas en cerrarse. Fue el 4 de julio de 1955. Según informe de la
dirección, políticas ya no había, por lo que las
comunes fueron devueltas a la Prisión de Torrero
-Y qué fue después de ella?
Predicadores cerró sus
puertas como cárcel, quedando en el edificio los juzgados de la ciudad hasta su
traslado a la Plaza del Pilar en los años sesenta. Años después se trasladó al
edificio el Instituto Luis Buñuel de segunda enseñanza y en la actualidad el
colegio público Santo Domingo. Lamentablemente del antiguo palacio de los
duques de Villahermosa, una de las más ilustres casas de la nobleza aragonesa,
en la actualidad sólo se conserva la fachada principal. Es una verdadera
lástima que un edificio del más puro estilo arquitectónico renacentista
aragonés, que había sido sede de la Inquisición, en el que pasó sus últimas
horas el Justicia de Argón, D. Juan de Lanuza,
desapareciese sin pena ni gloria. Parece ser que ese es el destino de todas las
cárceles franquistas. Pero como ya comenté el día del homenaje a las presas de
Predicadores, “No las olvidemos y no las
olvidarán”.
-Amiga, háblanos del
proceso de documentación, entrevistas e investigación para la realización de
esta tesis… -Pero dinos, ¿cuánto tiempo te llevó el llevarla a cabo?
El proceso fue largo, pues desde el momento que inicié el
doctorado ya sabía que la tesis iba a tratar de Predicadores. Así pues, se
puede decir que desde 2008 hasta diciembre de 2015 que fue cuando la dejé en
depósito. Yo he hecho toda la carrera y después el doctorado compaginando los
estudios con mi trabajo como administrativo contable y mis obligaciones
familiares, por lo que todo el proceso fue más lento. El programa de doctorado
que elegí era sobre el Franquismo y desde un principio procuré elegir los
cursos que más datos me pudieran aportar sobre la represión de género. Ese
mismo año hice mi primer trabajo sobre las cárceles de mujeres en Zaragoza y
cuando inicié mi investigación para el DEA, la antigua tesina, el tema ya
estaba centrado en Predicadores, Las
rojas y sus hijos víctimas de la represión franquista; el caso de la cárcel de
Predicadores (1939-1955), investigación que fue editada y publicada por la
Editorial Sanz y Torres en 2014. Pero lo que es la tesis propiamente dicha me
costó tres largos años. Como puedes ver en el título de la tesina ésta
comprende desde 1939 a 1945, y la tesis se extiende hasta que se cierra
Predicadores, “La cárcel de mujeres”,
Predicadores; legislación y represión (1939-1955).
-Una vez vas reuniendo la
información y demás: ¿qué metodología de trabajo vas utilizando?
Verás, como muy bien dices, lo primero fue localizar toda la
bibliografía que podía ayudarme con el tema. Tanto
bibliografía general como monográficos sobre otras cárceles. Con cada libro
consultado hice una ficha en la que incluí; la biblioteca y signatura para
localizarlo y todos los datos que me pudiesen interesar. Hice lo mismo con los
artículos. Después localicé los archivos en los que podía tener información y cuál
era ésta. El primer paso estaba dado y una vez comprobé que el trabajo era
viable di el segundo y más importante: hacer un borrador de lo que quería
escribir y esbozar el índice.
Ya podía empezar a trabajar.
Durante todo el proceso la bibliografía se fue ampliando, 620 fichas de libros,
328 artículos, ponencias, tesis, etc. Y el trabajo en los archivos no terminó
hasta casi el final de la tesis. Consulté varios; el Centro Documental de la
Memoria Histórica, General de la Administración, etc. Pero en los que más
información he encontrado es, como es lógico, en los de Zaragoza; el Municipal
y sobre todo en el Histórico Provincial, en ellos está toda la documentación de
las cárceles de Zaragoza, han sido mi casa durante casi diez años. Había días
que salía de trabajar a la una y me iba corriendo al archivo hasta las tres que
cerraban, comía algo y volvía a mi trabajo. Ha sido muy intenso, pero muy
bonito. Con la información de los archivos he hecho varias bases de datos;
presas, niños, asesinadas en Aragón, citadas por los Tribunales de
Responsabilidades Políticas, de los Padrones de Torrero y Predicadores, de
funcionarios y monjas. Incluso de mujeres masonas, pues en la tesina hay un
apartado dedicado a las masonas durante la República y la Guerra Civil. Por último,
están los testimonios de las propias mujeres, eso fue más difícil. Es muy
difícil contactar con la gente, además la mayor parte son muy mayores o han
muerto. Aun así, tuve la suerte de tener cerca algunas personas que pudieron
ayudarme con sus testimonios y a las que les agradeceré siempre los buenos
ratos que hemos pasado juntas hablando del tema. Además, existe un maravilloso
libro, el de Tomasa Cuevas, que como sabes, grabadora en ristre, se recorrió
España grabando el testimonio de muchas mujeres que estuvieron en las cárceles
franquistas. Ha sido muy importante para mi trabajo, pues muchas de ellas
hablan de su paso por Predicadores.
-Amiga,
esta tesis te ha ido muy, muy bien, pero, casi diría, que ya debes de pensar en
investigar otras cosas, otras vertientes, ¿nos puede dar alguna pista?
Bueno, después de tantos años leyendo, escribiendo y hablando
de los mismo, es muy difícil desconectar y te puedo asegurar que siempre se
tiene la sensación de que se puede hacer más, de que se podría empezar otra
vez. Pero hay que superar la tentación, pues llega un momento en que tienes que
seguir adelante. Aún no he empezado ninguna investigación en concreto, pero si
puedo decirte que desde que terminé he asistido a varios congresos y en este
momento estoy preparando otros dos. Pero todavía queda mucho que investigar
sobre la represión de género durante el franquismo y yo pienso seguir en esa
línea. Cada día me interesan más los estudios de género, creo que la voz de las
mujeres se tiene que oír, que ya han sido demasiados siglos de vivir en el
silencio. No es que crea que el trabajo hecho por nuestros hombres no sea
importante. Sino, más bien, que la mirada de las mujeres es absolutamente
necesaria, por diferente, para el relato de la historia que, por cierto, no ha
llegado a su fin.
19572
Las rojas y sus
hijos, víctimas de la legislación franquista. El caso de la cárcel de
Predicadores (1939-1945). Rosa María Aragüés Estragués. Prólogo de
Ángeles Egido León
282 páginas
20.00 euros
Sanz y Torres
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Cazarabet
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44564 - Mas de las Matas (Teruel)
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