La
Librería de Cazarabet Indignado
JOAQUÍN
MIRAS ALBARRÁN OFRECE UNA RIGUROSA Y ESMERADA CRÍTICA DEL REPUBLICANISMO
LIBERAL.
EL
LIBERALISMO CENTRA LAS CRÍTICAS, QUE SE DESMENUZAN ANTE EL LECTOR.
ESTE
LIBRO LO EDITA EL VIEJO TOPO.
LO
QUE NOS DICE LA EDITORIAL SOBRE EL LIBRO:
El Liberalismo ha logrado convertir en sentido común su
concepción de la política. Según la ideología liberal, la política es una
actividad desempeñada por profesionales capacitados por poseer un saber
teórico, que ejecutan una actividad de ingeniería sobre la sociedad a través de
las instituciones gubernativas y de administración del Estado, mediante la ley,
en representación de la ciudadanía.
El Liberalismo ha logrado convertir en sentido común su
concepción de la política. Según la ideología liberal, la política es una
actividad desempeñada por profesionales capacitados por poseer un saber
teórico, que ejecutan una actividad de ingeniería sobre la sociedad a través de
las instituciones gubernativas y de administración del Estado, mediante la ley,
en representación de la ciudadanía. A su vez, la actividad de la ciudadanía se
limita al ejercicio periódico del voto. Alternativa al liberalismo es la concepción
política Republicana, originaria del mundo clásico Mediterráneo –Grecia, Roma,
denominaciones de culturas asentadas en territorios geográficos pertenecientes
a tres continentes, Europa, Asia, África– que se ha sostenido y se ha
reelaborado históricamente, en variantes originales, hasta el presente. Según
la concepción Republicana, una Re pública es una comunidad social, no una
simple suma de individuos. La comunidad social se caracteriza no solo por la
ley, sino, ante todo, por poseer un modo de vida, una cultura material, buen vivir, o ethos, elaborado en común por la ciudadanía,
del cual es orgánica la ley o nomos. La política no es una actividad
restringida a los especialistas, sino que exige la participación permanente,
creativa, de la totalidad de la comunidad de ciudadanos, tanto en la producción
y reproducción del ethos o vivir en común, libre, como en la deliberación
soberana de la ley. Las tareas delegadas a sus servidores y ministros –minister: siervo doméstico– son las de ejecución puntual de
sus acuerdos. Sin la existencia de un Soberano material, compuesto por el
pueblo organizado activo, que delibera sobre el destino de la comunidad, crea
su ethos y legisla su ley, no existe República. En ausencia de estas
características, el uso de la denominación de Republicanismo para definir la
actividad política es una falsificación.
El autor, Joaquín Miras Albarrán:
Joaquín Miras Albarrán (Barcelona,
1953) es presidente de la Asociación Espai Marx. Ha
militado durante casi 30 años en organizaciones políticas comunistas (PSUC,
PCC). Fue director de la revista de teoría política Realitat
entre 1988 y 1999. Ensayista, ha publicado numerosos trabajos de filosofía
política. Joaquín Miras es pues, un representante de la Escuela marxista de
Barcelona, de inspiración comunista.
Sus trabajos:
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=819774
Artículos y demás:
https://www.rebelion.org/autores.php?id=78
http://www.rebelion.org/mostrar.php?tipo=5&id=Joaqu%EDn%20Miras%20Albarr%E1n&inicio=0
Definiciones:
Cazarabet conversa con Joaquín
Miras:
-Joaquín, realizar una “crítica del republicanismo
liberal” , ¿es reflexionar y dar con “el dedo en la llaga” a poco que rasques
con el neoliberalismo?. Ese neoliberalismo, ese
capitalismo desaforado que nos ha llevado a las burbujas y “otros detritos” que
estallaron en lo que llamaron crisis, pero que tiene más forma y fondo de
estafa que de nada más…
-El
neoliberalismo actual es la denominación del expolio, de la desposesión
violenta, del saqueo de los recursos, tanto de propiedad pública como
particular, de las clases populares. Es
delincuencia según las propias reglas del capitalismo, y recuerda lo que explica
Marx que fue la acumulación originaria del capital, no frugalidad, diligencia y
ahorro de los capitalistas, sino látigos, terrorismo, hierros candentes,
“violencia, partera” de la historia. La desposesión y la expulsión de las masas
de las comunidades campesinas de las tierras y recursos mediante los que esas
comunidades habían subsistido. Y esta acción actual mediante la que los
recursos de los impuestos se emplean para cubrir las deudas de los bancos mal
gestionados, y se entrega toda la sociedad a la desregulación del mercado, se
hace, como la del siglo XVI, sin pretensión de elaborar proyecto político, sino
declarando a cara de perro que la política debe someterse al “mercado”, o sea,
al poder.
Por
debajo de este proceso de desposesión
que vivimos, que hace época, y que
implica hacer tabla rasa con el régimen social instaurado en Europa tras
1945, existe el pensamiento denominado
Liberalismo. El Liberalismo es una escuela ideológica, también de reciente creación, pues surge tras
la derrota de las fuerzas populares, democráticas, en Revolución Francesa,
aunque sus raíces ideológicas son un poco anteriores, pues están en los
escritos de los Filósofos Economistas o “Fisiocracia” de la Ilustración. Esta
ideología, orgánica de la burguesía, me
preocupa porque ha calado en la izquierda, se ha convertido en la matriz del
pensamiento político actual, y en la actualidad, cuela como “republicanismo”.
Por ejemplo en las obras de Philip Pettit, y en
general en todo pensamiento político que se quiere progresista y dice
inspirarse en la obra de John Rawls. Hoy día este
pensamiento se presenta a sí mismo como democracia: Liberalismo político es
democracia, régimen representativo es democracia. Pero no hace noventa años,
todavía había la suficiente claridad ideológica como para que quien defendía el
Liberalismo afirmase contundentemente que el Liberalismo es lo opuesto a la
democracia y tuviera que argumentar la defensa del primero descalificando a la
segunda. Estoy pensando ahora en Ortega y Gasset, en un texto que cito en mi
libro.
-Aunque, de momento, aquí por no
tener no tenemos ni República (ya lo dijo Franco que lo dejaba “atado y bien
atado”) y cuando hablo de República no estoy pensando solo en la Monarquía; mis
pensamientos van más allá: estoy pensando en los valores republicanos(una
República va muchísimo más allá de “quitar” la monarquía ,se acerca más a
intensificar y ahondar en la igualdad de los ciudadanos y ciudadanos, el valor
de la justicia, la fraternidad entre los pueblos, la libertad de los individuos)Coméntanos,
por favor.
-El
republicanismo es una tradición de pensamiento originaria del Mediterráneo.
Surge como reflexión o filosofar a partir de las luchas, la praxis, de los
pobres y explotados de las polis, de las comunidades. Aparece en Asia Menor, en las islas del mar Jónico.
Se continúa en Roma, y buena parte de los grandes autores del periodo romano
fueron africanos. Este legado, reflexión sobre la praxis mediante la que se
constituyeron las comunidades libres republicanas, se sostiene en la actualidad
como legado escrito. Un legado que nada tiene que ver con el mundo que
denominamos Europa; al contrario, y como podrá comprobar el lector, este legado
es repudiado en ese territorio geográfico dominado por el Liberalismo.
Creo
que hay cuatro elementos que nos permiten definir lo que es el pensamiento
republicano que pueden ayudarnos a comprenderlo: En primer lugar, su ontología
constitutiva, o antropología filosófica,
una concepción sobre lo que constituye al ser humano; y otras tres
nociones más: Comunidad. Ethos. Soberanía…
Para
la tradición, desde, por ejemplo, Aristóteles a Rousseau y Robespierre;
desde Hegel, a Marx, y Gramsci –el lector encontrará argumentación razonada sobre
estos nombres, además de citas, en el libro- la concepción común, compartida,
sobre el ser humano es la de que la comunidad es una unidad superior a la suma
de las individualidades que la componen. Dicho técnicamente: Prioridad
ontológica de la comunidad sobre el individuo. Es la comunidad como totalidad
la que puede crear la cultura material,
el saber hacer, que posibilita la vida de cada individuo humano. El individuo
se auto construye, constituye su subjetividad, sus necesidades, se educa, -paideia- gracias a la cultura práctica, al saber hacer,
creado por la comunidad. La comunidad es la que hominiza
y humaniza, filogenéticamente y ontogenéticamente, al
ser humano. No hay humanidad sin comunidad. Por el contrario, para el
Liberalismo, y para el pensamiento político que corre como republicano,
“sociedad” es la denominación nominalista del conjunto de individualidades preconstituidas por
una Racionalidad innata, universal, preexistente, previa a toda relación
social, que las impele a una forma de hacer individual, también universal,
egoísmo, intereses naturales, propietarismo privado,
competitividad, afán de lucro, pulsión al comercio en el mercado etc. ... ya
vemos qué ideología la inspira. El segundo rasgo fundamental de toda comunidad,
inseparable de de la ontología antropológica
republicana, es la comunidad y su
concreto ordenamiento, esto es las relaciones sociales entabladas que regimentan la religación entre los individuos y entre
estos, su actividad comunitaria, y los productos y objetivaciones de la misma.
Por ello el control en común sobre estas relaciones constitutivas del orden
comunitario por parte de la ciudadanía, es una de las condiciones sine qua non
hay república. Las relaciones sociales entre ciudadanos deben ser igualitarias.
Esta
comunidad, que es comunidad de actividad,
elabora en común el saber hacer y el saber vivir, la cultura material de
vida, los saberes prácticos, mediante los que se produce y reproduce la vida.
Lo que es denominado por la tradición “ethos” y “costumbres”, indistintamente.
El ethos es la segunda res, que debe ser
objeto de común deliberación y control público, sin el cual tampoco existe res
publica.
La
vida del ciudadano, la igualdad de acceso a los bienes, su autodesarrollo
personal, sus expectativas, dependen precisamente, de saber hacer práctico que
la antropología cultural denomina “cultura”, y que la tradición republicana
denomina ethos, y también, “costumbres” –o moeurs- ,
o sittlichkeit en alemán, -de sitte,
costumbre-; eticidad, -y eticità,
en italiano-. Sin un ethos republicano, cuya producción esté controlada por la ciudadanía, no existe
república.
Para
el Liberalismo, sin embargo, todo lo
atinente al vivir, al ethos es “vida privada” y no puede ser objeto de
deliberación pública ni de política. Como vemos, la mayoría de los autores, y de los textos que actualmente se
presentan como teoría republicana, parten del individualismo antropológico y de
la Acción Racional, no consideran la república como comunidad de vida, y ni tan
siquiera mencionan el ethos: porque son
Liberalismo.
La
soberanía res publicana exige, además del control
soberano sobre la comunidad ética, la no
delegación de la elaboración de la ley. Se puede delegar la función
gubernativa; puede haber gobierno formado por representantes, pero no leyes elaboradas
por representantes. Precisamente este imperativo constituye el origen de las
“Asambleas Primarias”, que aparecen en los procesos revolucionarios en los que
se surge la Edad Contemporánea, del Consejismo y del
Asamblearismo.
Las
Asambleas Primarias son el instrumento que permite el ejercicio de la
magistratura legislativa a la ciudadanía en comunidades formadas por muchos
millones de habitantes. La Asamblea Primaria se convoca en un lugar próximo,
comarca, comuna, para deliberar y votar
en asamblea las leyes redactadas por un comité de redacción. Por ejemplo, en la
constitución francesa del año ll, la Convención, que a nosotros nos parece un parlamento, es
en realidad el órgano de gobierno puesto que elabora los “decretos”, y es, a la
par, un comité de redacción de leyes, que
luego debían ser publicadas en la Gaceta y votadas en las asambleas primarias,
por una comunidad de 25 millones de habitantes.
En
un orden político republicano, también el ejecutivo debe ser controlado, y
juzgado, al terminar su mandato. Un
poder ejecutivo que no es controlado y no debe rendir cuentas tras su gestión,
domina a los ciudadanos. Y aunque sea elegido mediante voto, no es un ejecutivo
republicano; ese régimen es una monarquía electiva, o una poliarquía elegida,
en la que el poder real se lo reparten minorías que someten a los ciudadanos.
Un
pueblo que en los pocos minutos de libertad obtenidos cada cuatro años tan solo
se dedica a elegir representantes, mediante el voto, no merece ser libre: la
frase es de Rousseau, no mía, ni de Marx.
Ahora
ya tenemos los trazos centrales del pensamiento republicano.
Con
todo, no toda república era una democracia. Una república democrática es una
comunidad en la que el poder lo ejercen los pobres –los pobres: lo dice
Aristóteles, y lo dice Platón; el lector podrá encontrar las citas en el libro-
y en el que los pobres instauran el vivir y la ley. Podía haber repúblicas
aristocráticas, en las que los ciudadanos eran una parte minoritaria y rica de
la sociedad –Venecia, las ciudades de la Liga Hanseática, Berna...-, pero
siempre, en toda república, todo ciudadano, era verdaderamente ciudadano:
ejercía dominio en comunidad sobre todos esos ámbitos comunitarios señalados.
Por
tanto, existe república, y república democrática, cuando la mayoría de la
comunidad social, que está constituida por las clases explotadas, por nosotros,
los subalternos, ejercemos el poder en estos tres ámbitos y, en la medida en
que lo ejercemos, en esa misma medida, existe república.
Y,
desde el punto de vista demo republicano,
existe lucha por una república democrática en la medida en que existe un
movimiento organizado de masas que ejerce presión para controlar estos tres
ámbitos de la comunidad: relaciones sociales, ethos y ley y representantes
electos. Democracia es el nombre de un movimiento de masas organizado. Se echa
de ver con claridad, una vez se enuncia cuáles son los constituyentes de una
comunidad sin cuyo control por la ciudadanía ésta no es república, cosa
pública, que estas cosas, estos asuntos no pueden ser delegados en representantes,
el control se ejerce “desde dentro” de la actividad, desde sus microfundamentos, que son la vida cotidiana, la actividad
cotidiana de la gente, de nosotros.
-Últimamente se habla mucho de politología, de los
estudios en torno a la política,
tendencias, etc.…,pero en realidad, cuando uno se mete en política, por mucho
que “tire” de esos estudios, reflexione y demás…hay que hacer frente a los
problemas diarios , quizás “tirando” mucho más de la práctica ¿no?
-Jamás
para el republicanismo la política ha sido asunto de episteme,
de ciencia. Sino que es considerada un saber hacer que la ciudadanía desarrolla
experiencialmente, por participación en las
deliberaciones, en la praxis política de la comunidad, que genera dominio
ciudadano sobre el ethos, en el ejercicio de las magistraturas fundamentales:
deliberar la ley, formar jurados.
La
ciencia no puede prescribir lo que se debe hacer, puesto que su cometido es
explicar lo existente, no “adivinar” lo
aún inexistente o lo que sería adecuado para conseguir fines nuestros que, si
lo son, es porque no se dan en la realidad. La ciencia no investiga sobre lo
inexistente. No puede. Por eso la tradición explica que el pensamiento político
no es ciencia, sino “Frónesis”, sentido común
enriquecido por la práctica en común y su experiencia.
Además,
y esta es la razón primordial, la política es asunto de poder. De poder hacer,
de capacidad de control sobre la actividad. Sobre la nuestra misma, puesto que
los explotados somos la inmensa mayoría y somos por tanto quienes creamos el
hacer que produce materialmente a la comunidad, desde nuestra vida cotidiana.
Un hacer nuestro, cotidiano, que no
controlamos nosotros, sin embargo. El fundamento de la política es, en
consecuencia, no la elaboración de habilidades tecnológicas de gestión, para intervenir sobre un objeto que no es
sino nosotros mismos y nuestra capacidad de hacer en comunidad, precisamente
porque nosotros no somos artefacto, objeto. Sino la creación de una verdadera
voluntad, -ciencia/voluntas- o capacidad real de
control en común sobre la actividad, que nos permita ser sujeto dirigente de
nuestro propio hacer común; y esto se logra solo mediante la organización de la
mayoría para controlar democráticamente el plexo de microorganizaciones
en las que nos integramos para actuar, y que constituyen los microfundamentos de la vida cotidiana. Si poder es
capacidad de control sobre la actividad común, poder democrático es capacidad
de control sobre la actividad de la comunidad que integramos, del conjunto de micro
comunidades que integramos o de las que utilizamos.
Sin
esta capacidad de control sobre la realidad, los mismos políticos profesionales
representantes nuestros –yo preferiría que fuesen delegados, mandatados, no
“representantes”, no “tutores nuestros”, porque esto último no es compatible
con la república- son impotentes, carecen de fuerza cuando se tienen que
enfrentar con la capacidad de control sobre la actividad –la realidad- que
posee el capitalismo, la burguesía.
Ese otro tipo de concepción política que se
declara basada en el dominio de saberes no accesibles a la mayoría, ciencia, es
la concepción política del Liberalismo, esto es el gobierno de “los mejores”
–los aristoi, la aristocracia del conocimiento-, de
las “minorías selectas”. Es la teoría de elites liberal, justificada mediante
la variante ideológico filosófica del positivismo científico, continuada por la
escuela neopositivista y la analítica, todas las cuales son cientifistas
y parten de la ciencia como noción que les permite discriminar quién “sabe” de
política, quién es “clérigo”, y quién es lego. Pero es teoría de elites,
simplemente. Elitismo.
-Bueno, todo viene a responder un poco a aquello de que hay que
“repensar la política, refundar la izquierda”; con esta reflexión escribiste un
libro, también para El Viejo Topo…..para ello, amigo, ¿hemos hecho tarde? ,¿“esa nueva izquierda” o parte de ella sí que está en el
camino correcto?
-El
lector ya se ha percatado en estas pocas líneas de que este tipo de cuestiones
no se encuentra en el debate público actual. El anterior libro no tuvo
repercusión en el debate político real. Tampoco había condiciones. Sí era
posible en aquel momento extraer conclusiones de la historia vivida y, desde
luego, rescatar y repensar el legado político clásico, el procedente del
periodo clásico, y el de sus sucesivas reelaboraciones, siempre vinculados a
luchas sociales y procesos de creación de poder por parte de los explotados.
Pero no había movilización popular. Los aparatos políticos, el grupo de gentes
que controlan verdaderamente las fuerzas políticas existentes, con muy honrosas
excepciones, no son precisamente los más aptos para registrar y elaborar
experiencia; ni para leer y reflexionar –la maquinación absorbe todo el
tiempo- , ni son precisamente partidarios de renovaciones; para ser benévolos
digamos que el principio orientador del político profesional es el ignaciano “En tiempo de tribulación, no hacer
mudanza” –completado por: en tiempo de bonanza, no tiene sentido hacerla- .
Sólo
la movilización social, la generación de nueva experiencia en la gente y,
consiguientemente, de nuevos
interrogantes, es lo que puede hacer que las elaboraciones que tratan de dar
cuenta del pasado inmediato, de enlazar con nuestras tradiciones intelectuales,
y de repensar la política, tengan acogida. Siempre el nuevo pensamiento
político se abre paso de la mano de nueva movilización democrática.
Para
responder a tu pregunta en concreto y que no parezca que escabullo el bulto. En
la actualidad, está surgiendo una nueva izquierda, se produce una saludable
regeneración moral en parte de la izquierda –en lo que era izquierda antes, más
allá de sus propias declaraciones-, y se produce la deseada unificación de
fuerzas verdaderamente de izquierdas, no neoliberales. Esto es valioso. Pero las fuerzas políticas
de izquierdas, las emergentes y las reconstituidas, no salen del proyecto
político como gestión desde las instituciones.
De
hecho, todo está recomenzando. Para situarnos bien y no ser pesimistas, o ultra
escépticos, debemos dar la vuelta, poniéndolo en positivo, a lo primero que he respondido en este
apartado, y recordar que las novedades en la izquierda son consecuencia, no
causa, de los cambios que impulsamos los subalternos con nuestra participación
y que, como consecuencia de la misma, se han producido también en nosotros
mismos: en la sociedad, que impulsó la movilización ciudadana que irrumpe en el
2011. En la medida en que hagamos que la movilización tome bríos nuevamente,
prospere, y hagamos que nosotros mismos generemos en nosotros mismos nueva
capacidad de control sobre nuestra actividad, y nueva experiencia respecto de
esto, es posible que surjan en nosotros
mismos nuevos interrogantes al hilo de la experiencia de organización y
movilización, y que este tipo de reflexión se nos haga necesaria. En ese caso, también nuestros servidores
públicos –“ministro” quería decir “esclavo”, “ministril”, servidor- irán
asumiendo lo que nosotros vayamos
aprendiendo y deliberando en común. La actual fuerza, poca, que poseen los
partidos, que posee Unidos Podemos, es resultado de nuestra lucha, de nuestra
movilización previa. La movilización no ha sido el resultado de su constitución
como fuerzas políticas y de su discurso lingüístico, a pesar de que esa es una
idea extendida entre gran parte de los cuadros políticos. Ellos son la
consecuencia de la movilización. Y una movilización que crezca los modificará,
a la par que nos modificará a nosotros y modificará creativamente el pensamiento político.
-¿Qué problemas debe
resolver la izquierda, desde dentro, para afrontar, paso a paso, un retorno a
los valores básicos de aquello que a uno le hacía decir ”sí,
soy de izquierdas” , sin sentir mucha desazón…?
-En lo
ideológico, en lo filosófico, declarar que la igualdad es el valor fundamental
de orientación de todo nuestro quehacer político. Y que su horizonte es una
sociedad de iguales. La igualdad, la libre igualdad, es el valor de las masas
democráticas, populares, de la Revolución Francesa, el que las impulsa a la
lucha político social, las lleva a tratar de protagonizar la vida política,
y precisamente con ello, se constituye
la Edad Contemporánea. El novum de la
Contemporaneidad. Nuestro horizonte intelectual, es ese, el del reino de la
libertad –Hegel dixit, en Fenomenología
del Espíritu, en Principios de
filosofía del derecho…- de la igual
libertad, libertad que solo se da entre iguales, que nosotros denominamos
socialismo. Y debemos decirlo sin temores.
Políticamente,
debemos vencer la impaciencia, la impaciencia política, lo que implica
reconocer que todo proyecto depende de la capacidad, del poder de control que
se posee sobre la realidad: todo fin o “causa final”, incluso el aparentemente
más modesto, está en relación con el poder hacer o “causa eficiente” que se
posea, está en relación con nuestra capacidad para imponerlo. No en relación
con el intelecto excepcional de unos dirigentes. Por tanto se trata de tener
claridad de ideas y saber que el propósito político fundamental, inmediato,
debe ser ayudar a crear una “causa eficiente”, un poder de control sobre la
propia actividad, desde la vida cotidiana, constituido por la organización de
la mayoría de la gente para ejercer la democracia. Se trata de ayudar a que los
explotados nos constituyamos en Sujeto común, en Bloque social organizado que
domine el hacer que nosotros mismos generamos, y a partir del mismo, a partir
de esa fuerza auto creada en nosotros, se trata de que vayamos imponiendo el destino a nuestra
comunidad, como hace el verdadero Soberano; solo eso es República, cosa
pública. Este es un proceso, no algo que se consigue de inmediato, el proceso
de la democratización de la vida cotidiana. Pero no hay atajos. Esto exige
Paciencia.
La
Paciencia y la praxis política desde nuestra vida cotidiana para controlar
nuestra propia actividad son dos elementos modestos, si se considera bien, nada
épicos, nada “trascendentales”, nada desesperantes por tanto. Un proceso que
exige de todos nosotros, pero que no reclama sobresfuerzos prometeicos de nadie. Prometeo no existe, ni
nos redimirá. En consecuencia, también hay que reclamar el valor de la
Modestia. La modestia, el sentimiento de pertenecer a una comunidad y a una
lucha de tiempo largo, que ha tenido continuidad gracias a la participación
anónima de tantos que nos han precedido, es un valor fundamental e histórico
del movimiento de los subalternos y ha constituido parte de su tradición. La
Amistad –fylia- es el tercer valor republicano
democrático, popular, a practicar. La amistad, el sentimiento de copertenecer, de que los explotados somos una comunidad,
valor al que Aristóteles dedica nada menos que dos capítulos de su Ética nicomáquea,
y él si sabía de lo que hablaba; ése es, también, un valor que es fundamental
para crear un sujeto comunitario. Y por supuesto, la honestidad, la probidad,
sin la que no hay izquierda.
23587
Praxis política y
Estado Republicano. Crítica del republicanismo liberal. Joaquín Miras Albarrán
230 páginas 15 x 21,5 cms.
19.00 euros
El Viejo Topo
El Liberalismo ha logrado
convertir en sentido común su concepción de la política. Según la ideología
liberal, la política es una actividad desempeñada por profesionales capacitados
por poseer un saber teórico, que ejecutan una actividad de ingeniería sobre la
sociedad a través de las instituciones gubernativas y de administración del
Estado, mediante la ley, en representación de la ciudadanía. A su vez, la
actividad de la ciudadanía se limita al ejercicio periódico del voto.
Alternativa al liberalismo es la concepción política Republicana, originaria
del mundo clásico Mediterráneo –Grecia, Roma, denominaciones de culturas
asentadas en territorios geográficos pertenecientes a tres continentes, Europa,
Asia, África– que se ha sostenido y se ha reelaborado históricamente, en
variantes originales, hasta el presente. Según la concepción Republicana, una
Re pública es una comunidad social, no una simple suma de individuos. La
comunidad social se caracteriza no solo por la ley, sino, ante todo, por poseer
un modo de vida, una cultura material, buen vivir, o
ethos, elaborado en común por la ciudadanía, del cual es orgánica la ley o
nomos. La política no es una actividad restringida a los especialistas, sino
que exige la participación permanente, creativa, de la totalidad de la
comunidad de ciudadanos, tanto en la producción y reproducción del ethos o
vivir en común, libre, como en la deliberación soberana de la ley. Las tareas
delegadas a sus servidores y ministros –minister:
siervo doméstico– son las de ejecución puntual de sus acuerdos. Sin la
existencia de un Soberano material, compuesto por el pueblo organizado activo,
que delibera sobre el destino de la comunidad, crea su ethos y legisla su ley,
no existe República. En ausencia de estas características, el uso de la
denominación de Republicanismo para definir la actividad política es una
falsificación.
Joaquín Miras Albarrán (Barcelona, 1953) es
presidente de la Asociación Espai Marx. Ha militado
durante casi 30 años en organizaciones políticas comunistas (PSUC, PCC). Fue
director de la revista de teoría política Realitat
entre 1988 y 1999. Ensayista, ha publicado numerosos trabajos de filosofía
política. Joaquín Miras es pues, un representante de la Escuela marxista de
Barcelona, de inspiración comunista.
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