La
Librería de El Sueño Igualitario
Lo que
nos explica la editorial Pamiela, desde la pluma de
Fernando Mendiola:
El libro realiza un viaje desde el
silencio y la desmemoria al reconocimiento social y la demanda de justicia,
para que se conozca la experiencia de los centenares de toledanos que fueron
trasladados al Pirineo navarro para trabajar en carreteras y fortificaciones de
frontera.
Se parte de los listados conservados en el
Archivo Municipal de Lesaka de los integrantes de los
Batallones de Trabajadores y Batallones Disciplinarios de Soldados
Trabajadores. Centenares de nombres que transcribieron, digitalizaron y
pusieron a disposición pública en internet los miembros de la asociación
navarra Memoriaren Bideak.
Desde ese listado, el autor inicia un recorrido por localidades como El
Romeral, La Villa de Don Fadrique o Escalonilla,
donde ha contactado con familiares de los toledanos castigados a trabajar en la
carretera de montaña que une Lesaka con la localidad
guipuzcoana de Oiartzun.
Estas nuevas aportaciones permiten avanzar
colectivamente en el conocimiento historiográfico y en las políticas públicas
de la memoria, y sería lógico que la carretera del Pirineo occidental, y quizás
de todo el Pirineo, que más cautivos requirió para su construcción, sea
señalizada desde Lesaka y desde Oiartzun,
de modo que quienes la recorren para disfrutar de los paisajes y rincones de Aiako Harria sepan que forma
parte del universo represivo franquista.
El autor del libro, Ángel Organero:
Es
graduado en Historia por la Facultad de Letras de Ciudad Real (UCLM) y ha
realizado en ese mismo centro el Master en
Investigación en Letras y Humanidades. Actualmente prepara una tesis doctoral
sobre la toledana prisión de Ocaña desde su fundación, en tiempos de la
Restauración, hasta el franquismo, bajo la dirección de Pedro Oliver Olmo
(UCLM).
Pertenece al Grupo de Estudios sobre la Historia de la Prisión y las
Instituciones Punitivas (GEHPIP), colectivo interuniversitario en el que colaboran
investigadores vinculados a la UCLM, UCM, UPNA, UPV, UB y Adelphi
University (NY), para desarrollar, entre otras
iniciativas, proyectos de investigación vinculados a planes oficiales de ámbito
estatal o autonómico.
Cazarabet conversa con Ángel Organero
Merino:
-Ángel, ¿por qué decidiste
dedicarle un libro a los cautivos toledanos en Navarra? ;¿Sufrieron de alguna
manera en particular la represión y el paso por prisiones y campos de trabajo?
-La
iniciativa para la elaboración de este libro partió de un interés personal en
el estudio de la represión franquista durante la Guerra Civil y la posguerra en
trabajos forzados y campos de concentración. Esta investigación comenzó en un
principio como un trabajo de fin de máster, previo a la elaboración de la tesis
doctoral, que posteriormente he completado y ampliado para publicarlo y dar a
conocer el papel de los toledanos destinados a trabajos forzados en Navarra
durante la posguerra. La decisión de profundizar concretamente en la Provincia
de Toledo se debe en gran medida a la importante represión sufrida en este
territorio, ya que fue la provincia que más trabajadores cautivos envió a la
carretera que investigo en mi libro -la que une la localidad navarra de Lesaka con Oiartzun, en Gipuzkoa- y al Pirineo navarro en general. Además, otra de
las principales motivaciones para este estudio es que vivo en una localidad
toledana, La Villa de Don Fadrique, afectada en gran
medida por la represión franquista en campos de trabajo, al igual que muchos
municipios cercanos, que enviaron un número bastante elevado de jóvenes
republicanos represaliados al Pirineo navarro.
-¿Qué importancia tuvo Navarra en los campos de
trabajo y castigo del franquismo?
-La
Provincia de Navarra tuvo un protagonismo muy destacado en cuanto a las obras
llevadas a cabo mediante trabajo forzado en su territorio, con numerosas
infraestructuras construidas por mano de obra cautiva sobre todo en la
posguerra. Esto se debe principalmente a la aplicación por parte del régimen
franquista del denominado “Plan de Defensa de los Pirineos”, que dio paso a la
construcción de kilómetros de carreteras, trincheras y fortificaciones con una
función estratégica, de cara a defender la frontera con Francia. Estas obras se
llevaron a cabo sobre todo en Navarra -y en menor medida en Gipuzkoa
y Vizcaya-, empleándose entre 1939 y 1945 unos 21000 prisioneros en estas
tareas, encuadrados en su mayoría en los denominados Batallones Disciplinarios
de Soldados Trabajadores (BDST). Por tanto, en Navarra trabajó un volumen muy alto
de cautivos, especialmente en la construcción de carreteras, destacando en este
sentido la que une Lesaka con Oiartzun,
donde trabajaron entre 4000 y 5000 prisioneros como esclavos del régimen
franquista.
-Seguramente que mucho del actual
capital privado se benefició de todo aquello, de aquellos campos de castigo y
trabajo, de mano de obra gratuita, explotada, maltratada…
-En
efecto. Muchas de las infraestructuras que utilizamos a día de hoy fueron
construidas por el régimen franquista en todo el territorio español
aprovechando la mano de obra forzada. Un ejemplo es la carretera investigada en
mi libro, que además suele ser receptora de turismo de montaña. También la
Iglesia y numerosas empresas privadas se lucraron a través de la mano de obra
cautiva, empleando trabajadores forzados mediante acuerdos con el régimen a
coste muy bajo.
En este
sentido, y haciendo referencia a las infraestructuras públicas, hasta hace
pocos años no había señalización alguna que recuerde que muchas de ellas fueron
construidas por mano de obra esclava. Sin embargo, este hecho se ha solventado
en mayor o menor medida en algunos lugares, y por ejemplo en el caso de la
carretera entre Lesaka y Oiartzun
hay una placa en un albergue cercano al túnel de Aritxulegui
que homenajea a los prisioneros que abrieron la carretera. De todos modos,
queda aún mucho camino por recorrer en este sentido, y muchas obras públicas
construidas por prisioneros del franquismo todavía silencian su tortuoso
pasado.
-¿Cómo fue el proceso de documentación para la
elaboración de este libro?
-La
investigación que da lugar a este libro ha bebido de varias fuentes. En primer
lugar, partió de un listado con todos los trabajadores forzados empleados en Lesaka en la posguerra -obtenido de su archivo municipal-
que me cedió la asociación Memoriaren Bideak, cuyos miembros recopilaron y digitalizaron toda la
información. A partir de esos datos, que incluían el nombre y apellidos de cada
cautivo, además de su localidad de origen, se investigó a estos prisioneros a
través de la documentación de los archivos municipales de diferentes
localidades toledanas y de los expedientes personales que se localizan en el
Archivo General Militar de Guadalajara. El empleo de esta información me ha
permitido conocer las particularidades del paso de los cautivos por los
batallones de trabajo forzado, y también analizar en profundidad la burocracia
generada en las localidades toledanas para la clasificación de su población de
cara a la formación de los batallones de trabajo. Esto último supone una de las
principales novedades que aporta esta investigación, y permite estudiar a los
represaliados en trabajos forzados a partir de sus localidades de origen, donde
fueron clasificados todos ellos como “desafectos al régimen”, permitiendo conocer
el impacto de esta represión en las familias de los cautivos y sus municipios.
Además, la información de los prisioneros con nombres y apellidos también me ha
permitido ponerme en contacto con algunos familiares y conocer así realidades
de los campos de trabajo que no pueden ser investigadas en la documentación,
como las duras condiciones de vida, trabajo y disciplina que tuvieron que
sufrir los cautivos toledanos enviados a trabajos forzados a Navarra.
-¿Cómo fuiste trabajando aquellas historias que
iban surgiendo, cómo ibas tirando del hilo…? (cuéntanos un poco la metodología
de trabajo que seguiste)
-Esta
investigación ha resultado tan difícil en algunos momentos como apasionante. Me
centraré para mi respuesta en la obtención de testimonios orales, el proceso
más arduo y gratificante para conseguir información entre los que he llevado a
cabo. Desde el principio había que tener en cuenta que en 2012, cuando comencé
esta investigación, era prácticamente imposible localizar a algún cautivo con
vida, ya que la gran mayoría de los investigados por el listado de Lesaka nacieron en 1915. Por ello, la búsqueda debía estar
dirigida a localizar familiares de los prisioneros. Para conseguirlo, me serví de las Páginas Blancas, buscando en
las localidades de origen de los prisioneros a sus posibles descendientes que
compartieran los mismos apellidos, para posteriormente contactarlos
telefónicamente y por correo. Este proceso fue bastante complicado, ya que por
ejemplo muchos familiares residen fuera de estas localidades a día de hoy.
Aunque no todo fueron dificultades, ya que en ocasiones encontré a algunos
descendientes indirectamente mientras buscaba a otros o a través de contactos.
Una vez localizados los familiares, surgieron otros problemas, como el
desconocimiento de información acerca del paso por los trabajos forzados por
parte de los hermanos, hijos o nietos de los represaliados (muchos decidieron
no contar nada de lo sucedido para ahorrar sufrimiento a su familia), o la
reticencia a tratar estas temáticas debido a la división social que aún
reverbera en nuestro país y el doloroso recuerdo de la Guerra Civil y la
posguerra. Sin embargo, la mayor parte de las respuestas fueron positivas y
útiles, y tras todo este proceso de investigación pude realizar varias entrevistas
y obtener testimonios –además de documentos y fotografías- muy significativos,
que se reproducen en mi libro y dan buena cuenta de la dura realidad que supuso
el día a día para los toledanos cautivos en los batallones de trabajo en
Navarra.
-El escarmiento fue un arma que
se utilizó mucho en la guerra, también el miedo, las amenazas y el chantaje….
¿también lo utilizaron en los batallones de castigo y trabajo?
-Por
supuesto, la violencia física y moral fue empleada sistemáticamente contra los
prisioneros represaliados en los batallones de trabajo. No en vano, el miedo y
la represión a los “vencidos” en la Guerra Civil fue uno de los pilares sobre
los que se sustentó el régimen de los sublevados vencedores del conflicto. Los
batallones tenían dos finalidades principales: la meramente práctica, de cara a
explotar una mano de obra barata y numerosa; y una finalidad moral, con el
objetivo de reeducar en los valores del franquismo a los prisioneros
republicanos para ser ciudadanos de la “Nueva España”, y “redimirlos” por su
trabajo. Para conseguir estos fines, los cautivos soportaron durísimas
condiciones en los batallones, con largas y extenuantes jornadas de trabajo de
sol a sol, unidas a una extrema escasez de alimentos, un alojamiento precario y
unas condiciones higiénicas muy deficientes. Además, las humillaciones, las
palizas y otros castigos físicos estaban a la orden del día, algunos muy duros
como cargar con un saco de 50 kg a la espalda todo el día. A todo ello se unía
que el intento de huida de los batallones estaba penado con el fusilamiento. La
situación física y anímica de los prisioneros era ínfima, y muchos de ellos
murieron durante su estancia en los batallones de trabajo.
-Las cárceles, los batallones y los campos de
trabajo eran una especie de centro neurálgico en el que se entremezclaban
culturas, miradas, hombres….y los vínculos que dejaban fuera. ¿Cómo lo ves
desde la distancia y la perspectiva de haber trabajado este tema…?
-En los
Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores, las unidades de trabajo
forzado más empleadas por el régimen franquista en la posguerra y que son
objeto de estudio en mi investigación, el perfil general de los prisioneros
presentaba bastantes similitudes, por lo que sus vidas tenían mucho en común.
En el caso de los toledanos investigados en mi estudio, se trataba de jóvenes
empleados en labores agrarias y solteros en su gran mayoría. Casi todos
participaron en la Guerra Civil, muchos como voluntarios, y además eran
simpatizantes de la izquierda y un gran número de ellos militantes de partidos
políticos y organizaciones juveniles.
Además,
las vidas de todos los represaliados que sufrieron el paso por los trabajos
forzados cambió para siempre, al igual que sucedió con sus familias. Los
batallones de trabajo eran lugares en los que se entremezclaban prisioneros con
orígenes muy diversos dentro de la geografía española, siendo muchos de ellos
naturales de provincias muy alejadas a la zona de trabajo a la que fueron
destinados. Un claro ejemplo es el caso de los cautivos toledanos que fueron
destinados a la construcción de la carretera Lesaka-Oiartzun,
entre Navarra y Gipuzkoa, a muchos kilómetros de sus
hogares. Sus familias vieron como estos jóvenes eran represaliados con dureza,
y ellos mismos, ya que perdían a un miembro importante de la casa, en ocasiones
al padre de familia, siendo las mujeres quienes debían trabajar para mantener a
sus hijos. Además, tras terminar los trabajos forzados, todos estos cautivos
regresaron a sus localidades de origen y estuvieron controlados por la
dictadura, teniendo que pasar una revista anual ante las autoridades del
régimen hasta bien pasados los años 50. Toda esta experiencia represiva fue muy
traumática para los prisioneros y provocó que el silencio y la sumisión se
apoderaran de sus vidas durante el franquismo e incluso tras la Transición, que
obvió en gran medida la necesaria reparación de muchos de los delitos y
humillaciones cometidos por el régimen franquista.
20670
Batallón de pico y pala: cautivos
toledanos en Navarra (Lesaka, 1939-1942). Ángel Organero
176 páginas
16,00 euros
Pamiela
El libro realiza un viaje
desde el silencio y la desmemoria al reconocimiento social y la demanda de
justicia, para que se conozca la experiencia de los centenares de toledanos que
fueron trasladados al Pirineo navarro para trabajar en carreteras y
fortificaciones de frontera.
Se parte de los listados conservados en el Archivo Municipal de Lesaka de los integrantes de los Batallones de Trabajadores
y Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores. Centenares de nombres que
transcribieron, digitalizaron y pusieron a disposición pública en internet los
miembros de la asociación navarra Memoriaren Bideak. Desde ese listado, el autor inicia un recorrido por
localidades como El Romeral, La Villa de Don Fadrique
o Escalonilla, donde ha contactado con familiares de los toledanos castigados a
trabajar en la carretera de montaña que une Lesaka
con la localidad guipuzcoana de Oiartzun.
Estas nuevas aportaciones permiten avanzar colectivamente en el conocimiento
historiográfico y en las políticas públicas de la memoria, y sería lógico que
la carretera del Pirineo occidental, y quizás de todo el Pirineo, que más
cautivos requirió para su construcción, sea señalizada desde Lesaka y desde Oiartzun, de modo
que quienes la recorren para disfrutar de los paisajes y rincones de Aiako Harria sepan que forma
parte del universo represivo franquista.
FERNANDO MENDIOLA
Ángel Organero Merino
Es graduado en Historia por la Facultad de Letras de Ciudad Real (UCLM) y ha
realizado en ese mismo centro el Master en
Investigación en Letras y Humanidades. Actualmente prepara una tesis doctoral
sobre la toledana prisión de Ocaña desde su fundación, en tiempos de la
Restauración, hasta el franquismo, bajo la dirección de Pedro Oliver Olmo
(UCLM).
Pertenece al Grupo de Estudios sobre la Historia de la Prisión y las
Instituciones Punitivas (GEHPIP), colectivo interuniversitario en el que
colaboran investigadores vinculados a la UCLM, UCM, UPNA, UPV, UB y Adelphi University (NY), para
desarrollar, entre otras iniciativas, proyectos de investigación vinculados a
planes oficiales de ámbito estatal o autonómico.
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