La Librería de El Sueño Igualitario

Cazarabet conversa con...   Luis Antonio Palacio Pilacés, autor de "Tal vez el día. Aragoneses en la URSS (1937-1977). El exilio y la División Azul" (Comuniter)

 

palacio2.jpgpalacio1.jpgUna extraordinaria historia de aragoneses que marcharon al exilio de URSS a la División Azul…desde la magnífica narración de Luis Antonio Palacio Pilacés.

Dos tomos descansan sobre el lado izquierdo de mi escritorio, se trata de los dos tomos que engullen las historias de los aragoneses en la URSS   y  en la División Azul…y estas historias, nos las cuenta y descubre, para todos nosotros, Luis Antonio Palacio Pilacés desde su exquisita pluma. Una pluma nada barroca, pero muy sosegada, esforzada y que trabaja minuciosamente los temas que, sobretodo, tienen a ver con la investigación histórica….Tiene, Palacio Pilacés una sensibilidad especial  para acercarse a aquella época solitaria y empolvada a la que hay “cierto miedo” a acercarse porque siempre se descubren o se recuerdan verdades que duelen, pero que debemos afrontar para poder mirar nuestro pasado con dignidad y seguir adelante con esa “enseñanza”…Esto es lo que trata de hacernos llegar, siempre, Palacio Pilacés y lo consigue….si no lo conocen o no se han acercado, nunca , a alguna de sus publicaciones, no lo duden ni un instante, háganlo…

Respecto a esta obra: pues si quieren saber más y mejor de los aragoneses que marcharon al exilio, que se fueron a URSS o que formaron parte de la División Azul…si quieren saber más de todos ellos, éste es su libro, como les decíamos, bien escrito, sin grandes pretensiones, pero muy bien escrito y expuesto…podríamos entrar en redundancias y empezar a decir que el libro es imprescindible, preciso y esto y aquello….no lo haremos: lo aconsejaremos desde la sinceridad que nos trae el conocimiento  de los editores, del escritor y de un tema que nos fascina, la historia..El resto, deben ponerlo ustedes de su cosecha porque leer este libro es casi toda una proeza que les enriquecerá (son los tomos con un total de 1028 páginas) que les llenará el alma , pero que también os entretendrá porque cada historia, muy a su manera, es una aventura…y una manera de concebirla y acogerla.

Lo que nos dice la editorial sobre el libro…

Transcurridos más de setenta años desde el final de nuestra contienda civil, mucho se ha escrito sobre los innumerables compatriotas que hubieron de buscar refugio en una sombría Europa que se deslizaba inexorablemente hacia el desastre. Bien conocida es la tragedia sufrida por quienes tuvieron la mala fortuna de ser enviados a los campos nazis, o la epopeya protagonizada en las montañas francesas por quienes optaron por enfrentarse con las armas en la mano a las fuerzas de ocupación germanas. Mucho menos conocidos, por el contrario, son los rocambolescos avatares vividos por los ciudadanos españoles que por esos mismos días se verían involucrados en el devenir de los acontecimientos en los lejanos territorios de la hoy ya desaparecida Unión Soviética. Los alumnos pilotos sorprendidos en Kirovabad por el término de la guerra española, los niños evacuados a Ucrania o la Rusia europea y los exiliados afines al Partido Comunista que se refugiarían en aquel país sufrirían en carne propia la terrible embestida de la Operación Barbarroja y buen número de ellos se sumarían a la titánica lucha entablada en el Frente del Este. Tampoco se conoce en profundidad la peripecia vital de los hombres que de forma voluntaria o forzados por las circunstancias formarían en las filas de la División Azul para enfrentarse bajo las banderas del Eje a las fuerzas del Ejército Rojo. Etiquetados como héroes propios por el régimen de Franco o estigmatizados sin más como faná- ticos partidarios del fascismo por sus opositores, por lo general sólo serían hombres que intentaban salir adelante en un mundo sometido al albur de fuerzas ciclópeas. Lo mismo podría decirse de quienes optaron libremente por desplazarse hasta un Tercer Reich abrumado por la guerra para trabajar en las grandes factorías que sostenían el esfuerzo bélico alemán. Si en su anterior trabajo La nación del olvido el autor recuperaba la desconocida historia de los aragoneses que se exiliaron en el norte de África, en esta obra sigue el rastro a unos hombres y mujeres que desde las torturadas trincheras del cerco de Leningrado a las salvajes cumbres de las cordi- lleras del Cáucaso, desde las remotas estepas de Uzbekistán a las calles arruinadas de un Berlín hundido en los estertores de la derrota, configurarían con sus innumerables experiencias individuales una formidable aventura colectiva, tan emotiva y estremecedora como desconocida para el público español.

El autor, Luis Antonio Palacio Pilacés.

Este escritor, investigador y divulgador, es licenciado en Historia Contemporánea y en Trabajo Social por la Universidad de Zaragoza. En los últimos tiempos ha estado trabajando en la recuperación de la memoria histórica, sobretodo de las comarcas aragonesas de la Violada y el Bajo Gállego. Es coautor de los volúmenes Entre raíces—2003-, De hombres y sueños—2006--, Rueda, rueda palomera—2008--. Con el programa Amarga Memoria publicó el libro La nación del olvido—2011—sobre cómo vivieron los aragoneses exiliados su “estancia” en el norte de África cuando terminó la Guerra Civil…también ha elaborado un mapa, después de un extenso recorrido que le llevó por más de un millas de localidades, de las Fosas de la Comunidad Aragonesa. Extraordinario investigador, se puso “la capa de sabueso” para escribir Carbón rojo. Crónica del crimen de los carboneros—2011--, en torno a un trágico suceso ocurrido en Cetina en 1905 y Caballos de hielo. El doble crimen del Alforjero—2012--, donde se narra la increíble historia de Román Lacambra, ejecutado en Huesca en 1949 y última persona a la que se le aplicaría la pena capital en la provincia altoaragonesa. En los últimos años ha colaborado asimismo con diversas publicaciones y reportajes audiovisuales…Suponemos, y creo que suponemos más que bien, que ya trabaja en la elaboración de nuevos proyectos.

De interés: http://www.aragondigital.es/noticia.asp?notid=80724&secid=12

http://www.republicahuesca.org/DeHombres/DeHombresysuenyos.html

Os aproximamos a "Carbón Rojo. Crónica del crimen de los carboneros":

El 19 de enero de 1905, los restos de los cinco miembros de una familia de carboneros formada por los padres y tres niños pequeños aparecieron entre los escombros de la choza que habitaban en un apartado paraje del monte Chaparral, a unos kilómetros de la localidad zaragozana de Cetina. Todos ellos habían sido asesinados a cuchilladas, tras lo cual los autores del crimen habían prendido fuego a su humildísima morada. El suceso conmocionó a toda la comarca y su recuerdo ha llegado hasta nuestros días bajo el sobrenombre del "crimen de los carboneros". Contemplados desde la perspectiva que nos ofrece el paso del tiempo, la historia de los orígenes del drama, la investigación emprendida por las autoridades para dar con los culpables y el posterior juicio de éstos constituyen un verdadero documento histórico que nos proporciona un fiel retrato de una sociedad primitiva y violenta que, nos guste o no, forma parte de nuestro pasado y de nuestras raíces antropológicas más profundas.



1278909_10200499975888838_208623728_o.jpgCazarabet conversa con Luis Antonio Palacio Pilacés.

-Luis Antonio, ¿cómo fue el pensar en un trabajo de esta magnitud…qué te llevó a investigar sobre  los aragoneses en URSS y los enrolados en la División Azul?

-Bueno, en realidad en un primer momento yo no pensé en un trabajo de estas dimensiones, ni mucho menos. Mi idea inicial se limitaba al relato de las peripecias atravesadas por los once miembros de la familia Salueña, niños y mayores, que al término de la Guerra Civil se establecieron en la Unión Soviética. Esa primera idea se fue convirtiendo casi sin darme cuenta en un proyecto mucho más amplio sobre el conjunto de los aragoneses que se habían exiliado en la URSS, vinculado en cierto modo con mi anterior estudio sobre el exilio de nuestra gente en África del Norte. Luego, de forma natural fui ampliando mis objetivos para pasar a relatar la gran odisea vivida en tierras rusas por los casi dos mil aragoneses que aceptaron enrolarse de mejor o peor grado en la División Española de Voluntarios -la “División Azul”- para combatir en Rusia al lado de la Wehrmacht. Durante el trabajo de campo que desarrollé en busca de los últimos supervivientes de esos colectivos me tropecé accidentalmente con algunos de los tres centenares de obreros aragoneses que se trasladaron de forma voluntaria al Tercer Reich a fin de prestar servicios laborales en la industria bélica alemana. De allí a decidirme a incluir un capítulo específico sobre su historia sólo mediaba un paso. Así pues, lo que en origen iba a ser un trabajo breve centrado en una única familia de Fuendetodos acabó convirtiéndose en algo incomparablemente mayor y más extenso: ni más ni menos que la historia sobre seis grupos humanos procedentes de la región aragonesa cuyas trayectorias nunca habían sido estudiadas con anterioridad, a pesar de que muy bien podrían dar de sí para llenar varios volúmenes.

 

-¿Cómo fue la estancia en URSS de los niños que “escaparon” de la guerra civil…? ; ¿Qué destino les esperó a muchos de ellos? Porque seguramente tuvieron que experimentar vivencias que les acabaron por llevar de una guerra a otra…

-Los tres mil niños que viajaron a la Unión Soviética -en su gran mayoría de origen vasco y asturiano- fueron recibidos de modo espléndido y desde el primer día se les trató como a huéspedes privilegiados. Fueron alojados en una quincena de casas repartidas por Ucrania y la Rusia europea. Aunque algunas eran urbanas la mayor parte estaban enclavadas en entornos rurales, y a veces en antiguas mansiones rústicas que en su día había sido propiedad de nobles desposeídos en el curso de la revolución de Octubre. Recibieron una educación íntegramente española pero adaptada al modelo de educación soviético, incomparablemente más eficaz. Su profesorado era en parte de origen hispano, en parte de origen ruso. Además en las casas los niños eran atendidos por educadores y auxiliares españoles. El hecho de que nunca estuvieran solos y de que siempre pudieran contar con el respaldo de alguno de esos empleados se tradujo en una sobreprotección que a la larga le provocaría problemas a muchos de esos muchachos. Al producirse la invasión nazi todas las casas fueron evacuadas a zonas que se consideraban seguras como el Alto Cáucaso, el Volga Medio o el “Cinturón de Piedra” de los Urales. Por desgracia una de las casas de Leningrado en la que se alojaban numerosos adolescentes se vio atrapada en el interior de la ciudad cuando los alemanes cercaron la urbe y alrededor de 70 chavales  perdieron la vida combatiendo junto a los soviéticos o a consecuencia del hambre. El resto tampoco se libró de padecimientos, pues sufrieron ataques aéreos y situaciones de auténtica penuria. Decenas de niños murieron como consecuencia directa de la guerra o a causa de la tuberculosis, pero la dura experiencia de la evacuación contribuiría a fortalecer su carácter. Y hay que subrayar que ni siquiera en los peores momentos dejarían los maestros de cumplir con sus deberes educativos Cuando en el verano de 1942 los alemanes se lanzasen sobre el Cáucaso y Stalingrado numerosos niños deberían volver a movilizarse para buscar refugio aún más lejos, en el Asia Central. Indicar también que más de una veintena de niños serían capturados por los alemanes y los finlandeses durante su avance y entregados a las autoridades españolas, y un número indeterminado quedarían aislados durante los avatares de la evacuación y acabarían por integrarse en pandillas de delincuentes juveniles.  La gran mayoría, empero, sobrevivieron a la guerra y al término del conflicto pudieron retomar sus estudios en las nuevas casas habilitadas en la región de Moscú.

 

-Los pilotos que venían de la guerra civil española…muchos de ellos entraron como pilotos en Kirovadad… A grandes rasgos, ¿cómo fue su estancia?

-En el caso de las tres primeras expediciones todo transcurrió con bastante normalidad: los jóvenes españoles recibieron cursillos intensivos de pilotaje de aviones de caza en Kirovabad o de observadores de bombardero en Jarkov y a su término regresaron a España. La estancia de esos muchachos coincidió con el comienzo de las feroces purgas estalinistas que se cobrarían innumerables víctimas, entre ellas algunos mandos de la propia escuela de pilotos de Kirovabad. Sin embargo ellos desconocían la enormidad de lo que estaba ocurriendo y los roces ideológicos, cuando los hubo, no revistieron gravedad. No olvidemos que los soldados republicanos procedían de todo el espectro político antifascista español, no sólo del Partido Comunista. Otros problemas tuvieron su origen en accidentes provocados por la impericia de los jóvenes o por su tendencia a soslayar la disciplina del campo. No obstante siempre se trató de encontronazos bastante manejables. El verdadero problema se planteó con los jóvenes de la cuarta expedición a quienes el final de la guerra de España atrapó en suelo soviético. Las autoridades de ese país, y más tarde los líderes del PCE, les ofrecieron permanecer en la URSS como trabajadores libres, pero muchos de ellos preferían trasladarse a países como Francia o México para reencontrarse con los suyos. Curiosamente 30 de ellos solicitaron viajar a China para combatir contra las tropas japonesas que habían invadido aquél país. Su firme negativa a permanecer en la URSS fue derivando en un soterrado enfrentamiento que se fue agravando hasta desembocar al cabo de algunos meses en el envío de ocho de los jóvenes más contestatarios a los campos de concentración enclavados en el Círculo Polar Ártico, donde la mayoría perdieron la vida. El resto de los que se resistían a integrarse intentaron obtener el respaldo de diversas embajadas extranjeras. En su desesperación, tras la firma del Pacto Germano-Soviético incluso intentaron obtener el respaldo de la embajada alemana, pero los soviéticos cortaron de raíz esa clase de contactos y al producirse la invasión nazi en junio de 1941 todos fueron deportados a los campos de concentración. Por lo que se refiere a quienes se habían avenido a asentarse en la URSS, casi todos prestaron valiosos servicios durante la guerra, bien como pilotos, bien como guerrilleros. Algunos murieron, y quienes consiguieron sobrevivir permanecieron en la URSS hasta las expediciones de repatriación de los años 50, o hasta el final de sus días. Como dato revelador, señalar que el español que más tiempo permanecería en los campos soviéticos no sería ningún oficial fascista de la División Azul sino el altoaragonés Vicente Monclús Guallar, alumno piloto en Kirovabad y militante de la CNT-FAI. En total pasaría casi 16 años en el gulag y su testimonio escrito continúa siendo hoy en día un alegato demoledor contra el estalinismo.

 

Campana6.JPG-Considero, que estamos conversando con una persona que, por tu trayectoria como investigador y demás, sabe mucho del exilio y de “sus consecuencias”… ¿Qué características específicas muestran los exiliados en la URSS?... ¿Con qué se encontraron al llegar y qué les fue acompañando durante su estancia en la Unión Soviética?

-Desde luego las características más claramente diferenciadoras del exilio español en la URSS las constituyen su escasa entidad cuantitativa y la ausencia de toda diversidad ideológica.  La Unión Soviética filtró de un modo tan riguroso a quienes podían ser aceptados que la suma de los que se trasladaron a aquél país no pasó de un millar escaso. Es una cifra mínima si se la compara con los más de 20.000 exiliados acogidos por México o los cientos de miles que de mejor o peor manera encontraron acomodo en suelo francés. Hasta un país tan alejado como Chile acogió más exiliados que la URSS. Además los que fueron aceptados eran casi siempre dirigentes más o menos destacados y fiables del PCE o mandos militares vinculados con los comunistas, lo que tampoco significa que no se contasen entre los acogidos meros militantes de base. Sobre cómo percibieron la realidad soviética a su llegada, en ese sentido el elemento ideológico resultaría ser fundamental: la mayoría se mostraron encantados con lo que encontraron en lo que consideraban la patria del proletariado. Si a sus convicciones comunistas le sumamos que no sabían nada sobre la extensión de las purgas y que el trato recibido fue privilegiado, pues no cabe extrañarse de que nadie expresase dudas. El chocante culto a la personalidad del camarada Stalin fue aceptado sin rechistar, y la mayoría se las apañaron para justificarse ante sí mismos movimientos políticos tan dudosos como el Pacto Germano-Soviético de agosto de 1939. Gran parte del exilio español colaboró activamente en la lucha contra los alemanes y no fue hasta el final de la guerra, y especialmente hasta la muerte de Stalin, cuando algunos comenzaron a expresar serias dudas sobre el sistema soviético. Exiliados tan prestigiosos como Manuel Tagüeña o Antonio Beltrán acabarían por alejarse del comunismo, y muy especialmente de su concepción soviética, hasta convertirse en los más duros críticos de aquel sistema. 

 

-Háblanos un poco de la Academia Frunze y de cómo se movilizó a los republicanos en URSS

-La Academia Mijail V. Frunze era la Academia Superior del Ejército Rojo. Fue uno de los tres organismos a los que fueron destinados los exiliados españoles a los que se consideró más capacitados para cursar estudios militares o políticos. Las otras fueron la Academia de Estado Mayor K. E. Voroshilov, a la que fueron seis altos mandos del extinto Ejército Popular de la República, y la Escuela Política de Planiersnaya, donde cursaron estudios alrededor de 150 exiliados de ambos sexos. Por lo que se refiere a la Frunze, allí fueron a parar una treintena de hombres, todos los cuales habían tenido una intervención destacada en las operaciones militares de la guerra de España. Cada uno de ellos recibió un falso nombre ruso cuyas iniciales coincidían siempre con las de su nombre real; el aragonés Antonio Beltrán, por ejemplo, sería durante su estancia en la academia Antón Antoniovich Bioloserov. Se trataba de una treta legal un tanto absurda que pretendía guardar las formas frente a una legislación que prohibía explícitamente la presencia de extranjeros en las academias militares soviéticas. También se hizo en su día con los alumnos pilotos destacados en Kirovabad. Dentro de la academia los españoles estaban divididas en tres secciones, cada una de las cuales estaba dirigida por un líder elegido en base a criterios que tenían más de políticos que de meramente profesionales. Todos corrieron a ofrecerse voluntarios tan pronto como se supo que los alemanes habían atacado a la URSS, pero se les rechazó con amable firmeza como al resto de los voluntarios españoles, con la única excepción de los pilotos profesionales. Cuando los alemanes se presentaron ante las puertas de Moscú se requirieron sus servicios para tareas de retaguardia como la vigilancia contra los incendios provocados por los bombardeos, etc. De todos modos la academia enseguida fue evacuada a la ciudad de Taskent, en la retaguardia profunda del Uzbekistán. Allí continuaron con sus estudios, una decisión que acataron con disciplina pero con honda decepción. Y es que el PCE y las autoridades soviéticas primaban ante todo su preparación de cara a un posible regreso a España en un futuro más o menos próximo.

 

frenteruso.jpg-Se habla mucho de los niños españoles en URSS. Muy brevemente, ¿qué retrato puedes hacer de ellos?

-Todo lo vinculado a este asunto es muy complejo, claro, ya que cada persona experimenta vivencias muy similares de un modo totalmente diferente. Los niños sobreprotegidos de la primera parte de su estancia en la URSS se transformaron durante la invasión alemana en adolescentes curtidos por las penalidades. Aun así siempre sobrevolaría sobre ellos la mirada complaciente de la administración soviética, dispuesta a facilitarles las cosas mucho más que a sus propios ciudadanos. Conste que esto que digo no es una afirmación gratuita sino que responde a una constante que ellos mismos han reconocido siempre. Una gran proporción de esos chicos y chicas lograron cursar estudios medios y superiores en las universidades o en escuelas técnicas vinculadas a las grandes factorías soviéticas. En ese sentido casi todos reconocerían en el futuro que su estancia en la URSS les había brindado unas oportunidades que la España de Franco difícilmente les hubiera proporcionado. No obstante tampoco conviene incurrir en una visión absolutamente idílica de la realidad: por muy agradecidos que le estuvieran a las autoridades soviéticas, muchos de ellos no dejarían de considerar que la URSS había impedido que al término de la guerra española pudieran volver a reencontrarse con los suyos. Cuando ese reencuentro se produjo al cabo de muchos años, a menudo se vio marcado por un lamentable alejamiento emocional, pues ni los antiguos niños lograban identificarse con sus padres y hermanos ni éstos acertaban a encontrar en ellos a esos pequeños a los que un día habían acompañado a los centros de evacuación. Así pues la relación con la URSS estaría teñida para muchos de ellos de una cierta ambivalencia, lo cual no significa que no reconocieran y agradeciesen el esfuerzo real y sincero realizado por los soviéticos para garantizar su bienestar.

 

-La División Azul: ¿había más de ideal en los que se enrolaron o más de los que iban por tener que ir como si con ello estuviesen “pagando alguna culpa familiar”, “realizando una penitencia”….?

-En la División Azul hubo de todo. La historiografía más cercana a las posiciones falangistas o franquistas “se apropió” por así decirlo de un pedazo de historia que resultaba incómodo a ojos de muchos historiadores progresistas, por lo que durante muchos años se transmitió una visión simplista sobre la unidad y sobre los hombres que la integraron. Una visión que les identificaba sin más con el régimen de Franco, con la Falange o, al menos, con unos ardorosos sentimientos anticomunistas que no todos tenían. Ese planteamiento se convirtió en piedra angular de la imagen que se pretendía transmitir, por lo que no es de extrañar que todavía hoy en día defiendan con uñas y dientes esa visión e intenten desacreditar cualquier trabajo que no analice los hechos desde esa misma óptica. La pura verdad es que en la División Azul hubo de todo: es cierto que muchos hombres se alistaron motivados principalmente por su ideología -camisas viejas de Falange, jóvenes falangistas del SEU, hombres que deseaban vengarse de los abusos sufridos a manos de milicianos republicanos durante la guerra…-, pero muchos otros lo hicieron guiados por una multiplicidad de motivos que muy poco tenían que ver con la política. A estas alturas la inmensa mayoría han muerto, pero de los pocos testimonios personales que pude recoger y de las palabras de los familiares de decenas de divisionarios ya fallecidos –testimonios que por supuesto hay que manejar con mucho cuidado- se infiere que en ocasiones se alistaron por motivos tan prosaicos como poder ahorrar algo de dinero o dejar atrás situaciones personales difíciles en el ámbito laboral o familiar. Hubo quienes deseaban acceder al funcionariado y habían visto esfumarse sus posibilidades por haber luchado junto a los “rojos” o por carecer de la condición de ex combatientes, sin que faltasen quienes anhelaban escapar de una realidad cotidiana que les resultaba asfixiante o aquellos que se alistaron motivados por sus ánimos de aventura y el deseo de conocer mundo. Entre los militares, por ejemplo, los habría que veían en la nueva campaña la oportunidad de mejorar en su carrera, así como numerosos oficiales y suboficiales provisionales que deseaban ser admitidos en la institución de forma permanente. Esos motivos no estaban reñidos con una posible militancia en la Falange o con un auténtico deseo de combatir contra el comunismo. A un número indeterminado, en cambio, les guiaría ante todo la oportunidad de abandonar España sorteando los peligros de la frontera para luego desertar, ya fuera en dirección a las líneas rusas o hacia la retaguardia europea, donde muchos se buscarían la vida de mil y un maneras. Baste con mencionar que algunos desertaban mucho antes de llegar al frente, tan pronto como los trenes que les transportaban cruzaban la frontera francesa. Es difícil sistematizar las distintas causas que guiaron a todos y cada uno de aquellos 47000 hombres; posiblemente cada cual tenía sus propias motivaciones, que podían ser diversas y perfectamente compatibles entre sí. Y aunque digo “hombres”, lo mismo valdría para el centenar largo de enfermeras que acompañaron a la División Azul hasta los hospitales españoles del este de Europa. Eso por lo que respecta a los voluntarios, porque la presencia de hombres que fueron enviados a la fuerza es incuestionable. Los testimonios en ese sentido se multiplican y en ocasiones los propios documentos dejan traslucir una evidencia que todavía es férreamente negada por esa corriente de historiadores ultramontanos.

 

-¿Fueron muchos los aragoneses en la División Azul?

-Pues sí, hubo bastantes. Yo conseguí localizar a más de 1.700, que lucharon en la División Azul, la Legión Azul, la Escuadrilla Azul o el “Batallón Fantasma”. Estos últimos, de los que han trascendido muy pocos datos, son los que se alistaron de forma ilegal en unidades de la Wehrmacht o las Waffen SS después de que el Gobierno de Franco retirase las unidades españolas y prohibiese explícitamente el alistamiento de súbditos de nuestro país en cualquiera de los ejércitos en pugna sobre suelo europeo. Esa cifra no está completa y de hecho desde la publicación del trabajo ya he recopilado los datos de más de una veintena de hombres a los que no había localizado con anterioridad. La mayoría de esos nombres los conseguí rastreando sistemáticamente los listados de la DEV; el resto, hasta un total de varios centenares, los conseguí indagando entre la población más anciana de un sinfín de localidades aragonesas.

 

lanaciondelvolvidoweb.jpg-¿Cómo fue su relación allá donde estuvieron? ¿Han transcendido algunas de las relaciones entre las tropas alemanas y las misiones más importantes que debieron tener que llevar a cabo?

-Más allá de tópicos, lo cierto es que la relación de los soldados españoles con la población civil rusa y con las fuerzas alemanas o valonas con las que les tocó combatir fue siempre bastante buena, salvo excepciones puntuales. Particularmente en la primera retaguardia del frente del Volchov, más que en el de Leningrado, residían aún bastantes civiles rusos –mujeres, niños y ancianos en su totalidad- con los que los guripas establecieron todo tipo de relaciones. Algunos comían o pernoctaban en las isbas de los campesinos siempre que podían, otros entregaban su ropa sucia a las mujeres para que la lavasen a cambio de víveres o algo de dinero…  Buen número de ellos establecieron relaciones amorosas con jóvenes rusas -las famosas panienkas-, mucho más liberadas sexualmente que las chicas españolas de la época. Esas relaciones entre rusos y españoles siempre estuvieron marcadas por la simpatía y el respeto mutuo. Los soldados españoles ayudaron a sobrevivir a esas familias en esos tiempos difíciles y los rusos supieron agradecer ese trato correcto entregando su calor humano y posiblemente cierta protección contra las acciones de la guerrilla, en la que combatían muchos de los hombres ausentes de aquellos poblados. Esa relación correcta se hizo extensible a los prisioneros; la División Azul debía entregarlos obligatoriamente a los alemanes, pero los españoles hacían caso omiso de esas órdenes y sus cautivos pululaban por retaguardia y por la primera línea prestando diferentes servicios. Eso les mantenía a salvo del brutal genocidio que los alemanes estaban cometiendo contra los prisioneros de guerra soviéticos. La mejor prueba de todo lo que digo es que llegado el año 1950 la comisión soviética que investigaba los crímenes de guerra cometidos por los nazis contra la población civil exoneró a la unidad española de ese tipo de actos a pesar de las presiones del PCE y del escritor Iliha Ehrenburg. A partir de los años 90 la comisión española que se dedicó a recuperar los cuerpos de los divisionarios enterrados en los cementerios de guerra ya desaparecidos pudo constatar la simpatía de la población rusa, una buena disposición que los rusos nunca han extendido a las comisiones alemanas que trabajan en Rusia con ese mismo objetivo. En cuanto a la relación con los alemanes, la que se estableció entre soldados y oficiales de ambas nacionalidades por lo general siempre fue buena; no así las que se entablaron entre los altos mandos español y alemán, que sobre todo al principio estuvieron marcadas por el desencuentro y por la actitud hostil del jefe de la Plana Mayor de Enlace alemana. Esos roces pudieron tener consecuencias políticas graves, pues los generales que ultimaban la Operación Tifón -el asalto definitivo contra Moscú- en el otoño de 1941 se negaron a acoger entre sus filas a los expedicionarios españoles, por considerarlos indisciplinados y desorganizados. Para evitar que las tensiones dieran al traste con la cooperación hispano-alemana se decidió sobre la marcha redirigir a la unidad española hacia el frente de Novgorod.

 

-¿Cómo fue “su retorno”, el enfrentarse y sentirse como parte de un ejército derrotado y el llegar a España?

-Las primeras grandes expediciones de retornados llegaron a España ya avanzada la primavera de 1942. Fueron recibidas en un clima de auténtica euforia: a pesar del revés sufrido ante Moscú las fuerzas del Eje seguían llevando la iniciativa en el Frente del Este y pronto volverían a demostrar su formidable potencia desencadenando la Operación Azul, la gran ofensiva que pretendía conquistar el Cáucaso y cortar la navegación por el Volga a la altura de Stalingrado. El régimen franquista y sus seguidores creían todavía en la victoria alemana y la prensa española estaba llena de historias de heroísmo, entregas de condecoraciones y caídos heroicos. La Unión Soviética parecía hallarse en las últimas, aunque no se ignoraba que la intervención americana en la guerra podía complicarlo todo. Muchos de los que retornaban eran entrevistados por los periódicos regionales y casi siempre se les ofrecían homenajes públicos en sus localidades de origen, con nutrida presencia de autoridades civiles y militares. Los comentarios negativos de algunos guripas sobre la altiva actitud de los alemanes, las carencias en los suministros o cualquier otra cosa eran sistemáticamente acallados y no llegaban a la opinión pública. Ese ambiente de supuesto entusiasmo -las voces críticas brillaban por su ausencia- se fue enfriando conforme se puso de manifiesto que la guerra iba cada vez peor para el Eje. Una derrota alemana podía arrastrar consigo en su caída al régimen de Franco y desde la primavera de 1943 el Gobierno español comenzó a maniobrar en la sombra para alejarse del Tercer Reich. Esos movimientos culminaron con la retirada de la División Azul ya entrado el otoño de ese mismo año, y con el retorno de la Legión Azul en febrero de 1944. Para entonces ya haría tiempo que las expediciones de retornados llegaban a nuestro país envueltas en un silencio bastante revelador. Los actos de homenaje eran cada vez más escasos y menos publicitados. Con el tiempo muchos divisionarios se sentirían engañados por una administración a la que acusarían de haber incumplido sus promesas, aunque en mi opinión también es cierto que muchos de ellos se habían engañado a sí mismos a la hora de implicarse en todo aquel asunto.

 

-El Ejército Rojo y los españoles enrolados en él. Los hubo en todos los sitios: en el aire, en el sitio de Stalingrado, en Leningrado, en la guerrilla… Después de tu investigación, ¿qué nos puedes decir de su papel?

-Con la lógica excepción de quienes habían sido enviados a los campos de concentración, los españoles residentes en la URSS se mostraron unánimemente decididos a combatir en defensa del país que les había acogido. Y eso vale tanto para los militares republicanos que cursaban estudios en las academias militares como para quienes trabajaban en las fábricas o para los adolescentes de las casas de niños. Fuentes del exilio cifran en más de 700 los españoles de ambos sexos que combatieron por la URSS, de los que más de doscientos perdieron la vida en el conflicto. Su presencia en el campo de batalla recibió mucha atención por parte de los medios de comunicación soviéticos, aunque su importancia, claro está, estribaba mucho más en el campo de lo simbólico que en su importancia numérica real. Sin entrar en un excesivo detallismo, baste decir aquí que hubo españoles en unidades guerrilleras del Ejército Rojo y del NKVD, la policía secreta soviética. Combatieron principalmente en las zonas pantanosas del norte de Bielorrusia, en el norte del Cáucaso y en el área de Crimea, pero también se les pudo encontrar en Ucrania, el lago Ilmen o los alrededores de Moscú. Otros españoles combatieron en unidades regulares del Ejército Rojo y estuvieron presentes en todas las batallas decisivas de la guerra, desde Moscú hasta Berlín, pasando por Leningrado, Kursk o Stalingrado. Tampoco faltaron, por último, los que por padecer determinadas disminuciones físicas se vieron forzados a permanecer en la retaguardia, donde prestaron servicios de intendencia aportando su pequeño granito de arena a la victoria de las armas soviéticas. En total los combatientes españoles obtuvieron más de 700 condecoraciones, lo que pone de manifiesto el valor que sus anfitriones otorgaron a sus servicios.

 

zuera1.gif-Háblanos, amigo Luis Antonio, de cómo fue el papel de los aviadores españoles en el Frente del Este…

-Hubo aviadores españoles luchando junto a los alemanes con la Escuadrilla Azul y combatiendo junto a los rusos con las fuerzas aéreas del Ejército Rojo. Con la Escuadrilla Azul -en realidad cinco escuadrillas diferenciadas que se fueron sucediendo en el tiempo- viajaron al frente ruso en torno a medio millar de militares españoles, de los que algo más de noventa eran pilotos y el resto personal técnico auxiliar. Aunque todos eran profesionales no todos tenían experiencia previa de combate y antes de llegar al frente recibieron entrenamientos especiales en aeródromos del Reich o del sur de Francia. Combatieron con aviones alemanes, pues España no envió aparatos al frente. Su papel fue muy digno y en ciertos momentos, como durante la gran batalla de Kursk, podría calificarse francamente de brillante por el gran número de aparatos enemigos que derribaron. El precio a pagar también fue alto y decenas de pilotos y técnicos perdieron la vida en el curso de los combates, bombardeos o accidentes diversos. Del otro lado de la moneda, los pilotos españoles que se habían exiliado a la URSS se ofrecieron voluntarios tan pronto se tuvieron noticias del ataque alemán y no sólo fueron aceptados de inmediato sino que se facilitó en todo lo posible su incorporación a filas. Y es que en junio de 1941 la URSS estaba muy necesitada de pilotos experimentados ante la grave debilidad de sus fuerzas aéreas y el duro castigo que estaban recibiendo a manos de la Luftwaffe. Al igual que sus compatriotas que combatieron en tierra estuvieron presentes en todos los sectores del frente. Por citar sólo algunas de sus intervenciones más espectaculares, mencionaremos su participación en las tareas de escolta a los convoyes de camiones que abastecían de alimentos a la sitiada Leningrado a través de la carretera trazada sobre la superficie congelada del lago Ladoga. También fueron muy llamativas las tareas de “guerrilla aérea” que llevaron a cabo durante la batalla de Stalingrado: al mando de aparatos capturados a los alemanes interceptaban a los aparatos de esa nacionalidad que intentaban abastecer a las fuerzas del VI Ejército cercadas en esa ciudad del Volga. Tras ofrecerse amablemente a escoltarles hasta su destino se situaban a su cola y los derribaban a placer, privando así a los alemanes de unos suministros que les eran de vital importancia.

 

-El gulag, otro infierno sobre la guerra donde también hubo aragoneses. Cuéntanos, por favor.

-Los hubo, y lo más curioso es que eran seguidores de posturas ideológicas de lo más diferentes. Los primeros españoles internados en campos fueron los alumnos pilotos que no deseaban permanecer en la URSS y los marineros de varios buques españoles decomisados al término de nuestra guerra en los puertos soviéticos en los que estaban anclados. En total sumaron varias decenas. Los siguientes en conocer los campos -de prisioneros primero y más tarde de trabajo- fueron los hombres capturados cuando combatían en los cuerpos expedicionarios enviados por el Gobierno español al frente ruso. Se les unirían luego varias decenas de compatriotas capturados en diferentes puntos de Europa cuando combatían en unidades de la Wehrmacht o las Waffen SS y un grupo de republicanos españoles que habían sido deportados al Reich por los alemanes como trabajadores forzados y que en los últimos días de la batalla por Berlín tomaron la embajada española, abandonada por los diplomáticos, y alzaron en ella una bandera republicana. Los rusos les tomaron por militares de la División Azul y los deportaron a la URSS; pasarían más de tres años antes de que se deshiciera el entuerto y fueran liberados. Al término de la guerra quienes fueron a parar a los campos fueron los desertores de la División Azul; mientras duró la guerra fueron utilizados en tareas de propaganda, pero a su término la desconfianza propia del régimen estalinista acabó por conducirles a los mismos recintos en los que se hallaban internados sus antiguos compañeros. También es cierto que no estarían allí en igualdad de condiciones al resto de los prisioneros sino ocupando puestos de alguna responsabilidad o efectuando trabajos de captación política. Por último, los soviéticos también enviaron a los campos a algunos de los “niños de la guerra”, que con el tiempo habían caído en la delincuencia común. Lo más curioso es que en algunos campos esos presos de tan distinta procedencia acabaron por agruparse en colectivos españoles en los que por encima de consideraciones ideológicas primaba su origen nacional y su afinidad de caracteres. En el campo de Borovichi antiguos soldados de la División Azul y antiguos alumnos pilotos republicanos protagonizarían juntos una huelga de hambre contra la prohibición de mantener correspondencia con sus familias, y miembros de ambos colectivos sufrirían por un igual la represión de las autoridades soviéticas. Para la historia quedan también algunas fugas épicas protagonizadas por los españoles, sus plantes laborales, etc

 

-¿Cómo fue la repatriación de los niños y niñas de los que hablábamos anteriormente…?

-Gran parte de ellos regresaron a España formando parte de alguna de las expediciones de repatriación que llegaron a nuestro país en 1956 y 1957. Con ellos vinieron sus cónyuges de sexo femenino -a los maridos soviéticos de las españolas no se les permitió viajar- y numerosos hijos de matrimonios mixtos. Otros fueron regresando por su cuenta a partir de esas fechas. La mayoría se readaptaron bien a la vida española, pero otros muchos se encontraron con serios problemas a la hora de reanudar la relación con sus familiares. Tampoco fue fácil abandonar una sociedad en la que siempre habían sido protegidos por las autoridades para establecerse en un país del que ya casi no se acordaban y donde la vida era muy diferente de lo que habían dejado atrás, para bien y para mal. La policía franquista y agentes de la información militar entrevistaron a casi todos ellos en los días que siguieron a su llegada en busca de informaciones de interés. Luego los americanos se implicaron en el asunto y llevaron a cabo sus propios interrogatorios. Con el tiempo decenas de esos niños repatriados se verían envueltos en actividades antifranquistas y la brigada Político-Social los pondría bajo su punto de mira. A algunos, el régimen llegaría al extremo de pretender expulsarles a pesar de que a todos los efectos se trataba de ciudadanos españoles. Como dato curioso, decir que uno de los niños repatriados tras ser atrapado en Rusia por las fuerzas finlandesas moriría en España, torturado y asesinado por su colaboración con la guerrilla asturiana.

 

 

 

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Tal vez el día. Aragoneses en la URSS (1937-1977). El exilio y la División Azul. Luis Antonio Palacio Pilacés
1272 páginas        24 x 17 cms.
39,00 euros
Comuniter



Si en su anterior trabajo La Nación del Olvido el autor recuperaba la desconocida historia de los aragoneses que se exiliaron en el norte de África, en esta obra sigue el rastro a unos hombres y mujeres que desde las trincheras del cerco de Leningrado a las cumbres de las cordilleras del Cáucaso, desde las estepas de Uzbekistán a las calles de un Berlín hundido en los estertores de la derrota, configurarían con sus innumerables experiencias individuales una formidable aventura colectiva, tan emotiva y estremecedora como desconocida para el público español.

Luis Antonio Palacio Pilacés
Es licenciado en Historia Contemporánea y diplomado en Trabajo Social por la Universidad de Zaragoza. En la última década ha trabajado en el ámbito de la recuperación de la memoria histórica de las comarcas aragonesas de La Violada y el Bajo Gállego como coautor de los volúmenes Entre las raíces (2003), De hombres y sueños (2006), Rueda, rueda palomera (2008). Dentro del programa Amarga Memoria publicó el volumen La Nación del Olvido (2011) sobre los aragoneses exiliados en el norte de África al término de la Guerra Civil y, en un extenso recorrido que le llevaría a más de un millar de localidades, desarrolló las labores de investigación para la elaboración de un Mapa de Fosas de la Comunidad Aragonesa. Ese mismo año publica Carbón rojo. Crónica del crimen de los carboneros, en torno a un trágico suceso ocurrido en Cetina en 1905 y en 2012 Caballos de hielo. El doble crimen del Alforjero, sobre la increíble historia de Román Lacambra, ejecutado en Huesca en 1949 y última persona a la que se aplicaría la pena capital en la provincia altoaragonesa.

Contenido:

Introducción

La escuela de pilotos de Kirovabad (1937-1939)

Los prolegómenos de un drama

La primera expedición

La segunda expedición

La tercera expedición

La cuarta expedición

Los niños de la guerra (1937-1941)

Las distintas expediciones

La organización de las casas de niños

De Fuendetodos a Puhskin; la aventura de la familia Salueña

En el laberinto

El exilio español en la Unión Soviética (1939-1941)

En la patria del proletariado

Los alumnos aragoneses de la Academia Frunze

El resto del exilio

La Gran Guerra Patria. La pleamar  (1941-1942)

La movilización del exilio español en la Unión Soviética

La tragedia de los niños españoles

La División Azul en marcha hacia el frente ruso

Hombres distintos, motivos diferentes

La Expedición nº 8 en marcha hacia el Reich

El largo viaje hacia el corazón de Rusia

En el campamento de Grafenwöhr

Antisemitismo, crímenes de guerra y divisionarios

El largo viaje hacia el corazón de Rusia

El Batallón de los maños en el frente del Volchov

La guerra del Este en Aragón

Crisol de hombres: el Ilmen y la Bolsa del Volchov

Otros hombres, otro mando, otro frente…

El retorno de los veteranos

¿Amigos o enemigos? Población civil, prisioneros y guerrilleros

Productores aragoneses en el Reich

En cielos extraños: aviadores aragoneses en el Frente del Este

La Escuadrilla Azul

Pilotos aragoneses en el Ejército Rojo

La Gran Guerra Patria. El reflujo (1942-1945)

Españoles en la guerrilla soviética

Sombras en la lucha guerrillera: informantes y desertores

La División Azul y los guerrilleros españoles

La Batalla de Stalingrado

El 4º Destacamento de guerrilleros españoles

La División Azul frente a la ciudad de los zares

La Hoja de Campaña

Matanza en el Ladoga

Aragoneses en la carnicería de Krasny Bor

Ecos de desastre

Sombras en la División Azul: Indeseables, procesados y desertores

Los últimos meses de la División Azul

El regreso de los refugiados españoles a la Rusia europea

La Legión Azul

El canfranés Miguel Ezquerra y el Batallón Fantasma

Tras el regreso

La estabilización del exilio

Aragoneses en el Gulag

Prisioneros de Krasny Bor

La larga espera

Rumbo a casa

El viaje del Semíramis

La repatriación de los niños y los exiliados

El exilio después de las expediciones de repatriación

Fuentes orales  bibliográficas

Anexo: Los dos mil aragoneses de Rusia

 

 

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