La Librería de El Sueño Igualitario

9788494442360.jpgCazarabet conversa con...   Ramón Acín, autor de “Monte Oscuro. Álbum de familia” (Los Libros del Gato Negro)

 

 

 

 

RAMÓN ACÍN SE PONE EN NARRACIONES SUELTAS Y QUE VIAJAN DE LO SOLUBLE A LO INSOLUBLE… MIMOSO EN LA NARRATIVA, PERO SIN PERDER LA PERSPECTIVA

EDITORIAL LOS LIBROS DEL GATO NEGRO NOS ACERCA ESTE LIBRO QUE “ES UN ÁLBUM DE FAMILIA”, UNA SERIA DE FRAGMENTOS QUE SE SOLAPAN, SE GUARECEN, SUCESOS SIN APARENTE RELACIÓN, PERO QUE…

No pretende el autor presentarlo ni como un libro de micro relatos, ni como una novela….aunque, según como, pueda ser una cosa y la otra…o como dice la contraportada, las dos a la vez.

El autor, Ramón Acín. Este oscense, nacido en Piedrafita de Jaca, es filólogo, catedrático de Lengua y Literatura, escritor y crítico literario. Está muy vinculado a la difusión y al desarrollo cultural, por ejemplo mediante su labor cultural con el programa de invitación a la lectura que llevó a cabo entre 1985-2011; también ha editado obras y ha estado vinculado a revistas literarias.

Por ejemplo ha publicado cuentos: Manual de héroes; La vida condenada; Los que están al filo; Hermanos de sangre; Con el pie en el estribo; Abrir la puerta. Su faceta de verdadero “hacedor de palabras”  le ha llevado a escribir en la confección de dietarios: Aunque de nada sirva; Si me vio. Como novelista nos ha ilustrado con: Extraños, La marea; Cinco mujeres en la vida de un hombre; Siempre quedará París; Muerde el silencio y Ya no estoy entre vosotros. Es un escritor polifacético, así que también ha cultivado la literatura infantil y juvenil, así como el ensayo literario.

Como crítico literario es muy prolífico y además se ha adentrado en la literatura de viajes por Aragón y en la etnografía.

El Monte Oscuro, tuvo y tiene, desde la memoria, su importancia en la Guerra Civil alrededor de Huesca:

http://www.redaragon.com/turismo/orwell/guerracivil.asp

 

 

Cazarabet conversa con Ramón Acín:

1a.jpg-Ramón ¿por qué me da que cuando te pones ante una página en blanco para construir una historia, te envuelves como de un halo de nostalgia?

Bueno podrá parecer nostalgia, pero no lo es. De verdad. Soy de los que creen  que añorar el pasado no tiene sentido, porque mecerse en brazos de la nostalgia sirve de muy poco, por no decir de  nada.  Aparentemente, sería más apropiado, creo, hablar de un halo de melancolía. Ahí, no pongo tantas pegas.  Sin embargo, confieso que en mi mente cuando me enfrento al papel en blanco y buceo por el pasado próximo, que suele ser lo más habitual en mi proceso de creación, lo que sí habita en él es el ansia de indagación.

Para mí, el pasado es parte de la explicación del presente, porque el ser humano es memoria. En realidad, somos tan sólo algunas capas sucesivas de memoria o acumulación del tiempo ido, y bucear en ello puede servir para afrontar el presente que nos toca vivir y, tal vez, también para lanzarnos con fuerza a las quimeras que componen y “dibujan” el futuro. En suma: Indagar para comprender. No muy lejos de  la vieja máxima griega del “conócete a ti mismo” que, por supuesto, supone, en gran medida, conocer también el contorno que nos envuelve. Que esa indagación contenga sus dosis de melancolía es normal, pero no, no es ella mi punto de partida, ni tampoco el interés primordial como primera fuente o acicate creativos. 

-Eres un escritor que ha cultivado muchos géneros…pero en Monte Oscuro no “te atreves” a calificar el libro como de relatos, cuentos, narrativa, novela… ¿es como un todo dentro de otros mundos que tienen su propia idiosincrasia, ¿no?

Sí, he cultivado el ensayo, la novela, el dietario, el relato o cuento, el viaje, el aforismo…, pero, pese a ello, no soy muy amigo de la compartimentación. Creo que la literatura, pese a las etiquetas genéricas, es siempre una forma de expresión comunicativa y eso es lo que importa. Cierto que se parte de esa compartimentación genérica porque los géneros son etiquetas que ayudan a la comprensión de la actividad literaria y porque, también en gran medida, contienen ciertas normas a la hora de plasmar o de manifestar el trabajo literario. Quiero decir, que, al final, pueden presentarse diferencias en el conjunto de laboreo literario, pues, a primera vista, hay distancia entre un ensayo y un poema, entre un diálogo teatral y una narración exenta de diálogos…, pero en el fondo, todos ellos siempre se reducen a dar salida a una necesidad de expresión que echa mano del mismo material lingüístico: una necesidad de expresión que sondea, escarba, explora y, tal vez, logra explicar los hechos, circunstancias, motivos, emociones… que cercan al escritor.

No obstante, esta compartimentación de carácter, digamos “didáctico”, salta por los aires cuando te olvidas de su corsé mientras fluye la creación. La difuminación de las fronteras entre géneros es, creo, uno de los aspectos claves actualmente. En el caso de Monte Oscuro, aunque, sin duda, pesa esta realidad de “borrado de límites” propia de nuestros días, he de confesar que también proviene de su mismo proceso creativo.

Me explico: Monte Oscuro antes de ser el libro que el lector puede tener en sus manos, fue una novela en el puro sentido del género. Una novela de más de trescientas páginas que, tras dormir tres o cuatro meses en el limbo de los justos, deseché. No me sentía conforme con el resultado obtenido y no veía acertada su publicación. Sin embargo, el dolor se apoderaba de mí cada vez que pensaba en su destrucción –la destrucción de un inédito es lo mejor y el paso más acertado que debe hacer un escritor cuando no cree en los resultados-, porque ciertos momentos, sucesos, emociones, temas..., me pedían a voces la vida, me pedían existir. Por eso, rescaté tales momentos, al ver que mantenían su fuerza, conformándolos, con vida aislada, como pequeños cuentos.  Quizá porque, pese a la brevedad, el motivo, sentimiento, emoción o tema explorados encerraban algo en su seno, además de mantener el tipo y no perder sentido. 

DSC_0005.JPG-Son fragmentos de narrativa con el que pretendes como jugar con el lector, pero dejando que sea el lector quien mueva los hilos y haga sus propias lecturas en la relación de los fragmentos, intervinientes, situaciones ¿No es así?

Sí, sin duda, son fragmentos narrativos. Pero ojo, lo son como lo es la vida misma. Los seres humanos somos fragmentarios, vivimos en fragmentos y sobre fragmentos –sean de tiempo vivido o de tiempo sentido- que, unidos, componen el todo de la vida. Es una idea básica que siempre suele acompañarme y que, además, esta vez me ha servido de explicación y de estructura a la hora de reescribir y de dotar de nueva vida a Monte Oscuro, desde que tomé la firme decisión de destruir la novela en la que se asienta el origen de este libro.

Fragmentos a los que, no obstante, en Monte Oscuro he dotado de un par de hilos de unión, o, tal vez, de posible unión, además, claro está, de la capacidad de enlace derivada del espacio –el territorio imaginario/geográfico de “Monte Oscuro”- donde acaecen los hechos de todos los cuentos agrupados en el libro. Uno de esos hilos, es la voz narrativa de la anónima y esquiva muchacha que cuenta los sucesos contenidos en el libro; una voz, sin duda, con quicio en la oralidad, dado el sabor o mi gusto por la forma de transmisión tradicional, propio del cuento o historias orales. Y dos: mediante el enhebrado de los títulos que encabezan cada cuento del libro, donde la presencia de una palabra o más enlazan, creo, las historias o sucesos que laten entre ellos.

Con esta artimaña estructural, en Monte  Oscuro, creo posibilitar dos diferentes formas de lectura. La primera, individual, propia de cada cuento. Y, la segunda, global, si se atiende a estos dos posibles nexos que acabo de citar. De esta forma, como bien dices en tu pregunta, el lector puede mover los hilos y hacer la lectura que más le llene o le convenga: como un conjunto de cuentos, como una novela…

Además, confieso, que a la hora de leer literatura, soy de los que siempre abogan por la actividad del lector frente a la hoy triunfante pasividad que caracteriza al divertimento. Y Monte Oscuro es un claro ejemplo de esta postura. Ello no significa que yo deseché la legítima función de la lectura como diversión. En absoluto, pues, a mi entender, la delectación siempre será uno de los pies básicos del hecho literario. El otro es el “docere” o enseñanza que, para mí, es muy superior. Siempre he abogado y he preferido un tipo de lectura literaria basado en la indagación o en el conocimiento. Pues, al fin y al cabo, la  literatura, cuando se asienta e indaga en el pasado, actúa, al igual que la historia, como una forma más de conocer y entender lo sucedido. Y si como pienso y he dicho  muchas veces, antes que nada somos memoria y capas de tiempo, qué mejor forma de entender al ser humano y al entorno en el que habita  y en que el conforma la literatura.

Sí, la fragmentación de Monte Oscuro permite una lectura individual de cada cuento y, también, una global como si fuera una novela y, para ello, el lector, siendo libre y desplegando su actividad, es el dueño y señor para penetrar en Monte Oscuro bajo la divisa global de una novela o bajo la de un conjunto de cuentos breves que es verdad que contienen la pertinente individualidad.

4e19bb376aRamon-Acin.jpg-Y es que las historias, aunque pequeñas y sencillas de situaciones o de personas e individuos, son los que hacen grandes ciertas historias. ¿Qué nos puedes comentar?  

Creo que sí, que lo diminuto acaba siendo grande, que la microhistoria puede explicar la macrohistoria –y, ojo, con mayúsculas-. La clave, estimo, reside en los temas que subyacen al fondo de esa brevedad inherente al cuento. A mí, personalmente, me interesa más sugerir que otros aspectos literarios. Al menos, frente al hecho de contar todo con pelos y señales. Lo evidente, aunque deleite, satura. La sugerencia, cuando menos, invita a seguir más allá de lo que está expresado en el cuento. En una palabra, con la brevedad y el escamoteo que habita en los cuentecillos de Monte Oscuro lo que pretendo es que el lector vaya más allá de lo narrado, que tome las riendas de la historia que está leyendo en ese momento y que la prolongue en su mente según sus propias vivencias, emociones y sentimientos. En definitiva, que sea activo y que de sentido al concepto de literatura o, mejor, al concepto de lectura literaria que, en el fondo, siempre es una reescritura personal. Porque leer, sin lugar a la duda, es reescribir y, por tanto, apropiarse –no importa el origen- de lo que es ajeno. Una apropiación que, como mínimo, deleitará, pero que, en la mayoría de los casos, siempre puede acabar enseñando, ayudando y reconfortando.

-Este tipo de literatura me da que entretiene mucho al lector, pero el escritor es, además, muy, muy libre….no sé es como si no estuviese tan “atado” como con otros géneros…

Bueno, no creas. Pese a esa libertad que dices, el escritor tiene que medir mucho. No se trata simplemente de acomodar una historia en la brevedad, en la economía de lo narrado, sino de palpar lo mejor posible las teclas de esa brevedad y de los detalles que el lector, si lo desea, debe desarrollar en lo oculto –existente en la narración, sin duda- según su propia identidad. Para un escritor, lo mejor, considero, es escribir largo y tendido acerca de una historia y, luego, ir suprimiendo lo superfluo, lo evidente, lo reiterado. Es como dejar el cuento en el esqueleto para que el lector vaya, después, añadiendo durante su lectura fibra, músculos y grasa para que así todo adquiera movimiento, para que se rellene lo obviado en todos  los cuentos que dan pie al libro.

La brevedad no es fácil frente a lo que pueda pensar la gente. Al contrario, es una tarea ardua, difícil y, generalmente, dolorosa. Digo dolorosa porque a un escritor lo que más le cuesta es eliminar páginas. Porque eliminar supone reconocer pérdida de trabajo, admitir errores, purgarse y otras muchas cosas. Y sí,  es verdad, pese a ello, al olvidarme del corsé de los géneros, hay libertad, tal como insinúas en tu pregunta  

-“Monte oscuro”, puede ser “metáfora” de la noche, del vacío al caer las hojas, del invierno áspero y no socorrido, de la despiadada quiebra de demasiadas horas sin luz, del paso del tiempo lento; pero mirando al latido de las personas “Monte oscuro” es también como sinónimo, no sé así casi de primeras para el lector/a de cierto desasosiego, cierta inestabilidad, cierta tristeza…

Bueno, en Monte Oscuro estamos en un terreno resbaladizo y es normal que se observe todo cuanto dices. La familia, en el sentido más amplio del concepto, es el espacio –además del físico y provinciano de “Monte Oscuro”- donde se asientan los cuentecillos del libro. La familia como espacio poliédrico, donde cabe todo. La familia es lugar de formación o de aprendizaje, de crecimiento, de asunción de valores, de ordenación social… y es normal que nos lleve a todo cuanto dices en tu pregunta. En la familia se descubre y se aprende todo acerca del amor, por ejemplo, pero también acerca de la violencia y de la sumisión pongamos por caso. La familia como célula de vida es clave de conformación, de jerarquización, de sociabilidad… sean cuales sean las circunstancias finales. Y, por tanto, el odio, la crueldad, el poder, la intimidación, el sometimiento, las bajezas y la mentira, entre otros aspectos negativos, al lado de la lealtad, el apego, la querencia, los afecto o, entre otros, la ternura que son aspectos positivos. Si de ahí, se deriva desasosiego, tristeza, negrura, etc. será porque el lector reconoce que la realidad es así.

A mí me encanta encontrarme con lectores que afirman reconocerse en alguna de las historias de Monte Oscuro porque, pienso, que, al menos, el libro cumple así su destino por el que vio la luz. Reconocerse uno mismo es la clave. Es verdad que hay historias negras, menos negras e, incluso, blandas, pero, en todas ellas, creo, hay una posibilidad de enjundia, de sacar jugo, tal como  pretendí al escribirlas. Somos humanos y tenemos muchas caras. Nos criamos y nos formamos en una familia que nos modela socialmente, actuamos en ella, con rebeldía o sometimiento, para vivir. Vivimos para ser…y si en el camino ocurren cosas, por crueles o amables que sean, parece  lo normal. Esa es la realidad y la vida. No hay más en Monte Oscuro. 

ramon-acin.jpg-Todo ello, combinado, nos lleva lector a casi no poder renovar el aliento. Son fragmentos narrativos muy densos y que llevan a cualquiera a la reflexión. Me imagino que es el propósito de cualquier escritor, ¿no?

Supongo que todos los escritores buscan o pretenden que, con las historias que narran, el lector reflexione, además, claro, de divertirse. En mi caso, no hay duda, pretendo ir más allá de la simple asunción de lo que se lee, pero si no es así, tampoco pasa nada. Como bien sabes, literatura viene del latín “littera”, es decir, carta, y, por tanto, si se cumple con el simple hecho de que un receptor asuma el mensaje que le envía el emisor, ya sirve. Pero si, además de recibirlo,  en éste se acciona el mecanismo de la reflexión, miel sobre hojuelas.  

-El Monte Oscuro tuvo su importancia en la guerra civil, coméntanos, por favor…

El título de Monte Oscuro tiene mucho de homenaje, pero también de metáfora. Me explico: Monte Oscuro es un referente claro, en Aragón, de la guerra civil, de un tiempo especial, de unos espacios y de unos hechos de gran transcendencia para mí como narrador, aunque todos ellos sólo hayan fructificado en un par de mis libros como Siempre quedará París o Hermanos de sangre por más que gotee, de tanto en tanto, por otros con cierto disimulo. Creo que la guerra civil es un período clave en nuestra historia, un periodo que debe cerrarse, que es necesario cerrar bien mediante la explicación de lo sucedido y también creo que la literatura, con su aparente distancia, es un buen medio para hacerlo. Por eso, acudo a ese tiempo, a esos espacios y a esos sucesos, porque explican muy bien la condición humana que, en el fondo, es lo único que, de verdad, mueve la vida y  la hechura de la literatura.

Monte Oscuro, en Los Monegros aragoneses, fue un lugar clave en la guerra civil, quizás por el expansivo eco de gentes como Orwell, quien combatió, junto a los republicanos, por esos pagos. Monte Oscuro es un lugar que, a cualquiera que lo desee –tan sólo basta viajar a él- le permite indagar la violencia fratricida que embarcó al país entero  en una  masacre. En medio de un desierto, propenso al viento, al calor, al frío o a la lluvia, este espacio da fe de la locura de aquella guerra. Y a mí me interesa desvelar la violencia como algo intrínseco al ser humano, explicármela, asumirla. Éste sería la parte relativa al homenaje –de ahí que algunos fragmentos del libro recalen en la guerra-; un homenaje en el que se mece la reflexión y se  busca, digamos de una explicación consoladora.

Pero el espacio geográfico de Monte Oscuro es también un mogote que se alza en medio de la llanura desértica de Los Monegros; un altozano desde donde se puede observar cuanto ocurre a sus pies, pese a la distancia, a la ceguera de los rayos del sol o de la noche. Ahí reside su valor metafórico. Y ya no digo más. Es la hora del lector.

De todas formas, no sólo es la guerra civil, pues en Monte Oscuro abarco un largo lapso de tiempo muy amplio. Especialmente desde los años 30 a los 70 del siglo XX, además de retrospectivas que llegan al XIX con episodios de las guerras carlistas, por ejemplo. Lo que me interesa, repito, es la condición humana y ésta se manifiesta en el tiempo. 

20340_1[1].jpg-Ramón, para ti escribir ¿qué significa?;¿cómo te sientes cuando o conforme vas destilando historias de negro sobre blanco?

En alguna ocasión he dicho que escribir es como una enfermedad que te atrapa y que, una vez que te ha atrapado, ya no puedes deshacerte de ella, no puedes parar de escribir, de contar. Es verdad, escribir/contar se ha convertido en una pasión que, a la vez que me proporciona disfrute, me permite indagar, conocerme un poco y comprender otro poco el entorno.

He dicho disfrute porque no entiendo a quienes dicen sufrir con la página en blanco. Si sufriera escribiendo, hace tiempo que hubiese dejado de hacerlo. Al contrario, al escribir sacas tus muermos a pasear, te interesas por algo que aparentemente es ajeno a ti, estudias y aprendes cosas increíbles mediante la documentación, estás más atento a cuanto te rodea…Me siento bien y disfruto. Siento ser tan romo en la respuesta, pero me niego a elaborar un discurso falso y de relumbre. Así son las cosas.  

-¿Cómo ha sido trabajar con esta editorial tan joven como sugerente que es Los Libros del Gato Negro?

Todo un placer. Sabes que, desde los años 90 del siglo pasado, yo ando a la greña con el consumo en la literatura –mis ensayos  Narrativa o consumo literario o En Cuarentena, por ejemplo hablan desde el título- y que apuesto por la literatura jugosa y seria. Sé bien que hay muchas formas de leer y que la libertad de elección debe existir, pero me joroba mucho la confusión reinante. Hoy día, todo puede ser etiquetado como literatura, incluso el bodrio más bodrio, con tal de que produzca dividendos. Entiendo el mercado y lo acepto porque parece que no hay salida, pero de la misma forma que se diferencia un tomate de origen frente a otro de batalla, debería  hacerse al hablar del libro literario. No todo vale, porque al final no sólo vamos a acabar asustando –en lugar de abundar más en su desorientación- al lector con la confusión reinante, sino llevándolo a la estulticia. Pienso a veces que tal vez se está buscando esto último en el mundo de la cultura; un mundo que, a lo largo de la historia, siempre se ha caracterizado y ha sido motivo y móvil de reflexión. 

Trabajar con “Los libros del gato negro”, una editorial joven, independiente y con muchísimas ganas de apostar por la literatura, ha sido muy placentero. Hay gusto, trabajo, buen hacer, afición y responsabilidad. ¡Cómo no apostar por esta editorial así !. Además, desde hace tiempo, sólo edito mis libros con gente a la que conozco y con la que puedo dialogar de tú a tú sin que, por medio, aparezca, la palabra dinero. No se vive del aire, es verdad, pero, aunque haya que pensar en ello, no quiero hacerlo a cualquier precio. Y “Los libros del gato negro” están en esa dimensión, muy literaria, muy seria.  

-Ramón como dinamizador de la lectura y como persona vinculada a la edición de revistas literarias, y a la crítica literaria: ¿cómo ves la salud de las letras aragonesas?

Aragón está viviendo un momento muy dulce en todos los sentidos. No sólo hay buenos profesores y ensayistas –algunos en primera fila internacional-, que, desde siempre, han sido una divisa clave para Aragón, sino que hay varias generaciones de escritores conviviendo con obras muy dignas, muy variadas y con mucho eco fuera del terruño. Y si a ello se suma, por ejemplo, el mundo editorial, caracterizado por su  empuje, habilidad y ganas o, también, la pasión de ciertas librerías literarias, el panorama es más que alentador. Sinceramente creo que es el mejor momento de la historia en lo relativo a la creación literaria y a sus soportes, tanto por la calidad como por el empuje. Los nombres están en la mente de cualquiera que se dedique a la cultura o que se aproveche de ella, desde el ensayo histórico o literario a la investigación hasta la creación. Si Aragón históricamente ha sido -y es- tierra que exporta mentes a otros pagos, ahora los acoge también en su seno y, además, lee sus creaciones.       

1308551572_magicfields_foto_autor_1_1.JPGBien, todo escritor se alimenta de lecturas: en qué lecturas andas enfrascado en este momento?

Más que leer novedades, que lo hago, releeo. Especialmente los clásicos. He de confesar que mi dedicación a la crítica literaria durante tantos años (desde la época de Andalán a la de Heraldo de Aragón, además de un sinfín de revistas tipo Cuadernos Hispanoamericanos, Revista de Libros, Turia o Quimera, y de medios como Diario 16 o El Periódico de Aragón, entre otros) cercenó en parte la lectura libre. Es decir, ahora práctico la lectura con el placer del lector frente al trabajo indagador del crítico de antes. Y eso es lo que hago ahora, releer algunos libros ya leídos, saborearlos con tranquilidad, lejos de prisas y esquemas. Y, por supuesto, atender a lo que va saliendo pero, eso sí, sin la perentoriedad de plasmarlo en una reseña. ¡Es tan diferente!

Además, no hay compartimentos estancos. Ahora puedo leer biografía, investigación histórica, novela, poesía, ensayo literario… sin importar procedencias y, sobre todo, lejos de mi parcelación de años, dedicada especialmente a la novela. 

Por último, ¿no puedes dar alguna pista sobre lo que estás metido como escritor?

Tengo terminados dos libros -una novela y un libro de relatos- que verán pronto la luz porque ya están apalabrados. Y, en marcha, dos historias más. Una novela sobre la amistad y sus aristas, bastante avanzada. Y otra una novela de corte juvenil con aventuras africanas. Pero, tiempo al tiempo, tranquilidad.   

 

 

 

9788494442360.jpg22945
Monte Oscuro. Álbum de familia. Ramón Acín   
127 páginas
12.00 euros
Los Libros del Gato Negro



La Familia es un volcán sin cráter, una cueva sin salida, una noche sin luna, una madeja sin hilo de Ariadna, un bosque sin migas de pan.

La falda del Monte Oscuro es el lugar donde transcurren los hechos. La Casa es la guarida habitada por una familia de alimañas, de individuos llenos de aristas que hieren, lastrados por un pasado turbio que aflora para lavarse del polvo de los años e impregnarse de realidad. Cada familia tiene sus ovejas negras, sus secretos, un pasado que alarga su sombra sobre la estirpe de descendientes.

Ramón Acín ha compuesto una historia hecha de pasajes breves y contundentes donde las sombras, las piedras, los fantasmas, lo oscuro, las miradas, el temor y los sueños aportan matices al argumento, que desde los detalles se construye ante los ojos admirados del lector. Leer Monte Oscuro obliga a juntar piezas, a atar cabos, a salpicarse de crudeza. La familia obliga a forzados vínculos de sangre establecidos por la lotería de la vida. Nadie la escoge. Todos la sufrimos. El abuelo, los tíos, los primos, los concuñados, los padres… quedan al descubierto, desnudos ante el espectador, desenmascarados y descuajeringados por la pericia narrativa de Acín.

Los rasguños que provoca la convivencia familiar hieren las entrañas. Recrearlos ayuda a sobrevivir, aunque sea plagado de cicatrices. Ha de pasar el tiempo para descubrir que el lustre del linaje es mera quincalla, que la grandeza empequeñece con los años y que la realidad fue una quimera de cartón piedra que se admitió como verdad.

María Dubón

 

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