La
Librería de El Sueño Igualitario
RAMÓN ACÍN SE PONE EN NARRACIONES
SUELTAS Y QUE VIAJAN DE LO SOLUBLE A LO INSOLUBLE… MIMOSO EN LA NARRATIVA, PERO
SIN PERDER LA PERSPECTIVA
EDITORIAL LOS LIBROS DEL GATO NEGRO NOS
ACERCA ESTE LIBRO QUE “ES UN ÁLBUM DE FAMILIA”, UNA SERIA DE FRAGMENTOS QUE SE
SOLAPAN, SE GUARECEN, SUCESOS SIN APARENTE RELACIÓN, PERO QUE…
No pretende el autor presentarlo ni
como un libro de micro relatos, ni como una novela….aunque, según como, pueda
ser una cosa y la otra…o como dice la contraportada, las dos a la vez.
El autor, Ramón Acín.
Este oscense, nacido en Piedrafita de Jaca, es
filólogo, catedrático de Lengua y Literatura, escritor y crítico literario.
Está muy vinculado a la difusión y al desarrollo cultural, por ejemplo mediante
su labor cultural con el programa de invitación a la lectura que llevó a cabo
entre 1985-2011; también ha editado obras y ha estado vinculado a revistas
literarias.
Por ejemplo ha publicado cuentos:
Manual de héroes; La vida condenada; Los que están al filo; Hermanos de sangre;
Con el pie en el estribo; Abrir la puerta. Su faceta de verdadero “hacedor de
palabras” le ha llevado a escribir en la confección de dietarios: Aunque
de nada sirva; Si me vio. Como novelista nos ha ilustrado con: Extraños, La
marea; Cinco mujeres en la vida de un hombre; Siempre quedará París; Muerde el
silencio y Ya no estoy entre vosotros. Es un escritor polifacético, así que
también ha cultivado la literatura infantil y juvenil, así como el ensayo
literario.
Como crítico literario es muy prolífico
y además se ha adentrado en la literatura de viajes por Aragón y en la
etnografía.
El Monte Oscuro, tuvo y tiene, desde la
memoria, su importancia en la Guerra Civil alrededor de Huesca:
http://www.redaragon.com/turismo/orwell/guerracivil.asp
Cazarabet conversa con Ramón Acín:
-Ramón ¿por qué me da que cuando te pones ante una página
en blanco para construir una historia, te envuelves como de un halo de
nostalgia?
Bueno podrá parecer nostalgia, pero no
lo es. De verdad. Soy de los que creen que añorar el pasado no tiene
sentido, porque mecerse en brazos de la nostalgia sirve de muy poco, por no
decir de nada. Aparentemente, sería más apropiado, creo, hablar de
un halo de melancolía. Ahí, no pongo tantas pegas. Sin embargo, confieso
que en mi mente cuando me enfrento al papel en blanco y buceo por el pasado
próximo, que suele ser lo más habitual en mi proceso de creación, lo que sí
habita en él es el ansia de indagación.
Para mí, el pasado es parte de la
explicación del presente, porque el ser humano es memoria. En realidad, somos
tan sólo algunas capas sucesivas de memoria o acumulación del tiempo ido, y
bucear en ello puede servir para afrontar el presente que nos toca vivir y, tal
vez, también para lanzarnos con fuerza a las quimeras que componen y “dibujan”
el futuro. En suma: Indagar para comprender. No muy lejos de la vieja máxima
griega del “conócete a ti mismo” que, por supuesto, supone, en gran medida,
conocer también el contorno que nos envuelve. Que esa indagación contenga sus
dosis de melancolía es normal, pero no, no es ella mi punto de partida, ni
tampoco el interés primordial como primera fuente o acicate creativos.
-Eres un escritor que ha cultivado
muchos géneros…pero en Monte Oscuro no “te atreves” a calificar el libro como
de relatos, cuentos, narrativa, novela… ¿es como un
todo dentro de otros mundos que tienen su propia idiosincrasia, ¿no?
Sí, he cultivado el ensayo, la novela,
el dietario, el relato o cuento, el viaje, el aforismo…, pero, pese a ello, no
soy muy amigo de la compartimentación. Creo que la literatura, pese a las
etiquetas genéricas, es siempre una forma de expresión comunicativa y eso es lo
que importa. Cierto que se parte de esa compartimentación genérica porque los
géneros son etiquetas que ayudan a la comprensión de la actividad literaria y
porque, también en gran medida, contienen ciertas normas a la hora de plasmar o
de manifestar el trabajo literario. Quiero decir, que, al final, pueden
presentarse diferencias en el conjunto de laboreo literario, pues, a primera
vista, hay distancia entre un ensayo y un poema, entre un diálogo teatral y una
narración exenta de diálogos…, pero en el fondo, todos ellos siempre se reducen
a dar salida a una necesidad de expresión que echa mano del mismo material lingüístico:
una necesidad de expresión que sondea, escarba, explora y, tal vez, logra
explicar los hechos, circunstancias, motivos, emociones… que cercan al
escritor.
No obstante, esta compartimentación de
carácter, digamos “didáctico”, salta por los aires cuando te olvidas de su
corsé mientras fluye la creación. La difuminación de
las fronteras entre géneros es, creo, uno de los aspectos claves actualmente.
En el caso de Monte Oscuro, aunque, sin duda, pesa esta realidad de
“borrado de límites” propia de nuestros días, he de confesar que también
proviene de su mismo proceso creativo.
Me explico: Monte Oscuro antes
de ser el libro que el lector puede tener en sus manos, fue una novela en el
puro sentido del género. Una novela de más de trescientas páginas que, tras
dormir tres o cuatro meses en el limbo de los justos, deseché. No me sentía
conforme con el resultado obtenido y no veía acertada su publicación. Sin
embargo, el dolor se apoderaba de mí cada vez que pensaba en su destrucción –la
destrucción de un inédito es lo mejor y el paso más acertado que debe hacer un
escritor cuando no cree en los resultados-, porque ciertos momentos, sucesos,
emociones, temas..., me pedían a voces la vida, me pedían existir. Por eso,
rescaté tales momentos, al ver que mantenían su fuerza, conformándolos, con
vida aislada, como pequeños cuentos. Quizá porque, pese a la brevedad, el
motivo, sentimiento, emoción o tema explorados encerraban algo en su seno,
además de mantener el tipo y no perder sentido.
-Son
fragmentos de narrativa con el que pretendes como jugar con el lector, pero
dejando que sea el lector quien mueva los hilos y haga sus propias lecturas en
la relación de los fragmentos, intervinientes, situaciones ¿No es así?
Sí, sin duda, son fragmentos
narrativos. Pero ojo, lo son como lo es la vida misma. Los seres humanos somos
fragmentarios, vivimos en fragmentos y sobre fragmentos –sean de tiempo vivido
o de tiempo sentido- que, unidos, componen el todo de la vida. Es una idea
básica que siempre suele acompañarme y que, además, esta vez me ha servido de
explicación y de estructura a la hora de reescribir y de dotar de nueva vida a Monte
Oscuro, desde que tomé la firme decisión de destruir la novela en la que se
asienta el origen de este libro.
Fragmentos a los que, no obstante, en Monte
Oscuro he dotado de un par de hilos de unión, o, tal vez, de posible unión,
además, claro está, de la capacidad de enlace derivada del espacio –el
territorio imaginario/geográfico de “Monte Oscuro”- donde acaecen los hechos de
todos los cuentos agrupados en el libro. Uno de esos hilos, es la voz narrativa
de la anónima y esquiva muchacha que cuenta los sucesos contenidos en el libro;
una voz, sin duda, con quicio en la oralidad, dado el sabor o mi gusto por la
forma de transmisión tradicional, propio del cuento o historias orales. Y dos:
mediante el enhebrado de los títulos que encabezan cada cuento del libro, donde
la presencia de una palabra o más enlazan, creo, las historias o sucesos que
laten entre ellos.
Con esta artimaña estructural, en Monte
Oscuro, creo posibilitar dos diferentes formas de lectura. La
primera, individual, propia de cada cuento. Y, la segunda, global, si se
atiende a estos dos posibles nexos que acabo de citar. De esta forma, como bien
dices en tu pregunta, el lector puede mover los hilos y hacer la lectura que
más le llene o le convenga: como un conjunto de cuentos, como una novela…
Además, confieso, que a la hora de leer
literatura, soy de los que siempre abogan por la actividad del lector frente a
la hoy triunfante pasividad que caracteriza al divertimento. Y Monte Oscuro
es un claro ejemplo de esta postura. Ello no significa que yo deseché la
legítima función de la lectura como diversión. En absoluto, pues, a mi
entender, la delectación siempre será uno de los pies básicos del hecho
literario. El otro es el “docere” o enseñanza que,
para mí, es muy superior. Siempre he abogado y he preferido un tipo de lectura
literaria basado en la indagación o en el conocimiento. Pues, al fin y al cabo,
la literatura, cuando se asienta e indaga en el pasado, actúa, al igual
que la historia, como una forma más de conocer y entender lo sucedido. Y si
como pienso y he dicho muchas veces, antes que nada somos memoria y capas
de tiempo, qué mejor forma de entender al ser humano y al entorno en el que
habita y en que el conforma la literatura.
Sí, la fragmentación de Monte Oscuro
permite una lectura individual de cada cuento y, también, una global como si
fuera una novela y, para ello, el lector, siendo libre y desplegando su
actividad, es el dueño y señor para penetrar en Monte Oscuro bajo la
divisa global de una novela o bajo la de un conjunto de cuentos breves que es
verdad que contienen la pertinente individualidad.
-Y es que las historias, aunque pequeñas y sencillas de
situaciones o de personas e individuos, son los que hacen grandes ciertas
historias. ¿Qué nos puedes comentar?
Creo que sí, que lo diminuto acaba
siendo grande, que la microhistoria puede explicar la macrohistoria
–y, ojo, con mayúsculas-. La clave, estimo, reside en los temas que subyacen al
fondo de esa brevedad inherente al cuento. A mí, personalmente, me interesa más
sugerir que otros aspectos literarios. Al menos, frente al hecho de contar todo
con pelos y señales. Lo evidente, aunque deleite, satura. La sugerencia, cuando
menos, invita a seguir más allá de lo que está expresado en el cuento. En una
palabra, con la brevedad y el escamoteo que habita en los cuentecillos de Monte
Oscuro lo que pretendo es que el lector vaya más allá de lo narrado, que
tome las riendas de la historia que está leyendo en ese momento y que la
prolongue en su mente según sus propias vivencias, emociones y sentimientos. En
definitiva, que sea activo y que de sentido al concepto de literatura o, mejor,
al concepto de lectura literaria que, en el fondo, siempre es una reescritura
personal. Porque leer, sin lugar a la duda, es reescribir y, por tanto,
apropiarse –no importa el origen- de lo que es ajeno. Una apropiación que, como
mínimo, deleitará, pero que, en la mayoría de los casos, siempre puede acabar
enseñando, ayudando y reconfortando.
-Este tipo de literatura me da que
entretiene mucho al lector, pero el escritor es, además, muy, muy libre….no sé
es como si no estuviese tan “atado” como con otros géneros…
Bueno, no creas. Pese a esa libertad
que dices, el escritor tiene que medir mucho. No se trata simplemente de
acomodar una historia en la brevedad, en la economía de lo narrado, sino de
palpar lo mejor posible las teclas de esa brevedad y de los detalles que el
lector, si lo desea, debe desarrollar en lo oculto –existente en la narración,
sin duda- según su propia identidad. Para un escritor, lo mejor, considero, es
escribir largo y tendido acerca de una historia y, luego, ir suprimiendo lo
superfluo, lo evidente, lo reiterado. Es como dejar el cuento en el esqueleto
para que el lector vaya, después, añadiendo durante su lectura fibra, músculos
y grasa para que así todo adquiera movimiento, para que se rellene lo obviado
en todos los cuentos que dan pie al libro.
La brevedad no es fácil frente a lo que
pueda pensar la gente. Al contrario, es una tarea ardua, difícil y,
generalmente, dolorosa. Digo dolorosa porque a un escritor lo que más le cuesta
es eliminar páginas. Porque eliminar supone reconocer pérdida de trabajo,
admitir errores, purgarse y otras muchas cosas. Y sí, es verdad, pese a
ello, al olvidarme del corsé de los géneros, hay libertad, tal como insinúas en
tu pregunta
-“Monte oscuro”,
puede ser “metáfora” de la noche, del vacío al caer las hojas, del invierno
áspero y no socorrido, de la despiadada quiebra de demasiadas horas sin luz,
del paso del tiempo lento; pero mirando al latido de las personas “Monte
oscuro” es también como sinónimo, no sé así casi de primeras para el lector/a
de cierto desasosiego, cierta inestabilidad, cierta tristeza…
Bueno, en Monte Oscuro estamos
en un terreno resbaladizo y es normal que se observe todo cuanto dices. La
familia, en el sentido más amplio del concepto, es el espacio –además del
físico y provinciano de “Monte Oscuro”- donde se asientan los cuentecillos del
libro. La familia como espacio poliédrico, donde cabe todo. La familia es lugar
de formación o de aprendizaje, de crecimiento, de asunción de valores, de
ordenación social… y es normal que nos lleve a todo cuanto dices en tu
pregunta. En la familia se descubre y se aprende todo acerca del amor, por
ejemplo, pero también acerca de la violencia y de la sumisión pongamos por
caso. La familia como célula de vida es clave de conformación, de
jerarquización, de sociabilidad… sean cuales sean las circunstancias finales.
Y, por tanto, el odio, la crueldad, el poder, la intimidación, el sometimiento,
las bajezas y la mentira, entre otros aspectos negativos, al lado de la
lealtad, el apego, la querencia, los afecto o, entre otros, la ternura que son
aspectos positivos. Si de ahí, se deriva desasosiego, tristeza, negrura, etc.
será porque el lector reconoce que la realidad es así.
A mí me encanta encontrarme con
lectores que afirman reconocerse en alguna de las historias de Monte Oscuro
porque, pienso, que, al menos, el libro cumple así su destino por el que vio la
luz. Reconocerse uno mismo es la clave. Es verdad que hay historias negras,
menos negras e, incluso, blandas, pero, en todas ellas, creo, hay una
posibilidad de enjundia, de sacar jugo, tal como pretendí al escribirlas.
Somos humanos y tenemos muchas caras. Nos criamos y nos formamos en una familia
que nos modela socialmente, actuamos en ella, con rebeldía o sometimiento, para
vivir. Vivimos para ser…y si en el camino ocurren cosas, por crueles o amables
que sean, parece lo normal. Esa es la realidad y la vida. No hay más en Monte
Oscuro.
-Todo ello, combinado, nos lleva lector a casi no poder
renovar el aliento. Son fragmentos narrativos muy densos y que llevan a
cualquiera a la reflexión. Me imagino que es el propósito de cualquier
escritor, ¿no?
Supongo que todos los escritores buscan
o pretenden que, con las historias que narran, el lector reflexione, además,
claro, de divertirse. En mi caso, no hay duda, pretendo ir más allá de la
simple asunción de lo que se lee, pero si no es así, tampoco pasa nada. Como
bien sabes, literatura viene del latín “littera”,
es decir, carta, y, por tanto, si se cumple con el simple hecho de que un
receptor asuma el mensaje que le envía el emisor, ya sirve. Pero si, además de
recibirlo, en éste se acciona el mecanismo de la reflexión, miel sobre
hojuelas.
-El Monte Oscuro tuvo su importancia
en la guerra civil, coméntanos, por favor…
El título de Monte Oscuro tiene
mucho de homenaje, pero también de metáfora. Me explico: Monte Oscuro es un
referente claro, en Aragón, de la guerra civil, de un tiempo especial, de unos
espacios y de unos hechos de gran transcendencia para mí como narrador, aunque
todos ellos sólo hayan fructificado en un par de mis libros como Siempre
quedará París o Hermanos de sangre por más que gotee, de
tanto en tanto, por otros con cierto disimulo. Creo que la guerra civil es un
período clave en nuestra historia, un periodo que debe cerrarse, que es necesario
cerrar bien mediante la explicación de lo sucedido y también creo que la
literatura, con su aparente distancia, es un buen medio para hacerlo. Por eso,
acudo a ese tiempo, a esos espacios y a esos sucesos, porque explican muy bien
la condición humana que, en el fondo, es lo único que, de verdad, mueve la vida
y la hechura de la literatura.
Monte Oscuro, en Los Monegros aragoneses, fue un lugar clave en la guerra civil,
quizás por el expansivo eco de gentes como Orwell, quien combatió, junto a los republicanos,
por esos pagos. Monte Oscuro es un lugar que, a cualquiera que lo desee –tan
sólo basta viajar a él- le permite indagar la violencia fratricida que embarcó
al país entero en una masacre. En medio de un desierto, propenso al
viento, al calor, al frío o a la lluvia, este espacio da fe de la locura de
aquella guerra. Y a mí me interesa desvelar la violencia como algo intrínseco
al ser humano, explicármela, asumirla. Éste sería la parte relativa al homenaje
–de ahí que algunos fragmentos del libro recalen en la guerra-; un homenaje en
el que se mece la reflexión y se busca, digamos de una explicación
consoladora.
Pero el espacio geográfico de Monte
Oscuro es también un mogote que se alza en medio de la llanura desértica de Los
Monegros; un altozano desde donde se puede observar
cuanto ocurre a sus pies, pese a la distancia, a la ceguera de los rayos del
sol o de la noche. Ahí reside su valor metafórico. Y ya no digo más. Es la hora
del lector.
De todas formas, no sólo es la guerra
civil, pues en Monte Oscuro abarco un largo lapso de tiempo muy amplio.
Especialmente desde los años 30 a los 70 del siglo XX, además de retrospectivas
que llegan al XIX con episodios de las guerras carlistas, por ejemplo. Lo que
me interesa, repito, es la condición humana y ésta se manifiesta en el tiempo.
-Ramón, para ti escribir ¿qué significa?;¿cómo te sientes cuando o conforme vas destilando historias
de negro sobre blanco?
En alguna ocasión he dicho que escribir
es como una enfermedad que te atrapa y que, una vez que te ha atrapado, ya no
puedes deshacerte de ella, no puedes parar de escribir, de contar. Es verdad,
escribir/contar se ha convertido en una pasión que, a la vez que me proporciona
disfrute, me permite indagar, conocerme un poco y comprender otro poco el
entorno.
He dicho disfrute porque no entiendo a
quienes dicen sufrir con la página en blanco. Si sufriera escribiendo, hace
tiempo que hubiese dejado de hacerlo. Al contrario, al escribir sacas tus
muermos a pasear, te interesas por algo que aparentemente es ajeno a ti,
estudias y aprendes cosas increíbles mediante la documentación, estás más
atento a cuanto te rodea…Me siento bien y disfruto. Siento ser tan romo en la
respuesta, pero me niego a elaborar un discurso falso y de relumbre. Así son
las cosas.
-¿Cómo ha sido
trabajar con esta editorial tan joven como sugerente que es Los Libros del Gato
Negro?
Todo un placer. Sabes que, desde los
años 90 del siglo pasado, yo ando a la greña con el consumo en la literatura
–mis ensayos Narrativa o consumo literario o En Cuarentena,
por ejemplo hablan desde el título- y que apuesto por la literatura jugosa y
seria. Sé bien que hay muchas formas de leer y que la libertad de elección debe
existir, pero me joroba mucho la confusión reinante. Hoy día, todo puede ser
etiquetado como literatura, incluso el bodrio más bodrio, con tal de que
produzca dividendos. Entiendo el mercado y lo acepto porque parece que no hay
salida, pero de la misma forma que se diferencia un tomate de origen frente a
otro de batalla, debería hacerse al hablar del libro literario. No todo
vale, porque al final no sólo vamos a acabar asustando –en lugar de abundar más
en su desorientación- al lector con la confusión reinante, sino llevándolo a la
estulticia. Pienso a veces que tal vez se está buscando esto último en el mundo
de la cultura; un mundo que, a lo largo de la historia, siempre se ha
caracterizado y ha sido motivo y móvil de reflexión.
Trabajar con “Los libros del gato
negro”, una editorial joven, independiente y con muchísimas ganas de apostar
por la literatura, ha sido muy placentero. Hay gusto, trabajo, buen hacer,
afición y responsabilidad. ¡Cómo no apostar por esta editorial así !. Además, desde hace tiempo, sólo edito mis libros con
gente a la que conozco y con la que puedo dialogar de tú a tú sin que, por
medio, aparezca, la palabra dinero. No se vive del aire, es verdad, pero,
aunque haya que pensar en ello, no quiero hacerlo a cualquier precio. Y “Los
libros del gato negro” están en esa dimensión, muy literaria, muy seria.
-Ramón como dinamizador de la
lectura y como persona vinculada a la edición de revistas literarias, y a la
crítica literaria: ¿cómo ves la salud de las letras aragonesas?
Aragón está viviendo un momento muy
dulce en todos los sentidos. No sólo hay buenos profesores y ensayistas
–algunos en primera fila internacional-, que, desde siempre, han sido una
divisa clave para Aragón, sino que hay varias generaciones de escritores
conviviendo con obras muy dignas, muy variadas y con mucho eco fuera del
terruño. Y si a ello se suma, por ejemplo, el mundo editorial, caracterizado
por su empuje, habilidad y ganas o, también, la pasión de ciertas
librerías literarias, el panorama es más que alentador. Sinceramente creo que
es el mejor momento de la historia en lo relativo a la creación literaria y a
sus soportes, tanto por la calidad como por el empuje. Los nombres están en la
mente de cualquiera que se dedique a la cultura o que se aproveche de ella,
desde el ensayo histórico o literario a la investigación hasta la creación. Si
Aragón históricamente ha sido -y es- tierra que exporta mentes a otros pagos,
ahora los acoge también en su seno y, además, lee sus creaciones.
Bien, todo escritor se alimenta de lecturas: en qué lecturas
andas enfrascado en este momento?
Más que leer novedades, que lo hago, releeo. Especialmente los clásicos. He de confesar que mi
dedicación a la crítica literaria durante tantos años (desde la época de Andalán a la de Heraldo de Aragón, además de
un sinfín de revistas tipo Cuadernos Hispanoamericanos, Revista de Libros,
Turia o Quimera, y de medios como Diario 16 o El Periódico
de Aragón, entre otros) cercenó en parte la lectura libre. Es decir,
ahora práctico la lectura con el placer del lector frente al trabajo indagador
del crítico de antes. Y eso es lo que hago ahora, releer algunos libros ya
leídos, saborearlos con tranquilidad, lejos de prisas y esquemas. Y, por
supuesto, atender a lo que va saliendo pero, eso sí, sin la perentoriedad de
plasmarlo en una reseña. ¡Es tan diferente!
Además, no hay compartimentos estancos.
Ahora puedo leer biografía, investigación histórica, novela, poesía, ensayo
literario… sin importar procedencias y, sobre todo, lejos de mi parcelación de
años, dedicada especialmente a la novela.
Por último, ¿no puedes
dar alguna pista sobre lo que estás metido como escritor?
Tengo terminados dos libros -una novela
y un libro de relatos- que verán pronto la luz porque ya están apalabrados. Y,
en marcha, dos historias más. Una novela sobre la amistad y sus aristas, bastante
avanzada. Y otra una novela de corte juvenil con aventuras africanas. Pero,
tiempo al tiempo, tranquilidad.
22945
Monte Oscuro. Álbum de familia. Ramón Acín
127 páginas
12.00 euros
Los Libros del Gato Negro
La Familia es un volcán sin cráter, una cueva
sin salida, una noche sin luna, una madeja sin hilo de Ariadna, un bosque sin
migas de pan.
La falda del Monte Oscuro es el lugar donde transcurren los hechos. La Casa es
la guarida habitada por una familia de alimañas, de individuos llenos de
aristas que hieren, lastrados por un pasado turbio que aflora para lavarse del
polvo de los años e impregnarse de realidad. Cada familia tiene sus ovejas
negras, sus secretos, un pasado que alarga su sombra sobre la estirpe de
descendientes.
Ramón Acín ha compuesto una historia hecha de pasajes
breves y contundentes donde las sombras, las piedras, los fantasmas, lo oscuro,
las miradas, el temor y los sueños aportan matices al argumento, que desde los
detalles se construye ante los ojos admirados del lector. Leer Monte Oscuro
obliga a juntar piezas, a atar cabos, a salpicarse de crudeza. La familia
obliga a forzados vínculos de sangre establecidos por la lotería de la vida.
Nadie la escoge. Todos la sufrimos. El abuelo, los tíos, los primos, los
concuñados, los padres… quedan al descubierto, desnudos ante el espectador,
desenmascarados y descuajeringados por la pericia narrativa de Acín.
Los rasguños que provoca la convivencia familiar hieren las entrañas.
Recrearlos ayuda a sobrevivir, aunque sea plagado de cicatrices. Ha de pasar el
tiempo para descubrir que el lustre del linaje es mera quincalla, que la grandeza
empequeñece con los años y que la realidad fue una quimera de cartón piedra que
se admitió como verdad.
María Dubón
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