Cazarabet conversa con... Bingen Amadoz, autor de “Matones
(“¡Para que todos lo sepan!”)”
(Pamiela)
Pamiela edita un libro trepidante y
valiente sobre los que mataron sin complejos, desde la mirada de los y las que sobrevivieron
a las matanzas….éstos gritan y exclaman: “¡Para que todos lo sepan!”
Lo escribe Bingen
Amadoz desde una narración o un ejercicio
testimonial estremecedor desde ochenta
relatos que marcan un antes y un después en las narraciones de relatos sobre
lo acontecido en la represión, purga y ejercicio de odio.
El autor más allá de este libro:
https://www.pamiela.com/bloga/?p=3372
La sinopsis del libro:
La casa de los Amadoz es la última en
el camino al matadero. Y ahí están ya aporreando la puerta de entrada mientras
gritan fanfarrones, con la valentía que les dan las armas: « ¡Miguel Amadoz!
¡¡¡Que baje!!!». Todos los miembros de la familia se despiertan sobresaltados y
caen en una pesadilla tan real como la muerte misma. Contienen el aliento y
aterrorizados los hijos e hijas escuchan decir a la madre: «No vayas… que te
van a matar». Es un grito angustioso, desesperado, terminal. «Me matarán
–escuchan decir al padre–, pero a vosotros os dejaran vivir.» Pronto,
únicamente se perciben en la casa los lloros y lamentos de la madre… sola. El
padre ha bajado ya, pero no ha acertado en su último vaticinio. « ¡Que baje
Vicente!», vociferan los matones. A él también lo han sentenciado. Vicente
comparte cama con Salvador, mi padre. El hermano mayor esta hecho un manojo de
nervios. Busca la ropa para vestirse. Tiembla como una hoja y se pelea con los
pantalones y la camisa. Se resisten los botones a entrar en los ojales. Un
torbellino espontáneo e inesperado nubla sus ojos. Sus 22 años se resisten a
entregarse al afilado umbral de la muerte. Abajo, los matones están inquietos.
Le reclaman una y otra vez. Piensan que se está retrasando demasiado. Suben en
tropel a buscarlo. Mi padre ve asomar por la puerta las boinas rojas de los
asesinos y con la determinación y el arrojo de sus escasos 13 años intenta
defender a su hermano. Se agarra a él para que no se lo lleven, grita y patalea
inútilmente ante aquella canalla despiadada hasta que los fusiles le apuntan al
pecho acorralándolo contra la cama. «Quieto chaval si no quieres que te matemos
a ti también» les escucha decir a quemarropa. A empujones se llevan a Vicente.
Nunca más volverá a verlo. Bajan la escalera a trompicones. Lo atan con cuerdas
de segadora como a los demás. Todos los hermanos y hermanas, niños
adolescentes, suben corriendo al granero. Por las rendijas de la falsa llegan a
tiempo de ver como arranca el camión para tomar la dirección del cercano puente
sobre el río. La desolación más desnuda imaginable y una desesperada angustia
se apodera de los corazones. Nada ni nadie pudo ni podrá nunca consolar una
orfandad semejante. Hasta el perro fiel de la familia supo de la desgracia. No
dejó de llorar en toda la noche con aullidos lastimeros.
Estos ochenta relatos atrapan y
también te levantarán muchas emociones, pero te enredan en una lectura
trepidante…quizás por ser directos, lo que enlazo con mucha honradez y
concisos, lo que hace bueno aquello de:”lo bueno si breve, dos veces bueno”.
Se acerca al libro, Jacqueline Urla,
profesora de la Universidad de Massachusetts, EE UU.
Los
testimonios recogidos en Matones son tan solo una muestra. En Navarra
hubo unos 3.500 asesinados y, por tanto, otros tantos dramas. Este es el
elemento más trágico de la represión, pero son incontables los demás aspectos
de la feroz política de humillación, robo, pérdida de empleos llevada a cabo
durante la guerra, la postguerra y la dictadura. Le sucedió un período de
reciclaje interesado, de pseudodemocracia tan largo como la dictadura. Los
dueños del poder se dedicaron a tapar, a poner todas las dificultades posibles
para no enseñar. Hay un largo rosario de órdenes primero y de desidia después,
que afectaron directamente a los perdedores. No cabe todo en lo que, sin
embargo, sí puede ser un compendio que resume un total inabarcable.
El
objetivo final del trabajo, el ¿para qué?, es fácil de explicar. Se trata de
divulgar lo ocurrido para sacarlo a la luz asuntos tras décadas de silencio.
Una generosa muestra que nos brindan
Pamiela y Bingen Amadoz:
1.
El miedo, esa cerrada niebla.
El
miedo, esa cerrada niebla que se pega a la piel para contagiar su fría humedad.
El miedo, ese fantasma que paraliza los músculos del cuerpo, esa tenaza pesada
que acogota el alma, la entraña del que lo padece. ¿Qué hacer con el miedo
sembrado por las peores pasiones de las gentes? Hay miedos que acompañan toda
una vida. ¿Cómo desasirse del miedo que nos atrapa con sus verdades crueles
hasta hacernos indefensos, débiles, vulnerables? Cuando la tiranía del miedo
emponzoña a toda una sociedad víctima de la injusticia convierten a los
perdedores en esclavos de la dictadura o de los que la defienden en una
interminable agonía a la que denominan transición y democracia, sabiendo todos
que es mentira, que no han cambiado más que la envoltura para que bajo falsas
apariencias no se cambie lo fundamental, lo realmente necesario. Imponen
monarquía, amejoramiento del fuero, sin consultar al pueblo. Y al miedo le dan
alas para que siga aplastando.
40
años y luego 39 más. Y en agosto de 2014 en Valcardera,
nuestro Delphos particular, el oráculo de los dioses
rojos nos muestra su mensaje de esperanza. Viene surcando los cielos a lomos de
53 parlanchinas cigüeñas. Las cosas van a cambiar, ¡por fin! Vamos a abrir
puertas para expulsar al miedo. Y ciertamente ocurre. Es mayo de 2015.
Reunimos
a tres hermanas que fueron vecinas de la calle de la Merced, en el casco viejo
de Iruña. Las tres son huérfanas de padre desde 1936. La Merced€ tan lejos de
la justicia, tan cerca de la pobreza. El fascismo se ensañó con sus vecinos.
Masacraron al barrio para "limpiarlo» de rojos. 80 años después, en 2016,
las tres mujeres hablan del miedo. Se citan personajes, penurias, encuentros,
insultos, y vuelven al miedo. Y al silencio inevitable provocado por el terror
del nuevo orden que odia las palabras.
En
el cine Príncipe de Viana mientras los asistentes esperan a que empiece la
función alguien esta criticando al dictador. Un hombre se levanta y echa mano
del pistolón que guarda entre la ropa y lo empuña ante el público
empequeñecido, tembloroso. Todo el cine escucha su amenaza: "Al que hable
mal de Franco lo mato". Y se hace el silencio. Y el miedo se inmiscuye en
lo más profundo de las mentes infantiles, juveniles, adultas, allá donde ya han
encontrado su sitio el dolor, la angustia y las carencias.
Se
escuchan en los adoquines las grandes zancadas de Pasos largos, el requeté
Benito Santesteban. Se desplaza desde el taller de la
calle Dormitalería, donde se fabrican santos y se
deciden matanzas, hasta la tienda de artículos religiosos abierta al público en
la avenida de Carlos III. Es alto, de cara desgraciadamente fea, pero en el
recuerdo destaca ante todo el miedo que sembraba a su paso.
Las
hermanas nunca pudieron hacer el duelo por su padre al que apresaron cuando
trabajaba alicatando las paredes de lo que pronto sería el garaje de Unsain en la plaza ahora de las Merindades. Sus captores le
dijeron: "No hace falta que te pongas la chaqueta. No la vas a
necesitar". Se lo llevaron y aun hoy es un desaparecido. A su familia ni
siquiera le permitieron que lamentara su ausencia. En su casa no pudieron
expresar dolor ante nadie. Tampoco hubo posibilidad de superarlo, de paliar la
pena, de encontrar consuelo. A sus hijas se les olvidó para siempre llorar. El
miedo ocupó el lugar de las lágrimas. El miedo se alargó más y más en el
tiempo, anuló la capacidad de reacción e incluso se intentó colar de refilón
entre las transmisiones heredadas por la siguiente generación. Pero ahí se
pilló los dedos. Se transmitieron el dolor, el trauma pero el miedo no. El
miedo hubiera querido generar olvido entre los perjudicados pero ahí también
fracasó estrepitosamente. Siempre hubo memoria. Cada vez hay más memoria.
En
la Merced había rojos y también azules, seguramente menos, pero los había.
"Saludaba todos los días a la señora Babila que
vivía debajo –dice una de las hermanas–, y ella solo contestaba con portazos.
La escuchábamos gritar apoyada en el alféizar de la ventana: "Hay que
matar también a los hijos de los rojos!". Y
nosotros niños, hijos de rojos ¿que podíamos esperar? ¡Ay!, qué miedo!". Pero las ganas de matar se avinagran o se pasan.
¡Vaya usted a saber! Nadie sabe qué le pudo ocurrir a la señora Babila pero un día en vez de contestar a los buenos días
con un portazo hizo pasar a la niña a su casa. "Me cogió aupas –cuenta la niña ahora viejecita–, y me dio más besos
de los que me había dado mi madre en toda su vida".
La
niña tuvo que trabajar muy pronto. Era vendedora de leche a los ocho años. Unos
la insultaban: "¡Culo tomate!", "Hija de rojo" y otros le
pedían perdón. Algunas mujeres que habían acudido a la Vuelta del Castillo para
aplaudir las ejecuciones no tenían la conciencia tranquila. Se arrepentían de
sus risas y aplausos. Imploraban a las niñas huérfanas que les perdonasen. Tal
vez lamentaban la miseria que habían ayudado a levantar porque la tenían
delante de sus ojos. Además, entre los vencedores también había miedo. Había
peticiones de perdón que más bien parecían egoísmos interesados. Por si acaso.
Aquella lecherita cuenta: "Había quien pedía perdón y a continuación me
decía: 'Ya nos protegerás si esto da la vuelta, no?".
La
madre de las tres hermanas que ahora recuerdan no perdió la cordura ni la
dignidad y aún le escuchan decir: "Hijas mías encontraréis gentes buenas y
malas tanto entre los izquierdas como entre los derechas». Sin embargo le
partía el alma saber que a los genocidas se les había elevado al nivel heroico
de los guerreros merecedores de laureles de triunfo. "¿A jugar a los
Caídos? –les contestaba a sus nietas–, no, ¡ahí no os llevaré nunca!».
Las
instituciones mantuvieron el monumento funerario que glorificaba la memoria de
Mola y de Sanjurjo para mayor oprobio de las víctimas. Sí. Allí estaba, en
medio de la ciudad el elogio de la ignominia hecho piedra, panteón excelso para
recordar las órdenes estrictas de Emilio Mola Vidal, director de la
sublevación:
"Se
tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta, para reducir lo
antes posible al enemigo».
"Hay
que sembrar el terror€ Hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin
escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros».
Durante
57 años han permanecido enterrados en la cripta del Monumento a los Caídos de
Iruña dos de los mayores genocidas: José Sanjurjo Sacanell
y Emilio Mola Vidal. En noviembre de 2016 han podido ser exhumados y sus restos
han sido entregados a sus familiares. Eso ha ocurrido merced a la gestión
decidida de un gobierno municipal que ya no está en manos ni de los vencedores
de la guerra civil ni de sus herederos ideológicos, de sus defensores, o de los
que han mirado para otro lado, manteniendo a Mola y a Sanjurjo en el lugar de
honor que no les correspondía. La sola presencia del monumento ha sido una
afrenta continua, una espada sangrienta colgada en el aire para escarnio de las
víctimas.
Las
mujeres de la Merced demuestran con su testimonio hasta qué punto resulta
vinculante la actitud de las instituciones civiles y eclesiásticas con el miedo
de las viudas y de los huérfanos.
Ellas
reconstruyen paso a paso los 79 años de persecuciones, con sus momentos de luz
gracias a mayorías políticas puntuales que lograron reconocimientos en medio de
polémicas dolorosas y los escasos meses de luz, de verdadera protección.
En
2003 el Parlamento navarro, el PSOE, IU, CDN, EA, PNV, la disuelta Batasuna y Batzarre apoyaron una declaración, propuesta por la
asociación de familiares de asesinados y desaparecidos de la comunidad, en la
que se expresaba el recuerdo y reconocimiento hacia los millares de
republicanos (socialistas, nacionalistas vascos, anarquistas e izquierdistas de
todas las tendencias) asesinados por los sublevados franquistas. Los 22
parlamentarios de UPN se negaron a apoyar aquel texto que encauzaba una primera
reparación hacia las víctimas de las matanzas del 36. UPN gobernaba la
comunidad y su presidente Miguel Sanz ejerció como representante de su grupo
para justificar la negativa a la declaración. Esta postura provocó la
indignación y los abucheos de los familiares de las víctimas que asistían a la
sesión.
Hubo,
además, otra intervención pública que tuvo su efecto directo en el corazón de
las víctimas navarras del fascismo. El arzobispo de Iruña Fernando Sebastián,
en vísperas del pleno, amenazó al Parlamento con denunciarlo ante los
tribunales por injurias si aprobaba la declaración en los términos en que
estaba escrita. En el texto se incluía una consideración según la cual las
ejecuciones se habían llevado a cabo no solo con el beneplácito de la jerarquía
católica, que se manifestó públicamente en favor del Alzamiento, sino en
algunos casos con su participación directa. Ciertos sectores progresistas de la
Iglesia ya habían tratado de influir en las asambleas de la asociación para
suavizar el texto, pero los familiares rechazaron la propuesta por práctica
unanimidad.
Estos
hechos mencionados en la declaración parlamentaria fueron corroborados por el
testimonio de innumerables personas que vivieron bajo el terror de los victimarios
y de sus colaboradores directos. Sin embargo, para el arzobispo Sebastián ese
párrafo del manifiesto que refería el papel jugado por la Iglesia no respondía
a la verdad histórica y era gravemente injurioso. En su opinión los
fusilamientos y atropellos que tuvieron lugar en Navarra en los primeros meses
de la guerra civil se encuadraban en una situación general de debilitamiento de
las instituciones públicas y duros enfrentamientos entre la población.
En
lugar de pedir humildemente perdón por las responsabilidades que corresponden a
la institución que en ese momento presidía, prefirió hurgar en la llaga de las
víctimas. Estas recuerdan muy bien, porque lo asumieron como un hito más en la
larga e injusta persecución padecida durante casi toda su vida.
No
conforme con esto, el arzobispo Sebastián poco antes de la celebración de
elecciones, invitó a sus feligreses a tener muy en cuenta opciones políticas
como la Falange, la Comunión Tradicionalista Carlista y otras agrupaciones
fascistas.
Suma
y sigue. Su sucesor, Francisco Pérez no se mostró conforme en 2016 con la
exhumación de los genocidas y promovió una apelación contra la decisión del
Ayuntamiento de Iruña.
Las
mujeres huérfanas de la Merced viven ahora un momento ilusionante en el que por
fin han logrado superar el miedo. La más joven de las tres relata:
"Conseguí llevar en mis manos un clavel rojo desde la plaza del
Ayuntamiento hasta la plaza de la Libertad y desde allí hasta mi casa. Nunca
hubiera tenido el valor de expresar en la calle este sencillo gesto si el
gobierno siguiera estando en manos de UPN. Si así fuera, probablemente, ni
siquiera me hubiera atrevido a estar aquí ofreciendo mi testimonio».
Bienvenidos
sean los tiempos que hacen desaparecer el miedo.
2.
Fumar mata
En
años que cabalgaban entre dos siglos Francisca Armendáriz de casa Lanako de Obanos se pone a servir
en la casa de un matrimonio que vivía en la calle San Antón de Iruña. El marido
es militar y sus obligaciones de servicio lo mantienen las más de las veces
lejos del domicilio conyugal. Presta servicio en las guerras de la época:
Filipinas, Cuba y más tarde en destinos más cercanos, pero generalmente lejos
del domicilio fijo establecido por la pareja en la capital navarra. La esposa
morirá en su primer parto. Así, el niño recién nacido, Alberto Lorenzo Lamas,
nunca conocerá a su madre y tampoco convivirá por largo tiempo con su padre.
Las visitas paternas no serán frecuentes. Pero Alberto no está solo. Francisca
se ocupará de él y lo criará como si fuera su propio hijo. En ausencia del
padre, Francisca retorna a la casa nativa de Obanos
donde vive su hermana Leocadia con su cuñado Balbino Vélaz y sus tres hijos. Alberto será uno más de la familia
y solo regresará a la ciudad, con su amatxo de Valdizarbe, cuando venga el padre a visitarlo. Pronto será
definitivamente huérfano de madre y padre y la familia obanesa
será en adelante la única que le arropará en todo lo necesario. No le faltarán
ni cariño, ni cuidados. Clara Vélaz Armendáriz, que
heredará al pasar el tiempo la casa Lanako, lo querrá
como a un hermano que le supera en edad por unos pocos años.
Alberto
estudia Letras en Zaragoza y una vez licenciado vuelve a Iruña y dirige por un
tiempo el periódico La Voz de Navarra, órgano del Partido Nacionalista Vasco.
Sin embargo, sus diferencias con el PNV no se hacen esperar dadas sus
inclinaciones ideológicas, más identificadas con opciones de izquierda. Junto
al tipógrafo pamplonés Ramón Bengaray, dueño de una
conocida imprenta, funda la revista Abril, en la línea de pensamiento de
Izquierda Republicana. Salen a la calle muy pocos números porque el golpe de
Estado corta de raíz las posibilidades de toda prensa libre. Debido a su
condición de periodista Alberto Lorenzo puede acercarse al Gobierno Militar en
vísperas de la sublevación y lo que ve no le gusta nada. Se disparan todas sus
alarmas hasta el punto de refugiarse en Lanako de Obanos mientras se decide el rumbo de la historia. "Si
el golpe fracasa vuelvo a mi quehacer –piensa–, y si las cosas se ponen feas,
tomo el camino hacia Francia.» En Obanos nadie, salvo
su familia, sabe de su presencia, porque dadas las circunstancias, conviene
pasar totalmente desapercibido. A partir del 18 de julio se desatan las
malquerencias y los inesperados odios. La discreción de un principio pasa a ser
para el huido escondrijo que defiende su vida ante el peligro real de los
requetés, que se han hecho dueños del pueblo. En el cuarto donde duerme hay una
ventana que da a la huerta. Alberto es fumador empedernido y, apoyado en el
alféizar, apura calada tras calada el cigarrillo que mata su ansiedad y
entretiene un obligado ocio de far niente, sin advertir que en la oscuridad de la noche la
brasa del tabaco toma fuerza con cada aspiración y está siendo observada por
los vecinos carlistas que viven al otro lado de la huerta. "En esa casa no
fuma nadie –certifican los delatores–, el que fuma solo puede ser Alberto.»
Emilio
Jaurrieta preside la Junta de Guerra Carlista y
recibe la denuncia de los vecinos cercanos a casa Lanako.
El Caco Del Río es un personaje chiquito y malencarado
de Garés que de la noche a la mañana se ha convertido
en jefe comarcal del Requeté. Tarda muy poco en acudir a la casa sospechosa. Su
llamada es atendida por Clara Vélaz, una joven de 22
años. "¡Que baje Alberto!», ordena el represor. Clara niega la presencia
del muchacho pero Del Río no se quiere volver de vacío. Encañona a Clara y
grita: "O sale Alberto o te pego un tiro aquí mismo». El
joven baja precipitadamente de su cuarto y sus captores lo trasladan preso al
Fuerte de San Cristóbal, en el monte Ezkaba. Su
familia de adopción conoce a través de unos y otros el lugar donde se encuentra
detenido y allí se dirigen Clara y Balbino, su padre,
para intentar saber algo más y si es posible verlo. El intento resulta baldío.
Poco antes del cinco de agosto llega un aviso. Ese día Alberto va a ser puesto
en libertad. Nuevamente, padre e hija se desplazan al monte Ezkaba
en el taxi del obanés Arana con la idea de volverlo a
traer al pueblo. En la puerta del penal la espera se hace larga. Recuerdan
entonces que Arturo Beguiristain, cura natural de Obanos, es capellán en el Fuerte y deciden preguntar por
él. El religioso accede a recibirles. Se presenta con un arma de gran calibre
diciendo: "No esperéis a Alberto porque esto se va a limpiar de rojos».
Dan la vuelta cabizbajos y, ya en la puerta, un muchacho de Artajona que está
haciendo guardia les reconoce y les dice: "No lo esperéis más. Esta mañana
se los han llevado a la Bardena. Alberto me ha pedido
un cigarrillo y yo le he dado todo el paquete sabiendo que era lo último que
iba a fumar».
A
día de hoy no se conoce todavía con exactitud el lugar donde Alberto Lorenzo
Lamas fue asesinado. Es uno más entre la multitud de desaparecidos que fueron
enterrados en tumbas y fosas comunes anónimas.
Lejos
de arrepentirse, los delatores, que habían perdido un hijo en el frente,
insistían en sus encuentros posteriores con la familia adoptiva de Alberto que
este era el culpable de la muerte de su hijo, como si el voluntariado carlista
tuviera que ver con la inocencia de un joven republicano asesinado por tener
ideas distintas a las suyas.
Cazarabet conversa con Bingen Amadoz:
-Bingen, ¿qué es lo
que te ha hecho escribir este libro testimonial sobre algo más que la represión
derechista, fascista y carlista de unos navarros contra otros desde el primer
minuto del alzamiento militar de julio del 36?,¿más
que represión podemos hablar de odio contenido que se desbocó?
En la época inmediatamente anterior a
las matanzas del 36 había conflictos sociales y políticos, más en algunas
comarcas que en otras. Yo no sé si se podría hablar de odio contenido. En todo
caso no creo que las enemistades fueran mayores que las que, por ejemplo, se
viven en la actualidad. De hecho esa explosión de violencia sorprendió a la
mayor parte de los perseguidos que no esperaban de sus vecinos unas represalias
como las que sufrieron
-No sé, es que ante lo leído y acontecido en
Navarra me resisto a verlo como represión, me suena más como un programa de
asesinatos debidamente planificado e instigado, ¿qué nos puedes decir?
-Un libro captador de testimonios, casi como
un reportaje o larga crónica, que está escrito sin tapujos y que nos muestra
cómo fue de cruel esa ausencia de guerra en Navarra y en la que solamente hubo,
como de repente, un ataque al blanco a todo lo que no gustaba a unos cuantos
que, por otra parte, no debían de ser pocos, ¿verdad? ¿qué
nos puedes decir?
-¿Muestra todo lo que has ido captando y demás
que todo estuvo mucho más planificado de lo que puede suponerse o como se
sabían o se creían muy ganadores tanto les daba ser imprevisibles e
improvisadores en las matanzas y asesinatos?
- Con
la presencia de esa tripleta o “lanza de cuatro puntas”—que abarca
desde el carlismo hasta el clero, pasando
por la derecha, más derechista, e incluye también al movimiento de La
Falange--que se sintió ganadora desde el primer momento y que lo mostró
vertiendo sangre, dolor, duelo, ausencias y muchos silencios?
-El
particular mundo en el que se desenvolvieron los delatores merece capítulo
aparte, ¿no?; coméntanos, por favor... ¿a todos o todas les motivaban sus ideas
políticas, el odio, la envidia...?; o ¿había intereses reservados a la
economía, “su economía y beneficio” o a la crueldad, simple y llanamente?
Hubo crueldad, extrema en algunos
casos. Psicopatías, salvajismo, fanatismo… Sin duda estos fueron algunos de los
ingredientes presentes en hechos espeluznantes protagonizados por elementos que
actuaban contra las leyes básicas de la condición humana.
-Podemos hablar de odio gratuito y de crueldad
desmesurada...sin más...
-En el otro lado... se queda la desesperación,
la angustia, la impotencia, el miedo de miedos, la tristeza infinita... tanto
hay de dolor que queda y no se va que hasta el perro de los Amadoz lo siente en
aquella noche en la que no para de llorar... ostras es que tocas la fibra más
sensible desde la sinopsis, ¿qué nos puedes comentar?
-El ambiente que rodeaba a los asesinos y las
instrucciones que éstos recibían ¿les
daba como cobertura moral para hacer todo lo que hicieron?
-¿Llegan a autoconvencerse
de que es “moralmente útil” lo que están haciendo?
-Pero cuando tienes la necesidad de “autoconvencerte de algo” es que sabes que algo de lo que
has hecho no estuvo bien...
-Me pregunto, ¿qué nivel de arrepentimiento
presentan a lo largo de los años estos asesinos y delatores?
-Por favor, amigo: haznos una especie de
retrato de los represores, delatores y
asesinos... de esos “matones” que tú nombras en el libro...
-Háblanos del proceso de investigación de este
libro; cómo te lo has hecho; cómo ha sido esa investigación... seguramente que
tan doloroso como ponerse a escribir el relato de relatos, ¿no?. Por favor háblanos un poco de la metodología de trabajo
que has empleado....
-¿Por qué
fue tan diferente Navarra (¿por el carlismo y todo lo que comporta?) a
cualquier otro tipo de represión que se dio en el Estado Español...no sé,
incluso en lugares en los que también triunfó el alzamiento desde un primer
momento...? o preguntado de otra manera, ¿qué ingredientes presenta Navarra
respecto a otros lugares para que aconteciese lo que aconteció?
-¿Qué bases ideológicas tiene o se retienen
desde el carlismo que unido a que mucha gente tenía armas en casa—y por lo
tanto el instrumento de matar—hizo que pasase lo que pasó...?
En los años previos al golpe de estado
del 36 el Requeté se va armando y son conocidas sus reuniones de entrenamiento
en lugares más o menos apartados. En las casas los viejos carlistas (algunos
convertidos ya en socialistas, comunistas o anarquistas) guardaban cuatro
pistolones inservibles. Cuatro. Las armas del 36 eran de reciente adquisición.
Los ricos aportaron su dinero para conseguirlas y los que las usaron no eran
precisamente expertos tiradores.
-Amigo Bingen y,
¿cómo se sale de una de estas?, ¿cómo salió o consiguió salir ---si es que ha
salido--la parte de la sociedad reprimida de Navarra, los hijos e hijas de las
víctimas directas o las mismísimas víctimas directas si no fueron asesinadas,
sí víctimas de la represión?
-Consecuencias son mucho miedo y silencio... buen
caldo de cultivo para mentes ignorantes; de los que no “quieren abrir heridas”;
de los que no quieren ni se preguntan nada… ni, quizás, busquen a los suyos...
y mejor caldo de cultivo para que vuelva
a crecer el fascismo; ¿qué nos puedes reflexionar?
-Y los asesinos, delatores, ¿cómo se mueven
hoy por hoy?
-La transición, la pseudodemocracia... se
construye o reconstruye desde la dictadura ante una especie de pacto de pasar
la página, de no pedir cuentas ante los delitos frente a los derechos humanos,
de robos y pillajes de todo tipo y catadura...de tapar y tapar...así los
silencios se perpetuán, los miedos siguen y se retroalimentan, el escarmiento
está presente hasta en la sopa y la sociedad crece en una democracia carcomida,
de plástico, maniatada...todo se vuelve demasiado irrespirable....y así sigue,
solo que hoy es peor que ayer y quizás mejor que mañana...
-Y esta catarata de despropósitos todavía se
hace más evidente ante períodos históricos encuadrados en crisis humanas,
sociales, sanitarias, ambientales, económicas y en esas andamos metidos, y de
lleno, en este momento, ¿cómo lo ves?; ¿qué nos puedes reflexionar?
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