La Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Fernando Larraz, autor de "Letricidio español. Censura y novela durante el
franquismo" (Trea)
Fernando Larraz Elorriaga ha editado con TREA un magnífico ensayo de investigación dentro de la
colección de Biblioteconomía y
Administración Cultural de esta editorial y lo ha hecho a finales de este
varano, junto también, a la salida del libro de Ana Martínez Rus, La
Persecución del libro….lo que es muy bueno porque a quien nos gusta el tema de
cómo los libros libraron ciertas batallas encontrarse con estas dos joyas entre
las manos, después del verano, pues es un regalo que nos cae del cielo…
El siglo
XX fue muy convulso y el Estado Español no se libró, viniendo ya de un siglo
anterior en que todo estaba dando muchas vueltas…la sociedad española estaba
revuelta y todo era como una olla a presión a punto de salpicar…..Todo este
ambiente interviene y converge en todo hasta en el mundo de la intelectualidad
y de aquellos que vuelcan sus ideas en tinta sobre papel en blanco… Así,
llegamos a estudiar muchos fenómenos
entorno a los diferentes movimientos, sociales e intelectuales que, en aquellos
tiempos, vieron la luz, pero perecieron , también, bajo las sombras del
franquismo. Fernando Larraz se acerca, en un estudio
profundo y concienzudo, a la censura de la novela durante el franquismo en un
libro que, podemos decir, que empieza inmediatamente después de la victoria de
franco y que se dilata por todo el franquismo…apasionante viaje, pero triste
porque todo desemboca en lo que él bautiza en su libro como Letricidio
español. Censura y novela durante el franquismo…o sea: en el efecto directo del
resultado de una guerra y del franquismo.
Lo que
nos dice Trea del libro:
El año 1939 marcó una fractura profunda en
la historia literaria española. La imposición de un régimen político de
vocación totalitaria supuso, por un lado, el exilio o la muerte de los más
importantes actores del campo literario anterior y, por el otro, la censura
sobre aquellos escritores que quedaron en el interior o que intentaron dar
comienzo durante los treinta y cinco años siguientes a su carrera. Más de
treinta años después de su abolición, la censura se ha convertido en una
presencia muda, una realidad conocida pero insuficientemente valorada como
factor determinante de las direcciones de nuestra historia literaria. Letricidio español indaga
la incidencia que la censura tuvo sobre la producción novelística española
durante los años del franquismo a fin de llenar una laguna en la bibliografía
sobre los estudios literarios del siglo XX que ha impedido a menudo una
aquilatada interpretación de los periodos, movimientos y obras literarias entre
1936 y 1975. Asimismo, pone de relieve la necesidad de restaurar un elevado
número de textos que fueron podados o transformados por imperativo de los
censores.
Esta monografía lleva a cabo un recorrido
detallado por la censura editorial franquista, deteniéndose a desgranar los
criterios que guiaba su práctica, la tipología de los censores, las
justificaciones ideológicas expresas y ocultas de la aplicación de un régimen
de censura, los mecanismos de autocensura que pusieron en práctica los
novelistas... a partir de un nutrido conjunto de expedientes y de otros
documentos relacionados con las barreras censorias que encontraron las novelas
más representativas en España durante el franquismo. El objetivo es sacar a la
luz las repercusiones que sobre las distintas corrientes narrativas y autores
tuvieron las actuaciones de los censores y proponer, bajo esta mirada, una
reinterpretación de la historia literaria.
El autor…
Fernando Larraz (Zaragoza, 1975) es licenciado
en Filosofía y en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca y doctor
en Literatura Española por la Universidad Autónoma de Madrid, donde obtuvo el
Premio Extraordinario de Doctorado en 2008. Ha trabajado en las universidades
de Tübingen, Birmingham y Autónoma de Barcelona. En
la actualidad es profesor de Literatura Española en la Universidad de Alcalá y
miembro del Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL-CEFID). Ha publicado
numerosos artículos en revistas especializadas así como las monografías El monopolio de la palabra. El exilio intelectual en la España
franquista (2009) y Una historia transatlántica del
libro. Relaciones editoriales entre España y América Latina (1936-1950) (2010).
Además dirige o codirige las revistas Puentes de Crítica Literaria y
Cultural, Contrapunto y Represura.
Además ha
escrito para TREA:
http://www.trea.es/listado.php?buscar=%22Fernando+Larraz+Elorriaga%22#/page=0
Cazarabet conversa con Fernando Larraz:
-Fernando, en el libro, ya en la introducción señalas que
el año 1939 fue un año clave porque desde que los alzados ganaran la guerra y
bajo la dictadura todo el mundo del libro pierde bajo la bota de la censura y
de la pérdida de las libertades…..bueno, ¿por qué crees que es peor ese período
para la salud del libro que otros que, históricamente anteriores, han sido
verdaderamente aberrantes como la Inquisición, el colonialismo con todo lo que
comporta y con todo lo que dejaban o no dejaban decir o escribir; las sucesivas
guerras y los tiempos convulsos, las Guerras Carlistas, la vuelta de los
Borbones, la época del pistolerismo, la dictadura de Primo de Rivera…..?
-Es verdad que si miramos hacia atrás,
los periodos de paz y libertad para la expresión literaria han sido cortos y
escasos en comparación con aquellos en los que predominan las constricciones.
Sin embargo, la larga noche del franquismo puso a España bajo un sistema hiperburocratizado de represión cultural cuya vigilancia
era mucho más extensiva y profunda ―y efectiva― que, por ejemplo,
el de la Inquisición. El franquismo, además, siguió a un periodo
constitucional, el de la Segunda República, en el que los intelectuales habían
construido una fértil esfera de discusión pública a través de revistas, prensa
y editoriales en las que se ejercía la libertad, y se afianzó en medio un
contexto occidental muy rico culturalmente gracias al ejercicio de la libertad
de prensa e imprenta, consagrado ya como un valor irrenunciable tras la guerra
mundial.
-¿De alguna manera hasta los escritores
que pudieron marchar al exilio y que podían hacer uso de la
libertad… quedaron también un poco “mutilados de esa libertad”?
-No tanto su libertad, que se ve
en la heterogeneidad de su corpus literario ―mucho más rico y variado, y
menos ahormado, que el de los autores del interior― sino que se mutiló
drásticamente fue la recepción de su obra. Lo vio con lucidez, en 1949
Francisco Ayala cuando escribió que tanto los escritores de la España cautiva
como los de la España peregrina estaban aquejados de un mismo virus, el
franquismo, que les causaba males diversos: a los del interior, la mordaza y la
incomunicación con las corrientes literarias externas por la censura; a los
desterrados, la incomunicación con los lectores peninsulares, a quienes,
directa o indirectamente estaban dirigidas sus obras.
-Las personas que sobrevivieron a la guerra y que tenían
“vocación de escribir”, ¿en qué tesitura se vieron inmersos…? Porque de pocas
cosas o, seamos claros, de nada se podía escribir sin pasar por el rodillo de
la censura… Además éste era un oficio mal visto si no servías muy directamente
al régimen.
-El proyecto cultural
franquista, creo, tenía dos vertientes: una afirmativa, que consistía en
fomentar una estética concreta basada en valores fascistas y nacionalcatólicos (imperialista, de expresión sobria, antimoderna, ortodoxamente cristiana...); y una represiva,
que se basaba en evitar la escritura o, por lo menos, la difusión de la
literatura heterodoxa. La primera, la constitución de una nueva expresión
literaria bajo los cánones del nuevo estado, fracasó, porque los libros
publicados bajo aquellas premisas no soportaron el paso del tiempo y hoy se
leen como obras de tesis, inanes e ininteresantes. Pero la represión no fracasó
y esto abocó a los autores a ver cómo los temas, las soluciones, el léxico, las
descripciones... eran acotados enormemente. El erial literario que, con algunas
pocas excepciones, padeció la literatura española peninsular tras la guerra se
debe, aparte del exilio de los más y los mejores, al estupor de los escritores,
llámesele también miedo, que no sabían bien sobre qué ni cómo escribir. Solo
algunos escritores con talento y en general protegidos por el sistema, como
Cela, supieron jugar con las nuevas y complejas reglas que se habían puesto
para participar en el campo literario.
-Vale, pongamos que aún con los cortapisas propios de los
diferentes avatares de la historia: Inquisición, guerras, incertidumbres,
crisis, pérdida de plaza coloniales y demás y de cómo todo ello se implica en
la salud de la producción literaria… ésta había ido haciendo (aunque creo que
el peor período, hasta llegar a la dictadura, fue el de la
Inquisición...). ¿Cómo y de qué manera se plantea el franquismo la política de
la edición en libro?
-En realidad, la política del
libro del primer franquismo la trato en mi anterior trabajo, Una historia transatlántica del libro.
Relaciones editoriales entre España y América Latina (1939-1950). La
creación del Instituto Nacional del Libro responde a una ideología
intervencionista sobre la cultura que, bajo la coartada imperialista de que era
impensable que fueran las repúblicas de América ―y, singularmente,
Argentina, desde 1938, capital cultural y editorial en lengua española y,
además, en contacto con los republicanos exiliados― las que marcaran las
lecturas en España, sino que debía ser al revés, llevaron a cabo una política
comercial que impidió que los libros americanos entraran en España. Se ayudaron
para ello del contexto económico ―falta de divisas― y, desde luego,
de la censura, que impedía la importación legal de la mayor parte de libros
publicados en América. Y claro, protegieron las ediciones de libros que más sintonizaban
con la ideología vencedora de la guerra. De ahí que todas las casas editoriales
que sobrevivieron a la guerra tuvieron que rehacer sus catálogos y destruir una
buena parte de sus stocks.
-¿Por qué escoges el género de la novela para adentrarte
en cómo el franquismo y la censura paralizaron la libertad que todo escritor
debe tener, retener y enarbolar para poder realizar su trabajo?
-Parto de una hipótesis: cada
género presenta retos y características particulares para los censores y, por
tanto, el mal que inflige a cada uno de ellos la censura es también diverso. El
lenguaje narrativo, comparado por ejemplo con el de la poesía, es más
explícito, está menos basado en tropos cuyo significado pasaba desapercibido a
muchos censores (o bien esos censores consideraban que pasaría desapercibido a
la mayoría de los lectores), posee un alcance social más mayoritario y presenta
una amplitud de temas (historia y memoria, crítica social, erotismo...) que
aparecen de una manera más concreta. Por ese motivo, la parcelación por géneros
es, cuando se habla de la censura, relevante, casi diría yo, necesaria. Por
otra parte, otros investigadores se han ocupado ya, de una manera sistemática,
al análisis de la impronta de la censura en el teatro, la prensa o el cine. No
se trata de valorar qué género o qué expresión artística sufrió más los embates
de la censura, sino de qué manera los sufrió cada uno.
-Me imagino que es imposible analizar, desde el mismo
prisma en que has trabajado la analítica de la novela, a otros géneros como el
ensayo porque éste implica pensamiento, investigación, denuncia y eso formaba
parte implícita de la idiosincrasia propagandística del franquismo…
-Sí, por lo que he respondido en
la pregunta anterior. La acción afirmativa, dirigista,
del sistema cultural franquista fue mucho más clara en el caso del ensayo. No
obstante, es también en el género del ensayo, que no he estudiado de manera
sistemática, donde se muestran más claramente las quiebras de la unidad
franquista, al aparecer, ya en los años cuarenta, opciones diferentes en el
proyecto de construcción de una nueva cultura española entre los dos grandes
grupos intelectuales del franquismo: los falangistas “evolucionados” y los
recalcitrantes integristas católicos. Sería interesante ver cómo reaccionan los
censores, por ejemplo, ante la publicación de España sin problema y España
como problema, de Calvo Serer y Laín Entralgo respectivamente, y en qué ideas de las expuestas
allí creen encontrar registros de heterodoxia o beneficios estratégicos para la
imagen del régimen. En cualquier caso, dado que representaban a familias
ideológicas legitimadas por el sistema, ambas visiones, aun discrepantes,
fueron permitidas. Lo que no se habría permitido es la publicación de un libro
de cualquier otra cultura política. También hay que tener en cuenta que una
parte importante del pensamiento se llevó a cabo a través de las revistas y que
incluso las oficiales y semioficiales, como Cuadernos
Hispanoamericanos, enseguida empiezan a describir líneas divergentes de
pensamiento, sin que el franquismo ―sistema oportunista y voluble en sus
ortodoxias― llegue a coartar una de ellas.
-¿Y qué hay de la poesía y el teatro?
-Quizá para responder a esta
cuestión debería hacer un estudio sistemático como el que he hecho acerca de la
novela. A la poesía ya me referí antes. En cuanto a la censura teatral
―que ha sido estudiada a fondo por Berta Muñoz Cáliz― hay que tener
en cuenta que, en tanto representación, pertenece a otra esfera y requiere otra
metodología. Está el teatro publicado, claro, que tiene muy escasa difusión y
que es relativamente escaso. Pero sobre todo, a los censores les preocupaba la
representación, que es un fenómeno social relevante y para el que existía un
público si no masivo, muy considerable. Ahí interesaba el texto, claro, pero
también los elementos puramente escénicos: gestualidad, vestuario,
escenografía... De hecho, el cuerpo de los censores de teatro difería del de la
censura de libros y también el procedimiento de supervisión. Todo ello plantea,
como decía, acercamientos y métodos diferentes de los empleados en el caso de
la censura editorial.
-Bueno, Fernando, ¿qué se hizo con los libros que estaban
todavía por casas, bibliotecas, librerías, instituciones
educativas y que “molestaban al franquismo”?
-Depuraciones, expolios,
destrucción de libros... Es un tema muy interesante, en el que no he
investigado más que someramente en el anterior libro mío al que me he referido
antes. Remito para ello al excelente libro de Ana Martínez Rus que acaba de
publicarse, La persecución del libro:
hogueras, infiernos y buenas lecturas (1936-1951).
-El exilio, bueno lo que desde el exilio alguno de los
escritores iba escribiendo con libertad, ¿a eso cómo le hizo frente el
franquismo porque al exilio se le podía “amordazar” de otra manera, pero nunca
del todo…?
-Así es, y eso preocupaba a
algunos agentes culturales falangistas, que avisaban alarmados de que la
influencia española en América no tuviera el sesgo imperialista al que se
sentían obligados y que, además, estuviera en manos de los republicanos
exiliados. A la vista de los expedientes de censura de novelas de autores
exiliados, es evidente que hay un celo muy particular. Las alusiones a “este
autor es rojo”, y similares, son continuas en los informes de censura y actuaban,
de hecho, como prejuicio que influía decisivamente a la hora de dictar
veredicto. Algunos autores, como María Teresa León, Jorge Semprún,
Max Aub o Ramón J. Sender
estuvieron totalmente prohibidos, incluso en aquellos casos en los que sus
libros no planteaban ninguna objeción moral, religiosa o política. No hay más
que ver las listas de autores vitandos en las que predominan los nombres de
exiliados. Eso hace particularmente interesante comparar la literatura del
exilio con la del interior al hilo de determinados temas; comparar, por
ejemplo, cómo se aborda narrativamente el tema de la guerra desde fuera del
imperio franquista y desde dentro ―aun en el caso de autores, como Concha
Alós o Ángel M. de Lera, que eran
antifranquistas―. En resumen, exiliados y autores del interior no jugaron
con las mismas posibilidades ante la censura y de este hecho sigue
resintiéndose aún hoy la recepción y canonización historiográfica de la
narrativa exiliada.
-¿Cambia, de alguna manera, la política de
censura del franquismo en cuanto el fascismo en el resto de Europa pierde la
guerra a mediados de los años 40?
-Efectivamente, la circunstancia
política influyó claramente en los procedimientos de la censura. Yo no hablaría
de liberalización o de agudización de la vigilancia censoria, sino de
estrategias variables. De hecho creo que el franquismo fue convirtiéndose
paulatinamente en una mera táctica de supervivencia, un aparato que había
perdido el norte ideológico para convertirse en una máquina de perpetuación en
el poder, incluso reconocida, en el tardofranquismo bajo la advocación a la paz
(ya no a la Victoria) y la tecnocracia. Y que la cultura escrita fue objeto de
manipulación preferente dentro de esta estrategia. Creo que el primer cambio en
los mecanismos y criterios de la censura tuvo lugar cuando el franquismo tuvo
que sobrevivir a su primera crisis: la derrota de sus aliados en la Guerra
Mundial. A partir de finales de los cuarenta y principios de los cincuenta, el
régimen echa mano de los falangistas “evolucionados”, que ya habían abandonado
las muestras explícitas de su antiguo fascismo, gente culta, para manejar el
sistema cultural. Y saben adaptar el mensaje corporativista en contra de
oligarquías e injusticias ―que estaba también en el fascismo original―
a la literatura: de ahí que se tolere la literatura del realismo de los años
cincuenta, incluso con tintes, en ocasiones socialistas “ma non troppo”.
-Pero, amigo Fernando: ¿se va adaptando a los tiempos…? Me
imagino que todos los libros, todas las opiniones, y demás pasaban por el sesgo
de la censura y que no pocos se destruyeron y perdieron. ¿Tenéis idea de
cuántos o de qué forma? Si “te censuraban” un libro…vamos a ver, como escritor,
ya te podías dar por vencido, ¿no? Con todo esto, seguramente que fueron unos
cuantos, los escritores, que dejaron a cesaron en su empeño por el arte de la
escritura…
-Efectivamente: no hay
relajación de la censura; hay cambio de criterios, tolerancia, propaganda,
conveniencia... Fraga, ya en los años sesenta, se afana en decir que él acaba
con la censura. Todo es mentira: propaganda. Establece cambios legales que le
permiten decir que ya no hay censura previa. Pero en realidad, introduce una
práctica mucho más torticera, una manipulación de los escritores, un
intercambio de favores. Ya no importa tanto impedir alguna que otra
inconveniencia, sino que esa inconveniencia, por el motivo que sea, traiga
algún provecho al régimen. En mi libro me interesa también analizar la actitud
de los escritores ante este chantaje, sobre todo los más afectados por las
barreras censorias. Algunos lo aceptaron e incluso colaboraron con el régimen a
cambio de que este favoreciera su carrera literaria; son los autores que mejor
situados han quedado en la historia de la literatura. Otros, como Alfonso
Grosso, Juan Goytisolo o Antonio Ferres, optaron por ser fieles a su vocación
pensando que lo contrario arruinaría el valor de sus obra y su propia dignidad
y optaron por escribir en libertad, aunque sus libros tuvieran que ver la luz
en editoriales americanas o francesas; la carrera de ellos, a menudo, parece
que acaba a partir de entonces. Por último, la censura arruinó total o
parcialmente algunas carreras literarias muy prometedoras, como la de Elena
Soriano que, siendo muy joven y cargada de talento, se sintió humillada por los
censores. Los exiliados, caso aparte. Por ello, mi libro concluye que tomarse
en serio a la censura como factor clave de la literatura española entre 1939 y
1975 nos ofrecería una imagen muy diferente de la historia literaria. Rastrear
los libros que no se pudieron publicar es complicado. Yo doy algunos títulos en
mi libro. Habrá otros que se quedaron en los cajones de las editoriales porque
los editores ni siquiera los sometieron a veredicto. Pero otra de las
conclusiones de mi libro es que la autocensura funcionó más que la censura; que
la vigilancia censoria estaba en el acto de escritura más que en el de
publicación; y que ese fue precisamente el éxito de la represión cultural
franquista: que adiestró a los escritores del interior, facilitando su propia
labor posterior.
-El lector, en aquellos días del franquismo: ¿podía llegar a
conformarse con lo que se les ofrecía, sin más?
-Me temo que sí, con la salvedad
de algunos lectores, que buscaban la circulación y compra clandestina de
libros, tema interesantísimo y que es muy difícil cuantificar. La mayor parte
de lectores, como la mayor parte de escritores, se adaptaron a las condiciones,
claro, y por eso no murió la literatura con el franquismo. Eso sí, creo que se
generalizó una práctica de “lectura entre líneas”, de búsqueda de
interpretaciones más o menos ocultas que no siempre se correspondían con lo que
verdaderamente decía el texto.
-Me imagino que se debía mirar al escritor como a “otra
marioneta más del sistema”. Coméntanos.
-Encabezo mi libro con tres
citas. En una de ellas, de un libro de Italo Calvino,
un personaje viene a decir que ningún estado se toma más en serio la literatura
que aquel en el que impera la censura, porque le da a la escritura literaria
una relevancia superlativa como agente subversivo. Creo que es así. El
franquismo quiso hacer del escritor un elemento a su favor, quiso apropiarse de
su “capital simbólico”, que valoraba como clave para el cañado prestigio
exterior e interior de su causa. Progresivamente, se pasó de la estrategia del
miedo a la de la manipulación de la obra de los muertos y los desterrados y,
finalmente, ya con Fraga, de la promoción falaz de una entente cordial entre
censores y censurados. Pero en general, los intelectuales orgánicos del régimen
fueron los menos; los más, aprendieron a convivir a escribir con restricciones
censorias, al fingimiento y a minusvalorar en público el rebajamiento que los
censores causaban al valor de su escritura literaria.
-Si la creación de un Estado está bajo sus garras durante
40 años, ¿cómo se inicia la recuperación? ¿Cómo se puede empezar a ejercer una
nueva manera de hacer, cómo se puede realizar una transición de las artes
creativas?
-Hay dos maneras: la condena del
régimen, el análisis minucioso de los daños causados, la reivindicación de
aquellos intelectuales que se opusieron con lucidez, en voz alta y de manera
explícita contra el “mal” de la dictadura, la instauración de nuevos cánones y
moldes para historiar el periodo... O bien, hablar de lo malo que fue el
franquismo, pero en la práctica seguir con una inercia historiográfica que no subvierta los relatos históricos y que no
ponga en duda la legitimidad de sus axiomas ni el comportamiento posibilista de
los intelectuales que, de un modo u otro, se beneficiaron de las condiciones
del campo intelectual de aquel periodo. Veo muy claro que la transición
española siguió, también en las letras y en su explicación histórica, el
segundo de los caminos y que las patologías del periodo franquista siguen
impregnando ―a veces sutilmente,
otras muy evidentemente― nuestras representaciones de la literatura, los
cánones y las explicaciones históricas. Por tanto, respondiendo a tu pregunta,
creo que ha faltado una voluntad colectiva para hacer esa “recuperación” por la
que me preguntas. A veces, por intereses personales y otras por pura pereza
intelectual. Para mostrar y denunciar este hecho, en parte, escribí este libro.
-Fernando, de todas formas, por favor acércanos un poco a la
literatura de aquellos años tristes…
-Lo que yo defiendo en el libro,
de una manera sintética, es que la narrativa bajo el franquismo, aparte de los
innegables méritos de un puñado de obras y de otras que se publicaron fuera de
España, fue una “literatura tolerada”. Es decir, que fue la literatura que el
régimen quiso permitir, no la que los escritores quisieron escribir y publicar
en función de su visión de la realidad, del arte de la novela y de su propio
talento. Y que los movimientos, temas, experimentos formales... fueron
respuestas a ―y, por tanto, estuvieron determinados por― las
limitaciones impuestas, a los sucesivos criterios, a las proscripciones, a las
coyunturas... del régimen político. No se puede explicar ―aunque tradicionalmente
se ha hecho―, por ejemplo, la literatura social de los años cincuenta sin
tener en cuenta que estaba determinada, más que por la influencia del cine y
del neorrealismo italiano, por la necesidad de representar la realidad como
paliativo a la censura de los medios de comunicación y por la connivencia con
el mensaje social que el falangismo estaba promoviendo a través de su revistas
del SEU, en cuya lectura se formaron y en las que velaron sus primeras armas
literarias muchos de los narradores de esta corriente. O por ejemplo, que el
viraje hacia el experimentalismo y el subjetivismo en los años sesenta están
marcados no solo por la recepción de la literatura del boom latinoamericano, sino también por el fin decretado por los
censores a la literatura social cuando esta traspasó ciertos límites entre 1958
y 1962. Esto cambia radicalmente la manera de interpretar la literatura
española del siglo XX.
-¿Hubo escritores que, aunque viviendo bajo la dictadura,
lograron “colarles” un gol por la escuadra y cuyo mensaje llegara al lector
que, leyendo entre líneas, disfrutase de “aire fresco en la literatura”?
-A mí me sorprende mucho que,
ante un régimen de censura, no se probaran con más eficacia mecanismos
retóricos elusivos. Creo que hubo dos clases de “goles”. Uno, forzado por la
presión internacional, que algunos editores supieron jugar con inteligencia.
Quizá el más destacado fue Carlos Barral. Por ejemplo, Tormenta de verano, de Juan García Hortelano, fue prohibida en
primera instancia, pero al ganar el Premio Formentor
―que consistía en la publicación simultánea de la novela en varios
idiomas por algunos de los más importantes editores del mundo― se avisó
al régimen del escándalo que supondría que la novela se publicara en francés,
griego, portugués, danés, inglés, alemán, italiano... y no en el idioma en que
había sido escrita. Esto forzó a la censura a cambiar el veredicto. Eso sí, con
numerosas tachaduras y modificaciones (que persisten en las ediciones
posteriores de la novela y que impiden que un lector en español conozca la
versión íntegra de la novela... a menos que vaya a la edición en francés,
griego, portugués, danés, inglés, alemán...). El otro modelo es el de los
tropos: la ironía (por ejemplo, en Cinco
horas con Mario, de Miguel Delibes) o la alegoría (por ejemplo, en El ayudante del verdugo, de Mario Lacruz). Estos casos creo que fueron escasos porque por
algún motivo predominó el objetivismo y, durante mucho tiempo, el axioma de “la
hora del lector y la desaparición del autor”. Y no sé hasta qué punto pueden considerarse
“goles”: es verdad que a los censores se les pasó que lo que dice Carmen
Sotillos es precisamente lo contrario de lo que cualquier lector entendería que
quiere decir la novela, o que el “verdugo” de la novela de Lacruz
es el álter ego del mismísimo Franco. Pero tampoco creo que les importara: lo
relevante era que no aparecieran muslos, blasfemias u otras manifestaciones
explícitas. Lo connotado ―aparte de no ser captado― importaba poco
pues no contaban con que un público amplio fuera capaz de entenderlo.
-¿Nos puedes poner en lista escritores que, escribiendo
desde el Estado Español, hicieron una literatura diferente a la más allegada al
régimen…?
-En el libro llamo “novelas
imposibles” a aquellas que los escritores escribieron sin la pesada presencia
de la autocensura; es decir, sin pensar en si habían de poder gustar al censor
y sin tantear hasta dónde podían llegar. Para mí un ejemplo muy significativo
es Señas de identidad, de Juan
Goytisolo; el protagonista, Álvaro Mendiola, álter
ego de Goytisolo, se adueña de unas señas de identidad alienadas hasta
entonces, entre otras, por unas Voces de las que creo que participan las del autocensor que había limitado hasta entonces su escritura.
Aunque pudo publicarse, Luis Martín Santos escribe con una libertad inaudita su Tiempo de silencio. Y el mismo caso de
liberación es el de Si te dicen que caí,
de Juan Marsé, pensada para ser publicada, como de
hecho ocurrió, fuera de España. Quizá el caso de mayor valentía fue el de Isaac
Montero, que se enfrentó a penas de cárcel por haber publicado ―él
mismo― la novela Alrededor de un
día de abril. Juan Mollá, Elena Soriano... son
otros casos que refiero en mi libro.
Como
libreros nos ha gustado mucho documentar este reportaje:
http://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_espa%C3%B1ola_posterior_a_la_Guerra_Civil
Cuando
había que escribir desde el exilio…
http://masterlengua.com/novela-en-el-exilio/
file:///C:/Users/Pc1/Downloads/Narrativa_40a70.pdf
Novela en
los años 40,50,60 y 70, una introducción….
http://masterlengua.com/novela-de-los-anos-40-y-50/
http://masterlengua.com/novela-de-los-anos-60-la-experimentacion/
https://lenguanorba.files.wordpress.com/2012/01/tema-6-la-narrativa-desde-los-70-a-la-actualidad.pdf
Uno de
los mejores ejemplos que podríamos “catalogar” como “escritor de posguerra”:
http://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_espa%C3%B1ola_posterior_a_la_Guerra_Civil
Un
artículo para hacer boca que no está mal...
http://www.lecturalia.com/blog/tag/generacion-de-la-posguerra/
Cuando
las que escriben son ellas…
http://www.literaturas.com/escritorascristinaaparicio.htm
18026
Letricidio español. Censura y novela durante el
franquismo. Fernando
Larraz Elorriaga
384 páginas 17 x 24 cms.
30,00 euros
Trea
El año
1939 marcó una fractura profunda en la historia literaria española. La
imposición de un régimen político de vocación totalitaria supuso, por un lado,
el exilio o la muerte de los más importantes actores del campo literario
anterior y, por el otro, la censura sobre aquellos escritores que quedaron en
el interior o que intentaron dar comienzo durante los treinta y cinco años
siguientes a su carrera. Más de treinta años después de su abolición, la
censura se ha convertido en una presencia muda, una realidad conocida pero
insuficientemente valorada como factor determinante de las direcciones de
nuestra historia literaria. Letricidio español indaga la incidencia que la censura
tuvo sobre la producción novelística española durante los años del franquismo a
fin de llenar una laguna en la bibliografía sobre los estudios literarios del
siglo XX que ha impedido a menudo una aquilatada interpretación de los
periodos, movimientos y obras literarias entre 1936 y 1975. Asimismo, pone de
relieve la necesidad de restaurar un elevado número de textos que fueron
podados o transformados por imperativo de los censores.
Esta
monografía lleva a cabo un recorrido detallado por la censura editorial
franquista, deteniéndose a desgranar los criterios que guiaba su práctica, la
tipología de los censores, las justificaciones ideológicas expresas y ocultas
de la aplicación de un régimen de censura, los mecanismos de autocensura que
pusieron en práctica los novelistas... a partir de un nutrido conjunto de
expedientes y de otros documentos relacionados con las barreras censorias que
encontraron las novelas más representativas en España durante el franquismo. El
objetivo es sacar a la luz las repercusiones que sobre las distintas corrientes
narrativas y autores tuvieron las actuaciones de los censores y proponer, bajo
esta mirada, una reinterpretación de la historia literaria.
Índice : http://www.trea.es/material/descargas/IndiceLetricidio.pdf
Introducción : http://www.trea.es/material/descargas/IntroLetricidio.pdf
Fernando Larraz (Zaragoza, 1975) es licenciado en Filosofía y en Filología Hispánica por
la Universidad de Salamanca y doctor en Literatura Española por la Universidad
Autónoma de Madrid, donde obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado en 2008.
Ha trabajado en las universidades de Tübingen,
Birmingham y Autónoma de Barcelona. En la actualidad es profesor de Literatura
Española en la Universidad de Alcalá y miembro del Grupo de Estudios del Exilio
Literario (GEXEL-CEFID). Ha publicado numerosos artículos en revistas
especializadas así como las monografías El monopolio de la palabra. El exilio
intelectual en la España franquista (2009)
y Una historia transatlántica del libro.
Relaciones editoriales entre España y América Latina (1936-1950) (2010). Además dirige o
codirige las revistas Puentes de Crítica Literaria y Cultural,
Contrapunto y Represura.
Ficha Dialnet: http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1052541
Libros
de Fernando Larraz en el catálogo de La Librería de
Cazarabet
Cód. |
Título |
Autor |
Pág. |
Precio |
Enlace |
18026 |
Letricidio español. Censura y novela
durante el franquismo |
Fernando Larraz Elorriaga |
384 |
30.00 |
|
5171 |
Una historia transatlántica del libro. Relaciones editoriales entre
España y América latina (1936-1950). |
Fernando Larraz Elorriaga |
200 |
20.00 |
|
470 |
El monopolio de la palabra. El exilio intelectual en la España franquista. |
Fernando Larraz Elorriaga |
335 |
20.00 |
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