La Librería de El Sueño Igualitario

Letricidioespanol.jpgCazarabet conversa con...   Fernando Larraz, autor de "Letricidio español. Censura y novela durante el franquismo" (Trea)

 

Fernando Larraz Elorriaga ha editado con TREA un magnífico ensayo de investigación dentro de la colección  de Biblioteconomía y Administración Cultural de esta editorial y lo ha hecho a finales de este varano, junto también, a la salida del libro de Ana Martínez Rus, La Persecución del libro….lo que es muy bueno porque a quien nos gusta el tema de cómo los libros libraron ciertas batallas encontrarse con estas dos joyas entre las manos, después del verano, pues es un regalo que nos cae del cielo…

El siglo XX fue muy convulso y el Estado Español no se libró, viniendo ya de un siglo anterior en que todo estaba dando muchas vueltas…la sociedad española estaba revuelta y todo era como una olla a presión a punto de salpicar…..Todo este ambiente interviene y converge en todo hasta en el mundo de la intelectualidad y de aquellos que vuelcan sus ideas en tinta sobre papel en blanco… Así, llegamos a estudiar  muchos fenómenos entorno a los diferentes movimientos, sociales e intelectuales que, en aquellos tiempos, vieron la luz, pero perecieron , también, bajo las sombras del franquismo. Fernando Larraz se acerca, en un estudio profundo y concienzudo, a la censura de la novela durante el franquismo en un libro que, podemos decir, que empieza inmediatamente después de la victoria de franco y que se dilata por todo el franquismo…apasionante viaje, pero triste porque todo desemboca en lo que él bautiza en su libro como Letricidio español. Censura y novela durante el franquismo…o sea: en el efecto directo del resultado de una guerra y del franquismo.

Lo que nos dice Trea del libro:

El año 1939 marcó una fractura profunda en la historia literaria española. La imposición de un régimen político de vocación totalitaria supuso, por un lado, el exilio o la muerte de los más importantes actores del campo literario anterior y, por el otro, la censura sobre aquellos escritores que quedaron en el interior o que intentaron dar comienzo durante los treinta y cinco años siguientes a su carrera. Más de treinta años después de su abolición, la censura se ha convertido en una presencia muda, una realidad conocida pero insuficientemente valorada como factor determinante de las direcciones de nuestra historia literaria. Letricidio español indaga la incidencia que la censura tuvo sobre la producción novelística española durante los años del franquismo a fin de llenar una laguna en la bibliografía sobre los estudios literarios del siglo XX que ha impedido a menudo una aquilatada interpretación de los periodos, movimientos y obras literarias entre 1936 y 1975. Asimismo, pone de relieve la necesidad de restaurar un elevado número de textos que fueron podados o transformados por imperativo de los censores.

Esta monografía lleva a cabo un recorrido detallado por la censura editorial franquista, deteniéndose a desgranar los criterios que guiaba su práctica, la tipología de los censores, las justificaciones ideológicas expresas y ocultas de la aplicación de un régimen de censura, los mecanismos de autocensura que pusieron en práctica los novelistas... a partir de un nutrido conjunto de expedientes y de otros documentos relacionados con las barreras censorias que encontraron las novelas más representativas en España durante el franquismo. El objetivo es sacar a la luz las repercusiones que sobre las distintas corrientes narrativas y autores tuvieron las actuaciones de los censores y proponer, bajo esta mirada, una reinterpretación de la historia literaria.

El autor…

Fernando Larraz (Zaragoza, 1975) es licenciado en Filosofía y en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca y doctor en Literatura Española por la Universidad Autónoma de Madrid, donde obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado en 2008. Ha trabajado en las universidades de Tübingen, Birmingham y Autónoma de Barcelona. En la actualidad es profesor de Literatura Española en la Universidad de Alcalá y miembro del Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL-CEFID). Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas así como las monografías El monopolio de la palabra. El exilio intelectual en la España franquista (2009) y Una historia transatlántica del libro. Relaciones editoriales entre España y América Latina (1936-1950) (2010). Además dirige o codirige las revistas Puentes de Crítica Literaria y Cultural, Contrapunto Represura.

Además ha escrito para TREA:

http://www.trea.es/listado.php?buscar=%22Fernando+Larraz+Elorriaga%22#/page=0

 

Foto F Larraz.jpgCazarabet conversa con Fernando Larraz:

-Fernando, en el libro, ya en la introducción señalas que el año 1939 fue un año clave porque desde que los alzados ganaran la guerra y bajo la dictadura todo el mundo del libro pierde bajo la bota de la censura y de la pérdida de las libertades…..bueno, ¿por qué crees que es peor ese período para la salud del libro que otros que, históricamente anteriores, han sido verdaderamente aberrantes como la Inquisición, el colonialismo con todo lo que comporta y con todo lo que dejaban o no dejaban decir o escribir; las sucesivas guerras y los tiempos convulsos, las Guerras Carlistas, la vuelta de los Borbones, la época del pistolerismo, la dictadura de Primo de Rivera…..?

-Es verdad que si miramos hacia atrás, los periodos de paz y libertad para la expresión literaria han sido cortos y escasos en comparación con aquellos en los que predominan las constricciones. Sin embargo, la larga noche del franquismo puso a España bajo un sistema hiperburocratizado de represión cultural cuya vigilancia era mucho más extensiva y profunda ―y efectiva― que, por ejemplo, el de la Inquisición. El franquismo, además, siguió a un periodo constitucional, el de la Segunda República, en el que los intelectuales habían construido una fértil esfera de discusión pública a través de revistas, prensa y editoriales en las que se ejercía la libertad, y se afianzó en medio un contexto occidental muy rico culturalmente gracias al ejercicio de la libertad de prensa e imprenta, consagrado ya como un valor irrenunciable tras la guerra mundial.

-¿De alguna manera hasta los escritores que  pudieron marchar al exilio y que podían hacer uso de la libertad… quedaron también un poco “mutilados de esa libertad”?

-No tanto su libertad, que se ve en la heterogeneidad de su corpus literario ―mucho más rico y variado, y menos ahormado, que el de los autores del interior― sino que se mutiló drásticamente fue la recepción de su obra. Lo vio con lucidez, en 1949 Francisco Ayala cuando escribió que tanto los escritores de la España cautiva como los de la España peregrina estaban aquejados de un mismo virus, el franquismo, que les causaba males diversos: a los del interior, la mordaza y la incomunicación con las corrientes literarias externas por la censura; a los desterrados, la incomunicación con los lectores peninsulares, a quienes, directa o indirectamente estaban dirigidas sus obras.

-Las personas que sobrevivieron a la guerra y que tenían “vocación de escribir”, ¿en qué tesitura se vieron inmersos…? Porque de pocas cosas o, seamos claros, de nada se podía escribir sin pasar por el rodillo de la censura… Además éste era un oficio mal visto si no servías muy directamente al régimen.

-El proyecto cultural franquista, creo, tenía dos vertientes: una afirmativa, que consistía en fomentar una estética concreta basada en valores fascistas y nacionalcatólicos (imperialista, de expresión sobria, antimoderna, ortodoxamente cristiana...); y una represiva, que se basaba en evitar la escritura o, por lo menos, la difusión de la literatura heterodoxa. La primera, la constitución de una nueva expresión literaria bajo los cánones del nuevo estado, fracasó, porque los libros publicados bajo aquellas premisas no soportaron el paso del tiempo y hoy se leen como obras de tesis, inanes e ininteresantes. Pero la represión no fracasó y esto abocó a los autores a ver cómo los temas, las soluciones, el léxico, las descripciones... eran acotados enormemente. El erial literario que, con algunas pocas excepciones, padeció la literatura española peninsular tras la guerra se debe, aparte del exilio de los más y los mejores, al estupor de los escritores, llámesele también miedo, que no sabían bien sobre qué ni cómo escribir. Solo algunos escritores con talento y en general protegidos por el sistema, como Cela, supieron jugar con las nuevas y complejas reglas que se habían puesto para participar en el campo literario.

2012-12-11-18-08-08.jpg-Vale, pongamos que aún con los cortapisas propios de los diferentes avatares de la historia: Inquisición, guerras, incertidumbres, crisis, pérdida de plaza coloniales y demás y de cómo todo ello se implica en la salud de la producción literaria… ésta había ido haciendo (aunque creo que el peor período, hasta llegar a la dictadura,  fue el de la Inquisición...). ¿Cómo y de qué manera se plantea el franquismo la política de la edición en libro?

-En realidad, la política del libro del primer franquismo la trato en mi anterior trabajo, Una historia transatlántica del libro. Relaciones editoriales entre España y América Latina (1939-1950). La creación del Instituto Nacional del Libro responde a una ideología intervencionista sobre la cultura que, bajo la coartada imperialista de que era impensable que fueran las repúblicas de América ―y, singularmente, Argentina, desde 1938, capital cultural y editorial en lengua española y, además, en contacto con los republicanos exiliados― las que marcaran las lecturas en España, sino que debía ser al revés, llevaron a cabo una política comercial que impidió que los libros americanos entraran en España. Se ayudaron para ello del contexto económico ―falta de divisas― y, desde luego, de la censura, que impedía la importación legal de la mayor parte de libros publicados en América. Y claro, protegieron las ediciones de libros que más sintonizaban con la ideología vencedora de la guerra. De ahí que todas las casas editoriales que sobrevivieron a la guerra tuvieron que rehacer sus catálogos y destruir una buena parte de sus stocks.

-¿Por qué escoges el género de la novela para adentrarte en cómo el franquismo y la censura paralizaron la libertad que todo escritor debe tener, retener y enarbolar para poder realizar su trabajo?

-Parto de una hipótesis: cada género presenta retos y características particulares para los censores y, por tanto, el mal que inflige a cada uno de ellos la censura es también diverso. El lenguaje narrativo, comparado por ejemplo con el de la poesía, es más explícito, está menos basado en tropos cuyo significado pasaba desapercibido a muchos censores (o bien esos censores consideraban que pasaría desapercibido a la mayoría de los lectores), posee un alcance social más mayoritario y presenta una amplitud de temas (historia y memoria, crítica social, erotismo...) que aparecen de una manera más concreta. Por ese motivo, la parcelación por géneros es, cuando se habla de la censura, relevante, casi diría yo, necesaria. Por otra parte, otros investigadores se han ocupado ya, de una manera sistemática, al análisis de la impronta de la censura en el teatro, la prensa o el cine. No se trata de valorar qué género o qué expresión artística sufrió más los embates de la censura, sino de qué manera los sufrió cada uno.

-Me imagino que es imposible analizar, desde el mismo prisma en que has trabajado la analítica de la novela, a otros géneros como el ensayo porque éste implica pensamiento, investigación, denuncia y eso formaba parte implícita de la idiosincrasia propagandística del franquismo…

-Sí, por lo que he respondido en la pregunta anterior. La acción afirmativa, dirigista, del sistema cultural franquista fue mucho más clara en el caso del ensayo. No obstante, es también en el género del ensayo, que no he estudiado de manera sistemática, donde se muestran más claramente las quiebras de la unidad franquista, al aparecer, ya en los años cuarenta, opciones diferentes en el proyecto de construcción de una nueva cultura española entre los dos grandes grupos intelectuales del franquismo: los falangistas “evolucionados” y los recalcitrantes integristas católicos. Sería interesante ver cómo reaccionan los censores, por ejemplo, ante la publicación de España sin problema y España como problema, de Calvo Serer y Laín Entralgo respectivamente, y en qué ideas de las expuestas allí creen encontrar registros de heterodoxia o beneficios estratégicos para la imagen del régimen. En cualquier caso, dado que representaban a familias ideológicas legitimadas por el sistema, ambas visiones, aun discrepantes, fueron permitidas. Lo que no se habría permitido es la publicación de un libro de cualquier otra cultura política. También hay que tener en cuenta que una parte importante del pensamiento se llevó a cabo a través de las revistas y que incluso las oficiales y semioficiales, como Cuadernos Hispanoamericanos, enseguida empiezan a describir líneas divergentes de pensamiento, sin que el franquismo ―sistema oportunista y voluble en sus ortodoxias― llegue a coartar una de ellas.

image002.jpg-¿Y qué hay de la poesía y el teatro?

-Quizá para responder a esta cuestión debería hacer un estudio sistemático como el que he hecho acerca de la novela. A la poesía ya me referí antes. En cuanto a la censura teatral ―que ha sido estudiada a fondo por Berta Muñoz Cáliz― hay que tener en cuenta que, en tanto representación, pertenece a otra esfera y requiere otra metodología. Está el teatro publicado, claro, que tiene muy escasa difusión y que es relativamente escaso. Pero sobre todo, a los censores les preocupaba la representación, que es un fenómeno social relevante y para el que existía un público si no masivo, muy considerable. Ahí interesaba el texto, claro, pero también los elementos puramente escénicos: gestualidad, vestuario, escenografía... De hecho, el cuerpo de los censores de teatro difería del de la censura de libros y también el procedimiento de supervisión. Todo ello plantea, como decía, acercamientos y métodos diferentes de los empleados en el caso de la censura editorial.

-Bueno, Fernando, ¿qué se hizo con los libros que estaban todavía por casas, bibliotecas, librerías, instituciones educativas  y que “molestaban al franquismo”?

-Depuraciones, expolios, destrucción de libros... Es un tema muy interesante, en el que no he investigado más que someramente en el anterior libro mío al que me he referido antes. Remito para ello al excelente libro de Ana Martínez Rus que acaba de publicarse, La persecución del libro: hogueras, infiernos y buenas lecturas (1936-1951).

-El exilio, bueno lo que desde el exilio alguno de los escritores iba escribiendo con libertad, ¿a eso cómo le hizo frente el franquismo porque al exilio se le podía “amordazar” de otra manera, pero nunca del todo…?

-Así es, y eso preocupaba a algunos agentes culturales falangistas, que avisaban alarmados de que la influencia española en América no tuviera el sesgo imperialista al que se sentían obligados y que, además, estuviera en manos de los republicanos exiliados. A la vista de los expedientes de censura de novelas de autores exiliados, es evidente que hay un celo muy particular. Las alusiones a “este autor es rojo”, y similares, son continuas en los informes de censura y actuaban, de hecho, como prejuicio que influía decisivamente a la hora de dictar veredicto. Algunos autores, como María Teresa León, Jorge Semprún, Max Aub o Ramón J. Sender estuvieron totalmente prohibidos, incluso en aquellos casos en los que sus libros no planteaban ninguna objeción moral, religiosa o política. No hay más que ver las listas de autores vitandos en las que predominan los nombres de exiliados. Eso hace particularmente interesante comparar la literatura del exilio con la del interior al hilo de determinados temas; comparar, por ejemplo, cómo se aborda narrativamente el tema de la guerra desde fuera del imperio franquista y desde dentro ―aun en el caso de autores, como Concha Alós o Ángel M. de Lera, que eran antifranquistas―. En resumen, exiliados y autores del interior no jugaron con las mismas posibilidades ante la censura y de este hecho sigue resintiéndose aún hoy la recepción y canonización historiográfica de la narrativa exiliada.

-¿Cambia, de alguna manera,  la política de censura del franquismo en cuanto el fascismo en el resto de Europa pierde la guerra a mediados de los años 40?

-Efectivamente, la circunstancia política influyó claramente en los procedimientos de la censura. Yo no hablaría de liberalización o de agudización de la vigilancia censoria, sino de estrategias variables. De hecho creo que el franquismo fue convirtiéndose paulatinamente en una mera táctica de supervivencia, un aparato que había perdido el norte ideológico para convertirse en una máquina de perpetuación en el poder, incluso reconocida, en el tardofranquismo bajo la advocación a la paz (ya no a la Victoria) y la tecnocracia. Y que la cultura escrita fue objeto de manipulación preferente dentro de esta estrategia. Creo que el primer cambio en los mecanismos y criterios de la censura tuvo lugar cuando el franquismo tuvo que sobrevivir a su primera crisis: la derrota de sus aliados en la Guerra Mundial. A partir de finales de los cuarenta y principios de los cincuenta, el régimen echa mano de los falangistas “evolucionados”, que ya habían abandonado las muestras explícitas de su antiguo fascismo, gente culta, para manejar el sistema cultural. Y saben adaptar el mensaje corporativista en contra de oligarquías e injusticias ―que estaba también en el fascismo original― a la literatura: de ahí que se tolere la literatura del realismo de los años cincuenta, incluso con tintes, en ocasiones socialistas “ma non troppo”.

-Pero, amigo Fernando: ¿se va adaptando a los tiempos…? Me imagino que todos los libros, todas las opiniones, y demás pasaban por el sesgo de la censura y que no pocos se destruyeron y perdieron. ¿Tenéis idea de cuántos o de qué forma? Si “te censuraban” un libro…vamos a ver, como escritor, ya te podías dar por vencido, ¿no? Con todo esto, seguramente que fueron unos cuantos, los escritores, que dejaron a cesaron en su empeño por el arte de la escritura…

-Efectivamente: no hay relajación de la censura; hay cambio de criterios, tolerancia, propaganda, conveniencia... Fraga, ya en los años sesenta, se afana en decir que él acaba con la censura. Todo es mentira: propaganda. Establece cambios legales que le permiten decir que ya no hay censura previa. Pero en realidad, introduce una práctica mucho más torticera, una manipulación de los escritores, un intercambio de favores. Ya no importa tanto impedir alguna que otra inconveniencia, sino que esa inconveniencia, por el motivo que sea, traiga algún provecho al régimen. En mi libro me interesa también analizar la actitud de los escritores ante este chantaje, sobre todo los más afectados por las barreras censorias. Algunos lo aceptaron e incluso colaboraron con el régimen a cambio de que este favoreciera su carrera literaria; son los autores que mejor situados han quedado en la historia de la literatura. Otros, como Alfonso Grosso, Juan Goytisolo o Antonio Ferres, optaron por ser fieles a su vocación pensando que lo contrario arruinaría el valor de sus obra y su propia dignidad y optaron por escribir en libertad, aunque sus libros tuvieran que ver la luz en editoriales americanas o francesas; la carrera de ellos, a menudo, parece que acaba a partir de entonces. Por último, la censura arruinó total o parcialmente algunas carreras literarias muy prometedoras, como la de Elena Soriano que, siendo muy joven y cargada de talento, se sintió humillada por los censores. Los exiliados, caso aparte. Por ello, mi libro concluye que tomarse en serio a la censura como factor clave de la literatura española entre 1939 y 1975 nos ofrecería una imagen muy diferente de la historia literaria. Rastrear los libros que no se pudieron publicar es complicado. Yo doy algunos títulos en mi libro. Habrá otros que se quedaron en los cajones de las editoriales porque los editores ni siquiera los sometieron a veredicto. Pero otra de las conclusiones de mi libro es que la autocensura funcionó más que la censura; que la vigilancia censoria estaba en el acto de escritura más que en el de publicación; y que ese fue precisamente el éxito de la represión cultural franquista: que adiestró a los escritores del interior, facilitando su propia labor posterior.

larraz.gif-El lector, en aquellos días del franquismo: ¿podía llegar a conformarse con lo que se les ofrecía, sin más?

-Me temo que sí, con la salvedad de algunos lectores, que buscaban la circulación y compra clandestina de libros, tema interesantísimo y que es muy difícil cuantificar. La mayor parte de lectores, como la mayor parte de escritores, se adaptaron a las condiciones, claro, y por eso no murió la literatura con el franquismo. Eso sí, creo que se generalizó una práctica de “lectura entre líneas”, de búsqueda de interpretaciones más o menos ocultas que no siempre se correspondían con lo que verdaderamente decía el texto. 

-Me imagino que se debía mirar al escritor como a “otra marioneta más del sistema”. Coméntanos.

-Encabezo mi libro con tres citas. En una de ellas, de un libro de Italo Calvino, un personaje viene a decir que ningún estado se toma más en serio la literatura que aquel en el que impera la censura, porque le da a la escritura literaria una relevancia superlativa como agente subversivo. Creo que es así. El franquismo quiso hacer del escritor un elemento a su favor, quiso apropiarse de su “capital simbólico”, que valoraba como clave para el cañado prestigio exterior e interior de su causa. Progresivamente, se pasó de la estrategia del miedo a la de la manipulación de la obra de los muertos y los desterrados y, finalmente, ya con Fraga, de la promoción falaz de una entente cordial entre censores y censurados. Pero en general, los intelectuales orgánicos del régimen fueron los menos; los más, aprendieron a convivir a escribir con restricciones censorias, al fingimiento y a minusvalorar en público el rebajamiento que los censores causaban al valor de su escritura literaria.

-Si la creación de un Estado está bajo sus garras durante 40 años, ¿cómo se inicia la recuperación? ¿Cómo se puede empezar a ejercer una nueva manera de hacer, cómo se puede realizar una transición de las artes creativas?

-Hay dos maneras: la condena del régimen, el análisis minucioso de los daños causados, la reivindicación de aquellos intelectuales que se opusieron con lucidez, en voz alta y de manera explícita contra el “mal” de la dictadura, la instauración de nuevos cánones y moldes para historiar el periodo... O bien, hablar de lo malo que fue el franquismo, pero en la práctica seguir con una inercia historiográfica que  no subvierta los relatos históricos y que no ponga en duda la legitimidad de sus axiomas ni el comportamiento posibilista de los intelectuales que, de un modo u otro, se beneficiaron de las condiciones del campo intelectual de aquel periodo. Veo muy claro que la transición española siguió, también en las letras y en su explicación histórica, el segundo de los caminos y que las patologías del periodo franquista siguen impregnando ―a  veces sutilmente, otras muy evidentemente― nuestras representaciones de la literatura, los cánones y las explicaciones históricas. Por tanto, respondiendo a tu pregunta, creo que ha faltado una voluntad colectiva para hacer esa “recuperación” por la que me preguntas. A veces, por intereses personales y otras por pura pereza intelectual. Para mostrar y denunciar este hecho, en parte, escribí este libro.

-Fernando, de todas formas, por favor acércanos un poco a la literatura de aquellos años tristes…

-Lo que yo defiendo en el libro, de una manera sintética, es que la narrativa bajo el franquismo, aparte de los innegables méritos de un puñado de obras y de otras que se publicaron fuera de España, fue una “literatura tolerada”. Es decir, que fue la literatura que el régimen quiso permitir, no la que los escritores quisieron escribir y publicar en función de su visión de la realidad, del arte de la novela y de su propio talento. Y que los movimientos, temas, experimentos formales... fueron respuestas a ―y, por tanto, estuvieron determinados por― las limitaciones impuestas, a los sucesivos criterios, a las proscripciones, a las coyunturas... del régimen político. No se puede explicar ―aunque tradicionalmente se ha hecho―, por ejemplo, la literatura social de los años cincuenta sin tener en cuenta que estaba determinada, más que por la influencia del cine y del neorrealismo italiano, por la necesidad de representar la realidad como paliativo a la censura de los medios de comunicación y por la connivencia con el mensaje social que el falangismo estaba promoviendo a través de su revistas del SEU, en cuya lectura se formaron y en las que velaron sus primeras armas literarias muchos de los narradores de esta corriente. O por ejemplo, que el viraje hacia el experimentalismo y el subjetivismo en los años sesenta están marcados no solo por la recepción de la literatura del boom latinoamericano, sino también por el fin decretado por los censores a la literatura social cuando esta traspasó ciertos límites entre 1958 y 1962. Esto cambia radicalmente la manera de interpretar la literatura española del siglo XX. 

fernandolarraz.jpg-¿Hubo escritores que, aunque viviendo bajo la dictadura, lograron “colarles” un gol por la escuadra y cuyo mensaje llegara al lector que, leyendo entre líneas, disfrutase de “aire fresco en la literatura”?

-A mí me sorprende mucho que, ante un régimen de censura, no se probaran con más eficacia mecanismos retóricos elusivos. Creo que hubo dos clases de “goles”. Uno, forzado por la presión internacional, que algunos editores supieron jugar con inteligencia. Quizá el más destacado fue Carlos Barral. Por ejemplo, Tormenta de verano, de Juan García Hortelano, fue prohibida en primera instancia, pero al ganar el Premio Formentor ―que consistía en la publicación simultánea de la novela en varios idiomas por algunos de los más importantes editores del mundo― se avisó al régimen del escándalo que supondría que la novela se publicara en francés, griego, portugués, danés, inglés, alemán, italiano... y no en el idioma en que había sido escrita. Esto forzó a la censura a cambiar el veredicto. Eso sí, con numerosas tachaduras y modificaciones (que persisten en las ediciones posteriores de la novela y que impiden que un lector en español conozca la versión íntegra de la novela... a menos que vaya a la edición en francés, griego, portugués, danés, inglés, alemán...). El otro modelo es el de los tropos: la ironía (por ejemplo, en Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes) o la alegoría (por ejemplo, en El ayudante del verdugo, de Mario Lacruz). Estos casos creo que fueron escasos porque por algún motivo predominó el objetivismo y, durante mucho tiempo, el axioma de “la hora del lector y la desaparición del autor”. Y no sé hasta qué punto pueden considerarse “goles”: es verdad que a los censores se les pasó que lo que dice Carmen Sotillos es precisamente lo contrario de lo que cualquier lector entendería que quiere decir la novela, o que el “verdugo” de la novela de Lacruz es el álter ego del mismísimo Franco. Pero tampoco creo que les importara: lo relevante era que no aparecieran muslos, blasfemias u otras manifestaciones explícitas. Lo connotado ―aparte de no ser captado― importaba poco pues no contaban con que un público amplio fuera capaz de entenderlo.

-¿Nos puedes poner en lista escritores que, escribiendo desde el Estado Español, hicieron una literatura diferente a la más allegada al régimen…?

-En el libro llamo “novelas imposibles” a aquellas que los escritores escribieron sin la pesada presencia de la autocensura; es decir, sin pensar en si habían de poder gustar al censor y sin tantear hasta dónde podían llegar. Para mí un ejemplo muy significativo es Señas de identidad, de Juan Goytisolo; el protagonista, Álvaro Mendiola, álter ego de Goytisolo, se adueña de unas señas de identidad alienadas hasta entonces, entre otras, por unas Voces de las que creo que participan las del autocensor que había limitado hasta entonces su escritura. Aunque pudo publicarse, Luis Martín Santos escribe con una libertad inaudita su Tiempo de silencio. Y el mismo caso de liberación es el de Si te dicen que caí, de Juan Marsé, pensada para ser publicada, como de hecho ocurrió, fuera de España. Quizá el caso de mayor valentía fue el de Isaac Montero, que se enfrentó a penas de cárcel por haber publicado ―él mismo― la novela Alrededor de un día de abril. Juan Mollá, Elena Soriano... son otros casos que refiero en mi libro.

 

Como libreros nos ha gustado mucho documentar este reportaje:

http://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_espa%C3%B1ola_posterior_a_la_Guerra_Civil

Cuando había que escribir desde el exilio…

http://masterlengua.com/novela-en-el-exilio/

file:///C:/Users/Pc1/Downloads/Narrativa_40a70.pdf

Novela en los años 40,50,60 y 70, una introducción….

http://masterlengua.com/novela-de-los-anos-40-y-50/

http://masterlengua.com/novela-de-los-anos-60-la-experimentacion/

https://lenguanorba.files.wordpress.com/2012/01/tema-6-la-narrativa-desde-los-70-a-la-actualidad.pdf

Uno de los mejores ejemplos que podríamos “catalogar” como “escritor de posguerra”:

 http://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_espa%C3%B1ola_posterior_a_la_Guerra_Civil

Un artículo para hacer boca que no está mal...

http://www.lecturalia.com/blog/tag/generacion-de-la-posguerra/

Cuando las que escriben son ellas…

http://www.literaturas.com/escritorascristinaaparicio.htm

 

 

Letricidioespanol.jpg18026
Letricidio español. Censura y novela durante el franquismo. Fernando Larraz Elorriaga
384 páginas      17 x 24 cms.
30,00 euros   
Trea



El año 1939 marcó una fractura profunda en la historia literaria española. La imposición de un régimen político de vocación totalitaria supuso, por un lado, el exilio o la muerte de los más importantes actores del campo literario anterior y, por el otro, la censura sobre aquellos escritores que quedaron en el interior o que intentaron dar comienzo durante los treinta y cinco años siguientes a su carrera. Más de treinta años después de su abolición, la censura se ha convertido en una presencia muda, una realidad conocida pero insuficientemente valorada como factor determinante de las direcciones de nuestra historia literaria. Letricidio español indaga la incidencia que la censura tuvo sobre la producción novelística española durante los años del franquismo a fin de llenar una laguna en la bibliografía sobre los estudios literarios del siglo XX que ha impedido a menudo una aquilatada interpretación de los periodos, movimientos y obras literarias entre 1936 y 1975. Asimismo, pone de relieve la necesidad de restaurar un elevado número de textos que fueron podados o transformados por imperativo de los censores.

Esta monografía lleva a cabo un recorrido detallado por la censura editorial franquista, deteniéndose a desgranar los criterios que guiaba su práctica, la tipología de los censores, las justificaciones ideológicas expresas y ocultas de la aplicación de un régimen de censura, los mecanismos de autocensura que pusieron en práctica los novelistas... a partir de un nutrido conjunto de expedientes y de otros documentos relacionados con las barreras censorias que encontraron las novelas más representativas en España durante el franquismo. El objetivo es sacar a la luz las repercusiones que sobre las distintas corrientes narrativas y autores tuvieron las actuaciones de los censores y proponer, bajo esta mirada, una reinterpretación de la historia literaria.

 Índice :   http://www.trea.es/material/descargas/IndiceLetricidio.pdf

Introducción   :    http://www.trea.es/material/descargas/IntroLetricidio.pdf

 

Fernando Larraz (Zaragoza, 1975) es licenciado en Filosofía y en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca y doctor en Literatura Española por la Universidad Autónoma de Madrid, donde obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado en 2008. Ha trabajado en las universidades de Tübingen, Birmingham y Autónoma de Barcelona. En la actualidad es profesor de Literatura Española en la Universidad de Alcalá y miembro del Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL-CEFID). Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas así como las monografías El monopolio de la palabra. El exilio intelectual en la España franquista (2009) y Una historia transatlántica del libro. Relaciones editoriales entre España y América Latina (1936-1950) (2010). Además dirige o codirige las revistas Puentes de Crítica Literaria y Cultural, Contrapunto y Represura.

 

Ficha Dialnet:  http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1052541

 

 

Libros de Fernando Larraz en el catálogo de La Librería de Cazarabet

 

Cód.

Título

Autor

Pág.

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18026

Letricidio español. Censura y novela durante el franquismo

Fernando Larraz Elorriaga

384

30.00

Trea

5171

Una historia transatlántica del libro. Relaciones editoriales entre España y América latina (1936-1950).

Fernando Larraz Elorriaga

200

20.00

Trea

470

El monopolio de la palabra. El exilio intelectual en la España franquista.

Fernando Larraz Elorriaga

335

20.00

Biblioteca Nueva

 

 

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